Capitulo 20.

Agridulce.

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—Parece que comenzó a llover…— Anunció aquel hombre mientras extendía la mano fuera de la marquesina. Su acompañante admiró el cielo nocturno con sus ojos nítidos de color oliva.

—¿Es normal en esta época?— se extrañó ligeramente.

—Es casi otoño, querido carnero—. La sonrisa que dedicó al otro, lo contagió.

—El otoño es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno(1).

—El invierno es apagado; la primavera es loca; el verano es alegre y el otoño es sabio(2)—. Mu rio suavemente.

—Podemos pedir más té y conversar sobre ello.

—¿Quieres esperar?— Inquirió el rubio, sabiendo lo incómodo que se ponía con la lluvia sobre su cabello.

—Vamos…— lo animó, tomándole el brazo, pero el rubio no se movió. Se hizo a un lado para quitarse el saco que traía en ese momento, y colocarlo como un techo sobre ambos. Mu se sorprendió ligeramente, pero aceptó su gesto pegándose a él, y tomando su parte de la prenda para cubrirse.

Mientras andaban de vuelta al Santuario, por las calles desiertas de Rodorio, el carnero se quedó en silencio. Generalmente, siempre tenía un tema de conversación, sin embargo, desde aquella tarde, estaba más silencioso que de costumbre, y Shaka entendía perfectamente la razón; no se la reprocharía, al contrario, estaría ahí para él, como siempre.

De pronto, Mu se detuvo y miró hacia al otro lado de la calle, por dónde el hindú descubrió, después, que se dirigía el escorpión.

—Parece que vuelve solo…— concluyó el rubio, sabiendo con quién se había visto aquella tarde, pues tanto él como Aries, los vieron juntos.

El lemuriano se concentró mirando el camino por donde Milo había aparecido, así como su espalda, viendo que despedía un aura llena de tristeza, amargura y melancolía, que lo preocuparon.

Podía fingir ante cualquiera, pero no con él; él podía sentir la oscuridad en su alma.

—¿Quieres cenar?— preguntó el hindú, tomando su atención otra vez.

—¿Aún tienes hambre?— preguntó el carnero, sorprendido.

—Creo que vendían hamburguesas veganas también—. Respondió el rubio, pensativo. El ariano abrió ligeramente la boca, para después sonreír.

—Estoy seguro de que vi una de garbanzo en el menú.

—¿De verdad? Podemos ir y comprobarlo. Tal vez encuentres ahí lo que estás buscando.

Mu sabía que Shaka no se refería a la cena, pero igualmente sonrió agradecido por su intención, así que ambos siguieron calle abajo, siguiendo los pasos que Milo dejaba tras de sí.

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Después de despedirse de Kanon, Milo no miró hacia atrás. Mantuvo el paso firme y decidido en búsqueda de aquello que más deseaba, con las palabras del gemelo arraigadas en el corazón, diciéndole que no pierda aquella batalla, y que Camus sí lo amaba de verdad.

No podía negar que le emocionaba la idea, pero, si era realista por un momento, y el aguador no estaba interesado así en él, cómo se lo dijo Kanon, iba a hacer todo lo posible por conquistarlo.

Pero, ¿cómo enamorar a un hombre así?

Sentía que lo conocía, o al menos aprendió a hacerlo mientras vivían juntos; no obstante, aún le era un enigma, porque mientras actuaba frío y distante, también podía ser bastante expresivo y apasionado; incluso sobre protector y cariñoso.

Y esa pasión era justamente lo que más amaba de él. No algo sexual, si no la entrega hacia las personas que amaba, y en las cosas que realizaba cada día. Cosas como cortar una manzana, o expresar sinceridad sobre algún tema, ya sea que le gustara o no…

Mientras más pensaba en él, mayores eran sus deseos por verlo y estar con él…

"Quiero terminar esto aquí… aquí y ahora…"

Pero aún tenía el problema de cómo retractarse, ya que no podía simplemente tocar a su puerta y decirle "me equivoqué, y quiero estar contigo…"

Al pensar en esa frase espontánea y totalmente sincera, se detuvo.

Esa mañana ya había contemplado la idea de darle chocolate, libros o ir juntos a ver la Aurora Boreal; incluso recitar un poema, pero justo en ese momento estaba tan enfrascado en otras cosas, que olvidó un pequeño detalle: Camus usó un poema para declararse a Saga(3), así que tomar uno para expresar todo lo que hacía sentir a Milo, solamente iba a evocar una herida reciente. Así que, aunque sonara atropellado, y como sacado de una película romántica, su única opción eran las palabras: "quiero estar contigo";porque la verdad no tenía más armas para usar.

Ya había intentado ser amable con él, incluso fue comprensivo, y cuidó de Camus cada día mientras estaban juntos… ¿Qué es lo que le quedaba para conquistarlo?

Emprendió nuevamente la marcha, y mientras subía los escalones de vuelta hacia el templo de Escorpio, contempló la posibilidad de que Camus estuviera en Géminis; aunque también podrían estar en Acuario. Si lo encontraba en el tercer templo, tendría que buscar la forma de alejarlo de Saga para que pudieran hablar, pero si se desataba un enfrentamiento con el gemelo, tendría que pensar cómo jugar sus cartas, porque pelear con él solo haría que el aguador se sintiera estresado, y no solo terminaría por pedirle que se fuera, sino que pondría una dolorosa distancia entre ellos para evitar el enojo de Saga ,su actual novio.

Milo exhaló, porque la verdad es que no sabía cómo controlar su propio temperamento, no si los veía juntos y su corazón se hacía pedazos con cada mirada enamorada entre ellos, o cada beso que tuviera que atestiguar entre los dos. Y no quería perder a Camus, y tampoco quería ser motivo de burla para Saga, cuando dijera, "Oye, te amo, vamos a seguir juntos",y el estúpido gemelo declara que ya sabía la verdad, y que era demasiado tarde para eso.

Sin importar sus temores, decidió dirigirse primero a Géminis con la esperanza de encontrar a Camus ahí, y que, por supuesto, estuviera a tiempo de lograr algo para ellos dos; pero, cuando llegó al templo, parecía tan solo y desierto como si el tiempo se estuviera detenido y Saga hubiera desaparecido una vez más. Solo había algo diferente en eso, y es que aún podía sentir su presencia en el recinto. Milo tragó saliva con dificultad mientras apretaba uno de sus puños y se internaba a paso decidido hacia aquel lugar para buscar a Camus; sin embargo, no podía saber si él estaba ahí o no, y preguntarle a Saga no era una buena idea.

Pensó que tal vez podría intentar llevarsebiencon él, motivado un poco por su conversación con Kanon; no obstante, estaba tan molesto y celoso de él que dudaba que pudieran compartir dos palabras sin intentar romperse la cara.

Gracias a Kanon, conocía un poco del templo, así que anduvo por el pasillo a la expectativa de lo que pudiese encontrar unos pasos al frente, cuando notó que pisaba agua en el suelo; agua que escurría de la ligera capa de hielo que había en la pared.

Milo se detuvo al observarlo, sabiendo lo que eso significaba: esa era la huella de Camus. Con una mezcla de ansiedad y bruma, concluyó que sí estaba ahí; pero aunque esa idea lo alegró y amargó al mismo tiempo, también lo llevó a intentar concluir las razones por las que el galo había usado su poder, sabiendo que generalmente siempre lo empleaba de ese modo, cuando perdía el control…

Volvió a sentir un nudo en la garganta y una especie de vacío en el estómago, por lo que intentó callar sus pensamientos y solo avanzar para encontrarlo, porque eso era lo único que importaba…

Mientras caminaba por el pasillo, iba observando que el hielo era cada vez mayor, desde el piso, hasta una de las paredes, donde el gélido elemento se iba solidificando.

Entonces notó algo extraño, algo que no había reparado hasta ese momento, y era el cosmos de Saga errático y descontrolado, fundiéndose a la par con otra presencia…

Milo sintió como si alguien le golpeara el estómago cuando se dio cuenta de que eso solamente implicaba una cosa…

Tragó saliva con dificultad, tropezó ligeramente con el hielo, y atropelló los pies en la angustia y ansiedad por interrumpir la pasión con la que Saga estaría en ese momento, demostrándole a Camus lo que sentía; dándole aquello que esperó recibir durante tantos años…

Tomó la manija de la puerta, apretó los dientes, y…

"Quiero hacer notar que tú puedes decir que amas aunque sea uno de sus besos, a diferencia de alguien que idealiza uno de ellos…", la voz de Camus lo frenó.

Esa fue la primera vez que él confesó su nula experiencia en el amor.

"¿Quieres decir…? ¿Tú y él nunca…?"

"Nunca…", Milo volvió a tragar saliva con dificultad mientras apretaba con fuerza la manija de mental entre sus dedos, sintiendo como temblaban con una mezcla de ansiedad e impotencia.

"Tú te has llevado muchas de ellas…", sintió que los dientes le castañeteaban.

"Él es el hombre de mis sueños…",Milo exhaló dolorosamente, y antes de empujar la puerta, decidió soltarla mientras retrocedía un paso y tropezaba con el hielo, cayendo de sentón en el suelo.

Sintió el dolor desgarrarle el pecho, y la desesperación inundar su sistema nervioso, y llevándolo a ponerse de pie para romper la puerta e interrumpir el momento entre esos dos…

Sin embargo… se obligó a recordar que esa fue su decisión en primer lugar…

Podría haberse quedado con Camus y aprovechar la relación que tenía para conquistarlo, en vez de soltarlo a la primera oportunidad…

No pudo soportarlo. Decidió que no continuaría ahí, para encontrar su muerte en los brazos de Eros, cuando viera a Camus enredado en un momento salvaje y pasional con Saga; con su piel perlada, y su cuerpo completamente tatuado por los besos y mordidas de aquel. Definitivamente, eso sería demasiado para él.

Retrocedió un par de pasos, tratando de no resbalar, cerró los ojos, y finalmente caminó hacia la dirección contraria…

No quería dejárselo, pero, después de todo,sí lo hizo…

De Géminis hacia Escorpio el camino no sería sencillo, lo sabía, sin embargo, mientras ignoraba a Aioria en Leo, y se alegraba del solitario Libra, notó que había llegado antes de lo pensado a su destino cuando vio su propio templo erguido a la distancia.

A pocos pasos de llegar al recinto de Escorpio, las piernas decidieron que no podían continuar la marcha, así que apoyó los dedos en los escalones, mantuvo su peso en ellos, colocó la palma en la piedra, y se dijo que no podía más, porque el peso de su corazón era demasiado para cargarlo...

Se sentó por fin al pie de la entrada mientras exhalaba, adolorido, cubriéndose la cara con las manos…

Había estado manteniendo el dolor a raya durante el ascenso, pero lo cierto es que ya no podía más, y no sabía cómo iba a poder continuar a partir de ahí, porque sus cosas estaban en Escorpio, así como su esencia…

¿Cómo iría a la cama esa noche sabiendo que aún olía a él? Incluso, no podría tomar un baño caliente sin pensar que lo ayudó muchas veces a llegar ahí, que prometió no mirarlo desnudo, que pidió tallarle la espalda por amabilidad, o que ocupaba la cocina del templo porque amaba preparar cada festín.

Tampoco podría volver a oler el café sin sentir que lo odiaba, porque esa era la mayor debilidad del francés.

Exhaló entrecortadamente y se cubrió la cara con las manos, moviendo la cabeza de un lado a otro frustradamente.

Él fue su maestro. Le enseñó las técnicas de seducción que sabía de memoria, las maneras más apasionadas de besar, y el cómo llevarse a alguien a la cama… ¿Por qué le extrañaba que Camus hubiera terminado por entregarse a Saga? Seguro que las ganas ya las llevaba encima, y él le dio todas las herramientas para cumplir sus fantasías.

Le dolía la cabeza, por lo que la sujetó con las manos, como si tratara de exprimirla, de aplastar o de empujar ese recuerdo hasta el fondo del cerebro.

"No lo dejes ganar…",escuchó la voz de Kanon, como si estuviera parado detrás.

"Creo que es muy tarde para eso…", se lamentó frotándose los ojos, y sintiendo como sus dedos se iban humedeciendo aunque intentaba no hacerlo.

Tras un momento, se levantó del peldaño y emprendió la marcha hacia el interior de su recinto; apoyándose con el hombro en la pared, sosteniendo con las manos la frente y pecho, pensaba que de verdad no quería entrar, pero sin importar cuánto quisiera huír, no tenía a donde más ir.

Pronto, contempló la posibilidad de llevarle sus cosas, así no tendrían que volver a verse… pero, ¿de verdad, eso es lo que quería? ¿No volver a verlo?

Concluyó que no, no era lo que deseaba. Quería continuar siendo parte de su vida, aunque fuese como un amigo, y, tal vez, en algún punto, Camus comprendería que Milo era una mejor opción. Quizá ahora que finalmente consiguió lo que anhelaba, podría darse cuenta de que él era un mejor amante, o que las sensaciones que podría brindarle eran diferentes…

Sí se volvía su apoyo y confidente, si tenía un poco de paciencia y se tragaba los celos, el dolor y la ansiedad por él, quizá, al final, Camus se enamoraría…

Tal vez eso no aliviaba su corazón herido, pero sí le daba una pequeña esperanza…

Suspirando, y convencido de que esa era la mejor opción, anduvo algunos pasos, hasta que de pronto resbaló… Fue su pie derecho el que se deslizó por el suelo, mientras él buscaba algo con que agarrarse, sin embargo, terminó con una pierna estirada y la otra reflexionada en una extraña posición. Aferró los dedos al muro, y notó que estaba frío…

¿Frío?

Volteó hacia abajo: Hielo era lo que tocaba su piel y lo que por poco le hacía golpearse… ¿Por qué? Miró hacia delante, observando que las antorchas, el suelo, las paredes, y algunas partes del techo, estaban cubiertas por lo que parecía ser hielo en papel tapiz. Se levantó apenas. Percibió frío y se abrazó a sí mismo. Intentó calmarse, pensar y encontrar alguna respuesta, hasta que finalmente se dio cuenta de que todo este tiempo, lo que tanto buscaba, estaba perdido en el interior de su propio templo…

—¡Camus!— Gritó con una especie de sorpresa y emoción. Sintió que el corazón bajaba al estómago, y que las lágrimas retomaban lugar en la profundidad de sus pupilas, mientras luchaba con sus pies por andar hacia el sendero congelado por el que aquel onceavo guardián, tapizó Escorpio.

Azorado, trató de caminar apresuradamente por el amplio pasillo donde lo había reconocido; sin embargo, entre más se acercaba, el hielo y la temperatura empeoraba. Asustado, apresuró el paso, por lo que resbaló cayendo boca arriba. Intentó levantarse, pero solamente conseguía caer una y otra vez, así que finalmente se arrastró, y se deslizó como podía, aferrando las uñas a la pared, aunque el hielo pareciera irrompible…

Cuando finalmente logró avanzar, descubrió que la cámara privada estaba totalmente blanca, cubierta por montañas de nieve, que ocultaban sus cosas sepultadas bajo ese nevado elemento.

Se aferró a la puerta abierta, temblando de ansias y de frío; se levantó como pudo para buscar al galo en el interior, intentando olvidar el clima que odiaba en ese momento.

—Camus…— Trató de llamarlo, pero tiritaba. Intentó pronunciar su nombre una vez más, pero no podía hablar por la ansiedad que sentía.

Decidió arrastrarse por el suelo congelado y concentrar su energía en buscarlo, por dónde podía sentir su presencia ahí, pero no estaba seguro de dónde. Finalmente, vio una especie de bulto sepultado bajo la nieve a un costado de lo que creía era su cama, así que se resbaló como pudo hasta él, y con las manos ardiendo por el hielo, comenzó a intentar sacarlo.

—¿¡Qué estás haciendo?!— le gritó por fin, cuando lo liberó de aquella montaña. Este apenas abrió los ojos. Suspiró, y Milo tuvo que voltearse un poco porque le olía la boca a alcohol.

—Lamento arruinarte la fiesta…— dijo con una sonrisa. El griego tragó saliva con dificultad—. Puedes irte a mi templo… ¡Anda! No creo que nada pase alguna vez en esa cama…— Escorpio exhaló, porque, aunque podría decirle un chiste o molestarlo por ello, se dio cuenta de que sus propias palabras lo habían lastimado, porque de la nada sollozó y lo empujó para rechazar su contacto.

—No digas locuras…— lo reprendió el griego—. ¡Mira lo que hiciste!

—¡Y lo haría otra vez! Así que ¡Lárgate!— contestó, empujándolo. Tras el esfuerzo, la cabeza le cayó hacia delante y el pecho de su compañero la recibió. El escorpión continuó mirándolo sin entender nada, como si Camus estuviera hablando en francés.

Milo pensó que, por un lado, le causaba alegría que no estuviera revolcándose con Saga; por otro, le preocupaba la razón de embriagarse con lo que descubría sus botellas de licor de los últimos cumpleaños y Navidades (cortesía de Death Mask y Aioria), así como el brandy, la ginebra, y el vino frutado; lo que explicaba por qué su templo parecía una réplica de Siberia. Quizá a Acuario no le afectaba encontrarse en aquellas condiciones, pero Milo estaba congelándose.

—Camie…

—¡No me llames así…!— exclamó dolido, y tras decir esa expresión en griego, comenzó a hablar palabras en francés atropellado que Milo no entendía. Parecía que Camus estaba muy enojado, y usaba su lengua madre para desahogarse.

—¡Me estoy congelando!— el galo lo empujó otra vez, y con la mirada acuosa dijo:

—Que te caliente tu maldita lagartija—. El griego se extrañó. Pensó que debería decirle que la única persona con la que deseaba estar, era con él, pero algo en Camus parecía muy diferente. Es como si se hubiera roto y no supiera cómo volver a unirse.

—Dime qué te ocurrió…

—No te importa…— lo manoteó mientras se enderezaba, pero se mareó y cayó hacia delante. Milo lo detuvo.

—Claro que me importa, pero no podemos quedarnos aquí. Tendremos que mudarnos a tu templo…— Camus meneó la cabeza. Milo lo sintió moverse, y supo que intentaba ponerse de pie, así que trató de ayudarlo, pero este continuaba empujando para que le diera espacio—. Déjame ayudarte…

—No quiero nada de ti…— dijo fríamente.

—Camus…

—Déjame en paz…— pero aunque había dicho esas palabras, sus dedos se aferraron a la playera húmeda del otro, mientras la cabeza tomaba lugar sobre su hombro. Milo se sorprendió, y tragó saliva con dificultad sintiendo como él se estremecía, intentando pensar en qué decir o que hacer, pero no podía tener una idea clara porque estaba muriendo congelado en medio de ese caos.

—Camus, tenemos que irnos…— Observó su ropero sepultado por nieve—. No puedo sacar ropa, así que tendrás que prestarme algo…

—No iré contigo a ningún lado.

—¡Camus, no seas así!

—¡No puedes obligarme!

—Claro que puedo—. Lo amenazó. Hizo el ademán de cargarlo, pero se resbaló con el hielo y quedaron los dos tendidos en el suelo.

—Eres un idiota…— Murmuró Camus. Milo suspiró: generalmente él sería necio en sus convicciones, pero igualmente cedería tras un "ruego" o una buena motivación, sin embargo, borracho sería como una patada en los testículos, o quizá peor.

—Podrías ayudarme…

—Vate vat futh…(4)— Milo no sabía lo que había dicho, pero definitivamente había "entendido" ligeramente la pronunciación gala en su torpe y etílico acento, así que podría preguntarle a Shura después qué significaba eso; y como él no se movía, comprendió que era una negativa.

—¡Voy a sacarte de aquí, aunque deba arrastrarte!— El francés se rio.

—Eres un escorpión, no una serpiente…— pronunció con sarcasmo.

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué buen momento para un chiste!— Lo retó, peleando aún por sacarlo de ahí.

Milo hizo esfuerzo para incorporarse hasta que logró estabilizar sus pies sobre el hielo, y como pudo, comenzó a jalar a Camus, quien no hizo el menor movimiento por ayudarlo, de hecho, parecía haberse quedado dormido mientras era arrastrado fuera de la habitación.

Aquella parecía la escena de una comedia barata, sin embargo, para Milo eso definitivamente no era gracioso. Agradeció que al menos el esfuerzo lo hiciera sudar un poco para no sufrir el estúpido frío con el maldito hielo que ya comenzaba a querer romper a golpes.

Tropezó y resbaló un par de veces al salir lo suficientemente lejos del desastre que Camus había hecho, incluso escuchó reírse a este un par de veces cada vez que se golpeaba o maldecía.

Finalmente, cuando logró ponerse en pie y estabilizar sus propios movimientos, en vez de pasarse el brazo de Camus por los hombros y llevarlo a cuestas como una persona normal, decidió llevarlo en brazos enposición de princesapara desquitar las burlas que le había hecho durante todo el rato. Pensó que podría haberlo llevado sobre su hombro como si cargase un saco de patatas, sin embargo, llevarlo así sería más humillante cuando Shura o Aioros le preguntaran a la mañana siguiente si estaba bien.

"En realidad",pensó, "no es la primera vez que lo ven borracho".

Recordó divertido su primera noche como novios, fingiendo su relación y también el estado etílico del aguador. Menos mal que no fingió rabietas y estupideces similares a las que había protagonizado desde hace media hora, o Milo habría renunciado a toda idea de un romance con él…

Aunque, a decir verdad, sí actuó algunas cosas sin sentido, como romperse la ropa o colgarse de él…

¿Haría lo mismo esta vez?

Observó a Camus dormir entre sus brazos, y aunque estaba frustrado y ligeramente enojado por lo que había pasado, sentía pena y angustia por él, ya que aún no entendía lo sucedido. De pronto lo sintió moverse, pero no abrió los ojos. Se quejó como si algo le doliera, entonces, Milo vio las lágrimas nacer en sus pestañas y escurrir por el lagrimal hasta dibujar un par de líneas por su rostro.

El griego suspiró y decidió no preguntar ni molestarlo mientras subían, porque sí lo despertaba totalmente, Camus volvería a ponerse necio, malhumorado, y quien sabe que más haría después…

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Por suerte para el galo, ni Aioros, o Shura estaban en sus respectivos templos cuando ambos pasaron, por lo que nadie vio subir a Milo cargando a Camus. También fue una suerte para el griego que no despertara hasta que estuvieron en el templo de Acuario, porque cuando llegaron y él recobró el conocimiento, se bajó de un salto y volvió a empujarlo, mientras le decía que se fuera.

Milo intentó no responder mientras lo ayudaba a llegar hasta el dormitorio, aunque era difícil porque él se detenía y lo manoteaba cada treinta segundos.

Por fin, tras perderse algunas veces, un largo esfuerzo y una dosis inmensa de paciencia, el griego llegó a la habitación, prácticamente arrastrando a Camus.

Y debería haber sido suficiente, de no ser porque comenzó a sentir náuseas, así que se dirigió de forma atropellada al baño, seguido de cerca por Milo, quien (aunque aún estaba enojado, estaba más preocupado) lo llevó al retrete y lo obligó a vomitar. El galo dio algunas arqueadas antes de poder sacar todo lo le estaba contaminando el hígado. El griego, de rodillas a su lado, solamente le palmeaba la espalda, como apoyando su acción. Con la otra libre le sostuvo el cabello para que no se ensuciara.

Al principio estaban en silencio únicamente interrumpido por Camus, pero después Milo no pudo evitar comenzar a hablar.

—Ya me estaba preguntando dónde te habías metido todas mis botellas de coñac, bourbon y whisky…— el galo se inclinó una vez más sobre el retrete, como si la mención del cóctel etílico detonara su malestar estomacal. Milo continuó acariciando su espalda mientras hablaba—… La ginebra estaba nueva, y ni qué decir del vino. Las estaba guardando para una ocasión especial…

—Lo siento…— Murmuró el galo tras toser un poco. El griego sonrió y le pasó un poco de papel para que pudiera limpiarse. Camus lo tomó y bajó la palanca del baño pensando que se sentiría mejor si se acostaba, o si la tierra lo tragaba; lo que pasara primero.

—En realidad, estoy feliz…— Camus levantó la cabeza y observó esa contagiosa sonrisa en los labios del otro, pero aunque intentó preguntarle a qué se debía su estado de ánimo, enseguida tuvo que volver a inclinarse para vaciar el estómago.

Milo, por supuesto, estaba contento al saber que estaba ahí con él, y no con Saga en la posición que creyó.

—¡Qué horrible!— se quejó el galo, cerrando por fin el escusado, más que harto y cansado de tanto vomitar.

—Si no estás acostumbrado a beber, deberías controlarlo—. Lo reprendió otra vez, pero solamente consiguió una mirada fría por respuesta.

El santo de escorpio se quedó callado mientras lo miraba. Sus fascinantes ojos fríos se clavaron en aquellas diáfanas pupilas, y Milo notó que brillaban más de lo normal. Incluso reparó en los restos de líquido dolor que aún le quedaban en las pestañas…

Intentó preguntarle por qué había estado llorando, pero este se apoyó en lo que encontró a la mano, y tambaleándose, trató de ponerse en pie. El griego lo tocó para auxiliarle, pero este lo rechazó otra vez, así que lo observó ir hasta el lavamanos para echarse agua en el rostro y refrescarse, así como enjuague en la boca para quitarse el agrio sabor que tenía en ella.

Repitió el proceso de lavarse un par de veces, antes de tambalearse hacia la salida con Milo siguiéndole de cerca.

—No es necesario que te quedes…— Le dijo sin voltear a verlo, apoyándose en una mesa cercana para no caer al suelo. Trastabilló con una silla, y se sujetó a la pared; en cuanto tuvo la cama al alcance, ni siquiera se molestó en recostarse sobre ella, se arrodilló a un costado, y luego apoyó la espalda de tal modo, que quedó sentado en el suelo. Tal vez porque temía mancharla si volvía a descomponerse…

—Congelaste mi templo, ¿a dónde quieres que vaya?— Si bien aquello no era una réplica, tarde se dio cuenta de que Camus no tomaría a bien sus palabras.

—Vete con tu amante—. Fue lo único que dijo. Escorpio abrió la boca para explicarle lo que realmente sucedió aquella tarde, pero si lo hacía ahora ¿Camus iba a recordar esa conversación?

No, no lo haría, y entonces tendría que volver a decirle todo desde el principio, y él tendría que revivir aquél amargo recuerdo; porque no importa cuánto hubiera disfrutado su pequeña venganza, al final, una parte de él, no se sentía satisfecha o feliz por destruirlo así.

Suspiró entrecortadamente, y para sorpresa de Camus, se dio la vuelta y abandonó la habitación.

El galo miró la puerta abierta y la pared del corredor por donde él había desaparecido, sabiendo que no volvería otra vez; eso había quedado claro esa tarde…

Contrajo la rodilla, pegándola un poco contra su pecho y apoyando la palma en el hueso que sobresalía, y la mejilla en ella mientras cerraba los ojos unos segundos, agachando la cabeza para intentar calmar sus propios demonios internos; sin que algo pudiera mermar el dolor que traía.

Sintió sus ojos volver a humedecerse e hizo un esfuerzo sobrehumano por no pensar en Milo, quien iría camino hacia el templo de Géminis dónde Kanon lo estaría esperando, con esa sonrisa torcida y ese gesto estúpidamente confiado en la posición de sus brazos y piernas al pararse.

Pensó que debería levantarse e ir a buscarlo, pero estaba tan cansado que solo podía quedarse ahí a un costado de la cama como un mueble más.

No supo cuánto tiempo había estado en esa posición, cuando levantó la cara con sobresalto debido a una especie de visión o sueño… No estaba muy seguro de lo que había visto en realidad, sin embargo, no quería pensar en ello mientras viviera.

Debería tener la pared del pasillo vacío como una única visión, pero en lugar de eso, la puerta estaba cerrada, y Milo frente a él, acomodado en el piso, con una taza de porcelana, pequeña, que humeaba…

—Yo también he tenido resaca alguna vez, y sé que el café te ayudará a sentirte mejor(5)—. Explicó mientras sonreía. Camus ladeó la cabeza, desviando al mismo tiempo la mirada. Su acompañante se acercó, con cuidado se sentó a su lado y le ofreció el pequeño recipiente. El galo lo ignoró, cerrando los ojos—. Vamos, no seas pesado—, insistió—, estoy siendo bueno contigo…— Sus palabras únicamente provocaron que lo observara fríamente.

—Bébelo tú…— Milo le sostuvo la mirada: parecía que Camus tenía un montón de cosas que quería decir, pero en realidad estaba haciendo acopio de su autocontrol para guardarse todo como si fuera una bomba que necesitara explorar.

—Odio el café—, confesó el griego con una pequeña sonrisa, y eso hizo que Camus recordara una conversación con Shura (al menos algunas partes de ella)—, siempre me da miedo decirle a la gente que no me gusta por temor a que piensen que soy infantil…— se rio de sí mismo, y ese sonido derritió la frialdad en los ojos del aguador.

Debería decirle que era estúpido pensar algo así, sin embargo, se calló.

—De todos modos… no lo quiero…— lo rechazó otra vez.

—Camus…

—¡Bébelo tú!— gritó con frustración. Milo suspiró y se sentó a su lado, un poco más cerca.

—Debería, porque me muero de frío, pero el único ebrio en esta relación eres tú.

—¿Relación? ¿Qué relación?— preguntó con ironía. Milo desvió la mirada.

—Solo tómalo—. Volvió a ofrecerlo, esta vez acercándolo contra el pecho galo. Camus, a regañadientes, lo aceptó: mirando la taza que sostenía con sus dedos, no podía dejar de repetir las palabras que Shura le había dicho esta mañana.

"No lo hice yo…".Por alguna razón que aún no entendía, su amigo le daba todo el crédito al escorpión por el termo de café de esa mañana, pero aunque deseaba recordar toda la conversación y lo que pasó antes y después de esta, solo pudo escuchar a Milo diciendo que terminaban…

Debería lanzarle el café y repetirle que se fuera de una vez, pero ya no tenía fuerzas para echarlo del templo después de todo el mal rato que le hacía pasar. Él estaba siendo tan dolorosamente amable que decidió solo beber: el sabor era muy amargo porque estaba cargado, y, de alguna forma, lo hacía sentirse mejor.

Pero no era el calor que le provocaba en el cuerpo la bebida, sino el gesto que él había tenido al prepararlo.

El griego no perdió uno solo de sus movimientos. Generalmente, el silencio lo molestaba, pero con Camus disfrutaba esos pequeños momentos donde podía contemplarlo y amarlo entre fugaces y pecadoras miradas. Suspiró despacio, y sonrió, pensando que desearía tomarle la mano, apretarla con suavidad y preguntar cómo estuvo su día, sí, tal vez lo había extrañado, o si encontró a alguien para torturar con su maniática limpieza y sus regaños por la alimentación.

Sin embargo, no podía tocarlo porque Camus continuaba enojado por la discusión que habían tenido durante el desayuno. Tampoco podía preguntar por su día, porque algo en él le provocaba dolor… Justo como en ese momento.

Milo lo vio dar un par de sorbos al café, hasta que descansó la taza en su regazo, y mantuvo la mirada al frente; tal vez acordándose de algo, porque esta se le ensombreció… Cerró los ojos un momento, y para sorpresa del escorpión, pareció luchar con algo que estaba dentro de su cabeza, ya que se llevó la mano libre hasta la frente y la apretó con sus dedos.

—¿Camus…?— No sabía si debía o no hacerle saber que podían hablar de lo que le hubiera estado molestando, pero igualmente se armó de valor y apoyó la mano en la suya esperando que no lo fuera a rechazar. El nombrado tragó saliva con dificultad.

—Los vi…— Murmuró, porque algo en la garganta le impedía hablar. Eran como espinas que brotaban de su corazón según lo que Milo podía juzgar. Lo observó llorar otra vez y luchar contra sus ojos por no soltar aquello que sentía, y entonces, al verle los dedos, entendió: el templo de Géminis, el agua en el piso, el hielo en la pared y Saga enredado con alguien más.

El griego sintió un nudo en la garganta, y desvió la vista mientras peleaba consigo mismo por no perder la razón entre el mar de sentimientos que tenía en el fondo de su estómago; era como una lucha campal entre los celos, la ira y la desesperación…

"No pierdas contra él…",recordar esas palabras, hizo que Milo tomara aire y estuviera dispuesto a escucharlo, como Camus prestó oído hacia él, mientras lloraba y se quejaba de Kanon la primera noche que estuvieron juntos.

Esperó en silencio que él pudiera soportar lo que sentía, para ver si hablaba o no…

No le sorprendió verlo así, pero dolió un poco…

—Podemos hablar de esto mañana…— le propuso con suavidad.

—¿Para qué?— preguntó el otro burdamente—. Creí que no tenías prisa por irte…

—Y no la tengo…

"Pero me duele verte así…",debería haberle dicho esas palabras, y, sin embargo, se contuvo. Pensó que debería mencionar que estuvo en el templo de Géminis, pero hacerlo llevaría a Camus a pensar en el motivo equivocado por el que fue ahí; así que esperó a que él hablara.

El galo volvió a tragar saliva con dificultad. Tomó un sorbo de café, y mantuvo la mirada en la puerta, viendo los recuerdos de esa tarde, como una película vieja sobre la lisa madera, ante él.

—¿Por qué lo hizo…?— Milo no sabía si era una pregunta para él, o si estaba pensando en voz alta; solo podía sentir con claridad como peleaba contra sus propias emociones.

Volvió a guardar silencio y sus pensamientos dentro de ese pequeño momento. El escorpión continuó ahí para él, de nuevo como Camus lo había hecho en el pasado.

Tras un momento, aquel hombre frío, y ahora totalmente roto, volvía a hablar.

—Me he repetido hasta el cansancio que no importa… que Saga es libre de hacer lo que quiera porque nada nos une…— Sonrió, como burlándose de sí mismo. Bajó la vista, observó la taza y de nuevo se la llevó a los labios.

El griego no sabía qué decirle, porque no sabía si esperaba una opinión o simplemente desahogar aquellas dañinas emociones.

—… Pero sin importar cuánto lo diga… yo…— Se congeló sin poder continuar, y tembló como si tuviera frío. Bajó de nuevo el recipiente de porcelana hasta dejarlo en el suelo y sus ojos desprendieron aquel sentimiento, en pequeñas muestras de dolor líquido. Milo temió que su propia frustración lo empujara a lanzarse sobre Camus para demandarle no sufrir más por él, así que desvió la vista y cerró los ojos al tiempo que suspiraba entrecortadamente.

Durante un momento volvieron a quedarse en silencio, hasta que el galo encontró en la garganta el valor para continuar.

—Soy un verdadero imbécil… ¿Para qué fui?, ¿importa ya?— sollozó con angustia, y el escorpión sintió que no podía tragar con normalidad mientras lo veía desmoronarse— Solo quería decirle la verdad… pero cuando abrí la puerta…— Colocó la mano en su boca, mordiendo sus dedos y finalmente apoyando el peso de su cabeza en el hombro del griego, quien pudo ver dentro de su propia mente, la imagen de Camus ansioso por estar finalmente con el hombre que amaba, para descubrirlo entre las piernas de alguien más…

Por eso el templo de Géminis estaba lleno de agua y hielo…

—¡Es tan frustrante e insensato!… y es una… ¡No puedo darle un nombre…!— se golpeó la pierna con frustración, y el griego tuvo que tomarle la mano para que no se lastimara sin querer. Sintió frío debido a que él estaba errático y desconsolado, así que dejó fluir su propio cosmos ligeramente para recordarle que estaba ahí; justo como hacía cuando él tenía pesadillas.

Al sentirlo, logró mantener su propio cosmos a raya, aunque no pudo hacer que dejara dejar de llorar…

— ¡Tantas veces quise que me besara…! Quería que me tocara… ¡Que al menos dijera que me amaba, y, solo le bastó una tarde para entregarse a Aioros! ¿¡Por qué?! ¿Por qué es su primer amor?… Él también era el mío…— Milo lo contempló en silencio, sintiendo que sus propios ojos le quemaban al verlo sufrir.

En ese momento trató de entender cómo se sentía él, y cómo se sentiría si hubiera estado en su lugar.

Él siempre esperó oír un "te amo" de Kanon, pero si hubiera escuchado una declaración así, hacía otro… habría muerto de celos y de dolor... Y no habría un lugar sobre la tierra para que el gemelo encontrara paz…

Camus se apartó, se tragó el café por entero, y dejó la taza casi vacía bajo la cama. Se encogió de piernas e intentó calmarse…

—Sé que es tonto lo que voy a decir, pero nunca seré el primer amor de alguien… ¿Verdad?— Milo apretó los labios luchando por no soltar la lengua ante sus palabras.

"No, pero serás el más importante…", pensó.

—Camie… — trató de decir algo para calmarlo, pero él lo interrumpió.

—Me sentía tan culpable…— hizo una pequeña pausa, y aferró los dientes a sus propios labios—… pero he soportado sus engaños y mentiras, y a pesar de eso, no entiendo por qué duele… ¿Por qué me duele así?— Se quedó callado, apretándose el corazón. El griego no sabía qué decir, pero pensó que necesitaría escuchar algo que lo pudiera consolar, así que cambió la posición en la que estaba y se puso en cuclillas frente a él.

—Es lógico que te sientas así—. Le acarició la mejilla con afecto—. Él es una persona a la que siempre has querido, y por la que has esperado tanto…— el galo bufó mientras se secaba las lágrimas.

—Aun así, cuando me dijiste que era mi oportunidad para estar con él, no salí corriendo a sus brazos…— El escorpión se sorprendió, y aunque recordó que se habían encontrado esa tarde en las escaleras, se dio cuenta de que no significaba lo que creyó en un principio. Tal vez había estado en Virgo, o fue al mercado esa tarde.

—Lamento lo que dije…— Milo, de pronto sintió que ver a Camus así, era culpa suya. Él cerró los ojos.

—La verdad es que… no estaba listo para hablar con él… Pero cuando me envió esto…— del bolsillo de su pantalón, sacó un papel totalmente arrugado, hecho un ovillo. Milo lo tomó—… Pensé que podría ir. Le dije a Shura que no lo haría, pero…— suspiró y al mismo tiempo sonrió burlándose de sí mismo. No continuó con la historia, pero el resultado era obvio a los ojos del escorpión; quien, por su parte, desdobló el papel y notó que la hoja había sido arrugada tantas veces, que las letras parecían cortadas entre los dobleces y el uso de la carta.

Y entonces, mientras leía el par de frases que había en ella, Milo sintió como sí el propio Saga le hubiera desgarrado el estómago con las uñas.

"Te espero en Géminis al atardecer.

Tengo algo importante que mostrarte".

Casi pudo ver con claridad en su mente, como el aguador desdoblaba ese pequeño mensaje, como dudaba primero, y luego se convencía de ir. Como bajaba los escalones ideando lo que diría y cómo lo haría. Su arribo al tercer templo, y la curiosidad por el silencio ahí, llevándolo a buscar al "hombre de sus sueños" para aclarar todo, sabiendo que él había prometido mostrarle algo al atardecer…

Descubriendo con asco y con dolor, queeso, no era otra cosa, que verlo intimar con alguien más...

—¡Ese hijo de puta…!— Las pupilas de Milo se pusieron color rojo Antares, al mismo tiempo que agarraba el papel entre su mano y lo rompía pedazo por pedazo con la misma ira que fluía por su sangre. Camus suspiró y se frotó los ojos, abrió la boca para decir algo, pero el escorpión se había levantado de golpe del suelo.

—¿Milo…?— el aguador elevó el cuello para admirar al espartano.

—¡Voy a matarlo!— gritó el escorpión con rabia— ¡A él, y al maldito que se prestó para esto!—. El francés trató de tomarle el brazo, pero él, maldiciendo con palabras mayores, avanzó hacia la puerta y se dirigió al pasillo. Acuario trató de levantarse, y como pudo, trastabillando fue tras Milo, pero estaba tan mareado que cayó de cara al suelo. Vio la espalda del escorpión a la distancia, levantó su mano, y haciendo acopio de su poco sentido común, creó un par de anillos de hielo alrededor de él— ¡Camus! ¡Déjame ir, maldita sea!— Milo estaba tan furioso por lo que Saga le había hecho, que no podía razonar o serenarse.

El aguador apretó los dedos. Sí, continuaba así, podría lastimarlo o terminar por congelarlo si no controlaba su cosmos, pero si lo soltaba, él y Saga volverían a pelear…

—Estoy mareado…— Murmuró tratando de enfocarse en él, y solo logrando caer sobre el peso de su propia cabeza. Entonces el hielo abandonó a Milo, quien volteó hacia atrás para regañarlo, pero al verlo con la mejilla sobre el piso, dudó, así que miró el camino que deseaba seguir, después a Camus, y finalmente decidió volver sobre sus pasos para ayudarlo a levantarse.

Sentía la sangre hervir dentro de sus venas, pero ver al aguador tan vulnerable, lo hizo tragarse la rabia para pasarse el brazo galo por la nuca, y sosteniendo su cintura, ayudarle a incorporarse.

El escorpión exhaló frustradamente al andar de vuelta hacia la habitación.

—Si me lo hubieras dicho antes…

—No vale la pena…— murmuró él, aferrándose al agarre sobre el cuerpo del otro.

—¿¡Cómo puedes decir eso?!— exclamó indignado el escorpión, incrédulo ante la indulgencia que él mostraba contra su asesino. Camus sonrió débilmente, sintiendo el calor corporal de Milo calmar la angustia que antes sentía.

—Ahora ya no importa…— el griego bufó. Podría acostar a Camus, dejarlo dormir, y entonces volver a Géminis para pedirle cuentas a Saga por llamarlo solo para verlo revolcarse con alguien más; pero si lo dejaba solo, y despertaba, podría malinterpretar la situación.

Cuando cruzaron la puerta, los dedos del aguador se deslizaron sobre la espalda rígida del otro, en una caricia, palpando la humedad en la playera que traía puesta.

—¿Por qué estás mojado?— preguntó, deteniendo sus pasos. Con la palma de su mano tocó las líneas de los músculos en el pecho ajeno, por arriba de la tela mojada, bajando con la punta de sus dedos sobre el abdomen. Milo contuvo la respiración porque sus pequeños toques le provocaban reacciones eléctricas que iban diluyendo su mal humor.

—Estaba lloviendo… y había mucha nieve…— Contestó deteniendo sus movimientos al tomarle los dedos. Camus recordó vagamente lo sucedido en Escorpio, como una borrosa pesadilla.

—Perdóname…— Apretó las falanges que Milo sujetaba, con suavidad.

—Es culpa mía…— Susurró el griego, viendo los ojos cansados e hinchados del aguador, y los rastros de lágrimas que aún tenía en las mejillas y las pestañas. Camus movió suavemente la cabeza.

Hablar de eso ya no tenía sentido.

Sin soltar a Milo, lo llevó hasta la cama, pero se detuvo antes de sentarse o recostarse. Volteó hacia él, y soltando el agarre entre sus manos, comenzó a quitarle la playera lentamente y con movimientos torpes, pero no menos suaves. Milo se dejó hacer sintiendo su corazón acelerarse. Cuando el cuello de la playera salió por su cabeza, el cabello del griego quedó completamente desordenado. Camus se estiró para tomar una manta, y se la puso al otro sobre los hombros, sin embargo, cuando lo miró a la cara para decirle que esperaba ya no tuviera frío, notó que el cabello ajeno estaba alborotado, así que con curiosidad tomó un mechón muy cerca de su mejilla y lo observó.

—¿Tu cabello… siempre…?

—Sí, siempre es un desastre…— completó pensando que eso era lo que trataba de preguntar. El galo sonrió débilmente.

—No, quiero decir… siempre es…— pero, por alguna razón, cuando miró a Milo a los ojos, no habló más; y aunque el escorpión podía ver todavía los rastros de su borrachera en el tono al hablar, y en sus acciones, le habría gustado que esa leve muestra de fascinación y los pequeños rastros de deseo, fuesen sinceros.

—Camus…— Intentó decirle que lo mejor era acostarse e intentar dormir para que pudiera sentirse mejor mañana, pero él colocó los dedos en sus labios y se acercó con suavidad.

—Es de mala educación interrumpir…— Milo sonrió de lado con la intención de agregar algo, sin embargo, Camus retiró sus dedos, y en lugar de ellos, colocó sus propios labios. El griego cerró los ojos, apenas lo vio acercarse, y cercó al galo en un abrazo profundo cuando sintió como las yemas frías del aguador tocaban la piel desnuda del estómago.

Camus se apartó ligeramente y miró al sitio que iban tocando sus propios dedos por aquellas líneas curvas bajo estos.

—Siempre tuve curiosidad…— susurró, cerrando los ojos—… tu piel es como elcafé au lait(6)…— se inclinó suavemente, llevando su nariz con sensualidad hacia el cuello ajeno para aspirar el olor ante ella—… Pero hueles a clavo y canela…— Milo apretó ansiosamente los dedos sobre la espalda gala, quejándose entrecortadamente al sentir como él, con esas palabras, podía encenderlo completamente. Camus nunca pensó que podría provocar una emanación así en aquel cazador, pero endulzado por él, dejó que sus propios labios tocaran esa piel para catar los sabores y texturas que se fueron abriendo ante ellos, obteniendo pequeñas reacciones electrizantes tanto en él, como en su víctima, que iban motivando sus exploraciones. Con los dedos fue trazando líneas cada vez más precisas sobre él, mientras su boca adoraba con pequeñas succiones, besos y lamidas ahí por donde iba.

El escorpión dejó su espalda y tomó aquel cuello entre sus dedos, para guiar la cabeza del aguador hacia la dirección donde los impulsos eléctricos cobrarían vida. Entonces Camus se apartó un poco y volvió a besarlo en la boca, moviendo los bordes rosados como él se lo había enseñado; improvisando después, apretándolos, succionándolos, devorándolos con los dientes que de pronto dieron suaves mordiscos. Los tocó con la lengua, los delineó con ella y se abrió paso a través de ellos mientras disfrutaba la unión entre sus cuerpos y le acariciaba tanto la espalda como los glúteos.

Milo gimió. Ni siquiera pensó que eso no se lo había enseñado él, pero entendía la sed que su compañero tenía por sentir. Apoyó las manos en su nuca mientras percibía los besos fogosos que el galo prodigaba por sus mejillas, sus labios, la punta de la nariz, recorriendo hasta las orejas, el cuello… mordiendo, succionando otra vez… Despertando en su propio cuerpo pasiones incontenibles…

El griego, que emitía placer a través de los labios, despegó las manos de la nuca de Camus, colocándola en las que navegaban por todo lo ancho de su cuerpo; entrelazó sus dedos, tomando ahora la iniciativa con su propia boca, y acorralando su cuerpo esta vez contra la cama, sintiendo su figura hacer presión contra las partes sensibles que iban despertando; consintiendo el cambio de posición cuando Acuario se colocó encima, y la ansiedad por recibir el consuelo que requería, al tocarle los músculos y al pedir mayor atención con sus pequeños jadeos, mientras tomaba su piel con los labios y dientes, dando mordiscos y lamidas sobre su tórax y estómago.

Pero, aunque Milo ansiaba ese momento y quería hacerlo suyo esa noche, con todas sus fuerzas, se vio obligado a recordar que Camus no estaba en sus cabales, y él no quería sacar ventaja de la situación etílica del galo, que mañana lo llenaría de preguntas y resentimientos que no creía poder soportar.

Podría decirle que lo amaba y tomar esa noche para darle lo que parecía buscar ansiosamente, pero a la mañana siguiente recordaría que Saga le rompió el corazón, y que la única persona en la que había confiado esa noche, solo tomó ventaja de su situación.

—Espera…— suplicó, detenido los movimientos del otro con todo su esfuerzo, a pesar del bulto que crecía entre sus piernas, y que él ya había comenzado a explorar palpando con la mano sobre el pantalón.

Quoi?— preguntó el aguador, confundido, intentando retomar su tarea.

—No puedo…— exhaló, e intentó explicarle por qué le pedía un momento, pero Camus malentendió todo.

—Lo había olvidado…— Su expresión abatida hizo a Milo maldecir mentalmente—… Tú y él…

—¡No!— exclamó el otro antes que se hiciera un lío en la cabeza, sin embargo, el francés ya había puesto fría distancia entre ellos, y estaba levantándose con torpeza de la cama.

—No necesito tu amabilidad…— se alejó con la voz rota.

—¡No es amabilidad!

—Tampoco quiero tu lástima…— Milo se sentía desesperado.

—¡Por todos los dioses, Camus, no es eso!

—¡No quiero tus excusas…!— Gritó tratando de marcharse. El escorpión lo tomó del brazo.

—¡Para qué decírtelo si no vas a acordarte después!— El otro se soltó con enojo.

—Lamento haber arruinado tu noche… había olvidado que…

—Camus, ¿sabes todo lo que he sufrido?— el otro frunció el ceño.

—¿Tú? ¿Quién ha estado en tu templo, esperándote, mientras te diviertes con ese… tipo?— su voz estaba cargada de desprecio y resentimiento.

—¿Divertirme?— bufó con enojo—. ¡Pues lamento decepcionarte, porque he pensado en ti todo el tiempo!— el galo se sorprendió, pero tan rápido como sus cejas se levantaron, volvió a frustrarse con él.

—¿Qué pensabas en mí? ¿por qué aceptaste irte con él, entonces? ¿Y por qué tardaste tanto en buscarme, sí...?

—¡Por qué soy un imbécil!— Milo tomó las mejillas del galo entre sus manos y profundizó el contacto entre sus ojos. Camus sintió que la cara le ardía, e intentó dar un paso para huir, pero él lo detuvo rodeando su cuerpo por segunda vez. Se sintió mareado y apoyó la frente en la del otro.

—Me duele la cabeza…— Se quejó. Milo suspiró y lo abrazó sin intención de llegar a algo más con él.

—Lo sé, y también sé que mañana lo vas a olvidar… No quiero decírtelo sabiendo que voy a tener que lidiar con tu rechazo una segunda vez...

Se hizo un breve silencio.

—Si eres un imbécil…— Camus se aferró al abrazo, y Milo lo sintió aspirar el olor de su cuerpo con ese contacto.

Tras unos instantes, sintió que el aguador se desvanecía, por lo que concluyó que se estaba durmiendo otra vez, ahora abrigado por él.

—Vamos a la cama…— se alejó para mirarlo, y ayudarle a recostarse—. Tu ropa también está húmeda…

—Puedes hacerlo… te dejaré ayudarme…— levantó los brazos para que le saque la playera.

—¿Estás seguro?— dudó el griego, ligeramente ansioso, ya que eso le permitiría mirarlo con libertad.

—¡Rápido!— lo apresuró el galo, con la voz cansada. Entonces, Milo pensó que podría molestarlo con algún comentario bobo, pero no quería hacerlo enojar otra vez, porque ya había tenido un día muy doloroso.

—¿Recuerdas cuando rompiste la camisa?— preguntó, colocando los dedos sobre el borde de la playera que traía ese día, para deslizarla sobre su piel.

—No…— pero por el sonrojo en sus mejillas se dio cuenta de que sí. El escorpión se río suavemente y cuando el torso de Camus estuvo al descubierto, fue imposible no admirar su piel perfecta. Milo tenía cicatrices hechas por las rosas y espinas de Afrodita, pero el acuariano no tenía marcas así. Ni siquiera las agujas que él le clavó en el templo de Virgo, durante la guerra contra Hades.

Quería preguntarle, pero si mantenía demasiado la mirada en él, podrían pasar dos cosas: Camus se incomodaría, o volverían a caer en un juego apasionado.

—Tengo que… quitarte el pantalón también…— el aguador, que se había dejado caer sobre el colchón, levantó ligeramente la cabeza, y como estaba mareado, le hizo una seña con la mano para que procediera. El griego se puso ligeramente nervioso, porque aquello era un juego cruel del destino, pues mientras él estaba tratando de mantener las manos alejadas del galo, este estaba decidido a torturar a Milo, dejándose hacer.

Con cierta ansiedad comenzó a desvestir al otro, notando que su ropa interior también estaba húmeda.

—Me estás jodiendo…— murmuró, maldiciendo al destino. Finalmente, exhaló cuando notó que Camus no se daría cuenta de eso, así que comenzó a quitarle la ropa por completo.

Milo entonces contempló aquella masculinidad tan ajena y prohibida, con ganas de hacer tantas cosas, que lo ponían acalorado y le hacían sentir culpable al tener esos pensamientos…

Si no hubiera detenido a Camus, momentos atrás, a esa hora le estaría mostrando vívidamente, como comer helado…

Fue difícil resistirse a él, pero una vez que superó sus deseos por segunda vez en la noche, ayudó al aguador a ocupar su lugar sobre el colchón; sin embargo, cuando estaba por hacerse a un lado, Camus lo jaló del brazo, obligándole a acostarse también.

En realidad, era una posición un poco incómoda, porque lo tenía respirando en la espalda, sin modo alguno de escapar o poder acomodarse.

Finalmente, decidió que no lo iba a molestar, así que se movió muy despacio, y se retiró el pantalón húmedo; quedando desnudo con el aguador sobre la cama. Desdobló la cobija que antes él le colocó en los hombros, y cubrió a ambos con ella, para dormir.

¿Debería estar feliz? Por una parte, si pasó la noche al lado del hombre que amaba, aunque él sufrió y tenía el corazón roto, fue muy ácido, y luego dulce, pero más apasionado que todo lo frío que podía demostrar.

Camus lo rodeó con su brazo, y Milo se puso ligeramente ansioso cuando sintió ese "algo" rozar su piel.

mmappom

—¿Eh?— el escorpión intentó escuchar o comprender una palabra mientras se alejaba un poco.

Gshtemmunam— tras murmurar eso, se quedó en silencio, para luego respirar más fuerte de lo normal.

El griego exhaló con cansancio.

—No te entiendo… ¿No es un insulto, verdad?(7)— Camus no respondió, y Milo bostezó mientras se dejaba envolver por su calor.

Debería dormir con calma y tranquilidad, pero aún estaba inquieto por la posición, pero, sobre todo, por el dolor que Camus cargaría mañana…

—Haré que lo olvides, te lo prometo…— dijo al final, mientras cerraba los ojos.

Aunque no sabía cómo hacerlo, porque antes intentó ser coqueto, después amable y considerado. Creía que eso debería bastar para que Camus se enamore de él, pero Saga, más que un recuerdo, parecía un tatuaje; así que, ¿qué es lo que tenía que hacer?

Dicen que sí no duele, no sirve, pero el amor verdadero no necesita "servir" para ser real. El amor debe ser paciente, sincero y desinteresado, y solo cuando se demuestran esas virtudes podrá ser completamente correspondido…

.

.

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En cuanto el sol le dio los buenos días, lo primero que hizo fue cambiar la posición en la que se encontraba porque el astro rey le molestaba, así que se movió hacia el costado izquierdo, sin abrir los ojos, y estirando la pierna derecha la colocó sobre algo inerte en la cama que le estorbaba.

Debería ser normal encontrar a alguien más durmiendo en su cama, ya que Milo y él llevaban varias semanas compartiendo el lecho; sin embargo, en lo poco que aún podía recordar, entre el dolor de cabeza que sentía, y el cansancio que se drenaba sus pocas ganas por abrir los ojos, podía recordar con claridad, como ambos habían discutido la tarde pasada y como habían decidido distanciarse terminando toda relación.

La verdad le dolía demasiado la cabeza para pensar en eso, así que se movió para evitar tocarlo hasta que la impresión lo dominó en el momento que quedó descubierto uno de sus glúteos, y con los dedos trató de alcanzar la manta: el tacto contra su piel desnuda fue lo que lo llevó a prácticamente manosearse para buscar la ropa que según él, se le diluyó por los poros en el calor de la noche…

Se levantó de golpe, sobresaltado. Apenas logró abrir los ojos a través de la cortina de luz que se filtraba en su dirección, y que intentó impedir tapando con sus dedos.

Abrió la boca mientras se llevaba las manos a la cabeza e intentaba pensar, recordar… Tenía los fragmentos de la noche anterior como en un rompecabezas de mil partes, y las piezas fundamentales para entender su forma estaban perdidas entre los espacios donde se veía esperando a Milo, su propio cosmos fluir sin control, luego él hablándole, tomando café… y… ¡Puf, nada!

Como rayo, una punzada le partió la cabeza…

—¡Agh!— Gritó de dolor. Milo abrió los ojos mientras se sentaba en la cama.

—¿Qué pasa?— Inquirió, adormilado, con el cabello revuelto y totalmente despeinado. Camus se quitó las manos de la cabeza.

—¿Qué haces aquí?— preguntó sintiendo la boca tan seca como si pudiera escupir arena. El griego bostezó y se frotó los ojos.

—Tú me invitaste a dormir…— Respondió como si nada. Camus frunció el entrecejo.

No recordaba ni siquiera eso, pero era probable que lo hubiera hecho, aunque él debería estar con Kanon, no ahí.

Intentó masajear su cabeza para que el dolor en ella mermara, pero cuando la manta cayó sobre su regazo, se dio cuenta de que el torso estaba descubierto. De pronto abrió los ojos como platos, y tras inspeccionar bajo la cobija rápidamente, notó que estaba desnudo.

—Voy a traer un poco de agua…— volvió a decir el escorpión todavía adormilado, sabiendo que él debería estar sediento. Camus lo observó ponerse en pie, y sin "querer" le vio los glúteos sin otra cosa que ese músculo perfecto y redondo.

—¡Estás desnudo!— Gritó mientras lo señalaba. Milo se rio como si nada.

—Tú también, ¿qué importa?— La primera noche se había dado la vuelta para exhibir su hombría, cosa que no hizo esta vez mientras se cubría disimuladamente con la playera de Camus, que recogía en ese momento del piso.

—¿Cómo puedes decirlo así?— preguntó indignado.

—¿Cómo quieres que lo diga?— el escorpión luchaba contra sí mismo por no empezar a reírse, al hacer una cara de inocencia pura.

—¡Idiota!— Su propio grito le causó jaqueca.

—Anoche, no me llamabas así…— sonrió el griego, ligeramente divertido. Camus abrió la boca mientras el terror se le dibujaba en el rostro, marcado por ese tono casi gangrenado desde las orejas hasta la punta de la nariz.

—¡Qué atrevido!— exclamó, tratando de componerse— ¡Voy a congelarte las razones para…!

—Pero fuiste tú quien me besó primero…— se alzó de hombros— ¿No lo recuerdas?— el calor en las mejillas de Camus no cedía, así que se le ocurrió colocar las manos sobre ellas para enfriar su piel y evitar así el sonrojo; pero cuando el hielo fluyó por sus dedos, hasta los pómulos, recordó que había estado bebiendo descontroladamente, y que comenzó a congelar todo a su paso mientras replicaba y se cuestionaba cosas que ahora no recordaba.

De pronto se vio a sí mismo quitándole la playera a Milo…

Tragó saliva con dificultad.

—¿Quieres decir que… nosotros…?— su voz se volvió un hilo al preguntar aquello. Milo sonrió.

—Sí, dormimos juntos…— El griego no creyó que los colores en la cara del aguador pudieran encenderse cuál árbol de Navidad, pero verlo palidecer y enrojecer al mismo tiempo, como un semáforo descompuesto, fue algo divertido de ver.

Pensó que podría aligerar sus emociones si le decía un pequeño secreto, pero él no le dio tiempo, cuando jaló la manta, se puso de pie, y envuelto en ella, corrió desesperadamente al baño.

—¿Camus?— pero el galo no dijo nada y simplemente se encerró ahí.

Milo suspiró: ya sabía que él haría eso en la mañana, por eso anoche, mientras la tormenta de pasiones que era Camus, en ese momento, le exigía tragarlo, él hizo acopio de todo su autocontrol por frenar cada uno de sus deseos y no tomar ventaja de un momento de debilidad para él; porque él, en su amnésica borrachera, se olvidaría completamente de todo.

Milo decidió vestirse para esperarlo, poniéndose el mismo pantalón de anoche, y una playera de Camus. El armario estaba lejos de la cama, a diferencia del suyo que estaba a un costado, frente a la puerta, el de acuario se ubicaba a un lado de la ventana; y cuando lo abrió para buscar algo, notó que estaba todo perfectamente colgado y acomodado en bolsas plastificadas (que no era otra cosa que protectores de ropa); sin embargo, no había nada ahí para usar, pues no quería una camisa. Finalmente, después de buscar y descubrir que había un cajón para los calcetines, otro para los calzones y bóxer, uno más para las remeras sin mangas y el último para las playeras, pensó que sí iba a vivir ahí, definitivamente no podría organizar su ropa tan bien como él, seguramente, le iba a exigir.

¡Bah! Igualmente, pensaba usar su ropa, así que no necesitaba espacio porque la del griego debería estar congelada todavía.

Tomó una playera negra sin estampado, y por fin fue hasta la puerta del baño para tocar un par de veces y llamar al galo.

—¿Camus?

—¡Déjame en paz!— gritó el otro.

—¿Por qué estás tan molesto?— le preguntó, haciéndose el desentendido.

—¿Por qué? ¡¿Por qué me pregunta él?!— Escuchó su voz y sus pasos alterados dentro del cuarto de baño, provocando que sonriera al pensar que por cosas como esas era imposible no sentir un cierto apego hacia él, con su falta de práctica o experiencia.

Creyó que tal vez debería decirle la verdad, pero enseguida consideró que el más leve recuerdo de la noche pasada desencadenaría un estado peor en Camus, porque la verdad podría incomodar más que una mentira.

Apoyó la espalda en la puerta, cuando a sus oídos llegaron frases en la lengua natal del que estaba dentro, mientras caminaba de aquí para allá, sin freno.

No entendía sus palabras, pero sonaba molesto y confundido…

Milo se cruzó de brazos mientras volvía a sonreír, porque, sinceramente, le gustaba molestarlo, porque prefería mil veces verlo enojado por él, que llorando por Saga.

"Sé que mañana lo vas a olvidar…"

—Y no me equivoqué…— Murmuró cerrando los ojos.

Y aunque era una pena haber vivido algo tan sincero con Camus, consideró que tendría una segunda oportunidad para hacer mejor las cosas y ser más directo con sus sentimientos, cuando cumpliera su palabra de hacerlo olvidarse de Saga…

"No pierdas contra él…"

—No lo haré—. Declaró abriendo los ojos, y sonriendo con confianza, planeando cuidadosamente los pasos que daría a partir de ahora.

"¿nunca seré el primer amor de alguien… ¿Verdad?"

—Serás el último…

.

.

.

Continuará

.

.

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Notes:

(1)Esta frase le pertenece a George San.

(2)Está frase le pertenece a Mehmet Murat ildan.

(3)Gracias amysa_macarenapor hacerme acordar de esto, ya que en elcapítulo 18 de Cortocircuito, Milo piensa que podría recitarle un poema a Camus, peroMysame recordó que Camus así se le declaró a Saga.

Gracias por tu observación!

(4)Vate vat futh:la palabra original esva te faire foutre, y significa bésame el trasero, o jodete (según muchas páginas con traductores de la web). La escuché una y otra vez para intentar escribir la pronunciación, pero después de hacerle escuchar a mi marido, así es como la escucha él xD (con todo y que mi marido "si sabe" francés), así que decidí hacer que Milo lo entienda así.

Y digo "si sabe" porque ya comprobé que no es cierto… en fin… cosas maritales que a veces ayudan en los fics :'v

(5)Café para la resaca: En realidad esto no es cierto. Se dice que el café si bien puede ayudar a mantener ligeramente consciente al individuo, también lo deshidrata, así que no está recomendado.

Yo lo puse porque como dije nunca estuve borracha, así que no sé xD pero recuerdo que tenía una amiga fiestera que tomaba café cuando estaba así, y según ella mejoraba.

Dejé esto del café porque sí recuerdan, Milo no sabe cocinar, y el café es lo primero que prepara para él, sin ayuda. Es un gesto importante.

(6)café au lait:café con leche.

En el capítulo de la cita, Camus menciona que sentía curiosidad por él, y en la parte deKanon y Milo,Camus niño no le quita los de encima al bicho, así que esta es la razón de ambas cosas.

(7)Lo que Camus murmura borracho lo dejo como incógnita (?)... A menos que alguien haya entendido xD

Pero… por si acaso… gracias aMichellea234por la idea!

No lo hice como me sugeriste, pero cuando me lo pusiste en ese comentario, inmediatamente lo escribí acá lol… espero que no quedara mal, y que fuera de tu agrado la inclusión en este capítulo.

Notas de autor:

Holaaaa! Como están? Espero que tuvieran una gran semana!

Respecto a este capítulo… uff pues, les dije que iban a sufrir porque Camus iba a llorar, pero espero haberles dado un bonito momento entre estos dos xD… al menos a mi me gusta mucho esa parte.

Espero que a ustedes también.

Para el final del capítulo, pues qué les digo? Camus siempre será Camus y Milo, Milo (?) ok no

Bueno, espero que dentro de algunos capítulos lo que sucedió hoy tenga sentido.

Y con este capítulo pisamos la recta final! Estamos a diez capítulos del último suspiro…

¿Cómo conquistará Milo a Camus?

Camus algún día va a recordar esta noche?

Milo aprenderá francés?

Shaka comió su hamburguesa de garbanzo?

Mu encontró lo que buscaba?

Saga y Aioros desayunaron, o se fueron directamente al postre?

Por qué Camus se emborrachó en el templo de Milo?

Milo logrará no confundir el cajón de los calcetines, con el cajón de los boxers?

Milo iba a ser pasivo de Camus en su primera vez?

Esta, y más preguntas en los próximos capítulos :v

Ah! Y si… si alguien se lo pregunta, Camus se bebió el vino frutado que era para Milo … así que "F" por el vino.

(Bueno, se bebió todo lo que había en la licorera, así que era inevitable jajajaja)

Este capítulo respeta algunas cosas del original, si es que lo recuerdan, pero el que sigue tendrá algo que no se esperan ... Así que preparadas!!!

Que tengan un excelente domingo!

Abrazos de oso!!