®Shingeki no Kyojin le pertenece a la mente maestra de Hajime Isayama
Persiguiendo la libertad
Cuando transcurrieron cuatro meses de la llegada de Rosalie, el comandante consideró seguro que la chica comenzara a trabajar en el bar. Se le asignó atender las mesas en el horario nocturno, junto a Nina y Hans. Frank y Martin también se hallaban cerca, vigilando que nada fuera de lo común ocurriera, y ocasionalmente atendiendo la barra si Zack se veía superado por la clientela. A esa hora, la mayor parte de los clientes eran hombres, varios de ellos soldados que habían terminado su ronda diaria y buscaban alegrarse un poco con un trago. El hecho ponía un poco nerviosa a Rosalie, pero Hans le aseguró que todo estaría bien.
La nueva camarera no tardó en aprender a llevarse con los clientes. Al principio había estado nerviosa, temiendo ser reconocida, pero los clientes apenas y repararon en ella. Con los días, comenzó a sentirse mucho más tranquila, y el martilleo que amenazaba con sacarle el corazón del pecho se suavizó, y al final, cuando hubo pasado alrededor de una semana desde que comenzó a trabajar, realmente pudo decir con honestidad que estaba satisfecha con su trabajo.
Por otro lado, la educación que estaba recibiendo estaba rindiendo frutos. La interacción directa con marleyanos había influido positivamente en su aprendizaje de la cultura, aprendiendo expresiones y costumbres. También había avanzado mucho en sus otros estudios, cada vez se le hacía más fácil actuar como marleyana y recordar su historia, mientras devoraba toda la información a su alcance sobre Eldia que Marley había ocultado. Hans notó su gran curiosidad y sed de conocimiento, así que le traía con frecuencia documentos sobre sus orígenes, previa autorización del Comandante.
Los días parecían apacibles y rutinarios. Por la mañana, un par de horas después de salir el sol, Rosalie se levantaba para comenzar su rutina de ejercicios. Salía a correr junto a Lilly y Nina, un nuevo privilegio que se había ganado. Luego regresaba y ayudaba a preparar el desayuno, y una vez comía, se sentaba con Nina a estudiar hizurés hasta mediodía. Luego ayudaba con el almuerzo y entrenaba con Zack y Frank por la tarde, estudiaba un rato con Rebeca y finalmente entraba a trabajar en el turno de la noche, a las seis de la tarde. El trabajo consistía siempre en lo mismo, atender clientes, llevarle sus bebidas, limpiar las mesas. El bar abría hasta medianoche, y dependiendo de las circunstancias, el resto del grupo se dedicaba a las actividades clandestinas de la resistencia. Rosalie no participaba de ellas con frecuencia, pero a veces le oía a Lilly mencionar con emoción al denominado "búho negro", un infiltrado en las más altas esferas de Marley que les pasaba información de importancia. Rosalie solía preguntarse quién era, pero nadie conocía su identidad.
Rosalie solía preguntarse qué tanto confiaban los legionarios en ella. Le trataban con afecto, en especial Lilly y Hans, pero no la incluían en reuniones importantes y apenas le hablaban sobre su otra vida, ésa que luchaba por la libertad. La mayor parte del tiempo se sentía que trabajaba con personas normales sin nada que resaltar en sus vidas, incluso ella misma comenzaba a sentirse así, como si toda su vida hubiera transcurrido allí, bajo aquel techo, lejos de su padre y su hogar en el gueto de Estrela. No había dejado de extrañarlo, por supuesto, pero evitaba pensar demasiado en él, pues no poder hablarle y decirle que estaba bien le entristecía profundamente. Deseaba con todas sus fuerzas poder escribirle una carta, pero las instrucciones habían sido claras, y no podía traspasarlas. Además, aquella amenaza tan directa, cortesía del mismo hombre que la había salvado, no se había borrado de su mente y solo pensar en ella la hacía temblar.
Rosalie no había vuelto a verle desde aquella noche cuando le salvó la vida y la llevó con Hans y los otros. Incluso había empezado a olvidar su rostro, siendo solamente capaz de recordar el azul profundo de sus ojos y el tedio permanente que parecía envolverlos. Muchas veces se preguntó por qué él se arriesgaría tanto para salvarla cuando todo lo que hizo fue decir la verdad, pero de todos modos lo había hecho. Rosalie no había podido agradecerle apropiadamente y Hans le había dicho que él no solía ir al bar, así que, cuando le vio allí una noche de diciembre, se sorprendió bastante.
Vestía su uniforme de invierno, su mirada era tan vacía como lo recordaba. Hans le animó a atenderlo, codeando a Martin para una apuesta que Rosalie no llegó a oír, pero que consistía en cuánto tiempo el hombre tardaría en reconocerla. La más joven, por su parte, avanzó hasta él con su libretita en mano y el corazón latiéndole con fuerza. Siete meses habían pasado y aun así se sentía inquieta ante su presencia. Los recuerdos surcaron su mente con la velocidad del pensamiento, trayendo imágenes del arresto, los dedos fríos de él hundiéndose sin piedad en su brazo mientras la conducía hasta la celda, el diálogo que tuvieron a continuación y su posterior liberación. En ninguno de esos momentos él había sido cortés o paciente, todo lo contrario, había sido áspero e irascible. Para cuando estuvo frente a él, se quedó sin palabras, y sólo pudo reaccionar cuando él levantó una ceja con aburrimiento, esperando que reaccionara.
Rosalie carraspeó y logró reunir el valor para hablar.
—Buenas noches, ¿puedo tomarle su orden?
—No, vine a sentarme aquí a mirarte trabajar —la respuesta, sin emoción pero sarcástica, tenía un notable acento típico de la zona norte del país. Rosalie tragó saliva y trató de mantenerse serena y no enfadarse por su actitud pedante—. Dame un whisky.
Petra tomó nota y se fue, aunque un poco decepcionada de que no la reconociera. En el fondo, había esperado que así fuera, pero siendo realista no hubiera sido prudente aludir al asunto en un lugar tan público, además, si no la reconocía, era una excelente señal.
—¿Qué te damos? —preguntó Zack limpiando un vaso.
—Un whisky, dijo.
Zack y Hans compartieron una mirada que pasó desapercibida para Rosalie. Zack preparó la bebida en silencio y se la entregó a la muchacha, quien regresó de vuelta para servirla al soldado. Éste la recibió en silencio y ella se quedó un segundo allí de pie, como esperando acaso alguna palabra de reconocimiento, e inmediatamente, se sintió como una tonta y devolvió sus pasos, regañándose a sí misma por su comportamiento.
El soldado marleyano se quedó hasta bien entrada la noche, cuando el bar estaba a punto de cerrar. Rosalie le atendió todo el tiempo, sin darse cuenta de lo que realmente sucedía. Después del whisky pidió otro, luego un whisky de una marca específica que dejó a la mitad, después otra bebida diferente, y luego tres shots de vodka sin especificar que bebió a lo largo de la noche. Para cuando fue momento de cerrar, se marchó sin más, por lo que cuando Rosalie le vio minutos más tarde al pie de las escaleras que llevaban a las habitaciones, se sorprendió no poco.
—La cuatro ojos dice que tienes algo que decirme.
—¿Disculpe? —Rosalie no entendía si se refería a Rebeca o a Hans, aunque algo le decía que se trataba de la última.
—Hans —el fastidio era evidente en su voz, y Rosalie supo que este hombre no era muy dado a las repeticiones.
—Sólo quería darle las gracias —dijo la chica, imprimiendo toda la firmeza que podía en su voz—. Por salvarme la vida. De no ser por lo que hizo, ahora yo no estaría aquí. En verdad se lo agradezco.
La mirada del hombre se suavizó un poco ante aquello, incluso pareció hundirse un poco, pero fue tan rápido que Rosalie no podía estar segura.
—No te hagas una idea equivocada —le advirtió. Rosalie notó entonces que hablaba ya sin el acento del norte—. No soy un héroe.
Rosalie no supo qué responder a aquello, entendiendo a qué se refería. Si era un soldado marleyano, entonces significaba que había asesinado personas o peor aún, ejecutado eldianos en aquella isla llamada Paradis. Antes de que pudiera pensar en algo que decir, Hans apareció al pie de las escaleras.
—Ya estamos todos.
Rosalie se despidió con un gesto, preparándose para irse. Si aquel hombre estaba allí para una de las reuniones con los legionarios, entonces ella no estaba invitada. Para su sorpresa, Hans le detuvo.
—No te vayas, vienes con nosotros.
Aquello significó mucho para la jovencita. Era la primera vez que asistía a una de aquellas reuniones secretas, lo que debía significar que confiaban en ella. Al principio, cuando Hans le había dicho que eran una especie de grupo que luchaba por liberar a Eldia y que había sido llevada allí por su potencial como miembro importante, pensó que formaría parte de todos los asuntos importantes de inmediato. No obstante, las cosas no habían sido así. Por meses se le prohibió salir al exterior, incluso ahora sólo podía salir acompañada de alguien más y en contadas ocasiones. Estaba ansiosa por comenzar, por aprender todo lo necesario y aportar en algo por la libertad de su gente. Con el tiempo, comenzó a creer que le tomaría mucho tiempo ganarse la confianza del grupo, pero ahora que finalmente comenzaban a incluirla en el trabajo, estaba emocionada.
El salón donde se reunían era una habitación que nunca había visto. Hans le condujo hasta allí junto al soldado, que no dijo nada en todo el camino. Una vez llegaron se encontró con el resto de todo el grupo, incluyendo a Heinrich, Rebeca, Phineas e Iván, quienes no vivían allí. También estaba Natasha, quien tampoco vivía y allí y estaba en la milicia. Los legionarios le recibieron con normalidad, como si acostumbraran tenerla allí.
—Hoy nos reunimos porque nuestro compañero ha traído información importante —comenzó Hans—. Lo que trae para nosotros concierne a nuestra compañera más nueva, Rosalie, y por eso está aquí. Anthein les dirá el resto.
Rosalie no pudo evitar voltear hacia el soldado, pues no sabía su nombre. Había oído mencionar aquel nombre un par de veces, pero no había imaginado que se trataría de él.
—El reclutamiento quedó pautado para la primavera —anuncio Anthein—. Como ya saben, varios de los nuestros murieron en Eteria y necesitamos gente que entre. Ustedes tres —señaló a Lilly, Frank y Rosalie—, se alistarán el próximo 10 de febrero. Hans les conseguirá los papeles. Al menos dos de ustedes serán enviados al campo de batalla donde tendrán que hacer lo que sea para sobrevivir. Parte de nuestra misión depende de ello, así que no dejen que los maten. También necesitamos uno más que califique para el entrenamiento de los próximos guerreros. Esto no es un juego para niñitos, así que prepárense bien. Es una orden. Eso es todo.
La reunión terminó tan rápidamente como había empezado. El corazón de Rosalie latía a mil, sin comprender del todo lo que sucedía. ¿Un soldado, ella? ¿En Marley? Aquello parecía una locura. Muchos pensamientos cruzaron su cabeza, sintiendo que no estaba preparada aún para tal empresa. Estaba contenta de por fin poder ayudar en algo, pero sentía que era demasiado pronto y que no calificaba para la tarea, no todavía. Anthein se dio cuenta y se dirigió a ella.
—No dudes de tus habilidades o la cagarás. Zack dijo que eras buena. No le hagas cambiar de opinión.
Rosalie se quedó rígida ante tales palabras, viéndole retirarse sin más. Hans se le acercó, notando su inquietud.
—¿Pasa algo?
—¿Qué fue eso? —fue lo primero que la chica dijo, viendo al soldado marcharse por donde vino.
—Nada de lo que preocuparse, tranquila —Hans sonrió, como si evocara un recuerdo—. Él… eas así. Pero no lo tomes a mal, las palabras nunca fueron lo suyo, así que yo soy algo así como su traductora. ¿Qué fue lo que te dijo?
—Que no la cagara. Pero dijo que Zack pensaba que era buena, así que supongo que eso es algo bueno.
Hans soltó una pequeña risita.
—Creo que en realidad quiso decir que debes confiar en ti misma porque tienes lo que se necesita.
—¿De verdad? —Rosalie no lo podía creer.
—Te lo aseguro —Rosalie sonrió—. De todos modos, tiene razón. Te he visto, y lo estás haciendo bien. Con el entrenamiento que recibirás allá, estoy segura de calificarás como soldado élite. Sólo así podrás entrar al programa de entrenamiento de los guerreros de Marley. A menos, claro, que quieras ir a ese infierno.
Rosalie tragó saliva.
—¿Qué haré una vez esté allí?
—Lo sabrás cuando llegue el momento —fue todo lo que dijo Hans—. Pero confía en nosotros, ¿puedes?
La frase, sencilla pero impactante, sin saberlo sería la que ella misma emplearía más tarde, y la que sellaría su destino.
—Está bien —sonrió—. Confiaré en ustedes.
—Fanfiction, 28 de septiemre de 2024
Hoy será otro día importante por este lugar que una vez fue país de inmigrantes, en honor de lo cual hoy hay actualización.
