Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Scarred" de Emily Mcintire, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.


Capítulo 1

Bella

—Te irás por la mañana.

Mi tío le da un sorbo a su vino, sus ojos oscuros como flechas atraviesan la mesa y filetean la carne de mi pecho. Nunca ha sido un hombre cariñoso, pero es mi familia de todos modos, y tenemos el mismo objetivo.

Buscar venganza contra la familia Cullen por el asesinato de mi padre.

Hemos colocado cuidadosamente muchas piezas móviles en su lugar, asegurándonos de que cuando el príncipe heredero lo necesitará, yo sería la que aceptaría su mano. Sólo ha pasado un año desde la muerte de mi padre, y dos desde la del rey, pero finalmente, hemos recibido la noticia.

Es hora.

Un compromiso arreglado, aunque no es algo raro, ha pasado ligeramente de moda en los últimos años. Después de todo, estamos en 1910, ya no en los 1800, y en todos los libros de cuentos e incluso aquí en las calles asoladas por la pobreza de Silva, la gente se casa por amor.

O su idea de ello, de todos modos.

Pero nunca he sido alguien con ideas de grandeza, pensando que algún caballero blanco montará en su corcel y me salvará como a una damisela indefensa en apuros.

Puede que este en apuros, pero no soy una damisela indefensa.

Además, a veces la única manera de promulgar un cambio genuino es convirtiéndose en parte de la máquina y arrancando las piezas rotas uno mismo. Así que, si tengo que sonreír, coquetear y seducir para ganar la gracia del nuevo rey, eso es lo que pretendo hacer.

Es mi deber, después de todo.

Tanto con mi familia y con mi gente.

Silva, que una vez fue conocido por sus abundantes tierras y su revolucionaria industrialización, ahora se ha vuelto estéril y coja.

Echado a un lado como a un feo hijastro pelirrojo, indigno del tiempo o la atención de la corona. Ahora no somos conocidos en absoluto; la sequía y el hambre se mezclan con la desesperación que recorre las calles de la ciudad como grietas en el pavimento.

Supongo que eso es lo que sucede cuando estás situado en lo profundo de un bosque, ubicado en lo alto de las nubes. Te vuelves difícil de ver y fácil de olvidar.

—¿Entiendes lo que está en juego? —Pregunta el tío Aro, sacándome de mi ensoñación.

Asintiendo, me limpio la boca con una servilleta de tela blanca, colocándola de nuevo en mi regazo. —Sí, claro que sí. —Sonríe, su piel se arruga mientras golpea con sus dedos la parte superior protuberante de su bastón de madera. —Traerás honor a nuestro nombre.

La embriagadora sensación de su aprobación me ilumina como un cañón y me siento un poco más erguida en mi silla, devolviéndole la sonrisa.

—Y no confiarás en nadie excepto en tu primo —añade.

Él mira a mi madre, siempre dócil y tranquila mientras come su comida, tomando pequeños bocados, su cabello castaño tan rebelde como el mío creando una cortina alrededor de su rostro. Rara vez hace contacto visual, siempre optando por mantener la cabeza baja y los dedos ocupados con la costura y libros polvorientos, en lugar de forjar una relación con la hija que se ha hecho cargo de todo desde que mi padre la dejó viuda.

Sospecho que ella nunca quiso ser madre, y mucho menos quería casarse. Ella nunca ha dicho tales palabras, pero no hay necesidad cuando sus acciones hablan tan alto. Pero mi padre la amaba, y eso era todo lo que importaba.

Y cuando ella quedó embarazada, ellos esperaban que fuera el próximo heredero varón de la línea Swan.

En cambio, obtuvieron una mujer salvaje de cabello castaño con un gran sentido de aventura y una boca que habla fuera de turno. Y mi padre me amo de todos modos, incluso si mi madre nunca mostró una pizca de afecto.

El día que lo perdí, un pedazo de mí también se perdió; cuajada como leche agria y dejada en el centro de mi pecho para descomponerse y pudrirse.

Él fue a suplicar ayuda a la monarquía. Se encargó de recorrer nuestros bosques y las llanuras hasta llegar al castillo de Saxum.

Pero la corona no escuchó su difícil situación, y mi primo Alec envió la noticia de que lo habían colgado por traición. Porque se atrevió a hablar y decir que necesitaban hacer más.

Alec trató de salvarlo, pero no se puede hacer mucho cuando se es el asesor principal del rey.

Mi tío Aro ha sido indispensable desde entonces, y aunque no ha hecho más que apoyarme, todavía anhelo estar en los brazos de mi padre. En cambio, todo lo que me queda es un colgante familiar que llevo alrededor de mi cuello como un juramento; uno que me recuerda cada día lo que he perdido.

Y quién tiene la culpa de mi dolor.

Así que ahora, mientras que otras chicas de mi edad pasan su tiempo soñando despiertas sobre enamorarse, yo paso el mío aprendiendo cómo jugar dentro de la guerra política mientras sigo representando la etiqueta de la nobleza.

Si quieres quemar el infierno, debes aprender a jugar el juego del diablo.

La corona metafórica puesta sobre mi cabeza es casi tan pesada como el conocimiento de que todos dependen de mí para llevar a cabo las cosas.

Y se ha permitido que el reinado de la familia Cullen continúe por demasiado tiempo, su poder e influencia han decaído con el tiempo, convirtiéndose cada vez menos sobre la gente y el país y más sobre la indulgencia y codicia.

Así que iré a la corte. Y haré lo que sea necesario para salvar a mi pueblo y buscar justicia para aquellos que hemos perdido.

Sin embargo, no es hasta horas más tarde cuando me golpea la plena realización.

Esta noche es mi última noche en Silva.


Mi corazón late a un ritmo entrecortado mientras empujo mis pies en gruesas botas negras y envuelvo mi capa alrededor de mis hombros, sujetando mi cabello encrespado hacia atrás hasta que está en un moño apretado en la nuca de mi cuello. Poniéndome la capucha sobre la cabeza, me miro en el espejo, asegurándome de que esté ocultando mis rasgos. Echo un vistazo a la puerta de mi habitación, observo la cerradura, asegurándome de que está en su lugar, antes de dar la vuelta y dirigirme a la ventana.

Mi habitación está en el segundo piso, pero no soy ajena a la altura, ya que he bajado por la pared de piedra irregular docenas de veces antes. Mis pulmones se contraen por mis respiraciones poco profundas, y la adrenalina sube por mis venas mientras hago mi descenso, mis pies se dejan caer sobre la hierba.

Siempre es un riesgo escabullirse, pero es uno que tomaría mil veces más.

Me quedo inmóvil por unos momentos, asegurándome de que nadie me escuche salir antes de dirigirme hacia el lado de nuestra deteriorada propiedad, manteniéndome en las zonas sombreadas hasta que llego a la calle de piedra y me quedo mirando a la oxidada puerta de diez pies. Mis dedos duelen mientras presionan el metal y mis músculos arden mientras me levanto, escalando el hierro irregular hasta que balanceo mi pierna y salto abajo hacia el otro lado.

Mi pecho se agita una vez que mi pie se encuentra con tierra firme, y entonces empiezo corriendo por el pavimento, apretándome más la capa con capucha, con la esperanza de no encontrarme con nadie en mi camino.

Tardo veinte minutos para llegar al orfanato en las afueras de la ciudad. Es un edificio pequeño y en ruinas con cero fondos y sin suficientes camas, pero Leah, la mujer que lo dirige, es uno de mis contactos clave, y sé que cualquier cosa que le dé, llegará a las manos correctas.

—Debería haber suficiente aquí por el momento hasta que pueda enviar más. —Presiono mis dedos en la parte posterior de los de Leah mientras ella sostiene el paquete de dinero y la pequeña canasta de pan que le he puesto en las palmas de las manos.

Solloza, el brillo encantador de sus ojos chispeando contra la tenue luz de las velas de la pequeña cocina.

—Gracias, Bella. No puedo…—su susurro se corta cuando un sonido desde fuera de la habitación corta el aire.

Mi corazón da un espasmo en mi pecho y tomo aire, mis ojos se asoman al pasillo oscuro, esperando que no sea un niño vagando fuera de su cama.

Nadie puede saber que estoy aquí.

—Tengo que irme —digo, retirando mis manos y levantando mi capucha—. Trataré de comunicarme cuando pueda; asegúrate de que las cosas sean seguras.

Leah sacude la cabeza. —Ya has hecho mucho.

—Por favor. —Me burlo—. A duras penas he hecho lo suficiente.

El reloj suena y noto la hora. Pronto el sol se presionará contra el horizonte, hasta que su luz bañe el suelo, borrando la oscuridad y con ella mi cubierta.

—Tengo que irme —repito en voz baja, extendiendo la mano para arrastrarla a un abrazo. Mi estómago da un vuelco cuando sus brazos se enrollan a mi alrededor, apretándome con fuerza—. No me olvides, Leah.

—Nunca. —Se ríe, aunque es un sonido hueco.

Alejándome me dirijo a la puerta del costado de la cocina, mi mano envolviendo la fría manija de latón.

—Cuídate, mi reina —susurra Leah a mi espalda.

Mi corazón se detiene. —No soy la reina de nadie. Yo sólo soy la que quemará la corona.