Hola a todos, saben... hoy es mi cumpleaños.

HADOS

Capítulo 10

—¿Gran Magister? —preguntó al otro lado de la línea.

—Gio, necesito información —el asunto de Killua no podía esperar más; desconocía cuánto tiempo llevaban los Iluminados esperando el retorno del heredero a su hogar, lo que podría desembocar en un resultado delicado, considerando lo muy serios que podían ser con sus reglas internas; aun si pareciera que no le prestaban atención, como ocurría con Hisoka, de un momento a otro actuarían sin dar aviso previo.

—Dígame, estoy a sus órdenes.

—¿Sabes sobre los términos en los que los Zoldyck ingresaron a la hermandad? Escuché que pronto tomarán cartas en el asunto sobre el heredero que lleva más de dos años fuera de casa.

—Oh… el asunto del heredero… He escuchado algo al respecto, para ser sincero no hay mucha información disponible puesto que sólo hay una persona en toda la hermandad que tiene todos los tratos con su familia. Es una persona muy cerrada y no permite a los demás opinar, así que digamos que no hay una negociación clara.

—¿Qué podría hacer para detener que lo castiguen?

Era una difícil pregunta que él no podía responder, sin embargo, Gio llevaba tantos años dentro de la hermandad que conocía a la perfección los procedimientos internos y podía atacarlos a través de sus propias jerarquías.

—Yo no sé cómo podría resolverse, pero le recomiendo enviar una carta y solicitar una reunión privada de urgencia con algún representante del concilio. Es lo único que podría hacer; no se preocupe, no tiene que viajar. Debido a que es usted un juez importante, algún representante irá hasta donde usted se encuentre y tendrá todas las facilidades para llegar a un acuerdo.

Tan pronto como colgó, se dispuso a escribir y enviar la carta. Usó uno de los halcones de Joab, el cual no se enteró que lo había hecho, y luego esperó a que llegara una respuesta, desconociendo cuál sería el resultado que obtendría de intentar comunicarse con ellos.

Al tercer día, mientras estaba en otro de los grandes eventos del coliseo, vio que un grupo de extravagantes hombres entraban al recinto y de inmediato fueron atendidos por el personal de seguridad. Se había formado un gran escándalo que atraía las miradas de los curiosos por todo el coliseo. Montones de mayordomos, de distintas familias, se amontonaban a ofrecer sus servicios y regalos; demasiadas atenciones para tratarse de una simple visita.

Gracias a que él estaba en el balcón privado de Joab, en lo alto del coliseo, tanto él como el Jaco atestiguaron el escándalo. Joab apenas estaba por preguntar si Illumi estaba enterado del asunto cuando vio que señalaban el balcón donde él se encontraba. La respuesta a la carta había llegado. Los visitantes, en cuanto vieron que Illumi se ponía de pie para saludarles, le hicieron una reverencia que llamó la atención en los alrededores: el hijo mayor de Silva estaba siendo reverenciado por Iluminados de un alto cargo.

Los Iluminados fueron conducidos al balcón privado y solicitaron un cuarto privado, exento de todo el ruido del exterior para poder hablar con el «Gran Magister», como fue que lo llamaron.

—Ilustre Magister, lamentamos la demora. Yo soy Oz, un miembro del concilio. Espero no causarle molestias.

Oz, como fue que se presentó, era un hombre de baja estatura, de complexión delgada, menudo, de ojos saltones rojos como la sangre y de piel pálida; cualquier diría que tenía una fijación por el rojo ya que tanto sus prendas como su sombrero de copa parecían confundirse con su mirada; no obstante el exceso de adornos dorados le daban un aspecto como de un demonio del inframundo del cual no podía fiarse. Posiblemente esto sería más una verdad que una mera apariencia.

—Descuide, lo importante es que ya está aquí.

Illumi detestaba las formalidades, no podía hablar como lo hacía Nimrod, con tanta educación y pulcritud; él era un Asesino, había aprendido a hablar como tal y no pretendía olvidarse de sus raíces, pero al ver a los sujetos que estaban con él, le daba la sensación de que hablar con la misma vulgaridad que un hombre del bajo mundo, no encajaba con la elegancia rimbombante de los hombres que le buscaban y se vio forzado a ser una mezcla entre los modales de Nimrod y los suyos.

—Vaya, vaya… rodeado de fieros Asesinos. Usted sí que tiene agallas.

Los otros hombres que venían con él no hablaban, sólo se limitaban a hacer reverencias, sonreír y conversar entre ellos, como si no pudieran dirigirse a Illumi; después el Zoldyck comprendió que eran alumnos de Oz y que en verdad no tenían permitido el hablar con una persona con un rango tan superior al de ellos. Fueron al cuarto que el personal del coliseo les indicó y se encerraron, Joab fue detrás de ellos y se sentó a la mesa como si fuera un miembro más del equipo; Illumi no le dijo nada, no tenía caso discutir con él en un momento como ese; probablemente el hombre alegaría cualquier cosa para defender su presencia y tendría que tragarse el mal momento. De igual modo no importaba preocuparse por su presencia, en cuanto ingresaron a la habitación privada comenzaron a hablar en otro idioma, uno que Joab desconocía y era como si se hubiese encontrado con una pared impenetrable.

—He leído a profundidad el caso del heredero de los Zoldyck —esa palabra sí fue entendible a oídos de Joab, el resto de la oración no tenía sentido para él— y me temo que no tengo tanto poder como quisiera. En cuanto su familia de sangre se afilió a la hermandad, se nombró al Gran Maestro Hermes como el encargado oficial de los tratos y castigos. Hermes tomó las riendas de la dirección que una familia de Asesinos debía representar para la hermandad.

—Pues me temo que si usted no puede atender mis necesidades, entonces ha venido en vano —apenas iba a alejarse de la mesa cuando la voz alarmada de Oz le detuvo.

—No, no, no. Maestro, lo siento, no quise darme a entender tan mal. No tengo ése poder, pero sé cómo podría llegar a un acuerdo sin que usted tenga que ensuciar sus manos para ir a buscar al Maestro Hermes.

Ese hombre le provocaba deseos de matarle, siempre sonriendo con sus grandes dientes amarillos y sus ojos que no le permitían mentir porque eran demasiado expresivos; olía como el resto de los pederastas que había visto en la ceremonia a la que había asistido hace años, cuando recién inició en la hermandad, no podía evadir los recuerdos de aquellos malos momentos durante la ceremonia.

—Entonces haga su propuesta o márchese. No puedo perder el tiempo.

—Le ofrezco lo siguiente: solicitaremos en conjunto, por voto unificado, que el Gran Maestro Hermes detenga su cacería sobre el heredero de los Zoldyck de forma perpetua y que se vuelva una persona intocable, a cambio de que usted, como juez del Único, y representante de su poder; sabio de Nimrod, el poderoso cazador, se una al concilio de los Iluminados. Tenemos sillas vacías que están esperando ser ocupadas por personas ilustres y magnificas como usted, que tienen tanto por aportar.

Sintió escalofríos. Cierto que por voluntad propia él no se uniría a ese Concilio, donde se decidía el presente y futuro del mundo, hacía falta una amenaza tan grande como la vida misma de Killua como para que él tuviera que verse orillado a aceptar una propuesta tan riesgosa.

—¿Qué me garantizas que no mientes y que él estará a salvo?

—Nos es extremadamente conveniente que el Maestro no se meta con el heredero de los Zoldyck. El regreso de Nimrod traería resultados catastróficos y no podemos darnos ese lujo, sin embargo, el Gran Maestro no puede simplemente desobedecer las propias reglas que él impuso y que considera de vital importancia. Yo no puedo pedirle que haga algo contra su propia naturaleza, a menos que garantice que no sólo ayudará a mantener las cosas en sagrada paz, sino que dará un beneficio que ha sido votado y entendido por todos los demás miembros del Concilio. Eso sí que lo hará cambiar de parecer.

Oz no tenía porqué mentirle o usar eso como una estrategia para beneficio personal. Ya sabía que tarde o temprano recibiría la invitación a unirse a un cargo superior, y si ganaba algo de ventaja, como la seguridad absoluta de Killua, no dudaría ni un instante en aceptar.

—Tenemos un trato entonces.

—Procedamos pues a cerrar el pacto entre nosotros —Oz volteó a ver a Joab que parecía molesto por no poder entender ni una sola palabra de lo que hablaban— estimable varón, Joab, lamento decir esto, pero lo que sigue es de carácter secreto, y me temo que debo pedirle que se retire.

Joab esperó la indicación de Illumi, quien secundó la petición, alegando que después lo pondría al tanto de todo, y el viejo amigo de Silva salió con una sonrisa de triunfo imposible de disimular, satisfecho de saber que estaría al tanto de la situación sin importar si lo echaban o no.

Tardaron aproximadamente veinte minutos encerrados y cuando la puerta se abrió, Joab observó una escena inesperada; había llevado a cabo una ceremonia secreta, una que había finalizado con un papel que desprendía una presencia de Nen poderosa, y el hombrecillo, se había recargado a la mesa, cansado por todo el esfuerzo que había realizado para soportar el ritual, mientras que Illumi parecía no haber hecho absolutamente nada.

—Ilustre Magister, no me queda duda alguna de que usted está en otro nivel muy superior al mío, yo no puedo permanecer en pie, en cambio usted parece que esto sólo ha sido un pequeño bocado.

Fue lo que escuchó que Oz le decía a Illumi, y sus ojos brillaron con codicia. Nunca antes había ambicionado tanto tener a Illumi como su ahijado como ahora. Tanto poder, no sólo como asesino, como usuario Nen, sino como una autoridad dentro de la sociedad secreta más importante del mundo, un sabio respetado. Lo deseaba, se le hacía agua la boca, haría absolutamente todo lo necesario para conseguirlo, aun así tuviese que humillarse frente a Silva, lo haría.

Se quedaron a observar la función de la noche y luego se despidieron de Illumi, frente a una multitud que ahora estaba intrigada por la presencia del hijo de Silva. Para desgracia de Illumi, esa misma noche varios otros que no habían mostrado interés en él, ahora tenían curiosidad. Uno de ellos, que fue el más destacable, era el mismo Maestro Caín, que al final de la noche invitó tanto a Joab como a su "sobrino" a cenar con él.

—¿Qué cargo tienes dentro de la hermandad? —preguntó sin pena alguna Joab, cuando iban de regreso a la casa.

—No me es posible revelar mi posición —contestó sin miramientos.

«Ya luego habría tiempo para sacarle la verdad», pensó el Jaco.

.'.

Killua ya no estaba ansioso ni molesto por la ausencia de Illumi. Su hermano le había pedido que se cuidara y resistiera mientras él trabajaba, y él quería cumplir con su trato para demostrarle que ya no era un niño; además deseaba tener energías para que sus próximas visitas fueran espléndidas y no quedarse dormido como la vez anterior, el problema era que esa misma noche tenía insomnio; ya habían pasado otros largos cinco días sin ver a Illumi, lo extrañaba, no iba a mentir, pero ahora mismo se sentía "especial", se había despertado a mitad de la noche porque un sueño lo había sobresaltado con imágenes sensuales. Illumi sobre él, tocando y besando su cuerpo; las sensaciones eran tan vívidas que ahora mismo tenía una dolorosa erección que no le permitía dormir de regreso.

Lo peor era que las expresiones y gestos que había visto en esas imágenes no correspondían a Illumi, sino a Nimrod y eso era lo que le hacía sentir mal, por eso no había querido moverse a pesar de su excitación. Era como un mal sueño, un terrible sueño que quería sacar de su mente. Detestaba comparar a Nimrod con su hermano porque al monstruo lo consideraba su peor pesadilla. Esta era la principal razón por la que deseaba mucho que Illumi le tocara, porque cada vez que lo hacía, los malos momentos se iban, se alejaban y entonces disfrutaba tanto las sensaciones, el placer le inundaba y se acababa la pesadilla de Nimrod. Deseaba con todas sus fuerzas sustituir esos malos recuerdos con nuevos y hermosos momentos al lado de su amado.

«¿Cómo se sentirá hacerlo con Illumi?» se preguntó, y entonces comenzó a fantasear con tal de olvidar su mal sueño. Se imaginaba que Illumi sería más directo, no se tomaría tanto tiempo para tocarlo, le besaría con mucha pasión como solía hacerlo cuando estaban en la cama. Cerró los ojos, y deslizó una mano por debajo del pantalón de su pijama. Levantó las caderas involuntariamente cuando sus dedos rozaron la piel de su miembro endurecido. Imaginaba qué pasaría cuando le viera desnudo, cuando sus cuerpos no tuvieran más telas que estorbaran en el camino. Bajó sus pantalones para darse la libertad que necesitaba, todavía cerrando los ojos, comenzó a tocarse.

Se preguntaba lo que le haría a Illumi, qué haría para que él se sintiera complacido como él, debía participar más porque él merecía la pena. Deseaba profundamente que ocurriera ya, que Illumi le tomara; anhelaba escuchar su respiración acelerada en su oído, sus gemidos, y toda su piel expuesta para él, entregarse y olvidarlo todo. Un nuevo amanecer con sus cuerpos desnudos recostados sobre las sábanas. Quería sentirle dentro de su cuerpo, y que acabara ahí, sentirse tan sucio y excitado. No pudo resistir más y terminó por correrse gimiendo profundamente. Hasta ahí regresó su consciencia y se avergonzó de haber imaginado tantas cosas con su hermano mayor. Tuvo que salir de su cama para limpiar su mano llena de semen y regresó pensando con molestia en cómo era posible que Illumi no le hubiera propuesto hacer el amor, todas las noches parecía como si fueran a hacerlo y siempre terminaba con un "vamos a dormir" que francamente comenzaba a odiar, quería que ya lo hiciera pero con esa excusa, de que era demasiado pronto, no podía pelear.

Decidió que el momento de hablar con Illumi sobre sexo ya había llegado, si su amante no iba a dar el primer paso, entonces lo haría él. Tal vez no tendría éxito al inicio, pero por lo menos dejaría en claro sus necesidades.

.'.

Illumi se despidió de Joab agradeciendo sus atenciones y favores. Después de la visita de los Iluminados, notó cómo las cosas cambiaban repentinamente a su favor, Muath no le había molestado en todos los días que estuvo ahí dado que el tipo estaba de viaje, atendiendo sus propios trabajos, y Ender finalmente había tomado su rechazo de forma muy buena, incluso podía decir que lo encontraba un tanto positivo, porque ahora había una especie de buena relación entre ambos. Durante la reunión con el maestro Caín y su familia, se comportó como si fueran viejos amigos, jamás le invadió ni lo presionó a nada. En cambio, en privado, le ofreció su sincera amistad, alegando que eran miembros de una misma unidad, y que él no sentía otra cosa más que admiración por él, que se sentiría honrado de poder contar con una persona de su nivel. Illumi no le rechazó, pero tampoco lo aceptó, no estaba preparado para tener un amigo así de la nada, así que sólo dijo que con el tiempo podría evaluar su petición. Cosa que tampoco vio mal siendo nieto de Caín; los asesinos difícilmente tenían amigos y un ofrecimiento como ése era casi una locura.

Joab besó su mano, le deseó un maravilloso viaje y le dejó en claro que cualquier cosa, por mínima que fuera, él estaría dispuesto a ayudarle y atenderle. Captó su coquetería sin darle importancia y se marchó sin mirar atrás. Agradecía no tener que verle de nuevo.

Era de madrugada cuando llegó al hotel donde se quedaba Killua, llevaban ocho días sin verse y esta vez no le quiso avisar que iba en camino porque deseaba llegar de sorpresa, cosa que logró. Entró al cuarto del albino mientras éste dormía y susurró a su oído:

—Hola pequeño algodón.

Killua casi intenta asesinarle por darle ese susto. Sus instintos estaban todavía muy marcados e Illumi soltó una tremenda carcajada cuando el filo de las garras de Killua rozaron su cuello casi provocándole una herida.

—¡No es gracioso!

—Tranquilo, tenía ganas de hacerlo desde hace tiempo.

—¡No es gracioso, para de reír Illumi! —estaba apenado, si Illumi no fuera tan bueno y bien entrenado, posiblemente si habría cortado su garganta— Si te hubiera lastimado no me lo perdonaría.

No lo dejó discutir más, lo jaló del cuello de su playera para acercarlo a su cuerpo y lo besó.

—Te eché de menos.

—Fueron ocho largos días sin verte —suspiró Killua. Le volvió a besar, y luego lo empujó para continuar con su reproche— eres horrible, no vuelvas a asustarme.

Illumi soltó otra risilla que tuvo que disimular ante la mirada del albino que advertía una posible pelea.

—Vamos a dormir —sugirió deseando evadir la pelea.

Esas palabras le hicieron recordar lo mucho que detestaba que su amante le dejara con ganas de más, pero no dijo nada porque no consideraba el momento para sacar el tema, acababan de verse y lo más seguro era que Illumi deseara descansar.

Las últimas noches Killua había mostrado un patrón de sueño bastante peculiar, solía dormir sobre Illumi y no moverse de ahí hasta la mañana, constantemente se disculpaba por aplastarlo durante la noche, pero esto no parecía molestarle al mayor; su hermano sólo le decía que no importaba, que estaba bien si lo hacía, pero él no terminaba de convencerse. Quería que durmiera cómodo y apostaba que cuando se ponía sobre él, ni lo dejaba respirar tranquilo, pero no podía evitarlo, le gustaba mucho escuchar su respiración y los latidos de su corazón, de cierta forma le infundían paz.

Esa noche no fue la excepción, se colocó sobre su hermano, apoyando gran parte de su peso sobre su pecho, y posando una de sus piernas sobre las piernas de Illumi. El mayor, sólo le abrazó para asegurarse de que no pasara frío durante la noche, y de vez en cuando le tocaba la espalda para revisar su temperatura. Sin embargo, esa mañana despertó cuando sintió que Killua comenzaba a moverse mucho, su respiración estaba acelerándose y creyó que estaba teniendo una pesadilla; se quedó quieto, para ver si no había sido cosa de su imaginación.

—Ah… —escuchó la vocecilla suave del albino, y sintió un movimiento peculiar de sus caderas—, mmm.

Definitivamente no era una pesadilla, eso le quedó en claro cuando notó que el niño frotaba su endurecida entrepierna contra su muslo, y su respiración se aceleraba. Los movimientos deliciosos del menor, encendían todos sus sentidos, acarició su espalda, dejando que continuara con su sensual sueño.

—Mmm… ah… —esos gemidos le estaban enloqueciendo, y lo peor fue que en un momento juró escuchar al menor murmurar algo parecido a "Illumi", los movimientos se aceleraron un poco más y de pronto despertó.

—¡Ah! —exclamó asustado cuando se dio cuenta que estaba clavando su erección contra el costado de su hermano— Lo-lo… lo siento.

Se apartó de él, y se cubrió bajo las cobijas, tenía mucha vergüenza, más de la que jamás hubiera tenido en su vida.

Illumi se aclaró la garganta, esforzándose por restarle relevancia y a la vez disimulando su propia excitación.

—No… está bien —contestó con una voz apenas audible— Kil, ¿te molesta si me doy una ducha?

Se descubrió el rostro hasta la nariz, asomándose para ver la expresión que pudiera tener su hermano, el cual le sonrió.

—A-adelante —pasó saliva.

Illumi se descobijó y salió de la cama. Entonces lo divisó, parecía como si ese movimiento hubiese sido a propósito; su hermano tenía una erección, una que sobresalía bastante de su pantalón. Ni siquiera se molestó en ocultarlo mientras caminaba hacia el baño, lo cual atrajo su mirada, impresionado por lo que le esperaba debajo de esas telas, y un rato después escuchó la regadera encendida.

Killua se regañó varias veces mentalmente por no controlar sus impulsos, pero ya no podía, ya quería hacerlo, tenía una necesidad especial e Illumi debía comprenderle. Definitivamente tenía que hablarlo con él.

El baño se prolongó un poco más de lo deseado porque no podía bajar su excitación, de sólo pensar que Killua había murmurado su nombre en sueños era fascinante, si no tuviera voluntad, probablemente ya le habría tomado, pero no, debía controlarse, bajar la calentura y controlarse otra vez. En cuanto salió del baño, vio que Killua le estaba esperando, sentado en la cama y sintió que su estómago se revolvía porque sabía qué pasaría.

—Illumi…

—Kil, lo sé.

—¿Cuánto es poco? No entiendo ese concepto.

Illumi se sentó junto a él, tomando una de sus manos para jugar con sus dedos y evadir su mirada.

—No es cuestión de tiempo en realidad… es más bien es confianza.

—¿No confías en mí?

—Sí, pero yo no sé si tú confías en mí. No veo que tengas intenciones de avanzar, y la verdad, es que me daría mucho miedo que nuestra relación pasara a ser sólo sexo.

Frente a Killua no le quedaba otra opción más que ser honesto, el más chico era muy bueno lidiando con la verdad, y si le mentía corría el riesgo de perder todo lo que hasta ahora había construido.

—Eso no va a pasar Illumi, ¿qué te hace pensar así?

—Bueno, yo… puedo ver que no te diriges a mí como tu novio cuando estamos con Alluka —se dio cuenta que el chico iba a alegar algo más y lo detuvo—. Sí, sé que te sientas junto a mí, que tratas de tener cercanía conmigo y que está bien que no seamos así frente a los demás. Yo respeto eso bastante, y estoy de acuerdo, pero… no me hablas por mi nombre, sueles decirme "aniki", y eso es…

—Lo siento, no me doy cuenta que lo hago.

—De acuerdo, pero también, no sé cómo llamar a lo que sientes por mí.

Eso había sido duro, Killua tragó saliva, muchas veces pensó que no decirse palabras cariñosas era algo cruel de su parte, porque Illumi se esforzaba y era evidente, le llenaba de besos, le decía lo mucho que le gustaba, y aunque a veces pareciera que iba a explotar de vergüenza cuando lo hacía, se controlaba y continuaba tratándole con ése calor irresistible.

—¿Y cómo he de llamar yo a lo que tú sientes? Yo he sido quién te pidió que comenzáramos esta relación, ¿no crees que es un poco injusto de tu parte el dudar de mí?

Pero Killua era un excelente orador, y sabía cómo responder de forma en que salvara su pellejo siempre.

—Dilección —contestó, y los ojos de Killua brillaron, recordaron el momento en que Nimrod apeló a los sentimientos de Illumi para explicar sus propias emociones. El recuerdo le conmovió profundamente— sé que no suelo decírtelo, porque yo soy más de los que lo demuestran. No soy muy bueno con las palabras, pero si existe una forma para definir mis sentimientos por ti, es esa. Dilección.

—Illumi…

—Tú eres lo más valioso para mí. Disfruto cada minuto de mi tiempo cuando estoy a tu lado, tengo mucho miedo de arruinar las cosas y por eso me esfuerzo por darte más de lo que necesitas, y hacer a un lado mi orgullo para decir y hacer todo esto. No me gustaría dar un paso y que te asustes sólo porque voy muy rápido.

El albino sintió que su corazón se derretía de amor cuando escuchaba la voz del interior de su amado.

—Lamento si dudo un poco, no me siento tan especial como para ganarme tu afecto…

—Idiota —le interrumpió el albino.

—Vaya, eso es lo más romántico que me has dicho en días.

—Cállate, idiota —apretó los dedos de Illumi— no digas tonterías, yo soy el que decide con quien estar, y yo no quiero estar ya con nadie más. Es así de simple.

Estaba rojo, y podía sentir cómo temblaba mientras trasmitía su mensaje.

—No tengas miedo. No hay nada de vergonzoso en decirme esto, me haces muy feliz y la verdad es que te entiendo, somos muy malos para decirnos lo que necesitamos oír.

Killua soltó una carcajada.

—Uno de nosotros tenía que admitirlo, gracias por hacerlo.

—Cuando te sientas preparado, creo que será el momento en que podamos dar ese otro paso. Por ahora, disfrutemos de lo que tenemos —besó su mano.

—¿Cuánto tiempo estarás aquí?

—Dos días. Papá me está esperando en la montaña para hablar de los resultados de la misión.

—Entiendo… —sonaba decepcionado de dejarlo ir otra vez por una temporada que no sabía si sería larga o no.

Hizo tal como Illumi le pidió, disfrutaron de sus dos días juntos y se despidieron con un largo abrazo que Alluka tuvo que interrumpir porque se les haría tarde.

.'.

Illumi llegó a la casa, donde su padre le esperaba. Su abuelo dormía, y su madre no quiso acercarse a él, probablemente ella desconocía la nueva condición de su hijo y tenía miedo de que el hombre de la Y fuera a acosarle. Estaba de suerte. Entró al gran salón donde su padre le esperaba con una sonrisa que delató qué ya estaba al tanto de la situación.

—Una misión exitosa, sin duda —afirmó Silva.

Su padre estaba satisfecho, lo cual era lo más importante. A él le interesaba muy poco el resultado de esos trabajos, sólo no quería ser entregado a nadie, ya tenía un plan para su propia vida, no lo arruinaría ahora.

—Aunque fue mucho más exitosa de lo que imaginé que sería

—¿A qué te refieres? —le intrigó el tono de voz que empleó. Su rostro delataba que tenía algo más de qué hablarle.

—Joab me lo dijo, fueron a visitarte algunos amigos tuyos —su hijo tuvo miedo y lo vio en un breve destello de su mirada—. Descuida, estoy enterado desde hace años. Tu madre me lo dijo, eres un miembro de los Iluminados por propia voluntad, ¿sabes lo que eso representa?

—Probablemente lo sé mejor que tú —respondió sin pena. Silva prefirió ignorar el comentario.

—Joab también dijo que muchos otros se mostraron interesados en ti, inclusive el maestro Caín los invitó a cenar con el único propósito de conocerte.

Después de escuchar esa frase, la amabilidad se le acabó, defendería su libertad a toda costa. Silva estaba feliz de que su hijo tuviera tan buenas relaciones y encajara tan bien en ese ambiente difícil. Tenía cierta envidia de saber que su hijo había atravesado el fuego sin que éste le quemara, como fue con él.

—Simples detalles…

—¿Qué posición tienes dentro de la hermandad? ¿Cuál es tu nivel?

Sus ojos se encendieron, con una sonrisa confiada contestó:

—No nos es permitido revelar nuestra posición a personas cuyo rango es inferior por tres grados o más.

Silva clavó su mirada con furia sobre el muchacho. Ya había tratado con la prepotencia de su hijo en ocasiones anteriores, y ya no le era una sorpresa, sin embargo su hijo hablaba en serio, no mentía y eso sólo significaba que no valía la pena enfadarse, no llegaría a nada.

—A todo esto, quería preguntarte ¿cómo va lo de Killua?

—¿Crees que puedes cambiar algo?

—Sólo pienso en su seguridad.

Había claramente una muestra de competencia entre ambos, Silva estaba al borde de la ira, entre ver a su hijo como su subordinado o su superior. No iba a tolerar que se brincara las reglas de la familia sólo por una posición dentro de una agrupación que bien podía no valer nada para ellos, de no ser por Kikyo. La puerta se abrió y Zeno ingresó al recinto sin decir palabra alguna. Continuaron hablando por un par de horas, hablando de asuntos de negocios, cuando nuevamente su abuelo trajo el tema a la mesa.

—Eres todo un éxito Illumi. ¿Ya lo sabes Silva? No puedo creer que el mismísimo Joab Jaco está interesado en él. Ese hombre es bastante difícil, nada parece satisfacerlo, justo cuando crees que lo has convencido, resulta ser otro de sus planes para su propio beneficio, pero Illumi… Joab no podía quitarle la vista de encima, estoy orgulloso de ti.

El muchacho no respondió. Silva y su hijo se dirigieron una mirada cómplice. No duró ni un segundo, no tenían planeado delatarse estúpidamente, frente a alguien tan peligroso como Zeno.

—Deberías dejarlo descansar, Silva. Este muchacho te aportará más de lo que Killua lo hará en vida. Puedo apostarlo.

—No hay tanto trabajo ya, hemos completado los pendientes de la temporada. Illumi podrá trabajar con un mejor ritmo ahora.

—Es mejor para mí salir a trabajar que estar en casa. Gracias por considerarlo, abuelo.

—Sólo quiero premiar tu trabajo y determinación.

Era demasiado cómico ver que el abuelo, con todo su aire ceremonioso, hubiera caído en tremenda trampa. Lo que desconocían era que él sospechaba de sus movimientos, no era tonto. ¿Cómo podía explicar que él, siendo un miembro honorable del concejo de Asesinos, y respetable miembro de la hermandad, no hubiera podido convencer a Joab mientras que su nieto, con apenas una visita de los Iluminados, que no probaba nada relevante, había tenido más avances que él en todos esos meses? No le veía sentido alguno. Por supuesto, no iba a proceder arrebatadamente, yendo contra ambos sin tener pruebas. Dejaría que Silva escarmentara por no apreciar el esfuerzo que estuvo realizando a lo largo de esos meses, él ya se estaba reservando un plan para contraatacarlos.

En cuanto a Silva, él no dio relevancia a si su padre se tragaba o no la mentira, de entrada creía que no sería así, pero el tiempo para planear algo nuevo era algo que no desperdiciaría. En dado caso, era capaz de mover el mundo por convencer a Joab de adoptar a su hijo, como un favor que después pagaría, aunque para como veía que estaban las cosas sospechaba que no sería necesario porque su hijo había sido tan efectivo que de seguro ahora Joab tenía un interés auténtico en él, no lo dudaría.

—Con que me dejen trabajar tranquilo me basta.

—Por cierto —continuó el anciano— me comentaron que Joab estuvo en la reunión privada que tuvieron allí ¿no es eso un problema? —retador, intentó atrapar a Illumi en alguna mentira.

—No, a menos que me digas que Joab habla arameo. Lo cual dudo mucho.

—¿Y tú de dónde aprendiste arameo? —para sorpresa de ambos, fue Silva quien lanzó la pregunta.

—Mamá.

—¿Kikyo habla arameo?

—No.

Hubo un silencio incómodo, esperaban que Illumi diera más datos, pero el chico ya había cerrado la puerta de la información y estaba claro que no daría más detalles. Tanto Zeno como Silva se dieron cuenta que había demasiado por descubrir, y que era mejor irse con cuidado.

Silva y Zeno siguieron hablando entre ellos, esperando el momento en que Illumi decidiera involucrarse de vuelta en la conversación, pero él sólo tenía una cosa en mente.

—¿Puedo irme?

Ahí estaba de vuelta el Illumi que Silva conocía desde niño. No ese engreído endemoniado que estuvo rondando por su casa por tantos años actuando como un sabelotodo y tomando ventaja de cada desliz que se cometía. Se sonrió, al menos con ese mocoso sí podía lidiar, ya tendría tiempo para sacarle la verdad. Después de todo, siempre podría usar a Killua a su favor.

—Adelante, ve a divertirte. Te llamaré para tu siguiente trabajo.

Divertirse era subjetivo. Salió en busca de su hermano. Sentía un peso menos en los hombros, poco o nada le importaba si su abuelo se tragaba su mentira, o si su padre comenzaba a sospechar de él. Todo lo que quería en esos momentos era ver a Killua, estar con él y ayudarle en el progreso de sus emociones.

Killua escuchó la noticia de que su hermano iría pronto y se emocionó bastante. Llevaba tiempo pensando en cómo conseguiría su objetivo, en todo lo que deseaba hacer con él. Desnudar imaginariamente a Illumi se había vuelto una actividad constante, no sólo por mera curiosidad, también lo hacía por gusto, porque le atraía la idea de volver a verle en ese estado. Recordaba que con Nimrod era relativamente fácil doblegarlo a su voluntad, pero Illumi era diferente, su resistencia era poderosa, no había podido convencerlo de ir más allá porque siempre terminaba dando rodeos y justificando su comportamiento para detenerse; cuando en realidad él quería ver ese lado sucio e indecente de su hermano, cuando ya los besos no le bastaban y deseaba transformarlo en otra actividad. Algo más íntimo.

Se miró al espejo y se regañó, eso de imaginarlo fuera de control le encendía bastante. La sola idea de enloquecer a Illumi era suficiente para hacerle temblar. Se apartó del espejo, era de noche y lo único que deseaba era dormir un rato, pero no podía lograrlo. Cada vez que cerraba los ojos veía a Illumi, recordaba el sabor de su boca, su respiración y cada detalle de sus gestos. Adoraba cómo su cabello se meneaba cuando caminaba; cuando su espalda desnuda y húmeda quedaba al descubierto mientras secaba su cuerpo, sentado a sobre el colchón; la forma burlesca en que respondía y competía por ver quién era más sarcástico, con su sonrisa socarrona; amaba ese exceso de confianza, la autosuficiencia que le demostraba; sus ojos que parecían ocultar mil historias y más; le fascinaba la forma de su abdomen ejercitado, sus brazos, y volvía a preguntarse por qué Illumi aguantaba tanto las ganas de hacerlo con él cuando él era un adolescente en plena calentura y requería tantas atenciones.

Miró hacia abajo, a su pantalón y vio el bulto que sobresalía entre sus piernas. De nuevo estaba excitado. Pensar en Illumi le hacía tanto mal, era el único responsable de su inestabilidad y para colmo, lo señalaba como el malvado que no atendía sus necesidades.

No gustaba de masturbarse, pero bajo ciertas trágicas circunstancias no tenía mucho para pedir. Bajó su mano por su pantalón, estaba realmente duro, palpitante. Bajó los pantalones apenas lo suficiente para descubrir su miembro, y sin ver, lo rodeó con su mano, tal como antes llegó a hacerlo Nimrod. Moviéndolo de arriba hacia abajo. No era suficiente. Cerró los ojos, visualizó a Illumi sobre él, imaginó lo que sería escuchar su voz cargada de éxtasis; cuando abriera sus piernas para invitarlo a disfrutar de su cuerpo; ¿qué tanto le haría?, ¿acaso lamería su miembro como si fuera un dulce? Imaginarlo le provocó un placer indescriptible. Tenía la urgencia de saber lo que era hacer el amor con él y las cosas le gustaría hacerle. Su fantasía recorría caminos que no creyó que haría. Se visualizó en una forma en que jamás pensó que su mente le haría gozar. Atado a la cama, como si de un acto violento se tratara, Illumi le poseía fuera de sí, arrancando su libertad para provocarse placer usándolo como una herramienta. Gimió, y su semilla se esparció por su mano.

«¿Qué demonios estoy pensando?» pensó jadeante. Y se levantó de la cama, con cuidado, buscando algo con qué limpiarse. Regañándose una y otra vez por haber pensado en algo tan ruin, se suponía que no era sexo, pero él no sabía cómo distinguir el sexo del amor, y cualquier acto que no tuviera fines románticos, le parecía una perversión. Sin embargo, era una perversión que reconoció codiciable, le hacía tener un deseo retorcido de provocar a Illumi más allá de lo normal.

«Debo dejar de pensar en esto, o me volveré loco»

.'.

El viaje sufrió un desvío fuerte debido al mal tiempo y se retrasó por un día de camino hasta que llegó a la ciudad. Su niño se había alejado bastante de las ciudades con climas fríos por petición de Alluka, y llegar a donde ellos le tomó bastante tiempo; estaban ahora en una playa y la chica estaba fascinada de ver el mar. Killua le recibió con brazos abiertos y una enorme sonrisa que sólo le hizo derretir por dentro. Lo amaba, no tenía duda, y no quería perderle de vista de nuevo. Estuvieron acompañando a su hermana por la playa, viendo el paisaje hasta el anochecer; ella estaba muy cansada por todas las actividades y les solicitó amablemente que regresaran a descansar. Esta vez no les importó lo que la chica fuese a decir y optaron por rentar sólo un cuarto para ambos, al fin no tenía caso si Alluka ya sabía que terminarían durmiendo juntos.

Killua estaba lleno de energía y sobre todo, determinación. Deseaba demostrarle a Illumi esa confianza que tanto le mencionó las últimas veces que intentó tener esa cercanía que ansiaban ambos.

—¿Cómo te fue con papá?, ¿tuviste algún problema?

—No, fue más exitoso de lo que pensé.

—Menos mal, papá a veces puede ser muy difícil de tratar.

Killua tenía en mente una cosa que deseaba preguntar desde hace tiempo, gracias a su maravillosa memoria que no le permitía olvidar detalles relevantes como el que había despertado su curiosidad días antes y, tan pronto como su hermano se relajó, lo sacó a colación.

—Illumi… ¿con quién estuviste en la isla?

—Killua… —no quería hablar del tema, le alteraba imaginar que el amor de su vida pensaría mal de él en cuanto lo dijera— con un amigo de papá.

—¿Papá tiene un amigo? No sabía que él tuviera uno, ¿quién es? —estaba auténticamente intrigado por la respuesta, pero lo que más le llamaba la atención era la actitud apartada de Illumi.

—Es… un tipo de la isla, un asesino. Según sé, son amigos de la infancia.

—¡Oh!, ¡qué interesante! —rió tiernamente, e Illumi se sintió peor por ocultarle algo tan relevante como su relación con él.

—Supongo… En fin, estaré aquí unos días, papá dijo que no tenía tanto trabajo para mí esta vez…

—¿Y qué hacías con él?

Esa pregunta le heló la piel. Estaba claro, el albino no se detendría hasta que su curiosidad quedara satisfecha. No debía mentirle, ni siquiera intentarlo, de lo contrario esto se le cobraría por siempre. Se quedó en un silencio prolongado y eso despertó más dudas en el menor que ahora quería más que nunca saber quién era ese hombre y qué tanto había hecho con su hermano.

—Pues… fingíamos que él iba a apadrinarme para evitar que otros sigan con las negociaciones.

Pero la cosa no se iba a quedar ahí, Killua tenía una percepción terrible para las cosas ocultas y lo referente a las emociones; de inmediato advirtió que algo estaba muy mal en esa falta de habla en su hermano.

—¿Y él qué fue tuyo?

Illumi se dio la vuelta, evitando la mirada de Killua, fingió que tenía deseos de cepillar sus largos cabellos y disimuladamente vio a través del espejo que aquel gesto no le fue indiferente al menor; ya no podía ocultarlo más, lo mejor era que confesar antes de que lo descubriera por cuenta propia. Terminó de cepillarse el cabello y se sentó junto al albino, quien yacía en la cama con tableta apagada entre las piernas, esperando una respuesta; tomó su mano y suspiró.

—Verás Kil, no quiero que pienses que tengo ganas de mentirte, pero es un tanto humillante hablar de esto para mí.

—Lo sabía, ¿qué me ocultas? —no lo dijo como reclamo, más bien encontró gracioso ver que una cosa podía incomodar a su estoico hermano mayor, se sintió más motivado a averiguar eso que tanto le costaba hablar, convencido de que estaba preparado para oírlo— confía en mí, no me reiré —afirmó, pese a que estaba a punto de soltar una carcajada.

—El hombre de la Y y él eran… amantes.

Definitivamente eso no fue gracioso. Killua dio un respingo, se puso de rodillas sobre la cama encarando a su hermano, colocando una mano sobre el respaldo para controlar su balance. No iba a permitir que ocultara sus emociones mientras tocaban un tema tan delicado.

—¿Qué fue lo que pasó?

Eso último sí había sido un claro reclamo, pero no con ira porque el menor apenas estaba asimilando lo que esas palabras despertaron en su interior.

—Obviamente nada. Yo le puse punto final a todo —sintió que la otra mano de Killua se posaba sobre una de sus rodillas, como para sentir la tensión en su cuerpo mientras hablaba.

—¿Y… él cómo lo tomó?

—Bien, no pasó a mayores. Simplemente terminó y ya.

Se echó sobre el cuerpo de su hermano como un gatito buscando ser mimado, aprovechando que estaba sentado con las piernas extendidas. Sus emociones se habían disparado, visualizó al morocho frente a un hombre de la edad de su padre mientras que el tipo aquel lo tocaba. Eso hacía hervir su sangre, y quiso evitar imaginar más cosas o si no terminaría por arremeter contra lo primero que viera.

—¿No volverás a la isla, verdad? —preguntó con clara molestia en su voz.

—No lo sé… no lo creo.

Tragó saliva, tenía miedo que la falta de control emocional gracias a la carta, terminara por provocar un desastre de tamaño industrial.

—No debes volver ahí, es peligroso.

—Voluntariamente no pienso poner un pie ahí.

—¿Y si le pido a papá que no te mande ahí? —preguntó impulsivamente, pero ya sabía de antemano que era una tontería. No podía llamarle a su padre y pedir algo semejante, no le haría caso y despertaría sospechas sobre sus actividades, no era conveniente atraer la atención en casa.

—Kil…

—Lo sé… —rechistó— no quiero que veas a ese anciano de nuevo. Debe ser asqueroso recordar algo como eso. Si yo siento asco, no puedo imaginar lo que tú has de sentir. No quiero que pase algo malo.

La imagen del albino hablando mal de alguien que desconocía era inesperada, no sabía qué reacción tener. Parecía más un niño celoso protegiendo lo suyo, que a alguien preocupado por el bienestar de un ser amado. Evitó reírse respirando profundo. Agradeció que Killua estaba recostado con su cabeza sobre sus piernas y no viera su sonrisa.

—Tranquilo —acarició sus cabellos—. Sí, fue desagradable, pero ya estoy aquí, estoy bien y no pasará nada de nuevo.

—B-bien.

Pero él no quería oír eso, quería oírlo hablar pestes de ése hombre, refundir su reputación y asegurarse de que Illumi no apreciara ni un poco la idea de volver a verle. Quería que le dijera que se resistiría a volver y que se quejara abiertamente de lo muy desagradable que fue haber sido amante de un hombre de la edad de su padre. Lamentablemente no fue así, y no tenía la confianza suficiente para expresar sus emociones negativas, por tanto prefirió no pensar en el tema; Illumi estaría con él y nada mejor que aprovechar el tiempo mientras no apareciera otro trabajo largo.

La convivencia los unió más. Killua ahora estaba dispuesto a demostrarle que confiaba en él y que sentía algo verdaderamente profundo. Procuraba vigilar el cómo le hablaba hasta que se acostumbró a llamarle siempre por su nombre, así estuviera frente a Alluka. Aunque continuó sin hacer demostraciones de cariño en público; podría decirse que tenían una actividad normal, como naturalmente hubiese sido si tan sólo hubieran crecido como un par de hermanos normales. Esto por fortuna relajó considerablemente a Alluka.

Desde que habían iniciado su relación, pese a sus esfuerzos, no lucían como una pareja normal. Se notaba todo el tiempo la tensión que había entre ellos, como si nunca se hubiesen puesto de acuerdo sobre cómo debían comportarse cuando estaban frente a los demás. A leguas se notaba que Killua dudaba si hablarle como un hermano o no, y por supuesto, era evidente que Illumi se sentía incómodo cuando se dirigía a él como a un hermano; el único que no parecía captarlo era el mismo albino, y ahora, gracias a que había aclarado su mente y tomado sus decisiones, esa confusión ya había pasado. Alluka podía admitir que era agradable estar entre ellos, Illumi tenía un sentido del humor bastante ácido y sarcástico, que competía con el de Killua; las bromas con doble sentido aunadas con las frases directas y llenas de humor que Alluka lanzaba hacían de sus reuniones una interminable competencia por ver quién hacía sentir más incómodo al otro, en un buen sentido.

Únicamente al anochecer, cuando estaban a solas, se desquitaban de todo lo que no habían podido hacer en público.

—¿Cerraste con seguro la puerta? —preguntaba entre besos el mayor.

Killua no quería soltarle justo cuando había conseguido llevarlo a la cama sin hacer su revisión de rutina para asegurarse de que no hubiera espías.

—Sí, ¿podrías calmarte? —le causaba gracia verlo tan preocupado y paranoico, para él era muy simple, su padre no lo perseguiría mientras estuviera con Alluka. Su hermano exageraba todo porque era parte de su personalidad perfeccionista, le hacía falta tomar un poco de riesgos de vez en cuando.

—No quiero que nadie más nos vea…

—No va a pasar nada malo.

Se dejó convencer, no podía poner resistencia a su niño cuando éste insistía tanto en olvidarse de todo y concentrarse en él. Estaban recostados de lado. Deslizó una mano por su cuello, siempre procurando no bajar más allá de sus hombros, hundió sus labios de nuevo en los del menor.

Killua ya no quería aguantar más a que su hermano se adaptara a él, ya estaba harto de preguntarse hasta cuándo sería el momento en que dejarían de limitarse a simples besos y retozos. Sin pensarlo, tomó la mano libre de Illumi, y la guió con lentitud por su abdomen, bajando hasta que la llevó por debajo de su playera.

Illumi abrió los ojos un breve instante, sus nervios se dispararon, ya serían cuestión de días para que su cuerpo le exigiera más de Killua y tendría que pedirle esa satisfacción para poder mantenerse cuerdo. Deslizó su mano aún más al interior de la playera del más joven, tocando su piel, acariciándola, rozando sus tetillas; escuchó un suave jadeo, y luego, la mano de Killua que todavía sostenía su muñeca, le liberó. Justo cuando creyó que no pasaría nada, se dio cuenta que ahora era el mismo albino el que metía una mano por debajo de su camisa. Si había creído que serían días, ahora, si no se controlaba, sería cuestión de horas. La mano de Killua se movió por su abdomen, sus dedos hacían cosquillas deliciosas y excitantes.

Apretó los ojos, y sin dudarlo, metió su lengua a la boca del menor. De nuevo escuchó ese dulce gemido que despertó su cuerpo. Era evidente que ambos estaban completamente excitados, sus respiraciones les delataban todavía más.

—Kil… —le llamó como pudo. Sacó su mano por debajo de su ropa, la colocó sobre el pecho del menor e hizo un esfuerzo sobrehumano para apartarse— Kil.

—I-llu… mi…

Sonó tan sugerente que estuvo a punto de mandar al carajo su resistencia. Luego pensó las palabras clave "la carta". Sí, no debía parecer que él presionó o sedujo a Killua en ningún momento o eso lo pagaría con creces al final del efecto.

—Kil… espera.

Rogó internamente que le hiciera caso. Killua detuvo su mano y abrió los ojos para descubrir lo que estaba pasando.

—¿Qué ocurre Illumi?

Se quedaron en silencio recuperando el aliento. De los dos, el que estaba más encendido, para sorpresa de Illumi, era el mismo Killua que su mirada llena de angustia e intriga le advirtió que esta vez no sería muy fácil.

—Debemos parar —murmuró— o si no, no podré detenerme.

—No te detengas entonces.

No podía creer lo que oía. Le estaba dando el permiso de hacerlo, de ir más allá, y él quería hacerlo, por supuesto que lo deseaba.

—Kil, mis manos arden con sólo tocarte.

—¿Sólo tus manos? Mi cuerpo arde por completo —no lo había dicho con la intención de provocarlo, su inocencia natural había salido a flote con un arranque de honestidad. Era una descripción sincera de lo que él sentía, pero no imaginaba cuán sensual resultó para el mayor el saber que era así que luchaba por contenerse.

Illumi cerró los ojos y se recostó al lado del menor, un poco temeroso de que su cuerpo no le facilitase apartarse del objeto de su tentación.

—Pero…

—Illumi…

Se dio cuenta que otra vez no cedería, y francamente estaba comenzando a hartarse de pedirlo. Se suponía que su hermano tenía esa entidad que había devorado su deseo y ahora debía tener una terrible necesidad por él que le impedía tener una vida normal, no obstante, la resistencia que mostraba volvía imposible de creer que tal cosa existiera, porque él se sentía una atracción irrefrenable por el morocho y este parecía no sentir esa misma hambre.

—Ya estoy listo.

Sus mejillas se tiñeron de rojo y tuvo el impulso de cubrir su rostro con la sabana. La mano de Illumi sobre su cabeza, que enredaba sus dedos entre sus blancos cabellos, le hizo sentir menos abochornado.

—Yo también quiero hacerlo —confesó.

—¿Entonces?

—Kil, no así —afirmó con mucha seguridad—, debo dejar en claro esto, pero… No importa lo que haya sido antes, para mí esta será nuestra primera vez. No quiero hacerlo en un lugar así; un cuarto de un hotel, cerca del cuarto de Alluka. No quiero estar pensando en que ella puede venir a interrumpirnos. Tú mereces algo mejor, un lugar más cómodo y privado, además no tengo conmigo lubricante ni nada parecido. No pienso hacerlo así.

Para Killua esos detalles eran lo menos relevante, no le interesaba que rentara un cuarto con un ambiente romántico, ni preparativos con velas, o música; recordó que Nimrod llegó a usar sólo saliva para sus noches de abuso y sin ningún problema. Pese a que detestó que Illumi fuera tan propio y correcto, reconoció que lo que pedía no estaba de más. Era cierto, sería su primera vez, y quería algo mejor para él, no estaba pidiendo algo imposible. Descubrió su rostro recordando que había decidido convencerlo de una vez por todas.

—¿Cuándo? —preguntó con timidez.

—Pronto.

—¿Cuánto es pronto?, ¿mañana?, ¿en una semana? —se dio la vuelta y apretó la tela de la camisa de Illumi.

—Mañana le llamaré a Kalluto, veré si puede venir a cuidar a Alluka mientras tú y yo vamos a otra parte. Dependerá de cuándo pueda venir él.

—¿Y si no puede? —no era su imaginación, Killua estaba más ansioso que él por hacerlo. Internamente se alegró de que fuera así, era una carga menos.

—Si no puede, hablaré con Alluka para que nos dé un día libre y me asegure que no saldrá del cuarto en todo el día.

—Illumi, no quiero esperar mucho —confesó ansioso. Pese a que estaban hablando de otras cosas, su cuerpo aún estaba excitado y deseaba atención, ya no era una simple necesidad.

—No será así, lo prometo.

Killua lo jaló por la camisa y le besó ávidamente, el cuerpo de Illumi se desbalanceó por un momento y colocó una pierna hacia adelante para no caer sobre su niño. Killua se impulsó de nuevo, atrayéndolo aún más a su cuerpo; dejó de darle importancia si su hermano sentía su erección, lo único que deseaba era demostrarle que ya no era un niño curioso, que estaba hambriento de él. No le dejó más opción al mayor, la furia con la que restregaba su cuerpo caliente por su cercanía, terminó por enloquecerle de tanta resistencia. Debía hacer algo para desahogarse ahora mismo, tampoco era su intención hacer que su niño se sintiera menospreciado.

De un movimiento rápido, se posó sobre él, apresándolo contra la cama, sosteniendo sus muñecas a la altura de su cabeza, frotando frenéticamente su cuerpo contra el del otro. Pese a que tenían ropas puestas, las ganas de tenerse el uno al otro eran poderosas y trasmitían su deseo sin importar las obstrucciones. Sus besos húmedos deslizaban la saliva de una boca a otra, jugueteando con sus lenguas en una danza exquisita de placer. Un desvarío tras otro y ya deseaba desnudarlo sin importar lo que le había dicho previamente.

—Yo también… te deseo —susurró, recorrió su cuello entre besos y lamidas que sólo provocaban más gemidos en el menor.

—No me hagas… mmm… no me hagas esperar… ah…

Sus erecciones se rozaban a través de la tela, arrancando gemidos de placer en ambos. Su ropa interior ya estaba bastante húmeda, a ese paso tendrían un orgasmo. Killua ya no era capaz de pensar en nada más que en entregarse a él, a ese hombre que aun sin desnudarle le hacía retorcerse debajo de sus fuertes brazos que le aprisionaban contra la cama.

—Illu… ah

Illumi colocó su mejilla contra la de Killua, aceleró los movimientos de su pelvis, para provocar más fricción entre ambos y escuchó la respiración de Killua volverse cada vez más irregular. Las manos del albino escaparon de su agarre y se aferraron a su espalda, abrazándole, ávido de fruición que sin miramientos se proporcionaban; ya ninguno de ellos pensaba en lo que hacían, sólo se estaban dejando llevar. Apenas se percató de los espasmos de placer que el menor sufría y, presenció de ese maravilloso instante en que el albino perdía la respiración y se entregaba al mayor éxtasis del cuerpo humano; todo su cuerpo temblaba, sus piernas se aferraban al cuerpo del mayor, incapaz de salir del trance en que el orgasmo le había dejado. Sin embargo él no quiso continuar con la fricción, pese a que estaba al borde de un orgasmo, prefirió conformarse con tal de demostrarse a sí mismo que todavía tenía autocontrol. Se hizo a un lado, dejando respirar al menor.

—Faltas tú… —escuchó la entrecortada voz de su hermano que dejaba en claro que no estaba tan conforme.

—Estoy bien, puedo aguantar hasta otro día —aunque lo dijo, dentro de sí se lamentaba no tomar provecho de la ocasión. Cerró los ojos y visualizó el futuro maravilloso que quizá conseguiría si tan sólo protegía a Killua de sus ambiciones personales y le daba el tiempo para realmente enamorarse de él.

—No me sentiré bien con eso —jadeaba, por falta de oxígeno, y aun así no se rendía, quería ver a Illumi en su máximo esplendor.

—Estoy bien, créeme.

El albino torció la boca, inconforme por dejar a Illumi en ese estado, pero los planes del morocho le hicieron desistir.

—Ven aquí —lo tomó por la cintura y lo abrazó— ya luego me desquitaré —respiró el dulce aroma que sus cabellos desprendían.

Killua tuvo que admitir que ese gesto era lo suficiente convincente como para rendirse ante los cariños de su amante. Se acurrucó junto a él, pese a que tenía ganas de salir de la cama a cambiarse de ropa no iba a contradecir a su hermano ahora que por fin había tenido un poco de satisfacción personal. Se dejó mimar hasta que quedó dormido. Illumi era un novio estupendo, ese fue el pensamiento con el que se quedó dormido en sus brazos.

Bueno, al menos espero que les divierta esto.

Nos vemos!