En vista del éxito no obtenido...'.
HADOS 11
A la mañana siguiente cumplió su promesa; llamó a Kalluto para pedir su apoyo vigilando a su hermana, pero el niño no le respondió en ninguno de sus intentos. Supuso que debía estar metido en un lío entre Chrollo y Hisoka porque no era habitual que ignorase una llamada de familiar; no quiso indagar más y optó por ir a hablar con Alluka mientras Killua se daba un baño. Necesitaba privacidad para preparar todo, no porque fuese una sorpresa, sino porque no quería que el albino se inhibiera mientras él alistaba todo para el gran día al ver su romántico esfuerzo por complacerlo.
Llamó a la puerta de Alluka, y ésta le recibió derrochando energía con una espléndida sonrisa que no había visto antes en ella. Tuvo la tentación de preguntarle al respecto pero se resistió, al fin de cuentas ella era un libro abierto y podía apostar a que lo confesaría voluntariamente.
—Killua se ve muy feliz, estos días han sido mucho mejor de lo que esperaba. Lo estás haciendo bastante bien.
—Mmm… supongo.
Las emociones de Alluka estaban estrechamente ligadas a las de su hermano mayor. Prácticamente ella la pasaba mal cuando las cosas no salían del modo que esperaba. Se recargó en la pared, observándola sentada en su cama con las piernas cruzadas.
—¿Supones? De verdad es un mejor trabajo.
Se aclaró la garganta, preparándose para decir lo que tenía en mente.
—En realidad, vengo a pedirte un favor —no quería ofenderla al echarla del grupo, pero era imposible no hacerlo, la chica se vería como un estorbo entre ellos dos—. Quiero darle a Killua un día especial… que pasemos todo un día completo juntos. No sé cuánto tiempo esté aquí ni si me demoraré de nuevo en volver, y ya ves cómo se pone cuando tardo demasiado…
Se sintió apenado, estaba dando demasiada información para su gusto. Conociendo a su hermana, ella no quedaría satisfecha si no le daba pistas sobre lo que en realidad pasaba.
—No quiero sonar rudo contigo, pero, ¿te molestaría dejarnos a solas por un día?
El día en que al fin les daría privacidad había llegado, ella sabía que en cualquier momento comenzarían a desplazarla, se había preparado mentalmente; no obstante, no era sencillo dejar ir a Killua sin mirar a la persona que la apartaba de ella. Por otro lado, ella misma había llegado al punto de comenzar a ver la relación con un poco más de naturalidad; tanto convivir con ambos le había facilitado el proceso, y ya era capaz de considerar adecuado dejarlos tener un día como pareja.
—Entiendo si no quieres hacerlo. Honestamente, Killua entendería muy bien si te niegas a aceptar nuestra relación, desde el principio estaba preparado para esto.
—¿Este es un progreso especial entre ustedes?
La respuesta era obvia. No se tomó la molestia de responder.
—¿Él te lo pidió?
—No es relevante para ti.
La brutal honestidad de Illumi podía ser hiriente en ocasiones. No quiso quejarse. Debía dar una respuesta y sólo hacía más que morderse los labios y juntar sus manos en forma nerviosa.
—¿Sólo un día?
Tuvo deseos de caminar hasta ella y zarandearla para ver si así le prestaba la atención debida.
—Sí, sólo un día. Lo pido porque quiero que estés en el cuarto y no salgas, no quiero que Killua se la pase preocupado por tu bienestar. Sé que puede ser un sacrificio para ti, pero es un precio a pagar.
—De acuerdo —contestó velozmente, no quería escuchar más explicaciones de su hermano mayor, su manera de hablar a veces era demasiado filosa para su buen corazón.
Se echó sobre la cama, rendida ante la realidad. Poner resistencia era absurdo e inútil, Illumi no dejaría a Killua jamás, y Killua probablemente tampoco cambiaría las cosas, por lo menos no por un largo periodo.
—¿Cuándo? —le preguntó.
Illumi miró hacia la ventana, calculando el momento más conveniente para ambos.
—Dentro de tres días —tendría tiempo para buscar un buen lugar, conseguir todo lo que necesitaba para su cita y por supuesto, recompensar a Alluka con algo bueno en qué entretenerse.
Fue toda una hazaña completar todo en tan poco tiempo. Era difícil elegir un espacio lo suficientemente privado y a la vez que complaciera al signo zodiacal de Killua como para brindarle comodidad; necesitaba encontrar algo hogareño, sencillo, que le infundiera confianza y que no mostrara pretensiones, de lo contrario se ganaría su desprecio al no darle señales de autenticidad.
—Alluka se quedará hoy en el hotel. Tú y yo saldremos todo el día —le anunció una mañana cuando se disponían a salir a desayunar.
—¿Hoy…? —su expresión delató lo que estaba a punto de decir.
—Sí. Hoy.
Killua estaba nervioso, ansioso. Su corazón comenzó a latir increíblemente fuerte, o al menos así le pareció. Mostraba una gran sonrisa que no podía quitar por más que se esforzaba por disimular su felicidad. Después del desayuno, Illumi lo guió a un sitio cerca de la playa. Una casa un tanto apartada de la sociedad que lucía bastante agradable.
—¿Y éste lugar?
—Lo compré hace poco —no quiso decir que se dio a la tarea de movilizar a Gio para que le buscase un sitio agradable y decorarlo sólo para ese día. Finalmente, rentar una habitación en un hotel no lo encontró adecuado para llevar a Killua, le sonaba incluso vulgar.
La casa tenía un jardín que daba directamente al mar desde donde se podía ver todo el espléndido paisaje de las olas meciéndose sobre la arena blanca. Killua exploró el jardín y se puso de pie, recargándose contra las rejas para mirar al horizonte.
—Quería traerte primero antes de invitar a Alluka a pasar unos días aquí.
—A ella le va a encantar. Le ha gustado mucho el mar…
—Nunca vemos esta clase de paisajes en casa.
Prefirió cambiar el tema. No habían dejado a Alluka atrás para ponerse a hablar sobre ella.
—Me encanta cómo se ve el mar desde aquí.
Illumi se acercó a él por detrás y lo abrazó, atrayéndole para besar su cuello. Él también estaba tan nervioso, era un poco incómodo actuar sin el factor sorpresa, pero confiaba en que poco a poco se adaptarían. Amó la reacción de su dulce albino, el cual se acurrucó en sus brazos como si hubiese estado esperando por una eternidad para ser libre de mostrar su lado más tierno.
—Vamos adentro —susurró, besó su mejilla y Killua se dio la vuelta para seguirlo al interior de la casa.
El clima adentro era bastante agradable. Las paredes lisas y blancas, el piso de madera oscura, bien protegido; todo se veía perfectamente limpio y balanceado, las decoraciones sobrias le inspiraban a descansar; era un perfecto ambiente como para olvidar cualquier problema. Por fin veía un espacio que reflejaba lo que siempre creía de su hermano, lo perfecto y bien trabajado que era en cada aspecto de su vida. Luego divisó un espacio que no estaba terminado, un cuarto de estudio al fondo que tenía una gran ventana cubierta por periódico viejo; al centro destacaba una mesa de acero repleta de libros sin ningún orden en específico.
—Todavía me falta traer un par de cosas… —cerró la puerta del cuarto. Había algunos libros sobre el zodiaco que no quería que su hermano viera por pena a tener que explicar en lo mucho que ahora creía en esas cosas.
—¿Qué era ese pergamino?
—El tetragramatón. Un interesante símbolo para hacer invocaciones y otros trabajos.
Los ojos de Killua destellaron. Illumi notó en ellos ese deseo por aprender que tantas veces vio Nimrod, y se sonrió. Si tenía algo que agradecerle a esa entidad, era la cantidad de conocimiento que había depositado en su mente, y que le permitiría explotar sus habilidades al máximo, además de tener una mejor relación con su hermano.
—¿También te gusta esta clase de cosas? —preguntó el albino, inseguro del gusto de su hermano por lo oculto, hasta ahora lo sabía de parte de Nimrod, pero él era todavía un misterio.
—Me guste o no, de algún modo siempre termino enredado en estas cosas, así que es mejor que me guste.
El menor quería ir al cuarto de estudio, no le importaba que estuviera inconcluso. No había planeado llevarlo a ver los libros que guardaba, pero todavía no consideraba que el chico tuviera la aptitud para involucrarse en esos temas y antes de que pudiera pedirle ir a explorar el cuarto, lo tomó de la mano y lo jaló para que viera otros lados.
—Este es el último libro que estuve estudiando. Es sobre metatrón, una entidad de Nen, diferente a la mía.
Killua respondió sosteniendo el libro para ojearlo. Era la primera vez que notaba que su hermano estudiaba sobre un tema como ése, creía que evitaba a toda costa tocar el tema de las entidades de Nen e internamente tuvo un poco de miedo, ¿qué tal si Illumi buscaba librarse de su deseo?, ¿se olvidaría de él? Francamente no quería que Illumi se olvidara de su amor, ni deseara cambiar su relación.
—¿Te interesan las entidades de Nen?
Se sentó sobre el sillón de la sala que daba a la puerta corrediza frente al patio colocando el libro en sus piernas e Illumi le siguió, sentándose a su lado.
—Sería conveniente entenderlas. Así podríamos enfrentarlas.
—No todas son malas —le sonrió— no deberíamos pensar en enfrentarlas, quizá sólo… uh… sólo aprender a vivir con ellas.
Con eso intentaba decirle a su hermano que él no deseaba darle más rodeos a lo de Nimrod, que bien podía vivir con eso por siempre y él estaría ahí para ayudarle.
—No lo creo, yo sé lo que digo… —acarició la mano del menor, tenía mucha pena de hablar de eso, más considerando los abusos por los que el chico había pasado a costa de él— Todo tu mundo cambia por siempre.
—Alluka tiene una —se le escaparon las palabras, el exceso de confianza estaba comenzando a hacer efecto, quiso callar pero ya era muy tarde—, su entidad es buena, pero ha tenido que volver a su tamaño original.
—¿Alluka tiene un ente de Nen? —ocultó el horror que le trajo la noticia. Tantos años viviendo con Alluka y jamás había sospechado de ella. Alluka era tan joven e inocente, poniéndose en su lugar podía admitir que tuvo una vida horrenda.
—S-sí… mmm… pero ya está controlada —se asustó por ver a Illumi tan preocupado y pensativo. Apretó su mano para llamar su atención— ¿Illumi?
—Lo siento, Kil. Estoy bien.
Vio en su imaginación tantos años de rechazo a esa niña provocados por la ignorancia, tal como le sucedió a él. Killua debía ser un gran héroe para la chica al ser el único miembro de la familia que no le había rechazado abiertamente.
—¿Y qué con ese gramón?
—Metatrón —se rió.
Sin querer volvieron a perderse en una de esas conversaciones sobre entidades, magia y ocultismo que tanto los atraían. Era bastante ameno el ambiente, considerando que Illumi tenía mucho conocimiento para compartirle, cada duda que tenía le era resuelta y descubría que tenía más y más ganas por conocer de ese mundo secreto.
—¿Tienes hambre? —le preguntó Illumi después de ver que ya era tarde y se les había ido el tiempo demasiado aprisa.
—¡¿Vas a cocinar?! —preguntó animado, pero luego recordó algo que le hizo sentirse bastante mal. No era que Illumi cocinara, sino Nimrod— lo… lo siento.
Detestaba que tantos recuerdos que se suponía compartía con Illumi, en realidad eran recuerdos de su vida con Nimrod. La risa de Illumi le hizo salir de sus pensamientos depresivos.
—Yo también sé cocinar. No pensaba hacerlo, pero si tanto te gusta, lo haré. Después de todo, los conocimientos del ente, son ahora míos.
Ni siquiera recordaba si había ordenado que llenaran la cocina con alimentos, revisó para saber si podría cumplir con su palabra o no. Por fortuna los encargados de la decoración se habían tomado la molestia de abastecerlo de alimentos, probablemente era parte del paquete que había pagado y que no le dio la más mínima importancia porque andaba con prisas.
Preparó algo que no fuera tan complicado puesto que ambos tenían hambre y no quería pasar mucho tiempo entre la cocina. Killua permaneció cerca de él, mirando todo lo que hacía porque dijo que quería aprender. Recordó entonces que el signo de cáncer era bastante hogareño, y que era buena idea darle esa sensación de una familia normal para que él se sintiera a salvo. De vez en cuando se acercaba a darle un beso en la mejilla, una caricia breve para que no se le olvidara cuán importante era para él.
Killua estaba inmensamente feliz, si en algún punto del día llegó a creer que estaba cometiendo una locura al estar con su hermano, actuando como un par de enamorados, ya se le había pasado. Illumi llenaba cada detalle de su vida con tanto cariño que no quería volver a pensar en los lazos de sangre que les unían jamás. Se convenció de que ellos dos eran un par de almas viejas que siempre estuvieron juntas a través del tiempo, tanto que ahora compartían lazos de sangre.
Comieron juntos en el patio por sugerencia del albino que quería seguir viendo el mar y, después de la sobremesa, Killua decidió darse una ducha. El calor de la playa le hacía sentir la piel pegajosa y tuvo pena de que Illumi le tocara cuando su cuerpo estaba tan sudado. Claro que Illumi accedió, y aprovechó para también darse una ducha en otro de los baños de la casa para darle privacidad al menor. Estaba anocheciendo y quería distraerse con algo que le devolviera la calma, los nervios estaban matándole. A estas alturas todo debía salir perfecto, no podía defraudar a su niño.
Killua sabía que esta pausa era la última, lo presentía. En cuanto saliera, de seguro Illumi lo tomaría entre sus brazos, lo llevaría a su cama y por fin le haría el amor. Ya lo veía venir y eso hacía que sintiera cosquillas en el estómago, se preguntaba cómo sería, si escucharía ese idioma extraño que Nimrod solía usar cuando estaban juntos y que quería provocarle placer; si sería rudo, o suave; hasta ése momento, intentó recordar cómo se veía desnudo, pero no pudo, por más que lo intentó, no lo recordaba. Siempre que estuvo con Nimrod, evitaba a toda costa el ver el cuerpo desnudo de su hermano y eso quizá era bueno, porque ahora de sería como si de verdad fuera su primera vez.
Se relajó con el agua tibia; evitó pensar en lo que aguardaba fuera del baño porque cuando lo recordaba sus nervios regresaban y no podría calmarse. Respiró hondo, se concentró en el agua, en el clima y la comodidad de esa casa; para cuando reaccionó ya había prolongado bastante la espera y salió de la regadera; no prestó atención a lo que se puso, dado que había algunas prendas con olor a nuevo cerca de un espejo dentro del enorme baño, un pijama que encontró, de una talla mayor a la suya; el pantalón le ajustaba bien pero la parte superior le quedaba bastante grande así que mientras caminaba por el pasillo, aprovechó para doblarse las mangas hasta arriba de los codos.
No fue difícil dar con el cuarto de su hermano, era el único con la luz encendida y la puerta abierta como una invitación a que ingresara. Volvió a respirar hondo y se detuvo en la entrada. Illumi también se había dado un baño, lo notó por su cabello húmedo. Traía puesto sólo unos pantalones grises de lana, y estaba sentado cómodamente sobre la cama mientras leía un libro con mucha atención. Miró su cuerpo, sus brazos bien formados, su abdomen marcado, era llamativo y atrayente, más viéndolo como una persona brillante e independiente.
—¿Kil? —detuvo su lectura, extrañado por ver que el chico no entraba al cuarto. Se dio cuenta que había tomado un par de prendas que había encargado para abastecer la casa— lo siento, olvidé decirte dónde encontrar ropa de tu talla.
—Estoy bien, no importa —se rió, Illumi era terriblemente detallista y perfeccionista. Eso le agradaba hasta cierto punto.
Illumi hizo a un lado el libro y lo observó con más atención. No podía creer que no se diera cuenta de lo atractivo que era en todos los sentidos. Su belleza tan poco común, su risa, su carácter y valores, su inteligencia, gustos y cada detalle que lo conformaba como persona, parecía una broma de la vida que le pusiera a semejante espécimen por hermano menor. Odiaba que fuera así porque entonces no podía proclamar abiertamente su devoción, al menos, no voluntariamente, porque si Killua se lo permitiera, a él le importaría un carajo lo que dijeran los demás, él no tendría ni el más mínimo pudor en hacerlo evidente frente a todos. Estaba orgulloso de haber conseguido su meta más difícil ¿por qué ocultarlo? Entonces recordaba que no se trataba nada más de él, si la información se difundía, existía el riesgo de que Killua también pagara por las consecuencias. Eso sí era algo que no estaba dispuesto a tolerar.
Killua caminó hasta la orilla de la cama. Se sentía como una gelatina, pero no quería trasmitir sus nervios por temor a que Illumi rechazara la idea de tomarle y tener que esperar otros largos meses antes de que se animara a dar ese paso otra vez.
Era un poco tonto, porque Illumi veía cuán nervioso estaba, estaba claro que no sabía por dónde empezar. Su deber como el mayor era calmar sus nervios y guiarlo. Dio un par de palmadas a su lado, indicándole al menor que se sentara a su lado, y Killua le siguió, acomodándose junto a él con una expresión llena de curiosidad.
—¿Asustado? —preguntó mirando su perfil.
—No, no. Para nada.
Pasó una mano por sus blancos cabellos como para brindarle confianza.
—Desde que eras un bebé te ponías así cuando tenías que hacer algo que te daba miedo.
—¡No es justo! —se quejó con un puchero un poco sobreactuado— Siempre vas a un paso delante de mí y yo no puedo atinar a todo lo que te pasa. No podría saber lo que estás pensando en estos momentos —suspiró, siempre había querido decir eso. Especialmente desde que su relación inició y que descubrió lo difícil que era entender el deseo de Illumi, con tanto autocontrol que poseía.
—¿Qué quieres saber? —tomó su mano y la besó— ¿Por qué no me lo preguntas?
—Porque se supone que te conozco de toda la vida y sin embargo, parece que no sé nada de ti. No sé qué fue en tu adolescencia, ni lo que te gusta o disgusta. Me siento como un tonto.
Ser sincero le daba alivio. Ahora más que nunca tenía deseos de conocer a Illumi, de memorizar cada rincón que formaba su vida y ser el primero en decir lo que pensaba sin tener que preguntar nada.
—Kil, cualquier cosa que desees saber de mí puedes preguntarme. Yo responderé cada una de tus preguntas, soy un libro abierto para ti. Después de todo, soy tuyo.
Killua se dio la vuelta para mirar a su hermano. Esas palabras habían tocado su corazón y tenía unas enormes ganas de besarlo y tener el valor de transmitirle lo que sentía, pero era difícil y bochornoso; sólo su rostro delató cuan agradecido estaba de que Illumi le tratara como un tesoro especial.
Dejó a un lado su inhibición y se arrodilló para besar a su amante. Era curioso darse cuenta que cada vez que le besaba, Illumi sonreía. No hacía falta que lo viera, lo sentía en sus labios, la tensión de sus músculos cuando esbozaba su sonrisa. De eso podía jactarse, de ser el que robaba más sonrisas en ese casi inexpresivo y solemne tipo que difícilmente dejaba a alguien más acercarse a él. Adoraba sentir su sonrisa a través de sus labios.
Illumi invirtió los papeles, y sutilmente lo fue recostando en la cama. Se separó de sus labios cuando por fin el albino se acomodó sobre el cómodo colchón.
—¿No preguntarás nada? —preguntó juguetonamente, y se inclinó sobre él para besar su cuello.
Killua suspiró, el contacto de los labios calientes y húmedos, empezaba a encender su cuerpo.
—Claro… —trató de formular cualquier pregunta que le sacara del apuro— tú color favorito…
La forma en la que lo preguntó le fascinó. Apostaba que ni siquiera le prestaría atención a la respuesta.
—Blanco. Azul. Especialmente si vienen juntos.
Fue desabotonando la parte superior del pijama, desnudando lentamente su pecho. Luego comenzó a descender por su piel entre caricias que provocaban que sus vellos se erizaran.
—Mmm… —intentó pensar en otra pregunta, la que fuera, pero la lengua de Illumi bajando por su abdomen era todo lo que venía a su mente— ah…
—¿Otra pregunta? —se levantó, maravillado por la vista. Killua respiraba agitadamente y sus mejillas sonrosadas sólo le incitaban a seguir con su jugueteo. Deseaba desnudarlo por completo, se le hacía agua la boca al imaginarlo.
Killua lo intentó, de verdad que lo hizo, pero su mente sólo podía enfocarse en las cálidas manos de Illumi paseándose por su pecho. Su hermano se puso sobre él y le besó acaloradamente. Killua tuvo la necesidad de levantar sus manos y tocarlo, pero de inmediato volvió a temblar de nervios y se resistió a seguir deslizando sus manos por los hombros de Illumi.
—Tócame, Kil —le dijo al oído, consciente del temor del menor— puedes hacer cuanto desees. Confía en mí —guió una de sus manos hasta su pecho y la estrechó con amor junto a su corazón.
Él también estaba nervioso, sus latidos lo delataban y Killua sintió alivio al descubrirlo. Cada gesto que Illumi hacía, los detalles, palabras y movimientos sólo hacían que el amor por él incrementara; era demasiado bueno para ser verdad, no podía creer que de Illumi fuera tan gentil y considerado.
Hizo tal cual como se le pidió, deslizó su mano por su pecho, bajando por su abdomen, sintiendo la pálida piel de su hermano, tan suave y caliente. Illumi se volvió a inclinar sobre él, y bajó por su cuello hasta su vientre, dejando un camino de saliva que al contacto con el aire se desvaneció. Entre más bajaba, más cosquillas y otras sensaciones se producían en el cuerpo del menor, el cual respiraba agitadamente, deseoso por más.
No quería que hubiera prendas de por medio, anhelaba hacerle el amor sin ninguna obstrucción en su camino. Se detuvo sólo para quitarle la camisa y poder besar sus brazos, no quería desatender cada área sensible de su cuerpo. Lo amaba, sin duda alguna lo hacía y no tenía palabras para decírselo; tantos años de su vida encerrado en sus miedos y ahora comprendía mejor cuán libre era tras haber sufrido en silencio toda su vida. Se dejó besar, Killua anhelaba tener más participación y se sorprendió cuando sintió que el menor halaba del elástico de su pantalón, como indicándole que se deshiciera de eso. Sonrió, ambos estaban listos para seguir.
Bajó un poco más para quitarle el pantalón al albino ,el cual cooperó con un aire de timidez, dejándole sólo en ropa interior. Killua enrojeció involuntariamente cuando se vio tan expuesto delante de la mirada de su hermano, pero su temor se redujo cuando vio que éste procedía a obedecer su orden secreta, sólo que Illumi se desnudó por completo.
Killua detuvo su mirada sobre su cuerpo desnudo, era la primera vez que le prestaba atención a los detalles. Tenía una cicatriz alargada que iniciaba desde la parte inferior de su cadera hasta la ingle, y un lunar llamativo casi llegando a su entrepierna, y sobresalía una erección que, claro, no pudo evitar observar con disimulo. Lo había imaginado así tantas veces, con su cabello largo suelto, desordenado por tanto movimiento, su sonrisa sensual, seduciéndole para caer rendido ante sus pies; inconscientemente abrió las piernas para que Illumi se posara entre ellas.
El mayor se coló entre sus muslos besando su blanca piel, dejando algunas sutiles marcas de sus dedos, y prestó especial atención al momento en que su mano por primera vez rozó la erección de su joven amante. Un corto gemido le dio a entender que estaba bastante sensible, pero no iba a arrojarse sobre su objetivo tan rápido, no sin su consentimiento. Se subió a su cuerpo y susurró a su oído:
—Quiero verte desnudo. ¿Puedo…?
—Sí…
Deslizó sus manos por su cadera sosteniendo la tela de sus calzoncillos y los fue bajando. Killua levantó sus caderas para facilitarle las cosas. Mirando fijamente la expresión de su hermano, deleitándose en cada momento; Illumi mostraba la más fiel de las devociones, la lujuria estaba consumiéndole y él era el responsable de que fuera así. Podía jactarse de ello.
Se retorció de placer cuando la mano del mayor rodeó su erección. El morbo, el pecado de dejarse tocar por su hermano mayor, el placer, y el amor todos revueltos en una fracción de segundos lo dejaron casi sin aliento. Illumi comprendió cuán desesperado se encontraba por estar entre sus brazos al ver esa reacción tan explícita en su cuerpo; el menor se mordió el labio inferior, y aun así no podía disimular sus gemidos. La mano de Illumi le provocaba espasmos de placer que le sacaban de todo razonamiento. El morocho se alzó sobre él para besarle tiernamente y aprovechó para restregar su cuerpo desnudo. La sensación más increíble que hubiese imaginado apareció al estrechar sus cuerpos, rozando sus erecciones. El autocontrol pasó a ser algo que apenas podían distinguir, pero se detuvieron; el lenguaje de sus cuerpos ahora podía entenderse mejor y sabían que no deseaban conformarse con sólo eso.
—Illumi… —susurró en su oído, con voz sin aliento— yo… mmm…
Lo sabía, no necesitaba que Killua lo dijera, besó su frente.
—¿Estás seguro? —luego besó su mejilla.
Killua no podía estar más seguro de lo que pedía. A duras penas podía contener su consciencia, y antes de que Illumi se distanciara de él, lo tomó por la nuca y lo jaló hasta acercarlo a sus labios. Esta vez le besó en forma demandante, lamiendo los labios del mayor, como si con ello gritara por más, no estaría conforme con sólo esto.
No lo hizo esperar, en cuanto Killua le dejó ir, fue en busca del lubricante que estaba a sólo un metro de la cama, listo para su uso y volvió dispuesto a concluir la petición de su hambriento novio. En cuanto el albino vio que su deseo ya era una realidad, instintivamente abrió más las piernas, invitándolo a tomar su cuerpo a su antojo. Los ojos de Illumi brillaron ante el deleitante espectáculo. El templo sagrado del placer estaba frente a él, prestando su altar para consumar su ofrenda. Se arrodilló en la cama, besó el abdomen de su tierno amante y bajó hasta su entrepierna, acariciándola con su lengua. Killua respiró hondo, necesitaba relajarse para lo que vendría, así que cerró los ojos y se perdió en las sensaciones deliciosas que despertaban en su cuerpo.
Illumi deslizó uno de sus dedos humectados al interior de su niño con mucha suavidad, reparando en cada expresión que el cuerpo del menor denotaba y así descifrar si iba por buen camino. Killua volvió a respirar profundamente y siguió empujando su dedo al interior, todavía un poco más. Era relativamente sencillo con la cooperación de su amante. Lo movía de adentro hacia fuera; arriba y abajo, asegurándose siempre de no lastimarlo y cuando estuvo seguro, repitió el procedimiento añadiendo un dedo más a la fórmula.
Al principio fue difícil para el albino mantenerse tranquilo. Los dedos de Illumi le hacían apenarse y un mal recuerdo apareció para su disgusto, pero abruptamente y sin que pudiera comprender el motivo, Illumi lo atrajo a él, besó su abdomen y pronunció.
—¿Alguna otra duda?
Killua abrió los ojos. No iba a mantenerse así, no con Illumi. Con Nimrod siempre evitaba ver hacia abajo, ignorar todo el acto lo más posible, pero no estaba haciendo algo obligado por el deber; se encontraba ahí por el mero gusto de enloquecer a su novio, entregarse a él y demostrarse a sí mismo que nunca más volvería a manchar su cuerpo con la maldición de estar con alguien que no era de su agrado. Con cautela fue enfocando su mirada hacia su objetivo. Su vista se fue aclarando, y vio justo en el momento en que su hermano metía a su boca su miembro viril. Una escena tan erótica que fue imposible no gemir en voz alta. Sus largos negros cabellos estaban a un costado, permitiéndole la visión, el momento en que subía y bajaba por la extensión, y cada punto sensible emitiendo señales irresistibles.
—¿Cuánto más planeas esperar? —parecía más una exigencia que una duda. Illumi se rió disimuladamente. Él también estaba a punto de perder la cordura.
—Ya no habrá marcha atrás.
—Nadie lo está pidiendo.
Antes de concederle su deseo volvió a besarlo. No planeaba en lo más mínimo enviar una señal equivocada a su mente y que tomara todo el acto por mero sexo. Era amor puro y sagrado, no permitiría que se viera opacado por la vanidad. Se acomodó, listo para concretar su sacrificio. Metió apenas la punta, la respiración de Killua se volvió agitada, y esperó a que se calmara antes de seguir.
Ingresó con cautela, deteniéndose a cada momento para esperar a que el menor se acostumbrara a su cuerpo. Hasta que lo consiguió, quedó perfectamente en el interior, ambos respiraban descontroladamente, y espasmos de placer los recorrían. Illumi ya no quería seguir controlándose tanto, pero lo hacía por amor a Killua. La magia de la carta estaba en su máximo apogeo, lo notaba, el Nen ancestral implantado en su cerebro estaba comenzando a enviar señales profundas de amor y pasión, proporcionando un placer que no podía ser fácilmente evitado.
El juego alquímico del acto, la magia, la energía kundalini en su máxima expresión. Killua pronto llegaría al punto más alto, su visión se volvió como una alucinación increíble, como si todo su espacio se hubiera triplicado y el aire a su alrededor se volviera turbulento. Veía destellos de luces rosas alrededor de Illumi y su visión se nubló poco a poco.
—No… mmm… no te contengas —gimió. Ya no podía esperar ni un segundo más por consumar el acto. Quería que Illumi también sintiera todo ese placer increíble que él le provocaba. Movió sus caderas para estimularlo y escuchó con regocijo la voz de Illumi escapando.
—Ah… Kil…
Era terrible la lujuria que ese niño despertaba en él. Lo peor era que sus movimientos le robaban la capacidad de pensar, y se aferró a la cama para moverse y así incrementar el placer entre ambos. Ya no importaba sus pasados, si eran hermanos, o si alguien los veía. Sólo sabían que deseaban perderse entre tantas olas de exquisita fruición.
Killua fue el primero en terminar, pero el efecto de la magia en su cuerpo no le permitió parar a descansar. Ansiaba satisfacer a su amante, lo necesitaba como al mismo aire. Presionó a Illumi con sus piernas, y se movió más sensualmente para estimularlo. Dejó que su voz inundara el cuarto.
—Illumi… hazlo… mm…
¿Qué podía hacer ante tan sugerente idea? Cedió, no resistió más, y terminó en el interior de su acalorado amante. Ambos sudaban en grandes cantidades. La alucinación se detuvo, y pudo ver con claridad el cuarto, el cabello de su hermano deslizándose por una de sus mejillas, hecho un desastre, el golpeteo incesante de su corazón y la luz suave que apenas iluminaba un poco. Illumi se sostenía temblorosamente sobre sus codos respirando velozmente para recuperarse y él, que estaba más o menos en la misma condición, se detuvo a observarle. No sentía vergüenza ni malestar por estar ahí, milagrosamente se sentía orgulloso. Nadie más podía ver a Illumi como él lo hacía, tan cansado y débil en muchos sentidos. Todas sus facetas, desde la felicidad hasta la tristeza, era todo suyo, tenía la absoluta exclusividad por sobre él.
—Mío —pronunció.
De todas las cosas que Killua pudo haber dicho en ese momento, Illumi jamás imaginó que diría algo tan complejo como eso. La naturaleza de su signo saliendo a flote en toda su esencia. El trabajo de la carta era perfecto y preciso, no tuvo duda alguna al respecto.
—Así es —confirmó y besó fugazmente sus labios antes de recostarse a un lado suyo.
Ambos sentían como si un gran peso les hubiera sido arrebatado. Cansados, pero felices, se tomaron de la mano mientras poco a poco se iban recuperando.
—Acércate —pidió Illumi. Todavía el efecto de la carta estaba muy fresco, debía asentar sus emociones para que Killua se sintiera feliz por más tiempo.
Killua obedeció y recibió un abrazo en respuesta. Illumi lo recostó en su pecho y acarició su espalda y cabellos. Permanecieron en silencio por un largo rato, pues no había nada que añadir. Estaban satisfechos, sólo querían estar juntos por más tiempo. De pronto un día de soledad les pareció demasiado poco, pero ninguno quiso admitirlo.
«Fue mucho mejor de lo que imaginé», pensaba Killua.
Escuchar el corazón de Illumi le adormilaba. Sentía algo de pena por dormirse sobre él pero era la posición más cómoda que encontraba cada vez que dormían juntos; por más que evitaba dormir así, terminaba acurrucado en su pecho. Le alegraba bastante que Illumi se hubiera rendido ante él, incluso sentía más y más deseos de decirlo «él es mío, ahora me pertenece nada más a mí», por alguna razón esa idea lo emocionaba bastante. No por ser cruel, sino porque borraba todo rastro de egoísmo. Podía decir que tenía derecho a verlo con frecuencia, a saber más de él, a velar por su bienestar porque era suyo; era libre para protegerlo porque cuidaba sus pertenencias; no tendría vergüenza de nuevo por preguntarle nada personal, ni pedirle nada a cambio.
—Y pensar que… —pensó en voz alta y se contuvo. Estuvo a punto de decir algo verdaderamente estúpido y se arrepintió de su fugaz exceso de confianza.
—¿Qué…?
—No, nada.
Quería patearse a sí mismo. Conociendo a Illumi, no se quedaría con la curiosidad, menos justo después de haber intimado, era imposible contenerse en un momento así.
—¿Por qué la vergüenza?
—Es algo fuera de lugar.
—¿Y?
—No me hagas decirlo.
Esta era una de esas raras ocasiones en las que Illumi deseaba ponerse juguetón y molestar a su amante. Sonrió malévolamente a sabiendas que Killua no veía su expresión.
—Pero yo quiero saber.
—Illumi… no —negó pero ya sabía de antemano que no podía poner resistencia por mucho tiempo.
—¿No?
Resopló.
—¡Pero luego no me reclames por decir tonterías! —Illumi esperó a que continuara— pensaba… bueno… Nimrod sacaba ventaja de esto, aprovechando que a él no le importaba que pues… compartimos padres.
Se sentía estúpido diciendo todo ese discurso. Peor al mencionar su lazo consanguíneo.
—¿Crees que al Hombre de la Y no le parecía relevante que somos hermanos porque él no te ve como tal?
Y era peor aún escuchar a Illumi hablar tan directamente, aunque conociéndolo, sabía que lo hacía para molestarlo.
—¿Tienes que decirlo así? —la risa de Illumi delató sus intenciones.
—Cuando el ente era un ser humano, vivió en una época en la que no existía el incesto porque simplemente era algo normal. Su esposa Semiramis era la más importante para él, su mano derecha, pero él tenía un harem, y entre sus otras esposas estaban sus propias hijas, y hermanas. Él simplemente no comprendía porqué para mí era tan difícil admitir mis sentimientos por ti, porque para él era absurdo que yo siguiera una regla social.
Se levantó de la posición en que estaba, admirado por el descubrimiento.
—¡¿Qué?!, ¿sus hijas y hermanas?
—Y probablemente también hijos… quizá hermanos. No lo sé. No existía tampoco el concepto de homosexualidad, así que…
—Espera… ¿Qué si existía?
—El amor, supongo…
Hubo un prolongado silencio. Era incómodo, Killua mentalmente se reclamó por su reacción, se estaba sorprendiendo por un montón de relaciones incestuosas cuando él mismo mantenía una. Se alarmaba por cosas a las que ya no tenía derecho de escandalizarse.
Illumi acomodó los blancos cabellos, llevando uno de esos mechones detrás de una de las orejas.
—Como lo que yo siento por ti —murmuró Illumi y Killua desvió la mirada.
—¿No te da pena decir algo así?
—¿Te molesta que lo haga?
—No —se rió nerviosamente.
—Entonces ¿por qué habría de avergonzarme? Si me dijeras que te molesta, por supuesto que no volvería a decirlo, pero si me estás dando permiso, entonces…
—A veces creo —interrumpió—, a veces creo que si no te hubiera dado la oportunidad; no te hubiera conocido jamás.
—Claro que sí. Me conocerías como tu hermano mayor.
—Y nada más —terminó con un aire frío, la realidad de sólo verlo como un hermano increíblemente le parecía dolorosa.
«Yo soy el afortunado», deseó decirlo en voz alta pero Killua reclamó sus labios. Adoraba que lo hiciera, que se desinhibiera más a la hora de los besos.
Se quedaron en el cuarto descansando un rato más. Illumi fue el primero en salir del cuarto para bajar a preparar algo de cenar, mientras Killua se quedó en la cama un rato más a descansar, le dolía su cuerpo pero no quería admitirlo todavía dado que no quería que su hermano entrara en pánico, como apostaba que pasaría si se llegaba a enterar. Miró el techo de la habitación, no se sentía avergonzado por sus actos, su corazón latía aprisa gustoso por haber llegado tan lejos y con tan apasionado amante.
Illumi era una caja de sorpresas, podía actuar como un tipo serio y difícil de tratar, pero una vez que se cruzaban sus límites, se descubría a un ser humano, con muchas emociones, con malos y buenos días, gustos y otras tantas cosas que todavía faltaban por descubrir. Lo más sorprendente era esa capacidad para llenar su vida de colores cuando parecía que él vivía en un mundo gris. Illumi sabía perfectamente qué decir para revivir su alma vacía.
«Cómo lo que yo siento por ti» recordó sus palabras «amor» y esa palabra sobresalió, si pudiera brillar probablemente en estos momentos sería un faro encendido. Pensaba en todas las cosas buenas que merecía Illumi, en cuánto deseaba provocarle más sonrisas de esas que nada más él podía ver, esas expresiones intimas que de vez en cuando atestiguaba, volverlo loco de placer, y hacerle vibrar; correr a sus brazos y hundirse en su pecho.
—¡Diablos!
Se levantó de la cama a toda prisa ignorando el dolor, al fin no era tanto. Le había dicho a Illumi que bajaría pronto y posiblemente lo estaba haciendo esperar.
Lo vio recargado sobre una barra de concreto que dividía la cocina del comedor, mirando hacia algún punto en la nada.
—¿Illumi? —le llamó y lo vio girarse sorpresivamente hacia él.
—¿Cómo te sientes? —le ofreció una mano y el menor la tomó, en un instante Illumi ya lo había jalado hacia él en un semi-abrazo.
—Estoy bien —se recargó en su pecho, el aroma de la cocina inundó sus pulmones y le abrió el apetito. De sólo imaginar que lo que comería tenía un aroma tan agradable, deseaba ya poder sentarse y disfrutar su noche.
—¿De verdad? —acarició su espalda desnuda. Killua sólo había optado por ponerse los pantalones, verle así de expuesto en casa le agradaba, sólo hacía falta quitar esa prenda para llegar al paraíso.
—Eres un exagerado —soltó la risa.
—Lo siento.
—Me encanta que sea así. Tan nervioso y perfeccionista ¿podríamos sólo comer? No, porque mi novio no puede sólo comer si no está seguro de que yo esté bien —la palabra "novio" le había costado mucho trabajo mental, pero después de tanto tiempo llevando su relación como si fuese normal, se había auto-convencido de que debía comenzar a usarla.
Illumi no dejó que la sorpresa por escucharle admitir su relación intimidara a su hermano menor. Le dio un suave apretón y estuvo seguro de que Killua estaba de buen humor cuando volvió a escucharle reír, ese maravilloso sonido que desde que era un bebé le hacía sentir tan seguro y estable.
Cenaron y volvieron a la cama, entre cariños mutuos, y una buena conversación que duró hasta la madrugada. Entonces volvieron a hacer el amor y por fin decidieron dormir.
Casi a medio día Killua se despertó con mucha pereza, nuevamente estaba sobre Illumi, se había quedado dormido en su posición favorita, sobre el pecho de su hermano. La respiración un poco desigual del morocho le indicó que estaba despierto; recordó la noche anterior, cuando el mayor estaba entre sus piernas al borde del éxtasis, y su corazón se aceleró. No podían quedarse mucho tiempo asolas, debían ir por Alluka y no tenía el más mínimo animo de hacerlo.
—Lo siento, Illumi. Volví a quedarme dormido sobre ti.
Pasó una mano por los hombros desnudos del albino. Estaba tibio, juraba que tanta confianza y entrega le volverían mil veces más adicto a la sensación de su piel desnuda —si es que era posible aquello— y le costaría un infinito trabajo dejarlo ir.
—No importa.
—No te dejo dormir a gusto.
—No me incomodas.
—Illumi… —no quería que se volviera su esclavo y permitiera que le tratara como se le diera la gana sólo por ser él.
—Además, originalmente es mi culpa —le dio por reír en cuanto pensó mejor las cosas. Escuchó el suave reclamo del niño y supo que no tendría remedio más que explicar lo que decía—. Cuando eras un bebé dormías en mi cuarto por órdenes de papá y mamá, todas las noches despertabas llorando por la madrugada. Era la misma rutina de todos los días: me despertaba y llamaba a los mayordomos; revisaban lo de siempre, que no necesitaras un cambio, que no tuvieras hambre, que no estuvieras enfermo o adolorido por algo, y cuando terminaban, volvían a llevarte conmigo y yo debía dormirte de vuelta. Al principio era un martirio para mí —confesó.
Killua estaba atónito, era la primera vez que escuchaba a su hermano hablar de algo tan humano.
—No tenía ni la más mínima idea de cómo dormir a un bebé y tampoco tenía el interés por aprender. Un día simplemente me harté, no podía dormirte, y yo estaba demasiado cansado por el entrenamiento, así que me acosté contigo sobre mi pecho. No sé qué fue, pero no pasaron ni tres minutos cuando ya te habías dormido. Fue tan mágico, que comencé a hacer eso todos los días. Te ponía sobre mi y nos quedábamos dormidos en mi cama. Creo que es un viejo hábito que nos gusta a ambos.
Por su parte, el albino no tenía idea de qué responder a tan adorable anécdota. No la sentía como si fuera algo que compartieran, parecía sacada de una de esas historias de personas comunes, que disfrutaba bastante escuchar.
—Tu corazón y tu respiración son bastante agradables. Me duermen.
—Así que era eso —soltó una graciosa carcajada que terminó contagiando al menor.
—Vamos por Alluka. Debe estar molesta porque ya es tarde y no hemos regresado.
—Sí… —con el dolor en su corazón tuvo que acceder.
Quería quedarse ahí desnudo, recostado sobre ese sensual individuo que lo trataba como la joya más valiosa del mundo. Antes de que Illumi terminara de levantarse de la cama, sintió que su cuerpo era apresado contra el colchón y no entendió lo que ocurría hasta que unos labios comenzaron a descender entre besos por su pecho.
—Dijiste que Alluka...
—Lo sé —susurró recorriendo su abdomen—; te necesito tanto.
Su respiración se aceleró. El placer de la mañana estaba en su máximo punto todavía y su excitado cuerpo no le permitió detenerse.
Illumi estaba hambriento ahora y no precisamente por causa de su deseo. Debido a que Killua le había dejado tocarle sin restricciones, ya no quería parar de hacerlo. Buscó rápidamente el lubricante, no podía alargar mucho las cosas, si no se metería en un problema con su hermana menor.
Killua alzó las piernas, se acomodó inmediatamente para que su hermano comenzara a prepararlo. Su cuerpo dolía, pero era más la necesidad de sentirle en su interior, poseerle y ver de nuevo esas facetas en el morocho, que no importaba nada.
—Mmm… —gemía y temblaba de placer mientras era estimulado. No quería esperar. Pensaba en Alluka para justificar su necesidad de ir más rápido— Illumi… vamos…
Levantó las caderas del menor colocando una almohada debajo de ellas y se preparó para penetrarle. Era indescriptible, Killua lucía más que perfecto debajo de su cuerpo. Sus mejillas rojas, su mirada de lujuria, viéndole desnudo, se notaba que le deseaba y buscaba ver lo que le hacía y lo disfrutaba.
Killua levantó una mano para tocar el fortalecido vientre de su hermano mayor y lo recorrió con la punta de sus dedos la piel que logró alcanzar provocando cosquilleos y escalofríos.
—Kil… ah… —estar dentro de él era lo mejor de todo. Con cuidado comenzó a embestirle.
El menor meneaba las caderas de forma inconsciente y sintió que una mano rodeaba su erección para estimularlo un poco más. Juraba que a ese paso enloquecería de placer, Illumi conocía todo sobre él, cada área sensible en su cuerpo.
Verle tan excitado, deseando complacerlo era más que suficiente para alcanzar su orgasmo. Illumi se corrió en el interior del muchacho y esperó un momento para recuperarse. Salió de su interior y decidió que lo haría culminar en un modo diferente.
Nubes de placer aparecieron en su visión cuando la boca de su hermano comenzó a estimular su miembro. El orgasmo de Illumi resbalando por sus nalgas, mientras le estimulaba con la boca y acariciaba su piel era demasiado, su voz sonaba cada vez más fuerte. Pasando de suaves quejidos a un par de gritos cuando por fin cedió ante el éxtasis.
Illumi lo había logrado, le había provocado un orgasmo terriblemente fuerte. Definitivamente necesitaría tiempo para recuperarse, se le habían tapado los oídos, tenía la boca seca y necesitaba aire. Por suerte, su hermano le dio tiempo y un buen vaso con agua para calmarlo; esperó a que estuviera listo antes de salir en busca de Alluka. Fueron al hotel, no de muy buen ánimo porque secretamente deseaban seguir pasando tiempo a solas, no porque Alluka fuera una mala compañía sino que por fin se daba cuenta que les hacía falta más tiempo de intimidad.
Venían caminando por el pasillo casi a punto de llegar a la puerta de la habitación de la chica, cuando el celular de Illumi comenzó a sonar. Al principio el morocho vio la pantalla y el número no le pareció ni remotamente familiar, así que no lo tomó en cuenta y siguió su camino. Pero el celular volvía a sonar una y otra vez, Killua le dirigió una mirada con curiosidad a lo que él respondió.
—No sé quién es.
El celular dejó de sonar un momento, y luego llegó un mensaje.
"Contesta por favor".
Vio la pantalla y de todos modos no le dio relevancia. Killua tocó la puerta de Alluka y la chica abrió con una expresión de evidente enojo.
—¡Llegan muy tarde! Llevó esperándoles desde…
No terminó la oración, el celular de Illumi sonaba y ella se detuvo a mirarle. Killua de nuevo tenía esa curiosidad por saber quién insistía tanto en comunicarse con su hermano.
—Contesta —pidió la pequeña Zoldyck.
Illumi asintió, caminó a un lado y respondió el celular. Killua sólo pudo mirarle desde lejos, esperando saber luego lo que estaba pasando, tenía un mal presentimiento que no podía sacarse de la cabeza.
—Illumi… —una voz masculina susurró su nombre.
—¿Quién habla?
—Illumi… —susurró de nuevo la voz.
Gracias especiales a mi querida KaiD23 que lleva conmigo tanto tiempo, y a Chiru Less mis betas son lo máximo
Gracias por leer.'.
