Ya sé... yo esperaba NO publicar hoy, pero me siento con ganas de matarme so...
HADOS
Capítulo 15
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Zeno se aproximó a los chicos dando un paso al frente; Illumi bajó la mano con la que sostenía al menor, mirando fijamente al anciano para mostrarle su rendición. Era hora de que Killua entendiera que debían obedecer a su abuelo o si no se pondrían en una situación peor.
—No tengas miedo, Illumi —le dijo en secreto, comprendiendo que pronto tendría que separarse, aun así, no quería apartarse sin darle confianza.
Zeno, turbado por la imagen frente a sus ojos, no logró escuchar lo que el menor dijo, sólo observó la sonrisa del morocho cuando asentía como si fuera algo que era obvio lo que le decía.
Killua se mordía el labio, ansioso por regresar a los brazos de su amado y, con una suprema cautela se separó de Illumi, mirándolo en todo momento a los ojos; quería perderse en la noche de su mirada que le hablaba de un amor paciente, listo para dejarlo partir sin derramar una lágrima que amargara su recuerdo. Illumi se mantenía con una firmeza inspiradora que ayudaba al albino a perder el contacto entre sus cuerpos ya acostumbrados de estar unidos. Killua bajó de la cama, sintiendo la dulce mirada de su hermano clavada en su perfil, y escuchó a Illumi bajar del colchón para colocarse al otro extremo. Ninguno se atrevió a proferir palabra.
Zeno los observaba con reprobación, apretando los dientes con furia contenida, pero sobre todo, deseoso de lograr que Killua le diera el espacio suficiente para hacer trizas al morocho; Illumi, justamente la persona a quien más recelo le guardaba y que ahora comprobaba su maldad. Los mayordomos se colocaron a ambos lados del albino, para asegurarse de que no hiciera nada estúpido, tomando una distancia prudente y sin tocarlo; no fuese que el muchacho, sensible por la situación, hiciera una muestra inapropiada de su furia asesina contra ellos.
—Siempre supe que eras un asco de ser humano, nunca dudé de la maldad de tu corazón —le dijo a Illumi con todo su odio—. Debí de haberte matado hace muchos años.
—¡Ni siquiera te atrevas! —le advirtió el albino, la electricidad de su Nen se hizo visible por unos segundos como amenaza de lo que era capaz de hacer si el anciano intentaba tocar a su hermano— No vuelvas a hablarle de ese modo.
—¡Cállate, maldita sea! No quiero oír tu voz —no obstante, Zeno estaba bastante alterado, no quería que Killua lo defendiera, quería que reclamara y pidiera justicia, quería sentirse libre de acabar con el hijo mayor de Silva y asegurarse de que Killua estuviese a salvo. Darse cuenta de que estaría solo en eso le molestaba a tal grado que no quería que Killua dijera alguna palabra o no podía garantizar que se contendría de matar a Illumi. Lo último que deseaba era escuchar que el niño defendiera a lo que él consideraba, era lo peor que existía en la familia. El loco, pederasta, Illumi Zoldyck.
El aura de su abuelo le impuso y perdió la capacidad de enfrentarlo. Killua se llenó de terror ante la posibilidad de perder a Illumi frente a sus ojos; se arrepintió por completo de haberse puesto de pie, le parecía que el amor de su vida estaba indefenso delante de un increíble Zoldyck, fuerte y con mucha autoridad. Buscó su mirada, pero no la halló, Illumi estaba sin ninguna expresión, mirando a su abuelo.
—Me repugnas, Illumi. No te mataré, pero ahora no me importa lo que diga Silva, haré lo que más nos convenga. Así me desharé de ti.
—Abuelo, no… —quiso dar un paso para llamar la atención de su abuelo, pero éste le detuvo.
—Que cierres la maldita boca —levantó la mano, a punto de golpear al menor, pero resistió.
Zeno se giró para encarar a Illumi, quería asustarlo con su expresión de odio, pero el muchacho permanecía impávido ante las circunstancias; lo cual le hacía odiarlo más, lo sentía como una burla contra su amenaza.
—¡Deja de controlarlo!, ¿no ves lo que has hecho?, este niño no tendría por qué estar protegiéndote. Nadie debería protegerte, eres sólo una carga para la familia. Una vergüenza.
—No lo estoy controlando de ningún modo —por primera vez Illumi se atrevió a decir algo a su favor.
Killua se relajó al escucharlo defenderse, conocía demasiado bien a su hermano, sabía que no era la clase de persona que se complicaba mucho para resolver un conflicto, y temía que Illumi dejara que lo pisotearan con tal de evadir la discusión con su abuelo.
—¿Esperas que te crea semejante estupidez? No, ahora mismo nos vamos a Tierra Sagrada.
Killua entró en pánico, él comprendía bien lo que eso significaba. No soportó más, sus celos no permitirían que su abuelo emprendiera con sus amenazas.
Pese a los temores del albino y la furia de Zeno, la realidad era que Illumi no hablaba porque sabía de antemano que su abuelo no le creería, por más que le expusiera las cosas, no serviría de nada. De igual modo, él reconocía su mal, independientemente de que Killua fuese o no su hermano, era apenas un muchacho, no debía estar experimentando una relación de ese tipo a tal edad; ante eso, consideraba no tener ningún argumento válido para defenderse. Además, el anciano se había empeñado en su contra desde hace mucho tiempo y sólo le quedaba aceptar su castigo, en espera de encontrar un desliz que le permitiera una oportunidad para convencerlo de escuchar sus palabras; aparte de eso, todavía contaba con una variable más: la decisión de Killua de actuar o no a su favor. No podía controlar la voluntad de su hermano menor, ya no era como que usara agujas en su contra para mantenerlo en algún estado de ánimo constante, Killua decidiría por su cuenta y desconocía si esto le perjudicaría o le ayudaría en algo.
Ante la amenaza, Killua se apresuró sobre su abuelo, lo tomó del brazo y con fuerza lo apretó. Los mayordomos cerca de él se prepararon para separarlo, pero su abuelo los detuvo mirándolos amenazadoramente. Quería ver hasta donde era capaz de llegar el albino con tal de defender al pederasta de su hermano.
—Abuelo, por favor, por favor, escúchame. Sólo una vez, escucha lo que tengo que decir y evalúalo. Después de eso, haz lo que desees y yo no me opondré. Te lo ruego.
Imploraba conteniendo sus lágrimas; en el momento en que se echara a llorar su abuelo lo tomaría como una mala señal y culparía a su hermano de su tristeza; suficientes problemas tenía ya Illumi como para cargar también con sus lágrimas. En lugar de eso, mostró toda su determinación, no soltaría a su abuelo hasta tener una respuesta positiva.
—Te lo ruego.
Los ojos negros de Illumi se clavaron en él; compasivo, sufría en silencio por todo el pesar que le provocaba a su pequeño hermano, no deseaba que el chico se esforzara de ese modo; si pudiese le evitaría toda clase de problemas a lo largo de su vida.
—Killua… —murmuró y miró amenazante a Illumi, reclamándole así que su hermano se sacrificara tanto por una escoria como él.
—Sólo ésta vez —suplicó nuevamente, temblando de la desesperación por captar la atención de su abuelo.
Al fin logró lo que quiso, y despertó la compasión del enfurecido Zoldyck. Era su nieto, su más adorado nieto, el heredero de los Zoldyck. Esperaba que al escuchar al albino, se encontrara con una historia que justificara un castigo tal que hiciese arrepentirse a Illumi para toda la vida. Consideró que darle la oportunidad no era tan malo si lo veía así, eso y que su intención desde el principio había sido interrogarlo para comprender lo que había estado sucediendo.
—De acuerdo —se relajó— pero no aquí, nos iremos a Tierra Sagrada y en el camino…
—¡No!, no le hagas nada a Illumi, sólo espera, ¿sí? Escucha mi historia y después, si aún quieres seguir con tu plan…
—Killua, ¿por qué quieres eso?
Se sentía frustrado de verlo tan aferrado a defender lo indefendible, le daba la impresión de estar hablando con un niño frágil y asustado. Él no deseaba lastimarlo, eran familia, no le haría nada peor de lo que Illumi ya le había hecho, era incapaz de comprender por qué tanta insistencia.
—Sé lo que te digo. Te conviene escucharme.
—De cualquier modo nos iremos, no hablaremos de asuntos de familia en este sitio. De aquí en adelante no tendrán permitido estar juntos, ni comunicarse de ningún modo.
Killua tembló; Zeno lo sintió a través de sus manos que sostenían aun su brazo. No quería apartarse de su hermano sin garantizarle que estaría al menos a salvo. Illumi miró hacia el suelo, intentando ignorar lo que vendría, no sólo dejar de ver a su pequeño copo de nieve, sino que tendría que enfrentarse a su abuelo a solas.
—D-de acuerdo —aceptó el albino. Miró a Illumi, esperando su aprobación, un poco de esperanza en que todo saldría bien.
—Perfecto, entonces, Mir, Gary, lleven a Killua al auto —ordenó, y ambos mayordomos tomaron amablemente al niño, el cual lucía tan desesperado que sintieron lástima por su condición.
Killua no dejó de ver a Illumi, quien ahora le dirigía una mirada de confort, alentándolo a seguir adelante, quería que lo último que viera en él fuera su confianza en que todo estaría bien. Entonces, el albino alcanzó a escuchar un sonido especial, uno que su abuelo y el resto del personal no entenderían del mismo modo, pero que él sí que lo hizo porque era una palabra que era sólo para él, una palabra que sintió hasta los huesos. Un cosquilleo en su cuerpo acompañado de una sensación de calidez y seguridad, como si le hubiera envuelto en una capa de amor y protección, incluso se ruborizó. Con pasos lentos, y mirando por última vez a su hermano, salió del cuarto.
Había sido un "te quiero" en el idioma del edén.
En cuanto avanzó unos metros escuchó un golpe, un ruido sordo que traspasó la puerta. Su abuelo había golpeado a su hermano; quiso regresar y defenderlo, pero los mayordomos lo detuvieron amablemente, le sugirieron que por su propio bien y el de su hermano, hiciera caso. Le recordaron que apenas había hecho un trato con Zeno, que esperara con paciencia su turno para arreglar las cosas. Su oportunidad para hacerse escuchar por Zeno era única, y hacerlo enojar volviendo al cuarto para defenderlo sería el peor escenario; imaginarlo incluso le provocaba escalofríos, pero dejar a Illumi a expensas del enfurecido anciano le hacía temblar de miedo. Deseaba que su hermano se comportara de forma altanera, que se hiciera el indignado y pidiera ser tratado con decencia, pero sobre todo, que se defendiera, sin embargo ahora sabía bien quién era Illumi. El todo bien portado y perfecto hermano mayor que asumiría la responsabilidad sin quejarse.
Killua bajó hasta la salida y vio dos camionetas negras esperando por ellos. Subió a la que le señalaron y lo primero que vio fue a Alluka, que yacía recostada boca arriba sobre el asiento trasero con una manta cubriendo sus piernas, y un par de chicas vigilándola; agradeció que su abuelo se tomara la molestia de llevar mujeres para la ocasión. Killua se sentó frente a la chica, y esperó con la mente en blanco, mirando a la nada, no quería pensar o si no rompería su resistencia. Lo único que lo sacó de su ensimismamiento fue cuando vio que un grupo de mayordomos bajaba rodeando a alguien que para colmo estaba cubierto por una sábana oscura, de inmediato intuyó que era Illumi; tuvo la tentación de salir del auto pero aguantó, todavía no lograba asimilar de dónde sacaba tantas fuerzas para no correr detrás de él, sabía que debía estar herido y preocupado, igual que él; no quería incrementar sus castigos al fallar a las reglas de su abuelo.
Zeno descargó su furia contra el muchacho, aunque no por completo; le había propinado una paliza tal que por un momento creyó que lo mataría; para colmo el muchacho no respondió, sólo protegió su vida, cuidando que no le golpeara muy duro en zonas peligrosas, pero no hizo nada por detenerlo, cosa que agradecía, porque de ver resistencia, él se habría puesto mucho más firme en eso de tratarlo de forma cruel y las cosas hubieran resultado horrendas. De hecho, había descubierto que no podía hablar con Illumi, estaba tan furioso que lo único que podía hacer era golpearlo e insultarlo, pues para él era muy claro: Illumi se había buscado su propio mal; no podía asumir que Killua estaba voluntariamente con él. Así que su violencia estaba totalmente justificada.
—Nos vamos —el albino escuchó que daban la orden.
Se puso de rodillas mirando por el vidrio de atrás de la camioneta, buscando ver algo, lo que sea, y enterarse del estado de su hermano. Quería llorar, pero estaba tan preocupado que no lo hizo.
Miró a su hermana fijamente, se preguntaba su destino; lo que pasaría con ella, con Illumi, con él, ahora todos sabían lo que sucedía entre ellos dos, y de seguro todo el mundo lo estaba malinterpretando. Eso le hacía sentir mal, porque era fácil asumir que era todo culpa del morocho, como siempre, era fácil culparle, pero él no quería que esta vez las cosas fueran así, no tan fácilmente.
Alluka despertó como a una hora y media de camino; la vio abrir los ojos con lentitud, y sintió que su corazón se oprimía contra su pecho.
—¿Hermano? —ella le llamó, asustada por descubrir la situación en la que estaba, reconoció de inmediato a la gente, las vestimentas típicas de los mayordomos; la mirada de su hermano sólo le hizo temer lo peor.
—Allu… ka —su voz se cortó.
Se echó sobre ella y escondió su rostro en su ropa, mientras que ella le abrazaba instintivamente. La chica cayó en cuenta lo que esto significaba, que no sólo los habían descubierto, también estaban ahora separados. Killua no lloraba, y eso le preocupaba porque su hermano tenía mal comportamiento cuando resistía mucho a sus sentimientos y eso podía repercutir en todos a su alrededor, tarde o temprano. Se acomodó de forma que él quedara sentado justo a su lado, recargando su cabeza en su hombro y le abrazó protectoramente, acariciando su mano. En silencio, Killua veía por la ventana, hasta que dejó caer un par de lágrimas.
—Él no hizo nada malo…
—Lo sé.
—Illumi…
Tenía un pesar muy grande en su corazón y suponía que Illumi debía estarlo pasando peor; en su mente sólo pensaba eso, sólo tenía espacio para el sufrimiento de él, en los golpes que su abuelo le había dado, en sus palabras antes de salir de cuarto y la angustia lo consumía, quería regresar en el tiempo y ser más cuidadoso.
Los mayordomos a su alrededor lo veían anonadados, muchos de ellos consideraban que su actitud se debía a que estaba bajo el control de mayor, era mucho más sencillo creer eso a que Killua llorara por el destino de su hermano mayor.
Alluka tomó su mano, le dolía mucho verlo así, quería consolarlo, asegurarle que todo estaría bien, que sólo sería una fase más, pero no tenía argumentos. Se le ocurrió que quizá, aprovechando un poco su libertad ella podría ir a verlo y averiguar su estado, para así mantener tranquilo a su hermano, pero primero debía ver las consecuencias que ella misma enfrentaría. Por el momento debía enfocarse en el bienestar del albino.
Illumi veía hacia adelante, su labio sangraba, sentía la sangre caliente resbalando por su frente y constantemente se limpiaba para que no le estorbara en el rostro; sus ropas destazadas eran señal de que también tendría heridas en otras partes de su cuerpo, pero sólo pensaba en la mirada triste de Killua al salir del cuarto y sus ojos llenos de dolor. ¿Por qué no hizo algo más para ayudarlo?, se lo preguntaba, no podía concebir la idea de estar ahí sentado frente a su abuelo, y no haber hecho más para calmar a su niño. La sangre sólo le recordaba lo inútil que había sido, un precio justo por no haberlo cuidado como era debido. Killua debía estar preocupado, angustiado y conociéndolo, estaría perdido entre sus emociones.
Volvió a limpiarse la sangre que resbalaba cerca de su ojo derecho y maldijo en voz baja. No le importaba que lo hirieran, estaba preparado para eso y más, pero ver a Killua sufrir, era imperdonable. Fuera quien fuera, incluso él mismo, no dejaría que las cosas se quedaran así. Debido a que su abuelo lo escudriñaba con la mirada, queriendo intimidarlo mientras él intentaba ajustar sus ideas, optó por cerrar los ojos y esperar a que el viaje terminara.
Llegaron a las instalaciones de los mayordomos, la reconoció al asomarse de reojo por la ventana; no era un lugar al que fuera muy seguido, pero era fácil de reconocer. Era un edificio grande, situado a las afueras de una ciudad, lo suficientemente apartadas para no llamar la atención y con un terreno amplio a su alrededor para garantizar el entrenamiento privado de su personal. El bajó primero de la camioneta, seguido del abuelo Zoldyck, y llegaron hasta el cuarto donde estaría recluido por los próximos días. Zeno todavía no tenía la capacidad de dirigirle palabra alguna, sólo deseaba herirlo, así que ordenó que se le encerrara con la más alta seguridad posible y se marchó a esperar que su ira pasara.
Killua fue conducido de la mano de su hermana otra recamara, rodeados por completo del servicio privado de Zeno, para garantizar así que los dos jóvenes llegaran a salvo a su destino. Era demasiado extraño que un grupo de Zoldyck visitaran las instalaciones de los mayordomos, pero esta era una ocasión especial; sólo el personal de Zeno sabía el motivo de su visita, el resto se quedaría en la incógnita. Killua llegó a la habitación y le pidieron que permaneciera ahí junto a su hermana mientras que el abuelo regresaba; cosa que no ocurrió nunca, Zeno no tenía la capacidad de calmarse debido a la fuerte impresión que conllevaba encontrar a sus nietos cometiendo incesto. Pasó todo el día encerrado en una oficina mientras que Killua y Alluka se les daba toda la atención posible. Killua a duras penas comió, la chica lo forzó a hacerlo, y luego los llevaron de vuelta a sus habitaciones, para que pasaran.
Illumi sólo fue encerrado en un cuarto. Zeno ordenó que no abrieran por nada del mundo, y que sólo se aseguraran de que el muchacho permaneciera en ese cuarto durante todo el tiempo que él señalara. Así que Illumi no comió, no bebió nada, ni recibió atención médica. De todos modos, estaba bastante preocupado por Killua como para pensar en esos detalles.
Pasaron tres largos días más, Killua no podía dormir de sólo pensar en que Illumi estaba solo y posiblemente triste; se torturaba con la idea de que fuese tratado con el desprecio de toda la vida, tanto que ya al segundo día se negó a comer, ni insistiéndole aceptó, y permaneció en silencio para preocupación de los que le rodeaban. Sólo quería ver a su hermano o a su abuelo, al que fuera, deseaba poder convencer al anciano de la inocencia de Illumi.
Zeno se recuperó de su ira al tercer día, por el bien de toda la familia, se había dedicado a evaluar la situación. Si él había perdido el control de sí mismo, se imaginaba que Silva sería peor, así que debía proceder con suprema precaución o sólo atraería la desgracia a todos. Más que hablar con Killua, deseaba remover cualquier daño que Illumi le hubiera provocado; consideraba inútil hablar con el albino bajo manipulación de su hermano. Killua hablaba convencido de hacer algo correcto, su relación incestuosa había sido totalmente normalizada en su mente. Lo que más le molestaba era la falta de respuesta de Illumi, por una parte lo agradecía porque no hubiese soportado el deseo de lastimarlo, no obstante reconocía que cualquier respuesta hubiese sido mejor guía para tomar sus decisiones; verlo altanero o poner un poco de resistencia a sus golpes, le hubiese bastado, pero en lugar de eso actuó como un mártir, dejándose golpear al tiempo que protegía las partes vitales de su cuerpo; se dejó insultar, ridiculizar e incluso no debatió en sus reclamos. Se quedó en silencio, recibiendo todo el castigo como si con eso pudiera limpiar sus culpas. Ni siquiera había disfrutado golpearle por verlo como un niño arrepentido de sus acciones, le incomodaba y su imagen no lo dejaba en paz.
Un equipo especialista de médicos acudió a su llamado, reunió a un excelente grupo de exorcistas de Nen a atender al menor. Les explicó que estaban buscando cualquier rastro de Nen en el muchacho, que debía retirar todo el Nen que estuviera ejerciendo control en su cuerpo. Se aseguró de que los médicos comprendieran la complejidad de la situación y los llevó hasta el cuarto donde el niño estaba.
—¡Abuelo! —exclamó cuando lo vio entrar a su recámara, pero luego se encontró con el equipo de médicos que venía detrás de él, y retrocedió— ¿qué ocurre?, te he estado esperando desde hace días.
—Killua, el equipo de médicos va a remover el Nen que te ha estado controlando todo este tiempo.
—¡¿Cuál estúpido Nen?!, ¡no tengo nada de eso!
—No levantes la maldita voz. Ahora obedece.
—No.
La furia del albino reapareció, su abuelo le había hecho esperar todos esos días sólo para que al final le demostrara que no había prestado atención a lo que le había pedido. Tan sólo pedía ser escuchado, pero Zeno había llegado con un equipo de médicos sin consultarle nada, ni darle oportunidad de hablar.
—Si uno de ellos se atreve a acercarse a mí, lo mataré —amenazó con seriedad.
—Killua… —pero Zeno no estaba de humor para tratar con un chiquillo rebelde.
—Te pedí que me escucharas. Te lo pedí, ¿dónde está Illumi?
—Está en la isla —contestó tajante.
Su sangre hirvió.
—Me largo entonces, no sirve de nada hacerte caso —su piel comenzó a lanzar chispas, estaba a punto de usar su habilidad Nen para huir, y Zeno comprendió su error. No le servía de nada hacer rabiar al pequeño albino si se suponía que estaba ahí para ayudarlo, por más que detestara a Illumi debía tener una actitud neutral hasta que Killua volviese en sí.
—Está en el cuarto de arriba, ¿feliz?, bien, cálmate y…
—Iré al cuarto.
—Si vas, harás que esto empeore, ¿quieres eso?, llamaré a Silva. Aún no le aviso nada.
Dejó su Nen a un lado, además estaba poniendo en riesgo a su hermana y no tardaba en recibir una amenaza al respecto.
—¿Cómo puedo estar seguro de que él está ahí y no en la isla?
—Yo lo estoy vigilando —contestó rápido e intentó ignorar más esa conversación—. Killua, necesito que estos médicos te revisen y remuevan el Nen que te está controlando. Este no eres tú, tienes que comprender esto. Sé que es difícil, pero hazme caso.
El menor se echó sobre la cama para hacer berrinche y cerró los ojos, estaba harto de recibir órdenes sin tener nada a cambio.
—No cooperaré en nada, si tú no cumples con lo que te pedí.
Los médicos esperaban, no quería hacerles perder el tiempo ni ver una discusión entre él y su nieto. Así que pidió que guiaran al equipo a otra sala, a esperar a que él y su nieto terminaran su discusión, después de todo, había sido su culpa el haber llegado ahí sin avisar al albino lo que ocurriría, no estaba pensando las cosas con coherencia.
Cerró la puerta del cuarto, tomó una silla que estaba junto a un escritorio, y se repitió mentalmente lo absurdo que sería hablar con un niño que estaba afectado por un Nen manipulador, pero esto era algo que hacía por amor a su familia, con tal de mantenerlo tranquilo y se dejara revisar por su equipo.
—Bien, aquí estoy, explícame lo que tengas qué explicar. Sólo tienes esta oportunidad, si no logras convencerme, entonces esta noche llevaré a Illumi a la isla, ¿entendido?
Tragó saliva, una oportunidad era poco, pero no lo echaría a perder por miedo. Concentró toda su mente en todas las palabras que estaba planeando decir para salvar a su hermano, se sentó en la cama y comenzó con su explicación. Le contó a su abuelo la historia del hombre de Nen, el motivo que le había llevado a ayudarlo, el lazo que compartía el hombre y la mujer de la Y, el problema de la hermandad; pasó entonces a explicar el deseo de Illumi, el cual fue el más difícil de explicar; entre más explicaba, notaba como el semblante de su abuelo cambiaba en segundos para parecer una expresión menos dura, pero que no lograba entender.
Para el horror de Zeno, la historia encajaba perfectamente en todos sus conocimientos sobre Kikyo, hasta donde Silva y él tenían entendido, ella había roto un voto importante que mantenía un sello vital en la hermandad. Esa había sido la razón por la que Alluka fue considerada peligrosa desde su infancia, porque la hermandad misma había confirmado que ella había heredado el monstruo de Nen, pero desconocían los pormenores del asunto de Kikyo, y él sabía que información había sido omitida deliberadamente. Llevaba años investigándolo sin éxito alguno, moviéndose entre sus contactos de la hermandad, pero nadie estaba dispuesto a contarle la verdad. Ahora, justo frente a sus ojos estaba ese niño que sabía todo lo que él siempre luchó por averiguar. El problema era que, visto desde ese punto, estaba implicando cierto grado de inocencia en las acciones de Illumi al mantener una relación con su hermano menor, a la vez que hablaba del fascinante acto heroico que Killua había hecho por él para traerlo de vuelta. Contra esas dos cosas no quería oponerse.
—¿Abuelo?
Se quedó pensando en el daño que su nieto mayor había recibido. No sólo con los golpes que le propinó, sino a lo largo de su vida con una entidad de Nen dominándole. Killua no le contó la historia de la vida de Illumi, sólo habló de los asuntos de la entidad, y algunos detalles emocionales de su hermano y él; sin embargo, Zeno la conocía e intuía las cosas. Desde hacía años que había notado lo muy poco apreciado que Illumi era, siempre consideró que se debía a que el muchacho no se esforzaba por tener una relación con nadie más, por ello le era fácil juzgarlo, pero una cosa era lo que todos creían y otra la verdad.
—¿Abuelo? —escuchó el llamado.
—Bien, he escuchado tu historia —y sin embargo, no le convenía demostrar lo muy consternado que estaba por el relato—, pero no te creo.
Sintió que su corazón se rompía, no podía aceptar que su abuelo rechazara su historia tan fácilmente y perder a Illumi.
—¡Pero es la verdad! No importa si me crees o no, es la verdad.
—El hecho de que diga que no te crea, no quiere decir que no te daré una oportunidad —aclaró.
Killua sintió que el mundo daba vueltas, se recargó en sus rodillas, mirando al suelo.
—Escúchame Kil, quiero que los médicos te revisen, si no hay absolutamente ningún rastro de Nen en tu cuerpo, te daré una oportunidad más, corroboraré tu historia y si es verdad, entonces tomaré una decisión basada en eso.
Estaba seguro de que no estaba siendo controlado, así que asintió con la cabeza. Respiró profundo. Su abuelo acarició sus cabellos, como una forma de darle un poco de ánimo, cosa que agradeció, por lo menos podría tomar ventaja de ese lazo con el anciano, y luego llamaron de vuelta a los médicos.
La inspección se llevó a cabo tal como estaba planeada. Era bochornoso para Killua tener que usar sólo una delgada bata como única cubierta durante toda la inspección, más porque los médicos, aún con guantes, pasaban sus manos por su cuerpo y le hacían incomodar constantemente. El jefe de los médicos le aseveró que si era demasiado insoportable podrían detenerse un momento y cambiar el personal para que él pudiera relajarse. Lo que menos querían era hacer sentir mal a un menor de edad, eso dañaría su buena reputación.
Zeno se marchó a realizar una llamada urgente. No había nadie dentro de la hermandad de los Iluminados que le hablara con la verdad, no obstante, guardaba una amistad con alguien en particular que le solía ayudar a deducir la verdad. Un buen amigo en quien confiaba plenamente, gracias a las constantes muestras de lealtad que se tenían mutuamente.
—Dalozza, ¿estás ocupado?
—¿Zeno?, ¿eres tú?, hacía mucho tiempo que no sabía de ti, amigo. ¿Cómo te ha ido?
Dalozza se había vuelto amigo de Zeno tras el suceso con Kikyo. Al inicio la única intención del tipo era mantener vigilada a Kikyo desde una fuente confiable como el mismo Zeno Zoldyck, y con el tiempo se dio cuenta que el venerable Zoldyck estaba dispuesto a compartir información con él de forma voluntaria y que por lo tanto, era mejor ofrecer su sincera amistad con él, desde entonces, ambos se compartían información manteniendo un margen adecuado de precaución.
—Lamento acudir a ti en este momento de necesidad, pero no tengo a nadie más.
—Creo saber a qué vas…
—¿Sabías tú sobre el asunto de mi nieto?
Hubo un silencio prolongado, sólo podía significar algo negativo y Zeno lo sabía, no podía más que esperar lo peor.
—El hombre de la Y —escuchó que contestaba con pesar en su corazón. Dalozza no era feliz sabiendo cosas intimas de la vida de su amigo sin que éste estuviese enterado; aunque consideró que si él era el destinado a decírselo, entonces asumiría la responsabilidad.
Zeno recibió su confirmación, las palabras de su amigo eran determinantes, pero aún tenía miedo de que el relato de Killua estuviera envuelto entre verdades y mentiras.
—Mi nieto, mis dos nietos, ¿sabes sobre ello?
Dalozza miró al suelo de la sala en la que estaba. Contuvo la respiración un momento figurando la manera de decir las cosas sin sonar terrible.
—Ha sido por el bien de todos. Por tu propio bien inclusive.
—¿Cómo puede ser posible?, ¿cómo…?
El relato de Killua pesaba una tonelada en su consciencia. Saber que toda su vida la llevó maltratando a un chico que necesitaba su protección, le hacía verse ridículo e incoherente, ¿cómo podía decir que unificaba a la familia y cortaba lo malo, cuando estaba rechazando a un muchacho que en su origen era perfectamente funcional y estable?
—Si me permites la sugerencia… apóyalos. Sé lo difícil que es, pero si no lo haces, si los separas, el hombre de la Y volverá, y con él la desgracia. En el caso de que sea así, nosotros, yo a la cabeza, iremos tras él, y morirá tanto él, como tu otro nieto, el menor, el que posee a la mujer de la Y.
Zeno ya sabía de la mujer de la Y, desde el momento en que descubrieron que el comportamiento de la chica se debía a las costumbres de la madre. Debido a la noble naturaleza de Semiramis, creyó que era posible controlarla y así usar su poder a favor de la familia. Ahora no le quedaba duda del inconveniente que sería para la familia, mejor valía que Alluka permaneciera apagada, no despertar a la criatura que controlaba a Illumi, y la única forma de hacerlo era controlando la convivencia entre Illumi y Killua.
—Killua no soportará ambas perdidas —concluyó.
—No lo sé, pero sí te diré que si controlamos a Illumi, hay esperanza de que aprendamos a usar sus habilidades de Nen ancestral, él es la mejor muestra de Nen ancestral en el mundo. Un chico cuyo Nen ancestral ya no yace en un objeto, sino en él mismo, y cuya entidad es perfectamente inteligente y funcional. Tenemos mucho que aprender de él… o dime, ¿preferirías que matáramos a tus dos nietos?
La respuesta era sencilla. No, por supuesto que no quería eso. Jamás se atrevería a desaparecer a los dos hijos de Silva, menos por causa de una pena como la del incesto.
—Nunca imaginé que Killua llegaría a esto…
Dalozza no iba a hablar sobre la carta de los amantes. Ese era terreno peligroso, si accidentalmente Killua se entraba de ello, aparecería la posibilidad de perder el efecto y por lo tanto, el plan se echaría por la borda. Cuidaría con su propia vida el trato pactado con la hermandad.
—Si él lo hace, ¿cuánto más tú lo deberías hacer?, él ha sido un valiente. Descubrió en su camino algo que adora de su hermano. No los lastimes sólo por eso… bueno, es sólo mi punto de vista.
—Eso lo dices porque no quieres perder tú experimento —se adelantó Zeno a deducir—, pero es cierto que Killua ha sido un valiente. Se ha esmerado mucho en reparar el daño que cree que nosotros cometimos contra su hermano. Yo creo que me hace falta más información…
Dalozza suspiró, deseaba contarle la verdad a su amigo, pero no era posible. Tan sólo le dejaría pistas para que él dedujera lo que tenía derecho a saber.
—Ellos dos hacen bien al estar juntos, protegen a la sociedad y a los intereses de todos al hacerlo. No sólo eso, se protegen a sí mismos. Tú no podrías enfrentar a Nimrod en su máxima expresión. Las cartas declararon que se amarían, Killua lo defenderá y cuidará. Si tu intentas separarlos, él será el primero en oponerse a ti.
Tocó el punto principal que Zeno estaba temiendo y con eso terminó de convencer al hombre en seguir sus instrucciones.
—Lo sé… —suspiró— hablaré con Illumi, quiero ver hasta qué punto ambos están dispuestos a llegar con tal de seguir juntos. Si puedo asegurarme de que esto no es un juego experimental por parte de ambos, ni que se dejarán a la primera oportunidad, aprobaré la relación. Si van a estar juntos, lo harán bien.
Ni siquiera él supo de dónde salió tanta determinación de su parte. Al menos llegó a una conclusión que proporcionaba el alivio a sus culpas. Al colgar la llamada, ya sabía lo siguiente que haría, lo mismo que le había dicho a su amigo, hablar con Illumi. Las pruebas de Killua tomarían cinco días, así que tenía tiempo de sobra antes de tener su conclusión, aunque a esas alturas estaba casi seguro del resultado final.
Según el relato de su nieto, el verdadero Illumi se encontraba incomunicado dentro la habitación que los mayordomos habían seleccionado; mientras que el autor de sus años de frustración e ira era Nimrod, y ése ya no estaba más en el plano existencial. El nieto que él conoció en su infancia estaba ahí encerrado en silencio, y si era así, entonces al fin tenía una explicación a su actitud pasiva cuando lo golpeó tan rudamente, siendo que estaba ya más acostumbrado a tratar con un muchacho altanero y frívolo. No se lamentaba por haberlo lastimado, porque sólo significaba que Illumi, y no otra persona más sostenía una relación enfermiza con un menor y la sola imagen le provocaba nauseas. Se lo planteó por el resto del día lo que haría, cómo actuaría con respecto a la situación, con la consciencia de que sus dos nietos no eran precisamente culpables de sus acciones.
A la noche siguiente, se dirigió al cuarto de su nieto mayor, hizo la señal para que los mayordomos les dejaran a solas e ingresó al cuarto. Vio al morocho sentarse de inmediato, con las sábanas manchadas de sangre, su ropa hecha trizas, sucio, hambriento y posiblemente enfermo, podía ver por el rojo de su piel que algunas de las heridas estaban comenzando a infectarse debido a la falta de higiene, el olor a sangre y pus le hicieron retroceder por un segundo. Llevaba días encerrado en un pequeño cuarto, con un baño que no contaba con una regadera para ducharse; no había ventilación y la humedad ya estaba afectando la salud del muchacho, tan sólo contaba una ventana que asolaba con el intenso verano y que era lo único que le permitiría escapar en caso de que fuera necesario.
—He escuchado el relato de boca de Killua —confesó mirando a su nieto con seriedad— y por supuesto que no le creo nada.
El rostro de Illumi era una clara señal de que no respondería nada de lo que se le exigiera. Cualquier información permanecería oculta, sería fútil entrevistarlo sin un plan.
—No tengo intención de herir al muchacho, se ha esforzado mucho por ti, pero esto es el colmo… los médicos están buscando el Nen con el que lo estás controlando.
Quería hacerlo hablar, decir cualquier cosa que demostrara que estaba escuchando, le provocaba más ira con su actitud como sí no le importara lo que dijera.
—No tengo por qué tener misericordia de ti. Eres tú el único que ha estado jugando con sus sentimientos, provocándolo para que haga esto, para que caiga en tus manos. Debí suponer que lo harías un día, cuando te descubrí mientras lo tocabas de esa manera…
Illumi recordó el suceso, cuando Nimrod optó por intimidar al albino tocándolo de forma inapropiada, la imagen mental le provocaba unas ganas de clavarse una estaca en el corazón.
—Esto es lo que ocurrirá, como no es buena idea matarte, te llevaré a Tierra Sagrada, te entregaré a Joab. Él está más interesado en ti, si no quiere apadrinarte, le diré que te entregaré a Muath. Muath se moriría por tenerte, no importa lo que me ofrezcan, te quedarás con uno de los dos.
Y de nuevo ese silencio incómodo, como si hablara con la nada. Buscó en sus ojos algo, cualquier palabra, lo que fuera que le indicara que él estaba ahí.
—¿Es que acaso no piensas? —sintió que perdería el control otra vez y le propinaría otra paliza— ¿Es que acaso no te arrepientes de lo que hiciste?
—No. No me arrepiento. En tanto Killua mismo lo deseaba, no me arrepentiría nunca de hacer lo que considero que es mutuo.
Por fin habló, era la primera vez que le escuchaba decir algo. No era justo lo que deseaba escuchar, pero tampoco era el peor de los casos. Si no se arrepentía de sus acciones era porque las consideraba justas, y la única razón por la que Zeno estaba ahí, no era para detenerlos, sino para apreciar la relación desde otra perspectiva. Conocer lo que los tenía juntos y con ello encontrar un motivo para no luchar contra ellos, dado que estaría obligado a aceptarlo y necesitaba encontrar una forma de sobrellevarlo. Además, había llegado a la conclusión de que Killua mismo se había introducido la idea en la mente de hacerlo voluntario, a fin de que el dolor se volviera soportable. No era lo mismo acceder a tener esa relación de forma obligatoria, que por un deseo personal, esa idea le hacía sentir que tenía un compromiso con el joven heredero y necesitaba sacarle las palabras a Illumi sin importar el método.
—Ni creas que me voy dejar llevar por esas sandeces de que "Killua quería también", esto es sólo obra tuya. Como sea, está hecho, esta noche nos vamos a la isla, pero quiero que hagas una carta para él.
Se dio la vuelta, y sacó de entre sus bolsillos una pluma y una hoja mal doblada que luego entregó al morocho.
—Quiero que escribas una carta despidiéndote de él. Que le des motivos creíbles para disolver su relación. No cualquier cosa. Debes pensarlo bien, y que él no tenga dudas de que has sido tú quien decidió todo esto y te vas a esforzar porque así sea, ¿entendido?
Illumi miró la hoja y la pluma como si fueran la cosa más rara del mundo, las apretó en un puño y levantó la vista con dignidad.
—No lo haré. Killua se ha esforzado mucho por esto, no lo arruinaré sólo porque tú lo deseas.
Ahí estaba el niño que él conocía, el verdadero hijo de Silva. Illumi nunca fue un niño de palabras, era más de acciones. Uno fácil podía deducir lo que le gustaba con sólo verlo; como cuando era pequeño, que siempre traía el mismo suéter verde que tanto le gustaba, podía tener toda la ropa que quisiera pero él prefería usar ese suéter todos los días, si uno le preguntaba el motivo, nunca obtenía respuesta; para él era obvio, tanto que no era necesario responder. Simplemente le gustaba y punto, era así de sencillo. Así eran siempre sus razonamientos y no se traicionaba a sí mismo ni aunque su vida dependiera de ello.
—Lo harás, y lo harás bien —ordenó con toda la firmeza que pudo expresar.
—Killua no te creerá, es absurdo.
Zeno se apresuró, tomó la mano del muchacho y la dobló violentamente en una llave que obligó a Illumi a estrellarse contra la cabecera.
—Vas a hacer lo que te digo.
Illumi suspiró, relajó sus músculos pues la presión que su abuelo ejercía podría dislocarle la canilla en cualquier momento. El efecto fue positivo y en cuanto Zeno sintió que su nieto se relajaba, le soltó.
Illumi se reacomodó en la cama, y tomó la hoja, buscando un espacio plano en dónde recargarse para comenzar la nota. Al anciano le extrañó bastante verlo actuar de ese modo, como si repentinamente hubiese cambiado de parecer y estuviera de acuerdo con cortar el lazo. Esperó paciente a ver el resultado y en cuanto el morocho le entregó la carta, la tomó para leerla.
"Killua,
El abuelo me pidió que terminara la relación contigo, y esa es la razón por la que haré esto. Para que él quede satisfecho con su esfuerzo. Yo no podré trabas en tu camino, pues tú sabes todo de mí.
Illumi"
Está de más decir que Zeno arrugó la hoja, molesto por ver el pequeño acto de rebeldía. A la vez se encontraba satisfecho, Illumi no estaba alegando nada para justificarse, ni estaba pretendiendo algo que no era, estaba siendo sincero con sus sentimientos, y parecía que era algo completamente natural en él. Claro, esa fue la primera impresión que tuvo de él al respecto, necesitaba confirmarlo antes de aceptar seguir.
—Como si no supiera que en cuanto te aburras lo harás a un lado y luego te justificarás. Tal y como siempre has hecho.
De nuevo silencio. Illumi no argumentaría algo que para él consideraba obvio, a menos que creyera que el otro era incapaz de notarlo. Zeno sólo le decía eso para molestarlo, cosa que no conseguiría.
Se marchó. Dejó al muchacho a solas, de nuevo probaría su resistencia. De verdad quería ver algo que le diera la advertencia final de que no estaban bromeando con la entidad de la Y. Si era necesario, él mismo era capaz de estimular la reaparición del ente con tal de comprobar su teoría.
Pero Illumi ya había pensado en la situación con extremo detenimiento, después de todo, tenía mucho tiempo de soledad para meditar hasta el fondo. Él era consciente de lo dañino que era para su hermano el sostener una relación incestuosa, que además era con alguien mucho mayor que él, y que no le pedía una relación común, más bien una relación totalmente estable. Era demasiado pedir para un chiquillo que apenas sabía sobre amor, explorando la vida con sus ojos abiertos a una nueva realidad, dando el gran paso de la niñez a la vida adulta. Temía profundamente a esto. No quería lastimarlo ni por error, la devoción que sentía por él era demasiado real, no podría perdonarse si por su causa el amor de su vida terminaba mal.
Su abuelo había hecho reaccionar a la realidad. Una relación como aquella, estaría plagada de sinsabores, de problemas por todas partes, secundada por el rechazo de las personas que les rodeaban. Nada aseguraba que los amigos de Killua admitirían una relación como tal, no había forma alguna de que esto tuviera sentido para una persona cuerda. Naturalmente se encontrarían con la barrera del rechazo, y por lo tanto, le esperaba a Killua un largo camino de dolor. Cada reto, cada persona intentando separarles sin cesar, sería terrible, y él no estaba seguro de soportar verlo sufrir a través de tantas dificultades. Definitivamente dejarlo ir sería la mejor solución. Deseaba hablar de esto con él, ser honesto y explicarle el motivo de por qué decidía su separación. Cada día estaba más seguro de querer hacerlo. Sólo esperaba el momento. Repasaba la posibilidad de escapar del cuarto e ir a ver a Killua en cuanto se recuperará de sus heridas.
.'.
Killua estaba abochornado después de varios días de inspección. Las manos de esos desconocidos tocándole con tanta curiosidad, escaneando hasta sus órganos, inspeccionando cada rincón de su cuerpo. Por supuesto que fue terrible, una invasión a su espacio que debía aceptar si quería demostrar la inocencia de su hermano. La única razón por la que aguantaba todo aquello era él, la persona que se había vuelto tan importante en su vida, si era por él, entonces todo valía la pena. Se imaginaba que en cualquier momento lo volvería a ver y aliviaría su pesar y su vergüenza de ser sometido de ése modo. Moría de ganas por un abrazo suyo. Soñaba con él, con sus besos, con el momento en que pronunció esa palabra que hizo que todo su espíritu recuperara la paz, y se levantaba angustiado por otro día más sin verlo, sin tener la más mínima noticia sobre él. Estaba llegando a su límite y eso que sólo habían pasado siete largos días. Alluka ya no podía calmarlo, no servía nada, sólo lo dejaba expresar su dolor porque eso era lo único que le quedaba.
Llegó un punto en que ya no quiso aguantar ni un día más, los exámenes ya habían sido excesivos, y no había escuchado el más mínimo resultado al respecto. Decidió que iría a buscarlo por la noche, cuando Alluka durmiera y pudiera estar seguro de que ella estaba a salvo, se alistó y salió en busca de su hermano. Seguramente se encontraría en el cuarto con mayor vigilancia, y no se equivocó. En la entrada del pasillo habían mayordomos, y repartidos entre cada puerta, eso y las cámaras, sabía que se las vería negras si llamaba la atención. Pese a que el cuarto sólo tenía una pequeña ventana al exterior, incluso esta misma ventana era vigilada. No le dio importancia, iría con Illumi a como diera lugar, así lo viera por dos segundos, no le importaba, quería hacerlo, que no se sintiera sólo, que se diera cuenta que también él le deseaba ver.
Activó su Nen, la electricidad subió el pulso de su corazón, la adrenalina pura. En una milésima de segundo ya estaba en el cuarto de Illumi, ingresó por la ventana, el espacio dónde había menos vigilancia. Illumi lo reconoció en seguida, no se dijeron nada en cuanto se vieron aunque tenían mucho qué decirse.
Los mayordomos tenían órdenes de Zeno de no molestar a los muchachos si esa situación se daba; lo que menos deseaba era que más gente los viera juntos. Así que de inmediato dieron el aviso a Zeno, y éste a su vez tomó su primera decisión difícil con respecto a los muchachos. Los dejaría estar a solas por una hora.
Después de que notaron que no iban tras ellos, Killua dio un paso adelante.
—Illumi… —se echó sobre él.
El mayor lo abrazó protectoramente, repentinamente se dio cuenta de cuánto lo había extrañado. Más que cualquier otra cosa en el mundo, anhelaba ese abrazo, sentir sus blancos cabellos en su barbilla, besar su cabeza, y acariciar su espalda, mientras el aroma del menor traía vida a todo su sistema.
—No debiste haber venido —murmuró—, te extrañé tanto. Tanto.
—Y yo a ti, te extrañé mucho —dijo ahogadamente, recargando su frente en el pecho de su hermano mayor.
—Pero Kil, no debiste venir. El abuelo vendrá y yo…
En realidad apenas caía en cuenta que no podía decirle lo que tanto planeó, cuando la distancia le había hecho replantearse sus decisiones.
—No importa, no… yo quería verte, no podía estar otro día más así.
Estaba rojo de vergüenza por decir esas palabras tan complejas, pero no importaba, quería que Illumi lo supiera.
De pronto notó la ropa, las heridas, la sangre impregnada en la tela de su camiseta y pantalón. Se distanció para mirar mejor la escena. Illumi se abochornó, no había pensado las cosas debidamente, y lo había abrazado siendo que su cuerpo estaba en malas condiciones, seguramente no tenía buen aroma y Killua lo vería en su peor momento; con el cabello enredado y el rostro magullado, no podía imaginar qué tanto más le mostraría.
Killua se asombró, no daba crédito a lo que veían sus ojos. El amor de su vida estaba ahí, deshecho como nunca antes lo había visto. Los surcos de sus ojos tenían una sombra negra por debajo, debido a la falta de alimentación y sueño, la humedad del cuarto era obvia, y pese a la tenue oscuridad pudo ver la piel de su costado izquierdo inflamada dando el aspecto como si le hubiesen clavado y alzado con un gancho, y su rostro presentaba huellas de haber sido apaleado. Se percató de la sangre en la cama, las sábanas blancas tenían manchas por todas partes, caminó a pasos lentos hasta asomarse al baño, un simple espacio con apenas lo prescindible. Volvió la vista a Illumi y tragó saliva. Estaba indeciso entre romper en llanto o en maldiciones contra su abuelo y todos los que apresaban a su hermano.
—¡¿Por qué no has escapado de aquí?!, ¡¿qué diablos te pasa?!
Se dio prisa para abrazarlo, no le importaba el marcado aroma a sudor y sangre, ni su facha desaliñada; era un mar de emociones, sus labios temblaban, así como el resto de su cuerpo.
—¿Por qué siempre tienes que ser tan idiota?
—Kil —el movimiento brusco reabrió la herida, sintió el brote de sangre salir de su costado y lamentó que ni un abrazo podía recibir de forma apropiada— la herida…
—¡Lo siento! —se separó de él, miró con atención el área afectada, y notó la sangre comenzando a salir— ¿por qué no te atendieron?, maldita sea, ¡maldita sea!
Era tanta su consternación que apenas podía pensar. Le dolía hasta el alma verle tan herido, tenía ganas de descargar sus sentimientos contra lo primero que se pusiera en su camino, no con Illumi, sino con el primer desafortunado que atreviese a reclamarle así fuese la más mínima cosa. Abrió la puerta de improvisto, miró a los mayordomos que estaban ahí de pie, atentos a lo que ocurriera.
—Traigan gazas, vendas y algo para desinfectar heridas —volteó al interior del cuarto— quiero otro cuarto, uno que sí tenga un baño apropiado.
Eso era inesperado, los mayordomos se miraron entre ellos confundidos entre lo que debían hacer. Debían mantener a Illumi encerrado, aunque en un principio el cuarto en el que estaba no había sido precisamente decisión de Zeno. Ellos obedecieron la orden de encerrarlo y vigilarlo tal y como Zeno lo ordenó, pero fue decisión de otros mayordomos, superiores en el cargo, el mantenerlo en esa habitación. Había sido una decisión hecha con saña, dictada por los que sabían de la relación; estaban molestos por tratar con un amo tan deshonroso. Claro que si Killua lo pedía, era imposible ignorarle.
—¿Qué están esperando?, dense prisa —autoritario, brillaba como todo un líder.
Illumi se sonrió ante el increíble poder de convencimiento que Killua derrochaba con su presencia. Los mayordomos se dieron prisa para obedecer, guiaron a los hermanos hasta otro cuarto, uno más amplio y con mejor instalación. El albino rechazó otros dos cuartos más que sugirieron, alegando que no eran dignos para un Zoldyck, frase que sobresalió en toda la noche. El niño era afamado por su buen corazón, y sencillez, y verlo con esa ira, dictando ordenes con toda su autoridad, provocaba que nadie quisiese cuestionarlo.
En todo el trayecto no cesó de abrumarse por verlo en ese estado. No quiso hacer comentarios sobre lo muy mal que lucía; apretaba la mano de Illumi con nerviosismo, estaba asustado por hacer tanto alboroto en medio de la noche, temía que su abuelo fuera y arruinara las cosas, pero estaba decidido a seguir adelante.
Llegaron al nuevo cuarto, Killua le sugirió a Illumi que se duchara, mientras que él preparaba el resto de cosas para curar la herida infectada. Illumi se dio prisa para salir del baño, no quería perder de vista al albino, así que se bañó tan rápido como pudo y salió justo en el momento en que Killua acomodaba sobre la cama el vendaje que le colocaría. Se sentía extraño, nunca antes en su vida había sido tratado con tanta dignidad dentro de su familia. Dejó de sentir el hueco en su corazón, ese que siempre aparecía en situaciones como ésa, donde estaba él solo, herido e ignorado, era tan normal para él estar así que nunca se le ocurrió que él también pudo haber salido del cuarto para atenderse a sí mismo. Dio por un hecho que debía permanecer ahí, sufriendo en silencio, cuando él también tenía autoridad para moverse por sí mismo en todo el edificio.
—Déjame ver la herida.
—Es suficiente, Kil…
—No —levantó la voz—. No es suficiente, voy a revisarla y asegurarme que comience a cicatrizar.
Bajó las manos, para darle libertad al menor para ver su piel. Su abdomen descubierto.
Killua había pedido un cambio de ropa para su hermano, y le habían traído lo primero que se les ocurrió, un pijama del uniforme de los mayordomos, de la talla que calcularon que le quedaría. Por suerte, así había sido.
—Está muy roja y caliente, no se ve bien… —tragó saliva, estaba molesto, pero no quería despotricar contra su hermano, quién era el que peor la estaba pasando— Illumi… no puedo más, no puedo soportar que te traten así.
Entonces recordó lo que llevaba días pensando. Le dolía verlo sufrir, más si era por su causa. No merecía tener tanto de él, siendo que sólo le causaba problemas.
—Kil —tomó su mano, antes de que continuara con su inspección—, Kil, hay algo que debo decirte. Ven.
Lo llevó hasta la cama, donde ambos se sentaron. Killua estaba atento a lo que le decía, le preocupó el rostro de tristeza que su hermano mostró por breves segundos.
—Kil, he pensado más las cosas. Yo sé que sabes lo que siento por ti, no he mentido nunca en mi palabra, pero creo… creo que…
No podía, no era capaz de decir esas palabras. Un dolor en su corazón le atormentaba. Tomó aire y nuevas fuerzas, pensó en él, en las inmensas posibilidades que tendría en un futuro, cuando superara la ruptura y fuera libre para elegir el camino que desease sin cargar con él en sus espaldas.
—Debemos parar. Esto… esto no está bien, no es bueno para ti. Sé que te sentirás triste, pero con el tiempo me olvidarás, estarás bien. Yo tengo que hacer esto por tu propio bien, no quiero que una mañana te levantes y te avergüences de mí, de lo que hemos compartido, y te cueste trabajo decírmelo por temor a lastimarme, tampoco quiero que te acosen por mi causa, no quiero que batalles nunca por mi culpa. Por eso…
Killua sintió cada palabra como una estocada en el corazón, de por sí ya estaba bastante emocional como para soportar esas palabras. Se puso de pie, frente a su hermano, y clavó sus dedos en la mandíbula del morocho.
—Cuando dije que quería estar contigo, no me refería a unos cuantos meses y ya. No hablaba de jugar, ni de experimentar. Yo hablo en serio, tómame en serio de una maldita vez. Porque si no lo haces… —su mano tembló con dolor— seguiré haciendo todo esto por ti, y al final seré yo quien se esfuerce. No me dejes solo.
Sostuvo el rostro de Illumi y le besó. En un beso tierno y tímido, pero que delataba su dolor. Llevaban poco más de una semana sin verse, sin tocarse, tanto que sus corazones se aceleraron al contacto de sus labios.
Se separó de él, mirándolo con ojos llorosos.
—¿De verdad quieres eso?, tú, Illumi, ¿eso deseas?
—No. No sé en qué estaba pensando cuando te lo dije —lo atrajo de vuelta a su rostro y lo besó.
Killua había mencionado el sacrificio tan grande que él hacía por su relación, ese había sido motivo suficiente para dejar de actuar como si fuera cualquier cosa el dejarle ir, como si le hiciera un favor al cortar la relación porque en realidad no era así. Él voluntariamente había decidido seguir a su lado, se había preparado para estar con el morocho toda una vida; él deseaba esa relación, toda la relación había sido sostenida por el albino hasta ese momento, mientras que él se la pasaba dudando en si abrirse o no.
La puerta sonó. Ambos se separaron sorpresivamente, y Killua se colocó frente a su hermano, como intentando protegerlo de lo que vendría.
—Abuelo —le llamó serio.
Escondía a su hermano a sus espaldas, pero era inútil, su abuelo lo sacaría de ahí y le asustaba la idea de lo que le fuera a hacer.
—Killua, sal ahora mismo del cuarto —dijo, pero no sonó como una orden, parecía más preocupado por lo que veía.
—No.
—Kil… —advirtió Illumi, deseaba que el albino obedeciera para que no se volviera otra pelea que provocara a su abuelo a lastimarlos.
—No —volvió a argüir—. Illumi necesita atención. Puedo apostar que no ha comido en todos estos días. No puedo creer que lo estés tratando de este modo. No me iré de aquí hasta asegurarme de que él esté bien.
Zeno miró atento a la escena, Killua protegía apasionadamente a las personas que amaba. No le importaba si eso afectaba su vida. Para su suerte, las pruebas habían terminado, y los resultados eran, sin duda, correctos, Killua no tenía ningún rastro de Nen en él, nada ni nadie lo manipulaba, era su propia voluntad la que lo movía a actuar de ése modo. El hecho de verlo ahí, moviendo a su hermano de cuarto, a punto de revisar sus heridas, y firme en su decisión de no irse, le dejó en claro que pelear contra él era imposible. Intentó ver a Illumi, pero el muchacho tenía la cabeza baja, mirando algún punto en el suelo, como si le avergonzara ser tratado de ése modo.
—Bien —suspiró— las pruebas terminaron, los resultados te los daré mañana, aunque ya ustedes dos lo saben… tienen media hora, después de eso, no tendré misericordia y castigaré a Illumi si te vuelves a negar a salir.
Gracias Fujoshi83 por tu mensajito, te contaría cómo me fue pero ni siquiera me dejaron poner un pie en el país. Ya conté el asunto en la fanpage así que no lo repetiré más... no me siento muy animado al respecto.
Gracias a todos por leer, nos vemos el 8 de marzo. Un día maravilloso porque es el día internacional de la mujer! .'.
