Bueno, hay mucho lemon
HADOS
Capítulo 19
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Illumi despertó con el constante movimiento del menor que no le permitió continuar descansando. Casi de inmediato reconoció lo que ocurría,Killua ya le había hecho esto mismo antes;siempre que llegaba a su límite, el inconsciente le traicionaba. La erección clavada en su muslo, clamando atención confirmó su sospecha.
Estaba desidioso, no quería despertarlo, molestarlo cuando lo estaba pasando tan bien entre sueños. Le pareció cruel, pero el delicioso vaivén de sus caderas lo estaba invitando a atender sus más profundas necesidades. No lo pensó más, lo recostó con cuidado sobre la cama, colocándolo boca-arriba para tener mayor acceso a su cuerpo y deslizó una mano por debajo de sus pantalones; la respiración de Killua se volvió un poco más irregular y rodeó con su mano derecha la erección del menor para estimularlo. No pasó mucho tiempo cuando el muchacho despertó, todavía con el recuerdo fresco de su sueño, y lo primero que vio fue la sombra de Illumi sobre él susurrando.
—¿Con qué tanto soñabas?
—Mmm… —gimió cuando sintió el placentero movimiento de la mano del morocho apretando deliciosamente su erección.
—¿Eh?, ¿no tengo derecho a saber?
Pero no podía responder, lo único que podía pensar era lo increíble que se sentía despertar con tantas atenciones. Illumi besó su cuello, esperando su respuesta, pero sin dejar de estimular al albino, quien apretaba con fuerza las sabanas.
—¿Qué soñabas?, tu delicioso cuerpo me ha despertado.
—T-te estuve esperando todo el día.
Era un reproche sensual, no era necesario ser más le deseaba, no en vano se había quedado despierto hasta su llegada,ansioso por perderse en sus no quiso ser muy evidente esa noche, después de notarle tan alterado.
—Pero tú lo sabes, sabes que soy tuyo. Que puedes pedirme lo que quieras.
—Ah —no resistió su voz.
Illumi había bajado para lamer su erección mientras continuaba con el movimiento de su mano.
Había fantaseado demasiado con Illumi, con su cuerpo y su deseo tanto así que no quería que parara. Hundió sus dedos entre las hebras frescas del cabello negro y lo atrajo a su pelvis, siguiendo el vaivén de los movimientos de su hermano y se concentró en la cálida sensación que le provocaba. No fue capaz de mantener los ojos abiertos, ni de formular más ideas y no lo fue hasta que su cuerpo, no resistiendo más al placer, terminó por derramar sus fluidos dentro de la boca de su hermano. Sus piernas temblaban, sus oídos se taparon durante varios segundos y se concentró en recuperar la respiración.
De pronto se percató de que la mirada de Illumi estaba de vuelta en él. Entonces cayó en cuenta que sólo él había terminado, se ruborizó, no quería ser egoísta y sólo él disfrutar cuando lo que más adoraba de estar con él, era verle en esa faceta única y exclusiva llena de lujuria.
—¿Mejor ahora?
—Illu…
Se inclinó para besar su frente. Consciente de lo que iba a decir, pero era muy noche, estaba bastante cansado todavía y lo que más quería era dormir.
—¿Ya te sientes mejor?
—No… —susurró el albino, tomando la suave tela de la camiseta de algodón— tú…
—Yo estoy bien, Kil.
—Pero…
—Con dormir a tu lado me basta —volvió a besar su cabeza—. Ven, abrázame, así duermo mejor.
No se sentía conforme, dentro de su mente era imposible que Illumi estuviera tranquilo sin haber recibido el debido desahogo. Suponía que, si para él era difícil resistirse, para Illumi—que había pasado años de su vida bajo la influencia de su deseo— debía ser mucho peor;pero no tenía el valor de insistirle, no cuando él se había acomodado en la cama para dormir.
Y con esa molestia en su mente se quedó dormido; esta vez tardó más en hacerlo, esperó hasta que el suave ritmo de la respiración de su hermano le arrullase. Por lo menos eso siempre funcionaba.
Por la mañana Illumi despertó primero, Zeno le había advertido a Killua que pasaría por él a medio día. Su reloj biológico le había alertado que no alcanzarían a desayunar ni a conversar nada si no se levantaban de la cama, levantó la mano y tomó su celular que estaba cerca. Respiró hondo, eran las diez de la mañana, era buen momento para levantarse. Acarició la espalda del albino.
—Kil, es hora de levantarnos.
Pero el muchacho sólo hizo un sonido inconforme, se acurrucó más sobre el pecho de su hermano y siguió durmiendo. Se quedó paralizado, aguantando las ganas de reír, Killua estaba actuando más mimado que de costumbre, de eso no le quedó duda alguna.
—Kil… el abuelo va a venir por ti en dos horas.
—Mmm… sí.
Lejos de levantarse, rodeó con sus piernas a su hermano atrapándolo para que no se apartara. No le importaba en lo más mínimo que su abuelo fuera, él quería estar con su amante todo el día. Ese era su plan.
Illumi, preocupado porque esa actitud pudiese repercutir de forma negativa, decidió levantarse de la cama, para forzarlo a que le dejase ir, pero en el momento en que lo intentó, una de las manos de Killua lo sostuvo por la tela de su pijama.
—No… —susurró el albino.
—¿No qué? —se quedó quieto, esperando a que le respondiera, pero pronto escuchó la respiración pesada de su niño— ¿Kil?
Era maravilloso, no podía dejar de agradecer tener esa clase de oportunidades en las manos; tan fácil, sin forzar nada, ni tener que pretender nada, sentir el peso del albino sobre su cuerpo y respirar el aroma de su cabello, no importaba nada si podía tenerlo así por más tiempo. Porque si Killua podía dormir así de profundo, sólo significaba que confiaba en él, que disfrutaba dormir a su lado, descansaba porque se sentía seguro. Acarició su espalda y se quedó ahí, maravillado de su realidad, la magia más hermosa del mundo, Killua era lo mejor que le había pasado en la vida.
Se hubiera quedado dormido de vuelta, de no ser porque escuchó que llamaban a la puerta. No respondió, por temor a molestar al muchacho.
—¿Amo Killua? —la voz de un mayordomo sonó atenuada por la madera.
Lamentó tener que responder por el niño que no parecía darle relevancia a lo que sucediera a su alrededor.
—Está ocupado, ¿qué ocurre? —contestó sin moverse de su sitio.
—Oh… el amo Zeno dijo que vendrá hasta las dos de la tarde.
—¿Es todo?
—Sí.
—Bien, gracias —sintió que Killua se movía, y se entristeció al romper con el encanto de la mañana.
Killua bostezó, haciendo algunos torpes movimientos para intentar levantarse.
—¿Con quién hablas? —se talló los ojos, enfocando luego su mirada en su hermano.
—Vino un mayordomo —tuvo un ataque de ansias por verlo tan tierno por la mañana, tenía la tentación de apretarlo entre sus brazos y quedarse así hasta muy tarde. En cambio, se resistió, siguiendo con la mirada todos sus movimientos.
—Ah… ¿qué quería? —otro bostezo.
—El abuelo vendrá hasta las dos de la tarde.
—¡Ah maldición, no puedo despertar!
—¿Dormiste mal?
—Todo lo contrario… dormí tan bien que quiero seguir durmiendo, ¿es mucho pedir?
Soltó la risa, despeinó todavía más los cabellos del albino y se dispuso a sentarse.
—¿A dónde crees que vas? —pero el menor tenía otra cosa en mente, dejarlo levantarse de la cama no figuraba en sus planes.
Gateó sobre el colchón y se acomodó sobre las piernas del morocho. Luego escondió su rostro entre el cuello de su hermano, fingiendo que lo que quería era dormir ahí, pero el movimiento sutil de su cadera delataba sus verdaderas intenciones.
—Anoche llegaste muy tarde, estabas cansado y no pudimos estar juntos como deberíamos.
Illumi tragó saliva, le comenzaba a preocupar que Killua tuviera un problema de adicción al sexo, aunque era improbable. Killua sólo se estaba esforzando, basado en lo que él suponía que Illumi deseaba más de él. Le enternecía ver cómo deseaba complacerlo, pensaba en él y lo valoraba. Acarició su espalda dejándose llevar por el estímulo que el pequeño albino le provocaba. A los pocos segundos ya estaba lo suficiente excitado como para dejarse llevar y satisfacer al máximo a su niño.
—Mmm… Kil… —lo apretó contra su cuerpo para que sintiera su erección a través de la tela— ¿te gustaría hacerlo?
—¿No es obvio?
Los besos, sus manos acariciando sus cuerpos, sus respiraciones y cada expresión de amor entre ellos sólo se perfeccionaba con el pasar del tiempo. No había algo que pudiera detenerles una vez que comenzaban con ese arte para hacer el amor, ahora que eran mejores para complacerse mutuamente. Poco a poco Killua había ido perdiendo la vergüenza para tener iniciativa en la cama, cosa que Illumi agradecía profundamente porque le permitía disfrutar sin reparos. En esos momentos ya no se ponía a pensar en si era su hermano, o si él era todavía muy joven, sino en todo lo que Illumi representaba, y que quería verlo sonreír para siempre.
Terminaron agotados sobre la cama, desnudos, pero completamente seguros de que habían aprovechado al máximo su tiempo a solas. Killua juraba que podría continuar haciendo el amor por más tiempo, cada día se sentía más apegado a él, y disfrutaba de su capacidad para someter a Illumi a su voluntad. Era suyo en cuerpo y alma como nunca antes se imaginó que alguien podía pertenecerle. Una vez que él deseaba algo, Illumi haría lo que fuera para dárselo, sólo bastaba con pedirlo. Pero el verdadero motivo por el que le encantaba aquello se debía a que le daba seguridad, tenía la plena confianza de que Illumi se entregaba a él y sólo a él, a nadie más, pensar que tenía en sus manos una relación seria y estable, le daba la felicidad y el impulso suficiente como para ser libre de expresar sus sentimientos en su máxima expresión, con la certeza de que recibiría a cambio una respuesta todavía mejor que la suya. Por eso mismo no tenía reparo en entregar su cuerpo a él, porque sabía que no terminaría siendo un juego más.
—¿Qué ocurrió ayer? —otra cosa más que le agradaba ahora de ser el dueño de Illumi, era poder cuidarlo de todo, incluso de sí mismo.
Illumi aguardó en silencio, Killua nunca olvidaba ningún detalle, no dejaba pasar absolutamente nada, por más tácito que fuera, y por mucho que se esforzara por retrasar el momento hasta creer que ya lo había olvidado, siempre acababa dándose de frente contra la pared.
—Ahora Illumi… —reprochó, notando la falta de voluntad para hablar.
Lo peor era que Killua cada día era mejor leyendo su lenguaje corporal, no podía ocultarse como antes para evitar mentirle; tampoco podía convencerlo de ignorar un tema que ya se había dispuesto a hablar.
Suspiró. No le quedaba opción alguna más que rendirse. Se sentó al borde de la cama, mirando hacia la pared de enfrente.
—Ven siéntate aquí junto a mí.
El albino obedeció, y sintió los dedos de Illumi tomando su mano, lo que sea que tuviera que decirle al parecer era muy complicado como para tomarse la molestia de prepararlo mentalmente para lo que escucharía.
El silencio de Illumi le carcomía, era estresante esperar mientras jugaba con sus dedos sin mirarlo a la cara, era evidente que se daba valor para decir las cosas.
—Sabes que trabajamos para los Iluminados. Más que ser parte de la hermandad de Asesinos, pertenecemos especialmente a los Iluminados y les dedicamos más tiempo a ellos.
Asintió, ya era algo que había aceptado y no se oponía a ello.
—La… la forma en la que trabajamos —aquí su voz tembló un breve instante— nuestros tratos con ellos son tan complejos que ya no tenemos otra opción que enfriar nuestras emociones y hacer nuestro trabajo, tal como ellos quieren. Son nuestros clientes principales.
—Suena a que en realidad somos sus esclavos. Esclavos con paga.
Illumi le dirigió una mirada curiosa y volvió a bajar la vista sobre la mano del albino, apretando con suavidad la punta de sus dedos.
—Una de las funciones que desempeñamos, ellos la llaman "control de población", abarca desde mantener a la población mundial por debajo de una cifra que ellos consideran adecuada para que los recursos naturales mantengan un balance conveniente; también se encargan de mantener en constante conflicto a la sociedad para crear el estado de shock, un experimento que consta de crear grandes desastres para que la gente… —detuvo sus palabras, la mano de Killua temblaba.
—Yo… no creo lograr hacer algo como eso, Illumi, no puedo ir y masacrar a una población sólo porque ellos lo piden.
Lo imaginaba y le daba un pánico terrible, no quería hacerlo, excedía su límite. Repentinamente quería huir, recordó las palabras de Illumi cuando le había dicho con pena: «tengo que pedirte que seas un asesino»; de pronto cobraba un significado diferente. Se echó sobre las piernas de su hermano para cubrir su rostro avergonzado de tantas emociones dolorosas.
—Tranquilo —acarició su espalda—, yo hice un trato con ellos, ¿recuerdas?
Sintió que su respiración comenzaba a regularse otra vez.
—Soy un juez, puedo asegurarme de que no te pongan a hacer esas cosas.
—¿Y si los detienes?
Era imposible, el albino lo sabía, si los Zoldyck no lo hacían, alguien más ocuparía ese lugar. Era cuestión de decidir qué deseaban hacer por ellos, cuál era su papel como asesinos miembros de los Iluminados.
—Ya sé… sé que es imposible…—se respondió a sí mismo ahogando sus quejas entre las rodillas de su hermano.
—Por eso ayer no me viste en mi mejor momento, porque tenía mucho por pensar.
Concluyeron que no había nada por hacer más que esperar el momento en que Illumi ejerciera su posición como juez, y terminara por darle paz a su familia, volver a ser miembros de los Asesinos de forma regular, como originalmente hubiese sido. Tampoco era la idea más feliz del mundo, pero era mejor que la otra opción de vida, controlada, con una remuneración exorbitante, pero a base de más sangre de la que pudieran aceptar a derramar.
Salieron después de escuchar a Alluka quejarse por su ausencia. Era bastante tarde para desayunar y, de todos modos salieron, Killua tenía muchas ganas de pasar el día con ellos, como solían hacerlo antes de que su abuelo los descubriera, tristemente a las dos de la tarde, puntual, su abuelo fue por él, y tuvo que despedirse. Al menos tenía la esperanza de que volvería ese mismo día a los brazos de su amado.
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Su abuelo le dio instrucción de que irían una misión un poco extensa debido a que tenían que cubrir una gran zona, y quizá no eran muchos objetivos, pero si debían esperar a un momento preciso para realizar el trabajo. Eso prolongaría las cosas, para mal humor de Killua. El primero objetivo que su abuelo le indicó, era una mujer. En ese caso su abuelo le había solicitado ser muy veloz, no debía dar tiempo ni de pensar, por lo tanto, tampoco debía haber testigos. Tendría que usar su supervelocidad para resolver el trabajo. Él no se interesó en el motivo por el que tendría que hacer el trabajo, usualmente cuando comprendía lo que hacía sólo se indignaba de tener que matar a otro inocente.
La mujer era la actual líder sindical de los trabajadores, un grupo fuerte que se oponía a lo que el gobierno quería imponer. Una mujer mayor, que las personas habían seleccionado por su buen trabajo y porque defendía las buenas causas a capa y espada, es decir, una persona no conveniente para el cargo delante del gobierno. Después de la masacre, ella había tomado más fuerza, la gente la estaba apoyando por todas partes y eso la transformaba en la persona más peligrosa del momento, pese a que no era el plan de ella de figurar como tal.
Killua fue tras ella, y sólo bastó un par de segundos para que ella recibiera un golpe tan fuerte que el impacto la matase. El albino se marchó sin mirar atrás. Lo había hecho tal como su abuelo le había indicado, estaba ansioso por terminar su trabajo e ir con Illumi para olvidar todo. Eso era lo único que tenía en mente. Su abuelo le había dicho que después de que terminara el primer trabajo, fuera a la cima de una torre donde se vería con él para las siguientes indicaciones, pero al llegar se dio cuenta que no estaba ahí, en cambio un par de mayordomos le esperaban. Le anunciaron que su abuelo se tomaría más tiempo del esperado para terminar su parte del trabajo, le pareció en exceso raro, porque el anciano solía ser veloz, y perfeccionista.
—A las seis de la tarde tendrá que ir tras su siguiente trabajo.
—¡¿Seis?!
Le pareció terrible, eran las tres con quince minutos y en el inter no tenía absolutamente nada qué hacer. Sólo esperar, y esperar era todo lo que no deseaba.
—¿Por qué a las seis?
No le supieron responder, dieron evasivas y excusas sin sentido. Killua rodó los ojos, obviamente no consideraba importante como para quedarse por tanto tiempo, sin saber de sus hermanos, o relajarse aunque fuera por un momento mientras tocaba salir a trabajar otra vez.
—Cuando son estos clientes nosotros no nos enteramos de los pormenores. Será mejor que espere la instrucción del amo Zeno.
Estaba aburrido, no tenía ni la más mínima disposición de quedarse a averiguar lo que pasaría. Además, matar al siguiente objetivo en esos momentos, no cambiaría nada en el destino, igual moriría. Su abuelo no le había dejado alguna explicación para esperar, así que consideró irrelevante su orden. Se dio la vuelta y se lanzó por la torre, tan rápido que para cuando los mayordomos acordaron, el muchacho ya se había ido.
Su siguiente objetivo era un hombre importante, enemigo de la líder sindical recién fallecida. Los que orquestaban el plan habían decidido que primero acabarían con el problema de la mujer, y luego lo ocultarían con la muerte del otro tipo, con tal de aparentar que había una oscura intención detrás de los que protestaban, y sin la protección de su líder, su fuerza decaería poco a poco para pasar a ser señalados como delincuentes. Tomarían a un par de chivos expiatorios, unos sujetos que ya estaban elegidos entre el sindicato y que acusarían de asesinato. Era un plan bastante estable.
Sólo que, Killua sin saber lo sucedido desde la masacre, se lanzó tras el camino más corto para llegar a las oficinas del sujeto que mataría, y en su camino se encontró con un panorama terrible. La plaza ahora estaba cercada por unas advertencias y policías uniformados rodeaban con mucha vigilancia el ía había cuerpos y mucha sangre derramada en el suelo, la fuente, y los monumentos. «Fue una masacre», recordó las palabras de Illumi y se estremeció, se asomó desde lo alto de un edificio, y sus piernas temblaron, se quedó sin aliento, había muerte por todas partes, sangre hasta en sitios que consideraba imposibles que quedaran impregnados de sangre, a menos claro que se hubiera planeado de un modo escalofriante y sin misericordia.
Reculó con asco, las paredes de lo alto de los edificios, los techos de las casas, juraría que dentro de los edificios había también un mar de sangre, y los lamentos a lo lejos lo impresionaron, todo el panorama era rojo. Todavía había gente viva, el mismo lo vio, pero esa gente yacía sobre el suelo, rodeada por policías, que no les daban atención médica, sólo les tenían presos para morir, incluso consideró misericordioso bajar y acabar con sus vidas. Sangrantes y mutilados, hombres y mujeres de todas las edades. Iba a lanzarse, ya estaba listo, pero una mano en su hombro le hizo frenarse.
—No lo hagas, Kil —era su abuelo que llevaba rato en la plaza, vigilando que el trabajo de limpieza quedara terminado como estaba planeado— estropearías el trabajo de Illumi.
«Fue una masacre», su voz volvió a sonar en su cabeza, y tuvo deseos de vomitar.
—Él no los mató… pero organizó todo —vio el horror en su rostro y se preocupó—.Kil, este es nuestro trabajo, control de masas, no quería que lo vieras pero supongo que tarde o temprano lo ibas a hacer.
La única razón por la que no había mandado a Killua a acabar con el tipo era precisamente esa, quería esperar a que terminaran de exterminar a los sobrevivientes y limpiar las calles, todo para que Killua no lo viera.
—Ahora que ya es imposible ocultarlo, ve y termina el trabajo, no pienses, cuando termine todo hablaremos. ¿entendido?
Ese "no pienses" era un alivio, se sintió mejor al bloquear de su mente las imágenes terribles de la sangre inocente; se dio la vuelta y se apresuró a terminar con el otro tipo. Estaba tan conmocionado que no se dio cuenta en qué momento acabó con todo, y reaccionó hasta que estaba en alguna habitación junto a su abuelo; el albino estaba en un modo irreconocible, pálido, tembloroso, su abuelo le hizo calmarse respirando hondo y lo forzó a sentarse para tener una conversación tranquila. Explicándole el trabajo que habían realizado con tanta frialdad que no soportó la molestia y dolor de aceptar ser parte de algo tan horrendo.
—Y encima me sonríe —alegó fuera de contexto, expresando un pensamiento que venía rondando por su mente—. Ese Illumi siempre se esfuerza por mí, porque no la pase mal, pero él la pasa mal y eso me hace sentir peor…
—Ah… —se cruzó de piernas, y se recargó en el respaldo del sillón— bueno, Illumi tiene una obsesión por cuidarte, eso es obvio.
—Pero no tiene por qué actuar como el fuerte todo el tiempo… me exaspera no poder… —le molestaba que Illumi lo tratara como a un niño al que debía cuidar incluso de una mala noticia. Él quería protegerlo también, comprender sus pesares y ayudarlo a cargar con ello, quería estar a su altura, y esta clase de actitudes sólo le hacía sentirse excluido. Por un lado adoraba que lo cuidara con tanta pasión, porque era de los pocos gestos que le demostraban el amor que sentía por él, pero no le era agradable estar sin hacer más por él, por la persona que más le amaba.
—Yo no sé cómo sea su relación, la verdad no quiero saberlo, pero si te sientes mal por él, entonces sólo díselo y lleguen a un acuerdo.
Todo lo que quería era a Killua en ese estado a la casa sería terrible, Illumi se pondría en modo sobreprotector y eso le acarrearía problemas, porque una vez que el morocho se disponía a actuar, detenerlo era imposible y era mejor no provocarlo. Pero era difícil controlar al albino, él quería seguir expresando sus emociones al límite. Entre más tocaba el tema de la masacre, más sensible e histérico se ponía, tuvo que invertir toda su presión para calmarlo.
—Kil, no puedes dejar que Illumi te vea así, si lo haces él se sentirá peor. Se esforzó mucho para mantenerse tranquilo por que es lo mínimo que te corresponde hacer por él.
Y la verdad es que se lamentó todavía más mientras estaba de camino al hotel, aunque en silencio. Se sentía horrible por Illumi, no podía imaginar la carga que tenía en sus hombros, el tener que actuar como si no le importara hacer todos esos horrendos actos, se le revolvía el estómago de sólo pensarlo. Imaginaba que Illumi todavía se sentía peor por verle a los ojos y pedirle que siguiera siendo un asesino, detestaba que fuera así, pero amaba más a ese idiota que le ocultaba cosas como esa por amor, le emocionaba ver cuánto esfuerzo invertía en él con cada detalle. Entre más lo conocía más deseaba estar con él.
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Alluka estaba aburrida, se había hartado de ver tutoriales para peinados en internet, y ahora se preguntaba qué tanto hacía Illumi, el morocho no había salido del cuarto desde hacía un par de horas, sólo lo había visto un rato cuando salió a comer con ella, pero no se dirigieron palabra alguna. Supuso que Killua le había hecho un drama de celos para que él optara por mantenerse lejos de ella, eso le hacía sentir mal, porque se suponía que ellos debían ser cercanos. Guardó su tableta, y fue directamente al cuarto de Illumi, llamó a su puerta y escuchó su voz.
—¿Qué ocurre Alluka?
—¿Puedo pasar?
No esperó la respuesta, giró la perilla y entró consciente de que podía molestar al mayor. Illumi estaba recostado boca-arriba, sobre la cama, no traía camisa puesta, sólo un pantalón de algodón. La volteó a ver con un poco de molestia, si hubiese querido detenerla, en realidad no le habría costado nada de trabajo, sin embargo, no tenía ganas ni de levantarse.
—¿Has estado así todo el día?
—No importa.
Cerró la puerta del cuarto, puso seguro y sin prestar mayor relevancia se echó sobre la cama, sentándose a un lado de su hermano.
—¿Ya vas a comenzar a portarte indiferente conmigo?
—¿Qué pasa, Alluka? —no quería ser grosero con ella, pero además de que no tenía ánimo para conversar, quería seguir pensando en las cosas que tanto le estaban preocupando, y la presencia de la chica no le permitirían lograr su objetivo.
—Eso es lo que yo quiero saber. Llevas encerrado desde que Killua se fue. No has hablado conmigo.
—No hay nada de qué…
—Sí, ahora me dirás lo que pasa, ¿qué tanto te molesta?, creí que ya había aclarado que debíamos tener una buena relación, pero hoy parece que estás necio. Eso significa que pasa algo.
—¿Y si es así, qué?, no voy a hablar eso contigo.
No pudo evitar sonar rudo, pero es que sus preocupaciones sobre Killua eran un tema personal. Todo lo que pensaba sobre él, sólo deseaba hablarlo con él, si es que él se dejaba tratar.
—Illu-nii… sé que no nos conocemos muy bien, pero quisiera que al menos rompiéramos esa frialdad que hay —podía jurar que estaba algo sonrojada, se estaba forzando a sí misma para hacer esto, se lo debía a Killua, al menos así lo veía ella— me gustaría que contaras conmigo, que pudieras apoyarte en mí para hablar de lo que quieras. Si se trata de Killua, yo quizá pueda ayudar.
Illumi estaba más seguro que no quería compartir esa clase de cosas con ella, pero no estaba de humor para hacérselo saber de la forma más amable posible. Tomó aire, y se sentó sobre la cama. La miró unos segundos antes de abrir la boca.
—No pienso hablar de eso contigo. Esto sólo le concierne a Killua.
—¡¿Lo ves?!, te cierras, uno quiere ser tu amigo y tu no lo permites. ¿Cómo se supone que le voy a dejar a Killua a una persona que no puede abrirse con nadie?, no es fácil Illumi, yo también hago mi esfuerzo.
Cada vez que escuchaba esa clase de expresiones se molestaba porque era un apoyo que él no había solicitado, no le importaba en verdad tener un séquito detrás de él; eso de tener gente que estuviera animándolo no le parecía atractivo. Era feliz con tener a Killua, eso era todo lo que necesitaba. Sin embargo, Killua sí requería de ese apoyo, así que no le convenía hacerse del rogar, era mejor que cooperara con la chica, y así en un futuro, podría acercarse a ella y preguntarle por cosas sobre su hermano, esos detalles quisquillosos que el albino no le solía decir.
—Alluka, ¿qué se supone que debo hablar? —aunque volvió a ceder a su mal humor—, no es como que pueda hablar de todo contigo.
—¡Claro que sí, lo que quieras!, ¿qué te preocupa?, ¿es algo de Killua?
Se quedó en silencio, hizo un breve gesto de desagrado y sin más respondió.
—Sí, es Killua. Me preocupa que siempre tiene ganas de tener sexo, no hay día que no quiera hacerlo, y no quisiera que esto se rebajara a sólo eso… —esperó a ver la cara de la chica. Lo había dicho con el ánimo de fastidiarla.
Alluka estaba incómoda, pero no refutó, ella misma lo había incitado, no podía quejarse, hizo lo que pudo para resistir las ganas de reclamar o hacer una mala cara.
—¿Lo ves?, no puedo hablar contigo de esto.
—¡Claro que sí puedes!
—Por supuesto que no Alluka, no voy a divulgar nuestra intimidad con nadie.
Era difícil para ella congeniar con él, en ocasiones era una persona muy difícil de tratar; momentos en los que no lograba hacerle ceder, y sólo la ponía en aprietos para demostrarle que él tenía la razón, pero si Illumi creía que con eso bastaría para hacerla desistir, estaba bastante equivocado.
—No es que lo rebaje, ¿sabes?, Killua es de esos que si algo funciona una vez, lo seguirá haciendo por siempre. Si cree que para ti eso es lo máximo en la vida, te lo dará para que seas feliz.
—Alluka, no. Basta. No hablaré de esto contigo.
—¡Tú empezaste!, ahora sigue.
—No.
—Illumi…
—¿Sí, bien?, ya sé que es eso, pero él es terrible, no me da tiempo de explicarle que no es todo en la vida, que se puede hacer el amor de otras miles de formas que sólo sexo.
Sintió escalofríos, en verdad no podía tolerar el tema, era demasiado para ella.
—¿Lo ves?, de ningún modo voy a hablar contigo.
Hubo un corto silencio que se sintió tan largo que creyó que ya no hablarían más.
—No es sencillo, ¿entiendes?, Killua te quiere en su vida, y me quiere tener cerca. Yo lo adoro, y quiero estar con él también, es mi mejor amigo, pero él… no lo puedo poner a decidir entre tú y yo, no quiero que se sienta así, que piense que no podemos estar en un mismo lugar, juntos. Y sé que esto se puede prolongar por mucho, mucho tiempo, valora mi esfuerzo, ¿quieres?, yo quiero…
Y ahí quedó su complicado discurso, al menos Illumi comprendió su punto. Alluka quería que Killua disfrutara por completo su relación, no que tuviera que esconderse de ella para estar con él, ni que tuviera que batallar día con día para hacerlos congeniar. Ella estaba siendo muy buena con ambos, les estaba dando privacidad y tolerancia, más de lo que nadie en la familia hacía por ellos; cayó en cuenta que ese esfuerzo debía ser valorado. Ya desde hace tiempo se había compadecido de ella, cuando comprendió que ella también sufrió por causa de su madre, y ahora, la veía como una especie de ayuda inesperada. Se arrepintió de no haberlo considerado antes de abrir su gran boca y hacerla incomodarse.
—Está bien, yo pondré de mi parte. Sólo no esperes que te hable de todo.
—Con que me hables, es suficiente.
Illumi suspiró, recordó que ella era la única persona en el mundo que era capaz de conocer sus inquietudes sobre las entidades de Nen, que era la mejor amiga de su amante, y que podía sacar mucha ventaja si tan sólo dejaba a un lado sus ideas sobre ella.
—No quiero que sea un asesino, quiero que siga su camino, yo sólo no sé cómo hacer que él viva a su gusto.
Escucharon que la puerta se abría y se sobresaltaron, Killua debía estar de vuelta y al albino no le gustaba verlos interactuar de forma extraña, seguramente saber que estaban en el cuarto del mayor, cuando él estaba con poca ropa no le parecería bien. Sería el drama del siglo. Illumi se apresuró a colocarse una playera mientras que la chica salía a saludar. Era bochornoso, no importaba, Killua se daría cuenta y tendría que preparar un discurso convincente para quitarle de la mente sus ideas erróneas. Se alistó y salió del cuarto para saludarlo. Su abuelo lucía un poco cansado, pero Killua se veía peor, era evidente que había estado triste.
Se puso frente a los dos recién llegados, y buscó insistentemente la mirada azul de su niño, pero éste se negó a mirarlo y se angustió en su corazón. En cuanto escuchó que su abuelo anunciaba su siguiente misión, y se retiraba, se abalanzó sobre él, lo tomó del mentón y volvió buscar sus ojos, Killua sostuvo su mirada un par de segundos pero volvió a bajarla al suelo.
—Kil —le llamó— Kil, mírame.
El albino tembló, le volvió a mirar un par de segundos y se rindió. Illumi se asustó por completo, y optó por lo único que sabía que lo calmaría. Lo besó, apretando sus mejillas, atrayéndolo con amor.
—Chicos, ¿hola? —les interrumpió Alluka— yo también estoy aquí.
Killua reaccionó, escondiendo su rostro en el pecho de Illumi y el morocho no tuvo más opción.
—Alluka, lo siento, mañana lo tendrás todo el día para ti y podrás preguntarle lo que quieras. Hoy quiero tenerlo conmigo.
Escuchó un bufido de protesta seguido por un "está bien", bastante molesto. No lo pensó dos veces, tomó la mano de Killua y lo forzó a andar hasta el cuarto. Ahí lo hizo sentarse, ignorando las protestas del albino, el cual alegaba que Alluka Quería estar con ellos y que no era momento de a él no le importaba, sabía que una vez que estuvieran a solas sería fácil convencerlo de ceder un poco.
—¿Qué pasó Kil?, me tienes preocupado, sé que quizá no quieras hablar, pero yo lo necesito.
Killua volvió a bajar la mirada, apenado por lo que estaba a punto de decir.
—Lo vi. Vi la masacre.
Illumi se distanció, empujando sus cabellos con los dedos de su mano izquierda, en un gesto por disimular su sorpresa. Temía que el sensible corazón del albino provocara un severo problema en su desempeño como asesino.
—Está bien, Kil. Lo entiendo.
—Fue terrible —al fin se animó, alzó una mano para exigirle la suya a su amado—. No imaginé que tú… que esto fuera…
Illumi tomó su mano y la besó. Se arrodilló frente a él, colocándose entre sus piernas.
—Yo estoy preparado para eso, este es mi trabajo, puedo hacerlo. Nosotros los Zoldyck estamos atados a estos trabajos, pero tú puedes ser diferente, para eso estoy aquí, para protegerte.
—¿Cuál es el punto en esto?, Illumi, no entiendo por qué tiene que morir tanta gente. Ni aunque me lo explicaras y pareciera lógico, mi mente no alcanzaría ese nivel de comprensión.
Se recargó en el abdomen del menor, en un semi-abrazo compasivo que hizo perder el equilibro al menor por un instante. Killua estaba conmocionado y quería consolarlo un poco.
—Los Iluminados lo llaman "control de población" —explicó, no quería hacerlo pero Killua Merecía una explicación.
—¿Control de población?, ¿es que acaso somos mucha gente en el mundo y deben matarnos a todos?
—No es sólo eso —sí tenía algo que ver, debía reconocerlo, aunque en este caso era más complejo el asunto—. Provocan el miedo en la población, los vuelven desunidos, unos contra otros con tal de mantenerse fuertes. Si pueden hacer que tengan conflictos religiosos, políticos, de preferencia sexual, o cualquier nimiedad, es mejor porque así la gente acepta la violencia sin pensarlo. La gente toleraría la violencia si esta llegara por una causa como "están siendo conquistados, ríndanse", obvio eso provocaría que ellos fueran perseguidos, esta clase de control permite que se instauren leyes que sólo benefician los intereses del… del anticristo.
Killua estaba cada vez más molesto, escucharlo hablar tan fríamente sobre un tema tan delicado le hacía helar la sangre, quería regañarlo por su falta de sensibilidad, pero al verlo ante él, de rodillas; recordar el día anterior, cuando lo vio llegar con una actitud tan deplorable, le hizo reflexionar en cuán difícil debió haber sido para él, adaptarse a la idea de seguir ese camino sin rechistar. Lo hacía por él, por su libertad, no lo hacía nada más por el gusto de matar.
—Si tan sólo tú… —susurró y detuvo sus palabras.
Lo había pensado ya varias veces. No quería que Illumi siguiera siendo un asesino, era demasiado; Illumi no debía ser un asesino, eso sólo le traía desgracias. Además, no le gustaba batallar con los hombres de Tierra Sagrada, ni dejarlo ir a trabajar mientras él esperaba que nada malo le ocurriera, sobre todo, la idea de que Illumi se sometiera a la voluntad de su padre, no sabía qué era peor. Levantó la mirada y la dejó fija en su amado por unos momentos.
Illumi tragó saliva, tenía el presentimiento de lo que Killua diría; y era parte de sus temores. Ser un asesino era lo único que sabía hacer bien, el trabajo era sencillo y muy redituable. Sí, debía entrenar bastante y perfeccionar un montón de técnicas, pero esta clase de trabajos le iba bastante bien, además podía asegurar que tendría tiempo para sí mismo, podía darse vacaciones y vivir de sus ganancias sin ningún problema en el momento que quisiera. Le permitía ser él mismo, lo que toda su vida fue, y aunque ahora fuera un juez, podía seguir trabajando como asesino por seguir sus viejos hábitos. Si Killua le pedía que dejara de ser un asesino lo haría, le dolería, pero lo haría por el bien de su niño, su estabilidad emocional era más importante que sus propios deseos. Sólo que no imaginó que la petición fuera tan rápida.
Los ojos de Killua volvieron al suelo, lo había visto en las oscuras orbes de su amante, Illumi no estaba preparado para dejar de ser un asesino, era lo que más disfrutaba ser. No estaba hablando de Kalluto, un niño de doce años que estaba a buen tiempo para descubrir otra forma de vida, estaba tratando con una persona mayor, cuya vida siempre consistió en precisamente eso, matar y matar. No podía pedirle que dejara de ser algo que era tan suyo, ¿qué otra cosa haría si no fuera un asesino?, ¿un Hunter?, se lo preguntó y supo de inmediato que no podía visualizar a Illumi haciendo otra cosa que no fuera matar. Sintió mucha pena por él, porque nunca había visto otra vida maravillosa de la cual aprender. Entonces las palabras de su abuelo adquirieron mayor peso, cuando le dijo que no podía dejar de ser un Asesino si quería seguir con Illumi, era más profundo de lo que había pensado. Significaba que, si quería mantener a Illumi a salvo de su padre, de toda su familia y mayordomos, entonces él debía asumir el cargo como el heredero, de ese modo tendría voz y voto para protegerlo, Kalluto estaría a salvo gracias a su influencia en casa; él bien podía proteger a Alluka siendo o no un asesino, pero Illumi no, él continuaría trabajando para la familia y su padre podría tomar ventaja de eso.
—Si tú eres un asesino, yo también lo seré.
La mirada de Illumi se ensanchó, estaba atónito. Se estaba esmerando por darle la libertad de elección y ahora elegía lo último que había admitido ser.
—No hace falta Kil, yo me haré cargo de todo.
—No —respondió con firmeza—. Si pensabas que esto sería sencillo, que sólo yo me la pasaría bien y estaría feliz todos los días mientras te veo sufrir y batallar con papá y el abuelo, estás muy equivocado. Nunca cerraré los ojos y te dejaré ir sin velar por tu bienestar. Soy tu novio, Illumi, yo también debo protegerte, no podré estar tranquilo si no es así.
Fue turno de Illumi de ruborizarse, escucharlo admitir su relación con tanta seriedad alegraba mucho su corazón. Recordó la astrología, cuando decía que el signo de Killua era el protector por excelencia, y se sonrió, esta era una de esas cosas a las que debía habituarse, su joven amante no le dejaría ir si su vida peligraba, estaría a su lado día y noche, preocupado por él. Era su deber responder de acuerdo a sus necesidades. Se echó sobre su vientre, sintiendo los brazos del albino rodeándole.
—No quiero que sufras.
—Yo tampoco quiero que tú sufras. Y si alguien va a sacrificarse, es más fácil que yo lo haga a que tú lo hagas.
—No, Kil.
—Sí, además, si yo sigo el camino por el que nací, entonces no sólo tú saldrás beneficiado, Kalluto, Alluka, y todos nuestros mayordomos, yo podré dar la cara por todos.
Siempre tan amable y benevolente. Se levantó de su posición para atrapar su rostro entre sus manos y besarle con toda la pasión que podía. No quería perderlo nunca, esa ternura, inteligencia y pasión por ayudar; sus virtudes y defectos, adoraba cada cosa en él, no sólo su belleza inmensa; ya no quería que hubiera la posibilidad de no tenerlo a su lado. Sus labios húmedos se mezclaron en una danza suave, Illumi empujó su lengua al interior de su tierna boca; acariciaba su espalda con sus manos para irlo desnudando; esa noche lo poseería, le haría temblar de placer y gemir su nombre. Quería escucharlo rogar por más.
Se separó un momento, y tomó su camisa para quitársela, Killua aprovechó para imitarlo, dejando a un lado su prenda y, dándose prisa, se levantó para subirse a la cama; Illumi lo atrapó sosteniéndolo por la cintura, sonriéndole traviesamente.
—Sólo que quiero tenerte desnudo —susurró en su oído, y llevó sus manos a sus caderas, desabotonado su pantalón y bajándolo.
Killua no opuso resistencia, no tenía miedo a estar expuesto ante él, era suyo, tenía permiso para verle de ese modo. Se dio la vuelta, echándose hacia atrás en la cama, y con su mirada encendida en lujuria abrió las piernas para permitirle a su hermano deleitarse con la visió sonrió coquetamente, se sentía confiado por una razón, no dudaba de la atracción que encendía en Illumi, y no se equivocaba, el morocho se quedó como tonto frente a él, mirándolo de pies a cabeza.
—¿Illumi? —le llamó, sonriente ante su reacción— ¿algún problema?
No podía creer que estaba despierto y que ese niño ahí desnudo estaba dándole permiso para tocarlo, disfrutarlo y darle placer. Se echó sobre él, hambriento en deseo por besar toda su piel. Se atrevió inclusive a dejar una marca en su cuello, algo que le recordara que una noche antes le había poseído, Killua gimió, aunque no lo admitiera a viva voz, le fascinaba eso, sentirse propiedad de Illumi. Quería despertar en el mayor todos esos deseos prohibidos, esas emociones que tanto controlaba, hacerlas salir de la celda en la que estaban atrapadas. Movió sus caderas, rozando su erección con el pecho del morocho.
Illumi bajó por su vientre hasta la entrepierna del albino, se jugando con su lengua sobre la piel caliente de su miembro encendido. Se deleitó con los sonidos que escaparon de la boca del apenas adolescente, incitándolo a perder los estribos. Levantó sus caderas, para dejar que su saliva cubriera la deliciosa entrada a su templo del placer. La respiración agitada de Killua le delató lo muy ansioso que estaba por que le poseyera en todos los modos posibles. Llevaba días rogando por esto y ahora se lo daría. En cuanto sintió que la humedad era la adecuada, procedió a ensalivar sus dedos y con supremo cuidado los fue introduciendo a su interior.
Killua guardó silencio, concentrado su mente en relajarse, bajó la mirada para encontrarse con la imagen sensual del mayor mirando con atención su cuerpo. Sus miradas chocaron por un momento que pareció eterno, y perdieron el contacto cuando los dedos de Illumi comenzaron a moverse en su interior. Cerró los ojos y dejó que sus caderas expresaran lo delicioso que era aquello.
Illumi se detuvo, para acomodarse sobre el cuerpo del muchacho, abriendo sus piernas, un poco más para prepararse a penetrarlo. Killua cerraba los ojos, y su respiración estaba más agitada, Illumi adoraba esa faceta suya, lo besó para terminar de robarle el aliento. El mayor se separó para liberar su erección, Killua abrió los ojos, quería ver la desnudez de su hermano, su cuerpo precioso cubierto de sudor;la musculatura atractiva y bien marcada, los cabellos negros cayendo por su espalda, despeinados; bajar sus ojos para ver su miembro palpitante, sólo le excitaba todavía más. ya quería sentirlo dentro de su cuerpo, y lo iba a hacer.
Tomó un poco de distancia para observar el panorama. Killua le sonreía de forma coqueta, mientras se mordía el labio, con todo su cuerpo le decía que ya podía tomarlo, que estaba más que listo. Siguió sus instintos, y con lentitud fue penetrándolo. Era la sensación más enloquecedora y perfecta, cuando Killua le permitía entrar a su cuerpo, y se abrazaba a su espalda, dejando escapar su aliento en su oído.
—Ki-llu-a… —susurró— mmm…
El ritmo de sus caderas, en un vaivén que parecía no tener fin, Killua se retorcía y exigía cada vez más, arañaba su espalda con lujuria, se aferraba a su cuerpo, así como Illumi lo hacía, entre cada movimiento, cada vez que se empujaba a su interior y dejaba escapar su voz para satisfacer a su amante.
Llevó una mano a la erección del menor, y comenzó a masajearla al tiempo que continuaba con sus movimientos. Killua cerró fuertemente sus ojos, y se aferró a las sábanas.
—Ah… Illu —su voz se cortaba, no podía más, sabía que pronto terminaría, pero no quería hacerlo.
—Mmm…
Necesitaba verlo terminar, era en esos momentos cuando él lograba llegar al clímax, la visión del albino empapando su abdomen era lo mejor que existía en el mundo. Apresuró un poco las cosas, y susurró en el idioma del Edén, una palabra que enloqueció al niño.
—Ah… mmm… —ya no eran suaves gemidos, su voz salió con mucha fuerza y terminó ensuciando la mano de su amante.
Illumi no se detuvo, continuó penetrándole ahora más rápido, excitado por el momento y terminó en el interior de su niño, provocándole más espasmos de placer que le arrancaron un par de gritos afónicos. Estuvieron quietos durante un momento, hasta que recuperaron la compostura.
—Tram-poso… —dijo sin aliento—, usaste…
—¿Ah? —respiró hondo, no podía reír por la falta de aire—, no sé de qué hablas.
Besó fugazmente sus labios, y se acomodó a su lado. Killua todavía tardó un poco más en ó de la cama para alistarse y regresó más relajado, incluso sus preocupaciones habían quedado atrás, todas menos una.
—Tramposo —volvió a decirle—, ¿no acordamos que no usaríamos el Edén para esto?
—¿Lo hicimos?, ¿no lo recuerdo? —soltó la risa.
En verdad no lo habían hecho, pero Killua quería una excusa para hacer que su amante le diera más cariño del acostumbrado. Eso era lo que más le gustaba, después de una larga sesión de sexo.
—Sí —hizo un puchero, fingiendo enojo.
Illumi lo conocía muy bien, no hacía falta que usara excusas, lo jaló del brazo para acomodarlo sobre su pecho y acariciar su espalda hasta que se quedara dormido, no había nada que adorara más que sentir su peso sobre su cuerpo. Le daba besos en la cabeza, y lo dejaba hablar sobre cualquier cosa que venía a su mente, generalmente le contaba historias de su vida fuera de casa, de sus preocupaciones durante el ataque de las hormigas, la Torre Celestial, Greed Island, en realidad Illumi ya conocía bastante bien sus historias; algunas veces detestaba a Gon por pedirle tanto a su pequeño, pero luego se contentaba, cuando recordaba que era él, y no otro, el que más le pedía. Poco a poco iba quedándose en silencio, el sueño se apoderaba de él y terminaban por arrullarse mutuamente.
Tan pronto como me sea posible publicar, aquí nos veremos
