¿Les gustan los celos? Porque a mí sí y los dramas cotidianos del amor...

HADOS

22

.'.

Al anochecer el joven heredero de los Zoldyck arribó en Tierra Sagrada, mucho antes de lo previsto. Optó por no darle aviso a Illumi justificando su conducta con un falso deseo de darle una agradable sorpresa. Illumi, en cuanto supo que el dirigible en el que venía su hermano no tardaba en llegar, fue a recogerlo a la estación. Para su desgracia Joab había ido con él, no lo había podido convencer de esperarle en casa.

Killua miró primero al morocho, con ese aire misterioso que tanto le caracterizaba, y se le antojó un beso suyo, se le hizo agua la boca recordando lo bien que se sentía el calor de sus labios. Lamentablemente su fantasía no podía ser satisfecha no sólo porque estaban en un lugar público donde podrían reconocerles fácilmente, sino por el sujeto que estaba de pie, justo detrás del morocho. Un hombre alto, que parecía tener un aire jovial y demasiado maduro para su apariencia; el individuo sonreía con tanto gusto que no pudo evitar corresponderle.

—Lamento llegar a esta hora.

—No, no, es un gusto conocer al heredero de Silva. Mi nombre es Joab.

En cuanto escuchó su nombre, un destello malicioso se asomó por sus ojos, Illumi lo captó de inmediato porque le conocía; ese odio y celos que le guardaban eran imposibles de disimular, pero Joab continuó tan tranquilo como siempre, sin enterarse de nada.

—¿Tienes hambre?, ¿quieres descansar? —le preguntó Illumi, aprovechando la cercanía, esperaba de corazón que eligiera la segunda opción para así darse tiempo para prepararlo psicológicamente a todo el acoso que vería y sufriría.

—No me he dado tiempo de comer, tenía muchas ganas de venir aquí —miraba fijamente a Illumi, como diciéndole que no le daría oportunidad de preparar nada para ocultar o disimular la realidad. Había entendido perfectamente las intenciones de su hermano.

—¡Maravilloso!, cenaremos en mi casa, estoy seguro que te encantará estar con nosotros.

Si pudiera, se arrodillaría ante el albino, besaría sus manos y le diría que no tuviera miedo, que era enteramente suyo, nadie más cabría en su corazón. Pero el fuego de los celos de Killua deseaban arrasar con todo lo que le rodeara, no habría fuerza que lo convenciera de otra cosa. Lo más probable es que se malpensara si es que llegaba a defender su libertad; la juventud, falta de experiencia y autocontrol en el albino le afectarían emocionalmente para negarle la oportunidad de ser un individuo fuera de su relación. Hasta el momento se había esforzado por complacerlo, por darle la confianza de expresarse con él abiertamente y mostrar sus emociones más complicadas, ignorando el hecho de que factores externos podrían afectar también en sus decisiones. Necesitaba urgentemente fortalecer ese lazo antes de que las cosas empeoraran.

Durante el camino, disimuladamente jugaba con sus blancos cabellos, rozando la piel de su cuello, y proporcionándole sutiles caricias para relajar sus sentimientos más fuertes. Por momentos podía sentir cómo lo conseguía; el menor suspiraba, se mordía el labio coquetamente y pretendía no darse cuenta de los adorables toques que electrizaban su piel, mirando hacia la ventana, haciendo comentarios sobre la belleza de la isla.

—¿No es un lugar romántico? —susurró a su oído poco antes de bajar, pero el albino no respondió. Adoptó de nuevo su actitud reacia, bajó del auto y continuó el camino a la mansión.

La cena estaba preparada, y los comensales se acomodaron en derredor de la mesa, Joab había llevado un par de invitados más que, movidos por la presencia del heredero de Silva, atendieron a la invitación sin pensársela dos veces. Killua podía ser todavía muy joven, pero eso no lo exentaba de ser una figura prometedora dentro de la hermandad.

—Es un placer conocer al joven heredero. Zeno nos ha platicado mucho de ti.

—Se espera mucho de ti, esperamos que se te esté dando una buena educación. Afuera de la isla es difícil relacionarse.

En esos momentos Killua deseaba esconderse tras la espalda de Illumi y pretender no haber ido. Le incomodaba ser catalogado como un arma de interés político, no podía responder con un "gracias" a unos halagos de connotación tan grotesca. Aunque eso no importaba, en el mundo de los asesinos no eran tan relevantes los modales.

—Ya habrá tiempo de comprobarlo —intervino Illumi—, hoy sólo somos invitados de Joab.

Killua todavía no estaba preparado para tener enemigos dentro de la hermandad de Asesinos. Estaba en una zona de gente tan preparada como los Zoldyck, cualquier sorpresa podía salir de ahí, incluso personas más poderosas de lo que aparentaban, por si las dudas, valía la pena mantener un perfil bajo y no alardear sobre sus propias capacidades para no atraer a los cazadores de novatos.

—Quizá sea una pregunta incómoda, pero de igual modo quiero hacerla —comenzó Joab durante la sobremesa, los dos invitados ya se habían retirado, tras una breve cena. Al parecer los tipos sólo tenían curiosidad de conocerlo para futuros negocios.

—Hazla, ya estamos aquí —contestó con toda tranquilidad el albino. Illumi esperaba lo peor.

—¿Por qué siendo tú el tercer hijo de Silva, eres el heredero?, no es por menospreciarte, pero Illumi es increíblemente talentoso, inteligente, y tiene toda esa preciosa personalidad tan atrayente en este mundo.

No supo cómo sentirse ante un planteamiento de ese estilo, no le parecía mal que hablaran bien de la persona que amaba, pero la intención detrás de las palabras era la que le estaba provocando desagrado.

—Killua es mucho mejor que yo —contestó sin reparos.

—Deja que él responda, mi querido Illumi, es una respuesta que prefiero conocer de su boca.

—¿Tu querido Illumi? —no obstante la voz del albino, cargada de ironía, resaltó en el silencio.

Illumi contuvo el aliento para no mostrar su sorpresa, hasta el momento había apostado que el albino guardaría sus berrinches para cuando estuvieran a solas, evidentemente se había equivocado. Por debajo de la mesa deslizó una mano buscando la mano del menor y darle calma, pero Killua estaba más enfocado en aplastar a su contrincante.

—Es un decir —se rió Joab ante la imprevista reacción del muchacho que parecía más ofendido por su mal intento por tomar a broma su reclamo.

—No le veo la gracia.

—Ya… tranquilo —se aclaró la garganta, mirando con nervios a Illumi, esperando encontrar en él alguna pista que le explicara el enojo del albino—. No veo nada de malo en tenerle aprecio a tu hermano, es una persona bastante interesante para mí, ¿te molesta que Illumi sea bien recibido?

Juegos de palabras para ocultar sus verdaderos sentimientos. Killua lo detestaba porque no podía pelear sin quedar como un paranoico.

—Respondiendo a tu pregunta —optó por no seguir la pelea y prefirió enfocarse en lo que Joab le había solicitado—, es una cuestión de mi padre y mi abuelo, en realidad no le doy importancia. Pero ellos creen en mí, y eso es suficiente.

—¿Y tú estás de acuerdo con ser el heredero? No pareces muy convencido —sonrió malicioso.

Illumi tenía muchos deseos de interrumpir, pero no quería que Killua se sintiera sobrepasado, ni que la autoridad del heredero se viera menor a la suya.

—Por mí, está bien. Como dije, no le doy importancia.

Pese a que afirmaba no darle relevancia, su lenguaje corporal era de absoluta seguridad y orgullo; era inspirador, como un gran líder todopoderoso, eso trasmitía. Joab podía apostar que en el momento en que este asumiera su cargo, su familia quedaría en buenas manos. Comprendió por fin la difícil decisión de tomarlo como el heredero. Sus habilidades e inteligencia no podían ser superiores a las que él veía en Illumi, pero su naturaleza era tan fuerte, que Illumi bien podía doblegarse ante él sin cuestionar sus motivos.

—Vaya, la personalidad interesante es de familia.

Lo dijo, pero en todo momento fijó la vista en Illumi, esa mirada coqueta y el placer por atraer la atención del morocho encendió nuevamente los celos de Killua.

—¿Te gusta, acaso? —preguntó sin rodeos—, ¿no prefieres también una foto para que la estés mirando todo el puto día?

—Kil… —murmuró Illumi, y estiró el brazo por debajo de la mesa para forzarlo a darle la mano. Esperaba que el contacto mutuo le hiciese entrar en razón.

Killua apretó los dientes, pero se concentró en esa mano que acariciaba sus dedos para darle confort. Sostuvo la mirada en el Jaco, que evidentemente no comprendía las circunstancias.

—Nunca pensé que fueras tan sobreprotector con tu familia —por fin se rio, tomando todo como un pequeño percance con un hermano posesivo—. Me agrada, eso está bastante bien. A Illumi le hacen falta más protectores, ese chiquillo atrae demasiada atención.

«Gracias por meterme en más problemas», pensó Illumi con dolorosa ironía. La mano de Killua apretó la suya con tanta fuerza que deseó sacarla antes de que le rompiera los dedos, pero el menor, percatándose de que su amante intentaba apartarse, lo retuvo, mirándolo con una especie de amenaza, y aligerando un poco el agarre. Illumi respondió con una sonrisa un poco forzada, y el menor se fue calmando poco a poco.

—Es bueno que haya venido entonces, así podré poner las cosas en orden —de nuevo estaba ese tono de voz arrogante. Estaba claro que no permitiría que nadie se acercara a su adorado hermano mayor.

—Sí, claro —pero Joab insistía en meterse a un equipo inexistente de protectores de la privacidad de Illumi, como si así ganase más aprobación del heredero que estaba por estallar de ira—. De seguro tú y yo tenemos mucho más en común de lo que crees, y podríamos llegar a un acuerdo interesante…, por el bienestar de Illumi, quiero decir…

Illumi quiso huir nuevamente de la mano de Killua, pero el niño esta vez no apretó, sino que se mantuvo tranquilo, aunque esto podría presagiar cosas peores para más tarde.

—Eso está por verse, Joab —contestó retador, tampoco era su afán quedar en malos términos con un amigo de su familia que era un buen aliado dentro de la hermandad.

Conversaron un poco más sobre la infancia de su padre, Joab no quería atraer más hostilidad por parte del albino, y hablar de Silva era más agradable para los tres.

—Perdona que me adelante, mi personal te preparará una recámara especial para esta noche.

—No hace falta las molestias —y como era de esperarse, Killua ya se estaba preparando para otra jugada—. Dormiré en el cuarto de Illumi.

—Oh no, no, eres mi invitado de honor, no te dejaré estar en un cuarto compartido. Seré el peor de los anfitriones si lo hiciera.

—No lo tomes a mal, pero prefiero estar cerca de Illumi. Me sentiré mejor si duermo en su cuarto.

Joab estaba molesto por escuchar esas palabras, quería tener a Illumi a solas en un cuarto, donde él pudiera ir y provocarlo durante la noche, pero si Killua se interponía, no podría hacerlo. Ese chiquillo atentaba contra sus planes.

—Bueno Killua, ¡qué falta de confianza!, yo creo que te he demostrado cuidar bien de Illumi. No hay motivo para dudar de mí.

Killua sonrió triunfante. Esta batalla la ganaría por completo.

—Bueno, no veo que Illumi se queje de mí, ¿te molesta si me quedo contigo en el cuarto?

Joab le suplicó con la mirada a Illumi, le urgía escuchar una respuesta de hermano mayor intentando ser autoritario.

—Sabes bien que no, Kil, me sentiré más cómodo si estás ahí.

—Ya lo oíste, haces mejor en complacer a tus invitados. Le diré a papá que fuiste estupendo con nosotros.

Era políticamente correcto, pero estaba tan enfadado por dentro que quería zarandear al niño y decirle que no le estorbara en su romance nocturno. No obstante, el mismo Illumi lo había puesto contra la pared al apoyar la decisión del adolescente y tuvo que asentir con una sonrisa, se dijo así mismo que tendría una semana para separar sus recámaras, no rechazaría su invitación por siempre.

Se retiraron al cuarto del morocho. Illumi podía sentir la ira a través del aura de su amado niño, y se dijo que no estaba psicológicamente preparado para escuchar reclamos provocados por un montón de celos. Al entrar al cuarto, el niño quedó completamente en silencio. Acomodó su maleta a un lado y se sentó sobre la cama, mirando fijamente a Illumi, el cual tragó saliva de nervios.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —por la mente del morocho pasó decir cualquier cosa que disculpara su conducta silenciosa y recordarle que él no era Nimrod, suplicar por misericordia tampoco sonaba mal.

—Kil, ¿te refieres a lo de Joab? —lo dijo más bajo de lo que deseaba, Killua de inmediato se percató de su inseguridad.

—Los otros idiotas… ¿cuántos son?

Contuvo la respiración por un segundo, y se sentó junto a su adorado albino. Quizá si actuaba con calma contagiaría al muchacho y podrían tener una conversación más decente. Pero entre más hacía esperar al albino, más ansioso y malhumorado se ponía.

—Si no te he hablado de esto es porque no me parece importante —se justificó, pero la mirada amenazante del albino le hizo darse cuenta que no sería suficiente—. No es importante para mí. Yo sólo te hablo de lo que es relevante, ¿por qué desgastarnos en los pretendientes del ente de Nen?

El albino miró fijamente al suelo, todavía tenía esa expresión de ira que no le daba tranquilidad al morocho.

—Porque esos tipos están detrás de ti, y ahora son mi problema —remarcó— y si no sé quiénes son, ¿cómo te voy a proteger?

«Proteger, claro», Illumino creyó que tuviera intención de protegerle solamente, estaba convencido de lo que quería era desahogar su posesividad y celos.

—Kil, ¿no es más importante que disfrutemos nuestro tiempo juntos?, desde que regresamos del trabajo no hemos tenido tiempo para hablar de nosotros.

Tomó su mano, y la besó. Killua tragó saliva; le fascinaba cada gesto que Illumi hacía por él, cada segundo junto a él valía la pena. Además, había atinado en algo que al albino le había pesado desde el día anterior, había ignorado a Illumi durante su viaje, este era un buen momento para satisfacerlo y hacerle ver que él era el único que valía la pena, que cualquier cosa que hubiese pasado con Joab saliera de su mente.

—Lo siento Illumi, llegué muy cansado del viaje —se excusó— me di mucha prisa para estar aquí contigo —y esperaba que con esa afirmación su novio sintiera un poco de compasión y comprendiera que su enojo era derivado del cansancio.

—Está bien. Tal vez te caería bien darte una ducha o dormir, seguramente estás muy estresado —advirtió la mirada de desconfianza en el chiquillo—, tranquilízate, estaré aquí, no saldré del cuarto. Estaré cerca de ti en todo momento.

Estaba claro, Killua no quería que su amante se separara de él y que esto atrajera la atención del hombre que parecía una fiera lista para cazar a su presa. Le molestaba la idea de que Illumi se expusiera sin necesidad. Aunque fingió que no entendía por qué la promesa y, alegando que "él podía salir todo lo que quisiera", se fue al baño para relajarse bajo el agua caliente.

El gusto no le duró mucho, recordaba una y otra vez las palabras de Joab y su sangre hervía de celos. No podía sacarse de la cabeza que el torpe de su hermano atraía la atención de tipos sin escrúpulos, mucho mayores que él, que estaban coqueteándole y considerando la personalidad de su hermano, podía jurar que él no los frenaba porque era muy torpe para comprender que le estaban coqueteando en primer lugar. Se prometió que obligaría a su novio a hablar de todo lo que había ocurrido en su ausencia, quería saber hasta el último detalle. En la mente de Killua, Illumi era mucho más inocente de lo que en realidad era.

Salió del baño a toda prisa, no quería que se hiciese más tarde, y se encontró con el morocho, el cual estaba ya en pijama, distraído con unas agujas que estaba sacando de entre su piel.

—Deberías dejar de enterrarte esas cosas —le aconsejó.

Le daban escalofríos pensar que pasaba el día completo con un montón de agujas entre la piel como si fuera normal.

—Está bien, estoy habituado a ellas.

Levantó la mirada y sus ojos se clavaron en la atrayente figura del albino, su cabello escurría y las gotas resbalaban por sus deliciosos pectorales, hasta llegar al borde de la toalla. Se le hizo agua la boca, dejó a un lado las agujas, y no pudo detenerse, su cuerpo estaba sometido a ese niño. Lo necesitaba como al mismo aire. Se acercó a él y apenas lo tuvo de frente, lo besó, atrayéndolo por la cintura para que este pudiera sentir su erección a través de la tela de su pantalón. Killua gimió en sorpresa.

—Pervertido —bromeó, apenas Illumi le soltó.

—Si no lo fuera, no me habría fijado en ti —contestó mecánicamente.

Killua soltó la risa, y no opuso resistencia cuando las manos de Illumi deshicieron el nudo de su toalla, dejándola caer a un lado. Sus largos dedos recorrían su piel, y erizaban sus vellos. No perdió el tiempo y llevó sus manos para rozar la erección del mayor; Illumi le detuvo un instante, para llevarlo a la cama.

—¿Te das cuenta que estamos en casa de Joab?

—Sí, ¿y?

—Debemos ser lo más silenciosos posible o se dará cuenta…

En esos momentos lo que el albino quería más era que el viejo se enterara de lo que hacían, tal vez y así se daba por vencido con su hermano. Así que asintió, pese a que dentro de él tenía la intención de no ser tan silencioso, al menos a un límite en que Illumi no sospechara de su intención.

Los labios del mayor depositaban suaves besos en su cuello, y bajaban por su pecho, mientras sus manos le rodeaban con caricias que volaban su mente. No supo en qué momento subieron a la cama, pero agradeció que Illumi se desnudara para él, así podría disfrutarlo por completo. Se relamió los labios, deteniendo su mirada en todo el escultural cuerpo del mayor, no podía elegir una sola parte como su favorita, en un todo era perfecto a su parecer.

Sentir el cuerpo desnudo de Killua, bajo su cuerpo era una sensación adictiva y deliciosa, aunado con el hecho de que estaban en una situación riesgosa, incrementaba la adrenalina y el deseo de hacerlo. Se frotaba contra el cuerpo del menor, y lo besaba constantemente, provocando que el calor de sus cuerpos incrementara.

—¿No te sientes mal porque yo sólo tengo catorce años?

Escuchó la adorable risa de Illumi en su oído. Era bastante tarde para lamentarse algo así, y le divertía mucho la idea de que Killua quisiera hacerlo reflexionar tan tarde, cuando ya se habían entregado mutuamente y con tanta pasión. Además comprendía que no se lo decía en serio, sólo lo hacía para incomodarlo, pero luego lo excitaría otra vez con su voz sensual y su cuerpo ansioso por más fruición.

—¿Debería pedir perdón?

—Mmmm… —gimió al sentir que la erección de Illumi se movía sobre su entrepierna.

—¿Ese es un sí?

Killua lo abrazaba, para atraerlo más a su cuerpo, frotándose con más rapidez, sentía que no tardaría en venirse.

—Ah… Illu-ah… sí

El mayor casi pierde la cordura al verle tan caliente, pero le preocupaba que fuese tan descuidado. Joab bien podía estarlo espiando, a la espera de una oportunidad para estar con él. No dudaba que ese fuera su plan desde el inicio, y no era nada tonto por ser tan precavido.

—¿Qué dijimos sobre ser silenciosos? —susurró.

Pero Killua no parecía prestar atención.

—No importa —al fin contestó con su voz agitada y de nuevo volvió a dejar escapar un dulce sonido con el fin de enloquecer al mayor.

Illumi, desesperado por no ser descubierto optó por lo más rápido que se le ocurrió. Puso una mano sobre la boca del albino, empujando sus caderas para que la excitación del momento no parase.

—Kil, me harás enloquecer —susurró en su oído—, calladito.

Ese mero acto aceleró el pulso del albino. En cierto modo, uno muy morboso, le recordó a los trágicos momentos en que estuvo con Nimrod, pero inexplicablemente le excitó mucho la idea de que Illumi lo poseyera con más fuerza, aun si él se opusiera. Se avergonzó internamente de su fantasía, pero no pudo evitar el sentirse más atraído por la idea. Un hilo de saliva escurrió por la comisura de su labio, sonrojado y perdido en el placer de sentirse atrapado por su hermano mayor.

La voz ahogada de Killua, su expresión y movimientos le impresionaron, nunca imaginó que tendría una reacción tan sensual a un acto tan simple. Aunque no supo si se debía a su confesión o al hecho de haberle forzado a permanecer en silencio. De cualquier modo no podía pensarlo, estaba llegando a su clímax, sólo que la respiración cada vez más acelerada de Killua le preocupó, no quería que por culpa de su mano el menor no pudiera respirar, así que optó por cambiar su mano por sus labios, que en medio de un torpe beso ambos terminaron.

Killua se retorcía de placer, la mano de Illumi le había provocado una fantasía tal que le costó trabajo regresar a la realidad. Con su respiración descontrolada e Illumi sobre él, incapaz de separarse.

—¿Estás… bien? —tomó aire, y se hizo a un lado para dejar que el muchacho respirara aire fresco—, ¿te estabas ahogando?

Negó con la cabeza, apenas podía responder, pero le sonrió para infundirle confianza. Illumi se puso de pie, y regresó a la cama con unos cuantos pañuelos para limpiar el desastre que habían provocado.

—Me tapaste la boca —murmuró el albino, todavía incrédulo de que su mente le hubiese jugado una broma tan fuerte.

—Lo siento, ¿te molestó?, no se me ocurrió otra cosa —no sabía en realidad si debía disculparse o no, Killua parecía extrañamente feliz, como que una parte de ese acto le había gustado. En ese momento no supo interpretarlo.

—Está bien, no me molestó —se sonrojó, pero esta vez tuvo el impulso de ocultarlo. Creía que estaba mal, que estaba sobrepasando la línea de la perversión al desear algo tan desagradable.

—¿Kil?

—No, no… estoy bien.

—¿Seguro?

Asintió con la cabeza, pero no quiso mirar más a su hermano y pensar en su fantasía. La ignoraría por su propio bien.

Se alistaron de vuelta, estaban en casa de Joab y era mejor prevenir cualquier mala sorpresa, y después, descansaron, abrazados cómodamente como ambos gustaban.

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Illumi despertó primero, escuchó los pasos de Joab proviniendo del pasillo, sabía que estaba ansioso por estar con él, y sólo daba vueltas fuera del cuarto, a la espera de noticias. Aguardó en silencio, observando la melena albina sobre su pecho, el menor respiraba profundo y lento, tanta calma le provocaba deseos de volver a dormir. Acarició su espalda, y se percató de cómo los vellos de su cuerpo se erizaban al contacto.

—Illu-mi —murmuró con pesadez—, no tengo ganas de levantarme.

—No te levantes. Quédate aquí.

—Tú tampoco te levantes…

Por supuesto, Killua no permitiría que se diera una oportunidad para que Joab estuviera a solas con su él. Si hacía falta obligarlo a quedarse en el cuarto, lo haría, no le importaba en esos momentos si el morocho necesitaba salir, él sólo quería tener calma, dormir con la tranquilidad de que su Illumi estaría ahí, velando por su bienestar.

Volvió a despertar cuando escuchó otra vez las pisadas de Joab afuera, esta vez habían sido más fuertes y aceptó que lo estaba haciendo a propósito. Era un asesino entrenado desde su infancia, su forma de caminar no correspondía a la de alguien con sus capacidades. La primera vez sólo había puesto atención por costumbre, pero esta vez tuvo que hacer un esfuerzo por ignorar la calma que el pequeño le infundía. Intentó levantarse pero la mano del albino sujetó el algodón de su pijama en un intento por inmovilizarlo.

—No —escuchó su voz.

—¿No qué?

Pero no obtuvo respuesta inmediata, sólo la respiración tranquila de Killua. Volvió a intentar levantarse, tomando con delicadeza los hombros del menor para empujarle.

—No —de nuevo Killua le decía, y se aferraba a su ropa.

—¿Kil?, ¿qué ocurre?

—No te vayas.

Se rindió otra vez, abrazó a su niño, y se quedó así hasta que Killua aceptara dejarle continuar con su día. Además prefería mantenerlo feliz, ese era su máximo objetivo, y si dándole tiempo de descanso a su lado lo lograba, entonces lo haría por todo el tiempo que el niño pidiera. Sin embargo, Joab no quedó satisfecho y, harto de mandar indirectas, al fin se animó a llamar a la puerta. Tocó disimuladamente, y esperó una respuesta.

—Ya vamos —escuchó la voz ahogada de Illumi y se alegró.

Illumi empujó con suavidad el cuerpo del albino.

—Kil, Kil —le habló— tenemos que salir, Joab nos está esperando.

—¿Para qué?, ¿no podemos quedarnos más tiempo aquí?

De nuevo el poder de los celos le afectaba, no quería darle el más mínimo gusto a su contrincante, si podía demostrarle que él tenía más influencia sobre Illumi, aprovecharía cada momento para hacerlo. Se acurrucó más cómodamente sobre el morocho, sonriendo malicioso.

—Kil, sé que estás cansado… si quieres puedes…

—¡No!, tú también te tienes que quedar aquí —se quejó y, bajando la voz, pronunció—: Joab no es nada para mí.

Esa expresión le hizo temerse lo peor. Killua detestaba a Joab porque sabía cuánto se estaba esforzando por tener su atención —una atención que era exclusiva del albino— el cual no permitiría que nadie más lo tocara, viera ni cruzara palabra con él a menos de que tuviera su permiso. Comprendía el origen de su temor, pero ese sentimiento oscuro atraería más sufrimiento para su pequeño amor; al ver que sus celos jamás estarían satisfechos, terminaría por lastimarse a sí mismo.

—Tú sabes que eres más importante para mí que nadie más —explicó con voz suave, acariciando la espalda del muchacho—. Sólo me aseguraré de que nos deje tranquilos. Además, ¿no tienes ganas de salir a conocer la isla?, ¿no te gustaría salir conmigo?

Se ruborizó. Estaba siendo un completo cretino, y la idea de salir junto a Illumi a recorrer un lugar hermoso le fue suficiente motivo para levantarse de la cama.

—¿Tú y yo, solos?

Escuchó su voz llena de ilusión y se estremeció, esperaba poder cumplir su deseo pese a la mala suerte de encontrarse en un sitio nada adecuado para él.

—Podemos intentarlo, además es una buena excusa para salir de aquí.

Una vez convencido, Killua siguió al mayor a través del pasillo hasta llegar al comedor, donde Joab les saludó amenamente. Recordó entonces por qué no deseaba salir del cuarto, detestaba a ese hombre, y la manera coqueta en que se dirigía a su hermano mayor.

—¿Qué tal durmieron?, ¿fue una buena noche?, lamento no haber preparado un cuarto más adecuado, eso de tener que compartir cama…

—Estuvo bien, en realidad Illumi y yo dormirnos juntos en casa, no hace nada de diferencia.

Esa resultó ser una respuesta sorpresiva, Joab no podía creer que Killua, ya siendo tan mayor, necesitara la compañía de su hermano para dormir; no le pareció una actitud muy apropiada en un heredero. Se preguntó si Silva estaba enterado o si aceptaba esa clase de conductas, pero se encontró con los penetrantes ojos de Illumi y se dijo con ironía que él también dormiría con su hermano mayor si fuera Killua. No desperdiciaría la oportunidad de tratar con una persona tan atrayente como lo era Illumi.

—Killua me ayuda a descansar —explicó como si tal cosa justificara la acción.

Durante el inevitable desayuno con su anfitrión, Joab se empeñó en mantener una conversación que aparentaba tener la intención de conocer más al albino, pero que a su vez le permitía obtener información sobre el morocho. Esto por supuesto no era ignorado por ambos Zoldyck que intentaron evadir lo más posible darle la oportunidad de meterse entre ellos y encontrarles debilidades.

—¿Crees que tu hermano es un buen asesino? —observaba a Killua, quería comprender el origen de sus celos—, ¿sabes lo brillante que es él?

Killua aceptó el reto y observó a su contrincante sin bajar la mirada ni dudar un solo instante. Se había percatado que lo estaba haciendo a posta, con tal de analizarles, así que resistió su deseo de hacer un drama frente a él. Ya luego haría que Illumi apaciguara su ira.

—Para tu suerte lo conozco demasiado bien, así que no hay nada que me puedas contar —sonrió con orgullo—, en el dudoso caso de que fuese así, sólo bastaría con preguntar para solucionarlo.

—Bueno, Killua, tengo una noticia para ti —se acomodó en su asiento, estaba auténticamente feliz, lo cual hizo que ambos Zoldyck notaran que estaban ante algo importante—. La noticia de que el heredero de Silva está aquí se ha expandido por toda la isla, y muchas personas están interesadas en conocerte, están seriamente interesados en comenzar a hacer negocios contigo, ¿no es sorprendente?

Pero Killua no respondió, la realidad le golpeó de frente, estaba impresionado, se dio cuenta que desde que había vuelto a la casa, no había pensado con detenimiento lo que significaba ser el heredero de los Zoldyck. No era simplemente ser un asesino y vivir de sus tratos para matar, sino de un código de conducta, una serie de requerimientos que debía completar; era el representante de los Zoldyck, debía dirigir un grupo completo, con sus pactos y negocios, y demostrar que era un digno Asesino de élite. De pronto el peso sobre sus hombros se volvió terrible, miro a Illumi, ocultando su angustia, esperando su intervención.

—¿Qué pretendes, Joab? —Illumi estaba serio. No le había caído nada bien que le presentara la noticia al albino así de simple, sin preparar de antemano los negocios como era debido en sus protocolos, este definitivamente era un truco suyo para apartar a Killua de su lado y mantenerlo ocupado.

—Qué pregunta tan tonta, Illumi, por supuesto que esto es en beneficio de Killua.

—Tiene catorce años.

—¿Y?, ya es todo un hombre.

—Pasó dos años de su vida fuera de casa, no ha recibido adiestramiento en negocios. Vino aquí precisamente para conocer el ambiente, no para negociar, ¿lo consultaste con nuestro padre?, no creo que él esté de acuerdo contigo para exponer a Killua a algo así. Estaría en desventaja, y tú mejor que nadie sabes que se van a aprovechar de él, de su falta de experiencia. No juegues conmigo Joab.

Killua se paralizó por completo, no podía ni respirar sin ponerse nervioso. Más deberes salían al aire y estaba tratando de asimilarlo. Su libertad al fin había acabado, no más peleas por salvar a la humanidad, ni amigos-mitad-quimera, viajes por videojuegos, ni Hunters, ni nada que él deseara, sólo deber, hermandad y más deberes.

Illumi se dio cuenta de su situación, lo tomó por la mano y se puso de pie para forzarlo a seguirle.

—¿Illumi? —el muchachito apenas respondió, sin poder ponerse de pie.

—Necesito hablar con Killua.

—Pero…

—Ahora —levantó la voz, asustando a ambos comensales—. Y cancela todas esas reuniones que le preparaste sin mi autorización. Escucha esto, yo soy el maestro de Killua, yo me encargo de estas decisiones, ¿estamos claros?

Jaló a Killua para hacerlo reaccionar, y el adolescente al fin cedió.

—Lo siento, chicos, tómense su tiempo —Joab se sintió avergonzado, por primera vez había hecho enojar a Illumi pensando que había tenido la mejor idea del momento. No podía quejarse, el morocho tenía toda la razón, ni siquiera había consultado a Silva en su propósito.

—Llevaré a Killua a conocer la isla, quiero hablar con él en privado.

Joab se resignó, había cometido un serio error que debía enmendar lo más pronto posible, y si dejarle arruinar sus planes del día calmaba la ira del morocho, con gusto cedería su orgullo. Killua le había vuelto a arrebatar su oportunidad, quería gritarle al mocoso que dejara de fingirse tan indefenso, que su hermano también tenía necesidades humanas, pero era Illumi quien lo trataba con mucha delicadeza, mientras que el albino sólo se quedaba pensativo. Vio que Illumi lo tomaba de la mano y lo llevaba de vuelta al cuarto.

Illumi cerró la puerta, se dio la vuelta y besó a su niño. Detestaba verlo tan preocupado, lo conocía lo suficiente como para decir que no estaba asustado, sino que no había reparado con detenimiento en el significado de ser el heredero de los Zoldyck, y estaba todavía asimilando su papel.

—Kil, ¿estás bien?

Asintió con lentitud, y miró a los ojos negros que le examinaban con preocupación. Estaba claro que la pelea por sus celos había pasado a segundo plano gracias a que la realidad le había golpeado de la nada.

—Tranquilo —le respondió el menor, pero no había tenido congruencia con su expresión corporal.

—Lo estoy —acarició su mejilla—… ¿de verdad quieres esto?, ¿estás dispuesto a asumir este papel?, sabes bien que yo daré lo que sea por ti. Si me dices que no quieres ser un Asesino…

—Sí quiero. Estoy bien, no te asustes, no soy un niño pequeño que necesita que lo asistan para todo.

—Siempre serás tan pequeño para mí.

—Pervertido —lo acusó y le alegró oír la risa de su hermano.

—Pero en serio, Kil, quiero que seas libre…

Reculó para mirarlo directamente y ser muy firme en sus palabras, ya era el momento de poner las cosas en claro.

—No quiero ser la damisela en apuros, Illumi, no me trates así, yo también quiero… —tragó saliva, un poco apenado por confesarse así— yo también quiero protegerte.

En ese momento vio en su decisión y fortaleza a ese hermoso chico que le hacía vibrar de la admiración y amor profundo que le inspiraba. Sólo pudo mirarlo con el brillo del orgullo por estar a su lado y aceptar su voluntad.

—¿Esto será así ahora?, ¿tendré reuniones de negocios?, ¿tengo que tener buenos tratos con la gente de aquí?

—Papá me dijo que a partir de ahora lo asistirás a él, te llevará a sus reuniones, al menos ya sabes cómo tratar con las mafias, pero te hará involucrarte en los asuntos de Tierra Sagrada y… —se detuvo, detestaba hablar de ese tema con Killua, lo veía tan noble como para asumir un papel tan cruel.

—¿Y?

—Y nuestros verdaderos clientes, el motivo por el que no somos del todo bien recibidos en Tierra Sagrada. Los Iluminados.

Un suspiró violento escapó de los labios del menor. Apretó los labios para contener sus palabras de odio y desprecio. Relacionaba a los Iluminados con el sufrimiento de su hermano, con Nimrod y la manipulación de su madre para destruir a su familia. No podía más que odiarles y recordar que trabajaría para ellos le provocaba náuseas. Illumi aprovechó el momento para tomarlo entre sus brazos, en un intento por darle calma.

—Si no quieres hacerlo, si en cualquier momento cambias de parecer…

—Y ser tu princesa —le interrumpió con sarcasmo, apoyando su frente en el pecho del mayor.

—Y ser mi princesa… —volvió a reír, no podía comprender cómo es que Killua tenía tal sentido del humor en los peores momentos.

—No cambiaré de parecer…, quiero que estés conmigo siempre.

Maldijo por no haber visto su hermoso rostro sonrojado. Podía apostar que estaba así; Killua tenía esa actitud cuando se trataba de decir sus sentimientos. Era tan reservado, incluso más que él, y ahora lo podía ver con claridad, siempre creyó que era él quien tendría problemas para confesarse, para llenar de romance la vida del albino, pero no era así, era el mismo Killua quien batallaba y no lograba darle esas palabras que a veces deseaba escuchar, no obstante, en momentos como este, escucharle decir algo así era suficiente como para ser feliz el resto de su vida. Se inclinó hasta su oído y susurró en el idioma del Edén, esas palabras que harían vibrar el corazón del albino.

«Te quiero».

Era la mejor forma de transmitirle con todo su ser lo que sentía por él. Y fue un efecto instantáneo, el cuarto se inundó de un rosa especial proveniente del Nen de la carta, Killua parecía brillar con un aura pura. Sentía una calidez que le demostraba cuán recíproco era aquel sentimiento, y se enterneció. Se separó de él para verle a los ojos, aunque el muchacho no se dejó tan fácilmente, desviaba su mirada a un lado por la vergüenza de mostrarse vulnerable. Quería decirle que no era necesario que le respondiera, pero quedó embelesado con su expresión adorable de felicidad y amor.

Sintió como Killua le tomaba del rostro y lo forzaba a inclinarse para hundirse en un beso caliente. Sus labios parecían temblar, y le decían con toda su pasión que en verdad le amaba, que estaba loco por él, que su corazón le pertenecía así como su cuerpo, su todo. Se sintió absorto por los fuertes sentimientos del menor, y casi se queda sin aliento a mitad del beso. Llegó a pensar, que a esas alturas del efecto de la carta, el amor que Killua sentía por él estaba llegando a la locura, porque no le importaba si Joab llegaba a interrumpir y los descubría en medio de un acalorado beso, sólo le importaba transmitirle ese sentimiento que estaba consumiéndole.

—Illumi, yo te a…

Se quedó a mitad de frase. No se atrevió a confesarse, sus palabras iban a ir más allá de lo que hasta ahora se habían dicho. Él ya no se conformaba con un simple «te quiero», quería todo.

—¿Kil?

—¿Iremos a la ciudad?

Desvió el tema, aunque el morocho sospechaba que la pregunta era otra. Se olvidó por completo del cambio, y se centró en responder.

—Pensaba mejor ir a la zona turística, es un lugar agradable.

—¿No se supone que debo conocer el ambiente?

—Mmm… algo así.

—¿Illumi? —lo miró acusador, no quería que su hermano le sobreprotegiera.

—¿No quieres venir conmigo a la playa?

Torció la boca, por supuesto que quería ir con él, a donde sea, no importaba si era la playa o una reunión de negocios. Estar junto a él era todo. Era una pregunta tramposa y lo sabía, pero no quiso indagar porque temía comenzar otra discusión en un mal momento.

Apenas iban en camino, Joab los interceptó, el hombre estaba claramente abrumado, a duras penas se atrevía a mirarlos a los ojos. Se aclaró la garganta y con voz temblorosa comenzó a hablar.

—Illumi, lamento mi atrevimiento. Seguramente quieren estar a solas pero, por favor, acepten usar uno de mis autos; me sentiré mejor sabiendo que llevan con ustedes algo que demuestra que están bajo mi protección.

Si dejaba al albino hablar, estaba claro que se negaría, por eso él se adelantó a aceptar el ofrecimiento y tomó las llaves que Joab le extendió.

Salieron de casa de Joab, dejando al pobre sumido en la pena de dejarlos ir y perder otro día de posibilidades. No los cuestionó, sólo se preocupó por haber dejado una mala impresión en el heredero de Silva. Los muchachos salieron a toda prisa, podía jurar que los vio emocionados por salir como un par de hermanos emocionados por conocer un nuevo lugar. Killua, a su ver, parecía el típico hermano menor admirando a su ejemplo a seguir, y le pareció obvio, teniendo un hermano tan inteligente y valioso, era imposible no admirarle.

.'.

La playa siempre lucía espléndida, un lugar turístico especial para una elite adinerada, lo podía ver en los escandalosos adornos de oro y plata; el suelo y paredes decorado por artistas famosos que habían plasmado interesantes piezas en las calles; celebridades andando de un lado a otro sin ningún problema, pues el acoso estaba altamente penado. Un lugar perfecto para deambular sin temer a la delincuencia. Aunque a Killua le llamó la atención un detalle:

—Las mujeres…

—Las que ves con los velos son hijas de Asesinos.

Cubiertas de pies a cabeza y rodeadas por guardias, las hijas de los Asesinos caminaban por las calles, conversaban entre ellas, con un cerco que era evidente que nadie más atravesaría. Sólo los mayordomos de sus familias estaban a unos metros cerca de ellas, evidentemente ni ellos mismos podían tocarlas ni verlas a menos que fuese estrictamente necesario.

—Si Alluka hubiese sido criada como una chica, esto habría pasado —explicó el morocho.

Por primera vez en mucho tiempo agradeció que ella hubiese nacido como hombre, su buen corazón, su lado femenino hubiera sufrido mucho al vivir un encierro de por vida.

—No tienen permiso de hablar con nadie que no sea de su familia, salvo con otras mujeres. Sus vestimentas son símbolo de lujo, como una forma de decir lo muy reservadas que están para su venta y diversión de otros Asesinos que pueden pagar por obtenerlas; su virginidad y pureza están bien protegidas para el deleite de quien las tiene. Es una tradición muy antigua, derivada de las raíces de la hermandad.

—Es… bastante extraña. Creo que no me vendría bien tener una hija, creo que sí acabaría cubriéndola como lo usan aquí.

Illumi sintió escalofríos. Killua hablando de hijos era otro nivel al que no imaginó que llegaría. Aunque el albino hablaba en sentido figurado, no estaba diciendo que de verdad lo haría, decidió cambiar de tema antes de profundizar en algo que no estaba del todo dispuesto a saber.

—Creo que Alluka tuvo suerte de que papá no le diera ésta educación.

—Nunca la ha tratado como mujer.

—Y es mejor que no lo haga, ¿te imaginas lo que pasaría?, la entregaría en matrimonio, y con su falta de habilidad y su apariencia andrógina se volvería una mercancía popular. No me atrevo a pensar de lo que sería capaz si viera a Alluka en esa situación.

—Pero las chicas no entrenan, cualquier chica tendría ese mismo problema.

—Sí lo hacen, aunque a su modo. Algunas de ellas se vuelven asesinas, pero por supuesto, no son tomadas en cuenta por la hermandad. Depende del marido y la familia que tengan.

—¿Por qué papá no eligió una mujer de estas? —al fin se quejó— digo, cualquiera hubiese sido mejor que Kikyo… Todo por estar de caliente.

Iban caminando por la playa, la arena se colaba en sus sandalias, pero el agua fría se sentía agradable cada vez que cubría sus pies. Hacía muy buen clima y, a decir verdad, traer a colación un tema incómodo no se sentía tan mal bajo esas condiciones. Igual y podría ser un buen momento para aclarar las cosas que había dejado de lado desde días anteriores.

—Sé que te desagrada pero no es de todo culpa de ma… Kikyo —vio la mirada amenazadora de su niño y evitó llamarla "mamá", no frente a él—, ella también es una víctima de la situación. Pero no te preocupes, a este paso las cosas van a tener justicia.

—¿A qué te refieres? —se detuvo un momento, sus pies se hundieron en la arena y una ventisca empujó su playera, Illumi miró a su alrededor, molesto de que alguien más mirara la piel descubierta de su niño.

—Papá estaba furioso por lo de Kalluto —cambió el tema antes de perderse él en sus celos—. Ya se había molestado con ella cuando supo que lo usaba para sus rituales, y no creo que vaya a aguantar más. Una vez que vuelva a casa, me imagino el drama que va a haber…

—¿Qué pasaría si se separan?

—No se pueden separar, puede que dejen de ser pareja, y dormir juntos, y todo eso, pero divorciarse es imposible.

Unas pisadas interrumpieron su amena conversación, sabían que alguien iba detrás de ellos y no se había molestado en llamar su atención. Se encontraron con un hombre que tímidamente saludó sin alzar tanto la voz.

—I-Illumi —bajó el rostro y se encontró con unos ojos azules que le exploraban con un aire amenazador que por un momento le hicieron dudar.

—Ender.

—Es… ¿el heredero de Silva?

—Sí, mi hermano menor, Killua.

Estos días serán muy complicados para mí porque me voy a mudar de ciudad y comienzo un nuevo trabajo, así que todo puede pasar, pero supongamos que no pasa mucho y publicaré el jueves 21 de Junio.'.