Y seguimos en Tierra Sagrada, recuerden pasarse a la fanpage para platicar y pasar el rato, me encantaría conocerlos a todos.'.
HADOS
23
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—Ender.
—Es… ¿el heredero de Silva?
—Sí, mi hermano menor, Killua.
La expresión de Ender era de auténtica sorpresa, no esperaba encontrarse con más familia Zoldyck sin estar previamente enterado. Observó con más atención al muchachito y vio más rasgos de Silva en él que en el mismo Illumi; quiso reír al ver la gran diferencia que había entre ellos, eran dos mundos distintos; uno era todo ceremonioso y misterioso, mientras que el más chico parecía un asesino típico, de mente y sangre fría, una pequeña máquina para matar, aunque con un aire un poco dulce para ser un asesino.
—Creo que he venido en un mal momento —intentó evadir la situación, pero sabía que era muy tarde.
—¿Quién eres tú? —cuestionó el albino, denotaba estar a la defensiva, no parecía estar de humor para las visitas.
Ender no dejaba de verle con insistencia, su curiosidad por la similitud del chico con Silva llamaban su atención, lo cual intimidaba e incomodaba en sobremanera al muchachito. Se notaba que Ender guardaba algún sentimiento con respecto a él, algo muy difícil de explicar, pero que dejaba entrever algún problema entre sus familias.
—Cierto —desvió la mirada—, soy Ender. Aunque soy mejor conocido como "el nieto del Maestro Caín" —no parecía muy contento con su propia presentación, pero a Killua no le importaba esto mientras fuera otro de los tantos pretendientes de su hermano.
El ser "nieto del Maestro Caín" no significaba nada para él, dado que no estaba familiarizado con el ambiente; miró a Illumi, esperando una explicación y sólo recibió una cariñosa mano que despeinó sus cabellos, haciéndolo refunfuñar.
—Illumi, lo siento, sé que debes estar ocupado. ¿Hay alguna forma en que tú y yo podamos vernos en privado?
La sonrisa de Killua se borró, pero Illumi no le permitió que comenzara con sus dudas, lo miró con una expresión que le desconcertó, no lucía preocupado en lo más mínimo.
—Estamos a solas, claro que sí —de inmediato captó que lo quería hacer cómplice de lo que fuera que Ender quisiera con él y de algún modo esto mismo le hizo sentir mejor. Illumi lo estaba considerando parte de su vida privada.
El tipo enrojeció de vergüenza, se quedó trabado en medio de la conversación y comenzó a balbucear cosas sin sentido, tanto que el mismo albino sintió pena por él.
—No me atrevo a decirlo frente a él. Lo siento —al fin confesó.
«¿Qué pasó con el todopoderoso Ender?», se preguntó el morocho con ironía. Recordaba cómo las primeras veces que se paró frente a Nimrod intentaba intimidarlo, hablar con rudeza y mostrar cuán influyente era. Ahora se veía como un patético novato, pero no le causaba gracia, puesto que en cierto modo el tipo le agradaba. No era coqueto, ni molesto, y parecía respetarle de verdad, no por intereses como los demás, sino por la persona que representaba para él.
—Killua es el heredero, no puedo dejarle solo aquí en Tierra Sagrada.
Ender comprendió el problema, había muchos tipos locos a su alrededor, dispuestos a todo, y ver al heredero de los Zoldyck solo y no muy experimentado en los asuntos de la isla, fácil podían hacerlo caer en sus tretas. Por supuesto que él tampoco permitiría que algo vergonzoso ocurriera por su culpa, pero recordó su necesidad, y sabía que no tendría muchas oportunidades para hablar con el morocho, este era de esos pocos momentos en que él se encontraba disponible.
—Ve, yo estaré bien, Illumi —la voz del albino sobresalió.
Ender sintió un gran alivio al ver que había iniciativa por su parte, había considerado la opción de rogar, pese a que denigraría su posición como familia de Caín.
—Será rápido, lo prometo, diez minutos como máximo —agradeció profundamente que el albino le diera espacio a su hermano.
—No, no dejaré a Killua.
—Illumi, ve por favor. Será mejor para ambos.
Contaba con que Illumi le revelaría los pormenores de la conversación, y por tal no se sentía intimidado. Aunque tenía celos, este nuevo individuo le parecía mejor, no había mostrado esa característica común entre los asesinos de ser poco cortés. Respetaba el espacio de ambos y no le daba la impresión de que se sobrepasaría de los límites, además su intuición le decía que no sería un problema entre ellos.
Miró los ojos suplicantes de Ender, y se percató de que Killua se alejaba de él. Suspiró, era mejor acabar con sus pendientes antes o estos le seguirían acosando por más tiempo.
—De acuerdo, pero si te alargas mucho me marcharé.
—Dejaré algunos guardias con Killua, no permitiré que lo intimiden.
Al instante cuatro hombres aparecieron y se acomodaron alrededor del albino, invitándolo a caminar hasta el otro extremo de la playa, donde había un sitio abierto en el que podía sentarse a esperar.
Illumi lo observó a lo lejos, y siguió a Ender a la calle de arriba, donde entró a una cafetería. Torció la boca, no quería la conversación tomara demasiado tiempo y un lugar como ese anunciaba una reunión más o menos larga. El simple hecho de dejar a Killua en la playa le estaba poniendo nervioso; cualquier cosa podía pasarle, no lo dudaba.
—Ender… —le advirtió con la voz.
—Terminé el Kibalion. Lo he leído completo, hay mucho que no comprendo, pero lo preguntaré cuando tengamos más tiempo. Quiero saber qué sigue, ¿a dónde más debo ir?, estoy en pánico I-Illumi —le incomodaba llamarlo por su nombre, puesto que ahora lo veía más como un superior—, es como si muchas dagas hubiesen traspasado mi cuerpo y mis ojos fueran abiertos a una realidad que siempre estuvo aquí, pero no lo había querido ver.
—¿Quieres leer más?, ¿qué buscas ahora?
—Ya no lo sé, he perdido mi intención original. Antes estaba muy seguro que sólo quería aprender, pero ahora, estoy pensando en explotar —soltó una triste risa—, temo que ahora no hay vuelta atrás, me he dado cuenta que mi aprendizaje empezó tan tarde, no sé si pueda llegar a un nivel alto.
—Todavía se puede aprender más, incluso donde estoy yo, sé cuánto carezco. Entre más aprendes, más te das cuenta que no sabes nada.
—"Sólo sé que no sé nada"… ¿quién lo dijo?
—Platón.
—¡No sé nada!, ¿lo ves? No sé ni quién es Platón.
Desafortunadamente mientras Illumi instruía al perdido Ender, alguien no perdió el tiempo al ver al pequeño heredero disponible, que se encontraba mirando el mar mientras esperaba a su amado de vuelta. El sujeto estaba ansioso y se mojaba los labios de puro gusto, estaba tan excitado que el mismo albino se percató de su presencia mucho antes de que se acercara.
—¡Pero si es mi pequeño cuñado!
Se dio la vuelta para encararlo, incrédulo ante tanto descaro, el tipo tomó una silla y la colocó a su lado. Sonreía de lado a lado mientras Killua le lanzó una mirada de desprecio.
—Es un placer conocerte —saludó—. Mi dulce Illumi ha sido muy discreto con nuestra relación y se lo agradezco, no imagino la cantidad de problemas en los que nos meteríamos si se llegara a hacer público —el tipo tuvo la desfachatez de apretar el hombro del albino un par de segundos como una especie de saludo fraternal—, aunque bueno, pronto todo el mundo lo sabrá.
—Ah sí, eres el décimo idiota que me cuenta la misma historia, ¡qué pena! —se giró para observarlo. Se sintió complacido cuando vio su reacción arisca, casi suelta la carcajada cuando le vio tallarse las manos para distraer su mal humor.
—Bueno, bueno, sólo veo que tu relación no es tan cercana a mi lindo novio.
Killua deseó manotear, golpear al individuo junto a él, no soportaba su presencia, pero le daba la impresión que si intentaba algo agresivo, su condición no mejoraría.
—Curioso, ¿no?, ni siquiera existes para el heredero de los Zoldyck siendo que te crees tan relevante —se dio la vuelta para mostrar su desagrado— y afirmas algo que es totalmente imposible. Nadie conoce a Illumi mejor que yo.
—Muath, lo siento, mis modales no son mi mejor parte —se presentó, y en ese instante el nombre le pareció terriblemente familiar—, he estado cerrando tratos con tu padre, no te preocupes, dentro de poco sabrás muy bien quién soy. Vengo a preparar las cosas contigo antes que Illumi me sea entregado.
—Illumi no será de ninguno de ustedes —quería dejarle en claro a quién sí pertenecía, pero no era capaz de admitirlo, le daba miedo la sola idea de delatarse frente a la hermandad, las consecuencias que esto traería a sus vidas podían ser terribles.
—Los hermanos sobreprotectores no son divertidos, ¿te lo han dicho?, yo te ayudaré a muchas cosas —se inclinó hacia adelante para acercarse un poco más al albino y hablar de frente.
—Muath Almarshed, aléjate de mi protegido.
Illumi y Ender habían vuelto, y el sobrino de Caín estaba furioso, le había fallado a su maestro. Les había pedido a sus hombres que lo protegieran y se habían quedado observando la escena sólo por tratarse de Muath.
—¿Ya es tu protegido? —se quedó en silencio, Ender había aparecido en un momento inesperado— ¿por qué vienen juntos? —sus celos reaparecieron— Illumi, ven aquí —e intentó dominar la situación.
El albino dejó su lugar y se colocó frente a su novio. Estaba increíblemente furioso, nunca había visto que alguien le hablara de ese modo a su hermano, nadie fuera de su familia se había atrevido a hablarle a su novio de ese modo.
—Muath, haz el maldito favor de largarte de aquí —continuó Ender.
—Illumi… —su voz sonaba amenazante, quería que el morocho comprendiera que no estaba jugando y que quería su atención de inmediata, pero Illumi lo ignoraba y esto le molestaba todavía más—. Ahora resulta que son todos amiguitos, ¿esto es lo que quieres, Illumi?
—¿Lo estás amenazando, Muath?
Muath permaneció en silencio, pretendiendo no haber escuchado la pregunta.
—¿Nos vamos?
Killua estaba tan furioso que apenas podía contenerse. Apretó los dientes, rechinándolos, y su amante intentó calmarlo, aunque era tarde, la carta en Killua mostraba un aura ancestral que nadie más podía ver. Supo que era el fin, Killua caería en un pozo de emociones oscuras de las que difícilmente saldría. No tenía tiempo para enojarse ni alterarse por la situación fuera de su control; levantó la mano para tocar el hombro del albino, y al instante vio que el fuego disminuía pero no desaparecía.
—Kil —le llamó—, espera un poco.
Los ojos azules destellaron con ira, pero no le rechazó. Le sonrió para suavizar el ambiente, y le vio cerrar los ojos. Se alegró de ver que el menor todavía quería controlar sus emociones un poco.
—Muath —Ender continuó—, Silva tiene la última palabra, pero te diré algo: vuelve a amenazarlo, y te arrepentirás el resto de tu miserable e insulsa vida.
Muath dio la vuelta y desapareció. Estaba hecho una furia y dijo algo al aire que nadie entendió. En cuanto se fue, Killua suspiró, estaba avergonzado de haber hecho un drama frente a todos. No era propio de él cuando bien sabía que en momentos de estrés lo mejor era conservar las apariencias, pero cuando se trataba de Illumi era como si una fuerza sobrenatural lo empujara a hacer lo que fuera.
—Quieres mucho a tu hermano, ¿verdad? —interrumpió Ender—, no es muy común ver eso en las familias de Asesinos. Siempre nos hacen competir y eso vuelve a las familias muy distantes.
—Él me entrenó. Ha estado conmigo toda mi vida; naturalmente, siento un apego por él —se excusó.
Illumi no dijo nada, a él nunca le había gustado la idea de ocultar su relación. Estaba orgulloso de su resultado; se había esmerado tanto por conseguir su deseo, adoraba y admiraba a Killua, ¿por qué ocultarlo?, no le veía el caso. Además, hacerlo sólo dificultaba su relación porque estaban limitados a su soledad. Se preguntaba qué pasaría el día en que Killua asumiera su posición y se encontrara ocupado la mayor parte del tiempo. Cuando tuviera más edad y que fuera extraño verlo dormir en la habitación de su hermano mayor, o peor aún, cuando él deseara hacerle visitas a su cuarto, solicitando verle a solas. No soportaba la idea de limitarse así el resto de su vida, quería hacerlo público, que se quejara el que tuviera que hacerlo pero él seguiría adelante. Con la protección de los Iluminados, lo último que la gente haría, sería arruinar sus tratos.
—Es agradable, y lo entiendo. Tu hermano es alguien digno de admiración, muchos aquí lo hacen aunque no lo dicen, y otros, como Muath, están obsesionados con él. Si algo de eso te molesta, déjamelo saber, yo me encargaré de que no te sean un estorbo.
—¿Tú también estás enamorado de él? —le preguntó agresivo, estaba a la defensiva cuando se trataba de hablar bien de Illumi.
Ender sudó frío. Sí estaba enamorado, pero era diferente, no planeaba sobrepasar la línea que el morocho le había impuesto, además, su enamoramiento parecía más un respeto reverente que un deseo por coquetear. Perder a un mentor como él era lo último que deseaba.
—Illumi es… para mí, es un maestro. Como lo es para ti…
—No pregunté eso, pregunté si estás enamorado de él.
Illumi deseaba tener el poder para hacerle callar y no intimidar más a Ender, era un buen elemento a conservar en su lista de aliados, perderle por culpa de los malos tratos del albino no era buena idea. Aunque claro, Killua no estaba tan habituado a los asuntos de los Asesinos, así que era entendible que no supiera apreciar un buen negocio.
—Bueno…, algo hay de eso, sí.
La mirada gélida del niño le hizo darse cuenta de algo increíble, el motivo por el que había sido nombrado heredero, y las maravillas que Zeno hablaba de él. No podía creerlo, pero había caído en sus provocaciones, parecía como si él estuviera ahí para liderarlo también a él.
—Pero es diferente —continuó—, Illumi me dijo que tenía a alguien importante en su vida, y yo no soy un tonto como para querer intervenir en una guerra claramente perdida. Illumi fue muy claro en eso.
El menor observó a su hermano. Sus miradas se detuvieron un momento que fue tan intenso que Ender sintió deseos de retirarse y dejarlos a solas.
—Sólo deseo que sea mi maestro… —concluyó.
—De acuerdo, lo podrá ser, siempre y cuando no intentes nada extraño con él.
No supo si agradecer, le parecía increíble que Illumi tuviera que pedir permiso para algo así a su hermano aún-no-líder, cuando se suponía que este era el puesto de Silva, pero optó por despedirse para no verse inmiscuido en más problemas entre los hermanos.
—Estoy harto —le dijo Killua—, no soporto a estos idiotas, no creo llegar a ser un buen líder.
—Lo haces estupendo —contestó con sinceridad—. Vamos, todavía hay mucho por ver.
Aunque moría de ganas por tomarle de la mano se resistió, en lugar de eso, le señaló adelante, en un gesto amable para animarlo a caminar y salir de la sombra.
—¿Así que tienes a alguien especial? —se burló, siguiendo a Illumi.
—Así es.
—Fue agradable saber que eso le dijiste.
—Me hubiese gustado haberle dicho toda la verdad, pero es todo con lo que me conformaré por ahora.
«Por ahora», resonó en la mente del albino. Él ya sabía que Illumi deseaba divulgar su relación, pero la idea le asustaba, ya había vivido el horror con su abuelo, vivirlo otra vez con su padre, con el resto de su familia, los mayordomos, y cuanta gente que deseara oponerse, no sabía si podría soportarlo.
Estuvieron paseando hasta que Joab les llamó para volver a casa alegando que deseaba reunirse con ellos para la cena. Los muchachos no se hicieron desear, regresaron satisfechos y convivieron con el pobre hombre hasta el anochecer. Joab veía a Illumi con suplica, preocupado por el tiempo que perdían, pero el morocho se hacía el desentendido, mirando a un lado y otro, hablando con Killua, distraído con cualquier cosa que no fuera él.
—Ah, por cierto, Killua, hoy te preparé un dormitorio especial. Estoy seguro que te sentirás mejor ahí.
—Oh no hacía falta —contestó el albino, parecía decirle con la mirada que era un reto ganado—, de todos modos planeaba quedarme con Illumi, todavía tenemos cosas qué tratar.
—Por favor, hazme el honor de usar la habitación especial… al menos pruébala y si no te convence, te quedas con Illumi.
Illumi tuvo la intención de convencer al chico de ceder un poco, sólo para mostrarle a Joab que no estaba convencido de separarse de su hermano, pero chocó con una gélida expresión que le hizo dudar si su petición tendría consecuencias o no. Concluyó que tendría que ir nuevamente a la ciudad de los Iluminados a buscar dirección, quizá había algo que él pudiera hacer para aplacar al signo que influenciaba a su hermano.
—De acuerdo, iré a verla, pero en verdad tengo asuntos qué atender con Illumi.
—Estaré feliz con que lo pruebes.
Más tarde se despidieron, cada uno se marchó a sus habitaciones, Killua fue guiado por un grupo de mayordomos que coordinados le hacían preguntas sobre su entrenamiento y familia como si de verdad tuvieran interés, Joab se había asegurado de que sus hombres le ayudaran con su cometido. Killua los miraba con recelo, pero aun así respondía. Era un muchacho muy inteligente, podía adivinar el motivo de su repentino interés en él, así que no se dejó llevar por la conversación. Joab se había asegurado de que la habitación fuera magnifica, un lugar totalmente apetecible a la vista y en comodidad. Colores cálidos, buen aroma, adornos minimalistas, daban la sensación de un lugar perfecto para relajarse. Incluso tenía un jacuzzi en una esquina, en caso de que deseara descansar ahí. El ambiente era tentador y por un momento pensó en caer. Le hubiese encantado que Illumi fuera con él, pero lo conocía, era demasiado obediente como para hacer la travesura de escaparse para ir a su cuarto. Aunque él tenía un arma más en manos, Illumi era débil a él, y eso se evidenciaba cada vez que lo veía, bastaba con su palabra para forzarlo a aceptar sus peticiones. Eso era vil, Killua no quería que Illumi se doblegara ante él, por eso, pese a que sabía cómo controlarlo, no lo hacía, lo dejaba decidir por su cuenta. Se recostó en la cama a pensar lo que haría.
Illumi llegó a su habitación, preocupado por Killua. El hecho de que hubiese aceptado ver el cuarto, no significaba que fuera a quedarse ahí, su mirada al salir le había dicho que en efecto pensaba escaparse para ir a su recámara. Por él haría lo que fuera, no le importaba si Joab no lo veía con buenos ojos, lo único valioso era Killua, sus deseos y sentimientos.
Dispuesto a relajarse, fue a ducharse, dejando la puerta sin seguro, en caso de que su niño decidiera ir por él. Al terminar su baño, se llevó la sorpresa de que continuaba a solas, ni siquiera la presencia de Joab rondando le interrumpía. No sabía si esto era bueno o no, puesto que podía ser que los dos se habían encontrado a medio camino y ahora mismo se encontraran en una acalorada discusión.
Respiró hondo. Pensar de más no era bueno. De pronto, la puerta sonó y, sin pensarlo, abrió. Se encontró con la adorable mirada azul de su amado niño que sonriente le saludó.
—¡Ya te extrañaba!
Se rió suavemente, nunca se cansaría de verlo, ni de escucharle decir esas expresiones que sólo delataban lo profundo y hermoso de sus sentimientos.
—¿Por qué estás semidesnudo? —le preguntó viendo que el morocho apenas y se había puesto unos cómodos pantalones de lana.
—Salí de bañarme y…
—¿Cómo supiste que era yo?, ¿qué te hizo pensar que no era Joab?
Y antes de que pudiera explicarse el niño entró con una aura de molestia.
—Debiste cubrirte antes de abrir, odiaré que Joab te vea de este modo. Por favor, no lo hagas.
—De acuerdo…
—¿Lo prometes?
Illumi, preocupado por que se lastimara con tantas malas actitudes, lo tomó de la mano y lo atrajo a su cuerpo por la cintura.
—¿Crees que estoy jugando contigo?, ¿debo hacer promesas cuando soy tuyo en cuerpo y alma?, basta con que lo pidas para que yo te lo dé.
Killua se ruborizó hasta las orejas, impresionado de su reacción tan seductora, agradeció la buena intención y se paró de puntillas para alcanzar sus labios, necesitaba urgentemente un roce amoroso después de un angustiante día sin poder besarle. Illumi aceptó el beso con devoción y finalizó besando los dedos de su tembloroso amante.
La puerta volvió a sonar, ambos se alarmaron, pero esta vez Illumi se dio la vuelta, se colocó una camiseta y se dirigió a abrir. Killua sonrió complacido, consciente de la única persona posible que podía ir a molestar a tan altas horas de la noche. En efecto, vio al dudoso Joab de pie, esperando encontrarse con el morocho.
—Illumi —le saludó.
Killua dio unos pasos para hacerse notar. Joab maldijo por lo bajo, estaba tan nervioso y ansioso que había bajado la guardia, jamás pensó que se encontraría con el albino. Lo había subestimado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó tontamente.
—Te dije que tenía asuntos con Illumi, ¿qué haces tú aquí?
Illumi de nuevo no respondía, a Joab le molestaba bastante ver su falta de interés, necesitaba su cooperación para poder terminar sus planes, pero parecía que entre más se esforzaba por tener un poco de privacidad, más se empeñaba en dificultarle el trabajo.
—Bueno, lo siento, volveré más tarde, cuando ustedes hayan terminado sus asuntos.
Dio un paso hacia atrás, sonriendo forzado y justo cuando iba a salir cuando el albino le retuvo.
—No, quédate, te dejo hablar con él. Yo vuelvo más tarde.
Joab estaba desesperado, no quería que Killua le dejara un rato de privacidad, quería darse todo el tiempo posible para convencer a Illumi de volver a sus brazos y luego hacerle ahí el amor hasta hacerle olvidar su nombre; pero Killua había arruinado la fiesta, cualquier plan que hubiera hecho estaba ahora lo veía desecho en las manos del albino que no sólo le fastidiaba, sino que lo hacía con lujo de mofa, sin piedad. Le vio salir del cuarto, y se percató de la mirada de Illumi, que estaba sobre el muchacho, era una especie de disculpa.
Se quedaron en silencio, Joab ni siquiera se había atrevido a entrar al cuarto. Estaba esperando a que el morocho le diera permiso de entrar, y no tardó mucho cuando su instinto le hizo olvidar los modales; entró cerrando con seguro la puerta, pues no quería que Killua tuviera la impertinencia de entrar de sorpresa.
—L-lamento haberte interrumpido.
—¿Qué quieres hablar?
Fue brusco, pero era necesario. Debía dejar en claro las cosas, no dar ni siquiera un ápice de esperanza. Joab era un buen tipo, alguien que en el negocio valía la pena mantener como aliado, ser sincero era lo más respetuoso y justo que merecía.
—¿Estás molesto?
—Joab, no cambies el tema. Ve al grano.
—Oye…, no necesitas ser cruel conmigo.
—No necesito rodear, en realidad ya no tenemos "algo" qué hablar.
Se sentó en la cama apoyándose en sus manos y mirando al hombre andar de un lado a otro por el cuarto transmitiendo su frustración, sus sentimientos oscuros que posiblemente le podían dominar en cualquier momento; impulsos asesinos generados a lo largo de toda su vida.
—¿Qué pasó?, he intentando entenderlo todo este tiempo. Todo iba muy bien entre nosotros, pero está ese imbécil… esa persona con la que sales y que se interpuso entre nosotros, él no sabe nada de ti, eso te lo puedo garantizar.
Illumi permaneció en silencio. Joab necesitaba desahogarse, así que consideró correcto dejarle hablar. En cambio el hombre estaba harto de su mutismo, le hacía creer que le ignoraba y menospreciaba su dolor.
—¿Quién es?, te exijo que respondas.
—Joab, ya. Este no es un drama de alguna mala novela que hayas leído antes… si es que has leído una —reflexionó—, lo que sea que tengas en mente, ya déjalo ir, yo sigo con mi vida, tú sigue con la tuya, ¿quieres aprender?, bien, con un cambio de actitud podría aceptar volverte un iniciado, es todo lo que te puedo ofrecer en compensación a lo que sea que te estás imaginando que te debo. Que quiero aclarar que en realidad no te debo nada.
—¿Por qué me enamoraste, entonces?, ¿para jugar conmigo?, ¿para conseguir influencia en la hermandad?
Caminó hasta la orilla de la cama, colocando una rodilla sobre el colchón, mirando al muchacho que permanecía inmóvil, sin expresión alguna que le indicara que estaba escuchándole con el corazón.
—¿No soy atractivo para ti?, ¿te molestaste de la relación que mantengo con tu familia?, ¿qué fue lo que te apartó de mí?
Se acercaba peligrosamente a él, pero no quería moverse de lugar y mostrar alguna especie de debilidad. Entre asesinos esto sería muy mal visto.
—Desperté —contestó—, y en cuanto lo hice, me di cuenta de todo lo que estaba mal, y estoy corrigiéndolo.
—¿Sólo fui eso?, ¿un error?
—Basta de preguntas, tú mismo sabes la respuesta. Dentro de ti mismo hay un universo que se comunica con otros más, y sólo estás externando lo que te duele.
La lucidez de sus palabras provocó un terrible escalofrío en Joab. Revivió el recuerdo del momento en que cayó en las redes de Nimrod, ante tanto conocimiento y sabiduría extraña.
—Mi universo me dice que todavía está aquí —señaló el pecho del morocho—, esto que hemos compartido.
Illumi apartó su mano con desagrado.
—¿Qué te metiste antes de venir conmigo? —preguntó con fastidio—, querías esto, y bueno, te lo daré: No es no, Joab. No me interesa más estar contigo, y no lo hará jamás. Mejor déjalo ir, y si te molesta mucho, me marcharé hoy mismo con Killua a algún hotel.
Hubo un prolongado silencio. Joab se sentía humillado por el rechazo de Illumi. Nunca se había imaginado que, dejando a un lado que otro heredero le rechazara, ahora un hijo de un Asesino que bien podía sacarle provecho a su situación al ser apadrinado por alguien de tan alta categoría y en cambio le estaba haciendo a un lado. No podía creerlo real, lo único que podía venir a su mente era que Illumi estaba siendo controlado por una fuerza poderosa que le hacía desvariar, o que se encontraba en una situación tan delicada que debía actuar contra su propio beneficio, que sus acciones eran las de un loco que no sabía de razones. Miró con lástima al muchacho y le sonrió.
—Pase lo que pase, estaré de tu parte. Te ayudaré en lo que pueda. No hace falta que se vayan…
Con eso intentó ser empático a su modo, y a la vez, una idea llegó a su mente. ¿Por qué Killua insistía tanto estar cerca de su hermano?, antes le había parecido anormal, aunque no demasiado dado que Illumi era una persona extraordinaria con quien cualquiera desearía pasar tiempo. Entonces sintió que había una pista ahí, en el comportamiento del albino, algo que delataba que Illumi estaba pasando por un mal momento y que hacía falta que otro asesino le ayudara, por eso pasaban tanto tiempo juntos. No por nada Silva lo había enviado, bajo la perfecta excusa de que era su heredero.
—¿Entiendes lo que digo, Joab?, no puede haber nada entre nosotros. Yo tengo a alguien especial.
«Sí, un acosador que te está manipulando, haciéndote perder algo realmente valioso en tu vida», pensó, se imaginó a un monstruo al que debía combatir en silencio. Se sintió orgulloso de su habilidad para pensar en lo que Illumi le ocultaba, era su oportunidad para brillar.
—Sí, descuida, lo puedo entender perfectamente.
Se apartó de la cama, se aclaró la garganta y continuó.
—Nadie te vigila aquí, Illumi, cualquier cosa que creas que hace falta decir, puedes hacerla.
Lo observó perplejo, sintió que se había perdido de algo en medio de la conversación. La sonrisa de Joab, ahora confiada, le hacía ver que en efecto, el tipo se había auto-consolado con algún pensamiento delirante que le brindara la confianza de obtener su meta.
—No Joab. Lo que sea que estés pensando, tampoco va a funcionar.
—Confía en mí, por favor.
Supo que viviría otro drama y que no podría descansar de su insistencia. Así que agradeció cuando escuchó el golpeteó en la puerta, Killua estaba de vuelta, se había cansado de esperar, y se notaba molesto por haber encontrado la puerta con llave.
Joab fue a abrir, y sonriente recibió al albino.
—Te lo he dejado en una pieza, ¿ves?, nada que temer. Yo también sé cuidarlo.
Killua no le sonrió, no le hizo gracia la oración, menos al verle tan feliz y encontrar a su novio sentado en la cama. Era terriblemente sospechoso.
—Bueno sí, gracias, ya no haces falta. Adiós.
Joab soltó la risa como si hubiese escuchado una excelente broma. Estaba tan feliz ahora que ya nada le molestaba. Se despidió de ambos y salió, no sin antes, dirigirle a Illumi una mirada especial, para brindarle seguridad. Killua cerró con deseos de azotar la puerta, pero sin hacerlo. Puso el seguro y miró con intriga a su hermano.
—Ese tipo es un pesado… como todos aquí. Todos son unos idiotas que sólo te ven como un trozo de carne.
—Lo siento. Kil, no quería que esto te afectara.
—¿Y entonces?, ¿querías mantenérmelo oculto?
—No, no se trata de eso…
¿Pero cómo se lo explicaba?, cuando el niño estaba molesto, lo último que hacía era razonar, escuchar y emitir juicios bien fundamentados. Sólo quería herir, y lo haría con la primer persona que tuviera al frente.
—Entonces ¿qué?, dilo.
Miró fijamente al aura de fuego que comenzaba a fluir por sus poros, le preocupaba; al fin había hallado algo a lo que pudiera temerle más que a cualquier otra cosa en la vida. Incluso estaba preparado para perder a Killua, pero verlo sufrir por cuestiones románticas, mágicas, no, esto le sobrepasaba.
—Quería olvidarlo. Es algo que está fuera de mis manos…
Confesó con tanta pena que hasta sus manos temblaban, pero las ocultó apoyándolas en la cama. Aun así su voz le delató un poco, Killua lo escuchó, y eso aplacó el fuego.
—No es tu culpa —caminó hasta quedar cerca de él, no deseaba que Illumi se sintiera triste por todos los percances vividos a lo largo del día—, es sólo que… esto es ridículo pero… creo que estoy perdiendo el control cuando se trata de ti, ¿no es estúpido?
—No —lo abrazó por la cintura—, nada en ti me parece estúpido.
Killua soltó una adorable risa que fue música para sus oídos. Al fin pudo descansar de tantas preocupaciones. Repentinamente se sintió cansado de tanto estrés en su día y deseó poder dormir abrazado a ese chiquillo que tanto idolatraba.
—Si me enojo… —tragó saliva—, me enojo porque… cuando se trata de ti…
No supo cómo terminar la oración. Dentro de su corazón lo sabía, quería decirle esas palabras que le estaban quemando por dentro. Confesarle que se había ganado hasta el último gramo de su corazón, que no había otra cosa más en la vida que deseara conservar y cuidar el resto de su vida. Que se enojaba por miedo a perderle, a que Illumi se diera cuenta de que él era sólo un chiquillo que lo necesitaba más a él de lo que Illumi jamás le necesito.
—Es tu culpa por fijarte en mí, ¿qué tengo yo de interesante?, esos hombres son… son importantes, tienen muchas cosas e influencia. Yo sólo soy un chiquillo que está aprendiendo el negocio familiar.
—¿Debería buscar esas cosas, Kil?
No, obviamente esa era la respuesta, y no quiso responder. Respiró hondo y esperó a que su hermano lo soltara.
—Tengo sueño, vamos a dormir —sugirió Illumi, y sintió la tensión del menor.
—Quisiera no dormir aún…
Le soltó y vio su mirada dubitativa. Todavía conservaba el temor de que su relación se volviera algo de índole meramente sexual, así que le sonrió.
—¿Quieres platicar de algo? —fingió demencia, al fin sabía que Killua no lo pediría directamente a menos de que lo necesitara mucho.
Se mordió el labio y arrugó el entrecejo, ¿por qué tenía que ponérselo tan difícil cuando era obvio lo que quería?, él siempre pensaba que Illumi necesitaba de grandes dosis de sexo por toda la espera que vivió, pero Illumi se esmeraba en demostrarle que no era el sexo el que había esperado sino a él. Quería seguir su idea, y también demostrarle que el sexo no era vital en su vida, pero era tan difícil, juraba que una vez que probabas la piel y el sabor, las deliciosas caricias y cada faceta oculta del morocho, caías en una adicción terrible de la cual era imposible huir. Miraba su sonrisa, el escultural contorno de su cuerpo a través de la tela, recordaba su respiración agitada en su oído, los gemidos suaves que escapaban cuando estaban en pleno acto y se moría de hambre.
—Illumi… —tomó una de las manos del mayor y la llevó a su vientre—, tengo hambre.
—¿Quieres ir a cenar algo?
Se agachó, subiéndose a la cama para colocarse sobre las piernas del mayor. Sentándose en su regazo.
—Sí… —contestó a la vez que lo atraía en un beso salvaje.
Apenas podía reaccionar ante la repentina reacción de su niño. Pero una vez que empezaba, era imposible parar, lo tomó de la cintura, abrazándolo a su cuerpo. Dejándose guiar por sus instintos. Killua era siempre un manjar para todos sus sentidos, no importaba si habían estado en medio de una discusión incómoda hacía unos minutos, él —dentro de todo su ser— lo deseaba más y más.
Eran como fuego que consumía todo a su alrededor. Se enredaban en las sábanas, arrojaban las almohadas, hacían a un lado sus ropas sin ningún orden, se despeinaban, hasta acabar con sus necesidades, y despertaban de su delirio mirando a su alrededor, cuando ya su desastre estaba completo. Illumi siempre se preocupaba por todo el escándalo que quizá hacían sin darse cuenta, y no quería que Joab, o cualquier otro los escucharan, era muy valioso cuidar la integridad de su niño antes que exponerlo a cualquier percance que despertara el chisme entre los ciudadanos de Tierra Sagrada.
—¿Cómo es que siempre me convences?
Killua se rió, Illumi estaba recogiendo las almohadas, después de que ambos hubiesen acomodado las sábanas, y el menor se vestía de vuelta.
—Ni siquiera tengo que hacer labor de convencimiento.
«Eres maligno», pensó, pero no lo expresó. Killua debía saber todos sus puntos débiles a estas alturas no debería sorprenderle que luego el muchacho lo manipulara para sus planes personales cada vez que quisiera.
Por la mañana Joab los invitó a desayunar a la ciudad. Illumi iba con muchos nervios por ser visto; ya sabía que tendría un día difícil con Killua, cualquier cosa que ocurriera apuntaba a ser negativa. Si Killua atraía la atención, era algo malo porque los hombres lo estarían molestando para sacar provecho de su falta de preparación, y si él atraía la atención, las discusiones con Killua serían interminables. Joab, en conjunto con Silva, había organizado una reunión especial para el joven heredero.
Bajaron del auto, y los recibieron en un conocido restaurante de la ciudad, en lo alto de un gran edificio, las miradas de las personas a su alrededor eran muy persistente, no se molestaban en disimular. Los observaban a los tres, unos curiosos por ver que Joab los llevaba, otros por el morbo de conocer al heredero de Silva, y por supuesto, no faltaban los admiradores de Illumi. Para Killua todos eran lo mismo, admiradores de Illumi, y lo odiaba, más al no poder sostener la mano de su novio, aunque esto sólo empeoraría las cosas, lo haría ver como un hermano menor poco maduro. Se moría de ganas por poder anunciar que Illumi no se quedaría con ninguno de esos pervertidos.
El elevador se detuvo en la planta cien y los tres hombres, seguidos de dos jóvenes más, se acercaron a recibirles. No hacía falta ser muy experimentado para notar que pertenecían a una élite importante; eran miembros destacados de la hermandad. Saludaron efusivamente a Joab, denotando la estrecha relación que compartían entre ellos.
—¡Tenía cinco meses sin saber de ti!, ¡me alegra verte!
La apariencia de cada uno era tan distinta y a la vez, daba una impresión de ser de la misma calaña. El más anciano de los tres, era un hombre de piel morena rojiza, con profundos ojos negros y cabellera grisácea. Le faltaba medio dedo anular de la mano derecha, además, tenía tres gruesas cicatrices en la cara, una de las cuales le llegaba al cuello, y tres de sus dientes eran de oro, en definitiva, era un hombre que había estado en medio de tremendas batallas. Su nombre era Julen, un Asesino cuya dedicación estaba centrada en el terrorismo, era líder de tres de las bandas de terrorismo más importantes del mundo; por supuesto, frente a los medios su nombre ni siquiera figuraba, en cambio aparecían otros, que se decían y anunciaban como su voz, todo con tal de distribuir a las agrupaciones como si se trataran de grupos diferentes, con distintas ideologías, cuando en realidad se trataba de un mismo equipo.
—Julen, por favor, tú te desapareces cada vez que se te antoja, no puedo ni seguirte el rastro.
—Y no nos vengas con la excusa de que estás trabajando, qué bien te conozco, de seguro te fuiste por una nueva cacería para tu jodido harem.
El segundo, era un hombre vestido como una especie de militar, de colores verdes y azules, pantalón tipo cargo, y botas altas, con la excepción de que las mangas parecían haber sido arrancadas. Conociendo al, siempre aventurero, Al Prince, era probable que él mismo las hubiese cortado por motivos climáticos. Su cabello rubio cortado casi al ras, sin ningún sentido, su nariz chueca y una linda sonrisa que parecía una contradicción con su personalidad fuerte; lideraba un grupo de mercenarios, famosos por su participación encubierta en diversas guerras civiles y adiestramiento de fuerzas armadas militares de diversos países. Prince era un terrible sanguinario, fanático de la tortura y las enseñanzas a base de sangre.
—Qué va, déjenlo, con todo el trabajo que hemos tenido últimamente es seguro que necesite unas vacaciones.
—¡No me lo recuerdes, hijo de puta!, ya estoy hasta la madre de las mismas peticiones. Esta es la guerra más lenta del mundo.
Y el último de los invitados, también el más joven, era Roboam, el genio de la violencia, el principal encargado de los servicios de inteligencia de los países más influyentes del mundo. Un hombre de ojos azules y cabello negro, bien conservado para su edad; con una vestimenta elegante, recién acaba de llegar a la isla después de su visita al actual V6, tampoco su nombre figuraba en ningún medio, pero no era necesario, los que le conocían sabían que él, y sólo él, era capaz de detener los avances de un país entero si se lo proponía. Era temido y odiado por muchos.
—¿Ellos son…? —preguntó Julen, señalando a los hermanos Zoldyck que se habían mantenido distantes durante sus saludos.
—Lo que prometí, los hijos de Silva.
—¡Cabrón!, tengo… la edad de este mocoso sin ver a Silva, ¿qué edad tienes muchacho?
—Veintiséis —respondió Illumi.
—No hagas preguntas así imbécil, me haces sentir anciano —se burló Al.
—Illumi es el hijo mayor de Silva, y este pequeñín de aquí, es Killua, el heredero.
—¡Oh! —Julen se inclinó para ver de cerca a Killua y lo tomó de la mandíbula.
Ni siquiera sus instintos le ayudaron a huir de él, su nivel estaba por encima de sus capacidades. Tuvo temor un breve instante, pero no lo demostró gracias a su firme entrenamiento.
—Estás idéntico a tu padre —le dijo.
—¡No, no!, para nada, míralo bien, este sí parece listo —se incluyó Roboam y hubo una risa general—, además tiene facciones demasiado finas para compararlo con Silva.
—Parece niña —añadió Al, y se escucharon más risas.
—Vamos a la mesa, vengan —interrumpió Joab.
Caminaron por un pasillo hasta quedar en un salón junto a las ventanas, se podía ver un hermoso panorama a lo lejos. La mesa de madera, rectangular, era una sala de juntas, con cómodos sillones y aperitivos para disfrutar la conversación.
—¡Eh tú! —gritó el militar a uno de los mayordomos que estaban de pie junto a la entrada— trae hachis para negocios, y unas cervezas, ¿alguien va a pedir algo más?
Unos más se unieron a los encargos y mientras terminaron de acomodarse en sus asientos.
—Killua —le llamó Joab—, estos dos muchachos son Craig, y Moises, los herederos de Al y Julen —ambos jóvenes saludaron al heredero de los Zoldyck.
—¿Por qué Silva no está aquí?, él debería ser quien nos presente a su heredero —reclamó Julen.
—Illumi está aquí como su representante —explicó, conociendo el carácter complicado de sus amigos.
—Pero dicen que este fue educado por su madre, que tiene… ya sabes, costumbres débiles de mujeres.
—Rumores, Julen, meros falsos rumores. Pareces novato, bien sabes que harán lo que sea para desestimar el trabajo de Silva. Illumi fue en su mayor parte educado por Silva, Zeno y Maha, Kikyo sólo tuvo su participación en las otras áreas.
Al parecer esas «otras áreas» eran bastante bien conocidas por los tres hombres, puesto que tras decir eso, ninguno tuvo más deseos de debatir al respecto.
—Illumi es mi maestro —interrumpió Killua—, como tal espero que entiendan que representa una autoridad para mí, y no aceptaría estar con ustedes si no estuviera él aquí.
—¡Bueno!, no se diga más —Roboam tuvo la necesidad de cortar la posible discusión, lo último que deseaba era que Killua se fuera con una mala impresión de ellos tres— Killua, me gustaría…
—Debo decir que Illumi es la mejor herramienta de Silva, ponerlo en exhibición es la mejor estrategia que Silva pudo tomar —pese a su intento por acallar las aguas, Al no tuvo reparo en continuar con el drama, le había llamado la atención la forma en que Killua presentó a su hermano no-heredero como si fuese tan influyente como él mismo.
—Me pregunto a quién lo dará, ¿sabes algo de eso Joab?, o… ¿lo vas a tomar tú?
—Tengo mucha curiosidad al respecto, Al y yo hemos estado apostando sobre esto, así que está en tus manos esto.
—Julen, Al… no hablemos ahora de esto, no quisiera incomodar a Illumi —Joab no quería complicar más las cosas con el albino, estaba seguro que esto sólo le atraería más problemas.
—Si no lo tomas tú, yo lo haré, te lo advierto —continuó Julen, y soltó una sonora carcajada que retumbó en todo el salón.
—Illumi no va ser entregado a nadie. Yo no lo permitiré, y no está a discusión.
En su corazón lo había dicho con sinceridad, pero lamentablemente esto tenía una connotación diferente dentro de la hermandad. Para un asesino simpatizante de la hermandad y no miembro activo, se consideraba que su máximo deseo era pertenecer a la hermandad, ser apadrinado era una meta muy alta que normalmente los hijos no-herederos poseían, aspiraban a ella como si fuera la máxima de su vida; los herederos lo sabían, no había otra cosa más importante y relevante que ser miembro de la hermandad, nacer como el heredero te colocaba ya en una posición muy importante, pero ser un hijo más era duro. Cuando un heredero le negaba a uno de sus hermanos, el derecho a ser apadrinado, generalmente era como un castigo de por vida, y un tabú social. Los herederos normalmente no negaban esto a sus hermanos a menos que se tratara de sucios traidores, falsos, nada talentosos e inservibles miembros de la familia. Era una terrible ofensa.
Por eso, en cuanto Killua pronunció esas palabras hubo un silencio incómodo, se miraban entre ellos con pena, no deseaban ver a Illumi por temor a encontrar en él la decepción normal que un muchacho en su posición estaría sufriendo. Joab principalmente estaba atónito, deseaba cuestionar a Killua y negarle la posibilidad de adueñarse de Illumi.
—¡Bueno, no hemos venido a hablar de esto! —Roboam, siguiendo sus instintos diplomáticos aprovechó el momento dejar de lado el tema y captó la mirada de Joab, notó ese silencio típico en él cuando estaba a punto de explotar— en realidad Killua, nosotros…
—¿Por qué? —preguntó Joab, no había podido contenerse más, sentía algo tan profundo por Illumi que la noticia le había herido.
—¡Ay no te quejes Joab!, el niño tiene catorce, Silva tiene al menos dos años para dar a Illumi a quien sea, Killua no puede intervenir en esto —Julen salió a la defensa.
Pero Roboam estaba al tanto de Killua, y tuvo la fina intuición de que algo no estaba del todo bien. Sus ojos brillaban con un hambre de sangre.
—¡Carajo!, cierren la boca, estoy intentando hablar de algo importante. Dejen su mariconerías para otro día —no quería que Killua le contestara a Joab y tener que prepararse para separarlos de una pelea.
—Somos asesinos, Rob, no tenemos necesidad de modales.
—Cállate Julen, eres el último que tiene permiso de interrumpir. Dejen de desviar el tema, esto no tiene sentido —resopló fastidiado, levantó la vista y se encontró de nuevo con Joab al borde de sus emociones, aunque no lo expresaba físicamente, conocía tan bien a su amigo que era evidente para él—. Ya Joab, Killua se queda contigo en casa, allá vas y le preguntas, no aquí. Estarás todo el maldito día con él, no arruines las cosas con nosotros.
—Sí, Joab, ya bájale a tu sentimentalismo —concluyó Al, que esperaba paciente que terminaran su drama para continuar con su reunión.
Soy una mierda finalizando capítulos
Nos vemos el 5 de julio, si es que sobrevivo...'.
