Ayer fue el cumpleaños de Brocon y quiero decirles que estoy muy feliz por él.

Les dejo este capítulo y les dejo una pequeña advertencia, a partir de aquí van a saber porque se llama HADOS esta cosa

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HADOS

Capítulo 25

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Roboam miró a Illumi, y se aclaró la garganta para llamar su atención, todavía tenía un asunto más que tratar con él, quería hacerlo antes de que las cosas se elevaran de tono estando de vuelta en casa de los Zoldyck.

—Illumi, hay algo pendiente que me gustaría tratar contigo.

—¿Lo que me querías decir desde Tierra Sagrada?

—Eh… sí.

Killua estaba expectante, siempre que se trataba del morocho sentía como todo su cuerpo se tensionaba. No podía evitar poner más atención, no quería perderse de nada.

—Verás, tengo un hijo que en un par de meses lo presentaré en la hermandad… me preguntaba si tú podrías evaluarlo por mí; no para ser un Asesino, de eso no tengo duda que será bueno, pero con los Iluminados…, nosotros siempre tenemos tratos con ellos, y yo no me he decidido acercarlo más por temor a que mi muchacho no esté preparado, ¿podrías darle un vistazo? Sería mucho mejor para mí ponerlo en tus manos.

Para él era sencillo, no le costaba mucho cruzar unas palabras con él, hacerle unas cuentas preguntas y decirle a Roboam si su hijo tenía la aptitud necesaria para enfrentarse a enemigos como los Iluminados y hacer negocios con ellos sin caer en sus juegos.

—Sí, claro.

Respondió pensando en la simpleza del favor, y que esto añadiría más beneficios en los tratos con Killua. En cambio el albino permaneció en silencio, no parecía del todo satisfecho, pero no tuvo tiempo de preguntar, el viaje había finalizado. Aterrizaron sobre la montaña, Silva los recibió de brazos cruzados, dio la vuelta y los guió a su recámara. Su expresión severa sólo delataba lo difícil que sería la conversación, no estaba para nada tranquilo. Entre el eco de la casa se escuchaba la voz de Kikyo gritar horrorizada por su ceguera.

—Lleva horas histérica, apenas sabe que no tiene ojos —aclaró Silva.

Le había soltado la noticia con una frialdad increíble, pero de todos modos era evidente que estaba furioso, su Nen no dejaba de advertirles de que estaba listo para atacar. Mejor era que todos tomaran una distancia prudente.

Cerraron la puerta para disimular el llanto de Kikyo. Roboam evitaba ver a su amigo a la cara, se distraía con cualquier cosa que pareciera mínimamente interesante.

—Parece una broma que la encontráramos en la montaña, tirada como si fuera cualquier cosa. Alguien que tiene la capacidad de entrar y salir de la montaña sin ser percatado por nuestra vigilancia, sólo me dice que no usaron habilidades normales para hacerlo.

Roboam se moría de ganas por hablar, explicar lo que, a su punto de vista, había ocurrido, pero prefería hacerlo hasta que su amigo se lo solicitara, de lo contrario sólo delataría lo nervioso que en realidad estaba. Silva era el más talentoso de su grupo de amigos, muchos apostaron en su tiempo que subiría más escalones de los que Zeno había logrado, pero también estos mismos que reconocían su talento, se alegraron cuando le vieron caer, había resultado ser un contrincante menos para ellos. Verlo en esas circunstancias le resultaba desagradable, todavía guardaba mucho respeto por su figura.

—¿Ya se encuentra estable? —preguntó Illumi.

—Sí —suspiró Silva con fastidio—, Rob —y llamó a su amigo.

El hombre tragó saliva, y esperó a que continuara con lo que tuviera que decirle.

—Se supone que tú la cuidabas, ¿qué ocurrió allá?, ¿ya sabes quién fue?

Y ahí comenzaba el problema principal.

—Es imposible, ella fue a la cueva y nadie la vio salir. Tuvieron que ser ellos…

—Fueron ellos, de eso no tengo duda, pero no me lo van a decir. Rob, mi orgullo está en juego, esto no puede quedar así.

—Roboam no tiene la culpa de que esa mujer tenga sus enemigos —intervino Killua, conociendo de antemano que su padre cargaría de todos los problemas al tipo que permanecía en silencio.

—¿Esa mujer? "Esa mujer" es tu madre, no otra persona.

—Ya no lo es más, no para mí. Podrá ser la madre de mis hermanos, pero no es nadie para mí.

Silva estaba furioso, de por sí ya estaba molesto por la delicada situación, el hecho de que Killua respondiera eso sólo empeoraba las cosas.

—¿Por qué estás hablando así?, ¿qué te hace ser tan impertinente?

—¿Por qué no se lo preguntas a ella?, estoy seguro que tiene mucho que contarte.

Apretó los dientes para contener su sed de sangre. No había nada nuevo que ese mocoso pudiera contarle sobre su esposa, lo único nuevo era la forma tan desagradecida de expresarse de quien había fingido un papel importante en sus vidas. Tenía unas tremendas ganas de desquitarse con él, pero se guardó de mostrar su odio.

—Como sea, Killua, es nuestro deber defenderla, así que te guste o no, buscaremos a quien le hizo esto y nos encargaremos de que esto no se quede así.

Estas palabras le hirieron, era como si pisoteara su palabra, nunca antes se había sentido tan ofendido por su padre. Iba a responder con la misma frialdad pero la voz de Illumi le detuvo.

—Por el momento hay que asegurarnos que ella esté bien, y que deje de gritar, esto sólo empeorará nuestra imagen.

—Illumi —le llamó su padre, era consciente de lo importante que era el morocho para el albino y viceversa—, ¿qué crees que debemos hacer en esta circunstancia?, ¿Crees que Killua tiene razón y debemos quedarnos cruzados de brazos? —quería retar al menor, hacerle sentir que no tenía el soporte con el que usualmente contaba.

Con esto ponía al morocho entre la espada y la pared, no podía darle la razón a uno de los dos sin quedar mal en el proceso. Miró a Killua, el cual le amenazaba con la mirada.

—Creo que debemos contextualizar la situación. Antes de arremeter contra la hermandad y meternos en un problema más grande.

Tenía un gran punto a su favor, debían averiguar las causas que provocaron el castigo a Kikyo, no provocar una guerra sólo por culpa de sus sentimientos. Pero esto no complacía a Silva, quería sangre, venganza, que sus hijos se unieran a su causa y hacer temblar los cimientos de la hermandad más importante del mundo para hacerles ver que no podían meterse con un Zoldyck; lamentablemente el efecto era el contrario, ninguno de los dos estaba dispuesto a pelear por su causa, más bien parecían estar más dispuestos a ignorar el caso.

—¡Es nuestro deber! —reclamó.

—¿Para qué le pides la opinión al muchacho si no la vas a escuchar?

Zeno llegó de sorpresa, llevaba poco que había llegado a la reunión, pero había optado por permanecer oculto para vigilar a su hijo.

—Se trata de Kikyo, ellos tienen que entender que es su deber protegerla, nuestros intereses están en juego.

—En lo que a mí respecta, Kikyo está viva, no hay intereses en juego, mientras ella esté viva, la relación con los Iluminados puede seguir del mismo modo. Illumi tiene razón, debemos buscar los motivos que los llevaron a torturarla. No voy a arriesgar mi vida por nada, mucho menos arriesgaré tu vida o la de mis nietos por una causa sin bases reales. Y no, tus sentimientos no son una base real.

—Si me permiten… —se atrevió al fin Roboam, con la presencia de Zeno ya no sentía miedo, estaba seguro que tendría aliados frente a Silva—, fuimos nosotros los que fallamos en esto, nosotros nos haremos cargo de investigar lo que pasó y en cuanto tengamos noticias se las haremos saber.

Hubo un silencio prolongado, esperaban que Silva terminara de dar la orden. El rubio estaba todavía pensando si seguir sus instintos o la razón que le habían dado, aunque no tenía mucho qué pensar.

—Bien, Rob, haz lo que creas necesario. Yo te esperaré.

Tras finalizar la reunión Illumi se retiró a su cuarto, seguido del albino, el cual no se molestó en disimular que le seguía; ya estaban en casa, prefería que los mayordomos se acostumbraran a verle ir al cuarto de su hermano a tener que ir todas las noches a hurtadillas. Se moría de ganas por estar en soledad con él, hacerle todas las preguntas que tanto rondaban por su mente. Illumi le invitó a pasar y en cuanto entraron se quedaron observándose en silencio.

Illumi suspiró, estaba cansado, el sueño estaba apoderándose de él. La noche anterior había dormido muy poco y viajar todo el día era fastidioso, no había podido dormir en el camino debido a la tensión. Apenas se sentía lo suficientemente cómodo para dejarse llevar por el cansancio. Excepto que, al ver la mirada del albino supo que no dormiría hasta que a él le apeteciera.

—¿Sabes quién fue el que le hizo eso a Kikyo? —le preguntó con un aire de timidez. No quería ser el único que supiera algo tan delicado.

—No, no lo sé, tengo una sospecha, ¿tú lo sabes?

—Sí —confesó—, pero no quiero que papá sepa. Es alguien con quien estamos en deuda, él fue el que me dijo sobre ti, gracias a él es que estas aquí, se lo debo.

—El Barón de R.

—Sí, él. Me dijo que lo haría, yo fui quien le pidió que lo hiciera con especial saña.

—Tú sabes que me pondré de tu parte, si quieres ocultarlo, lo ocultaré contigo.

Sonrió satisfecho por la respuesta, saber que Illumi le defendía, estaba de su lado era lo mejor de todo. Podía estar seguro de que el morocho haría lo que fuera por él.

—Illumi —pero todavía había algo más importante para él, algo que estaba dándole dolor de cabeza desde hacía horas—, ¿i-irás a educar al hijo de Roboam?

Era una pregunta muy intrusiva para su gusto, no quería ser la persona que limitara a su hermano cuando apenas estaba comenzando a ser una persona un poco más independiente. Pero en verdad le molestaba la idea de que pasara tiempo de calidad con ese muchacho desconocido que bien podía volverse fan de su hermano y acabar con su relación, en su mente había creado toda una historia sobre cómo el chico le coquetearía y haría que Illumi sucumbiera a él.

—¿Educar?, no, sólo lo evaluaré, eso es todo.

—Pero —se puso más nervioso, era más curiosidad de la que estaba dispuesto a mostrar—, ¿qué significa eso de evaluar?

—Así como lo hicieron contigo, iré a verlo, le haré preguntas para saber qué clase de persona es y le diré a Roboam qué le hace falta para ir profundizando en los temas de los Iluminados. Es todo, no es la gran cosa.

—¿A solas?

—Sí… —miró su expresión y tuvo que repensar su respuesta— Bueno, no, si quieres puedes venir, no veo el problema.

Hasta ese momento el morocho no se había percatado de las intenciones de su joven amante, para él eran preguntas totalmente justificadas, Killua apenas estaba relacionándose con una hermandad que ahora sería su mundo, era entendible que tuviera curiosidad y deseara comprender todos los negocios que se llevaban a cabo a su alrededor.

—¿Seguro?

—Claro, sirve que te relacionas con otro heredero.

—Ah claro —ni siquiera le había pasado por la mente la idea de conocer a otros chicos con su misma condición—, y así evito que pase algo raro —murmuró con fastidio.

Esas simples palabras removieron su interior, fue extraño en un modo nada agradable que Killua usara esa expresión para referirse a alguien que ni siquiera conocían. «Algo raro», lo único raro que podría ocurrir es que el niño tuviera un poder misterioso que le afectara de un modo negativo y aun así lo veía ridículo, se suponía que estaban en búsqueda de alianzas fuertes, ¿por qué un niño de dieciséis años buscaría enemigos tan pronto?, en definitivaKillua traía algo entre manos, temía preguntar, pero quedarse en la duda era mucho peor

—¿Algo raro?, ¿qué quieres decir con eso?

Pero fingió no escuchar la pregunta, se dio la vuelta y entró al baño, esperaba que hacer un poco de tiempo le ayudara a desviar el tema. Se lavó la cara y se miró al espejo, quería inspirarse algún tema apropiado para mantener a su hermano distraído, porque reconocía que la había liado al dejarse llevar por su impulso. Al salir del baño se encontró con los ojos negros que lo seguían y lo ponían más nervioso.

—¿Crees que encuentren al Barón?

—No te hagas el tonto, ¿qué quieres decir con «algo raro»?

Había fallado en su misión y ahora no le quedaba de otra más que aceptar responder la pregunta, aunque de mala gana.

—Pues… mmm… —su rostro fue poniéndose rojo entre más luchaba por reprimirse—, l-lo típico, ya sabes, eso…

—¿Qué? —no le había entendido una sola palabra de lo que divagó avergonzado.

—Ugh, ya no importa. Igual no dejaré que pase.

—¿De qué estás hablando?, Kil, te estás comportando extraño, merezco saber lo que ocurre especialmente si tengo algo que ver.

Illumi tenía razón, y él lo sabía, no podría evitar las preguntas de su hermano por siempre, además era su culpa por sacar el tema.

—Me preocupa, sabes…, estuve en la isla, y vi que todo el mundo está detrás de ti, es incómodo, no quiero que otro idiota se añada a la lista.

—Estás… —se detuvo, iba a decir «estás exagerando», pero por suerte supo contenerse antes de provocarle un desaire—, ¿qué te hace estar tan seguro de eso?, además, aunque haya quien se interese en mí, tú sabes que no le doy importancia.

Aprovechó su distracción para tomarlo de la mano y llevarlo a la cama, le desesperaba verlo caminar sin sentido alguno, al menos lo haría sentarse y lo haría mirarlo a los ojos. En cuanto consiguió tomara asiento, se acomodó junto a él, a la orilla de la cama.

—Es que tú no te das cuenta de nada, ese idiota bien podría fijarse en ti y pedirle a Roboam que haga negocios con papá por ti. Y tú no te enterarías de nada porque siempre estás en tu mundo.

—Kil, ¿te das cuenta que estás especulando algo que no tiene sentido?, ni siquiera conocemos a ese muchacho, tiene dieciséis y es muy probable que su último interés sea un tipo que le lleva diez años y que apenas verá por unas cuantas horas.

—Claro que sí, sí tiene sentido. Yo lo sé perfectamente, yo…

Illumi lo tenía contra el respaldo de la cama, había colocado un brazo a uno de sus costados para que no pudiera escapar ni ocultarse entre las cobijas, le intimidada, pero también le gustaba, era extrañamente excitante el sentirse sometido a hablar. Acordó mentalmente que le diría la verdad, lo que en serio le incomodaba, quizá al final descubriría que eran nimiedades y volvería a sentirse bien al final.

—Yo te seguía, yo intentaba llamar tu atención mucho antes de que estuviéramos juntos…, y jamás te dabas cuenta, actuabas como si yo no hubiese hecho nada.

—¿Estás seguro que no me daba cuenta? —claro que se percataba de que el menor le coqueteaba, pero siempre fue particularmente cuidadoso cuando se trataba de él— yo lo veía, pero eres un caso especial Kil, no te puedes comparar con los demás. Yo estaba asustado, no quería forzarte a nada.

Dicho esto, tomó su mejilla y le plantó un beso. Ya no podía resistir tenerlo tan cerca y no probar del manjar de sus labios. Killua respiró hondo y acercó un poco más su rostro, atrayéndolo por el cuello, hundiendo su boca en la humedad de su hermano, era delicioso. No quería compartir jamás un sólo trozo de él, Illumi debía ser su propiedad exclusiva, era su derecho.

—Sólo quiero cuidarte —susurró.

Pero Illumi lo sabía, estaba celoso sin motivo, y era su deber darle confianza, apostaba que si le se ganaba esa parte de él, obtendría la mejor de las recompensas. Confiaba en Killua, las mismas cartas le habían dicho que su relación no tendría deslices de infidelidad, pero si no cuidaba a ese niño, entonces el sufrimiento emocional sería intenso, y prolongado hasta que no pudiera más y huiría de él, sin remedio alguno.

Besó su frente, tomando su mano y apretándola con ternura.

—Claro que sí, yo también te quiero cuidar. Si tienes miedo de que eso pase, ven conmigo, y verás que esas ideas se irán, ¿de acuerdo?

«¿Por qué eres tan perfecto?», se preguntó cómo era posible que fuera tan comprensivo cuando él a veces no soportaba su propia personalidad obsesiva. Al final lo olvidó, estaba bastante cansado como para prolongar su escena de celos sin sentido.

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Pasó una semana después del suceso. La situación se había aplacado un poco, Roboam estaba en labor de investigación y cada día entregaba avances para avalar su trabajo. Silva le había asegurado en diversas ocasiones que su confianza no se había terminado, pero para un hombre con tantas preocupaciones como Roboam, era imposible pretender que todo había quedado atrás.

Illumi y Killua estuvieron en un trabajo más, mientras que en casa Kikyo seguía creando caos, aunque de un modo diferente. Ya no se le oía gritar por horas y maldecir su oscuridad, había cambiado su agresión por un verdadero estado de depresión. Raramente hablaba, comía apenas lo necesario, estaba indispuesta para todo, peor si se le preguntaba si deseaba una ducha, no quería que nadie la tocara, eso incluía a su marido, el cual se tenía que conformar con verla desfallecer sobre la cama, en un silencio profundo que no permitía el acceso a nadie. Ni hablar de interrogarla sobre los sucesos, se negaba rotundamente y arremetía contra todo a cualquier intento por averiguar la verdad. Una parte de ella quería venganza, quería volver al pasado y no dejarse vencer tan fácilmente; la otra parte le decía que era su culpa, que no debió meterse con sus propios hijos.

—Quizá te alegre saber esto —le dijo Silva desde la sombras del cuarto— Killua está de vuelta en casa, no había querido comentarte de esto antes, pero ya tiene tiempo aquí. Incluso su relación con Illumi ha mejorado bastante, aunque no puedo dejar de pensar que algo traman.

El silencio le carcomía, le hacía sentir que el herido era él, y no su mujer. Por eso no encendía las luces, porque al menos quería compartir un poco su dolor. Esta vez notó una diferencia en sus reacciones, Kikyo apretó las sábanas, arrugándolas en el proceso, luego comenzó a zarandearlas con rabia hasta arrojarlas.

—¡No podría importarme menos lo que el idiota de Illumi haga!, lo quiero muerto, muerto, nunca debió nacer, ¡nunca!, ¡tener ese bastardo ha sido el más grande error de mi vida!

Silva no le dio importancia, estaba emocional, sensible, no se podía adivinar la reacción que tendría ante cualquier cambio; eso sí, agradeció que al menos lograra tener unas palabras de vuelta, eso demostraba que sí le prestaba atención.

—¿Por qué?, ¿es que acaso no fue gracias a Illumi que tú y yo nos unimos?

—¡Es un bastardo!, no quiero volver a saber nada de él hasta que muera. Debe y merece morir.

Entonces fue que se molestó, era su hijo, no tenía por qué desearle tanta crueldad. No merecía la pena centrarse en su ira, sino en que Kikyo parecía más motivada a hablar, tal vez, con un poco de esfuerzo lograría hacerla comer.

—¿Por qué debería morir?

—¡Porque es un monstruo!, ¿es que acaso ya se te olvidó que intentó abusar de Killua?, y tú afirmando que se llevan bien, ¡vaya iluso que saliste!

Es verdad que recordaba ese vergonzoso suceso, pero el mismo Killua era el que solicitaba la presencia del morocho. Estaba más que enterado que dormían en el mismo cuarto, aunque la habitación del morocho era bastante amplía, como un pequeño departamento lujoso dentro de la misma casa.

—Eso fue hace mucho, Illumi ya no tiene interés, es Killua mismo quien solicita su presencia.

—Mi bebé, mi pobre bebé, mi Killua está allí indefenso… necesita de mamá y yo aquí, inútil, incapaz de poner un pie fuera de la cama.

—Killua está bien.

—¡Tú que sabes sobre eso si nunca has manipulado nada!, no puedes ni manipular tu propia vida.

Tuvo suficiente, no podía lidiar con sus sentimientos y tratar con una mujer enloquecida, prefirió marcharse sin emitir palabra alguna. Apenas cerró la puerta, la escuchó gritar llena de ira que era un cobarde, que cómo podía atreverse a dejar a "ese bastardo" con vida. Ya hablaría con los muchachos al respecto.

Por azares del destino, Silva recibió una notificación de un trabajo importante dentro de la ciudad de la Iluminación, solicitaban exclusivamente la presencia de Illumi, con especial urgencia. No lo pensó dos veces, era uno de esos trabajos a los que estaba imposibilitado a negarse. Llamó a su hijo y le dio la notificación, Illumi no parecía sorprendido, mas todo lo contrario, estaba más que preparado para atender, lo que no esperaba era que fuera de inmediato, no tenía tiempo para convencer a Killua de que no se trataba de una trampa. Aunque su padre adivinó sus dudas, y antes de que pudiera argumentar, Silva le dijo que tenía un trabajo para Killua, que el menor saldría antes que él así que no haría falta discutir con él más allá de lo normal.

—Serán tres días de trabajo, Kil, y esta vez no te permitirá que insistas en llevar a Illumi, necesito que te concentres y lo hagas por tu cuenta.

—P…

—Un argumento más y serán diez días, ¿entendido o tengo que tratarte como a un niño?

Asintió con remordimiento, la verdad es que internamente tenía planeado convencer a Illumi de ir a escondidas con él. Al fin sabía que el morocho no le negaba nada.

—Lo siento Kil, usualmente te diría que sí, pero no es posible —se disculpó Illumi cuando escuchó su propuesta—. Papá preparó todo para separarnos, quiere que yo vaya a otro trabajo, pero son sólo dos días. Sé qué es lo que quieres, pero no está mal separarnos de vez en cuando.

Killua sintió que se moría por dentro, ¿cómo podía permitir que se alejara de él cuando lo necesitaba tanto?, se lamentó profundamente tener que despedirse tan pronto. Tenía miedo de que se tratara de un viaje a Tierra Sagrada o peor.

—¿Irás a ver al hijo de Roboam?

Levantó la mirada incrédulo de lo que Killua había preguntado, se dejó caer en el sofá de su cuarto, palpando con cuidado la tela, en busca de alguna aguja que hubiese dejado por ahí.

—Kil, te lo dije, no iré sin ti si no lo quieres, pero no, no iré a verlo, este trabajo no tiene nada que ver con Roboam.

—Entonces… ¿cuándo irás?

—Iremos —corrigió—, y será cuando Roboam lo solicite. No antes.

Se sintió avergonzado de haberse expresado de ese modo que sólo ponía en evidencia su miedo, y se animó a tomar asiento al otro extremo del sillón, mirando atento a las expresiones del morocho.

—Ten cuidado, creo que dejé unas agujas sueltas…

—Las levanté, lo siento, sé que debí decírtelo. Las dejé en la caja.

Sabía ya todo de su cuarto, cada rincón había sido explorado por su curiosidad, conocía también las costumbres y malos hábitos de su amado; esa mala tendencia a dejar agujas en cualquier parte, totalmente incorregible, pero al menos él podía verlas antes de dejarse caer sobre una y lamentarlo. Lo había aprendido después de haber recargado su espalda con toda la confianza sobre una punta que dolorosamente le enseñó que su amante tenía un desperfecto.

—Gracias.

—No hay de qué.

Hubo un pequeño silencio bastante normal entre ellos. Usualmente ocurría cuando uno de los dos estaba a punto de sacar a relucir un tema peliagudo.

—¿Qué se supone que harás allá?, ¿verás a alguien…?

—No, no Kil. Este es un trabajo para los Iluminados, me solicitaron en la ciudad donde radican. Quizá sólo quieran hacerme preguntas.

—Se habían tardado.

Agradecía que Illumi siempre fuera tan honesto, podía dudar de sí mismo, pero de ese hombre jamás.

—¿Tú crees?, yo sólo quiero terminar esto y volver a casa, quiero asegurarme de que estés bien. Papá no piensa dejarte cualquier trabajo ahora que eres mayor, cuando menos lo esperes, estarás haciendo cosas que no te van a gustar y eso me preocupa.

—A ti te preocupa cualquier cosa que tenga que ver conmigo —rodó los ojos, no lo había dicho con maldad, pero deseaba que Illumi también le diera la confianza para hacer sus trabajos sin tener que recibir terapia cada que veía algo desagradable.

—Y siempre lo hará, no eres cualquier persona para mí.

Killua partió a su trabajo, no sin asegurarse de dejar en claro que estarían en constante comunicación; quizá fue un poco exagerado en ese punto, pero ya tenía la suficiente experiencia como para saber que Illumi sólo le hablaría en caso de ser necesario y él no quería eso, quería saber todo lo que hacía y con quién. Aunque no había sido directo en su petición de mantenerse en comunicación, deseaba que sus indirectas le ayudasen a mantener la puerta abierta para sus llamadas y mensajes constantes.

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La ciudad de la Iluminación lucía mejor que la vez anterior. Apenas entró, se encontró con un festival de artes y un montón de turistas de diversas partes del mundo que llenos de curiosidad andaban de un lugar a otro. En cuanto dio un paso fuera del aeropuerto un hombre lo abordó, extendiendo su mano sudorosa para saludarle.

—Gran Magister, qué placer inmenso el tenerle de f-fentre… ferente… —casi se ahogaba de la vergüenza y terminó gritando— ¡frente!

Estaba evidentemente nervioso, con la cara enrojecida, su mano temblaba mientras esperaba su saludo y su sonrisa no encajaba con la tensión de su rostro. Illumi se preguntó a qué le temía tanto, quizá el ser un asesino consagrado le hacía ver como un hombre peligroso a todas voces.

—Maldición —lo escuchó murmurar para regañarse a sí mismo.

—Hola —contestó seco—, llévame a donde se supone que debo ir.

No correspondió el saludo, sólo pasó de largo, subiéndose al auto que estaba justo detrás del muchacho, cuya puerta se abrió apenas se hubo acercado al vehículo. Un hombre anciano de sonrisa dorada debido a las coronas dentales que usaba, le saludó desde el interior.

—Gran Magister. Venga, lo guiaremos hasta el Concilio.

Esto era nuevo, en verdad no esperaba encontrarse con ellos tan pronto, todavía faltaba tiempo antes de que el efecto de la carta terminara, y pudiera involucrarse por completo en su nuevo trabajo.

En el camino la conversación se volvió banal, sobre asuntos de política y psicología, el anciano tenía curiosidad sobre sus ideales personales. En cuanto llegaron, le hicieron cambiarse de ropa por algo que habían preparado para él. Algo completamente diferente, un traje típico semejante a los que usaba el rey de Babel en la antigüedad, sólo que modernizado, le añadieron joyas y diamantes, un diseño especial lleno de detalles; cepillaron su cabello, lo perfumaron, y en cuanto estuvo listo, salió a su audiencia. Se sentía un poco incómodo al tener que verse tan extravagante para una simple reunión. Cuál fue su sorpresa que en el interior del recinto se llevaba a cabo una fiesta exclusiva para miembros de las altas élites, los cuales le rodearon para hablar de sus intereses, conocerlo y tratar de encajar con él. Ahora que Nimrod no estaba, consideraban más sencillo empatizar con un asesino.

Los miembros del concilio parecían simples personas de una categoría alta. Aunque no muy destacables, no relucían entre el grupo, tampoco eran constantemente buscados como le ocurría a Illumi, parecían más bien ignorados decentemente, sólo sus amigos cercanos estaban con ellos conversando con toda tranquilidad. Illumi supo quienes eran hasta que se celebró la reunión para que había sido especialmente convocado, justo después de la cena. Cosa que no le hizo feliz, puesto que esperaba volver pronto.

—Kil —le llamó en cuanto vio que la reunión se extendía—, parece que tendré que quedarme más tiempo del que esperaba.

—¿Qué?, ¿qué ocurrió? —en cambio Killua se había apresurado en todo su trabajo. Lo que se suponía que sería una misión de tres días, pasó a ser un trabajo un de día y medio.

—Hicieron una fiesta, y apenas me hablaron para hacer la reunión con el Concilio. No sé qué tanto me tome ahora… sólo espero que no salgan con otra sorpresa.

Quería decirle que lo extrañaba, que no estaba de acuerdo con que permaneciera más tiempo fuera de casa, pero se resistió. Fingió ser más comprensivo, le pidió que se cuidara mucho y que lo mantuviera al tanto de la reunión.

—Magister, pase, tome asiento —le invitó un anciano de blanca melena y profundos ojos grises, que relajado le sonreía.

—Le ha agradado bastante a la familia R, desean invitarle a una cena mañana.

—Preferiría que no lo hicieran, tengo asuntos que atender.

—Lo entiendo…

—Me imagino a qué ha sido convocado —habló otro desde su asiento.

—En realidad no —se inclinó sobre la mesa, y tomó uno de los bocadillos que estaban sobre una charola plateada— les pedí que me dejaran terminar el año del efecto para comenzar a trabajar, no sé por qué me solicitan antes de tiempo.

El hombre suspiró, y otro más tomó su lugar en la conversación.

—Es cierto, sólo le quedan unos meses para finalizar, pero nosotros nos caracterizamos por la naturaleza perfeccionista de nuestro modo de proceder en cada área en la que nos involucramos. Como puede comprender, nosotros queremos saber, en su experiencia, qué tanta posibilidad existe de que su triunfo sea seguro. Sabemos que el comportamiento de su amante ha sido perfectamente adaptado a las necesidades de la hermandad, pero, ¿podrá garantizarnos que esto será suficiente para darnos tiempo y trabajar con la entidad o en su defecto, mantenerlo estable?

Era una pregunta muy compleja todavía de responder, Killua estaba todavía pasando por el cambio, los procesos de su cerebro estaban todavía asimilando el efecto de la carta, el albino todavía pasaría por situaciones diversas antes de poder tomar una decisión concreta, además, hacía falta tomar en cuenta la reacción que tendría cuando el efecto acabara. Debía sembrar más buenos recuerdos si es que quería tener un buen desenlace.

—Seremos completamente sinceros con usted, Magister Illumi —hablo una mujer, una señora de aspecto estricto, cuya voz imponía—. Si la misión falla, no podemos arriesgarnos a que Nimrod vuelva, él es mucho más de lo que podemos controlar. Debemos adelantarnos a las posibilidades, si las cosas van mal entonces tendremos que tomar cartas en el asunto.

—Entonces deberá saber que si tocan un solo de sus cabellos se las verán seriamente conmigo.

—No fue intención de la señora Waddell el sonar amenazadora, su personalidad es muy fuerte, pero eso no le quita lo noble —se disculpó el más anciano del grupo, un hombre delgado y menudo, apenas abría los ojos de para mirar al nuevo miembro del concilio—. No dañaríamos a su amante, en realidad sólo intervendríamos para aplazar el efecto, quizá no del mismo modo de la carta, pero estudiaremos otras alternativas que sean mucho menos invasivas, pero seguras.

Quizá algo psicológico, algo que fortaleciera sus lazos, algún truco sencillo que en cooperación con la hermandad sirviera para mantener a Killua a su lado. Detestaba pensarlo pero tenían razón, Killua estaba atado a él de un modo que no podría alejarse sin tener consecuencias devastadoras. Pese a su esfuerzo por dejarlo en libertad y lograr que él auténticamente eligiera estar a su lado, no podía evitar la realidad, por más que intentara engañarse, tendría que usar esos recursos para forzar al muchacho a mantener la relación por un periodo muy largo si es que no conseguían deshacerse de Nimrod primero.

—Por el momento no puedo responder su pregunta, pero creo que en caso de ser necesario, seré yo mismo quien solicite la ayuda.

—¿Cómo va su relación?

—Todo va bien, él es feliz y yo lo soy, somos compatibles y esa es una ventaja. Aunque hay algunas cosas que debo consultar aprovechando que estoy aquí.

—¿Algo en que podamos ayudarle?, recuerde que esto es vital para nosotros.

—¿Está Galileo en la ciudad?

—Podemos llamarlo, ¿alguna urgencia en particular?

Ellos querían saber los pormenores de la relación, de algún modo tenían derecho a saberlo, pero él no quería compartir esos detalles íntimos. Prefería tratar con el hombre que en un principio le había instruido para tener confianza en iniciar la relación. Después de todo, él ya estaba enterado de lo primordial.

No respondió la pregunta, pero si conversó sobre los acuerdos familiares, con la intención de buscar una alternativa conveniente para que contuvieran a su padre en caso de que se enterase de la verdad. Temía que su secreto fuera revelado por Roboam. Este hombre era peligroso para sus intereses, y es que se trataba de un Asesino respetable y amigo de Silva, una persona que daría el todo por quedar bien con su aliado y hermano, no era un Iluminado, no podrían entrar en su mente y examinar todos sus planes, sólo podían vigilarlo y adivinar el momento en que los delatara, entonces podrían dar alerta y poner en marcha el plan para protegerlos.

En cuanto salió, marcó al albino, necesitaba escuchar su voz para tranquilizarse. El hecho de que Roboam estuviera detrás de las pistas de su madre era una mala señal, pero Killua no le respondió, estaba bastante ocupado con su trabajo, y tenía apagado el teléfono. Tuvo que esperar hasta que terminara para comunicarse con él. Aunque lo más probable es que el mismo niño le marcara y no se equivocó; la voz de Killua sonaba un poco alterada cuando le llamó, estaba nervioso por algún motivo.

—¿Cómo te fue?, ¿alguien te molestó?

—Hola Kil, no, nadie me molestó. En este lado, la hermandad protege nuestra relación, no creo que alguno vaya a sobrepasar la línea. ¿Estás bien?

No le respondió, evadió la pregunta. Miró a lo lejos, las luces de la ciudad brillaban hermosas mientras se elevaba en el dirigible rumbo a su casa; agradecía que la hermandad no fuera detrás de su amado, y no le dieran dolores de cabeza como los Asesinos, pero por más que se esforzaba la constante por perder el interés de Illumi estaba ahí atrapando su atención. El morocho siempre estaba rodeado de gente importante, gente con la que se sentía que no podía competir y que tenían muchas más cosas interesantes que ofrecerle. Él sólo era un adolescente, todavía no era reconocido abiertamente como el heredero de los Zoldyck, sus habilidades estaban en desarrollo, no tenía estudios de nada, ni propiedades, nada, ante esas ideas sólo pensaba la mucha competencia que tenía a su alrededor.

—¿Fue mucha gente a la fiesta?

—No, sólo la élite.

Eso dolía, es decir, gente mucho más importante de lo normal. Ya hacía en su mente un montón de personas atractivas y brillantes que pudieran llamar su atención.

—Kil, ¿estás bien?, estás preocupándome.

—Lo siento, no, no tengo nada especial.

Lo había dicho con doble intención, desde su inconsciente, reflejando lo que sus sentimientos le decían todo el tiempo.

—Te extraño mucho —susurró, sabía que Killua necesitaba ahora más que nunca sus palabras, sí debía retorcer su orgullo para darle lo que quería, entonces lo haría.

Killua sintió como algo muy hermoso fluía por su cuerpo, la calma volvió por un instante.

—Quisiera que estuvieras aquí, estoy seguro que este lugar te gustaría mucho, ¿te gustaría venir?, es un lugar para aprendices.

—Sí, claro —si al morocho le hacía ilusión tenerlo en ese lugar entonces significaba que lo imaginaba estando a su lado en esos momentos. Se sonrió, quería creer que de verdad no habría algo o mejor dicho, alguien que los separara.

—Kil, ¿qué tienes? —no pudo evitar preguntar, el muchacho sonaba todo menos feliz.

—Illumi tú… —se contuvo, no podía decirle, no lo lograba, Illumi no tenía por qué sufrir a causa de su posesividad— ¿cuándo volverás?, yo ya voy en camino a casa.

—Mañana tengo que ir a otra reunión, saliendo, regresaré a casa.

—¿De qué es la reunión?

—Es mmm… —¿cómo ocultar sin mentir?, no quería hacerlo pero le era menester—, hablaré con uno de los que trabajaron en el sello del hombre de la Y, quieren ver mi progreso.

—¡Suena bien! —al menos le alegraba saber que esa gente desagradable mostraba un lado sensible por uno de sus miembros.

—Kil, ¿estás molesto conmigo?, ¿quieres hablar de algo?, llevas rato evadiendo mis preguntas, es un poco cruel, ¿no crees?

—No me siento del todo bien, no quiero preocuparte, sé que estaré bien, son sólo sentimientos.

—Yo también te extraño, pienso en ti, si por mí fuera, ya estaría en casa esperándote. Quisiera que no tuvieras miedo.

Se ruborizó, tenía razón Illumi siempre había sido fiel, no le había mostrado indicios de no quererle del mismo modo, al contrario, era un amor mutuo, profundo, del cual podía afirmar estar comprometido. Sólo que, en momentos, sentía que no tenía la formalidad suficiente para que su relación fuera tomada con toda la seriedad debida, en primer lugar, no tendría el reconocimiento de la sociedad, por más que lo amara, nadie más sabría que ese hombre tenía ya una relación estable y, por lo tanto, muchas situaciones desagradables podían derivarse. Illumi ya era mayor, tenía otras necesidades, eso se lo había dicho Leorio y ahora eso mismo le atormentaba.

—Illumi, no quiero que pienses mal, pero es que…

—No te preocupes, lo sé y lo entiendo, te mantendré informado de todo lo que ocurre aquí, puedes preguntarme todo lo que gustes, y si es necesario, te dejaré hablar con la gente con la que estoy para tu comodidad.

Illumi era excesivamente amable, eso lo sabía. Quería a toda costa, ganarse su amor, no importaba si dejaba a un lado todas sus necesidades personales, Killua era su prioridad, estaba desorientado por sus esos sentimientos implantados, necesitaba darle un motivo para atarlos a su razonamiento, demostrar que él valía cada una de esas emociones.

Permanecieron conversando hasta que el menor se quedó dormido en plena llamada, Illumi se relajó hasta ese momento, escuchar su respiración le infundía paz. Sentía verdadera pena por él, era quien se llevaba la peor parte, y siempre por su culpa o derivado de su culpa, quería darle un buen trato, una relación que pudiera presumir y disfrutar sin ningún remordimiento, era una meta muy complicada de lograr, pero no desistiría hasta ver que de verdad era fútil.

Killua llegó a la montaña, pasada la mañana, después de haber descansado lo necesario. Su padre lo envió a practicar con Kalluto. Ver un rostro amistoso le hizo sentirse mejor, le recordó lo mucho que extrañaba a Gon, deseaba verlo, tenía mucho que conversar con él, y no se daba tiempo para hacerlo desde que Illumi había transformado su vida, no podía culpar a su novio de su distanciamiento, puesto que él no mostraba interés en mantenerlo separado de nadie, él lo sabía, era su culpa por querer acaparar cada minuto de la existencia del morocho.

—¿Cómo van las cosas?, no he tenido tiempo de conversar con Illumi desde que regresamos a la casa, ¿él está bien?

Kalluto aprovechó para conversar con él durante su hora de descanso. Tenía la impresión de que Killua deseaba desahogarse de algo, constantemente veía en su mirada un poco de falta de concentración, miraba mucho a su móvil, como si esperara una llamada, cosa que era probable.

—Él está bien, está trabajando fuera.

—Eso lo sé, papá de seguro va a querer separarlos. Ya se rumorea en todas partes que pasas la noche en su cuarto.

—No me importa lo que digan. Puedo estar donde se me antoje —respondió con reproche.

—¡No te estoy regañando! —le fastidiaba que Killua tuviera esa actitud, como si él le hubiese agredido.

—Lo sé, lo sé…

Se miraron cómplices, habían estado al pendiente de sus alrededores, sutilmente alejándose de la vigilancia para hablar en privado.

—¿Cómo van las cosas con él?

—Bien… —se ruborizó en su mal intento por ocultar sus intensas emociones que tanto le acosaban.

—¿Estás seguro?, por la forma en que lo dices…

—¡Sí, sí! —alzó la voz y se recargó en un árbol.

Kalluto dio un paso a un lado y se colocó junto al albino, ambos tomaron asiento para hacerse compañía. El menor aprovechó el momento para sacar de entre la manga de su kimono un par de golosinas que compartió con su hermano. Y esperó a que se relajara, usualmente Killua se volvía más conversador cuando se sentía tranquilo.

—¿Me lo dirás?

—Él es bueno, Kalluto. No me trata mal, me complace en cada cosa que le pido y no tengo queja alguna de él.

—Pero…

—¿Has escuchado hablar de Tierra Sagrada?

Casi se atraganta y es echó a toser. Si Killua sabía de Tierra Sagrada y sacaba el tema a colación, sólo podía deberse a un motivo.

—Sí —contestó aclarándose la garganta—, sé de ella.

—¡¿Sabías todo, cierto?!, Kalluto, eres un libro abierto para mí —murmuró algo que el menor no pudo comprender del todo— ¿por qué no me lo dijiste?, Illumi es terriblemente popular ahí, no puedo soportarlo.

—¡Es la vida privada de mi hermano mayor!, mamá como siempre me cuenta todo.

—¿Sabes que te entregarán a alguien?

—Yo estoy de acuerdo con eso, de hecho he estado analizando mis posibilidades y, con ayuda de papá, podría lograr quedar con alguien con uno de sus amigos.

—¡No!, Kalluto, eso es enfermo, los tipos esos son unos enfermos, todos están detrás de Illumi todo el tiempo, estoy harto, no lo soporto.

—¿Todos?, me suena a que estas exagerando —lo miró acusador—, yo sé que hay varios interesados, pero no es una cifra que llegue a "todos".

No le hizo gracia su comentario, echó su cabeza hacia atrás. Mirando hacia las copas de los árboles y resopló.

—No, pero se acerca. Fui con él a la isla, y fue insoportable, uno tras otro lo seguían querían su atención, y él se portaba políticamente correcto, no les seguía el juego, pero aun así… —no podía decirlo, le costaba trabajo admitir que no se sentía a la altura de las necesidades de su hermano, era vergonzoso.

—Pero él tiene ese deseo por ti, no puede cambiarlo por más que diga que sí, que puede controlarlo. No te dejaría tan fácilmente.

Fue su explicación lógica, la más sencilla, pero no era suficiente para él.

—No sé exactamente en qué consiste su deseo. Se supone que me quiere, y sin embargo… a veces es tan estable, yo no puedo controlarme tanto como lo hace él —miró a un lado, hacía la oscuridad de los árboles que se agrupaban a lo lejos—. Estoy como tonto haciendo cosas ridículas por él, mientras que él… no lo sé, quizá si no tuviera el ente, yo no sería tan relevante.

Se terminó por dejar llevar, necesitaba decirlo, no era algo tan simple de controlar. Más contando con que su mente estaba afectada por la carta. Kalluto lo miraba, atónito ante esas palabras. Killua no podía estar dudando de los sentimientos de Illumi por él, era imposible, Illumi no podía controlarse, no podría librarse de ese sentimiento, Killua sí, y que estuviera hablando de ese modo le pareció una muy mala señal.

—Estás alucinando, Illumi vive para ti.

Killua se giró hacia su hermano, con su expresión tímida, diciendo a gritos que era justo lo que necesitaba oír, que él era la adoración exclusiva de ese extraño y silencioso hombre que a duras penas se veía afectado por las emociones. Aunque no se le pasó por la mente que quizá Illumi actuaba como un adulto moderado, que sólo quería ser responsable delante del amor de su vida.

Killua me hace reír con toda mi alma. Tienen que esperar a que comience el verdadero drama de Killua, esto no es nada *risa diabólica*

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