No se imaginan lo mucho que me divierte publicar esto. De verdad.

.'.

93 en Babel

Capítulo 27

.'.

Killua volvió a ponerse nervioso, la incomodaba no saber lo que vendría. Los sirvientes que le rodeaban le anunciaron que era momento de ponerle los aceites necesarios para completar la ceremonia. Para ello le hicieron recostarse en una camilla alta, y poco a poco comenzaron a humectar su piel con especias relajantes y afrodisiacos que Geppetto había elegido esperando que sirvieran de estimulantes, aunque de antemano conocía la inmunidad del muchacho a muchos de estos productos. Killua cerraba los ojos, intentando pensar en algo que le diera paz, pero entre más se acercaban a sus zonas privadas, más se estresaba pensando que era demasiada intrusión a su cuerpo, pero no quería actuar como un chiquillo tímido así que se esmeraba por contenerse.

—Ya fue suficiente —escuchó que una voz interrumpía la sesión y, a continuación, los cinco jóvenes cayeron sin vida alrededor de la camilla. No tuvieron tiempo ni de explicarse, simplemente murieron. Killua se levantó alarmado. Illumi había ingresado y se había puesto a su lado, cubriendo su desnudez con una toalla.

—Illu…

—¿Estás bien? —más que una pregunta preocupada, sonaba molesto. Sus ojos brillaban con un sentimiento oscuro que no supo definir.

—Idiota, los has matado —se quejó, preocupado de que hubiese arruinado la ceremonia—, ¿por qué lo hiciste?

—¿Por qué estás desnudo en una cama?

—Me estaban… me dijeron que debía purificarme.

Apenas terminó de decir la frase, cayó en cuenta que no debió haber confiado tan fácil, que seguramente se trataba de algún embuste.

—No existe tal cosa como «purificarse para la iniciación», se supone que estás aquí porque ya pasaste por todas las pruebas, no necesitas limpiarte de nada —respiraba agitado, volteaba a ver los cuerpos de los tipos y de nuevo miraba la desnudez de Killua, verlo así lo irritaba, no soportaba la idea de que su niño hubiese sido visto por alguien más— maldición… —reclamó— los he matado a todos.

—Sí, idiota, no era necesario.

—Quisiera revivirlos para matarlos con más calma. Les di más satisfacción de la merecida.

Killua lo miró con incredulidad, los muchachos se habían portado bien con él, no había motivo alguno para arrebatarles la vida, pero las manos de Illumi le hicieron salir de la cama, lo tomó por la cintura y lo puso de pie, para revisarlo de arriba abajo.

—¿Te tocaron?

—No de forma indecorosa —aclaró, siguiendo la mirada examinadora de su hermano mayor.

—Te tocaron, eso es lo que me molesta —por lo menos no le habían dejado una huella, eso le daba un poco de alivio.

—¡No me tocaron de ese modo!

—Para mí siempre va a ser de ese modo —Killua notaba en esa mirada oscura cuánto luchaba contra sus demonios internos y se sintió conmovido, Illumi hacía lo posible por protegerlo, aunque a su modo.

—No exageres Illumi, no hace falta.

—Kil, no lo entiendes —tomó sus mejillas, atrapando su rostro entre sus manos—. Cuando se trata de ti, yo…no soporto que te vean desnudo, no sé quien puso a estos tipos, o qué querían lograr, pero lo averiguaré —Illumi realmente estaba haciendo lo posible por no decir algo que perturbara al menor—. Sólo yo puedo tener ese derecho, ¿lo entiendes?, si quieres que te bañen, si quieres que te perfumen y te pongan todas estas cosas, yo lo haré. Yo. Nadie más, ¿estamos de acuerdo?

Se le quedó viendo, impresionado por la reacción, analizando su expresión corporal. Su voz temblaba por momentos, la ira asesina estaba comenzando a disminuir y la cordura retomaba su camino en su mente. Le sonrió con comprensión y comenzó a emocionarse, jamás imaginó ver sus celos con tanta fascinación.

—Soy tuyo nada más —contestó sin pensar.

—Oh sí, claro que así lo es —el rubor de sus mejillas le indicó que en realidad se le habían escapado esas palabras de lo más hondo de su corazón.

Lo empujó por la espalda para abrazarlo y por primera vez desde que había llegado a la cueva, Killua dejó a un lado sus preocupaciones, por fin estaba junto al amor de su vida.

Unas pisadas a su espalda les hicieron frenar sus muestras de cariño, una mujer venía con paso apresurado para llegar a los baños. La chica se quedó de pie unos momentos, recuperando el aliento. Los muchachos se giraron a verla y esperaron a que dijera lo que tuviera que decir.

—Lamento la demora, Gran Maestro, seré la encargada de su vestimenta de la noche. Por favor, acompáñeme.

—Me quedaré con Killua, si quieres acompañarnos…

—¡Oh, lo siento!, ¿gusta que me ocupe del joven Novicio?

Volteó a ver al albino, el cual estaba ahora intimidado, cubriéndose con la toalla, esperó su aprobación, pero el chico no tenía la más mínima idea de lo que hablaban.

—¡Cierto!, joven Novicio, sus prendas están aquí, las hemos lavado, me preguntaba si ¿quiere que las guarde hasta el final de la ceremonia o se las entrego ahora mismo?

Illumi apenas iba sugerir algo, cuando Killua le interrumpió.

—Dámelas.

—De todos modos te llevarán a buscar otro atuendo.

—Pero no voy a salir en toalla, ¿ya se te olvidó que estoy desnudo?

—Nunca lo olvidaría, pero iba a hacer que nos trajeran aquí las prendas, sin que salieras.

—No, quiero mi ropa.

No debatió más. Tomó la ropa de los brazos de la chica y le pidió privacidad para que el albino terminara de cambiarse. En cuanto Killua estuvo de vuelta vestido, la mujer los guió a un cuarto enorme, uno que trajo recuerdos a Illumi sobre el día de su iniciación. Montones de prendas colgadas, dobladas y distribuidas por todo el cuarto, joyas, maquillaje, zapatos y accesorios de toda clase. Killua se impresionó por la enorme colección de ropa, especialmente cuando dio con prendas similares a los atuendos que Illumi solía usar, también había una gran parte de estilos que le recordaron la vestimenta de Hisoka. Tuvo la sospecha de que el mago en realidad tenía conocimiento de todo ese mundo, muchas cosas al fin tuvieron sentido para él en esos momentos. Sin embargo, nada de lo expuesto le parecía ir con su estilo, no podía tomar algo y simular que era uno de ellos, la sola idea le daba escalofríos.

—No… no puedo tomar nada.

—¿No puedes o no quieres?

—No usaré nada de esto —tomó su decisión—, nada de esto me representa.

—No es obligatorio, Kil, por supuesto que puedes ir como mejor te parezca —lo abrazó por la espalda y depositó un beso en sus cabellos— iré a cambiarme.

—¿Tú sí lo harás?

Se giró para verlo, creyó que Illumi tampoco aceptaría cambiarse, pero tenía curiosidad por saber qué lo motivaba a usar esos trajes.

—Por el cargo que tengo, será mejor que lo haga —sonrió coquetamente.

Se apartó y fue con la modista, la chica le guió entre la ropa hasta dar con las túnicas que él buscaba. Killua observaba sus movimientos; esperó a que su amante terminara de colocarse las prendas para verlo, y quedó impresionado, esta vez no lucía uno de esos trajes verdes, ajustados; era una túnica larga, dorada, con piedrecillas que brillaban entre la tela, la mujer luego le ayudó a colocarse joyas en la cabeza, brazos y cuello, y le maquilló los ojos, para resaltar su mirada.

—Listo, Gran Maestro, se ve fantástico.

Killua no podía apartar la mirada. Parecía sacado de alguna escena mágica o algún libro sobre reyes; su porte sólo acentuaba la perfección de su apariencia. Se le hizo agua la boca.

—¿Qué tal me veo, Kil?

Sabía la respuesta, el rubor de sus mejillas le decía lo muy impresionado que estaba.

—¿Saldrás así?

—¿Está mal?

No era eso, para nada, pero así como Illumi no había soportado la idea de que otros le vieran desnudo, él no podía aceptar que Illumi fuera visto por otros ojos, ya había concluido que era demasiado atractivo como para ser ignorado. Ahora más que nunca estaba preocupado, no quería tener más contrincantes en el amor, ya tenía suficientes.

—Es que —miró hacia el suelo—, no quiero que otros te molesten…

—¿Por qué me molestarían?, todos traen atuendos como este, como todos los que ves aquí.

—Me refiero a… —pero no pudo explicarse, no quería verse tan obsesivo— olvídalo.

—Kil…

—¡Olvídalo!, no pasa nada, vamos…

—¿A dónde?

Hizo una expresión de irónica molestia, era obvio que él no sabía a dónde debían ir ahora que estaban listos para salir, pero el sentido del humor de Illumi estaba bastante bien, listo para usarlo en su contra. Illumi lo tomó de la mano y besó sus dedos.

—Te pondrán en el centro, te cubrirán los ojos y tendrás que seguir sus instrucciones, ¿entendido?, guíate con tus sentidos, yo estaré todo el tiempo cerca, nada malo te ocurrirá.

Illumi le atraía cada día un poco más, entre más descubría a la persona que tenía a su lado, más se maravillaba que tuviese sólo ojos para él. No podía oponerse a sus palabras ni deseos, y quería ganarse su posición a su lado; que cada miembro de la hermandad dijera que Illumi se había enamorado de él por sus múltiples virtudes y no por la perturbación de su mente.

—Sé que verás cosas que no te van a gustar, pero tienes que ser fuerte y resistir, al menos hasta que la ceremonia termine.

—¿Tú lo lograste?

Sonrió forzadamente, Killua sabía que Illumi era más frío que él, y comprendía que su resistencia mental era diferente. No podían compararse, aun así, quería demostrarle que él también podía hacer cosas difíciles y dolorosas para brindarle confianza; Illumi no recurriría a él si necesitaba ayuda si siempre tenía que ir tras él a darle fuerzas cada que tuviese que enfrentar esa clase de circunstancias. Él también debía tener energía para levantarlo cuando hiciera falta.

—Lo lograré, Illumi, confía en mí.

Como su padre estaba en la fiesta, era imposible para ambos cualquier muestra de amor; Silva se les pegaría a todos lados y no los dejaría de vigilar.

—¡Magister, qué gusto!

Galileo llegó justo a tiempo, apenas Illumi estaba entrando al montón de personas, intentando evadir a su padre que estaba buscándolos entre la multitud.

—Gran Maestro, por favor, hágame el honor de tenerle en mi mesa, usted y, por supuesto, nuestro nuevo integrante.

—Galileo, no puedo ir así, mi padre está en la reunión —bajó la voz, no quería que su padre supiera que estaba siendo invitado a una mesa exclusiva—, él no puede saber de mi relación con Killua.

—¿To-todos lo saben? —preguntó Killua, sorprendido de escuchar la noticia.

—Sí, bueno, al menos los más importantes lo sabemos —contestó Galileo—, de todos modos, Illumi, sabes que no puedes tomar asiento donde sea, no podemos permitir que te sientes en las mismas mesas que Silva. Iré a invitarlo a sentarse con nosotros, estoy seguro que los demás entenderán la delicadeza de la situación.

Illumi asintió, y mientras Galileo iba en busca del padre de los muchachos, ellos dos caminaron al lugar donde compartirían mesa con otros miembros importantes de la hermandad.

—¡Gran Maestro, qué felicidad tenerle con nosotros! —saludó una chica—, no había tenido el placer de conocerle, yo soy Jenifer Waterhouse.

—Señorita Waterhouse, permita que el Gran Maestro se siente —interrumpió otro más—, venga, joven Killua, siéntese aquí, al lado del Gran Maestro.

De pronto, Killua se sintió más intrigado que nunca sobre la posición que su hermano representaba. Todos lo trataban como una persona con mucha importancia, le saludaban, querían hablar con él, e intentaban ganarse su favor. Se sintió inmensamente orgulloso de estar junto a una persona tan influyente que estaba auténticamente interesado en él, más allá de una edad o un morbo sexual.

—¡Silva, qué gusto verte! —saludó Geppetto cuando vio al albino llegar junto a Galileo. De inmediato la tensión incrementó.

Era una terrible suerte, Silva vio con sospecha al morocho, el cual comprendió que le aguardaba un largo interrogatorio una vez que volvieran a casa. En todos sus años dentro de la hermandad, Silva jamás había sido invitado a formar parte de una mesa con gente tan importante, siempre estuvo relegado a otros espacios con menores posiciones, siempre tratado como una especie de bestia asesina; incluso tuvo que soportar sus burlas sólo por la posición en la que se encontraba. En cambio, Illumi estaba en medio de ellos como si fuera tan fácil, hablando y respondiendo preguntas; ellos lo amaban, lo admiraban y eso era demasiado. No sólo eso, habían llevado a Killua, un novicio, un chico sin ninguna posición y que ahora se codeaba con gente influyente. Era evidente que algo estaba pasando, ¿por qué habían invitado a Killua?, el cargo que tuviera Illumi no era tan relevante como para romper tantas reglas, o eso creía, además, él también había sido testigo del momento en que los muchachos entraron al campo, tomados de las manos. No había querido dar importancia, dado que Killua estaba nervioso e Illumi tenía toda la experiencia, sin embargo, ahora estaban sentados juntos, mientras que a él le había colocado en una esquina, como diciendo «te hemos traído por obligación, y no porque estemos interesados en ti».

No sólo eso, Illumi había puesto la mirada en Geppetto desde hacía rato, no le había gustado el gesto que había hecho cuando vio a Killua sentarse, así que el anciano tuvo que hacer un esfuerzo por mirar a cualquier otro lado donde el albino no estuviese. Él había advertido a Geppetto que se mantuviera lejos de su hijo, y le había ignorado, sin embargo, bastaba una mirada de Illumi para que el anciano se frenara.

—Illumi, Jennifer es una experimentada espiritista que es bastante talentosa —explicó uno de los comensales—. Habíamos pensado que sería una idea maravillosa hacer alguna invocación, ¿te gustaría elegir alguno?

—¡Oh sí!, me encantaría que fueses tú quien nos recomendara un espíritu en especial.

—¡Un erudito antiguo! —sugirió otra persona.

—¡Mejor un mago!

—¡Un rey!

Voces de otros que se unieron a la sugerencia. Illumi detuvo su mirada en su padre unos segundos antes de continuar, de alguna manera debía disculparse con él por la falta de información.

—Mejor aún —contestó Jennifer—, Gran Maestro, usted debe conocer otras técnicas de espiritismo, me encantaría que fuese usted quien nos guiara.

«Gran Maestro», no era su título verdadero, pero fue suficiente para llamar la atención de Silva, quien ahora se había puesto a la defensiva. Cómo era posible que su hijo tuviera un cargo tan alto, pasando por sobre todos los Zoldyck en tan poco tiempo.

—Preferiría que tú lo hicieras, eres la experta aquí.

—¡Ay, pero estaré nerviosa de que me veas actuar!

Se rió ante la imagen de la rubia haciendo puchero, estaba verdaderamente nerviosa y apenas podía controlar sus gestos.

—Lo harás bien, podremos aprender de ti —no tenía la más mínima intención de sugerir alguna entidad para ser invocada y prefería pasar de largo.

Ella se ruborizó, Killua no podía creerlo, pero en pocos segundos de cruzar palabras ella estaba enganchada conIllumi. Lo veía en sus ojos.

—Si no supiera que está usted apartado, de seguro yo estaría haciendo un esfuerzo por ganarme un espacio en su corazón.

Apenas soltó esas palabras, Illumi sudó frío, Killua comenzó a desprender su aura de celos, y Galileo se percató del posible desastre provocado.

—No pienses mal —susurró Galileo al oído de Killua, el cual estaba a su lado—, ninguno de nosotros tiene permitido coquetear con Illumi, él está totalmente reservado para ti.

Fue un efecto mágico, Killua lo miró con sorpresa y de vuelta buscó la mirada de su hermano, pero él estaba más preocupado por la reacción de su padre. Él los miraba amenazante, escuchar «estar apartado», había encendido todas las señales de alarma. Killua tardó un poco más en percatarse de esto puesto que sus emociones le estaban dominando. Tragó saliva, y se preparó para lo peor.

—Por supuesto, Illumi está en deuda conmigo, no tiene permiso de apartarse de mí.

Dijo en voz alta, con esto esperaba desviar la atención de su padre, hacerle creer que se debía a algo entre ellos dos, algo de negocios, no a un romance o alguna posible traición.

—¡Oh claro!, sólo digo, de no ser así, ya me habría enamorado de este encantador hombre.

—Usted también es un joven muy apuesto —continuó otra de las mujeres—, estoy segura de que muchas jovencitas aquí le han puesto el ojo.

Illumi no pudo evitar sentir escalofríos, la oscuridad de los celos podía alcanzarlo. Para su suerte, Killua estaba preparado para darle apoyo, de un modo que él no imaginó que sería. El albino apenas presintió sus celos, se acercó disimuladamente a él, recargando su espalda sutilmente en su hombro. Era un gesto simple, y quizá sin ninguna gracia aparente, pero para Illumi lo fue todo; ahí estaba él, dándole ánimos del único modo posible, diciéndole en secreto que él estaría a su lado sin importar nada, dándole el apoyo que necesitaba. Se sintió fortalecido y respiró hondo, entonces se dio cuenta de un detalle. Unos ojos malévolos estaban puestos sobre su adorado albino, antes no había reparado en ellos puesto que estaba atrapado en varios dilemas, pero ahora, con Killua tan cerca de él, fue imposible evitarlo, en cuanto lo notó encontró con el responsable de esa energía oscura.

Geppetto se relamía los labios, miraba fijamente las reacciones de su niño, podía apostar que lo desnudaba con la mirada. Recordó el pasado de Hisoka —que ese hombre estuvo sobre él— y recordó a los niños de la cueva; comprendió entonces el deseo de ese horrendo hombre. Levantó la mano instintivamente y la colocó frente al albino en un modo protector, para taparle la visión a Geppetto. Poco a poco los comensales guardaron silencio, Silva se alegró de que su hijo notara la perversión en el anciano, por lo menos él tendría poder para evitar que ese hombre pusiera un sólo dedo en su heredero.

—¿Tienes algo que decir Geppetto? —le preguntó el morocho.

—¿Yo?, no, bueno… es cierto, el joven novicio es un muchacho muy prometedor, tiene un gran parecido a su padre, aunque sacó la ternura de Kikyo sin lugar a dudas.

—Retírate de la mesa.

No hacía falta explicación extra, estaba por demás claro que Geppetto estaba fantaseando con el albino y no deseaba matarlo frente a todos. Hubiese sido demasiado para demostrarle a su padre que su cargo iba todavía por sobre el de todos los invitados que les rodeaban. El anciano ni se inmutó, sólo sonrió, se disculpó y siguió la orden de Illumi. Silva casi pierde la compostura, nadie debatió la orden, no se rieron de él, ni le ignoraron, sino que todos estaban preocupados por su amigo que había sido echado. No hacía falta más explicaciones para comprender que Illumi le había sobrepasado por mucho.

En cuanto se retiró, el ambiente continuó tenso, podría decirse que la gran mayoría tenía curiosidad sobre lo que ocurriría con Geppetto o en dado caso, si Galileo tomaría represalias contra Illumi por haber echado a su amigo, pero Galileo no mostró nunca algo que delatara molestia, al contrario, se mostró de acuerdo con Illumi.

Un aplauso atrajo la atención de todos.

—¡Basta de silencio!, vamos a empezar la sesión, ¿qué les parece?

Killua no supo cómo pero para el momento en que observó a su alrededor, vio lo que tanto Illumi y padre le habían advertido. Los esclavos sexuales, las orgías, las prácticas de brujería, adivinación y otros excesos, acompañado por la música que a lo lejos se escuchaba, de una zona donde se veía gente bailando frente a un grupo que le resultó familiar. Probablemente era famoso.

—Tómense de las manos, vamos, ¡Matilde trae el pergamino!, ¡sí, ése querida!

Colocaron el pergamino sobre la mesa, junto a una bola de cristal, y algunos objetos mágicos más para enfocar la atención.

—¿A quién deberíamos invocar?

—¡Al rey Midas!

—¡No!, ¡mejor un sabio!

—¡Un mago!

Las sugerencias no paraban, entre risas y voces de gente explicando sus motivos para querer invocar al espíritu de su elección.

—¡Sugiero que el Gran Maestro Illumi decida! —alzó la voz Galileo— después de todo, es nuestro invitado especial, nadie mejor que él para elegir a una entidad antigua.

—No, no hace falta que yo elija, creo que lo que ustedes quieren está bien.

No lo pensó, no quería sonar más extravagante frente a su padre, pero ya el resto de las personas estaba muy motivada a que él sugiriera algo, comenzaron a presionarlo, y los habría ignorado de no ser porque vio en Killua una expresión de curiosidad por saber qué escogería él. Quiso lucirse frente a su amante, parecer más interesante, y pensó en todas las posibilidades que tenía, quería elegir algo que Killua fuera a disfrutar. Entonces un pensamiento vengativo le asaltó; no era de su agrado ser una figura influyente dentro de esa hermandad, la única razón por la que lo trataban de ese modo era debido a Nirmod, y esa criatura había arruinado sus sueños y los de su adorado hermano menor a quién le debía una satisfacción más, una venganza personal contra la entidad que había deformado sus vidas.

«Nimrod, Semiramis y…» se detuvo, sus pensamientos lo estaban llevando a un mal camino «y Tamuz, su hijo», sonrió inconscientemente, «No, Tamuz era hijo de Semiramis, mas no de Nimrod»

—Tamuz —dijo en voz alta—, trae aquí a Tamuz.

Abrieron los ojos como platos al escuchar su nombre. Meterse en el camino de Nimrod era peligroso, nadie sabía la reacción que tendría si sabía que el hijo de su mujer estaba presente. Pero la sed de venganza de Illumi estaba encendida y no cedería. Killua por supuesto no entendía lo que ocurría, sólo los veía sudar frío.

—Aunque si alguien tiene algo más que sugerir…

—No, no, lo que usted pida.

La espiritista, con una sonrisa amarga cerró los ojos, solicitó al grupo que se tomaran de las manos y comenzó a susurrar sus invocaciones. La mesa retumbaba y las sillas se sacudían con violencia, pero ninguno abría los ojos.

Killua comenzó a respirar un poco más rápido de lo normal; tenía dudas sobre lo que ocurriría y apretó la mano de Illumi como señal de que necesitaba respuestas. Illumi sólo le hizo una advertencia:

—No abras los ojos.

La mesa se elevó por sobre sus piernas, a por lo menos un metro y medio del suelo y luego cayó de golpe, el ruido fue tan fuerte que incluso la gente que estaba a su alrededor volteó, intrigada por lo que ocurriría; pero una niebla espesa rodeó a los participantes y ya no fue posible saber lo que se estaba llevando a cabo. El ambiente en el interior se volvió espeso, húmedo y frío, tan frío que pronto comenzaron a temblar.

—Jen, p-por fa-favor…

—Sshh… —le calló.

Una respiración profunda saturó el ambiente. Sonaba tan cerca como si respiraran a los lados de cada uno haciendo imposible calcular en qué parte se encontraba la entidad. Killua volvió a presionar la mano de Illumi, estaba angustiado, nunca en su vida se había sentido tan vulnerable. Quería respuestas y las quería ahora. Illumi acarició su mano con las yemas de los dedos, en una suave gesto que le indicó que no tenía nada que temer.

—Tamuz —quiso decir Jennifer, pero la voz se le ahogaba en el pecho.

—¿Quién me ha llamado?

Dos voces a la vez, una femenina y otra masculina, pero era una sola entidad.

—Tamuz, hijo de Semiramis, yo te he llamado —se apresuró Illumi.

Las copas, los símbolos, todo voló por todas partes, y los participantes continuaron sosteniéndose de las manos, apretando los ojos para no encontrarse con la entidad maligna que estaba en medio de ellos.

—¡¿Quién eres tú que osas interrumpir mi descanso?! No he venido aquí para tu diversión.

—No hace falta que grites. No estoy sordo.

La presencia de Illumi impuso, incluso por sobre la entidad presente.

—Veo agallas. Interesante, ¿a qué me has llamado?, habla, hombre.

—Semiramis tu madre yace desaparecida desde hace años, se ha apartado de sus votos, dime Tamuz, ¿dónde está tu madre?, ¿ella sigue en este mundo?

Killua se asustó. Era una pregunta terrible que Illumi no debía hacer, y en su desesperación abrió los ojos. Un torbellino oscuro, una energía potente estaba enfrascada como una nube violenta con rayos, en espiral se retorcía frente a mirada horrorizada. Tuvo la intención de gritar, pero estaba afónico, se le fue el aliento, la presión de su sangre disminuyó y todo se volvió cámara lenta. Apenas podía respirar.

—Sí, ella está aquí. Está más cerca de lo que puedes imaginar.

El albino sintió un sueño terrible, su cuerpo pesaba una tonelada, tenía frío, estaba paralizado y sus fuerzas menguaban poco a poco.

—Dile a mamá que la extraño. Dile, que Nimrod está cerca. Él está aquí.

Killua se desplomó e Illumi se soltó al sentir que su cuerpo caía a su lado. El círculo estaba roto y la espiritista gritó.

—¡Él está aquí!

Fue como si hubiesen visto una película, sus espíritus se desprendieron por un instante, nadie supo lo que ocurrió en los siguientes segundos. Para cuando despertaron, Illumi estaba de pie, con Killua en brazos y su mirada fría, seria, buscó a su padre. Sabía que ahora más que nunca tendría que darle explicaciones.

Una risa rompió la tensión.

—¡Eso fue estupendo su Excelencia!, Ma-ra-vi-llo-so —aplaudió entre cada silaba, Jennifer.

—¿Contuvo a Tamuz?

—¡Sí! —exclamó emocionada.

Estaban en el suelo, y fueron levantándose, admirados por la capacidad del morocho. No había de otra, la entidad debió haberlos maldecido y destruido a cada uno por haberlo despertado y haber roto el círculo de seguridad, en lugar de eso estaban tranquilos, no tenían maldición alguna y vivirían para contarlo.

—¿Quiere que le ayude con el novicio? —se ofreció uno de los tipos.

—No te atrevas a tocarlo.

Lo colocó sobre la mesa, con mucho cuidado. Estaba preocupado por verlo tan débil.

—¿Qué tiene? —preguntó Silva, apenas tomando participación en el suceso.

—Abrió los ojos. La entidad debió haber absorbido su energía para matarlo —contestó el morocho, sin mirarlo, sólo le preocupaba la salud de su pequeño albino.

—Illumi, ¡¿qué carajo?!, ¡pusiste en peligro a tu hermano! —lo jaló del hombro con violencia, forzándolo a mirarle—, ¿qué crees que haces?

—Tamuz le devolvió la energía, y le dio un poco más, como paga por los «servicios prestados»

—¿Servicios prestados?, ¿de qué estás hablando?

—Yo tampoco lo sé. Sólo sé que él está bien, sólo quiero que…

—Illumi —Killua abrió los ojos con lentitud, parecía que estaba sumido en una alucinación y no era consciente de lo que había a su alrededor.

—Aquí estoy, Kil. Lo lamento, he sido un tonto.

Tomó su mano, moría por besarla, besar su piel, robar sus labios y pedirle perdón mil veces por haberlo arriesgado. Su padre tenía razón, no debió poner a Killua en una mala situación sin haberle explicado previamente las reglas del juego.

—¿En dónde estoy? —recordó que no estaba en privado, que de hecho tenían un gran público a su alrededor y, entre ellos, su padre. Se levantó de la mesa, mirando a su alrededor—, ¿por qué me ven todos?.

Illumi tenía una gran urgencia por escapar de ahí y hablar con él así que se disculpó tomando al menor por los hombros y diciendo que necesitaba llevarlo a algún lugar a revisarlo. En cuanto dieron unos pasos, se dieron cuenta que Silva iba tras ellos, y por fortuna Galileo le detuvo, diciendo que no hacía falta que fuera, que le necesitaban para preparar la ceremonia y Silva tuvo que resignarse.

Llegaron al interior de la cueva, justo a la entrada, donde sus sombras eran difuminadas por el agua. Illumi se arrodilló frente a él. Apenado por lo ocurrido.

—Kil, perdóname, te he puesto en una mala situación. Lo lamento.

—Illumi, ¡no hagas eso! —le ponía nervioso ver a alguien que amaba y admiraba, de rodillas frente a él, se veía asustado y suplicante.

—Pero he sido un tonto.

—Ya, ya pasó. Olvídalo.

—Debí decirte lo que pasaría si no seguías las instrucciones.

—¡Lo intuí, no soy tonto!, sabía que no debía abrir los ojos y de todos modos lo hice por curioso —mintió, su voz tembló e Illumi supo que no era verdad lo que afirmaba, sin embargo era imposible saber el motivo para ocultar la verdad.

—¿Te dijo algo la cosa esa?, ¿qué fue lo que ocurrió?

—Llegado a casa hablamos de esto, ¿de acuerdo?, debemos volver.

El albino bajó la mirada, preocupado todavía por la pregunta sobre Semiramis.

—Pero… —y apenas iba a refutar cuando unos labios ansiosos le callaron.

Illumi le besaba con pasión, estaba claro que esto era todo lo que deseaba hacer. El mismo compartía el sentimiento, apretó la tela de la túnica del morocho, sosteniéndole para que no escapase de su lado.

—Gracias —susurró— ya puedo seguir.

—Tonto.

Nada de hablar de Semiramis, eso le pareció una buena señal. En cuanto respiraron, fueron capaces de volver al exterior, donde les aguardaba la multitud, anhelantes por tratar con Killua. Esta vez él sería el protagonista.

La iluminación se intensificó, luces parpadeantes de varios colores creaban un efecto que dificultaba la visión, la gente se esparció y por primera vez, Killua prestó atención a lo que ocurría a su alrededor, las prácticas oscuras; vio niños corriendo de un lado a otro, seguidos por adultos, y se horrorizó; tuvo escalofríos, miedo, asco, odio, todo lo que Nimrod le hacía sentir. De no haber sido por la mano de su amante, habría sucumbido ante el deseo de matar.

—Sé que lo odias, pero no debes intervenir.

—Pero…

—Mírame —se dio la vuelta para tomarlo por los hombros, su padre venía en camino y no quería dejarlo ir sin antes darle fuerzas—, si lo haces, lo más seguro es que vayan contra ti, yo intervendré y se irán contra mí, contra la familia, podríamos matarlos a estos, pero nunca sabremos dónde radica el origen de su poder, están por todas partes y estaremos condenados a vivir huyendo sin descanso. Tú no quieres darle esa vida a la familia. Si juegas su juego, podrías lograr más, que tomando una mala decisión esta noche.

Lo visualizó. Esos tipos que tenían la capacidad de ir contra Nimrod, de arrebatarle a Illumi, a Alluka en un sólo golpe, arrebatarle los sueños a Kalluto, a Milluki, y al resto de su familia. Era una decisión terrible, pero cerrar los ojos a lo que veía, era una carga dolorosa.

—¡Venga, joven Novicio!, es su turno.

Una mujer le llamó. Silva venía con ella, y comprendieron que el ritual estaba por iniciar. La fiesta continuó hasta el amanecer, pero ellos no permanecieron más tiempo después de la iniciación del albino.

.'.

Solicitaron un lugar dónde quedarse, dentro de la cueva y les ofrecieron cuartos privados. Aun así se reunieron en el cuarto que le fue designado a Silva, dado que tenían que hablar. Killua estaba bastante alterado, las experiencias vividas esa noche habían sido demasiado fuertes para él, tenía todas sus emociones en la piel y aunque hacía un esfuerzo por contenerse, no lograba calmarse del todo. Respiró profundo, se enfocó en lo que su padre decía pero no lograba escucharle del todo, estaba realmente consternado, y Silva confirmó su sospecha después de hablarle y no recibir respuesta de su parte.

—Kil, escucha con atención.

El albino salió de su estado pensativo, y se ruborizó por haber mostrado tanta vulnerabilidad en tan poco tiempo.

—Papá, lo siento, sólo…

—Lo sé, yo no entiendo cómo es que Illumi puede soportarlo. Supongo que hasta que tenga sus hijos podrá ver las cosas de otro modo.

—No es que sea inhumano, papá —interrumpió Illumi—, pero ¿qué gano yo si me dejo llevar?, no puedo hacer otra cosa, más que aprender a sobrellevarlo, para hacer mi trabajo como debe ser.

—Bienvenido a la hermandad.

—A la maldición de Kikyo —refutó el albino.

—¿Por qué tanto odio hacia tu madre?, deberías compadecerte de ella, está ciega y deprimida —se mordió la lengua, él mismo había estado teniendo más y más problemas con ella, era imposible de tratar, no quería comer si no lo solicitaba, no aceptaba ayuda para nada, podía permanecer la semana entera sin bañarse sólo por la ira que la consumía; pasaba el día murmurando su odio contra Illumi, incitando a todos a matarlo.

—Que te lo diga ella, si es que tiene agallas.

—Creo que Killua debería descansar, tuvo un día muy complicado —Illumi tuvo que intervenir, tenía miedo de que su padre terminara preguntado cosas con respecto a su odio y que en un arranque de sentimientos, con Killua tan sensible, terminara confesando algo tan difícil como su relación.

—Mañana hablamos. Vayan a sus cuartos —y Silva accedió, cansado de tener que tratar con un muchacho tan necio.

Killua salió molesto, en parte se sentía frustrado porque Illumi no le permitiera desahogar sus emociones con su padre, pero el pensamiento de las cosas ocurridas esa tarde le hizo sentir la necesidad de seguir hablando. Tomó a Illumi por la mano y lo arrastró hasta su cuarto.

—Tienes mucho qué decir. Habla ahora —ordenó el albino una vez que entraron al cuarto.

—T-tranquilo.

Killua le soltó y él aprovechó para ir junto a la cama, donde tomó asiento y se preparó para confesar. Colocó su dedo índice y medio entre sus sienes, le dolía la cabeza y necesitaba un respiro.

—¡Ahora resulta que soy una molestia por preguntarte esto!

—¡No! —volteó a verlo, sorprendido de haberle escuchado reclamar algo tan ridículo sólo por un gesto— sólo… tranquilízate, ¿estás molesto por lo que te dije en la ceremonia?

—No —contestó con firmeza—, bueno, sí, ¡¿cómo se supone que me quede de brazos cruzados mientras veo todas las cosas horrendas que esta gente hace?!

—Lo entiendo, pero no es mi culpa.

Suspiró. No tenía intenciones de pelear y hacer un escándalo con su hermano, Illumi era demasiado valioso como para lastimarlo con un reclamo. Tomó asiento a su lado, todavía aparentando enojo.

—¿Qué otras cosas sabes hacer?

—¿Eh?, ¿de qué?

—Pudiste controlar al espectro ese, no sé lo que hiciste, pero quiero saber todo Illumi. Todo.

—Sí —tragó saliva, Killua daba escalofríos cuando se comportaba de ese modo, sentía como si en cualquier momento fuera a anunciar su ruptura—, pues… él era Tamuz, hijo de Semiramis. Semiramis lo tuvo tiempo después de la muerte de Nimrod, así que no fue su hijo. Yo lo que quería era que Nimrod supiera que sé todos sus puntos débiles…

—¿Te dijo algo de ella?

—No. Dijo que tú lo sabías.

Escalofríos. Tamuz podía ser su ruina, Illumi no debía tener la información de Nanika; si un día por alguna razón ellos dos eran forzados a separarse, Nimrod no debía tener la capacidad de ver a su mujer. Debía evitarse, aun si esto representaba ocultar la verdad a su hermano. Al amor de su vida.

—Di las habilidades, Illumi. No cambies de tema.

—Sólo te explicaba lo sucedido. Además no pensaba descubrir la ubicación de Semiramis.

—Por favor… no más rodeos.

—Puedo… puedo hacer invocaciones, controlar situaciones aun en contra de la naturaleza, leer el futuro, no por completo porque esto implicaría un mayor control de Nen y…

—¿Has visto mi futuro? —interrumpió, tuvo curiosidad al escuchar esta capacidad en su hermano.

—No, no Kil, no me atrevería a hacerlo. No me gustaría ver algo para lo que tenga que prepararme, prefiero disfrutar el momento —no había sido una confesión, sino parte de su naturaleza, pero Killua al escucharle se sintió perturbado, temía que Illumi estuviera hablando de una situación entre ambos.

—¿Crees que te voy a dejar?

No habría sido complicado responder esa pregunta de no haber sido por el tono con el que había sido dicha. Era un firme reclamo, Killua no podía creer que Illumi todavía tuviera dudas con respecto a su estabilidad. Illumi se agachó cubriendo su rostro con una mano, pensando que lo había vuelto a arruinar, ahora entendía lo difícil que sería lidiar con las emociones fuertes del albino.

—No es eso Kil; pero tú sabes que si quisieras irte de mi lado, yo no te detendría.

—No, Illumi. Ese no fue el trato que hicimos con el abuelo.

—Pero no quiero que estés conmigo a la fuerza.

Illumi no se atrevía a verlo, porque el menor estaba de mal humor, la mirada molesta le imponía, le hacía dudar de sus intenciones y palabras. Killua tenía ese efecto sobre él, no podía evitarlo, por eso era mejor decir las cosas y cerrar los ojos. La mano del muchacho se coló entre sus dedos, y sintió un gentil apretón, el albino sostenía su mano con cariño.

—Illumi, yo no te dejaré, aun si no me gusta, no te dejaré. Y tú, aún si no quieres estar conmigo, no me importa, tendrás que quedarte conmigo. Ese fue el trato que hicimos con el abuelo.

Pero lo que a Killua le preocupaba era la intención de esas palabras a futuro, últimamente se la pasaba preguntándose, qué pasaría si Illumi perdía al ente de Nen, tenía temor de que esto representara el fin de la relación. Que Illumi recuperara el poder sobre sus emociones, descubriera que no era tan valioso estar al lado de un chiquillo novato, con poco por aportar a su vida, y le dejara. Ésta era la principal razón por la que ahora, más que nunca, no deseaba que Illumi se librara de su maldición, quería seguir sosteniendo la excusa, ser una necesidad básica para la vida del morocho. Era increíblemente egoísta pero ahora no le importaba, no podría lidiar con la soledad de dejarlo ir si es que esa pesadilla se tornaba en realidad.

—Ven aquí —Illumi aprovechó la unión de sus manos para acercarlo— yo no te dejaría, ni siquiera si me engañaras, cerraría los ojos y pretendería no darme cuenta. Me conformaría con lo que me quieras dar.

—¡No digas cosas tan horrendas!, no permitas que yo te trate así.

—Pero es la verdad.

—Pues no lo acepto. Yo… ni siquiera puedo imaginar la posibilidad de hacer algo tan indigno como eso. Jamás Illumi, y más te vale no engañarme a mí porque si no… si no… —lo pensó, y la respuesta era horrenda, se apartaría de él, lo torturaría hasta el grado en que los vestigios de Nimrod aparecieran, y luego volvería para hacerle rogar por su presencia, por el hambre de estar a su lado. Lo tomaría por la fuerza y no lo dejaría ir jamás—. No sé qué sería capaz de hacer.

—Nada. Yo soy incapaz de serte infiel, Kil. Es más probable que sea lo contrario.

Killua no pudo evitar sentir la ironía de la situación. Se estaban lastimando con un tema imposible. De parte de ambos, no era posible que existiera el engaño, soltó una risa suave.

—Dejemos este tema, ¿de acuerdo?

Illumi lo apretó contra su cuerpo, no quería dejarlo triste.

—Yo te quiero… —susurró, con una voz apenas audible, era la primera vez que lo decía en su idioma natal. Killua tembló, unas simples palabras le habían devuelto a la vida en tan sólo unos segundos.

Quiso levantarse a verlo, pero Illumi no se lo permitió, lo apretó todavía más.

—Sue-suéltame, Illumi.

Al instante soltó la carcajada, podía jurar que lo que vería sería a un sonrojado Illumi que apenas cabía de la vergüenza de decir palabras que involucraran tanta profundidad en sus emociones. Ahora mismo, pagaría por verlo, quería verlo a la cara y disfrutar del espectáculo, pero el morocho no se lo permitió y forcejearon por unos momentos más antes de que cayeran sobre la cama entre risas y reclamos divertidos.

—¡Eres malévolo!

—No es mi culpa que te gusten los idiotas y malévolos —le contestó. El albino enrojeció al escucharlo decir con tanta confianza la realidad de su atracción.

Muchas gracias 95 por tu adorable mensaje, lo he contestado vía inbox, por favor déjame saber.

Es probable que el siguiente capítulo no llegue a tiempo debido a que estaré revisando los fanfics que me enviaron para el concurso que hice y que pronto se va a cerrar. Espero puedan comprenderlo.'.