He esperado todo el año para publicar estos capítulos. Al fin soy feliz...'.
HADOS
Capítulo 28
Le sorprendía ver que Killua continuaba ruborizándose ante sus expresiones de amor; con una pureza incomparable que protegería con todo su corazón, así le costara la vida, y que a la vez le preocupaba que fuera más propio de su falta de experiencia y madurez, lo cual era suficiente recordatorio para frenarse antes de comprometerse más en su relación. Mientras tanto esperaría pacientemente el momento en que el albino dejara a un lado su timidez para mostrar sus sentimientos más bochornosos, que tuviera confianza para corresponderle y que no le pareciera extraño decir en voz alta que Illumi estaba loco de amor por él.
—A diferencia de ti —continuó coqueteando, sostuvo el mentón del menor con la yema de los dedos y se inclinó hacia él— yo tengo muy buen gusto… No me arrepentiré de nada —sonrió con satisfacción al ver que todavía podía intimidarlo—. Muchas personas estaban viéndote, esperando un poco de ti, sin embargo, aquí estás conmigo.
—¿Quién dice que yo tengo mal gusto?
Reprochó el albino, se atrevió a levantarse de la cama, colocarse frente a Illumi y empujarlo por los hombros para hacerlo recostarse. Illumi sólo lo miró fijamente, intrigado por lo siguiente que Killua diría.
—Mi novio es un Gran Maestro —la mirada casi furiosa del albino le indicaba el valor que se daba a sí mismo para confesar sus pensamientos—, que también es un juez, y un tipo muy atractivo e inteligente.
Illumi se sintió paralizado por completo, por supuesto que esperaba esta clase de palabras, aunque creía que le tomaría más tiempo antes de poder escuchar un vestigio de ellas. Sin embargo, ahí se encontraba junto a Killua que se había lanzado a besarle con un poco de timidez. Cerró los ojos, respiró hondo y deslizó sus manos por la cintura del albino, recorriendo su contorno, apretándolo en un abrazo un poco torpe; esperó unos segundos y con un veloz movimiento invirtió los papeles, colocó al menor sobre la cama mientras le besaba y lo apresaba entre sus brazos.
—¿Así que tu novio es todo eso?, ¿desde cuándo usas esas palabras para referirte a mí?
Killua desvió la mirada, apenado por haber descubierto su corazón, pero feliz por ver que Illumi se sentía halagado.
—Desde ahora —susurró.
—Me agrada, por lo menos ahora sé que te gusto de verdad. Ahora, si me lo permites, tengo asuntos que atender con tu cuerpo.
Soltó una risa suave, y se dejó vencer por los labios del morocho, que besaban su cuello mientras que sus manos le iban desnudando. En cuanto vio que el morocho se distanciaba para desnudarse, tuvo la necesidad de detenerle.
—E-espera…
—¿Ocurre algo?
Pero no se atrevía a decirlo: le excitaba verlo tan elegante, con esos atavíos preciosos que parecían llevarlo a otros tiempos; la tela fresca que hacía cosquillas en su pecho desnudo, los adornos brillantes y todo el conjunto hacían lucir a su hermano como un rey, le metían en una fantasía donde seducía a alguien de la realeza, resultaba una diversión morbosa que no podía evadir.
—N-no necesitas quitarlo…
Para su suerte, Illumi era casi capaz de leer su mente. Sonrió malévolo, y se echó sobre él para morderle lóbulo de la oreja, aprovechando su distracción.
—¿Así que quieres saber lo que se siente que un Juez y Rey Iluminado se rinda ante tus piernas?
Más rojo Killua no podía estar. Había perdido la capacidad de refutar, y no fue necesario, porque Illumi bajó por su abdomen, terminando por desnudarle. Se sentía deliciosamente vulnerable ante la mirada de lujuria de Illumi sobre su cuerpo; le incitaba a coquetearle con la confianza de que no fallaría si se animaba a provocarle.
—¿Así que también eres un Rey?, ¿no te apena que con tu cargo estés aquí con un simple novicio?
—Me avergonzaría más tenerte desnudo y no tocarte.
El mayor colocó las manos sobre sus rodillas y separó sus piernas para inclinarse sobre su abdomen, besando toda su piel, al tiempo que estimulaba con su mano su miembro erecto. Killua cerró los ojos para concentrarse en las sensaciones, era fascinante y perfecto, no podía pedir más; Illumi siempre atinaba a todos sus puntos débiles, y adoraba perder la resistencia ante él. Esta vez, Illumi no se dejaría intimidar por el hecho de no venir preparado a su recámara, confiaba en que Killua estaba más mentalizado para un acto sexual, además moría por estar en su interior, no se veía con la capacidad de contenerse cuando veía que el albino reaccionaba con tanta belleza ante sus manos.
Dejó escapar un hilo de saliva para comenzar a humectar el área y paseó sus dedos, dando ligeros masajes. Killua ya sabía lo que esto significaba, y lo ansiaba, se le hacía agua la boca. Illumi lucía espléndido y estaba muy bien metido en su papel, lo que le hacía seguir metido en su fantasía mental.
Illumi usualmente intentaba evadir penetrarle cuando las cosas no estaban bajo su completo control alegando que no era estrictamente necesario; el albino se preguntaba por qué era así, siendo que a él le gustaba más cuando hacían todo lo posible en la cama, pero cada vez que sacaba el tema, descubría que era debido a los límites que Illumi se imponía en un afán por cuidarle. Por un lado, le molestaba que fuera así porque no se conformaba con tener sólo un trozo de él, quería hacerlo rendirse ante sus necesidades e instintos, ver la faceta más cruda y salvaje de su hermano. En cambio, siempre se encontraba con un Illumi recatado y pensativo, que no cedía ante sus instintos tan fácilmente.
—Hoy es una ocasión especial.
Susurró a su oído, Killua estaba listo y tembloroso por sentirlo en su interior, de sólo pensarlo se retorcía de placer. Illumi frotaba su erección entre sus piernas, haciéndole perder los estribos.
—Por favor…
—¿Sí?, ¿estás seguro?
—¡Hazlo!
Se abrazó a la espalda del mayor, oprimiéndolo mientras Illumi ingresaba a su cuerpo. Respiró profundo, las sensaciones eran increíbles. Sujetó su hombro, cuando sintió que Illumi entraba por completo y se detenía, de nuevo estaba el Illumi que conocía, siempre conteniendo sus deseos. A veces quería entender qué lo frenaba tanto, para así destruir su resistencia y hacerlo a su modo.
Movió sus caderas, para estimularlo y hacerle saber que podía comenzar a marcar el ritmo, de otro modo, sabía que Illumi no continuaría sin ver su aprobación. Sentir la pasión corriendo por sus venas le hacía olvidar las inhibiciones, giró su cuerpo, empujando al mayor para colocarse sobre él. Quería estar arriba, quería verlo sometido y se esmeraría por obtener lo que deseaba.
Tuvo éxito, Illumi se quedó boquiabierto mientras el albino restregaba su cuerpo a su voluntad, provocándole los espasmos de placer más deliciosos que jamás había sentido. Era más que perfecto. En cuanto vio su mirada, su sonrisa y el libido desinhibido, no pudo evitar darse cuenta de lo muy deseado que era y se emocionó, era increíble el poder que tenía en sus manos. O mejor dicho, en sus caderas.
Illumi se sentó, para abrazarlo y besarlo, siguiendo con el ritmo de sus cuerpos. No quería parar nunca, menos ahora que Killua dejaba a un lado sus reacciones más infantiles para dar paso a su plena sexualidad. Esto era lo que más deseaba, verlo crecer, y ahora lo podía decir, él era una parte fundamental en la vida del menor.
Killua aprovechó la cercanía para hacer algo que llevaba planeando desde hace tiempo, se acercó al cuello del morocho y con toda la intención succionó su piel; deseaba marcarlo para que se viera claramente a quién pertenecía. Illumi se dejó hacer cuanto quiso, y todavía el albino, no satisfecho con marcarlo una vez, volvió a hacerlo otras dos veces más.
Le encendía la posesividad de Killua, no lo podía negar. Le encantaba que dijera en todos lados que "era suyo"; secretamente adoraba sus celos, quizá eran enfermizos, pero no podía evitar sentirse halagado de tener su interés. Respiró hondo, volvió a colocar a Killua sobre la cama. El aura rosa estaba de nuevo por todas partes, debía ser porque Killua veía sus marcas y se sentía pleno y rodeado de amor.
—Illumi —gimió.
El mayor se colocó sobre él, besando con ternura su cuello.
—Dime… —susurró. Deslizó una mano por su abdomen, masajeando su sexo, al ritmo de sus caderas, para terminar de estimularlo a su gusto.
—Ah… mmm… —no podía hablar de sólo pensar en el placer que le provocaba— a-adentro…
—¿Adentro?, ¿mmm…?
Sabía lo que quería, no en balde el albino se lo solía pedir cuando estaban en la cama, pero él insistía en no hacerlo puesto que prefería reservarlo para una ocasión especial, evitar acostumbrarlo.
—Por favor… —gemía.
Illumi se levantó, presionando la cintura del menor para controlar los movimientos.
—¿Quieres que termine aquí, adentro?
—Ah…
Esa respuesta lo era todo. No necesitaba más, continuó estimulando su cuerpo. La verdad es que Killua había mejorado bastante en su expresión corporal, los movimientos de sus caderas eran terriblemente estimulantes. Killua sabía perfectamente cómo hacerle llegar a su límite. En cuanto terminaron, se echó hacia adelante, con su respiración acelerada, intentando controlarse y permaneció así unos minutos hasta que por fin recuperó el aliento y tuvo fuerzas para levantarse y acomodarse a un lado, no sin antes, echar un vistazo sobre el cuerpo del menor, le encantaba ver el panorama completo de su resultado.
—¡No veas! —le reclamó.
—Pero…
—¡Illumi!
Le hacía gracia ver cómo es que solía cubrirse una vez que terminaban, le apenaba que le viera cubierto de sus fluidos. Peor aún cuando terminaba en su interior, el menor no le dejaba verle; se cubría de inmediato para que no disfrutara del resultado, sólo que esta vez, no estaban en su cuarto de siempre, había ciertos lujos que no se podían dar.
—Iré por algo para limpiarte.
Con una risa traviesa, salió de la cama, buscó unos pañuelos y se ofreció fallidamente a limpiar al menor. Obviamente la respuesta que obtuvo fue una mirada retadora que le hizo reír todavía más. No le bastaba con no dejarlo limpiar su desastre, también lo forzó a girarse para darle privacidad y limpiar su cuerpo. Así que aprovechó para colocarse un cambio de ropa, y prepararse para dormir.
En cuanto ambos estuvieron listos, se acomodaron en la cama, abrazados, a su gusto. Ya vendría otro día para hablar de sus dudas.
.'.
Silva había estado repasando mentalmente todos los acontecimientos de esa noche. Había sido una suerte increíble haber contado con su hijo mayor —al que en un principio había intentado alejar al enviarlo a revisar al hijo de su amigo Roboam— y ahora tenía demasiadas dudas sobre él, ¿qué clase de persona había criado todos esos años? Sentía que no le conocía y eso le irritaba demasiado.
Se hartó de darle vueltas a sus pensamientos y se dijo que era una tontería permanecer aislado cuando bien podía ir a la recámara de su hijo y confrontarlo de una vez por todas. Atravesó los pasillos sin mirar a nadie, ocultando su presencia y cuidando de no llamar la atención; la oscuridad y el silencio le indicaron que se acercaba a la privacidad de la alcoba donde su el muchacho era tratado como la elite entre la élite.
Sin embargo, para su desgracia, entre más se acercaba, más se convencía de que no había nadie en ese lugar, supo por ende en dónde le hallaría. Le desagradaba la idea de que sus hijos siempre compartieran cuarto. Ya estaban grandes, no había excusa para que todo el tiempo necesitaran dormir juntos. Usualmente no se metía en esos asuntos porque eran las pocas libertades que les daba y le parecía inofensivo que se juntasen para conspirar entre ellos o quejarse de lo que fuese, incluso podía resultar educativo si Killua aprendía a controlar un poco más a un tipo tan complicado como lo era su hermano mayor, no obstante lo encontraba excesivo para alguien con la edad de Illumi. Respiró profundo, regañaría al mayor por ser tan permisivo y le dejaría en claro a Killua que su hermano no era un objeto para declararlo "su propiedad" frente a todos. Además de que esa clase de oraciones podían ser tomadas de otro modo en un lugar como Tierra Sagrada.
Caminó sin prisa a la habitación del albino, esperó en silencio en la entrada, puesto que le pareció que todo estaba en silencio, cosa rara, considerando que había percatado sus presencias en el interior. No estaba equivocado. Esperó. El sonido de la cama le llamó la atención, era un rechinido que, si no fuera porque estaba pensando en sus hijos, habría identificado con más rapidez, pero tuvo curiosidad y enfocó toda su atención en lo que ocurría en el interior.
—Illumi —escuchó la voz de Killua.
Le pareció extraño, usualmente el albino llamaba «aniki» a Illumi, y aunque llevaba tiempo llamándolo por su nombre, hasta este momento fue que se percató del cambio.
—Ah…
Esa voz le hizo experimentar los peores escalofríos que hubiese sentido en su vida. No sonaba como una queja, sino como una clara y firme expresión de placer.
—¿Adentro?
Ahora era la voz de Illumi, conforme prestaba más atención, más podía distinguir con claridad lo que decían, aunque también influía el hecho de que iban elevando sus voces.
—Por favor…
«Esta es una pesadilla», se dijo, pero no podía moverse, no había reacción alguna a la que pudiera atinar.
—¿Quieres que termine aquí, adentro?
—Ah…
Y esas últimas palabras fueron todo lo que necesitaba. Estaba al borde de perder el control, enloquecer y entrar, pero todavía se dio el lujo de reflexionar. Killua no parecía asustado, no sonaba como alguien abusado, todo lo contrario, parecía estar de acuerdo y pedirlo, «por favor», había dicho. También Illumi parecía pedir permiso para satisfacerse, preguntando y actuando en base a la respuesta. No podía decir que fuera un acuerdo con toda seguridad, sonaba más bien a que Illumi lo había inducido, quizá un trance, una aguja, no dudaba de esos efectos. Si entraba, si los interrumpía y avergonzaba a su heredero, cabía la posibilidad de lastimar la psique del muchacho, su orgullo y dignidad. No era necesario actuar así. No tenía necesidad de humillarlo.
Con la ira, el horror y la desesperación contenidas, casi detiene su corazón para no atraer la atención de ambos muchachos y optó por la sabia decisión de volver a su pieza a planear detenidamente en su siguiente movimiento. Acabaría con Illumi, recordó las palabras de Kikyo y se sintió más herido que nunca, su esposa estaba en lo cierto. Ahora podía incluso creer que había sido el mismo Illumi quien, movido por sus nuevos secuaces dentro de los Iluminados, había mandado a sacar los ojos de su madre para no permitirle ver lo que ambos hacían. Se dijo con firmeza, que lo mataría, ya no tendría piedad con él.
Estuvo dando vueltas en su cuarto en un arranque de nervios entre su instinto paternal y su furia contra su propio hijo. Pensando constantemente en su descubrimiento, replanteándose la idea de que matar al muchacho era en extremo rudo. Quizá no hacía falta llegar a tal punto, ahora se retractaba, pero al recordar la posible traición planificada, su ira se encendía y se debatía entre matarlo o castrarlo. No quería enloquecer del asco y horror que esto le provocaba, necesitaba desahogarse y ahora mismo sentía que no tenía con quien hacerlo. En otro momento hubiese contado con su esposa, incluso Gotoh llegó a ser un buen confidente, pero sin ambas opciones, finalmente se vio orillado a llamar a la única persona capaz de darle un buen consejo.
—¿Papá?
—Ah, vaya milagro, ¿negocio nuevo?
—Papá, tengo… —se vio tentado a colgar, cambiar de tema y enfocarse en cualquier cosa que no revelara su penosa situación, pero sabía que no podía evitarlo, aunque quisiera, su padre tarde o temprano se enteraría.
—Tengo algo importante que decir.
Las pausas estaban desesperando al anciano, no era usual en Silva alargar una conversación sin sentido.
—¿Vas a decir algo o ya me puedo ir?
«Sé directo», se aconsejó mentalmente para darse fuerzas.
—Descubrí a Illumi y a Killua teniendo relaciones sexuales.
Hubo silencio, Zeno sabía que esto un día ocurriría aunque había confiado en que pasaría un largo tiempo antes de que llegaran a descubrirlo, evidentemente se había equivocado.
—¿Dónde está Illumi?
—Lo sé… soy un idiota, no me atreví a abrir la puerta. Ni siquiera recuerdo por qué.
—¿No le hiciste daño, cierto?, Silva, es importante que mantengas la calma.
—¡Que no le hice nada!, eso fue, soy un idiota, debí haber escuchado a Kikyo.
—No —cortó tajante, estaba furioso con su nieto mayor, pero no se lo iba a transmitir a su hijo que, era claro, se encontraba en un shock emocional—. Escúchame, y escucha con mucha atención. Yo ya sabía que ellos dos estaban juntos, llevan tiempo saliendo.
—¿Qué? —se horrorizó todavía más, su padre lo había soltado como si fuese algo totalmente aceptable—, no, no, no puede ser papá. No puede ser que me hayas ocultado esto. Esto es…
—Planeaba hacerlo… pero los idiotas se adelantaron. No los molestes Silva, ellos dos no están infringiendo reglas de la hermandad, sólo cuestiones morales, pero es mutuo, quiero decir Killua está consciente.
No iba a aceptar las palabras de su padre. Él conocía a Illumi mejor que nadie, lo había criado, Illumi nunca había sido un chico normal ni fácil de aceptar, tenía un claro problema mental que les había sobrepasado en su momento, y gracias a eso lo habían destituido como heredero. Parecía que su padre había olvidado todo esto de golpe, se sintió traicionado y rodeado por enemigos.
—¡¿Cómo puedes creer eso?!
—¡Yo mismo lo examiné! —pero Zeno ya sabía que su hijo se pondría insoportable, estaba preparado para sus arranques de ira—, puse a un equipo especializado. Revisamos a Killua a profundidad, y es voluntario, las pruebas salieron negativas. Quise separarlos pero ambos se enfrentaron y créeme, Killua puede ser bastante persuasivo cuando de amenazar se trata. Hay una historia detrás, algo que debes saber, pero hablar por teléfono es estúpido.
—No me importa, la quiero saber ahora.
—Es cosa de los Iluminados… —contestó indicando que estaba en el lugar adecuado para hacer sus preguntas.
Más silencio. Silva apenas podía resistir sus ganas de ir tras sus hijos y sacarlos de la cama a golpes. Escuchar «Iluminados» después de los sucesos de la noche sólo encendió más su ira.
«Por eso es que los juntaron en la mesa, porque ellos aprueban su relación», se dijo con irritación.
—Sólo atiende lo que te pido, no los lastimes, no los dañes, ambos son inocentes. Sobre ellos no hay que cargar nuestra ira.
No podía creer que su padre dijera esas palabras a la ligera, parecía que él vivía en una dimensión totalmente diferente a la suya. Detestaba que fuese así porque de nuevo se descubría a sí mismo como un grandísimo perdedor que no había podido controlar a su propia familia.
—Ellos no pueden estar juntos, Killua es un niño.
—Estás en la cueva, pregunta —contestó a secas, al menos más relajado de ver que Silva no planeaba agredirlos de buenas a primeras—. Mañana iré, hablaremos sobre la estrategia con la que afrontaremos esto. Pero por el momento, mantente sereno, confía en mí un poco, yo tengo las cosas en observación.
¿Qué más podía hacer?, no lastimaría a Illumi, una parte de su corazón le decía que esto había sido su responsabilidad como padre, que si hubiese sido más cuidadoso sus hijos no estarían incurriendo en prácticas asquerosas. Para su colmo había escuchado que también era inocente, lo cual todavía movía más su balanza justiciera; realmente no quería matar a su hijo mayor, no tenía la suficiente voluntad para lograrlo. Podía salir y atacarlos como tanto le apetecía, pero si los lastimaba y se arrepentía, no soportaría cargar con más culpas. Además no lo haría puesto que se encontraban en terreno de los Iluminados, un lugar donde quedarían en ridículo como familia si él se salía de control. Aceptó lo que su padre le decía, al fin ya tendría tiempo exigir las respuestas que tanto necesitaba.
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Había pasado alrededor de una hora y ambos jóvenes habían conciliado el sueño. Killua se encontraba agotado, su energía necesitaba reponerse tras el juego con Tamuz y por más que deseaba interrogar a Illumi, no estaba en la mejor condición para analizarlo y conseguir toda la información que quería. Se había resignado, no sin antes pedirle a Illumi que se quedara a hacerle compañía el resto de la noche, por lo menos se daría esa libertad en su accidentado día.
El celular de Illumi comenzó a sonar, mas ninguno de los dos se movió; deseaban ignorarlo puesto que realmente estaban en una posición muy cómoda, y al ver que el sonido no paraba y que la dichosa persona estaba aferrada a contactar al mayor, tuvieron que aceptar que uno de los dos tendría que girarse a tomarlo. Illumi, con pereza, estiró la mano para alcanzar el aparato que estaba al otro lado, sobre una mesita de noche, y Killua se despertó un poco, sólo para alcanzar a ver quien buscaba a su amante.
El teléfono todavía sonaba cuando le mostró la pantalla para calmar sus ansias, vieron que era el abuelo e Illumi atendió sin más demora.
—¿Abuelo?
—¿Estás con Killua?
—Sí.
—Mantente tranquilo —advirtió, Illumi contuvo la respiración una milésima de segundo, ya se estaba haciendo a la idea de que sería una noticia difícil—. Tú padre los descubrió.
—Ah ya veo —contestó con neutralidad, acarició los cabellos del menor y susurró—: tengo que salir, ya vuelvo.
—¿A dónde…?
—Espera un momento, abuelo —advirtió al anciano al ver que Killua no le dejaría salir tan fácil.
—El abuelo quiere decirme algo importante, dame un momento, ¿de acuerdo?
Lo miró con recelo, pero confió en él y lo dejó salir sin hacer más escándalo, el cansancio era más poderoso de lo que calculaba. De todos modos confiaba en que Illumi no le ocultaría nada, era parte de su acuerdo inicial: no mentir. Una regla valiosa para mantener su relación estable.
—Listo —contestó el teléfono cuando estaba lo suficientemente lejos como para que Killua no escuchara.
—Esto te pasa porque no puedes mantener los malditos pantalones en su lugar, ¡carajo!, ¡no te costaba nada aguantar la calentura!
¿Qué podía alegar ante tal acusación?, tenía razón. Debió resistir la tentación, pero estaba tan feliz de ver a Killua tan fuerte, felicitarlo por haber mostrado una actitud valiente, tanto que no pudo evitar sentirse excitado por la noche y la fiesta. Exponer a Killua a otro mal momento no sería fácil de perdonarse.
—A…
—Eres el mayor, Illumi. Razona como un adulto, si…
—Lo sé, abuelo. Es mi responsabilidad, la asumiré.
No podía esperar menos de su nieto, era un hombre ahora, no lo trataría como a un niño que no sabía responder por sus acciones, estaba bastante irritado, pero todavía había algo que le preocupaba más.
—No lo hagas como lo hiciste conmigo —ya había entendido que Illumi era un muchacho con una mente muy perturbada, asumiría culpas que no le correspondían y acataría toda clase de castigo con tal de satisfacer esa tristeza interna—. La última vez sólo lastimamos a Killua. No quiero que él nos vea como sus enemigos, debe confiar en nosotros. Va a ser el futuro líder, no lo olvides.
Illumi por supuesto que lo entendía, pero no podía asegurarle a su abuelo que controlaría sus hábitos tan malamente arraigados en su corazón.
—¿Nos ayudarás?
—Sí, hablé con él. Ya sabe lo que te ocurre, fue a hablar con los Iluminados. Te recomiendo que vayas con Killua y actúes normal, no le vayas a decir nada porque Silva va a querer asegurarse de que no sea otro de tus trucos y si intentan mentirle entre los dos, él lo sabrá. Créeme, siempre lo sabe.
—De acuerdo.
—No dejes que Killua se vea expuesto otra vez.
Jamás permitiría que Killua fuera visto por nadie más, sus celos no se lo permitían, y no importaba si se trataba de su padre, de igual modo se aseguraría de dejar en claro que él tenía una importante exclusividad sobre él.
Prepararon una estrategia de emergencia, no querían llevarse una mala sorpresa. Con su padre nunca podían dar todo por un hecho, podía actuar calmado y en cualquier momento mostrar sus verdaderas intenciones. Además temía que él cometiera una locura junto con Kikyo y los intentaran dañar. Regresó a su cuarto con mucha preocupación, y miró al menor que lo esperaba impaciente.
—¿Qué ocurrió? —se sentó en la cama, por la manera en la que su hermano había salido del cuarto tenía un mal presentimiento.
—¿Recuerdas que alguna vez te dije, que un día habría cosas que no podría decirte por tu propio bien? —Illumi se detuvo al pie de la cama, tenía claro que Killua le haría una pelea por su silencio.
—¡No me digas que esta es una de esas! —hizo un movimiento para levantarse y confrontarlo— Illumi, no, dime.
—Kil, no puedo —pero Illumi no le permitió levantarse, comenzó a subir a la cama e intentar sonar lo más despreocupado posible—. Lo lamento, no es que no quiera decírtelo, pero podría afectar de forma negativa a nuestro futuro y yo quiero tenerte a mi lado, si tengo que ocultarte esto, lo haré —su mirada lucía sería, bastante decidida a mantenerse firme.
Killua lo miró con ruego, pero de inmediato entendió que iba en serio. Illumi tenía esa aura hermética que le indicaba que antes que arriesgarse y desobedecer las reglas, huiría de él. No podía decirle a Illumi que hiciera algo indebido, sobre todo cuando declaró que estaba en juego su relación, Illumi era muy estricto al respecto, no sacrificaría nada en vano. Tomó la mano del morocho y la colocó sobre su mejilla.
—Más te vale decírmelo cuando tengas la primera oportunidad. No podré estar satisfecho hasta saber lo que pasa.
—Tenlo por seguro —y con la mano todavía en su mejilla, lo besó en los labios. El miedo por perderlo y lastimarlo le recorría, eran palabras que no podía aceptar. Lucharía por él, por sus sentimientos, haría todo lo posible por protegerlo y proteger la relación por la que tanto se estaba esmerando.
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En cuanto cortó la llamada fue de vuelta a la fiesta; iba con paso lento, los brazos cruzados y una mirada que helaría hasta al más valiente. Galileo fue el primero en verlo ingresar por la entrada de la cueva y comprendió el sentimiento en su expresión. Había descubierto algo gordo, se abrió el paso entre la multitud, con temor de acercarse al asesino; no era fanático de hacer negocios con esa gente, pero por respeto a Illumi, lo atendería así fuese la última cosa que hiciera en la vida.
—Bienvenido de vuelta, Silva.
—Ustedes lo sabían, ¿verdad?, la relación entre mis hijos…
—¡No me culpes!, ha sido Kikyo —fue lo primero que se le ocurrió para defenderse y frenar la ira del asesino—, ella es la principal responsable de que tus hijos se vean forzados a ir contra su naturaleza.
Escuchar el nombre de su mujer le hizo dudar. Killua solía hablar con odio hacia su madre, y lo peor es que el niño nunca se animaba a explicar sus motivos. Todos los focos se prendieron; para colmo su padre había añadido que giraba en torno a los Iluminados. Ya no podía esperar por las respuestas. Las cosas comenzaban a tener otro sentido: el odio de ella hacia Illumi, y a su vez, la forma en que Killua la despreciaba; el hecho de no tener cooperación por parte de sus hijos para la búsqueda del culpable que le había sacado los ojos a su madre, y el hecho de que no encontraran rastro del autor de la tortura de su esposa; todo tuvo sentido. El culpable se encontraba en las mismas filas de los Iluminados, y era una venganza, ¿de qué?, no lo sabía, pero estaba claro que alguien no quería a su mujer. Incluso sus hijos podían ser los autores de tal atrocidad.
—Ahora mismo no puedo revelarte toda la historia, pero si te quedas mañana, haré una reunión para ti, y todo quedará claro.
Dudó si forzarlo a hablar o esperar hasta ese momento. Por supuesto que le urgían las respuestas, pero no quería que sus hijos estuvieran presentes, no quería que los usaran como rehenes en su contra, si es que su furia se desataba. Ellos dos eran variables que no podría contener y desconocía si se pondrían de su parte o defenderían a los Iluminados. Optó por la sabia decisión de aguardar hasta la mañana.
—Estaré esperando —contestó con rencor. Se dio la vuelta y regresó a su habitación, al menos fingiría dormir.
Por la mañana se prepararon para regresar a casa, y en cuanto estuvieron listos, salieron a encontrarse con Silva. Para su sorpresa su padre no parecía tener planes de regresar a la con ellos. Silva los observó detenidamente, de pies a cabeza a ambos. Illumi bajó la mirada, comprendía lo que quería transmitir y sintió una carga por tener que mentirle.
El hombre se percató de detalles que no había reparado antes, Killua traía puesta la playera que Illumi usó el día anterior, mientras que el mayor había conseguido una nueva, además, Illumi tenía marcas en su cuello, unas marcas rojas que contrastaban bastante con su piel blanca. El morocho sintió la mirada en su cuello y recordó que Killua las había hecho la noche anterior, pero ya era muy tarde para cubrirse, así que pretendió no darse cuenta.
—¿Te regresaste a la fiesta, verdad? —preguntó Silva, pretendiendo hacer conversación.
Killua notó que los ojos de su padre estaban fijos en las marcas de Illumi, y tragó saliva.
—Sí —mintió.
—¿Tienes una pareja dentro de los Iluminados?
Miró al albino de reojo, y maldijo en su interior.
—Sí.
Silencio. La mirada de odio en Silva les hacía dudar que fuera una buena señal.
—¿Entonces esa era la razón por la que andaban con esto de que le perteneces a Killua? ¿Querías reservarte para alguien dentro de los Iluminados? —no respondieron, no había nada qué decir—, olvídalo Illumi. Te entregaré a alguien, debí haber imaginado que estabas haciendo una de tus estupideces.
—Ni se te ocurra —advirtió Killua—, te lo he dicho ya papá, no puedes entregarlo.
—Kil, no tienes poder sobre esta situación… —le había respondido, pero no se atrevía a verlo, no quería descubrir en su hijo más rastros de actividad sexual— Kikyo tenía razón, Illumi debe estar bajo ambientes controlados.
—Esa estúpida mujer… ¿por qué mejor no le preguntas sobre las cosas que te ha ocultado?, ella sólo ha arruinado nuestras vidas, estoy seguro que eso sí es de tu incumbencia, pero sí te metes con Illumi, te las verás conmigo.
Esto era todo lo que Silva quería lograr, Illumi lo sabía, quería provocar a Killua para ver sus límites. Recordó las palabras de su abuelo, no debía dejar solo a Killua; no debía actuar como un como un adulto que asumía resignado sus responsabilidades.
—Tampoco yo permitiré que hagas como te plazca, papá. Ya no soy un niño.
Silva lo miró con asco, lo último que deseaba era escucharlo hacerse el digno cuando era a quién más culpaba en esos momentos.
—Después hablaremos sobre si eres o no un mocoso. Vayan a casa, yo me quedaré aquí.
No refutaron, partieron atravesando el bosque, de vuelta a la montaña, y en el camino tomaron el carro de Illumi. El mayor condujo en silencio mientras sentía la mirada de su niño sobre él, parecía estar batallando con alguna idea en su mente que no le dejaba mantener una conversación casual. Esperaba que se animara, y entre más cerca estaban de casa, más le desesperaba de su mutismo. Tenía curiosidad por saber lo que estaba pensando. Lo volteó a ver en una de esas ocasiones en que sentía sus ojos clavados en su rostro.
—¿Ocurre algo Kil?
—¿Eh? —se ruborizó— no, nada.
No sabía cómo empezar a agradecer ese gesto amable que había mostrado con su padre, de hecho, no estaba seguro si era algo que debía agradecer, quizá podía ofenderlo accidentalmente por insinuarle que le fastidiaba mucho que siempre se victimizara ante los problemas.
—Vamos, llevas así desde que salimos de la cueva. Dime qué te ocurre, por favor.
—Fue… agradable —contestó vagamente— la forma en que le respondiste a papá… siempre has podido ser libre de decir lo que quieres y sientes. Lo que le dijiste fue muy va-valiente.
Estaba rojo, no porque fuera difícil decirle cosas agradables de vez en cuando a su amante, sino porque tenía miedo de la reacción. Se había esforzado mucho en no sonar demasiado evidente en lo que intentaba comunicar.
Illumi siguió observando el camino, se preguntó cuántas veces Killua deseó que él se defendiese de las agresiones de los demás, cuando le acusaban de cualquier cosa que él no consideraba justa. Mientras que él aceptaba toda clase de culpas, el menor debía haber estado retorciéndose por dentro de sólo verlo actuar así.
—Lo aprendí de ti, gracias.
Killua se sintió profundamente conmovido por el halago, ahora tenía fe en que las cosas mejorarían. El mundo brillaba de un color precioso, fue capaz de apreciar el atardecer; estaba radiante de felicidad, quería llegar a casa y encerrarse en el cuarto junto a él; hablar de los asunto con su padre, de su nuevo cargo, la ceremonia, tantas cosas por tratar, y sobre todo, deseaba hacer el amor con él, sentirse uno con su cuerpo.
En cuanto llegaron, Illumi lo retuvo unos instantes para besarle. No querían separarse, ni tener que fingir ser hermanos hasta llegar a su espacio privado, pero sabían que tendrían que enfrentar esa realidad.
Y al cruzar la puerta, sintieron que las cosas estaban muy mal. Había un hedor de muerte y sed de sangre desde la entrada. Uno de los mayordomos nuevos se presentó con el rostro ensangrentado y paralizado de pánico; su brazo derecho estaba casi desprendido y a duras penas podía mantenerse de pie, si lo hacía era gracias a la adrenalina por su deseo de sobrevivir.
—¡Amos! —les llamó— un intruso, un intruso…
Se trababa, y esto desesperaba a los muchachos, no era como si tuvieran mucha paciencia con las personas que no estaban lo suficientemente entrenadas.
—Un hombre entró a la casa —se quejó del dolor—. Ha estado persiguiendo al amo Kalluto.
—¿Dónde están? —el albino preguntó alertado.
—Están… están intentando distraerlo —el hombre no pudo resistir más, cayó de rodillas recuperando el aliento—. Es un hombre que dijo conocerlos, dijo ser un mago. Ha matado ya a veinte de los nuestros.
Antes de que Illumi pudiera pronunciar el nombre, Killua había desaparecido usando su supervelocidad para socorrer a Kalluto.
Kalluto tenía una terrible mala suerte. Hasta ese momento agradecía que la araña le había ignorado y no le había tomado como un enemigo, desconocía el motivo de por medio, pero de todos, no imaginó que Hisoka se atrevería a ir tras él, especialmente porque no era alguien que no parecía tener aliados. Sus mayordomos le habían intentado proteger al máximo justo como Silva había ordenado, pero Hisoka no había tenido problema alguno con deshacerse de la mayoría. Kalluto había hecho todo lo posible por mantenerse lejos de él, huir y ocultarse, era lo mejor dado que Hisoka era fuerte. Afortunadamente él tenía la habilidad para detectar personas y eso le permitía esconderse. Sólo que la sed de sangre del pelirrojo era tan poderosa que le otorgaba una sensibilidad extra que cada vez lo ponía en más peligro. Estuvo oculto tanto como pudo hasta que Hisoka le encontró y tuvo que huir, llevaba unos minutos corriendo de un lado a otro, intentando crear la mayor distancia posible para poder ocultarse de nuevo, pero Hisoka era demasiado veloz.
Hisoka tenía dos objetivos en mente: atrapar a Kalluto y forzar a Illumi a cumplir su trato, o mejor dicho, el trato de Nimrod. Venía completamente enfocado en atrapar al enano escurridizo cuando una patada dio con una fuerza tal en su rostro que fue a dar contra los árboles, y en el impacto la madera retumbó, sacudiendo las hojas, haciéndole perder la visión. La cobertura de Nen, que por seguridad mantenía a su alrededor le había salvado de perder la mandíbula por completo. Perdió la consciencia por unos cuantos segundos, suficientes para permitir a Kalluto percatarse de lo ocurrido. Killua le había salvado.
Sin embargo, gracias a su experiencias en batallas, tomó esto como una ventaja. Killua le había tocado y se había impregnado con su Nen; aprovechando su distracción, mientras ambos chicos le veían reponerse y fingir preocuparse por su rostro, veloz y disimulado, arrojó otro tanto de su Nen, esta vez atinó al rostro del Zoldyck menor. Tenía a ambos en sus manos. Estaba a punto de hacer su siguiente movimiento cuando una aguja atravesó la línea que unía su Nen con el cuerpo de Killua; se percató de una segunda aguja iba a romper el hilo con Kalluto, pero no fue lo suficientemente rápido para lograr su objetivo.
—Kil —Illumi lo había alcanzado, venía tras él bastante preocupado.
—Illumi no, no te acerques —podían más sus celos que su necesidad por defender su territorio. No quería darle oportunidad a Hisoka de ver a su amado, pero ya era muy tarde.
—Déjalo ir —amenazó el morocho, ignorando la petición de su niño.
—¿Por qué? —respondió sonriente—, esto es bastante divertido, tres contra uno, me pregunto en qué terminará esto.
Killua concentró su Gyo, como lo había hecho Illumi y se vio la línea que sostenía a Kalluto, el cual estaba todavía en riesgo de ser retenido por el pelirrojo. Así mismo se percató de algo más.
—Terminará muy mal para ti, y lo sabes —le advirtió al falso mago—. Es un desgaste terrible lo que haces para permanecer con vida, ¿no lo crees? —señaló el Nen que mantenían a Hisoka con vida.
En efecto, Hisoka ahora no era tan fuerte como antes. Su propio Nen le tenía preso manteniendo unidas las partes de su cuerpo que habían sido destruidas durante la batalla con Chrollo. Por tanto, una parte importante de su Nen estaba en constante flujo para conservarle con vida, por lo menos hasta que su cuerpo se recuperara de verdad, de lo contrario no habría nada que pudiera salvarle.
—Bueno, aquí tengo la solución a mi problema.
Contestó burlesco, refiriéndose a Alluka. Illumi no entendió de lo que hablaba, pero Killua sí, lo notó cuando la mirada dorada se detuvo sobre él de una manera que no tuvo de otra más que reconocer que él no hablaba al aire.
—Ella no está aquí.
—Sí él está aquí —señaló a Illumi—, ella lo está. En algún lado lo está.
Por primera vez en mucho tiempo tuvo temor de Hisoka, comprendía lo delicado que era estar cerca de él. Hisoka era el peor enemigo que podía tener, era capaz de comprender la debilidad de Illumi y el problema con Alluka, conocía a Kalluto y no era precisamente aliado de los Zoldyck. Bien podía representar un problema serio, si se lo proponía. Killua retrocedió instintivamente para proteger a Illumi, pero este se hizo a un lado, tampoco era como si Illumi fuese a permitir que Killua le protegiera poniéndose en riesgo a sí mismo.
—Illumi, no.
Pero el mayor no contestó, sólo colocó una mano en su hombro para contenerlo.
—Oh… veo que ya me has cambiado, qué pena que sea así, ¿yo no soy tan bueno para ti?
Killua casi se arroja sobre Hisoka cuando le escuchó decir esas palabras. Nadie tenía derecho a bromear con esas cosas, menos una persona que de verdad tenía un historial con Illumi. Por suerte se resistió, le lanzó una mirada de odio absoluta; la electricidad de su Nen se amplió y fue una advertencia muy efectiva.
—Lo siento chicos —se mofó el mago— pero tengo asuntos con su pequeño hermano.
Estiró el hilo que mantenía a Kalluto. Había preferido cambiar de tema antes que provocar al albino, sabía que en cuanto pusiera un dedo sobre él, le esperaba lo peor porque Illumi no pelearía contra él como una batalla normal, sino que usaría su conocimiento de magia para retenerlo y contra eso no podría enfrentarse sin salir bien librado.
—¡Te he dicho que le sueltes! —se preparó para iniciar una pelea, Killua dio otro paso adelante, no quería dejarlo actuar por su cuenta.
—¿Qué tal si no?, ¿qué tal si en lugar de eso negociamos las cosas?, yo necesito a su hermanito por motivos de negocios. Él tiene una habilidad que me interesa, y lo requiero, no como una araña, sino como un Zoldyck. Podría pagar el precio.
—Esta no es la forma de entrar a nuestra casa —se apresuró Killua—, ni hacer negocios con nosotros. Largo.
—O podría, tomarlo por la fuerza y, de todos modos, Illumi me debe algo muy importante…
Illumi sabía que Hisoka era un enemigo formidable. No por nada Nimrod había aceptado sus servicios con toda calma, no dudando en ningún momento de su capacidad. Además poseía cualidades a temer, una de ellas era su espeluznante capacidad para obtener información.
—O podría acabar contigo, justo en este momento —continuó el pelirrojo.
—Ja… como si eso fuera posible —quizá era altanero, pero era su instinto Zoldyck de querer sobresalir en todas partes.
—No me retes.
—No podrías, Kil —Illumi de nuevo intervenía.
Killua volteó a ver a su hermano, justo cuando le escuchó pronunciar esas palabras. La principal razón por la que Hisoka era de temer para él, era precisamente porque, al ser una marioneta, sus acciones resultaban errantes en la mayor parte del tiempo, imposibles de medir, y lo peor de todo era que sus vidas estaban tan entregadas a sus amos que no podían morir tan fácil como decirlo. El amo debía concederles la libertad de morir, sólo así podrían comenzar a temer y vivir como cualquier otra persona lo hacía.
—No puede morir, por eso es que lo dice. Se confía en sus habilidades y las restricciones que tiene.
Killua miró con confusión a Hisoka, y otra vez a su hermano. Todavía no le quedaba claro lo que pretendía decirle, esperaba que continuara explicándose pero Illumi no lo hizo, parecía estar más preocupado por algo que traía en mente.
Illumi pensaba en la seguridad de Killua, de su familia. Hisoka era un problema que era mejor resolver cuanto antes, pelear no era una opción; no era necesario desgastarse en algo riesgoso cuando bastaba con satisfacerlo, sólo eso.
—¿Qué tal si te doy lo que quieres, pago la deuda de Nimrod, y nos dejas en paz?
Sus ojos brillaron, era una oferta muy valiosa para él. Ser libre, vengarse del hombre que le había puesto en esa condición tan penosa, hacerlo y poder usar su Nen a su antojo, moverse en la luz pública sin temor, hacer lo que le placiera con la seguridad de que era su voluntad y no la de sus amos.
—No es tan fácil —respondió— tendrá que ser cuando yo te lo diga, no cuando tú lo digas.
—Me parece bien, dime cuándo y ahí estaré.
—¿Qué tal ya? —preguntó al aire.
—No hay problema, ahora mismo partimos en su búsqueda. Yo sé dónde se encuentra en estos momentos.
—Illumi —le llamó Killua con voz gélida.
De nuevo ese sentimiento de controlar cada segundo de la vida de su hermano reaparecía, ¿cómo podía atreverse a complacer a su rival? No lo podía aceptar. Pero la mirada tierna de ruego del morocho le rompió el corazón, era como si le dijera exactamente que comprendía su sentir, que no quería herirlo, pero que debía hacerlo.
—Estaré bien, confía en mí. Volveré pronto.
—Vamos —la enorme sonrisa de Hisoka le hizo recordar el mensaje por el que comenzó a odiar a Chrollo cuando este le dijo a Illumi que quería una oportunidad con él.
—Está bien, ve —contestó con desdén el albino—, pero no esperes verme feliz.
El joven heredero se dio la vuelta, mostrando su completa indignación e Illumi tragó saliva. Esas palabras le habían dolido. Hisoka ya había soltado a Kalluto y en un abrir y cerrar de ojos, ambos salieron rumbo a la cueva.
Killua se fue a la casa junto a Kalluto, debían arreglar los problemas ocurridos. Kalluto intentó llamar la atención de su hermano en varias ocasiones pero el albino estaba cerrado, no podía pensar en otra cosa que no fuera su amante. Sus increíbles celos y su deseo por apartarlo de todos.
Su mente sólo tenía espacio para él; en que estaba a solas con ese hombre, que no sabía cuándo volvería ni donde estaría, que tenía mucha frustración y quería mandarle cientos de mensajes al celular, y a la vez no, no quería hacerlo porque su orgullo no se lo permitía. Quería reclamarle, decirle que se había ido sin siquiera despedirse; que era muy cruel de su parte; reclamarle que lo había preferido a él, que Hisoka ahora era más importante en su vida, y cuando pensaba eso quería mandarlo al carajo, odiarlo por no haber pensado en sus sentimientos. Entonces recordaba su mirada de súplica y no podía evitar pensar que estaba actuando como un obsesivo, se odiaba a sí mismo y el ciclo se repetía. Ignoró a todas las personas que intentaron hablar con él, incluso evadió a Kalluto cuanto pudo. No quería escuchar palabras amables, quería que Illumi le hablara.
Gracias a todos por leer.
Yuuki! Te echaba de menos, ya sé que la historia es muy larga, pero nadie me detiene y es por eso que sigo acá.
Importante: Veamos... si eres de los pocos que leen mis notas, sabrán que en septiembre mi madre falleció. No es un mes muy agradable y me da mucha depresión, así que tengo que anunciar que lo más probable es que venga el hiatus, cualquier cambio o noticia que tenga que darles lo hará por la fanpage de facebook me encuentran con el pseudónimo de loveoverxshimja por si quieren mandarme algún mensaje y charlar. Son bienvenidos todos!.'.
