Han sido días terribles uno tras otro. Les dejo este capítulo especial para ver si así mi suerte vuelve
HADOS
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Dio media vuelta, había visto a sus hijos partir y estaba seguro de que no intervendrían en sus asuntos. Estaba a punto de enfrentar su destino y pelear por la libertad de su familia, o al menos eso deseaba; no obstante, se sentía miserable y responsable por todo lo que ellos estaban pasando, especialmente Killua, el cual era quien más carga llevaba en los hombros. Pero era ya muy tarde para retractarse, no podría detener la tormenta que vendría. Ingresó a la cueva, mirando con desprecio a los seres que ahí dentro le esperaban.
El lugar lucía igual que la noche anterior, con decoraciones rimbombantes y símbolos místicos adornando las paredes; velas, luces, flores, todo listo para una fiesta, pero en su corazón ya había perdido la paz. Sus hijos estaban afectados de forma irremediable, tan sólo hablarían de cómo tendría que vivir con esto y los beneficios que recibiría a cambio de soportar la injuria. La furia lo consumía sin poder descargarla.
—Aquí estoy, bola de parásitos, ¿qué tanto me han estado ocultando? —no podía contener sus deseos de insultarlos, de mostrar su odio sin llegar a su deseada violencia.
No había tanto público como hubiese esperado, siempre le había tocado enfrentar a grandes grupos de concilios, evaluadores y demás gente especializada en el tema que él iba a debatir, pero esta vez se encontró con un grupo de apenas cuatro personas, entre las que se encontraba Galileo. Apostaba que el bastardo se había visto obligado a asistir, le sorprendía ver que el Barón de R y Geppetto no estuvieran ahí presentes.
—Silva —le llamó uno de los ancianos—, come un poco, no quiero darte malas noticias sin ofrecerte algo refrescante.
—¡Déjate de estupideces!, debería asesinarlos a todos, agradece que estoy dándoles una oportunidad para negociar —tomó asiento. La mesa tembló ante su imponente presencia, quería intimidarlos y que ellos fueran los que se sintiesen mal de hablar con él.
Era exasperante ver que no se inmutaban ante su enfado y su Nen que fluía con furia. Era claro que ellos no temían a él porque no les atacaría. Al contrario, le sonreían como si estuviesen esperando que, en efecto, actuara de ese modo. En realidad así era, ellos entendían que no sería fácil de asimilar y que tendrían que esforzarse por demostrar lo importante que era que cooperara con ellos para beneficio de todos.
—Tu error fue casarte con una sacerdotisa cuyo voto era mantenerse virgen. Lo sabías, sabías que Illumi no debió nacer y aún así seguiste adelante —respondió un anciano de barba larga y blanca, sus ojos grises, casi pálidos, daban el aspecto de estar ciego—. Nosotros te ofrecimos el aborto como solución para ti, Kikyo quedaría maldita, pero tú no tendrías que cargar con ello. Así que estas son tus consecuencias.
Detestaba recordarlo, que se lo dijeran una y otra vez; que era su culpa, que él había tomado malas decisiones y esto sólo continuaría como un efecto dominó. Hasta ese momento comprendía que había sido manipulado para aceptar cualquier castigo y carga en su familia, siendo que él también había caído en un engaño, nadie le había hablado las cosas con sinceridad. Con el paso del tiempo fue descubriendo la lamentable realidad a la que se había vendido.
—Maestro Ser Piero —le llamó Galileo con voz apacible—, ha sido un desafortunado accidente del destino, Silva nunca tuvo una participación activa en esto. Kikyo fue quien lo fundió.
A Silva siempre le molestaba la impresionante hipocresía con la que Galileo se conducía en todo momento. Siempre que el tipo se encontraba con alguien de algún rango importante, solía actuar con mucha elegancia, respeto y usar un montón de palabras suaves que terminaban por convencer a quien le escuchara, pero no con él, con la gente inferior a Galileo; el hombre solía ser cruel, frío y ni siquiera se atrevía a mirarlo para hablarle a menos que algo importante estuviese en juego.
—Yo no llamo accidente a las acciones de Dalozza —le contestó Ser Piero.
—Sea como haya sido, quiero las respuestas y las quiero ahora —reclamó Silva, no quería perderse en una discusión que de poco o nada le serviría. Conocía sus trucos, y no dudaba que este fuera una forma para distraerlo o menguar su resistencia mental contra su manipulación.
Dejaron su drama antes de que Silva volviese a llamarles la atención, se miraron cómplices, diciéndose con la mirada que el momento de hablar había llegado, justo cuando Zeno ingresó al lugar. Habían hecho tiempo para que el anciano llegase y controlara al hombre, temían que en un arranque de ira terminara por asesinarlos a todos.
Al principio, como era de esperarse, Silva no lo vio bien, no podía creer que detrás de todo el asunto de la cadena que, en un principio Kikyo usaba, se escondieran dos seres de tanta trascendencia. Le costaba trabajo aceptar que además de la mujer de Nen, que habitaba en Alluka, también estaba el hombre de Nen, que había vivido en el cuerpo de su hijo, atormentándolo por años; que durante tanto tiempo hubiese ignorado el sufrimiento de su hijo mayor, entregándolo a una vida terrible, siendo acusado de traidor. Aunque Galileo y compañía no conocían la historia completa sobre Illumi y Nimrod, el hecho de saber que sus hijos necesitaron su apoyo durante muchos años y que él no hubiese podido mover ni siquiera un poco sus recursos para protegerlos; que Killua se había sacrificado por la causa, usando su propia libertad para compartirla con su hermano, le había dejado sin aliento. A duras penas podía enojarse, no tenía ganas de discutir sobre si era correcto o no que su hijo de catorce años estuviese en una relación incestuosa, tan sólo quería recuperar la poca paz y el honor que les quedaba como familia.
—¿Hay esperanza…? —preguntó dudoso, por fin habían encontrado una forma de hacerle entender lo delicado de la situación— Killua es muy joven para verse en algo así…
—No quiero desanimarte, Silva —respondió el tercer hombre—, pero es muy probable que no se pueda recuperar, no sabemos cómo estos seres permanecieron en esta dimensión por tanto tiempo, ni cómo fue que se adhirieron a un objeto; nunca nos lo han querido revelar, y los que cooperan con nosotros, tampoco lo saben puesto que parte del proceso involucra una pérdida de memoria, probablemente como medida de seguridad. Teníamos esperanza en que Nimrod nos lo revelara, ya que es el primero de todos los magos, y fue la figura que inspiró la aparición de muchas hermandades, un hombre poderoso e imposible de controlar.
No podía imaginar el dolor de Killua, la soledad de Illumi y de Alluka; las tragedias que escondía Kalluto e inclusive los secretos con los que cargaba Milluki. Todo mientras que él se había compadecido sólo de ella, de su mujer y sus mentiras. El sabor amargo de la decepción se esparció por su boca, pero no podía desahogarse, le resultaba difícil decidir echar de su vida a la responsable de tantos sinsabores. Además estaba consciente de todos los padecimientos que ella también había cargado a lo largo de su vida, suficiente sufrimiento como para comprender que hubiese recurrido a tanto horror, al menos, comprensible para su mente atrofiada.
—¿Tienen que ser… tienen que caer en algo tan desagradable para poder mantener a Illumi bajo control o sólo hace falta un poco de cercanía? —quería tener la esperanza de al menos romper con la relación y llegar a un acuerdo menos violento.
—Tendrás que hablar de eso con Illumi, él es el único que lo sabe a ciencia cierta —contestó Galileo, preocupado porque Silva interfiriera con el deseo de Illumi, era mejor que el Gran Maestro se condujese como más le conviniera y que la hermandad lo respaldara con lo que fuera que él pensara, sin cuestionarse si era verdad o no.
—Silva —le habló su padre—, yo también quisiera encontrar un modo en que podamos disolver esta relación, pero no quiero arriesgarme a perder a toda la familia sólo por lo deshonroso que me resulta esto —comenzó a explicar, Silva parecía un niño asustado en medio de la oscuridad—. Si algo le ocurre a Illumi, automáticamente Alluka saldrá afectada, si esto ocurre, Killua huirá de nosotros, no habrá forma de controlarlo; como consecuencia, los Iluminados lo someterán, te quedarás sin heredero y Kalluto… es evidente que algo le pasa a ese chico, después de todo lo que ocurrió con Kikyo. Probablemente también entre en rebeldía. El único que te quedará ahí es Milluki, y él no nos sirve para lo que necesitamos. Esto tienes que tomarlo por completo o rendirte.
—Papá, no puedo seguirles el juego y pretender que está bien que ellos dos… —de sólo imaginarlo le asqueaba—, no puedo, no es tan sencillo.
—Sólo evítalo, no lo veas y, mientras lo haces, coopera con nosotros para que el Gran Maestro esté libre y disponible para trabajar sin la presión de Killua —aconsejó Galileo.
¿Qué más podía hacer? Estaba contra la pared, se lo habían dejado en claro. No podía separarlos y perder a la familia. De pronto el consejo de Galileo sonaba atractivo y válido. Asintió mecánicamente, con la mirada perdida en la nada. Se lamentaba mucho por cosas del pasado, detalles que quizá, poniendo un poco más atención, pudieron haber sido diferentes con su oportuna intervención, pero a estas alturas, detenerse en el pasado no arreglaría nada.
Los hombres le habían dicho que Killua estaba con Illumi de forma voluntaria, que él mismo se había propuesto recuperar a su hermano por el bien de Alluka; de esta parte no dudaba que su hijo hubiese tenido tal voluntad para hacerlo, pero el hecho de que, en el camino, terminara por enamorarse de su propio hermano le resultaba imposible de creer. Por eso mismo, tras debatirlo con los Iluminados, prepararon un plan para comprobar qué tan veraz era esto. Si descubría que Killua mentía, haría todo lo posible por conseguir una salida para su heredero, era todo lo que por el momento podía hacer.
Cuando estaban a punto de marcharse, tras varias horas de discusión entre ellos, sintió la presencia de su hijo mayor regresando a la cueva. Se puso de pie y salió a recibirlo, por un momento olvidó incluso que él era de quién había estado hablado todo este tiempo; ignoró el llamado de los hombres que tardaron en percatarse de lo mismo que él, y se encontró con su hijo, quién los esperaba al otro lado de la cueva.
Illumi apareció con su aire imponente, esta vez no se estaba esforzando por disimular que era una persona influyente. Lucía molesto, cosa rara dado que solía aparentar estar tranquilo la mayor parte del tiempo; había llegado junto a otro hombre, uno que Silva no conocía, pero que suponía que el resto sí identificaba. Se preguntó qué había sucedido con Killua, ¿estaría en casa? No era muy común verlo lejos de él, sobre todo ahora que comprendía la importancia de que estuvieran cerca.
—¿En dónde está a Geppetto? —preguntó con voz de mando, los Iluminados presentes recularon, preferían dejarlo en manos de Silva.
No obstante, el padre del muchacho volteó a verlos a ellos, acusándolos con la mirada por cobardes. Él no les defendería de la ira de su hijo. Al contrario, de ser posible, lo incitaría a continuar.
—Gran Maestro —respondió ser Piero—, no se encuentra aquí. El Maestro Geppetto fue a la iglesia de San I, rumbo a su ceremonia de purificación.
—Puede ir a hacerles compañía —sugirió alguien más—. Hay un viaje que se saldrá en una hora, es el último dirigible que va hacia ese rumbo, pero me temo, Gran Maestro, que su invitado no puede ir. Es un evento privado.
—No estoy solicitando permiso para llevarlo —contestó con firmeza, y entonces todos comprendieron que se trataba de algo delicado.
—¿No es negociable? —Galileo indagó con un aire de tristeza, lamentando la suerte de su amigo.
—No, está en juego la integridad de Killua. Nada es negociable bajo esas condiciones.
—¿Killua está bien? —preguntó su padre.
—Ahora sí —lo miró un breve instante y luego se enfocó en Galileo—. Sólo quiero localizar a Geppetto, con esto bastará para saldar cuentas que Nimrod dejó atrás.
Illumi conocía la amistad que tenía Geppeto con él y con el Barón. En cierto modo, le guardaba gratitud a Galileo por ser el único que le ayudaba en todo momento y sin pretensiones de por medio, por eso mismo deseaba darle alguna especie de explicación para que comprendiera que todo estaba bien justificado.
—De acuerdo, Maestro —contestó ser Piero ya resignado—, puede ir por la senda a la iglesia, detrás de la cueva; allá encontrará el dirigible que espera por los invitados faltantes. Este es el camino más rápido. Llegará ésta misma tarde y el regreso ya es por su cuenta.
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Illumi caminaba pensativo, atravesando la profundidad del bosque. Recordaba la mirada y los reclamos de Killua; lamentaba por completo no haber podido corresponderle como era debido. Pensar que estaba triste le atormentaba y robaba su atención. Hisoka venía tras él, en silencio, con su sonrisa de autosuficiencia que tantas ganas le daban de eliminar. Sería un viaje largo. No quería tocar su celular por temor a descubrir un mensaje ignorado del albino, pero sabía que eventualmente lo haría y prefería que eso ocurriera cuando pudiera tener un poco de privacidad.
Llegaron al dirigible que esperaba al último grupo. Los invitados no les hicieron preguntas, tan sólo saludaron a Illumi como siempre, con una gran sonrisa y de buena gana. Illumi sólo deseaba que partieran para poder aislarse y atender sus asuntos; por lo menos eso había imaginado y, para su desgracia, Hisoka, una vez que estuvo arriba del dirigible, se sintió más que nunca con el ánimo de conversar. Pese a que intentó caminar rápido para hacer una distancia que le sirviera de indirecta para alejar al pelirrojo, Hisoka lo tomó como un reto personal y se le pegó a toda costa, hasta que logró arrinconarlo en el cuarto privado que le correspondía al morocho.
—¿Ahora qué quieres?, no tengo motivos para aguantar tu compañía —rezongó harto de su persecución.
Hisoka sonrió como si estuviese hablando con un gran amigo de la infancia, y se rio para restarle importancia a su malhumor. Se cruzó de brazos y procedió a recargarse en la puerta, indirectamente indicándole que no escaparía de esta.
—Sólo vengo porque noté algo curioso.
—¿Qué? —preguntó sin tapujos.
—Así que ya tomaste su virginidad por completo…
Tornó los ojos con fastidio. Ya sabía que no sería fácil salir de esta situación.
—Vaya —se hizo el tonto—, acabo de recordar que no tengo porqué hablar contigo —se giró para mirar por la ventana, pretendiendo ignorar el resto de la conversación.
Hisoka se rio, era evidente que Illumi lo había hecho, Killua tenía la mirada de alguien que ya entendía sobre esos asuntos, era muy fácil de notar; su comportamiento era un claro ejemplo de una persona que ya había experimentado el placer de pertenecer y ser dueño de alguien.
—¿Y qué tal es en la cama? —necesitaba hacer las preguntas más extremas posibles si quería ver alguna reacción en él, no iba a escatimar en el nivel de intrusión con tal de divertirse.
—¿Qué parte de…?, ah, olvídalo.
—Debe ser delicioso poder tener a quien deseas en el momento que deseas. Debe ser… —suspiró— simplemente perfecto.
Desde que era muy joven, siempre le había molestado escuchar que involucraran a Killua en temas vulgares. Razón por la cual Milluki siempre lo catalogó como un santurrón; actuando tan pulcro y decente cuando hablaba del albino. Hisoka estaba tocando justo los puntos que más protegía. Lo peor era que no podía escapar de él tan simple. No importaba si lograba salir del cuarto, de igual modo le acosaría. Guardó el celular que traía en la mano, fastidiado de no poder verlo y mandarle un mensaje a su niño.
—Entonces, debo decir que has hecho un magnífico trabajo con Killua —Hisoka continuó molestándolo.
—¿Por qué no sólo cierras la boca y me dejas terminar mi trabajo?
—Tranquilo, mocoso —aunque esta vez no se sentía en la posición de llamarlo así, no quería perder la costumbre—, sólo quiero hacer esto más ameno.
—Sólo por ponernos a platicar, esto no se va a volver más ameno.
—¡Oh qué pena! —exclamó con falsedad.
Más allá de su enojo, no sólo por las preguntas, estaba molesto por la reacción que Killua había tenido antes de que él se marchara. Él sólo quería protegerlo, y proteger a la familia; no había nada de malo en su actitud; además, se suponía que ya habían llegado a un acuerdo con respecto al tema de Hisoka. Uno que habían hecho mucho tiempo atrás y que, al menos él sí recordaba; se suponía terminaría el favor de Hisoka para deshacerse de ese lazo que Nimrod había formado. Luego estaba la otra cosa que más le fastidiaba, quería comunicarse con el albino, para pedir perdón por haberse ido sin decir más; aclarar que en realidad no deseaba abandonarlo. Tan sólo necesitaba recordar ese acuerdo para calmar las aguas. En cambio estaba ahí, teniendo una charla «amena» con el tipo que le había causado serios problemas con su inestable pareja.
—Sólo quiero terminar el trabajo y ya —deseaba echarlo, pero entre más mostrara su ira, Hisoka más se le pegaría, así que trataba de contener su prisa para no darle gusto al pelirrojo.
—Eso es lo extraño —confesó Hisoka, en un esfuerzo por alargar la conversación—, no puedo creer que vayas a ir a matar a un tipo que pertenece a la misma hermandad por la que trabajas, y no cualquier tipo, sino alguien con mucho poder.
—Haré lo que me venga en gana, no necesito dar explicaciones.
Hisoka tenía motivos para preocuparse, puesto que bien podía tratarse de una trampa. Que en cuanto bajaran del dirigible, lo aprehenderían, le someterían y le harían arder en fuego para un ritual. No estaba preparado para eso, y lo sabía, había entrado a la boca del león por voluntad propia, apostando todo o nada. Vigilaría cada movimiento de Illumi hasta garantizar que no había trampas de por medio.
—Cualquiera diría que tu actitud es sospechosa…
Por otro lado, Illumi era honesto, no había pensado en usar a la hermandad como su herramienta personal, temía siempre a lo que ellos se cobrarían en retorno por sus favores; sin embargo el hecho de poner en todo momento una barrera para frenar a la gente que quisiera acercarse a él, hacía que todos dudaran de sus palabras.
—Lo que sea con tal de alejarte de una vez por todas.
—Wow, vaya… —se rió—, lo dices como si yo siempre estuviera detrás de ti.
—Es tu maldita culpa —no pudo resistirlo más, necesitaba desahogarse, tenía demasiado estrés en sus hombros y no encontró momento más oportuno que este para terminar diciendo esas palabras.
—¡¿Mi culpa?! —se hizo el indignado.
—Tú fuiste el que le dijo a Chrollo lo que pasó entre nosotros, y luego Chrollo se lo dijo a Killua. Por tu falta de control es que yo tengo que pagar, espero que estés satisfecho.
—Espera, espera… —no le hubiera importando tanto de no ser porque la expresión de Illumi era escalofriante, como si de verdad le señalara de algún acto horrendo—¿Me estás reclamando porque tu noviecito te hizo una escena de celos por algo que pasó hace…?, ¿cuánto?, ¿diez años?
—No fue una escena… —intentó justificarse pero ya era muy tarde, había mostrado más de lo que en realidad quería.
—¿Ah no? —irónico, logró volver a presionar los botones que Illumi salvaguardaba—, se ve que te tiene bien controlado.
—No está mal… —se justificó, aunque no se lo creía del todo—, tampoco es como que yo no quiera que lo haga.
—No, claro que no quieres que te controle —tenía ganas de soltar la risa, pero le pareció más interesante lo que estaba sucediendo ahí como para perder la única conversación humana que había tenido en meses—. Estás adaptándote a una relación con un niño de catorce años, es eso.
Illumi se hizo a un lado, dándole la espalda al vidrio para ver al pelirrojo. La verdad es que sabía a dónde iría esa conversación y era algo que había intentado evitar desde hacía un tiempo. Temía que otras personas, con mayor edad y experiencia, le revelaran en su cara sus temores, mismos que no podía enfrentar ni tenía argumentos para defenderse.
—Quiero decir, estás intentando tener una relación madura con un niño. Naturalmente las cosas no van a marchar con calma, y por eso te ves obligado a aceptar lo que sea que Killua te imponga con tal de mantener las cosas en paz. No es que quieras que te controle.
—¿Y?, no hay nada de malo en darle lo que necesita para que esté bien.
—Yo no he dicho que esté mal.
—Eres el único que ha sacado el tema.
Era por demás ridículo que alegara eso cuando desde el inicio había sido Illumi el que había desencadenado esa conversación. Hisoka se apartó de la puerta, para ir a recargarse en la ventana, junto a él, ya viendo que el morocho comenzaba a ceder.
—Tú sabes bien que me atrae Gon —continuó con más empatía, tal vez y así no se aburriría tanto de su conversación trivial—, pero no por eso voy tras él. Prefiero esperar a que madure un poco y esto se vuelva más sencillo, pero tú…
—Bien por ti. Yo no tuve opción.
—Pues eso ya es tu asunto —cortó su reclamo.
En primer lugar, Hisoka mismo había provocado en su momento a Illumi a creer que estaba enamorado de Killua; fue él quien le incitó a usar el sexo entre ambos para desahogar una necesidad imposible de satisfacer. Por eso mismo es que el pelirrojo sentía cierta responsabilidad al ver que su creación había madurado a un límite no sospechado. Encontrarse al morocho tan desorientado le hizo sentir un deje de pena, al pensar que él estaría en esa misma situación de no ser porque él sí tenía su objetivo claro y esperaba a Gon con más paciencia, como si estuviera garantizado su éxito.
—De haber tenido opción, hubiese hecho lo correcto —alegó en su defensa. Illumi siempre se decía a sí mismo que Killua hubiese estado mejor lejos de él, que él estaba ahí arruinando su vida. Sólo esperaba que, cuando Killua se arrepintiera, le diera oportunidad para estar cerca y observarlo a la distancia.
—Eso es lo que dices ahora —se mofó—, pero la verdad es que, los tipos como tú y como yo, sólo estamos al acecho de la mejor oportunidad. Si él te buscara, no podrías rechazarlo.
Al final sí habían tenido una especie de conversación amena. El problema para Illumi fue que el falso mago no le dio ni un instante de paz; tuvo que resignarse y dormir, de alguna manera quería despejar su mente y era el único modo en el que pudo dejar de ver a ese molesto intruso.
Tras cinco largas horas de viaje, el dirigible al fin aterrizó. Era un bosque con apenas unos caminos trazados entre los árboles, las flores y un paisaje inexacto entre tanta oscuridad. Podían sentir el frío del viento corriendo entre la naturaleza; escucharon el ruido del bosque nocturno, el canto de las aves, y el murmullar de los roedores que seguramente caminaban entre la oscuridad; apenas silenciados por el sonido de agua, no sabían si provenía de un lago o algún arroyo, pero podían escucharlo. Siguieron la luz de una inmensa fogata que estaba encendida entre la oscuridad. Un espacio despejado al que tenían que llegar y donde se celebraría el ritual.
—No creas que lo dejaré vivir mucho —advirtió una vez que bajaron.
—¿Qué insinúas? —algo de eso le había irritado, apenas había puesto un pie fuera del dirigible y ya el Zoldyck estaba amenazándolo.
—No lo torturaré. Sólo quiero matarlo e irme, quiero estar lo más pronto posible en casa.
Ya sospechaba del plan de Hisoka; le pediría tiempo para poder hablar con Geppetto y reclamar el inmenso daño que le hizo, quizá alargar la muerte tanto como fuera posible antes de tomar la decisión de acabar con el plan, y esto, por supuesto, Illumi no estaba ni por asomo, dispuesto a satisfacer. De sólo pensar en Killua, deseaba poder hacerle una llamada o enviarle un mensaje, con tantas interrupciones apenas había visto su celular un par de veces, en ambas ocasiones notó al menos cinco llamadas perdidas, distanciadas entre algunas horas.
Era de noche. Antes de su llegada, ya se había llevado a cabo una ceremonia, misma que se habían perdido, y tocaba una segunda ronda nocturna, pero aparentemente Geppetto se encontraba ausente. Le habían advertido que iban tras él, y había aprovechado las horas que le quedaban para ocultarse. Illumi supo que no sería tan fácil cuando al revisar la zona se percató que no se encontraba; había desaparecido. Solicitó respuestas, un itinerario del anciano y de inmediato le proporcionaron lo que buscaba.
—¿Gran Maestro, no gusta formar parte de la ceremonia? —y con la información, también intentaron disuadirlo de cumplir su misión.
—No.
—Su acompañante también puede entrar, no tenemos problema con que…
—No, he dicho. No tengo planes de entrar en otra ceremonia, sólo quiero localizar a Geppetto.
Parecían desanimados, Geppetto era una autoridad; un hombre de política y muy popular en su país; una persona que tenía un rango importante en la hermandad y en la sociedad, además, su magia era espléndida, una enciclopedia de rituales e información importante sobre tantas cosas que su gusto por los niños era tenido en poco como una paga por su inmensa labor. Representaba a un grupo de pederastas diplomáticos en su tierra natal, así que acabar con él también representaba un problema para todos aquellos a los que protegía, sería un importante desestabilizador para la hermandad. Aunque los que le querían no contaban con que Geppetto no sólo estaba enterado de su juicio, sino que también estaba listo para morir; ya había vivido lo suficiente para saber que no se salvaría. La única razón por la que se había ocultado, era para nombrar a su sucesor, y sólo estaba esperando el momento en que este apareciera para hacerle saber su plan.
—¿Qué haremos? —le preguntó el pelirrojo al ver la falta de actividad.
—Esperar. Geppetto va a dirigir el siguiente ritual, no se lo va a perder, así que tenemos que esperar.
Vio que Hisoka se daba la vuelta, para buscar un lugar donde sentarse mientras terminaba su venganza, y en seguida él aprovechó para sacar su celular. Quedó impresionado, tenía al menos doce llamadas perdidas de Killua. Nunca se había sentido tan atemorizado hasta ese momento; se imaginó lo peor, él podía estar en peligro, podía estar teniendo problemas con su padre o cuando menos, al borde de un colapso nervioso por su ausencia; no sabía cómo saldría bien librado. Tragó saliva y, justo cuando iba a devolver la llamada, escuchó que la multitud se reunía y una baraja sacó volando su teléfono.
—Ya está aquí, deja de distraerte —el pelirrojo se burló de su falta de concentración.
No había tenido la defensa alta como solía acostumbrar; estaba bastante estresado por lo que el albino podía estar haciendo y sintiendo; era su prioridad y no lo estaba atendiendo como era debido. No quería ni imaginar la cara de Killua cuando lo volviera a ver. Una cosa era reclamar su partida, otra eran doce llamadas perdidas.
Recogió el aparato, respiró hondo, se dijo que terminaría rápido y lo contactaría.
—Hoy es un gran día —escuchó que Geppetto decía— hoy, mis hermanos, he de retirarme a reunirme con los Grandes, los Astros, y los otros Grandes Maestros, que aguardan por mi espíritu. Es por eso que me complace anunciar a mi sucesor.
Con pasos lentos Illumi fue acercándose al espectáculo, Hisoka se unió a él, siguiéndolo por la espalda; todavía dudando de lo que el Zoldyck fuera a hacer. Es cierto, Illumi bien podía solicitar que atraparan a Hisoka y luego pedirle a Geppetto que se hiciera cargo de su títere, pero él no quería eso, quería demostrar que era diferente por amor a Killua. Quería darle una vida pacífica, no más sangre derramada sin una justificación real. Si podía deshacerse de Geppetto y asegurar que Hisoka se alejaría, lo haría.
—El Frater Abraxas es ahora, mi sucesor, él es un hombre digno…
El discurso se estaba prolongando demasiado, la mirada de Geppetto destelló cuando se encontró con Hisoka, las cosas ahora tenían más sentido, por lo menos moriría en manos de un viejo juguete que alguna vez dejó abandonado.
Y apenas hubo terminado su discurso, caminó cabizbajo, rumbo al matadero. Había un silencio pesado, un ambiente triste; los que pudieron aprovecharon el momento para despedirse lo hicieron entre lágrimas y murmullos de pena, el resto sólo se retiró a preparar el funeral de acuerdo a la tradición.
La luna ya había pasado su punto más alto, el cielo poco a poco se fue iluminando, pudieron admirarlo entre el paisaje que se mostraba a lo lejos. Después caminaron entre los árboles que rodeaban el bosque oscuro, ninguno de los tres se atrevía a hablar, estuvieron observando a su alrededor, hasta que Geppeto se dio la vuelta para confrontar la muerte.
—Hijo mío —llamó a Hisoka—, has llegado más lejos de lo que jamás imaginé que lograrías.
La sola voz y sombra del hombre ya le irritaban, pero escucharlo hablarle de ese modo hacía que Hisoka enfureciera y su cuerpo se entumeciera, consumido por la ira y un bloqueo mental que no le permitían ir más allá; quería matarlo lentamente, justo como Illumi le había advertido que no haría. El Zoldyck no lo había matado aún porque estaba esperando su instrucción, mientras que el pelirrojo no podía hablar por causa de su parálisis.
—¿Ya te has decidido?
—Quiero ver que se retuerza de dolor, quiero que sienta y, al menos, pague una décima parte.
—Ya te dije que no pienso torturarlo. Sólo dime cómo quieres que lo mate.
Hisoka lo veía, deseaba su muerte lenta y tortuosa, no se iba a conformar con un «sólo matar».
—Dijiste que iba a ser como yo quisiera.
El celular de Illumi comenzó a sonar, era de nuevo Killua, el cual le marcaba en un arrebato desesperado, agonizando por dentro por causa de la larga espera. Hisoka se enfureció tanto, que sin pensarlo dos veces, le arrebató el aparato, movido por la adrenalina por no poder satisfacerse.
—Estoy harto de esta porquería —la arrojó a un lado—, presta atención de una maldita vez.
El celular cayó boca arriba sobre el lodo, y dejó de sonar. Illumi casi pierde el control, pero se recuperó rápido. No era como que un aparato tan sofisticado como el suyo se echaría a perder por un poco de lodo. De cualquier modo, estaba molesto porque su deseo por conversar con Killua era imposible, no sólo Hisoka le había arrebatado su celular, tampoco se sentía con el ánimo de ser avergonzado frente a todos; ya sabía que Killua no le daría tregua.
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La angustia por no poder comunicarse con Illumi estaba sobrepasando su límite; no entendía qué era lo que provocaba que no atendiera a sus llamadas cuando usualmente le contestaba de inmediato. Se mordió el labio por enésima vez, tenía marcas de sus uñas clavadas en sus manos; quería escribirle un mensaje, pero estaba tan molesto por ser ignorado, que su orgullo le frenaba; «es él quien debería estarme buscando, maldita sea».
Además, un mensaje no sería suficiente como para expresar todo lo que necesitaba, tardaría más tiempo escribiendo, tanto así que en perdería la pasión por reclamarle mientras lo hacía. Esperó, y esperó, distrayéndose enviando mensajes a Gon, a Leorio, incluso le había comenzado a escribir a Kurapika, con tal de no pensar en Illumi. La noche comenzó a caer y, entre suspiros, se hizo ovillo en la cama, abrazando la almohada que Illumi solía usar cuando estaba en casa. Lo extrañaba, tenía miedo de que le hubiese ocurrido algo malo, pero tenía más miedo de que Hisoka le convenciera de hacer algo indebido, podía jurar que el pelirrojo estaba enamorado de su hermano, y que haría lo que sea por llamar su atención, por «recordar viejos tiempos».
—Maldita sea.
No podía dormir, y escuchó que llamaban a la puerta, por unos segundos se ilusionó creyendo que podía ser su hermano, pero de inmediato, la presencia de Alluka le hizo caer en cuenta que pedía demasiado.
—Kil, sé que estás ahí, abre la puerta.
Fue a atender, y para su sorpresa vio que no venía sola, también Kalluto estaba junto a ella, y traían en las manos una bandeja con comida.
—No has salido a comer, ni has salido del cuarto, ¿qué tienes? —preguntó la chica.
—¿Es porque él no está…? —secundó Kalluto.
Miró al suelo, de seguro su rostro ya había respondido a la pregunta. Pensar en él le hacía sentir dolor de estómago, lo extrañaba demasiado, no podía creer cuánto lo amaba.
—No es por él —mintió, pero nadie le creyó—, no es por él —remarcó intentado aparentar enojo.
—Ay, bueno, si no lo quieres admitir, está bien —contestó Alluka— pero déjanos cuidarte esta noche, no quiero que duermas solo y te pongas triste.
Rodó los ojos, no quería compañía, todavía guardaba la esperanza de recibir una llamada de Illumi, y si estaba rodeado de personas no podría decirle todo lo que sentía, reclamarle y rogarle porque volviera a casa. No quería que nadie viera que en realidad tenía un corazón muy sensible; con que Illumi lo viera le bastaba.
—Come —Kalluto acomodó la bandeja en una mesa—, es fruta, por lo menos recupera un poco tu energía.
—No tengo…
—No te pregunté. Come.
—¡Oye, no me estés dando órdenes!
Pero ambos comprendían que estaba sensible, no tomaría las cosas con calma, ni estaría feliz o agradecería el amable gesto. Quería a Illumi —lo quería ya mismo a su lado— se moría por tomar su mano, estaba molesto y paranoico, y él no estaba ahí para calmarlo.
—Hermano, es por tu bien. Mira, si comes, cuando él vuelva tendrás la fuerza necesaria para hacerle el drama de tu vida.
—¡Yo no hago dramas! —gritó exasperado, dando un manotazo a la mesa, casi haciendo que el plato cayera.
Pero la respuesta no encajó con lo que intentaba decir, era un terrible oxímoron. Los chicos se miraron como admitiendo que en realidad sí era muy dramático, que incluso encerrarse en su habitación, usando las almohadas y las prendas de su amante, con tal de sentir su cercanía, era un gesto poco sutil.
—¡Como quieras!, pero come algo, y en cuanto termines de comer, te darás una ducha y… ¡Oh, qué genial!.
Había estado en ese cuarto en alguna otra ocasión, pero nunca se había dado el tiempo para mirarlo con detenimiento. Alluka quedó sorprendida, era un pequeño departamento de lujo, no era nada parecido al resto de los cuartos de la mansión; la mitad del cuarto tenía suelo de madera, y la otra mitad estaba bien alfombrada; tenía un par de libreros gigantescos con suficientes obras como para saturarlo; una cocina, una sala, baño, e incluso contaba con un comedor de lujo que se notaba que nunca había sido usado. Se preguntó en qué momento su hermano había obtenido un cuarto tan cómodo. Valía la pena estar encerrado ahí sólo por disfrutar de un día de relajación.
—No sabía que Illumi tenía tanto lujo en su cuarto —observó Kalluto.
—Sí, papá se lo permitió, ¿ven?, estoy bien, no estoy muriendo, aquí tengo todo, no era necesario que se preocuparan.
Y tenía razón, la cocina tenía los suficientes recursos para preparar una buena comida, además tenía en las alacenas algunos aperitivos, en caso de que el albino no quisiera cocinar. Illumi le había prestado más atención a tener comida desde que Killua se había animado a usar ese cuarto como propio; ya había colocado la mayor parte de su ropa entre el enorme closet que compartían, y prácticamente no necesitaba salir.
El entretenimiento se les acabó cuando vieron que Killua no dejaba de ver su celular, estaba evidentemente esperando una respuesta de Illumi, presionando cada cinco segundos el botón de encendido en caso de ver el icono de nuevo mensaje. Intentaron distraerlo, hablando con él de temas triviales hasta hartarse de su falta de participación, estaba demasiado preocupado por su amante.
—¿Creen que él está bien?
Al fin les preguntó. Había ganado ya confianza para hablar de lo que realmente le aquejaba, sin la amenaza de sentir que se burlarían de él y su excesiva necesidad de atención. Se habían recostado juntos en la cama, forzándolo a descansar. Alluka se acostó a su derecha, y Kalluto insistió en acomodarse en un sillón, pese a que la cama tenía suficiente espacio para una tercera persona. Killua acomodó su celular a su lado, todavía con el corazón esperanzado en recibir una llamada.
—Sí, seguramente ha de estar bastante ocupado. Hisoka es un tipo muy demandante.
Contestó Kalluto, recordando su experiencia con el molesto mago.
—Hisoka es un imbécil —contestó con desprecio—, Illumi no se da cuenta que ese tipo sólo quiere tener su atención.
—Illumi es una persona bastante importante —continuó Kalluto, ignorando su odio—; en diferentes organizaciones es alguien bastante destacado y buscado. Entre los Asesinos y entre los Iluminados es asediado, es normal que llame tanto la atención.
—No, no, con Hisoka es diferente. Él no sólo quiere su atención… —insinuó lo que en verdad sospechaba.
—Es sólo tu percepción.
Le molestó que le respondiera de ese modo. Él podía apostar su vida a que Hisoka estaba enamorado de su hermano, pero luego recordó que el falso mago también mostraba un aprecio especial por Gon, uno más consistente y real, y en esos momentos deseó que Gon apareciera para que le quitara a Hisoka de encima. Dejó de importarle la seguridad de su amigo con tal de sacarse a su enemigo de encima.
Hizo lo posible por dormir, con su corazón hecho trizas, mirando hacia la pantalla cada cierto tiempo. Su mente comenzó a engañarle con falsas alarmas, imaginando el sonido de la llamada y haciendo que se levantara sólo para confirmar que, de nuevo, había sido un efecto de su desesperación. Hasta que por fin concilió el sueño, agotado mentalmente.
.'.
Illumi había tenido que arrastrar a Geppeto hasta la orilla, para acomodarlo en un área despejada e iluminada naturalmente por el cielo, de modo que así pudiese ver mejor el panorama y Hisoka terminara de decidir cómo lo matarían. Estaban cerca de una laguna, probablemente eran aguas termales, pero con la oscuridad no era muy fácil decidir, podían oír el ruido de olas pequeñas yendo y viniendo en la orilla, el viento frío movía sus cabellos, acompañado de la humedad del vapor que por fin confirmó lo que habían pensado en un inicio.
—Aquí está bien —le detuvo Hisoka.
—Entonces enciende una fogata, no veo nada —se quejó, estaba todavía de muy mal humor por la falta de comunicación con Killua.
—Uy, ¿estamos sensibles? —se mofó.
Resopló estresado, debió ser muy obvio porque hasta Geppetto parecía que estallaría de risa. Debía recuperar su compostura. Si iba a matar a alguien como un favor y no como un trabajo, entonces le sacaría la mayor ventaja posible. Quizá interrogaría al tipo, le pondría una aguja y le sacaría información sobre el asunto de la carta, o de su trabajo, todo lo que conviniera saber para su relación con su hermano.
Mientras Hisoka encendía la dichosa fogata, él, usado sus agujas, sometió a Geppetto a permanecer de pie sobre una gran roca. Al principio pensó que sería más fácil, porque el anciano venía con la visión clara de que moriría, pero la exposición al peligro inminente, lo volvió más poderoso, y aunque clavó varias de sus agujas, no tuvieron el efecto deseado hasta que el Nen ancestral que yacía en él, comenzó a corroer las energías del anciano, y antes de que pudiera escapar, lo atrajo de vuelta.
—Es como una cucaracha que resiste al veneno, ¿eh? —se mofó Hisoka, viendo como Illumi había tenido que ir tras el anciano en varias ocasiones.
—Eso pasa cuando no cierras la boca.
Pero él seguía molesto, sólo pensaba en Killua, en la llamada que tenía pendiente. Tuvo que forzarse a sí mismo a volver a mirar su objetivo. Lo detuvo sobre la tierra húmeda. Como si estuviera atado a una lanza sobre el suelo. Geppeto no podía parar de resistirse, intentaba formar con sus manos algún símbolo de protección, incluso susurraba encantamientos e invocaciones que surtían efecto por momentos, antes de que Illumi lo contrarrestara. Hisoka agradecía no tener que ser él quien tuviese que enfrentar las maldiciones del anciano, probablemente desconocería cómo detenerlas todas.
—Lo estuve observando hoy, ¿sabes? —al fin Geppetto se atrevió a dirigirles la palabra—, yo lo llevé a lavarse en la cueva, mi observatorio especial. Era tan apetecible.
Era un arranque desesperado por parte del anciano para provocarlo y hacer que le matase rápido, sin detenerse a torturarle o, con suerte, provocaría que Illumi bajara la defensa y le permitiera huir.
—Qué niño tan hermoso. No te culpo. Tiene un cuerpo escultural, un lindo lunar en una nalga que se me antoja besar.
Illumi estaba absolutamente seguro de que lo que decía era verdad, no cualquiera conocía ese lunar, deseaba que nadie, más que él, lo hubiese visto en toda su vida. El hecho de saber que Geppetto lo había observado desnudarse le provocaba unos celos tremendos, pero en lugar de darle su tan deseada muerte, se mentalizó para complacer a Hisoka.
Sacó un par de agujas más, unas más largas y gruesas y las clavó en el pecho y estómago del anciano. Geppetto todavía estaba consciente, justo como Hisoka deseaba, y trazó un círculo a su alrededor. Había optado por realizar un ritual de magia verdaderamente fuerte y oscura para absorber todo el poder y conocimiento de su víctima.
—¿Qué haces? —preguntó Hisoka, divertido.
—Te daré tu muerte lenta, y tortuosa, ¿no era eso lo que querías?
Hisoka soltó la carcajada, acomodó un par de piedras y se sentó junto a la fogata a ver el espectáculo. Illumi trazó varios símbolos en el suelo y escuchó cómo Geppetto se quejaba de su mala suerte, lo ignoró por completo, sobre todo cuando volvió a hablar de Killua, queriendo provocarlo para que le matara rápidamente.
Lo torturó por largas horas. Sacando provecho de cada parte de su cuerpo, una por cada invocación; fue tomando sus órganos hasta que sus restos quedaron colocados entre los símbolos del círculo. El ojo derecho al lado derecho, el izquierdo a su vez en su sitio, y cada parte fue colocada con meticuloso cuidado. Al final, bebió un poco de la sangre que resbalaba por el torso, sangre fresca que recogió con la palma y bebió sin pensar. Arrojó el torso inútil al lago, y se colocó al centro del círculo para terminar el ritual.
Era escalofriante. Hisoka había disfrutado mucho de la imagen de sufrimiento y dolor que el hombre había mostrado en todo momento. Le hubiese gustado que terminara hasta que el sol saliera, ver la nueva luz del día con una sonrisa de libertad. Pero Illumi había dicho unas palabras que le habían hecho cambiar de parecer en un abrir y cerrar los ojos.
«No mereces ver el último amanecer».
Eran palabras que necesitaba decir para el ritual, pero para Hisoka era como un regalo, como si le dijera que aquel desgraciado pederasta no valía tanto la pena ni como para torturarle hasta que viera el hermoso sol alzarse por el horizonte.
El cambio dentro de él fue al instante, en cuanto Geppetto exhaló su último aliento, sintió como si su mente se relajara. Nada estaba aprisionándolo, no tenía que volver a hablar cosas que no apetecía, ni actuar sólo porque sí, ya no tenía la necesidad de huir de nada. La libertad se sentía increíble, estaba tan feliz que apenas podía contener su sonrisa. Sus años de dolor, su venganza, el peso en sus hombros, todo se fue. Era un hombre nuevo y libre. Si no se hubiese entrenado para endurecer su espíritu, habría roto en llanto en ese instante. En lugar de eso, una expresión de muchas emociones contenidas adornó su rostro. Mirando hacia el paisaje que ahora lucía más hermoso que nunca.
—¿De todo esto me he perdido? —se preguntó como quien sale libre después de años en la oscuridad.
—¿Ya estás satisfecho?
Volteó a ver a Illumi, el cual estaba empapado de sangre lo cual le provocó una auténtica carcajada. ¿Quién lo diría?, un hombre tan perfeccionista y extremo, había hecho un trabajo muy sucio que no encajaba con su personalidad obsesiva.
—Será mejor que tomes un baño, así como estás no te ves nada presentable.
Consideró el consejo, no iría a ver a Killua oliendo a sangre de un tipo del que no querría responder preguntas. Se dio prisa para salir de esa deshabitada zona, todavía siendo seguido por el persistente Hisoka que parecía tener más energía que nunca, y llegó a una ciudad, para buscar un hotel cómodo, cercano y disponible, donde tomar una ducha. Apenas encontraron un hotel, el pelirrojo acompañó a Illumi a su habitación, pese a que le había insistido hasta el hartazgo en que le dejara a solas y se marchara a atender sus asuntos personales. Con el cambio de aires, entre la naturaleza, se encontraron una pequeña zona de bares rústicos y cabañas, lo suficiente atractivos para los turistas; Hisoka vio el ambiente de fiesta y se sintió todavía más motivado que antes.
—Deberíamos salir a festejar —canturreó alegre, parecía ebrio de felicidad.
—Yo no tengo nada que festejar.
—Oh vamos, Geppetto está muerto. Es maravilloso.
—¿Sabes que fácilmente yo podría tomar su posición y volverme tu titiritero? —contestó retador, de verdad estaba dispuesto a irse. Ya no dejaría que volviera a aparecer en su vida para amenazar su relación—, eso, claro, si me diera la gana.
—Descuida, no tenía pensado molestarte —«no por ahora», pensó, satisfecho por los resultados—. De todos modos, deberías salir a despejar tu mente. Killua debe estar cansado y no atenderá tus llamadas después de que lo ignoraras todo el día.
—Cierra la boca —la única razón por la que no había podido ir tras su amado albino, era porque él se había molestado en interrumpir todas sus oportunidades. Tomó su celular y tecleó lo único que deseaba decir:
«Perdóname».
Tenía miedo de marcar y recibir un montón de reclamos que no podría negar ni evadir, si le decía esa simple palabra esperaba —de todo corazón— que Killua pudiera tener un poco de compasión por él y preparar el terreno antes de hablarle. Temía demasiado a su rechazo, no se creía capaz de soportarlo, pero a veces el orgullo y la terquedad del albino le superaban y era imposible oponerse.
Aguardó unos minutos para recibir una respuesta, pero al ver que no tenía éxito, tomó un cambio de ropas, y fue a ducharse. Planeaba buscar el aeropuerto más cercano y partir sin decir nada.
—Te esperaré aquí —le anunció Hisoka—, en lo que tardas en decidirte a venir conmigo.
Hisoka ya se las olía, era una pelea por motivos románticos, el único resultado que vaticinaba de esto era que Illumi en algún punto reconocería que no arreglaría nada por una llamada y tendría que marcharse a buscar al albino, lo cual, al menos le tomaría unas tres horas de camino, si es que tenía suerte y encontraba un transporte más rápido que el anterior en el que habían llegado. Para el momento en que Illumi se percatara de esto, dejaría su insistencia y se iría con él a festejar su nueva libertad. Lo tenía bien calculado.
.'.
El destello de la luz del celular brillando en su cara y atravesando sus párpados le despertó. Pero el aparato no se había encendido debido al mensaje que Illumi le había enviado aproximadamente unos veinte minutos atrás, sino porque la pantalla advertía que la batería estaba a punto de ceder. El albino estaba confundido entre el sueño y la realidad, sentía el cuerpo pesado como si hubiese dormido por horas, y lentamente fue abriendo los ojos para ver qué ocurría, con pereza miró la pantalla y vio que tenía un mensaje pendiente, en cuanto comprendió el nombre del remitente, se alteró. Se levantó de golpe, tomó el celular, y se apresuró a leer el mensaje. Su corazón latía con rapidez, tenía náuseas y sus manos temblaban de nervios.
«Perdóname». Decía, lo miró con horror. Un frío y vacío mensaje que apenas podía comprender. Sintió que algo dentro de él se contraíade dolor, y tuvo la urgencia de realizar una llamada.
Marcó, el celular de Illumi timbró, pero nadie atendió. El morocho lo había dejado fuera del baño, y Hisoka no se tomó la molestia de atender, por su propio bien, era mejor no tocar sus pertenencias.
El celular volvió a vibrar, advirtiendo que la batería no resistiría más, pero Killua lo ignoró, volvió a marcar el número de su hermano, con la esperanza de recibir una respuesta. El teléfono sonó un par de veces, y de pronto no escuchó nada.
—¿Qué? —casi se le va el aliento al ver que ya no había línea.
En efecto, se había descargado, y él tardó en asimilarlo, porque estaba tan cansado y angustiado que no había reparado en ese pequeño detalle. Entonces recordó que no había visto el cargador en todo el día, no tenía ni la más remota idea de dónde podía estar. Saltó de la cama, lo buscó, pero estaba tan ansioso que no podía concentrarse para encontrarlo. Fue encendiendo las luces del cuarto, hasta despertar a los dos chicos que dormían tranquilos.
—Hermano, ¿qué ocurre? —la pequeña Alluka se levantó molesta por la luz.
Su mente estaba muy alterada. Ese mensaje fuera de contexto le había hecho perder los estribos.
—¿Hermano? —le llamó Kalluto—, ¿qué buscas?
—Mi cargador, no lo he visto desde hace mucho —contestó a la fuerza, no tenía ánimos ni para responder una pregunta, sentía que cada segundo era valioso y único.
Alluka se echó sobre la cama, de vuelta, estaba demasiado cansada como para poder preocuparse por un cargador.
—¿Por qué es tan importante que lo encuentres ahora?
—Porque… —miraba de un lado a otro, levantaba los muebles como si pudiera estar ahí el mentado aparato— porque Illumi me puede llamar. Hace rato me mandó un mensaje, uno muy extraño y no me ha marcado, entonces quiero marcarle para que no piense que estoy enojado…
—Pero sí estás enojado —aclaró y un bostezo le robó la inspiración—, ven a dormir, Kil. No importa si está descargado tu celular, Illumi ya no debe tardar en volver. Además, podría marcar a la casa y buscarte, o llamarte desde mi celular, o el celular de Alluka… ¡qué sé yo!
Pero Killua no le prestó atención. Estaba decidido a hallar su cargador y salvar la noche.
—Es que Kalluto… me dijo «perdóname», ¿qué debo pensar?, está solo, con Hisoka cerca, quizá me dice eso porque… porque está con alguien más y se siente mal por eso.
—¡¿Qué?! —Kalluto terminó de despertar. Esas palabras le habían sonado horrendas.
—¿Estás afirmando que Illumi es un gran hijo de puta, que te advierte cuando te va a engañar?
—No, Illumi no es así.
—Ah, ¿entonces que sí es? —inquirió con reclamo— Killua deja de buscar —le ordenó, esta vez con la seriedad suficiente como para llamar su atención.
Killua aguardó en silencio. Cayó en cuenta que había insinuado que Illumi podía engañarlo, pero no, esa no era la idea que tenía de él. Se sintió avergonzado por haber dicho esas palabras tan malignas, y dejó de buscar para mirar a su hermano que estaba por fulminarlo desde el sillón.
—Illumi te… Illumi te ama —continuó Kalluto—, eso es obvio, cualquier persona con tres dedos de frente te lo puede decir. Aun sin saber la relación que ustedes tienen. No deberías expresarte así de él, eso es muy cruel.
—Lo sé, lo entiendo —se sentó, rendido sobre la alfombra, mirando con detenimiento al techo—, no quise decirlo así. Illumi… él es muy popular, no soporto la idea de que esté con Hisoka. Él es horrible, podría hacer cualquier cosa para convencerlo de hacer lo que le pida…
—¿Ah, o sea que Illumi es un gatito indefenso?, ¿no puede detener a un idiota como él?
Se molestó, pero no hizo ninguna expresión. Kalluto tenía toda la razón, no tenía por qué pensar que Illumi lo engañaría así como tampoco creer que no detendría a Hisoka si él se le echaba encima. Lo más probable era que mantendría una distancia prudente de todo el mundo, y estaría pensando en él, en su querido albino que le esperaba.
Kalluto se arrodilló en el sillón para observar mejor a su hermano. La discusión había elevado el tono, lo que provocó que Alluka terminara por abrir los ojos, cansada de su largo día.
—¿Qué ocurre? —balbuceó, ni siquiera era lo suficientemente consciente como para decir que había despertado.
—Nada —respondió Kalluto—, vuelve a dormir.
Killua se levantó de la alfombra, todavía mirando a los lados, en busca del cargador.
—Vuelve a la cama, hermano.
—Illumi podría estar esperando mi llamada. ¿qué tal si está intentando llamarme y ve que he apagado mi teléfono?, eso será peor. Necesito hallarlo.
—Déjalo trabajar —le advirtió con severidad—, déjalo terminar sus asuntos. Todo este tiempo estuve cubriéndolo para que Hisoka no se metiera en su relación. Ahora le toca a él hacerse cargo, quitar a ese hombre de su camino para poder estar contigo. Eso es lo que está haciendo.
Killua bajó la mirada, apenado de su actitud. Por fin se había convencido de que estaba actuando mal, que sus emociones le estaban controlando como nunca antes. Una cosa era amarlo y otra ser un obsesivo. No quería encajar en esa descripción, tragó saliva, miró a Kalluto que todavía estaba de rodillas , esperando a que razonara.
—Ven a dormir, mañana temprano usaré mis habilidades para encontrar tu cargador. Ahora sólo descansa.
.'.
Salió de la ducha, el agua tibia le había relajado bastante y se sentía más preparado para hablar con Killua. Había despejado su mente lo suficiente como para pensar las palabras que diría, todo lo adecuado para que el muchacho le escuchara y comprendiera sus intenciones y deseos. Planeaba preparar sus cosas e irse después de avisarle que iba en camino, así por lo menos podría sentirse mejor de haber aclarado un par de puntos antes de ir a verlo. En cuanto tomó su celular, se percató de que tenía dos llamadas perdidas nuevas de parte del albino, su corazón volvió a alterarse; no lo pensó dos veces, marcó al número y descubrió con amargura que Killua tenía ahora su celular apagado. Por primera vez en todo ese largo día, se enojó. Nunca antes se había enojado con Killua porque todo el tiempo hacía el esfuerzo por comprender cada uno de los sentimientos del albino, para él era de vital importancia hacerle saber cuán especial era él en su vida, así que era difícil que se enojara pese a sus desplantes y celos. En cambio, este pequeño acto rebelde de apagarle el celular, iba más allá de lo que él podía aguantar, creyó que el mismo albino había hecho como una forma de protestar por su ausencia.
No podía aceptar que Killua no tuviera consideración de él. Él también lo extrañaba, deseaba estar con él e incluso le había enviado ese mensaje en son de paz, pidiendo perdón por su falta de atención, y ahora el niño, con su gesto cruel, le decía que no valoraba sus sentimientos, que no cedería ni aunque le pidiese perdón; juzgó la acción como una muestra de excesivo egoísmo y falta de control.
—Ya, maldita sea —murmuró cansado de tanto batallar. Buscó a Hisoka, el cual estaba sobre la cama observando divertido la escena—, ¿ya sabes cuál maldito bar vamos a ir?
Había atinado por completo el resultado, se sentó en la cama y asintió con una gran sonrisa. En seguida ambos salieron de la habitación, rumbo al lugar que el pelirrojo había seleccionado como el más adecuado para su festejo, aunque también presentía que finalmente terminarían hablando sobre la relación del morocho, lo cual le parecía bastante interesante, se había estado preguntado qué clase de relación sostenían esos dos.
Les agradecería que me enviaran mensajes positivos.
Yuuki: ¿Viste lo que Hisoka quería? Me divertí bastante escribiéndolo. Intento mantener un estándar de calidad bueno, y no puedo evitar escribir demasiado, ya me rendí ante mis instintos (lol) tan sólo espero que estés bien y que pronto volvamos a hablar. Mi mala suerte va creciendo jaja así que andaré por ahí
Nos vemos el 11 de Octubre si es que no muero.'.
