Sé que me atrasé, pero saben, he tenido una muy mala época...

HADOS

Capítulo 30

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Apenas llegaron al bar, Hisoka insistió en sentarse junto a la barra, el sitio que parecía menos interesante para el resto de la gente, dado que en su mayoría estaban entre la pista de baile; además desde ese punto él era capaz de observar mejor el panorama y sentirse parte de él. Pidieron sus bebidas y vio cómo Illumi simplemente miraba a la nada, pensativo y perdido entre sus pesares. Cualquiera que lo viera pensaría que era un pobre diablo que había ido a desahogar sus penas con alcohol, acompañado de su buen amigo. Más bien era una coincidencia. Hisoka ya se relamía los labios de lo mucho que disfrutaría sacándole información al Zoldyck sobre su vida personal.

—¿Y bien?, ¿al fin te resignaste a que no arreglarás nada por teléfono? —agitó su bebida para revolverla un poco entre la mezcla.

Illumi soltó un largo y profundo suspiro cerrando los ojos. No se contendría, le daría justo lo que quería Hisoka, una de esas charlas largas y reveladoras, pero que necesitaba de verdad y no tenía a alguien lo suficiente comprensivo para compartirlo.

—Sólo tengo que esperar a que se calme. Eso es todo —intentó sonar calmado y simular que esto era algo bastante obvio y fácil de arreglar.

—¿Y por qué esa cara larga? —se rió, podía leerlo con claridad. Illumi no podía mentirle cuando había aceptado a ir con él a un bar en lugar de darse prisa por volver con el albino.

De sólo recordar en que le había apagado el teléfono, sus nervios se le crispaban. No quería pensar en eso porque si no volvería a enfadarse y prolongaría más su tortura mental.

—No es tu asunto.

—¡Oh vamos!, ni que fuera a correr a contarle a Killua sus asuntos.

—Le contaste a Chrollo lo que pasó en la Torre, dime, a él ¿qué le importaban mis asuntos?

—Qué va, eso fue en otro contexto. Quería presumirle mi suerte.

—No tienes justificación.

—Además tienes algo a tu favor. Yo estoy arriesgando mi pellejo al sentarme aquí contigo cuando tú mismo lo has dicho, yo puedo volverme tu marioneta cuando quieras, ¿no?, no pienso volver a tener un idiota espiando en mi cerebro.

Destetaba estar tan vulnerable, necesitado de hablar y con un Hisoka más que dispuesto a escucharle, seguramente tenía motivos nada agradables para hacerlo, pero le importaba ahora un carajo. Killua había herido sus sentimientos al menospreciar su buen corazón, y eso le bastaba para quejarse hasta el infinito. Pensando con frialdad, Hisoka era una buena opción para hablar; era un hombre que tenía una edad cercana a la suya y de mente bastante abierta, vería las cosas desde su misma perspectiva; no sabía qué tan experimentado era en esos asuntos, pero algo le decía que conocía un poco más del tema que él, añadiendo a esto, el pelirrojo estaba enamorado del mejor amigo de su hermano y eso, en cierto modo, le garantizaba que comprendería sus sentimientos y su inconformidad. Dio un largo trago a su bebida y dejó el vaso a un lado.

—Killua es demasiado celoso.

—¿En serio? —se mofó con ironía—, no me había percatado. Aunque bueno, si es así, quizá tiene sus motivos.

—¿Bromeas?, yo no le doy razones para que tenga esas ideas de mí.

Hisoka se tomó la molestia de pedir otra bebida para su acompañante y se alegró de ver que este aceptaba su sugerencia. El hecho de ver al Zoldyck perdido en algo tan cotidiano era demasiado hermoso para ser real. Un asesino pensando en cosas humanas, preocupado por detalles típicos de la vida.

—Es su inmadurez, ¿qué esperabas?, ya te lo dije: estás saliendo con un niño y quieres tener una relación adulta con él. Es natural que no vea las cosas desde la misma perspectiva que tú.

Esas palabras le habían dolido, Killua a veces actuaba y pensaba como un adulto. Podía pelear contra hormigas-quimera, matar, rodearse de sangre y venganza, y experimentar el sufrimiento puro, por eso mismo a veces olvidaba que trataba con —apenas— un adolescente. Killua podía ser un excelente estratega de batalla, un gran peleador y tener una resiliencia admirable, pero en cuestiones de amor, era un chico inocente y noble, que cometía incontables errores aceptables para su experiencia, pero que de igual modo resultaban dolorosos para quien tuviese que cargar con ellos.

—Yo no intento tener una relación adulta con él. Vamos a su ritmo —fue lo único que pudo responder para defenderse.

—¿Entonces por qué te desesperas?, ya deberías saber que él no tiene el mismo modo de reaccionar a las complicaciones. Eso te pasa por querer adelantar las cosas, Killua no es apto para una relación madura.

—Ya te lo dije, yo comprendo que no tiene la madurez necesaria. Además, no es como si hubiese tenido opción —se molestó, aunque era de esperar que Hisoka no comprendiera los hechos tan complicados que lo habían llevado a tal situación.

En primer lugar él jamás había forzado al albino a estar con él. Ni siquiera había planeado tener una relación con él, porque naturalmente Killua jamás se hubiese fijado en él de no ser por la carta. Era una oportunidad única que se había presentado a una edad muy temprana en la vida del menor, y no por ser demasiado joven iba a desperdiciarla; tampoco habría soportado verlo triste si no hubiese correspondido a esos sentimientos tan profundos. No valía la pena ya pensar en esos detalles, lo hecho, hecho estaba y sólo le quedaba evaluar la situación que tenía en manos.

—Mira, yo quisiera también echar a andar mis gustos, pero no soy un enfermo como Geppetto. Prefiero esperar a ver la oportunidad real, cuando las cosas se den sin tanto problema.

—Lo tuyo es una farsa —se mofó—, ni siquiera lo conoces, o dime, ¿qué tanto sabes sobre él como para jactarte de ser tan sabio?

—Sé lo suficiente como para saber esperar.

Rodó los ojos, por supuesto que Hisoka había investigado a fondo a Gon. Su origen, sus datos personales, familia y amigos. Pero respecto a su persona, podía apostar que no adivinaría nada de eso; en cambio él podía presumir conocer desde la marca favorita de chocolates de su adorable albino hasta el número de cicatrices que tenía desde su niñez. Era su adoración, no podía hacer menos por él.

—Llegado el momento lo sabré —continuó el pelirrojo—, así como tú sabes esas cosas de Killua, que nadie más sabe. No tengo prisa.

—Tú eres un depredador lento —lo acusó.

Hisoka le parecía como una bestia que se mantenía oculta por mucho tiempo, esperando el momento adecuado para atacar a su víctima. Llevaba años detrás de Gon, deseándolo como un lobo hambriento; cualquiera que no fuera observador, diría que el deseo del supuesto mago era de asesinar al menor, pero se equivocaría. Hisoka jamás se enfrentaría contra alguien con quien le llevara ventaja, pasarían muchísimos años antes de que Gon pudiera si quiera alcanzarlo, y Hisoka no podría prometer estar detrás de él como un contrincante hasta que ese momento se diera. En cambio, sí que tenía interés en él como persona, ver su progreso, incluso podía decir que se atrevería a volverse su mentor si con esto lograba ser testigo de su desarrollo. Estaba fascinado por él en un modo diferente. Buscaba la atención del menor, enfocada en los intereses que tenía en esos momentos de su vida, para así atraerle constantemente. Gon era un chico bastante difícil.

—No voy a negarlo, me resulta halagador que pienses así de mí.

—Como quiera, según lo que Kil me dice, es un niño bastante ingenuo. Ni siquiera ha de sospechar tus intenciones.

Soltó la carcajada. Sospechaba que Gon fingía esa inocencia y que sólo era una fachada bien planificada para observar todo y ocultar sus intenciones. Esa mente que poseía, tan perspicaz y provocadora, eran justo las características que incitaban su fascinación.

—Pero regresemos a donde estábamos. Killua celoso. Dime, ¿esperabas tener un efecto tan negativo sobre él?

—Por supuesto que sí… —estaba más que enterado de que esto ocurriría, era algo natural en su signo zodiacal— Sólo… sólo necesito un respiro.

Hisoka soltó una carcajada. Illumi era mucho más de lo que había imaginado. Siempre le vio como un simple muchacho novato de gustos extravagantes y fácil de controlar, pero ya no era así, había crecido bastante desde la última vez que lo vio, no podía decir que continuara siendo el mismo muchacho que había accedido a acostarse con él en la Torre sin cuestionarse si tenía lógica lo que le proponía.

—Creo que necesitarás suerte con eso —solicitó otra bebida más para él y para Illumi—, si fue capaz de dramatizar frente a mí, los mayordomos y tu hermano, sin preocuparse por lo que los demás fuesen a decir de ti, no dudo que te espera una tragedia mayor al llegar a la casa.

Tuvo deseos de hundirse en su sitio. No importaba si él se sentía ofendido porque el menor le hubiese apagado el teléfono, sólo importaría que él se fue y dejó al albino hecho una furia. El único que tendría que disculparse y buscar su redención sería él.

—¿Puede haber un poco de balance? —se preguntó en voz alta.

—Claro —le contestó el pelirrojo, comprendiendo a lo que se refería—, pero tienes que explicárselo como si fuese un… ah espera, lo es: un adolescente.

Volteó a verlo con odio y desesperación.

—Ya entendí, eso quedó claro las primeras cincuenta veces que me lo repetiste. Es un adolescente, inocente, novato y que se deja llevar por sus sentimientos. Gracias por repetirlo.

—De nada —dio un trago más, conteniendo la risa.

—Pero no lo sé, no sé si se arregle con sólo hablar. Creo que debo dejar las cosas tal cual como están ahora.

—¿Quieres que te dé mi opinión sincera? —no esperó una respuesta, era lo de menos—, no lo dejes seguir así. De otro modo va a crecer creyendo que está bien dramatizar para controlarte y va a resolver así sus conflictos contigo. Dudo mucho que eso le haga bien. Si no madura contigo, lo hará de otro modo y será peor.

Se quedaron conversando hasta entrada la noche, Hisoka estaba por demás satisfecho con los resultados y no podía quejarse de que su acompañante no le hiciera más amena la noche.

—Bueno, si un día te apetece hablar y quejarte, bien puedes buscarme —se ofreció el pelirrojo al final, ya entrando en confianza.

A decir verdad Illumi no pensaba hacerlo, prefería ir con Galileo a expresarle las cosas y obtener un punto de vista neutro. Hisoka era bastante más emocional y eso hacía que sus puntos de vista fueran bastante drásticos.

—Además, debo agradecerte la ayuda que me has brindado. No era tu deber —se burló todavía un poco más.

—¿No era mi deber?, ¿qué se supone que significa eso? —prácticamente lo había arrastrado de vuelta con los Iluminados para terminar su misión.

—Era un trato que tuve con Nimrod, bien podías haberte negado.

Alzó una ceja, no podía creer el descaro de sus palabras, pero finalmente era Hisoka de quien estaba hablando, era natural que tuviera esos arranques de estupidez y egocentrismo. En cuanto se sintió listo, salió del bar y tomó un dirigible privado rumbo a su casa. No tardaría más que su viaje de llegada. Eran alrededor de las siete de la mañana cuando entró a la mansión. Moría de ganas por volver a los brazos del albino, así que esta vez no se preocupó más por las llamadas o no, sólo dejó que las cosas fluyeran, si Killua quería llamarle, lo haría, si no, simplemente no ocurriría y para su sorpresa no hubo ni un mensaje de insistencia o reclamo. No sabía si tomarlo como una mala señal puesto que era la primera vez que pasaban tanto tiempo sin comunicarse y en parte eso le asustaba, perder su interés también era una terrible señal.

Killua estuvo el resto de la noche delirando sin poder dormir, debatiéndose entre mandarle un mensaje o saturar su mente de otras ideas. Kalluto finalmente se había resignado a ayudarle a recuperar su cargador, luego tomó a su hermana en brazos y salió, si Illumi volvía a marcarle no quería estar en medio para observar la masacre de su hermano. Una vez que tuvo el dichoso celular en sus manos, no podía dejar de ver una y otra vez los mensajes de Illumi, con la esperanza de recibir aunque fuera otra palabra más de su parte. Estaba ansioso, nervioso y constantemente su concentración se perdía.

Silva lo llamó desde muy temprano, pero al ver sus ojeras tuvo que mandarlo a descansar, aunque había tenido la intención de enviarlo a hacer otro trabajo fuera de casa. Era imposible tratar con él en esos momentos con su nivel de distracción; no había ni entendido lo que tenía que hacer y se disculpaba constantemente. El frustrado padre tuvo que reconocer que su heredero razonaba mejor cuando su hermano mayor estaba ahí para darle calma.

Resignado a que no recibiría noticias de su amante, se echó sobre la cama y a los pocos minutos se percató de lo cansado que en realidad estaba; decidió que despejaría su mente por su cuenta, sin la amable ayuda de sus hermanos menores, se colocó una de las playeras de Illumi, y durmió profundamente.

Si se había demorado tanto en el viaje, había sido porque el clima no era muy óptimo para volar, esta vez el vuelo le tomó cinco horas; entre dos pausas largas que tuvieron que hacer mientras esperaban que el ambiente mejorara, y tras un par de horas de espera, pudo llegar a casa. Lo hizo con cuidado, en silencio, no quería llamar la atención de su padre y verse envuelto de una conversación complicada, tampoco era como si quisiera ver a alguien más. así que cuidó que nadie le viera entrar. Se escabulló por la casa hasta su recámara. La luz apagada le llamó la atención, era medio día y Killua estaba todavía metido en la cama, cosa extraña considerando que siempre había alguna tarea o entrenamiento qué hacer.

Para su sorpresa, el albino no se percató de su presencia, debía estar muy cansado de tantas emociones fuertes y se entristeció por él. Apenas se acercó a la cama, el muchacho se levantó de sorpresa, abrió los ojos y vio a contraluz la figura del morocho.

—Illumi —susurró con sorpresa. Entonces recordó su enojo y todo lo que había esperado por verlo; que el mayor ni siquiera se había tomado la molestia de mandarle más mensajes, y borró su expresión para cambiarla por una más molesta. Se dio la vuelta, dándole la espalda—. Ah, qué bueno que estás aquí, me voy a dormir. Buenas noches.

Se quedó paralizado y confundido, juraba que había visto una triste sonrisa en él, cuando le vio llegar. Pensó que quizá no era tan mala señal y se acercó dubitativo a la cama; se sentó junto a él y con mucha precaución colocó su mano en el hombro del albino, presionándolo con suavidad para a modo de disculpa. Quería decirle cuanto lamentaba su ausencia, que lo había extrañado tanto y tenía miedo de su ira. De pronto sus temores se materializaron: Killua reaccionó violento, sacudiendo su brazo como para indicarle que no lo tocara.

—Estoy cansado, quiero dormir —lo había dicho con un rencor imposible de ocultar.

Illumi sintió como si cientos de dagas atravesaran su cuerpo, tragó saliva. No iba a dramatizar por el rechazo; el mundo entero podía ser cruel con él, pero si se trataba del albino, juraba que no podría resistir ni diez segundos de una mirada furiosa de su parte. Contuvo la respiración por unos segundos, se dio la vuelta y se dispuso a salir del cuarto, pensaba ir a caminar al bosque para despejar su mente y ocultar su dolor, ya imaginaba que no podría volver a acercarse al albino y lo perdería irrefutablemente, pero antes de que pudiera dar un paso lejos de la cama, sintió que una mano le tomaba por el pantalón con una fuerza que lo hizo regresar a su sitio.

—¿A dónde vas?, ¿vas a volver a desaparecer así como si nada? —la furia en su reclamo le hizo sufrir escalofríos, en verdad él no sabía cómo reaccionar ante la apabullante reacción de su amante.

—Dijiste que… —susurró con tristeza, su voz casi se quiebra así que tuvo que hacer una pausa—, que estabas cansado.

—Sí, ¿esa es tu excusa para irte?, yo nunca te dije que quería que te fueras, ¿por qué quieres huir de mí?

Quedó sin palabras, no podía siquiera pensar en qué clase de sacrificio debía ofrecer a cambio de una tregua. Killua parecía no querer tenerlo cerca, su expresión corporal le estaba mostrando un rechazo absoluto a su presencia y, a la vez no le dejaba irse, le había reclamado como si fuera la peor basura del mundo por querer darle espacio.

—No… no quiero molestarte —ni siquiera podía alzar la voz, en esos momentos sospechaba que todas las respuestas estarían equivocadas.

—¡No me estás molestando!, ¿te quieres ir?, ¡¿es eso?!

—No, Kil, claro que no —de no ser por su excelente autocontrol probablemente estaría temblando de nervios—. Kil… —intentó pensar con calma, abrir un poco sus inquietudes para ver si el muchacho tenía misericordia de él—, Kil, en verdad quisiera poder hacerte sentir mejor, no quiero que estés molesto conmigo, pero no sé qué debo hacer para solucionar este desastre.

—Te fuiste con él… no te importó que yo te dijera que no estaba de acuerdo y ahora resulta que quieres hacerme sentir mejor. Vaya casualidad… —se giró, como si no quisiera verlo, pero aun así no soltó el pantalón de su hermano. Ya lo conocía lo suficientemente bien como para saber que intentaría huir para volver más tarde e intentar mediar el problema desde otro punto de vista y no se lo permitiría.

Killua no se equivocaba, quería salir corriendo como cuando era más joven y tenía que enfrentar sus problemas imposibles de negociar.

—Kil, no fue así… —pero no supo continuar, necesitaba silencio, quería pensar sus palabras. Tenía mucho miedo de perder al amor de su vida.

—Te extrañé… te extrañé mucho —bajó la voz, estaba reprimiendo sus lágrimas tanto como podía—. No me llamaste ni una vez, sólo me mandaste un mensaje que me puso histérico y no fuiste claro, no supe nada de ti. Estuve muy preocupado por ti, ¿cómo esperas que no me sienta mal?, fue frustrante.

Al fin se dio la vuelta, para mirar más detenido a su hermano mayor, el cual volvió a sentarse junto a él, tomando su mano. Illumi besó sus dedos, y dejó escapar un suspiro profundo. Por lo menos ese gesto de amor le había dejado ver que no todo estaba perdido. De nuevo recuperaba las fuerzas para hablar.

—Yo también te extrañé. Lamento no haber hecho las cosas como tú lo esperabas, yo en realidad quería terminar el asunto con Hisoka, y las cosas no se prestaban para poder hablarte. Sabes que no me gusta tener espectadores cuando converso contigo…

Entonces todo tuvo sentido. El motivo por el que Illumi no le respondía sus llamadas era gracias a Hisoka, no porque estuviese absorbiendo su atención, sino que el falso mago estaba sobre él, no permitiéndole la privacidad necesaria para que el morocho se sintiera con la confianza de hablarle. Illumi era un tipo muy reservado. La sola imagen mental ya le enfurecía lo suficiente, pero no quería decir algo que hiciera que su hermano reprimiera sus sentimientos y terminara ocultándole información por temor a sus celos.

—¿Te… te hizo algo? —preguntó con temor—, me preocupa lo que ese imbécil es capaz de hacer.

—Kil, ¿cómo qué podría hacerme?, ambos fuimos entrenados desde muy chicos. No existe algo que yo no pueda evitar con una llave, una aguja o alguna técnica que me lo quite de encima sin tener que batallar. Además estaba en mi territorio, él era quién debía cuidarse.

Entonces las palabras de Kalluto resonaron en su mente con más fuerza y se sintió como un tonto al tratar a Illumi como si fuese un niño pequeño e indefenso que no pudiese tener sus propias herramientas para protegerse por su cuenta. Estaba actuando fuera de su razonamiento.

—Idiota… —se animó a contestarle con un aire juguetón, por supuesto que le haría hablar de todo lo ocurrido con el pelirrojo, quería saber hasta los pormenores— Yo sé que estaba en tu territorio y que puedes defenderte, pero tengo derecho a preocuparme por ti. Así que sólo contesta la maldita pregunta.

Quería reírse, pero no lo hizo. Todavía no estaba muy seguro si tendría consecuencias por mostrarse un poco más relajado.

—No, ni siquiera estuvo cerca de intentarlo. Sólo quería que terminara el trato que tenía con Nimrod y así fue.

Killua apretó su mano, al fin estaba dispuesto a mostrar cuán vulnerable era cuando se trataba de él, de Illumi, el único que había traspasado sus barreras y tocado todos sus puntos débiles hasta volverlo como papel en sus manos.

Hubo silencio, no era necesario que expresaran algo más, ni continuaran con su pelea sin sentido. Killua comprendía que Illumi sólo estaba terminando un trato, que había cuidado bien de no meterse en otro problema y que el asunto de las llamadas y mensajes había sido una cadena de malentendidos que ya no quería debatir, no más. Illumi estaba ahí junto a él, angustiado por ver de nuevo su sonrisa, dispuesto a darle todas las explicaciones que le solicitara porque para él, para el Juez de los Illuminados, el Asesino más popular de la hermandad y un erudito en múltiples disciplinas, Killua era todo lo que apreciaba en la vida.

—¿Hay algo más que quieras preguntarme? —preguntó con voz suave, por la expresión del albino era obvio que estaba comenzando a dejar a un lado la pelea.

—Todo, claro que quiero saberlo todo. Cada detalle, todo lo que te dijo, si te miró y cómo te miró, y lo que hiciste hasta el último minuto, pero… —miró hacia un punto fijo en la pared, estaba sufriendo por sus sentimientos intensos que perturbaban la mente— pero no quiero que sea contra tu voluntad. Realmente necesito que lo hagas, pero no quiero obligarte y-

Antes de que pudiese terminar la oración, Illumi tomó sus mejillas y le besó. Deslizó una mano por su nuca para sostenerlo y no permitirle que el albino se separase, ardía de deseo por probar su boca. Su cuerpo se estremeció cuando el menor colocó una mano en su pecho, bajándola sobre la tela de su ropa, rozando con sus dedos tibios su piel. Le dejó ir ante el apuro en el que se metería si continuaba con el beso, no estaba seguro si Killua estaba de ánimo para hacer el amor, incluso él se encontraba agotado por haber pasado la noche en vela.

—No vuelvas a irte sin mí… —sus ojos azules brillaban con lágrimas contenidas, y sintió que se derrumbaba ante la ternura que despertaba en su corazón.

—Nunca, sin ti no iré a ningún lado. Eres lo que más protejo y seguirás siendo lo más importante en mi vida.

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Despertaron lentamente, la luz se colaba entre las cortinas disimuladamente entre la tela clara. Illumi fue el primer en despertar, sus ojos se enfocaron en el pequeño albino que estaba dándole la espalda. Sonrió. No podía estar más agradecido en la vida; dormir junto a él era todo lo que necesitaba para levantar su ánimo. Se acercó a él, rodeando su cintura y besando su cuello.

—Hola —saludó, sentía una emoción de amor y felicidad que le incitaba a continuar con sus muestras de cariño.

Killua se revolvió, pero su sueño era más pesado, no lograba abrir los ojos. Esto sólo le pasaba cuando dormía junto a Illumi, se sentía tan cómodo y seguro que era difícil que su instinto de protección le estorbara en su descanso. Escuchó la risa disimulada de su hermano que delataba lo feliz que estaba por verlo tan tranquilo.

—No te vayas —le detuvo.

Killua nunca lo dejaba marcharse sin él, y él no podía separarse sin darle un motivo justo.

—Voy al baño.

—¿Qué hora es? —apenas abrió los ojos. Estaba demasiado cómodo para querer levantarse. Se dio la vuelta entre las cobijas tibias para ver a su hermano de frente.

—No querrás saber… son las tres de la tarde, lo suficiente como para que papá nos mate.

—Me dio permiso para descansar, dijo que en la noche hablaría conmigo —se quejó.

—Kil —sabía que lo que diría pondría en estado de alerta a su novio, pero era algo que no podía dejar pasar—, estaba pensando… creo que sería buena idea que de vez en cuando no bajemos juntos. Los mayordomos han estado hablando con papá de que dormimos juntos y podría despertar sospechas.

Esto definitivamente le hizo perder el sueño. Aunque todavía con pereza, se sentó en la cama y miró con reclamo a su hermano.

—¿Sospechas de qué?, ¿qué tiene de malo que duerma con mi hermano mayor?, tú cama es muy grande, podrían dormir cuatro personas y todavía estar cómodos. No entiendo a qué viene tu comentario ahora.

Ya sabía que sería difícil, pasara lo que pasara, Killua siempre tenía argumentos, no era fácil dejarlo satisfecho. Killua tenía una tendencia obsesiva a proteger, tan sólo bastaba con que presintiera que Illumi se sentía discriminado por algún comentario para que él entrara en alerta.

—Pero podrían pensar que estamos planeando algo. Con lo que pasó en tu ceremonia, lo más probable es que papá piense que estamos confabulando en su contra.

—Yo le dije a papá que estás en deuda conmigo, porque sí lo estás —se rió, para él este asunto no tenía mayor relevancia—, y me estás pagando como es debido, así que resígnate.

Miró hacia la nada, convencido de que no tenía mayor argumento para hacerle cambiar de parecer. Tal cual como temía, así había sido, aunque en cierto modo le alegró el hecho de que Killua se comportara como su amo. Deudor sí, pero por amor.

Para su sorpresa, al bajar, se encontraron con su padre que a la vez estaba todavía con Milluki. Al parecer discutían sobre algunas cosas de las cámaras de seguridad y, al ver a los muchachos bajar, se quedaron en silencio.

—Entonces que la «cosa» esa ya está bajo control —dijo Milluki, refiriéndose a Alluka.

Killua le dirigió una mirada de intenso desprecio, pero el mayor no se inmuto. Illumi tomó una silla y se sentó sin pronunciar palabra alguna.

—Canary —llamó Killua a la chica, que estaba de pie junto a la puerta— ¿podrías traernos algo de comer?

—Sí, amo.

—¡Ugh!, ¿vas a comer aquí?, harás que se me vaya el apetito —dijo Milluki para molestarlo.

—Oh, ¿en serio?, entonces trataré de comer contigo más seguido así quizá te ayude a bajar de peso.

—¡Cállate imbécil!

Sí, se molestaban mutuamente como solían hacer siempre que estaban cerca. Pero en todo momento, se percataron que su padre no apartaba la mirada sobre Illumi, y que éste fingía no darse cuenta. Silva lo miraba de un modo oscuro, un enfado casi sobrenatural.

—Illumi —al fin dejó su juego de observar al mayor sin decir nada—, termina de comer, te esperaré en mi recámara. Tenemos que hablar.

—¿De qué? —Killua no pudo evitar preguntar. No se sentía tranquilo cuando se trataba de juntar a su padre y a su hermano en un mismo lugar, a solas. Temía que su padre maltratara a Illumi y él no estuviese ahí para ayudarlo.

—Le dije a Illumi. No a ti. Esto es con él —contestó con enojo.

—¡Enano metiche! —secundó Milluki.

Illumi, se quedó quieto, ni siquiera movió un músculo, sólo alguien que lo conocía con tanta profundidad como el albino, podía comprender que esto significaba problemas serios. Killua miró hacia abajo y no siguió discutiendo. Eventualmente tuvieron que separarse, no sin antes prometerle que no dejaría que lo mandaran a Tierra Sagrada, y que por supuesto, le contaría todo al final.

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Illumi ya sabía lo que pasaría, o al menos tenía sospechas sobre lo que sería. Se había preparado mentalmente toda la noche para este momento y ahora estaba por enfrentarlo. Abrió la pesada puerta y vio con sorpresa que su abuelo se encontraba ahí. Había olvidado por completo que en primer lugar el anciano se había ofrecido a protegerlos en caso de ser descubiertos, tantos años de su vida siendo tratado como un enemigo que le resultó sorprendente tenerlo ahí, listo para lo que fuera a presentarse.

—Creo que esto ya lo sabes, Illumi —empezó Silva—. Te vi, a Killua y a ti. Ahora sé que están forzados a llevar una relación.

Illumi continuó con su expresión seria. No supo responder, le preocupaba poner en un aprieto a su abuelo, o exponerse a sí mismo en su lado más sensible frente a su padre.

—Entiendo que esto es parte de… lo ocurrido con la entidad de Nen, pero no veo porque Killua tiene que cargar contigo. Esta es tu responsabilidad, tú eres quien se fijó en él, tú empezaste con esto. De no haber sido por tu estúpido deseo esto no hubiese sucedido.

—No es así —contestó el abuelo—, esta es tu responsabilidad, tú aceptaste seguir esto aun cuando sabías que Kikyo había fallado a su voto y desconocíamos los efectos secundarios que esto acarrearía.

—De todos modos… si Illumi no hubiese deseado esto, si tan sólo hubiera desistido…

—No creo que sea relevante señalarnos entre nosotros —interrumpió Illumi, y se sentó frente a los dos adultos, en el cómodo sillón redondo que su padre usaba para hablar con sus hijos.

Hubo silencio. Zeno observó fijamente a su nieto. Le hubiese gustado haber tenido una charla más larga con él antes de la reunión con Silva, así al menos se hubiesen puesto de acuerdo en algunos detalles.

—Tiene razón el muchacho —secundó el abuelo—, lo hecho, hecho está, no cambiará la situación sólo porque lo deseemos.

—Lo único que podemos hacer es investigar más sobre las entidades de Nen; averiguar si hay un método que podamos hacer para removerlo de mi cuerpo. Si lo resolviéramos, no habría consecuencias en caso de que Killua y yo no nos volvamos a ver.

Lo había dicho una frialdad increíble. Su abuelo lo observó detenidamente, cuestionándose si Illumi estaba tomando en serio su relación o no. Illumi veía siempre primero por el bienestar de Killua, si un día éste deseaba ya no verlo más, estaba dispuesto a satisfacerlo, pero sabía que con la entidad en su cuerpo, tarde o temprano tendría que fallar a su promesa y rogarle por un poco de su amor. Imaginar la desdicha de su hermano, al verse forzado a corresponderle le rompía el corazón. Por eso deseaba más que nadie librarse de su cadena.

—¿Quieres decir… que si elimináramos la entidad, estarías dispuesto a dejar a Killua en paz?

Se alzó de hombros. Ya sospechaba que si esta situación llegaba a darse, su padre lo forzaría a separarse de él.

—Si fuera necesario, sí.

—No, no que si fuera necesario. Siempre va a ser necesario. Killua no tiene por qué estar pasando por algo como esto. Tiene catorce años, sólo está experimentando contigo.

Se enfadó por el comentario, tuvo que contener sus ganas de responder de mala gana a su padre. Reprimió su mal humor observando a su abuelo, en un intento por rogar su intervención. Ambos estaban de acuerdo en que no era un experimento de parte de Killua. Illumi lo sabía por la carta, pero Zeno había comprobado por sí mismo, y en esos momentos creía imposible que Killua voluntariamente se separara del mayor.

—No lo está —respondió Illumi al ver que el anciano no diría nada.

Bajo circunstancias normales hubiese dejado que su padre creyera lo que quisiera, pero su abuelo le había pedido que no «asumiera su responsabilidad» del mismo modo en que siempre lo había hecho, aceptando toda culpa sin oponerse. Por ende debía defender su relación y hacerle que él creía firmemente en el albino.

—¿Qué? —contestó incrédulo.

—Killua no está experimentando. Ya llevamos varios meses juntos, no creo que un adolescente quiera experimentar por tanto tiempo.

—No seas ridículo Illumi. Killua no es como tú, él no hubiese empezado esto por "amor" o lo que sea que te estés imaginando. Esto es cosa tuya.

—Pues aunque te cueste aceptarlo así es. Killua me buscó por su propia voluntad, yo no tuve nada que ver en esto.

Silva lucía más molesto. Tanto así que Zeno tuvo que lanzar una pequeña advertencia en su aura para recordarle a su hijo que debía mantener la calma.

—Bien, si tanto es como tú lo dices, vamos a probarlo. Vamos a ver qué tan lejos está Killua dispuesto a llegar por ti.

Tragó saliva, se imaginó un montón de posibles escenarios vergonzosos y problemáticos, con los que tendría que lidiar. Debió suponer que su padre actuaría igual que su abuelo, después de todo, eran viejas costumbres familiares que tenían arraigadas hasta los huesos.

—De acuerdo papá, haz como bien te parezca, pero te lo advierto: si lo lastimas, te las verás conmigo.

Zeno incluso tosió. Llevaba tiempo sintiéndose culpable por dejar que su nieto mayor tuviera contacto intimo con alguien de corazón tan noble y sincero como lo era el albino. Todavía tenía sus dudas sobre su integridad moral, pero escucharlo hablar con tanto valor y desinterés personal le hizo dejar a un lado sus temores y aceptar que Illumi realmente tenía sentimientos auténticos y fuertes, que no lastimaría al muchacho intencionalmente.

—No seas ridículo Illumi, yo no lo lastimaré más de lo que tú lo haces. Además, estoy seguro que si le doy alternativas, Killua resolverá las cosas de un modo mejor.

Tuvo que quedarse a aceptar los planes de su padre. Por supuesto estaba en desacuerdo con todo lo que él deseaba hacer, pero tampoco tenía opciones. Al contrario, debía sentirse agradecido de que no se dejara llevar por sus impulsos y le hubiese aplastado el cráneo por haber descubierto su nefasto secreto. Era su padre —de ambos— después de todo, debía sentirse devastado por la realidad; además no se trataba de cualquier persona sino su heredero, y de un destino en el que ninguno de los dos le dejaría nietos; tampoco podría usar a Illumi para su beneficio, en ningún negocio debido a que Killua lo privatizaría; tendría que conformarse con los resultados que el albino le otorgara, si es que estaba dispuesto a ejercer correctamente su oficio como Asesino y miembro de la hermandad.

Illumi salió de la reunión, había durado alrededor de unas cuatro horas; estaba desanimado, pensando con dolor todo lo que Killua tendría que pasar. Estaba realmente harto de tener que hacer la vida de Killua más difícil, no era su propósito, era una consecuencia de su relación; deseaba ser el único que sufriera, que su niño permaneciera intacto y feliz. En cuanto le vio a mitad del pasillo, a punto de entrar a su recámara, lo alcanzó. Tenía un sentimiento de culpa consumiéndolo y forzándolo a pedir perdón, aun si Killua desconocía lo que había ocurrido.

Lo metió velozmente al cuarto y cerró la puerta, el menor apenas iba a abrir la boca para reclamar cuando Illumi lo apresó contra la pared, besándolo una y otra vez, con una pasión agresiva que no había visto antes en él y que le hizo sentir una fascinación que necesitaba explicaciones.

—Illumi… esp… espera —pero el albino no comprendía lo que pasaba. Con cuidado le empujó para que le diera un respiro.

—Kil… —suspiró, colocó su frente contra la del menor y se quedó en silencio.

—¿Qué ocurrió?, ¿qué te dijo papá?, ¿qué tienes?

Negó en silencio.

—No puedo decírtelo. Perdóname. Sólo te daré una pista, una mala pista: he apostado todo por ti, ahora todo depende de ti.

—¿Apostar todo por mí?, ¿papá te amenazó conmigo? —Illumi no respondió—. Illumi no importa, sea lo que sea, yo puedo asumirlo. Confía en mí.

—¿Te he dicho que eres…? —era difícil expresar sus sentimientos, pero respiró hondo y continuó— ¿te he dicho ya cuan maravilloso eres para mí?

Killua desvió la mirada, sorprendido por escucharlo decir algo tan tierno. Su rubor se extendió por sus mejillas y se mordió el labio, deseaba decirle algo así, algo que también le provocara esos cosquilleos en el estómago, pero se moría de timidez.

—¿Kil?

Se había obligado a decir esas palabras con tal de llenar esa necesidad que el signo de cáncer tenía, pero al verlo en silencio, evitando el contacto visual que le mostrase si había logrado un efecto positivo, se sintió intimidado. No quería parecer un estúpido lanzando halagos no correspondidos. Aunque estaba consciente de que alucinaba tonterías puesto que Killua ya le correspondía, a su modo, pero lo hacía. Una mano jalando su mano le hizo salir de sus temores.

—Dilo otra vez —murmuró—, necesito escucharte decir esto más, quiero aprender de ti.

La puerta sonó, Kalluto era quien llamaba, y había interrumpido el momento tan íntimo en el que se habían sumido. Illumi guardó esas palabras en su corazón, para analizarlas con calma más tarde, cuando le dieran el tiempo para hacerlo. Abrió la puerta y vio a sus dos hermanos más chicos de pie, esperando la invitación para entrar.

—Te estaba buscando, me dijeron que estuviste hablando mucho con papá —dijo Kalluto—, tengo que saber…

—¡Ya estás feliz! —Alluka se abalanzó sobre Killua, abrazándolo.

Más que feliz, se veía molesto, y lo estaba, apenas había abierto una parte muy profunda de su interior, y todo para que sus hermanos llegaran para robarle la inspiración. Ya lo había estado pensando mucho: Illumi necesitaba, más que él, escuchar palabras de amor; desde que había nacido sólo le habían hablado de trabajo y asesinatos; le habían faltado abrazos y cariño, él ahora era el responsable de proporcionarle todo ese amor que tanta falta le hizo, no era justo que por culpa de su timidez su hermano continuara careciendo de esto. Debía dejar a un lado sus nervios y confesar todas esas palabras hermosas que venían a su mente cuando estaba frente a él. Decirle, por ejemplo, que amaba la su sonrisa, tan dulce, que descubría un corazón puro y precioso que permanecía oculto; la forma en que sus cabellos se deslizaban por sus hombros desnudos y cubrían su piel húmeda cuando le veía bajo la regadera; todas esas palabra que seguramente nadie le había dicho a Illumi y que apostaba que le harían sentir especial.

—Bueno, sí, ya está aquí Illumi. Naturalmente va a estar feliz —Kalluto entró al cuarto y cerró la puerta.

—¡Eres un tonto, Illumi!, nos tenías a todos preocupados.

—Ya, ya… ya le dije todo lo que hacía falta —salió Killua a defender a su amante.

—Yo no vengo a reclamar —espetó el más pequeño—, vine y Alluka me siguió.

—¡Oye!, te estoy escuchando.

—¿Entonces?, ¿a qué vienes? —indagó el albino.

—Illumi, viste al hijo de Roboam, ¿cierto? —el mayor sintió que el peso del mundo venía otra vez sobre él. Había hecho hasta lo imposible para evitar que Killua recordara ese suceso, aunque siendo francos, Killua no olvidaba nada. Siempre estaba al tanto de él y de sus acciones, no se quedaba con ninguna duda.

—Sí —fue lo más plano que pudo. Entre menos expresiones hiciera, menos celos despertaría en su amante.

—¿Cómo es él?, ¿es un buen tipo?

—¿Por qué quieres saber eso? —interrumpió el albino.

Los cuatro poco a poco fueron caminando a los sillones, Alluka corrió al refrigerador a tomar una copa que llenó con helado de fresa. Algo le decía que iba a haber un buen espectáculo por ver.

—¡Estoy hablando con Illumi! —en un principio no quería hablar esto frente a Killua, temía a todas sus reacciones, sobre todo a su poder interventor, pero no tenía opción. Su hermano nunca los dejaba a solas.

—Por favor, Kalluto —Illumi tuvo que meterse antes de que terminaran peleando, en momentos como ese, no podía evitar visualizarse a sí mismo como el padre de los muchachos—, no hace falta que hagamos esto más complicado, ¿por qué quieres saberlo?

—Hermano… tú sabes mejor que el único modo para que yo forme parte de la hermandad para la que he sido entrenado, es que me apadrinen. Yo quiero…

—De ningún modo Kalluto. No permitiré que papá te entregue como si fueras cualquier cosa.

—¡Tú no puedes evitarlo! —de inmediato se puso a la defensiva. Tenía entendido que Killua no conocía bien cómo funcionaba la hermandad y tenía esperanza de que su ignorancia le permitiera hacer la trampa antes de que él se percatara de sus derechos como heredero.

—No me retes —contestó furioso.

—No me hagas esto, por favor… Illumi —volteó suplicante el más chico volteó a ver a su hermano.

Illumi se dio la vuelta para encarar al albino y, de algún modo, defender el deseo de Kalluto, y al hacerlo se encontró con una mirada de amenaza. Detestó el inmenso control que ese muchacho tenía sobre él. Conocía cada una de sus debilidades, incluso los detalles más nimios.

—Kil, si Kalluto quiere, no deberías privarlo de su derecho a decidir —al fin ablandó sus palabras.

—Pero tú bien sabes la clase de gente enferma que hay en Tierra Sagrada. Esos viejos pervertidos sólo lo usarán.

—Estoy preparado para eso… —contestó firme, Kalluto quería demostrarle a Killua que él de verdad quería asumir esas consecuencias con tal de formar parte de la hermandad.

—No, no lo estás —refutó Illumi, para sorpresa de todos—. No tienes que hacer algo así de estúpido. Si de verdad quieres, mejor espera, quizá después de que presenten a Killua aparezcan más nuevos herederos que sean más acorde a tu edad. Es mejor que te apegues a uno de ellos, por tu propio bien.

—Pero el hijo de Roboam… yo he investigado, y sé que esa familia es la que más me conviene, están entre los Iluminados y los Asesinos, yo podría estar en esa misma posición.

—No sabes si para eso te quieran.

—¿Alguien más quiere helado? —los tres voltearon a ver a la chica que traía una enorme sonrisa, como si no prestara atención a la conversación.

—¿Desde cuándo hay eso en mi…?

Su cuarto ya no era sólo suyo, al fin lo notó. Killua estaba ahí y seguramente los chicos habían llevado más comida mientras él estaba ausente. Hasta ese momento notó que no sólo había helado, también galletas y muchos dulces regados por toda la cocina. Alluka regresó a los sillones, colocó una caja de bombones y se dispuso a comer mientras los demás la observaban.

—Ah… olvídenlo… —suspiró Illumi.

—Sólo quiero saber, por favor, Illu-nii

Killua lo observaba con curiosidad, a él también le interesaba la respuesta que daría, por lo mismo lo dejó responder a la pregunta inicial de Kalluto. Ya después se daría tiempo para reclamar si es que hacía falta.

—Bueno, es un muchacho joven, mejor que los otros herederos. Es inteligente, muy bien entrenado, se nota que Roboam se esforzó por hacerlo encajar en la sociedad de los Iluminados, habla tres idiomas y se nota que lee bastante…

Intentaba ser frío, objetivo, Killua permanecía en silencio. Entre más detalles positivos decía, más se molestaba, pero aparentemente la única persona consciente de la ira del muchacho era Alluka.

—¡Ay, pero es sólo un mocoso más y ya! —interrumpió la chica antes de que el enojo de Killua fuera obvio.

—Es el hijo de Roboam. Es amigo de papá, y tiene un cargo muy importante —corrigió Kalluto—, si me quedo con él estaré bien.

—Es buena opción, claro que sí.

—¿Buena opción? —preguntó Killua, y entonces la fiesta terminó.

—Para Kalluto, sí —dijo antes de que las cosas se pusieran difíciles.

Hubo un silencio incómodo. Killua ya no estaba de buen humor para nada, Kalluto estaba molesto por tener que hablar de un tema tan íntimo frente a dos personas que no tenían por qué estar. E Illumi sólo quería tener una oportunidad para estar a solas con el albino.

La puerta volvió a sonar.

—¿Amo Illumi? —un mayordomo les interrumpió.

—Aquí estoy.

—El amo Silva dice que tiene que salir junto con Kalluto en quince minutos.

—¿Salir?, ¿a dónde? —preguntó el más chico de los hermanos.

—Tenemos un trabajo tú y yo.

—¿A dónde van?, ¿cuándo vuelven?, Illumi, no me habías dicho nada…

—Kil… —volteó a ver a los dos más chicos— Kalluto, ve con papá.

—Pero… —el mencionado intentó refutar.

—Ahora mismo —alzó la voz—, necesito hablar con Killua a solas.

—¡¿Qué hice de malo?!, ¿por qué me corres? —reclamó la chica.

—Salgan, ahora —esta vez se aseguro de que tomaran en serio su orden.

Los dos salieron cabizbajos, Killua lo miraba de un modo que parecía que lo atravesaría de lado a lado. Sudó frío. No era su culpa del todo el tener que salir tan a prisa.

—¿Por qué no me habías dicho?

—Kil, quería decírtelo, vine a buscarte y me encontré con los muchachos. No ha sido mi intención.

—No es justo —bajó la voz, no quería ser más cruel, no podía juzgar a Illumi de algo que estaba fuera de su poder—. No he podido verte… no… no hemos podido recuperar el tiempo…

Por su expresión pudo deducir a qué se refería y se sorprendió de sobremanera. Nunca imaginó que Killua tuviese tanto deseo por estar a su lado, por pasar el tiempo de calidad con él.

—N-no es tan importante.

—No finjas.

Palideció. Se quedó en silencio esperando a que el niño terminara de explicarse.

—No quiero que pienses que no quiero estar contigo. No… no quiero que busques a alguien más.

Lo había estado pensando mucho. Desde el momento en que se fue con Hisoka, imaginó que Illumi tendría necesidades especiales que quizá podría terminar desahogándolas con alguien más si es que él no lo satisfacía, y el temor volvió en cuanto lo escuchó hablar de Icabod. Tenía miedo de que le fuera infiel, en la mente del albino, pensaba que para Illumi el sexo era vital, puesto que ese fue el primer deseo de atracción que tuvo hacia él cuando era casi un bebé. Sabía que se había acostado con otras personas, y creía que quizá, por su necesidad sexual, podría terminar buscando a alguien más en su ausencia.

—Kil, ¿cómo puedes decir eso?, mírame —tomó su rostro— yo no puedo estar con nadie más, no me señales de ese modo.

No debía dejar que las cosas salieran de control, cualquier cabo suelto podría ser el final de su relación. Killua le miró fijamente y comenzó a calmarse.

—Es que te vas y no me sienta bien esto.

—Sí, pero papá también te mandará lejos, aun si me quedo, papá te mandará a otro lado.

—Illumi, —bajó la mirada—, no es que piense mal de ti, es que… no sé qué me pasa.

—Ven aquí —lo abrazó, no era culpa de Killua si se sentía de ese modo, o que su mente lo engañase formulando ideas extrañas y sin sentido, sus sentimientos estaban mezclados con las alucinaciones provenientes de los efectos de la Luna y la carta, ese Nen insertado en su mente estaba haciendo estragos con sus hormonas. No le sorprendería que desarrollara más obsesiones.

—Así está bien. Si piensas así quiere decir que algo estoy haciendo mal, está bien que me lo digas, puedo resolverlo y no dejarte con esas ideas extrañas —acariciaba su espalda para confortarlo—, no quiero que estés triste por mi culpa.

—No quiero que te vayas, seguramente es otro de esos trabajos largos, ¿verdad?

—Sí, lo es. No me gusta darte malas noticias.

—Illumi…

—Pero tú también te irás, y será otro trabajo largo… —era parte del plan de Silva, quería separarlos por un tiempo largo, tenía curiosidad sobre el efecto que esto traería a ambos—, estaba pensando… Kil, ¿y si nos damos prisa?, quiero decir, el que termine el trabajo más rápido puede alcanzar al otro. Si yo termino primero, sólo basta que me digas dónde estás y voy a hacerte compañía.

El albino alejó de su abrazo y le sonrió de un modo que le decía por todas partes que estaba más que satisfecho con la propuesta. Era un inmenso sí.

—Será como una competencia.

Supongamos que las cosas van bien y vuelvo el 26 de octubre.'.