Tengo que anunciarles que, a fin de no entrar en un hiatus indefinido, he decidido comenzar a hacer publicaciones mensuales de este fanfic. A quien quiera saber el motivo por el que he decidido esto, lo invito a revisarlo en la fanpage loveoverxshimja donde daré el comunicado oficial.

HADOS

Capítulo 31

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No les quedó más remedio que despedirse. Killua tuvo que conformarse con esperar a que su padre le llamara para su siguiente trabajo. Se quedó muy triste, estaba preocupado por todos los asuntos que quedaban pendientes. Apenas habían hablado de lo ocurrido con Hisoka, todavía necesitaba saber qué tanto tramaba su padre y la entrevista con el hijo de Roboam; odiaba esperar, odiaba tener que dejar ir a la persona más importante en su vida justo cuando estaban arreglando sus problemas.

—Ya, respira hondo —le indicó Alluka, se había cansado de verlo recostado boca arriba, molesto porque su padre no lo llamaba—. Ya lo volverás a ver, viven en la misma casa.

—Es que no es tan simple. Aunque nos veamos aquí, no tenemos la misma libertad.

Se sentó junto a él, tomando su mano para llamar su atención.

—Dímelo a mí. Apenas te puedo ver en casa y sólo estás con Illumi. Ya no me dedicas tiempo como antes.

Fue el turno de Killua de sentarse.

—No es un reclamo —le aclaró—, entiendo que él te necesita más que yo. Yo te necesito porque eres mi mejor amigo y él… bueno, prácticamente te necesita para existir. Es prioridad, pero ahora estás aquí, podrías estar conmigo, hablar con Gon… incluso él nota tu ausencia y no te decimos nada porque sabemos lo importante que es para ti.

La detuvo, se pegó a ella y le dio un semi-abrazo.

—Lo lamento, no ha sido mi intención. Te prometo… te prometo que en cuanto regrese del trabajo saldremos tú y yo a algún buen lugar, te dedicaré más tiempo.

—No tienes que hacerlo si no te apetece. Está bien, lo puedo entender.

—No es que no lo haga —pensó en Illumi, en lo genial que era estar con él, todo lo que aprendía de él, las bromas que se hacían, el tiempo en la cama, disfrutaba por completo el tiempo a su lado, pero Alluka también le echaba de menos—. Es sólo que me he enfocado mucho en esto, eso es todo.

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Kalluto e Illumi se fueron a una ciudad a casi un día de distancia en vuelo. Silva se había tomado muy en serio eso de alejarlos. Había elegido el lugar más lejano posible para fastidiarlos. Le había dicho a Illumi que quería que estuvieran separados por lo menos tres semanas, y había sido muy claro en eso, pero Illumi no iba a desperdiciar los pocos meses que le quedaban para establecer las raíces de la relación. Aun le faltaba ganarse la completa confianza del albino, y todavía no llegaba a ese punto que tanto anhelaba, aún no le escuchaba decir cosas tan lindas como las que solía decirle a Alluka. Quizá porque no era algo habitual, pero se moría de ganas por escuchar esos «te quiero» dichos sin ningún reparo. Por el momento debía conformarse con las muestras de afecto. Era egoísta, y era consciente de esto, porque Killua se esforzaba bastante por mostrarle su cariño con sus celos, su sobreprotección, atención y compañía, aun así ansiaba ese momento. Desde que era un adolescente, cuando descubrió las muestras de amor, comenzó a morir de ganas por escuchar esas dulces palabras dedicadas sólo para él. Las necesitaba con mucha urgencia, pero siempre se resistía a sí mismo, bloqueaba su pensamiento y se mantenía así. De igual modo, guardaba la esperanza de que un día escucharía esas palabras y las atesoraría como el mejor día de su vida.

Sintió la presencia de Kalluto afuera de su recámara y abrió de inmediato.

—Empezaremos mañana, no hoy.

Pero Kalluto no se movió, empujó un poco la puerta como para decirle que le permitiera entrar. Illumi se hizo a un lado, resignado, quería aunque sea, escuchar la voz de Killua antes de dormir y la presencia del menor le estorbaría en su plan.

—¿Qué curioso, no? —empezó Kalluto— Killua fue introducido de forma oficial en los Iluminados, ya comenzará a involucrarse en esos asuntos y, la persona que conoce más sobre el tema, la más entrenada, está aquí conmigo actuando como si yo fuera un caso de prioridad.

—Fueron órdenes de papá.

—¿Qué ocurrió?

—Nada, todo está bien.

Kalluto se recargó contra la pared, con los brazos cruzados. No iba a salir de ese cuarto hasta que Illumi confesara el verdadero motivo por el que estaban ahí, lejos de Killua.

—Estoy harto de que me traten así. Killua y tú, siempre me tratan como si yo fuera un niño. Soy un Zoldyck, crecí con mamá. Nunca fui un niño. No sé lo que carajos significa eso.

Eran palabras crueles y dolorosas. Kalluto había sufrido en innumerables ocasiones a causa de sus entrenamientos y de las ambiciones de su madre. Nunca le permitió ser él mismo; reprimido y abusado, su madre lo usaba para sus rituales, extrayéndole siempre su energía y dignidad. Había sido usado como transacción para beneficios de su madre entre los Iluminados, un secreto que nunca se había atrevido a revelar por vergüenza. No deseaba ser tratado con compasión, pero quería coherencia; si no iba a tener una vida normal, entonces exigía que se le tratara a la altura de la persona que en realidad era; sin pretensiones crueles que sólo le crearan la falsa ilusión de una infancia robada.

—Kalluto, lo que sea que hayas vivido con mamá, no te vuelve centímetros más alto. No te enredaré en situaciones que no te conciernen, así estás bien —se sentó en la cama, apoyando sus codos en las rodillas y mirándolo fijamente.

—Dilo, no te estoy pidiendo que seas bondadoso conmigo. eso ahórratelo para Killua —vio en la mirada del morocho el deseo de refutar—. No es broma, Illumi, dime qué pasó, no me hagas a un lado.

Tomó aire, y se detuvo a pensar. Kalluto hablaba muy en serio, no quería herirlo diciéndole que no era apto para escuchar sus problemas, y la verdad era que ya comenzaba a afectarle el cargar con todo él sólo, lo había descubierto tras haber hablado con Hisoka. Guardar sus sentimientos no siempre era una manera inteligente de tratar con sus decisiones, pero eran cosas que no podía hablar con Killua por temor a su reacción o la forma en que tomaría sus palabras; requería a alguien que no tuviese sentimientos de por medio.

—Papá nos descubrió.

—¡¿Qué?!, Illumi, se supone que lo estás cuidado, ¿qué rayos pasó? —se separó de la pared, con nerviosismo por imaginar lo que ocurriría.

—Ya, es por eso que no quería decir nada —se quejó por su reacción.

—¡¿Los va a separar?!, por eso te mandó aquí.

—No… bueno, sí, pero no es lo que estás pensando. El abuelo intervino.

—Claro, el abuelo apoya a Killua —volvió a cruzarse de brazos y recargarse en la pared—, ¿entonces?, ¿qué ocurre?

—Papá quiere asegurarse de que yo no lo esté manipulando, quiere hacer varias pruebas antes de resignarse.

—No lo culpo. Ha sido una mala pasada eso de las agujas y tu Nen controlador.

—Lo sé —se inclinó hacia adelante, mirando hacia el suelo. Kalluto era un muchacho bastante despierto para su edad, quizá podía resultar cómodo hablar con él. Después de todo, Kalluto conocía muy bien los detalles de la familia, y podía comprender las cosas sin que él tuviese que dar muchas explicaciones.

—El abuelo no descubrió nada, ¿verdad?, él hizo pruebas con Killua antes, y no vio nada de la carta.

Negó con la cabeza.

—De todos modos papá lo quiere comprobar —aclaró.

—La técnica esa debe tener algún Nen indetectable —añadió el menor.

—Probablemente…

—Tenemos que hacer todo lo posible porque ustedes dos estén juntos.

Esas palabras le confundieron, no pensó que Kalluto pudiera estar tan conforme con esa relación. No supo cómo reaccionar.

—Esta es tú única oportunidad Illumi, no lo puedes arruinar.

—¿Tú crees que quiero arruinarlo?, yo, en primer lugar no pensaba llegar a este punto —sus miradas chocaron y el más chico se sintió intimidado—.Tal vez no me lo creas, pero lamentablemente, mis sentimientos por él son muy reales. No me importa si está conmigo o no, yo quiero que sea feliz. Si estar conmigo le hace bien, seguiré así, daré todo para que esto funcione, pero mi principal misión es su bienestar.

Kalluto se sintió incómodo por la respuesta, pero en cierto modo ya no le afectaba como antes, ya no era tan difícil. Además, le daba bastante alivio saber que la ambición de Illumi no pisoteaba la dignidad ni libertad de nadie.

—Si no hubiese existido la carta, lo habrías hecho, ¿cierto?, ¿le habrías puesto una aguja?

—Hubiese intentado negociar con él por el bien de todos. Pero si el sufrimiento le hubiera sobrepasado, sí, probablemente hubiera usado una aguja.

Cerró los ojos, no podía contra la presencia intimidante de su hermano mayor.

—Cuando supimos de la carta, al principio no lo comprendimos. Alluka y yo estábamos molestos, no queríamos que esto pasara. Pero después nuestra idea cambió. No sabemos cuándo podremos remover el Nen ancestral, si es que es posible removerlo, y si no lo es… no podemos permitir que Killua sufra más. Somos un equipo, somos la única familia que tenemos, no podemos fingir que no es nuestro asunto y no nos importa. Si esta carta te otorga la oportunidad de volver esta carga más ligera, vale la pena ayudarte. Eso es lo que quiero que sepas, Illumi. No estás solo.

Illumi levantó la mirada, contempló a su hermano como si nunca en su vida lo hubiese hecho. Le pareció ver en su rostro las huellas de una madurez no muy propia de su edad. Mucha tortura y represión, debían haberlo vuelto loco, pero no, los Zoldyck eran fuertes, incluso en sus mentes lo eran, lograban desarrollarse como flores de loto en mares de sangre.

—Gracias, supongo —contestó—, si llego a necesitar tu ayuda te lo diré, pero no hoy. Hoy puedo hacerme cargo de todo —y luego sonrió—. Y en lo que a mí respecta, aún eres un niño.

Kalluto bajó la mirada, con sus manos temblorosas, quería llorar. Illumi le había dicho algo que tocaba sus sentimientos. Se mordió el labio, se repetía en la mente: «no llores, no llores», y poco a poco fue calmándose. Controlando su instinto. Para su desgracia Illumi no era tonto, pudo ver ese instante en el que se contuvo y en ese momento fue como un libro abierto para él.

—Oh no… —escuchó la voz del mayor y se sobresaltó.

Se levantó de la cama. Dio varios pasos al frente hasta quedar a unos centímetros cerca de él y se arrodilló. Kalluto se arrepintió por completo de haber ido al cuarto cuando sintió que su hermano examinaba su rostro, y sus manos.

—Estas heridas… esto no es tortura ni entrenamiento —señaló una pequeña cicatriz en la palma de su mano en forma de cruz.

Kalluto sintió que su mundo, su frágil y perfecta burbuja se desmoronaba en un instante. Había luchado todo este tiempo por mantener las aguas en calma y se había enfrentado a la persona más habilidosa de su familia; su hermano mayor que con una mirada era capaz de descubrir sus secretos más íntimos.

—Debo irme.

—Tú no vas a ningún lado —ordenó, sabía que esto sería doloroso para el chico, pero no podía simplemente dejarlo pasar.

—Illumi, no… no por favor —suplicó y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Cuándo?, ¿cuántas veces te hizo esto?

—No —se rompió frente a él, intentó huir pero Illumi le sostuvo. Sin importar cuán terrible fuera, conseguiría la información de boca del menor.

—Kalluto debiste haberlo dicho antes; decirle a papá, al abuelo.

—No sé de qué estás hablando —y aun así intentaba mentir— ¿qué te hace decir estas estupideces?, déjame ir.

—Conozco muchos rituales, ese Nimrod me enseñó lo suficiente como para reconocer estas marcas. Mamá no sólo absorbía tu energía, ¿cierto?, también te usaba para sus asuntos personales. No mientas, deja de ocultarla.

—Ya déjame —reclamó y volvió a intentar luchar por irse del cuarto.

Lo abrazó y el niño se echó a llorar como nunca antes.

Illumi había visto las marcas de la tortura sexual, las que usaban en los ritos para propósitos oscuros. Kalluto debió haber sido muy atormentado —más de lo normal— todo con tal de hacer que Kikyo tuviera todavía buenos tratos y esa fidelidad que tanto se exigía entre los miembros más beneficiados.

—Esa maldita —dijo entre dientes, por primera vez podía sentir el odio que el mismo Killua solía expresar—, debería matarla.

—No —gimoteó—, no vale la pena.

—Ella te hizo verla como una santa, como si te hiciera un favor al protegerte cuando quería. No la defiendas, Kalluto.

—No le digas a nadie, por favor, por favor…

—Esto no puede quedarse así, Kalluto…

—Por favor… no quiero que nadie se entere de esto, no quiero que me vean diferente. No puedo hermano, te lo ruego —lloraba y temblaba incontrolablemente—, no quiero que me pregunten, no puedo responder, ¿qué dirá papá?, dirá que estropearon su mercancía.

—No eres una mercancía —lo abrazó más fuerte, luchando por contener su ira—, no digas estupideces, Kalluto.

—No le digas a nadie Illumi. Killua se pondrá furioso si se entera.

—Ya… estás a salvo, estarás a salvo. Voy a castigar a todos los que te lastimaron, lo prometo.

—No… sólo harás que se esparza el rumor. Killua lo sabrá, ahora que entró en la hermandad se enterará de todos tus movimientos y lo sabes. Existe esa regla de no secretos, no se te olvide.

—No puedo dejarlo así Kalluto. Eres mi hermano. Somos un equipo, somos la única familia que tenemos, no puedo fingir que no es mi asunto y no me importa —citó sus palabras.

Dejó que se desahogara, que llorara en su hombro hasta que se fue calmando. No lo soltó en ningún momento. También estaba consternado, quería decirle algo dulce que lo consolara pero era imposible, no existía ni una sola palabra que pudiera regresarle el honor y la dignidad robada a través de los años.

—Kalluto, sé que esto es difícil de responder, pero, ¿cuándo fue la última vez que…?

—Antes de que me fuera de casa, hace dos años más o menos.

—¿Fue cuando ocurrió la cruz?

Asintió con la cabeza. Estaba molesto, no quería responder esas preguntas ni dar explicaciones. Esa era la clase de situaciones que estaba evitando a toda costa.

—Por dios, tenías diez años —casi se le va el aliento.

Él jamás había deseado lastimar a Killua cuando era pequeño. Por más que le apeteciera, que su amor ciego le hacía fantasear con él, jamás puso un dedo en su cuerpo de forma inapropiada. Respetó su espacio, su pureza. Saber que mientras él protegía a su hermano, el otro estaba siendo cruelmente abusado, le hizo sentir náuseas.

—¿Me dirías quién fue?, Kalluto, ¿podrías hacerlo?

—Ya sé lo que quieres hacer, quieres venganza, pero no podría reconocerlos ni aunque los tuviera en frente. Cerré mis ojos en todas las ocasiones, no quería verlos —susurró apenado— ¿quién querría ver sus asquerosos cuerpos?, además, no podía moverme.

—Está bien, muy bien —suspiró hondo—, haré que ella me lo diga. Trataré esto con mucha discreción, lo prometo, y tienes razón, Killua se volverá loco si se entera.

—Gracias —susurró casi sin aliento.

—Ahora yo me haré cargo de ti.

Escuchó la risa divertida del más chico.

—Te haces cargo de Killua y Alluka, terminarás haciéndote cargo de toda la familia a este paso. Como si fueras el heredero que antes eras.

—Ja… —le pareció irónico, pero cierto—, bueno, ha sido una casualidad.

Se quedaron en silencio, y un par de minutos después se distanciaron. Kalluto lucía más feliz, con un brillo en sus ojos que no había visto antes en él. Quizá esto era todo lo que necesitaba después de tantos años de represión.

—¿Eres así con él? —la pregunta de Kalluto le hizo confundirse— me refiero a Killua, ¿siempre eres así con él?

—¿Así cómo?

—¿Amable?, no sé si esa sea la palabra.

—Con él, sabes… con él intento ser humano. Olvidar todo lo que sé —se quedó en silencio, era demasiado ridículo para hablarlo con un niño de doce años.

—No conozco mucho a Killua, no tanto como tú lo haces, pero creo, de acuerdo a lo que yo veo, que lo estás haciendo muy bien. Él necesita recibir el trato digno que nosotros no tuvimos.

—Enano —despeinó sus cabellos—, siempre vas a ser eso, un niño para mí. Todavía me parece que te veo correr con tu biberón en la mano.

—Agh, idiota —y lo escuchó reír auténticamente, como nunca nadie en la familia lo había hecho. Kalluto se sentía de verdad feliz.

Tras eso, la relación entre ellos se volvió más amena. Se ponían de acuerdo entre los trabajos sin ningún reparo y hasta lograron congeniar en un modo que tanto Kalluto como él compartían códigos secretos para decirse mensajes sin que los demás lo notaran. Lo hicieron para prevenir los posibles problemas que la situación con Silva fuera a atraer.

Al cuarto día de estar trabajando, por la noche, Killua llegó. Le había avisado por mensaje que había terminado todo en tiempo record y que le quedaban todavía seis días libres para ir a verlo en su trabajo. Illumi no lo dudó un instante, le envió la ubicación y se preparó para verlo, lo esperó en el lobby del hotel, y lo recibió con una elegante sonrisa que hizo atragantar a la chica de la entrada, que llevaba buen rato observándolo.

—Dame un abrazo —susurró Killua haciendo un gesto de desagrado, Illumi casi suelta la carcajada, siempre que estaban en un lugar no privado procuraban ser discretos—, esa chica te ve demasiado —le dijo al oído lo que él ya suponía.

—Es porque estás aquí —contestó con una risita—, te está viendo a ti, ¿cuántos albinos ves en el recibidor?

—Sí, claro —respondió con sarcasmo.

Entre bromas lo encaminó a su cuarto. Tomaron una ducha juntos y se alistaron para dormir. Mientras Illumi se secaba el cabello en el baño, para no hacer tanto ruido al albino mientras veía algunos vídeos en internet, Killua escuchó que el teléfono de Illumi sonaba, justo a su lado. Al principio vio el aparato y lo ignoró, no era un número que fuera conocido, puesto que no vio ningún nombre, pero no era su asunto, no tenía por qué atender la llamada; no obstante el teléfono sonó unas tres veces más, y su hermano no parecía poder escuchar nada. Decidió responder, no era la primera vez que lo hacía, ya Illumi le había dado la confianza de hacerlo. Cogió el teléfono y contestó.

—¿Hola?

—¿I-Illumi? —no era una voz de alguien que sonara seguro, una voz un poco jovial, debía tratarse de un muchacho joven.

—¿Quién habla? —tenía curiosidad. Nunca antes había escuchado de clientes jóvenes, en su mayoría eran hombres y mujeres adultos, pero de todos modos, no cualquiera tenía el número de Illumi.

—Soy Icabod, el hijo de Roboam, ¿podrías comunicarme con Illumi?

El nombre, el simple nombre le hizo enojar. ¿Por qué ese chiquillo tenía el número de su hermano?, ¿cuál era el fin de que lo tuviera?, su sangre hirvió, estaba comenzando a sentirse seriamente enfadado.

—Está ocupado —contestó cortante.

—¿Perdón?, soy un heredero de Tierra Sagrada, ¿tienes idea de…?

—Y yo el heredero de los Zoldyck —interrumpió—, ¿tienes otra cosa que alegar?

—¿Killua?

El albino se sorprendió, ese muchacho sabía quién era él.

—¡Eso es mejor aún!, debe ser mi maldito día de suerte. Killua, mucho gusto, no nos han presentado, ¡Qué desastre!, oye… sé que esto es complicado, pero… ¿podríamos tener una charla privada tú y yo?

—¿Qué? —todavía no podía comprender del todo lo que estaba pasando—, espera, ¿qué quieres?, ¿de dónde obtuviste este número?, ¿para qué buscas a Illumi?

—Oh… la verdad es que lo robé del teléfono de papá. Me dará una buena tunda si se entera —se rió—. El asunto, mmm bueno… en realidad preferiría hablarlo contigo en privado.

Se imaginó una y mil cosas, pero no lograba atinar a nada, lo que sí sabía era que no quería que ese mocoso con exceso de confianza se atreviera a cruzar palabra con Illumi. Se sobresaltó cuando vio al morocho salir del baño, con el torso desnudo, relajado después de su ducha, al instante se extrañó cuando vio al muchacho sosteniendo su teléfono y hablando.

—¿Qué ocurre, Kil? —le preguntó confundido.

Killua sólo levantó la mano, haciéndole una señal de que esperara un momento.

—¿Kil?

—No aceptaré ver a nadie si no sé cuál es la intención. Es muy sospechoso —alegó.

Icabod soltó una carcajada.

—No, no, lo último que querría son problemas con ustedes. Nuestros padres son muy amigos, ya deberías saberlo. El asunto…, te adelanto un poco, pero la verdad es que quisiera apadrinar a Illumi.

Los ojos del albino brillaron con furia, Illumi palideció cuando vio su expresión, tenía la urgencia de saber con quién hablaba y de qué, pero Killua volvió a hacer una señal, esta vez con más dramatismo, de que esperara en silencio.

—¡Pero todavía no digas nada!, lo hablaré con tu padre, sólo quiero plantearlo contigo primero, ya que eres el heredero. Te prometo que será un excelente acuerdo. Por favor, sólo una oportunidad.

No tenía palabras, estaba furioso, los celos no le dejaban pensar libremente. Apenas podía con sus sentimientos.

—Ni se te ocurra interrumpir —le dijo a Illumi sin voz, para que el mayor supiera que estaba verdaderamente molesto.

—¿Qué ocurre? —susurró extrañado, pero el albino le ignoró.

—Illumi no está en venta —gruñó en el celular.

Entonces intuyó que se trataba de algún pretendiente que se había atrevido a llamarle.

—No, no estoy diciendo que menosprecie a Illumi o algo, al contrario, creo que es una persona interesante que puede ser muy útil… oh, por favor, concédeme una reunión. Por favor.

Illumi sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Killua captó la expresión de vergüenza en su hermano, pero no desistió en su ira, al contrario, cuando escuchó que el chiquillo le rogaba por una reunión, se le ocurrió que era la mejor oportunidad para demostrar su superioridad y quitarle de una vez por todas las intenciones románticas que pudiera tener.

—¿Cuándo?

—Elije tú, el día que quieras, prometo estar ahí sin falta.

—¿Tienes en dónde anotar?

Le pasó un lugar y fecha exactos. Ese mismo fin de semana lo aplastaría por completo, o al menos así lo imaginó.

Se despidieron y finalizaron la llamada. Illumi estaba paralizado frente a él, ni siquiera se atrevía a mirarlo a los ojos. Suponía que se trataba de Joab, y sería muy humillante para él que Killua discutiese con un hombre mayor, que seguramente le haría sentir poca cosa.

—¿Cuándo esperabas decirme de su matrimonio? —dijo con una saña tal que Illumi sintió que no podría hablar sin ser malinterpretado.

—¿Matrimonio? —por fin salió de su impresión, caminó hasta estar cerca de la cama, puso un rodilla sobre el colchón, intentando no intimidar mucho al muchacho—, ¿qué ocurrió?.

—Curioso, ¿no?, yo no estaba enterado que el hijo de Roboam te iba a pedir.

—Kil, yo tampoco estaba enterado. ¿Puedes explicármelo? —aunque por dentro estaba asustado por la reacción violenta del menor, se dio la fuerza para actuar con calma.

—Voy a ver a ese imbécil, lo voy a ver a los ojos y le voy a decir que ni siquiera se atreva a soñar contigo porque tú eres mío. Mío, y eso no está a discusión.

Quizá era algo amable, pero no se sintió así. Miró al suelo, pensando en algo para decir, algo que calmara la ira de su amante, pero nada venía a su mente, solo el miedo de ver al albino consumido por los sentimientos de odio y venganza.

—¿No vas a decir nada?, ¿eh?, ¿no me vas a detener?

Entonces vio algo que no esperaba ver en su adorado hermano: una oscura y humeante aura negra que lo rodeaba, efecto de la carta. Un aura completamente contraria a la que se formaba cuando estaba feliz. Tragó saliva, debía encargarse de limpiar esa oscuridad o sería su fin, pero no venía ni una sola palabra a su mente, sólo negó con la cabeza.

—¿No?, Illumi, no es gracioso. Di algo.

—¿Es esta… es esta la forma en la que tú me ves a mí?, ¿como un infiel? —preguntó con seriedad, pero temeroso de que estas palabras fueran usadas en su contra.

De pronto cayó en cuenta de que estaba volviendo a ser injusto. Estaba otra vez fuera de su control, actuando como un niño berrinchudo que quería controlar la vida y cada instante de su hermano mayor.

—Illumi, yo… lo siento, no quise decir algo así, yo sé que tú no me engañarías.

Illumi levantó una mano, tampoco se trataba de hacerle sentir peor, Killua tomó su mano y lo atrajo a él.

—Está bien Kil, no te preocupes.

—No, no está bien. Illumi, no me dejes hablar de ese modo. No quiero ser como el resto. No debo ser como el resto.

Acarició el rostro del albino.

—Respira hondo. Lo sé, debí haberte dicho sobre lo que pasó con el hijo de Roboam, pero han pasado tantas cosas… no fue mi intención.

El aura fue cediendo y volvió todo a la normalidad.

—No sé por qué me hago el tonto. Sé que no hemos tenido el tiempo suficiente para hablar. el otro día vinieron a interrumpirnos, y todavía tienes la otra cosa con papá… ni siquiera hemos hablado de la ceremonia. Nada. Icabod mismo dijo que él tomó tu número de su papá, no se lo diste.

—Son tus sentimientos, te están controlando, sólo cálmate un poco —se sentó en la cama y le dio un abrazo— ven, ven aquí —lo estrechó con ternura y Killua no pudo resistirse.

«Y pensar que lo he tratado horrible…, —se dijo a sí mismo— pero aquí está, todavía abrazándome como si yo me lo mereciera»

—Lamento haberte dicho esas palabras, Illumi.

—No te vas a estar disculpándote todo el tiempo que te dejas llevar por tus sentimientos —se rió—, al menos sé una cosa ahora…

—¿Qué cosa?

—Me celas, y bastante.

—¡Cierra la boca!

El rostro del menor era un poema encarnado; entre el enojo, la vergüenza y una sensación de alivio por ponerle un nombre, al fin, a ese sentimiento que no le dejaba en paz. Soltó la carcajada y se dejó golpear suavemente. Se separó para aprovechar el instante de paz para hundirse en sus labios.

—¿Qué me has hecho Illumi? —le preguntó—, ahora no puedo ni soportar que un mocoso idiota te dirija la palabra. Terminé un trabajo a la velocidad de la luz y, literalmente, lo hice sólo para venir a verte.

Quería decirle algo amable después de haber arruinado la velada. Illumi se sintió invadido por la felicidad más profunda que jamás hubiese sentido. Killua abriendo su corazón, era más de lo que había soñado en la vida. Estaba impresionado ante la dulce muestra de afecto y compasión. Fue en ese momento que el hambre del deseo interior reapareció con furia;las palabras dulces habían atraído su maldición. No pudo resistirse, tomó la mano de Killua y la besó.

—Kil… —respiró profundo—, te necesito ahora, por favor, no digas más.

—¿Necesitarme?, ¿por qué quieres que me detenga?

—El deseo, mi deseo por ti, duele.

—¿Duele?, ¿cómo?

—Sí —recargó su frente en el hombro del menor intentando explicarse con claridad—, tus palabras me hacen tan feliz que despiertan esto en mi interior. Necesito, necesito hacerte el amor con todo mi corazón.

Sonrió con ternura. No sabía que podía tener ese efecto sobre el morocho, pero ahora comprendía mejor ese deseo, era el deseo por ser amado por él, saberse amado por él, eso era todo lo que Illumi quería. Su pulso se aceleró y no pudo evitar sentirse excitado por el amor de su hermano mayor.

—No necesitas pedirlo.

—Claro que sí. yo no debo hacer algo que tú no quieras.

—En todo caso la respuesta es sí, Illumi. Siempre será un sí.

Conmovido nuevamente por ese muchachito que cada día le sorprendía más, volvieron a besarse, Killua se acercó todavía más al mayor para deslizar sus manos por su playera, Illumi sintió un cosquilleo fascinante cuando los dedos del albino se colaron por debajo de la tela.

—Mmm… —estaba muy sensible, no podía resistirse a él.

—¿Todo bien? —bromeo Killua.

—No —respondió— tienes demasiada ropa, ¿cómo va a estar todo bien?

—Perv…

De nuevo los besos y caricias. Illumi le desnudaba ansioso, sus dedos recorrían su piel, no querían quedarse sin tocar cada parte del albino. Lo recostó en la cama cuando al fin se deshizo de sus prendas, Killua respiró profundo, ya no le daba vergüenza estar expuesto ante él y mostrar todo su lado más vulnerable, de hecho ya se sentía cómodo, juraba que si pasaba el día completamente desnudo a su lado no extrañaría la ropa puesto que no percibía en su hermano una mirada lasciva de maldad, sino de amor y devoción. Illumi lo hacía sentir especial y excepcional, su sola presencia bastaba para darle confianza, una seguridad extraordinaria que cada día iban borrando los rastros de inhibición.

Se recostó a su lado, atrayendo al menor por la cintura, frotando sus erecciones, abrazando su cuerpo para tener mayor contacto.

—Adoro sentir tu cuerpo desnudo, es la mejor sensación del mundo —susurró.

Killua comenzó a imitarlo, moviendo sus caderas para estimularlo. Una cosa era que Illumi estuviera excitado por el momento, y otra cosa era verle al borde del deseo. Era una reacción muy nueva que no había experimentado antes y le fascinaba. Illumi no podía controlarse, su aliento escapaba con fuerza, su cuerpo rozaba el suyo con mucha necesidad, temblaba de placer y podía escucharlo gemir levemente. Ciertamente esto era algo a lo que el albino podía volverse adicto. Se inclinó sobre su cuello y con su boca dejó una marca grande, rojiza en su piel. Disfrutaba bastante dejarle huellas, le hacían sentirse con poder sobre su corazón, como si necesitara más muestras de su entrega.

Illumi se separó, colocándose sobre él y sonriendo divertido.

—¿Te gusta que todo el mundo las vea, cierto? —Killua levantó las cejas orgulloso— yo te dejaría unas cuantas, pero no quiero que luego te cuestionen y molesten sobre tu vida privada. Eres muy joven todavía.

—Hazlo —contestó travieso— vamos, te reto.

Se mordió el labio. Por supuesto que él también quería dejarle recordatorios para los momentos en que estaban separados, pero no a costa de su bienestar. Aunque escuchando el reto de su boca, era una tentación más grande.

—Por favor, Illumi, ¿no te gustaría hacerlo?

Sonrió malicioso, lo haría, aunque sería discreto, bajó entre besos por su pecho hasta llegar a su vientre, bajó un poco más para elegir una zona un poco más intima, un área que estuviera que no sería expuesta tan fácil y, para sorpresa de Killua, lo hizo. Dejó una marca muy roja en su piel, una que duraría bastante antes de poder eliminarse.

Después de eso, bajó más por su cuerpo, tomó su erección y comenzó a lamerla. Killua se retorció de placer. Colocó una mano sobre los largos y negros cabellos para animarlo a seguir. Cerró sus ojos, dejando su mente centrarse en la sensación deliciosa de su hermano lamiendo su erección. Dejando escapar de vez en cuando sonidos de placer.

Illumi aprovechó para comenzar a prepararlo, quería penetrarlo. Dejó de atender el miembro del menor para dejar caer un chorro de saliva y así humedecer sus dedos.

Killua respiraba cada vez más rápido, los dedos de Illumi entraban y salían con suma lentitud, más de la que él deseaba. No podía esperar más para que el morocho entrara en él, intentaba decírselo con su cuerpo pero era difícil, el mayor robaba su concentración y no podía expresar bien cuando le deseaba.

—Illu… mi —gimió. Un hilo de saliva resbaló por su mejilla, e Illumi comprendió que estaba al borde de un orgasmo. Abruptamente se detuvo, no era su intención dejarlo terminar tan pronto. Un quejido de reclamo le hizo sonreír por su travesura.

—Todavía no he dicho que puedes terminar —le aclaró—, quiero entrar…

—Ya, hazlo…

Ese ruego le dio el permiso completo para proceder conforme a sus deseos. Se acomodó entre sus piernas sosteniendo su virilidad, para entrar con sumo cuidado. Tenía siempre una imperante necesidad por hacer las cosas con estricta perfección, si lo lastimaba sería algo que no se perdonaría jamás.

Pero una vez que el ritmo de sus cuerpos comenzaba. Cualquier rastro de humanidad se perdía. Eran energía pura, eran uno mismo. Sus alientos, el ritmo de sus corazones, la forma tan maravillosa en que compenetraban podía deslumbrar a cualquiera que osara asomarse a observarlos. Podían hacer que cualquiera olvidara el lazo de sangre, sólo por ver tan maravillosa escena.

Killua rodeó con sus manos el cuello de su hermano y comenzó a deslizar sus uñas por su espalda, de arriba hacia abajo. Illumi debía confesar que oscuramente disfrutaba esa combinación de dolor y placer, cuando las marcas rojas y a veces sangrantes resaltaban en su piel, Killua se sentía satisfecho de dejarle más y más rastros que declararan cuan suyo era ese hombre.

—Kil, eres tan delicioso… —gimió Illumi en su oído.

—Ah…

Se distanció un poco, y aprovechó la distracción del albino para tomar su pierna izquierda y levantarla a la altura de su cintura. Con un poco de ayuda, empujó al albino sobre su costado derecho, cambiándole de posición para continuar penetrándolo desde un ángulo diferente. Quería ver la reacción que tendría de perder un poco de control.

—Illumi… mmm —entró de nuevo por completo en su cuerpo— ah…

Los gemidos de Killua se pronunciaron más cuando Illumi se inclinó de nuevo, colocando ambas manos a sus costados para marcar el ritmo otra vez. El aura rosa era tan fuerte en esos momentos que no podía ya distinguir bien entre los destellos. Cerró los ojos y cuando los abrió, su sorpresa fue increíble, Killua estaba masturbándose frente a él. Era la escena más erótica que había visto en toda su vida, desde que despertó de su largo letargo. No pudo resistirlo, comenzó a ser un poco más violento con los movimientos, como si quisiera clavarse hasta lo más hondo de su ser.

Killua podía apreciar lo mucho que estaba resistiendo Illumi a perder el control, pero esto era algo que deseaba con todo su corazón, ver a Illumi explotar. Necesitaba incendiar más su cuerpo, enviar más señales eróticas para terminar de enloquecerlo, por eso se había animado a recorrerse a sí mismo frente a él, antojarlo todavía más y cuando sintió la fuerza de sus movimientos, no pudo decir cuán complacido estaba de haber logrado su cometido. Gimió con fuerza, Illumi era devastador, le hacía ver nubes de placer.

Ambos terminaron casi al mismo tiempo, y sin aliento. Esta vez había sido extenuante. Les tomó varios minutos antes de recuperar el aliento y recostarse el uno junto al otro.

Killua estaba boca-abajo, observando desde ese ángulo a Illumi, quien miraba al techo, respirando profundo con una gran sonrisa.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó.

—¿Bromeas?, acabo de hacer el amor con la persona que más deseo en el mundo. Me siento magnifico.

Killua no pudo resistir reírse. A veces Illumi decía cosas con demasiada honestidad. Sintió un beso en su hombro izquierdo, Illumi se había inclinado para hacerlo y volvió a retomar su lugar, esta vez con una expresión un tanto seria.

—¿Tienes algo qué decirme?

Suspiró.

—Sabes bien que sí, tenemos que hablar.

—Este es un buen momento, entonces. Dilo.

Hubo una pausa. Killua estaba formulando su pregunta, conteniendo sus celos, era difícil, mucho más difícil de lo que imaginó que sería. De sólo pensar en la llamada, en la forma tan descarada en que le había pedido a Illumi, como si estuviera seguro de que se lo entregaría le dolía. Le dolía pensar en la palabra «entregar», como si pudiera hacer algo como eso al amor de su vida. Entre más pensaba la pregunta, el enojo volvía a él.

—¿Qué ocurrió con él… con la entrevista?

—Fue como una reunión cualquiera con un asesino. Lo entreviste junto a su padre para saber si estaba listo para su cargo, eso fue todo.

—¿Y? —lo miró como si esperara una respuesta más extensa.

—No entiendo, ¿qué debo responder? —captó el disgusto en su voz, por más que se esforzaba por disimular.

—¿Cómo es él?, ¿si es apto para el puesto?

Se aclaró la garganta, pensó con detenimiento en lo que tendría que decirle.

—Es apto, sí. Roboam lo ha instruido muy bien. Él es…

Sintió acidez en el estómago. Se arrepintió de haber preguntado, no quería que Illumi pensara en él.

—Es un muchacho joven, es inteligente y apasionado; es bastante bueno para aprender y escuchar, en eso me recuerda a ti.

—No lo compares conmigo —se quejó.

Quiso reír, pero la mirada de Killua le hizo darse cuenta que estaba en terreno peligroso.

—¿Te parece atractivo? —preguntó más aventurado, después de todo, en realidad esto era lo que más quería saber.

—¿Qué? —la pregunta le cayó de sorpresa.

—Eso, Illumi, ¿crees que es atractivo?

—No.

—No trates de ser condescendiente, recuerda que lo voy a ver.

—¿Y tú me vas a decir si es atractivo o no? —la sola idea de que Killua pudiera apreciar la belleza de alguien más también comenzaba a molestarle, pero a diferencia del menor, tenía ya bastante control como para detenerse de hacer algo tonto.

—No intentes cambiar el objetivo de la conversación —se quejó—, yo soy quien está haciendo las preguntas.

—No, Kil —contestó con más seguridad—, tengo una entidad de Nen que se alimentó por años de un deseo, la única persona que me atrae en el mundo eres tú.

—¿Y si no fuera así?, si hipotéticamente no tuvieras una entidad de Nen… ¿lo sería?

Se molestó, pero no lo expresó. «¿Qué clase de estúpida pregunta es esa?»

—Pero no es así, ¿por qué voy a arruinar algo que quise toda mi vida? —cerró los ojos, respiró hondo y prosiguió—: No, Kil, con o sin entidad de Nen, no te cambiaría, ¿por qué dudas tanto de mí?

De nuevo volvió a sentirse mal. Estaba siendo completamente irracional y lo sabía. Ya había sido suficiente de su malhumor, Illumi no tenía por qué pagar por algo que ni siquiera estaba ocurriendo, ya se había disculpado por el malentendido, le había hecho el amor, estaba a su lado, no podía exigir más.

—No dudo de ti. Yo sé que no me engañarías. Es sólo que… —tragó saliva— no sé qué me pasa Illumi. Estoy fuera de control, me siento extraño. Como si estuviera enfermo, no sé…

—Ya te lo dije, son celos, Kil —la mirada triste de su niño le hizo confirmar que en efecto, le preocupaba bastante tener ese sentimiento tan desgastante en su interior—, te entiendo perfectamente.

Se sentó, acomodando su espalda contra la cabecera.

—Cuando eras más pequeño, yo siempre estaba viviendo mi drama personal por culpa de los celos. Inclusive intentaba aislarte, no me gustaba verte con nadie, ni con los mayordomos.

Recordó perfectamente de lo que hablaba. Esos momentos frustrantes en los que Illumi le privaba de toda relación y le hacía vivir un infierno de encierro.

—Así que era eso —se rió inconscientemente, le encantaba descubrir detalles del pasado que nunca había notado hasta ese momento.

—Sí —sonrió—, y sé que es tonto, pero sé lo que sientes. Es bueno que me lo digas —los ojos azules le observaron con curiosidad—, porque entonces sé qué debo hacer algo para hacerte sentir mejor.

Su sonrisa se encendió con dulzura. Illumi era excepcional en un modo en que nadie lo conocía, sólo él. Mostraba una preocupación auténtica por sus sentimientos, de pronto se le hizo absurdo pensar que el tal Icabod pudiera representar una competencia. Era imposible. Ese hombre junto a él daría su propia vida por protegerle, por el simple hecho de hacerle sonreír. «Aposté todo por ti», recordó lo que le dijo con respecto a su padre, y no tuvo más dudas. Se puso de rodillas, se estiró un poco y aprovechó la distracción para besar la frente del morocho antes de salir de la cama.

Me duele decir que nos vemos en Noviembre 26

Hasta luego.'.