Extrañaba estar aquí *besa el suelo* yo sé que no tengo muchos lectores, pero ustedes, los 5 lectores que tengo, son mi más grande tesoro.

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HADOS

Capítulo 32

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Apreciaba estar vivo para observarlo crecer, Killua era fascinante; podía ser excesivamente pudoroso, pero también un adorable y travieso adolescente que dominaba su corazón hasta controlar su voluntad. Estaba seguro de que si un día Killua decidía irse de su lado, extrañaría por completo su cariño, su vida no volvería a ser la misma sin las expresiones espontáneas de amor.

Killua caminó hacia la mesa, donde había una jarra llena de agua y se sirvió un vaso, comenzaba a sentir mucha sed. Illumi esperó paciente a que volviese a la cama mientras observaba su hermosa figura andando entre la luz tenue de la recámara.

—La reunión con los Iluminados —continuó con la conversación que habían dejado pendiente desde días anteriores—, ¿qué ocurrió?, ¿por qué atrajiste ese espíritu?

—Tamuz es hijo de Semiramis —explicó, haciendo a un lado las sábanas para refrescar sus piernas; se acomodó contra el respaldo, sentándose para mirarlo—. Semiramis no le dio hijos a Nimrod, él murió antes que ella quedara embarazada…

—Así que querías desquitarte, ¿eh? —lo observó mientras daba un trago.

—Lo siento, no medí las consecuencias —miró a un lado, apenado por su descuido.

—Viniendo de ti, me sorprende demasiado, siempre eres muy preciso —volvió a servirse agua y dio unos pasos más, lejos de la mesa—. ¿Sabes lo que va a pasar conmigo ahora que soy parte de esta… cosa?

Regresó a la cama y se sentó junto a su hermano con el vaso todavía en la mano, el cual se lo ofreció como un gesto de consideración.

—No estoy seguro. Probablemente comiences a asistir a las reuniones con el abuelo y papá, para tratar esos asuntos —la temblorosa mano del albino, sacudiéndose del agua que había resbalado entre sus dedos le hizo darse cuenta de que se ponía nervioso de sólo pensar en que tendría que relacionarse con esa gente—. No tengas miedo —expresó— yo voy a estar contigo, tal vez no vaya a tus reuniones, pero ten por seguro que estaré siguiendo de cerca lo que hagas. Me mantendrán informado y estaré interviniendo en lo que te quieran imponer.

—¿Recuerdas que alguna vez hablamos sobre ser tu princesa? —no pudo evitar reírse por el comentario— No puedes ignorarlo, ¿verdad?

—Ja… no, no cuando se trata de ti —dio un trago largo—. Si por mí fuera, te tendría en una barrera de protección extrema todo el día.

—Princesa. Dilo como es, no necesitas disfrazarlo.

—Kil —volvió a reír—, al menos déjame hacer esto, no sabes lo que ellos te pueden forzar a hacer. La sola idea me estresa.

—Lo sé. Hoy pude verlo…

Y la risa se acabó. Illumi deslizó su mano para entrelazar sus dedos con los del albino, se quedaron en silencio por unos minutos, analizando lo trágico que era para el menor tener que atravesar por el serio problema de relacionarse con una hermandad con tan poco sentido humanitario.

Killua bajó la mirada y vio la marca que Illumi le había dejado, muy cerca de su ingle.

—Nadie la verá —desvió el tema.

Illumi rozó la marca roja con la yema de sus dedos.

—Es mejor que sea así —susurró.

Killua volteó y le sonrió con ternura. Se pertenecían mutuamente, eso era algo que amaba; Illumi le proporcionaba un amor peculiar que nunca imaginó, algo a lo que bien podía volverse adicto. Se quedaron dormidos, sin ganas de levantarse a tomar sus ropas.

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A la mañana siguiente, el golpeteo de alguien llamando a la puerta los despertó. Illumi fue el primero en abrir los ojos; estaban desnudos en la cama, el uno sobre el otro. Killua se acurrucaba sobre su pecho, respirando profundo. Quiso levantarse, pero el albino —como era de esperarse— se aferró a él. La sábana cubría la desnudez del menor, pero por los movimientos durante el descanso había terminado parcialmente descobijado, de modo que una pierna del mayor se asomaba por debajo, hasta un poco más arriba de la cadera y el resto de la cobija se había colado entre sus pieles, rodeando al menor.

—¿Aniki? —escuchó la voz de Kalluto.

—Aquí estoy, dame un momento.

—No —la voz adormilada de Killua le detuvo.

A Illumi le hacía bastante gracia que el albino tuviera el sueño tan pesado y le dificultara tanto levantarse de la cama.

—¿Killua? —preguntó Kalluto, creyendo haber escuchado su voz.

—Mmm… —abrió los ojos con lentitud— ¿Kalluto?

—Pasa, Kalluto —lo invitó Illumi, a sabiendas que Killua no se esforzaría por levantarse. Sin embargo, esta vez no le dio importancia a su condición puesto que no se había percatado que su pierna había quedado lo suficiente expuesta como para mostrar demasiada piel.

Kalluto entró y lo primero que notó fue las partes descubiertas de su hermano mayor.

—¡Oh por todos los infiernos, Illumi!, ¡están desnudos!

Soltó una carcajada al ver la vergüenza del más chico. Kalluto se dio la vuelta contra la pared completamente rojo, Killua terminó de despertar por el grito de su hermano.

—Illumi no está desnudo, trae ropa interior —alegó sin saber que en realidad su hermano había sido un tanto negligente al dejarlo entrar sin darle relevancia a su exposición.

—Vi su pierna descobijada. No me engañas.

—Illumi —le advirtió, él también podía ser muy celoso cuando se trataba de la desnudez de su hermano.

Illumi acarició la espalda de su niño y estiró la cobija para cubrirse.

—Listo.

—¿Va-vamos a desayunar juntos o…?

—Sí, claro, lo haremos, dame un momento para despertar a ese pequeño copo de nieve y te alcanzo en la entrada del hotel.

—Bien —contestó a secas y, cuidando de no ver de nuevo a sus hermanos salió a toda prisa del cuarto.

—¿Desayunar juntos? —preguntó Killua, curioso por la actitud del más chico.

—Sí, creo que Kalluto necesita más de nuestra compañía —confesó.

Desde el momento en que supo que su pequeño hermano había pasado por tanto sufrimiento no tuvo más corazón para hacerse el desinteresado. Los días pasados los había invertido en hacerle compañía mientras desayunaban juntos, platicando con él para conocerlo más; al final le pareció interesante, y apostaba que Killua apreciaría bastante el gesto.

—Qué buen hermano eres —se mofó, pero realmente le agradaba ver el progreso, Illumi cada día mejoraba como persona—, aunque creo que llegaremos tarde.

—¿Llegar tarde?, ¿por qué?

Se acostó a un lado de su hermano y tomó su mano para deslizarla por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Había amanecido de muy buen humor; en cuanto la mano del morocho tocó su erección, sintió como éste se tensaba de excitación.

Illumi no podía pensar en otra cosa que no fuera él, ese chico que cada día era más abierto, le sorprendía bastante. Con suavidad comenzó a masturbarlo, escucho como la respiración del albino se aceleraba y gemía con disimulo. Cerró los ojos, para disfrutar mejor el momento, pero entonces Killua aprovechó para tocarlo a él. Perdió el ritmo, la mano de Killua le provocaba unos deliciosos espasmos de placer que no le permitían concentrarse.

—Kil —gimió profundamente cuando el niño comenzó a acelerar sus movimientos.

No quería detenerse, prefería provocarlo más, así que se separó sorpresivamente, se colocó sobre él atrapándolo contra la cama. Bajó su rostro, rozando con su mejilla el suave cachete del albino y continuó desde esa posición tocándolo, gimiendo con voz apenas audible al oído del menor.

Unió sus sexos para seguir estimulándose mutuamente y Killua perdió el control. La voz y respiración del morocho en su oído le enloquecían; era tan erótico que terminó por correrse primero e Illumi después terminó de ensuciar su vientre. Ambos tardaron en recuperarse, pero no se dieron el tiempo que quisieron para estar en la cama. Kalluto los esperaba, así que tan pronto como recuperaron el aliento, se alistaron y salieron tras el más chico.

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Fueron a desayunar a un restaurante agradable que, como estaba casi vacío, les pareció un lugar más apropiado. Kalluto no paraba de observar a Killua, tenía cierto recelo por él, por su relación con su hermano mayor. Su visión de Illumi había cambiado, gracias a la cercanía que mantenía con él; de pronto lo encontraba más dulce y servicial que el mismo Killua. Una percepción ganada tras la difícil situación que había enfrentado los días pasados. No podía evitar sentir ese deseo de protegerlo; a veces le parecía que Killua era demasiado posesivo y ponía a su hermano en muy malas situaciones.

—¿Qué ocurre Kalluto? —le preguntó Killua, intrigado por la constante mirada clavada en él.

—Nada —respondió sin pensarlo, dio un trago a su jugo de naranja y miró a Illumi—, ¿a qué hora vamos a salir?

El celular de Illumi comenzó a sonar, ambos chicos se giraron hacia el mayor que, tras ver que se trataba de Silva, por precaución se alejó de para hablar en privado mientras los vigilaba a lo lejos.

Kalluto mantuvo su mirada sobre su hermano mayor mientras este se apartaba, y luego fingió perderse en un punto cualquiera de la mesa, para restarle importancia a la manera en la que el albino que lo analizaba sin reparo alguno.

—Bien, ya se fue Illumi, ahora dime lo que tengas que decir.

—¿Qué cosa?

—No puedes fingir conmigo Kalluto, te conozco lo suficiente para saber que algo no va bien contigo.

Torció la boca, no entendía cómo era posible que tanto Illumi como Killua fueran tan buenos leyendo su lenguaje corporal, siendo que él se esmeraba bastante en mantener ocultas sus emociones. Era parte de los gajes del oficio familiar.

—Eres muy descuidado con él —confesó apenado.

—¿Qué dices?, ¿q-qué quieres decir con eso? —más que enojo por el comentario, se sintió expuesto. Temía que más gente notase lo que él con tanto empeño intentaba ocultar.

—Esta mañana, pudiste haberlo evitado, ¿sabes?, ustedes poco a poco se han vuelto más evidentes, pero apuesto lo que quieras a que es, en gran medida, tu culpa.

—¿Mi culpa?, ¿acaso Illumi es un bebé indefenso?, es un adulto que sabe lo que hace. Además él… —bajó la voz nervioso— él siempre dice que quiere que esto sea público.

—Ay… Killua —rodó los ojos—, pero no lo hace por algo. Una cosa es querer algo y otra muy diferente hacerla.

Tenía razón, Illumi quería hacerlo pero hasta que fuera mayor, cuando ya no se viera como un pedófilo seduciendo a un menor, agregando que eran hermanos, no importaba cuánto se esforzaran por disimularlo.

—Illumi hace lo que sea por ti, baja la guardia y se vuelve tonto —y antes de que pudiera debatir su postura remarcó—. No puedes negarlo. Si le dijeras en este momento que quieres ir a un parque de diversiones va a mandar su trabajo al carajo y lo dejará para el final sólo por darte gusto.

—Claro que no, Illumi es un todo-responsable —lo dijo pero no se lo creyó. Algo dentro de sí mismo le decía que Kalluto tenía toda la razón.

—Entonces hazlo. Hazlo y veremos. Illumi es responsable cuando tú no estás alrededor, pero sólo te acercas y él deja todo por ti.

—Bien, lo haré —pero sólo por cuestión de orgullo aceptó el reto.

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Illumi veía a los muchachos hablar de algo aparentemente serio y sonreía, pero su padre le hacía tener escalofríos; desde que los había descubierto imaginaba un montón de cosas malas que podían ocurrir. No quería ser pesimista, pero tratándose de su familia, era preferente esperar lo peor.

—Killua está ahí, ¿verdad?

—Sí, llegó ayer por la noche —no quiso mentir y arriesgarse a que su padre le castigase.

—Ese muchacho —se quejó— es increíble que haya hecho tanto esfuerzo sólo por ti.

—¿Ocurrió algo malo?, ¿dejó algo a medias?

—No. Como siempre superó mis expectativas; es un muchacho bastante eficiente. Hizo un plan perfecto para resolver el trabajo sin perder tanto tiempo.

—¿Harás que vuelva de una vez a casa?

—Sí, eso quisiera, entre menos tiempo pase contigo es mejor, pero quiero revisar si no tiene algo que lo esté manipulando…

Era evidente que sería así, nadie era capaz de confiar en alguien con semejantes habilidades, Illumi no esperaba menos de su parte. No iba a ponerse a pelear por teléfono y defender su causa, así que se mantuvo en silencio, pensando qué responder.

—El abuelo ya lo revisó por su cuenta.

—Él, tú abuelo, no yo. Yo quiero cerciorarme, por mi propia cuenta, que es verdad lo que se dice.

—¿Lo vas a revisar tú mismo? —no resistió aplicar un poco de ironía, su padre no conocía de métodos para examinarlo apropiadamente, como lo haría un exorcista de Nen o algún médico que conociese el Nen a profundidad. Nunca estaba de humor cuando se trataba de hablar sobre la suerte su hermano menor.

—Voy a revisar cada procedimiento… —aclaró, conociendo de antemano lo que el muchacho insinuaba—. En estos días me ocuparé haciendo los preparativos y luego haré que vuelva a casa, pero necesito que lo prepares psicológicamente para que se deje revisar y no se resista a los tratamientos. Killua puede ser muy sensible cuando se trata de su cuerpo. Ya lo hemos visto antes.

—De acuerdo —no quiso refutar, el proceso en parte le beneficiaba—, además me gustaría pedirte que me dejes revisar contigo los resultados. Estoy preocupado por lo que pasó en la ceremonia… sólo quiero evitar una desgracia.

Lo escuchó suspirar. Silva debía estar pasando por muy malos momentos; era capaz de comprender hasta cierto punto a su padre en cuanto al impacto por descubrir que dos de sus hijos estaban en una relación, añadiendo a esto el hecho de tener que señalar a su propia esposa como responsable, quizá no era bueno ser tan duro con él.

—Me parece bien, dale esa excusa para que no lo tome a mal.

En cuanto finalizó la llamada regresó a la mesa a terminar su desayuno. El silencio entre los chicos le hizo bastante gracia, ninguno de los dos había podido disimular que hablaban de algo que él no debía saber. Así que fingió no percatarse.

—¿Todo bien?

—Sí —murmuró el albino intentando sonar inocente, Kalluto lo miró acusadoramente y este giró el rostro para no ser más obvio de lo que ya eran.

Kalluto le dio una patada por debajo de la mesa para presionarlo a decir lo que ya habían apostado y Killua, consciente de que perdería, bajó la cabeza y continuó.

—Illumi, estaba pensando…, me gustaría ir a visitar el parque de diversiones de aquí, escuché que es divertido.

—Claro, solo terminemos de desayunar y…

—¡Se supone que tienes que decir que no!, ¡tienes trabajo por hacer! —se indignó, si iba a quedar mal, por lo menos se aseguraría de que Illumi no se fuera limpio.

Levantó una ceja, mirando a ambos muchachos con un aire de reclamo.

—Así que éste era el jueguito que traían entre ustedes.

Killua estaba abochornado por verse descubierto y por haber perdido frente al más pequeño, y Kalluto soltó la carcajada ante la evidente derrota.

—Entonces —levantó la voz el mayor para llamar su atención—, si ya terminaron de jugar, podrían decirme al menos qué ocurre.

—Te lo dije —respondió Kalluto—, Illumi no puede resistirse a ti.

Fue el turno de Illumi de sentirse descubierto. Carraspeó y desvió su atención, fingiendo que estaba buscando una servilleta para disimular. Killua hubiera jurado que, de no ser porque estaban en público, lo besaría. Esa reacción adorable, intentando no darle importancia a la acusación, le había bastado para recuperar su dignidad perdida en la apuesta con el más chico.

—Illumi, sólo recuerda que tienes trabajo… es eso, no siempre yo puedo ser tu prioridad.

Contuvo el aliento, no era el mejor momento para debatir con los dos muchachos, acababan de salir y ya tendrían tiempo para tratar el tema.

—Entonces será mejor que vuelvas al hotel —contestó con más calma—. Kalluto y yo tenemos que terminar nuestro plan del día.

—Pero Killua podría ayudar…

—No —cortó los reclamos del menor—, Killua viene de hacer mucho trabajo, necesita descansar.

—No hay problema, Illumi. Claro que les ayudo.

Illumi sabía que alegaba esto porque quería seguir con él, pero no podía permitirlo, no en un momento tan crítico como en el que se encontraban.

—Kil, quiero que descanses. Sé que tienes buenas intenciones, pero me preocuparé más si no descansas aunque sea unas horas. ¿Puedes hacerlo por mí?

Se resignó, Illumi raramente le pedía cosas, si tenía una oportunidad de darle un poco de lo que quería, aun si le pesaba en el corazón, aceptaría hacerlo.

—Bueno, de todos modos, no es algo peligroso. El tipo de la hermandad se está haciendo cargo de lo más difícil —comentó Kalluto, ya resignándose a que el albino no les ahorraría trabajo.

—¿Qué otro tipo?

Illumi resistió con todas sus fuerzas su deseo de decirle a Kalluto que no siguiera dando más información.

—Estamos trabajando con la ayuda de alguien de la hermandad, nada importante —contestó Illumi de inmediato, tratando de restarle relevancia al comentario.

—¿Quién es?

—Es un tipo muy importante —Kalluto volvió a tomar la palabra—. Es de la familia de Caín.

Sólo vino a su mente Ender. Si se trataba de él, entonces podría aceptarlo, el tipo no parecía un imbécil como el resto.

—No lo conoces Kil, yo tampoco lo conocía, apenas nos presentamos.

Esas palabras arruinaron sus expectativas. Miró a Illumi con desconfianza, pero ya estaba dicho, iba a regresar al hotel a descansar un rato; No obstante al pensar bien en sus palabras, no había dicho que se quedaría a esperar su regreso, sino que iría a descansar por un rato. Dentro de él quería hacerlo así, porque en un modo muy oscuro, esperaba descubrir si Illumi le ocultaba algo.

Los dos asesinos regresaron a su trabajo. Kalluto miraba con recelo a su hermano mayor, estaba incrédulo por su decisión, quería descansar tanto como Killua lo hacía, era una de esas cuantas ventajas que el albino siempre tenía. Sin embargo, Illumi había insistido bastante en hacer que el albino se fuera, y no se pondría a debatir con él cuando era una autoridad para ambos; así como tampoco criticaría a Killua si se pensaba mal por haber sido echado con tanta obstinación, había sido en cierto modo sospechoso.

—Dilo —exigió a Illumi una vez que partieron al punto de encuentro para iniciar el trabajo.

Ya podía ver en los ojos violetas ese desaire. Kalluto no era precisamente bueno ocultándole secretos.

—¿Por qué no le dejaste venir? —preguntó.

—No es sano que estemos juntos para todo. Nos vemos en la casa, en el trabajo, en nuestras horas libres, en todo momento. Terminará arruinando todo. No quiero que se aburra de mí.

—Ugh, para como lo veo, es imposible que se aburra de ti. El sol, la luna y las estrellas giran a tu alrededor cuando se trata de ti.

Se cruzó de brazos. Se encontraban sobre el techo de un edificio alto, Illumi miró hacia abajo, esperando la señal del otro asesino.

—Eso es por ahora, por la carta. Todavía está en una luna de miel, pero si no tengo cuidado, en un instante acabará todo.

—¿Por qué no aprovechar esta situación para tenerlo cerca?, quizá así podrías sembrar mejores recuerdos, no creo que echarlo cuando quiere estar pegado a ti sea algo muy romántico.

Illumi se giró a verlo por un instante.

—No quiero que se vuelva cotidiano, esto debería ser siempre especial. Está descuidando sus intereses personales por mí. No quiero que después mire hacia atrás, se arrepienta, y termine por culparme de estas decisiones.

Tenía razón, Killua llevaba tiempo descuidando a Gon; ya no lo buscaba como antes, incluso llegó a ver ocasiones en las que ignoraba llamadas o mensajes de sus amigos, de otras personas que había conocido a lo largo de su camino junto a Gon. Tampoco le veía interés en invitar a Alluka a algún paseo, o hacer otra cosa que no lo involucrara a él. Tenía miedo de que esto afectara su vida, su relación, no podía permitirlo.

—Kalluto. La señal.

Kalluto dio un salto, y apenas hizo esto, su celular sonó. Era un mensaje de Killua.

«¿Dónde estás?»

Contestó a toda prisa. Escribió una referencia breve, y continuó esperando la segunda señal. Tardó unos minutos, y la vio, fue su turno de cambiar de posición. Se estaban coordinando para un atentado, así que requerían de actuar con rapidez y precisión. Asesinó a los guardias de una oficina gubernamental y colocó la advertencia, después salió a la siguiente posición a esperar la señal. De nuevo el celular sonó.

«¿Dónde estás?»

Apenas se disponía a responder, cuando entró una llamada de parte del albino.

—Vine al edificio y no te veo.

—Kil, me moví, estoy en el trabajo. Estoy esperando otra señal.

—Entonces mándame tu ubicación. Iré a donde estés.

—D-de acuerdo.

Colgaron. Maldijo en voz baja. Killua no le había dado tanto tiempo para respirar, tampoco era como si no quisiera verlo, pero sus preocupaciones le abrumaban más. No quería que esto se volviera rutina. Le mandó la ubicación, al menos no estaba tan lejos del otro edificio, Killua llegó mucho más rápido de lo esperado. Vio en sus ojos un poco de alegría de hallarle a solas, como si estuviera temiendo encontrarse con alguien más y de inmediato captó el problema. De nuevo esos celos malditos estaban dañando su corazón.

—¿Qué pasó con eso de descansar?

—Quería verte —respondió apenado. Lo cierto es que creía que se encontraría con el tipo de la hermandad intentando coquetear con su hermano, pero en lugar de eso vio que de verdad estaba trabajando.

—Ven —tomó su mano y lo jaló para darle un abrazo—, tienes que descansar, ¿no quieres hablar con Gon?, papá sabe que estás aquí y te hará volver a casa pronto. Deberías aprovechar que tienes más privacidad.

Se le hizo bastante extraño que sugiriera eso. Especialmente con un tipo de la hermandad rondando, no quería pensar lo peor, pero la duda lo estaba carcomiendo. No fue capaz de ver las buenas intenciones de su hermano debido a su falta de confianza personal. Veía a Illumi como la gran sensación, la persona de la que todo el mundo podría enamorarse, no podía imaginar que alguien no tuviera interés en él, y se veía a sí mismo como un simple muchacho de catorce años, con algunas habilidades y poco conocimiento. No se veía como competencia para otras personas y eso le estaba comenzando a afectar.

—Prefiero estar cerca de ti —respondió.

—¿Es porque no confías en mí o por…?

—Claro que confío en ti —contestó divagando—… es que los tipos que te rodean, ellos son desagradables.

Besó su frente, queriendo poder ser capaz de leer todos sus sentimientos y adivinar qué era lo que lo tenía tan temeroso. Acarició sus cabellos con ternura y miró al frente, la señal estaba lista, debía salir a toda prisa. Kilua comprendió que estaba muy ocupado en cuanto abrió los ojos y vio que Illumi ya se había marchado. No quiso molestar más, esperó en el hotel a que terminaran.

Dos horas después Illumi regresó junto a Kalluto y a un anciano más, uno que, después de presentarlo, descubrió que se trataba del supuesto miembro de la hermandad. Un tipo que ni siquiera volteaba a ver a sus hermanos, y que en cambio, en cuanto supo que Killua era el heredero se tomó la molestia de saludarle calurosamente. En pocas palabras, un hombre de lo más ortodoxo, que sólo tenía interés en miembros oficiales y no en simples simpatizantes. Les dijo que los vería mañana para continuar con la siguiente fase y se marchó.

Killua miró a Illumi con un deje de vergüenza por haber juzgado las cosas sin pensar, pero Illumi no dejó que se sintiera mal, le sonrió cálidamente, y le extendió los brazos para invitarlo a hundirse entre ellos. Killua aprovechó para ponerse de puntas y regalarle fugaz un beso en los labios.

—¿Estás mejor?

—No. Aunque sí lo estaba —contestó Kalluto, molesto por ver a sus hermanos hacerse muestras de cariño bastante explícitas—. Gracias chicos, no me hacía falta.

Se dio la vuelta para despedirse de los amantes, pero en cierto modo se dio cuenta de que verlos juntos, tan felices y románticos, ya no le resultaba tan perturbador como al inicio, había comenzado a asimilarlo y aceptarlo. Quizá era que, después de tanto drama, se había percatado que nunca antes se había visto tan unido a su familia como ahora, y nunca había pensado en ellos de un modo más cercano. Una parte de él lo envidiaba; pensaba que Killua debía ser un novio muy atento e Illumi era un tipo bastante entregado, lo conocía un poco y sabía que era la clase de persona que estaba dispuesta a todo con tal de satisfacer a su amante. Quería tener algo así para él, un lazo fuerte del cual pudiera valerse.

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Entró al bar dando pisadas suaves, típicas de un asesino experimentado, aunque se esforzaba por no atraer la atención, siempre le resultaba complicado con su presencia imponente y su apariencia fuerte, atrayendo la mirada de las féminas del lugar. Hacía mucho que no salía de casa a pasar tiempo sin pensar en trabajo, no lo hacía desde que Kikyo se lo había prohibido, pero ahora que ya no tenía relación con ella, estaba aprendiendo a volver a ser él mismo. Había quedado de verse con la persona que más extrañaba de Tierra Sagrada, su mejor amigo y en quién confiaba plenamente. Reconoció su coleta, sentado junto a la barra, Joab volteó a verle con una gran sonrisa.

—Venir sin mayordomos, eso sí que es osado.

—Necesitaba privacidad.

Joab se adelantó a pedir una bebida para su amigo, y volvió a recargarse en la barra, mirando fijamente a su acompañante. Silva se veía tenso, a punto de explotar.

—Todo está mal, Joab. Muy mal —comenzó a hablar sin rodeos. No quería perder el tiempo en una charla banal.

—¿Me contarás el motivo por el que estamos celebrando esta reunión? —contestó alegre, le divertía ver a su amigo actuando como un hombre libre de cargas, justo como lo recordaba en su juventud.

—No lo sé, lo más seguro es que terminaré diciéndote todo, porque eres tú y siempre me sacas la verdad como el maldito bastardo manipulador que eres.

Tomó la bebida y se la ofreció al albino. Silva se apresuró a dar un sorbo, no sentía sed, mas no podía evitar seguirle el juego cuando estaban en un bar.

—Ay Silva —suspiró—, no lo niego —y soltó una carcajada que contagió de buen humor a su amigo.

—Hijo de la gran…

—Vamos, tenemos mucho que no conversamos. Sólo quiero escuchar esa tragedia de la que tanto me hiciste hincapié en la llamada —interrumpió—, recuerda que me prometiste ir al grano…

Miró hacia la nada. Pensando en las palabras que iban a salir de su boca y un arranque de odio lo recorrió. La copa de vidrio que sostenía en sus manos se hizo añicos, ensuciando su ropa. Joab de inmediato se levantó a ayudarle a sacudirse y limpiar el desastre.

Mientras veía que su amigo volvía a pedir algo para él, tomó valor para sacar al fin el tema, diciéndose a sí mismo que ya era momento de pedir ayuda..

—Dos de mis hijos tienen una relación incestuosa —confesó mientras Joab continuaba distraído.

Joab ignoró la última pregunta del mesero para mirar a su amigo, creyendo que había alucinado.

—¿Qué dijiste?

Silva miró al mesero con molestia, y Joab se apresuró a pedir lo que fuese para alejarlo de la barra antes de que su amigo explotase.

—Illumi y Killua, tienen una relación incestuosa —contestó ya con más seguridad.

—¡¿Estás bromeando?! —casi rompe la mesa del sobresalto que tuvo, Silva tuvo que poner una mano en su hombro para calmarlo porque parecía que iba a destruir todo.

—Me encanta hacer bromas de incesto con mis hijos, ¿sabes?, es una de mis aficiones.

—Silva no puede ser, Illumi… ¡Illumi tiene una carrera perfecta en la hermandad!, nadie ha tenido un récord como el suyo, no puede estropearse así —pero Joab parecía más preocupado por la reputación de su hijo mayor que por la noticia en sí.

En ese momento Joab sólo podía pensar en lo devastador que era para él la noticia. Él mismo lo había visto cuando los muchachos se hospedaron en su casa, le había resultado por demás extraño la insistencia de ambos por permanecer juntos sin importar nada. Sobre todo la actitud de Killua, tan sobre-protectora y abrumante, le había resultado perturbador, no obstante lo había justificado mediocremente clasificándolo como asuntos de familia, ahora comprendía por qué insistía tanto en dormir junto a su hermano.

—Y Killua es mi heredero, no puedo creer que Illumi lo lograra. Se esforzó mucho para lavarle el cerebro al muchacho.

—¿Illumi? —cortó el discurso de su amigo, pues no estaba de acuerdo con tal acusación—, no, eso no te lo creo, conozco muy bien a Illumi, estoy seguro que Killua tiene más que ver en esto.

Silva casi suelta la carcajada ante la seguridad de su amigo.

—No lo conoces, créeme —de un trago terminó su bebida—, desde que era un niño, un simple mocoso —remarcó—: ya hacía temblar a los mayordomos con sus exigencias, controlaba a todos para que le cumplieran sus caprichitos; hacia las cosas a su modo sin permiso de nadie, y siempre tuvo esa fijación por Killua.

—No, no… claro que no lo puedes culpar por haber adoptado la educación de un asesino. Esa fue tu responsabilidad. Primero le enseñas las reglas del juego y luego te enfadas cuando supera tus enseñanzas. Esa ya es tu culpa.

La verdad es que todos los asesinos mantenían una crianza muy similar, podía variar de acuerdo a sus tradiciones, pero en general era así; tenían ese hábito competitivo de no negociación, se les enseñaba así porque de ese modo también eran sus tratos dentro de la hermandad, debían tener una mentalidad fuerte para poder aplastar a sus oponentes en todos los sentidos, especialmente cuando se trataba de negocios. Silva le enseñó a Illumi a ser frío, lo orilló a pedir las cosas de otro modo, mover las fichas a su favor, mientras controlaba sus impulsos para ocultar sus intenciones. No tenía derecho a quejarse, tal como Joab se lo estaba restregando.

—Además, ¿por qué se habría esforzado tanto dentro de la hermandad si iba a terminar haciendo algo tan estúpido como revolcarse con su hermano?

—Hay algo más que no estoy seguro si debo decirte o no… —le recriminó, no quería que hiciera un drama en medio de tanta gente.

—¿Se pone peor? —Silva asintió con la cabeza— Este es el momento en que quisiera que el alcohol y las drogas tuvieran efecto en mi cuerpo… —escuchó que Silva reía, sabía que esa era la mejor manera en la que terminaría de hablar— Venga, entonces dilo, yo haré como que era de esperarse.

—No sé por dónde empezar —terminó otra bebida e hizo una seña para que el mesero le sirviera más.

—¿No tiene un inicio?

Hubo un silencio prolongado, en lo que la bebida de Silva estuvo lista. El Zoldyck se dio la vuelta para observar de frente a su amigo y respondió en voz alta.

—Me casé con la persona equivocada.

Joab prácticamente escupió lo que estaba tomando, en otro tiempo hubiera pagado por escucharlo, para correr tras él a consolarlo y aprovechar la ocasión para seducirlo.

—Cuando hablaba de un inicio, no me refería a que me dieras un infarto, ¡maldito loco!, ¿qué demonio te poseyó para que dijeras esto?

—Nunca te he hablado sobre lo que pasó ese día, ¿cierto?

—No es como si quisiera saberlo, pero si me estás diciendo que tendrás que contarlo, no me queda de otra más que resignarme.

Decidieron buscar una mesa en una zona privada, no querían tener más interrupciones durante la charla. En cuanto pudieron acomodarse de vuelta y asegurarse de que no estuviesen siendo espiados, Silva se preparó para confesar todo lo que por años había mantenido oculto.

Se sentaron el uno frente al otro; en medio de ellos había una mesa con algunas botellas y comida. Joab se inclinó para servir un par de bebidas a ambos mientras su amigo comenzaba con su historia.

—Cuando fui al almacén, ese día, yo iba con toda la intención no de pelear, porque no estaba seguro si podría dar batalla o no, pero al menos quería extraer información y huir. Eso era todo. Sin embargo, cuando entré, Kikyo me confundió con alguien que ni siquiera existía, un hombre que ella dijo conocer en sueños.

—¿Me estás diciendo que ya estaba loca cuando tú llegaste?

—Sí, podría decirse que sí —resopló—, pero de no haber sido por eso, habría muerto en ese lugar. Kikyo, no es que fuera fuerte, sino que poseía un objeto con algo llamado "Nen arcaico" que concedía deseos. Tan sólo hubiese bastado con que ella deseara mi muerte para acabar conmigo.

—Increíble… —le tendió el vaso que acababa de servir—, no sabía que existían cosas así, pero tiene sentido. Destrozaron a varios de los nuestros en un parpadeo.

—Así es. Yo lo supe después…, en ese momento, el hombre que venía con ella, se molestó por la forma en que Kikyo me habló y amenazó con matarme, pero Kikyo rogó por mi vida. Le dijo que ella estaba embarazada de mí.

—Puta… sí que estaba loca —se sonrió, al menos ya sentía que el rencor contra su amigo que por tantos años había cargado se desvanecía al instante. No podía creer que en tan sólo unos segundos, la vida de su amigo quedó arruinada.

—Por obvias razones, mi primera reacción fue de rechazo, pero ella fue tan persistente que me percaté de que sólo estaba intentando justificarse para no matarme —se recargó hacia adelante, colocando ambos codos en la mesa—. Entonces le seguí el juego, y el tipo que venía con ella me dijo que debía responsabilizarme de mis actos, me explicó lo delicado del asunto y me advirtió que no podía dejarme ir.

—En pocas palabras, te hizo cargar con una loca que se te había echado encima.

—Y a cambio de dejar libre a la hermandad, me pidió que me casara con Kikyo.

—¿A ver si entendí? —hizo una pausa, agitando su bebida con ira contenida—, ¿te diste a cambio de nosotros para que los Asesinos no fuéramos esclavizados en ese momento, y de todos modos fuiste juzgado como un traidor?

—Sí, algo así… —lucía incómodo, no quería hablar de esos detalles, prefería enfocarse en la parte de la historia en la que todo giraba en torno a Kikyo.

—Y de todos modos no obtuviste nada…

—Gracias por recordármelo Joab, me hacía mucha falta —alzó la voz, remarcando la furiosa ironía.

—Perdón Silva, es sólo que ahora entiendo todo: nos hiciste un gran favor y a nadie le importó —reía, pero no porque le hiciera gracia, sino porque era su reacción ante la indignación que sentía.

—¿Podrías sólo… ya sabes… cerrar la boca?

—Sí, ya, adelante, continúa —volvió a reírse, le encantaba hacer rabiar al rubio. Un poco de diversión no le caería mal.

—Nos movimos a través de un portal que él tenía —continuó su relato—, y llegamos a una mansión en medio de la nada. Estando ahí caí en cuenta de que, si quería continuar con la mentira, debía asegurarme de que Kikyo de verdad estuviera embarazada. Así que eso fue lo siguiente.

—¡Gracias! —se adelantó—. No más detalles de la noche de bodas.

Silva lo vio con asco. No estaba en sus planes hablar de su vida sexual.

—El problema es que ella portaba con el artículo para los deseos —prefirió ignorar el comentario inapropiado—. Ese Nen arcaico no es en realidad Nen como tal, es un ser vivo que se transmutó para vivir a través de un objeto que se ataba con su Nen —intentaba ser breve en su explicación, pero al ver la cara de su amigo, comprendía que tendría que tomarse el tiempo para explicar el tema a mayor profundidad—. En el caso de Kikyo, ella poseía dos seres y, para que el objeto tuviera su función, debía darse una paga, cumplir una condición para poder mantener el balance del objeto.

—Nunca en mi vida imaginé que algo así pudiera hacerse. Suena como una vida eterna —y le resultaba interesante, poder transmutar su alma para seguir viviendo por medio de un objeto que le hiciese un favor a su portador a la vez que él continuaba ahí, explorando el mundo.

—Más o menos así es… el problema es que la condición del objeto de Kikyo, era que ella se mantuviera virgen.

Joab soltó una carcajada. Era una noche de comedia para él.

—Y no es por nada amigo, pero tienes cuatro o cinco hijos, y a menos que me digas que Kikyo no es su madre, entonces, virgen no creo que sea.

—¡Yo no lo sabía! —esta vez ya no fue capaz de reír, estaba molesto y Joab tuvo que tomar las cosas con calma—, por culpa de esta jodida condición, mis hijos quedaron malditos.

Silencio. Era todo lo que podía responder. Ya no podía bromear con la condición de Kikyo, ni decir algo respecto a Killua, su amigo de verdad la estaba pasando mal por culpa de malas decisiones y falta de información.

—Las dos entidades se unieron a dos de mis hijos, fusionaron su vitalidad a la de los muchachos y ahora sus vidas están de alguna manera ligadas, si algo le pasa a uno, el otro también lo va a pagar, aunque no lo quieran, será así. Esas entidades, cuando están fuertes, los dominan —explicaba desesperado por obtener la compasión de Joab—. La cosa que vive en Illumi es muy poderosa, y ha estado actuando en nombre de él, haciendo un montón de estupideces en Tierra Sagrada sin que yo me enterara.

—¿Illumi…?

—Yo nunca le hablé de Tierra Sagrada —interrumpió, al fin sentía que podía hablar con confianza—. Ni siquiera conocía la posibilidad de ser apadrinado. Él no era la clase de persona que tuviera interés en congeniar con los demás, así que mi padre y yo consideramos que no era capaz de desenvolverse en esos ambientes, no lo teníamos en cuenta para los asuntos de Tierra Sagrada.

Joab sintió la pena de su amigo, pero sólo se atrevió a colocar una mano en su hombro para confortarlo mientras Silva continuaba desahogándose.

—Un día simplemente volvió y resultó que sabía todo, era algo totalmente diferente a la persona que yo conocí desde niño. Un coqueto sinvergüenza, desagradable, sabiondo e irreverente imbécil, que no tenía reparo en decir que se acostaría con media isla con tal de sacar provecho "para la familia". Ese tipo nunca fue mi hijo y nosotros creímos que era parte de su estrategia, que nos había ocultado por mucho tiempo su verdadera personalidad e intenciones… años tratándolo como enemigo, cuando el único enemigo estaba en mi cama.

Joab detestaba escucharle hablar así. Ser un tonto enamorado que sólo servía para consolar como un buen amigo y atenerse a permanecer al margen de la situación; aunque lo ocultaba, en su interior todavía había algo de sus sentimientos por él. Sin embargo, su amor por Illumi era como un fuego consumiendo su energía. Incluso en esos momentos, aunque era consciente de que ya no era el Illumi que conocía, tenía esperanza en su interior de haberse ganado un poco de su favor.

—¿Entonces Illumi… él no sabe nada de lo sucedido en Tierra Sagrada?

—Lo sabe, sí, aunque él no controlaba su cuerpo, es una cosa rara que apenas entiendo, pero es como si tuviesen consciencias compartidas.

Se aclaró la garganta, la noticia le cayó bastante bien; Illumi le reconocía, se acordaba de él y de todo lo que habían compartido.

—Necesita de Killua para permanecer en este plano. Ese es el problema, él se enamoró de Killua cuando era apenas un niño; vivió obsesionado por él, de ese amor enfermo es que la criatura ha sobrevivido. Esa energía es la que ha mantenido a ese monstruo de Nen, y mientras Killua esté cerca de Illumi y le conceda su deseo, la criatura se va a mantener bajo control.

—Pero… —Joab quitó la mano de su hombro y se acomodó en el sillón empujándose hacia adelante para acercarse más a su amigo—, ¿no sería lo más cuerdo que los separes?, si la entidad es la que hizo la carrera estelar de Illumi, ¿no crees que, en cierto modo, es más beneficioso que él ocupe el lugar?

—Memoriza esto Joab: él no es mi hijo, él tampoco es nuestro aliado ni tiene intenciones con la hermandad. Es un antiguo fundador de los Iluminados, cuyo interés es cazar la mayor cantidad de oportunidades para la hermandad; lo que él hizo en Tierra Sagrada, fue pensando en los Iluminados, y mira que le salió bastante bien.

Dolía, no lo diría en voz alta, pero dolía muy hondo el saber que fue usado tan cruelmente por una entidad sin sentimientos, aunque, por otro lado, no podía deshacerse de su esperanza sobre Illumi. Él no era un Iluminado como Nimrod, no haría nada para destruir la hermandad; lo más probable era que estuviera dispuesto a ayudarlos y de alguna manera pensó que quizá podría acercarse a él, al verdadero hijo de Silva.

—Por órdenes de los Iluminados, por el bien de la humanidad, es necesario que ese hombre no vuelva a tomar posesión de mi hijo. De lo contrario lo matarán. Puedo aceptar que Alluka muera, ha crecido creyendo que es una mujer, y Killua no lo dejará ser un asesino, de eso estoy seguro. En esas circunstancias no me sirve de nada, pero esto desencadenaría la muerte de Illumi, algo que me puede llegar a pesar. Por otro lado, Killua… no lo tomaría nada bien, temo que termine por alejarse de nosotros por completo y las consecuencias de eso serían devastadoras, además no puedo perder a Illumi, tiene un puesto tan alto dentro de los Iluminados, que es muy temido, sólo me queda una opción.

—Dejarlos juntos…

—Así es.

Si no tuviera tal fortaleza mental, probablemente Silva habría expresado toda su angustia, esa frustración que le estaba consumiendo por dentro, pero resistió en silencio, con su mirada fija hacia la nada.

—Killua siempre ha sido un muchacho de buen corazón, nos esforzamos en vano para volverlo frío porque Illumi lo sobreprotegía a nuestras espaldas para que no pudiéramos cambiar su visión de la vida y este es el resultado. Killua es un chico con una visión muy diferente a la nuestra —meditaba en voz alta, pero de algún modo Joab comprendía por qué lo decía—. Yo tengo la sospecha de que Killua está con él por lástima, no porque tenga la convicción de quedarse con él; de Illumi no tengo duda, estoy seguro de que va muy en serio, pero Killua… Si se está dejando llevar por sus sentimientos compasivos, necesito abrirle los ojos, que vea que su hermano no necesita esto —estaba basando su teoría en la personalidad tan suave y noble del albino, apelaba a estos sentimientos para justificar que Killua estuviese yendo en contra de su naturaleza—. Los Iluminados me dijeron que no era estrictamente necesario que fueran pareja, y con que cada cierto tiempo se concedan una dosis de afecto es más que suficiente, pero estoy seguro que Killua está llevando esto a un extremo por temor o por pena.

«Más esperanza para mí», pensó Joab, calmando su consciencia.

—Necesito que me ayudes, quiero presionar a Killua y para esto me hace falta tu ayuda. Sé que te debo muchas ya, pero esta es la última, lo prometo.

—Lo que quieras Silva —¿qué mejor oportunidad que esta para acercarse a Illumi? Sin duda, estaba agradecido de la apertura que se le entregaba en bandeja de plata—. Nunca te he negado la ayuda, y tampoco te estoy cobrando por nada. Si con esto ayudo a un buen amigo y a mis queridos sobrinos, con gusto lo haré.

Por supuesto Joab veía por sus intereses, por conservar una pequeña esperanza y tener su relación con Illumi. Al saber que el muchacho estaba metido en una relación tan compleja le hacía pensar que quizá sólo hacía falta un poco de intervención, además le alegraba saber que si Illumi podía ser fiel a una relación que no tenía sentido, con más razón le sería fiel en medio de una relación más real, y menos problemática. Él podría ofrecerle más de lo que Killua podía, realmente se tenía a sí mismo en una postura muy alta.

Silva se sintió más preparado para continuar con su plan personal, si iba a permitir que sus dos hijos mantuvieran esa relación, al menos pondría trabas suficientes para demostrar que no estaría de acuerdo jamás. La conversación se extendió toda la noche, alistando todo para que ambos estuvieran satisfechos con los siguientes pasos que darían.

Esta nota es para los que me leen: Gracias .'. intentaré publicar en mi cumpleaños.

beateado por Chiru Less y KaiD23