Yay mi autorregalo de cumpleaños quedó listo. Gracias por leer
HADOS
Capítulo 33
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Killua cada día mejoraba en sus estudios sobre el idioma del Edén; su motivación se había incrementado desde que descubrió la competencia que tenía a su alrededor y, con la aparición del hijo de Roboam, sentía un compromiso a superarlo en todos los sentidos; quería ser capaz de decir que dominaba varios idiomas y conocía mucho mejor de todo lo que ese chiquillo pudiera saber. No le diría a Illumi su verdadera intención para querer aprender, pero quería abarcar la mayor cantidad de temas posibles. Illumi se deleitaba en enseñarle, le fascinaba ver las maravillas que salían de su boca al analizar sus enseñanzas; la forma en que Killua asimilaba el conocimiento era impresionante, siempre superaba sus expectativas, y esa era una de las razones por las que no podía dejar de admirarlo tanto.
Después de una semana un poco accidentada, tras el drama sufrido por la aparición del hijo de Roboam, Killua al fin sentía que su mente estaba despejada de dudas y sólo tenía ansiedad por ver al muchacho para enfrentar sus miedos en persona.
—Hoy iré a ver al hijo de Roboam —le recordó por la mañana a Illumi, antes de que salieran a desayunar.
Illumi ya lo sabía, Killua le había dicho dos días antes que iría a verlo, así que se había hecho a la idea de que le aguardaba un largo día. Mientras lo veía alistarse para salir, aprovechó para sentarse en un sillón y esperarlo.
—Está bien —más que un simple recordatorio de que su día estaría ocupado, sentía esto como una advertencia, como si estuviera preso y le dijeran que sólo «tenía derecho a guardar silencio», porque cualquier cosa que se atreviera a decir, a favor o en contra de su reunión, Killua se lo cobraría con creces.
—¿No hay algo que deba saber antes de ir? —preguntó el albino antes de entrar al baño a lavarse los dientes.
—No creo —contestó, pero no se atrevía a verlo a los ojos, Killua le intimidaba cuando comenzaba a examinarle a profundidad.
—Illumi, por favor, no tengas miedo, me haces sentir como un imbécil —cambió de rumbo para ir a arrodillarse frente al morocho, en un esfuerzo por mirarlo de frente—. No te lo pregunto para acusarte, sólo… sólo quiero saber qué esperar, qué clase de tipo voy a ver hoy.
—Estoy de acuerdo con que vayas a conocerlo, si es que hacerlo te ayuda sentir mejor —volteó a verlo de reojo—. Si esto te ayuda a ganar confianza, creo que es lo mejor que puedes hacer.
—Pero tú…, sólo quiero dejarle en claro que no te voy a ceder por nada —contestó firme, aunque era imposible ocultar el nerviosismo que le provocaba confesarse en voz alta—, no quiero que pienses que esto es para probarte a ti, no te estoy poniendo a prueba. Quiero que veas cuán firme estoy cuando se trata de ti, tú te has esforzado mucho por mí, y sólo quiero corresponderte.
No pudo evitar sentirse amado cuando le decía con tanta seriedad que ya no era un juego de celos, sino de sentir que defendía auténticamente a quien amaba.
—No tienes que preocuparte tanto, al menos no en este caso —respondió ya más tranquilo, acarició sus cabellos y suspiró—. La mayoría de los asesinos tienen gustos extravagantes, siempre buscan hacer cosas muy diferentes a lo usual porque… —se dio cuenta que él también era parte del club, no podía hablar como si no compartiera ese mismo defecto—, quizá porque estamos marcados por la muerte, no tenemos la misma sensibilidad ni los mismos valores que las personas ordinarias. Por eso "apadrinar", se volvió popular, porque era una oportunidad para tener sus gustos bajo un reglamento aceptado, que no les restara puntos de popularidad. Pero Icabod es un muchacho, no está todavía acoplado a la hermandad, no tiene influencias malas, sólo la de su padre y sirvientes, por eso es que él es diferente en ese sentido.
No se sentía cómodo escuchándole hablar de alguien como si fuera especial, él debía ser el único especial en su vida, aunque esta vez se contuvo. No quería quitarle la inspiración a su novio cuando estaba intentando ser sincero.
—Él es apenas un muchacho, sus intenciones distan demasiado de ser románticas, no busca nada de eso, en realidad él cree que yo, como miembro de los Iluminados, puedo intervenir a favor de los Asesinos; piensa que si me apadrina, podría involucrarme dentro de la hermandad y justificar que yo actúe como intermediario con los Iluminados, porque existiría una razón para que yo lo haga.
—¿Por qué?, ¿si no te apadrina, no puedes intervenir? —preguntó confundido, miró el reloj de manecillas que estaba justo detrás de Illumi y recordó que debía darse prisa.
—Yo te recomiendo que observes bien su comportamiento y escuches sus peticiones con atención, no juzgándolo como si quisiera quitarme de tu lado. Así comprenderías cómo funciona la hermandad, lo complejo que es tomar una acción para beneficiarlos, y sabrías por qué el abuelo tenía tanta urgencia por colocarme con alguien importante —lo seguía con la mirada, Killua realmente lucía muy atractivo con cualquier estilo—. Vas a ser parte de esto y debes estar listo para confrontarlo no como mi novio, sino como el líder de los Zoldyck.
Más allá de que Illumi quisiera intervenir por él, Killua comprendió que había más variables a su alrededor que estaba omitiendo por enfocarse sólo en los aspectos románticos de su vida. Desde un principio no se trató de Icabod, sino de la hermandad, hasta ahora pudo comprenderlo. Su razón le decía que era algo de vital importancia, pero sus sentimientos no le dejaban en paz, sólo pensaba en el peligro que representaba dejar que ese muchacho conviviera con el amor de su vida. Illumi no era consciente de lo muy especial y sobresaliente que era. Mientras que para Illumi, todo era normal e inherente a su personalidad, a sus ojos, era imposible que alguien no terminara enamorándose de él.
—Pregunta todo lo que quieras, aprovecha la oportunidad para enterarte de cómo ve la familia Sohar los intereses de la hermandad. Intenta pensar como un Zoldyck.
Sonrió, no podía expresarle lo muy frustrante que era pensar de un modo que no fuera como su novio. Lo amaba, quizá no se atrevía a decirlo en voz alta porque Illumi tampoco lo hacía, y si lo pensaba más, caería en cuenta de que en realidad esto era precisamente lo que le hacía actuar fuera de sí. Necesitaba escuchar esas palabras que le harían dejar a un lado sus dudas y confirmaría todos sus sentimientos, un «te amo». Todos sus celos se derivaban de la falta de escucharlo, aunque era demasiado nuevo para notarlo.
—¿Estás listo?, ya casi es hora, te llevaré al hotel.
Habían quedado de verse en un hotel a una hora de camino, Killua no quería fuese en un lugar cercano a ellos por temor a que Icabod accidentalmente se encontrara con su hermano en la ciudad. Illumi condujo para llevar a Killua al hotel y dejarlo justo en la entrada, pero por petición del albino no se bajó a acompañarlo, sino que esperó a verlo entrar, luego manejó a una plaza cercana, a esperar a que le volviera a llamar para ir por él. De este modo pensaba evitar que el hijo de Roboam le viese, provocándole un disgusto al albino antes de que ambos chicos comenzaran la conversación y con su actitud dificultara cualquier clase de trato que pudiese aparecer.
—Te estaré esperando aquí.
—Lo sé —se levantó de su asiento para despedirse con un beso fugaz.
Caminó con mucha confianza hacia la entrada, levantando la cabeza en alto, iba a defender lo que considerara necesario e iba a asegurarse de demostrarle a Illumi su madurez; no iba a ser un niño y pelear sin observar bien las intenciones de su posible contrincante, iba a aprender lo que fuera necesario y volvería con sus nuevos conocimientos. Nada de nervios, estrés, ni malas intenciones.
Icabod era fácil de reconocer; lo encontró de pie junto a las escaleras, rodeado de un grupo de ocho mayordomos —un poco excesivo, considerando que no iban a pelear—. El chico le sonrió, agitando la mano izquierda mostrando una gran sonrisa que parecía iluminar su rostro con una felicidad inexplicable.
—¡Killua, hola!
Se adelantó, seguido por sus hombres y le extendió la mano, Killua le respondió el saludo con neutralidad. El muchacho colocó una mano sobre el hombro del albino, dando un par de palmadas.
—Mucho gusto, gracias por venir.
La mano en su hombro le molestó, nunca antes se había sentido intimidado por otra persona, menos por un chiquillo de dieciséis años que no parecía más hábil que él, o al menos era así a simple vista.
—Sí —contestó sin mucho énfasis, y sacudió sutilmente su hombro a fin de quitarse la mano de encima, por supuesto que el gesto no pasó desapercibido por el muchacho y con una risa nerviosa se disculpó.
—Oh, lo siento, viejos hábitos que aprendí de mi padre.
—No, descuida, no acostumbro a dejar que me toquen mucho —mintió para no quedar como un tonto.
—Ven, acompáñame, he reservado un cuarto de juntas.
De nuevo la gran sonrisa en su rostro. Killua no podía dejar de verla y preguntarse qué clase de persona podía ser, por qué sonreía tanto si no se trataba de una reunión tan relevante; su sonrisa y su expresión de felicidad plena le apenaban por no poder compartir el sentimiento.
—La verdad es que estoy muy feliz de que estés aquí —empezó a hablar mientras caminaban rumbo a la habitación—, es la primera vez que hago negocios con otro Asesino y no puedo evitar sentirme muy emocionado.
—Bueno, también es la primera vez que me invitan a una reunión de negocios —intentó ser condescendiente, y hacer un poco de conversación con ese muchacho que parecía ser sincero.
—Oh, pero tú ya estuviste con mi papá y sus amigos en una reunión seria. Papá mencionó un poco de eso, supongo que eso cuenta como una reunión de negocios.
—Supongo que sí…
—Para ser honesto, mi padre no sabe que estoy aquí ahora mismo. Jamás me hubiese dado permiso de entablar conversación contigo por un motivo como este —soltó una risa traviesa, como si estuviera haciendo algo terrible a escondidas de su padre y le hiciera verdadera gracia.
—En todo caso, mi padre no es como que me haya dado permiso para estar aquí, yo vine por mi cuenta… ni siquiera sabe que tengo conocimiento de ti.
La risa del muchacho se alargó, Killua le sonrió forzado, en verdad quería congeniar con él, pero pensar que quizá era así de «alegre» cuando estaba con Illumi, le hacía enojar; además, el muchacho era de buen parecer, cabello oscuro, largo, recogido en una coleta baja y ojos verdes brillantes, con una sonrisa que parecía de revista, difícilmente le creería a Illumi si éste le decía que no lo encontraba remotamente atractivo.
—Es entendible, quiero decir, no somos ya un par de niños, podemos hacer esta clase de cosas, no necesitamos la autorización de nuestros padres para tomar decisiones serias.
En eso coincidió con él, no se sentía como un niño, toda su infancia la pasó entrenando y cuando tuvo capacidad para matar, lo hizo. No podía pensar en sí mismo como alguien sin la capacidad para actuar en cualquier circunstancia. Se esforzaba por dejarle esto en claro a Illumi, aún si éste insistía en que era mejor mantener un perfil bajo en su relación para no meterlo en problemas, como si él no tuviera la resiliencia para enfrentar las adversidades.
Uno de los mayordomos se detuvo a abrir la puerta de la sala de juntas, e Icabod dio un paso hacia atrás señalando al albino.
—Por favor, entra tú primero —de nuevo esa sonrisa amistosa.
Desde pequeño a Killua le habían enseñado que el último en entrar a un cuarto, era el más importante en la sala. Era una tradición, siempre que se trataba de una reunión familiar, su padre les esperaba en la entrada y era el último en entrar y cerrar la puerta, como si con este gesto les dijera que ahora escucharían lo que él tenía que decir. Ignoró la regla, con tal de ahorrarse un mal momento con Icabod, entró primero y se hizo a un lado.
—Toma asiento —le invitó.
El cuarto era un poco más grande de lo necesario, pero tenía una mesa baja con algunas botellas de agua, té y otras bebidas alcohólicas, y un narguile recién encendido en medio de la mesa; el piso alfombrado y un montón de cojines altos para sentarse era todo lo que tenían. Parecía una sala de negocios tradicional para un par de Asesinos.
Se sentaron uno frente al otro, y Killua decidió que se relajaría, no tenía nada que perder, además ya tenía su respuesta. Comenzaba a pensar que no había otra cosa más que escuchar y aprender, tal como Illumi le había sugerido.
—Nuestras familias han sido amigas por muchos años —comenzó Icabod—, nuestros padres, antes de que naciéramos, ya estaban firmando acuerdos de negocios entre ellos. Tenemos un largo historial de buenas relaciones, y eso me motiva más a conocerte.
Lo observó con cautela. Icabod estaba restregando la relación de sus padres como una advertencia para dejar en claro que era un socio importante, y que más valía que le escuchara porque no sería bien visto que no tomara en cuenta sus palabras.
—Es parte de nuestras vidas como Asesinos, ¿no?, tener buenas relaciones entre nosotros. Ha sido nuestro destino desde que nacimos, como mi abuelo siempre dice: está en la sangre. Probablemente tu madre presenció algunos asesinatos cometidos por tu padre cuando tú estabas en su panza, ¿puedes creer que desde ese momento tú ya estabas siendo preparado para el cargo?, y te entiendo, estamos en el mismo bando, la misma hermandad para la que hemos sido destinados, además también soy un heredero. Sé por lo que has pasado.
Tuvo que reconocerlo, era inteligente, bastante más de lo que calculó. Icabod ahora le estaba dejando en claro que no sólo por ser un socio importante debía prestarle atención, sino que se valdría de sus intereses como miembro de la hermandad para empujarlo a aceptar lo que sea que quisiera plantearle, basado en relaciones y honor. Iba a ser una conversación difícil.
—En fin, el motivo de esta reunión ya la sabes. Illumi es —escuchar su nombre en boca de ese muchacho le hizo sentir malestar estomacal—, en la historia de la hermandad, el no-heredero más popular, ¡un fenómeno! Apuesto que toda la hermandad lo conoce, o al menos ha escuchado su nombre, a excepción de los miembros no activos, y los otros hijos no-herederos de las familias. Sin embargo, desde su aparición hasta el día de hoy, ni Zeno o tu padre han elegido a alguien a quién entregarlo, y eso es intrigante. Hay muchas suposiciones, pero nada concreto, y es increíble, todos están al pendiente de este asunto, quieren saber con quién figurará Illumi.
—La razón por la que no han anunciado un padrino, es porque yo me opongo. Yo soy el que no ha dejado que entreguen a Illumi.
Un silencio pesado. Icabod lo observó fijamente, su enorme sonrisa había cambiado por una expresión difícil de entender; apretó los labios y entrecerró los ojos. Se mantuvo con esa expresión unos cuantos segundos y prosiguió.
—¿Problemas familiares?
No era su asunto, así lo pensó el albino, le molestó mucho la pregunta invasiva y quiso evadirla.
—Algo así.
—¿Y son irreparables?
—Pues… supongo… —desvió la mirada por un segundo, no quería continuar con ese interrogatorio.
Observó de reojo de nuevo esa expresión, apretando los labios, entrecerrando los ojos. Le analizaba, y descubría puntos débiles en él. Lo sabía y no podía evitar ser descubierto.
—¿Qué tan familiarizado estás con la hermandad?
La pregunta le cayó de sorpresa, pero no podía huir.
—No mucho, en realidad, estuve dos años fuera de casa. Viviendo por mí cuenta —no podía mentir y arriesgarse a que se le cuestionara en temas que desconocía.
«Y papá se está encargando de hacer que me arrepienta», al fin lo veía, ya comprendía el daño que había hecho al irse de casa a una edad tan temprana. El problema no era que se fuera, o que los Iluminados le cazarían, el verdadero daño era su falta de noción en los negocios. No estaba nada preparado, y eso le hacía ver débil ante cualquiera que intentara contactarlo.
—Oh ya veo —sonrió otra vez.
«Borra esa maldita sonrisa», pensó el albino, entrecerrando los ojos, en un esfuerzo por indicarle que no debía seguir fastidiándolo con sus preguntas incómodas.
—Bueno, te lo explicaré así, ya que estamos en confianza —se arrodilló para alcanzar la tetera y servirse en una taza—. Verás, dentro de la hermandad, sólo los que somos herederos de la familia tenemos relevancia, y somos miembros aceptados, reconocidos y con protección. El resto, la única forma seria en la que pueden ser parte de la hermandad es siendo apadrinados. Si aspiran a una posición, tienen que colarse entre los herederos de cualquier modo y convencerlos de que valen la pena —Icabod se había percatado de una brecha interesante, algo que podía usar a su favor. Killua desconocía los reglamentos de honor entre ellos, así que podía sacar ventaja si lo mantenía ignorante, evitaría a toda costa decirle el poder que un heredero poseía—. Si una familia se niega a entregar a uno de sus hijos, significa que esa persona es una deshonra, una carga, un inútil con algún defecto que no sirve ni para procrear. Es un tabú, nadie habla de eso…, que quieran negarle la oportunidad a Illumi es bastante ofensivo.
—No veo el punto Icabod. Simplemente no me apetece dejar a Illumi.
Lo vio a apretar los labios una vez más. Killua juraba que si volvía a ver ese gesto, se inclinaría a tirarle un puñetazo en la cara. Detestaba que le analizara, que le anunciara con su expresión facial que le sacaba ventaja en conocimiento y educación como Asesino.
—Sabes… —dio un trago a su té— desde hace tiempo que los Iluminados son la hermandad más poderosa del mundo. Absorbieron a todas las logias con las que antes mantenían lazos de amistad, aplastaron a los opositores y prácticamente se deshicieron de todos sus enemigos. Todavía existen algunas logias pequeñas, reguladas por ellos a distancia, y que cuando a ellos se les antoja, los asesinan sin darles explicaciones. La única hermandad con la que no han podido acabar, ha sido la nuestra, los Asesinos. Y eso se debe a que somos los más herméticos de todos, no permitimos la entrada a miembros externos, sólo las familias fundadoras son las que continúan hasta la fecha, no sólo eso, tienes que ser un heredero o un apadrinado para ser reconocido. Nos casamos entre nosotros para evitar desastres…
La imagen de sus padres vino a su memoria.
—Claro, hay excepciones, pero nuestras mujeres están bajo control y eso es lo importante —de pronto su voz sonaba temblorosa, se notaba que comenzaba a emocionarle lo que estaba por decir—. Compartimos entre todos lazos de sangre, seguramente en algún punto tú y yo tenemos un parentesco. Probablemente la mujer que me dé hijos vaya a ser mi prima lejana, ¡qué sé yo!…—soltó la carcajada y de nuevo su voz se elevaba— El asunto es que ellos jamás se han podido infiltrar como lo hicieron con las otras hermandades. Por muchos años lo han intentado con nosotros, pero nuestras reglas son firmes, y eso les ha impedido el paso.
Killua hizo lo mismo que el chico, se sirvió un vaso de té y dejó que continuara explicando su punto. Al fin estaba aprendiendo más de sí mismo de lo que había imaginado.
—Esta es historia antigua, y todo el mundo lo sabe, pero cuando aparecieron los Iluminados, hace más de veinte años, en el momento en que intentaron controlarnos, nos mostraron ser más poderosos que nosotros —era una afirmación muy agresiva que había dicho sin rodeo alguno, Killua supuso que era una de esas cosas que ya los Asesinos habían asimilado sin problema—. Según tengo entendido, el Maestro Caín iba a negociar con ellos nuestro trato, porque definitivamente no nos rendiríamos, pero por algún motivo ellos desaparecieron y no volvieron a agredirnos —por la expresión de Icabod, podía jurar que su madre tenía todo que ver—. Se tienen dos teorías al respecto, una dice que no tienen tanto poder como habían mostrado aquella vez, y la otra, que es por el trato que tienen con tu padre…
«Seguramente son las dos», supuso Killua. Cuando estuvo en la ceremonia no le pareció particularmente especial la fuerza de ellos, no se sintió intimidado como peleador.
—Por eso, cuando tu padre regresó, casado con una Iluminada, después de estar oculto, sin dar motivos aparentes y sin el apoyo de Zeno… se catalogó a tu padre como un traidor. Una brecha en la hermandad y se le destituyó del cargo. Se había unido al enemigo.
Se detuvo a servirse más té y volvió a dar un trago profundo. Killua también tuvo de nuevo sed, pero él optó por tomar una botella con agua.
—Obviamente no se le permitió a tu padre explicar lo sucedido. Admitió ser parte de los Iluminados y se le suspendió de su cargo en la hermandad, para evitar que esto implicara la entrada al enemigo.
Killua cada vez se enfadaba más, pero lo ocultaba, no le gustaba saber que un extraño estaba más enterado de los asuntos serios en su familia, que él mismo. En definitiva, no volvería con la misma mentalidad, Illumi tenía razón, valía la pena escucharle.
—Muchos creen que tu padre ganó importantes ventajas al volverse parte de los Iluminados. Creen que tiene una gran estabilidad, riquezas, y poder debido a su influencia, y en parte es cierto, son los Asesinos más ricos de toda la hermandad, pero… bueno, tú sabes mejor que yo la clase de trabajos que tienen que realizar.
Tuvo que reconocer que en eso no se equivocaba, era un sacrificio muy grande para su familia.
—Los Zoldyck eran famosos porque ser los asesinos de cabecera del sesenta por ciento de las mafias del mundo. Las mafias más importantes. Los dones no necesitaban de un grupo de asesinos especializados, para sus trabajos, contaban con los Zoldyck para todo. Desde que se unieron a los Iluminados, tuvieron que ceder muchos de sus negocios a otras familias para dedicarse enteramente a los Iluminados —con esto muchas cosas comenzaron a tener sentido, no le parecía muy normal que su familia estuviese tan distanciada de Tierra Sagrada cuando eran parte de la misma hermandad—. Y la verdad es que yo sé que tu padre ni siquiera se había planteado ser parte de ellos… ¿sabes lo difícil que es unirte a los Iluminados?, hay listas de miles de personas que esperan una oportunidad para demostrar su utilidad; personas que sin ser parte de ellos, difunden sus símbolos y sus mensajes ocultos para mostrar fidelidad con tal de atraer su atención, pero la gran mayoría morirá sin siquiera haber llegado a manos de un examinador. Para ser parte de ellos, es necesario que seas una figura destacable: hijo de una familia poderosa, heredero a un trono, un rey, un presidente, un artista abrumador, un genio que aporte grandes pasos a la humanidad o algo que ellos tengan interés en particular. No cualquier persona puede ser parte de esto —en su mente llegaban figuras que había visto en la ceremonia y le sorprendía pensar que quizá algunos de ellos eran reyes y presidentes de otros países, cuando en la reunión todos le habían parecido mera escoria social—. Es necesario, como mínimo, estudios universitarios. Es por eso que Silva es una gran excepción. Sin embargo, y es lo que no acaban de comprender los Asesinos, jamás ascenderá. Jamás pasará de ser un simple novicio, porque no tiene estudios, no tiene nada de lo que los Iluminados buscan. Siempre será un subordinado, supongo que ya te iniciaron en la hermandad, y sabes bien cuál es tu destino ahí…
Aunque tenía razón, sus palabras le habían herido, le estaban restregando en la cara lo que él era frente a los Asesinos y los Iluminados, un simple novicio y un traidor, justo como su padre. Por otro lado, comenzaba a comprender mejor hacia donde iba la conversación, el motivo por el cual Ilumi era tan importante y sobresaliente.
—Quizá papá no tenga interés en cambiarlo, pero yo tengo otra expectativa. Illumi es mi maestro —se aventuró a interrumpirlo.
La expresión de Icabod cambió por completo, abrió la boca impresionado, sus ojos mostraban la sorpresa más grande, y Killua sonrió orgulloso, no podía evitarlo; le encantaba la idea de ser admirado por ese muchacho, le había mentido un poco, porque desconocía si figuraría dentro de la hermandad de los Iluminados como su hermano, pero Icabod no tenía porque saberlo.
—¡Tengo tanta envidia! —confesó Icabod—, aunque en unos años entraré a la universidad, y tendré estudios en economía y política, papá jamás me permitirá ser parte de la hermandad. Y yo no pienso arruinar el gran trabajo que han construido mis abuelos. Por más que me gustaría entrar, no lo intentaría.
—¿Se te juzgaría como un traidor?
—Peor, no sólo un traidor, ¡un completo oportunista de mierda! Ni mi familia me aceptaría de nuevo, probablemente me asesinarían antes de que pudiese disfrutarlo. Tienes mucha suerte, Killua.
Esas palabras le hicieron recordar a Gon, cuando él expresaba su admiración, comenzó a extrañarlo. Era su mejor amigo y aun así llevaba meses sin verlo, Alluka e Illumi tenían razón, estaba descuidando su amistad.
—Illumi es una gran excepción. Él tiene un cargo muy alto, ¡algo que jamás se esperaba! Es la única brecha que tenemos para infiltrarnos en los Iluminados. Es por eso que apadrinarlo es un objetivo importante para todos.
—¿Por qué tiene que ser así?, ¿por qué alguien tiene que volverse su "padrino"?, ¿no es suficiente con que nos pidan ayuda y ya?
—Como sabes, a ti no te dejarán ayudar, no confiarán en ti por el historial de tu padre, y si no te dejan a ti, con menos razón se lo permitirán a Illumi.
Tenía razón. Dio un trago a su botella, no les gustaría que Illumi tuviera iniciativa, sería sospechoso. Si ya desconfiaban de su familia, esto podría en riesgo su seguridad, sin importar sus buenas intenciones.
—Sin embargo, no cualquiera puede apadrinarlo —continuó Icabod— tiene que ser alguien con un puesto importante, alguien que pueda respaldar a tu padre. Silva necesita de alguien que pueda avalar su inocencia, que se infiltre en la hermandad y pueda apelar por él para demostrar que no es un traidor, de modo que pueda recuperar la confianza de todos.
Y con eso comprendía por qué todos los que buscaban a su hermano siempre resultaban tener cargos importantes.
—El primer paso para comenzar a atacar a los Iluminados, es tomar a Illumi, meterse en la hermandad y sacar la información posible, después, mantenerse así, como un infiltrado que pueda vigilar al enemigo —continuó Icabod—. Si un miembro de los Asesinos que no posee un puesto relevante, intenta usar a Illumi, de inmediato su trabajo será desestimado, y todos creerán que fue un peón de los Zoldyck, pero si un alumno del Maestro Caín, o el mismo Maestro, o alguien con un cargo dentro del concilio lo hace, alguien que sea estrictamente leal a la hermandad, entonces tendría suficiente peso para pelear por la causa. Podría usar a Illumi para protegernos y los Iluminados no podrían controlarnos más.
—¿Y eso es lo que quieres tú? —preguntó Killua, ya comprendiendo el asunto—, ¿no te parece que tienes muchos huecos en tu plan?, digo, nuestros padres son amigos, bien podrían decir que fuiste usado por los lazos de amistad con mi familia; además, pensarán que te uniste a los Iluminados, y no puedes entrar en la hermandad, tú mismo lo dijiste.
Tenía un punto a su favor, pero todavía no estaba convencido de querer involucrarse en la hermandad para ayudarlos. No permitiría que alguien le arrebatase a Illumi.
—Yo no necesito ser parte de la hermandad para saber más de lo que debería. He aprendido bien de papá, sé cómo robar información, por ejemplo… —se aclaró la garganta y se ruborizó— verás…, muchos herederos son unos pervertidos, no sólo quieren a Illumi para conseguir sus objetivos vengativos contra los Iluminados, también quieren sentirse poderosos al… —su cara enrojecía entre más hablaba—, al acosar sexualmente a un miembro de ellos. Yo no soy así, yo no tengo el más mínimo interés romántico en él. Sé que es un hombre muy importante, que merece todo mi respeto y admiración, pero… también sé que hay algo contigo, algo que papá me dijo que todavía no puedo saber, pero dijo que es de vital importancia que ustedes dos estén juntos. Yo no pienso separarlos, de hecho, sólo quiero que tenga el título de apadrinado por la familia Sohar, y que viva como mejor le parezca mientras nos facilite el poder para vigilar al enemigo y detenerlo si hace falta. Ni siquiera te pediría que me lo prestes para que sea mi maestro, aunque sí me gustaría aprender de él…
Aunque la idea no sonaba tan mal, todavía estaba esa parte de que su familia pudiese ser acusada de ser usada por los Zoldyck a causa de su posición tan nueva en la hermandad.
—Pero sigues teniendo un hueco…
—No te pido que me dejes apadrinarlo ya mismo, aun no he sido anunciado en la hermandad. Yo soy yo, papá es papá, necesito subir, tengo un plan para establecer buenas relaciones y tratos, en cuanto lo tenga, hasta ese momento, lo que quisiera pedirte es… que no dejes que nadie lo apadrine, no dejes que nadie más lo tome, déjamelo a mí, y te prometo que no te lo quitaré. Sólo dame tiempo.
Era muy inteligente. Esa era la mejor descripción que tenía para ese muchacho. Le había ofrecido más de lo que necesitaba, información valiosa, y no le quitaría a Illumi. La idea no sonaba tan mal.
—No puedo decirte que sí tan pronto —contestó firme—. Illumi tiene voz y voto para mí. Hablaré con él. Para empezar, no sabemos si él pueda ayudarnos como tú crees, una vez que él me dé una respuesta, que evaluemos esto, te lo diré.
La sonrisa de Icabod volvió a ensancharse. Esta vez, ya no le pareció negativa, sino amistosa, y le correspondió. Quizá ese niño, era como Illumi le había dicho, sin malas influencias, con una pasión por la hermandad, un deseo de lucha. Le agradó más, hablaron un poco sobre los pormenores del plan de Icabod, y envió un mensaje a Illumi para que pasara por él. Estaba listo para mostrar sus avances a su hermano. Se acercaron a la puerta de salida, e Icabod vio que Illumi bajó del carro.
—¿Ah?, ¡Illumi vino por ti!
Sonrió orgulloso de ser la persona más importante en la vida del morocho.
—Sí, tú mismo lo dijiste, no podemos estar separados.
Se despidió y subió al auto. Illumi condujo un poco hasta que se encontró lejos del hotel, justo cuando se detuvo frente a un semáforo en rojo, aprovechó para inclinarse sobre el albino y besar sus labios en un saludo tierno, y Killua le correspondió sin fijarse en nada.
—¿Estuvieron fumando?, hueles a hachis.
Recordó que en la reunión había un narguile encendido que todo el tiempo estuvo esparciendo el aroma por toda la habitación. Jaló la tela del cuello de su playera y confirmó que en efecto, olía bastante a la yerba y se ruborizó.
—No, no fumamos. Sólo había una cosa de esas con esa cosa adentro.
—Un narguile —corrigió— con hachis, ¿no fumaron?
—No.
—¿Ninguno de los dos?
—No, ¿qué hay con eso?
Illumi soltó una risa burlesca, y Killua le dirigió una mirada amenazante. El morocho levantó una mano para acariciarle el rostro en forma de disculpa.
—No te rías, idiota, ¿qué es tan gracioso?
—¿Se te antoja un helado o algo? —miró al frente, la luz roja había cambiado.
—La verdad es que no me atreví a comer cuando estaba en la reunión, todo se veía tan serio que no presté atención.
—Vamos entonces a comer algo.
—¿Y Kalluto?
Le extrañó que descartara a su hermano menor; toda la semana se había comportado como si fuera estrictamente necesario que el más pequeño se uniera a ellos en las actividades cotidianas. Supuso que se sentiría mal si lo dejaba a un lado.
—No siempre tenemos que comer con él, además —miró la hora— ya es tarde, seguramente ya comió, ¿no quieres salir conmigo?
El simple hecho de pensar en la palabra "cita", le provocaba cosquillas en el estómago y una sonrisa tímida adornaba su rostro. Se mordió el labio y asintió con la cabeza.
Lo llevó a un restaurante, el primero que Killua eligió, y una vez que ordenaron, Illumi se preparó para hablar, aunque algo le decía que todo estaba bien.
—Es importante que cuando vayas a una reunión de negocios, si ves hachis, al menos pruebes una vez. Es una tradición importante, seguramente el hijo de Roboam no fumó porque estaba esperando que tú empezaras.
—Pero no me gusta, y huele muy mal.
—No te tiene que gustar —aprovechó que Killua tenía una mano sobre la mesa para acariciar sus dedos por un instante—, sólo cumple el protocolo. Es una tradición muy antigua, antes se usaba para intimidar a los que solicitaban nuestros servicios, pero ahora sólo es parte de la hermandad. No te va a pasar nada por probar y lo sabes.
—De acuerdo —aunque no lo dijo muy convencido.
—¿Cómo te fue con el hijo de Roboam? —tenía especial cuidado en no decir su nombre, no quería que Killua se molestara sólo por haber memorizado el nombre del muchacho.
Encontró indescifrable la mira del menor, distaba mucho de lo que él esperaba, pero luego se sorprendió al ver una sonrisa pequeña alumbrar su rostro.
—Mejor de lo que esperaba.
—¿Mejor?, ¿cómo es eso?
Llegaron los platillos y Killua se acomodó para comenzar a comer.
—Hice lo que me pediste —levantó la mirada, Illumi comía con mucha lentitud, estaba más interesado en escucharlo—, le puse atención a lo que tenía que decirme y, tenías razón, aprendí mucho.
Se alegró bastante de escucharlo, incluso sintió que el apetito volvía a su cuerpo.
—¿Y?, ¿fue algo bueno o malo? —tomó un bocado, mientras escuchaba a su niño explicarse.
—A decir verdad, Icabod tiene muy buenas intenciones; es muy apasionado por la hermandad, y tiene intereses serios en ayudar. No tiene intenciones románticas contigo…, no por ahora. Eso es lo que me preocupa, que con la convivencia, después termine enamorándose de ti.
Vio la expresión contenida del morocho y se sintió molesto.
—Te quieres reír, ¿verdad? —y antes de que pudiera responder le detuvo—, ni se te ocurra mentirme.
—Lo siento, Kil —soltó la carcajada—, es un poco absurdo que te pongas así por algo que ni siquiera sabes si va a ocurrir.
—Eso crees tú, pero lo vi. Te admira demasiado, eso no es normal.
—Kil, ¿qué pensarías si yo te dijera que tengo celos de Gon?, es la persona más cercana a ti, tienen un historial y puedo apostar que se va a enamorar de ti, si no es que ya lo está. No puedo visualizar la situación de otro modo.
—Es absurdo —contestó—, Gon y yo somos amigos, llevamos años siéndolo, si no ocurrió nada antes, no ocurrirá nada ahora.
—Antes eran demasiado jóvenes para saberlo —objetó.
—Y ahora yo sólo pienso en ti, y eso Gon… —se ruborizó—, Gon lo sabe, sabe lo muy importante que eres para mí y lo respeta. Creo que eso es suficiente para que no te pienses mal de él. Es una situación incomparable.
Y esa, precisamente, era la razón por la que él deseaba que su relación fuera pública. Podía apostar que el simple hecho de mantenerlo oculto, era motivo para poner las cosas en duda. Killua tenía apoyo de parte de su mejor amigo y, apostaba, recibiría apoyo de cualquiera que él solicitara, porque era él, el albino más agraciado de los Zoldyck, que era fácil de amar. Estaba orgulloso de ser su pareja, no le importaba cómo se viera, él era una persona impresionante.
—De acuerdo, ya, tranquilo —lo contuvo, aprovechó el momento para acariciar sutilmente su mano—, sólo quiero que entiendas una cosa. Así como tú no tienes problema con mantener una amistad cercana, yo estoy seguro de lo que quiero, no necesito a alguien más, y no tendría ningún reparo en decírselo a ese niño, si es que la situación lo amerita.
Tomó otro bocado, repasando la situación.
—La verdad es que él dijo que sabía que debíamos permanecer juntos. No sabe bajo qué condiciones, pero su padre se lo explicó.
—Oh… ya veo.
—Cielos… —suspiró—, me sentí tan idiota mientras lo escuchaba hablar, sabe todo de la hermandad y yo no tenía idea de cómo responder.
—No tienes por qué preocuparte…
—Sí tengo que hacerlo —objetó con seriedad, Illumi incluso detuvo sus movimientos para observarlo—. Soy el heredero, Illumi… lo pensé bien, lo sé. Todo el tiempo sólo digo que tomaré el cargo, pero no estoy siendo serio al respecto. He intentado mentirme con que lo haré cuando en realidad no sé lo que estoy haciendo…
Illumi tragó saliva lentamente, esas palabras le habían provocado miedo; si Killua había accedido a ser el heredero sin estar convencido de su decisión, bien podía significar que en un futuro le acusaría de haber elegido un camino en base a sus sentimientos pasajeros y no una convicción real.
—Kil, no tienes que hacerlo si en realidad no lo deseas, yo te apoyaré en tus decisiones.
—Ya te he dicho muchas veces que sí quiero —contestó frustrado—, no sólo lo hago por una buena causa, por ayudarte a ti, a Alluka, a Kalluto y quizá a Milluki; también deseo cambiar las cosas en la familia…, es sólo que… —miró hacia el mantel, se sentía apenado por su confesión—, Icabod va a estudiar en la universidad.
Illumi no captó bien el problema, lo escuchó pero no le encontró relación, le pareció como si el niño quisiera desviar el tema.
—Bueno, seguramente su padre quiere que tenga la suficiente competitividad entre los Iluminados.
—¿Y yo…?, ¿yo qué soy?
—Eres un Hunter —contestó, ya comenzando a comprender un poco su queja.
—¡Soy un Hunter por casualidad!, no porque un día me pusiera a investigar lo que era ser uno y desee ese camino… soy un Hunter como otros cientos más, sin nada especial.
—Puedes subir en la pirámide de los Hunter, no tienes porque limitarte.
—Tú bien sabes que nunca llegaré tan lejos dentro de esa agrupación, no seré más que… no haré mucha diferencia. Yo también tomé parte de las hormigas y, dime, ¿figuró mi nombre?, no, siempre se mantuvo en secreto, porque aunque no lo quiera, soy un Zoldyck.
Le extrañó que hablara de ese modo, no imaginaba que tuviera tanta ambición por una posición. Le preocupaba no estarle motivando en el sentido que él buscaba.
—Las personas que te buscan, que están detrás de ti, todos son personas importantes, con mucha relevancia en el mundo —tomó aire, al fin estaba sacando esos sentimientos que le molestaban—. Ellos pueden hacer una gran diferencia. No quisiera verme poca cosa a su lado.
—Kil, yo me fijé en ti cuando eras muy pequeño, cuando ni siquiera sabías de aspiraciones ni nada de eso. No me fijé en tu futuro, me gustaste por ti mismo.
Por supuesto que las palabras de Illumi le hacían feliz, le alegraba en lo más hondo de su corazón saber que era aceptado del modo que fuera, sin importar si llegaba lejos o no, pero no era suficiente; él necesitaba más que su apoyo.
—Sí, pero tú eres un Rey… un Juez…, un Gran Maestro, Mago y Sacerdote —lo miró con un aire de gracioso reclamo ante tantos diversos títulos—, y yo nunca pasaré de ser un novicio.
Illumi por fin captó a dónde iba tanto rodeo. Nunca imaginó que Killua pudiera llegar a ese punto, en cierto modo le hacía gracia y le preocupaba que se viera envuelto en malas decisiones por su ambición.
—¿Quieres subir de rango en los Iluminados? —dejó a un lado su comida.
Le intrigaba que ahora pensara así, pero quizá sólo se debía a que se había sentido inferior a Icabod.
—¿Puedo? —Killua acomodó una mano sobre la mesa, como si intentara tocar a su hermano en su afán por convencerlo.
—Claro que sí, a diferencia de papá, yo estoy contigo, yo te enseñaré todo lo que haga falta. Seré tu maestro —acarició su mano en respuesta, quería que viera cuanto en realidad le importaba.
—¿También me enseñarás a ser un buen heredero? —aprovechó la oportunidad para extender su petición—, cuando estaba en la reunión me sentí como un idiota, Icabod sabía más cosas sobre mi familia que yo. Incluso está al tanto de lo que papá pasó, yo no sé cómo fue el asunto que lo tuvo en este problema.
—Puedo explicarte los sucesos alrededor de los intereses de la familia, y respaldarte en otros aspectos políticos, pero yo no llegué tan lejos como heredero, hay muchas cosas que seguramente desconozco y que papá será quien te explique. Sin embargo, no te dejaré solo.
.'.
Silva preparó todo el escenario siguiente para presionar a Killua hasta su límite de resistencia. Ya lo había pensado hasta el hartazgo, y no podía aceptar ver a sus dos hijos juntos; le repugnaba en todo el sentido, sufría y había dejado de cuidarse, de darle importancia a su trabajo. Se convenció de que necesitaba escuchar a su hijo declarar con su boca que amaba a Illumi, que deseaba estar con él de otro modo, si no lo hacía, sin importar lo que alegaban los Iluminados, no lo podría creer. Se lamentaba porque estaba seguro de que al final escucharía esa terrible declaración, y eso le hacía dudar si esto le bastaría para rendirse. Unió fuerzas con su padre, en la búsqueda de eliminar al ente de Nen, albergaba la esperanza de que esta situación tuviera un desenlace diferente. No podía dejar las cosas así, en algún punto esa unión debía terminar.
La historia de su vida junto a Kikyo nunca había sido realmente buena. Al inicio se había esforzado por encontrar el lado romántico, cuando se sentía desahuciado de toda la cómoda vida que disfrutaba en Tierra Sagrada. Sin embargo, su romance no duró demasiado, acabó justo después del nacimiento de Alluka, cuando los rasgos de locura se acentuaron. Hacía lo posible por cuidarla, puesto que era la persona con la que más convivía en su día a día, e intentaba encontrar en ella puntos en común. Kikyo era apasionada y entregada, pero toda su relación se reducía a sexo. Ese era su medio de comunicación, su forma de llegar a treguas y satisfacer su ira. Pero de ahí no pasaba, no se podía esperar nada en sus conversaciones tan llenas de diferencias. Ella era homofóbica, religiosa de un modo retorcido, con tantas ideas alocadas y contradictorias, mientras que él había crecido en un mundo donde la homosexualidad era más bien un atributo de riqueza que una condición sexual.
Ya no quedaba nada, este había sido el límite para ellos. No más relación.
Estaba furioso, ella le había ocultado deliberadamente su condición, había tomado a sus hijos para su placer personal y los había dañado por completo. Tenía miedo de averiguar hasta dónde había llegado en su afán por poder, no quería ni imaginar lo que Kalluto tenía por decir. Estaba negado a preguntar más. De por sí nunca estuvo preparado para afrontar la paternidad con Illumi, mantener un matrimonio le parecía imposible. No sentía lástima por ella, ni por su actual ceguera; podía apostar que ella misma se lo había provocado. Cesó de visitarla a su cuarto, aunque no detuvo el servicio de ayuda que ella gozaba, simplemente la ignoraba; aun cuando ella le mandaba mensajes, rogando por su compañía, hacía oídos sordos y continuaba con su vida, trabajando, pensando día y noche en cuánto les debía a sus hijos.
—Illumi, ¿estás con Killua? —le llamó un par de días después, cuando ya estaba listo para proceder con su plan.
—Sí, aquí está conmigo.
—¿Y Kalluto?
—En el hotel —contestó.
Habían salido juntos a caminar, Illumi se había tomado muy en serio eso de educar a Killua. Le preparó toda una serie de lecciones para aprender tanto idiomas, como arte, filosofía, política, e historia, primero lo básico antes de proceder con temas más complejos como el ocultismo y sus diversas ramas. Killua era maravilloso, disfrutaba tanto enseñarle que a veces olvidaban el pasar del tiempo y terminaban trasnochando, aunque claro, no podían negar que esto mismo estaba fortaleciendo todavía más sus lazos.
—¿Por qué rayos estás con él a solas?, ¿hay alguien más con ustedes?
—No, estamos hablando de asuntos importantes.
—¿Importantes para quién?
—¿A dónde quieres llegar?
Comprendía que su padre no podía aceptar su relación, estaba preparado para eso, tampoco lo iba forzar a reconocer algo que era inadmisible, pero no por eso mismo iba a dejar que lo pisotearan frente a Killua. Su abuelo ya le había advertido que quien más sufría cada vez que esto ocurría, era el mismo albino, el cual salía siempre a la defensa, dolido por ver que su hermano mayor no enfrentaba las cosas del mismo modo que él.
—No puedes estar con él a solas —contestó aun si no tenía la razón—, no está bien.
—¿Podrías dejarlo?, no te pregunté si estaba bien, simplemente lo seguiré haciendo.
—¿Qué ocurre Illumi? —Killua estaba extrañado por el comportamiento de su hermano, nunca antes lo había visto tan molesto por una llamada con su padre.
Illumi le contestó tomando su mano y besándola.
—Nada —susurró con una sonrisa coqueta que distrajo por completo al menor.
—¿Cómo puedes hacerle esto a tu hermano? —respiró, no podía oponerse, ya estaba claro ese punto— olvídalo… yo sé que no está tampoco en tus manos. Todo esto… todo esto es muy difícil para mí.
—Lo entiendo papá, si no quieres que te involucre más sólo dilo, y me aseguraré de no ser tan directo cuando hable contigo.
La mirada de Killua le preguntaba con curiosidad lo que ocurría, pero de nuevo él le sonrió, acariciando su mejilla. Eran simples disculpas por tener que ocultar algo tan delicado, cuando ambos habían acordado a no tener secretos.
—No… no es tan simple. No porque no lo digas, las cosas van a cambiar —se talló los ojos, ya necesitaba descansar, su cuerpo se lo estaba exigiendo—, sólo comunícame con él, no contesta mis llamadas.
—Kil, ¿y tu celular?
El albino soltó una risa apenada.
—Lo olvidé en el hotel, apenas me di cuenta.
—Toma, papá quiere hablar contigo.
Killua tomó el teléfono y se apresuró a responder.
—¿Papá?
—Kil, ¿por qué demonios estás con Illumi?, llevas varios días allá y no te has comunicado conmigo ni de broma, ni siquiera sonaste la alarma de que terminaste el trabajo, ¿qué se supone que estás haciendo?
—Sí terminé todo —de inmediato saltó, no le gustaba que le recriminaran algo que de todos modos él ya había solucionado y no había afectado a nadie.
—Vine con él porque está enseñándome cosas sobre la hermandad.
«Excusas», se enfadó Silva porque era muy bueno para mentir.
—Quiero que vuelvas ahora mismo a la casa, es importante que te presentes.
Killua le lanzó una mirada nerviosa a Illumi.
—Estoy ocupado, papá. No puedo volver ahora mismo.
—No te pregunté si lo estabas, dije que volvieras. Ya está listo tu vuelo, te están esperando en el hotel.
Y colgó, no se pondría a discutir con un niño rebelde, de lo contrario, Killua saldría con más argumentos y terminaría en una pelea interminable.
—No quiero volver, Illumi —estaba angustiado, separarse de Illumi era cada vez más difícil para él.
—Ya falta poco para que Kalluto y yo terminemos nuestro trabajo, vuelve a casa, ya te alcanzaré.
—Es que… —lo iba a extrañar, no podía estar ya sin él.
Tomó su rostro con ambas manos, se inclinó y lo besó, sin tomar en cuenta si estaban rodeados de gente o no. Sólo quería tranquilizarlo, esa era su prioridad.
—Por favor, no hagamos problemas con papá. Además, le pedí que realizara unas pruebas más para asegurarme que lo que pasó en la ceremonia no te haya afectado, necesito que vayas, ¿de acuerdo?
Sus besos, la forma en que le pedía las cosas, era imposible negarse. Con una pena en su corazón se marchó esa misma noche.
Nos vemos el siguiente mes :) Felices fiestas, feliz año y todo lo que festejen.'.
