Hola :) adivinen quién está mucho mejor después de tanto tiempo de drama y angustia? No lo sé, pero no soy yo *llanto*

Bromeo. Me siento mejor, y con muchas ganas de seguir con la historia, ahora sí... la venganza!

HADOS

Capítulo 35

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El silencio de Illumi se prolongó lo suficiente como para molestar a su padre. Silva se imaginó un montón de cosas desagradables y tuvo la necesidad de voltear a un lado; pasando una mano entre sus cabellos con estrés y fastidio, mientras murmuraba alguna queja inentendible. Aun así no abandonó la conversación ni expresó su desprecio, puesto que sabía que era menester para la familia.

—Si tu padre no quiere oír, está bien, puedes decírmelo a mí —alegó Zeno con un aire de burla y fastidio.

Illumi volteó a ver a su padre, el cual continuaba evadiendo su mirada. En algunos momentos, una pizca de pena por su padre se asomaba en su endurecido corazón; quizá porque en su lugar él sería incapaz de llevar las cosas con la misma calma a la que Silva se sometía, e incluso debía confesar que él intervendría de manera más agresiva, colocando agujas a todo el mundo y simulando que todo iba bien.

—¿En privado?

—No, aquí, él puede hacerse el loco si gusta.

Asintió con confianza y, de pronto, justo cuando estaba por abrir la boca, confesar aquello que guardaba en su corazón se volvió una carga demasiado bochornosa. Por más que deseaba hablar con franqueza las cosas —tal como hubiese hecho en circunstancias normales— le era imposible. Quería volver a tomar ese papel de cinismo y decir las cosas sin filtro, sin vergüenza y esperando a cualquier reacción sin valorar las consecuencias. Visualizó esa imagen de Nimrod actuando como si nada le importase y de pronto quiso ser como él, amarró su orgullo en su mente y soltó sus palabras como si no hablase de sí mismo.

—En estos momentos me siento fuerte, creo que puedo estar lejos de Killua por todo un mes antes de que la entidad vuelva a aparecer.

—¿Pero eso no afecta tu deseo?, ¿no lo hace crecer?

—Siempre que estoy lejos de Killua, la criatura recibe alimento —explicó—. Incluso en estos momentos él está siendo alimentado, pero son migajas, así que no pasa nada —aclaró al ver la cara de temor en su abuelo—, pero si estuviera por una temporada larga…, es como darle migajas y migajas todos los días hasta que se vuelve un problema. No obstante, cuando Killua es… —fingió tener comezón en la nariz para disimular su rubor—, es más noble de lo normal, es como si esa alimentación se anulara.

—¿Más noble de lo normal? —preguntó Silva.

—Hace que todo su crecimiento se pierda y todo vuelve a ceros —eludió dar una explicación, enfocándose en los resultados de esa "extra-bondad".

—¿Quieres decir… cuando es romántico? —preguntó Zeno fingiendo no darle relevancia.

Asintió con la cabeza.

—¡Oh, esto es algo que podía vivir sin saber!

—No te pedí que escucharas Silva, pero ya que estás aquí, esto nos puede dar una pista sobre el verdadero deseo de Illumi —miró al techo unos segundos repasando mentalmente la conclusión a la que había llegado con esa confesión breve, luego regresó la mirada a su hijo, listo para soltar su conclusión—. Illumi no deseaba a Killua de un modo morboso o sexual, no era el afán de tener una relación con él, sino romance, eso es lo que Illumi busca.

—¿Romance?, quieres decir que mientras Killua sea romántico con él, podremos evitar que sigan manteniendo relaciones sexuales y reducir esta relación incestuosa —deliraba el padre de los chicos, cualquier excusa para separarlos era válida para él en esos momentos.

—Una relación romántica sigue siendo una relación incestuosa, Silva. No es algo que puedas separar así de simple.

—Perdona, pero no sabes cuánto me altera la idea de saber que mis hijos están en un cuarto teniendo relaciones sexuales —acentuó sus palabras para remarcar la tragedia que dejaban pasar en el intermedio.

—Pero Killua consiente la relación. Está de acuerdo con su forma de llevar las cosas, además no sabemos qué tan profundo sean sus sentimientos. Quizá no le agrade que le privemos del sexo.

Illumi no pudo evitar soltar una risa que contuvo casi de inmediato y tuvo que disculparse por su reacción. Por supuesto, ellos no sabían que Killua estaba pasando por una fase bastante complicada con su sexualidad. La quería experimentar cada vez con más pasión, más énfasis, disfrutar más tiempo la oportunidad de estar con él. En pocas palabras, comenzaba a ver el sexo como algo habitual y necesario para su relación; imaginar a ese chiquillo siendo privado de su expresión favorita de afecto, simplemente no lo veía posible.

—¿Podríamos dejar el tema?, me están dando nauseas —alegó Silva.

—Claro —asintió Zeno y volvió a mirar a su nieto—. Illumi, lo importante es que sigas comunicando los cambios. Si esto te beneficia y si ves avances, perfecto, y ahora sal de aquí, Silva y yo tenemos asuntos pendientes —no quiso continuar, puesto que también a él le resultaba desagradable el tema. Al menos había resistido lo necesario y podía dar por terminado el asunto.

Apenas pudo, salió a toda prisa, estaba seguro de que el adolescente tendría mucha curiosidad por saber que había sido de él, no obstante tenía deseos de dormir. Había descansado demasiado poco los últimos días, y aunque estaba preparado para resistir más, no veía la necesidad de privarse de su descanso cuando podía aprovechar el tiempo libre; esperaba que el albino lo comprendiera.

Entró al cuarto, justo cuando Killua recién salía del baño y lo observaba desde la puerta con una sonrisa curiosa que le hizo dudar si hablar o no.

—¿Estás bien? —preguntó el albino.

Asintió en silencio, todavía no estaba seguro cómo pedirle que le dejara descansar sin sonar desinteresado.

—Deberías dormir, Illumi, recién vuelves de trabajar y sé cómo te sientes.

Se sorprendió. Abrió la boca como quien está a punto de decir alguna palabra, pero sin lograrlo. Killua le conocía a dedillo, comprendía sus sentimientos y era capaz de entender sus necesidades.

—Te acompañaré a dormir, ven aquí —tomó su mano y lo guió a la cama, en donde le ayudó a quitarse la playera y los zapatos. Illumi estaba atontado entre tanta atención, no dejaba de observarlo con curiosidad, aceptando que el albino fuera quien acomodara la cama para que él se echara sobre ella a descansar—. Me quedaré aquí a tu lado hasta que te duermas, ¿de acuerdo?

Se recostó como le fue indicado, incapaz de resistirse ante tantas atenciones delicadas y dulces. El atrayente cuerpo de su amante le incitaba a perderse entre la felicidad del amor. Killua se sentó a su lado, acariciando el cabello oscuro de su amante, para adormecerlo con su dulce afecto. Aprovechó la cercanía, para tomar la mano del albino y besarla antes de permitirle continuar hipnotizándole con sus encantos.

—Gracias —no pudo evitar relajarse, mientras las gentiles manos del menor le invitaban a perderse en sus sueños. No quería volverse adicto a ser tratado con tanta bondad, pero el tierno albino era más fuerte de lo que había esperado y ya le había sometido a su voluntad.

Killua se sintió satisfecho en el momento que notó que de verdad dormía. Por primera vez decidió observar con atención la expresión de su hermano desando comprender qué era aquello que le atraía tanto; observó sus ojos cerrados, sus cejas, pómulos, nariz y labios, todo en perfecta armonía y quedó embelesado con su atractivo natural. En momentos como aquel, Illumi parecía una escultura esculpida por un maestro artista; su musculatura equilibrada y varonil, como si hubiese sido delineado con una precisión propia de un genio. Killua lo apreciaba, y apostaba que Illumi no tenía idea de cuán hermoso era él a sus ojos.

«De verdad que estoy mal —se dijo perturbado—, estoy muy enamorado».

El pensamiento le ruborizó, pero no se arrepintió de haberlo reconocido en su interior. Después de observarlo durante un tiempo más, se dispuso a ir por uno de sus libros; quería leer algo que pudiera servirle para educarse más, entonces pasó de largo las novelas y cuentos, la información que no le pareció tan relevante y tomó un libro de magia, uno que parecía tener respuestas de todo, y se quedó leyendo a la espera de que su hermano despertara; aunque sospechaba que tomaría mucho más tiempo del normal.

Debido a que la lectura comenzaba a dificultársele, gracias a que contenía un tema complejo que no lograba descifrar, se cansó y salió en busca de Alluka. Al fin Illumi durmió unas seis horas más, lo cual indicaba que estaba bastante agotado. Regresó a la habitación una hora antes de que despertase; se acomodó de vuelta a su lado, leyendo el libro que había tomado antes. Quizá hubiese continuado con esa calma, de no ser porque el celular de Illumi comenzó a sonar. Vio a su novio moverse entre las sábanas para atender, pero no le dio tiempo; se adelantó a tomar el aparato, después de todo, Illumi no se molestaba si él era quien respondía, además prefería que continuase descansando.

—¿Hola?

No era alguien que pudiese reconocer, decía que era un número privado, y tampoco la otra persona se dignó a responder, pensó que quizá hubo algún problema en la llamada, y colgó, pero un par de segundos después el aparato volvió a sonar.

—¿Hola?

El silencio era molesto, volteó a ver de reojo a Illumi, el cual se reacomodaba en la cama, y le alarmó que estuviese por levantase; tenía curiosidad por descubrir al que se atrevía a marcarle desde un número desconocido.

—¿Quién habla? —preguntó, pero la llamada finalizó.

Miró una vez más a Illumi, que parecía no darle más relevancia al asunto y continuó descansando. Esperó a que volviese a sonar el teléfono, observando la pantalla para atender, tan pronto fuese así, no quería que el ruido y la vibración despertasen una vez más a su amado.

—¿Hola?

—¿Gran Maestro?

Se separó del celular, esta vez no era el mismo número desconocido, era un número que Illumi tenía almacenado, el cual decía «Annie».

—Él está dormido —acarició la mejilla de su amante, como para decirle que no se preocupara, que él atendería a la persona.

—Eh… disculpa, ¿me podrías…? —Annie estaba a punto de cometer una imprudencia, mandar a despertar a un Gran Maestro era casi una afrenta para alguien con su condición— Bueno, yo llamaré después.

—No, no hace falta, puedes decirme a mí y yo se lo comunicaré.

«Ese exceso de confianza», pensó la chica. Ciertamente no se trataba de algún empleado —ningún subordinado era capaz de tomar un recado de un modo tan descuidado—, bien podría tratarse de negocios privados de su amo.

—Es algo privado. Lo siento.

—No te preocupes —Killua tenía curiosidad por saber quién era esa chica que buscaba a su hermano—, puedes contarme a mí. Él no podrá atenderte en un largo tiempo.

«Insistente, debe ser…»

—¿Killua Zoldyck? —se aventuró a preguntar.

—Sí, soy yo.

Annie sintió que la sangre se le iba hasta los pies, tenía temor de hacer enfadar al Gran Maestro por entablar conversación con su persona más preciada sin discutirlo con él primero.

—Oh, Joven Novicio, espero no importunarle, sólo quería hablar con el Gran Maestro por unos asuntos de la entidad, pero creo que es mejor esperar, sólo… sólo dígale que Annie intentó contactarlo, que lamento muchísimo haberlo hecho de este modo.

Siempre olvidaba la existencia de ellos y su participación con la entidad. Se maldijo por no haberse preparado para enfrentarlos cuando comenzaran a exigir tratar con el tema de Nimrod.

—¿Algo más que tengas que decir? —no quiso indagar más. No tenía preparado algún argumento para defender a su amante y no quería perder frente a un desconocido en llamada.

—No, lo siento mucho. Muchas gracias Joven Novicio, espero verle pronto. Que pase una buena tarde —se apresuró a colgar antes de terminar en medio de una conversación peligrosa.

Detuvo su vista sobre Illumi, a la espera de una reacción que mostrara que estaba despierto y sabía que era así, pero justo comenzaba despejar su flojera. Después de un rato en silencio, en el que continuó leyendo su libro para distraerse, se percató de los ojos oscuros que le analizaban a un lado de la cama, y dejó a un lado su lectura para responder a la pregunta que flotaba en el aire.

—Annie —contestó Killua—, sólo quería hablar contigo por algo de los Iluminados, y no quiso decirme qué cosa.

—Annie… —murmuró con voz ronca—, ella usualmente me habla cuando algo serio ocurre.

—¿Quién es…? —le apenaba sonar tan intrusivo, no era su intención.

Illumi se incorporó, sentándose sobre el colchón para estirarse, realmente había descansado bastante.

—Ella es la mensajera de los Iluminados. Trabajará para mí dentro de un tiempo. Así que no debe sorprenderte que me hable bastante seguido.

Torció la boca, no le había agradado eso último, pero no se pondría a debatir al respecto.

Illumi salió de la cama, rumbo al baño, tenía bastante hambre y quería pasar el resto del día haciendo nada en especial. Killua quedó en silencio, esperando ver de nuevo su silueta salir. Pensaba en esas palabras y sus celos volvían a envenenar su cabeza, era imposible de huir de sus propios conflictos.

—¿Qué lees? —preguntó al salir del baño, lo observó a la distancia mientras caminaba hacia el ropero, en busca de una playera limpia.

—Es… Estudios sobre el Papiro de Derveni.

—¿Papiro de Derveni?, no sabía que te gustaban los dioses griegos.

En realidad, no tenía la más mínima idea de cómo es que había concluido que ese era un buen libro.

—Sólo lo tomé, quería aprender algo.

—Estás todavía muy pequeño para estudiar con textos órficos—caminó hasta la cama y se sentó junto a él, tomando el libro de sus manos para ojearlo un poco.

—¿A qué edad comenzaste a estudiar magia?

—A los doce.

—¡¿Doce?!

—Formalmente empecé a los dieciocho, cuando Nimrod comenzó a enseñarme.

—Pero empezaste a los doce —reclamó—, y me dices "pequeño".

—Si hubiese aprendido apropiadamente magia a los 12, no hubiese sido tan inocente cuando mamá me hizo unirme a la entidad de Nen. Como mínimo, hubiese cuestionado todo —contestó—.Así que sí, necesitas desarrollar tu mentalidad antes de empezar con esto. Pero si ya lo quieres hacer, no te detendré —tomó su mano— que para eso tienes un novio que es un Gran Maestro, Juez, Rey, Mago y Sacerdote.

Killua se rio al escuchar los títulos que él mismo le había dado.

—¿Quieres empezar?, tenemos un tema pendiente.

—Sí —sus ojos se iluminaron de felicidad. Olvidó el tema de Annie, y todo el asunto de los Iluminados, la propuesta de Illumi era mucho mejor que cualquier otra cosa.

Illumi se dirigió al refrigerador, tenía hambre, así que mientras preparaba su comida se dispuso a continuar con la clase en la que habían quedado la última ocasión.

—¿Alguna vez has pensado en cómo es que los Iluminados tienen el control del mundo? —tomó un vaso que llenó con agua y dio un largo trago, Killua continuó sin responder—, el mundo es un lugar enorme, no es posible controlar todo de golpe. Cuando piensas en las increíbles posibilidades y variables en todo el mundo, te das cuenta de que es más probable que fallen en su misión.

—¿Nen? —fue lo primero que se le ocurrió, sin pensarlo mucho.

—Eso probablemente tenga algo que ver, pero no del modo que imaginas —el sonido de un sartén con aceite cortó por un momento la conversación—, «divide et impera» divide y vencerás.

Se quedó quieto, pensativo. Por un lado intuía hacia donde iba esa conversación, pero a la vez tenía sus dudas. Dejó que Illumi terminara de calentar su comida y lo siguió a la mesa, justo para hacerle compañía.

—La sociedad, cuando Nimrod gobernaba, era una sola; todos hablaban una misma lengua y pensaban igual, no importaba si sus ideales eran injustos o incorrectos, el hecho de que tuvieran unidad los volvía poderosos. Es por eso que se repartieron idiomas, para separar a las personas y que no pudiesen comprenderse, ¿recuerdas la historia?

—La Torre de Babel, sí, y que sólo unos pocos se quedaron con el idioma del Edén. Entre ellos Nimrod y Semiramis.

—Bien. Esa misma técnica se ha aplicado al mundo, ¿quién inventó las líneas imaginarias que separan un país de otro, y las que los vuelven ciudades, estados y pueblos?, controlar una sola unidad es más difícil que controlar pequeñas poblaciones, pero aun así, una ciudad tiene millones de habitantes, ¿cómo puedes controlarlo?, lo divides todavía más: hombres y mujeres; en la antigüedad no pensaban en esto como dos grupos diferentes, sino complementarios, ¿por qué ahora son tan diferentes y necesitan elementos que les den identidad? —Killua negó, era una pregunta imposible de responder para él—. Luego hay más separaciones: ancianos, niños, adolescentes y adultos; modas, carreras, medios de producción, ricos, pobres, religiones; todo lo que nos divide, todo lo que permita fraccionar a la población para crear minorías fáciles de manipular, es la clave para entender esto ¿por qué? Porque estamos tan divididos que no pelearemos por una causa con la que no nos sintamos atraídos.

Killua se quedó pensativo, imaginando cómo es que esto podía significar control.

—Te estarás preguntando, ¿cómo lo hacen?, es una larga historia Killua, pero incluso si no estás familiarizado con ella creo que puedes intuir algunas cosas.

Apenas comenzaba a hablar de estos temas, recordaba el inmenso camino que le aguardaba a Killua para alcanzar el nivel que necesitaba y la presión por ir más aprisa volvía a pesarle. Se preguntaba si su padre tendría consideración de ellos una vez que los dejara estar juntos. Dudaba de la capacidad de su padre para aceptar la relación.

—No creo que sea tan difícil de entender —alegó—, aunque son temas complejos en su modo, sigue siendo instinto natural domesticado para que funcione a un modo que beneficie a la hermandad.

—El ser humano es una compleja entidad llena de magia y energía, pero si rebajas a la humanidad a una especie mundana, comparándola a seres inferiores y le quitas la magia, ¿qué cosa especial tiene la existencia si eres un animal? —se detuvo a masticar otro trozo de carne, Killua se alzó de hombros y esperó—, este es el primer golpe: cortarle las alas a todos esos seres que desean ir lejos al creer que la naturaleza y la magia son dos cosas opuestas e imposibles de relacionar.

—Es decir que, ¿creer que eres un «simple animal» te hace perder la magia?

—Creer que no existe la magia, te hace perder la magia. Creer que la llamada «ciencia» te enseña la verdad absoluta sobre tu propia existencia, es una mentira difícil de identificar y más complicada aun, cuando se trata de combatirla.

—¿Debería romper los paradigmas de la misma humanidad?

Pero no recibió respuesta, la sonrisa de Illumi sólo le indicó que estaba cada vez más cerca de lo que él debía comprender antes de comenzar a aprender esos secretos por los que tenía tanta hambre.

—Después de privar a la humanidad de sus habilidades sagradas, también les enseñan a mofarse de los que buscan su camino en lo oculto. Así se aseguran de que nadie quiera ir fuera del camino que ellos forjaron para ellos como una religión silenciosa de la que todos son devotos sin darse cuenta, y los que siguen el camino de lo oculto, se ven forzados a hacerlo en secreto. Por eso es que la gente, aunque tienen Nen, no lo usan, no saben progresar. Por eso mismo es que sólo los miembros de una agrupación importante, como los Hunter, los Asesinos, los Iluminados y otras pequeñas logias lo mantenían como un secreto, ¿por qué ocultar algo que está en todos y debería ser de fácil acceso?

Killua recargó ambos codos en la mesa, entrecruzando sus dedos, la llama del conocimiento ardía en su interior, y él quería arrebatar con furia esas respuestas. Quería tener una explicación lógica para sus preguntas, algo que no tuviera que ver con temas complicados, pero tenía pocas esperanzas.

—El segundo golpe, tiene que ver con la división de la población. Si la población esta desunida, es más fácil violentar sus derechos; eliminar las libertades nunca ha sido tan fácil como lo es hoy en día. Un ejemplo sencillo sería el de las feministas, durante un tiempo se implantó una corriente de… llamémoslo «feminismo radical» uno que en determinadas circunstancias llega a violentar los derechos de otros.

—Oye, pero eso no tiene nada que ver con lo que me explicaste del feminismo. Nimrod era feminista, y no por eso quería agredir a otros hombres.

—Son diferentes corrientes ideológicas, pero este no es el momento de hablar de ellas —explicó para finalizar el tema—. El ejemplo de las ideologías feministas que recibieron atención mediática selectiva es bastante interesante. Antes, cuando un grupo se autodenominaba «feminista», era tomado con precaución reverente porque eran temas serios de interés común que se prestaban a debate, atraían la atención a favor y en contra, tanto de hombres como de mujeres. ¿Te parece una casualidad entonces que, los medios eligieran la corriente ideológica más radical del feminismo como portavoz del mismo?

—No es como que yo vea mucho la televisión, pero es verdad que la gente es bastante manipulable en esos aspectos.

—Y por eso mismo, miles de personas cayeron en las provocaciones, sin saber que era un plan para desestimar a los grupos que luchaban por los derechos de las mujeres. Las feministas perdieron muchos avances sociales, políticos y económicos, puesto que las acusaban de radicales; y con la sociedad en su contra, nadie pudo hacer nada cuando los derechos de las mismas fueron violentados. No sólo porque no podían pelear, sino porque a la sociedad no les interesaba y dejaron de simpatizar con su causa.

Se detuvo a tomar un trago de vino que había servido previamente. Killua estaba pensativo, no quería opinar y romper la burbuja de inspiración en la que Illumi estaba metido, aunque por momentos admiraba la forma tan deslumbrante en que este se expresaba.

—Así ocurre con cada división. Los llaman "los derechos de los niños", para que no te sientas parte del grupo porque ya no eres un niño, y no te interesa si te beneficia o no porque no tiene nada que ver contigo —tomó el último trozo de carne que quedaba en el plato y dirigió su vista hacia el albino—. La desunión provoca que haya una inactividad en la lucha por las libertades básicas, y cuando una minoría intenta protegerse, no es escuchada, a menos que beneficie a los grupos fuertes, como la clase política. En cualquier momento la clase política se levanta y pelea por algún grupo minoritario de interés económico o social, los representa para ganar el aprecio del pueblo, y cuando quieren los abandonan, sin dar explicación alguna.

—¡El mundo está loco!, ¿cómo no se dan cuenta?

—Porque son grupos. Por eso— terminó de comer y dio otro trago más a su bebida—. El tercer golpe, es la violencia económica. El estado de Shock. Pero como mi adorable copo de nieve está aprendiendo textos órficos dejaré que lo estudies primero antes de pasar por esto.

—¡Oh!, no Illumi, por favor, de una vez.

—Mmm… no lo sé, parece que estabas muy interesado en tu libro, no quiero interrumpirte —bromeó, la mirada suplicante del albino le hacía desea continuar con su jugueteo hasta hacerle rogar.

—Illumi, hace rato que dejé el libro a un lado, hasta salí de la cama para escucharte. No puedes dejarme así.

—No me convences —sonrió con un aire de travesura—, necesito más argumentos.

Se mordió el labio inferior, conociendo a su amante, podía referirse a algún antojo en particular. Aunque él ya era lo suficiente efectivo para convencerlo de hacer lo que fuera por él, le tomó de la mano y lo haló para acercarlo hacia él.

—Por favor…

Se puso de puntas e Illumi se inclinó para besarlo, atrayéndolo por la espalda. El sabor caliente de la boca de Killua era suficiente para desarmarlo, el problema era que tocarlo era electrizante, lo suficiente como para llamar a la lujuria. Aunque, afortunadamente para el albino, su hermano tenía bastante autocontrol, como para no continuar.

Killua se separó, sus piernas temblaban por la ansiedad de estar entre esos brazos que tantas veces le habían rodeado. Miró a su amante a los ojos, rogándole en silencio que siguiese inflamando el fuego del conocimiento en su corazón.

—De acuerdo —susurró— sólo esto, y atenderemos otros asuntos…

—Es tú culpa…

—No es mi culpa que seas tan apetecible.

—No soy un dulce… —rio suavemente y se sentó sobre la mesa, junto al plato de comida que Illumi había terminado de comer.

—El estado de Shock se originó hace muchos más años. Empezó como un experimento de control mental durante la guerra, pero evolucionó hasta convertirse en un manual complejo para controlar la economía y en general, cualquier país —observó las piernas blancas del menor, hasta sus rodillas y tuvo la tentación de tocarlas—. Consiste en atacar un país por un periodo largo hasta hacer que este olvide cualquier época donde vivían en una condición más favorable, de manera que se vuelva sencillo convencerlos de aceptar medidas radicales que violentan sus derechos. Por ejemplo, el terrorismo, si atacas a una nación con terrorismo religioso por un periodo extenso, entonces la gente aceptará cualquier clase de discriminación a ese grupo religioso sin pensarlo dos veces, tomarán medidas que bajo circunstancias normales no aceparían, por ejemplo, colocar cámaras de vigilancia en los baños de los niños de todas las escuelas. En momentos de paz, sería considerado inmoral e intrusivo.

—Illumi… —repentinamente la conversación le había robado cualquier inspiración romántica—, esto es desagradable. ¿Es… es lo que hacen ellos? Separan a la gente, los invaden y los enseñan a no defenderse para aceptar cualquier medida. No creo poder, no… no…

No quería decirlo, pero no se sentía apto para dirigir una agresión con el fin de implementar un estado de shock y de darle más poder a esa élite.

—No tienes que ser un Iluminado si no va contigo.

—¿Por qué aceptas…?

—¿Parezco alguien que tiene muchas opciones? —contestó con un poco de molestia, levanto la vista hacia esos ojos azules que le atrajeron a la realidad—, no es que me guste mucho, pero si puedo apelar por ti, no me importa involucrarme en lo que sea…

—Illumi —puso una mano en su hombro, se guardaría su pesar y haría lo mismo que Illumi hacía por él. Se resignaría a seguir un guión con tal de proteger lo que amaba—, no daré vuelta atrás. Suena terrible, pero ya estoy dentro, y quiero seguir adelante; además, si puedo subir, también puedo ayudar. Los que estamos abajo, todos nosotros, es como si nos tuvieran atados. Además… —se ruborizó, sus motivos para estar en esa hermandad eran más bien románticos que de interés intelectual—, no estaría mal que pudieras presumirme un poco…

Illumi le sonrió. Ese albino le provocaba demasiada ternura, todas sus acciones eran respuesta a su amor, eso le encantaba.

—Yo te enseñaré todo lo que haga falta, Kil, pero tienes que prometerme que si algo no te agrada, si deseas cambiar de parecer, lo harás. No por mí, no quiero que hagas esto por mí. No me hace feliz, y no me haría feliz que lo hicieras por mí.

—¿Cómo puedes ser tan…? —sus pensamientos escaparon por sus labios por un instante y se silenció, Illumi quedó intrigado por sus palabras, esperando a que terminara de decirlo, si iba reprocharle su actitud protectora, lo aceptaría, pero no cambiaría de parecer.

—¿Tan…?

—Maravilloso —contestó en voz tan baja que tuvo que leer sus labios para entender lo que decía, sus mejillas se tornaron en un suave rosa, Killua era lo más perfecto que hubiese imaginado jamás.

De golpe se levantó de la mesa, lo recostó con cuidado sobre la madera, al tiempo que besaba sus labios, deslizándose por su cuello hasta bajar por su abdomen. Killua respiraba hondo, dejándose tocar al gusto de su hermano.

—¿De verdad te gusto? —preguntó Illumi, a sabiendas de la respuesta, pero le hacía falta escucharlo; que esa tierna voz le confesara la profundidad de su corazón—, ¿de verdad le puedo gustar a alguien como tú?

—Idiota… —dejó escapar una risita que inundó el cuarto, las manos de Illumi ya comenzaban a colarse entre sus ropas, el cosquilleo de los cabellos resbalando por su brazo izquierdo le distrajeron de sus pensamientos—, si no fuera así… ¿cómo explicas que estoy sobre una mesa, en estas condiciones.

Tomó la mano de Illumi y la llevó a su entrepierna. Estaba claro que tenía una erección que palpitaba caliente entre su ropa interior.

—Puede ser…

—Ni lo digas, yo no soy así —se apresuró—, no puedo pensar en algo tan vacío como el sexo.

—Ni yo —contestó y se volvió a hundir en su abdomen, dejando un camino de saliva hasta rozar el filo de su short—, nunca podría estar conforme, te necesito por completo en cuerpo y alma.

Se levantó. Ambos quedaron observándose a los ojos, como diciéndose sin palabras lo que sentían. Esas palabras que tanto les hacían falta pero que hasta ahora ninguno se había atrevido a pronunciar.

—Ven —le tendió la mano y lo ayudó a levantarse de la mesa para guiarlo a la cama.

Se sentía como un sueño. Si alguien le preguntaba a Killua cómo era estar con alguien como Illlumi, eso era justamente lo que diría. Su comportamiento tan fino y perfecto, que no parecía de este mundo, le hacían vivir una fantasía de pasión incontrolable. No podía creer que pudiera ser así de feliz y pleno cuando el mundo estaba lleno de tantas variables.

Illumi hacía lo imposible por complacer a su joven amante, rindiéndose ante él sin esfuerzo alguno y aceptando sus condiciones por muy descabelladas que fueran. Este pensamiento, en ocasiones atormentaba a Killua; le dolía porque sospechaba que Illumi se sometía a su voluntad sin cuestionarlo y él quería que fuese libre; no obstante, esa misma era la voluntad de Illumi, de someterse a él, y comprendía que recaía en él ser benevolente con su fiel esclavo.

En esos instantes sagrados en el que se desnudaba ante él, sin ningún reparo, despertaba su lado más intimo, presumiendo la belleza de su cuerpo en el secreto de su alcoba, dispuesto a entregarse y satisfacer hasta el cansancio a ese hombre que cada día estaba más envenenado con su amor heterogéneo. Killua disfrutaba observarlo y descubrir detalles en su piel que antes no había visto; como el lunar bajo su tetilla izquierda, o la pequeña cicatriz en forma de luna a su costado derecho, misma que había aparecido justo después de que su abuelo le propinara la paliza cuando los descubrió.

Levantó su mano para tocarla. Nunca se atrevería a preguntar qué fue lo que la provocó. Temía descubrir una historia trágica, no era común que ellos tuvieran sus cuerpos lacerados, así que una cicatriz, aunque apenas visible, relataba algo complicado e inevitable.

—No la mires, no quiero que estés triste —se preocupó, Killua no se daba cuenta que sus ojos se llenaban de melancolía cuando los situaba en esa marca.

—No estoy triste… —juraba que no se delataba, pero Illumi era capaz de ver a través de su mente sin necesidad de hablar.

—La llevo con orgullo, porque ese día no me retracté de ti, y no pienso hacerlo jamás.

Lo siguiente que vio, fue a Killua abalanzarse a sus labios para unirse en un beso hambriento que terminó por hacerlos caer sobre el colchón. Desnudos, excitados por el contacto de sus cuerpos.

¿Cómo no iba a amarlo?, se preguntaba Illumi; era sin duda, débil a ese pequeño albino. Killua le hacía sentir como nunca, sentir la vida y vivirla. Justamente a él, una persona que se había privado de todo, reprimido por años, que desconocía lo que era gozar de una sana convivencia. Killua rompía con todos sus esquemas y creaba nuevos. Le hacía desear seguir en el mundo, aunque fuera sólo para perderse en su mirada por un par de segundos, valía la pena, lo juraba.

—Ah… Illu… mi —el hilo de saliva escurriendo por su mejilla ya no le avergonzaba por hacerle ver tan vulnerable, tan sólo eran ellos dos mezclándose entre el amor y la locura.

Illumi se tomaba su tiempo para preparar al menor, esparcía con cautela el lubricante, concentrándose en hacerle vivir la experiencia con agrado y respeto. Aunque a veces Killua tenía tantos deseos de hacer el amor que deseaba saltar esa parte, para sólo sentir la dura erección de su hermano encajándose en su cuerpo; comenzó a mover sus caderas para invitarlo a ir más rápido, sabía que Illumi se enfocaba más en sus respuestas y no avanzaría hasta estar seguro de que ambos estaban listos para lo siguiente.

Illumi quería ser precavido, pese a que disfrutaba su compañía y su sexualidad, debía admitir que en ocasiones la lucidez venía a su consciencia. Se lamentaba haber empezado a una edad tan temprana, si él hubiese podido elegir, habría elegido a un Killua mayor, uno que ya hubiese experimentado por su cuenta. La virginidad no era algo que él considerara valioso; para empezar, él no lo había sido cuando se entregó a sus brazos, así que no consideraba que tuviera el derecho de pedirlo. Temía que un día Killua sintiera necesidad de estar con alguien más, todos los días despertaba con esa angustia, por eso, cuando hacían el amor, solía ser lo más observador y preciso; no entregar todo por completo, sino ir por partes, para que cada día Killua fuera progresando junto a él, que su amor lo vivieran por etapas para no aburrirlo, y hacerle preguntarse qué más había en él. Así mismo, deseaba ir acorde a su edad, respetarlo lo más posible, aun si el mismo albino era quien solicitaba su cuerpo en maneras cada vez más exigentes.

—Por favor… ah…

Sacó los dedos, Killua pronto se correría si no se detenía. Lo dejó respirar por unos segundos antes de echarse sobre él para repartir besos furtivos sobre su abdomen y cuello hasta llegar a sus labios, y reclamarlos con furia.

—Sólo mío —susurró sin darse cuenta cuando por fin lo dejó descansar.

Killua lo observó con su respiración acelerada, levantó una mano para acomodar algunas hebras negras rebeldes que resbalaban por los hombros de su hermano y despejar su rostro.

—Sí… sólo… sólo tuyo.

Le había costado mucho trabajo pronunciar esas palabras, no podría negarlo, pero al fin lo había hecho, justo en el momento en que menos inhibición tenía.

Illumi hizo una expresión de sorpresa, al percatarse que había pensando en voz alta. Se inclinó sobre él para repartir besos en sus mejillas y mentón. Extasiado de esa felicidad inexplicable que carcomía su interior.

—Y yo te pertenezco por completo. Más allá de esta vida.

Killua no quiso pensar en el significado de esas palabras, le provocaban cierto temor la sola posibilidad de perderlo; le hacía temblar.

En silencio se acomodó. Killua le facilitó las cosas permitiéndole sostener sus piernas entre sus hombros, empujándose hacia adelante para irlo penetrando de poco en poco, con la misma paciencia que tanto le caracterizaba.

No perdían el contacto visual, Illumi siempre le trasmitía ese sentimiento un puro y perpetuo de ese modo. Killua lo sabía, por eso dejaba sus obres azules plantadas sobre esa oscuridad que le robaba el aliento.

El tiempo no era un factor a tomar en cuenta cuando estaban juntos. No eran conscientes del esfuerzo que realizaban para satisfacerse el uno al otro. Lo primordial eran ellos mismos. Killua era cada día más sensual, le coqueteaba con sus caderas, con sus suaves gemidos y su respiración, provocándole un éxtasis terrible que era imposible no volverse adicto a semejante manjar.

Lo que más disfrutaba el menor, era esa respuesta a sus estímulos. El morocho no tenía salvación cuando él comenzaba a provocarlo. Era imposible para él resistirse y ya no tenía duda de ello; lo hacía con toda la ventaja y, esto le llenaba de satisfacción, más allá del mero placer sexual, en su orgullo y en su amor, de una manera profunda e inexplicable.

—Mmm…Illumi… dentro…

No necesitaba más contexto, la sola voz de Killua bastaba para instruirle. Justo después de que se lo pidió, comenzó a moverse más brusco en su interior, buscando su satisfacción propia, arrebatándose el aliento entre el contacto de sus caderas. Killua se aferró a sus hombros, apretando las piernas en las caderas del mayor, para atraerlo más a su cuerpo en una deliciosa fruición; enardecido por ver la reacción de salvajismo pasional.

—Kil… Kil… —se quedó sin aliento, en medio del orgasmo.

Killua clavó sus uñas en su espalda, para provocarle ese efecto de placer y dolor a la vez que tanto fascinaba al morocho.

Illumi no se dio tiempo para reponerse, retomó las fuerzas para terminar de complacer a su amante, masturbándole, al fin Killua estaba alcanzando el clímax. Sus orgasmos eran más intensos gracias al morbo de saberse lleno de esperma. Illumi conocía esa debilidad suya y no dudaba en usarla en su contra.

En cuanto terminó, se recostó a su lado, atrayéndolo a su cuerpo para que el menor descansara en su pecho. Permanecieron unos minutos en silencio, satisfechos de una buena actividad.

.'.

Las flores se mecían con el viento. El aire húmedo agitaba las hojas de los árboles, haciéndoles sacudir con violencia, parecía que iba a llover, pero sólo las nubes espesas se agolpaban en el cielo. El ambiente apacible se terminaba con el retumbar de los pasos de cientos de personas caminando entre las calles, saliendo uno a uno de sus casas en silencio, unidos en su indignación, en camino frente al gran centro de la ciudad, la plaza de gobernación se llenó al tope de gente que levantaba el puño en alto y permanecían en pacifica protesta. Los gritos de los que coordinaban sobresalían entre la multitud con sus megáfonos e indignación que inspiraba al resto.

—¡Justicia!, ¡justicia!

—¡Asesinos!

El eco de la multitud podía escucharse desde lejos, pese a los helicópteros de la prensa que sobrevolaban a una distancia prudente.

Silva miró a Joab, le saludó desde la cima de un edificio al otro. El rubio señaló un punto de encuentro y se dirigieron de un salto a encontrarse.

—¿Tienes a tus vigilantes? —preguntó Silva.

—Sí. Sólo basta una orden y los rebeldes comenzarán con la agresión.

—De acuerdo.

La mirada de Joab advertía de sus dudas, pero no se decidía a externarlas. Quizá Silva estaba acostumbrado a esta clase de trabajos, en cambio él era un poco escéptico en cuanto a los métodos de los Iluminados.

—Están dispersos entre la policía, para proteger al gobernador, así que no te preocupes, diles a tus hombres que tiren a matar… —continuó el Zoldyck.

Silencio. Había tanta frialdad en sus palabras, tenían la mente enfocada en su trabajo, no pensaban en sus acciones.

—Silva, ¿estás seguro de…?

—Tú quisiste hacerlo. Pude traer a mis hijos, ellos están preparados para esto y más.

—No. No estoy diciendo que no pueda hacerlo, pero… ¿en qué momento te volviste uno de ellos?

Silva lo observó desconcertado, pero de nuevo puso la mente en blanco. Era hora de separarse y no tenía tiempo para reflexiones. No es que en realidad hubiera tenido oportunidad de solicitar el apoyo de Illumi o Killua, eso lo había dicho para cerrarle la boca a su amigo. Sus hijos se encontraban en otros trabajos, ya habían pasado unos cuantos días desde que comenzó a presionar a Killua con sus misiones, mientras que Illumi se ocupaba de los asuntos de la entidad; había tenido que recurrir a su amigo para confiar un trabajo tan delicado. Sí, se trataba de otra masacre, pero debía ser realizada con mayor precisión. No se trataba de matar a toda la multitud, sino a unos cuantos que atrajeran la atención de la violencia para ser sacrificados.

—El manual señala que esto debería ser suficiente para justificar a esos idiotas anarquistas que se creen invencibles —decía con mucha tranquilidad el gobernador, observando desde su oficina el escándalo que se producía a las afueras del edificio.

—Las muestras de fidelidad son consideradas de alto valor en la hermandad, Joseph. Siempre se te reconocerá esta gran aportación —respondió un hombre elegante, que fumaba un puro, sentado con las piernas cruzadas, mientras observaba al gobernador que continuaba asomado a la ventana.

—Tengo otros cinco hijos más, estaré bien. Quizá Lucy no lo acepte, pero no tiene que hacerlo.

—Las mujeres son más apegadas, naturalmente.

—¿Me protegerán, cierto?

—Joseph, los mejores asesinos están prestando sus servicios para hacer que esto funcione. Son verdaderos profesionales. No como los que tienes aquí contratados.

—¿Cuándo llegarán las siguientes órdenes?

—Ya —se señaló a sí mismo—. Yo estoy aquí —soltó la carcajada—, no vine precisamente a darte ánimos. Mira Joseph, vamos a presionar a la gente, las áreas protegidas para los nativos son perfectas para los cultivos, las necesitamos para la producción de alimentos. Tú aportación no sólo contribuye con la reducción y control de la población, también con la supervivencia de la humanidad, sólo los más fuertes, inteligentes y obedientes pueden permanecer en nuestra nueva era. La era de la prosperidad. ¿Tú crees que necesitamos esos pensamientos trascendentales en el proletariado?, está bien si quien lo piensa es un hombre como tú, que tiene los pies bien puestos en la Tierra, pero uno de esos niños de allá afuera —apuntó con el dedo a la multitud que aparecía en la pantalla de la televisión—, sólo se vuelven una plaga. Tenemos que hacerles ceder sus derechos con una sonrisa satisfecha y un corazón agradecido.

—Dos meses de violencia —contestó—. Dos meses y no se han cansado, ¿no podemos negociar?

—¿Podemos?, tengo que dejarte pensar, al fin te hemos enseñado el poder de tu voluntad.

—No, no me dejes pensarlo —reclamó y miró a su consejero—. Un error, sólo un error basta para volverme un títere. Estoy en una cuerda floja y no quiero caer.

—Joseph —se carcajeó—, ¿cómo te voy a detener?, ¿yo?, si hiciera tal cosa, ¿entonces no sería lo mismo que volverte un títere?

Lo sabía, ya había caído de la cuerda desde el momento que expresó su miedo. Era demasiado tarde. Le dejarían solo, únicamente para ver hasta dónde era capaz de llegar por su cuenta, luego, si era necesario, lo aplastarían bajo la excusa de que él se equivocó más allá de lo permitido. Esta era la oportunidad de demostrar su genialidad y el amor por la hermandad. Sus ojos brillaron, se sacrificaría y recuperaría la paz que había perdido desde que se había entregado a la hermandad en busca de riquezas.

—Es hora —una sombra se hizo presente. Joseph se dio la vuelta para mirar al nuevo en la oficina.

—¿Es usted…?

—Venga conmigo.

Silva caminó con lentitud, guiando a Joseph a la salida. Sin cruzar más palabras ni miradas. No debía congeniar con los títeres de sus clientes. Un niño esperaba en la puerta principal y Joseph se adelantó a darle un abrazo.

—Papi, ¿por qué vamos a salir por aquí?, hay mucha gente, mamá dijo que no deberíamos salir.

—¿No quieres reunirte con ellos?, vamos —le tendió la mano, parecía relajado, pero el sudor de su frente resbalaba como gruesos chorros que empapaban la tela de su camisa. Comenzaba a someterse al transe del cinismo, la culpa ya le pesaba y eso que todavía no cometía su crimen más grande.

Silva abrió las puertas, la señal estaba lista. La violencia estalló, gritos potentes retumbaron con toda su fuerza. Dieron unos pasos al exterior y unas cuantas piedras golpearon el suelo a su alrededor.

—Dígame, usted se encargará de que estas cosas no me lastimen, ¿verdad?

Silva no respondió. Siguió caminando, por supuesto que lo protegería, pero hacía falta que arreciara la violencia o no podría justificar el siguiente paso.

Joab ordenó hacer explotar la bomba molotov que incendió las afamadas puertas de la entrada del palacio de gobernación, aquellas icónicas piezas que habían sobrevivido a través de demasiadas etapas en la historia. La gente corrió por todas partes, histéricos por sobrevivir, de nuevo estaba ocurriendo, no podían creerlo.

—¡Son infiltrados! —se dieron voces de los líderes de la protesta.

—¡Resistencia!, ¡resistencia!, ¡somos la resistencia!

—¡Ellos iniciaron la violencia, siéntense en el suelo y esperen a que se vayan!, ¡no caigan en la provocación!

En efecto, los infiltrados de Joab atacaban a los hombres de Silva y a los policías. Era un juego entre ambos grupos por demostrar que bando era más fuerte, si los Zoldyck o los Jaco, mientras que para el resto era un ataque a su dignidad.

Ya sabían que esta vez el método no funcionaría, no podrían hacer caer a la gente tantas veces seguidas. Joab se colocó en el monumento, por un par de segundos arrojó una piedra que golpeó el piso frente al Gobernador y su hijo, entonces sonó otra explosión. Un par de ventanas del palacio se rompieron con el bote de vidrio de la bomba y, mientras la policía se apresuraba a apagar el fuego, Silva hizo su movimiento; de un golpe veloz e imperceptible, acabó con la vida del hijo del Gobernador, el cual cayó al suelo con la cabeza sangrante, como si un golpe por una piedra hubiese atravesado su cráneo.

Joseph se arrodilló en un grito de horror. Un grito que incluso para él, un asesino entrenado desde su más tierna infancia, le hizo sentir un pesar en su instinto paternal que casi le hace dudar de su trabajo. Volvió a poner su mente en blanco, se colocó como una barrera para no permitir que las piedras golpearan al gobernador mientras que este, con manos temblorosas levantaba el cuerpo sangrante de su hijo.

—Mi hijo, mi bebé…

Silva asintió, el trabajo estaba hecho, la policía rodeó por todos lados a los manifestantes que asombrados, poco a poco se pasaron la voz de que el hijo del gobernador había sido golpeado por una piedra. Algunos se preguntaban cómo es que el hombre había llevado a su hijo a un día normal de trabajo, otros tantos se alegraban del karma.

—¡Asesino!, ¡tienes lo que mereces! —odio, justo lo que hacía falta. De la misma gente salían esas palabras.

Con la excusa servida, la policía se abalanzó sobre la multitud para acabar con ellos, permitiendo el paso a aquellos que deseaban huir. Joab y su gente, poco a poco se fueron alejando, mientras que Silva tuvo que quedarse hasta el final, para asegurar que el trabajo quedara limpio.

.'.

—Trece mueren en la protesta de Vrion —leyó Killua en voz alta la notificación de la noticia en su celular—, no son trece, ¿verdad?

—Claro, entre otros cientos —contestó Illumi. Bebió de su botella de agua, la humedad de la montaña le provocaba calor.

Killua le había pedido ayuda para incrementar el tamaño de su aura de Nen, aprovechando que habían regresado rápido a la casa y su padre no estaba ahí para dejarles más trabajo. Su padre y su abuelo se habían tomado muy en serio eso de enseñarle a negociar y observar los asuntos familiares dentro de Tierra Sagrada. Más que sentirse fastidiado, le preocupaba que su futuro se viera impedido por las acciones del pasado; su padre tenía una suerte de mala fama a su alrededor, nunca pensó que fuera relevante hasta que descubrió el valor que Illumi representaba para la familia.

—Es bueno que empieces a interpretar las noticias, pero no se te olvide que venimos aquí a entrenar —de un movimiento veloz, le quitó el celular al albino y lo guardó en su pantalón.

—¡Oye! —se quejó de que le arrebataran el aparato de la mano y se quedó de vuelta en silencio al ver la sonrisa traviesa de su hermano. Ese hombre era muy atractivo, y apostaba que no tenía la más mínima idea de cuánto le gustaba verlo.

—Concéntrate, ahora estamos en un buen lugar para hacer pruebas.

—¿Qué se supone que haré?, ¿cuál es tu plan?

Recogió su cabello en una coleta y trazó un circulo en el suelo.

—Colócate en medio —señaló—, vamos a hacer algunos juegos para entrar en calor, usaré mi Nen para manipular un poco tu cuerpo para que se relaje, ¿de acuerdo?

—Bien, pero ¿qué se supone que haremos?

Le tomó por sorpresa que su hermano se colocara tras él para atraerlo a su cuerpo por la cintura y susurrar:

—Respira hondo.

—¡E-espera! —se ruborizó— n-nos pueden ver los mayordomos.

—¿Y?, por mí que vean todo lo que quieran —aprovechó la posición de sus manos para acariciar su cintura—, yo estaría más que encantado de anunciar públicamente nuestra relación.

—Illumi, no es gracioso, estamos entrenando. Me estás distrayendo —aunque quería reclamar, la verdad es que estaba feliz de que su hermano lo presionara para ir formalizando. Se recargó en Illumi y respiró hondo, siguiendo el ritmo del Nen de su hermano, que lentamente fue calmando su pulso acelerado.

—¿Lo ves?, así mantente, ahora vas a ir creando círculos con tu Nen a tu alrededor, primero uno pequeño, inhalas y cuando exhales creas uno nuevo, cada vez más amplio, y cuando yo te lo indique vas a crear una descarga fugaz, ¿estamos claros?

Asintió con la cabeza. Illumi retrocedió, dándole su espacio para no distraerlo, pero apenas lo hizo, Killua perdió el ritmo de su concentración para voltear a buscarlo.

—¿Qué ocurre? —le preguntó.

—Te alejaste, creí que harías algo…

—¿Algo como qué?

—No… nada… —se sintió tonto, no quería reconocer que deseaba seguir sintiendo el cuerpo de su amante detrás de él, dándole ese delicioso calor, relajándolo con su aroma.

—¿Puedes concentrarte otra vez?

Volvió a asentir y se dio la vuelta, pero tras varios minutos intentando retomar el ritmo, no lo logró. Illumi hizo lo posible por controlar su risa, sabía perfectamente que Killua no estaba logrando su objetivo por que deseaba que él estuviera detrás, acosándolo para darle confianza emocional que le hacía falta.

—Veamos, ¿cuál es el problema, Kil? —volvió a colocarse detrás—, sólo respira con calma.

—Lo siento.

—Está bien, deja te ayudo un poco.

Volvió a atraer su cintura, presionado esta vez sus labios contra su nuca, dejando un beso fugaz que provocó escalofríos en el albino.

—Illu…

—Respira…

Volvió a besar su cuello, Killua suspiró, y volvió a dejar que el ritmo del Nen de Illumi le controlara hasta que logró mantenerse en calma.

La practica era agotadora, el trabajo con Nen siempre era sí, complejo y exigente, no le daba tregua ni tiempo para respirar, Illumi tuvo que soportar las descargas dolorosas de electricidad y seguir usando su Nen para mantener bajo control al albino, así que ambos estaban bastante cansados cuando su padre llegó a casa, para su sorpresa, con la compañía de un invitado desagradable. Killua sintió que la sangre se le helaba cuando reconoció al hombre, Joab, que les saludó a la distancia antes de ingresar a la mansión.

—¿Qué hace ese aquí? —le preguntó a Illumi, quien sólo se alzó de hombros, también desconociendo el motivo por el que él estaba presente.

El drama estaba por empezar.

Gracias a KaiD23, eres la beta que de verdad valora esto.

Vuelvo el 14 de Marzo con un capítulo... señor capítulo papá, señor capítulo...'.