No me maten :( en mi página de face he estado tratando de mantener a todos al tanto de todo lo que ha sucedido estos últimos años. Falle, por supuesto. Si desean contactarme y/o estar al tanto de la historia, les recomiendo seguirme en facebook como loveoverxshimja/? en twitter no me animo porque me funan xD sí señor. FUNA.

Por otro lado, también recomiendo que de preferencia lean esta historia en AO3, últimamente escucho rumores de que piensan abandonar este sitio y si eso llega a suceder, quisiera que sepan que al menos habrá otro lugar en el que puedan continuar. Hice esta publicación porque vi que hay una personita (Magali 3) que prefiere leer por acá, y me quería darle gusto.

HADOS 36

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Habían visto al Asesino entrar acompañado de su padre, pero ninguno tuvo voluntad para iniciar la conversación al respecto. Killua seguía con su deseo de demostrarse a sí mismo que aún poseía autocontrol; las últimas semanas la había pasado lamentando sus constantes desplantes que terminaban hiriendo a su amante, y para sorpresa del mayor, se mantuvo sereno, enfocado en su entrenamiento. Sólo estaba quizá un poco más callado de lo habitual, pero se le notaba una sincera intención por buscar otro tema para conversar.

Illumi esperaba cualquier cosa a estas alturas; su padre estaba casi igual de inestable que Killua desde que había recibido la noticia de su relación. No lo culpaba, pero era una carga tener que estar lidiando con toda la familia constantemente. Quizá había accedido a que se pusiera a prueba la lealtad y amor de Killua, pero no quería responsabilizarse de los problemas que esto acarrearía, no cuando no se sentía directamente el autor del desastre. Entre los berrinches de Killua, sus preocupaciones recientes con Kalluto y su madre, las intervenciones de Alluka en su relación, su abuelo vigilándole, y los recientes cambios de su padre, a veces pensaba que su relación venía con más sacrificios de lo esperado, incluso ahora Millua parecía el más cuerdo entre todos.

Fueron invitados a reunirse con el jefe de la familia, y ya se hacían a la idea de que se verían con el invitado con una noticia nada grata. Ambos fingían que se lo estaban tomando con calma, como si la presencia del tipo de Tierra Sagrada no representara una amenaza para ellos; no obstante Illumi comprendía que el joven albino debía estar pasando por más líos mentales de los que aparentaba, y poco antes de llegar a la habitación Illumi aprovechó la momentánea privacidad para llamar su atención.

—Kil, ¿estás triste?, no te dejaré solo en esto. Todo estará bien —lo detuvo por el hombro.

—Papá me lo dijo, que te quiere entregar a Joab —confesó sin rodeos, escuchar la voz de su novio le hizo tener dudas sobre seguir con eso de guardarse todo— y yo no puedo… estoy muy molesto, pero… —las palabras se agolpaban con agonía en su garganta, necesitaba un respiro y detestaba necesitar que Illumi fuera a su rescate, perdiendo la oportunidad de mostrarle que también podía darlo todo por él— Pero no quiero darte más molestias. Sé que últimamente te he dejado hacerte cargo de todo y que eso no está bien. Lo siento mucho.

Su mirada de disculpa le enterneció, Killua realmente estaba intentado ya no ser ese niño que para todo corría a refugiarse en el primero que le tendía la mano. Sin perder tiempo, tocó con la yema de sus dedos el rostro del menor, levantando su barbilla con delicadeza y se inclinó hacia sus labios, pese a que no quería ser indiscreto con las cámaras y la vigilancia, deseaba darle un poco de tranquilidad. No había sido un beso profundo, apenas un ligero roce de labios, pero fue suficiente como para que Killua se relajara.

—Nunca se te olvide que soy tuyo —susurró—. No puedo pertenecer a alguien más, no te fallaré.

Ya lo sabía, y se lo había repetido las suficientes veces como para no tener excusas, también sabía que era injusto hacerlo decir constantemente esas palabras, pero aun no se sentía listo para soltar esos pensamientos negativos que le oprimían. Respiró hondo. Asintió con la cabeza y dio un par de pasos adelante para indicar que estaba listo, además no quería que su padre le recriminara por hacerlo esperar.

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Silva aguardaba en la sala de reuniones en la que solían juntarse cuando había algo importante de qué hablar con toda la familia. En ella había una mesa de caoba, larga, como para un grupo grande de personas; sillas elegantes de madera oscura, acojinadas con terciopelo tinto y decoradas con un trabajo de herrería elegante que daba la sensación de pertenecer a un museo; los sirvientes habían colocado aperitivos y bebidas, y finalmente se habían posicionado alrededor para su servicio.

Al entrar vieron a Joab de pie con una mano sobre el respaldo del asiento de Silva, el cual estaba sentado mientras observaban algo en su celular. Ambos hombres les voltearon a ver, y la expresión de Joab cambió por una gran sonrisa que perturbó al albino.

—Hola muchachos, es un gusto volver a verlos —saludó y se dirigió al mayor—, Illumi, me alegra bastante volverte a encontrar y con tan buenas circunstancias a nuestro favor —había soltado sin ningún cuidado, se le notaba satisfecho, como todo un ganador de una difícil batalla.

Killua estaba estupefacto. Aunque estaba enterado de la intención de su padre, esperaba tener tiempo para hacerle cambiar de parecer.

«Debí imaginar que no habría negociaciones… como siempre» se quejó mentalmente por su falta de juicio.

Tomaron asiento en sus respectivos puestos, Illumi a un lado de su hermano menor y Joab junto al padre de los chicos, justo frente frente al más joven.

—Aun tenemos asuntos que resolver, Joab —escuchó que su padre aclaraba, y miró con reproche al invitado—, necesitamos estar totalmente seguros de la manera en la que vamos a hacer el intercambio. Así que requiero de su cooperación para establecer los puntos más importantes y…

—Papá —interrumpió, tenía miedo de que si le permitía hablar, terminaría siendo forzado a aceptar cosas con las que jamás podría estar de acuerdo—, ¿podemos hablar de esto, en privado?

—¿Exactamente qué cosa, Kil? —preguntó desafiante, ni siquiera era capaz de ocultar que no le agradaba que su que su hijo predilecto y futuro heredero, estuviera dispuesto a pelear por una relación depravada.

—Sobre este trato… —intentó relajar su voz para ver si así su padre no lo tomaba como una amenaza y volvía a retomar su actitud normal.

—Para eso estamos aquí, para hablar del trato —remarcó y Killua tuvo que aceptar que no le daría la oportunidad para discutirlo sin tener que enfrentar los argumentos de terceras personas.

Esto era algo para lo que supuestamente estaba mentalizado. El propósito inicial era que presionaría al chico a delatar sus verdaderas intenciones con su hermano mayor, y repentinamente se percató de que no estaba listo para verlo trastornado de amor. Buscaría por todos los medios algo que le ayudara a Killua a tomar distancia de su hermano. Lo obligaría —de ser necesario— a considerar entregarlo a alguien que fuera capaz de llenar todos los huecos que su hijo encontrara para retener a Illumi; era un chico con una ética rayando en lo opuesto a todo lo que él creía, por tanto le garantizaría algo que se alineara a sus dogmas de vida, así tuviese que firmar un pacto con el diablo, y de ése modo estaba convencido de que cedería a Illumi con la confianza de que su hermano viviría bajo sus términos. Beneficios tras beneficios, con tal de deshacer esa unión.

Joab continuaba sonriente. Aunque entendía que este era un plan de Silva para considerar los deseos de su heredero, no significaba que no había una posibilidad real de por medio para tomar ventaja. Pese a que sus intenciones tampoco eran precisamente puras, tenía a su favor que Silva no aprobaba la aberrante relación de los dos hermanos. Si jugaba bien sus cartas, podía convencerlo de entregarle a Illumi sin tener que preocuparse al respecto. Únicamente temía que Silva descubriera la relación que había mantenido con su hijo, las consecuencias de ello podrían variar, y no podría culpar a nadie más que a sí mismo si eso llegaba a suceder.

—Illumi —le llamó Silva— sé que está de más preguntarte, y sólo hago esto por cortesía, pero ¿crees que esta relación te convenga? —había un mensaje muy claro entrelíneas: no le estaba dando libertad para decidir puesto que no era un heredero sino un mero lacayo, y por otro lado quería ponerlo en la difícil encrucijada de darle la razón a su padre o endulzar el oído de su amante.

Killua apretó la mandíbula para disimular su ira. Aunque no le gustara, debía permitir a Illumi actuar como si no hubiera una relación entre ambos por más que le perturbara aquello.

No había una respuesta que le fuera a dejar tranquilo. Si contestaba negativamente, quizá le daría la satisfacción a su celoso hermano menor, pero su padre lo vería como una sublevación a su acuerdo, en cambio si le daba la razón a su padre, Killua no quedaría conforme y temía que al llegar la noche, en la privacidad de su alcoba, le recriminara por ello.

—Creo que responder esto no me concierne a mí —vio la mirada de insatisfacción de los dos hombres—. Eres tú quien busca la conveniencia, dímelo tú.

«Bien jugado», pensó Silva. Pese a que no le gustaba la situación en la que se encontraban, no podía evitar sentir orgullo por su hijo, era un negociador natural. Si tan sólo no hubiera tenido esos deslices en su niñez, hubiera resultado un heredero fenomenal.

Killua se sonrió. Illumi estaba actuando neutral y eso le parecía justo. No podía criticar su decisión de actuar como un no-heredero, especialmente porque en su entendimiento su padre desconocía la naturaleza de su relación y, por tanto, debía permitir que su hermano fuera más precavido. No estaba en posición para reclamarle algo que estaba fuera de sus manos, no ésta vez.

—¡Oh, pero déjame escucharlo, Illumi! —intervino Joab. Él estaba ahí para apoyar a su amigo y estaba dispuesto a poner tantas trabas como fuera posible para lograr su cometido— Dime lo que piensas al respecto, ¿no crees que sería un buen padrino para ti?

Killua lo miró fijamente, su rostro parecía tranquilo, pero había una especie de tensión en el ambiente que todos en la sala eran capaces de discernir.

—Joab, yo sirvo a mí familia —insistió—. ¿Crees que es importante mi opinión? La única cuestión aquí es si esto beneficiará a Killua.

—¡Y claro que lo hará!, pero creo que mi pequeño sobrino estaría más tranquilo si escucha de tu propia boca tu postura, ¿o me equivoco, Killua?

El albino sintió que un brote de adrenalina le recorría. No entendía por qué su padre hacía esto, pero los estaba poniendo a ambos en contra. Era tortuoso y le hizo comprender lo que Illumi tenía que pasar cada vez que se le presionaba a actuar como si su relación no fuera tan valiosa.

—Me preguntas como si quisieras que yo haga pasar un mal momento a mi hermano —contestó sin más reparos. En sus días en casa de Joab había dejado en claro que no estaba de acuerdo con entregarlo y todavía tenía el descaro de preguntar—. Me sorprende que quieras humillarlo así, ¿no se supone que te gusta Illumi? —era confrontativo y ácido tanto en su voz como en expresión corporal—, es una manera muy rara de cortejar a alguien…

Joab soltó la risa. No iba a ser fácil proteger su sagrado secreto frente a su amigo con «ese mocoso» poniendo el pie en sus planes, pero tampoco le costaría trabajo dejar a Killua como un niño víctima de su inmadurez y prejuicios.

—Adolescentes —dijo mirando a Silva—, apenas ven un poco de amabilidad y no pueden razonar sin sus entrepiernas.

Silva soltó un suspiro profundo. Le molestaba la obstinación de Killua por demostrar que Joab tenía otra intención romántica oculta, después de todo se conocían desde la infancia y era consciente de la atracción de Joab por él. Nunca fue un secreto. Fue precisamente debido a esos sentimientos que se había negado rotundamente a defenderlo de los Asesinos cuando en su momento llegó con Kikyo y un niño en brazos. No creía posible que Joab sintiera algo diferente a una especie de resentimiento cuando se trataba de Illumi, dado que fue precisamente su nacimiento lo que les llevó a su distanciamiento, no obstante estaba dándole una oportunidad y de manera amable, con un sincero deseo por ayudarles.

—Estos días Joab va a quedarse en casa —anunció, para disgusto de sus hijos—. Desea pasar tiempo junto a Illumi para poder concretar el trato.

Eso último hizo tensarse a ambos. Illumi sabía que su padre planeaba poner en una situación desagradable a Killua, pero no se había imaginado algo así. Una cosa era tener que aguantar los celos del albino, para eso estaba mentalizado y aceptaba que la carta no le permitiera control emocional debido a la alteración en su cerebro, pero otra cosa era lidiar con Joab, sus insinuaciones y coquetería. No había esperado algo tan cínico de parte de su padre.

Killua se consoló imaginando todos los métodos efectivos para matar a su contrincante sin tener repercusiones «si tan sólo Nanika estuviera presente…» No quería ser un desalmado asesino, pero toda su vida le habían enseñado a defender sus necesidades, por el momento, sólo en ese mundo de fantasías podría aliviar su furia contenida.

Silva procedió a explicarles las nuevas rutinas que debían coordinar con sus trabajos y asuntos personales; había planeado todo de modo que Illumi se viera forzado a pasar un mínimo de cuatro horas al día junto a ese hombre, mientras Killua se dedicaba a los negocios. Le había cancelado la mayoría de sus trabajos fuera de casa para poder garantizar su presencia cada que Joab la solicitara. El albino tendría que cubrir la mayoría de sus trabajos fuera, y así no pudiera meter las manos ni prevenir los movimientos del amigo de su padre.

El menor sintió un nudo en la garganta, ¿cómo iba a poder lidiar con sus emociones cuando Illumi estaba obligado a estar lejos de él?, estaba harto de perder el control y mostrar su peor actitud ante la primer amenaza a su relación, ya no quería herir con sus palabras a su novio y tampoco quería hacerle cargar con toda la responsabilidad como si Illumi fuera el único en la relación y él se dedicara a recibir los beneficios. Pero esta situación le haría vivir un infierno; tan sólo deseaba lograr estar a la altura de Illumi y darle el respeto que merecía.

—Illumi —habló Silva—, lleva a Joab a conocer la casa, eres el más indicado para…

—¿No sería mejor que un mayordomo se encargara de eso? —interrumpió el más joven en la sala—, podríamos empezar mañana con tu estúpi... —se contuvo, Silva levantó una ceja a punto de reclamar— con tu rutina. Illumi y yo tenemos aun asuntos pendientes.

—¿Dejar solo a nuestro invitado especial con un simple mayordomo? —cuestionó— Yo atendería a mi amigo, más que encantado, pero Joab está solicitando a Illumi. A final de cuentas es quien está siendo negociado, su presencia es imprescindible. Le debemos esta cortesía.

—Si se trata de una cortesía, ¿no sería más adecuado que yo, siendo el heredero, fuera quien le diera el recorrido?

—No te equivocarías en eso —contestó con franqueza—, sin embargo tenemos una visita de parte de lo Iluminados en un rato. Suelen ser muy puntuales y requiero que estés aquí para cuando ellos lleguen —observaba con atención a su hijo, aunque estaba controlando sus emociones, podía intuir a través de sus palabras esa posesividad sobre su hermano mayor—, dado que estás desarrollando tus habilidades de negociación y tu papel dentro de los Iluminados, esta es una buena oportunidad para ti.

—Entonces, ¿no sería más beneficioso que Illumi estuviera con nosotros?, después de todo, él puede sacar más ventaja…

—Illumi no necesita aprender a tratar con ellos, tú sí —remarcó—. No puedes depender de él todo el tiempo para esto.

—Pero…

—Suficiente, Killua. Ya te di todas las explicaciones posibles. Ahora deja a Illumi ir a hacer lo que le ordené, ¿de acuerdo?

Miró a su padre sin hacer ninguna expresión. No quería que leyeran sus emociones, ni quería que Illumi se sintiera peor de lo que pensaba que podría sentirse. Ansiaba dejar a un lado su egoísmo y recordar que no sólo él lo pasaba mal cada que tenían que separarse, además él mismo había presenciado la manera en la que Illumi trataba a Joab, sabía de sobra que él no le correspondía.

Su corazón se comprimía de dolor cuando vio a su amado salir de la sala acompañado por el despreciable individuo. Tragó saliva y apretó los labios, no debía llorar, no quería hacerlo frente a su padre. Se sentía frágil al ver que era incapaz de defender lo suyo abiertamente.

—Papá —lo llamó, su voz sonó más baja de lo esperado—, sobre Illumi…

—¿Ahora qué quieres?, ya me has dado suficientes problemas Killua —se masajeó las sienes.

—Te recuerdo que Illumi y yo tenemos un trato, no puedes entregarlo. Él me debe su alma…

—Otra vez con esas… —se contuvo, tenía unas inmensas ganas de despotricar contra todos— Si tan importante era eso… No vi que él siquiera se preocupara por refutar en la reunión.

—¡¿Y qué querías que te dijera?!, ¡Illumi prácticamente no tiene voz ni voto por no ser el heredero! Te recuerdo que fuiste tú quien le quitó esa posición para dármela a mí —gritaba, ya no podía más con su frustración y su papá sólo lo estaba incitando.

—No me levantes la voz —amenazó y Killua tuvo que bajar la mirada—. Que sea el heredero o no, no está a discusión. El punto es que no dijo nada, ni siquiera cuando se le cuestionó.

—¿Y eso hubiera marcado una diferencia?

No. Ambos lo sabían. Illumi no tenía voz en los asuntos de la hermandad. Se le había permitido hasta cierto punto que opinara sobre la educación de Killua dado que era su maestro, le había entrenado desde su nacimiento y confiaban en sus habilidades con las agujas para controlarlo, pero en primer lugar ese puesto le había sido dado, jamás tuvo oportunidad para decidir y todo el entrenamiento que le daba al albino había sido parte de un plan elaborado por su padre y su abuelo, tampoco era iniciativa suya.

—Puedo ser un Asesino, un miembro de la hermandad y tener tradiciones... pero también soy su padre. Puedo comprender si me hablan como su padre y no una mera autoridad.

—Sí, claro… —accidentalmente soltó el menor con ironía.

—¿Ah no?, ¿y cuando te dejé ir con tu amigo, no fui flexible y comprensivo?

Se sintió avergonzado de haberse apresurado a reaccionar. Silva jamás había sido malvado, injusto y desconsiderado con él. Tal vez no había actuado como los chicos deseaban, pero tampoco era un monstruo. Los protegía, les daba libertades y comodidades; recordaba sus cumpleaños y sabía sus necesidades. Tal vez Alluka había estado aislada, pero jamás le había faltado atención y cuidado. Killua también debía reconocer que su padre tenía dificultades para relacionarse con ellos, pero eso no lo hacía un mal padre.

—¿Entonces por qué no eres así con Illumi? —cuestionó con timidez, nuevamente bajando la voz.

—¿A qué te refieres?

—En su cumpleaños jamás vi que le mandaras regalos, ni veía que ordenaras a los sirvientes hacer nada por él. Sé bien que cuando Illumi era entrenado por ti, ni siquiera atendías sus heridas cuando lo torturaban, incluso dejaste que mamá… —se quedó en silencio. Se suponía que su padre no estaba al tanto de la entidad—, no olvídalo... no importa.

Dolían las heridas que ambos se provocaban con sus recuerdos y palabras. Pese a que Silva tenía un enorme orgullo que no quería soltar, esto definitivamente iba más allá de su capacidad. La culpa lo carcomía, pero no dejaría que su hijo tomara ventaja de ello.

—¿Y qué me dices de ti?, ¿tú fuiste mejor?

—Era un niño…

—Sigues siendo un niño.

—¡Cuando te conviene lo soy!

—¡Basta, Killua! —dio un golpe a la mesa para llamar su atención— Sí, entiendo que no fui el mejor con Illumi, pero eso no justifica que él… —fue su turno de quedar en silencio, apretó los dientes para no seguir peleando con su hijo.

—De cualquier forma no voy a aceptar que lo entregues —continuó Killua—. No me importa lo que pienses. Illumi no merece estar con esa basura.

—Bien, ¿tienes algo que decirme al respecto? —se cruzó de brazos en un intento por proteger su integridad aunque presentía que Killua no tendría aun el valor para confesar sus verdaderas motivaciones.

El albino se mantuvo mirando al suelo. No estaba seguro de lo que debía hacer. Aun si su abuelo los protegía de la ira de su padre, no evitaría la serie de problemas que esto acarrearía. No era algo que él debía decidir por su cuenta sin considerar los deseos de su novio, aunque tampoco se consideraba capaz de preguntarle si él deseaba compartir más sobre su relación con su padre. Todo era catastrófico en su mente.

—Ve a darte una ducha, recién volviste de entrenar y necesito que estés presentable. Tienes treinta minutos, se puntual —levantó un poco más la voz, dirigiéndose a los mayordomos que vigilaban la entrada— acompañen a Killua. Si se le ocurre ir a interrumpir a Illumi quiero que lo detengan —luego volvió su vista a su hijo—. Killua… si te resistes, culparé a Illumi de esto y lo castigaré a él. Si continuas con esta actitud… —tomó aire, debía ser firme, pero no amenazante como deseaba— Sé que has estado durmiendo en su cuarto. No sé cuál es tu maldita necesidad de estar con él todo el día, así que te lo dejaré en claro. Si sigues interfiriendo, prohibiré que ambos estén en el mismo cuarto durante la noche, ¿entendido?

—No puedes…

—¡Sí puedo!, ahora cierra la boca y haz lo que te ordené. Estás colmando mi paciencia. Más te vale comportarte.

Se levantó con violencia, la silla en la que había estado sentado salió volando para romperse en pedazos contra el suelo. Apretó los puños y abandonó habitación. No iría tras Illumi, aunque quisiera, no lo haría por su bienestar, pero estaba tan molesto que ignoró los amables intentos de los mayordomos por hacerle sentir mejor.

«¿Por qué ahora? —se lamentó— ¿por qué tenía que ser justo cuando quería esperar a Icabod?»

Ése era su acuerdo, haría todo lo posible por darle tiempo al chico para poder aprovechar su posición. Quería hablar con él, pero debía ser discreto. Si su padre se enteraba de sus movimientos le arruinaría el plan, al fin estaría poniendo a competir a Joab —un amigo de su padre— contra Icabod, un simple chico que no estaba en edad ni poseía nada de valor para negociar, sin mencionar que, en caso de que Roboam se llegara a enterar de su objetivo, jamás permitiría que su hijo interviniera contra las intenciones de Joab.

Ni siquiera tomar un baño le sirvió para relajarse un momento. Sólo pensaba en todo lo que el Jaco podía estar intentando ahora que estaba a solas con Illumi. Se preguntaba si el hombre tendría el descaro de hablarle de amor, si sería capaz de propasarse con él; imaginaba que ese tipo sería capaz de flirtear diciendo todas esas cosas que él no se atrevía a decir porque todavía mantenía esa ridícula timidez que no le permitía darle más a su amante. Le consumía, no quería que nadie le ganara la oportunidad de decirle esas palabras, le intimidaba la idea de que Joab, con toda su experiencia y conocimiento, hicieran titubear los sentimientos de su hermano por buscar a alguien que no fuera como él, un niño inexperto.

—Maldita sea… —no podía quitarse de la mente a su hermano.

«Illumi, ¿estás bien?»

En cuanto salió de su recámara, listo para alcanzar a su padre, aprovechó unos segundos para mandarle un mensaje desesperado. Le consolaría más si podía ver a Illumi quejándose de su mala suerte.

«Estoy bien. Sólo te extraño»

Esas palabras al final, frenaron sus pisadas, aunque le tranquilizaba recordar que Illumi era suyo, no bastaba para apaciguar su espíritu. Vio la hora, todavía tenía diez minutos antes de la dichosa reunión y si no hacía algo para distraerse la pasaría interrumpiendo a su novio, así que optó por salir a buscar a sus hermanos menores.

Llegó a la sala de juegos, en la que se encontró con Alluka junto a Kalluto, ambos estaban muy concentrados en la pantalla, con los controles en sus manos, sin prestar atención a nada más.

—Hey chicos… ¿qué juegan? —les saludó de pie junto a la puerta.

—¿Te quitaron a Illumi? —preguntó Kalluto con una paleta en la boca, volteó a ver al recién llegado tras ganar por tercera ocasión a su hermana.

—¡Kalluto! —lo regañó la chica—, no seas así…

—Papá lo quiere entregar a la hermandad —se cruzó de brazos, si ya ellos estaban enterados del asunto, no tenía que fingir que todo estaba bien—, trajo a un imbécil a pasar tiempo con él a solas… no me deja estar cerca.

—¡¿Te quitaron a Illumi?! —esta vez fue Alluka la que exclamó. Realmente ella no sabía nada de los asuntos familiares.

—Yo sólo estaba bromeando… —confesó Kalluto mirando atónito a su hermano mayor.

Pausaron el juego, ya dando por terminado todo.

—Papá me lo quiere quitar —ya no le importó que ellos hubieran atinado por casualidad—. No lo soporto. Deberían ver al imbécil que trajo, es demasiado desagradable.

—¿Quién es?

—Joab Jaco —se mofó—. Incluso su nombre es horrendo.

—¿Un Jaco quiere adoptar a Illumi? Vaya eso es… —vio la mirada fría de Killua y comprendió que para él, ese apellido no representaba nada— ¿Terrible?

—Kalluto —intervino Alluka, dado que para ella tampoco era relevante ese apellido, le era más sencillo congeniar con su hermano mayor—, ¿qué no ves que estás afectando a Killua?

—Seguramente los próximos días tendré que aguantarme mientras que Illumi es forzado a estar con esa basura, no sé qué más hacer… —se lamentó, tan sólo quería desahogarse un poco con alguien a quien no tuviera que darle demasiadas explicaciones.

—¿Quieres que vaya a verlo por ti? —preguntó Kalluto, se sentía culpable por haber sido descuidado con sus palabras, además él sabía mejor cómo ayudar a sus hermanos en situaciones así—, quiero decir… si estás acá y no con Illumi es porque papá no te permite intervenir en esa reunión con ese tipo, pero a mí no me dio ninguna orden. No le debo nada a nadie.

Killua lo miró por un momento, dudando si era buena idea o no. Su papá le había advertido que cualquier acción que tomara recaería en Illumi. Por otro lado, tampoco quería considerar a sus hermanos a la hora de pedir favores relacionados con Illumi. La relación entre ellos les desagradaba, no era necesario fingir que no era así a pesar de que decían que «los apoyaban», no quería darles cargas más allá de permitirles escuchar sus quejas.

—Yo también podría ayudar, si es necesario… —añadió Alluka, segura de que esto sería lo mejor para adorado hermano. Al ver la expresión más aliviada, supuso que esto debía ser algo que deseaba aun si no se los estuviera pidiendo.

—No vamos a permitir que un tipo cualquiera esté molestando a nuestros hermanos —continuó Kalluto—. Iré con él y me quedaré en medio todo el tiempo que pueda, ¿te parece? Mientras papá no nos diga nada, no tendrás que preocuparte por dejarlo solo.

Estaba conmovido. Todo el tiempo olvidaba que tenía unos hermanos cariñosos, que jugaban a su favor. Unos hermanos que, a pesar de no ser felices con sus decisiones, no les daban la espalda, sino que estaban ahí para ellos. Quería tomar sus manos y decirles cuánto los amaba.

Kalluto se levantó, y se fue despidiéndose sin más palabras. Entre más pronto encontrara su objetivo, más situaciones incómodas podría evitar.

—Tranquilo Killua. Sabes muy bien que Illumi nunca te engañaría ni te dejaría por nadie —Alluka le consoló, y sintió como el albino la envolvía en un abrazo.

—Lamento ser tan patético —le dijo, hundiendo a la chica entre sus brazos—. Yo debería ser quien los estuviera protegiendo, pero aquí están ustedes, esforzándose a pesar de que esto les desagrada.

Alluka no pudo evitar soltar unas lágrimas silenciosas. Dolía recordar lo que estaba ocurriendo, pero el bienestar de Killua era su prioridad, no importaba cuán pesado, repulsivo y enfermo fuera aquello, daría su alma si con eso aliviaba la carga de su querido hermano. Él la había protegido por tantos años y de tantas cosas durante su infancia, aun si no tenía idea de cómo hacerlo, se sacrificaba por ella y todavía lo hacía. Corresponder era lo menos que podía hacer.

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Las cosas no iban a salir como él esperaba y lo sabía. No podía simplemente llevar a Joab a su habitación y olvidarse de él por el resto del día y, obviamente el hombre tampoco tenía interés en recibir un recorrido por la montaña. Sólo quería estar cerca, esperando cualquier oportunidad para satisfacer sus fantasías y fastidiarlo con su acoso hasta forzarlo a rendirse.

Illumi temía que Killua corriera al cuarto de Milluki para vigilar por las cámaras y con sólo un montón de imágenes sin contexto, terminara haciéndose ideas erróneas de lo que estaba pasando. Y por más que intentaba tomar su distancia, el Jaco no le permitía apartarse demasiado. Actuaba como si no entendiera su actitud y era obvio que buscaba cualquier excusa para tocarlo.

—Oye, relájate niño —le llamó Joab tras ver que nuevamente se alejaba con violencia—, no pienso jugar al galán en tu casa. No quiero que Silva vea cosas para las que aún no está preparado.

Y ahí estaba ese hombre tratando de darle una ofrenda de paz, pero el morocho sospechaba de su verdadera intención. Quizá sólo buscaba hacerle bajar la guardia. Lo miró con indiferencia y continuó caminando.

Joab había notado esa barrera que Illumi le había impuesto, no sólo porque procuraba dejar una distancia prudente entre ambos mientras caminaban, sino en la monotonía de sus respuestas. Por más que intentaba hacer una conversación amena, Illumi se comportaba como si no quisiera que le vieran hablar. No obstante, ya estaba preparado para lidiar con esa actitud cortante.

—¿Killua nos está vigilando? —preguntó mirando a las cámaras, había notado a Illumi volteando a ver por momentos a los aparatos en los pasillos— ¿Crees que tu padre le permitiría interrumpirnos? No te preocupes. Silva y yo tenemos todo bajo control.

—Entiendo —contestó plano, no quería darle ninguna satisfacción, no sólo estaba el hecho de lidiar con los sentimientos de su joven amante, también tenía que quitarle cualquier idea de oportunidad a ese hombre que se aferraba a él como si su vida dependiera de ello.

—Dime una cosa Illumi, ¿está bien que él sea tan celoso y posesivo cuando se trata de ti? ¿No crees que es enfermo?

—No hay nada de qué hablar —contestó sin mirarlo, dio unos pasos adelante y vio que los sirvientes de Joab se aproximaban a ellos, los reconoció por sus uniformes negro con dorado.

—Amo Jaco, su habitación ya está lista. ¿Desea que lo guiemos?

—Ven Illumi, vamos a mi habitación. Allí tendremos privacidad —contestó y ambos caminaron detrás del servicio.

Illumi quería marcharse, encontrar una excusa que le sirviera para dar por terminada la reunión, pero no le era posible, no sin el riesgo de confrontar a su padre. Caminó de mal humor rumbo a los cuartos de invitados, sólo podía pensar en formas de arruinar cualquier plan que tuviera para alargar esa reunión y hacerlo arrepentirse de haber accedido a las peticiones de Silva.

Jamás había estado en ésa área de la mansión, no estaba familiarizado con esos pasillos puesto que los Zodyck realmente no tenían invitados, aún así contaban con una zona decente con suites para invitados en caso de contar con ellos. La habitación del Jaco era amplia y elegante, con colores monocromáticos en un azul oscuro que contrastaba con el suelo alfombrado claro y contaba todos los servicios para un hombre de su estatus. Las habitaciones para el servicio de mayordomos que le acompañaba estaban cerca de la suya, concretamente un piso abajo, así que disponía de la privacidad adecuada para que pudiera permanecer tranquilo. Milluki aparentemente no había prestado mayor atención a esa zona bajo la excusa de que los invitados no eran de su interés, aunque en realidad él conocía mejor que nadie sus pasillos y habitaciones, dado que era allí a dónde llevaba a las mujeres que contrataba para complacerse. No le convenía dejar evidencia de sus acciones.

Illumi entro a la habitación —más por obligación que por gusto— y se quedó de pie unos pasos cerca de la puerta. No pensaba ir más allá para darle el mensaje de que en cualquier momento se iría.

—Entonces… dime— Joab se detuvo cerca de una gran ventana, podía ver a través de las cortinas que había un balcón detrás—, ya que no te molesta que Killua sea así contigo, está bien asumir que te gusta que te celen, ¿o me equivoco?

—¿Podríamos no hablar de Killua? —se adelantó a contestar, de por sí ya estaba de mal humor por verse sometido a acompañarle, hablar de Killua sólo le recordaría lo problemas que vendrían más tarde—, no me hace falta hablar de él contigo.

—Vaya —dejó escapar una risa breve—, es la oración más larga que has formado desde que salimos del cuarto.

Illumi se sintió más molesto consigo mismo, pese a que no quería darle satisfacción al hombre, había terminado por ceder contra su voluntad.

—¿De qué quieres hablar Joab?, cualquier cosa que no sea Killua, está bien, la responderé.

—No —sentenció bruscamente—. Yo quiero que hablemos de Killua. Hablemos de él. No son simples hermanos, ¿verdad?

Sintió que un frío lo recorría, y no se atrevió a pronunciar palabra. No estaba seguro de involucrarse en una discusión con él, pero su mente de pronto empezó a caer en cuenta de lo que estaba pasando. Silva no estaba intentando probar su relación y ya, de hecho ahora estaba seguro de que incluso cuando Killua peleara por él, Silva buscaría más y más excusas para separarlos sin tener repercusiones. No le importaría que el heredero tratara de ir en contra de sus designios, encontraría formas para desgastar la relación hasta que ambos se rindieran y tomaran caminos separados. La protección de su abuelo sólo era para prevenir la separación absoluta que pusiera en peligro sus vidas, o la muerte prematura de uno o más de sus hijos, pero jamás hablaron de apoyar la relación o hacer las cosas más fáciles.

—Tú padre me lo dijo —confirmó Joab sus temores, se dirigió a una mesa que había en el interior, tomó una botella de vino y se sirvió una copa. Su personal se había encargado de dejarle todo lo que usualmente disfrutaba en su hogar—. Al parecer tienen un problema de amores… —dio un trago, Illumi continuaba expectante—, no te voy a decir que me tiene muy feliz la noticia, pero fue suficiente motivo para que él me haya pedido venir a hacerme cargo.

—¿A qué te refieres? —no le quedaba duda, su padre le había compartido toda esa información, y seguramente había más de por medio. Lo que le preocupaba era la verdadera intención de su padre al traer a alguien de Tierra Sagrada a negociar su vida. ¿A caso Silva buscaría su beneficio personal, aun a costa de una situación tan compleja y delicada? No quería verlo de ése modo, pero era lo más probable.

—¿No puedes adivinarlo por tu cuenta? —le retó, su sonrisa autosuficiente comenzaba a irritar al morocho—, ¿qué tiene él que no tengo yo?, o será que te gustan los menores…

—Todo eso es irrelevante para ti.

—No quieres responder pero sí quieres mis respuestas —Joab se acercó al muchacho, y sus miradas se confrontaron—. De entre tantas personas en el mundo, desear a tu propio hermano… ¿por qué? No es el más inteligente, ni el más agraciado, ni siquiera me atrevo a decir que sea muy fuerte. Es sólo un mocoso irritante.

—Si ya estás cómodo en tu habitación, quizá debería dejarte descansar —dio un paso atrás, dispuesto a salir del cuarto a pelear con su padre por su atrevimiento.

—Silva dijo que te quedarías conmigo, que me darías un recorrido —le detuvo, colocando una mano sobre su hombro como advertencia—. Tengo curiosidad por tu cuarto, ¿por qué no me llevas ahí?

—Dijiste que no «jugarías al galán», ¿ya se te olvidó que no querías que mi padre se enterara de tus verdaderas intenciones?

—Siempre puedo cambiar de parecer —se dio la vuelta, divertido por la situación, y fue por otra copa, está vez se la ofreció a su acompañante.

—No, gracias —contestó, pero el Jaco se acercó a él forzándolo a aceptarla.

—Ven aquí, vamos a tomar asiento. Tú y yo tenemos asuntos por aclarar y no quiero tenerte de pie junto a la puerta.

Se resignó, no valía la pena hacer las cosas más difíciles. En primer lugar Silva le había ordenado acompañarlo, no le había dado detalles de sus planes a fin de evitar que estropeara las cosas y si se oponía, su padre era capaz de manipularlo amenazándolo con hacer algo peor con Killua. Sólo quedaba el amargo camino de cooperar hasta que pudiera encontrar una salida.

—Tú padre me habló de la entidad —soltó como si nada. Illumi supuso que si dejaba a Joab hablar, quizá terminaría dándole más información que pudiera usar a su favor—. Dijo que tú eres el verdadero Illumi, y me preguntaba, ¿qué clase de persona eres tú?, ¿en verdad es conveniente que tú estés aquí?

Se sonrió, si decía esas cosas, era porque desconocía las consecuencias de ir en contra de lo que los Iluminados habían establecido como necesario para mantener el balance.

—Ya veo… —le dio un sorbo a su bebida y se acomodó en una silla, para darle entender que le permitiría tener su dichosa conversación— Sólo estás molesto porque yo estoy aquí y no él, eso es todo.

Joab tenía sus propias conclusiones sobre lo que estaba ocurriendo con ambos chicos, ideas sacadas de experiencias personales, pero para confirmarlo primero necesitaba entender la naturaleza del espíritu de Nen y la relación que tenía con el verdadero Illumi. No era momento para dejarse intimidar por la burla de un mero simpatizante de la hermandad.

—Teníamos algo —alardeó con dramatismo fingido—. Era especial.

—No —refutó siguiendo la corriente a su actitud burlesca—, él no te quería. Lo sé porque ocupamos el mismo cuerpo. Él sólo te usaba.

—¿Y qué?, nunca tuvimos una relación romántica, si es lo que estás pensando.

—Le dijiste que lo reconocías como "tuyo".

—Eso ni siquiera es romántico… ¿estás seguro que sabes lo que es el romance?

No, él realmente jamás había entendido qué era todo eso del romance, por más que veía a Nimrod ser un apasionado de su esposa, para él todo eso era una obsesión por mantener ambos espíritus unidos aun después de la muerte. Su esposa era una criatura complicada y caprichosa que le mentía constantemente a pesar que él lo sabía y Nimrod sólo deseaba complacerla aun a costa de su propia dignidad. No era el tipo de relación que a Illumi le gustaría mantener.

—¿Sabes que yo puedo destruir tus planes? —le sacó de sus pensamientos—, tu padre y tu abuelo se mueren por encontrar una segunda opción, cualquier opción que salve a Killua de «tus garras». Ellos no aprueban esta relación por motivos obvios…

Y ahí estaba ese hombre influyente que tantos problemas podía darles, no podía actuar prepotente y arriesgar más cuando ya le había quedado en claro que se encontraba en desventaja.

—Yo podría convencer a Silva de entregarte a mí y no tendría que dar demasiados argumentos. Te separaría de tu hermano y me aseguraría de que él volviera —se refería a Nimrod, pero en ésa parte estaba equivocado. Joab tendría que acceder a mantener a Illumi cuerdo si es que quería apadrinarle, sin embargo lo había dicho de modo que pareciera que era más poderoso de los esperado.

Illumi sonrió tranquilo. No estaba nada asustado de sus amenazas, eran meras palabras y sabía que nadie en su familia arriesgaría la vida de Killua y los negocios con los Iluminados sólo para entregar a uno de sus hijos.

—Y según tú, mi padre te lo dijo todo… —contestó con sarcasmo.

—De acuerdo. Me atrapaste —sonriente levantó las manos en forma de rendición—. No los puedo separar. Eso me no me haría apto para apropiarme de ti, pero aun así, te mantendría lejos de casa. Killua tendría que pedirme permiso para verte y yo siempre estaría ahí para garantizar que no hubiera más allá de un contacto superficial entre ustedes, a menos claro, fuera estrictamente necesario y no les permitiría disfrutar con tranquilidad. Lo tengo todo bien calculado.

—Eres un hablador, Joab Jaco, igual que toda tu familia —ya estaba molesto y no iba a continuar tolerando sus amenazas ridículas—. Autonombrándose como «familia de alquimistas» con muchos secretos, cuando en realidad sólo son un montón de aficionados.

—Entonces… ¿lo recuerdas todo? —la cara de Joab era una evidente satisfacción, ignorando por completo su comentario insultante. Al fin estaba seguro de que tanto Illumi como Nimrod compartían más allá del cuerpo, eran una misma mente, pero con diferentes valores, personalidad y objetivos. No necesitaba más datos, estaba dispuesto a concentrarse en su nueva misión.

—Lo recuerdo como si yo mismo lo hubiera vivido. Cada palabra, cada sentimiento… —sin percatarse, Illumi le estaba dando al hombre todo lo que necesitaba para mantener su obsesión.

Los ojos de Joab brillaron. En su mente era como si todo estuviera encajando, todo lo que él sospechaba y por lo que había accedido a seguir el plan de Silva estaba ahí, ya no tenía duda alguna. Sólo faltaba algo, un pequeño detalle que marcaría la diferencia.

—No es justo… —se quejó, aunque su expresión no encajaba con sus palabras— ya perdí un Zoldyck… volver a perder otro Zoldyck —suspiró— es ridículo.

—Tu experiencia con mi padre es algo que realmente quisiera no saber. Me repugna la idea de que Nimrod hubiera actuado como si eso no fuera relevante.

—Descuida, es cosa del pasado.

—Como lo que viviste con el ente de Nen.

Joab volvió a reír. Illumi podría intentar atacar sus sentimientos todo lo que quisiera, pero él era un miembro destacado de la hermandad de Asesinos, no estaba acostumbrado a perder. Las cosas siempre resultaban a su favor. La resistencia del morocho sólo sería algo pasajero que tendría que tolerar hasta que llegara su momento.

—Quiero saberlo Illumi. Realmente qué es lo que te atrae de Killua, ¿es que sólo eres un pederasta y ya? No puedo creer que una entidad tan «poderosa» se hubiera apegado a un mero pervertido sin nada en especial.

De nuevo tocaba ese tema e Illumi comenzaba a cansarse de su incapacidad para expresar lo que pasaba en su interior y explicar la verdadera naturaleza de su deseo por Killua, pero no podía, no tenía las herramientas para lograrlo. Nimrod jamás le había ayudado a desarrollarlas, ni hablar de su familia, todo su mundo estaba construido para privarle de su libertad.

—No es tu asunto. No tengo por qué hablar esto contigo.

—¿Y si te dijera que puedo ayudarte?, ¿si dijera que aceptaría a jugar a tu favor y colaborar contigo para que Silva te deje ir?

«¿Por qué?, ¿cuál es su intención?» Se preguntó Illumi, aun no estaba seguro de nada. No le gustaba la manera en la que la conversación se estaba llevando a cabo, justo ahora le hacía falta tener más jugadas ocultas, espías y aliados que le ayudaran a enfrentar estos problemas. Contar con un plan de escape completo sería lo indicado, pero no podía hacerlo con Killua siendo tan joven y con tantos dedos acusadores a su alrededor.

Una presencia familiar los hizo girarse a la puerta. Escucharon que tocaban e Illumi se apresuró a abrir sin preguntar nada.

—Kalluto, ¿qué ocurre?

Joab lo miró intrigado y molesto por ser interrumpido justo cuando al fin estaba empezando a abrirse camino a la complicada mente de Illumi.

Kalluto ingresó al cuarto sin preocuparse por nada, ni siquiera pensaba saludar, tomó asiento al lado del Jaco y con toda la tranquilidad del mundo se sirvió una copa para él ante la mirada atónita de ambos adultos.

—Escuché que Illumi estaba mostrándole la casa —explicó—. Quise venir a hacerles compañía.

Joab perdió la paciencia. No iba a tolerar los trucos de los hermanos Zoldyck, ni tampoco iba a aceptar que lo trataran como a un tonto.

—¿Killua te mandó? —giró el rostro para confrontar a Illumi—, ¿nunca le enseñaron a ese niño a controlar sus celos?

Pero ninguno de los Zoldyck contestó. No era necesario mentir en algo tan evidente.

—Niño, déjanos a solas. Tu hermano y yo estamos teniendo una conversación de adultos.

—Pueden hablar de lo que quieran y fingir que no estoy aquí. Seré muy silencioso, no se preocupe.

Ambos miraron al chico sin emitir palabra alguna. Uno con un enfado que no pensaba disimular y el otro confundido por lo irreal de la situación. Les había tomado por sorpresa la presencia del menor de los Zoldyck y, a su vez, a Illumi le preocupaba que Killua hubiera recurrido a algo así para vigilarlo, pensó que nuevamente estaba sospechando en la posibilidad de una infidelidad y se sintió profundamente herido. Estaba harto de todo eso, aunque era una de esas cosas de las que no podía quejarse por más que quisiera.

—No nos hace falta compañía. Tampoco la solicité —aunque era grosero, esta era una de esas actitudes completamente esperadas en un miembro de la hermandad cuando trataba a un simpatizante. Kalluto no se sentía ofendido ni incómodo, él estaba completamente preparado para ser despreciado.

—Pues no veo que Illu-nii se queje —continuó con su expresión plana—. Parece que él está conforme con mi presencia.

—Claro que no hay problema Kalluto —respondió Illumi—. Joab está bromeando. Acompañarnos te servirá mucho de aprendizaje.

.'.

Killua regresó a la sala de reuniones. Su papá estaba ahí esperando. Apenas ingresó, se percató de que algo no estaba bien, pero no era capaz de adivinar qué era eso que le incomodaba. Silva nunca había sido una persona abierta, sus emociones parecían estar encapsuladas en capas de secretos; sólo conocía su enojo y algo parecido a la felicidad mezclado con orgullo, de ahí no había otra emoción que pudiera reconocer. Se preguntó si quizá esto que notaba en él era tristeza.

—Ven, siéntate a mi lado —indicó su padre y él no quiso seguir indagando en lo que veía.

Un mayordomo se acercó para acomodar su silla, luego colocó un vaso con agua y un plato pequeño con un postre del agrado del albino, y se retiró a la parte del fondo, a la espera de nuevas indicaciones. Silva esperaba tocar su corazón al intentar mostrarle que aún podía recordar sus comidas favoritas y de ése modo romper su actitud defensiva.

—Illumi debería estar aquí —murmuró indignado. Lo cierto era que deseaba saber un poco de él, quizá si lo mencionaba, su padre le daría alguna referencia de lo que estaba pasando en esos momentos.

Silva se tensó. No podía evitar alterarse ahora cada que escuchaba a su hijo mencionar al morocho, era un constante recordatorio de que entre ellos ya no había esa antigua riña que tantos problemas les había traído durante su infancia, sino que las cosas habían transformado en algo turbio que no podía tolerar.

—Illumi está ocupado ahora mismo —le recordó—, además él no necesita estar aquí, tienes que empezar a familiarizarte con tu trabajo con los Iluminados —se recargó en la mesa con ambos codos, mirando al frente, conteniendo su molestia—. Así que acostúmbrate de una vez.

Silva hacía el esfuerzo por ver a los Iluminados como clientes, y no como autoridades —como usualmente se presentaban a sí mismos— ya que sus protocolos le fastidiaban. Todos estaban hechos como para tratarlo como un subordinado sin capacidad de nada. Para su desgracia ni siquiera podía contar con el respaldo de su propia hermandad. Los Asesinos lo veían como un traidor, no podía recurrir a ellos para confrontar a los Iluminados, y tampoco podía oponerse a las peticiones de esa gente. Siempre estaba ese constante riesgo de perder todo lo que tenía sólo por su orgullo, así que había aprendido a no darle importancia a sus deseos como Asesino y preocuparse más por su familia. Es por eso que la situación con sus hijos le estaba sacando de quicio, era una ofensa increíble que, pese a todo lo que les había entregado a esos hombres y asumiendo la pérdida de sus negocios con los Asesinos, sus hijos hubieran salido perjudicados en todo aquello y ni una compensación había recibido a cambio.

Apenas el albino iba a añadir otro comentario, cuando escucharon que un mayordomo anunciaba la llegada de los invitados. Siempre, por motivos de seguridad, los Iluminados tenían que pasar por diversos chequeos y vigilancia, y eso era lo único que hacía que se demoraran en iniciar las reuniones, pero Silva insistía en hacerles pasar por aquello con el único afán de insultarlos haciéndolos ver como una molestia dentro de su casa.

El mayordomo hizo una reverencia para despedirse y cerró la puerta una vez que los dos tipos habían tomado sus determinados asientos.

Se trataba de un hombre mayor, podía ver sus líneas de expresión marcadas en sus ojos, mejillas y frente, cabello de un rubio gastado por los años y piel muy blanca, usaba unos lentes de una graduación considerable que hacían ver más grandes sus ojos azules. Venía acompañado de un joven en sus veintes, cabello oscuro, ojos también azules y piel blanca, bien podría ser su nieto, pero era imposible de determinar. El chico mantenía la mirada en el suelo, ni siquiera saludó a los anfitriones ahí presentes.

—¿Y Geppetto? —preguntó Silva al notar lo inusual que era no tenerle ahí presente, dado que hasta ese entonces él era quién manejaba los asuntos con los Zoldyck.

—Él es el Gran Maestro Podesta, el está aquí para sustituir al Gran Mago Geppetto —explicó el joven, pero ni así les dirigía la mirada. Había colocado un maletín negro sobre la mesa y estaba sacando algunos documentos de ahí—. A partir de ahora será él quien se haga cargo de las negociaciones con ustedes.

Podesta parecía contento, con une porte elegante en su postura y su personalidad tan abierta, se notaba que estaba bastante habituado a la vida pública, y no era una persona que podía ser intimidada fácilmente. Probablemente en su vida había visto y hecho cosas de los que cualquier otro se hubiera avergonzado, pero él no, él tenía una seguridad que le disgustaba a Silva.

—Gracias. Buen trabajo —contestó Podesta palmeando la espalda del chico—. Tengo entendido que los Asesinos no tienen modales, así que siéntanse libres de no corresponder mis saludos. Aun así, es un inmenso placer estar aquí.

«Es otro de esos con complejo de superioridad» Silva tomó nota mentalmente.

Podesta miró a Silva y luego desvió la mirada hacia el albino que permanecía en silencio analizando al nuevo invitado. No contuvo su expresión de sorpresa, la belleza del adolescente le había atrapado y aprovechó que sus miradas se cruzaron para sonreír con un aire coqueto que le provocó escalofríos terribles al menor.

—Joven novicio… —saludó—, he escuchado hablar mucho de usted. Es un inmenso honor conocerle en persona.

Le guiñó el ojo y Killua sintió que se le revolvía el estómago, ese anciano estaba comenzando a ponerle nervioso, como cuando vio a Hisoka tener una erección en Greed Island frente a él y Gon. Internamente se dijo que no debía fiarse de los tipos como él.

—Bien, podemos dar inicio a la reunión —Silva levantó la voz para atraer la atención del hombre frente a ellos, Killua lo miró confundido y la sonrisa del hombre se ensanchó todavía más.

«Illumi le traerá demasiada atención», se lamentó Silva. Siempre consideró que era mejor, para su bienestar, no tener tanta relevancia dentro de la hermandad. Eso significaba menos responsabilidades y por tanto menos problemas.

—Tome —señaló el joven acompañante y le entregó a Silva un bloque de documentos en una carpeta de plástico.

Silva miró los papeles como si estuviera viendo un objeto extraño. Cuando Geppetto era quién se encargada de las negociaciones, era usual que llegara con un montón de chicos, asistentes, que traían documentos y dispositivos con toda la información que Geppetto iba analizando y explicando a Silva. Nunca había sido necesario que leyera nada ni revisara nada, sólo discutían juntos los pormenores y después se despedían; luego sería su turno de desarrollar una estrategia que diera los resultados deseados, con toda la información debatida durante su reunión. Así que ver un montón de documentos le parecía innecesario.

—¿Es muy difícil para usted? —preguntó Podesta al notar su desagrado—, me imagino que sabe leer. Lo siento, no estoy muy familiarizado con la hermandad de los Asesinos y sus tradiciones.

Killua se tensó, le parecía sorprendente ver que un tipo aleatorio, sin ninguna noción de supervivencia, se atreviera a insultar de manera tan pasiva-agresiva a su padre. Cualquiera le tendría temor y procuraría hacer la reunión lo más breve posible. De hecho para los clientes usuales de los Zoldyck, era mejor tratar todo por llamadas o mensajes y si podían ocultar sus identidades, era preferible, en cambio ahí estaba ese hombre actuando como si ellos fueran sus sirvientes, parecían educados, pero no respetuosos, era una combinación extraña.

—Podesta, no me interesa ver sus investigaciones —contestó Silva, haciendo a un lado la carpeta, sin siquiera ojearla—. Para futuras referencias, es mejor que haga esta reunión lo más breve posible y sólo hablemos de los detalles que le resulten relevantes.

Silva no parecía ofendido, estaba habituado a ese tipo de actitudes y sólo quería que las cosas terminaran sin ningún percance.

Killua tomó la carpeta y la abrió, dispuesto a leer la información ahí, mientras distraídamente escuchaba a esos dos conversar.

—Tu trabajo no consiguió los objetivos que, según me explicaron, te fueron solicitados —comentó Podesta. Su sonrisa era provocativa, dejaba en claro que no tenía el más mínimo respeto por ese asesino—, se esperaba que tuviera un efecto prolongado y lo único que ocurrió fue… bueno, fue un resultado mediocre.

Apenas terminó de decirlo, volteó a ver a Killua, observando detenidamente cada facción del muchacho. No podía dejar de verlo, le fascinaba su belleza y juventud. El albino notó su mirada y fingió ignorarlo, continuó leyendo y pasando las páginas.

Había silencio, Silva estaba esperando a que el tipo continuara con su discurso, pero notó que el tipo estaba más entretenido viendo a su heredero. Perdió la paciencia cuando se percató que el hombre tenía esa expresión que tantas veces vio en Geppetto cuando notaba a un niño presente.

—Deja de mirarlo —advirtió Silva permitiendo que su Nen se desprendiera en señal de advertencia, una cosa era soportar los negocios que tenían, otra muy diferente era permitirles ver a sus hijos como si fueran objetos sexuales.

—Perdón por mi atrevimiento, pero es un chiquillo precioso —respondió aclarando su garganta—, es difícil desviar la mirada ante una belleza tan perfecta.

Se mantuvo así, con los ojos puestos en el albino, quién dejó de leer para observar al hombre y confirmar lo que había escuchado, luego volteó hacia su padre y cuando regresó la vista a Podesta, éste le clavó la mirada directamente a los ojos. No era usual que la gente hiciera eso con él, y con el contexto añadido, tuvo un sentimiento difícil de describir.

—¡¿Acaso para ocupar este puesto es necesario ser un pervertido?! —se quejó Silva en voz alta.

—Lo siento —Podesta desvió la mirada hacia Silva—. Realmente no ha sido mi intención incomodarlos. Es sólo un halago, tómenlo como tal.

Killua tenía deseos de contestar groseramente a ese hombre, era como si ese sujeto estuviera esperando recibir gratitud sólo porque «lo estaba halagando», pero él no estaba ahí para recibir halagos, no había solicitado que fuera excesivamente honesto y alabara su belleza. No quería actuar como si ese tipo de situaciones fueran aceptables y continuar como si nada.

—Entonces podrías reservar tus «halagos» para otros momentos. Te recuerdo que estamos en una reunión de negocios.

Ahí fue cuando Killua por primera vez reconoció la impresionante calma con la que su padre respondía a esa gente cuando tenía la capacidad física para oponerse. Hablaba de una disciplina extraordinaria para mantener sus negocios al límite de lo permitido. No sobrerreaccionaba a la primera provocación; permanecía impávido, controlando su voz a pesar de que deseaba gritar con furia.

—Tienes razón, Silva —su mirada analítica y su actitud diplomática eran incluso más desagradables que sus comentarios inapropiados—. Aun así, si me lo permites, me gustaría preguntarte algo personal.

—Aunque me niegue lo dirás. No vale la pena discutir.

—¿Por qué continuaste con Kikyo por tantos años, aun a sabiendas de todo esto, de que tipos como yo la rodeaban o que ella misma tenía prácticas cuestionables?

—No menciones a esa mujer.

No había sido necesario el énfasis, ni siquiera tuvo que confirmar la expresión de su padre. Escucharlo referirse a su madre como «esa mujer» le había desconcertado. Tenía un toque de desprecio imposible de negar. En toda su vida había visto a su padre tener una relación extravagante con Kikyo, no tenía duda de que entre ellos había unión y complicidad, no sabía si había amor, pero hasta ese momento había dado por un hecho que así lo era, que ambos tenían una relación amorosa y que se protegían el uno al otro. Era precisamente por eso que, el día que sacó a Alluka de la habitación, había optado por amenazar la vida de su madre, en lugar de cualquier otro miembro de la familia. Podía apostar que para su padre, amenazar a cualquier otro hubiera sido tomado como un movimiento más como Asesino, pero su madre, la que tanto protegía e idolatraba, tenía otro significado, ya que a ellos les unía la voluntad y no los lazos sanguíneos.

—Rencillas familiares. Entiendo —de nuevo miró a Killua, el cual volvió a bajar la mirada y continuó leyendo en silencio.

—Deja eso —advirtió Silva—. Killua no está aquí para tu diversión, ya deberías saberlo.

—Joven novicio —le llamó Podesta—, ¿cree que me podría regalar unos minutos de su tiempo para hablar en privado después de la reunión?

Killua levantó el rostro y evitó enfocarse en su padre. Seguramente éste le diría qué responder y no estaba de humor para darle más permisos sobre cada una de sus decisiones.

—¿Para qué?

—Me gustaría conocerle un poco más. Siendo honestos, me gustaría conocerle íntimamente.

Había un evidente doble sentido en esas palabras. Aunque Podesta lo había dicho con una naturalidad sobrecogedora que si alegaba algo en su contra, correría el riesgo de parecer un malpensado sin elegancia ni clase.

—No necesitas tiempo en privado con él —se adelantó Silva a contestar—, tampoco necesitas conocerlo más. Mantén tu línea, y enfócate en el propósito de ésta reunión.

—Esperaré tu respuesta —finalizó Podesta, le sonrió a Killua y asintió a su acompañante, el cual le mostró en una tableta los puntos para los que había llegado a esa reunión.

Se quedó leyendo en silencio un par de minutos, y luego aclaró su garganta.

—El último reporte del analista del ejercito, dice que, aunque se completaron los criterios que usualmente se solicitan para completar el avance; las evaluaciones finales han demostrado un posicionamiento cada vez más firme en contra de las restricciones que se han colocado —miró a Silva con más seriedad que antes, está vez había dejado la cordialidad—. Esta es la segunda vez que se intenta elaborar una estrategia que nos sirva para el propósito y no se admitirá una tercera…

—¿Por qué no admiten que han presionado lo suficiente a la gente en ésa ciudad? Las personas ya no son tan sensibles como para utilizar trucos tan simples.

—El que tiene que sensibilizarse eres tú. No ellos —dio un profundo suspiro—. Por eso detesto la idea de trabajar con Asesinos, no entienden de psicología social, ni siquiera han leído un miserable libro de párvulos. No sé por qué te dejan este tipo de trabajos cuando no tienes la mínima idea…

—Si ya terminaste tu lloriqueo, ¿podrías exponer cómo se evaluó el resultado y qué fue lo que faltó?

Podesta tosió, y el joven que venía con él se apresuró a tenderle un pañuelo de papel. Después de su ataque de tos, un mayordomo se acercó a darle un vaso con agua. A estas alturas era evidente que el tipo debía tener secuelas de malos hábitos en su juventud.

—¿Exactamente cuál era esa dichosa estrategia que tenías en mente al matar al hijo del gobernador?

—Era una estrategia aprobada. Debía parecer un ataque proveniente de la multitud.

—¿Cómo se aprobó eso? —contestó con sorna.

—Eso pregúntaselo a su antecesor.

—Geppetto no te aprobó esta basura. A mí no me cuentes tus tonterías.

—Claro —suspiró y con seriedad, pero sarcástico replicó—, porque yo tengo mucha influencia haciendo que tus superiores sigan todos mis planes…

Silva tenía razón, eso lo sabía Podesta. Sin embargo quería seguir culpando al Zoldyck de los resultados negativos como si todo hubiera sido trabajado por él sin el consentimiento de nade más.

—De cualquier modo no sirvió. Tú trabajaste en esa estrategia, esto es aunque sea en parte, tú responsabilidad.

—Y yo te estoy pidiendo qué me digas qué faltó —para Silva siempre era estresante tener que trabajar con gente que parecía estar subida en un simple escalón y atribuible a ese escalón poderes divinos.

Nuevamente Podesta dio un trago a su vaso con agua y le hizo una seña a su acompañante para que le mostrara en pantalla los siguientes puntos.

—No puedo llegar a una conclusión y una nueva estrategia si no me dices lo que falló —volvió a remarcar, Silva.

—La reacción de la gente. Eso falló —comenzó a explicar, tomó la tableta y se la mostró al Zoldyck, había ahí una foto de un grupo de personas con una piñata del gobernador en llamas, parecía una fiesta—. Un niño es un niño cuando representa el sentir de un grupo. De lo contrario sólo es «el hijo del gobernador», un niño bonito privilegiado, incapaz de congeniar con el público —empezó a mostrarle más fotos en la tableta—, como puedes ver, todos están celebrando que haya sido afectado el gobernador. Hay una página de memes dedicados a los sucesos de los últimos días y cada hora tiene más y más seguidores. ¿Te parece que esto era parte del plan?

—Si ustedes ya sabían la estrategia, era su deber preparar la imagen del niño para dar el efecto que buscaban.

—¿Cómo? ¿Con entrevistas y documentales de la familia? Es un menor de edad, Silva, no podía salir al público sin el permiso de sus padres. Un documental sólo hubiera hecho que la gente criticara al gobernador por la promoción de su figura usando recursos del erario.

—Eso es algo que ustedes debían pensar. Tienen gente que se encarga de la publicidad. Lo he visto.

—Enfócate, Silva —tronó los dedos—. Lo que no sirve, no sirve. No te estoy pidiendo que me des un reporte de lo que debimos haber hecho para arreglar tu estúpido plan —levantó la voz, aunque no lo suficiente como para verse agresivo, sólo intentaba frenar al Zoldyck—. Debemos elaborar una estrategia segura, algo que no requiera publicidad. Eso implica tiempo y dinero, cosa con la que no contamos ahora mismo.

En la mesa se encendió una luz, era una pantalla grande que funcionaba a modo de pizarrón en el que podían ir anotando las ideas que fueran surgiendo.

—Quizá un niño no sea suficiente, está vez —dijo Podesta inclinándose a la pantalla.

—¿Y cuántos se necesitan, entonces? —preguntó Killua, metiéndose en la conversación. Había terminado de comprender el problema y los objetivos que estaban escritos en los documentos, y creía que podía elaborar un plan.

Ambos adultos pausaron la conversación por un instante. Silva dudaba de la naturaleza de la pregunta de su hijo; Killua era incapaz de cometer un crimen de una talla enorme, no sólo no tenía el valor sino que estaba seguro de que el día que se viera implicado en las peticiones de los Iluminados, los enfrentaría sin importar si eso le perjudicara.

—¿Cuántos crees? —cuestionó Podesta.

—¿Qué tal una escuela? —continuó el albino como si estuviera hablando de un videojuego—, una persona, no importa la edad, pero que tenga algún trastorno mental no muy popular, podría entrar y matar a una cantidad lo suficientemente grande como para preocupar a las personas, y luego suicidarse sin dar explicaciones.

—¿Por qué tendría que ser un trastorno nuevo? Es un plan muy extraño.

—A fin de justificar las cosas. Podríamos crear una mezcla de emociones entre verlo como un criminal y una víctima de una enfermedad mental sin clasificar —Killua había tomado la pluma electrónica y estaba anotando en el pizarrón las ideas que iba diciendo—. Necesitaríamos que ustedes contribuyeran promoviendo en redes y medios el asunto del trastorno, así la gente se sentiría identificada con la enfermedad y buscarían maneras para prevenir más desgracias.

Silva no lograba procesar lo que estaba escuchando. La hermandad de Asesinos no tenía un reglamento respecto al asesinato de infantes, tampoco había una tradición familiar que restringiera el tipo de víctimas que accedían a matar, sin embargo tampoco era aplaudido ni bien visto, era un tabú entre la hermandad. Por su parte, él había dejado de matar niños sin ningún remordimiento en cuanto nació Milluki. Illumi le había conmovido, pero Milluki le había abierto los ojos a la fragilidad de esas criaturas, y ahí estaba Killua, hablando como si no tuviera ningún sentimiento importante sobre la vida de nada.

—«Contribuir», dices —remarcó Podesta—. Sin duda puedo presentarles la propuesta si la llamamos «contribución», estoy seguro que nadie se quejaría.

—También estaba pensando… —añadió aunque con un poco de inseguridad— no necesita ser real la masacre. Podría ser actuado. Tal vez si fuera necesario, podríamos tomar al victimario como un sacrificio.

Silva se sintió más tranquilo cuando escuchó la aclaración de su hijo. «Una actuación», eso iba más con la ideología del albino, menos sangre sobre sus manos. Por otro lado no podía evitar sentirse orgulloso de su heredero, su hijo había dado una brillante propuesta, había analizado esos documentos a una velocidad extraordinaria y todavía había encontrado una solución balanceada para mantener en paz a su consciencia.

—Y a su familia —añadió Podesta, en sus ojos parecía haber fuego de la emoción que le provocaban las ideas del menor.

—Pero…

—La sangre y el sacrificio es una paga importante para los rituales —le recordó a los Zoldyck que esto no era sólo por modificar la conducta y aceptación de la ciudad, sino satisfacer un acto planificado para el grupo.

—Sí, pero bien pueden hacer sus rituales lejos de las miradas de los curiosos y dejarnos estos trabajos públicos a nosotros. Ese es el trato, ¿no? —indagó el albino.

—Mmm… No te equivocarías en eso —en cierta forma, le parecía muy noble de parte del albino el pensar de ese modo, pero le estaba quitando cierta diversión que disfrutaba al crear ese tipo de caos—, pero me pregunto si lo aceptará el resto de los involucrados.

—Si se cumplen los objetivos, debería ser suficiente —al fin tomó la palabra Silva.

—No es una mala idea, considerando que esta es tu primera vez conmigo —lo miró a los ojos nuevamente, y captó de nuevo ese doble sentido que hacía que Killua sintiera escalofríos—, sin embargo, debo explicar que tu plan aun parece incompleto.

—¿Incompleto? Pero si cubre los requisitos, ¿no? Encontrar una causa que permita justificar la nueva ley de vigilancia por los dispositivos móviles. Están buscando que…

—Corazón, sí, lo que propones no es mala idea. No me lo tomes a mal, creo en ti —le interrumpió con una voz melosa—, pero está incompleto aún tu plan. Piensa un poco, ¿después de la masacre qué va a pasar? Supongamos que sigo tu juego y hago una simulación, sólo una simulación. La gente hará preguntas, eventualmente todos se darán cuenta de que algo no está bien…

Le dolía, pero tenía razón. Si la gente veía que no había víctimas reales, si no había testimonios confiables, la verdad saldría a la luz y todo sería caos. Killua por ningún motivo quería participar en algo así, una cosa era aceptar matar adultos, hombres y mujeres, podía manejarlo porque lo había hecho desde que tenía uso de razón, pero niños era un punto que él no podía lidiar.

—Y sí... —comenzó a idear una respuesta, sentía la adrenalina tomando su cuerpo— Y si bombardeamos a la gente con información sobre la matanza —había escuchado de ese tipo de actividades antes. No recordaba exactamente en dónde lo había hecho, pero en ese momento le pareció una idea sensata—. Si se pudiera hacer entrevistas, ya sabe… cosas que den detalles sobre las familias, y sobre la nueva enfermedad…

—¿Cuál es el punto con eso? —aunque Podesta sabía la respuesta, quería seguir incitando al chico.

—Tomar el control del manejo de la información —respondió Silva, entendiendo ahora el plan de su hijo.

—También podríamos controlar los rumores sobre la falsedad de la masacre. Podríamos hacer que algunos medios sensacionalistas comiencen a cuestionar la veracidad de la historia —continuó Podesta, más satisfecho todavía con el futuro resultado—. La gente ama las conspiraciones. Enloquecerían con la idea y los dividiríamos más.

—Así podríamos asegurarnos de que la gente desconfíe de los que usan esa fuente como referencia.

—Después provocamos otra muerte, una real —finalizó Silva—. A estas alturas podría ser una muerte aleatoria, el chiste es usar otro enfermo de los nuevos.

—El asunto es encontrar doctores que ayuden a desarrollar la enfermedad, algo que se vincule con los dispositivos y con eso bastará para que todos pidan la vigilancia —concluyó Killua.

Podesta, por primera vez se enfocó en Silva, tenía una expresión de euforia, como si hubiese escuchado la noticia más maravillosa de su vida.

—Es brillante, más de lo que tú lo has sido en todos estos años —volvió a mirarle—, el Gran Maestro Illumi te ha enseñado, ¿no es así?

—Sí —respondió, estaba orgulloso de su conocimiento y quería demostrarle a su padre que Illumi era una parte vital en su desarrollo, que no debía alejarlo de él.

—Tienes una mente muy aguda —se recargó en la mesa, intentando acercarse un poco más al albino—, dime, corazón, ¿ya vas a darle una respuesta a tu tío Podesta?

Killua no respondió, había olvidado por completo que el tipo le había hecho una solicitud, y su reacción confusa dejó en claro que no sabía de qué hablaba.

—¿Me concederás unos minutos a solas?

Se mantuvo serio. No quería que el tipo creyera que podía seguir con sus jueguitos sin tener ninguna consecuencia y seguir burlándose de él frente a su padre y sus mayordomos.

—Si Illumi lo aprueba, no veo el problema.

Hubo un silencio incómodo. Silva comprendía ahora la amenaza, le estaba diciendo que usaría a alguien con un rango superior, que además le protegía más que a nadie en el mundo, y le demostraba que no tenía miedo, ni repararía en arruinar la vida de Podesta.

Por primera vez en la reunión Podesta no parecía feliz. Había creído que el orgullo de los Asesinos no les dejaría considerar a Illumi para resolver sus asuntos. Tenía el conocimiento de la forma en la que Geppetto había muerto a manos de Illumi y que no había tenido consecuencias por lo mismo. Cuando se trataba de Killua, lo mejor era tomar su distancia.

Carraspeo para cambiar el tema.

—Bien —decidió que no volvería a intentar cruzar la línea con el albino, al menos no por ahora—, prepara con tu hijo un plan, te notificaré la fecha para que nos reunamos, y volveré para evaluarlo. Hasta ese entonces… manda mis saludos al Gran Maestro Illumi, dile —sonrió con un aire de extraña burla—, que será un gran honor para mí verlo en nuestra siguiente reunión.

Después se despidió de ambos y salió. Nadie dijo nada por un largo rato. Silva miraba la carpeta como si quisiera encontrar en sus páginas algo que le indicara cómo es que el albino había actuado con tanta facilidad. No sabía por donde empezar a explicar su impresión. Quería cuestionar a su hijo, pero no podía ir tan lejos todavía, no hasta desenredar todo el asunto de Illumi y su nuevo estatus como pareja del albino.

—¿Illumi te ha estado enseñando estas cosas?

—S-sí… más o menos —respondió intimidado, era éste tipo de cosas que no tenía muy en claro si decirle a su padre o no.

De nuevo, no encontraba las palabras para explicar lo que quería. Estaba anonadado. Era como si Killua hubiese dejado de ser el niño que huyó de casa para convertirse en un completo adolescente, desarrollado y con una madurez bastante aceptable. Tal como Podesta lo había descrito, era brillante; inteligente, creativo y elocuente. Con mayor razón no podía permitir que se viera afectado por culpa del deseo depravado de su hermano.

—¿No crees que sería mejor si Illumi nos ayudara con la planificación? Apuesto que él podría pedirles más datos y conseguir terminar esto mejor sin…

—Quizá —interrumpió—, pero no por ahora. Por el momento quiero que seas tú el que lo haga solo.

—¿Por qué?, ¿qué quieres probar?

—Que no necesitas a Illumi, que puedes hacer esto solo.

Killua miró hacia un punto imaginario en la puerta. Dentro de él quería demostrar su valor, que los Iluminados vieran en él un valor más allá de su hermano para que dejaran de aprovecharse de su familia, y el primer paso, o eso creía él, era darse a respetar. Por supuesto que se daría el permiso de usar el título de Illumi para sacar ventaja porque sin él sería imposible figurar, pero quería que el resto de la hermandad, cuando hablaran de él, dijeran que su Gran Mago mantenía un romance con una persona extraordinaria; deseaba llenar de orgullo a su familia, pero especialmente, a su amante. Debía esforzarse más, por eso no quiso debatir con su padre para conseguir la compañía del mayor.

Silva le indicó que por los siguientes días estarían reuniéndose para la planificación de lo hablado en la reunión, también le advirtió que debían ser extremadamente detallistas con todas sus decisiones, puesto que esa parte era la que más se les cuestionaba y no quería terminar alargando más las investigaciones. Entre más ocurría esto, más costoso era para los Zoldyck y menor eran las ganancias.

Después de estar con su padre, salió a distraerse, ya que no se le permitía buscar a Illumi. Estuvo jugando con Alluka algún videojuego, luego se entretuvo conversando con Gon por mensajes y terminó por regresar a la habitación que compartía con Illumi, quería esperarlo ahí. Estaba ansioso, pero intentaba enfocarse en su amigo, al cual tenía rato sin ver. Quizá al inicio le había costado hacerlo, pero mientras más se involucraba en la conversación, menos doloroso era.

.'.

En cuanto el tiempo estimado para que Illumi estuviera con su invitado se cumplió, le fue permitido regresar a su habitación a descansar. Joab había sido convocado para encontrarse con Silva, así que estaba seguro que ahí le daría la queja con respecto a Kalluto, el cual hizo como le había dicho a Killua, no se despegó de ellos. Por lo menos había podido contener la situación con la presencia del menor y lo agradecía, de no ser por él, la conversación se hubiera prolongado hacía puntos insospechados.

Kalluto comprendía la cultura de la hermandad de Asesinos, no le sorprendía ser tratado con menosprecio y tampoco le abrumaba la reacción de su padre, además sabía sacar provecho, porque al final, había terminado por agradar a Joab con sus preguntas sobre sus experiencias, y consiguió que el tipo le prometiera hacerle una evaluación y un entrenamiento en el tiempo que estuvieran negociando a Illumi.

Se había despedido de Kalluto en las escaleras, agradeciendo su compañía. Apreciaba infinitamente su oportuna intervención. Quizá Killua le había enviado a vigilarle, pero las cosas resultaron tan bien, que tenía la sensación de que Joab no metería en problemas al más pequeño, aunque estaba seguro que no se le permitiría volver a intervenir.

Illumi no era alguien que se pusiera nervioso tan fácilmente, quizá podía ser bastante emocional cuando se trataba de Killua, pero no era una persona tuviera dificultades para lidiar con situaciones nuevas o difíciles. Estaba acostumbrado a lo desconocido, sin embargo, desde que Killua tenía esos arranques de celos, había empezado a desarrollar un habito de jugar con una aguja antes de hablar con él, la pasaba entre sus dedos e incluso sin darse cuenta se picaba, y maldecía por lo bajo por no poder contenerse. Odiaba discutir con él, podía hacerlo con todo el mundo, pero con él era entregar todas sus armas y rendirse sin alegar nada, dispuesto a perder lo que fuera con tal de mantener la paz. Por eso mientras caminaba rumbo a su encuentro con su pequeño novio, no podía evitar sentirse derrotado.

Ingresó a su cuarto, Killua estaba a oscuras fingiendo dormir, lo vio sentarse en la oscuridad y se quedó quieto.

La figura a contraluz de Illumi era como un hechizo atrayente que le borraba todo su mal humor, sentía mariposas en el estómago y quiso que su hermano se diera prisa para acercarse a él.

—¿Qué ocurre, Illumi?

—¿Está todo bien? —contestó, en un intento por calcular su estado de ánimo.

—¿Bien? —preguntó un poco brusco— ¿cómo va a estar todo bien si tu sigues ahí de pie y no vienes a la cama?

Cerró la puerta, el tono cariñoso y demandante con el que le habían recibido le hizo reír con alivio, tal vez podría sobrevivir un rato más antes de perderse en sus reproches. Se quitó los zapatos y se subió a la cama, gateando hasta quedar sobre el albino y besarle.

El menor no se hizo del rogar, sus labios tibios contrastaban con los fríos de su hermano mayor, y los presionaba entre los suyos, le encantaba esa sensación de humedad fría en su boca. Illumi se apartó, más tranquilo al ver que no tenía una reacción destructiva como en otras ocasiones.

—¿Cómo estuvo tu día? —susurró el morocho.

—Horrible, ¿y el tuyo?

—Quisiera poder borrarlo de mi memoria —le dio otro fugaz beso—. Pero parece que está mejorando.

—Te extrañé —confesó y lo atrajo en un abrazo, no quería que Illumi viera su rostro enrojecido, lo cual era absurdo ya que estaban todavía a oscuras.

Se quedaron así por un breve momento, Illumi se relajó en sus brazos, Killua acariciaba sus cabellos y trataba de controlar su flujo sanguíneo que dejaba en claro lo mucho que le alteraba su presencia.

—Está bien, déjame encender la luz. Quiero ver tu lindo rostro —dijo contra el pecho del menor y sintió como se tensaba para no permitirle escapar. Forcejeó un poco para salir y con una sonrisa de ganador, escapó para presionar el interruptor que estaba a un lado de la cama.

—¿Me contarás todo? —preguntó Killua abruptamente, cerrando los ojos ante la deslumbrante luz sobre su rostro y los abrió cuando notó la falta de respuesta. Illumi miraba hacia la cocina.

—¿Cenaste algo? —le preguntó el mayor.

—Te estaba esperando… ¡No me cambies el tema! —reclamó, Illumi salía nuevamente de la espaciosa cama y caminaba a la cocina.

Ya había desarrollado el habito de pedir a los mayordomos que se ocuparan de tener listos los ingredientes para cocinar; Killua prefería su comida, se lo había dicho en otras ocasiones y quería seguir dándole gusto, así que sólo se aseguraba de mezclar todo y finalizar la preparación, de modo que no le tomara mucho tiempo.

Killua se acercó para continuar interrogándolo, entendía por qué Illumi le evadía, pero eso sólo le provocaba más deseo por saber qué había ocurrido.

—No me enojaré, lo prometo —intentó convencerlo—, sé que últimamente no he estado actuando de modo razonable, pero…

—Kil… —le detuvo, mientras continuaba preparando algo para cenar para los dos— todo está bien, no te preocupes. No es que tenga miedo de ti o que haya algo que desee ocultarte. Toma asiento, de todos modos no hay mucho qué decir de lo que ocurrió.

Killua aceptó, se sirvió agua de una jarra que había en la mesa y esperó en silencio a que Illumi comenzara a hablar.

—Tengo la impresión de que Joab realmente cree que Nimrod le tenía estima —empezó, no quería preocuparse por ver el rostro del albino, si veía en él un rastro de reclamo no podría continuar hablando con confianza—. Pero cuando Nimrod lo buscaba o iba a su casa, no me parecía que le diera algún motivo para que él pensara que había exclusividad entre ellos.

—De todos modos Joab no tiene idea de que no eras tú.

Illumi se recordó a sí mismo que debía tener cuidado de no delatar el asunto con su padre o si no Silva usaría esto en su contra.

—Lo que digo es, aun si supiera lo de la entidad, él de verdad pensaría que Nimrod le quería. Es por eso que le cuesta tanto trabajo entender que no hay ninguna posibilidad, porque se aferra a una ilusión de algo que no pasó.

—Es un idiota, eso ya lo sabía y eso que no tuve que pasar mucho tiempo con él —se le escapó decir con un desprecio imposible de ocultar.

—Lo que me hace pensar… —suspiró Illumi— me encantaría que supieras lo que trama papá. Sería más fácil para mí poder hablar de esto sin tanto lío.

Veía su expresión conflictuada, se notaba que llevaba cargando demasiado en sus hombros, y tuvo pena por no poder estar ahí para darle la mano. Quería demostrarle que era capaz de ser su pilar en el que podía soportar sus preocupaciones.

—¿Mucho por ocultar? —le escuchó resoplar con fastidio—, no puedes dejar que esto te siga abrumando; no te delates aún, sé que te has esforzado mucho para que las cosas salgan bien.

Lo miró a los ojos. Estaba confundido. Los días pasado había tenido que lidiar con un Killua emocional, berrinchudo, que sólo tenía palabras hirientes para decir cada que las cosas se ponían difíciles entre ellos. Esto le hacía sentir que había una trampa entre líneas.

—¿Por qué me ves así? —reclamó el chico.

—¿Estás bien? Sé que estás enojado, no necesitas ocultarlo.

—¡¿Enojado?! ¡No! —se ruborizó, entendiendo que este era el fruto de todo lo que había estado cosechando con tantos desplantes— Quiero decir… sí, estoy enojado, pero no contigo. Estoy molesto con ese tipo y con mi papá, pero entiendo que esto no fue tu elección y tampoco es que pudieras evitarlo.

«¿Qué significa este cambio?», pensó con un poco de preocupación. Sí, le parecía bien que Killua estuviera buscando una forma de controlar sus arranques de ira, pero no sabía cómo tomarlo, considerando que actuaba con base en una carta sacada de una lectura de tarot mágico.

—Aunque agradezco que lo tengas en consideración, no quisiera que te reprimas si hay algo que te esté molestando. Al menos de mi parte —intentó ver si dándole apertura a sus emociones Killua cambiaba de parecer.

—No, no, en serio. Illumi —bajó la mirada, quería decir esas palabras, pero no estaba dispuesto a verlo a la cara, cualquier expresión de Illumi le intimidaría—, no quiero seguir hiriéndote. Sé que me la he pasado excusándome en que no sé qué me pasa y que me siento enfermo, y sí, no te mentiré en que la sola idea en que ese hombre esté detrás de ti me pone de mal humor, pero no contigo… yo… qu-quiero protegerte. Yo te… —entre más hablaba, más rojo y nervioso se ponía— yo t-t… eres … t-tan importante para mí —terminó susurrando lo último.

Illumi sentía que su corazón se derretía de amor, era tan tierno verlo luchar por darle una salida a todos esos sentimientos hermosos que guardaba, no quería ni respirar por miedo a avergonzarlo y terminar por darle una idea equivocada. Así que en cuanto vio que no pensaba seguir hablando, se apresuró a arrodillarse frene a él y tomar su mano.

—Entiendo, entiendo, Kil… respira hondo —acariciaba su mano, parecía que Killua estaba a punto de romper en llanto o algo por el estilo—. Te entiendo, en serio lo hago. Sé que no va contigo expresarlo —se refería decir ese tipo de palabras llenas de amor—, pero también sé que están aquí adentro —puso una mano en su pecho y Killua levantó la vista para encontrarse con su mirada—. No hay prisa, tengo una vida entera para aprender a decirlas y escucharlas cuando estés listo.

Los ojos de Killua se llenaron de lágrimas, pero no por tristeza, sino por el cúmulo de emociones que le abrumaba, quería saltar a los brazos de ese hombre, decirle que en realidad no podía más y necesitaba estallar de amor por él.

«Una vida entera para aprender…» esas palabras guardaban la promesa de un amor fijo. Una vida juntos, y esa simple idea hacía que su corazón se acelerara.

«Piensa así de mí, quiere estar conmigo solamente…»

Illumi comprendió lo que Killua deseaba y se levantó para alcanzar su rostro en un beso hambriento y profundo. Repasó con su lengua los labios del albino y sintió como el aliento escapaba de su boca. Podía jurar que Killua había murmurado algo pero no pudo entenderlo.

El sonido de algo hirviendo hizo que se separaran. No dijeron nada, sólo acomodaron un par de platos para ambos y se prepararon para comer. Killua continuaba de vez en cuando ruborizándose al recordar las palabras de Illumi.

—Sabes, Kil… desde que eras pequeño, eras muy posesivo —se rio y Killua le miró con reproche—, Alluka y Kalluto tenían ese conflicto constantemente porque tú insistías en que Kalluto no la soportaba. Cuando realmente Kalluto te celaba a ti —sintió la mirada de indignación del menor y le dieron más ganas de seguirlo molestando con eso—. Aunque no puedo decir que yo fuera el mejor ejemplo, en materia de celos…

—¡No me digas! —expresó con sarcasmo—, aun así, estoy seguro de que yo no era posesivo. Sólo he sido así contigo.

De nuevo se ruborizaba, e Illumi le sonrió burlesco.

—Lo que digas, mi linda nubecita.

Killua abrió la boca con sorpresa. Esa forma de llamarlo le había tomado desprevenido, y sintió que se le subían los colores.

—¡Calla, idiota! —aunque no había querido gritar, termino por hacerlo y para su agrado, el morocho sólo mantuvo su expresión de satisfacción— S-sabes que un día me desquitaré…

Illumi esperaba que sí, que un día se desquitara diciendo esas palabras que tanto le costaban decir y le hiciera sentir tan expuesto como él lo hacía con el albino. Apenas terminaron de comer y decidió retomar el tema que tanto le preocupaba a su amante. Tenía algo en mente y no quería quedarse con ello hasta el último momento.

—Hay algo que me gustaría hablarte sobre Joab y el asunto que no puedo decirte —empezó mientras veía al albino levantar los platos, a veces hacía eso aun sabiendo que los mayordomos de igual modo lo harían en la mañana, después de que dejaran el cuarto.

—¿Qué ocurre? —dejó los platos y siguió a Illumi hacia el balcón.

La luna se alzaba a la lejanía, y veía la oscuridad de la montaña, con sus sonidos nocturnos. Era un buen espacio para conversar de temas peliagudos, en un ambiente que les diera calma.

—Quiero que no olvides que realmente no quiero estar con Joab. No quiero ser apadrinado por nadie, ni estar lejos de ti.

—Lo sé…

—Todo esto que está pasando es por un tema que te involucra mucho y que no puedo revelarte. Sé que en cuanto te enteres vas a molestarte conmigo y tendrás razón en hacerlo.

—¡No lo haré!, ¿podrías dejar esas ideas de una vez?

Illumi colocó una mano sobre la del chico, enlazando sus dedos en el barandal, y Killua volvió a quedar en silencio.

—Me parece tan injusto ponerte en esta situación —confesó—. Si yo estuviera en tu lugar, también me molestaría…

—Bueno, si sigues diciendo eso, entonces sí me molestaré. Así que déjalo, yo sabré cómo tomarlo.

Lo aceptó, no quería seguir excusándose cuando no valía la pena intentar controlar las consecuencias. Lo que pasaría, pasaría a pesar de todo.

—Lo que quiero decir es —respiró hondo— me gustaría que, preparemos juntos un plan para contrarrestar todo esto. Sé que no puedo revelarte lo que se me solicitó ocultarte, pero nada me impide actuar como si yo tampoco lo supiera y elaborar una estrategia contigo.

La sonrisa del adolescente le dio la respuesta. Sus ojos expresaban lo encantado que estaba con la idea. No sabía cuánto necesitaba escuchar esto, que lucharían hombro a hombro contra las imposiciones de su padre. Si se iba a enojar en un futuro, lo dudaba, porque recordaría lo mucho que su amante había tratado ayudarle a enfrentarlo aun con sus limitaciones.

Asintió y luego captó una pequeña estrella fugaz en la oscuridad del cielo. Recordó esos momentos románticos en los que habían estado en el observatorio hablando de mitos y astrología. No podía imaginar ahora mismo una realidad en la que no se hubiera enamorado perdidamente de él. Tan atractivo en todos los sentidos, una joya oculta entre la oscuridad. Tenía tantas cosas dentro de su corazón que necesitaba expresar y no quería dejarlo pasar por mucho tiempo.

—Voy a darme una ducha —anunció Illumi sacándolo de su ensoñación—, en serio quiero olvidar este nefasto día. ¿Quieres acompañarme?

Desnudarse frente a él ya era tan sencillo. Ya no le daba vergüenza hacerlo, sin embargo continuaba intimidándose ante la mirada de esos ojos negros cuando parecía explorar su piel húmeda. Ingresó a la bañera y sintió que su cintura era atrapada por unas manos ansiosas que lo llevaron a sentarse justo en medio de las piernas de su hermano.

Illumi besó su nuca, le encantaba tenerlo así acurrucado a su pecho y sentir su cuerpo desnudo bajo el agua.

—¿Y tú día? Me gustaría escuchar lo que fue de ti en mi ausencia. Sólo sé que me enviaste de pronto a Kalluto a vigilarme…

Había un deje de acusación en sus palabras que le hizo soltar una risa traviesa al albino.

—¡Te juro que no fue mi idea! —se defendió, le parecía gracioso que Illumi creyera que quería vigilar todo lo que hacía, aunque no estaba tan equivocado, no había sido su intención inicial— Fui a buscarlos porque quería distraerme y de ellos salió la idea…

—¿Ellos?

—Alluka y Kalluto —aclaró—. Ellos me dijeron que querían ayudarnos a mantener a Joab a raya.

Comprendía que ellos dos tenían conocimiento de la carta y tenían sus motivos para apoyar lo que ocurría en esa relación, así que no quiso cuestionarlo.

—Kalluto terminó llevándose bien con el tipo, ¿puedes creerlo? —tal vez no vio su rostro, pero pudo captar una expresión de enojo en el albino y aguantó las ganas de hacer bromas al respecto, no iba a tentar su suerte a pesar de que Killua quiso dejar en claro que no haría un drama.

—Mientras eso no te perjudique … aun así —tomó aire en un intento por mantenerse estable— hablaré con él.

—Está bien, digo, si Joab se queja con papá, sabes bien que le castigará. Es mejor que se lleve bien, y que papá sólo le pida a Kalluto que tome distancia.

—Uuugh… supongo que tienes razón —refunfuñó.

—La tengo, lo sé —besó su cabeza y le abrazó con cariño—. Ahora dime qué pasó en la reunión, ¿te fue bien?, ¿fue aburrida?

Fue en un muy breve instante que Killua hizo un gesto apenas perceptible al recordar la manera tan repugnante en la que el Iluminado le hacía sentir cuando se dirigía a él.

—Yo diría que salí bien librado —pero prefirió no delatar nada.

—¿Qué fue eso? —aun así Illumi fue capaz de notar ese sutil gesto, al fin lo tenía abrazado y podía notar la tensión en sus hombros.

—¿Qué cosa?

—Eso, esa reacción —señaló, le preocupó que Killua no quisiera contarle lo que le había hecho sentir así—, ¿te trataron mal?

—N-no sabría decirlo —rió nerviosamente, era una de esas cosas que le hacían dudar entre si había sido halagado o acosado y tampoco quería verse muy quejumbroso por cosas que no parecían realmente serias.

—¿Entonces qué pasó?

—¿Podríamos omitirlo? Realmente no quiero pensar en ello.

Rechistó, no le parecía justo que Killua le ocultara cosas, pero dado que él estaba ocultando algo tan importante, no se sintió con el derecho a reclamar.

—Sólo por esta noche, pero me lo dirás después —lo apretó hacía su cuerpo con cariño, mientras repartía besos en su nuca y cuello.

Killua dejó escapar un suspiro relajado, le encantaba que Illumi hiciera eso, sus labios húmedos y frescos le erizaban la piel, y el aroma relajante de geranios que se desprendía del agua, le hacían olvidar el mal sabor del día.

—Eres tan suave —escuchó a Illumi susurrando; sus mejillas se unieron por un momento—, ¿por qué es tan difícil estar cerca de ti y no desear probar todo tu cuerpo?

—¿En serio quieres que responda algo así? —contestó con timidez, aunque orgulloso de saberse deseado.

Las manos de Illumi se deslizaron por sus piernas y abdomen debajo del agua. Quería que continuara su recorrido y dejó escapar un sonido disconforme cuando vio que se detenía.

—¿Qué ocurre, Kil? —preguntó fingiendo inocencia— ¿Tanto deseas que toque aquí?

La mano derecha del morocho rodeo su entrepierna endurecida y Killua dio un respingo cuando sintió que sus dedos le apretaban en diferentes puntos. Estaba comenzando a calentarse y con el movimiento de su cuerpo desnudo pudo sentir en su espalda que Illumi también estaba excitado.

Comenzó a desesperarse porque sabía que si le permitía, Illumi le haría terminar ahí mismo y aun no quería darle gusto. Intentó levantase, colocando sus manos al borde para hacer fuerza, mientras decía—: va-vamos a la cama —pero Illumi atrapó su cintura y se acercó más a su cuerpo

—¿Por qué tanta prisa? —su voz sonaba profunda y erótica, pudo ver como la blanca piel del menor se estremecía cuando continuaba acariciando su cuerpo, bajando por sus nalgas. Al contacto Killua reaccionó con sorpresa y resbaló hacia adelante, sosteniéndose de la bañera, para darse cuenta de que estaba en una posición bastante sugerente— Parece que tu cuerpo lo pide, ¿no? Es tan lindo verte desde aquí…

—¡Cierra la boca! —estaba absolutamente rojo y volvió a forcejear por salir de la tina, está vez lo logró con éxito, pero apenas puso un pie fuera, Illumi se levantó tras él y lo cargó en sus brazos.

—¿Quieres ir a la cama? Entonces así será. Lo que pida mi amo —se adelantó divertido, observando al menor intentar librarse de él sin mucho empeño.

La cama se humedeció al contacto de sus cuerpos que recién habían dejado el agua tibia. Illumi se colocó sobre él, para deslizarse por su pecho, lamiéndole los pezones y jugueteando con la entrepierna palpitante del chiquillo que apenas había tenido tiempo de reaccionar.

Killua inconscientemente abría las piernas para permitirle más acceso a él, su respiración comenzaba tensarse y movía sus caderas frotándose contra el pecho de Illumi.

—Mmm… cómo me gustaría marcarte aquí —se deslizó a su cuello—, que todos vieran que este lindo cuerpo ha sido tomado por mí.

—Sí —susurró en respuesta—, lo quiero…

Se sonrió travieso, por más que realmente quería hacerlo todavía tenía razonamiento para controlarse, y definitivamente no lo pondría al albino en una posición desagradable frente a su padre en la mañana.

—En cambio, haré esto —vaticinó sin más y se arrodilló para levantar las piernas del chico aprovechando que no entendía lo que deseaba hacer. Lo levantó lo suficiente como para poder ver su entrada de cerca.

—¡Illumi! —exclamó con sorpresa cuando vio lo que estaba por hacer. Intentó levantarse, pero el contacto de la lengua deslizándose en esa sensible zona le paralizó— ¡Eso no está bien!

Intentó frenarlo colocando una mano para cubrirse, pero Illumi lo detuvo y le miró seductoramente.

—¿No me concederías este deseo? —volvía a lamer y presionar con su lengua, Killua volvía a intentar zafarse, pero el le retenía consciente que era más debido a la vergüenza por sentirse expuesto que el deseo de que parara.

—Es que ahí… tu lengua… ah… —gimió al sentir como esa lengua presionaba en su interior, optó por cubrirse el rostro.

Continuó empapando de saliva, fascinado por los gemidos ahogados de Killua. Así que optó por empezar a deslizar sus dedos para irlo preparando, intercambiado entre su lengua y conteniendo los sobresaltos del chico que aun fingía resistirse con pudor.

—Ah… mmm… Illu… ya, ya estoy —ya no quería aguantar, quería sentirlo en su interior.

Aunque alegara que estaba avergonzado de estar en esa posición, el aura rosada estaba alrededor de ambos, además el movimiento de cuerpo delataba que realmente estaba disfrutando y que buscaba mayor contacto.

Illumi optó por darle descanso y se separó para admirar su obra. Killua había quitado su mano de su rostro, respiraba temblorosamente, con sus ojos entrecerrados y una hermosa expresión de placer reprimido. Levantó la mirada hacia el mayor cuando notó un movimiento extraño, y su mirada se deleitó cuando Illumi se levantó para tocarse a sí mismo frotándose con lubricante. No podía apartar la vista de ese cuerpo sensual, se preguntaba como es que podía permitir que le penetrara con un miembro tan grande que ni siquiera podía rodear con su mano. Su corazón latía fuerte, a veces podía tener la consciencia de lo qué hacía y con quién, pero cuando su amante estaba desnudo frente a él, poco importaba ya. Esos brazos y hombros marcados, sus pectorales exquisitos, su piel tan blanca, ese abdomen y sus piernas ejercitadas, no había nada de él que no le gustara. Sus cabellos largos caían por su espalda y costados, y no pudo evitar querer tocarlo. Lo deseaba, quería romper sus barreras y que Illumi se dejara llevar por el momento.

Se colocó sobre el albino, acomodándose para penetrarle. Killua aprovechó la cercanía para acercarse a su cuello y comenzar a marcarlo, succionando la piel con pasión. No desaprovecharía la oportunidad de dejarle una evidencia que Joab no pudiera ignorar.

Apenas había ingresado a su cuerpo y las manos del albino se aferraron a su espalda, estaba tan caliente que apenas y podía resistir el impulso de ser un salvaje cuando ese chiquillo le dominaba con su delicioso movimiento de caderas.

—Es tan suave tu interior —susurró en su oído con voz profunda—, adoro estar dentro de ti.

Se movía y podía sentir los espasmos de placer en el menor, apretaba sus piernas y le aprisionaba buscando cada vez mas cercanía. El albino comenzó a respirar entrecortadamente, su cuerpo había tenido bastante estímulo desde hacía rato y su voz tenue incitaba al mayor a no detenerse. Empezó a sentir que algo dentro de él se desconectaba, ese miembro estaba empezando a frotar un punto en su interior que le hacía perder la cordura, su voz dejó de ser un gemido disimulado para volverse libre y se retorció con un orgasmo que no le permitió coordinar su cuerpo y su mente.

—Eso es, mmm… Kil —se inclinó a darle un beso en la mejilla al ver que el chico no podía contenerse—. Eres tan delicioso.

Estaba por detenerse para darle descanso cuando el chico lo retuvo con una voz sin aliento.

—No… no te contengas —suplicó, aun cuando su cuerpo aun sentía el orgasmo brotando de su cuerpo.

Era tan erótico y tentador, no pensó que estaría mal darle un poco de lo que pedía. Apretó sus caderas y retomó el ritmo. Sintió como Killua presionaba en su interior y su voz dejó de sonar calmada.

—¡Oh dios! ¡Ah! —comenzó a revolverse al sentir la sobrestimulación— ¡I-Illumi! —Killua jamás había sentido algo así, por un breve instante se arrepintió de no aceptar que se detuviera. Cerraba los ojos y clavaba sus uñas en la espalda de su hermano inconscientemente.

Illumi se colocó sobre sus rodillas, para separarse un poco y poder ver mejor las reacciones de su amante al clavarse en su interior. Su mirada recorría lascivamente el cuerpo del menor, deleitándose con su voz.

—¿Esto es lo que quieres? —preguntó, pero Killua no podía responder, estaba ocupado en recibir a ese nuevo estímulo que le hacía sentir el cielo en su piel.

—Ang… ¡Ah…! Illu… —apenas podía pensar. Un hilo de saliva deslizaba por su mejilla y arqueó la espalda al notar que su cuerpo volvía a eyacular.

Era simplemente perfecto, la imagen sensual junto con las contracción del albino le estaban haciendo llegar a su límite. Tomó las manos del chico, aprisionándole a la cama y dejó que su semilla le llenara, gimiendo en su oído para mostrarle lo mucho que adoraba ser quien pudiera proporcionarle esa dosis de placer.

Killua sentía que desmayaría, su cabeza daba vueltas y apenas podía respirar, justo estaba recuperando el aliento cuando Illumi se levantó, tomando una de sus piernas para colocarla sobre su hombro, girando su cuerpo a un costado.

—¡Ah! ¿I-Illumi…? —esta vez realmente intentó frenarlo, pero sus piernas estaban temblorosas y apenas podía defenderse.

—¿Me contengo o no…? —volvía a moverse.

Killua apretó las sábanas, estaba confundido. Claro que deseaba contestar que no, pero sentía que no estaba preparado para corresponder con la misma facilidad.

—Es-estoy muy sensible —murmuró—, Illumi, espera…

Su respiración volvía a acelerarse ante los movimientos del morocho, que le penetraba lentamente, no parecía dispuesto a parar a pesar de que él mismo acababa de venirse dentro de él.

—¿Me contengo, Kil? —nuevamente preguntó— Responde.

—N… ¡ah! No… no puedo… p-para…

Esta vez obedeció. Se detuvo y suavemente se inclinó para acercarse a su oído.

—Esto es lo que pasa cuando no me contengo —besó su mejilla—, yo sólo quiero ver como te corres una y otra vez, hasta que no recuerdes ni tu propio nombre.

—¡Pervertido! —gritó sin darse cuenta.

Podía insultarlo más, pero dentro de su corazón había una inmensa felicidad. Era dueño de ese hombre que con tanta pasión se rendía ante él. Una parte lamentaba haberle detenido, pero era la primera vez que su cuerpo reaccionaba de ése modo, en parte eso le hacía sentir nervioso. Temía lo que pasaría si continuaba, aunque sabía que Illumi le cuidaría.

Illumi se levantó, tomó un par de pañuelos y Killua aprovechó para huir al baño a limpiarse fuera de la vista de su amante. El pudor le hacía sentir deseos de esconderse y no darle más espectáculo. Escuchó que Illumi reía y no pudo evitar quejarse.

—¡Idiota, cierra la boca!

—Algún día, cuando vivamos solos. Tú y yo. No te permitiré salir de la cama sin mí —advirtió—. Tendrás que dejarme ver mi creación sin oponerte.

Sus latidos aumentaron, no por las palabras lujuriosas que le dejaban claras sus intenciones de mantenerlo cubierto de fluidos para su satisfacción sino por esa promesa oculta:

«Cuando vivamos solos…»

.'.

Como estoy retomando este proyecto, al mismo tiempo que estoy colaborando en traducción de manga, escribiendo otros fanfics para un futuro, haciendo mi música y trabajando, tengo demasiado qué atender y poco tiempo disponible para todo, así que quizá no voy a publicar cada dos semanas como me gustaría, pero haré lo posible por publicar mensualmente. Hay mucho qué debo cambiar y alejarme del manga para poder llegar a las conclusiones que deseo... es un trabajo pesado, pero lleno de amor.

Próximamente pienso publicar un fic de jujutsu kaisen xD así que eso también me está consumiendo... En fin. Nos vemos!