He vuelto :') miren, estoy que me lleva la chingada porque estoy a full de trabajo, y me he comprometido seriamente con mis proyectos, tanto laborales como personales. Así que trato con todo mi corazón seguir avanzando en la historia.
Silva había tenido un día difícil de sobrellevar. De hecho así eran sus días desde que había descubierto la relación de sus hijos. Quizá la desgracia había caído sobre la familia; el karma por tantas muertes y colaborar con criminales les había alcanzado al fin. En su pequeña consciencia entendía que no tenía derecho a reclamar por nada de lo que sucedía y aun así tenía ganas de hacerlo. Quería quejarse y recriminarle a todo el mundo, pero ese jamás había sido su estilo y no empezaría a serlo ahora. Se percibía a sí mismo como frío, calculador, una montaña inamovible capaz de tomar decisiones difíciles. Sin embargo últimamente estaba derrumbándose. Pelear con Illumi por la más mínima cosa y seguirle el juego a los berrinches de Killua no le estaban ayudando; tampoco sabía qué hacer con su esposa, a quien ignoraba pese a sus constantes mensajes solicitando su presencia, y la cuestión con su padre también se había complicado más. El anciano estaba claro en despreciar la relación de los chicos, pero por alguna razón estaba más dispuesto a aceptarla de lo que imaginó, al menos así lo interpretaba cada que veía a su padre detener sus impulsos por separarlos o actuando como si no le perturbara verlos tan unidos. Era tan fácil para Zeno ignorarlos mientras que para él, el sólo hecho de pensar que sus hijos estaban durmiendo en el mismo cuarto le revolvía el estómago.
«¿En qué me equivoqué?». Quería culpar a Illumi de todo, pero las palabras de Killua volvían a su mente:
»¿Entonces por qué no eres así con Illumi?
No había hecho lo suficiente por Illumi, eso no podía discutirse. Su hijo mayor había sido su laboratorio de pruebas para darle a Killua las mejores herramientas posibles y volverlo el heredero perfecto. Creía que la paternidad era algo simple, sólo debía asegurarse de alimentar, entrenar y educar al niño del mismo modo que él lo había sido por su padre.
»No, mejor que mi padre —se refutó mentalmente.
»Mi padre fue controlador y demandante en toda mi niñez y mi adolescencia. No podía ni tener días de descanso porque de inmediato decía que sólo quería perder el tiempo.
Zeno no le permitía comer dulces ni nada que no estuviera en su dieta estrictamente planificada, y no se le separaba en ningún momento, así tuviera mayordomos vigilándolo, Zeno prefería estar ahí pegado a él revisando todos sus trabajos.
Su madre le había abandonado después de dar a luz y nunca se interesó en buscarla, ni siquiera Zeno la mencionaba. A veces pensaba que su padre le había pagado a una mujer para hacer de madre y una vez completada la transacción, se había marchado sin mirar atrás. Probablemente así había sido. Por tanto nunca tuvo una imagen de cómo era tener una figura materna, ni ver una relación de pareja. Para Zeno lo único relevante era su entrenamiento y su visión del perfecto Asesino que ascendía en la pirámide de la hermandad.
Con Illumi había intentado no estar ahí metido en cada aspecto de su día, ni vigilarle minuciosamente a menos que fuera necesario. Quería demostrarle a su padre que estar al pendiente cada segundo de su existencia era absurdo e inútil y de algún modo sacarlo de quicio por su decisión, a fin de ganar una oportunidad para reclamarle por su constante desconfianza, pero su padre sólo había dicho: «son tus hijos, es tu crianza. A mí nadie me cuestionó cuando me volví tu padre y yo tampoco te cuestionaré». Hasta ese momento comprendió que estaba desquitando sus frustraciones con un niño que no tenía idea de nada, y su decisión se volvió en su contra. Illumi había tenido un desarrollo cuestionable y preocupante y no podía evitar que la culpa le dominara.
Tomó uno de sus cuchillos y se dispuso a afilarlo. Se encontraba en la parte trasera de su dormitorio, en la que poseía una pequeña colección de armas blancas, algunas compradas en subastas y otras obtenidas en batallas particularmente memorables. Nada lo relajaba tanto como esto, estar afilando y puliendo un montón de herramientas que raramente usaba para pelear, el sonido de los metales y el momento en que el brillo deslumbrante aparecía le producían una satisfacción especial. Estaba esperando a Joab, el cual había decidido tomar un baño antes de atender la reunión. Deseaba escuchar algo que le diera un mínimo de esperanza o al menos conversar con alguien que le trajera a memoria mejores tiempos.
—¿Planeas matarme con alguno de tus juguetes? —escuchó la voz de su amigo desde la puerta— ¿O por qué te dio por afilar tus cuchillos antes de verme? —observó intrigado el enorme artefacto en manos de su amigo —¿Es un cuchillo de Ben?
—El ciento diecisiete —señaló y rió involuntariamente, dejó su cuchillo sobre el aparador que le correspondía para continuar con su reunión—. Te tardabas mucho en venir, pensé que quizá debería estar preparado —bromeó— pero ya que estás aquí, quizá podrías mejor hablarme de tus resultados. ¿Qué viste? Dame tu opinión más sincera.
—¿Estás seguro de esto? —le preguntó y dejó escapar un suspiro, luego camino hacía un sillón individual que había en el cuarto y tomó asiento ahí mientras que Silva lo seguía atentamente— Quizá no te agrade escuchar mis palabras.
—Nada puede desagradarme más que ver a mis dos hijos actuar como si no hubieran sido hermanos toda la vida.
—Bien, bien —le cortó, aunque no tenía la misma perspectiva emocional, podía comprender en cierto modo su pesar—. Pero antes déjame hacerte una pregunta, ¿podría ser que Killua esté siendo controlado de algún modo? Sé que hiciste muchas pruebas, pero parece ser un chico demasiado intenso, no sé si eso es normal.
Silva tomó una liga para el cabello que traía en su bolsillo y lo se hizo una coleta, luego se sentó en otro sillón, uno más grande que estaba casi al frente de Joab.
—He visto y sabido de cosas que no son tangibles ni posibles de ver para la mente humana. Si Killua está siendo controlado, sólo se me ocurre que algo así ha sido usado en él —Silva parecía muy serio al declarar aquello, Joab comprendía que entonces podía tratarse de algo que iba más allá de sus posibilidades, por tanto pensar en ello resultaría una pérdida de tiempo.
—Entonces no importa —se quejó el Jaco—. Lo único que quiero saber es si existe una posibilidad de separarlos.
—El problema es Illumi…
—El problema es Killua —interrumpió el hombre, consciente de a dónde quería llegar su amigo—, estoy seguro que Illumi no es tan responsable como tu crees.
—El origen del problema fue el deseo de Illumi. Illumi se enganchó con Killua y ha hecho todo por tenerlo. Todo esto ha sido el resultado de su esfuerzo —para Silva era tan sencillo como eso, no tenía la más mínima duda y no iba a empezar a cambiar de parecer sólo porque alguien más tuviera la osadía de culpar a un adolescente que apenas comenzaba a experimentar la vida.
Esta era una de las cosas en las que ambos no podían coincidir y por las que Joab estaba dispuesto a pelear con toda clase de argumentos. Sus vivencias y principios le hacían ver las cosas con una perspectiva completamente diferente a las de su amigo, y apostaba a que Silva no podía analizarlo más allá de su visión paternal, por lo que le sus argumentos carecían de objetividad y le era fácil menospreciarlo.
Se recargó en el respaldo, desparramándose con fastidio— ¿Cómo estás seguro de que tener una relación romántica era el deseo de Illumi? —cuestionó haciéndose el interesante—, ¿cómo fue que te enteraste?
Silva rodó los ojos, no quería recordar ese momento trágico en el que escuchó el deseo de Illumi. Ni siquiera se detuvo a cuestionar la veracidad del mismo, no era la primera vez que su hijo tenía actitudes cuestionables tratándose de su hermano menor.
—Él mismo lo confesó.
—¿Y qué dijo Illumi?, ¿cuáles fueron exactamente sus palabras?
Se quedó en silencio, discutir con Joab nunca había sido fácil. Su amigo tenía esa tendencia a no aceptar un no, y tampoco era del tipo que admitía una derrota sin poner mil excusas de por medio. Esta era una de las razones por las que nunca pudo sentir una correspondencia con él, era un hombre difícil.
—Joab, yo conozco a mis hijos, los he criado a todos. Los vi crecer, sé cómo son, y no es la primera vez que Illumi tiene conductas inapropiadas.
—Ay Silva —resopló con indignación—. Cómo si no supieras que los chicos suelen guardarle secretos a sus padres, ¿o es que a caso tú eras todo transparente con Zeno?
—No, pero…
—Déjame contarte esto a modo de explicación. Dame un momento —Silva tensó su cuerpo y asintió, ya sólo quería dejar que su amigo terminara de desahogarse para avanzar en la conversación, lo mejor era dejarlo hablar o si no sólo prolongaría el tema innecesariamente— ¿recuerdas a Nashin? Era primo de Ker, el heredero de los Mukhail —Silva asintió—, era un chico muy guapo, fue el primer chico que me llegó a gustar. Ker lo sabía, y lo acaparaba mucho, especialmente cuando empezaron a buscarlo para apadrinarlo, ¿recuerdas por qué murió?
—Se suicidó —respondió seco.
—¿Por qué lo hizo?
—No lo puedes comparar con Illumi —se frotó las sienes con fastidio—. Nashin quería ser apadrinado, es diferente. Ese era su sueño, Illumi no tiene las mismas aspiraciones.
—No, no —corrigió, sonreía, pero su tono de conversación comenzaba a volverse más oscuro—. Muchos piensan que Nashin se suicidó porque Ker le negó ser apadrinado, pero eso sería hasta cierto punto inexacto. No digo que no influyera, pero hay una historia más de fondo. Una que yo supe porque yo conocí más de cerca a Nashin. Llegué a hacer trabajos con él, y Ker me contó parte de la historia.
—¿Y?
—Desde que Ker era chico se obsesionó con Nashin. Le gustaba mucho su primo, pero Nashin no fue nombrado heredero, sino Ker. Nashin era muy apegado a las reglas de la hermandad, era un chico muy fiel y bien adoctrinado. Así que apenas Ker fue nombrado el futuro heredero, a sus once años ya tenía por objetivo tomar a Nashin para él.
—¿Por qué no me sorprende? —recordaba a ese chico en su juventud y no lo había tenido en un buen concepto— Ker era un pervertido, todavía recuerdo sus fiestas de orgías en casa de Julen. Ese bastardo… Teníamos la misma edad y nunca me pasó por la mente hacer ni la mitad de lo que ese chico hacía.
—¡¿Ah, pero qué decía el padre de Ker de su pequeño retoño?! —Silva entendió a lo que iba. Ker era el favorito de la familia, frente a su padre, abuelo y tíos su conducta era intachable, pero entre los jóvenes herederos se sabía era un libertino, adicto a la adrenalina y al sexo riesgoso; un promiscuo sangriento caprichoso e imparable.
—Si estás pretendiendo compararlo a Killua…
—Escucha, escucha… aun no termino —colocó una mano en el brazo del sofá, apretándolo para contener sus ganas por zarandear a su amigo por no abrir su mente a su discurso—. Ker podía actuar así, pero su pasión era Nashin y Nashin era mayor que nosotros, unos diez años mayor. Aun así, Nashin le debía lealtad y obediencia según las enseñanzas de la familia. Así que Ker tomó ventaja de eso, comenzó a llamar en secreto a Nashin a su alcoba y lo hacía mantener relaciones sexuales con él.
—Era su primo, no su hermano, no tiene comparación —nuevamente refutó Silva.
En Tierra Sagrada no eran mal vistas las relaciones entre parientes con un cuarto grado de parentesco, siempre y cuando, en caso de las mujeres, durante embarazo el producto no tuviera enfermedades congénitas, para lo que se hacían pruebas antes de que se diera el matrimonio; en caso de los hombres, sólo se pedía que la brecha de poder no fuera excesivamente elevada, es decir, que su relación no tuviera problemas para equipararse debido a que la diferencia de posición social fuera totalmente inalcanzable para uno de los dos. Como en el caso de un hombre demasiado mayor con una larga carrera en la hermandad, con un chico muy joven novato y con pocas conexiones.
—Sí, pero estamos de acuerdo en que Ker se aprovechaba de su posición y que Nashin no podía negarse a sus deseos. Y eso empezó a ocurrir cuando Ker debía tener unos once años y Nashin veintiuno —aun podía ver en sus recuerdos la mirada del chico cada que veía a su primo, parecía como un lobo cazando a su presa—. Nashin quería darse prisa para ser apadrinado, pero Ker le hacía berrinches y lloraba; lo amenazaba diciendo que le diría a su padre que Nashin abusaba de él, y sabes que nadie creería en la palabra de un simpatizante frente a la de un heredero. Así que Nashin se abstenía de aparecer en Tierra Sagrada libremente para no molestar a Ker, pensaba que Ker eventualmente se aburriría y lo dejaría en paz, pero pasaron los años…
—Estas diciendo que Nashin, un hombre en sus veintes, ¿nunca pudo con un mocoso infantil? ¡Oh vamos…! —iba a soltar la risa, había escuchado todo tipo de excusas en su vida, pero esto rayaban en lo absurdo.
—Estoy diciendo que un tipo que se apegaba a las reglas de la casa, no pudo oponerse a los caprichos de un heredero obsesivo y pervertido —bajo ese contexto específico, lo que decía podía tener cierto razonamiento. No se estaba discutiendo sobre diferencias de edad, sino de un adoctrinamiento que había deformado la capacidad de decisión de una persona a un punto en que no podía actuar como un adulto razonable—. No te diré que siempre fue malo, supe que hubo un tiempo en el que Nashin sacaba provecho de ser el favorito de Ker, pero cuando Ker cumplió los dieciséis y se sintió con derecho sobre Nashin, fue el final para él. Sabía que no sólo no podría ser parte de la hermandad, sino que tendría que vivir por y para Ker, cuando Nashin tenía otros objetivos en su vida. Eso fue lo que terminó con él.
—Y estás comparando cosas que no comprendes —retomó el líder de los Zoldyck—. Killua ni siquiera sabe cuáles son sus derechos como heredero. Esto es algo que mi padre y yo acordamos en su educación precisamente para evitar abusos de poder hasta que fuera apto para respetar su ventaja sobre sus hermanos —ya sabía que esa historia no era algo para sorprenderse. En la hermandad de Asesinos los herederos tenían toda la credibilidad y beneficios, mientras que los hermanos debían luchar por tener libertades, pero sus hijos no habían crecido en Tierra Sagrada, no tenían esas tradiciones, ni eran apegados a las doctrinas de la hermandad, no podía considerar que Killua estuviera forzando a Illumi a nada, era incompatible con su modelo educativo.
—¿Cómo lo sabes? En Tierra Sagrada nos dejó en claro que él no permitiría que Illumi fuera apadrinado.
—El dice ese tipo de cosas todo el tiempo, pero no sabe lo que significa porque lo dice más en un sentido moral y emocional, y tampoco sabe que puede bloquearle la oportunidad a ninguno de sus hermanos.
Se quedó sin más argumentos, pero no quería demostrarlo, no cuando estaba acostumbrado a que todos a su alrededor le daban la razón.
—Sólo te diré que seas precavido con lo que crees de tus hijos. Es todo —se mantuvo mirando a Silva a los ojos, quería asegurarse de dejar en claro su mensaje—. Si no lo quieres ver así tal como te lo planteo está bien, pero al menos pon en consideración que las cosas pueden no ser exactamente como tú las interpretas. No dejes que tu corazón de papá protector domine tu juicio.
Y ahí estaba el Joab aferrado que tanto le fastidiaba. Fingió estar dándole una oportunidad para no continuar con ese discurso, al menos aprovecharía que Joab tenía una manera muy diferente de ver las cosas para analizar puntos de vista diferentes que quizá le ayudaran con su objetivo de eliminar al ente maligno del cuerpo de su hijo.
—Ahora que pudiste convivir con el verdadero Illumi, ¿tuviste alguna impresión negativa sobre él?, ¿viste mucha diferencia con el ente?
—Me encantaría poder darte una respuesta, pero Illumi no estuvo muy participativo, y justo cuando comenzábamos a hablar, Killua envió a tu hijo más pequeño a interrumpir.
—¿Mi hijo más pequeño? —no podía procesar que Killua tuviera una comunicación tan abierta con Kalluto cuando ambos habían crecido separados y su convivencia había sido limitada a determinados entrenamientos. No debían tener un nivel de complicidad tan importante, al menos, no que él estuviera enterado.
—Sí. Kalluto… me sorprende que digas que Killua desconoce su influencia como heredero, cuando él domina sobre sus hermanos.
—Kalluto conoce las reglas —se excusó—. No es que Killua lo controle, sino que Kalluto obedece sus enseñanzas, pero aun así… —debía ser honesto, Kalluto podía ser obediente, pero el albino no era precisamente el tipo de hermano que daba órdenes a los demás sin un motivo o un negocio de por medio— Killua no había mostrado ese nivel de cercanía con él, como para pedirle un favor así…
—A menos que él supiera lo que ocurre —y ahí estaba la respuesta que no quería escuchar—. Esa fue la impresión que me dio, que estaba ahí no para vigilar meramente sin tener conocimiento de nada, sino que tenía la misión de intervenir para mantener distancia con Illumi. Parecía como si ambos tuvieran miedo de que Killua se disgustara si yo mostraba algún interés en Illumi.
Silva suspiró. Todo esto tenía ahora más sentido y él simplemente no había sido capaz de notarlo pese a que lo tenía en sus narices.
—Esa mujer —se quejó en voz alta—, Kalluto creció con Kikyo, ella lo entrenó, lo más seguro es que se le fuera la lengua muchas veces con él.
Ambos se miraron como si hubieran resuelto un gran misterio.
—¿Vas a llamarlo?
—Por el momento, no. Necesito descansar, prefiero pasar la noche pensando en cualquier cosa menos en mis hijos, pero mañana no se salvará.
—Y yo te ayudaré con eso de no pensar en cosas familiares —le sonrió amable, tenía un montón de ideas divertidas para fastidiarlo como antaño solía hacer.
Ambos se quedaron conversando de los tiempos en Tierra Sagrada y de los años en que Silva no estuvo presente. Quizá Joab tenía interés romántico en Illumi, pero eso no cambiaba la amistad que esos dos compartían.
El deseo que ambos se tenían, les hacía dejar a un lado las ideas de vestirse con ropa cómoda para dormir. Preferían hacerlo desnudos o con sólo su ropa interior, así si el antojo regresaba, no requerían de una pausa incómoda para continuar en dónde habían quedado. Al albino le encantaba que fuera así, que sólo unas caricias suyas fueran suficiente provocación para que Illumi le susurrara al oído que si continuaba así volvería a tomarlo hasta hacerle pedir perdón, y sólo él podía decidir si continuaba con su juego o paraba, según su estado de ánimo. Sentirse deseado era lo mejor para él, era como ponerse en un estatus por encima de todos los demás. No podía existir alguien más en el mundo que pudiera recibir la veneración y pasión de ese hombre que ardía por él con el simple roce de sus dedos en su vientre.
Se habían quedado dormidos después de otra ronda de placer que los había dejado exhaustos. Illumi tenía el sueño más ligero de ambos, viejas costumbres de su oficio como asesino. Por otro lado, Killua también era de sueño ligero cuando estaba en sus misiones, pero al estar con Illumi no podía evitar dormir profundamente junto a él. Cuando dormía, el menor se volvía incapaz de reaccionar ante cualquier molestia, así fuera que tuviera mucho calor o frío, no solía levantarse a buscar una solución, simplemente daba vueltas en la cama, cambiando de posición y terminaba por no dormir bien. Así que era Illumi quien, al percatarse de que comenzaba a moverse, se levantaba para modificar la temperatura de la habitación. No le molestaba tener que hacer todo esto, porque la compensación era mejor; tener a Killua acurrucado junto a él era lo mejor.
Por la mañana despertó sintiéndose satisfecho de recordar como el menor estaba cada vez más expresivo y participativo, aun era bastante pudoroso, pero no era algo que le importara, quería que Killua llevara las cosas a su gusto y él sólo limitarse a satisfacerle. Trató de no moverse mucho, Killua estaba siempre al pendiente de cuando se levantaba; si notaba que el mayor observaba la pantalla de su celular de inmediato despertaba y hacía preguntas tratando de disimular su curiosidad, así que sólo se dedicaba a mirarlo y pensar en cuánto le amaba. Acariciaba sus mejillas y cabello, intentado despertarlo suavemente.
—Mmm… Illumi —murmuró adormilado.
—¿Quieres que desayunemos aquí en el cuarto? —susurró aprovechando que veía sus hermosos ojos abrirse pesadamente.
Asintió con la cabeza, ese era permiso suficiente para que él saliera de la cama y buscara entre su cocina algo que preparar. Apenas se iba a poner de pie, cuando la puerta sonó.
—¿Amo Illumi? —escuchó la voz apagada del mayordomo.
—Dime —no iba a abrir, Killua estaba desnudo y no permitiría que nadie le viera así.
—El amo Silva le está buscando, quiere que vaya a verlo.
—Es muy temprano —se quejó Killua—, dile que iremos después de desayunar.
—Disculpe… amo Killua… me pidió explícitamente que sólo fuera el amo Illumi y que era de carácter urgente.
—Maldita sea —susurró.
—Duerme —sugirió Illumi—, no es tan temprano, son las nueve de la mañana. Iré a ver qué quiere papá y en seguida vuelvo.
—No te dejará volver —reclamó tratando sentarse—, va a pedirte que te vayas con el imbécil de Joab, no…
—Volveré —se rió—, saldré con sólo el pantalón puesto. Le diré que necesito cambiarme. Aunque lo más seguro es que me hagan volver tan pronto como me vean.
Killua lo miró de reojo, pero estaba un poco cansado como para pensar mucho en detalles, iba a quejarse pero un fugaz beso en su frente le hizo detenerse.
—Ya vuelvo. Lo prometo.
Illumi hizo tal cual tenía pensado. Sabía que no era algo propio de él, pero estaba tan disgustado por la actitud de su padre y por la presencia de Joab, que tenía deseos de desquitarse un poco, aun a costa de su propio bienestar.
Ingresó a la habitación, Silva lo observó unos segundos y se puso de pie, realmente estaba ofendido por la manera en la que su hijo se había presentado. No era por el hecho de llegar con el torso descubierto, y que el pantalón de su pijama fuera todo lo que le cubriera, sino por las marcas en su cuello, pecho y espalda que adornaban su piel como si fueran un trofeo. Lo observó detenidamente, casi podía imaginar todo lo que Killua había hecho con él esa misma noche. Con huellas de chupetones recientes y unos que ya se veían de días pasados, la blanca piel de Illumi lo resaltaba como un lienzo. Realmente deseaba echarlo del cuarto, pero su itinerario se alargaría innecesariamente.
Joab fue el siguiente en voltear, iba a saludar al chico, pero se quedó igual que Silva, sorprendido por la presentación del morocho. Podía ver los rasguños en sus hombros, sus largos cabellos apenas cubrían parte de su cuello, pero era bastante claro que Killua le había marcado justo para que él lo viera.
—De Killua, lo espero, pero tú no tienes quince años para que actúes así —le dijo Joab, no resistiendo su enojo por ver el mensaje que el albino le había dejado. No era su intención ponerse a discutir sobre sus sentimientos frente a todo el mundo. Respetaba a su amigo, el cual estaba pasando por muchas cosas malas como para hacerle lidiar con su atracción por su hijo mayor.
—Illumi… —le habló Silva, claramente perturbado— No se te olvide que soy su padre, de ambos, y no… —suspiró pesadamente—, no lo vuelvas a hacer, ¿estamos claros?
Asintió con la cabeza. Reconocía que tenían razón, había sido imprudente e inmaduro de su parte, por muy molesto que estuviera, debió haberse controlado. No le importaba la reacción de Joab, pero si se hubiera topado con Kalluto o Alluka, francamente eso no hubiera resultado nada bien. Además exhibir la intimidad de su hermano no era algo de lo que debía sentirse orgulloso.
—Dejando a un lado tu pequeña muestra de rebeldía. Illumi, te llamé por algo importante —intentó omitir más mirar a su hijo de cerca—. Joab me comentó que Kalluto estuvo ahí, dime una cosa con sinceridad, ¿él sabe lo que ocurre entre ustedes?
¿Qué debía decir? Si su padre preguntaba algo tan específico era porque ya había un antecedente de por medio, y probablemente buscaba una confirmación. Resistirse sólo provocaría un lío más grande, su padre tenía ese hábito de crear una caza de brujas cuando buscaba respuestas y pobre de aquel que despertara las sospechas del Zoldyck.
—¿Por qué me lo preguntas a mí? ¿No crees que eso es algo que deberías hablar con Kalluto o, en todo caso, con mamá?
Era suficiente respuesta para él, sólo había una razón para evadir una pregunta tan sencilla. Miró a Joab cómplice, ambos habían captado entre líneas.
—Porque, en todo caso, necesito saber quiénes más están implicados en esto.
—Eso no va a cambiar la realidad, papá, el asunto es conmigo, no con Kalluto. Esto es algo que no pienso discutir con nadie.
No estaba en sus planes seguir arrastrando a sus hermanos menores en sus asuntos, ya tenían bastante con fingir aceptación a su relación por el bienestar de Killua como para forzarlos a tomar parte en los embrollos de su padre. Garantizar discreción cuando Kalluto se estaba esforzando por ayudarles, era lo mínimo que podía hacer.
—Entonces necesito que pongas límites con Killua. No podré ver una reacción auténtica en él si constantemente está interviniendo…
—Papá —resopló tratando controlar su impulso de responder con sarcasmo—, ¿por qué no aceptas que ésta es precisamente una reacción auténtica en él? Está actuando como tú nos enseñaste, interviene sin meter las manos, vigila y espera el momento para actuar. No va a darte un espectáculo de celos y posesión, va a buscar formas de evadirte hasta que no pueda más.
—Yo lo veo diferente —puntualizó Joab—. Necesito demostrarle a Killua que nada malo te va a ocurrir si no está presente. Si dejamos que nos vigile, va a creer que sólo no pasa «nada malo» gracias a que él está interviniendo. Necesito que me dé la oportunidad de mostrar que tú estarás bien, que nada malo va a ocurrir sin él.
—Exacto —secundó Silva—. Quiero que Killua deje de pensar que somos sus enemigos y no va a ser así a menos que vea que no hay nada qué temer.
—En ése caso, este es un trabajo que te corresponde a ti —le parecía correcto que su padre buscara un camino más amable para llegar al corazón de su heredero, pero si era honesto, estaba comenzando a hartarse de ser tan colaborativo sin tener nada a cambio. Sólo lograba alargar lo inevitable y su padre jamás quedaría satisfecho con los resultados—. Todo este tiempo esperas que sea yo quien limpie tu imagen frente a Kil, y quieres que también haga las cosas para perjudicarme, ¿en serio crees que voy a darte gusto? Tienes que poner de tu parte porque Killua no es estúpido, él ve todo lo que haces y sabe a quién debe reclamar cuando las cosas no le cuadran.
Y era verdad, Illumi podía pedirle a Killua que le diera una oportunidad a su padre, pero lo interpretaría como otro de los juegos que los adultos usaban para manipular sus emociones, además que, a estas alturas de su relación, justificaría a Illumi ante cualquiera de sus acciones. Su amor por él le hacía blanquear cualquier error que cometiera, era parte de la naturaleza del albino. Después de conocer la historia de Illumi, sólo podía verlo como el hermano mayor sacrificado que fue pisoteado por sus padres sin ninguna consideración.
—¿No pondrás de tu parte, Illumi? —lo cuestionó pensando que podría apelar al acuerdo que tenían, pero de inmediato se dio cuenta de que llevaba las de perder. Así era con Illumi, una vez que se aferraba a una idea, no la soltaría y usaría cualquier artimaña para sostenerla—, está bien, tienes razón —jadeó insatisfecho— Killua te defiende a toda costa y eso me hace el malo, tengo que encontrar otro enfoque.
—Silva —llamó Joab—, dame una oportunidad también a mí, no estás sólo en esto.
Podía ser que tenía un interés amoroso en Illumi, pero si lo ponían en una balanza, siempre tendría preferencia por Silva, no por lo que alguna vez sintió por él, sino porque tenían una larga amistad que era valiosa para él.
Zeno ingresó llamando la atención de los presentes. Venía con Kalluto detrás de él, el cual sospechaba que le aguardaba un castigo. Aunque después de tantos años de entrenamiento, le parecía poca cosa las torturas a las que pudieran someterle, estaba mentalizado para esto así que venía desinteresado y sin mostrar una guardia. Venía tan enfocado en sus asuntos, que no le prestó atención a la apariencia de su hermano mayor.
Silva saludó a su padre e hizo que el menor se sentara frente a él, de modo que Kalluto quedó con Illumi a su espalda, mientras que Zeno y Silva estaban al frente y Joab a la derecha.
—Tengo entendido que Killua te envió a espiar a Illumi ayer, supongo que entiendes que te interpusiste en mis planes —le dijo Silva observando su reacción. El pequeño sólo se alzó de hombros, ni siquiera pensaba esforzarse por mentir o hacerse el difícil, estaba totalmente confiado en su capacidad para defenderse.
—No sé en qué te basas para decir que Killua me envió —respondió sin ningún cuidado—. Yo personalmente quería conocer al Jaco que tenemos de invitado en la montaña. No debería sorprender a nadie.
—¿Sí? —podía ser que tuviera algo de verdad, pero Silva sabía que no era el único motivo—, Bueno, tal vez puedo darte un pequeño punto a tu favor. Puedo creer que tuvieras curiosidad, pero ¿quedarte todo el día ahí? ¿No tenías otros planes?
—No —contestó tajante—, ¿a caso fui una molestia para el señor Jaco?
Era de esperar, sus niños fueron criados para manipular, controlar y mentir, no podía enfadarse cuando estaba atestiguando la misma preparación que él había recibido.
—Bien, Kalluto, esta bien que quieras mentir y excusar tus intenciones, pero ahora mismo no estoy de humor para mover las fichas hasta hacerte confesar.
El rostro del menor expresó su confusión auténtica. Aunque viendo que Illumi permanecía en silencio a sus espaldas, pudo intuir hacia dónde iba la conversación.
—¿Desde cuándo sabes lo de Illumi y Killua?
Se puso tenso. Este era un tema que realmente no quería tratar con sus padres y su abuelo, no quería escuchar argumentos capaces de hacerle cambiar de parecer, no cuando ya había tomado una decisión sobre su participación en la vida de su hermano heredero. Su padre casi siempre tenía la razón, y temía perder la voluntad de apoyar a Killua, especialmente ahora que contaba con él para mantener la relación estable.
—Desde el principio —confesó, tuvo la tentación de girarse y preguntar a Illumi qué hacer, pero si lo habían puesto detrás, era para evitar precisamente que se comunicaran.
La mirada de desaprobación era la que más molestaba. Silva parecía culparlo, tenía ese hábito de ver en Kalluto el reflejo de su madre e inconscientemente solía darle un trato similar. Cuando estaba en paz con Kikyo, también era permisivo y abierto con Kalluto, podía decirse que era incluso a un grado mayor que el resto de sus hijos. En cambio cuando Kalluto hacía algún gesto que le recordara los berrinches de su madre, o usaba alguna de sus expresiones de enojo, Silva de inmediato se ponía a la defensiva y su humor cambiaba sin previo aviso. Para colmo Kalluto no era consciente de qué su rostro reflejaba los gestos de su madre, por tanto nunca era capaz de comprender qué había hecho para hacer enfadar tanto a ese hombre que de la nada procedía a darle castigos radicales y terminaba escuchando discursos largos de cada detalle de sus errores y por qué su padre tenía la absoluta razón en lo que sea.
—¿Y estás de acuerdo con esa relación?, ¿no veías lo aberrante que es?
—¿Y qué importa lo que yo piense de eso? —cortó su discurso evadiendo su mirada—, ¿haría la diferencia si yo dijera que lo veo bien? No creo que eso te haga cambiar de parecer.
Odiaba la elocuencia de Kalluto. Contenía cierta brutalidad que era ofensiva a pesar de no tener la intención.
—¿Entonces por qué no me lo dijiste? Yo soy su padre. La seguridad y el bienestar de la familia es parte de mi responsabilidad.
La mirada de desprecio de Kalluto hizo que los tres hombres se voltearan a ver entre ellos con sorpresa e incredulidad. Kalluto parecía no tener respeto por ninguna autoridad, y esta actitud le molestaba a su padre. Justo era ese modo en que Kikyo solía actuar como si ella fuera más valiosa que nadie más en ese hogar.
—Cómo me irrita que seas idéntico a tu madre, es una maldita molestia…
—¿Por qué, eh?, ¿porque según tú soy su aliado? En lo que a mí respecta tú eres más su aliado que yo.
—Cuida lo que dices, mocoso —intervino Zeno.
Incluso para el abuelo de los chicos, este tipo de peleas era similar al tipo de discusiones que Silva tenía con Kikyo. Él tampoco podía evitar ver en su nieto la viva imagen de la mujer.
—Cómo sea… —pero Kalluto era un bocón, pocas veces sabía moderar sus enojos. Suspiró profundamente y apretó los labios—, sólo quiero que dejen de verme como el aliado de mamá.
—Nos lo haces difícil cuando aprendiste todo de ella.
—¿Y quién me puso bajo su cargo? ¿El abuelo o tú? Porque a mí nadie me preguntó mi opinión.
No podían objetarlo. Tenía razón y se veían muy mal recriminando a un niño que no tenía la culpa de nada, ni su físico, ni su comportamiento, ni de las decisiones que otros habían tomado sobre él.
—Sólo dime una cosa, Kalluto —continuó Silva—, ¿qué es lo que te molesta de que yo me preocupe por ustedes? Tu reacción empezó desde que dije que yo debo estar al tanto de los asuntos de la familia.
Tenía una auténtica curiosidad por escuchar su respuesta. Kalluto podía ser irreverente, pero mostrar una actitud negativa a su honesta muestra de paternidad le dolía, aunque no lo quería demostrar. Tan sólo quería que sus hijos dejaran de estar a la defensiva con él, al menos en un momento crítico familiar como era ese, y no lograba encontrar la manera de llegar a ellos.
—Es bastante tarde para preocuparte, ¿no lo ves? —tenía heridas en su corazón, heridas que había tenido que soportar en silencio y no podía actuar como si no le afectaba ver que su padre hacía todo por Killua, mientras que a él lo había abandonado como «la responsabilidad de Kikyo» y jamás había abogado por él ni por error—. La única razón por la que estás haciendo esto es porque se metieron con tu adorado heredero, pero no fuera Illumi o… no fuera alguien más, y no hubieses intervenido.
Lejos de molestarse, se percató de lo que esas palabras escondían. Kalluto estaba escupiendo palabras para reclamar su mala paternidad, y a la vez, sin percatase de ello, le estaba abriendo su corazón, y podía decidir entre enfocarse en debatir sobre lo que él hizo por ellos, o indagar lo que esas palabras guardaban.
—Kalluto, ¿ella también te hizo algo a ti? —preguntó sin pensar, apenas pronunció esas palabras se arrepintió, pero era muy tarde para frenarse.
—¡Estamos hablando de Illumi y Killua! —iba a reanimar la pelea, pero Illumi colocó una mano en su hombro y tuvo que callar.
—Kalluto, ya para —susurró—. Ya te delataste.
Su padre y su abuelo no alcanzaron a escuchar lo que Illumi le decía, eran sólo palabras que habían sido dichas para él. El chico bajó la mirada, avergonzado de sí mismo. Queriendo defender sus ideas, había terminado por expresar su dolor.
—¿Qué fue lo que te hizo Kikyo? Responde —ordenó Silva, pero semblante de Illumi le hizo dudar.
Illumi negaba con la cabeza, esto era algo que no debía hablarse a la ligera. Confrontó con la mirada a su padre con la intención de hacerle entender que si quería llegar a Kalluto, debía hacerlo mediante el respeto. Amenzarlo y forzarlo sólo lo haría dar vueltas en la nada.
—Me gustaría hablar con mis hijos a solas —esta vez su voz era más ligera—. Papá, Joab, necesito que se retiren.
No iban a preguntar, ambos comprendieron que era un momento familiar muy particular. Zeno le pidió a Joab que lo acompañara, y antes de salir, se quitó el saco y se lo colocó a Illumi en los hombros.
—No vuelvas a exhibirte de éste modo. No sólo nos estás incomodando, también estás poniendo en evidencia a Killua. Ten más respeto por él —le advirtió tan serio que Illumi no pudo hacer otra cosa que asentir a modo de disculpa.
Ambos hombres se fueron y los dos chicos cambiaron sus lugares para sentarse frente a su padre. Había tensión en el ambiente, ninguno quería empezar la conversación. Silva temía encontrarse con algo aun peor que lo de Illumi, ya suficiente culpa tenía por ello, no se sentía preparado para sumar más peso en sus hombros, pero eso no era excusa para no tomar la responsabilidad que le correspondía como padre de los muchachos
—Chicos, entiendo que esto es mi culpa, que yo no he sido la persona más cercana para ustedes ni el mejor padre del mundo, pero… —tomó aire, estaba harto de que sus errores estuvieran siendo restregados en su cara, uno tras otro, como consecuencias a sus años de negligencia—, pero estamos en el mismo bando. Deberíamos dejar de guardar secretos, de todas estas tonterías que sólo benefician a quienes protegen con su silencio.
—Yo sólo me protejo a mí mismo, papá. No es por beneficiar a nadie —justificó el menor, no iba a aceptar que lo acusaran de proteger a todos los que lo habían agredido en su tierna infancia.
—¿Protegerte de qué? ¿De mí?
Se quedó perdido en sus reproches internos, necesitaba aferrarse a algo que le detuviera de hablar todos esos recuerdos dolorosos, y entre más pensaba la respuesta, más difícil se volvía mantener su postura, y confesar todo lo que ocultaba terminaba por abrumarle a un grado que sólo pensaba en desaparecer.
Illumi, quien hasta ahora había permanecido como espectador, tenía el impulso de proteger a su hermano. No lo quería presionar a hablar, pero comprendía que esta era una de esas cosas que no hacía bien en ocultar de su padre, ya mucho daño se había provocado a sí mismo al no confiar en nadie cuando sus problemas comenzaron a salirse de control. Tras el silencio del menor, notó el cambió en su expresión por una de miedo auténtico, y se percató que estaba a punto de huir, así que su primer impulso natural fue lanzar una pequeña aguja para frenar sus movimientos. La aguja se enterró en su cuello en cuestión de un instante y el flujo de adrenalina empezó a bajar.
—¿Illumi?, ¿por qué…?
—Necesitas pensar las cosas con claridad —al fin intervino—. Sé que es fácil evadir las cosas, pero Kalluto… el silencio es un lujo. El silencio es un favor que uno hace por otros, para ocultar sus secretos y ayudarles a sacar ventaja, ¿realmente quieres darles algo tan valioso como eso?
Silva tenía ahora más curiosidad, especialmente porque hablaba en plural. ¿A cuántas personas estaba ocultando cuando guardaba tanta información valiosa? No era capaz de imaginar lo que ese niño tenía por decir.
—No puedo, Illu-nii —no lloraba, había aprendido a contener sus lágrimas, pero su voz era tan suave que era obvio que no podía hablar con claridad—. No sé ni cómo empezar… díselo tú.
—No debería ser yo. Papá va a tener preguntas, muchas de las que no sabré responder —se acercó a él y puso su mano en el hombro—. Lo que puedo hacer es mantener la aguja para que no te sientas tan perturbado al hablar.
Miró a su padre, y luego a su hermano mayor, y supo que no tenía alternativa. Illumi tenía razón. Guardar un secreto cuando se trataba de una traición tan grande, no valía la pena, no estaba ganando nada, ni siquiera tenía una ventaja para extorsionar a su recluida madre, al contrario, otorgarles esto era similar a decir que era su aliado y que todo el dolor y el abuso cometido a su persona, estaba perdonado o peor aún, aceptado.
—No los conozco —alegó, pensando que quizá así encontraría un motivo para seguir en silencio.
—Ese no es el punto. Así como no puedo intervenir si tu no me lo pides, tampoco papá puede tomar medidas si él no sabe qué debe hacerlo.
—¿De qué serviría?
—No lo sabrás hasta que lo hagas. Tienes dos opciones: decirlo y escuchar lo que podemos hacer por ti, o seguir así y dejar que se salgan con la suya.
—No. No tienes opción, tienes que… —interrumpió Silva, pero la mirada fulminante del menor le hizo darse cuenta de que si no le concedía esta posibilidad, sólo le haría daño. Kalluto ya había sido obligado a hacer muchas cosas a lo largo de su vida, era mejor que sintiera que tenía el control de algo para poder ser fuerte— No tienes que decirlo ahora si no puedes, puedo esperar, pero tienes que abrirte tarde o temprano.
Kalluto se mordió el labio. Tantos años en silencio le habían valido para volverse un muro a su propio dolor, pero esta era una oportunidad que si no la tomaba, jamás volvería a aparecer. Illumi estaba ahí mostrando su apoyo a su modo, y su padre estaba haciendo el esfuerzo por ser racional. Era el mejor momento, quizá después se vería forzado a hablar bajo condiciones peores y no tendría a nadie a su lado para calmar la situación.
—Papá yo… desde que yo era pequeño… yo… —tenía tantas cosas en su mente, recuerdos espantosos, momentos llenos de cosas que sólo quería olvidar. Decirlo en voz alta le atormentaba, aun con la aguja puesta, era algo que no podía procesar— No puedo. Illu-nii, no puedo.
Quería que Illumi lo dijera, o que usara uno de sus trucos de hipnosis para controlarlo y hacerlo hablar, pero Illumi se resistiría, ni siquiera necesitaba preguntarle para confirmarlo. Apretó los ojos y contuvo la respiración por un momento.
«Si lo digo rápido, más rápido terminará esto» buscaba consuelo en su interior, algo que le motivara a ser directo, breve y no involucrar sus emociones porque entonces volvería a frenarse.
—Mamá me llevaba a una cueva en la que… —intentaba despersonalizarlo, realmente quería imaginar que estaba contando la historia de alguien más— maldita sea… —rechistó y apretó los labios— me-me hacían cosas. Ya lo dije, listo, ¿me puedo ir? —abrió los ojos y miró a su padre.
—¿De qué hablas? Kalluto, deja tus juegos —Silva estaba perdiendo la paciencia. Aunque las palabras de Kalluto habían sido, en cierto modo, directas; no quería entenderlo, no del modo en que lo había hecho, no iba a aceptar tan fácil que su hijo había sido víctima de abusos.
—Kalluto fue entregado a Geppetto —dijo Illumi de forma en que no tuviera que seguir presionando a su hermano a hablar, y su padre comprendiera sin tener que darle demasiados detalles.
Silva sólo mostró una breve sorpresa antes de contener su emoción. Sus temores estaban ahí representados en todo su esplendor. Más y más errores se acumulaban en su espalda y el peso estaba comenzando a sobrepasarlo. No pudo hablar por unos segundos, miraba a su pequeño hijo. Justo en ése momento se dio cuenta de lo frágil que lucía. Ahí, actuando como si fuera un mini-adulto, serio, tratando de ocultar su furia e indignación.
—¿Geppetto? —preguntó el menor, pero no recibió respuesta.
—Kalluto… ¿Por qué…? —no, no tenía derecho a preguntar por qué no se lo había dicho antes—¿Desde cuando tu madre te hacía esto?
Entonces se percató de que Illumi ya sabía más detalles de lo que aparentaba. Que si había mencionado a ese hombre, era porque su padre también lo conocía y podía comenzar una investigación para cobrar su venganza.
—Después… después de que hice mi primer misión como Asesino, mamá me llevó a la cueva, dijo que debíamos celebrar mi primer éxito —explicó, aunque era muy vago, era suficiente para que se comprendiera el origen.
«Tenía cuatro años», le dolía tanto a Silva pensar que no sólo había perdido a su hermandad, sino que ni su propia familia podía refugiarse en él. No quería lamentarse frente a sus hijos por su mal intento de paternidad, pero tenía que empezar a trabajar en corregir sus errores. Y si iba a dar un paso adelante para lograr el cambio que se requería, entonces debía empezar de inmediato.
—Illumi, voy a necesitar tu cooperación en esto.
—Cuenta con ello, papá.
—Ahora quita la aguja, déjanos solos. Ve a tu habitación, le diré al personal que vaya por ti en cuanto Joab se desocupe.
Illumi retiró la aguja, tal como se le indicó, acarició los cabellos de su hermano, y se retiró. Sería una dura conversación, pero esto era algo que Kalluto tenía que enfrentar por su cuenta. Ademas, estaba seguro de que su padre no sería un desalmado, se esforzaría por darle confianza y espacio para expresar todo lo que necesitaba.
Killua estaba recostado en la cama con su celular en la mano, estaba enviando mensajes a Gon. No había tenido ánimo para vestirse por completo, sólo se había colocado la ropa interior. Estaba ansioso por lo que le depararía el día, la idea de hacer equipo con Illumi para enfrentar los planes de su padre le hacía sentir mariposas en el estómago, el enigmático y solitario Illumi le estaba involucrando en su vida a un nivel que nadie más podría llegar, aunque luego recordaba que tendría que dejar que su adorable novio se fuera con ese hombre desagradable y la adrenalina por los celos volvía a él. Por el momento, sólo quería evadir el tema de los Iluminados, y así no tendría que pensar en más cosas desagradables.
Escuchó que la puerta se abría, no iba a ser nadie más que su amado Illumi, el cual se le quedó viendo desde la puerta. Se le veía particularmente serio, algo no muy bueno había ocurrido y eso le preocupaba, pero luego vio como su mirada se clavaba en él, en sus ojos, en su piel expuesta y un escalofrío delicioso le recorrió. Illumi le transmitía una fascinación indescriptible con sólo un gesto.
—Qué agradable sorpresa —escuchó que Illumi le decía—. No hay ángulo tuyo que no sea apetecible.
Se ruborizó al instante, quería refutar para defender su timidez, pero terminó por balbucear algo sin sentido que hizo reír al mayor. Luego recordó las palabras del morocho antes de salir del cuarto, cuando había anunciado que saldría sin mayor arreglo, y notó esa prenda que no encajaba en el estilo de su hermano.
—¿Y ese abrigo?
—¿Eh? —ya lo había olvidado— Es del abuelo. Me hizo ponérmelo estando allá.
Desabotonó el abrigo y se lo quitó. Ahí fue cuando su cuerpo quedó expuesto, marcas rojas en el cuello y pecho decoraban su piel como recuerdos calientes de una noche apasionada.
—¡¿Saliste así?! —colocó una mano en su cabeza con más sorpresa de la que había esperado. No había forma de ocultar el origen de esas marcas.
Rasguños en su espalda, hombros y pecho, era fácil de hacerse una historia de cuál había sido la primera y cuál la última, los picos de placer en los que quería desgarrar su piel para que recordara cuan fuera de control estaba por sus estímulos deliciosos. Casi podía leer en él una leyenda de «propiedad de Killua», no podía ni deseaba imaginar lo que su padre había dicho al verle así, por más que quisiera que Joab lo viera, su padre y su abuelo eran otro asunto. Especialmente su abuelo quién comprendería mejor el responsable de semejante espectáculo.
Illumi suspiró y se sentó junto al albino. Su expresión había cambiado a una más cómicamente arrepentida.
—Fue muy infantil de mi parte salir así. Lo siento.
—¡¿Qué te dijo papá de ello?! —luego una idea cruzó por su mente, una que realmente le hizo enfadar— ¡No me digas que lo atribuyó a ese bastardo de Joab!
Por alguna razón odiaba más la idea de que su padre lo emparejara con su amigo que con alguien más. No entendía la clase de amistad que tenía Joab con su padre, y le preocupaba que esta fuera una señal positiva para entregar a su hermano.
—No —detuvo sus pensamientos negativos antes de que alucinara ideas más comprometedoras—. Pero fue una estupidez de mi parte. Realmente no fue una buena idea.
Killua levantó una mano y comenzó a trazar con sus dedos las líneas de sus pectorales. Le preocupaba que Illumi se metiera en problemas, pero siendo honestos, era la clase de problemas que le gustaba tener. Apartar a Illumi de todos para tenerlo para él, era posesivo y lo sabía, pero no se arrepentía de ello.
—¿Qué excusa diste?
No resistió la sensación de cosquillas en su pecho, atrapó la mano del menor y besó sus dedos.
—¿Qué podía decir? Esta clase de marcas son bastante obvias, nadie te creería si dijeras que son por un entrenamiento o una pelea.
—Illumi —dijo su nombre en forma de regaño.
—De todos modos, papá sabe que estoy saliendo con alguien, así que sólo podían asumir que fue «esa persona».
—¡¿Qué?! —se sentó de golpe en la cama, era una noticia realmente inesperada.
—Lo sé, empeoré las cosas. Realmente lo lamento —recargó su frente en el hombro de su joven novio. Killua tuvo el impulso de abrazarlo, aunque aun seguía avergonzado de sus palabras.
—Espera… ¿por qué papá sabe de eso?, ¿qué fue lo que empeoró? No me has dicho todas estas cosas… —se quedó en silencio de golpe. Tuvo una especie de revelación mental de que al fin lo entendía todo, pero no podía preguntar nada.
—Todo esto, todo lo que está pasando es mi culpa Kil. Desde que papá supo que tengo una relación ha tenido la urgencia de entregarme para romper mis lazos.
—Lo sabe, ¿verdad? —tuvo el impulso de decirlo, pero Illumi no se movió, no lo haría— No, no me respondas. Sé que no debes responder.
—Mi linda nubecita…
—Si papá supiera… seguramente se contuvo porque el abuelo lo convenció, pero entonces… ¿por qué quiere entregarte? Debería saber lo del ente, eso debería ser suficiente para que no quiera separarnos —reflexionaba en voz alta, e Illumi se distraía acariciando su espalda y proporcionando besos en su cuello, sin reaccionar a sus palabras.
Killua era tan brillante a sus ojos, tan espléndido y perfecto. No existía detalle que quisiera cambiar de él, aun si conservaba sus celos y su necesidad de atención, incluso esos defectos podía encontrarlos atractivos, como retos a vencer. Escucharlo analizar las pistas que le dejaba sólo le excitaban, esta era una de esas cosas que a Illumi le fascinaban más de su hermano, su increíble intuición y capacidad para resolver problemas.
—¡Illumi, me distraes! E-espera —Illumi ya lo había colocado sobre la cama, acariciando su cuerpo, deslizando traviesamente una mano bajo su ropa interior— ¡Illumi, escúchame!
—Es tan erótico escucharte hablar así —susurró en su oído—, ¿cómo es que haces para volverme estúpido con tanta facilidad?
Se puso intensamente rojo, especialmente porque su cuerpo estaba reaccionando a su cercanía. Illumi acariciaba su entrepierna endurecida, así que apretaba los labios intentando retomar la conversación.
—Illumi, déjame aclarar mi mente, lo nece... ah…
Illumi había inclinado hacia su entrepierna empezando a lamer su extensión.
—Sigue, yo te escucho.
—¡No puedo! ¡Para!
—Entonces déjame saborearte. Córrete en mi boca.
Apretó las piernas. Illumi volvía a saborear su erección separando sus piernas para colocarse en medio y seguir estimulando su cuerpo. Era imposible frenar una vez que los dos se ponían en ese plan. Los suaves cabellos del mayor se resbalaban por sus piernas, mientras que con una mano se aferraba a su nuca, atrayéndolo a sí mismo, como si buscara atragantarlo en castigo por su interrupción, y con la otra mano se sostenía a la cama, rendido al placer que le era provocado.
Sus caderas se movían hacia su boca, aunque Illumi ya hacía todo el trabajo de deslizarse y sorber su miembro caliente, apretando de vez en vez con sus labios, lamiendo la punta rosada que estaba cada vez más húmeda. Killua estaba al borde del éxtasis, aunque por su mente pasaba la idea de rogar porque lo penetrara como esa noche, y continuar tal como Illumi se lo había dicho.
«Yo sólo quiero ver como te corres una y otra vez, hasta que no recuerdes ni tu propio nombre».
Estaba tan metido en sus recuerdos y fantasías que no tuvo tiempo para decir nada. Su semilla había escapado de su cuerpo, satisfaciendo la petición de su hermano mayor.
—Eso es, Kil, gracias por mi desayuno —se relamía los labios con orgullo, sólo él era capaz de hacer terminar a ese chiquillo que a duras penas podía recuperar el aliento.
—¡Maldita sea Illumi! —jadeó y trató de sonar molesto—, perdí el hilo de la conversación.
Se rió suavemente y se sentó al borde de la cama. Estaba agradecido de poder disfrutar de una persona tan mágica y especial, no necesitaba más, pero Killua era demasiado especial cuando se trataba de eso, no podía simplemente recibir sin dar. El chico se sentó en sus piernas, y el lo tomó de la cintura mirando con atención lo que planeaba hacer.
—¿Kil? ¿No prefieres levantarte? En cualquier momento podrían llamarnos, será mejor que desayunemos.
—¿Y tú? —movía sus caderas, frotando la erección de Illumi con su cuerpo.
—Tendré que esperar. En la noche me desquitaré —le dio un beso en la mejilla.
—No quiero —la idea de mandar a Illumi insatisfecho le generaba inseguridad, pensaba que enviarlo así sólo lo volvería vulnerable a que Joab lo provocara.
—Vamos, Kil. Sé que quieres hacerlo, pero no tenemos tiempo suficiente.
—Si dejaras de frenarme, ya estaríamos…
Sus labios fueron tomados con pasión. Illumi le besaba sensualmente, introduciendo su lengua a su boca, saboreando la humedad del menor, acariciando su espalda, rodeándolo en un abrazo para controlar sus impulsos.
—Dejémoslo así —susurró, ya cuando Killua se relajó en sus piernas—. No dejaré de pensar en todo lo que quiero hacerte en la noche. No dejaré de pensar en ti.
A veces creía que Illumi podía leer su mente o que le había hecho alguna magia para saber todas sus necesidades. Sonrió y asintió, ¿qué más podía desear que tener a ese hombre atontado en sus deseos hasta cumplir sus fantasías? Se sentía poderoso y único para él, y eso llenaba su corazón de orgullo.
Justo en esos momentos llamaron a la puerta. Eran los empleados que habían llevado el desayuno. Killua había solicitado que lo hicieran así, con la excusa de que no quería ver a nadie de la familia salvo a Illumi, mucho menos a su invitado y nadie le había negado la solicitud. Al menos en eso Illumi había acertado, no iban a tener tiempo tranquilos para disfrutar su intimidad, y estaba ese otro detalle, de conversaciones que tenían pendientes.
Se alistaron para continuar su día y se sentaron el el comedor a desayunar, fue entonces que decidieron retomar su conversación.
—¿Qué pasó con papá? ¿Para qué te buscaba?
Prefirió no continuar con el tema de la relación, no directamente, de todos modos Illumi no le diría nada. Era mejor si le permitía seguir dándole pistas.
—Me pidió que interviniera en algunos asuntos con respecto a Kalluto —y claro que él deseaba contarle, pero no quería faltar a la confianza de su hermano pequeño—. Por cierto, no le pareció bien que se metiera en la reunión con Joab, aunque te culpó a ti de todo.
—Ja… ¿y por qué no me llamó a mí para regañarme?, seguramente creyó que lo habías planeado tú o que me lo habías pedido…
—Es porque nos la pasamos juntos en el cuarto, papá lo sabe y seguro va a asumir que cualquiera de tus decisiones van a ser influenciadas por mí.
Sentía que era más y más pistas sobre lo que estaba pasando. Internamente había decidido que daría por un hecho que su padre conocía la relación, que seguramente estaba castigando a Illumi de algún modo y que no confiaba en él. Eso tenía sentido, especialmente si Illumi afirmaba que «estaba siendo influenciado por él», entonces lo más importante era demostrarle a su padre lo independiente que era de su hermano y que no había trucos ni manipulaciones detrás. Si su padre no los estaba separando aún, quería decir que al menos comprendía el asunto de la entidad, pero nuevamente volvía al punto de Joab, ¿para qué tenerlo ahí? ¿Cuál era el punto de buscar una separación?
—Nuevamente te irás con él, ¿cierto? Estarás con ese bastardo.
—Si lo dices así, suena a que soy yo quien voluntariamente se apuna a eso —dio un sorbo a su té—, y bueno, desafortunadamente estaré con «ese bastardo» —hizo énfasis fingiendo el tono de Killua al referirse a Joab.
—Ugh… ¿por qué papá lo eligió a él? ¿No se supone que es su amigo? Si yo estuviera en su lugar, me sentiría ofendido de tener un amigo obsesionado con uno de mis hijos —y tenía razón, pero Silva no era consciente de eso, probablemente Joab había logrado no sólo ocultarlo si no hacerse ver como víctima de señalamientos inapropiados.
—En todo caso, Kalluto se libró porque Joab no se molestó.
—Ese Kalluto… sólo espero que de verdad no esté pensando en agradarle al imbécil de Joab —rodó los ojos. Podía imaginar lo feliz que estaría su hermanito al saber que Joab aprobaba su presencia y también eso le generaba celos, aunque con un enfoque diferente a lo que sentía con Illumi.
—Sólo me preocupa cómo reaccionará si Alluka interviene —iba a ser sincero, Kalluto tenía educación como Asesino y comprendía su rol en la familia, en cambio su hermana era una historia completamente diferente.
—No la detendré si ella decide hacerlo —aclaró—, pero yo mismo la defenderé si papá se molesta, ella no tiene las habilidades de negociación, ni la experiencia de Kalluto.
—No te diré que la detengas, pero sí pienso que ella no debería involucrarse. Los herederos suelen actuar como si tuvieran derecho sobre los simpatizantes, Alluka no tiene la cultura de un Asesino y tendré que meter las manos si él se sobrepasa.
Cada vez habían más motivos para que Killua odiara a Joab. Por la forma en la que Killua torció la boca, le hizo darse cuenta de que era una información que aun no estaba listo para procesar. Sólo lo estaba provocando.
—Por cierto… ¿qué fue lo que pasó ayer con los Iluminados? —optó por cambiar el tema, no obstante la reacción de Killua fue todavía más preocupante. El chico se quedó absorto por unos segundos, su enojo había pasado a segundo plano y parecía preocupado.
—Sólo… sólo me pidieron que hiciera un plan para atacar a una escuela —Illumi lo miró intrigado—. La idea es desestabilizar a una ciudad. Hice lo posible para evitar las muertes, ya sabes…
Era tan vaga la explicación. No sólo ambigua, sino que seguía sin responder la pregunta. El morocho tenía la sensación de que esta sería una conversación difícil, pero no era capaz de imaginar qué era aquello que se complicaba tanto en el corazón de su hermano.
—Kil, anoche dijiste que me dirías lo que ocurrió, ¿por qué no cumples tu parte? —pensó que ser directo era la mejor estrategia para llegar a la respuesta.
Se tensó, no estaba listo aun para hablarlo, ni siquiera lo había meditado para saber cómo plantearlo sin provocar que su hermano buscara venganza.
—¡No es nada relevante! Sólo…
—Bien, si no es relevante, entonces simplemente dime —claramente no lo creía, desde la noche se había percatado de que algo no andaba bien, podía hacerse ideas, pero no era suficiente, necesitaba la verdad y comenzaba a exasperarse, especialmente porque él era un hombre que requería de tener el control de las cosas por el bien de su estabilidad mental.
Killua se recargó en el asiento en un intento inconsciente por hacer un poco de distancia. Tomó aire y soltó la primera idea que vino a su mente.
—Es sólo que tengo que planificar la simulación de una masacre en una escuela. Si las cosas no resultan bien, tendré que recurrir a algo extremo, y la idea de matar inocentes me perturba.
Illumi lo miró fijamente sin hacer ninguna expresión. Conocía tan bien a ese chico, lo había entrenado, desde su nacimiento, prácticamente lo había criado, conocía sus preocupaciones, sus valores, sus miedos y, ciertamente, este no era uno de sus ellos. Podía sentir repulsión por matar niños o personas que consideraba «buenas» según su escala de bondad, pero no era la primera ni sería la última vez que hiciera algo así. Ya era un tema que tenía muy en cuenta, sabía encontrar soluciones mentales para enfrentar esas emociones, él mismo le había dado las herramientas para poder realizar ese tipo de trabajos sin dudarlo.
Quizá su convivencia con Gon le había hecho retroceder en ese aspecto, pero aun así, Killua no era del tipo de persona que se angustiaba por una decisión difícil, era un líder nato; lo más seguro era que estaba desviando la conversación a algo que le sonara vagamente coherente.
—Sabes Kil —se recargó en la mesa y abrió la palma de su mano para pedirle al albino que le diera la suya—, yo tengo idea de quién eres, sé cuáles son los límites mentales que tienes para hacer tu trabajo y sé que podrías negociar cosas muy peligrosas para ti, pero esto… —apretó los dedos del chico y tragó saliva—, esta es la peor mentira que me has dicho hasta ahora.
Esa expresión en el rostro de Illumi era una que raramente podía ver, pero que conocía y detestaba. Illumi estaba enojado, pero no era el enojo explosivo de cuando algo lo llevaba a la locura de las emociones, sino ese enojo silencioso que provenía de la decepción y la tristeza.
—Illu…
—Yo entiendo que estés molesto porque papá me pidió que te ocultara este asunto, pero no ha sido mi voluntad. Si por mí fuera, ya te hubiera dicho todo. No pienso arriesgar tu confianza en mí sólo por mis miedos personales.
Entendía ese lenguaje. Era ese método Zoldyck para negociar y tratar temas sin tratarlos ni negociarlos, y dolía mucho. Killua podía aceptar que Illumi le reclamara, que le pidiera e incluso exigiera cosas dado que era su novio y tenía derechos pero, que le hablara en ése estilo Zoldyck: evadiendo los temas, jugando con las emociones y manipular sus palabras; era una forma no sólo para reclamar, sino para marcar distancia entre ambos. En pocas palabras, era un «ahora mismo no hablaremos, estoy furioso».
—Illumi, no… —pero la tensión en su mano era una solicitud de que no continuara con lo que planeaba decir.
—Está bien. Entiendo.
—No. Ni está bien, y no entiendes. No me hagas esto Illumi… —pero ya no pretendía dejarse como antaño, cuando Illumi aplicaba esos juegos mentales y él se limitaba a lamentarse y llorar—. Sólo quiero pensar en un modo en que pueda decirlo sin que te enojes.
—Te está saliendo muy bien, ¿no?
Y ahí estaba el Illumi que recordaba, dramático y sensible, pero lo que no entendía era por qué se había salido de control por algo tan simple.
—No seas exagerado —rezongó, no iba a permitir que Illumi reaccionara así cuando él no consideraba estar haciendo algo malo—. No es que piense ocultarlo. Entiende. No quiero que intervengas a la primer provocación.
Suspiró. No quería ser controlador y sobreprotector, aunque realmente lo era. Podía soportar los celos, los desplantes de Killua y todas esas cosas que consideraba propias de su edad y lo complejo de la relación, pero las mentiras, el saber que no era capaz de decirle algo que podía ser relevante para ambos, le dolía. Había un mensaje implícito detrás que le daba a entender que no era digno de saber todo de él. Tenía la opción de hacerse el tonto y preguntar a su papá, fingir un autocontrol y darle espacio al albino para tomar sus decisiones, pero no quería eso, quería que Killua voluntariamente se abriera a él, lo hiciera parte de sus preocupaciones y su vida sin tener que hacer de detective cada que las cosas se ponían difíciles. No podía aceptar que el albino no pudiera ser sincero sin tener que dar rodeos y excusas antes de hablar. Aun le faltaba camino para aprender a tratar esos asuntos con Killua sin caer en sus viejas costumbres.
—Kil, que me ocultes esto realmente me molesta y me hace pensar que no me tienes confianza —optó por ser sincero y tratar de explicar lo que consideraba incorrecto, era lo más sano y cumplía su promesa de no ocultar nada a su hermano—. Yo puedo aceptar si me pides que te deje hacerte cargo, pero hacerme a un lado…
Illumi estaba siendo razonable en lo que le pedía, y veía en su expresión la decepción que le había provocado con su actitud, no quería lastimarlo otra vez con su falta de experiencia y mucho menos dejarle creer que no confiaba en él.
—Illumi…
—No, no tienes que decir nada. Sólo dame tiempo para asimilarlo…
No mentiría, le daba un poco de ternura verlo así, libre para expresar sus emociones, aun si fueran negativas. Killua valoraba que ese hombre estoico y reservado fuera tan abierto con él, pero esto comenzaba a dolerle más de lo que calculaba.
—¡No, Illumi, no fue mi…!
Justo cuando pensaba retractarse y confesar lo que realmente ocultaba la puerta sonó. Esta vez no era el clásico ruido de los mayordomos, que discretamente les llamaban con la intención de no molestar a sus amos, este era un golpe fuerte, firme, claramente no era cualquier persona la que llamaba la puerta.
Illumi se levantó, sin mirar a Killua quien deseaba captar su atención para que notara la tristeza en su rostro y tener un poco de tiempo para disculparse.
—Abuelo… —Illumi saludó, sin prestar atención a su novio.
—Tenemos una situación importante ocurriendo ahora mismo, necesitamos que ambos vengan conmigo.
Illumi miró fijamente a su abuelo, parecía realmente perturbado y captó que no era buen momento para ningún comentario que pudiera alterar su estado de ánimo, cualquier cosa podría ser tomado en mal modo.
Killua se levantó para ver a su abuelo y saludar, y al momento notó esa mirada vacía y furiosa. A diferencia del mayor, al mirar al albino su expresión se suavizó, conservaba esa ira de fondo, pero ya no era una amenaza.
—¿Papá está bien? ¿Ocurrió algo malo? —se animó a interactuar con su abuelo, no quería desperdiciar esa oportunidad para continuar calmándolo.
—Vengan. Es importante que nos reunamos —miró a Illumi, aunque esta vez menos agresivo—. ¿Le dijiste lo de Kalluto?
—No —contestó serio y directo—, respetaba la voluntad de Kalluto.
En cualquier otro momento esto hubiera resultado en una discusión entre ambos, pero Killua tenía tanta preocupación y culpa interna por su conversación pendiente que no asimiló las palabras dichas.
—Bien, vengan conmigo.
—¿Qué va a pasar con Joab?
—Irás con él cuando termine la reunión.
No obstante, eso último sí le afectó. Esperaba que al terminar la reunión hubiera oportunidad para continuar con la discusión, y ahora sentía que el hueco en su estómago incrementaba. No quería dejar que Illumi se fuera con ese sentimiento oscuro dentro, sin mencionar que incluso lo había dejado sexualmente insatisfecho.
Al ver que su abuelo y su amante salían del cuarto se apresuró a ir detrás de ellos. Miraba suplicante a Illumi, esperando captar su atención por unos segundos, pero estaba claro que Illumi aun no estaba de buen humor. Evitaba el contacto visual, estaba tenso y parecía ensimismado. Killua se mordió el labio inferior y se apresuró a tomar su mano, en un intento más obvio de atraer su mirada.
—Illumi —le llamó en voz suave, y logró obtener que esos ojos negros se fijaran en él—, ¿estás molesto?
Illumi se sintió desarmado, era imposible permanecer indignado con él por mucho tiempo, pero tuvo que apretar su corazón para no dejarse llevar. No podía concederle todo lo que deseaba todo el tiempo, por más amor que sintiera por él, o si no se sentiría pisoteado todo el tiempo, y tampoco quería eso para su relación.
—Hablaremos más tarde —trató de enfocarse en el camino, en mirar al frente hacia donde su abuelo los guiaba, pero Killua lo jalaba para que caminara más lento y dejaran una distancia más amplia con el anciano—, Kil…
—Es que no fue mi intención. Necesito que lo sepas.
—Y yo necesito que dejen sus tonterías para después —interrumpió Zeno—. No crean que fue divertido lo de esta mañana con Illumi llegando a cuarto como si yo no pudiera ver las marcas —camino hacia ellos, mirando con especial desprecio a sus manos tomadas, provocando que se soltaran—. Ahora, no me importa lo que tengan entre ustedes, van a seguirme y dejar sus tonterías para más tarde.
Killua no estaba bien para escuchar ese tipo de discursos. No quería que le dijeran que debía dejar esto para otro momento. Tenía necesidad de aliviar sus miedos, no quería soltar a Illumi así tan simple. Le dolía alargar innecesariamente una pelea que podía arreglarse con una conversación breve y evitar que Illumi se marchara con Joab y sus sentimientos expuestos, en un estado en el que ese hombre podía sacar ventaja.
—Sólo es un minuto —se atrevió a alegar, sin importar su explosión de furia.
—No, y cierra la boca ahora mismo —difícilmente Zeno le hablaba así, incluso intentó frenar su tono para que, a pesar de su molestia, no sonara tan severo.
—Por favor, abuelo… —sus ojos tristes, su nerviosismo, la forma en la que se aferraba a la manga de Illumi. En cualquier momento hubiera terminado de acceder a su petición, pero no quería darle eso, no cuando sabía lo que implicaba su relación. Era doloroso de ver, a pesar de que había prometido hacerse a un lado.
—No, he dicho. Hablarán después.
El que terminó por rendir su corazón, como era de esperar era Illumi, el cual levantó la mano para acariciar los cabellos del menor y se acercó a su oído para susurrar.
—Tranquilo, ya hablaremos después… —sutilmente colocó una mano sobre su espalda para empujarlo a seguir caminando— tenemos que atender esto primero.
—Pero Illumi, yo no quiero que pienses que yo…
—Ssh… —trató de ser discreto, no quería que su abuelo explotara, quizá con Killua podía aguantar, pero con él la historia era diferente— vamos, tenemos que irnos.
Sin embargo el albino no aguantó, detuvo sus pasos de golpe y miró a su amante con angustia, sabía que estaban por llegar a la habitación de su padre, y una vez dentro no podrían tratar ningún tema hasta la noche.
—Kil…
—Deja de ser un niño —su abuelo se dio la vuelta, la severidad en su mirada y su voz, dejaban en claro que no estaba dispuesto a darle más oportunidades—. Quieres que se te trate como un adulto, quieres tener una relación que, incluso si Illumi no fuera quien es, no lo aceptaría por la enorme diferencia de edades. Quieres que lo toleremos, pero no estás poniendo nada de tu parte para tomarte en serio, y de una vez te lo advierto: en cuanto Illumi quede libre de la entidad, ni siquiera sueñes con volverlo a ver.
—Hablas de madurez… —esta vez quien habló fue Illumi, había un aire de sarcasmo e ira en su expresión, las palabras de su abuelo habían sacado el lado más protector de Illumi, no iba a permitir que hicieran sentir inseguro a su amado frente a él— quizá deberías poner el ejemplo.
Zeno no dijo nada. Reconoció su error, se había descontrolado por un segundo y ahora se arrepentía. Pensó que tocaría más tarde ese tema con Killua, después de reflexionar en sus palabras. Se dio la vuelta y volvió a caminar, esta vez a un paso pausado para darles tiempo para alcanzarlo.
—Illumi, lo siento… —su voz se quebró, las palabras de su abuelo habían terminado por atravesar su corazón y justo en un momento tan vulnerable para él. Ahora sólo iba a darle vueltas a ese temor por perder a su hermano para siempre.
—Tranquilo, respira despacio —tomó su mano y la besó—, sólo estoy preocupado, pero no quiero pensar en eso ahora porque no podré estar sin ti por las próximas horas. Sólo quiero que esto pase rápido para estar contigo el resto de la noche.
Y dicho eso no soltó su mano, lo llevó así caminando tras su abuelo. Killua contuvo sus lágrimas, pero al menos sentía un alivio lo suficiente como para dejar de insistir en el tema. Apretó los dedos de Illumi entre los suyos, y sintió como el pulgar del mayor acariciaba el dorso de su mano con pequeños círculos, su corazón se aferraba al amor que Illumi le transmitía con tan pequeños gestos, a veces esto bastaba para hacerle sentir que había ganado el cielo.
Pocos segundos antes de entrar al cuarto, Illumi aprovechó la distracción para susurrar en su oído.
—Me muero por besarte.
Y así al fin Killua dejó de temer por perder el lazo y enviarlo expuesto a un hombre que buscaba cualquier ventaja para robar su corazón, que sólo le pertenecía a él. Se mordió el labio imaginando lo delicioso que sería reencontrarse esa noche, para devorar su boca y retorcerse entre sus brazos. Ahora mismo lo necesitaba como al mismo oxígeno. Estaba tan absorto en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que no había soltado la mano de su hermano al interior del cuarto de Silva, hasta que notó la expresión de asco en el rostro de su padre. Fue como si su sangre se helara, su padre no había disimulado su desprecio, mirando fijamente sus manos y luego desvió la mirada hacia su abuelo.
«Lo sabe —esta fue su confirmación—. Él sabe que Illumi y yo tenemos algo, ya no tengo duda, pero no puedo decirle a Illumi que lo sé o arruinaré sus planes. Maldita sea, debo ser precavido».
Soltó la mano de Illumi y dio un par de pasos al frente, para estar al nivel de su abuelo, quería al menos evitar la tentación de acercarse a Illumi frente a su padre, además de que ahora sería complicado disimular su atracción por él cuando había vivido un montaña de emociones justo unos momentos atrás. Claramente el movimiento desestabilizó a Illumi, el cual se le quedó mirando desde atrás, deseando que no fuera otro arranque de ira.
—¿Ya está enterado? —preguntó Silva al aire, esperando que Illumi o Zeno respondieran, realmente no tenía ganas de hablar nuevamente el tema de Kalluto, mucho menos con el menor sentado a su lado en un estado alterado.
Illumi negó con la cabeza. Silva suspiró, pensando en lo muy desagradable que era decirlo en voz alta. No podía juzgar a su hijo por ocultarlo por tanto tiempo si él mismo no quería ni mencionarlo.
—Papá, deja que Illumi se lo diga. Él es el más indicado —intervino Kalluto antes de que Silva se revolviera con sus propias palabras. Silva tan sólo asintió y todas las miradas se posaron sobre el hijo mayor.
Killua miró preocupado a Kalluto, pensaba que ahora sí comenzarían los castigos de su padre por haber descubierto la relación, podía jurar que era eso lo que vendría. Si Kalluto había dicho eso era porque conocía la naturaleza de la relación entre ambos, y eso implicaba que Illumi tendría que asumir el papel del mensajero de la desgracia.
—Illumi… —el albino lo llamó con su voz evidentemente preocupada.
—Kil, para decirte esto necesito que guardes la calma, sé que te vas a molestar y no te diré que está mal que lo hagas, pero es mejor para todos que no vayas a hacer algo problemático.
«Definitivamente es eso, papá nos separará —pensaba con temor, respiró lentamente y asintió».
—Si crees que tus emociones no están listas para contenerse, dímelo y quizá prefieras que use una aguja para relajar tu mente.
—¿Aguja? —se sobresaltó, hace tanto que Illumi no sugería nada de eso, normalmente Illumi le clavaba agujas sin su consentimiento, pero ahora se lo proponía y se sentía bien saber que era tomado en cuenta—, no, no te preocupes. Yo realmente creo poder con esto —por primer vez quiso demostrar no sólo a sí mismo, si no a todos en la habitación que él era capaz de contenerse a pesar de su necesidad de proteger a sus seres amados.
—No, será mejor que le pongas una aguja, lo viste en el pasillo, no va a poder con esto —Zeno intervino, recordaba la manera en que Killua había actuado como un niño mimado que no podía aceptar un no por respuesta.
—No, si Killua ya dijo que puede, no hay más que hacer —pero Illumi se mantuvo firme, iba a respetar su voluntad, después de todo, él era su prioridad.
—Mejor colócale la aguja, no quisiera que alterara más a Kalluto —insistió Silva.
Illumi miró a los ojos a su amado, buscando su instrucción en su rostro, y de inmediato comprendió su deseo. Le sonrió y asintió.
—Kil, escucha, no hace mucho papá, el abuelo y yo descubrimos, por boca de Kalluto que…
—¿No le pondrás la aguja? —interrumpió su padre.
—No la necesita, ya lo dijo y no necesito preguntarle dos veces.
Silva miró a su hijo, el albino parecía inquieto, pero dispuesto a seguir adelante.
—Sólo dilo, estoy listo —lo cierto es que seguía ansioso pensando que se trataba de algún castigo por ser descubiertos en su relación y sólo quería escuchar de una vez lo que les pasaría para poder defenderse.
Illumi asintió. No esperó a que su padre o alguien más interfiriera nuevamente en la conversación, lo soltaría sin mayor detalle.
—Kil, no hay forma sencilla para decir esto, pero Kalluto fue severamente abusado por los Iluminados cuando era pequeño, estamos evaluando la manera en que debemos actuar en consecuencia —frío, serio y directo, tal cual como era Illumi, no buscó otro modo para decirlo, aunque esto era algo que Killua realmente apreciaba de él.
Sin embargo la noticia le pegó duro, sus ojos se llenaron espanto, los recuerdos de Nimrod cruzaron por su mente, y tuvo el impulso de colocar una mano en su pecho, apretando con angustia. Casi podía jurar que el sufrimiento de su hermano estaba llegando a él.
—Kalluto… —se quedó en blanco, tenía tantas cosas qué decir, sobre todo preguntas. Tantas preguntas que le pesaban en la mente, pero no quería decir nada frente a su padre y su abuelo, mucho menos frente a Illumi.
—No, no quiero que hagan nada. No quería decirlo antes por lo mismo, y no quiero que hagan nada ahora —Kalluto parecía como si no estuviera afectado, ni siquiera actuaba como suponían que debía hacer alguien en su posición.
—Para tu mala suerte, tú no decides eso. Yo soy su padre y el jefe de esta familia, soy quien decide cómo responder en estos asuntos.
Kalluto cruzó mirada con Killua, no quería verlo llorar porque se quebraría él también y había hecho un esfuerzo sobrehumano para contenerse delante de todos como si la desgracia no le hubiera ocurrido a él.
«Ni se te ocurra llorar» le decía con su expresión corporal.
Killua captó con reproche el mensaje entre líneas.
«Como si yo fuera tan llorón», aunque sabía que sí, que realmente era más sensible de lo que jamás admitiría.
—Illumi —habló Killua con voz severa, estaba buscando enfocar su sufrimiento en la venganza, trasformarlo antes de fallarle a Kalluto en su petición silenciosa por no llorar—, ¿realmente existe algo que se pueda hacer?
—¡Tú sabes perfectamente que no se puede! —Kalluto se apresuró a frenar cualquier sugerencia.
—¡No lo sabes! ¡No le has preguntado!
—¡No hace falta, ya viste lo que ocurrió la vez que Illumi se involucró demasiado! ¡¿Quieres perderlo todo?!
—¡Cierren la boca, los dos! —Zeno terminó por frenarlos.
Kalluto estaba dando demasiado información que luego implicaría entrar a una conversación a la que todavía no debían llegar.
—Illumi, ¿crees que haya algo que se pueda hacer sin riesgos? Usualmente iríamos tras ellos así de sencillo, pero esto cambia si a quiénes vamos a someter son personas que ponen en riesgo… prácticamente todo, nuestras vidas, intereses, bienestar… Sabemos que ellos tienen cierto control sobre nosotros.
Hubo silencio. Illumi estaba repasando mentalmente los protocolos y las experiencias que había aprendido a través de los recuerdos de Nimrod.
—Lo primero que tendríamos que hacer es averiguar quiénes son los involucrados, y para lograrlo sólo se me ocurre una persona que puede darnos esas respuestas.
Esa parte sería difícil, Kikyo no iba a soltar esa información voluntariamente, y era resistente a la tortura, venenos y otras técnicas. Tendrían que buscar otros métodos que quizá no usarían en aliados, y hacer eso contra ella, podría ser tomado de mala manera si se sabía en la hermandad.
—¿Y si lo conseguimos?, ¿qué se podría hacer? —cuestionó Zeno, al menos él podía aplicar algunas de esas técnicas y no se tocaría el corazón hasta conseguir su objetivo.
—Si soy sincero, los juicios de ellos tienen otras formas de evaluar lo que consideran justicia, y lo ocurrido en este caso se considera una… transacción —pasó saliva, le desagrada bastante usar ese tipo de palabras para expresar lo ocurrido con su hermano.
—¿Ven? No hay nada…
—Pero tú… no hace mucho mataste a Geppetto, ¿no es así? —recordó Silva, nuevamente las miradas se posaron el Illumi.
—Mmm… eso fue un caso diferente.
—¿Geppetto? —preguntó Kalluto, el nombre le había sonado desde hace rato y al fin habían recordado a quién se referían—, ¿no era un anciano que cuidaba la cueva o algo así?
—Sí, ese mismo.
—¡Es el que me llevó a las aguas termales, él dio la orden! —Killua lucía sorprendido, y más al ver el aura sombría de Illumi cuando mencionó aquello— ¿l-lo mataste?
—Él se metió con algo muy valioso para mí, lo más sagrado en mi vida. Y al meterse con ello, cuando hay una orden en toda la hermandad de no tocarlo, se me dio la libertad de ejecutar la justicia por mi mano. No hubo transacción, no hubo permiso, no tenía derecho alguno.
—¿Algo muy valioso? —comentó Silva con tranquilidad, claramente sabía de qué se trataba, pero no se podía pronunciar—, ¿qué cosa?
—Killua —contestó sin dudarlo, no tenía motivo alguno para ocultar lo evidente, ni fingir inocencia. No haría pasar por más cargas a su amado.
—Entonces también deberías hacerte cargo de Podesta.
Killua dio un respingo y notó la confusión en Illumi, volvió a recordar todo el drama antes de llegar al cuarto, y supo que si no intervenía, se complicaría más esa conversación pendiente.
—De eso hablaré después con…
—¿Kalluto no es tan valioso? —interrumpió Zeno, consciente de que ese asunto sería algo complejo que traería más discusiones en la pareja, y justo en ese momento no tenían tiempo para escucharlos pelear.
—Por supuesto, pero el caso de Kil es diferente, él es un iniciado. Ha sido marcado por diversas razones dentro de la hermandad por lo que se considera intocable —por motivos obvios no iba a externar el tema, pero resultaba divertido que todos lo entendían y a la vez fingían que no—. Kalluto no sólo no es miembro y no tiene ese tipo de protección salvo la que se le otorga por ser mi hermano, pero no es suficiente. A ojos de la hermandad no se cometió un delito… en todo caso… —suspiró con fastidio— Si se probara que no hubo intercambio, sino fue una falta; aun así no acreditaría un castigo como la muerte dado que no se transgredió a un miembro de la hermandad. A lo mucho, se solicitaría un pago económico como compensación.
—¡Sobre mi cadáver! No quiero su asqueroso dinero.
—Entonces, ¿se te permitió asesinar a Geppetto porque se metió conmigo, pero no se te permitiría matar a los agresores de Kalluto sólo por no ser yo?
—Si se quiere ver así, sí. No estaría muy lejos de la realidad.
—Y sí…
—Ni siquiera se te ocurra —cortó Illumi, ya sabía lo que Killua propondría y no lo toleraría.
—¡No he dicho nada!
—Ni lo dirás. No lo aceptaré.
—¿Qué cosa? —preguntó Silva.
Era extraño ver que Illumi no necesitaba escuchar más detalles del albino, como si le hubiese leído la mente y hubiera prevenido que dijera su plan porque sería aprobado por todos, menos él.
—Nada, no es nada, papá.
—¡Déjame hablar, maldita sea! —Killua al fin explotó—, ¡él es mi humano menor, no voy a dejar que se salgan con la suya tan fácil!
—Yo tampoco…
—¡Déjalo hablar! Illumi, deja que seamos nosotros los que lo evaluemos.
Illumi torció la boca inconforme. Ya podía imaginar lo que diría, y eso le enfurecía, especialmente porque Killua sería bastante inteligente para proponerlo y recibir la bendición de todos para que ejecutara su plan, pero lo suficiente inocente para pensar las consecuencias.
—Es simple, son unos pervertidos, ¿no? Si los identificamos y me presento ante ellos, si de algún modo provoco que ellos intenten algo inapropiado conmigo, Illumi podría ganar el permiso para matarlos.
Era una idea descabellada. Requeriría una evaluación completa, aunque el simple planteamiento no les sonaba tan mal. Quizá habría unos que no caerían, pero si podían investigar bien sus debilidades, con el tiempo podrían conseguirlo.
—Illumi, sé honesto, ¿ese plan podría funcionar?
No quería responder. No con Killua ahí frente a él. Le había prometido que no le mentiría, que no le ocultaría cosas sin un motivo válido, pero exponerlo sería tan doloroso como ninguno de los presentes podía imaginar.
—¿Illumi? —el albino clavó su mirada en él, presionándolo a hablar.
—No importa si Killua los busca y los provoca, incluso si les pidiera voluntariamente que hicieran lo que quieran con él… ellos saben que no deben hacerlo o podrían meterse en problemas conmigo.
Era un sí esquivo y sufrido, pero una respuesta positiva a un plan con el que no concordaba. Killua tenía carta abierta para hacerlo, podía seducirlos tanto como quisiera y él no tendría consecuencias, sólo aquellos que le siguieran el juego.
—Pero no estoy de acuerdo con esto. No pienso aceptarlo.
—No estoy haciendo esto por gusto, es por Kalluto. No necesito tu permiso para defender a mi hermano menor.
Illumi parecía herido, tenía esa expresión que sólo Killua podía entender, pero quería omitir la posible discusión que eso atraería para más tarde. Él sólo quería vengar a su hermano, hacer justicia por su sufrimiento, y tampoco era como si pensara permitir que cruzaran la línea con él. En cambio Illumi pensaba que estaba colocando a Killua como un dulce para todos, si por él fuera, lo encerraría y no permitiría que nadie lo viera. La imagen mental de Killua conviviendo y sonriendo con esa gente, le irritaba a un grado que no creía que podría resistir su furia. Lo peor es que lo estaba excluyendo de la decisión nuevamente, no hubo una consulta ni planificación. Aunque sabía que después lo hablarían, y probablemente ahí podrían llegar a un acuerdo, no quería sentir que perdía el control frente a su padre.
—Entonces, ¿también matarás a Podesta? —retomó el padre de los chicos, justo ahora estaba intrigado por ver la respuesta y actitud de su hijo mayor—, es el que llegó en sustitución de Geppetto y también resultó muy interesado en Killua.
La imagen de Illumi sorprendido y furioso le desconcertó. Realmente su hijo se estaba esforzando por no hacer ni decir nada estúpido en esos momentos. Killua también le dejó sin palabras cuando vio su horror, especialmente la manera en que tomó la mano de Illumi y la apretó entre las suyas en un esfuerzo por tranquilizarlo. No se decían nada, Illumi evadía su mirada, y Killua parecía exigirle su atención.
—Será mejor que me vaya —dio un paso atrás, sutilmente deslizando su mano para que Killua le dejara ir—. Creo que ustedes ya tomaron la decisión de cómo tomarán venganza, y realmente no importa lo que yo opine al respecto.
—Cierto —continuó Silva, satisfecho por verlos pelear—. Será mejor que vayas con Joab. Él te está esperando.
Killua sintió que su estómago se revolvía. Esto era mil veces peor que lo de la mañana, el breve consuelo que había tenido le había durado tan poco, y para colmo no podía retener a Illumi frente a su padre.
—Illumi —susurró, sus ojos sólo podrían reflejar el tormento y la desesperación por no dejarle ir, no con Joab y menos en ésas condiciones.
—Hablaremos más tarde —contestó seco.
Pero él realmente se sentía perturbado, no quería verlo más porque no podría controlarse por mucho tiempo. Se rendiría ante su suplicio y aceptaría quedarse con él hasta verlo tranquilo. Se dio la vuelta y salió sin dudar en sus pasos. Killua empezó a respirar pesadamente, su corazón agonizaba, como si un cuchillo se clavara su espalda hasta llegar a través de él, y no pudo concentrarse más en esa reunión.
Esta semana grabé 2 canciones más para mi EP, es pura música inspirada en mis series favorita, especialmente en mis ships favoritas, porque así me encanta musicalizar mis fanfics, y estoy a nada de empezar a publicar uno de Jujutsu Kaisen que me tiene... no, no XD tengo problemas...
Prometo volver, y de preferencia, si quieren contactarme, háganlo con facebook, eso es más sencillo. loveoverxshimja/?locale=es_LA △
