Conversación en Persona: —Día de la Emergencia—
Conversación en Radio: —Día de la Emergencia—
Recuerdos: —Día de la Emergencia—
Narración: Día de la Emergencia
Halvo Bay
Una ciudad portuaria muy conocida por ser un destino turístico para ciudadanos tyranos mucho más ricos y por tener una fuerte influencia militar en ella, con numerosos centros militares y museos en la ciudad.
Sus océanos azules con enormes barcos cargueros pasan a diario, dejando suministros o transportándolos a otras ciudades.
Entre ellas están Ilima, una ciudad muy hermosa donde se encuentran bastantes escuelas prestigiosas; Montevado, una ciudad muy turística como Halvo, aunque la diferencia radica en que no tiene la misma presencia militar, sino que es más conocida por sus atractivos edificios y lugares de comercio; y, por supuesto, Jacinto.
La ciudad más bella que la COG posee y el centro industrial más grande que existe actualmente, pero esta no es su capital, ese puesto lo tiene Ephyra.
Ver los grandes cargamentos siendo descargados es asfixiante, porque moverlos es un dolor de huevos, es lento y aburrido; pero ese es mi trabajo.
El reflejo del mar se une con mi ojo azul mientras la gran máquina que estoy usando para mover los enormes contenedores se detiene al soltar la última carga del barco de transporte, haciéndome soltar un suspiro de alivio.
—¡COULTHARD, MUEVE TU CULO, ES HORA DE COMER!— me gritaba mi jefe desde abajo, para luego hacer que la alarma de descanso retumbara en todo el puerto, haciendo que todo movimiento se detuviera.
—¡COPIADO, DAME UN MOMENTO!— digo mientras apago la gran grúa y desciendo rápidamente por las escaleras de mano, ya que me moría de hambre.
Al tocar el suelo, me quito el casco de seguridad para secarme el sudor que pasa por mi cabellera. Algo curioso es que la ropa de trabajo era de color café, bastante similar al de mi cabello, aunque el uniforme daba bastante calor al utilizarlo, aún más en estos días veraniegos. Junto con el equipo de seguridad, era un agobio.
Me quito el chaleco amarillo, similar a mi segundo ojo, un "problema" con mi genética que me volvió heterocromático, pero que jamás me ha molestado en realidad.
Mientras pasaba, veía que bajaban del barco desde donde sacamos la carga los mineros de Imulsion. La simple vista me hizo desconcentrarme e ingresar en mis recuerdos.
Una explosión conmocionó a la gente alrededor del centro de excavación. Mi memoria mostraba a una chica frente a mí, con cabello oscuro, inconsciente. Esa explosión nos afectó, ya que la onda expansiva nos empujó dentro de una cabaña de capataz donde estábamos jugando, mientras yo solo me desorientaba, ensuciando mi cabello café con polvo gris. Con la fuerza que me quedaba, intenté cargarla fuera del lugar.
—¡MICHAEL!— una voz lejana gritó mi nombre intentando llamar mi atención.
—¡MICHAEL!— mi compañero de trabajo, Travis, me gritó en la cara, sacándome del trance y retirando la mirada de los mineros que se alejaban.
—¿Todo bien, hermano?— sus ojos negros, con una pizca de preocupación, me veían intentando leer en los míos lo que me pasaba.
—Sí... sí estoy bien, solo me quedé pensando en algo— le respondí dándole una palmada en su espalda para seguir mi camino a los casilleros y tomar la comida que traje de casa.
Imulsion, un líquido natural, luminiscente, dorado, altamente volátil y de baja viscosidad, se refina comúnmente como combustible.
Aunque tenemos petróleo, este se está reduciendo, por lo que cuando se buscó una alternativa, apareció la Imulsion. Esta se está extrayendo más fácilmente en masa y se puede refinar con más facilidad y rapidez.
Esta facilidad de extracción marcó el inicio de una nueva era conocida como la Fiebre del Oro, con el proceso de Masa Ligera siendo la mejor opción para mantener la sustentabilidad energética activa.
Esto causó el inicio de las Guerras del Péndulo por el control de este nuevo combustible hace más de 78 años.
La Guerra del Péndulo es hasta el día de hoy un conflicto global entre la COG y la UIR. La Coalición de Gobiernos Ordenados y la Unión de Repúblicas Independientes, una masacre a escala mundial solo por este combustible, una guerra en la que jamás quise ser parte.
Así que me dieron 3 opciones.
Número Uno: Inscribirme como soldado para la COG.
Número Dos: Unirme al servicio de trabajo para suministrar cualquier cosa necesaria; comida, agua, armas y municiones para el ejército.
Número Tres: Ser fusilado por traición.
Obviamente, al no querer morir por disparos enemigos o aliados, elegí ser trabajador. Dan buena paga y un lugar para vivir. Anteriormente, hasta cierto punto, era un nómada.
Pero no por mala gestión de dinero o por un pobre sistema de viviendas, sino porque estaba buscando a alguien...
—Michael, ¿te diriges a la cafetería?— otro compañero, James, me dice colocándose a mi lado e intentando seguir mi paso.
—Sí, solo iré por mi comida— respondo con amabilidad al chico, que es 6 años menor que yo, teniendo actualmente 30 años.
—Para nada viejo, compraste mi comida hace 3 días, toca regresártelo— no me dio opción de responder, llevándome directamente al punto favorito de todos, la cafetería.
Cuando llegamos, vimos que la comida del día era puerco asado con papas, mucho mejor a diferencia de lo que traje. James tomó una bandeja para cada uno y nos dirigimos a donde nos darían la comida, siendo el menor quien pagó por ambos.
Le agradezco la comida a mi camarada y nos sentamos con Travis en una mesa metálica cuadrada para ver en una pequeña televisión las últimas noticias.
—Aquí Rosette Garuk, informando que la Coalición de Gobiernos Ordenados ha anunciado, de manera letal, su nueva arma de destrucción conocida como el Martillo del Alba, sobre una ciudad perteneciente a la UIR. Aquí las imágenes— la reportera mostró unas imágenes desde un helicóptero.
Mostrando cómo un enorme rayo rojo caía sobre un edificio que, según la descripción de la noticia, pertenecía al grupo de los Gorasnaya, haciendo que este se derrumbara y matara a todos los que estaban dentro.
—Dios mío...— susurró James al ver los escombros de lo que antes era un edificio.
—El recuento de bajas todavía está en revisión, pero este no ha sido el único ataque con esta nueva arma.
—Con este nuevo peligro, la COG envió un mensaje al congreso de la UIR de rendirse para evitar más altercados y terminar con esta masacre. Esta fue Rosette Garuk, volvemos al estudio— la toma cambió a otra persona, pero fue ignorada por la conmoción en la habitación donde estábamos.
—¡¿Eso significa que nos podemos ir?!
—¡¿Podemos volver a casa?!
—¡¿No nos obligarán a trabajar aquí?!
Las cuestiones se expandían entre todos los presentes, como el fuego; duraron un par de minutos, pero se detuvieron con la llegada del jefe, que silenció todo ruido, ya que no se veía de buen humor.
—Ramírez, Coulthard, Marx, los quiero en mi oficina. AHORA— levantó la voz el hombre corpulento que tenemos como jefe, para luego regresar por donde vino, donde me imagino se dirige a su oficina.
—Estamos jodidos— decía Travis, tomando su cabeza en sus manos, irritado al pensar que nos van a despedir, aunque no sería sorpresa, llevamos 2 meses con este cambio de personal. Muchos despidos por "falta de presupuesto".
¡HA! Presupuesto mis pelotas.
—No nos queda otra opción, chicos, es hora— exclamo ya resignado, tomando la bandeja de comida vacía para dejarla en su lugar e ir a cumplir mi destino.
—¡ESPERA!— decía alterado James, levantándose torpemente de su asiento, casi cayéndose al suelo y corriendo para seguirme, con Travis detrás de él.
Cuando salimos, el día se veía más nublado y fresco. No ves todos los días en Halvo Bay un clima similar a este; el calor abunda por aquí. Nos acercamos a la cabaña del jefe donde, al entrar, se encontraba viendo unos papeles con sus lentes puestos.
—Bien, están aquí. Diré esto claro, no puedo mantenerlos aquí, por lo que tengo que despedirlos— saber el motivo por el que te llaman amortigua el impacto, pero no significa que no lo sientas.
—Pero... tengo otros puestos, entre ellos necesitamos mineros de Imulsion— al escucharlo, se me congeló la sangre.
—No suena tan mal, acepto— decía Travis sin dudar. Su estado económico lo obligaba a aceptar el trabajo, no importa cuál.
—Yo... yo entraré a estudiar, señor. Creo que ya es hora— decía James lo más serio posible, pero el nerviosismo se notaba a leguas.
—No te preocupes, Marx, me alegra que quieras ser alguien en la vida. Ramírez, te quedas para firmar los papeles de transferencia. Sin embargo, tú, Coulthard, ¿cuál es tu decisión?— preguntaba mi ahora ex jefe sobre mi decisión.
—Buscaré en otro lado, señor, sin dudarlo un segundo— respondí secamente.
—¿Se puede saber él por...
—Mi padre FUE minero, un accidente lo mató. En este momento no comparto la misma necesidad de morir y mi mejor excusa es que no estoy hecho para ese tipo de trabajo— dije interrumpiéndolo, ya que mientras más rápido le respondiera, más rápido me iría.
—Sabes perfectamente que no hay muchos trabajos en Halvo Bay que busquen empleados, ¿no es así? Tienes el físico de un luchador, hijo, lo podrías hacer con las manos en la espalda— me preguntó como diciendo que lo pensara de nuevo.
Tal vez tenga cuerpo musculoso, digno de un soldado de la COG por toda la carga pesada que realicé durante todos estos años.
Lo formé con sudor, sufrimiento y sangre; aun así, no quiero tirar todo ese esfuerzo por un idiota que no sabe cómo funciona la electricidad y nos estalle a todos.
—Lo sé muy bien, señor, pero por ahora tengo otros planes que prefiero empezar a hacer, y son personales antes de que pregunte— le respondí poniéndome de pie para darle la mano a mi ex jefe.
—En ese caso no puedo obligarte, al menos ya no. Fuiste un buen trabajador, espero que encuentres lo que buscas— decía, poniendo en mi mano un fajo de billetes, que era el dinero de estos últimos 2 meses.
—Yo también espero encontrarlo, señor, gracias— dije para salir de la oficina sin despedirme de los chicos. Jamás fui bueno para eso.
Llego al casillero para tomar mis cosas e irme. En lo que saco todas mis pertenencias, veo la foto de dos niños abrazados colocada en la puerta metálica.
La miro unos momentos antes de tomarla y volverme a perder en mis memorias.
—Estoy contigo ahora, princesa... No me separaré de ti, saldremos de esta... juntos— dice mi yo pasado a la misma chica un poco mayor, terminando mi oración al tomar su delicado rostro con una de mis manos, aun teniendo lágrimas en sus ojos azulados que observaban fijamente los míos.
—¿Lo prometes?— su voz quebrada causó que la volviera a abrazar fuerte contra mi pecho, manteniendo el silencio en la sala.
—Lo prometo.
