Capítulo III: El destino de una rosa

Lo observaba mover su mano con agilidad mientras resolvía el complicado problema con una facilidad y velocidad sobrehumana. Que fastidio. Con tanto número en la pizarra ya hasta empezaba a ver borroso, ni siquiera el redondo trasero del atractivo profesor ayudaba para dejar de ser seducida por los brazos de Morfeo.

Cerró los ojos. Si no quería dormirse debía pensar en algo. Recorrió al profesor de pies a cabeza. Y ¿Qué mejor que en su estrategia de conquista?

–Si ya está pensando en dormir, entonces ya debe conocer la respuesta, ¿verdad, señorita Kocho?

Inmediatamente borró su sonrisa y concentró su mirar en los profundos ojos azules de Tomioka que, por cierto, estaban clavados en su persona.

–¿Kocho?

Volvió a la realidad apartando su vista del rostro de su maestro para concentrarla en la pizarra que tenía escrito el problema. ¿Qué eran esas variables y símbolos? No los reconocía.

–Por favor, si quiere dormir, espere al descanso, señorita. –Pidió a manera que regresaba a seguir explicando el ejercicio que estaba seguro ninguno de sus estudiantes iba a poder contestar.

Mientras tanto, a Shinobu se le estaba haciendo costumbre pasar bochornos en las clases de matemáticas con las risitas de sus compañeras amargadas. Bueno, era mejor tenerlo para ella solita todos los viernes en la noche. Seguramente las brujas esas se pondrían verdes de la envidia si supieran.

Con ese pensamiento suspiró, haciendo creer que estaba poniendo atención. A decir verdad, Tomioka se había comportado como todo un caballero, no mencionó palabra acerca de la falta de atención que le prestaban sus padres ni se aprovechó de la situación para hacerse el galán frente a ella.

Esa noche habían hablado de temas triviales, en los que sentía orgullosa de desplegar todo su conocimiento de mujer y hacerle ver que era mucho más que una niña rica, caprichosa y malcriada.

Y como era capaz de poner a cualquier hombre a sus pies, el plan tendría que ejecutarse con guante de seda. Pero era más simple de lo que parecía a primera vista.

Como el muy ingenuo había creído que la pobre Kocho nadaba para no estar sola, tendría la oportunidad de salir con él todos los viernes en la noche. Primero, simples conversaciones. Luego en agradecimiento, lo llevaría a comer un helado. Ahí mostraría su lado más dulce y él terminaría enamorado como un loco de ella.

El plan era infalible. Después de todo, un maestro no podía dejar a una alumna caminar sola a casa a altas horas de la noche y aunque, detesta tener que verse débil e indefensa delante de las personas, valdría la pena verse así con tal de estar un rato con ese delirio de largos cabellos negros.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que apenas se dio cuenta que habían tocado el timbre

–No olviden su tarea, jóvenes. –Indicó luego de revisar su reloj. –Hasta mañana. –Se despidió de ellos.

Shinobu, por su parte, no pudo apartar la vista de él. Aunque tenía que admitir que ¿quién en su sano juicio dejaría de verlo? Era inevitable. Ése era un hombre de verdad y estaba a su disposición. No como los babosos de sus compañeros, que únicamente se concentraban en ver entre el cuello y los muslos de una mujer.

–Se me quedó mi libro.

Señaló Tomioka para sí mismo. Fue a buscarlo y sintió que alguien lo estaba mirando con insistencia, volteándose ligeramente. Era habitual que las chicas se quedaran observándolo como un pedazo de carne. Sin embargo, fueron un par de ojos púrpura los que llamaron su atención.

Esos ojos ardían como si el fuego lo tuviese guardado en las entrañas. Una expresión indescifrable que le provocó frío en el mismísimo espinazo.

¿Estaba seguro de que tenía diecisiete años? ¡Qué contacto visual!

Era Kocho, la diva del instituto que reclama por atención y afecto por parte de sus padres. La misma chica que es pecaminosamente parecida a su difunta mujer. Le sonrió de medio lado conforme asentía la cabeza en señal de despedida. No tenía elección.

Una mujer rebelde y llena de pasión que le recordaba a sí mismo en sus tiempos mozos en el cuerpo de una inocente chica que le recordaba a su difunta esposa.

Una sonrisa devuelta con otra casi fingida.

¿Qué hacer? Porque algo le provocaba. Esa chica no le era indiferente en lo absoluto.

De eso podía estar seguro


Las piernas ya no le daban para más, a pesar de que acostumbraba a practicar básquetbol frecuentemente. Llevaba veinte cuadras corriendo como si se le fuera la vida en ello, había dejado atrás a un par de conductores que lo habían maldecido por haberse pasado el semáforo en rojo. Eso ya no tenía importancia, como tampoco la ropa interior que traía puesta al revés o los calcetines de distinto color.

–Mierda. –Alcanzó a decir entre la agitación que le producía el haber tenido que correr a tanta velocidad.

No se veía a ningún alumno entrando al instituto, ¿y cómo iba a haberlo? Si ya llevaba como cuarenta minutos de atraso. Era obvio que había perdido la primera hora.

–Maldición. –Era la decimosexta vez en lo que iba de la mañana que insultaba a la vida por lo ocurrido esta mañana.

No era para menos, normalmente se levantaba a las seis y cuarto para llegar tranquilamente a la escuela. Cuando se demoraba cinco minutos más de lo habitual, Nezuko siempre lo llamaba o escribía para despertarlo. Sin embargo, esta mañana no lo había hecho y apenas ahora cayó en cuenta de aquello.

¿Por qué Nezuko no lo había despertado ese día?

–Al parecer todo en orden. –Escuchó que canturreaba una voz deteniendo su sigiloso andar a su aula y escondiéndose en uno de los pilares de los pasillos. –No hay ningún impuntual.

–Si supieras vieja bruja.

Musitó divertido el rubio Agatsuma, sin contar que la peliazul tenía oído agudo y al parecer había escuchado su murmullo porque volteó a todas las direcciones en busca del intruso.

Mejor no se reía más o sería tentar a la suerte. Ya había sido una gran hazaña entrar sin ser detectado, de no ser más cuidadoso lo descubría la inspectora Kanzaki. Con sigilo, emprendió su caminar en dirección a su aula, ahora el dilema radicaba en: ¿Entrar o no entrar?

Por un lado, sabía que la primera hora era matemáticas y que Tomioka fuera su profesor era algo problemático. Si le dejaba entrar lo más seguro era que lo sermonearía delante de todo el grupo dejándolo en ridículo, y por otro si no entraba, la bruja de Kanzaki no perdonaría su descomunal atraso y lo suspendería.

El timbre sonó indicando el cambio de hora y para su mala suerte visualizó hebras de cabello azul doblando a la esquina por el pasillo, directo a su curso.

–¡Agatsuma!

Todo era demasiado bueno para ser cierto. Con la general Kanzaki, era imposible llegar hasta la puerta de su salón de clases sin ser detectado

–¿Qué hace fuera del salón?

–Yo…

–Zenitsu. –Una conocida voz a sus espaldas lo llamó tranquilo haciendo que volteara para encontrarse a un sorprendido Tomioka parado tras él.

–¿Qué hizo el alumno Zenitsu, profesor Tomioka? –Inquirió con voz severa la inspectora, analizando al menor delante de él. –¿Será acaso que no entró a su hora de clases?

"No le digo perra porque hasta los perros pueden ser más adorables que ella". Pensó maldiciendo por decimoséptima vez en el día. Observó a la susodicha sonreír altaneramente, seguro festejando con antelación que podrá dejar de verlo un par de días.

–¿Por qué no iba a entrar? –Habló un calmado Giyuu, sorprendiendo a los dos presentes a la par que tomaba un cuaderno que Zenitsu llevaba en las manos. –Muchas gracias por traerme los apuntes Agatsuma. –Se dirigió a su alumno y agradeció colocando su mano sobre sus cabellos. –Lo que pasó señorita Kanzaki fue que, envié a Agatsuma por mí libreta al salón de maestros, donde la dejé olvidada. Como ya restaban cinco minutos de la hora de clase no vi ningún inconveniente en enviarlo.

Ni si quiera le tembló la voz, menos una gota de sudor en sus manos o en su rostro. Estaba jodidamente tranquilo a pesar de estar enfrentando a la mujer de hierro del instituto que, con la explicación que le había dado, se había quedado bien servida. Dio una última mirando, observando a su "víctima" favorita. Al ver un maletín, sus ojos brillaron intensamente. Ni la ayuda celestial salvaría de ésta a Agatsuma.

–¿Me podría decir entonces cuál es la razón por la que trae su maleta? ¿Acaso pensaba fugarse luego de la primera hora? –Cuestionó sagaz, segura de su victoria.

–Porque…

–La dejó en mi casa. –Nuevamente Giyuu habló antes que él. –Como sabrá, Zenitsu ha tenido problemas con entregar los trabajos de mi clase y fue a visitarme ayer para darle asesorías y olvidó su maleta. Por lo que me vi obligado a traérsela hoy, sus cuadernos están en su pupitre. –Señaló dentro del aula. –Aquí, -Aplastó la maleta con la palma de su mano. –no hay más que un cuaderno.

No era mentira. Esta mañana se había levantado a las ocho y media. No se había echado algo al estómago y ya parecía que se daría el lujo de armar sus útiles como niña. Además, que siempre en su maleta llevaba un solo cuaderno.

–¿Me permite ver la lista de asistencia? –Aoi le exigió el papel con el ceño fruncido para luego extender la mano. Le entregó la lista con rapidez y procedió a leerlo rápidamente. –¿Solo una ausencia?

–Así es. –Contestó el profesor de manera neutra y segura.

–De acuerdo. –Estaba molesta. Odiaba no salirse con la suya, pero por esta vez se tendría que ir con la cola entre las piernas. –Pero la advertencia no está de más, recuerde que no se aceptan atrasos, señor Agatsuma. –Soltó mirando al menor. –Ni tampoco se solapa la haraganería de los estudiantes, profesor Tomioka. –Hizo énfasis en el último par de palabras, recordándole al profesor vestido de negro su lugar en la escuela.

La peliazul, sintiéndose derrotada, regresó a sus guardias. Maldito niño con santos en la corte. Necesitaba urgentemente a alguien a quien castigar.

–Eso estuvo cerca. –Tomioka suspiró aliviado. –No vuelvas a enredarte con las sábanas, no habrá una segunda vez. –Le reprimió.

Zenitsu aún no salía de su asombro. Quiso decir algo, pero las palabras quedaron atoradas en su garganta antes que pudiera decirlas. ¿Acaso pasó lo que acaba de pasar? ¿Alguien pudo engañar a la inspectora Kanzaki? Eso era algo tan… irreal.

Nada de mal para ser un profesor novato.

–Giyuu… –A pesar del tiempo que había pasado lejos de ellos, aun sentía la confianza de llamarlo por su nombre.

No pudo decir lo que quería ya que el profesor desapareció de su vista casi de inmediato. Genial, ahora quedaría como un mal agradecido. Aunque tampoco es como si le importara la opinión que tuviera Giyuu sobre él. No desde que decidió abandonarlos.

Dejando a un lado sus pensamientos, decidió entrar a su salón.

–Buenas noches, su majestad.

Una voz estridente cerca de sus oídos lo sobresaltó. Naturalmente tenía que ser la chillona de Mitsuri que lo saludaba junto con Shinobu.

–Tan dulce como siempre, señorita perfecta. –Le devolvió el saludo con sarcasmo, para después ver a Shinobu que parecía estar en otro mundo. – ¿Shinobu? –La llamó para ver si la devolvía a la realidad.

–Ah, Zenitsu, eres tú. –La joven de ojos color púrpura parecía recién salir de su espacio idóneo y se encontró con la mirada de su amigo. –¿Qué pasa?

–¿Qué más? Te saludo, tontita. –Contestó el aludido con simpleza.

–¿No nos saludamos en la entrada? –Preguntó confundida.

–No, apenas llegué. –Informó lo obvio. –Me alegra que mis queridas amigas estén al pendiente de mí. –Pretendió sonar ofendido mientras giraba su cabeza esperando encontrar a Tanjiro.

Sin embargo, el puesto junto al suyo estaba vacío. Tanjiro no estaba.

–Lo lamento Zenitsu, tengo la cabeza en otro lugar. –O, mejor dicho, en otra persona. Pensó con picardía.

–Sí, se nota. –Se dirigió a su lugar conforme saludaba a todos los demás con sonrisas o palmadas.

Sin embargo, al llegar al pupitre de su mejor amigo, lo observó detenidamente para confirmar su ausencia. Efectivamente había faltado a la escuela.

Eso era extraño, primero Nezuko no le llama y luego Tanjiro no es del tipo de alumnos que prefería quedarse a dormir un poco más en lugar de ir a la escuela, por muy lunes que sea. Lo mejor sería preguntarle a Nezuko en el almuerzo.

–Profesor en clase. –Escuchó como anunció uno de sus compañeros, haciendo que volviera de sus divagaciones y se sentara, mirando al frente.


–¿Almorzamos, chicas? –Preguntó Zenitsu, sorprendiendo a Shinobu y a Mitsuri, las mismas que se encontraban recogiendo sus cosas para salir al descanso.

–Eso sonó muy gay, Zenitsu. –Se burló Mitsuri.

–Tal vez. –Lo meditó un momento. –Por suerte tengo una larga lista de chicas que pueden testificar lo contrario.

–Qué vulgar eres, Agatsuma. –Le reprendió Shinobu. –A nadie le interesa tus intimidades, así que modérate.

–Ya, no me regañes. –Pidió encarecidamente. –He tenido un pésimo día para tener que soportar también tus quejas. –Bufó frustrado. –Todavía me duele la cabeza por el golpe del profesor Himejima.

–Te lo mereces por dormirte en clases. –Se burló Shinobu.

La situación iba más allá del golpe que había recibido en clase de Cívica. En literatura, no tuvo quien le dijese en qué acto de Romeo y Julieta se encontraban, por lo que había sido regañado delante de toda la clase. Pero el profesor de biología no fue tan condescendiente con él, puesto que al descubrirlo mirando por la ventana sin prestar atención a su clase sobre genética y reproducción, lo acusó injustamente de tener pensamientos pervertidos.

Su reputación de "solo tener la cara de angelito" muchas veces lo perjudicaba.

Claro que nada de eso hubiera pasado si Tanjiro hubiese asistido hoy, porque alguien lo habría despertado en cívica, le hubiera dicho en qué acto iban en la puta obra de Shakespeare y le hubiese avisado que el mendigo profesor de biología le estaba mirando, haciendo el tonto en su clase.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos al ver que ya habían llegado al salón de Nezuko del cual Kanao iba saliendo.

–Kanao. –Llamó Shinobu a su hermana. –Vamos a almorzar, ¿dónde está Nezuko?

–Hola a todos. –Saludó Kanao a todos con una leve sonrisa. –Nezuko no se presentó hoy.

–¿Por qué no vino hoy? –Interrogó Mitsuri conforme caminaba con sus amigos hacia la cafetería.

–No lo sé, no me mencionó nada ayer. –Contestó Kanao buscando con disimulo a Tanjiro.

–Por si te lo preguntas, tampoco vino Tanjiro. –Habló al ver que su hermana lo buscaba. Kanao se avergonzó un poco al ser descubierta.

Y para rematar su pésimo día, no tenía a quién contarle su aventura de cómo había llegado a la escuela sin que la bruja de Kanzaki se hubiese dado cuenta. Seguramente Nezuko se hubiera reído mucho y sería el objeto de su burla por haber tenido que ser salvado por el mismo Giyuu.

Las otras chicas se aburrían con ese tipo de banalidades, aunque a él le gustase comentar ese tipo de anécdotas, sentía que la gente se conectaba mejor de esa manera y no a través del sexo casual, y eso era porque le gustaba estar con Nezuko.

Que pensamientos más cursis, si se los comentara a alguien seguro le decían que Nezuko era indispensable en su vida y no lo era. Seguro la acidez en el estómago era su gastritis que le pasaba factura por haberse saltado el desayuno.

–Qué extraño que ambos no hayan venido, ¿sabes algo Zenitsu? –Mitsuri interrogó a su amigo conforme caminaban.

–¿Por qué debería de saberlo? –Contestó con una pregunta. –¿Acaso dormí con ella?

Por un instante mantuvo su serio semblante, sin poder contener las sonoras carcajadas que no tardaron en salir de su garganta. Tenía a tres lindas chicas con una mente sucia.

–Deberían verse las caras. –Se burló de los ojos bien abiertos de sus amigas. –Como si eso fuera posible. Les entrarán moscas si no cierran sus boquitas.

–No sería una sorpresa. –Interrumpió Shinobu. –Ni tampoco algo extraño.

–¿Qué? –Estaba sorprendido.

–Hubo una época en la que creíamos que ya había pasado, ¿verdad? –Se dirigió Mitsuri a Shinobu, la cual asintió. –Fue cuando empezó a hablar esa chica que se retiró. ¿Carolina?

–Catalina. –Corrigió la pelimorada.

–¿Qué dijo ella? –Zenitsu apenas podía seguir el hilo de la conversación.

–¿Quién? –Preguntó Kanroji.

¿Cómo era?

–Carolina. –Contestó no muy convencido.

–Catalina. –Nuevamente rectificó Shinobu. –Es increíble que no recuerdes el nombre de las personas con las cuales te acuestas.

–Entiende Shinobu, son muchas. –Por un momento olvidó el tema. –Pero eso no importa. –Lo corrigió rápidamente. –¿Qué dijo Catalina?

Por más que le decían su nombre no recordaba nada de ella, ni su cuerpo o rostro. ¿Por qué sería?

–Dijo que te habías acostado con Nezuko y por eso la habías botado. –Respondió Mitsuri con simpleza, recordando como la rubia había tratado de esparcir ese rumor en vano puesto que nadie le creía.

Aunque al principio se especulaba sobre una relación entre ellos, fue muy poco el tiempo que necesitaron para demostrar que únicamente eran amigos. Aunque el idiota de Ayaki todavía insistía a veces con sus "suspicacias" que le provocaban llorar de la risa.

–¡¿Nezuko y yo?! –Gritó aterrado. –Eso sería incesto. Nezuko es una hermana para mí, además de que Tanjiro no dudaría en matarme. –Contestó rápidamente. –No sentimos nada más que cariño fraternal el uno por el otro.

Nuevamente las miradas incrédulas de sus amigas lo tomaron por sorpresa, hasta Kanao ya lo miraba así. ¿Qué? Era verdad.

–Si tú lo dices. –Canturrearon Shinobu y Mitsuri al unísono dejando aún más desconcertado al rubio.

–Zenitsu es muy inocente en ciertas cosas, ¿no crees? –Preguntó Mitsuri susurrando a Shinobu. –O muy idiota.

Una vez que dejó de reírse por su propio comentario fijó sus verdes ojos al frente, para encontrar a cierto chico que caminaba con su comida en manos y en dirección contraria a la suya. Se acordó de hablar con Iguro del proyecto.

Por un momento lo había olvidado, pero ahora que lo recordaba, no esperó a decirle su idea para el proyecto. Tenía que demostrarle que era una genio, por ende, iría en ese preciso instante.

–Creo más en lo segundo. –Se rio Shinobu volteando a ver a su amiga la cual estaba cambiando de dirección. –¿Dónde vas Mitsuri?

–En un momento vuelvo. –Anunció la aludida. –Sigan sin mí. –Apremió a sus amigos conforme desaparecía entre el tumulto de personas.

No podía confesarles nada sobre el concurso hasta que se hiciese oficial en todo el distrito que, para colmos, tendría que trabajar con su rival y némesis: Obanai Iguro. Además, no les diría que conversaría con el señor número uno porque suficiente era soportar su agrio carácter como para también aguantarse las bromas de sus amiguitos. No, muchas gracias.

–Ni modo, vamos. –Zenitsu encaminó a las hermanas a la cafetería.

En tanto, Shinobu observaba con detenida atención a su amiga. Le sorprendía la actitud de ella, especialmente esa sonrisa llena de misterio que se había formado en su rostro en medio de su plática.

–¿Piensan lo mismo que yo? –Cuestionó Shinobu a ambos.

Mitsuri era como un libro abierto para sus amigos, no había que tener su cerebro para deducir que algo se traía entre manos.

–Ya nos lo dirá después. –Confirmó Zenitsu a su amiga.

Los tres sabían que Mitsuri no podía guardarse nada para sí sola por mucho tiempo.


No había empezado la "batalla" y ya estaba sudando a mares. Secó su frente molesta por esa reacción y con Iguro por ser tan escurridizo.

–¡Iguro! –Llamaba tratando de encontrar a su rival desesperadamente. ¿Cómo puede alguien desaparecer así nada más? –¡Igu...!

–P-Por favor, su-superior Iguro, ¡a-acep-acepte mis s-sentimientos!

Se calló luego de escuchar esa espontánea y atropellada declaración a su rival por parte de una alumna de primer curso.

–No. –Contestó Obanai parco y sin paciencia. –Discúlpame. –Era cortés a pesar de la frialdad en sus palabras.

–Por favor, deme una oportunidad. –Exclamó la chica. –Soy la primera de mi clase, haríamos una excelente pareja y…

–¿La primera de la clase? –Preguntó levantando una ceja, pretendiendo importancia. Los ojos de la chica brillaron esperanzados. –Si fueras la primera de tu clase, podrías llegar fácilmente a la conclusión de que una persona como yo, que soy el primero del instituto y formo parte de los cinco mejores alumnos del país, nunca perdería su tiempo con alguien que no esté a la altura de mis expectativas. Así que, con tu permiso, tengo cosas más importantes que hacer que estar perdiendo mi tiempo contigo.

Cruel. No había otro nombre para la forma como trató a la pobre estudiante. ¿Acaso se creía el centro del planeta? Dirigió su verde mirar a la pobre desgraciada. Estaba apenas de pie, las rodillas le temblaban y por sus ojos salían gruesas lágrimas. No era fea, al contrario. Bajita, menuda, tenía un muy bonito cabello negro y lacio que contrastaba con su pálida piel. Y unos grandes ojos azules que ya quisiera ella tener.

Era guapa, muy guapa. Seguro y más de un chico estaba detrás de su falda. ¿Por qué la rechazaba Iguro? ¿Cuáles eran sus "expectativas"? ¿Tener hijos por úteros del alquiler? Porque juraría que ni siquiera había visto una revista porno en su vida.

–Pero… –La chica quiso hacer un último intento.

Pobre ilusa.

–Te lo dije, no tengo tiempo que perder con tan poca cosa como…

Mitsuri apretaba sus puños, no podía quedarse a mirar nada más.

–¡Detén tu lengua, Iguro! –Intervino justo antes que diera la estocada final al corazón de esa pobre niña. –Esa no es manera de tratar a una dama.

–Superior Kanroji… –Como pudo, la menor masculló su nombre entre las lágrimas y vergüenza.

–Ve a tu clase, linda. –Le pidió la joven de cabellera rosa con una voz condescendiente, mientras le pasaba un pañuelo para que se secara sus lágrimas. –No gastes tu tiempo con éste. –Dijo señalando al pelinegro. –Apuesto que juega para el otro equipo. –Le susurró guiñándole un ojo. –Y tú. –Se giró a su rival, cambiando completamente de tono. –Qué poca educación mostraste hace unos momentos, así no se trata a una mujer.

–Lo mismo digo, espiar no es algo propio de una dama. –Ni siquiera se inmutó por la referencia de Mitsuri a su educación. –¿Qué quieres Kanroji? –Preguntó fastidiado.

–Yo… –Aún estaba indignada por la escena que presencio. –Quería hablar contigo…

–Eso es obvio. –Bufó interrumpiéndola. –¿Qué quieres? –Repitió sin ganas de seguir ahí.

–Del proyecto.

–Espera. –La atajó. –¿Me seguiste porque se te ocurrió algo para el proyecto?

–No, solamente lo usé como excusa para declararme yo también y te rieras en mi cara… ¡Pues lógico que es del proyecto, idiota! ¿O el ordenador te robó las neuronas que te hizo pensar que quiero algo más contigo?

–¡Faltan ocho meses! ¡Ocho! –Exclamó molesto. –¿No pudiste esperar a la salida o cuando entráramos al salón? –Él contestó sin darle la oportunidad a ella. –No, tuviste que seguirme y quedarte parada espiando lo que hacía.

–Mientras terminemos más rápido, menos tiempo tendremos que compartir el mismo aire. –Obanai asintió para sus interiores. Kanroji no era su persona favorita. –En todo caso, acabo de salvar la vida de esa pobre niña. –Espetó con eso que se llamaba "solidaridad femenina". –Creo que, si no hubiese interferido, habrías hecho que saltara por la ventana delante de ti y ni siquiera te hubiera importado. –Exclamó eufórica. –Estoy segura de que ahora tendrá que ver a un psicólogo para que le ayude a recuperar sus sueños e ilusiones.

–¿Tiendes a exagerar todo lo que haces, ves o escuchas? –Cuestionó consternado. –Como estuviste espiando sabrás que la rechacé inmediatamente, ella insistió y solamente le hice ver los motivos por los cuales no puedo estar con ella.

–¿Por qué te consideras un ser todopoderoso?

–A ti no te debería importar como me considere ni a quien creo lo suficientemente apta para estar conmigo.

–No, no me importa tu vida, debe ser de lo más aburrida. –Confirmó levemente ruborizada por el coraje que le provocaba la veracidad de sus palabras. –Solo que son las personas que tienes a tu alrededor las que me preocupan. Actúas igual que un robot, y aunque ellos tengan una inteligencia mejor que la de los mortales, se hicieron para servirnos. Quién sabe, tal vez y algún día el robot Obanai Iguro termine besándome los pies.

Extraordinaria. No en vano era la que le daba batalla a Iguro en cuanto a inteligencia.

–En tus sueños. –Le contestó de lo más relajado. –La Todai todavía no está tan decadente como para preferir a las segundonas resentidas como tú.

Contaría hasta mil, hasta un millón si fuese necesario. No le podía responder nada más, aunque tuviese que desafiar a su propia naturaleza y tuviese la repuesta en los labios, ya había hablado demasiado. Debía controlarse un poco pues dependía de ese imbécil para ganar su beca.

–Sólo vine a darte mi idea para el proyecto, déjame hablar y podrás correr a seguir destruyendo los sueños y esperanzas de las personas.

–Habla. –Prácticamente ordenó Obanai.

–Vine a proponerte desarrollar un nuevo sistema operativo.

Propuso sin ponerle adornos a su idea, recuperando su entusiasmo característico. Esperaba que el rostro de Iguro se sorprendiera, que sus pupilas se dilataran y su boca se abriera ante la sorpresa. Pero nada.

–¿Sólo eso?

–Es complicado Iguro, tendremos que auto educarnos en el tema, solicitar ayuda teórica y mucho trabajo…

¿Acaso tenía idea siquiera de que tan complejo era desarrollar un sistema operativo funcional y hasta incluso comerciable? Porque su rostro era de petulancia total que daban ganas de sacársela a puñetazos.

–Si quisieras auto educarte en el tema y hacer algo complicado, hazlo tú. Yo no necesito aprender lo básico.

Lo pensó por un momento, cambiando su semblante notoriamente. Debía admitir que esperaba que Kanroji le dijera algo un poco más retador, al menos para él. Por lo que él le explicaría por única vez en lo que quedaba de año escolar qué era algo verdaderamente competitivo.

–Por mi parte, quiero desarrollar un nuevo buscador de internet, ya sabes, algo como Google, pero con mejor eficacia, velocidad y variedad. –Expuso con simpleza. –Eso se me hace más propio de un proyecto que vaya a llevar el sello Iguro. –No podía dejar de lado su arrogancia.

Un buscador más eficaz que Google. ¡¿Acaso se había vuelto loco?!

–Por tu expresión asumo que es mucho para ti. –Retó con simpleza. –No te preocupes Kanroji, no me molestaría hacer el proyecto solo y poner tu nombre al final. Nada más tienes que pedirlo.

¡Eso jamás!

–Entonces, está decidido Iguro. –Ella también tenía su orgullo.

–Los martes y jueves estoy libre. –Indicó Obanai.

–Sí, dos días a la semana. No quiero ser la homicida de tus neuronas por sobre cargarlas. –Ahora le tocó burlarse a Mitsuri.

–Bien, me parece. –Tendría que mover unas cuantas actividades, pero no iba a dejar todo en manos de una chica tan tonta como ella. –A partir de la próxima semana.

–Hecho. –Ella también tenía que reestructurar horarios. Sin embargo, no podía dejar ir la oportunidad de molestar a Iguro.

–No hay nada más de que hablar. –Señaló cortante el mejor alumno del instituto. –Prepárate. –Aconsejó. –Odio tener trato con incompetentes, cómo pudiste haber notado.

Mitsuri pudo explotar con las palabras de Iguro, pero su intención fue obstaculizada por una media sonrisa que le entregó el joven. Por lo que se vio obligada a verlo marchar sin decir una palabra.

Detestaba a Iguro, siempre se burlaba de ella, a pesar de ser quien le seguía en promedio y conducta. Además, no tenía paciencia, era muy malhumorado y enojón. Nada más había que ver como la trató cuando llegó para interrumpir que siguiera destrozando a esa chica. También lo odiaba por callarla y por tener mejores ideas que ella.

Admitía que delante de la propuesta del genio, su idea parecía haber sido propuesta por un niño de primaria, sin contar que después de eso, cambió totalmente su actitud. Bueno, no tanto, pero al menos no tiraba tantas ironías y era el tipo de persona que aportaba ideas con tal de ganar el premio y no se conformaba con menos.

Aunque lo odie, debe admitir que puede llegar a ser muy útil. Con esa idea, podía tener garantizado el premio y su beca.

Y esa sonrisa al final… hizo latir su corazón un poco más rápido de lo normal.

–¡Odio a Sasabe! –Oyó como una chica que pasaba por sus espaldas le decía a otra.

–Recuerda que del odio al amor solo hay un paso. Terminarás siendo su novia. –Le recordaba la otra chica.

¿Del odio al amor solo hay un paso? ¿Novia de Iguro?

Mitsuri puso su mano sobre su pecho y no pudo contener la risa que le causaba la sola mención de la idea.

Tonterías…


La cafetería estaba igual de concurrida que siempre. Risas, por un lado, gritos por otro y ocasionalmente hasta un par de llantos solían escucharse.

Shinobu suspiró resignada, la vida del instituto tenía sus altos y bajos. Había veces en que las noticias y revelaciones no paraban por meses, una tras otra; sin embargo, había otras veces en que nada pasaba y todo era aburrido. Al ser los primeros días de clases, las cosas que se oían no eran relevantes, a excepción de los babeos constantes por el profesor de matemáticas, quejas sobre la inspectora Kanzaki y cómo no podría faltar, su repentino rompimiento con Douma.

¿Acaso nadie tenía una vida propia? ¿Por qué todo tenía que girar en torno a los demás?

Shinobu se volvió con fastidio a su mesa, por fin se habían sentado luego de la larga fila que habían hecho por culpa del espagueti que la cafetería ofrecía aquel día. Regresó su vista a Zenitsu, el cual estaba revolviendo sus fideos con desdén, mientras Kanao comía con tranquilidad.

–¿No te morías de hambre? –Preguntó Shinobu.

–Y la tengo. –Contestó el aludido. –Es sólo que, está algo extraño, ¿no crees? –Ahora él interrogó a su amiga, la misma que procedió a probar su plato.

–No tiene ingredientes de la más alta calidad, pero, a pesar de eso es aceptable.

El rubio se encogió de hombros y siguió comiendo bajo la inquisidora mirada de su amiga que al mismo tiempo veía a Kanao.

–¿Qué? –Preguntó Zenitsu.

–¿En serio no saben por qué Nezuko y Tanjiro faltaron hoy? –Shinobu contestó con otra pregunta.

–A mí ninguno de los dos me avisó. –Contestó Kanao bebiendo de su jugo.

–Que no. –Era molesto que estén dos veces con lo mismo. –Aunque, no te niego que nos gustaría saber, ¿verdad Kanao? –Expresó con sinceridad mientras Kanao asentía. –Digo, necesito culparlos por las atrocidades que me han pasado hoy.

–Cobarde. –Lo molestó Kocho.

–Además, necesito la ayuda de Nezuko en algo. –Comentó con fastidio.

–Llámala. –Le aconsejó Shinobu ya cansada de las complicaciones del rubio.

–¿No crees que eso se me ocurrió antes? –Cuestionó incrédulo y no esperó a que ella contestase. –Recuerda que hoy se me hizo tarde, tengo un calcetín verde y uno rojo, no desayuné y tampoco tomé mi celular por el apuro.

–Idiota, pon la alarma del celular o por último que te despierte tu mamá. –Se burló Shinobu mientras revolvía su bolsa de mano.

–Gracias, lo recordaré. –Espetó con ironía.

–Deberías agradecer por tener una buena amiga como yo que te dará de su saldo para que le hables a Nezuko. –Muy sonriente sacó su celular con forro morado y se lo extendió a su amigo. –Por ahí preguntas por Tanjiro que Kanao se muere de ganas por saber él. –Dijo eso ultimo guiñándole un ojo a su hermana la cual casi se ahogaba con su jugo.

–Lo haré. –Zenitsu tomó el celular y llamó.

–Hola. –Una raposa voz contestó la otra línea. –¿Qué pasa Shinobu?

–¿Nezuko? –Preguntó extrañado el rubio.

La chica, del otro lado del teléfono, se quedó sin palabras. Quizá era producto de la fiebre y el dolor de cabeza que la estaban haciendo delirar y pensar que Zenitsu hablaba por el número de su amiga.

–Nezuko, ¿estás bien?

No cabía duda, era su ángel de cabellos dorados. Una sonrisa tímida se asomó por su rostro, estaba preocupado por ella, ése era uno de los pocos privilegios que tenía sobre las "chicas" del rubio, en que a él le interesaba saber algo más de ella que lo que había debajo del brasier.

–Sí. –La joven seguía confundida, eso no ayudaba a su fuerte jaqueca. – ¿Zenitsu?

–¿Por qué no vinieron hoy? –Indagó con un tacto que no tenía, pero tenía que hacer el intento por su amiga. –¿Cómo te sientes? No te escucho bien.

–No. Tengo un terrible resfriado y mi hermano se quedó a cuidarme. –Explicó rápido antes de empezar a toser.

–¿Desde cuándo? –El rubio sabía que su amiga era propensa a las gripes y resfriados, además que le daban con más fuerza que a las personas normales.

–Ayer por la tarde. –Contestó ella. –¿Pasó algo Zenitsu?

–No, todo ha estado tranquilo. –Mintió a Nezuko y pudo ver como Shinobu reía. –Como sea, ¿crees que estarás bien para el viernes por la noche?

–Eso espero. –Contestó al mismo tiempo que sorbía su nariz. –¿Por?

–Te necesito. –Dijo con simpleza sin saber que el corazón de Nezuko latía a mil por hora. –Mi mamá se enteró de que Giyuu regresó y lo invitó a cenar. Ya te imaginarás para qué. –Explicó en tono serio. –Entonces, ¿vendrás?

–Sabes que eso no se pregunta…

Aceptó un poco desilusionada. El hecho que Zenitsu le dijera que la necesitaba un viernes por la noche le había emocionado, como siempre. Pero lo supo disimular muy bien, sobre todo cuando comprobó que era solamente para una cena como esa.

–Ahora descansa que te necesito repuesta el viernes. –Le ordenó en broma. –Por cierto, ¿está ahí Tanjiro? Quiero…

–¡Zenitsu! –Se escuchó como este le había arrebatado el teléfono a su hermana.

–¡Tanjirooo! –Gritó Zenitsu. –¿Por qué no avisaste que no vendrías? ¡¿Sabes por todo lo que tuve que pasar sin ti?! ¡Los profesores estaban a punto de fusilarme! –Le reclamó a su amigo casi lloriqueando.

¿Otra vez te quedaste dormido en clase? ¡Te he dicho que tienes que controlar eso, no puedes depender siempre de mí o Nezuko! –Regañó el pelirrojo a su amigo. –¡Además, ¿cómo quieres que te avise si ni el teléfono eres capaz de contestar?! –Fue en eso momento donde Zenitsu recordó que había olvidado su teléfono en casa. –¡Y sabes muy bien qué...!

–¡Toma! –El rubio le pasó rápidamente el teléfono a Kanao. Fue lo primero que se lo ocurrió ya que no se sentía de humor para escuchar los regaños de su amigo. –Te habla Tanjiro.

Kanao por su parte tomó el teléfono a la fuerza, ni siquiera le dio tiempo de reaccionar… ¿En serio Tanjiro quería hablar con ella? ¿Qué se supone que dirá? Pues sea lo que sea, tendría que contestar ya.

–¿Ho-hola…? –Habló un poco nerviosa.

¡Y otra cosa es que...! –Tanjiro se calló abruptamente al escuchar la tímida voz de Kanao, ¿fue capaz de no dejarlo terminar de hablar? Ya después le reclamaría, no podía ignorar a su amiga. –Hola Kanao, ¿cómo va todo? –La saludó ya más tranquilo.

–¡Bien! –Se apresuró a decir ya más tranquila. Si habían quedado como amigos tenía que actuar normal. –Sólo que estábamos preocupados por su ausencia, ya sabes…

Lo sé. Como habrás escuchado Nezuko volvió a enfermar, pero estará mejor dentro de poco, solo necesita descansar, así que no te preocupes… ¿Quieres que te la pase?

–No, no es necesario… Solo te pido por favor que le mandes saludos de parte de todos y que la cuides mucho. –Y también que te cuides tú. Pensó.

De acuerdo, yo se lo digo y te prometo cuidarla para que regrese y ya no te sientas sola. –Le afirmó. –Me gustaría seguir hablando contigo, pero tengo que darle su medicamento a Nezuko… Cuídate mucho, ¡nos vemos mañana! –Colgó.

–Adiós... –Susurró separando el celular de su oído. Fue corto, pero le animo haberlo escuchado.

–Pero ¿qué fue eso Kanao? –Le reprochó Zenitsu a su amiga. –Un "adiós, mi amor" no hubiera estado de más. –Le dijo en forma de burla.

–¡Zenitsu! –Se quejó mirando de mala gana su amigo. Estaba sonrojada hasta la raíz del cabello.

Para su mala suerte sus amigos no la dejarían de molestar hasta que les confesara que en realidad Tanjiro ya la había rechazado, pero no se sentía segura de decirles sin que las ganas de llorar la invadieran. Por el momento era mejor dejarlo así.

Por otra parte, Shinobu ignoraba la discusión que estaban teniendo su hermana y Zenitsu. ¿Había escuchado bien hace unos momentos? Zenitsu acababa de invitar a Nezuko a una cena en la que asistiría su querido capricho. Eso era bueno; no, más que bueno, era demasiado perfecto para ser verdad. Un viernes por la noche, podrían incluso ir juntos a la cena. Lo pensó un momento cayendo en cuenta de la situación.

¿Lo malo? Ella no estaba invitada y, como toda una dama, no podía llegar sin invitación ni tampoco pedirla, eso iría en contra de las reglas. Pero tampoco significaba que se quedaría con las ganas, pues ella tenía sus métodos y no podía dejar todo a manos del destino.

A toda costa tenía que conseguirlo. Fijó sus ojos sobre Zenitsu el cual no dejaba de molestar a Kanao, al punto de hacerlo sentirlo incómodo.

–¿Qué? –Detuvo sus bromas con Kanao al sentir la penetrante mirada de Shinobu que iba acompañada de una malévola sonrisa. Las mujeres pueden llegar a asustar si se lo proponían.

–¿Una cena? –Ya había pensado en la forma de lograr su cometido. –Una hermosa cena romántica, qué lindo. –Canturreó con aires soñadores.

–Sí es una cena, pero no tiene nada de romántica. –Repuso Zenitsu inmediatamente. –Escuchaste lo que le dije, mi madre invitó a Giyuu a cenar y yo invité a Nezuko.

–Pero siempre invitas sólo a Nezuko, ya ni a Tanjiro. –Empezó a jugar con un mechón de su cabello como quien no quiere la cosa. –¿Será acaso que ahora la presentarás a tu mamá como tu novia oficial? ¿Cuándo nos pedirás permiso a nosotras para que andes con nuestra amiga?

–¡Por supuesto que no es mi novia!

Protestó el rubio con un leve sonrojo. Shinobu encontraba hasta dulce ese detalle, su amigo podía ser tan tierno en ocasiones, lástima que no tuviera una cámara en mano.

–¿Por supuesto que no qué? –Una recién llegada Mitsuri se sentó junto a Shinobu con su bandeja en las manos.

–Nada. –Kocho se adelantó al rubio. –Simplemente que Zenitsu va a tener una cena romántica con Nezuko el viernes por la noche.

–¡¿En serio?! –Como era de esperarse Mitsuri chilló.

–¡No!

Exclamó velozmente el rubio. Si Mitsuri se enteraba de las conjeturas de Shinobu, su lengua no pararía hasta la próxima era del hielo.

–Pero Zenitsu, no es necesario negarlo. –Replicó Shinobu. –Si quieres estar a solas con la pequeña Nezuko no molestaremos, necesitan privacidad.

–Es una cena en mi casa, con mi mamá, con Giyuu y ustedes. –No pudo evitar sonreír de medio lado al creer que había vencido a su amiga en su propio juego. –Las estaremos esperando, no falten.

–Vivo en el piso de abajo, no faltaría, aunque fuera el fin del mundo. –Señaló Mitsuri con energía. –Gracias, Zenitsu.

–Sí, gracias Zenitsu. Kanao y yo estaremos ahí. –Shinobu imitó el gesto de su amigo ladeando una sonrisa oculta entre sus manos, agregándole un poco de coquetería a su gesto.

Las cosas habían salido tal y como esperaba. Ella siempre conseguía lo que quería.

–Aunque no sé si Tanjiro quiera ir. Tratándose de Giyuu… –Zenitsu pensó en voz alta atrayendo la atención de Shinobu. Eso le hizo recordar algo que llevaba preguntándose desde que inicio el curso.

–Por cierto, Zenitsu. –Lo llamó atrayendo su atención. –¿Por qué pareciera que ustedes ya conocen al profesor Tomioka? –Cuestionó refiriéndose a Zenitsu, Tanjiro y Nezuko. –Incluso lo llaman por su nombre como si nada.

–Es cierto, ¿qué ocultan ustedes tres? –Ahora fue Mitsuri quien preguntó.

Incluso Kanao había puesto atención a la conversación. De pronto le dio curiosidad de saber sobre su relación con el profesor de matemáticas.

–No ocultamos nada, después de todo ustedes no han preguntado nada hasta ahora. –Aclaró llevando un pedazo de pan a su boca antes de relatar un poco de su pasado. –Como ya sabrán, nosotros tres conocemos a Inosuke desde que éramos niños. Él solía cuidarnos como un hermano mayor.

–Es un milagro que hayan podido permanecer con vida hasta ahora. –Bromeó Shinobu sabiendo lo descuidado que solía ser el profesor de gimnasia.

–El punto es que Inosuke y Giyuu son mejores amigos de toda la vida. –Vio a sus amigas que tenían una expresión de parecer entender todo. –Fue por él que conocimos a Giyuu.

Hubo un momento de silencio.

–¿Y ya? –Preguntó Mitsuri. –Eso no explica por qué se muestran tan cortantes con él.

Zenitsu tomó una bocanada de aire antes de continuar.

–Nos involucramos tanto con él que llegamos a verlo como nuestro hermano mayor. Fue especialmente Tanjiro quién tuvo más apego a él. Yo era más apegado a Inosuke, por eso mi gusto por el baloncesto.

–¿Y luego qué sucedió? –Ahora fue el turno de Kanao para preguntar. Eso explicaba por qué vio a Tanjiro tan afligido el primer día de clases.

–La verdad es que a esa edad no entendíamos muchas cosas. Solo sabíamos que tenía algunos problemas familiares y… De un día para otro se fue sin siquiera tomarse la molestia de despedirse de forma adecuada. –Una mirada triste se hizo presente en él cuando recordó como todos lloraron cuando se enteraron de su partida. –Y eso no es todo.

Al verlo tan concentrado contando su historia, ninguna de sus amigas quiso interrumpir. Zenitsu interpretó su silencio como una señal para continuar.

–Por cosas del destino resulta que mi mamá es la mejor amiga de Tsutako, la hermana mayor de Giyuu. Sin embargo, como les mencioné antes, él tenía problemas familiares y la relación que tenía con su hermana no era precisamente la mejor.

–Entonces la cena del viernes… –Shinobu pudo predecir por donde iba el asunto.

–Sí. –Afirmó el rubio adivinando a lo que se refería su amiga. –Esa cena es básicamente para que ambos se reencuentren.

Shinobu mordió su labio disimuladamente. Ahora se sentía una imprudente por querer sacar provecho de una reunión familiar. Incluso empezaba a cuestionarse si debiera de ir o no.

–Si ese es el caso, entonces ¿no hay ningún problema con que nosotras vayamos? Pienso que sería un poco imprudente… –Intervino Kanao como si hubiera leído la mente de su hermana.

–Para nada. –La atajó Zenitsu. –No creo que sea para tanto. Todo ese problema pasó hace años y ahora Giyuu es un adulto. Ustedes ayudarán a que todo sea menos aburrido. –Y no mentía. Al menos tendría a sus amigos cerca para distraerse un poco.

–Prometemos comportarnos. –Afirmó Shinobu con una de sus características sonrisas. Por lo menos ya conocía un poco más del pasado de Giyuu.

Ahora no podía esperar que sea viernes, para cenar con su apuesto profesor.


La semana había pasado volando. Y como buen viernes que era, las carreteras estaban colapsadas, sin mencionar el calor que empezaba a hacerse cada vez más intenso, presagiando que este día primaveral sería peor que uno veraniego. La columna de coches se movía milimétricamente causando desesperación para las personas dentro de los mismos.

Y era algo que estaba a punto de volver loco a Inosuke. La paciencia no era una de sus virtudes.

–¿Es en serio? –Preguntó la peliazul sin tener la más mínima intención de querer calmarse. Estaba a punto de estrangular a su colega. –Creí que dijiste que estaríamos ahí pronto si salíamos antes de la escuela.

–Faltaban diez minutos para la salida normal. –Le recordó Inosuke. –Porque alguien decidió dejar hecho todos sus pendientes para el lunes a pesar de tener todo el fin de semana para hacerlo.

–Tenía que hacerlo para tener el fin de semana libre. –Explicó la inspectora Kanzaki.

–¿Para verte con un amante?

Insinuó pícaro el profesor Hashibira, a pesar de saber que la respuesta sería una absoluta negación. Nadie en su sano juicio saldría con una fea y amargada solterona como ella. Si no hubiera sido por la necesidad, no la habría invitado al estadio ni en mil años.

–Por supuesto que no. –Bramó molesta.

–¿Entonces? Tenías el fin de semana libre para hacer tus pendientes. –Espetó. –Solo las niñas de escuela hacen todo el viernes para poder jugar el fin de semana. –Explicó. –¿No has escuchado el dicho: "no hagas hoy lo que puedes hacer mañana"?

–Creo que más bien en tu caso sería: "no hagas hoy lo que tampoco vas a hacer mañana". –Corrigió a su acompañante.

–¿Cómo sabes que no hago las cosas?

–Porque nunca me entregas tu papeleo, ni los informes cuando los solicito, Hashibira. Siempre tengo que esperar tres o cuatro días después. –Masculló enojada, recordando que siempre estaba atrasada por culpa de él. –Pero no nos desviemos del tema, ¿cuándo crees que saldremos de este embotellamiento?

–Créeme cuando te digo que estoy igual de desesperado que tú por que eso ocurra. –Indicó resignado, luego de tocar la bocina del auto sin resultados. – ¡Demonios!

–Sabía que no debí haber aceptado tú propuesta. –Se quejaba por lo bajo Aoi.

–No sé qué tanto haces en tu "preciado tiempo libre". Con ese genio, no habrá nadie quien te aguante todo el fin de semana. –Inosuke comentó convencido de sus palabras y por el retrovisor captó a la mueca de disgusto que formaba el rostro de su compañera.

–Tú qué sabes, Hashibira. –Refutó de vuelta. –Además, lógicamente nunca me buscaría a un tipo como tú para fraternizar o… –Se detuvo al momento que se percató de que Inosuke inclinaba el asiento para atrás y sin prestarle atención siquiera, empezaba a quitarse la camisa azul que llevaba. –¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! –Preguntó exaltada.

–Cambiándome. –Contestó el aludido con simpleza luego de sacar su cabeza de la camiseta. –¿No es obvio? –Preguntó señalando su torso descubierto.

–S…sí. –Tartamudeó regresando a ver en todas las direcciones posibles. – ¿Pero acaso no te das cuenta de que estamos en plena vía pública?

Cuestionó horrorizada viendo a través de los orificios de los dedos el bien trabajado torso, y el formado abdomen de Inosuke, no en vano era profesor de gimnasia. Su sonrojo era mayúsculo.

–¿En serio es eso y no otra cosa? –Preguntó pícaro, acercándose a ella. –¿O es que te pone nerviosa mi cuerpo? ¿eh?

–E-En lo absoluto, exhibicionista de cuarta. –Soltó perturbada por la acusación.

–¿Segura? –Preguntó insinuante

Aoi observó de cerca a Inosuke, que aún no se colocaba la camiseta, y lo estudió detalladamente. Pudo apreciar como su labio inferior era fuertemente mordido. Estaba claro, se burlaba de ella y que estaba disfrutando de su nerviosismo.

–Idiota.

Y como si fueran palabras mágicas. La columna comenzó a ceder y luego de un par de maniobras algo suicidas, cabe recalcar, Hashibira logró estacionar el vehículo exitosamente.

–Está bien por mí que tú y todas las demás personas piensen que nunca tendré un esposo, algo que por cierto no necesito. Pero no es motivo ni para que te burles de mí o para que intentes asesinarme. –Se quejó molesta, muy molesta, mientras salía del auto.

–Aoi… –Inosuke salió del coche aún desnudo de la cintura para arriba. Reconoce que tal vez, se le pasó la mano en el coche al decirle tales cosas, al burlarse de su, desde su punto de vista, inevitable futuro como solterona.

–Señorita Kanzaki. –Corrigió inmediatamente dándole cara. –Y por favor, vístase. –Pidió con actitud estoica e impasible.

El joven profesor obedeció como si fuera otro más de sus estudiantes del colegio. Procedió a colocarse su camiseta roja oficial de los Kawasaki Brave Thunders para luego alcanzar a su compañera de trabajo.

–Gracias. –Fue lo único que musitó la profesora.

–De nada.

–Aunque no sé qué debería de agradecer. Es la mínima norma de educación.

Caminaron un poco, hasta llegar a las extensas colas para entrar al partido. Era increíble la afluencia de gente que había ya en la tarde, siendo que el partido empezaría en la noche. Viéndolo así, la única manera de llegar a tiempo al partido hubiese sido acampando la noche anterior.

Inosuke regresó a ver a su acompañante, iba callada y seria. Siempre tenía la cara de enojada, pero ya estaba acostumbrado a oír sus continuas quejas hasta por la paz mundial o porque no tenía motivos para gruñir. Debería tener la paciencia de un santo, de lo contrario, se le olvidaría que era una mujer. Era insufrible, no pasaba su carácter ni con vaselina.

–Tenemos los boletos, ¿verdad? –Fue más una afirmación que una pregunta por parte de la peliazul. –Deberíamos de poder hacer la fila para entrar.

–Si, claro. –¿Iba a pasar quién sabe cuántas horas junto a una Aoi más amargada de lo normal? Moriría. La miró por el rabillo del ojo. ¿Qué tan raros se verían?

Ella, con su vestido negro que le llegaba a las pantorrillas y por dentro un suéter azul que casi le cubría las manos. Su cabello mal recogido y su rostro algo grasoso por la temperatura del día y sin un ápice de maquillaje. ¿Quién iba a así a un partido de baloncesto? Cualquiera le diría que quedaban meses para la fiesta de Halloween.

Él, por su parte, con sus cómodos jeans y la camiseta del equipo de su pasión. No es que a Hashibira le molestaran las apariencias excesivamente y como hombre que era nunca había se había fijado en eso. Claro que tampoco había salido con alguien que se arregle menos que él.

–Mi boleto. –Pidió la joven extendiendo la mano para recibir el pedazo de papel, sin siquiera voltear a verlo.

–Espera un momento. –Exclamó el profesor de gimnasia empezando a desaparecer entre la multitud. Ya se le había ocurrido algo para hacer la paz.

–Hashibira… –Apenas pudo decir su nombre, pero el joven ya había desaparecido. ¿Dónde iría?

Pasaron pocos minutos cuando pudo divisar al profesor caminando sonriente entre la multitud. Parecía un niño al cual le habían obsequiado un dulce.

–Ten. –Dijo Inosuke extendiéndole la bolsa que traía en sus manos. –Ábrela. –No podía evitar ensanchar su sonrisa conforme la mujer abría la funda de papel. –No te culpo si caes enamorada de mi inmediatamente, sería algo muy normal.

–Oh…

Fue lo único que exclamó Aoi mientras admiraba y sostenía entre sus manos la hermosa remera blanca de su equipo, los Alvark. Por esta vez ignoraría sus comentarios inmaduros de su atolondrado colega.

–¿"Oh"? –El joven estaba indignado. –¿Sabes cuantos se rieron de mí por tener una camiseta de los Kawasaki y comprar otra de los Alvark? ¡Casi me linchan! –Relató sorprendido. –Y lo único que tú dices es "Oh".

–Es que, ya tengo ropa. –Explicó la muchacha mirando sus prendas.

–¡Pues sácate ese feo suéter y ponte la camiseta! –Dijo como si fuera obvio ganándose una mirada muy asesina por parte de la peliazul. –No es que me llame la atención tu cuerpo, así como a ti el mío. –Vio que Aoi pretendía protestar, pero se adelantó calmándose. –Póntela encima, así tapas de paso el anticuado vestido.

–Deja de burlarte de mi ropa. –Ordenó.

–Ni mi abuela se viste así. –Contestó Inosuke. –Vámonos. –Apremió aún molesto porque ella parecía no conformarse con nada.

–Gracias… –Murmuró bajito.

El joven la miró por el rabillo del ojo y sólo asintió a su agradecimiento.

–Te sienta bien. –O por lo menos tapaba sus feas prendas.

Entregaron los boletos y se dirigieron a buscar lugares.

–Por aquí. –Ambos dijeron al unísono, pero señalando diferentes direcciones. Ella señalaba la barra blanca y él la roja.

Se regresaron a ver y sus ojos lanzaron chispas.

Y eso que apenas habían llegado al estadio. Aún les restaban horas para el partido.


Ya llegaba al muro, giraba en el agua y se impulsaba con los pies para emprender su regreso a la línea de partida. Sacaba la cabeza para respirar y para constatar que ya se habían marchado todas las chicas.

Esbozó una sonrisa en el agua. Era viernes, hoy cenaría con Tomioka y sus amigos también estarían. Pero lo que le importaba a ella era que su sexy profesor de matemáticas se encontrase presente también.

Sacó la cabeza del agua y constató su soledad, sin embargo, la luz en el vestidor de hombres estaba prendida. Tomioka seguía ahí, no se había ido.

Se relamió los labios. Perfecto.

–Ya se me hizo tarde…

Escuchó que su profesor murmuraba mientras se colocaba su reloj de muñeca y alzaba la cabeza quedando frente a frente a Shinobu.

–Kocho… –Susurró su nombre. –¿Qué hace todavía aquí?

–Estaba dando mi última vuelta antes de irme. –Contestó manteniendo el perfil bajo que mantenía cerca de él. –Me cambio en un momento y nos vamos, profesor Tomioka.

–Hoy no puedo acompañarla, señorita Kocho. –Indicó presuroso. –Pero me parece bien que se apresure ya que se está haciendo tarde y…

Se sentía indignada. Siempre obtenía lo que quería y ahora el pelinegro frente a ella trataba de boicotear sus planes sin saberlo. Se había dicho que mantendría el papel de niña desvalida. Pero él le acababa de hacer un desaire.

Imperdonable.

–Si tiene prisa, creo que debería marcharse ahora profesor. –Apremió ahora Shinobu, aún con un semblante apacible, pero su voz estaba marcada con la mordacidad del orgullo herido y conteniendo las ganas que tenía de hacer un berrinche en esos momentos. –No quiero que se retrase por culpa mía. –No pudo evitar que lo último sonase como un reproche. –Hasta mañana profesor Tomioka.

Como toda una dama y con la cabeza en alto, giró sobre sus talones encaminándose a los vestidores. Estaba molesta, ahora su careta de niña buena, que llegaba convenientemente junto a su amable profesor, se iría al piso al igual que la oportunidad de hablar más con el profesor para conocerse.

Sus planes de premura fueron cortados por su reciente enojo. Tomó una corta ducha, por suerte su gorro mantuvo su cabello a salvo y no hubo necesidad de lavarlo. Supersónicamente se vistió con una corta falda negra y una blusa morada de hombros descubiertos sencilla pero que se amoldaba a sus curvas haciéndola lucir con una apariencia casual, pero a la vez sensual.

Sensualidad que pensaba usar en el trayecto a casa de Zenitsu con su profesor.

Se miró en el espejo conforme aplicaba su crema para el cabello rizando sus ondas moradas y observó su reflejo. Lo que observaba ahí no era la rabia que hubiese querido encontrar, sino que se notaba la desilusión. Desilusión porque no había podido caminar junto a una de las pocas personas que realmente la escuchaban en su vida, a excepción de su hermana.

Sacudió su cabeza. Sus rizos estaban perfectos al igual que toda ella, como siempre. Tomó su bolsa y se dispuso a salir de la piscina cubierta y encaminarse a la residencia Agatsuma.

–Vaya, ¿quién diría que nos encontraríamos con la princesa Kocho a estas horas de la noche?

Una voz femenina habló a sus espaldas haciendo que regrese a mirar. Delante de ella estaban tres jóvenes chicas que la miraron de pies a cabeza.

–¿De cacería, Kocho? –Habló la cabecilla del trío delante de ellas. Alguien desgraciadamente conocida para Shinobu.

–Irisu. –Saludó la pelimorada llamándola por su apellido a fin de mantener las distancias. –¿Viniste a recordar viejos tiempos?

Irisu había sido su rival desde que entró al instituto. La joven era un año mayor a ella, por lo que ya se había graduado. Sin embargo, a pesar de la diferencia de edad, Shinobu barrió el piso con ella llegando a humillarla en múltiples ocasiones en competiciones a nivel intercolegial y regional.

–Sí, me entró nostalgia de mis días de nadadora y pasamos a dar una vuelta por la antigua sede de competencias. –Comentó como quien no quería la cosa. –Incluso esperábamos ver algún entrenamiento, pero parece que es muy tarde.

–Así es y ahora si me disculpas, voy con prisa. –Emprendió su marcha, pero fue abruptamente detenida y acorralada por las universitarias. –¿Qué?

–Este año mi hermana te humillará por las veces que tú lo hiciste con nosotras.

–No es mi culpa ser mejor nadadora que tú. –Espetó decidida. –¿Y hablas de tu hermana Mei? No me hagas reír, ella ni siquiera pasó a las preliminares el año pasado y Douma terminó con ella para estar conmigo. No tengo culpa de eso.

Mei había sido novia de Douma antes que ella. No habían durado mucho, pero Irisu se obsesionó tanto del rubio que no tomó muy bien la ruptura y mucho menos que la cambiase por quien barría el piso con ella en natación.

–Este año será diferente. –Sentenció con seguridad. –En cuanto a Douma… –Una malévola sonrisa se coló en su rostro, haciendo una pausa dramática. –Mira cómo es la vida. Permíteme expresar mis condolencias por el engaño de tu novio. –Ironizó la antigua contendiente de Shinobu.

–Terminamos en buenos términos. –Mintió la aludida, no tenía por qué darle explicaciones a esa víbora. –No hay nada por qué dar condolencias.

–Sé de muy buena fuente que Douma mantuvo una relación con esa chica de las fotos cuando aún era tu novio. O al menos tú lo considerabas así.

–Eso no es…

–¿Cierto? –Completó burlesca. –Sí, lo es. La chica se llama Emma y mi prima es amiga de ella. Estuvieron juntos apenas un mes después de que dejó el país y ya lleva casi un año allá, ¿verdad?

–Amor de lejos, amor de tontos. –Aprovechó para burlarse una de las acompañantes de Irisu.

–Su alteza Shinobu Kocho fue vilmente engañada por su perfecto novio. –Canturreó Irisu acercando su mano al rostro de la joven. –Te entregaste a él ¿verdad? –Era más una afirmación que una pregunta. –Y él te engañó como a una cualquiera, que es lo que eres.

Se mordía los labios para no llorar. Antes muerta que verse humillada por estas tres resentidas que no le llegaban a la suela de los zapatos. Pero por otra parte se sentía diminuta y sola, como siempre, porque sus amigas la ayudarían, aunque nunca podría callarlas definitivamente. Su única protección era y sería su disfraz de señorita, al cual todos admiraban o envidiaban, pero jamás era pasado por alto.

O eso era lo que erróneamente pensaba. Ahora ya no se encontraba tan sola.

–No es algo muy bonito ver a alumnas de universidad molestando a una chica de preparatoria.

Las cuatro chicas se tensaron al saberse acechadas por una voz masculina y de inmediato las mayores se alejaron de Shinobu logrando divisar al hombre que se acercaba a ellas. De las sombras emergió un pelinegro al cual Shinobu reconoció inmediatamente.

–Profesor Tomioka…

Las chicas se sobresaltaron al escuchar la palabra "profesor" delante del nombre del apuesto profesor.

–Supongo que se verá muy bien en sus reportes universitarios el agregar que molestan a alumnas de preparatoria con los uniformes puestos. –Amenazó Tomioka hablando de manera gélida y refiriéndose a las sudaderas que vestían las jóvenes.

Había regresado por sus llaves del departamento y lo que encontró fue a tres alumnas alrededor de una más pequeña y menuda que rápidamente reconoció era Kocho. No sabía de qué hablaban, pero lo que escuchó decir a una de las agresoras hizo que le hirviera la sangre.

La llamaron cualquiera mientras ella, a pesar de no dejar de fruncir el ceño, parecía un cervatillo indefenso entre las fauces del lobo.

–Vámonos. –Indicó Irisu desapareciendo del lugar rápidamente. –Pobre Kocho. –La escuchó burlarse a lo lejos.

Le restó importancia, limitándose a negar con la cabeza ante aquel reprochable comportamiento, y se acercó a su alumna. Estaba molesta, lo podía notar por la fuerza que ejercía en sus puños al tenerlos tan apretados. Acercó su mano al pálido rostro de ella, pero antes de siquiera hacer contacto, la pelimorada lo alejó con su mano encarándolo.

–¿No tenía un asunto importante que atender? –Preguntó estoica y digna.

Las palabras de las jóvenes le hirieron y enfurecieron, sobre todo porque no pudo asegurar que lo que hayan dicho sobre Douma fuese mentira ni tampoco pudo refutarles el hecho de haberse entregado a él. Se siente tonta, después de todo, sí había sido muy tonta.

Lo más probable es que el lunes Mei esparciría el altercado ocurrido entre su hermana mayor y ella. Maldición.

–Se me olvidó algo. –Habló Tomioka. –Pero ¿estás bien?, ¿te hicieron algo?

Escuchó como su profesor le hablaba luego de haber repelido su gesto. Cuando lo había visto asomarse, tenía una mirada felina asesina y ahora lo que veía en sus ojos era genuina preocupación. Sin duda, no era un profesor común y no solamente lo pensaba por su carita bonita.

–No, nada. –Dijo rápidamente recuperando la compostura.

–¿Por qué te molestaban esas chicas? –Quiso saber el maestro.

Porque su novio había sido un canalla que le había puesto los cuernos aun cuando ella se había entregado en cuerpo y alma, creyendo estúpidamente que era el amor de su vida. No podía decirle eso, se moriría de la vergüenza.

–No le quito más su tiempo, así que me voy. –Evadió la pregunta y siguió caminando.

–¡Espera Kocho! –Gritó llamándola puesto que ella se iba. Entendía que no le diría nada y no la presionaría para que lo hiciese. –Dame dos minutos y te acompaño a casa.

Odiaba atrasarse más a la cena. Ya casi era la hora y con ir a dejar a Kocho ni aun tomando un taxi llega a tiempo.

–No se moleste. –Ahora era él el que pedía unos minutos para acompañarla. Ironías de la vida. –Como ya le dije, no le causaré molestias.

–No es una molestia, insisto. –Trató de detenerla tomándola del delgado brazo. –Déjame acompañarte.

Una chica como ella no debía andar sola y desprotegida, menos con esa ropa.

–No voy a mi casa. –Volteó su rostro para ver al pelinegro que aflojaba su agarre. –Tengo un compromiso al cual debo asistir. En todo caso, se lo agradezco.

Sin decir más, se liberó del delicado agarre y empezó a caminar hasta llegar a la calle principal y girar a la izquierda. Tomioka por su parte, solo pudo observarla marcharse a paso apresurado, dejándolo con la mano extendida y muy a su pesar preocupado.

¿Era ésa Shinobu Kocho? Una joven que era más fuerte de lo que su cuerpo mostraba y más débil de lo que quería aparentar. En un momento, era una frágil y perfumada rosa: bella, única y esplendorosa; y al instante, era una rosa en medio de la tempestad. Si te atrevías a tocarla, sacaba sus espinas dispuesta a protegerse y atacar.

Muchas veces en su vida se había sentido incapaz. Como, por ejemplo, no había podido expresar sus inmensurables sentimientos a Alice, creyendo que ya habría "mucho" tiempo para eso; ni él mismo había podido escapar de la soledad, imponiéndose un autoexilio que provocó más daño que beneficio.

Pero ahora tenía que ser diferente. Por algo Shinobu Kocho se había cruzado en su destino. En pocos días, había comprendido que ésta era su oportunidad de hacer las cosas bien, porque ella no tenía que terminar como un lobo solitario aullando con la luna llena, igual que él.

No, tenía que mantener esa belleza tan resplandeciente. De una rosa que brillaba a la luz del sol.


Respiraba agitadamente frente a la puerta, la cual aún no tocaba. Se irguió y acomodó su vestimenta. Acercó su dedo al timbre para tocarlo, después de unos segundos escuchó como unos rápidos pasos se acercaron a la puerta.

–¿Giyuu? –Preguntó la que suponía era la madre de Zenitsu. Tantos años sin verla y lucia igual de joven.

–Hola Stella, ha pasado mucho tiempo. –Saludó apenado Tomioka por el gran retraso.

–Qué gusto volver a verte. Te has puesto más guapo. –Lo alagó. –Pero por favor pasa, no quiero que te enfríes. –Se apresuró en hablar haciéndose a un lado para que Giyuu pudiera entrar. –Todos te estábamos esperando.

–¿Todos? –Cuestionó confundido.

Se suponía que sería una reunión íntima, con ella, Tsutako y Zenitsu, ¿De quiénes hablaba?

De repente, escuchó risas en el comedor. Sin duda eran más personas de las que se refería Stella. Llegó al pequeño comedor, donde provenían las fuertes carcajadas de sus alumnos.

–Buenas noches. –Saludó a todos.

–Buenas noches, profesor Tomioka. –Contestaron las voces al unísono.

Estaba seguro de que no esperaba encontrarse con las 5 personas extras que estaban en la casa y que lo saludaron.

Su expresión lo evidenciaba. Tal vez la presencia de Nezuko o Tanjiro no le sorprendía porque siempre estaban con Zenitsu, incluso la presencia Kanroji y Kanao. Pero la gran sorpresa era la que tenía sobre su alumna con peculiar cabellera morada.

Oh, no. Aquí íbamos de nuevo.

Shinobu Kocho, la pequeña rosa con espinas del instituto. No tenía idea cómo, pero siempre se veía envuelto en una extraña confusión interna cada que se encontraba con esa enigmática estudiante a donde quiera que fuese.

Algo le decía que esa vez, no sería la excepción. Como había dicho, era parte de su destino.


Próximo capítulo: viernes 26 de julio de 2024