Capítulo IX: Finales y Comienzos
Lo primero que divisó cuando abrió sus ojos fue el tono lila del techo de su recámara. Conforme aumentaba su campo de visión, había alcanzado a visualizar mejor su cuarto. Una sonrisa se coló en sus labios a la vez que se acurrucaba en sus cómodos y suaves edredones.
No le importaba la hora, ni el día. Los recuerdos de la noche anterior la ponían tan contenta que no cabía en sí.
Lo besó… besó a su profesor, a Giyuu. Y eso no era todo, no. Él había correspondido a su beso.
Shinobu estiró sus brazos aún sin ganas de salir de la cama, sintiendo como el fresco del aire que entraba por su balcón hacía que se estremeciera un poco al salir de la calidez de la cama. Estiró sus manos hacia el buró a su derecha y alcanzó su celular, dio un ligero toque en la pantallita para que este le indicara que ya era medio día. Se conecto al chat grupal y vio que ninguno de sus amigos estaba conectado. Seguro y aún no se levantaban.
¡Moría por decírselo a las chicas! ¡Por publicarlo en Instagram! Pero no podía, se obligó a recordar.
Estaba emocionada, eufórica porque Giyuu correspondió a su beso, sin embargo, no sabía qué pensaría al respecto. Estaba claro que no le era indiferente y con eso bastaba, pero... Recordó la foto enmarcada en aquel fino marco y tan celosamente cuidada sobre la chimenea de su departamento. Ciertamente eran idénticas. ¿Giyu habrá pensado en Alice cuando la besó? No, eso no era posible.
A pesar de eso, gracias a aquellos pensamientos no pudo evitar salir corriendo mientras él se quedó ahí. Nunca la siguió y ella no se atrevió a mirar atrás porque tenía miedo de ser rechazada cuando su corazón latía desbocado de alegría.
No, no podía pensar así. No iba a tirar la toalla nada más al haber hecho el primer movimiento, aunque los resultados no sean los esperados. No esperaba que Giyuu cayera rendido a sus pies, sabía que ese hombre sería mucho más difícil de persuadir. Pero, aunque perdiese una batalla no pensaba perder la guerra.
Ella quería a Giyuu y ya, no para recuperar el orgullo que Douma destrozó. Lo quería a él, ese aire misterioso que lo rodeaba, su presencia, la seguridad que le infundía. No pudo evitar pensar que con el poco tiempo que ha pasado con él, ha logrado descubrir muchas cosas de él y muchos sentimientos que nunca pensó existirían en ella. ¿Cómo sería después? No lo sabía, pero se moría por descubrirlo.
Ya de por si le gustaba. Era inteligente, atento, besaba como los dioses y además era muy guapo. Aunque le dijese que fue un error, un impulso o lo que él quisiese, e incluso si la rechaza, ella no se daría por vencida.
Después de todo Roma no se construyó en un solo día, y ella tenía un mes completito para trazar su modus operandi.
El agua giraba a su alrededor por tercera vez en los últimos treinta minutos. Dios, ¿Cuántas veces había tirado la cadena de la taza del baño en los últimos treinta minutos? Nuevamente sintió como la garganta le molestaba y luego de carraspear un poco, se rindió a las inminentes arcadas dejando su estómago vacía de nuevo.
El malestar de su garganta y estómago era pasajero comparado a los terribles dolores que su cabeza le daba. Moriría, ya lo veía. Sus padres frente a su retrato con dos cintas negras cruzadas, mirando su fotografía con desdén y decepción por no haberle llegado ni a los talones a su hermano. Ni siquiera al morir.
Nuevamente el malestar volvió y continuó pidiéndole perdón al inodoro. Por primera vez en su vida agradece que sus padres no le presten la menor atención. Es decir, de ser padres normales, su madre ya lo tendría en la cama con una bolsa de hielo en la cabeza y aspirinas en la mano mientras su padre se burlaba luego de ver los resultados de su: "primera borrachera" tal y como había escuchado más de una vez de boca de sus compañeros.
Pero sus padres no eran normales, y su orgullo le impedía salir con aquel lastimero aspecto a sabiendas de que su madre estará en la cocina y su padre en la sala, ambos lo verían en tal deplorable estado que…
Otra arcada interrumpió sus pensamientos para bien, ¿de qué servía pensar en esas cosas? Sus padres no eran normales y ni siquiera en su lecho de muerte arrastraría su orgullo por un poco de atención.
Nunca más volvería a beber, eso era un hecho. El alcohol y las fiestas salvajes eran distracciones banales altamente peligrosas, podía escribir una trilogía de libros indicando cómo uno se vuelve más estúpido al asistir y consumir a ambos malos vicios. Un libro que nadie leería.
Pero, después de todo ¿Cómo llegó a su casa? Una lesión en su rodilla le indicaba que, arrastrándose por el suelo, pero no recordaba haber salido de la mentada fiesta. Claro, se cayó cuando tropezó con sus propios pies mientras salía de un taxi, el mismo que cuando quiso pagarle había dicho algo de que su novia ya lo había pagado. ¿Cuál novia? Él no tenía ninguna ni le interesaba conseguirla tampoco.
Obanai Iguro agarró su cabeza con fuerza, tratando de mitigar el dolor. ¿Por qué había ido a ese lugar? para enfrentar a Tokito, contestó su subconsciente. Para demostrar que él estaba en lo correcto y que el enano peliazul se equivocaba, sin embargo, el resultado no fue el esperado.
Se detuvo frente a un pequeño espejo en la pared admirando su deplorable aspecto. Nadie lo vería así, nunca, jamás. Ojerosos, pálido y con la mejilla roja e inflamada. ¡Pero qué…! ¿Cómo no se había fijado antes? Tenía un gran lesión en su mejilla izquierda, le habían pegado y muy fuerte a juzgar por el color que había adoptado su pálida piel. Mecánicamente posó su mano contra la magulladura y no pudo evitar encogerse por el dolor que le causaba el contacto.
¿Quién y por qué le había pegado así? Su teléfono y su billetera yacían tirados en el suelo, eso quiere decir que no le robaron. Entonces ¿Por qué?
Si descartaba el atraco y utilizaba la lógica, podría haber sido él el causante de su propio golpe molestando a un tercero, específicamente a una chica, por el tamaño del golpe. Pensándolo bien, las palabras del taxista hacían eco en su mente, decía cosas como: "A su novia no le gusta que beba, estaba furiosa" y "Nunca pensé que el cabello pudiera llegar a ser rosa con verde"
Kanroji.
Fue ella quien lo ayudó, lo metió en el taxi y además lo pagó. Era posible que lo hubiese visto en medio de una riña en la cual no tenía nada que hacer y lo auxiliase, o, que hubiese discutido con ella. Pero de ser así, en lo poco que había tratado a Kanroji se había dado cuenta de que era una mujer tranquila, aún pensaba que estaba loca, sin embargo, era de naturaleza pacífica a menos que alguien la molestara. En ese caso…
¿Qué había hecho él para hacerla enojar tanto?
Nezuko se incorporó de la cama de un sobresalto y una corriente de aire frío la hizo percatarse de su desnudez. Entonces no fue un sueño, pensó con añoro mientras se volvía a echar en la cama y se tapaba con las sábanas hasta la nariz.
Sonrió como una boba, ignorando las molestias de su cuerpo. Se había entregado a Zenitsu, había sido mujer por primera vez en sus brazos, su mujer. Eso significaba que no le era indiferente, que ya no la veía como una niña. A lo mejor y hasta se daría cuenta de que era la mujer de su vida y hoy la sorprendería con un ramo de rosas y le pediría que sea su novia.
Con la cabeza y el corazón llenos de sueños y esperanzas, se levantó buscando su celular. Las piernas le fallaron y el dolor se hizo presente inmediatamente. Era cerca de medio día y en su celular no había señal alguna de que alguien llamara o le enviara un texto.
Zenitsu ni siquiera se había despedido de ella. Entendía que no se quedara a su lado, ya que sólo Dios sabía lo que Tanjiro hubiera sido capaz de hacerle al rubio y era mucho más peligroso con tragos encima, pero al menos debió dejarle un mensaje o llamarle.
A lo mejor sigue dormido, pensó con esperanza. Quizá llame dentro de un rato porque Zenitsu no la dejaría así, sin ninguna explicación como si fuera una de sus conquistas de fin de semana. Él era su mejor amigo, se conocían desde… ¡siempre! No cometería una canallada de tal magnitud, no a ella.
Sus ilusiones se volvieron líquidas cuando sintió como las lágrimas caían sobre la sábana rosada. Si tan segura estaba de eso, entonces ¿Por qué lloraba? Tenía miedo, eso era entendible. Recién había asimilado la magnitud del asunto y cómo este podría afectarle. En la madrugada nada parecía ser más importante que entregarse entera a la pasión y ternura que Zenitsu le daba y que ella le correspondía. Pero ahora ¿estará arrepentido?
Es posible, incluso ella se horrorizaba de pensar en que, por un par de horas sin pensar con claridad, fuese a perder una amistad de hace más de quince años. Porque lo que para ella fue el momento más bello de su vida, para su amigo pudo haber sido nada más un momento de pasión desenfrenada. El corazón le dolía sólo de pensarlo.
Pero tampoco quería perder a Zenitsu, y con amargura pensó que, si Zenitsu le pedía perdón y que olvidase lo ocurrido, ella… Acabaría cediendo con el corazón hecho pedazos. Era tan predecible.
Dios, ¿cómo podía cambiar tanto de un momento a otro? En un instante estaba llena de sueños e ilusiones, ya escuchaba campanas de boda y veía sus amigas vestidas de damas y ahora… Ahora se ve llorando amargamente luego de ser rechazada por su mejor amigo, al que le entregó todo.
" Vamos Nezuko, pensamientos positivos atraen sucesos positivos.", la animó su consciencia. A lo mejor no pasaba ninguna de las dos cosas. Es decir, podría no llegar con las flores e incluso ni siquiera pedirle que sea su novia todavía, se conformaba con que le dijera que no sabe que pensar pero que se dieran una oportunidad.
Sí, eso es. Zenitsu no podía ser con ella como era con las otras, no le costaba nada darse una oportunidad e incluso si él no lo sugería lo haría ella, sólo necesitaba saber que él sentía algo por ella además de amistad, por muy pequeño que sea este "algo".
Con cuidado y sin un ápice del ánimo con el que despertó, la castaña se incorporó y fue a su armario para tomar una pijama. Tendría que lavar las sábanas, por lo menos así se mantendría ocupada y no pensaría ni en Zenitsu ni en su inmóvil celular.
Porque a pesar de que quería mantener pensamientos positivos, las lágrimas seguían cayendo de su rostro y sus rodillas quisieron volverle a fallar, más se agarró de la pared.
–¿Cómo algo tan hermoso puede ser tan doloroso?
Susurró para ella mientras escondía su rostro entre las sábanas que, junto con las paredes de aquella habitación, eran los únicos testigos mudos de lo que ocurrió entre ella y su gran amor.
Mitsuri observaba su reflejo con intriga. ¿Por qué cuando una va a una fiesta se ve tan linda y cuando se levanta a la mañana siguiente se parece a la bruja que le vendió la manzana envenenada a Blancanieves? Escupió la espuma que provocaba por lavarse los dientes y alzó nuevamente la vista al espejo.
Incluso, tardó en notar como dos esbeltas figuras se colocaban a sus costados. Vio por el espejo como a su derecha la esbelta Sachi sonreía de manera muy fresca, y a su izquierda la pequeña y delicada Kaori imitaba a su hermanan sólo que con un deje de coquetería en su mirar.
Había preguntas para las cuales no había respuestas. Es decir ¿cómo pudo haber nacido tan diferente a sus hermanas? Sachi se veía tan cómoda que transmitía aquello a quienes la rodeaban, vestía una cómoda pijama de short. Kaori, por su parte, vestía un camisón de seda cubierto por una bata del mismo material, y ella: Una camiseta que le llegaba a las rodillas con estampado de un dango, sin mencionar que Sachi usaba una coleta y Kaori parecía que recién se había quitado los tubos, por lo que sus rizos se veían perfectos.
–Menuda cara, hermanita. –Bromeó Sachi.
–No creo que haya estado mal la fiesta, ¡esa fiesta nunca es mala! –Apuntó Kaori incrédula.
–¿Quién les ha dicho que estuvo mala? –Preguntó Mitsuri molesta.
–El que no estés chillando por toda la casa o pegada al teléfono platicando con tus amigas sobre quien bailó con quién, nos deja mucho que pensar, pequeña. –Acotó Sachi mientras se secaba la cara.
–¿Acaso ese chico lindo del que habló Sachi no te sacó a bailar? –Kaori empezó a hablar mientras se ponía rímel en las pestañas y luego vio como su hermana menor salía hecha una furia del baño que compartían las tres. –¡Mitsuri!
La aludida bufó molesta atropellando a su padre que se dirigía a la cocina e ignorando a su madre que la llamó a desayunar. ¿Qué podían saber ellos de la pésima noche que pasó? Cerró la puerta de un sonoro portazo y se tiró sin ganas sobre su cama. Describir como "mala" la noche le parecía poco, y fue un pecado que sus hermanas mencionaran al causante de todo aquello. Todo era culpa de Iguro.
Él y sus malditas y molestas palabras. Sabía que le desagradaba, pero nunca imaginó hasta qué punto.
También era culpa de Muichiro, por no ir. Seguro que, si hubiera ido, ni siquiera se habría preocupado porque el señorito perfección estuviera tan borracho que le costase mantenerse en pie. Habría bailado toda la noche del brazo de Muichiro y… en cuanto hubiera visto a Obanai, le hubiese ayudado. En resumen, todo era culpa de ella por ser tan buena.
–Tranquila pequeña, yo te dije que sería difícil, no te puedes rendir a la primera. –Exclamó Sachi detrás de la puerta.
–Si quieres saber cómo conquistarlo y ser coqueta, sabes que estoy a dos puertas de distancia. –Apuntó Kaori.
–¡No quiero conquistarlo, no quiero ser coqueta, no con un tipo con el ego del tamaño del Everest! –Exclamó más irritada, recordando involuntariamente como la humilló la noche anterior. Si por ella fuese, no lo volvería a ver nunca. –¡Lo odio! –Agregó recordando sus palabras, su fría sonrisa y su apasionado beso. ¡Beso el cual no puede quitarse de la cabeza! ¡Por el amor de Dios él ni siquiera debería saber besar! ¿Quién le habrá enseñado?
¡Qué le importa!
–Sí que lo quiere, ¿verdad Kaori? –Preguntó la hermana mayor a la segunda.
–Sí, pero nadie dijo que el amor fuera fácil, y si el chico es como me lo describiste, le causará más de un dolor de cabeza a la pequeña Mitsuri.
–¡Ánimo Mitsuri! ¡Nosotros te apoyaremos siempre!
–¡Cállense que las he oído!
Mitsuri quería chillar alto y fuerte que aquello era imposible. Ella no sentía nada por aquel petulante prospecto de Einstein, absolutamente nada. Y para él, ella era poco más que un cero a la izquierda que nunca le llegaría ni a los talones.
Maldito presuntuoso. Ella sabía que estaba ebrio y que debió restarle importancia, pero, al contrario. Los niños y los borrachos eran quienes siempre decían la verdad. ¡Ella era un ser humano normal! A cualquier persona con un poco de sangre en las venas le molestaría saber que otra piensa tan mal de ella.
Claro que, hasta antes de la bendita fiesta, a ella nunca le había importado, y ahora hasta se preguntaba qué haría para ahorrarle su molesta presencia.
¿Por qué Iguro podía ejercer ese efecto en ella? ¡Lo odiaba!
El guardarropas no se iba a mover de ahí y Zenitsu lo sabía.
A pesar de eso, no podía despegar sus ojos de aquel inmobiliario. Sinceramente, deseaba que el objeto se levantara y empezara a bailar Charleston delante de él para ver si así dejaba de pensar en lo ocurrido, sólo una impresión como esa le haría olvidar lo que hizo hace apenas unas horas atrás.
Se había acostado con una chica, pero no con cualquier chica, no. Se había acostado con Nezuko, con su mejor amiga.
¡Y diablos! ¡Cómo le había gustado! Nunca, desde que se inició en el arte del sexo había sido como cuando estuvo con Nezuko. Jamás había estado tan… potente, apasionado, entregado, ni siquiera su primera vez puede compararse al orgasmo que había tenido hace unas horas.
Una sonrisa socarrona apareció en su rostro, ella también lo había disfrutado, tanto o más que él para ser su primera vez. Dios, su primera vez. Nezuko le había entregado aquel privilegio y él… no sabía qué hacer.
Está consciente de que la complació, llegaron juntos al clímax, gimió su nombre y disfrutó, de eso no le cabía la menor duda, pero… ella le dijo que lo quería, que estaba enamorada de él. Se entregó a él sin condiciones y sin arrepentimientos. No sabe cuándo podrá borrar su rostro de plenitud cuando la dejó.
La realidad lo golpeó, dejó a Nezuko sin ninguna explicación aparente, no escribió una nota o algo parecido porque no sabía lo que quería.
Nezuko esperaría una respuesta, una promesa de amor que él… diablos, él no podía hacerle ninguna.
Se sentía frustrado, confundido, quería golpearse. Necesitaba ayuda, un consejo, pero no tenía a nadie a quien pedírselo. Su madre Y Tsutako seguramente irían por una licencia matrimonial y lo sermonearían durante los tres días que tarda en efectuarse una boda rápida, con lo educadas a la antigua que estaban y lo mucho que adoraban a Nezuko, no desaprovecharían la oportunidad.
Tanjiro, su mejor amigo lo golpearía, y no es para menos, no se trata de cualquier chica, sino de Nezuko. Sólo de pensarlo le dolía el cuerpo, ir a pedirle un consejo al pelirrojo era como firmar su sentencia de muerte.
Inosuke.
Zenitsu se incorporó de la cama de un brinco y se quitó rápidamente la ropa de la fiesta para ir a la ducha. No había dormido absolutamente nada así que necesitaba una ducha bien fría. En diez minutos ya estaba listo y saliendo de su apartamento en dirección a la casa de su amigo.
Inosuke intentaría sermonearlo porque, aunque aparentara ser un idiota desinteresado y actuara como un adolescente, sabía que en asuntos de seriedad su amigo lo podía aconsejar tanto a él como a Tanjiro, tomando la postura del adulto que ya era. Fue esa su conclusión para ir a buscar la ayuda de Inosuke.
Y es que en verdad estaba desesperado porque, aunque lo intentase, no podía ver a Nezuko como cualquier mujer, pero le mataba darse cuenta de que ya no pensaba en ella como su simple mejor amiga.
Había tenido una noche fatal.
Después de haber ido a dejar a Katsumi hasta su casa, regresó a la suya sin un ápice de ánimo. Y es que no era para menos después de todo el drama que ocurrió. Drama que aún no comprendía del todo.
Entendía que había bebido de más y que no estuvo bien reprocharle a Kanao del porque estaba con alguien más, pero es que no iba a negar que sentía celos de verla con Hideki. Sin embargo, lo que no entendía era la respuesta de Kanao… "Pregúntaselo a la estúpida de tu amiga". Esas palabras dichas por ella volvieron a resonar en su cabeza, ¿Qué tenía que ver Katsumi en eso?
Por inercia llevó una mano a su mejilla y se estremeció un poco ante el contacto, vaya que sí le había pegado. Después descendió su mano hasta sus labios y los rozó suavemente con sus dedos, aun sentía la sensación de cuando besó a Kanao. Ni siquiera los besos que compartía con Akane se comparaban al beso con Kanao. Y le alegró que ella le haya correspondido.
Un momento.
Ahora que lo recordaba Kanao no lo alejó, también se dejó llevar. Entonces… ¿Eso significa que aún estaba enamorada de él? De no ser así ¿por qué otra cosa le hubiera correspondido? Al principio admitía que la intensión de haberla besado fue por orgullo, le hervía la sangre de solo imaginar que Hideki podría hacer lo mismo con ella, pero después… Fue distinto. La besó con una devoción que hasta a él mismo le sorprendió.
Pero después todo se fue al piso cuando Katsumi lo besó. Estaba más que claro que Kanao mal interpretó todo y lo más seguro es que piense que jugó con sus sentimientos. Aunque no era así, él no besó a Katsumi y no sintió nada al hacerlo.
Suspiro pesadamente revolviendo el cereal que tenía en su tazón. ¿Por qué no podía olvidar ese beso? ¿Por qué sentía celos de Hideki?
¿A caso seguía enamora…?
–¡Diablos!
Esa voz lo hizo reaccionar y giró hacia la cocina viendo como una pequeña castaña yacía ahí recogiendo el bol que había caído ruidosamente.
–Lamento si te asusté hermano. –Añadió Nezuko con un intento de sonrisa.
Tanjiro le sonrió con desdén. Ahora que la veía no recordaba haberla visto en la fiesta.
–¿Estuviste en la fiesta? –Cuestionó ya más consciente de la realidad.
–Si. –Contestó Nezuko quedamente mientras se disponía a revolver los huevos sobre la sartén, dándole la espalda a su hermano para que no notara su rubor. –Y me trajo Zenitsu. –Dijo sin poder evitar que los recuerdos de la noche anterior la asaltasen.
Tanjiro notó algo extraño en su hermana. Se levantó del comedor para ir a ayudarle con el desayuno con la intención de sacarle algo de información.
–¿Está todo bien? –Se adelantó a preguntar Nezuko, ya sabía las intenciones de su hermano.
–Sí, ¿por qué no debería de estarlo? –Respondió Tanjiro tratando de no levantar sospechas mientras ponía el pan en la canasta.
–Estabas muy pensativo, ni siquiera respondiste a mi saludo y tu tazón de cereal está intacto.
–Qué te puedo decir, beber no es lo mío y ahora tengo dolor de cabeza –Se excusó el pelirrojo colocando los platos en la mesa.
–Ya veo… –Respondió no muy convencida mientras volteaba a verlo notando una marca roja en su mejilla… ¿Cómo no vio eso antes? –¿Qué te pasó en el rostro?
–Ah… ¿Esto? –Preguntó inocentemente recibiendo un asentimiento como respuesta. –Estaba jugando con Zenitsu y se le pasó la mano. –Trató de sonar convincente mientras se sentaba en la mesa y su hermana servía los huevos revueltos.
–Ya les he dicho que no jueguen de forma pesada. –Trató de seguirle la corriente, estaba segura de que no fue eso.
–Sabes cómo es Zenitsu, se le han pegado las mañas de Inosuke lo cual los hace igual de idiotas. –Esperó que la risa de Nezuko inundara su pequeño comedor, pero no lo hizo.
Tanjiro miró como su hermana se encogía en su asiento, como si le incomodara que hablaran de Zenitsu. ¿A caso aún no arreglaban su problema de la última vez?
–¿Qué ha pasado entre ustedes? –Inquirió con un deje amenazador en su tono de voz fingiendo que no estaba enterado de nada. Ya sabía por el rubio sobre su última pelea, pero sentía que había algo más.
–Nos hemos peleado. –Pensó Nezuko rápidamente.
La respuesta cortante de su hermanita no hizo sino inquietarlo más. No era propio de Nezuko comportarse de esa manera, generalmente siempre era más espontánea y predecible. Cuando la pelea había sido culpa de ella, lloraba al contarlo, y cuando era culpa de Zenitsu, no podía evitar mostrarse muy molesta. Pero ahora nada, su semblante era impasible y eso le preocupaba.
–Sabes que puedes contarme lo que sea. –Le recordó Tanjiro.
Nezuko escuchó el comentario de Tanjiro. Dudaba que se mostrase tan comprensivo si se enteraba de que se entregó a su mejor amigo, lo conocía muy bien para saber cómo pensaba su hermano.
Generalmente Tanjiro era muy tranquilo y los conocía a ambos, lo suficientemente bien como para dudar de sus palabras, pero, así como conocía a su hermano sabía que no le sentaría bien saber que se habían acostado. Y si quería que se quedase tranquilo, tenía que decirle algo.
–Bien. –Suspiró derrotada. –Me le declaré a Zenitsu, pero antes de que pienses en qué traje te pondrás para la boda, debes saber que… –¿Qué podía decirle? Ni ella sabía en que posición se encontraba. –No me ha contestado y no quiero que lo estés molestando al respecto. Pase lo que pase he sido yo la que lo ha iniciado.
–Ya veo... –Aún no estaba convencido del todo. –No sé qué decirte. –Vio como su hermana se tensaba. –Es decir, no le haré la más mínima insinuación a Zenitsu, tranquila, es que… –Suspiró pesadamente. Quería decirle que Zenitsu no parecía estar dispuesto a dejar de ser un conquistador, él conocía perfectamente como era su mejor amigo, pero tampoco quería herir los sentimientos de su hermana. –Mejor olvídalo, sabes que pase lo que pase, siempre estaré para ti.
Tanjiro vio como a Nezuko se le llenaron los ojos de lágrimas en ese momento y corrió a aferrarse a él como si la vida dependiera de ello. Se limitó a abrazarla.
Más le valía a Zenitsu tener clara su respuesta, si no estaba listo para algo serio con Nezuko, entonces lo mejor era que la rechace. Confiaba en que Zenitsu piense de esa manera, aunque le tocara volver a llenarse el pecho de lágrimas.
Al estar consolando a su hermana no pudo evitar pensar en él. Nezuko podía estar deprimida, pero ella contaba con su compañía y la podía consolar, mientras que él no tenía quien lo aconsejara en esos momentos.
Lo más seguro era que Zenitsu estaba igual de afligido que Nezuko e Inosuke tal vez se encontraba a medianoche, además de que no se quería arriesgar a encontrarlo en compañía de alguna mujer.
"¿Quieren un consejo?"
Recordó las palabras que Giyuu les dirigió a Zenitsu y a él.
Se había convencido a sí mismo de no acercarse a Giyuu porque aún le tenía cierto resentimiento del pasado. Pero tenía que admitir que siempre lo consideró como un hermano mayor y tenía el presentimiento de que él sabría qué decirle.
Tal vez considere ir a visitarlo, ya que también necesita hablar con Giyuu de otro asunto.
Sus manos no estaban quietas, no podían estarlo conforme recorrían con pericia aquel cuerpo que tanto había ansiado tocar durante la noche. Al fin estaba tal y como quería, debajo de él.
No era esbelta y eso le gustaba. Siempre ha preferido tener de donde agarrar. ¡Dios! Pasó toda la noche deseando posar sus manos en ese par de cumbres que ahora, no se daba abasto suficiente. No aguantaría mucho más, llevó su boca a uno de sus senos para proceder a succionar escuchando como la mujer gemía fuertemente…
–¡Inosuke!
Ese estrepitoso grito lo hizo despertar.
–¿Te asusté? –Preguntó con inocencia Zenitsu mientras le aventaba una almohada. –Aunque parecía que estaba sufriendo. –Agregó con burla al recordar que su amigo se encontraba en una postura comprometedora.
–Tsk… ¿Cómo mierda entraste Monitsu? –Dijo con frustración mientras se incorporaba de su cama tratando de que no notara cierta parte de su cuerpo.
–Como lo suponía dejaste una llave extra debajo de la alfombra de tu entrada. –Respondió encogiéndose de hombros. –Compré Ramen, iré a sacarlo mientras tú te das un baño de agua fría. Parece que lo necesitas.
Inosuke se levantó refunfuñando mientras se dirigía a la ducha para hacer lo que Zenitsu le dijo. En menos de diez minutos salió solamente con un pantalón de pijama dejando expuesto su bien formado torso.
–Eres un desvergonzado. –Le dijo Zenitsu al verlo llegar al pequeño comedor.
–Estoy en mi casa, no le veo el problema. –Se defendió el peliazul tomando asiento donde estaba servido su tazón de ramen.
–Lo haces solo para que las solteronas del departamento de al lado babeen cuando salgas por el periódico.
–No en vano soy el profesor de gimnasia y el entrenador del equipo de baloncesto. –Exclamó con arrogancia mientras devoraba su ramen.
–Me acosté con Nezuko. –Soltó sin más.
Inosuke tuvo que hacer un enorme esfuerzo para que el ramen que estaba en su boca no saliera disparado. Pasó con dificultad el bocado y volteó a ver a Zenitsu con la esperanza de encontrar una sonrisa burlona, pero no. El rubio estaba sorpresivamente serio.
–Zenitsu… –El rubio se tensó al escuchar que Inosuke pronunciaba bien su nombre. –¿Qué sientes por Nezuko?
–¿Qué clase de pregunta es esa? –Preguntó con fastidio.
–Una muy necesaria. –Aclaró Inosuke firme. –Sé que quieres a Nezuko, no lo dudo, pero es necesario saber si sientes algo más que un amor fraternal por ella. Zenitsu, estoy seguro de que fuiste su primer amante y que ella siente algo por ti.
Zenitsu miró sorprendido la seguridad que reflejaba Inosuke, rara vez lo veía así. Se aclaró la garganta antes de contestar.
–Lo sé, ella me lo dijo. –Casi escupió las palabras. –Eso no me hace sentir mejor, ¿sabes? –Acotó mirando a su amigo con elocuencia.
–¿Quieres entablar una relación con ella? –Inquirió. –Y antes de que contestes, debes saber que, si dices que sí, tiene que ser en serio. No soy Tanjiro para golpearte por aprovecharte de su hermana. –Paró un momento para ver como Zenitsu se ruborizaba avergonzado. –No hay que ser un genio para saber que fuiste el primero.
Y él no pudo evitar esbozar una ladeada sonrisa de suficiencia. Él había sido el primero en descubrir a Nezuko como la mujer en la que se ha convertido, fue su nombre el que gimió mientras se rendía ante la pasión que los consumía. Por un momento el tormento desapareció dejando únicamente su orgullo.
–En todo caso. –Prosiguió Inosuke. –Soy tu amigo, pero no esperes que admita que juegues con Nezuko porque ella también es mi amiga. Les tengo aprecio, y si tú no estás listo para darle una relación que ella merece, es mejor que cortes por lo sano.
–¡No quiero cortar con Nezuko, es mi mejor amiga! –Exclamó francamente asustado ante aquella posibilidad. –La quiero.
–¿Lo suficiente como para ser un novio responsable y fiel de manera permanente? –Preguntó Inosuke mientras comía su ramen.
¡Ja! Él fue la primera experiencia de Nezuko y eso nada ni nadie lo cambiaria, no podía evitar sentirse orgulloso de aquello. Aunque por otro lado las palabras de Inosuke calaron hondo en su cabeza. De ninguna manera él estaba listo para una atadura como la que representaba emparejarse con Nezuko, ella no era ni la mitad de moderna que las chicas que frecuentaba, no, Nezuko era inocente. No aceptaría tener únicamente algo pasajero a su lado y él no podía abandonar su libertad.
Por mucho pesar que le causase, su amigo tenía razón.
–Entonces, ¿qué hago? –Prácticamente arrastró la pregunta. –No puedo tener una relación con ella, pero no quiero que deje de ser mi mejor amiga.
–Hacer que Nezuko se lo tome a mal y no te hable por un tiempo, sé que suena mal. –Empezó el profesor. –Pero con el tiempo entenderá que fue lo mejor, en honor a la gran amistad que los une, tienes que decirle la verdad, decirle como te sientes al respecto.
En el fondo, Zenitsu siempre supo que esa era su única opción. Pero no había visto nada más allá de que quedaría como un canalla roba virtudes ante su mejor amiga, aunque Inosuke tenía razón, ella se merecía algo mejor. Pero la sola idea de que otro la tenga como él la tuvo hace apenas unas horas atrás, le incomodaba.
–Y creo que debes hablar con ella cuanto antes, mientras más tiempo dejes pasar, más duro será. –Finalizó Inosuke.
–Odio cuando tienes razón. –Le reprochó Zenitsu apenas tocando su tazón de ramen.
–Y no solo lo hagas por ella, –Agregó el peliazul. –también por Tanjiro. Sé que él deja que ustedes dos arreglen sus problemas, pero en este caso habrá problemas entre ustedes sino aclaras esto pronto.
–Bien, bien… –Suspiró resignado.
Por fin había encontrado un poco de consuelo, ya sabía que era lo que tenía que hacer, solo faltaba dar el siguiente paso. Sacó su teléfono del bolsillo y empezó a relatar un mensaje para su amiga. Después de unos momentos de intentar escribir algo, se desesperó y lo guardó con coraje enviando a borradores las dos únicas palabras que había escrito.
" Nezuko, yo…"
Aoi se levantó hasta muy entrada la mañana y le dolía todo el cuerpo. Con razón, pensó al encontrarse nada más en ropa interior. Tenía un rostro terrible porque no se había desmaquillado apropiadamente cuando llegó, estaba tan aturdida e impactada que tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para meterse en la cama.
Miró con enojo el pedazo de tela confeccionado sobre el piso de su recamara. ¡Ese vestido tenía la culpa de todo! Ella sólo quería darle una lección a Hashibira, burlarse de él, humillarlo como él había hecho con ella.
Se suponía que llegaría, llamaría su atención y cuando menos se lo esperase le soltaría quién era ella y él tendría que tragarse todas las palabras que había dicho de ella. Pero no pudo, tenía miedo de qué al decírselo se rompiera el encanto.
Esa noche conoció un lado de Inosuke Hashibira que no se había molestado en notar. Sí, era un alocado intento de adulto, pero también era otra persona, hablaba de su trabajo con profesionalismo. No cabía duda de que le apasionaba su profesión y cuando hablaron de baloncesto, los ojos le brillaban de emoción.
Apasionado, en una palabra, eso describía todo lo que era Inosuke Hashibira. Apasionado por su empleo, por el deporte, por la vida y cuando la besó…
No pudo evitar estremecerse ante el recuerdo. Como aquel par de manos expertas recorrieron su cuerpo con pericia, lo vulnerable que se sentía con los labios de él contra los suyos, esa repentina sed que la aterrorizó antes de separarse. Quería que él continuara, quería más, sin embargo, ese sentimiento nunca experimentado por ella la aterró y salió corriendo.
Ni siquiera cuando era una adolescente y tenía sus hormonas hechas un caos sintió aquel deseo por alguien más, ni siquiera por su novio, aquel que la traicionó con su hermana. Hiro no había podido despertar en ella aquellos contradictorios sentimientos, incluso cuando lo encontró con su hermana, la culpó y la llamó frígida.
Su semblante se ensombreció ante el recuerdo de aquel doloroso momento de su vida. Tiempo después se volvió a enamorar de un profesor de la universidad llamado Goto. Y cuando creyó que por fin sería correspondida, su hermana de nuevo se interpuso en su felicidad.
Luego de la furtiva boda de su hermana con aquel rico y suertudo doctor, Fumiko Kanzaki no pierde oportunidad para recordarle que es una solterona asalariada y que su hermana pasa exóticos fines de semana en Dubái y viaja en el Mercedes-Benz de su marido.
Su voz irradiaba orgullo cada vez que se refería a su hija menor y hablaba con tanto desdén de ella que era la mayor. Siempre fue así, desde niñas. Cuando ella se iba a jugar baloncesto, Ayame se quedaba en casa a aprender los diferentes arreglos florales que hacía su madre.
Como les hubiera gustado que la vieran la noche anterior, en brazos de Inosuke; el mismo que, a pesar de ser tan asalariado como ella, era mucho más hombre que su estúpido cuñado. Sin embargo, en ese momento no podía pensar en nada que no sean los labios de Inosuke sobre los suyos y sus manos recorriendo su cuerpo.
Su corazón aún latía alocadamente ante el mero recuerdo de aquello. Se hallaba en una terrible contradicción, por un lado, su deseo de venganza por los crueles comentarios dichos por su colega, le decían que tenía que ir y decirle su identidad, pero se encontraba atada de manos, no podría hacerlo sin morirse de vergüenza al recordar qué tan lejos le había permitido llegar.
Inosuke Hashibira, por alguna razón presentía que ese sólo era el inicio de los problemas que iba a tener con ese hombre.
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Abrió lentamente sus ojos con profunda pesadez. Después de que su vista se acostumbrara a la luz, pudo apreciar las paredes rosadas de su recamara y el vestido que había usado en la fiesta colgado en la puerta de su armario.
Entonces no había sido un sueño.
Se incorporó desganadamente en su cama y talló sus ojos hinchados. Durante todo el camino de regreso a su casa no le había dirigido la palabra a Hideki, y no fue porque no quisiera, fue porque sentía que si salía alguna palabra de sus labios iba a soltar en llanto. Pero una vez llegando a su residencia y entrar a su recamara, se soltó a llorar hasta quedar dormida, y vaya que sí había llorado bastante.
Aun se sentía muy triste por los acontecimientos de anoche. ¿Cómo puedes pasar de sentirte la chica más afortunada del mundo a sentirte la más desdichada? Cuando Tanjiro la besó tenía la esperanza de que eso significara que él estaba enamorado de ella, que iba a corresponder a sus sentimientos. Pero comprobó que no era así cuando llegó Katsumi.
Tanjiro no iba a dejar a la rubia por ella. A pesar de ser Katsumi quien los interrumpió, a él no le molesto hacerla a un lado para ir a atenderla y después besarla. Como si el beso que se dieron antes no hubiera significado nada.
Sin embargo, lo que dolió más fue cuando insinuó que se besaba con Hideki. Ahí fue donde se dio cuenta de que solo la besó por coraje y no precisamente porque de verdad sintiera algo por ella, por lo que no soportó más y le soltó la cachetada.
Suspiró profundamente y volvió a hundirse entre sus cobijas. No le importaba la hora, solo quería quedarse envuelta en su cama por más tiempo, de ser posible para siempre, porque sabía que ahí nada malo le pasaría.
–¿Kanao…?
Escuchó como su hermana la llamaba mientras abría su puerta lentamente asomando su cabeza. Sabía que no podía evitarla.
–Shinobu, ¿qué sucede? –Preguntó aun debajo de sus cobijas.
–Vine a ver si estabas bien. –Contestó Shinobu conforme se acercaba a la cama de su hermana. –Bajé y me dijeron los del servicio que aún no despertabas.
–Estoy bien, no te preocupes. –Trató de sonar convincente.
–A mí no me engañas. –Reprochó Shinobu mientras retiraba la cobija que tenía encima su hermana, sin esperar lo que vería.
Jamás la había visto así. Estaba totalmente desalineada, sus ojos estaban rojos e hinchados, señal de que había estado llorando durante toda la noche, y tenía un semblante triste.
–¿Estuviste llorando? –Preguntó preocupada sentándose sobre la orilla de la cama.
–No… Solamente no pude dormir, tal vez me voy a enfermar. –Mintió rápidamente, aunque sabía que Shinobu no lo creería.
–Kanao… –La miró de forma severa. –La verdad.
No le gustaba tomar esa postura con su hermana, pero sabía que, si no lo hacía, Kanao no le iba a comentar nada. Su intención no era molestarla, simplemente estaba preocupada y ahora más que recordó no pasar a verla después de la fiesta. Si algo malo le pasaba a su hermana, iba a ser culpa de ella por no estar al pendiente.
Kanao por su parte se maldijo internamente por no poder disimular sus emociones. Shinobu no iba a estar tranquila hasta que no le contara lo que había pasado.
–Shinobu… –Se sentó mientras agachaba la cabeza y respiro hondamente para tomar valor. –Tanjiro me besó.
–¿Ah? –Fue lo único que pudo salir de sus labios. ¿No se supone que eso sería algo bueno para ella? Estaba confundida. –¿Eso no es algo bueno…?
–Al principio lo fue, pero… –En seguida Kanao le empezó a relatar cada uno de los sucesos que habían ocurrido sin omitir algún detalle ante la mirada expectante de Shinobu. –Y eso pasó. –Finalizó limpiando algunas lágrimas que se le escaparon.
–Kanao… –Tomó sus manos entre las suyas. No sabía qué decir en esos momentos. Admitía que Tanjiro se había comportado como un idiota por jugar así con los sentimientos de su hermana. Pero el beso con Katsumi y sus palabras no la convencían del todo. –Él estaba pasado de copas y probablemente dijo todas esas cosas sin pensar.
–¿Pero no son tú y Mitsuri quienes dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad?
–Bueno… Sí, pero puede no aplicar en Tanjiro. –Trató de justificarlo. –No te voy a negar que Tanjiro se comportó como un idiota y si ahora estuviera aquí lo regañaría. Pero él tenía la intención de hablar contigo desde un inicio para arreglar las cosas y probablemente la situación se le fue de las manos. ¿Lo dejaste darte alguna explicación?
–No, pero con lo que vi no era necesario hacerlo. –Respondió un poco a la defensiva. –Además, cuando intentaba hablar solo eran reproches por estar con Hideki.
–Es cierto que su distanciamiento fue provocado por Tanjiro al darle prioridad a Katsumi. Sin embargo, él es muy amable y a veces no nota la maldad en las personas.
–¿A qué quieres llegar con esto? –Kanao la miró sin comprender.
–A qué todo su distanciamiento no fue a propósito. Puedo apostar a que solo ve a Katsumi como una compañera que necesita de su apoyo y por eso no se da cuenta de que en realidad ella busca alejarlo de ti. –Formó una sonrisa al ver que su hermana parecía entender. –Si le hubieras contado a Tanjiro desde un inicio como te sentías, él hubiera hecho hasta lo imposible para remediarlo.
–Pero eso no justifica que me haya besado y después besar a Katsumi. Tampoco que haya insinuado que tengo algo con Hideki. –Kanao estaba decidida a mantener su postura. –Le dije que ya no me buscara, y espero que lo cumpla.
Shinobu miró a su hermana y suspiró resignada. Así era Kanao, aunque pareciera muy tranquila, también solía ser muy orgullosa y es muy difícil hacerla cambiar de opinión. No tenía una respuesta para justificar las acciones de Tanjiro la noche anterior, pero más le vale que le dé una explicación a su hermana.
–Bueno, si ese es el caso yo ya no puedo intervenir más, ya es algo que ustedes dos sabrán solucionar. –Le sonrió. –Pero sabes que siempre vas a contar conmigo, para lo que sea.
Y sin poder contenerse, Kanao se lanzó a los brazos de su hermana mayor para abrazarla fuertemente. Una parte de ella admitía que las palabras de Shinobu tenía razón, pero la otra quería mantenerse firme a su decisión final.
Y así lo haría. Ya no estaba dispuesta a seguir soportando como Tanjiro se iba con otra, estaba cansada de sufrir así, de sentirse insuficiente. Ella ya había dado todo lo que podía, por lo que era mejor alejarse de una vez por todas.
Aunque su corazón se negaba a aceptar esa decisión.
El agua escurría de su cuerpo hacía el piso. Se sentía muy desorientado, pero al mismo tiempo pleno, cómo no se había sentido en años. El simple hecho de recordar los labios de ella apretados contra los suyos, lograba encender una pasión en él que creyó jamás podría volver a sentir.
Él siempre fue un hombre muy apasionado, pero desde hace ya mucho tiempo renunció a volver a sentir aquel fogoso sentimiento. Siempre creyó que aquella parte de él se había ido con ella hace ya tres años.
El insistente timbre de la puerta lo salvó antes de que empezara a autocompadecerse. Sonó una, dos, tres y hasta seis veces a pesar de ya haber avisado que atendería pronto. No conocía de muchas personas que lo visitarían en su departamento, después de todo, los únicos que saben su dirección son Inosuke y su hermana, y ésta última lo sabía porque había insistido en que le dejara su dirección apuntada, los vecinos casi nunca molestaban. Aunque la viuda Tsuyu iba a pedirle azúcar pasando un día.
Ante esa perspectiva, decidió que lo más rápido sería ponerse unos pantalones de pijama y por las prisas ir con el torso descubierto. De ser su hermana o su mejor amigo no habría inconvenientes, y de ser la viuda… siempre podía simular haber pasado una noche en compañía femenina.
Tomioka se sorprendió visiblemente cuando al abrir la puerta se topó con Tanjiro, quien reflejaba no haber pasado una mejor noche que él.
–Al menos finge no parecer tan sorprendido. –Carraspeó molesto Tanjiro por la cara de estupefacción que tenía Giyuu. Como si a él le gustara estar ahí, frente a él precisamente.
–Lo lamento, pasa. –Lo invitó haciéndose a un lado para que entrara. –Creí que no te vería hasta dentro de un mes. –Agregó guiándolo a la sala para que se sentara en el sofá. –¿Cómo sabes dónde vivo?
–Inosuke no contestaba mis llamadas, así que pensé en Tsutako, por lo que le pedí su dirección engañándole que era para algo de la escuela. Disculpa mi atrevimiento.
–No hay problema. –Lo tranquilizó. –Ponte cómodo en lo que voy a traer algo… ¿Tomas café? –Se regresó a verlo antes de entrar a la cocina recibiendo un asentimiento como respuesta. –Bien, en seguida vuelvo.
Tanjiro obedeció a Giyuu y se sentó en uno de los sillones azules esperando a que regresara.
Antes de desaparecer a la cocina, Giyuu observó rápidamente a su invitado. Tenía el rostro demacrado y ojeras marcadas. Algo le preocupaba, estaba seguro de ello. Tanjiro se estaba atormentado por algo y había acudido a él para desahogarse, pero no sabía cómo hacerlo.
Y él no sabía cómo abordar el tema. No sabía cómo tratar a Tanjiro. Ya no era el niño pequeño al cual se acercaba con mimos y palabras bonitas. Ahora era un adolescente.
Pasaron unos minutos para que Tomioka regresara con una bandeja donde llevaba dos tazas de café y un plato de galletas.
–Entonces si no es un asunto de escuela… –Habló Giyuu colocando la bandeja en la mesita de centro. –¿A qué debo tu visita?
–Tengo un problema y para serte sincero necesito un consejo.
–Debes de estar muy desesperado como para venir conmigo. –Inquirió mientras tomaba su taza de café. –¿Qué hay de los demás?
–Zenitsu tiene algunos problemas. –No quiso especificar que los problemas eran con Nezuko. –Y no fui con Inosuke porque no quería arriesgarme a encontrarlo con alguien.
–Tratándose de Inosuke no me sorprendería. –Lo apoyó.
Tanjiro apenas sonrió con desdén. No sabía por dónde empezar, si se tratara de uno de sus amigos ahora mismo ya estaría hablando sin parar, pero se trataba de Giyuu. Alguien a quien aun le guardaba un poco de resentimiento por abandonarlos cuando eran unos niños.
Tan sumido se hallaba en sus cavilaciones que no sintió como su profesor posó una mano sobre su hombro.
–No te esfuerces, cuando quieras hablar te escucharé. –Dijo Giyuu. –No importa si es hoy o mañana. Y si solo has venido a sentarte en mi sofá, pues ponte cómodo y toma tu café, parece que no has dormido bien.
–Gracias. –Tomó una bocanada de aire antes de comenzar. –Como sabrás, Kanao es mi mejor amiga… O lo era. –Vio que Tomioka asentía y prosiguió. –Nos distanciamos y anoche en la fiesta me decidí a hablar con ella, pero creo que las cosas empeoraron.
–¿Qué fue lo que sucedió? –Se atrevió a preguntar.
Tanjiro dejó a un lado su taza y empezó a relatarle todo, desde los tragos que comenzó a beber, el besó que le robó a Kanao, hasta la bofetada que le soltó.
–Y ahora me siento muy mal y confundido… –Concluyó.
–No te culpo, a tu edad también se me complicaba entender a las chicas, pero igual es un poco obvia la razón de su enfado. –Lo dijo como si fuera lo más obvio.
–¿A qué te refieres? –Volteó a verlo con duda.
–Kanao no se enojó solo porque sí. Tal vez no era tu intención alejarte de Kanao, pero al final del día lo hiciste. –Vio como el pelirrojo estaba a punto de intervenir y se apresuró a hablar. –Tú me dijiste que todo comenzó a raíz de que iniciaste las asesorías con Katsumi.
–Sí…
–Bueno, es más que claro que le diste la preferencia a ella, o al menos así lo interpretó Kanao.
–Pero yo solo ayudaba a Katsumi. –Agregó Tanjiro mientras comía una galleta.
–Por eso dije que no lo hiciste con esa intención, pero fue más que claro el desplazo que le hiciste a Kanao. Por eso no te puedes quejar de que Hideki se haya acercado a ella.
Tanjiro frunció el ceño al escuchar ese nombre, algo que no pasó desapercibido para Tomioka.
–¿Qué sientes por Kanao? –Soltó despreocupadamente mientras escuchaba como el pelirrojo casi se ahogaba con su café.
–Yo… –Se aclaró la garganta antes de hablar. –No lo sé, eso es lo que me tiene confundido.
–Sí lo sabes, solo que no lo quieres admitir. –Observó como su estudiante se tensaba. –Si no lo estas, entonces ¿Por qué no puedes olvidar el beso que le diste? O ¿Por qué mueres de celos cada vez que esta con Hideki?
Tanjiro lo meditó por unos momentos. Las palabras que le estaba dirigiendo Giyuu tenían cierta verdad, siempre había negado sus sentimientos por temor a perder su amistad con Kanao. Sin embargo, a estas alturas ya era difícil ignorar un sentimiento tan grande como el que sentía.
–No te esfuerces en decirlo. –Agregó el profesor al ver que Tanjiro tenía un debate interno. –Cuando estes listo podrás expresarlo libremente.
Sin embargo, si él quería hacer las cosas bien con Kanao, tenía que empezar por aceptar lo innegable.
–Giyuu. –Lo miró con una gran determinación que lo sorprendió. –Creo que ya es muy difícil de negar… Estoy enamorado de Kanao. –Por fin sentía que se quitaba un peso de encima. –Y si no lo quise admitir antes, fue porque tenía miedo. Kanao ha sido mi amiga durante años y temía que las cosas salieran mal perdiéndola para siempre.
–Me alegra que lo hayas admitido. –Ladeo una sonrisa. –Pero lamento decirte que ya es tarde.
–La recuperaré. –Dijo decidido.
–Es una buena idea, pero por ahora mantente al margen. –Le recomendó. –Si te acercas ahora te alejara inmediatamente, mejor dale su espacio.
–Odio admitirlo, pero tienes razón. –Dijo resignado. –Después de anoche, lo mejor será no buscarla, no quiero tentar más a mi suerte.
–Por el momento es lo más conveniente. –Lo apoyó.
–Muchas gracias. –Le agradeció recibiendo un asentimiento como respuesta.
Al verse liberado de su problema, no pudo evitar recordar lo que vio anoche. Era ahora cuando tenía que averiguarlo.
–Pero no solo vine a eso. –Su voz se tornó seria. –Quiero hablar de otra cosa.
–Adelante. –Contestó el pelinegro tomando un sorbo de su café.
–¿Por qué anoche Shinobu y tú se estaban besando? –Soltó como quien se quitaba una bandita.
Por un momento Giyuu estuvo a punto de ahogarse con su café, pero supo evitarlo. Inhaló profundamente antes de tranquilizarse, puede que Tanjiro haya estado un poco aturdido, pero estaba muy seguro de lo que vio, de nada servía mentir.
–¿Quién te lo dijo?
–Yo mismo los vi en el techo. –Afirmo el pelirrojo.
–¿Solo? –Volvió a indagar. –¿Alguien más sabe de eso?
–No, solo los vi yo. –Notó como su profesor se relajaba. –Fue casualidad. Quise alejarme un momento de Katsumi y fui al techo.
–Ya veo… –Suspiró antes de contestar. –Perdona si no puedo contestar tu duda, pero prefiero reservarlo para mí.
–Entiendo. –Tampoco era nadie para meterse en su vida, pero si seguía relacionándose con Shinobu, ahí sí tendría que intervenir. –Muchas gracias por tu hospitalidad, me retiro. –Anunció poniéndose de pie.
–Espera, enseguida preparo más café. –Se apresuró a decir Tomioka.
–No te molestes. –Lo detuvo. –Tengo que dormir un poco, anoche no pude hacerlo.
–Insisto. –Espetó el pelinegro.
Tanjiro se volvió a ver a Tomioka y al ver la consternación en su rostro comprendió qué era lo que quería.
–No diré nada de lo que vi, a nadie. –Dijo finalmente. –Haré como si no hubiese visto nada. –Terminó con desinterés antes de volver a emprender su marcha, no sin antes echar un vistazo a la gran foto enmarcada sobre la chimenea.
La foto mostraba a una hermosa y joven mujer con el cabello largo color negro a morado y los ojos púrpura, suponía que era la difunta esposa de su profesor.
Sus ojos se abrieron sin ocultar su sorpresa al notar a quien se asemejaba la mujer de la fotografía. Su mente, a pesar de lo consternada que estaba, no pudo evitar ponerse a trabajar y a entrelazar los sucesos ocurridos recientemente.
Shinobu era idéntica a ella.
Aún recuerda las palabras de Tsutako diciéndole lo mal que se encontraba su profesor cuando ella murió. Si se asociaba correctamente el orden de los hechos, todo cobraba sentido.
–Sólo un ciego no se daría cuenta del parecido con Shinobu, ¿por eso la besaste?
Una sola oración bastó para que Tomioka se cuestionara nuevamente lo ocurrido la noche anterior. ¿Lo hizo por eso? ¿Pensó en Alice mientras besaba a Shinobu? ¿Fue eso por lo que correspondió con tanta pasión a los labios de una estudiante sin pensar siquiera en las múltiples consecuencias que aquello conllevaría?
Se sintió tan condenadamente bien. Se sintió como nunca desde que su mujer murió, pero aquello se debía al parecido de la joven con Alice. No podía ser nada más, apenas era una niña, bien podía ser su hermana. Sin embargo, si sólo fuese aquello no debería de darle tantas vueltas.
–No lo sé.
No podía decir otra cosa, porque no sabía ni qué diablos sentía en esos momentos.
Tanjiro sintió la sinceridad en las palabras de Tomioka y le extrañó notar aquella confusión en un hombre que había amado tanto a una mujer. No podía ser que Giyuu sintiera algo por Shinobu, no tan pronto, no de manera tan abrupta. No lo conocía lo suficiente como para saber qué pasaba por su cabeza.
Pero sí que conocía a Shinobu.
–No soy nadie para meterme en tu vida. –Empezó Tanjiro. –Pero no quiero que Shinobu llore por tu culpa.
Él sabía que a pesar de que Shinobu trataba de aparentar entereza e indiferencia ante su cruel rompimiento y la traición de Douma, aunque pretenda ser superficial y caprichosa para protegerse, en el fondo era alguien sensible.
–No lo permitiría. –Si estaba en sus manos ahorrarles sufrimientos a sus amigas, lo haría.
–No tengo ninguna intención de hacerlo. –Le aseguró.
–Eso espero. –Dijo sinceramente Tanjiro mientras abría la puerta para retirarse. –Muchas gracias por todo, que tengas unas buenas vacaciones.
–Hasta luego. –Se despidió viendo como su antiguo hermano salía de su casa.
Al salir, Tanjiro se sintió más liviano al contarle a alguien sus problemas, aunque no esperaba que fuera Giyuu quien le diría lo que no sabía que necesitaba. Ahora tendría que pensar en cómo recuperar a su amiga.
Giyuu tomó entre sus manos el retrato de su difunta esposa y lo observó con cautela. Sus finos dedos delinearon el perfil de su rostro, sus ojos, sus labios…
Sí, el parecido era tan grande que aterraba.
Sin embargo, cuando estaba con Shinobu no pensaba en Alice. La ola de culpa y arrepentimiento llegó una vez que volvió a su departamento y se encontró con el retrato de su mujer.
Se sentía un canalla, tanto por besar a una niña como por sentir que había traicionado la memoria de su gran amor. Afortunadamente no tenía que rendirle cuentas personalmente a su esposa, cargaría con ese remordimiento internamente. Shinobu era algo muy diferente, era una adolescente y seguramente malinterpretaría lo que ha ocurrido, tal vez esperaría algo a cambio.
Esperaría que él la quisiera como se merece, pero eso era algo que él no podía hacer.
¿Cómo podría ofrecer algo que había muerto hace ya unos años?
Exacto, él aún amaba a Alice. Si se sentía tan extraño y miserable era porque sentía que había traicionado su memoria, si su cuerpo reaccionó como lo hizo a los besos de la joven, fue por sus años de abstinencia. Kocho era diferente a otras que habían intentado vanamente despertar su pasión por un sencillo motivo:
Ella se parecía a Alice, pero no lo era. Alice había muerto y nunca volverá.
Él no podría volver a querer a alguien porque su amor murió con su esposa.
Eso era lo que pasaba, tenía que convencerse de ello.
Su mente ya estaba convencida, pero tenía que ignorar aquella vocecilla que en el fondo de su corazón le decía que se estaba mintiendo a sí mismo.
Pasó el mes de vacaciones. Largo para unos, corto para otros, treinta días en los que nuestros protagonistas tuvieron tiempo de pensar profundamente sobre como afrontarían el nuevo semestre. Decisiones, pensamientos y hasta juramentos hicieron con el pasar de los días.
Todo con el fin de seguir adelante para bien, de olvidar el pasado y de continuar con paso firme hasta el futuro.
Hubo muchos llantos, frustraciones, suspiros, coraje y profundos pensamientos.
Ninguno de ellos volvió a mencionar lo que ocurrió esa noche. Aunque necesitaban desahogarse, todos concordaron que contar lo ocurrido en la fiesta sólo acarrearía más problemas que no necesitaban. Las chicas salieron juntas como si nada hubiera pasado, mientras que Tanjiro y Zenitsu seguían con su cotidiano vivir. Los tres maestros se centraron en su trabajo de arreglar notas entre otras cosas.
Sin embargo, ninguno de los diez podía evitar pensar en lo que les esperaría al regresar a sus deberes.
Así, terminó el mes.
Sentía como la brisa refrescaba su cuello con facilidad, también sentía la cabeza un poco más ligera, aunque no por eso menos pensante. Con lo mucho que le costó prepararse para ir a colegio.
Nezuko suspiró pesadamente. No podía quedarse en confinamiento como en el mes de vacaciones, y que, de no ser por sus amigas, no hubiese visto la luz del sol y su madre hubiera empezado a sospechar. En fin, no podía esconderse y bajar la cabeza para siempre.
Ella cometió un error y lo reconocía, aunque fuera difícil tratar de superarlo. Lo que hizo no la avergonzará más porque… si lo hizo fue porque está muy enamorada de Zenitsu, y aunque no es correspondida, conservará ese recuerdo en su memoria por siempre. En el largo mes ha llegado a la conclusión de que no podría querer a nadie como lo ha querido a él los últimos diez años.
Debería sentirse orgullosa, sin embargo, no puede evitar sentir que todos la miran como si supiesen lo que pasó entre Zenitsu y ella. Aquello era incómodo, recorría los pasillos topándose en cada esquina con alguna chica que había compartido intimidad con el rubio. Muchas de ellas la odian, incluso hasta ahora. Siempre sintieron celos de la amistad entre ambos.
Tal vez si supieran lo que pasó entre ellos hace un mes, se sentirían mejor. Al menos ya no la odiarían, sino que sentirían lástima de ella porque mal o bien, aquellas "chicas fáciles" al menos fueron novias de Zenitsu cuando estuvieron juntos. Aunque fuera de mentira, él les había dicho que las quería, y eso que estaba segura de que ninguna de ellas había llegado virgen con él.
Por su parte, ella era Nezuko, la mejor amiga que ni siquiera fue merecedora de un mensaje durante todo un mes. No hizo falta que Zenitsu la rechazara, lo había hecho sin siquiera hacer nada.
La castaña apretó los libros sobre su pecho con fuerza cuando sintió como le latió el corazón ante la sola idea de encontrarse con Zenitsu. Tenía que ser fuerte, ya no podía ser la Nezuko que se escondía entre las piernas de Tanjiro o de Zenitsu. Ahora era una mujer, en todo el sentido de la palabra, y tenía que hacerse valer. Sí, eso haría.
Tan ensimismada estaba que no se fijó cuando chocó con algo cálido, sino hasta antes de perder el equilibrio y ser sostenida por unos fornidos brazos.
–Lo siento. –Musitó alzando la vista avergonzada por lo que había ocurrido. –Gracias. –Medió sonrió alzando la cabeza para agradecer a su salvador.
Sus ojos rosados se encontraron súbitamente con un par de ojos dorados que la miraban fijamente. Su corazón bombeó sangre como loco, empezó a hiperventilar y sintió su rostro tan caliente que pensó que se desmayaría en cualquier momento. Su cuerpo reaccionó inmediatamente al recordar como aquellas manos que evitaron su caída acariciaron tan febrilmente su cuerpo desnudo.
Zenitsu…
Él, contrario a ella, lucía impasible e imperturbable. La indignación reemplazó sus apasionados recuerdos. Era obvio que para Zenitsu no había sido más que otro revolcón que agregar a su lista, tan clara era la indiferencia que mostraba hacía ella que… le dolía.
Súbitamente sintió el deseo de gritarle, abofetearle y golpearle. Todo esto mientras lloraba su frustración y su corazón roto, pero no podía hacer una escena, no en medio del colegio, tenía que salvar el último vestigio de dignidad que le quedaba.
–De nada. –Contestó el muchacho luego de recoger los libros que se le habían caído a la castaña y se los entregó.
La miró fijamente, era muy guapa. Ese corte a la altura de la barbilla le queda muy bien a pocas chicas. A ella, por ejemplo, le sienta a la perfección porque tiene un cuerpito menudo, pero muy bien formado. Aunque, había algo que en ella que se le hacía familiar.
¿Dónde la había visto antes? La joven lo miraba con insistencia. Lo más probable es que se quedó prendada de él, para variar. Suspiró internamente, en otras circunstancias la habría acompañado a su salón y coqueteado descaradamente con ella en el trayecto, pero no tenía ganas.
Igual que siempre no faltaron chicas que se ofrecieron a acompañarlo y a dejar en claro que querían algo con él hoy, mañana, cuando pueda. Sin embargo, no le apetecía ni siquiera pensarlo. ¿Estará enfermo? Sí claro, irá al médico y le dirá que pidió consulta porque al parecer su calentura ha bajado. Primero muerto.
Pero aquella chica era… diferente. Ella sí que hizo reaccionar su cuerpo cuando la ayudó y luego se ruborizó hasta la raíz del cabello. Algo en él reaccionó también, aunque ahora lo miraba como si fuera a golpearlo, fue como cuando vio a la chica con el vestido negro. Su semblante se ensombreció. Nezuko… aquella belleza resultó ser Nezuko a quien no había vuelto a ver o a hablar desde lo ocurrido.
Regresó a ver a la castaña frente a él que lo miraba expectante. Trató de decirle algo, pero no pudo, no podía coquetear con ella descaradamente. Suspiró resignado, quizá sea porque aún no ha aclarado el asunto con Nezuko.
Sí, decidió que era eso lo que le impedía volver a ser él mismo. Dios sabe que quiso y tuvo toda la intención del mundo de hablar con ella, una vez incluso se encontró frente al piso en el que vivía la joven, pero no pudo hablar, se dio media vuelta y regresó por donde había llegado.
El rubio frunció el ceño enojado. No pudo hablar con Nezuko y arreglar esa situación. Se dio media vuelta dispuesto a buscarla o esperarla como sea como sea el caso.
Nezuko lo vio, sus gesticulaciones denotaban su molestia al verla cerca, y era muy propio de Zenitsu eso de irse sin decir nada. Así terminaba la mayoría de sus "relaciones", las chicas que frecuentaba estaban tan acostumbradas a ese hecho que no se molestaban en indignarse o nada parecido.
¡Ja!, pero si creía que haría eso con ella está muy equivocado. Ella no era otra de sus fulanas y si bien pasará a formar parte de su interminable lista de conquistas, no lo hará como las otras. No, ella tiene que decirle a Zenitsu lo que piensa para poder seguir adelante.
Y dejarlo atrás.
Con el corazón latiéndole a mil por hora y a paso firme, se adelantó a Zenitsu y lo tomó de la mano ignorando la descarga eléctrica que recorrió su cuerpo cuando sus manos entraron en contacto. Con una agilidad y velocidad increíble, se escurrió entre los pasillos hasta llegar a las canchas del instituto, que nunca estaban en uso las primeras horas de los lunes.
Listo, una vez ahí se dio vuelta y observó a su perplejo amigo que no sabía cómo reaccionar. Estaba roja y respiraba agitadamente, recordó su valor, sus lágrimas, su ansiedad y su espera durante aquella larga semana.
–Tenemos que hablar, Zenitsu.
Esa voz, era jodidamente reconocible. Una terrible sensación de deja vú recorrió toda su espina dorsal. Sí, volvió a revivir la noche del baile cuando no la reconoció en satín negro. Sólo que ahora era diferente.
El rubio alargo la mano a la cabeza de su mejor amiga, ignorando como esta se ponía roja. Estaba más concentrado en como su mano acariciaba el cabello de Nezuko que ya daba a la altura de la barbilla.
–¿Nezuko? –No pudo evitar preguntar.
–Por favor, no empecemos con eso nuevamente. –Rogó la menor Kamado haciendo una mueca de desagrado ante el recuerdo de cómo empezó la fatídica noche de la fiesta.
No podía haber ningún error, la joven con el cabello corto delante de él era Nezuko, su mejor amiga, pero a la vez no lo era. ¿Qué le hizo a su cabello? ¿Por qué se lo cortó así? Estaba irreconocible sin su cabello largo. Ahora parecía… una mujer.
El corte hacía ver mejor su rostro y se apreciaban sus delicadas facciones. Se veía diferente, menos niña, más…
Mujer…
Sin quererlo su cuerpo reaccionó violentamente cuando su mente rememoró la apasionada noche que compartieron. La noche en la que ella se deshizo en sus brazos y repitió su nombre incansablemente. La noche en la que la descubrió como mujer.
–Zenitsu, tenemos que hablar.
Su mujer…
La gente entraba y salía del salón sin cuidado alguno. Era como si un diez por ciento de la clase estuviese ahí mientras el resto del noventa por ciento yacía calientito en sus respectivas camas. Es que nadie debería ir a la escuela un lunes, bueno, ella sí, pero tenía un motivo. No quería arruinar su precioso cuadro de asistencia que era intachable, eso le daba buenas miras a la Universidad.
Sí, la Universidad, la Todai. Su sueño desde los doce años, un sueño que iba a hacerse realidad a cualquier costo, nadie se interpondría entre ella y sus metas, ni siquiera esos compañeros que la ven con recelo y mucho menos el petulante, arrogante y creído de Obanai Iguro.
Pero es que, sus compañeros eran tan obvios. La miraban a ella, lo miraban a él, cuchicheaban y negaban con la cabeza, no había que ser un genio para saber qué cotilleaban sobre mega encuentro de la fiesta. Después de todo, ella no podría pasar desapercibida ni, aunque quisiera, todo el mundo la reconoció aquel día por su pelo. ¡Dios! ¿por qué no pudo ser rubia o morena?
Lo único rescatable del asunto era que parecían no querer aceptar que Iguro hubiese ido a la fiesta. Podía haber sido cualquiera con el que se besó o, mejor dicho, aquel que la besó.
Salvo por la pequeña de primer año que insistía en que Iguro la había rechazado, no había nadie más que insistiera en el asunto. Después de todo nadie imaginaría que ellos como rivales que eran, acabarían de besos y seguramente si ella exponía a todos los que pasó, sus compañeros se morirían de la risa sin darle tregua, porque se cortaba la mano a que todos ellos pensaban que ella era capaz de violar a Iguro, pero éste jamás le pondría un dedo encima.
¡Joder! Si hasta ella pensaba así antes de que el muy creído la haya besado a la fuerza y luego le había hecho sentir insignificante. Oh, y para colmo de males, en la nueva repartición de asientos el niño genio se sentaba nada más y nada menos que a su lado. De seguro le debe de resultar repugnante.
¿Cuándo llegarían Shinobu y Tanjiro? Era imposible que Zenitsu llegase temprano, pero ¿y ellos? ¿Dónde estaban?, ellos no se perderían las clases. Dios, cuanto los necesitaba.
Regresó a ver a Iguro y lo miró con rabia. Quería gritarle y llorar al mismo tiempo. Él la miraba de vez en cuando como quien mira algo extraño.
Estaba claro que le costaba estar cerca de ella, se le notaba la incomodidad y como no, después de todo lo que le dijo no lo dudaba.
Pues que se aguante un poco más, porque ya había pensado muy bien lo que iba a hacer y no pensaba echarse para atrás. No señor, ese asunto la atormentó durante todo el mes concluyendo horrorizada que, las palabras de su rival la hirieron, aunque no tenían que hacerlo.
Pero era sólo eso. Su rival la había herido en su orgullo profundamente.
Tan profundamente que tocó su corazón.
Sentía ansiedad, algo muy impropio en ella. Pues bien, ella siempre se ha caracterizado por su impasibilidad y su manera de pensar tan fríamente, incluso en los momentos de más crisis. Eso ayudaba mucho en su profesión, aunque muchos pensaban que era algo fácil por el poco tiempo de preparación universitaria que conlleva.
En realidad, no tenían ni idea de todo lo que implicaba ser maestro. Procurar que sus clases se entiendan, que la clase sea eficiente y se interese por la materia, lidiar con alumnos e incluso padres rebeldes o impacientes sin perder los estribos y conservar su posición como educadores.
Si, eran muy pocos los años de estudio que debían llevarse a cabo para conseguir un título de profesor, pero sin duda era uno de los trabajos más estresantes. Aun así, era un oficio muy noble que podía ayudar a muchos jóvenes y no sólo a inculcarles educación sino también, muchas veces, a estar ahí cuando un joven necesita ayuda.
Sí, su sueño siempre fue convertirse en maestra y ayudar a los jóvenes como una vez la ayudaron a ella.
Como una vez Goto la ayudó a ella. Él le enseñó lo bonito que era la enseñanza y lo amargo que podía ser una traición.
Goto, con su traje de sastre, su torpeza y nerviosismo natural no llamaba precisamente la atención de las mujeres. Pero a ella logró cautivarla sin esfuerzo alguno, nada más siendo como era y preocupándose por ella. Le hizo creer que la quería, que se preocupaba por ella, que era importante para alguien, qué era guapa y que podía volver a confiar luego de la traición de Hiro.
Nunca pensó que detrás de su desgravado aspecto yacía un importante heredero, al que su hermana no tardó en poner el ojo hasta que consiguió que dijera el sí en el altar. Todo gracias a una maquinada mentira que Goto ciegamente creyó.
–Nada mal, profesora Kanzaki.
Una cantarina vocecilla sacó de sus cavilaciones a la peliazul, haciéndole recordar dónde estaba. En el umbral de la puerta una pequeña y guapa pelimorada la miraba con un dedo en la comisura de sus labios, como si estuviera pensando o analizando algo.
–Kocho, ve a tu salón. –Ordenó parcamente mientras ordenaba unos papeles en su escritorio.
–Necesito una justificación. –Explicó Shinobu risueña recorriendo con la mirada el salón de profesores.
–No justifico atrasos injustificables. –Espetó con un tono de voz amenazador la inspectora.
La chica negó con la cabeza mientras chasqueaba la lengua.
–No, no, no. –Añadió gesticulando con el dedo índice la negativa. –Necesito una justificación para una prueba que no rendí aquel día, ¿recuerda, señorita Kanzaki?
La aludida se ruborizó ante el recuerdo de aquel día. Cuando su orgullo se fue al piso y ambas escucharon la plática entre Hashibira y Tomioka. Recordó su coraje y cómo planeó desquitarse, inevitablemente también recordó cómo resultaron las cosas.
En vez de conseguir que el profesor de gimnasia se tragara sus palabras, él la dejó a ella sin las mismas. Literalmente.
–Supongo que todo salió excelente, es decir, no podía ser de otra manera. –Shinobu tanteó el terreno, quería que la inspectora le contara todo.
–Ven a recoger tu justificación en el descanso, Kocho. –Fue la tajante respuesta de Aoi. –Ahora, a clases.
Shinobu infló sus mejillas y frunció el ceño en señal de inminente enojo. A pesar de que el tono de su voz no invitaba a que la joven siguiera hablando, Kocho con un elegante movimiento que Aoi no hubiese visto venir, desató la horquilla que llevaba agarrándole su cabello corto y lo dejó suelto.
–Eso es. –Musitó satisfecha. –Está mucho mejor ahora. Los jeans son algo muy cómodo para trabajar y es muy fácil combinarlos con una blusa elegante para verse profesional, pero me gustaría que probara colores. Está bien, considero que es un gran paso el que haya dejado colgados los hábitos de monja, pero esa blusa blanca quedaría mejor sobrepuesta o con unos tacones tal vez. Le doy un siete punto cinco. –Finalizó su análisis con deleite. –Si no me quiere decir lo que pasó, está bien. –Dijo como quien no quiere la cosa. –Pero la próxima vez que necesite un consejo, más vale que acuda a mí dispuesta a contarme hasta el más mínimo detalle. –Finalizó guiñando un ojo.
–Mi horquilla….
–Queda confiscada. –Añadió triunfal la joven estudiante. –Para que vea lo feo que se siente que le confisquen las cosas. –Agregó sacándole la lengua. Dispuesta a huir lo más pronto posible, no se dio cuenta de que alguien se disponía a entrar cuando ella iba de salida.
Se tambaleó, pero contuvo el equilibrio sin ayuda de nadie. Alzó la cabeza para disculparse sin esperar encontrarse con un par de ojos azules tras unos elegantes lentes.
¿Qué tenía que decir? ¿Cómo debía reaccionar? ¿Tenía que decir algo o esperar a qué él lo dijera primero? ¿Debía sonreír o hacerle ojitos? Su corazón latía muy rápido ¿Qué haría el profesor Tomioka? ¿Diría algo? No pudo evitar recordar como sus labios besaron los de él, así como no pudo evitar que el rubor ascendiera a sus mejillas.
Giyuu la miró reconociendo todos y cada uno de sus gestos, como sus ojos cambiaron de color al adquirir un brillo inusual y cómo sus mejillas se encendieron. Estaba escrito en toda su cara que no sabía qué hacer o cómo proceder, era claro ver que ella esperaba algo de él.
Algo que él no podía darle.
–Bu-buenos. – Tonta Shinobu, no te trabes. –Buenos días, profesor Tomioka. –Shinobu decidió saludarlo educadamente. –Nos vemos. –Añadió al salir y guiñarle un ojo.
Giyuu la miró inexpresivamente notando como los ojos de ella denotaban confusión, pero no por ello dejó su altivez y coquetería. No se dejó amedrentar por su mirada y eso, contra todos sus principios y pensamientos, le gustó.
Frunciendo el ceño ante su propia frustración, cerró los ojos y respiró profunda y resignadamente. Sabía que algo así podría pasar, tenía que ser un caballero y hablar con Kocho, tenía que cortar ese asunto de raíz. Fue un error, su cabeza se lo decía, pero su corazón se contradecía.
–Aquí está el informe de los promedios de mi asignatura. –Informó a su superior con pesar. –Permiso.
El confundido era él. Había reflexionado todo el mes respecto a cómo proceder, sabía que estaba mal y que tenía que terminar con ello, pero cuando la vio y ella se puso nerviosa y le sonrió, sus defensas se fueron al suelo. Todos los argumentos que había preparado carecieron de validez en cinco segundos. Comprendiendo así que Kocho le afectaba.
Y no quería que fuera así. No podía permitir que fuera así.
–Y bien, ya llegamos. –Informó un sonriente moreno a su acompañante.
–Gracias por acompañarme hasta mi salón. –Agradeció Kanao con una amable sonrisa. –Pero no era necesario que lo hicieras.
–Para mí no es ninguna molestia hacerlo. –Afirmó sinceramente. –Sabes que por ti haría cualquier cosa.
Kanao observó como Hideki le sonreía sinceramente y no pudo evitar conmoverse un poco. Desde que conoció al chico ya no se había sentido sola, la acompañaba a donde fuera y la escuchaba cuando le platicaba de cualquier cosa. Fue así como dejó de pensar en un momento en Tanjiro.
Tanjiro…
Desde el incidente de la fiesta ya no lo había vuelto a ver, y para mantenerse así tuvo que negarle varias veces a Nezuko la posibilidad de ir a visitarla durante el mes de vacaciones ya que no quería ver a su hermano. Lo lamentaba mucho por la señora Kamado que no dejaba de preguntar por ella según sabia por Nezuko. Era una lástima, ella también le tenía un gran aprecio a la mamá de su amiga.
Pero por su bien no podía estar cerca de Tanjiro, aunque ahora que regresaron a clases, será inevitable verlo, más aún si todos sus amigos también eran los de él.
Suspiró pesadamente. ¿Cómo se supone que debería reaccionar si se lo encuentra? ¿Qué decirle? O ¿A caso debería de dirigirle la palabra después de lo que paso? Estaba muy confundida.
–Kanao. –Le llamó su amigo sacándola de sus pensamientos. –¿Aún no entrarás a tu salón?
–Ah… –Asomó su cabeza para ver dentro de su salón. Como era de esperarse ni la mitad de su clase había asistido, pero le llamó la atención ver el puesto vacío donde se sentaba Nezuko. –Esperaré a Nezuko, no me gusta estar sola.
–Entonces me quedare contigo hasta que llegue tu amigo. –Le informó con entusiasmo.
–Pero… ¿No tienes que ir a tu salón ya? Las clases ya no tardan en empezar.
–Es el primer día de clases, no hay problema.
–Gracias Hideki, pero… –Fue interrumpida cuando sintió como alguien chocaba con su hombro. –Lo siento.
Alzó su vista sin esperar encontrar unos ojos que la miraba igual o más sorprendida que ella. Era Tanjiro.
El pelirrojo se sorprendió al encontrar a Kanao. No tenía intenciones de ir a buscarla a ella, buscaba a Nezuko porque había olvidado su almuerzo y pensaba ir a dejárselo. Era consciente de que vería a Kanao, pero no fuera de su salón con… Hideki. ¿Es que acaso no podía dejarla sola en algún momento?
–No… Discúlpame tú a mí, no me fijé. –Se disculpó Tanjiro un poco nervioso ¿Ahora que debería de decir? –Emm… –Se estaba poniendo más nervioso, era de entenderse si hace un mes la había besado y aceptó seguir enamorado de ella. –¿No has visto a Nezuko? Creí que ya estaría aquí.
–No. –Fue la cortante respuesta de Kanao mientras le daba la espalda.
–Entiendo… – La bofetada había dolido menos. Pensó. –Entonces la buscaré más tarde, nos vemos. –Se despidió retirándose un poco desanimado del lugar.
Tanjiro comprendió que el enfado de Kanao no había sido momentáneo, por lo cual le costaría bastante recuperarla y hacer que volviera a confiar en él.
Dio una última mirada a la pareja que estaba fuera del salón y los celos lo volvieron a invadir. Que Hideki estuviera con ella, le dificultaría el trabajo, tenía miedo de que él se la arrebatara. Pero está dispuesto a que eso no suceda.
Kanao pudo relajarse cuando por fin Tanjiro desapareció de su vista, la verdad es que no esperaba encontrárselo tan pronto, cuanto mucho calculaba que eso sucedería hasta la hora del almuerzo.
Hideki, por su parte, no pasó desapercibido ese pequeño encuentro. Así que no han hecho las pases… Por egoísta que sonara, eso lo tranquilizaba un poco.
–Hideki, mejor entro a mi salón. –Le informó al chico sacándolo de sus pensamientos. –Gracias nuevamente por traerme, nos vemos después. –Hizo una pequeña reverencia y entró a su salón.
–Hasta luego. –Se despidió cortésmente y emprendió marcha a su salón. Se había quitado un peso de encima al saber que tenía el camino libre para conquistar a Kanao.
Por su parte, la menor Kocho llegó a su asiento y con pesar se sentó en su pupitre. Su corazón le dolía, le decía que perdonara a Tanjiro, pero su orgullo se lo impedía.
Pero es que ¿Cómo es posible ignorar a alguien que llegaste a amar tanto?
El silencio que los rodeaba era sepulcral. No había nadie en los alrededores, todos estaban en clase, salvo ellos, mirándose frente a frente con una tensión que podría ser fácilmente cortada con una tijera. Nezuko lo miraba con decisión y Zenitsu no creía lo que veía frente a sus ojos.
–Tu cabello… –Musitó el rubio. –¿Qué le ha pasado?
–Lo he cortado. –Ironizó ¿Acaso no era obvio? Zenitsu notó la ironía y por supuesto que lo molestó.
–No soy idiota ¿Por qué? –Inquirió demandante. A él siempre le gustó el cabello de Nezuko largo, ondulado, brillante y sedoso. Es más, ahora que lo notaba, siempre era el cabello lo primero que veía en una chica y hasta ese día no encontraba uno tan bonito como el de Nezuko.
–Me gusta más así.
Mentirosa, pensó el rubio. Él sabía lo orgullosa que estaba Nezuko de su cabello. ¿Por qué se lo cortó si tanto trabajo le costó dejárselo crecer?
–No te he dicho que quería hablar por mi cabello. –Añadió acariciando su actualmente corta melena. Fue obvio que Zenitsu captó su mentira y pensaba en lo mucho que le había costado dejárselo crecer, todo porqué él había dicho que le gustaba el cabello largo. –Zenitsu. –Inhaló antes de hablar. –Tenemos que aclarar este asunto de una vez por todas.
Ahí está, pensó nuevamente Agatsuma. El momento más temido por él, aquella conversación que debió tener con ella hace más de un mes y nunca reunió el valor para hacerlo. Ahora estaba frente a él Nezuko haciendo lo que él debió hacer antes.
–Nezuko, yo…
–Déjame hablar por favor.
La interrupción llamó su atención puesto que casi se le quebró la voz a su amiga. La vio frente a él seria, hasta un poco molesta, pero decidida, aunque sus puños se apretaban tan fuertemente que temblaban. Se veía tan frágil, delicada.
En otra situación él estaría a su lado, abrazándola y confortándola, diciéndole que todo irá bien, que él se encargaría de ello personalmente, sólo que esta vez él era el causante de su malestar.
–Tú dirás. –Sinceramente estaba aterrado al darle la palabra. Sentía que, si Nezuko volvía a decirle sus sentimientos, se iría a la mierda todo su noble acto de dejarla ir haciéndola comprender que él no es bueno para ella.
–Lo siento. –Dijo captando su atención instantáneamente. –No debí haber dicho nada aquella vez, yo propicié aquello. No tienes que torturarte echándote la culpa tú solo. Para hacer… eso, se necesitan dos. –Soltó la primera parte de su repertorio como quien se quita una tirita. Ya había dicho lo más difícil, lo demás entraba por añadidura. Ni siquiera se percató de cuán desencajado estaba el rostro de Zenitsu. –Ahora, sé que esto es tan difícil para mí como para ti y no te preocupes, con tu silencio a lo largo del mes he entendido el mensaje a la perfección.
Zenitsu estaba perplejo, ¿qué mensaje si él no había dicho nada?
–No quisiera tirar tantos años de amistad a la basura. –Continuó. –Pero, espero que entiendas cuando te digo que no podría hacer como si nada ha pasado. Al menos de momento, creo que lo mejor será guardar las distancias, estoy segura de que, con el tiempo, el incidente quedará olvidado y podremos volver a ser como antes.
¡Y una mierda! Él sabe tan bien como ella que eso no pasará. No, no, no, no. Tenía que pararla, que decirle algo, pero no sabía qué.
–¿Qué dirán los demás al respecto? –Quiso golpearse cuando soltó la pregunta, pero quiso matarse cuando vio la expresión en el rostro de Nezuko. Es que no podía pensar con claridad.
–Ya lo he pensado. –Su pregunta le dolió y mucho, estaba claro que eso era lo único que preocupaba a Zenitsu. Qué dirán los demás, que dirán los cientos de chicas que aún lo anhelan en sus camas. Para él, lo que pasó entre ellos no fue nada. –Les diremos que me confesé y que me rechazaste, que a pesar de ello queremos seguir siendo amigos, pero para eso tendremos que guardar distancias. –Forzó como pudo una sonrisa. –Así que no te preocupes por eso.
Zenitsu se quedó literalmente sin palabras. No alcanzaba a decir nada, ni siquiera a gesticular algo. Lo miraba como si no lo conociera, le dolía su actitud para con él, sus calculadas palabras le dolían, sobre todo, saber que él era el único culpable de aquel comportamiento, de aquella decisión.
Nezuko interpretó aquel silencio de otra forma. El que calla otorga, Zenitsu estaba aceptando lo que le había dicho. Todo, hasta sus disculpas por sus sentimientos.
–Ya está, lamento haber hecho que perdieras tu tiempo. –Dijo soltando la sonrisa más falsa del mundo. –Por favor olvida lo que te dije aquella noche y si es posible olvida lo que pasó también, que yo haré lo mismo. –Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla consciente de que pasaría mucho tiempo para que pueda repetir aquel gesto de cariño. –Adiós Zenitsu.
Pasó frente a él con el corazón hecho añicos, pero a la vez aliviada consigo misma. Cientos de lágrimas caían, ahora sí de sus tersas y rosadas mejillas. No se permitió llorar frente a él, sin embargo, ahora que ya lo había dicho todo no había motivo para reprimir su dolor.
Ella había propuesto olvidar y seguir adelante, pero ¿cómo podría superar el gran amor que lleva años albergando en su corazón?
Zenitsu sintió el vacío en su pecho apenas la joven pasó por su lado, fue un dolor agudo que dejó desazón en su interior. Al final Nezuko le había ahorrado todo lo que tenía planeado decirle, no tuvo que explicarle porque él no era bueno para ella.
Le pidió olvidar, algo que él también estaba dispuesto a sugerirle. Pero cuando él lo pensó no se sentía tan malo. Ahora…
Ahora se sentía vacío y completamente solo.
Como si la mitad de sí mismo se hubiese despedido dándole un cálido beso en la mejilla derecha.
–Nezuko… no.
Pero ya era muy tarde, ella se había ido.
Aoi prefirió ignorar aquel incómodo silencio y la tensión que se palpó al encontrarse profesor y alumna. Seguramente a Kocho le iba mal en la asignatura, no sería de extrañarse.
Como inspectora que era, su trabajo se recargaba al inicio de los semestres. Fue a dejar unos expedientes en el archivador, cuando sin querer se topó frente a frente con un espejo y por consecuente, con su reflejo.
Su cabello corto caía alrededor de su cara. No le gustaba, se sentía incómoda, quería que creciera, pero por alguna extraña razón cada vez que empezaba a hacerlo los recuerdos la abrumaban y tenía que cortárselo nuevamente.
Enfadada consigo misma por esos recuerdos, sacó de su escritorio una simple liga para papel y se volvió a recoger el cabello, y así, se dispuso a retomar su trabajo.
–¡Lo siento! ¡Perdón! ¡No ha sido mi intención en lo absoluto! Es que…
Aoi alzó la vista para encontrarse con un peliazul que venía con su cabello alborotado, una sencilla camiseta deportiva y unos pantalones de chándal.
–¿Hashibira? –La pregunta fue tonta, sin embargo, no pudo evitarlo puesto que aquel hombre frente a ella parecía más alguien que acababa de sacar a pasear a su perro que un profesor.
–¡No ha sido mi culpa! –Continuó excusándose. –Mi despertador se averió. –No mencionó que fue él quien lo hizo volar por la ventana. –Cuando me desperté resulta que el informe de las calificaciones… –Pensó un momento la mentira que soltaría. –Mi perro se las había comido. –De acuerdo, esa excusa la daba un niño de preescolar, pero es que él estaba desesperado. Ni siquiera tenía perro. –Tuve que ponerme a trabajar en eso nuevamente porque no tenía un respaldo en la computadora y se me pasó el tiempo. –En realidad empezó a hacerlas. –Casi son las doce y…. ¿esos son jeans?
Aoi observó su reloj de pulsera ante la mención de la hora. Efectivamente ya casi era hora del almuerzo, se había pasado mucho tiempo sumida en su trabajo que ni siquiera se dio cuenta de la hora. Se enfrentó a su colega que ahora parecía sorprendido y la miraba de arriba abajo sin el menor reparo o delicadeza, parecía que estuviera viendo una visión.
–Nada mal. –Dijo una vez terminado su estudio. –Veo que si existías cuando los inventaron.
Claro, él tenía que abrir la boca y arruinarlo todo, como siempre. Tentando su paciencia y poniendo su tolerancia al borde del abismo.
–¿Sabe qué hora es, Hashibira? –Inquirió matándolo con la mirada y evitando que conteste, se adelantó. –Para venir ahora mejor no venía.
–Tienes que entender Aoisita. –La llamó con aquel apelativo que tanto odiaba. –Los lunes en la mañana son difíciles, especialmente si es después de vacaciones. Creo que sólo viene un cuarto de los estudiantes.
–¡Imagínate, no vendría ninguno si los profesores también nos ausentáramos!
–Me dirás que a ti nunca se te pegaron las sábanas. –Retó el muchacho arrimándose contra el umbral de la puerta y adquiriendo una pose provocativa y una sonrisa coqueta. –Vamos Aoi, no te hagas la difícil. No quisiera tener que usar mis encantos contigo. –Se acercó a ella y de un rápido movimiento le sacó la liga de su cabello. –Me gustan los jeans y también me gustan las chicas con el pelo suelto, A-oi-si-ta. –Era tan divertido molestar a la inspectora.
Esa sonrisa ladeada, volvía a dedicársela. Sin siquiera saberlo él ya había usado sus encantos con ella y ella ya había cedido a ellos como una cualquiera. Sus mejillas se sonrojaron ante los recuerdos de esa noche, mientras que él se mantenía tan tranquilo e imperturbable.
–Que no se repita, Hashibira. –Atinó a decir sin que la voz se le quebrase, aunque por dentro estuviera muerta de miedo. No de él, sino de su propia falta de autocontrol si es que él seguía con ese jueguito y esa pose de Don Juan.
–Por favor. –Añadió acercándose más. Gesto que ella respondió poniéndose de pie y alejándose lo más que podía. –Cualquiera que te hubiese visto pensaría que tú y yo ya fuimos amantes. –Increpó incrédulo de lo que veían sus ojos.
" No lo fuimos fue porque yo no quise.". Quería decírselo, restregárselo en la cara en esos momentos, pero no podía. Estaba claro que Inosuke nunca la relacionaría con la exótica peliazul que conoció en la fiesta. No tenía ni la menor idea y eso que se podía contar a las peliazules en Japón con los dedos de la mano.
–Vamos, que lo he dicho en broma. No tienes por qué parecer tan asqueada ante la idea. –Comentó molesto, no sabía por qué.
Esa cara de molestia ya la había visto antes y precisamente en el rostro de otra peliazul. Algo debía tener en contra de las mujeres con ese color cabello. Aoi lo detestaba y se sentía superior a él y la otra, le había huido como si fuese un leproso.
–La última mujer que me vio así, al menos tenía un buen par de… –Iba a decir una palabra vulgar para una dama. Se mordió la lengua. Aoi o no, seguía siendo una mujer y a él le enseñaron a respetarlas. –Atributos.
Su sorpresa fue grande cuando sus ojos se toparon con los, a la vista, generosos senos de Aoi que se notaban tras su blusa blanca. Era extraño, era la primera vez que los veía. Ese uniforme de reformatorio que solía llevar siempre cubría muy bien su cuerpo, el mismo que se miraba muy diferente con jeans y blusa.
–¡Fuera! ¡Incorpórese a sus labores Hashibira! –Ordenó furiosa ante el estudio de Inosuke en su persona. –¡Largo!
Confundido como estaba, Inosuke se dirigió a la salida sin rechistar. Antes de salir regresó a verla una vez más, tratando de comprender porque aquella estúpida idea había cruzado por su mente.
Aoi estaba extraña. Esa ropa, ese inusual rubor, su reacción. ¡Si hasta lo ha dejado ir sin echarle un sermón eterno!
" No, Aoi no puede ser. Jamás. Si fuese ella la belleza de la fiesta, dejo de llamarme Inosuke Hashibira".
Obanai miraba con sigilo a todos a su alrededor y como murmuraban luego de verlo. Así había sido desde que entró al plantel, todos lo miraban con recelo y confusión, incluso cuando el orden de los asientos fue decidido escuchó varias condolencias para Kanroji porque se sentaría a su lado. ¿Por qué? Normalmente las chicas le sonreían como idiotas y los chicos trataban de convencerse vanamente que eran mejores que él. Ahora lo ven como si lo condenaran.
Hasta Kanroji estaba rara. No hablaba y ella no se callaba ni debajo del mar, estaba viendo a su escritorio como si éste la hubiese insultado, una mirada muy similar a la que le había dedicado a él al verlo atravesar la puerta del salón. Aunque reconoce que la mirada de Kanroji al menos era directamente hostil, los demás lo miraban como si le hubiese salido un tercer ojo y no se lo acababan de creer.
Entre los murmullos mencionaban la dichosa fiesta, y aunque se moría por saber cómo podrían relacionarlo a él con aquella festividad pagana, no iba a exponerse, sería una estupidez, sobre todo tomando en cuenta que al parecer nadie sabía a ciencia cierta que él estuvo en la fiesta.
Por otro lado, tenía que enterarse de qué fue lo que pasó ahí. Entre lagunas mentales recuerda que Kanroji lo sacó de la fiesta, lo golpeó y lo aventó a un taxi. No tiene ni idea de porqué.
El timbre que anunciaba el almuerzo lo agarró desprevenido. La pereza era palpable en el ambiente, tanto así que los estudiantes ni siquiera se apresuraban en salir al almuerzo. Contraria a aquella reacción, Mitsuri Kanroji recogió sus cosas y sin mirarlo siquiera se disponía a irse.
–Kanroji, espera.
Lo dijo en voz baja, aun así, todo el curso regresó a verlos sorprendidos, expectantes, hasta la propia muchacha de cabellos rosados. Carraspeó, haciendo que los demás regresaran a sus cosas avergonzados.
–El dinero que me prestaste. –Empezó a decir, dando a entender a los demás que era sólo aquello y procedieron a salir del salón. Salvo los amigos de ella.
–Yo los alcanzo luego. –Les sonrió haciéndole un ademán de que se fueran.
Todos ellos estaban igual o más raros que Kanroji. Para empezar, todos llegaron tarde: Kanao y Nezuko no estaban afuera esperando a sus amigos como era costumbre. Tanjiro, a quien consideraba que podría estar a su nivel, no pudo contestar preguntas que le hacían sus profesores por estar en otro mundo. Zenitsu no parecía con ganas de andar coqueteando, y Shinobu traía un semblante cargado de pesar. Finalmente, los tres se fueron dejando el curso sólo para ellos dos.
–Ten. –Trató de iniciar la incómoda plática devolviéndole el dinero que ella debió usar. –Del taxi.
Mitsuri lo miró ofendida. ¿Será posible que alguien sea tan inteligente y estúpido a la vez?
–No te lo he pedido y no lo quiero. –Aunque el taxi le salió muy caro, su orgullo valía más.
Él ya sabía que ella iba a responderle así. A pesar de ello, eso era sólo un señuelo para averiguar lo que pasó, pero ¿cómo hacerlo sin parecer vulnerable y sin reconocer su debilidad?
–Respecto a lo que ocurrió en la fiesta…
–¿Te arrepientes?
Con que sí había hecho algo y por la cara de la chica asume que fue algo muy serio. Su instinto de supervivencia le decía que tenía que aceptar lo que ella decía.
–Si. –Dijo firmemente.
–¿De todo?
–Por supuesto. –Añadió. –Me disculpo por cualquier grosería, espero consideres que no me encontraba en mis cinco sentidos. –Ya se había disculpado, pero no podía estar seguro de qué se estaba disculpando. Es más, conociendo a la joven frente a él, seguramente ella provocó todo aquello. –Así como también de lo que hice o dije, tuvo que haber sido una respuesta justificada a tus acciones o palabras.
Mitsuri contrajo el rostro. Claro, muy típico de Iguro, se disculpa por educación más no porque en realidad sienta lo que hizo. Aquel comentario despertó su coraje, pero si él podía ser un maldito bastardo y sonar como un diplomático, ella también podía mandarlo al diablo y aún ser una dama.
–No te preocupes por lo que dijiste, no fue tan malo. La verdad no duele, pero sí incomoda. –Tanto fue su coraje que no notó como Obanai se relajaba ante aquella aseveración. –Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad, así que despreocúpate –Dijo sin emociones en la voz. –Después de esto. –Sin previo aviso ni premeditación estampó su mano contra su mejilla en una sonora cachetada. –Idiota, vete al infierno, Iguro.
Decir que estaba sorprendido era poco para lo que sentía en esos momentos. Así que pasó lo que él creía, sí, la había ofendido en la fiesta, pero no recordaba cómo. La mirada de Mitsuri parecía aniquilarlo sin piedad y ahora se iba, sin haber aclarado ninguna de sus dudas. Tenía que detenerla, tenía que saber.
–El proyecto…
–Puedo hacer mi parte sola, y no te preocupes porque lo arruine o algo parecido. He hablado con Muichiro y muy amablemente me guiará al hacerlo. –Informó con un tono de voz cortante. –Él es muy capaz de hacerlo y además mucho más amable.
–Él no es mejor que yo. –Bramó furioso. Odiaba que lo compararan. –He estudiado sus trabajos, con los conocimientos adquiridos a lo largo de los años muchas de sus teorías se van a la basura. A su edad, habré multiplicado sus logros por diez.
–Oh, sabes, no lo dudo. –Agregó venenosa. –Tienes razón, hay cosas en las que él se ha equivocado, pero es porque Muichiro es humano, no una máquina dispuesta a aislarse del mundo para complacer a los demás. –No pudo evitar alzar la voz, estaba muy molesta. –¡¿Crees que tus padres reconocerán lo que estás haciendo?! ¡No! –Gritó. –¡Jamás apreciarán lo que has hecho para que te reconozcan porque están muy encerrados en su propio mundo para hacerlo! Y tú, tú sólo has vivido para complacerlos cuando a quien deberías complacer es a ti mismo.
–¡Cállate! –La calló y por si fuera poco gritó más alto que ella. Le costaba mucho mantener la compostura. –¡No entiendes nada así que cállate! ¡No digas tonterías que ya sé! ¡Jamás podré ser como Kaburamaru porque yo estoy vivo y él no!
Mitsuri se calló, no por el tono de su voz o porque le asustase su amenaza, sino porque no podía creer que el joven al borde de un colapso nervioso frente a ella sea el mismo impasible Obanai Iguro que ella conocía.
Parecía tan frágil, como si en cualquier momento se derrumbaría. No entendía las ganas que tenía de disculparse, abrazarlo y confortarle. Es como si hubiese olvidado todo lo que pasó la noche de la fiesta.
Al recordar sus palabras, no pudo evitar reír por sus sentimientos de protección para con el chico cuando él la consideraba tan poca cosa. Aunque con la actitud de sus padres aquel día que fue a su casa, era perfectamente comprensible.
–Yo… no lo sabía. –Fue la única justificación que tenía y ya no quería estar ahí, tenía que irse, quería irse. Se supone que debía de haber salido digna y con la frente en alto, orgullosa. Sin embargo, se sentía más bien como si fuese la peor persona del mundo. No pudo evitar regresar a ver a la espalda del joven antes de salir del salón. –Estás equivocado. –Reunió fuerzas de donde pudo y como siempre, dijo las palabras que su corazón quería decir. –Obanai Iguro sólo puede ser Obanai Iguro. Y ¿sabes algo? No tienes que ser nadie más que tú mismo. Ahora, no te preocupes, no te molestaré más.
Esas palabras salieron de su corazón y llegaron al del joven en un vano intento de consolar al muchacho. Aunque sabía que no quería ni sus palabras ni su confort, eran bien recibidas. Salió de ahí rápidamente, tan rápido que ni siquiera pudo esperar a ver el rostro del chico sorprendido y con una expresión incomprensible.
Jamás le habían dicho aquello. Nunca nadie le había hecho sentir que lo que hacía estaba bien o que era suficiente, nadie le había dicho unas palabras que pudieran tranquilizarlo.
Obanai murmuró un "Gracias" que ella no pudo escuchar.
Shinobu recorría los pasillos con grácil elegancia, dispuesta a llegar por su pase para rendir el examen de recuperación. Estaba emocionada, y no porque va a presentar la prueba, sino porque era el único momento en el que podría hablar con su querido profesor sin interrupción alguna.
Tenía tantas cosas que decirle que no sabía por dónde empezar, ni qué decirle para no lucir como una niña enamorada. " Es que lo eres", le corrigió una cantarina vocecilla interior. Rio ante sus propios pensamientos, procurando olvidar como se contrajo el rostro de su maestro cuando lo saludó amenamente aquella mañana.
Seguro que no fue a ella, no pudo haber sido por ella aquel gesto tan brusco.
Con esos pensamientos positivos entró a la sala de maestros, esperando encontrar como siempre a la peliazul inspectora, más ella no estaba. En su lugar encontró a una silueta masculina, de espaldas a la copiadora. Ella sabía quién era, sólo conocía a una persona con ese cabello largo y que fuese profesor.
–Giyuu…
Bastó decir su nombre suavemente para ruborizarse y más aún cuando él se volteó sorprendido y la miró a través de sus lentes con esos profundos ojos azules. Se quedaron un rato así, nada más viéndose frente a frente sin decir una palabra.
Giyuu se dio cuenta que eso estaba sucediendo, y luego de pensarlo cuidadosamente durante todo el mes, tenía que actuar de la forma más noble y caballerosa posible.
–¿Puedo ayudarle en algo, Kocho? –Su voz fue normal, serena. Como quien hablaba con cualquiera, no con una chica con quien había compartido un íntimo beso.
–Vine a ver a la señorita Kanzaki. –Explicó Shinobu, algo confundida por su reacción. –Pero veo que no está. –Luego de meditarlo un momento decidió que lo mejor sería actuar. –No importa, me agrada verte, Giyuu. –Aún no podía decir su nombre sin sentirse intimidada.
–Tomioka. –Corrigió Giyuu rápidamente. –O profesor Tomioka si así lo prefiere. Es mi alumna Kocho, no lo olvide, merezco su respeto.
La trataba de usted, tan distante, como dos extraños.
–Entiendo. –Dijo no muy convencida. –Dentro del instituto…
–Y fuera también. –Acotó el pelinegro acomodándose mejor los lentes.
–Pero, nosotros…
–No hay un "nosotros". –Espetó mirándola seriamente, pero sin acercarse a ella. La veía tan frágil frente a él, que dudaba de sus propios instintos si se le acercase. –No puede haber un nosotros a menos que este sea para referirse a un profesor y a su alumna. –Evitó mirarla y se odió a sí mismo por no dejar las cosas en claro, como debería hacerlo.
Shinobu se quedó de piedra al escucharlo decir eso. ¿Qué quería decir?
–Kocho.
Una tercera voz llamó la atención de ambos. Giyuu empezó a ordenar sus ya organizadas copias y Shinobu simplemente apartó la mirada y se la dirigió a la mujer frente a ella.
–Señorita Kanzaki, vengo por mi justificante.
Aoi miró de hito a hito a los dos. ¿Coincidencia? Tal vez, pero no debieron callarse al hacerse ella presente. Si habló para hacerse notar, fue porque llegó justo en un momento de silencio pesado, como si ese par estuvieran en algo u ocultando algo o estaba paranoica.
Una noche se deja tocar por Hashibira y es como si se le hubiese transferido parte de su estupidez. ¿Qué hubiera sido de haber concluido lo que iniciaron? Exilió esos pensamientos tan impuros con rapidez y se dirigió a su escritorio y de éste tomó un sobre que lo extendió a la pelimorada.
–He sido muy clara, no tienes que explicar nada cuando la presentes.
–Bi-bien. –Aceptó sin rechistar o sin hacer comentarios al respecto, simplemente se dio la vuelta y emprendió marcha.
De espaldas, Aoi no pudo ver como Giyuu miraba de reojo salir a la joven Kocho con sentimientos muy contradictorios.
El almuerzo estaba inusualmente callado. Sentados frente a frente, Zenitsu y Nezuko revolvían la comida en sus platos sin tratar de disimular que la comían. Kanao y Tanjiro estaban sentados de extremo a extremo, como si no quisieran estar cerca. Shinobu miraba a la nada tomando su té helado ajena a todo lo que pasaba a su alrededor, ella había llegado hace casi nada. Ninguno decía palabra, no querían hacerlo.
Zenitsu se enfadó hasta con la comida. ¿Cuánto tiempo pasaría para que las cosas volvieran a ser como antes? Cuando él y Nezuko reían de las tonterías del curso o filosofaban sobre el manga de la semana. Se maldijo a sí mismo por haber cedido a sus bajos instintos y haberla seducido porque, aunque ella diga lo contrario, la culpa fue suya. Se suponía que él era el experimentado, el que debía parar. Nezuko había sido pura hasta que él la tocó.
Y mierda, se sentía sumamente bien por eso. Algo que agraviaba su sentimiento de culpa.
–Es un asco. –Habló por fin sin poder soportar un segundo más aquel silencio sepulcral. De paso, llamó la atención de Shinobu y Tanjiro, los mismos que volvieron la vista a su comida al cabo de una fracción de segundo.
No sabía cuánto iba a poder soportar aquello. Para colmo de males no estaba Mitsuri para amenizar el ambiente, especialmente ella que siempre salía con los temas más disparatados.
–Es el primer lunes después de vacaciones, al menos es fresca. –Contestó Nezuko monótonamente. Incómoda, a decir verdad. ¿Qué pretendía Zenitsu? No le había dicho que necesitaba un tiempo para asimilar lo que había pasado entre ellos. ¿Podría ser tan insensible?
Shinobu los miraba sin decir nada. Era obvio que algo había ocurrido entre ese par, pero fue lo suficientemente delicada para no abordar el tema en ese momento. Ese par solía ser muy cerrado con sus problemas.
–¿Eres tú, Nezuko?
Una voz masculina llamó la atención de los cinco jóvenes que regresaron a ver a un sorprendido Rui parado frente a ellos.
–Hola Shinobu, Kanao. –Saludó educadamente. –Agatsuma, Kamado. –Saludó a estos últimos con desinterés.
–Hola Rui. –Saludó Shinobu cortésmente.
–Buenos días. –Respondió Kanao al saludo.
–Ayaki. –Fue el único saludo de Tanjiro y Zenitsu.
–Hola Rui. –Saludó Nezuko sonriéndole a su amigo, sin darse cuenta de que cierto rubio se quedó mirando atentamente aquel gesto. –¿Cómo estás?
–Yo bien, pero tú… –El muchacho se sentó junto a su amor platónico sin poder quitarle la vista a su cabello que apenas y llegaba al cuello en tamaño. –Cambiaste.
–Sólo me corté el cabello. –Trató de que sonara lo más casual y despreocupado posible. –Quería un cambio. – En todos los sentidos, pensó con pesar.
–Pues, seguramente será un cambio positivo porque estás bellísima. –La halagó como pudo. –Aunque tu llevas ventaja porque siempre estas hermosa Nezuko.
En menos de un minuto Rui le echó hermosos cumplidos esperando de ella ¿tal vez una sonrisa? Nada más. Mientras que, de Zenitsu, a quién le entregó todo no había recibido ni un texto.
Se reprendió a sí misma por haber vuelto a tocar el tema. Eso ya pasó y ambos tenían que seguir adelante. Fue un error, una estupidez que tenían que dejar atrás, aunque no sabía cómo iba a hacer para sacarse todo ese amor que sentía por el rubio del pecho. Iba a conseguirlo, estaba segura y decidida a hacerlo. Por el momento la galantería de Rui la animará.
–Gracias, Rui. –Lanzó una de sus más falsas sonrisas, lo cual al parecer animó a su amigo que empezó a relatarle lo que había hecho en las vacaciones con entusiasmo.
–Hoy no estoy de humor para ver cómo le coqueteas a mi hermana, Ayaki. –Interrumpió Tanjiro con fastidio la plática que daba el castaño.
–¿Ni siquiera a tu hermana la dejas pasar tiempo con otras personas? –Escupió Kanao sorprendiendo a todos los presentes, pero sobre todo a Tanjiro.
–Hasta que ella me diga que me aleje, lo haré –Empezó a hablar Rui tratando de ignorar ese pequeño incidente. –Además, ahora será inevitable ya que se puso más hermosa.
Zenitsu y Tanjiro se levantaron abruptamente de la mesa. Los piropos que Rui le lanzaba a Nezuko empezaban a poner enfermo a Zenitsu, mientras que Tanjiro ya estaba cansado de la indiferencia de Kanao.
–Hoy han roto su récord de tolerancia, ¿verdad?
Ambos voltearon encontrándose a Shinobu junto a ellos, en un rincón de la cafetería donde botaba su té en un cesto de basura.
–Sí, será difícil que supere este. –Acotó Zenitsu como quién no quiere la cosa.
–Mira lo que la provoca hacer pelearse contigo. –Agregó Shinobu. –Porque seguro que están peleados, se nota en un radio de diez kilómetros. ¿Por qué Zenitsu? ¿Qué hiciste? O… –Volteó a ver a Tanjiro. –¿A caso tú sabes algo Tanjiro?
–Yo no te puedo decir nada, mejor que te lo cuente Zenitsu. –Respondió volteando a ver a su amigo.
" Nezuko confesó que me amaba e hicimos el amor. No hablamos por un mes y ahora me dijo que no quiere saber de mí un buen tiempo." ¿Podría decir eso sin que le destrozara los nervios a su amiga y sobrevivir de la tremenda paliza que le daría Tanjiro? No, definitivamente no.
–Verás… –Pero al menos tenía una historia que contarles. La que le dijo Nezuko que diga, la misma que si se ve desde cierto punto de vista, es una verdad incompleta. –Eso pasó. –Relató una confesión sencilla, sin mucho alarde ni dramatismo.
–Nunca imaginé que lo haría tan rápido. Ahora entiendo lo del cabello. –Musitó Shinobu más para sí misma que para el rubio que la miró interrogante. –Olvídalo, cosas de chicas. –Lo tranquilizó.
–Yo ya lo sabía. –Soltó como si nada Tanjiro ante la mirada expectante de Zenitsu. –Me alegro de que hayas sido lo suficientemente caballeroso como para rechazarla apropiadamente.
–Ella merece algo mejor. –Agregó inocentemente Shinobu.
–¿Alguien como Rui? –Preguntó Zenitsu sin poder evitar que la amargura saliera de su voz.
–Es un buen chico, educado con un vicio sano como el soccer, popular y buen mozo. –Picó Shinobu a su amigo, viendo como éste apretaba los puños. –A lo mejor ahora que la has rechazado, empiece a ver un poco a su alrededor. Si no es Rui, será otro. Hace un tiempo escuché que Minami Namba quería invitarla a salir.
–Shinobu… –Tanjiro trató de reprocharle a su amiga.
–¡No permitiré que se junte con ese mujeriego de cuarta! –Exclamó en voz baja pero muy solemne y decidido. –Sabes que es un picaflor sin escrúpulos.
–El ladrón juzga a todos por su condición. –Recitó Shinobu divertida, a pesar de la inquisidora mirada de Tanjiro sobre ella.
–Nos vemos en clase. –Se retiró un enfadado Zenitsu.
Ahora resulta que todos son mejores que él. Excelente. Y para colmo aquello divertía a Shinobu.
–Creo que te excediste. –Le comentó el pelirrojo a su amiga.
–Tiene que recibir una lección. –Se defendió encogiéndose de hombros. –Además, tú tampoco te salvas.
–No sé de qué hablas. –Fingió desinterés, pero en el fondo ya sabía a lo que se refería.
–¿Se te olvida que soy la hermana mayor de Kanao? Era obvio que me tendría que enterar.
–Solo malinterpretó las cosas, cuando se le baje el coraje me acercaré a aclarar todo. –Contestó con resignación.
–Veo que tienes un fetiche con las rubias. –Se burló la pelimorada haciendo referencia a que su exnovia también era rubia. Era divertido molestar a sus amigos.
–Al menos no coqueteo con un profesor. –La acusó molesto por sus palabras, por su situación, ¡por todo! Pero se arrepintió al instante en el que vio como la risa cesaba y la palidez se apoderaba del bonito rostro de Shinobu.
–¿Qué tonterías dices Tanjiro? –Corroboró nerviosa, pero tratando de que no se note. –Eso sería una locura.
–Sí, sólo alguien mal de la cabeza haría eso en el techo del instituto donde cualquiera podría verlos.
–Sí, un par de locos. –Afirmó. –O tal vez sólo una loca. –Reconoció con amargura.
–Shinobu, ¿qué sientes por Giyuu? –Preguntó ya sin rodeos. Observó como su amiga mordía su labio inferior y contraía el rostro en una mueca de dolor, pero luego sonrió para ella misma.
¿Qué sentía? Su corazón latía como un loco cuando lo veía, pensaba en él a cada minuto libre. El mes de vacaciones se hizo eterno sin verlo, y cuando lo hizo se quedó muda, ruborizada y avergonzada. Quería estar a su lado, quería hacerle reír, sentir su calor, buscar su calor. Volver a unir sus labios con los suyos.
Pero ella no volvería a enamorarse. Estaba convencida y decidida a no hacerlo. Entonces ¿Qué pasó?
–Lo quiero. –Admitió finalmente. –Lo quiero de verdad.
–Es por lo de Douma. –Acusó Tanjiro sagaz. –Por lo que él te hizo.
–Él hizo lo que lamentablemente yo le permití hacer. Sí, me dañó a mí, pero destruyo mi orgullo y no te negaré que lo de Giyuu empezó con eso. –Reconoció. –Pero ya no.
–Sabes que él estuvo casado. –Inquirió viendo como su amiga asentía con la cabeza. –La quiso muchísimo, dejó todo por seguirla y murió hace un tiempo. –No mencionó el parecido puesto que sería muy cruel hacerlo
–Lo sé. –Sabía lo ciertas que eran las palabras de su amigo. –Pero no me daré por vencida tan fácilmente, sabes lo cabezota que puedo llegar a ser. Hace apenas unos minutos ya me dio a entender que no había pasado nada, tal vez para él fue poca cosa, pero para mí no.
Tanjiro se quedó callado viendo la convicción reflejada en su amiga. No dijeron más, por lo que Kocho asumió que la conversación había terminado, así que le regaló una sonrisa antes de agregar:
–Vamos, que Mitsuri ha llegado y luce como si la hubiese rechazado Henry Cavill.
–Para él tampoco fue poca cosa. –Acotó Tanjiro. –Reniega de ello, pero lo sé. Y si no me equivoco significó mucho más de lo que pudieras imaginar.
–¿Por qué me dices esto, Tanjiro? Hace un momento me dijiste loca, indirectamente.
–Aún creo que lo estás. –Explicó ladeando una sonrisa. –Sólo por elegir a un hombre tan complejo como él.
–¿Y desde cuándo lo conoces tanto? Creí que lo odiabas y no te importaba nada sobre él.
–Digamos que le hice una pequeña visita hace un mes. –Contestó recordando aquella vez que fue a visitarlo, incluyendo la foto de su esposa. –Pero no intervengo por él nada más. –Se apresuró en agregar. –Lo hago por ti. Shinobu, vi a su esposa, ella y tú…
No quería que la lastimaran, no cuando estaba seguro de que Giyuu no ha olvidado a su difunta esposa por completo. Sin embargo, no puede evitar tener la firme sensación de que estaba haciendo lo correcto, y, para bien o para mal, ya lo había hecho.
–Lo sé y agradezco de todo corazón que te preocupes por mí Tanjiro. –Lo cortó ella. –Gracias a ti puedo volver a la carga con más confianza.
–Bien. –Le sonrió un poco tranquilo. –Ahora regresemos a la mesa.
–Pero… ¿Qué hay de Kanao? –Shinobu pensó que ya no querría regresar.
–Aprenderé a vivir con su desprecio. –Dijo con una sonrisa fingida.
–Fuiste un idiota, no lo voy a negar… Pero estoy segura de que no lo hiciste intencionalmente. –Se apresuró a agregar. –Y quiero que sepas que, sí estás dispuesto a arreglar las cosas, tienes todo mi apoyo. No me imagino a nadie más que no seas tú cómo cuñado. –Le guiñó un ojo.
–¿Qué te hace creer que estoy…?
–¿Enamorado? –Terminó de formular la pregunta por él. –Por favor, sólo un ciego no lo habría notado, sólo que te diste cuenta demasiado tarde. –Soltó como si fuera lo más obvio del mundo. –Pero no te preocupes, no se lo diré a nadie.
Dicho lo cual se alejó elegantemente ante la expectante mirada de Tanjiro.
Decidió olvidar el incómodo episodio en el salón de maestros. Giyuu sintió algo cuando la besó y por muy pequeño que fuese ese algo, no iba a dejarlo pasar.
Ella es Shinobu Kocho y nunca se dará por vencida.
–Escúpelo.
Giyuu se giró para ver a su mejor amigo sentado frente a él con una gran variedad de sándwiches comprados en la cafetería y una caja de almuerzo gigante. Cabe mencionar que estaba comiendo las dos cosas al mismo tiempo.
–Eso deberías hacer tú, comes demasiado. –Le espetó mientras comía su propio emparedado.
–Tienes envidia porque yo no tengo sobrepeso. –Se burló el peliazul.
–Yo tampoco.
–Pero lo tendrías si comieras la mitad de lo que yo como.
Silencio incómodo. ¿Cómo discutirle a Inosuke que cualquier persona normal engordaría consumiendo la mitad de lo que come él?
–No cabe duda de que cuando se trata de comida siempre tienes razón. –Reconoció Tomioka. –Piensas con el estómago.
–No sólo en eso tengo razón, también en el baloncesto y sé cuándo al cabezón de mi mejor amigo le molesta algo. –Añadió con sabiduría. –Así que habla. ¿En qué tanto piensas?
–Nada.
–A otro perro con ese hueso, Giyuu. –Atacó el joven Hashibira. –Ya dímelo, sabes que puedes confiar en mí.
–No es cuestión de confianza.
–Lo sé. –Dijo Inosuke. –Es algo que te está rondando la cabeza, algo que te molesta y fastidia tanto que en cualquier momento explotarías, y tiene que ver con tus sentimientos.
–¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?
–Porque he sido tu mejor amigo por más de veinte años, y si no me dices qué diablos estás pensando, te atosigaré, atormentaré y joderé la existencia hasta que lo hagas. –Amenazó con un brillo divertido en sus ojos. –Sabes que lo haré, ya lo hice una vez.
Ambos recordaron cuando Inosuke fue a París, a sacar a su amigo de la profunda depresión en la que estaba.
–Menudo amigo.
–Pues no es que tengas mucho de donde elegir, así que, empieza a hablar.
El pelinegro vio la firmeza en el rostro de Inosuke, iba en serio. Sabía que no descansaría hasta que no hablase, era un terco y un cabezota.
–Una chica me besó. –Observó cómo, por los gestos, Inosuke estaba a punto de partirse de la risa. Se ruborizó y lo miró furioso. –Muy gracioso ¿verdad? –Comentó con sarcasmo.
–Bien, no te enojes. –Se excusó conteniendo una carcajada. –Es que esta plática ya la tuvimos hace años. –Desde siempre Giyuu fue muy popular con las chicas y su primer beso fue prácticamente robado por una chica menor que él cuando tenían diez años. –Eso no es nada nuevo, a ti te han vivido besando desde los diez.
–Ja… Ja. –Ironizó Tomioka. –La cosa es… complicada. –No tenía ni idea de cómo decirlo sin sonar tonto. –No había correspondido un beso desde lo de Alice.
En ese momento el asunto perdió su gracia y un Inosuke completamente serio lo miraba con insistencia. Él sabía perfectamente que Giyuu había entrado a un profundo periodo de abstinencia desde que enviudó, era un monje en toda la extensión de la palabra, y no por falta de oportunidades, sino porque sus fuertes sentimientos se lo impedían. Por eso, el hecho de que alguien hubiese despertado a Giyuu en ese sentido merecía toda su atención, respeto y ¿Por qué no? Agradecimiento.
–Genial. –Fue lo único que pudo decir el peliazul. –Estaba empezando a creer que no habría mujer que te hiciera despertar. Dios existe.
–No es tan fácil como parece. –Contradijo.
–Claro que sí. –Rebatió Inosuke molesto. –Sea quién sea esa chica, debe ser especial para que hayas podido corresponderle aquel beso, no puedes dejarla ir.
–Inosuke, yo no…
–Lo sé, aún te duele. –Lo atajó su amigo. –Pero la vida sigue, y el que esta chica se haya cruzado por tu camino, es una prueba de que puedes seguir adelante. –Explicó seriamente. –Dos preguntas, ¿Le devolviste el beso?
–Sí.
–La más importante. ¿Sabías que esa chica no era Alice?
Tomioka se quedó callado ante la pregunta. Qué si lo sabía. Había estado dándole vueltas a aquello por todo el mes, hasta que al fin encontró la respuesta esperada.
–Sí. –Dijo finalmente. –Al principio no, lo admito. Fue como si la besara a ella. –Reconoció con amargura. –Pero después, fue diferente. –Tierno y pasional a la vez, con una chispa única. Con Alice siempre fue lo uno o lo otro, pero nunca ambos.
–Entonces no hay más de qué hablar, yo en tu lugar no pierdo de vista a aquella bruja que logró encantarte.
–No puedo, no es una mujer para mí. –Ni siquiera sabía si era una mujer aún.
–¿Está casada? –Giyuu negó. –¿Tiene alguna enfermedad? –Negación nuevamente. –¿Es una prostituta?
–¡Por el amor de Dios no! –Exclamó horrorizado ante la idea de Shinobu ejerciendo aquella profesión.
–Entonces el único problema está en tu cabeza. –Le reprendió el profesor de gimnasia. –No te digo que vayas y le pidas matrimonio, pero no deberías ignorar esos sentimientos que aquella chica logró despertar en ti. A todo esto ¿Quién es la "chica"?
El timbre que anunciaba el final del descanso interrumpió la conversación en el momento justo. Giyuu tomó sus apuntes y se puso de pie dispuesto a marcharse a su salón.
–No me lo dirás, ¿cierto?
–Me conoces bien Inosuke, tú mismo lo has dicho. –Añadió sonriendo. –Gracias por escucharme.
No le diría a Inosuke de quién se trataba, pero sería interesante conocer su punto de vista si supiera que aquella misteriosa chica es una de sus estudiantes. Aquello era lo único que evitaba que Inosuke tuviese razón.
–Ya me enteraré. –Prometió el peliazul mientras se ponía de pie. –Y recuerda Giyuu, si el camino es difícil, es porque vas en la dirección correcta.
Sin saber porque, aquellas palabras bastaron para que todo lo que pensó en el mes se fuese al demonio y empezase a considerar muchas cosas. ¿Cómo era posible que Inosuke tuviera tanta razón y estuviera tan equivocado a la vez?
Shinobu era una niña y, por si fuera poco, su estudiante. No podía haber nada entre ellos, y lo mejor sería que lo aceptara después de lo que le dijo hace unos minutos. Las cosas se simplificarían mucho.
No cree ser capaz de poder ver de frente aquel rostro apagado e ignorar ese fuerte impulso de abrazarla para protegerla.
Un instinto protector que creyó no volvería a sentir jamás.
Shinobu observaba el reloj con impaciencia. Faltaban cinco minutos para que la jornada terminara y parecía que transcurría una hora en vez de sesenta segundos. Miró al frente. Su nuevo puesto se ubicaba en la parte central del salón, seguía en primera fila, solo que ahora estaba afortunadamente sentada frente a frente al escritorio del profesor.
Lo cual podía ser muy conveniente cuando tocaba clases de matemáticas, aunque hasta ahora Giyuu apenas y la ha mirado.
El timbre sonó finalmente causando exaltación por parte de los estudiantes que, eufóricos, recogían sus cosas sin importarles dejar algo atrás.
–No olviden que tienen la tarea en la pizarra y sigan trabajando en su cuaderno de actividades. –Añadió finalmente mientras se sentaba y se quitaba los lentes para que sus ojos descansaran de la larga jornada que había culminado por fin.
Casi con desespero salieron todos como si de un rebaño de animales se tratasen. Sorprendentemente, Nezuko ya estaba fuera yéndose con Rui en cuanto este salió. Un poco más atrás iban Mitsuri, Tanjiro y Zenitsu. Les dijo que tenía que quedarse por un pendiente y que siguieran sin ella. Tanjiro fue quien más tardó en irse, hasta que hizo un gesto de resignación y le alzó el pulgar en señal de apoyo.
Giyuu no pudo ver la gesticulación entre ambos jóvenes porque se encontraba de espaldas borrando el pizarrón. Cuando se volteó, esperó encontrar el salón vacío, pero no. Se sorprendió cuando vio a la guapa pelimorada aún sentada frente a él.
–Hola, de nuevo. –Saludó con una sonrisa, haciendo como si nada de lo que ocurrió en la sala de maestros hubiese pasado en realidad.
–Kocho, es hora de irse. –Dijo Giyuu como quien no quiere la cosa.
–Lo sé. –Dijo sin cuidado. –Pero, no he presentado mi examen de recuperación y aquí tengo mi solicitud. –Concluyó mostrando su perfecta dentadura.
–Puedes irte. –Indicó serio. –Ya he entregado mi reporte de las notas y te pasé con una satisfactoria, creí que lo habrías notado antes.
–¿Por qué? –Preguntó ella rodeando el escritorio para quedar frente al pelinegro.
–Para evitar este tipo de situación. –Dijo sin dudar, parándose para así impedir el acercamiento de la joven. –Shinobu, lo que pasó aquella noche fue un gravísimo error de mi parte, algo muy poco profesional y antiético. Una locura.
–Cuando los sentimientos tienen que ver con las acciones, todo es una locura. –Explicó con tranquilidad. –Te quiero, Giyuu.
La sinceridad con la que soltó aquella confesión lo agarró con la guardia baja. Luego de haberse repetido hasta el cansancio, y haberse puesto cientos de motivos por los cuales aquello era un desastre y no debía ser, nuevamente ella con su carita de princesa y su súbita confesión, volvían a desarmarlo.
–Eres muy joven y atractiva. –Empezó a decir el profesor. –Estoy seguro de que cientos de chicos matarían por escucharte decirles esto.
–Pero no lo siento por todos esos chicos. Lo siento por ti.
–Acabas de salir de una relación dolorosa.
–Esto no tiene nada que ver con lo que pasó con Douma. –Dijo con paciencia. –Te quiero.
–¿Por qué? –Preguntó mirándola a los ojos. –¿Por qué te he escuchado? ¿Por qué te he prestado atención? –Empezó a enumerar los posibles motivos. –Yo también te tengo afecto como a cualquiera de mis estudiantes, porque sólo eso puedes ser, mi estudiante y yo soy tu profesor. –Vio como el semblante de ella no cambiaba en lo más mínimo. –Te llevo casi una década
–¿Terminaste? –Le preguntó con completa calma y ante la falta de reacción de Tomioka, decidió seguir. –Te quiero. –Repitió. –No me importa tener que decírtelo cien veces hasta que me creas. Te aseguro que cuando me di cuenta de que te quería, tampoco me lo creí. Me había jurado a mí misma que nunca más entregaría mi corazón a una relación, pero ya era tarde. –Agregó con una sonrisa. –Sin saberlo y sin siquiera proponértelo, te fuiste metiendo aquí. –Señaló su pecho. –Sí, con tus atenciones y tu preocupación, algo que nadie, salvo mis amigos y hermana, habían mostrado por mí antes. Al menos no sinceramente.
–Shinobu, yo… ya no tengo nada que ofrecerte. No tengo un corazón que darte y tú mereces a alguien que te quiera y te valore mucho.
–Tú me quieres. –Le espetó ella. –No quieres hacerlo, pero no puedes evitarlo. Lo sé porque yo siento lo mismo. –Empezaba a frustrarse. Ni de lejos lo hubiese planeado de aquella manera. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas.
–Por favor no llores. –Le rogó al ver su rostro. No pudo evitar ni resistir el impulso de acercarse a ella a ofrecerle un abrazo. Sabía que estaba mal, aun así, no pudo evitar rendirse ante la necesidad de consolarla. –Entiende, yo sólo te causaría dolor. –Explicó mientras le secaba las lágrimas.
–No me importa. –Dijo en voz baja y con la cabeza gacha. –Comprendo que para ti debe ser muy difícil, sé que aún guardas sentimientos muy queridos por ella. –No podía decir su nombre. –Pero estoy segura de que yo puedo ayudarte a superarlo.
–No lo creo.
–Déjame intentarlo. –Pidió terminando con la distancia entre sus cuerpos, quedando ambos rostros a escasos centímetros de distancia. –Déjame demostrarte que aún tienes mucho que ofrecer. –Puso su mano en el bien formado pecho de él. –Aquí aún hay algo, está latiendo, lo siento.
–No mereces esto. –Repitió.
–Pero lo quiero. –Afirmó con convicción. –Quiero esto, te quiero a ti. –Llevó una de las grandes manos de su profesor a su pecho. –Él. –Señaló su corazón. –Me dice que te quiero, y él. –Dijo señalando la mano que ella tenía en su pecho. –Me dice que puedo hacer que sientas lo mismo por mí.
Sin previo aviso, nuevamente volvió a unir los labios con los de su profesor. A la defensiva, esperando ser rechazada, más no fue así. Cómo si Tomioka notara su incertidumbre y su temor, tomó las riendas del beso, mordiendo sus labios tiernamente para que ella le diera un acceso más profundo, más íntimo.
A Shinobu no le costó seguir el ritmo que él estaba marcando, se sentía tan bien estar así. Había anhelado aquel reencuentro entre sus labios por un mes y por la urgencia con la que la besaba el pelinegro, podía deducir que él también.
Se separaron sólo cuando el aire le hizo falta a ella, se podía notar claramente la diferencia de experiencia entre ambos.
Tomioka apenas un poco azorado mientras que Shinobu estaba agitada y ruborizada, sintiendo sus labios latir por la fuerza de aquel beso, y un brillo en sus ojos que hizo a Tomioka darse cuenta de que la batalla estaba perdida cuando la dejó acercarse.
Su cantarina risa llenó el salón, y presa de una emoción hasta ese entonces desconocida por ella, colgó sus brazos al cuello del profesor.
–A partir de ahora, somos novios. –Sentenció firmemente. –Giyuu.
Tanta emoción, aquel gesto tan impulsivo y ahora aquella risa y mirada traviesa. Creía tener todo bajo su control, no pudo evitar que su magullado orgullo tratara de rescatar, aunque sea un ápice de valor.
–Espero que sepas en lo que estás metiendo. –Amenazó con voz seria y parca, notando inmediatamente como la joven se tensaba al escucharlo. –Shinobu. –Lo dijo con un tonito tan arrogante, ronco, seductor.
Y despejó las dudas de ambos al volver a capturar sus labios, sólo que esta vez con aún más fuerza que antes. Se sentía lo joven que era a su lado. Se sentía vivo.
¿Sus sentimientos eran confusos? Sí ¿Estaba volviéndose completamente loco? Probablemente.
Lo que estaba haciendo estaba mal, legal y moralmente, pero no podía evitarlo, era algo superior a él, algo que creyó no volvería a sentir jamás. Y la carne es débil. ¡Todo era una locura!
Sólo estaba seguro de tres cosas. Uno. Él aún no había superado su pérdida, Alice aún era parte de su vida.
Dos. Era consciente que estaba haciendo mal, pero al parecer su mente y su corazón se encontraban hechos líos.
Finalmente, la más importante, tres. Acababa de aceptar como novia a Shinobu Kocho.
Y en esos momentos la idea no le disgustaba en lo absoluto.
Próximo capítulo: Viernes 06 de septiembre de 2024
