Capítulo XI: Imágenes Invaluables
Pizarra vacía, oscuridad. Pizarra con un par de números, oscuridad de nuevo. ¡Pizarra llena de números, signos y gráficos!
Un par de cejas perfectamente depiladas se juntaron con enojo. Las matemáticas siempre eran así, te despistas un momento y al siguiente ves en el pizarrón un ejercicio cuyo desarrollo es más extenso que su muy completa colección de esmaltes.
Ni su extremadamente sexy novio podía evitar que muriese de aburrimiento en ese momento. Límites al infinito, sólo el nombre le daba nauseas. Nunca entenderá por qué le dan tanta importancia a ese tipo de cosas en la vida. Algebra, cálculo diferencial. Son cosas que nunca, jamás, usará tras graduarse del instituto. Porque, puede que aún no sepa qué quiere estudiar, pero sabe que no será ninguna asignatura en la que las matemáticas sean de vital importancia.
Francamente, no entiende cómo puede haber gente que disfrute las matemáticas si hasta ahora lo único bueno que le habían dado en la vida es…
A su querido novio.
Pero, ese día ni siquiera estaba de pie impartiendo la cátedra. En el pizarrón se encontraba Murata tratando de resolver un problema con ayuda de sus compañeros. Giyuu había entrado y había dicho que esta hora la utilizaran para repasar, después de todo los exámenes estaban a la vuelta de la esquina. Les mandó a plantear problemas en la pizarra y que entre todos los resolvieran. La mayoría lo hacían, otros revisaban en privado, como Mitsuri, Tanjiro y Obanai. Unos pocos dormían, como Zenitsu.
Ella no podía dormir. ¡Se sentaba adelante! Sintió algo vibrar en su regazo que la sacó de su frustración y regresó la vista al dispositivo morado que yacía sobre sus piernas cuya pantalla táctil se había encendido. Sin pensarlo dos veces clavó su mirada en su nuevo celular que le anunciaba una nueva aplicación.
Su pequeña cabecita empezó a maquinar un plan infalible para llamar la atención del pelinegro que tecleaba en su laptop. Decidió escribirle un mail. Seguramente se molestaría con ella por escribirle en clases, pero tomaría el riesgo.
–"Hola, guapo :3"
No tardó mucho en notar como la concentración del profesor era interrumpida, y tras un par de minutos sintió los felinos ojos azules sobre ella, mirándola de soslayo.
–"¿No se supone que estás en clase? Los celulares están prohibidos. Apágalo."
¡¿Qué clase de mensaje era ese?! Nadie le daría órdenes a ella.
–"¡Estoy muriendo del aburrimiento en clase de matemáticas!"
Esta vez el mensaje tardó un poco más en llegar. Empezaba a impacientarse, hasta que le vio suspirar y empezar a teclear.
–"Quizá si prestaras atención no te aburrirías. Tienes el examen en tres días"
No necesitaba que se lo recuerde.
–"Ya lo sé. –Insertar giro de ojos. –Pero es muy difícil prestar atención a tus compañeros que tratan de hacer que los ejercicios se resuelvan por arte de magia y mi sexy profesor no ayuda, puesto que "supuestamente" está trabajando en su laptop. Nos dejó en las manos de Dios."
Esto de escribirse como si se refiriera a otra persona era divertido. Quizá debería subirles un poco la temperatura a los mensajes.
–"¿Sexy Profesor?"
Ni siquiera se percató de que Giyuu había contestado tan rápido. Claro, que escribir dos líneas no llevaba mucho tiempo.
–"¡Sí! ¿No te lo había dicho? ¡Mi profesor de mate está para comérselo!"
Escuchó como una risa mal disimulada en una tos salía de sus labios. Genial, lo divertía.
–"¿Para comérselo? ¿Es un bizcocho?"
Tecleó rápidamente.
–"Relleno de crema de chocolate y cubierto de limón."
Shinobu miró de soslayo a su novio y se percató de sus cejas alzadas en son de sorpresa.
–"Que combinación tan más… extraña."
–"Pero es deliciosa." –Insertó unos ojitos coquetos en el mail. – "Y mi favorita."
Sí, quizás fue muy atrevida al escribir aquello porque Giyuu era muy conservador en varios aspectos y tardó en contestar. El pánico la invadió, estaban teniendo una conversación tan amena que deseó con todas sus fuerzas no haberla estropeado. Finalmente, el vibrar de su celular la sacó de su agonía.
–"¿Vas al instituto a ligar con profesores sexys-comestibles-extraños?"
Ahora fue a ella a quien se le escapó una risita tonta tras leer cómo Giyuu se refería a sí mismo.
–"¿Celoso?"
–"En lo absoluto."
Claro que no estaba celoso. Se estaba refiriendo a él mismo.
–"¡Deberías! No te imaginas el millar de corazones rotos que dejo cuando camino."
No era una mentira. Está segura de que la mayoría de los estudiantes del instituto suspiran cuando la ven pasar.
–"Lo mismo podría decir yo. Por cierto, cuidado y tu profesor se da cuenta de que estás en el celular."
–"No importaría. Soy su consentida."
Y una arriesgada al escribirle aquello. Pero, alguna concesión debería tener ser la novia del profesor.
–"De ser cierto, deberías dar el ejemplo y prestar atención a las clases. En serio."
Parecía que quería volver la plática imparcial y profesional. No se lo permitiría.
–"No. Está muy ocupado en su computadora, y te repito que soy su consentida."
–"Podrías dejar de serlo… ¡Presta atención al ejercicio!"
¡¿Cuál era la obsesión con el maldito ejercicio?!
–"Prefiero conversar con mi novio. Es IMPOSIBLE que deje de ser su consentida."
Esperó a que contestara inmediatamente desmintiéndola, mas no ocurrió. Pasaron los minutos y nada. Quizá no sintió el vibrar del aparatito, pero nada. Gruñó frustrada y con coraje empezó a jugar el jueguito de moda, uno de un tal impostor.
–Confiscado.
Shinobu alzó sus orbes púrpuras hacia la persona de espaldas que retiró el celular de sus manos. ¿Cuándo lo puso sobre la mesa? Que descuido. ¡Maldito juego adictivo! Ahora Giyuu la había tomado desprevenida, jugando con su celular en su clase y se lo había quitado frente a todo el salón, el mismo que reía con ganas. Mitsuri la miraba sorprendida, Tanjiro parecía tenerle lástima y Zenitsu apenas bostezaba por el bullicio que se armó.
Se ruborizó y se hundió en su puesto. Su novio la había humillado en público.
El timbre que anunciaba el descanso no tardó en sonar. Al menos eso acalló las risas de sus compañeros.
–Bueno señores, nos vemos después del descanso. Por favor revisen el ejercicio y de ser posible, resuélvanlo. Es tema seguro de examen.
Poco a poco los estudiantes empezaron a desaparecer del salón. Shinobu les hizo una señal a sus amigos de que trataría de recuperar su celular y estos se fueron tranquilos del lugar, al igual que la mayoría de los estudiantes que por supuesto, asumían que la princesa Kocho exigiría o rogaría por tener su celular de vuelta. Finalmente, el aula quedó vacía exceptuando a un profesor y a su alumna.
–¿Por qué? –Fue la pregunta de Shinobu. No tenía que decir más, Giyuu sabía a qué se refería. Sin embargo, no despegó la mirada de la pantalla del ordenador cuando le contestó.
–Porque estabas jugando y chateando en la hora de clases.
–Estaba chateando con mi novio. –Dijo con voz chiquita, de niña mimada. –¡Giyuu! –Ni siquiera la regresó a ver. –¡Profesor Tomioka!
–Dígame, señorita Kocho. –Respondió alzando la vista y viéndola a través de sus lentes de marco elegante.
Shinobu frunció el ceño y rodeó la mesa del escritorio. Había un pequeño espacio entre la silla del profesor y el mueble sobre el que descansaba la laptop, dada su delgada complexión no le resultó difícil colocarse en medio.
–No me ignores. –Pidió con voz afligida. –Por favor.
Aquello llamó la atención de Giyuu. Tenía muchas cosas en la cabeza, entre ellas terminar el informe que escribía, y se le olvidaba que debía tener extremo cuidado con como trataba o las cosas que le decía a la pequeña jovencita. Se quitó los lentes para encarar a la pelimorada.
–Lo siento. –Dijo ahora sí, mirándola a ella. –No pretendía ignorarte.
Kocho agachó la cabeza, y sin pedir permiso se acomodó en las piernas de su profesor con semblante afligido.
–Kocho. –Se corrigió en ese momento y miró hacia la puerta cerciorándose de que estuviese cerrada. –Shinobu, si alguien nos encuentra así…
–Te perdono. –Interrumpió a Giyuu delineando con su dedo índice la abertura en el cuello de su camisa. –Tú también, discúlpame por lo del teléfono. –Añadió mirándolo con sus ojos púrpura suplicantes.
–Bien. –Contestó Giyuu resignado. No podía negarle nada a ese par de ojos de muñeca. –Ahora…
Fue interrumpido nuevamente por la joven quien jaló de su camisa para unir sus labios en un tierno beso. Shinobu tomaba la rienda del beso y mordió su labio inferior para profundizarlo tal y como Giyuu lo había hecho con ella cuando la besaba. Por un momento se olvidaron del resto del mundo y sólo se besaron apasionadamente.
Extrañó esos labios, por mucho que le cueste admitirlo. Vaya que lo hizo, y la forma en la que Shinobu llevaba el beso era perfecta. Sabía a vainilla, no pudo evitar preguntarse si toda ella sabría igual. Un hambre que creyó extinguida lo atacó súbitamente y se notó en el beso, el cual se volvió más demandante… más hambriento.
Una vez que se separaron por falta de aire, Shinobu le regaló una sonrisa que no pudo evitar corresponder. Era una locura. ¡Besar a su alumna en pleno salón de clases! Pero, vaya que había disfrutado de aquel impulsivo gesto.
–Entonces, ya que nos perdonamos mutuamente… –Empezó a hablar Shinobu. –¿Me regresas mi celular? –Le dio su más grande sonrisa.
–No. –Contestó Giyuu con otra sonrisa malvada.
–¡¿Por qué?!
–¿Me besaste para obtener tu celular de regreso?
–No. –Aseguró rápidamente. –Eso fue furtivo, simplemente no pude resistirme. Yo quería acurrucarme hasta convencerte.
–Lo siento, pero no te devolveré el celular.
–¡Eres mi novio! –Exclamó con un mohín.
–En horas de clase soy tu profesor y tú eres mi alumna.
–Vaya manera de tratar a tus alumnas. –Dijo tocándose sus labios hinchados.
Giyuu iba a contestarle algo, pero en ese momento, ambos escucharon la perilla de la puerta girar y procuró actuar lo más pronto posible.
–Profesor Tomioka. –Saludó una voz femenina. –¡Aquí está!
–Inspectora Kanzaki. –Hizo un ademán de levantarse para saludar.
–No se levante. –Se apresuró a decir la peliazul. –Vengo a recordarle que espero su informe hasta la once y treinta. –Anunció acercándose peligrosamente a donde el pelinegro se encontraba sentado.
Sin saber que en el hueco del escritorio yacía una de sus alumnas con el corazón latiéndole muy rápido y que el profesor no podía ocultar su nerviosismo moviendo la pierna con insistencia.
–Claro, lo tendrá a la hora prevista. –Aseguró ocultando su nerviosismo.
–¿Por qué no ha ido a la sala de maestros? Es el descanso.
–Tengo la próxima hora con este grupo y no quiero perder el hilo del informe.
La respuesta de Giyuu pareció convencer a Aoi que se dispuso a retirarse.
Shinobu vio como los zapatos de la inspectora se alejaron y Giyu se relajó un poco. Vio sus piernas a su disposición y simplemente actuó. Empezó a acariciarlas por encima del pantalón, en la situación que se encontraban sabía que aquello bastaba para que Giyuu se pusiera mucho más nervioso, tanto así que su exclamación fue audible.
–¿Ocurre algo, profesor Tomioka? –Inquirió Aoi quitándose los lentes.
–Nada inspectora. –Aseguró el pobre profesor turbado por las caricias de la joven por encima de la tela
–Está muy rojo. –Señaló Kanzaki acercándose de nuevo.
–Parece que se me va a pegar la gripe. –Se excusó. –Empezaré a medicarme hoy mismo. –Las manos de Shinobu se detuvieron al percibir que Aoi se acercaba nuevamente.
–Mejor saque cita con el médico. –Recomendó la peliazul y ahora sí se dirigió a la salida. –A las once y treinta. –Le repitió antes de salir, no sin antes cerrar la puerta.
Una vez que se aseguró que no volviera por algún pendiente, se alejó del escritorio dejando salir a la joven de bucles desordenados y la miró con reproche.
–Eso fue muy peligroso. –Le acusó Tomioka.
–Eso fue por no devolverme mi celular. –Le sacó la lengua antes de acomodarse el cabello y alistarse para salir.
Allí estaba de nuevo, su niña mujer. Porque las caricias que le hicieron en las piernas no eran las de una niña, mas su actitud sí que lo era. Dios, ¡Esa niña lo volverá loco!
Se incorporó de la silla y atrapó a la joven entre sus brazos, acorralándola en el escritorio.
–Es increíble lo rápido que consigues sacarme de mis casillas. –Contestó con su rostro muy cerca de ella. –No es recomendable que vuelvas a tocarme así. –Advirtió.
–¿Por qué? –Cuestionó. –¿Por qué estamos en la escuela?
–Sí. Por eso. –Afirmó Giyuu. –Pero, más que nada, porque recuerda que, aunque sea tu profesor también soy un hombre, princesa.
–Y tú recuerda que yo soy una mujer, cariño. –Le dio un beso corto en los labios antes de escabullirse y dirigirse a la salida del salón tan digna como una reina.
Giyuu cayó pesadamente en su silla y suspiró resignado mirando al techo. Masajeó sus sienes. Iba a envejecer más pronto junto a esa niña.
Parecía que el que tendría que atenerse a las consecuencias de sus actos sería él.
El salón de clase estaba más bullicioso de lo normal. Pero no era de extrañarse, después de todo el profesor en turno no había asistido, por lo cual era el momento de muchos para charlar con sus amigos, o para otros la oportunidad de terminar algunas tareas pendientes, como ella.
–Listo. –Anunció victoriosa una castaña al ver concluida su tarea. –Kanao, ¿Podrías revisarla? Por favor. –Pidió a su mejor amiga a la par que le extendía su cuaderno.
–Claro. –Aceptó Kanao y después de unos momentos de revisar su contenido, regresó el cuaderno a su dueña. –Tal parece que está todo bien.
–Que alivio. –Exclamó Nezuko. –Gracias por ayudarme Kanao, sabes que la química y sus fórmulas no son mi fuerte.
–Hacer reacciones químicas no es difícil, solo es práctica.
–Para ti es fácil decirlo, te la pasas en un laboratorio haciendo experimentos sobre medicamentos. –Contestó la castaña a la par que bostezaba. –Eres muy lista.
–Oh, hablando de eso. –Comentó Kanao obteniendo la atención de su amiga. –El profesor Yagami me citó ayer en su oficina.
–¿De nuevo perdió sus lentes? –Bromeo Nezuko ya que el profesor de biología supuestamente perdía sus lentes cuando estos se encontraban en su cabeza.
Kanao rio un poco.
–Para nada, es solo que… Me nombro la representante del club en el festival cultural. Voy a coordinar a todos los miembros para exponer sobre las investigaciones farmacéuticas y Hideki será mi ayudante. –Un ligero sonrojo de asomaba en las mejillas de Kanao.
–¡Eso es genial! –Le apremió, pero notó que el rostro de Kanao no se veía muy feliz. –¿No te sientes feliz por eso?
–Claro que sí. –Se apresuró a contestar. –Es solo que… Me pongo un poco nerviosa cuando estoy rodeada de mucha gente, y más si tengo que dar un discurso.
–No pienses así, tú mejor que nadie estás capacitada para asumir ese cargo, incluso tus compañeros me darían la razón.
–Pero…
–Pero nada. –Le interrumpió Nezuko, ya sabía lo que diría. –Eres muy inteligente, amas lo que haces, no tienes por qué sentirte intimidada. –Tomó las manos de Kanao para inspirarle confianza. –No estás sola, sabes que cuentas con todo mi apoyo.
Kanao observó por un momento las manos de su mejor amiga. Tenía un poco de miedo porque tenía sus dudas sobre coordinar correctamente a sus compañeros, era mucha responsabilidad para ella asumir ese cargo, aún más si tenía que dar un discurso para los presentes. Estuvo a punto de exteriorizar sus temores, sin embargo, sintió como Nezuko apretaba ligeramente sus manos. Alzó la vista y se topó con la dulce sonrisa de su mejor amiga, la cual le pudo transmitir una seguridad inexplicable.
–De acuerdo. –Dijo por fin resignada. –Haré mi mayor esfuerzo.
–Eso es lo que quería oír. –Comentó la menor Kamado con satisfacción a la par que soltaba delicadamente las manos de su amiga. –¿Y dónde será la presentación? Tengo entendido que ya muchos apartaron lugares para instalar sus clubes.
–El profesor Yagami pudo conseguir el auditorio, o al menos la mitad. –Pudo notar como el rostro de su amiga reflejaba preocupación. –¿Qué?
–Bueno… –Justo el día de ayer su hermano le había comentado que la clase de historia haría su exposición en el auditorio. Lo mejor sería decírselo ahora para que después no se lleve la sorpresa. –Lo que pasa es que…
–Tanjiro estará ahí. –Le ayudó a terminar la frase adivinando lo que diría. –No te preocupes, supuse que él estaría ahí. Después de todo el profesor me comentó que la otra mitad sería utilizada por la clase de historia.
–Ya veo… Qué bueno que ya lo sepas. –Contestó Nezuko un poco aliviada.
–¿Y tú qué harás en el festival cultural? –Preguntó para desviarse un poco del tema de Tanjiro.
–Yo… –Se quedó pensando un momento. –No lo sé, no pertenezco a ningún club y por eso no participo en ninguna actividad. –Suspiró pesadamente. –Antes lo único que hacía era apoyar a Zenitsu en sus partidos.
–Lo siento… –Se disculpó al hacerle recordar a Zenitsu.
–No tienes que disculparte. –Le tranquilizó formando una sonrisa triste. –Debo acostumbrarme a hablar de él sin que duela.
–¿Y cómo van las cosas con Rui?
–Digamos que… bien. –Diciendo lo último no muy convencida.
–Por como lo dices supongo que solo ha estado bien para él. –Nezuko asintió. –¿Realmente estás segura de esto? Me refiero a que le permitas a Rui que se acerque a ti.
Nezuko no espero que alguien le llegara a hacer esa pregunta. Admitía que había permitido el acercamiento del castaño sólo para olvidar a Zenitsu, pero ella sentía que no era lo correcto. Lo apreciaba, en este corto tiempo que pasaron juntos había comprobado que podía llegar a ser un buen amigo, pero ni así podía prometer que correspondería a sus sentimientos algún día. Tal vez con el tiempo…
–No lo sé, pero al menos me ha ayudado a distraerme… Es un buen chico. –Recordó el tiempo que han pasado juntos. –No resultó tan pesado como creíamos.
–Se está tomando su tiempo para enamorarte. –Ese comentario hizo sonrojar a Nezuko y Kanao rio levemente. –Es bueno saber que Rui puede ser un buen amigo.
–¿Y qué hay de ti? –Preguntó Nezuko viendo como su amiga la observaba confundida. –Hablo de Hideki, no creas que dejaría pasar ese tema.
–Pues no hay nada que hablar. –Respondió encogiéndose de hombros. Nezuko hizo un puchero.
–No finjas. Siempre está al pendiente de ti, pasa la mayor parte del tiempo contigo y… –Una picara sonrisa se formó en el rostro de la castaña. –A leguas se ve que le gustas.
–N-no digas tonterías… –Dijo avergonzada. –Él tiene a más de una detrás de él, no tendría por qué fijarse en mí.
–¿Y por qué no? Tú eres muy bonita Kanao, y apuesto a que no solo le gustas a Hideki. Te falta tener más seguridad. –Dio un pequeño golpe en la frente de su amiga. –Reacciona.
–Es que no puedo darme la oportunidad con alguien más si… –Desvió la mirada hacia otro lado. –Sigo queriendo a Tanjiro.
Otra sonrisa triste se formó en el rostro de Nezuko.
–Parece que tenemos la mala suerte de aferrarnos a la misma persona. –Un largo suspiro salió de los labios de la castaña. –Kanao. –La llamó haciendo que ella la volteara a ver nuevamente. –Amo a mi hermano, y me encantaría más que a nadie que tú fueras mi cuñada. –Sonrió con ternura al verla sonrojarse. –Pero tú también mereces darte la oportunidad con alguien, claro, si eso es lo que quieres.
–Deberías de aplicar el mismo consejo para ti. –Agregó Kanao. –Pero no precisamente con Rui, hay muchas personas que conocer, no te conformes con lo que tienes cerca.
–Dudo mucho conocer a alguien más, posiblemente eso será hasta que entremos a la universidad. –En ese momento la campana del almuerzo sonó. –Bueno, ya es hora.
Ambas amigas empezaron a guardar sus cosas antes de salir. Terminaron y se encaminaron a la salida, donde ya eran esperadas.
–Parece que los invocamos. –Anunció Kanao viendo como Hideki y Rui estaban fuera del salón.
–Creo que deberíamos de acostumbrarnos a esto. –Nezuko llegó junto con su amiga a la salida acercándose a los dos chicos. –Hola Rui, Hideki.
–Hola. –Los dos chicos respondieron a unísono.
–¿Nos vamos? –Preguntó Rui extendiéndole galantemente su brazo a Nezuko.
–Claro. –Respondió tomando su brazo. –¿Ustedes no vienen? –Se giro para ver a la pareja a un lado de ellos.
–No… La verdad es que vengo por Kanao para tratar un asunto pendiente. –Respondió el moreno girándose donde Kanao. –¿Tienes tiempo?
–Sí, no hay problema. Después de todo no tengo hambre. –Habló la menor Kocho despreocupadamente. –¿No te importa Nezuko?
Kanao pudo haber jurado ver una sonrisa malévola en el rostro de su amiga.
–¡Para nada! –Exclamó la castaña sonriente. –Nos vemos más tarde, que se diviertan. –Diciendo lo último guiñándoles un ojo. –Andando Rui.
Kanao y Hideki se avergonzaron notoriamente y solo hicieron un pequeño ademán de despedida. Por su parte, Rui no entendía muy bien lo que pasaba, cuando menos se dio cuenta ya estaba siendo arrastrado por Nezuko hacia la cafetería.
–¿Kocho está saliendo con Matsuda? –Preguntó Rui ya volviendo a la realidad. Ahora que lo pensaba, ya tenía tiempo que no veía a Tanjiro y Kanao juntos.
–No, pero tal vez no falta mucho. –Comentó de forma juguetona.
Por otra parte, Kanao y Hideki veían como los dos jóvenes se alejaban rumbo a la cafetería. En cuanto desaparecieron entre la multitud, se dedicaron a ellos mismo.
–¿Y cuál es el asunto que quieres tratar conmigo? –Preguntó por fin Kanao.
–El profesor Yagami quiere que veamos el espacio del auditorio. Ya sabes que debemos distribuir los lugares para la exposición de los productos. –Respondió mientras le sonreía.
–Es verdad… Supongo que quiere que tengamos la mayoría de los preparativos listos antes del viaje escolar. –El moreno asintió. –Bien, entonces andando. –Anunció emprendiendo su camino hacia el auditorio, pero el brazo de Hideki la detuvo.
–Espera. –Le llamó atrayéndola a él con delicadeza. –¿Segura que no quieres almorzar? Puedo hacerlo yo sin ningún problema.
–No te preocupes, no tengo hambre después de todo. –Le tranquilizó con una amable sonrisa.
–Bien, pero más tarde yo invito la comida. –Sonrió alegremente y empezó a caminar con dirección al auditorio adelantándose
Kanao lo observó caminar y recordó lo que había hablado con Nezuko. Era cierto que Hideki era apuesto y muy atento con ella, tal vez si su corazón ya no latiera por Tanjiro, estaría dispuesta a darse una oportunidad con él.
Y la idea no le desagradaba.
El ambiente en la cafetería era igual de concurrido como siempre. Sus ojos vagaron por el lugar buscando a alguien, pero lo que encontraba eran cientos de ojos dirigiendo su mirada hacia él, como si fuese la especialidad del día. Por lo mismo, era más fácil encontrar la mesa que buscaba, la única en la que ningún integrante lo veía con anhelo, y también la única con una comensal de cabellos rosados.
–Son quinientos cincuenta yenes.
Zenitsu escuchó la voz de la cajera y se giró a pagar. Ella se quedó mirándolo cómo si no creyese que él estaba allí. Era nueva y mayor que él, pero no por eso disimulaba su admiración por su persona.
–Perdón, sólo serán quinientos. –Añadió extendiendo su mano con los cincuenta yenes restantes.
Zenitsu solo alzó los hombros y recibió el cambio. No estaba sorprendido cuando sintió el papel pegado a la moneda, otro número a su colección. Pensó en botarlo delante de ella para que no se repitiera, pero la chica no estaba tan mal.
–Gracias. –Asintió, dando a entender que era por el número también.
Empezó a caminar hacia la mesa en la que comían sus amigas… y Rui. Un gruñido se escapó de sus labios al notar que estaba sentado junto a Nezuko. En SU lugar; y ella no parecía molesta como otras veces, así que no podría ir a correr al idiota ese. Para su mala suerte Tanjiro no había salido a almorzar. Finalmente decidió ir a sentarse frente a la castaña.
–Zenitsu, querido.
Escuchó como alguien lo llamaba a su izquierda, era Sally… ¿O Hanny? No, Sally. Ella tenía el lunar en la parte derecha de su cuello y Hanny lo tenía en el izquierdo. La saludó con una inclinación de cabeza y siguió su camino.
Para su suerte ella sí había podido despertar su libido en el momento preciso y dejarla satisfecha. Al menos, no era impotente cómo empezó a temer. Sin embargo, si hablaba de plenitud, entonces aquello no lo había vuelto a sentir desde que estuvo con Nezuko.
Claro que su "problema" no tendría que ver con eso, no. Seguramente es por el estrés acumulado por tantas cosas, el campeonato, su pelea con Nezuko. Sí, seguramente será algo transitorio y pasajero.
–Pesada la clase de matemáticas, ¿Verdad?
Se sentó queriendo entablar conversación, más ninguno de los presentes le contestó. En ese momento le llegó un texto. Su celular vibró fuerte y mostró quien le escribía. Sí, Sally Takami. Nezuko lo vio y pudo notar el malestar en su rostro. Iba a apagarlo, pero, en menos de un segundo recibió otro mensaje, esta vez de Hanny Takami.
–Dos pájaros de un solo tiro. –Se burló Rui. –Y con gemelas.
–Gigoló. –Musitó Mitsuri.
Sin embargo, Nezuko permaneció en silencio y siguió con su comida.
–Entonces, ¿mañana? –Preguntó Rui a Nezuko ignorando al rubio. –Paso por ti después de las tres.
–Si. –Contestó Nezuko.
La bilis se le subió a la garganta. Afortunadamente no había comido nada aún.
–¿Y los demás? –Preguntó en un nuevo intento de entablar plática. –Seguramente Shinobu se quedó rogando por su teléfono. Pero… ¿Y Kanao? –Esta vez se dirigió a Nezuko, que estaba frente a él y se quedó mirándola intensamente. Hasta que ella alzó los ojos y sus miradas se encontraron.
Sintió una corriente eléctrica recorrerle el cuerpo al mirar ese par de ojos color rosados, y unas sobrenaturales ansias de ir a besarla se colaron en su interior. ¿Qué demonios?
–Fue a atender algo del club… –Empezó a hablar la pequeña Kamado con un hilo de voz.
–Acompáñame al aseo, Nezuko. –Interrumpió Mitsuri la interacción entre los antiguos mejores amigos. –Buen provecho. –Masculló entre dientes y dedicándole una mirada de desdén al rubio se marchó llevándose a su amiga.
–¿Le debo dinero a Mitsuri? –Preguntó Zenitsu consternado. Llevaba así todo el día, desde temprano lo saludó educadamente, pero lo miró como si quisiera estrangularlo en ese mismo instante.
–No, pero seguramente se enteró de lo que pasó entre ustedes y está molesta contigo.
Zenitsu tragó duro. ¿Se enteró? Y las palabras de Rui implicaban que él también sabía.
–¿Q-qué cosa? –Preguntó finalmente nervioso.
–Que la rechazaste. –Contestó con simpleza.
El rubio sintió que podía volver a respirar. Era cierto, Nezuko le dijo que diría eso.
–Ya veo. –Murmuró desganado y tomó un poco de su jugo. –Eso explica su actitud.
–Voy en serio con ella. –Interrumpió Rui. –Y Nezuko ha decidido darme una oportunidad. Por favor, mantente al margen Agatsuma.
¿Qué carajo? ¡¿Qué mierda estaba diciendo Rui?!
–¿A qué te refieres? –Preguntó controlando su tono de voz.
–Decías que si Nezuko decidía darme una oportunidad lo respetarías. –Le recordó. –Quiero que te alejes de ella para que se pueda dar cuenta de que yo la puedo hacer feliz. Que la quiero.
Lo sabía, y menuda gracia que le hacía.
–Yo también la quiero. –Gruñó mirándolo fijamente. ¿Quién mierda se creía Rui para decirle que se aleje de SU Nezuko? –Es mi mejor amiga.
–Pero yo la quiero como algo más que amigos y ella me ha permitido acercarme. –Afirmó el castaño. –Ya ha sufrido bastante por tu culpa. Déjala ir.
Sin decir otra palabra, se marchó de la mesa a alcanzar a Nezuko y Mitsuri en los aseos, dejando al rubio solo y perplejo por las palabras que escuchó. Tonto Rui.
–¿Qué te ha hecho el jugo? ¿Rechazó una cita?
Una cantarina vocecilla lo sacó de sus cavilaciones y se percató de que había apretado el cartón de jugo muy fuerte. Tenía que controlarse. Miró a Shinobu que se sentaba a su lado mientras bebía un yogurt.
–¿Dónde están todos? –Preguntó de manera casual.
–Se fueron. –Contestó con aspereza. –Parece que se me ha pegado la lepra.
Aquello hizo reír a la pelimorada.
–¿Y eso? –Preguntó divertida.
–Pues Tanjiro no quiso venir conmigo a almorzar, Kanao no se apareció, Mitsuri me odia, Rui me declaró la guerra, y Nezuko... Bueno, ella desde hace tiempo no me habla.
–Tanjiro y Kanao deben de estar atendiendo sus clubes, Mitsuri te odia porque eres un bribón, Rui está enamorado de la pequeña Nezuko, y bueno, ella…. Necesita tiempo. –Shinobu recordó lo que hablaron con la menor Kamado. –¿Por qué no me dijiste que la habías seducido?
¡Pero si el seducido había sido él! Claro que no diría eso, era demasiado hombrecito y la mujer en cuestión era su mejor amiga.
–¿Cómo te enteraste? –Cayó en cuenta de que no había forma de que Kocho lo supiera.
–Nezuko nos lo contó, por eso Mitsuri te odia. –Observó como el rubio parecía molesto. –Tenía que desahogarse con alguien, se lo guardó bastante tiempo, y mejor nosotras que Tanjiro o Rui.
Era verdad. Aunque ahora resultaría aún más incómodo para él estar cerca de Nezuko rodeada por sus amigas.
–Que mierda.
–Tú mismo te lo buscaste, señorito. –Comentó Shinobu bebiendo de su yogurt. –El que juega con fuego, acaba quemándose.
–¿Y tú qué sabes? –Le espetó con molestia. –Últimamente estas muy extraña y ahora vienes a hablarme con dotes de superioridad.
–No sé a qué te refieres. –Fingió no entender nada mientras daba otro trago a su yogurt.
–No finjas Shinobu. –Clavó sus ojos dorados sobre ella. –Y puedo jurar que Tanjiro es tu cómplice. –Observó como su amiga se tensaba. –Sea lo que sea lo averiguaré muy pronto.
–Ese no es el caso ahora. –Respondió aclarando su garganta. –Ocúpate de arreglar tus problemas con Nezuko.
–No tengo ni la menor idea por dónde empezar.
–No sé cómo ayudarte, pero sí sé que tú podrías hacer feliz a Nezuko si quisieras. –Añadió Kocho.
–Ya le he hecho bastante daño. –Se culpó. –Merece ser feliz.
–Entonces acostúmbrate a verla junto a otras personas y deja de pagarla con el jugo.
Shinobu se levantó y dejó al rubio con la mano empapada y todo el líquido esparcido en la mesa. Había pulverizado el cartón. Empujó la bandeja con coraje.
De imaginar a Nezuko con otros como había estado con él había perdido el apetito.
Caminaba más rápido que de costumbre. Ver al fresco de Zenitsu había hecho que se le retorciera el hígado. Era un cínico, no, era un hombre.
¿Por qué todos los hombres son iguales?
–Mitsuri, no corras. –La llamó Nezuko alcanzándola.
–No entiendo cómo lo soportas, Nezuko. –Reconoció la joven de trenzas a su amiga. –Hoy me han dado ganas de tirarle los espaguetis encima y tú lo aguantas así, tan tranquila.
–Puedo porque es mi mejor amigo. –Le dijo con una sonrisa propia de ella. –Y aunque me duele lo que pasó, en el fondo espero poder superar lo que siento por él algún día y volver a ser como antes.
–Sabes que eso será imposible. –Le hizo ver Mitsuri. –Llevas enamorada de Zenitsu toda la vida.
–Algún día se me tendrá que pasar.
Mitsuri suspiró. Nezuko sabe tan bien como ella que no se le pasará, así como así.
–Pero, te pediré de favor que seas más tolerante. –Agregó la castaña. –No quiero que esto nos separe como amigos. Si alguien debe estar furiosa con Zenitsu soy yo, y ya que estoy dispuesta a dejarlo pasar, no es justo que ustedes se enojen así con él.
–En serio, amas a ese tonto.
En ese momento su celular vibró en el bolsillo de su falda. Cuando lo revisó se olvidó de Zenitsu y de todo lo demás. ¡Era Muichiro! Y le decía que podía ir ese día al instituto a ayudarlos con el proyecto. ¡Genial! Podría ponerse a bailar en ese mismo instante, hasta que recordó que debía decírselo al señor Iguro y le dieron ganas de vomitar.
Le escribiría. Aunque sería un desperdicio de mensajes, o si le contestaba seguramente sería para decir algo malo respecto a Muichiro. Igual, tenía que avisarle. Ir o no ya quedaría en manos de él y si no iba, ella haría todo y al final pondría su nombre y eso sólo porque el requisito era hacer el trabajo en parejas.
Pero, tendría que conseguir el mail de Iguro. Algo nada difícil para alguien con sus habilidades.
–¿Me prestas tu teléfono? –Le pidió a Nezuko, ella tenía un teléfono avanzado.
Con un par de tecleos accedió a la base de datos de estudiantes del colegio y consiguió la información de Obanai Iguro. Luego se marchó sin dejar rastro de su intromisión.
–"Muichiro viene hoy a ayudarnos con el proyecto. Le comenté lo ocurrido. Sólo te avisaba. Kanroji."
No esperaba respuesta alguna de parte del muchacho. Sin embargo, esta llegó sola más pronto de lo que esperaba.
–"De acuerdo."
Fue una respuesta escueta y parca. Tal y como era Obanai. Aun así, no contestó.
Y se sorprendió de que aquello la emocionara y se reprendió por ello.
Maldita pseudo bipolaridad del adolescente.
Talló sus ojos por enésima vez para concentrarse. Había hecho los ejercicios que dejó Giyuu y apenas logró entenderlos. No es que no estuviera estudiado, si no que su cabeza seguía divagando en el mismo asunto… O en la misma persona.
Sus intentos de estudiar han sido en vanos, y lo peor de todo es que las pruebas finales estaban a vuelta de la esquina. De seguir así reprobaría el ultimo parcial y eso era lo ultimo que necesitaba en esos momentos.
–Tanjiro.
Escuchó como alguien lo llamaba haciéndolo volver a la realidad. Parpadeo un par de veces y dirigió su vista hacia una rubia que lo miraba con insistencia.
–¿Qué pasa Katsumi? –Preguntó mientras ordenaba los papeles que estaban en sus manos.
–Te preguntaba si ya podemos empezar a repartir los temas de cada equipo. –Respondió la rubia señalando a los equipos que esperaban por su tema.
–Ah sí, por supuesto. –Sacó una lista de entre los tantos papeles que tenia en sus manos. –Equipo 1, harán una representación de la primera guerra mundial… Equipo 2, la Guerra Fría, equipo 3…
Y así el pelirrojo fue repartiendo los temas a los demás equipos restantes. Los había citado en el auditorio para poderles asignar las actividades que les correspondían para el festival cultural, y también para poder ubicar en donde estaría cada stand y no tener problema con el club de Kanao en caso de invadir el espacio de ellos.
Una pequeña expresión de tristeza se formó en su rostro al recordar la escena que presenció entre Kanao y Hideki. Desde ese día se ha sentido muy ausente, su concentración no es la misma de antes, y es que no era para menos ya que toda la determinación que tenía para recuperar a Kanao se había ido en cuestión de segundos. Estaba casi seguro de que la había perdido.
–Y eso es todo. –Anunció una vez terminando de asignar los temas a cada equipo. –Pueden ir a almorzar, lamento quitarles parte de su tiempo.
Todos los que estaban presentes fueron saliendo paulatinamente del auditorio hasta dejar solos a Tanjiro y Katsumi.
–Y bueno… –Katsumi se acercó peligrosamente a Tanjiro aprovechando que se encontraban solos. –¿Qué más hay que hacer?
–Nada. –Contestó a secas retrocediendo un paso para mantener su distancia. –Aun tengo que terminar unas cosas aquí, puedes irte a almorzar si quieres.
Katsumi no hizo otra cosa mas que fruncir el ceño. Tanjiro se portaba mas distante con ella desde que vio la escenita de Kanao con su amigo ese, y eso le frustraba bastante. ¿Por qué le afectaba tanto? Ni que realmente valiera la pena ponerse así por alguien tan insignificante como Kocho.
–Bueno, entonces tan siquiera te traeré algo de beber, enseguida vuelvo. –Le avisó mientras se retiraba del lugar, no sin antes lanzarle un beso como despedida.
Tanjiro suspiró con cansancio. Pasar tiempo con Katsumi tampoco era de mucha ayuda. En el tiempo que pasan juntos ella no pierde la oportunidad para acercarse a él e insinuársele. La verdad es que Katsumi era muy atractiva, tenía a más de uno detrás de ella y a pesar de eso, estaba empeñada en acercarse a él.
Debía de admitir que quiso intentar algo con ella, después de los desprecios de Kanao se había convencido de que tal vez si iniciaba algo con otra persona, podría olvidar a su mejor amiga y así ya no padecer de tantos desvelos. Pero no pudo… Katsumi no era lo que él buscaba porque ella no era Kanao.
Tomó con coraje una de las hojas y comenzó a llenarla. Tenía que hacer un reporte del avance con el club y entregárselo a Rengoku para mantenerlo al tanto de los preparativos que se estaban haciendo. Su concentración fue interrumpida cuando escuchó algunas risas cómplices entrando al auditorio. Tal fue su sorpresa al alzar la vista y toparse con Kanao acompañada de Hideki… Como siempre.
Los jóvenes dejaron de reír al notar la presencia de Tanjiro y se dirigieron directamente donde sería su espacio de trabajo.
Tanjiro quiso intentar reanudar su trabajo, pero fue imposible. Se sentía incomodo, sin embargo, tampoco quería irse porque eso implicaría dejarlos solos y… él quería saber si había algo entre ellos dos. Así que se quedó ahí fingiendo trabajar.
–¿Te parece que quede aquí? –Preguntó Hideki mientras señalaba un espacio.
–Hmm… –Kanao observó el sitio por unos momentos y después asintió. –Me parece bien, de esta forma tendremos mucho más espacio.
–Exactamente, y así la gente podrá caminar entre los stands sin ningún problema. –Le apoyó con entusiasmo. –¿Quieres que empiece a hacer el reporte? Para poder entregárselo al profesor Yagami y saber su opinión.
–Sí, estoy de acuerdo. –Contestó aliviada al saber que ya habían avanzado.
Una parte de ella se quería ir lo antes posible, sentía mucha tensión en el ambiente al estar Tanjiro ahí, pero otra se sentía bien de tener cerca al pelirrojo… Después de todo no podía negar que lo extrañaba.
–Diablos… –Se quejó el moreno al no encontrar lo que buscaba. –He olvidado la plantilla para hacer el reporte.
–Y yo no traigo una conmigo… –Dijo en hilo de voz.
–¿No te importa esperar? Iré inmediatamente al salón por ella, prometo no tardar. –Dijo lo ultimo porque sabía lo que implicaría irse.
Y Kanao lo comprendió haciendo que su cuerpo se tensara. Si Hideki se iba, eso significaba que se quedaría sola con Tanjiro, y solo Dios sabía qué pasaría. Pero supo ocultar su nerviosismo.
–No te preocupes, yo espero. –Dijo tras una sonrisa fingida, pero que supo tranquilizar a su amigo.
–Bien, enseguida vuelvo. –Se despidió y salió rápidamente del auditorio. Entre más pronto se fuera, más rápido regresaría.
Kanao se sentó en una silla y fingió entretenerse con su teléfono para no tener que ver a Tanjiro. Internamente rezaba para que él no intentara nada, pero de nada sirvió.
–Me enteré de que tú serías la encargada de coordinar a tu club. –Le llamó Tanjiro provocando un pequeño respingo en ella. –Felicidades.
–Gracias… –Respondió aclarándose la garganta para que no notara su nerviosismo. –Igual me enteré de que tú estás a cargo de la clase de historia… Me alegro por ti.
–Así es… gracias. –Agradeció el pelirrojo.
Silencio.
Ninguno de los dos volvió a mencionar nada más.
Tanjiro quería aprovechar la oportunidad que tenían de estar solos para hablar con ella, pero no tenía ni la menor idea de por donde empezar ya que era bastante lo que quería decirle. Por su parte, Kanao sentía que el aire le faltaba. Le costaba mucho mantener su postura fría si lo tenía tan cerca.
En ese momento, la menor Kocho recordó lo que le habían dicho sus amigas, sobre darle la oportunidad a Tanjiro de hablar con ella. Y ahora que lo pensaba no era mal momento, Hideki se había ido y por obra divina Katsumi no se encontraba presente, por lo que era ahora o nunca.
–Kanao…
–Tanjiro…
Los dos se avergonzaron al llamarse al mismo tiempo y se vieron a los ojos por un momento.
–Lo siento. –Se disculpó Tanjiro. –¿Qué es lo que me ibas a decir?
–N-no… Habla tú primero. –Pidió Kanao.
Tanjiro negó con la cabeza.
–Para nada, déjame escuchar lo que querías decirme. –Le animó mientras le dedicaba una tierna sonrisa que hizo sonrojar levemente a la joven.
Kanao lo observó por un momento. Se sentía bien de compartir algunas palabras con él, aunque le costara admitirlo lo extraña bastante, y compartir ese pequeño momento con Tanjiro le hacía sentirse bien. Tal vez pueda arreglar ahora las cosas entre ellos…
–Verás… –Comenzó a hablar teniendo toda la atención del pelirrojo. –Últimamente he estado analizando muchas cosas, y yo creo que…
–¡Ay!
Los jóvenes se giraron donde provenía ese grito y encontraron a Katsumi tirada en piso.
–¡Katsumi! –Tanjiro corrió inmediatamente hacia la rubia para auxiliarla, siendo seguido por Kanao. –¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien? –Preguntó con preocupación mientras inspeccionaba a la chica.
–S-sí… No te preocupes. –Dijo sentándose sobre el piso. –Solo di un mal paso y me torcí un poco el tobillo, lamento las molestias… –Se disculpó con una fingida inocencia que le dio nauseas a Kanao.
–Para nada. –Le tranquilizó rápidamente el pelirrojo. –¿Segura que estás bien? Si quieres te llevo a la enfermería. –Sugirió aun preocupado.
–Yo la reviso. –Se ofreció Kanao tomando de forma brusca el tobillo de Katsumi para revisarlo. Después de todo tenía conocimiento en lesiones.
–¡Oye, cuidado! –Se quejó la rubia ante la brusquedad.
Katsumi la miró molesta. ¿Cómo se atrevía a tratarla de esa forma? Pero no podía molestarse por completo, después de todo su plan de caerse para interrumpir a Tanjiro y Kanao había funcionado. Aunque eso significara haber sacrificado su tobillo.
–Solo fue una pequeña torcedura. Con una compresa fría y un analgésico estarás bien. –Extendió su mano para ayudarla a levantarse.
–Disculpa las molestias, Kocho. No era mi intención interrumpirlos. –Se disculpó falsamente mientras tomaba su mano para incorporarse. Una sonrisa arrogante se formó en sus labios siendo percibida por Kanao.
–Aunque, creo que puedes levantarte por tu cuenta. –Aseveró Kanao soltando su mano haciendo que la rubia cayera nuevamente de sentón.
–¡¿Qué te pasa, idiota?! –Le gritó Katsumi molesta al caer.
Tanjiro solo veía la situación sorprendido, habían pasado demasiadas cosas en un momento. Sin embargo, reaccionó después de ver a Katsumi tirada nuevamente en el piso y se acercó a socorrerla
Por su parte, Kanao miró con desgana como Tanjiro iba a ayudar a Katsumi. Se dio media vuelta dispuesta a alejarse de ellos. No podía creer hasta donde podía llegar Katsumi para separarla de Tanjiro.
Mientras ella siga cerca, las cosas no podrán ser como antes. Fue muy tonto creer que las cosas se podrían arreglar.
–Kanao. –La llamó Hideki quien llegaba. –Ya traje la hoja, si quieres…
–Vámonos de aquí. –Pidió Kanao tomando del brazo a su compañero. –Podemos terminar el trabajo en otro lado.
Hideki no entendía muy bien lo que estaba pasando, pero al dirigir su mirada donde estaba Tanjiro y al ver que tomaba de la mano a Katsumi, comprendió todo.
–De acuerdo, vámonos. –Le apoyó llevándola a la salida.
–Kanao, espera. –Tanjiro se separó de Katsumi como si quemara acercándose donde estaba Kanao. –Tú y yo aun no terminábamos de hablar…
–Olvidé lo que tenía que decirte. –Dijo sujetando con fuerza la mano de su amigo. –Si de verdad te interesa hablar conmigo, ya sabes qué hacer. –Dirigió una mirada de desprecio hacia Katsumi y sin más abandonó el sitio saliendo con Hideki.
Tanjiro se quedó parado con la mano extendida, pero la bajó con resignación apretando su puño con fuerza. Empezaba a temer que sus sospechas fueran ciertas. Si Kanao empezara a sentir algo por Hideki…
Sacudió su cabeza con fuerza para ahuyentar esos pensamientos.
Si Hideki creía que le dejaría tan fácilmente el camino libre, estaba muy equivocado.
Llevaba quince minutos en la misma posición, y ella llevaba el mismo tiempo mirándolo. Ya hasta había perdido el hilo de la trama del capítulo del libro que leía. Pero, en serio, ningún ser humano podía permanecer tanto tiempo inmóvil sin pasar por muerto.
Hashibira no se había movido para nada, tenía la laptop prendida en modo de espera y él no dejaba de suspirar y mirar al techo con añoro. Al menos vivía y eso lo sabía por los suspiros que escuchaba esporádicamente. Pero, parecía perdido en su propio mundo.
Inosuke recordaba con añoro su día con la belleza peliazul de cabello largo. Lo habían pasado tan bien. ¡Era su alma gemela! Cuando la vuelva a ver le pedirá matrimonio. Aunque, claro, primero tendría que preguntarle a qué equipo le va, porque no podría estar con alguna adoradora de los Alvark ni mucho menos una de esas chicas anti-baloncesto.
Ni siquiera por aquel mujerón peliazul. Bueno, a ella podría tolerarle lo primero, pero lo segundo ¡Jamás!
Aún desconoce su nombre. Claro que eso no será un problema, puesto que se ha decidido buscarla hasta debajo de las piedras de ser necesario, ya había decidido que sería la madre de sus futuros basquetbolistas, ya los veía con su cabello azulado.
–Si tienes tiempo para tontear, asumo que será porque ya terminó su informe, profesor Hashibira.
Claro, tenía que aparecer la general Kanzaki y sacarlo de sus bellas fantasías. ¿Cuán amargada podía ser una mujer?
–Claro. –Mintió descaradamente. Ni siquiera había empezado los informes. Afortunadamente, educación física es más rutinario de lo que parece y no le tomará mucho hacer el trabajo. –Pronto lo terminaré.
–Lo quiero en mi escritorio en treinta minutos.
–¡Señor, sí, señor! –Imitó a un militar recibiendo órdenes de un superior.
Aoi rodó los ojos y trató de volver a concentrarse en el libro que leía, hasta que sintió la insistente mirada Inosuke sobre su persona. No pudo evitar ponerse nerviosa y ruborizarse, aunque lo ocultó muy bien con su libro.
–¿Qué mira, Hashibira? –Inquirió haciendo contacto visual con su colega.
–Tu cabello. –Señaló con simpleza. –No conozco a muchos peliazules naturales en Japón, de hecho, contándote a ti, sólo conozco a tres personas. –Lo meditó un momento. –Porque no te lo pintas, ¿Verdad?
–¡Por supuesto que no! –Exclamó indignada, su cabello era una de las cosas que más orgullo le daban porque no era un azul cualquiera, muchos le decían que se asemejaba al color del cielo nocturno. –Mi padre tiene ascendencia europea, mi abuela era peliazul, de ojos verdes y pecas.
–Debió ser una mujer muy guapa. –Agregó imaginándosela.
–Lo era. –Lo reconoció con amargura. Su madre siempre decía que Ayame se le parecía muchísimo, salvo que ella era castaña. –He visto fotos de ella.
–También conozco a una peliazul guapa. –Comentó. –La volví a ver hace poco y vaya que está… –Emitió un silbido indicando su aprobación. –En la convención de Anime en la que me plantaste.
–Y me dice eso por…–Trató de razonar Aoi. –Con respecto a la convención, estaba ocupada.
–Seguramente alimentando gatos. –Hizo referencia al cliché de que la mayoría de las mujeres solas contaban con la compañía de felinos. –Y te digo esto a ti porque Giyuu no está aquí y no me deja interrumpirlo en clases. –Comentó enfurruñado. –Daría mi brazo izquierdo por saber su nombre.
–¿En serio?
–¡Sí! No todos los días conoces a alguien así que le guste el Anime y Manga.
–¿Alguien así?
–Así de perfecta.
¡Lo había admitido! ¡Genial! Ahora reclamaría su brazo izquierdo puesto que le diría que ella era su perfecta peliazul.
–Para su información, Hashibira, esa mujer…
–Señorita Kanzaki.
El portero apareció interrumpiéndolos muy agitado.
–¿Qué ocurre? –Preguntó Aoi.
–Hay alguien que exige verla y ha entrado sin autorización.
Ambos profesores se extrañaron. Aoi jamás había recibido ninguna visita no planeada en su lugar de trabajo.
–¿Ha dicho su nombre? ¿O al menos quién es? –Demandó saber Aoi poniéndose de pie.
–Ni que fueras tan importante, querida. Cuánto tiempo sin vernos, Aoi. –Saludó una voz femenina entrando al salón.
–Señorita Kanzaki, ella dice que es su…
–Hermana…
Sorprendentemente el aula estaba en silencio. Algunos hacían los ejercicios, otros parecían resignados. Más de uno se sorprendió cuando entró al salón con las pruebas en la mano y anunció que ese sería el último taller del trimestre. Él se los advirtió, les dijo que prestaran atención a los ejercicios en la pizarra.
Era obvio que nadie le había prestado atención. Eran tres inofensivos ejercicios, uno de ellos era exactamente igual al propuesto en la hora anterior y las únicas pruebas que tenía sobre su escritorio eran las de Iguro y Kanroji.
Revisó su celular y vio que ya era tiempo.
–Diez minutos más. –Añadió con misericordia.
Sus ojos se despegaron de los desesperados estudiantes y los dirigió al aparato de última tecnología que yacía en sus manos. Jamás lo admitiría, pero, sentía curiosidad de saber qué guardaba allí su pequeña novia, pero era difícil saberlo ya que contaba con contraseña.
Sin darse cuenta los diez minutos se pasaron volando.
–Lápices sobre la mesa.
Los gemidos fueron generales. Nunca faltó el alumno que recibió inspiración divina y empezó a resolver el ejercicio al final. Terminó de recoger las pruebas en el puesto de Shinobu y miró con decepción que su hoja estaba casi en blanco.
–Eso es todo por hoy. –Anunció a la clase. –Les aconsejo que practiquen mucho para la prueba que esto, –Señaló los papeles. –no es nada comparado con lo que vendrá allí.
Tomó sus cosas y se retiró. Tenía que acabar el informe para Kanzaki y entregárselo, además ya había terminado el programa de ese trimestre.
–Nos vemos en tres días. –Se despidió finalmente.
Salió del salón y caminaba por los pasillos rumbo al salón de profesores con el celular en la mano. Una parte de él le decía que no tenía derecho de hurgar en el celular de la pelimorada, más otra parte le exigía que lo hiciera.
Tocó la pantalla táctil y lo primero que le mostró fue una foto de la sonriente Shinobu, era muy hermosa y cuando sonreía con esa alegría se veía tan frágil. Despertaba en él todo su sentido protector.
–¿Giyuu Tomioka?
Escuchó como alguien lo llamaba y cuando alzó la mirada no creyó lo que sus ojos veían.
–¿Muichiro? ¿Muichiro Tokito?
–¿Cómo estás? –El peliazul se acercó al pelinegro y lo abrazó fuertemente. –Cuántos años.
–Muchos, por lo que veo la vida te ha tratado bien. –Confirmó tras mirar a su amigo de antaño. –Aunque pareces más nerd que antes.
–Lo dice el que enseña matemáticas. –Se defendió el pequeño genio.
–Apenas tengo un masterado, apuesto que tú vas por el segundo doctorado. –Acotó Tomioka.
–Tercero, de hecho.
–No cambias, Muichiro. –Aprovechando que era mayor y de más estatura que Tokito, Giyuu le revolvió los cabellos como antes. –Te estuvimos esperando el día de la fiesta, Inosuke dijo que vendrías.
–Lo sé, lo siento, tenía mucho trabajo que hacer. –Se excusó. –Pero bueno, tú, ¿Cómo estás? –Indagó y tras ver la ropa oscura de su amigo lo miró con pesar. –Lamento mucho lo de tu esposa, Inosuke me lo contó.
–Inosuke es un bocón. –Agregó Giyuu con una sonrisa cansada.
–Siempre ha sido así. –Lo defendió Muichiro. –Pero, te ves mejor de lo que esperaba. Por lo que me contó Inosuke apenas sonríes y hace un momento tenías una sonrisa boba en tu rostro mientras veías tu celular. –Comentó despreocupadamente.
Aquellas palabras ruborizaron a Tomioka y miró apenado hacía otro lado. ¿Estaba sonriendo? ¡Y cómo un idiota! Qué descuido. Aunque, por su mente pasó una gran idea.
–Sentía lástima de mí mismo. –Se excusó. –He olvidado la propia contraseña de mi móvil. –Añadió enseñándole el aparatito.
Sí, la curiosidad venció. Quería saber lo que Shinobu tenía en su celular.
–Vaya, es el nuevo iPhone. –Lo miró con detenimiento. –Déjame ayudarte. Estos aparatitos tienen un sistema de seguridad complejo, pero no por eso impenetrable. Es mucho más sencillo de lo que crees ya que la mayoría de las personas llegan a olvidarse de sus contraseñas.
Luego de teclear por un par de segundos la pantalla del celular, se lo mostró a Giyuu con una sonrisa triunfal.
–Listo. –Añadió. –Aunque es muy raro que hayas olvidado tu propia contraseña tomando en cuenta que es tu nombre.
Aquella revelación dejó a Giyuu perplejo. ¿Su nombre? Shinobu usaba su nombre de contraseña para su móvil. Era lógico, si nadie sabía de su relación, jamás adivinarían la contraseña. Tomó el celular y su sorpresa fue mayor cuando miró la foto que tenía de fondo de pantalla. Era una de él dando clases, y por el ángulo de la imagen era obvio que Shinobu la había tomado a discreción.
Esa pequeña loca…
–Gracias Muichiro. –Dijo con sinceridad.
–No es nada. –El peliazul revisó su reloj. –Se me hace tarde, tendremos que quedar para conversar pronto. Contactaré a Inosuke. Adiós, Giyuu.
Sin decir otra palabra, el joven Tokito desapareció por los pasillos del instituto. Giyuu giró a la derecha y llegó al salón de fotocopias y mandó a imprimir su informe. Mientras esperaba que saliera decidió ojear el celular. Exceptuando su foto, lo demás era un celular muy femenino. Al entrar al reproductor de música constató lo que ella le había dicho acerca de sus gustos musicales, eran muy variados.
Sin pretenderlo entró a las imágenes. Había miles de ellas, bueno quizá no miles, pero sí cientos. Ella sola, con amigos, con animales, en cenas y bailes, las típicas fotos frente al espejo, varias imágenes de ropa y accesorios. También había varios intentos de capturar una buena foto suya.
Había una con su familia, pero era una foto tomada a otra muy vieja. Se podía apreciar una feliz familia de cinco en un lugar que distaba mucho de ser una lujosa mansión.
Además de Shinobu, en esa foto estaban sus padres y pudo reconocer a Kanao, pero… Le sorprendió ver a una persona de mirada dulce y sonrisa despreocupada. Esa era Kanae, y así la recordaba cuando iba con él en preparatoria. Dios, ¿qué pensaría de él si se enterara de que está saliendo con su hermana menor?
Tal vez no convivió mucho con ella, pero le apenaba mucho su muerte siendo tan joven. Después de que Alice murió, ahora podía entender mejor el sufrimiento que tuvo que pasar Sanemi.
Siguió viendo sin encontrar nada fuera de lo normal. Salvo algo que ya imaginaba, como que Kocho era muy fotogénica.
"¿Qué esperabas encontrar?" Reprendió su subconsciente.
Encontró una foto especialmente bonita. Era Shinobu con un bonito vestido blanco veraniego, con sandalias y sombrero. Veía a la cámara con una gran y hermosa sonrisa. Era una excelente fotografía, de las mejores que había visto ya que era ella mostrando su belleza natural. Le gustaba mucho.
¿Estaría mal tener una foto de ella?
Después de todo, ella tenía fotos suyas dignas de cualquier investigador privado. ¿Por qué estaría mal que él tuviese una foto de ella?
"Porque se supone que tú eres un adulto maduro de veintiséis años." Respondió su subconsciente apareciendo nuevamente.
Era verdad. Que él tuviese una foto de ella sin su consentimiento podría contar como acoso e incluso sería visto como un depravado sexual.
Además, ¿qué haría él con una foto de Kocho? No tenía intenciones de cambiar la foto de su celular en la que aparecía Alice.
Desechó la idea rápidamente y se preguntó quién le habría tomado esa foto a Shinobu. En la mayoría de las fotos acompañada por sus amigos nunca aparecía sola. Y la foto que tanto le gusto era muy espontanea, quizá por eso era tan hermosa. Pero, si no era a sus amigos, entonces ¿a quién sonreía con tanta dicha?
Encontró la respuesta tras pasar a la última foto. En esta aparecían dos personas. El chico, rubio, de tez casi albina y ojos de un color extravagante que se asemejaba al arcoíris, sostenía la cámara y besaba la mejilla de Shinobu con afecto, ella sonreía con deleite.
Muchas cosas se revolvieron en su estómago cuando miró la estampa.
Bien decía el dicho: la curiosidad mató al gato.
El ambiente era pesado en la sala de cómputo del instituto, o al menos así lo sentía Muichiro. Frente a él estaban los mejores estudiantes del instituto y ni siquiera se regresaban a verlo a él. Uno estaba más incómodo que el otro y aquello no era nada bueno para un proyecto pendiente, especialmente uno que apenas habían empezado.
–Es un hecho que se debe de iniciar de nuevo. –Concluyó el peliazul tras analizar los proyectos de ambos.
Se escuchó un gemido por parte de ambos.
–La buena noticia es que, por lo que he visto, una vez que se pongan de acuerdo terminaran el trabajo más pronto de lo que esperan.
Aquello pareció confortar a Mitsuri, más seguían sin dirigirse palabra entre sí.
–Si quieren ponerse de acuerdo creo que deberían empezar por hablarse. –Explicó Muichiro.
–Nos comunicaremos vía e-mail. –Sentenció obstinadamente Mitsuri.
–Entiendo, pero ahora están aquí, pueden hablar. –Rebatió Muichiro.
–No, no podemos. –Volvió a contestar Mitsuri.
El joven genio se levantó y se colocó frente a ambos jóvenes. La chica parecía molesta y el muchacho fastidiado, menudo equipo.
–Si les estoy dedicando parte de mí tiempo no es sólo por un favor personal al director Ubuyashiki. –Exclamó. –También es porque vi que ambos tienen mucho potencial, aunque ahora me cuestiono su madurez. Se comportan como niños de diez años que han jurado no volverse a hablar.
–Eso no es…
–Si tuviera que suponer, diría que se gustan. Pero, como dignos adolescentes se molestan para demostrarlo.
–¡Eso no es posible! –Dijeron ambos al unísono completamente ruborizados por la especulación del peliazul.
–¡Ni en sueños! –Exclamó una furiosa Mitsuri.
–Jamás. –Agregó un indignado Obanai.
–En todo caso. –Muichiro quiso obviar la discusión de los jóvenes. –Si quieren sacar adelante este proyecto, tendrán que poner de su parte y establecer una tregua al conflicto que tienen.
Ahí está. Pensó Mitsuri. Obanai seguramente diría algo al respecto de que a él no le hace falta ganar nada para entrar a la Todai y ella sí. Dado que sabe lo necesario que es para ella esa beca, se aprovechará de aquello y la obligará a pedir su ayuda y colaboración. Sin mencionar lo mucho que sabe que detesta a Muichiro. Tendría que rogar… ¡Cuando ni siquiera quería dirigirle la palabra!
–Tienes razón.
Las palabras de Obanai salieron espontáneamente sorprendiendo a Mitsuri. ¿Qué tramaba al señor perfecto? De pronto regresó a verla con un semblante tan decidido que hizo que sus piernas se sintieran de gelatina. ¿Iguro podía mirar así de… intenso?
–Kanroji. –Aquel llamado la trajo de vuelta a la realidad. –¿Estás de acuerdo?
Oficialmente estaba delirando. ¿Obanai Iguro consultando con ella? Que alguien la pellizcara en ese momento.
–Kanroji. –Casi gruñó el pelinegro mientras sospesaba las posibilidades de gritarle a la muchacha. ¡Era exasperante! ¿No era ella la desesperada por ganar el concurso? ¿Por qué ahora se quedaba tan callada? Cuando tenía que hacerlo jamás, enfatiza, jamás lo hace.
No entiende lo difícil que es para él soportar la presencia y superioridad del enano peliazul. Además de eso, darle la razón, casi escupe las palabras y esa niña aún no dice nada.
–Asumo que cuando Kanroji salga del modo de ahorro de energía, estará de acuerdo.
–Entonces, yo puedo ayudarles. –Revisó su agenda en su Tablet. –¿El miércoles próximo? No tengo más días libres.
–¡Sí! –Exclamó Mitsuri saliendo de su ensueño y dirigiéndose a Muichiro. –¡Muchísimas gracias por dedicarnos un poco de tu tiempo, profesor Tokito!
Obanai sólo rodó los ojos. Esa mujer estaba loca, pero ¿qué mujer no lo estaba? Esperen, dijo miércoles.
–¿El miércoles diecinueve? –Preguntó confundido.
–Sí. –Contestó Muichiro tras comprobarlo. –¿Algún problema?
Sí, no podía ese día e iba a decírselo. Pero de repente sintió la mirada de Kanroji clavada en su rostro, suplicándole sin palabras que no lo arruinase. Parecía estar a punto de llorar, cómo aquel día que se enteró de la canallada que había hecho en la fiesta.
Se lo debía. Pero, no podía dejar de asistir a su compromiso.
–No, ninguno. –Contestó finalmente.
–Supongo que eso es todo por hoy. Les aconsejo tener ideas generales acerca de lo que quieren en el buscador para poder incorporarlo sin problemas. –Hizo un gesto de despedida a ambos jóvenes. –Hasta el miércoles.
Los estudiantes hicieron una reverencia educada y su superior se marchó. Obanai planeaba seguir su ejemplo, más un murmullo de Mitsuri lo detuvo.
–Esto…–Muy bien, ahora solo tiene que decirlo. –Iguro.
El joven la miraba sin ninguna emoción o gesticulación aparente.
–¿Sí?
–Gracias. –Dijo finalmente la joven de ojos verdes.
Aquel gesto tomó desprevenido a Obanai y sus cejas se juntaron por desconcierto.
–¿Por?
–Por aceptar que Muichiro nos ayude. Sé que no te cae muy bien, por eso agradezco cómo te comportaste.
–Primero que nada. –La interrumpió. –No acepté su ayuda porque la necesite. Podría hacer esto muy bien solo y lo sabes. Segundo, si acepté es porque hemos perdido bastante tiempo y no quiero que ningún proyecto en el que conste mi nombre sea considerado mediocre o apresurado.
Ahí estaba de nuevo el arrogante genio Iguro. Por eso lo detestaba tanto, pero, si quería ganar tenía que dejar su enojo a un lado.
–Y tercero, siento que te lo debía. –Contestó finalmente. –Y no me gusta deberle nada a nadie.
A pesar de que las palabras del joven estaban camufladas para ser hostiles, de alguna forma, Mitsuri percibió la duda e incertidumbre ocultas en su gesto. No pudo evitar sonreír.
–Gracias, Iguro. –El aludido no la escuchó porque ya salía de la sala, así que lo siguió y se asomó a la puerta. –¡Iguro! –Le gritó hasta que él se detuvo cuando comprendió que no pararía de gritar su nombre hasta que le prestara atención. –¡Gracias! ¡Pero la deuda será saldada cuando ganemos esa beca!
El joven de espaldas alzo su mano derecha con el pulgar hacia arriba, diciéndole sin palabras que estaba de acuerdo.
Mitsuri sonrió, pero Obanai no la vio. Se reprendió a ella misma. ¿Qué era eso de sonreírle a Obanai?
Lo mismo ocurrió con el muchacho de ojos bicolor que no recordaba cuándo fue la última vez que alguien le daba las gracias.
El ambiente en la sala de profesores era tan tenso que se podría cortar con una tijera. Apenas se respiraba, ambos pares de ojos color verde y azul se miraban de una forma tan intensa que Inosuke, que era un mero espectador, podría jurar que vio chispas salir de sus ojos.
Si las miradas matasen, ambas ya estuvieran muertas.
–Tengo asuntos pendientes, las dejo para que hablen. –Dijo rápidamente Inosuke saliendo del salón de profesores y siendo prácticamente ignorado por ambas Kanzaki.
Debía irse y dejarlas solas, pero una parte de él que no pudo identificar no podía irse. Quizá fue por la repentina palidez de Aoi o el aura oscura que emanaba su hermana. Aunque sabía que estaba mal y que si Aoi lo descubría haría rodar su cabeza, se quedó escuchando.
–¿Qué haces aquí, Ayame? –Preguntó Aoi altiva cruzándose de brazos a la esbelta mujer delante de ella.
–Tú me hiciste venir. –Contestó irritada la hermana empujando su largo cabello castaño hacia atrás. –¡Pospusiste mi viaje a Saint-Tropez!
–Te dije que mamá quería verte. –Enfatizó la peliazul.
–¡¿Por qué?! –Exigió saber la castaña. –Ya bastante hago pagando sus cuentas, se supone que lo mínimo que tendrías que hacer es encargarte de ella.
–Tú no pagas sus cuentas Ayame, lo hace tu marido. –Le recordó con aspereza. –Mamá te quiere ver a ti, no a mí.
–¡Porque no sirves para nada! –Le gritó. –Ni antes ni ahora. –Suspiró resignada. –¿Quieres dinero por encargarte de ella? –Preguntó mientras sacaba su talonario.
–¡Nunca cobraría por hacerme cargo de mi madre! –Le espetó indignada. –No todo es sobre dinero, Ayame.
Inosuke se sorprendió al escuchar la tórrida propuesta de la hermana menor de Aoi al igual que la respuesta indignada de su colega. Esa era la hija que su madre adoraba y era una… bruja.
–¡Habló Santa Aoi! –Exclamó sarcástica. –Ambas sabemos que representabas únicamente molestias para mamá. "Quiero jugar baloncesto", "Quiero ir a la Universidad." –Citó la castaña. –Yo no estudié y mira donde estoy. –Señaló su figura vestida de Chanel. –Tengo una vida envidiable, excelente cuerpo, un marido que besa por donde piso y todos sus millones para gastar.
–Con tu amante. –Concluyó dolida de escuchar cómo se refería al buen Goto.
–¿Aún te duele, Aoi? –Se burló. –Que Goto me haya preferido a mí.
–Goto era sólo mi maestro. –Gruñó por lo bajo.
–Claro, babeabas por donde él caminaba, hermanita. –Le recordó. –Y la cara que pusiste cuando anunciamos nuestro compromiso.
–Sentí lástima por él. –Explicó Aoi manteniendo su orgullo ante la humillación a la que estaba siendo sometida. –Si te llamé es porque mamá quiere verte, es lo único que quiere. No te cuesta nada ir a visitarla treinta minutos.
–¡Para referencia futura no vuelvas a hablar con Goto!
–¿El problema es porque hablé con tu marido? –Exclamó indignada.
–Él cree que visito a mamá una vez a la semana. –Espetó. –Decirle que no me ha visto en mucho tiempo ha sido una tontería de tu parte.
Claro, seguramente Ayame usaba esa excusa para verse con su amante. Pensó la peliazul con desdén.
–Entonces, la próxima vez atiende tu teléfono. –Escupió Aoi.
Nuevamente se quedaron viendo de manera desafiante.
–Me envidias, ¿verdad, hermanita? –Cuestionó notando como el rostro de Aoi se deformaba. –Lo tengo todo. Soy hermosa, esbelta, tengo marido y dinero. Tú, eres gorda, solterona y asalariada. Me envidias. –Confirmó mirándola de pies a cabeza. –Al menos ya le devolviste la ropa a la bisabuela. ¿En plan de conquista, Aoisita?
Aoisita, aquel molesto diminutivo que tanto odiaba. ¿Por qué cuando lo decían Ayame y su madre lo hacían sonar como alguien tan inferior?
–Vete al diablo, Ayame. –Exclamó Aoi conteniendo las lágrimas de ira y frustración. A ella ya no deberían dolerle las palabras de su hermana, sin embargo, lo hacían y mucho.
–¡Cariño! ¡Lo siento! Pensé que ya te habías desocupado.
Una voz masculina irrumpió la plática de ambas hermanas que se mostraron sorprendidas por la intromisión del peliazul que supuestamente había salido.
–¿Inosuke?
–Vine a recordarte que la función es a las seis treinta. –Le dijo colocándose a su lado y pasando una mano por su cintura. –Te recojo después de la práctica de baloncesto. –Se dirigió a la castaña. –Tú debes ser su hermana, lamento no haberme presentado antes. –Se excusó dándole una encantadora sonrisa. –Soy Inosuke Hashibira, cuñadita.
–¿Cuñadita? –Cuestionó la castaña colocándose una mano en su cintura de avispa.
–Sí. –Contestó con su usual entusiasmo. –Eres la hermana de mi novia, por lo tanto, mi cuñadita.
–¿Eres novio de Aoi? –Quiso decir "eso", pero no podía. –¿Tú?
El chico que estaba frente a ella era buen mozo, musculoso y se apreciaba que era una persona extrovertida y dinámica. Nada comparado con su insípida y amargada hermana.
–Sí, sé que es raro. –Confesó. –Yo también me sorprendí mucho cuando Aoi me aceptó. Llegué a pensar que fue de cansancio ya que faltó poco para que la acosara. –Notó como el rostro de la castaña se turbaba y confundía. Claramente no imaginaba a Aoi con él y no podía culparla. Ni siquiera él los imaginaba juntos, pero no podía seguir escuchando como aquella mujer trataba a su colega y ella escuchaba tranquilamente. Una cosa es su madre, a quien por respeto no debe contestar, pero ¿y a su hermana?
Con esas hermanas para qué enemigos.
–¿Por qué…?
–¿Por qué no? –Contestó con una pregunta el profesor de gimnasia. –Aoi es culta, educada y tiene de donde agarrar. –Agregó apegando el cuerpo de la peliazul que no salía del shock.
Por alguna razón ese cuerpo se le hacía familiar. Caderas anchas, pechos grandes… ¿Dónde lo había sentido antes?
–Sí, tiene un genio de los mil demonios. Pero sé cómo controlarla, si me entiendes. –Añadió con picardía. –Su único defecto es que le va a los Alvark.
La mujer se puso de todos los colores. Inosuke la miró tomar su bolso, sintiendo pena por el animal al que debieron despellejar para fabricarlo, y salió echando humo de la habitación.
Solo una vez que se aseguraron de que la castaña había dejado el edificio, Inosuke soltó a Aoi que aún no reaccionaba.
¿Y si la maté? Pensó con desesperación. Tenía que hacer algo para reanimarla.
–¿Aoi? –Nada –¿Aoisita? –Aún nada. –No podré entregar mi informe hoy.
Aquello la hizo volver al planeta tierra. Su rostro se deformó hasta mostrar uno muy molesto.
–¡Ha-shi-bi-ra!
–Lo siento. –Se disculpó. –Te lo entregaré mañana a primera hora. –Prometió.
Aoi lo miró rogar por que le reciba el informe al siguiente día. Vio sus manos y recordó el calor que le brindaron y como salió en su defensa cuando Ayame la estaba humillando.
No pudo evitar que su rostro se pusiera rojo y apartó la mirada del peliazul rápidamente.
–Está bien. –Dijo derrotada. Se lo debía.
–¡Hurra! –Exclamó victorioso, siendo interrumpido por su estómago que ladró pidiendo comida. –Diablos, me perdí el almuerzo.
–Te invito a cenar, después del trabajo. –Comentó decidida pero igual de sonrojada. –Te debo el almuerzo, supongo.
Sin embargo, también quería saber qué había escuchado el profesor.
–Vale. Es una cita. –Dijo guiñándole el ojo antes de salir de la sala de maestros.
Lo vio marcharse y sintió un vacío en su interior. Recordó el calor de sus brazos y de su cuerpo, y cómo sus palabras la hicieron sentirse segura.
Se sintió protegida y aquello, muy dentro de ella, le gustó.
Los chapoteos se escuchaban con insistencia, al igual que el silbato del entrenador que les indicaba cuando cambiar de estilo o cuando debían lanzarse a nadar. Ese día estaban practicando la parte de clavados.
–Sou, cierra las piernas al momento de saltar. –Indicó Giyuu a una.
–¡Sí!
–Irisu, cuenta tres segundos y gira. No antes, no después. –Indicó a otra.
–¡Correcto!
–Kocho. –Habló a la pelimorada que aseguraba sus gafas. –A la olímpica. La acompañan: Takahara y Terauchi.
Dio instrucciones a las clavadistas y se concentró en las nadadoras más rápidas que tenía. Luego de darles instrucciones a ellas también, se dirigió a controlar la velocidad de las jóvenes estudiantes y a terminar de calificar las lecciones que tomó aquel día. Ya le quedaba solo una.
La misma que no tardó nada en calificar.
–¡Ay! –Escuchó como alguien se quejaba en medio de la piscina olímpica. –¡Un calambre!
Sin perder tiempo, Giyuu se quitó la bata de toalla y se lanzó a la piscina llegando a la joven herida en cuestión de pocos segundos. Cuando la sacó del agua, la joven tosía, había tragado agua al encontrarse en el fondo de la piscina. El pelinegro le quitó la gorra para que la muchacha asimile mejor el oxígeno y después proceder a masajear el área afectada. Es muy común en los nadadores tener calambre en la pantorrilla, y esas niñas tenían el estrés de los exámenes, así que no podía culparlas.
–Pasará en un momento. –Indicó a la joven que mordía su labio inferior para acallar los sollozos. –Yae, respira y relájate. Si te pones más tensa el dolor durará más tiempo. –Explicó mientras estiraba el músculo al mismo tiempo que lo masajeaba.
Gradualmente las chicas del club se aglomeraron alrededor del maestro y la dolorida estudiante. Shinobu estaba hasta atrás y dado que no era muy alta no podía ver muy bien.
–¡Mira sus manos!
La pelimorada escuchó eso de una de sus inferiores.
–¡Qué envidia! Quisiera ser Yae. –Se quejó otra.
Así, había muchos suspiros de añoro y envidia. Shinobu usó su autoridad como capitana para que la dejaran pasar. Y lo que vio no le gustó.
Giyuu era muy profesional y masajeaba la pierna afectada de manera eficiente. Pero, Yae era otro cantar. Lo miraba con sus grandes ojos obscuros como quien veía a una estrella de cine. Estaba completamente hipnotizada por el profesor.
Aquello la enfermó. Quería decirle que deje de mirarlo, que él era SU novio y que no tenía ningún derecho.
–¿Aún te duele, Yae?
–Sí…
Ese "sí" era tan falso. Era un: "Sí, quiero que me sigas tocando". Ofrecida.
Por alguna razón, Giyuu la regresó a ver, pero instantáneamente volvió a la joven de cabello negro.
–¿Ya? –Preguntó dándole una resplandeciente sonrisa que derritió a la muchacha afectada y a varias chicas del club.
Giyuu siempre era muy parco con sus alumnas y no permitía la familiaridad entre ellos. Es decir, nunca les había sonreído así.
¡Shinobu ni siquiera recordaba que le sonriera así a ella!
La joven solo asintió con la cabeza aún idiotizada por su apuesto instructor. Giyuu pidió ayuda para la joven y fue una de las alumnas quien tímidamente se ofreció.
–Bueno, eso es todo por hoy. –Anunció a las presentes. –Suerte en sus exámenes, nos vemos después de las vacaciones, y se vienen las competencias así que tendremos mucho trabajo que hacer.
–¡Sí! –Gritaron colectivamente todas las estudiantes y se dirigieron a los vestidores a cambiarse.
Todas excepto una.
Shinobu miraba a Giyuu indignada. Su rostro la delataba, además de su postura de típica mujer que exige una explicación. Él le respondió alzando una ceja.
–¿Y bien? –Preguntó Shinobu.
–Las actividades terminaron, Kocho. –Le dijo. –Puede retirarse.
Sin decir palabra, Shinobu se lanzó al agua y empezó a nadar nuevamente. Estaba molesta, furiosa, con ella misma más que con Giyuu. Es decir, ¿Qué explicación podría exigirle? Él es el responsable de las estudiantes y si a una le da un calambre, su deber es atenderla.
En ese momento lo que más le molestaba era que a ella no le había ocurrido el calambre.
Esperó gradualmente hasta que sus compañeras de equipo se marcharon y solo así salió. Giyuu ya estaba vestido y listo para marcharse, pero la esperaba en el filo de la piscina cuando ella sacó su cabeza para dar por terminada su práctica.
–¿Se pasó la rabieta? –Preguntó con indulgencia, haciendo que Shinobu enrojeciera antes de extender su mano para ayudarla a salir.
–A veces actúo como de diecisiete. –Se defendió ella secándose con la toalla.
–Tienes diecisiete. –Le justificó él buscando algo en su carpeta.
–Me molestó que le sonrieras. –Dijo finalmente haciendo gala de su franqueza. –No me gustó que viera una sonrisa de falsa galantería.
–¿Falsa galantería? –Preguntó intrigado.
–Demasiado exagerada para ti. Lo sé. –Señaló sin evitar ser acusadora.
–Pues a mí me molestó tu comportamiento delante de Kanzaki, así que, estamos a mano. –Indicó con simpleza el pelinegro dejando a Shinobu con su boquita abierta. Giyuu rodó los ojos. –Te dije que no eras la única que dejaba millares de corazones a su paso.
Él había querido molestarla y ponerla celosa y ¡lo consiguió! Se sentía tan avergonzada.
–No quisiste devolverme mi celular. –Agregó con un mohín.
–Ni debería hacerlo. –Agregó sacando su celular del bolsillo y mostrándoselo. –Más el reglamente escolar me permite devolvértelo al final del día. –Notó como el rostro de la joven se empezaba iluminar. –Pero, la hora de escuela terminó y como tu novio puedo quedármelo.
–¡¿Por qué?! –Exigió saber. –Ahora sí eres mi novio. –Le reprochó.
–¿Tienes algo que ocultar? –La picó para ver si se comportaba de manera extraña o dudaba.
–No. –Se detuvo a recordarlo. –No, nada.
–Entonces no te molestará darme tu contraseña. –Volvió a probarla.
–Giyuu. –Dijo sonriendo. –Esa es mi contraseña.
Lo dijo tan rápido que, si no supiera que es cierto, hubiese dudado de que sea esa. ¿Acaso no recordará que tiene una foto con su ex guardado en la memoria? Sonrió con indulgencia, sería algo muy propio de Shinobu.
Hizo el gesto de entregar su celular sin comprobar la contraseña y sin decir que ya lo había visto. Pero, se detuvo.
–¿No vas a comprobar lo que te dije? –Preguntó confusa.
–No. Ya la había adivinado. –Mintió. –Eres una pequeña acosadora.
Shinobu se puso roja hasta la raíz del cabello.
–No tengo una foto tuya. –Se excusó.
Pero tienes una foto con tu exnovio. Giyuu quiso decirle eso, más se contuvo y simplemente encogió los hombros. No admitiría que el asunto de la foto con el tal Douma le molestaba más de lo necesario.
–No la necesitas, deberías enfocarte más en estudiar. –Recordando algo súbitamente.
Volvió a rebuscar en sus papeles y sacó uno poniéndoselo en frente a Shinobu.
–¿En serio? –Preguntó con elocuencia.
–¿Un dos? –Shinobu se mordió el labio inferior. –Al menos no fue cero.
–Tienes dos por poner nombre y fecha, y por haber gastado tinta para hacer garabatos sin sentido. –Reprochó. –Tienes examen el lunes. Reprobarás.
–No se me dan muy bien los límites. –Se justificó. –Y deberían dar puntos por la fecha. Es un logro recordarla.
–Si te pones a enviar textos en clase, no se te dará bien nada. –Contestó adoptando ahora él la pose de exigir respuestas.
–Escribía a mi novio.
–¿Acerca de tu sexy profesor? –Suspiró derrotado.
–Puedo reunir firmas que avalen mi punto. –Le dijo.
–Sí, puedes. –Asintió Giyuu. –Kanroji es tu amiga, ella podría ayudarte con los límites.
–Mitsuri está muy ocupada.
–¿Tanto como para no apoyar a una amiga que podría reprobar?
Shinobu le contó sobre la oportunidad de beca que tenía Mitsuri.
–Ya veo. –Lo meditó un momento. –Eso deja a Iguro fuera de cuestión, pero podrías pedirle ayuda a Tanjiro.
–Está ocupado con la clase de historia. –Vio a Giyuu suspirar resignado. –Mi novio sabe mucho de matemáticas. –Insinuó levemente.
–No es ético que un profesor de clases privadas a su alumna. –Recordó Giyuu.
–Pero es normal que un novio enseñe a su novia, la misma que podría perder la materia.
Giyuu observó como esos ojos color purpura lo miraban rogándole ayuda, y su instinto protector lo traicionó. Shinobu lucía condenadamente vulnerable, que incluso la molesta foto con su exnovio quedaba en el olvido.
–Me estás volviendo loco. –Declaró derrotado. –Mañana, en tu casa, ¿Al mediodía?
–No, en mi casa no. –Dijo súbitamente notando como él se sorprendía. –Mis padres darán una fiesta en casa mañana, y empieza con un almuerzo. Con un poco de suerte acabará para la cena.
–No es decente que una niña vaya al departamento de un hombre de veintiséis años y soltero. –La casa de ella era más adecuada porque contaba con la presencia de su hermana y la servidumbre.
–Tú mismo lo has dicho. Soy una niña. –Le recordó. –¿Qué puedo hacer?
Se inclinó y rozó sus labios con los de Giyuu delicadamente antes de marcharse a los vestidores para cambiarse. Estaba feliz por la oportunidad que la vida le presentaba. Iría al apartamento de su novio.
Y tenía que hacer su visita memorable.
Cayó en cuenta de algo que había olvidado.
¡También tenía que recuperar su celular!
Aoi no podía creer lo que sus ojos veían. De todos los lugares en los que se imaginó a Inosuke comiendo tenía que ir allí precisamente.
–Vamos, que no es un sitio caro. –La animó Inosuke adentrándose al lugar. –He sido considerado con tu bolsillo… ¡Ey, Joichiro! –Entró gritando a modo de saludo. –¿Cómo estás?
–¡Inosuke! –Lo saludó el hombre con afecto. –¿Lo mismo de siempre?
–Sí, y para mi amiga…
–¿Aoi? –Preguntó sorprendido el dueño del restaurante.
Inosuke miró de hito a hito.
–¿Se conocen? –Preguntó finalmente.
–¡Claro! –Exclamó Joichiro. –Aoi viene a comer fielmente todos los sábados, igual que tú los viernes. No sabía que ustedes se conocían. –Agregó enfáticamente.
–Somos colegas del trabajo. –Explicó Aoi en brevedad. –Para mí también lo de siempre, Joichiro. –Miró en la cocina y se sorprendió de encontrarlo solo. –¿Y tu familia?
–Están frente de un orgulloso abuelo. –Exclamó con emoción. –Es una nena tan grande y con unos grandes ojos lilas iguales a su madre. Desde ya puedo ver al flojo de mi hijo Souma sufriendo por mi nuera Erina. –Exclamó entre risas.
–Felicitaciones. –Dijeron los dos al unísono.
–Gracias. Hoy les daré los especiales y la casa invita. –Sirvió un poco de sake e invitó a sus fieles clientes. –¡Por mi nieta!
–¡Salud!
El veterano cocinero se puso a cocinar muy contento. Dejó las órdenes de los profesores y se marchó para atender a otros clientes que llegaban al establecimiento.
–El mundo es muy pequeño. –Murmuró Aoi mientras comía su ramen.
–Sí. –Contestó vagamente Inosuke. –Sabes, me sorprende lo mucho que tenemos en común.
–¿A qué te refieres? –Indagó Aoi.
–Nos gusta el baloncesto, el anime y manga, el ramen de Joichiro. –Enumeró. –Pero, somos muy diferentes.
–La vida te da sorpresas. –Comentó Aoi enfáticamente.
–Sorpresas te da la vida. –Completó Inosuke.
Comieron un rato más en silencio, hasta que la peliazul se animó a preguntar:
–Escuchaste todo, ¿verdad?
Inosuke sorbió sus últimos tallarines antes de contestar.
–Sí, lo lamento. –Se disculpó. –No debí interferir, pero tú no deberías dejarte tratar así, ni por tu hermana ni por… nadie. –Agregó al final recordando que se supone que él no sabe nada de su madre interna.
–Ya me acostumbré. –Comentó Aoi finalmente. –Ayame siempre tiene la razón y Aoi es la inferior de la familia. Supongo que tendrás muchas preguntas.
–Que no necesitas contestar. –Se apresuró a aclarar Inosuke y pudo percibir notoriamente como parecía que ella quería decirle algo importante. –Pero, si necesitas hablar, soy bueno escuchando. Aunque no lo parezca.
–Nací en Odaiba. Mi padre murió cuando tenía trece años y Ayame diez. Antes de eso, éramos una familia feliz. –Explicó con simpleza la vida familiar. –Cuando él murió las cosas cambiaron. No podíamos mantener la vida que llevábamos y puesto que, mi madre apenas acabó el bachillerato y sólo era ama de casa, tuvimos que apretarnos el cinturón.
Hizo una mueca al recordar aquellos tiempos duros.
–Conforme crecí, las cosas entre nosotras tres cambiaron. Ayame apenas se graduó de secundaria y se rehusó a hacer el bachillerato. Yo quería ir a la Universidad, que dada la situación era un lujo. Pero no quería ser como ellas; algo que parecía irritarlas. Mi madre prefería invertir el dinero en mantener bella a Ayame, que siempre ha sido hermosa, para que pudiera tener un marido con dinero que nos sacara de la miseria.
Inosuke escuchó callado sin decir palabra. Muchas cosas parecían encajar en la personalidad de Aoi.
–Recordarás que mencioné que mi hermana tiene un amante y que ella insinuó que tenía otros intereses en su marido. –Añadió. –Ayame consiguió lo que quería casándose con un rico doctor que fue mi profesor de biología en una de las optativas de la Universidad. Él era una buena persona y le guardaba mucho afecto.
Recuerda que se graduó al mismo tiempo que Ayame se comprometió y su madre hizo tan de menos su título, considerando una gran hazaña la obra de Ayame.
–No conforme con ello, se encaprichó con mi novio desde el bachillerato, su actual amante. –No entró en detalles. –He allí el porqué de la relación que llevo con mi hermana.
Aoi puso los palillos sobre el tazón de sopa y agradeció por la comida. Sacó su billetera y puso unos billetes en un sobre.
–Joichiro dijo que invitaba. –Le recordó Inosuke mirando con interés la foto que Aoi guardaba en su billetera. Era una mujer castaña, muy parecida a Ayame, por lo que dedujo era su madre. Abrazando a una pequeña Aoi y a su hermana menor con afecto, y un hombre muy sonriente las abrazaba a todas desde atrás.
–Es un regalo para la pequeña. –Contestó con simpleza recogiendo sus cosas y disponiéndose a salir del establecimiento.
–Ella te envidia a ti. –Mencionó Inosuke de improviso.
–¿Perdón? –Se regresó a ver al profesor de gimnasia con interés. –¿Qué dijiste?
–Tu hermana te envidia a ti más de lo que tú a ella, y personalmente no creo que debas sentir envidia alguna.
–Ella es hermosa, mi madre siempre dice que se parece a la abuela británica, tiene más dinero del que yo tendría viviendo dos veces, y está felizmente casada.
–Si fuera tan feliz no tendría la necesidad de gritarlo cada vez que puede. –Le dijo. –Ella envidia que tú seas exitosa, tengas título, trabajo, que seas más fuerte de lo que ella jamás será y que seas la hermanita mayor. –Razonó Hashibira. –Y tu hermana me parece una versión más joven de tu madre.
–¿Cuándo has conocido tú a mi madre?
Mierda. Piensa rápido Inosuke.
–La he visto en la foto de tu billetera. –Dijo con simpleza y aquello pareció convencer a la muchacha que simplemente asintió.
–Bueno. –Se alistó para irse. –Es una buena foto, guarda muchos buenos recuerdos. –Recuerdos de tiempos en los que era feliz. –Gracias por la comida, Joichiro –Gritó al cocinero. –Buen provecho y gracias por la ayuda con Ayame hoy. –Dijo a Inosuke. –Sólo por eso no me enfadará que me espiaras. –Aclaró enrumbándose a salir del lugar.
–Recuerda Aoi. –Exclamó el peliazul sin voltearse. –Es ella la que te envidia a ti, no al revés.
Aoi no contestó e Inosuke escuchó como las campanillas sonaban indicando que salió del establecimiento.
Imitó a la joven y dejó un poco de dinero de regalo para la recién nacida y caminó fuera del lugar. A su derecha, vio como a lo lejos la joven inspectora se marchaba y él siguió su camino a la izquierda.
Aoi era… ni siquiera tenía una palabra para definirla. Era muy fuerte, no era la simple y amargada inspectora que por años creyó que era. Ahora la ve con otros ojos; ahora entiende su carácter, conducta, e incluso su modo de vestir. No puede evitarlo:
La admira.
Y si su cabeza no estuviera ocupada por su bella peliazul, incluso…
¡Qué diablos acaba de pasarse por su mente! ¡Una reverenda tontería! Por mucho que tuviese cosas en común con ella.
Él no podía empezar a sentir cosas por Aoi.
Le simpatiza. Pero hasta ahí.
¿Verdad?
Era la décimo octava vez que bostezaba en lo que iba de la mañana. No podía culparse. ¡Era horrible que interrumpieran su sueño de belleza del fin de semana por un encargo! Además de eso, el día era bipolar, aunque bipolar sea una palabra de niñas. A ratos hacía sol y calor para después refrescar e incluso lloviznar.
¡Qué rayos!
Además, no entendía por qué era de vital importancia que llevara aquel sobre a casa de Nezuko. Su madre había sido muy específica en decirle que era urgente que se lo entregue a la mamá de Nezuko. Por supuesto que quiso abrirlo y husmear su contendido, pero el sobre estaba sellado. No podía llegar donde mamá Kamado y entregarle eso así. Podía ser algo muy importante.
Bostezó una vez más frente a la puerta y tocó el timbre. Un "Voy" muy conocido para él se escuchó y la pereza se le fue.
¿No se le ocurrió que Nezuko estaría en su casa?
El problema era que Nezuko y él no se hablan, y ni siquiera puede imaginarse cómo verá a Kie Kamado sin sentirse extremadamente avergonzado luego de haber seducido a su hija.
¡Y por todos los santos, que el señor Kamado no estuviese en casa!
–Zenitsu… ¿Qué haces aquí? Mi hermano no está.
Los nervios no lo habían dejado pensar y la voz de la castaña lo sacó de su ensoñación. Los nervios lo habían invadido sin misericordia alguna.
–Y-yo… N-no vine por Tanjiro… –¡Por qué rayos no podía hablar! Se supone que sólo fue a entregar el condenado sobre.
–Oh, Zenitsu querido. –La madre de los Kamado se asomó por el pasillo. –Nezuko, ¿Qué pasó? Invítalo a pasar. –Reprendió a su hija.
–No es necesario mamá. –Trató de ocultar su nerviosismo, tenía que actuar con normalidad. –Sólo vine a entregar este mandado de mi madre biológica. –Guiñó un ojo cuando dijo aquello.
–Por eso. –Le animó la señora Kamado. –Pasa, mira lo que encontré.
Nezuko se apartó resignada de la puerta invitándolo a pasar. Zenitsu no necesitaba que lo guiasen por la residencia ya que la conocía tan bien como a la suya propia. Encontró a la madre de Tanjiro y Nezuko sentada frente a la mesa de centro con varias fotos esparcidas por el lugar y unos diez álbumes en el suelo.
La madre de familia le indicó una silla para que el rubio se sentara y señaló una de las fotos.
–Esta es de cuando Tanjiro y tú se graduaron del jardín de infantes. Nezuko no quiso despegarse de ustedes dos en las fotos. –Gimió con añoro. –Eran tan pequeños y esponjosos. –Chilló emocionada ante el recuerdo. –Es una lástima que Tanjiro no esté para verlas todos juntos.
Los dos adolescentes rieron nerviosos y miraron la foto. Tanjiro y Zenitsu estaban con sus mandiles azules y sus gorritos amarillos. Ambos tomando de cada lado a la pequeña Nezuko quien portaba un vestido rosa. Los tres sonreían a la cámara.
–Esto fue en tercer grado. –Indicó señalando una foto. –Ustedes dos fueron pequeños granjeros. –Recordó. –Zenitsu hablaba del cerdo y Nezuko de los caballos. –Siguió buscando más fotos y tomó el sobre que le había enviado Stella. –Estas son... –Exclamó con una gran sonrisa. –La obra escolar. Romeo y Julieta, en cuarto grado. Meiko tenía estas fotos y le pedí que me las enviase. –Dijo sacando varias fotos de la obra. –Zenitsu era tan lindo que la profesora insistió en que él fuera Julieta, y como Nezuko tenía el cabello corto en ese tiempo y era la única niña con la que Zenitsu se llevaba en ese entonces, no aceptaría otro Romeo. Tanjiro se molestó mucho porque los pusieron de pareja, y Zenitsu hizo un berrinche por tener un papel de niña.
–Zenitsu siempre ha hecho rabietas por todo. –Agregó Nezuko.
–Había olvidado eso. –Musitó el rubio. Actuar un papel femenino no era algo que todos los niños quisieran recordar. Sin embargo, al ver las fotos en el álbum los recuerdos volvían.
Kei Kamado siguió sacando fotos y pasándoselas al par de jóvenes. Graduaciones, las primeras fiestas de adolescentes, la temporada de Zenitsu con acné y la de Nezuko con aparatos dentales, días de brujas, días de pascua.
–¡Recuerdo esto! –Exclamó el rubio con entusiasmo. –Hicimos competencia por ver quién obtenía más dulces y yo gané. –Contó orgulloso de sí mismo.
–Por dos dulces, e hiciste trampa porque le estuviste robando dulces a mi hermano. –Rebatió Nezuko. –Además, ibas tan contento a contárselo a Inosuke y Giyuu que tropezaste en las escaleras y se te cayeron todos los dulces a la calle y los otros niños los cogieron. Te pusiste a llorar.
–Recuerdo eso. –Completó Kei. –Tanjiro y tú le dieron sus dulces a Zenitsu para que dejara de llorar, y los abrazó. Aquí está la foto.
En efecto, un lloroso Zenitsu abrazaba a una divertida Nezuko que le daba la mitad de sus dulces mientras que Tanjiro también le compartía sus dulces. Los tres disfrazados de Power Rangers. Nezuko era la rosa, Zenitsu el amarillo y Tanjiro era el rojo.
–Hemos pasado por tantas cosas, juntos. –Lo pensó Zenitsu, pero lo dijo en voz alta sin percatarse.
–Ni que lo digas. –Completó Nezuko.
Al darse cuenta de que expresaron sus pensamientos en voz alta, se regresaron a ver. Así, dorados a rosados, mirándose fijamente con una mezcla de sentimientos: nostalgia, tristeza, ternura, cariño… posesión.
Por primera vez en toda su vida, Zenitsu entendía la importancia de esa pequeña castaña en su vida. Nezuko había estado a su lado desde que tenía uso de razón, en las buenas y en las malas.
Ella era suya.
Quizá antes hubiese considerado que era como su hermanita. Pero, no ahora, no después de lo que compartieron juntos.
–Y pensar que esta será su última experiencia juntos. –Suspiró resignada notando como ambos estudiantes la miraban confundidos. –Será la última graduación juntos de Tanjiro y Zenitsu. –Explicó con simpleza. –Probablemente Zenitsu se vaya a vivir lejos con la beca que le ofrecieron, y Tanjiro se quedará estudiando aquí al igual que Nezuko. Posiblemente sea la última foto que compartan los tres. Espero que no dejen que su amistad se pierda por la distancia, sería una lástima. –Comentó nostálgica la madre de la chica.
Ninguno contestó. Nezuko no sabía cómo hacerle frente a la situación y Zenitsu acababa de darse cuenta de que, en efecto, esta podría ser la última experiencia que viva con su mejor amigo y sobre todo con Nezuko.
–Por supuesto que no. –Habló la menor Kamado llamando la atención de ambos. –La separación se daría tarde o temprano. Algún día Zenitsu y yo nos casaremos, tendremos nuestras propias familias. El que no nos veamos no quiere decir que… olvidaremos los buenos momentos.
Aquel fue un golpe bajo, muy bajo. Imaginarse a él con familia le costaba, pero a ella… No. Era muy fácil imaginarse a Nezuko con niños en sus faldas… niños de otro hombre. Nuevamente le invadieron las náuseas.
–Saben que Stella y yo siempre hemos pensado que hacen una bonita pareja. –Les dijo mirándolos con afecto. –No nos opondremos a una relación entre ustedes. –Les hizo saber. –Incluso podríamos tolerar la convivencia previa al matrimonio.
–¡Mamá! –La reprendió Nezuko. –Seguramente ni papá ni mi hermano te han oído decir eso.
–Tienes razón. –Se rio la señora Kamado. –Aunque para nadie es un secreto que antes de dejarte ir con cualquier desconocido ambos preferirían a Zenitsu, por mucho que Tanjiro diga lo contrario.
Eso es porque no conocían lo mujeriego que era el rubio. Pensó la muchacha.
–Mira, este es del primer recital de Nezuko. –Sacó otra foto. –Le llevaste una rosa rosada que insististe a tu mamá que comprara. –Le recordó la señora Kamado mientas seguía sacando más fotografías.
–¡Esa es Ukogi! –Nezuko señaló una foto con un hámster que sostenían ambos.
–¡Y Chuntaro! –Indicó Zenitsu mostrando el otro hámster.
–Solo a ustedes se les ocurrirían esos nombres. –Se burló la madre.
–¿Recuerdas cuando se escaparon? –Le preguntó Zenitsu a Nezuko.
–Pasamos horas buscándolos. –Recordó la castaña.
–Menuda sorpresa cuando los encontramos. –Exclamó riendo el rubio.
–Tanjiro botó las sábanas de su cama al ver que allí habían decidido tener a su familia. –La joven se rio. –Eran tan pequeños.
–¡Y tantos! Lo mejor fue la cara de nuestros padres cuando dijimos que queríamos conservarlos a todos.
La castaña estalló en risas.
–Habíamos decidido tener nuestra propia granja de hámsteres.
Zenitsu también rio y con muchas ganas. Se sentía tan bien, como siempre que estaba con Nezuko, y ya hacía mucho tiempo que no se sentía de esa manera. Estar con ella era refrescante, sentía que podía ser él mismo y era genial hacerla reír. Siempre que ella reía, él lo hacía.
Así siguieron apareciendo las fotos. Se escucharon muchas risas y también muchos buenos recuerdos. Las fotografías eran una puerta al pasado que no volverá y que muchas veces se deja atrás. Pero, gracias a aquellas imágenes que quedarán guardadas por la eternidad, siempre habría una forma de recordarlo.
–¡Vaya, miren la hora! –Exclamó la madre de familia. –¿Quieren comer algo antes de irse?
–¿Irse? –Preguntó Zenitsu sorprendido.
–Nezuko me ha dicho que iba a salir, asumí que sería contigo. –Contestó la madre con elocuencia.
–Mamá. –Reprochó la aludida levemente ruborizada y se incorporó de la mesa. –No salgo solo con Zenitsu.
Entonces, Zenitsu la miró. Los nervios al principio y después las fotos lo habían hecho obviar que Nezuko usaba un bonito vestido suelto y rosa hasta las rodillas con sandalias cafés. Su cabello estaba suelto y con un broche. Se veía tan bonita, irradiaba femineidad y una discreta coquetería.
Sus hormonas reaccionaron, demasiado rápido. Algo que no había pasado en mucho tiempo. ¡Ni siquiera le preocupaba que mamá Kamado estuviera en la cocina!
–Entonces, ¿Kanao? –Ahora estaba curiosa como toda madre mientras entregaba un vaso con jugo al joven rubio.
–No. –Murmuró por lo bajo. –Rui Ayaki. –Dijo finalmente, consciente de que su madre no se rendiría hasta saber con quién saldría.
Se escuchó caer un vaso, afortunadamente plástico.
–¡Lo siento! –Exclamó Zenitsu apenado.
–Tranquilo. –Contestó Nezuko que ya estaba secando el contendido regado.
–Que sorpresa. –Comentó su madre expresando sus palabras y mirando suspicazmente al joven. –¿Tanjiro lo sabe?
–Sí mamá… Mi hermano ha permitido que Rui se acerque. –Contestó tratando de evitar la penetrante mirada de Zenitsu.
Él ya lo sabía, Tanjiro le dijo que dejaría que Rui se acercara a su hermana, aunque no creyó que le afectaría tanto. Menuda gracia le hacía ver como Nezuko se había arreglado así para el estirado de Rui.
"Déjala ir"
Tanto él como Shinobu le habían dicho lo mismo. Como si fuera fácil, cómo si pudiera dejar ir tantos años de su vida. Lo acababa de recordar gracias a las fotografías. Aunque, muy a su pesar sabía que él no merecía a Nezuko.
–Nezuko. –Se escuchó que llamaban desde afuera luego de timbrar.
–Es él. –Musitó la aludida sin ver al rubio. –Me voy, mami. –Le lanzó un beso, tomó su bolsa y se dispuso a marcharse. –Adiós, Zenitsu. –Lo dijo de espaldas y desapareció tras la puerta.
No lo miró estirar un brazo pretendiendo detenerla, pero la madre de la joven sí, mas decidió no hacer comentarios.
Zenitsu cayó en cuenta de la realidad. Lo que habían hecho los había distanciado y en el futuro no podía ver sino obstáculos entre ellos que los distanciarían más.
Y él aún no estaba dispuesto a dejarla ir.
Era la tercera vez que recorría la casa y no hallaba rastro alguno de su hermana. ¿En qué momento se había escapado?
Se sentó con frustración en uno de los escalones emitiendo un sonoro suspiro. Apenas había empezado el almuerzo de la fiesta organizada por sus padres y ya la habían llamado para presumir con sus invitados los tantos logros que tenían ella y su hermana. Claro, ese era el único motivo para buscarlas ya que para saber cómo estaban ni siquiera se preocupaban.
–Ah, Mary. –Llamó a una chica del servicio que pasaba. –¿No has visto a mi hermana?
–Me pareció verla salir hace unos momentos, señorita. –Respondió la empleada haciendo memoria.
–¿Te dijo dónde iba? –La aludida negó con la cabeza. –Ya veo… Muchas gracias, puedes retirarte.
–Con permiso. –Se despidió la castaña con una reverencia para después irse al jardín donde se llevaba a cabo el evento.
Kanao volvió a suspirar. Era un hecho que su hermana la había abandonado para irse a quien sabe dónde.
Si hacia memoria, Shinobu se ha estado comportando de manera muy extraña. Le alegraba verla sonriente, pero su cambio de humor tan repentino aun no le cuadraba ya que no hacia mucho desde que terminó con Douma, el cual nunca le cayó bien. A menos que haya conocido a alguien más, pero no la había visto interactuar con otras personas que no fueran sus amigos. Y ahora su repentina escapada no la hacía más que dudar.
Se levantó con desgana y decidió subir a su recámara. Sus padres ya habían terminado de enumerar sus tantos logros a los invitados, así que ya no volverían a buscarla, a menos que recordaran su existencia.
En esos momentos no tenía ganas de estar en eventos, tenía mucho trabajo que hacer con respecto al club y a parte tenía que estudiar para los exámenes finales… Todo eso en una sola tarde. Pero, no podía quejarse, mantenerse ocupada le ayudaría a despejar su mente y no pensar en cierta persona.
Con el incidente de ayer ya no le quedaban ganas de intentar nuevamente un acercamiento, ella estaba dispuesta a arreglar las cosas, pero el "accidente" de Katsumi fue un impedimento. Ella confirmó que esa caída había sido apropósito. Al inicio sí se había preocupado, sin embargo, la vio sonreír engreídamente al tener toda la atención de Tanjiro para ella… Con Katsumi cerca no podría seguir intentándolo, la batalla estaba perdida.
Entró a su recamara y lo primero que hizo fue quitarse sus zapatillas. Era molesto arreglarse tanto, pero todo era para dar una buena imagen ante los invitados, según palabras de su madre. Estaba a punto de quitarse su vestido cuando de repente escucho ruidos extraños fuera de su balcón. Al inicio creyó que tal vez era el bullicio de la fiesta, pero los sonidos se oían prácticamente a pasos de ella.
Con algo de duda, se acercó a la puerta de su balcón para inspeccionarlo, pero antes de que pudiera hacerlo, esta se abrió abruptamente dejando entrar a una persona que no pudo reconocer al instante ya que estaba a contraluz.
–¡Ah-!
–¡Shh! –Ahogó el gritó de la joven tapando su boca con una de sus manos, haciendo que empezara a forcejear. –Kanao tranquila, soy yo. –Le susurró tratando de calmarla.
Kanao quiso seguir forcejeando, pero al reconocer la voz del sujeto, se relajó y abrió sus ojos topándose con un par de ojos rojizos que la miraban con una intensidad indescriptible. Por su parte, Tanjiro suavizó el agarre quitando delicadamente su mano de la boca de ella.
–Perdón por asustarte. –Su disculpa la hizo reaccionar.
–¿E-estás loco? –Reprochó molesta mientras se dirigía a cerrar las puertas de su balcón. –Hay un evento allá afuera. ¡Pudieron haberte visto!
–No te preocupes, todos están muy ocupados hablando de dinero. –Se excusó fijando su atención en Kanao. Fue ahí cuando pudo apreciarla mejor.
Llevaba puesto un vestido azul cielo ajustado en la cintura y la falda era suelta llegándole arriba de las rodillas dejando lucir sus torneadas piernas. Su cabello estaba recogido en una media coleta cayendo detrás de su espalda luciendo sus puntas rosadas. Tenía poco maquillaje, haciéndola ver más natural y hermosa.
–Te ves muy hermosa… –Fue lo único que pudo salir de sus labios.
–¿Qué es lo que quieres? –Le exigió saber tratando de disimular su sonrojo.
–Vine a hablar contigo. –Dijo sin rodeos tratando de no distraerse con lo bien que se veía su amiga.
–¿A caso no pudiste esperar al lunes? No era necesario treparte en mi balcón.
–¿Te hubieras detenido a hablar conmigo? –Ella no contestó. –Lo suponía. Por eso me atreví a hacer esto, aquí nadie nos puede molestar. –Continuó hablando mientras se acercaba peligrosamente a ella.
–Creí haberte dicho que no me buscaras. –Le recordó mientras retrocedía con cada paso que daba el pelirrojo.
–Y no pienso cumplirlo. –Al tenerla ya acorralada contra la pared, coloco sus manos a los costados para que no pudiera escapar. –Hay que hablar.
–¿Y de qué se supone que hablaremos? –Inquirió resignada al verse sin salida.
–¿Hay algo entre Hideki y tú? –Soltó sin rodeos.
Kanao abrió los ojos desmesuradamente. Los recuerdos de la fiesta le llegaron como un flash, sintiendo que la situación se repetiría. ¿En serio se había metido a su recámara sólo por eso?
–¿Y qué si lo hay? –Le espetó con molestia poniéndose a la defensiva.
–Porque no estoy de acuerdo, tú no puedes estar con él. –Confesó con una sinceridad que sorprendió a Kanao.
–Tú no tienes porqué decidir con quien puedo estar. Después de todo, tú me rechazaste dando paso a que yo pueda conocer a otras personas.
–Y fui un idiota y cobarde al hacerlo porque yo te quiero, Kanao. –Por fin lo había dicho, y pudo percibir el asombro en el rostro de la chica.
Por un momento Kanao dejó de respirar. Había esperado mucho tiempo para escuchar esas palabras, y esta vez él no estaba ebrio, por lo que sus palabras sí eran verdaderas… Esta vez sí era sincero. Pero…
–¿No te parece que es demasiado tarde para eso? –Preguntó tomando por sorpresa a su amigo. –Llevaba años queriéndote, pero ahora… Tal vez no seas el único. –Mordió su labio inferior con nerviosismo. Hideki también ya era parte de ella.
Con eso creía que Tanjiro la dejaría libre y se iría, pero una sonrisa de lado se formó en el rostro del joven, y lo que pasó después no lo pudo haber anticipado.
Tanjiro la tomo del mentón con delicadeza, haciéndola alzar su rostro para verla a los ojos por una fracción de segundo y después besarla. Al inicio se negaba a corresponderle, incluso trató de alejarlo, sin embargo, su fuerza de voluntad no fue suficiente y terminó cediendo sin poner resistencia otra vez.
Todo estaba pasando muy rápido. Lo que había empezado como un beso dulce y delicado, se había convertido en uno más hambriento y apasionado. Ni siquiera se había percatado de en qué momento habían llegado a su cama, teniéndolo encima de ella acariciando su cuerpo con delicadeza. Una parte de ella sabía que eso estaba mal. Sus padres estaban abajo, y aunque estaba segura de que ellos no la buscarían, aun así, no era correcto lo que estaban haciendo… Pero ni así quería que parara, se sentía tan dichosa.
Entonces, después de unos momentos de caricias y besos, Tanjiro se separó de ella haciéndola sentir inexplicablemente vacía y… ¿Frustrada?
–Eso era todo lo que necesitaba. –Habló él con una voz ronca que no supo disimular, haciendo tragar seco a su amiga. –Aún me quieres Kanao.
–Eso no es…
–No mientas. –La interrumpió. –Si no me hubiera detenido, podría casi jurar que estabas dispuesta a entregarte a mí. –Y vaya que había usado mucha fuerza de voluntad. De no haberse detenido a tiempo ya no hubiera podido dejarla ir… Pero no quería que las cosas se dieran así.
Kanao, por su parte, lamió sus labios hinchados por el beso. Él tenía razón, y había sido caballeroso al pararlos en seco porque de no ser así, la situación sería diferente en esos momentos.
–Kanao. –La llamó atrayendo su atención. –¿En verdad quieres que me aleje? –Preguntó acercándose nuevamente a ella.
Ella lo miró a los ojos por unos momentos y después desvió la mirada. Tenía miedo de arriesgarse a intentar algo con él, que las cosas no salieran bien y terminara lastimada. Y mientras Katsumi siguiera cerca, ella podía jurar que habría muchos problemas entre ellos… Por otra parte, estaba Hideki. No podía intentar algo con Tanjiro si aún no tenía claros sus sentimientos hacia el moreno. Era una decisión muy difícil.
–Yo… –Empezó a hablar un poco nerviosa. –No lo sé…
Tanjiro sonrió aliviado.
–Al menos no dijiste que sí. –Comentó mientras buscaba algo en sus bolsillos, llamando la atención de la joven. –Aquí está. –Anunció victorioso al encontrar el objeto para después mostrárselo a su amiga.
–Eso es… –Dijo sorprendida sin poder creer lo que veía.
–Así es. –Una sonrisa se formó en su rostro. –Es la moneda que te dio tu hermana Kanae, pero que yo confisqué. –Y era cierto, se la había quitado para que ella aprendiera a escuchar a su corazón sin tener que hacerle caso a una moneda.
–¿Qué vas a hacer con eso? –Preguntó dudosa.
–Vamos a darle solución a esto. –Respondió con entusiasmo. –Si sale cara, me alejaré de ti. –Eso hizo tensar a la joven. –Pero si sale cruz, me quedaré aquí para luchar por recuperarte. –Y sin más preámbulo, lanzó la moneda al aire.
Ambos jóvenes fijaron su vista en el objeto tratando de adivinar cual sería el resultado. La moneda cayó sobre la mano de Tanjiro tapándola inmediatamente con su otra mano para no ver el resultado aún.
–¿Lista? –Ella asintió. –Bien. –Acercó su mano a Kanao dejándole ver el resultado.
Era cruz.
–Bueno, parece que no te librarás tan fácilmente de mí. –Le anunció Tanjiro guardando la moneda en su bolsillo. –Voy a recuperarte Kanao, y no me rendiré hasta escuchar un te quiero de tus labios. –Diciendo lo último con una gran determinación que hizo estremecer a su amiga.
–Ahora vete. –Le pidió ella ocultando su sonrojo. –Y ten cuidado con que no te vean.
–No te preocupes, ya lo iba a hacer. –Y era cierto, le urgía un baño de agua helada en esos momentos. –Nos vemos después, Kanao. –Se despidió saliendo al balcón.
En el momento que salió, Kanao sintió un vacío inexplicable. Fue inmediatamente por donde había salido Tanjiro y se asomó pudiendo visualizar como el chico salía con sigilo de su residencia sin que nadie lo notara.
Sonrió abrazándose a ella misma.
Aunque le costara admitirlo, se sentía emocionaba por saber qué intentaría hacer para recuperarla.
Por ahora, necesitaba un baño de agua helada.
De color rojo brillante estaba encerrado. El diecinueve del presente mes, sería un gran día, ya lo había decidido. Estaría con Muichiro y su proyecto quedaría perfecto. También estaría el amargado de Iguro, pero eso no impediría que su día fuera perfecto.
–¿Encerrando fechas, hermanita?
Tan ensimismada estaba Mitsuri en su día perfecto que no se había percatado de que su hermana Kaori miraba el calendario con insistencia
–¡Ese día Keito viene de visita! –Recordó con júbilo.
¡Lo había olvidado! Pero la visita de su hermano hará su día aún más perfecto. Cuando su hermano venía su madre se esmeraba en la cocina y siempre se la pasaba bien con Keito en casa. Primero Muichiro, luego su perfecto proyecto y por último Keito. No podía pedir más.
–Oye. –Llamó la hermana de en medio a la menor. –¿El último paseo de preparatoria no es en esa semana?
Su alegría se fue al trasto y empezó a revisar los números rápidamente. Sí, esa fecha sería el paseo del curso, el último paseo con sus amigos. No pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas y empezó a llorar con fuerza. Asustando a toda la casa.
¡No era justo!
¡La vida no era justa!
Encontrar el edificio no resultó tan difícil como pensó que sería. Después de todo, la última vez que estuvo ahí estaba lloviendo a cántaros, de manera que casi no podía ver por dónde iba, pero lo encontró y se sentía muy orgullosa de ello.
–¿Se le ofrece algo, señorita?
Un amable hombre de edad que tenía toda la pinta de ser el portero del lugar le sonrió con amabilidad.
–Sí. –Contestó la joven con una sonrisa. –Vengo a ver a Giyuu Tomioka.
–Oh, claro, el profesor Tomioka lo mencionó. –Comentó tras una pausa. –Dijo que su primita iba a venir hoy a estudiar con él.
¡¿Primita?!
¡¿Quién se cree?!
–Es el 309. –Informó el anciano con indulgencia. –En el tercer piso.
–Ya lo sabía, pero, gracias igualmente. –Exclamó antes de dirigirse al ascensor.
Se sentía indignada. ¿Su primita?, ¿Acaso parecía colegiala? Se miró en el espejo del ascensor. Iba con un pantalón verde entallado y una blusa negra de hombros descubiertos con un collar largo, completando su vestimenta con unas sandalias negras con tacón bajo. Se había maquillado. ¡No parecía una chiquilla! Debió decirle que su novia iba a ir a visitarlo. Eso no tenía nada de malo.
Cuando llegó a la puerta tocó con fuerza e insistencia. Hasta que se escucharon pasos del otro lado de la puerta y muchas cosas moviéndose.
–¿Ya son las doce?
Eso fue lo que preguntó cuando abrió la puerta y la encontró parada frente a él. ¡Ni siquiera la saludó!
–Hola, es un gusto verte, te ves genial. –Añadió con sarcasmo.
–Lo siento, hola. –Saludó recorriendo el cuerpo de la joven involuntariamente. Se veía hermosa y… sexy.
–¿No piensas saludarme? –Preguntó Shinobu con los brazos en cruzados y pretendiendo sonar ofendida. Aunque no podía despegar sus ojos del pecho bien formado de Tomioka que se apreciaba tras su sencilla camiseta blanca.
–Giyuu, querido ¿Tienes una taza de azúcar?
Una voz femenina llamó la atención de ambos, y ante una sorprendida Shinobu se presentó una mujer envuelta en un negligé negro casi transparente. Era mucho mayor que ella, se notaba a kilómetros y claramente no esperaba verla a ella allí ya que la fulminó con la mirada, tanto como Shinobu a ella.
–Señorita Sounen. –Saludó Giyuu interrumpiendo ese duelo de miradas. –Lo lamento, pero no tengo.
–Es una lástima. –Contestó la mujer llevándose la taza a sus exageradamente grandes pechos. –¿Quién es ella? ¿Tu hermanita?
–Ella es…
–Soy su novia. –Lo interrumpió Shinobu con una sonrisa de suficiencia.
Aquella respuesta tomó por sorpresa a la acosadora vecina. Con ello comprobó que no parecía una niña porque la mujer lo aceptó rápidamente y ni siquiera cuestionó sus palabras. Sin embargo, la recorrió de pies a cabeza reparando especialmente en sus pechos y sonrió con suficiencia acomodando su escote.
Shinobu lamentó no tener pechos tan grandes, más no se dejó amedrentar.
–Sí, Shinobu. –Dijo dirigiéndose a la pelimorada. –Ella es la señorita Sounen, mi vecina.
–Es un placer. –Mintió la joven Kocho con una falsa sonrisa.
–Lo mismo digo. –La mujer imitó el gesto. –Es raro ya que nunca había venido.
Shinobu quiso decirle que eso era porque se la pasaba espiando a sus vecinos, pero mordió su lengua.
– À peine je suis arrivé de Paris. Il ne pouvait pas espérer pour voir mon petit ami. –Shinobu pronunció un perfecto francés, tanto que sorprendió al propio Giyuu. Ni que decir de la mujer.
–Dijo que acaba de llegar de París. –Indicó Giyuu. –Recordará que vivía allí. Ella nació aquí pero también vive allá.
–También he dicho que no podía esperar a ver a mi novio. –Explicó ahora en japonés. –Ahora, si nos disculpa, no nos hemos visto en mucho tiempo. –Se pegó a Giyuu intencionalmente de manera que la mujer musitó una disculpa y cerró la puerta.
Cuando Shinobu se percató de que la mujer aún estaba viendo, colgó sus brazos al cuello de Giyuu y besó profundamente los labios del él. Beso que fue correspondido.
– J'aime t'embrasser. –Me encanta besarte, dijo la pelimorada en francés.
–Moi aussi. –A mí también. Contestó resignado en un susurro.
Ella le sonrió complacida.
–No me gusta tu vecina. –Dijo finalmente.
–Creo que ambos lo notamos, y que el sentimiento es correspondido. –Mencionó Giyuu con una pizca de gracia en su voz. –No me quejaré si esto hace que deje de salir en negligé cada vez que me siente salir o entrar a mi departamento.
–Buscona. –Se quejó Shinobu enfurruñada.
Estaba celosa y ni siquiera podía ocultarlo. Era muy tierna y le hacía sentirse bien que lo celara. Se sentía querido.
Shinobu por su parte había olvidado el reclamo que estaba dispuesta a hacerle tras el encuentro con la vecina acosadora. No iba a darle el gusto de escucharlos discutir.
–No sabía que hablabas francés con esa fluidez. –Comentó Giyuu entablando conversación.
–También hablo inglés e italiano con bastante fluidez, aunque soy un poco torpe con el español. –Confesó.
–Yo lo hablo bastante bien y lo escribo también. –Mencionó Giyuu. –inglés e italiano también, incluso alemán.
–¡Meraviglioso! –Exclamó Shinobu en italiano. –Parece que todas tus optativas en la Universidad fueron idiomas.
–La gran mayoría. –Confesó el pelinegro.
–¿No vas a invitarme a pasar? –Preguntó Shinobu con elocuencia.
–Por supuesto. –Se quitó del paso e hizo una dramática reverencia para que pasara la pelimorada. –Pase usted, señorita. Lamento el desorden, estaba limpiando un poco.
–¿Puedo ayudarte en algo? –Preguntó tímidamente.
–No.
Su respuesta fue tan vehemente que sorprendió a la joven y a él mismo. Hacía mucho tiempo que él realizaba las labores domésticas solo. Cuando estaba casado no lo hacía, a Alice se le daban muy bien y por ello, ella era la encargada de mantener la casa en orden. Era tan buena limpiando que se parecía mucho al personaje de la serie americana FRIENDS, Mónica Bing.
Que Shinobu se pusiera a ayudarle sería… como si Alice lo estuviera haciendo.
–¿Ayudas a las empleadas domésticas a hacer la limpieza? –Preguntó en un tono más amable y jocoso.
–Por supuesto que no. –Contestó cruzándose de brazos. –No se les paga por acostarse con mi padre. –Respondió con elocuencia. –Pero eso no quiere decir que no pueda hacerlo.
Giyuu vio la convicción en sus ojos y se rindió. Había un montoncito de polvo que debía de recoger. Supone que aquello no lastimará sus delicadas manos.
–Recoge esa basura. –Le indicó la escoba y el recogedor. –Yo terminaré una vez que limpie el estante.
Shinobu lo miró tomar de espalda las fotos. Por supuesto, comenzando con la gran imagen enmarcada en plata de Alice Tomioka. La limpiaba con delicadeza y ternura, asegurándose de que cada detalle se mantuviera impecable. Le guardaba gran cariño a su retrato.
La joven Kocho miró el artefacto de limpieza en sus manos. Una escoba, había visto su uso millones de veces en la televisión. ¿Qué tan difícil podía ser?
La nariz de Giyuu empezó a reaccionar al polvo que percibía. Cuando se giró a ver a la joven que se supone estaría recogiendo el polvo y la encontró… ¿Jugando con la escoba?
–¿Se puede saber qué estás haciendo? –Preguntó intrigado alzando su delgada ceja.
–Barro, creo que así se le dice. –Explicó Shinobu con simpleza.
–No, señorita, tú estás ensuciando. –Notó cómo Shinobu tomaba la escoba. –¿No sabes tomar una escoba?
–¡No, de acuerdo! –La joven se puso muy roja y se cruzó de brazos. –Nunca he tomado una escoba en mi vida. Antes de que empezara la riqueza de mis padres quien se encargaba de la limpieza era… Kanae. –Dijo lo último con un semblante triste, lo cual no pasó desapercibido por Giyuu.
–¿Entonces por qué sugeriste ayudar? –Preguntó para despejar esos pensamientos, no le gustaba verla triste.
–Porque se supone que dirías: "No te molestes, puedo solo.". –Espetó. –Es el protocolo.
–A estas alturas ya deberías de haberte dado cuenta de que no sigo el protocolo precisamente. No estarías aquí de seguirlo. –Shinobu se cruzó de brazos enojada y giró la cabeza al otro lado.
Era Shinobu. No cabía la menor duda, ella se enojaba, enfurruñaba y no admitía que se había equivocado. Alice aún seguiría disculpándose por su torpeza.
–No te molestes, ya termino yo. –Repitió lo que ella dijo. Shinobu le sonrió y se dirigió arbitrariamente a la cocina. –¿Dónde vas?
–¿Ya comiste? –Preguntó abriendo las ventanas que separaban la sala-comedor de la cocina.
–No, pero eso puede esperar.
–Claro, en lo que terminas la limpieza y te aseas. –Guiñó el ojo de manera coqueta.
Giyuu rodó los ojos y se giró resignado. Derrotado por una mocosa de diecisiete años, ¡Qué humillación! Pero, por alguna extraña razón no podía negarle nada a esa niña.
–¿Puedo contar con que no incendiarás mi cocina? –Preguntó con intención de molestarla.
–Te tragarás tus palabras. –Anunció ella convencida. –Prepararé una comida que hará que te chupes los dedos.
–Claro. –Se burló Tomioka.
–Si lo hago tendrás que devolverme mi celular. –Propuso Shinobu tras haber visualizado su teléfono en la repisa de la sala.
–Trato hecho. –Contestó él con seguridad en sí mismo. –Pero, si tenemos que pedir a domicilio te lo devolveré después de los exámenes.
–Hecho. –Acto seguido le lanzó un beso. –Tómate tu tiempo cariño.
Giyuu entró a su recámara a limpiarla y a asearse con el celular en la mano. No se había apagado puesto que no lo había tocado desde que vio aquella foto que tanto lo molestó y estaba seguro de que Kocho no se lo ganaría.
Si no podía sostener una escoba, ¿Cuántas probabilidades de que sepa cocinar existen?
Se encontraba leyendo tranquilamente en la sala de su casa. Camino hacia el futuro, de Bill Gates. Un libro que le ofrecía un interesante punto de vista respecto a cómo alcanzó el famoso Gates su actual éxito.
–Ya llegué.
Una voz masculina lo sacó de su lectura y su madre dejó de arreglar la cocina.
–Bienvenido, querido. –Contestó la mujer de manera monótona saludando al hombre que ingresaba a la casa con un semblante cansado. –El almuerzo estará listo en diez minutos.
El padre de familia asintió y se dirigió a sentarse en la sala. La mujer le llevó el periódico y antes de sentarse simplemente le dirigió una mirada a su hijo sentado en el sofá del frente.
Obanai sintió esa mirada y se encontró con un par de ojos parecidos a los suyos.
–Padre. –Saludó primero por respeto.
El aludido hizo una educada inclinación en la cabeza y se dirigió al pequeño altar donde iba todos los días. Abrió el cajón y se dejó ver una fotografía, grande y con cintos negros cruzados.
–Hola hijo, ¿Cómo estás? –Saludó a la fotografía y se arrodilló frente a ella. Encendió un incienso y miró la foto antes de sonreírle. –Las cosas aquí están igual que siempre desde que te marchaste…
Exactamente, pensó Obanai para sus adentros.
La conversación más larga que tenían sus padres con cualquier otra "persona" era con el retrato de Kaburamaru. Ambos, tanto su madre como su padre.
Volvió la vista a su libro no sin antes reparar en el resto de su casa. Parecía un museo dedicado al primogénito de los Iguro. Muchas fotos y diplomas que su hermano mayor había ganado en sus escasos diez años en el mundo.
–Pronto serán diez años. –Habló el señor Iguro a la fotografía. –Y aún parece que en cualquier momento entrarás con un nuevo logro bajo el brazo.
Obanai quiso decirle que él tenía docenas de logros guardados debajo de su cama, pero como el individuo racional que era, no le encontraba sentido.
Se levantó y dirigió a su habitación. Dejó el libro en el buró y guardó sus lentes de lectura en el cajón de este. Al abrirlo se encontró con otra foto, una de Kaburamaru y él juntos y sonrientes. Se llevaban bien, Kaburamaru era perfecto en todo, y ser un hermano mayor no era la excepción.
–La próxima semana serán diez años. –Musitó al viento.
Diez años desde que el mundo dejó de girar para sus padres.
Y eso incluyó su existencia.
Limpiar la casa siempre era agotador. Tanto así que no pudo evitar recostarse un rato en la tina y quedarse pensando más de la cuenta.
Shinobu era increíble. El modo en el que le habló a su vecina fue…. Francamente, pensó que se pondría a chillar cosas como: "Soy Shinobu Kocho…" y con eso los expondría. Sin embargo, no lo hizo. Fue bastante diplomática en cómo le hizo conocer a la señorita Sounen que ella era su novia. Incluso con el salvaje beso al final, a sabiendas que la mujer los veía.
Siempre tenía ese problema con las mujeres. No era la primera vez, incluso de casado. Alice siempre se retraía y permitía que la amedrentasen. Era él el que siempre despejaba sus dudas y hacía cosas como tomarle de las manos frente a las mujeres que le coqueteaban o mostraba deliberadamente su anillo de matrimonio. Alice nunca hubiese saltado a sus labios para demostrarle a otra mujer que él era su marido.
Kocho, por su parte, se lo hizo saber de la forma más elegante y posiblemente creíble.
Ambas demostraban que lo querían, pero era la primera vez que veía a alguien dispuesta a pelear por ello. Claro, que Kocho era una luchadora en más de un sentido.
Por otro lado, Alice era una mujercita de casa, Shinobu no había tocado una escoba en toda su vida. Alice no podía cocinar nada comestible y Shinobu aseguraba que recuperaría su celular.
Shinobu era caprichosa y a su manera consentida, jamás le han negado nada material. Alice era de las que tenían un celular moderno luego de que salían tres modelos mucho mejores.
Alice era muy espontanea. Shinobu parecía tener un plan para todo, aunque nunca saliera como esperara.
Alice era toda ternura, y en Shinobu podía sentir además de ternura, a una mujer muy apasionada oculta en el fondo de esa joven de diecisiete años. Encendía en él algo que pensó jamás volvería a sentir por nadie.
Era difícil concebir que dos mujeres tan parecidas físicamente fueran tan diferentes.
Y que a pesar de esas diferencias causaran el mismo efecto en él.
–La comida está lista. –Se escuchó un grito desde la sala.
¿Cuánto tiempo había estado en el baño? Comprobó el reloj y vio que era cerca de una hora, sumando los quince minutos que tardó en arreglar su cuarto. Salió de la ducha, se puso unos pants oscuros y los desechó al instante, no le parecía propio que lo viera en pijama. Se puso unos jeans desgastados y una camiseta oscura. Dejó su cabello secarse naturalmente y salió de su cuarto.
El olor que le llevó a su nariz fue… sublime. Olía delicioso.
Observó su pequeña mesa puesta correctamente con dos platos servidos de manera muy elegante. Parecía comida de un fino restaurante. Sinceramente se hubiese sorprendido con una comida no quemada o enlatada.
Shinobu estaba de pie junto a la mesa, aún con el delantal que él utilizaba para cocinar y una sonrisa traviesa y triunfal en su dulce rostro.
Decidió molestarla, le gustaba eso. Era muy divertido picarla.
–¿Y bien? –Preguntó cruzándose de brazos –¿Dónde tiraste los contenedores de comida?
–¡¿Qué?! –Bufó indignada la muchacha. –Lo he preparado yo sola. –Exclamó con una sonrisa fingida, casi se podía ver cómo le punzaba una vena en su frente.
–No puedo saberlo. He estado una hora en la tina. –Siguió molestándola mientras se acercaba a la comida para olerla. –Huele bien, pero ¿Es comestible?
–Por su puesto. –Comentó con aires de grandeza. –Por la cantidad de latas de atún y sardinas que tienes me imagino que no podrás diferenciar un poco de pollo, de hecho, lasagna.
–Te tengo. –Comentó con una sonrisa. –No tengo pollo en mi nevera.
–Lo sé. –Contestó Shinobu con simpleza. –Le debes dos mil setecientos yenes a la señora de la tienda de la esquina. –Explicó. –Quería pagar yo, pero no aceptaba tarjetas, solo efectivo. Así que le pedí que lo agregara a tu cuenta, puedes ir a comprobarlo ahora mismo, pero sería una lástima porque la comida se enfriaría.
Ante tal argumento, el pelinegro se quedó sin palabras. Se apresuró a abrir la silla de Shinobu para que se sentase y él se puso en frente.
–Bon appétit. –Dijo ella antes de colocar su servilleta en su regazo.
Tomioka sonrió en respuesta y probó la pasta.
Delicioso, y ni siquiera pudo ocultar su expresión, lo notó al ver su sonrisa de satisfacción. Definitivamente no puede con esa mujer.
–Me rindo. –Exclamó derrotado. –Está exquisito.
–Lo sé. El que no sepa cómo tomar una escoba no define si sé cocinar o no. –Contestó la joven con seguridad, y antes de comer extendió su mano. –Mi recompensa. –Exigió.
Clavó sus ojos azules en el pequeño rostro hasta que se paró y fue por el celular.
–Un trato es un trato. –Suspiró derrotado y volvió a comer la deliciosa comida.
Shinobu tomó su celular y se puso a jugar en él. Tenía menos del cincuenta por ciento de batería, pero le servía para revisar. No tenía llamadas, pero sí muchos mensajes de las diferentes redes sociales. Sonrió complacida al ver que Giyuu no había husmeado en su mensajería. Francamente, ella lo hubiese hecho en el celular de él.
Entró a su multimedia para poner un poco de música de fondo. Dio por error a su galería y lo primero que vio fue la única imagen de Andrew y ella que no había alcanzado a borrar. Claramente indicaba que había visto sus fotos y eso significaba que él había visto esa foto en su celular.
Trató de seguir comiendo con normalidad, pero no pudo.
–Ese es Douma. –Indicó la foto del celular. –No alcancé a borrar esta foto cuando eliminé las demás. –Indicó la imagen.
–No tienes nada que explicar. –La atajó Giyuu.
–¿Por qué no me dices cómo te sientes respecto a haber encontrado esta foto en mi teléfono? –Preguntó con ternura.
–Porque no siento nada al respecto. –Contestó el pelinegro mientras terminaba su lasagna. –¿Puedo repetir?
Extendió el plato y Shinobu puso otro pedazo de pasta en el plato que él se dedicó a devorar.
–¿Sientes algo por mí? –Le preguntó directamente.
Giyuu dejó de comer y miró a la pelimorada que parecía afligida. Ahí estaba de nuevo su gran dilema. La quiere o no la quiere.
–Sí. –Eso era más seguro. –Pero, soy un adulto.
–Creo que cualquier novio se molestaría si su novia tuviese una foto con su ex. Sin importar la edad.
–Yo no soy "cualquier novio". –Le espetó a la defensiva. –Shinobu, sabías que esto no sería un camino de rosas.
–Sólo quería que me hables un poco más. –Explicó ella. –Quiero llegar a conocerte como nadie más. Eso era todo, no me parece algo malo.
La joven tomó su plato y se dirigió al fregadero.
–Los lavaré después. –Fue lo único que dijo Giyu.
–No es problema…
–Tú cocinaste, deja lavo yo. –Contestó con simpleza. –Gracias, estuvo delicioso.
–Debes considerar comer algo más que enlatados. –Aconsejó la joven. –Esto te quedará hasta mañana. –Indicó el molde con la mitad de la lasagna.
–Tengo un trabajo cansado, llego tarde, no quiero meterme una hora a la cocina para preparar algo que comeré en quince minutos.
No le tomó mucho tiempo lavar los platos. El silencio se formó inevitablemente. Giyuu se giró con las manos húmedas y vio a Shinobu recargada contra el mesón observándolo y con el celular en la mano. Se giró de nuevo a los platos en el fregadero.
–No es nada malo. –Dijo de repente sintiendo como la mirada de Shinobu se clavaba en su espalda. –El que quieras saber más, no es nada malo.
Shinobu sonrió victoriosa y empezó a sacarle más fotos.
–Acosadora.
–No tengo muchas fotos tuyas y ninguna nuestra. –Contestó con simpleza y aprovechó que estaba de frente para sacarle más fotos.
–Yo tampoco tengo una foto tuya, pero no te las tomo a traición. –Se defendió el maestro terminando su labor. –Bueno, iré por los libros para empezar a estudiar.
Shinobu lo vio desaparecer por una puerta y notó que había dejado olvidado su celular y su mente voló. Ya había admitido que ella sí revisaría su celular.
Mas su semblante cambió cuando se encontró con una foto de Giyuu y Alice en la pantalla principal. Solo con eso no tenía necesidad de entrar a la galería. Incluso había un par de videos. No quería ver su contenido que le indicaba lo feliz que fue el matrimonio de ambos.
Giyuu llegó en ese instante y adivinó rápidamente el porqué de la sombría expresión de la muchacha. Se esperaba lo peor, reclamos, acusaciones, un ataque de celos.
Pero no.
Ella se mantuvo muy tranquila y dejó el celular sobre la mesilla de centro antes de voltearse a ver a Giyuu y sonreírle con ternura.
–¿Empezamos?
Tomioka estaba atónito. No creía que ella fuera a dejar pasar así nada más algo como eso. Pero, lo hizo.
–Vamos, dilo. –Dejó los libros a un lado y se sentó frente a ella, en el mismo sofá.
–Es increíble cuánto nos parecemos. –Fue lo único que salió de sus labios.
Y no faltó que dijera más para que Giyuu sepa en qué estaba pensando. Quería decirle que no era así. Que además de cierto parecido físico ella distaba mucho de ser igual a Alice.
Sin embargo, las implicaciones que daban sus palabras lo obligaron a callarse. Implicaría que la quiere a ella y que no piensa en Alice más, pero eso es mentira. Al menos por el momento.
Alice sigue en su corazón.
Pero, de alguna forma, ya no está sola.
Cuando estaba con Shinobu no pensaba en Alice, y si al principio creyó que se acercó a ella por el parecido, hoy ha comprobado que no es así. Quiere besarla a pesar de que es completamente diferente a su difunta esposa.
¿Qué significaba eso?
Lo único que se le ocurrió para contestarle fue acercarse a ella y besarla. Quería calmar sus dudas, pero no encontraba las palabras, por lo que optó por las acciones.
Era imponente. Como siempre cuando él tomaba la iniciativa. La obligó a seguir su ritmo más no tardó en hacerlo. Shinobu era una bomba de pasión combinada con ternura.
–Shinobu. –Le dijo cuando se separó para tomar aire y la vio a los ojos cuando lo dijo. –Tú eres Shinobu.
Ante aquella aseveración la pelimorada no pudo sino volver a besarlo, esta vez con mayor entrega y pasión. Bajó sus manos sobre el bien formado pecho del profesor y las introdujo dentro de su camiseta.
Esa muchacha lo estaba desquiciando. No recordaba haber estado tan ciego por la pasión y el deseo antes.
Giyuu besaba su cuello cegado por el deseo que le producía su tacto. Era algo glorioso que no había sentido en años. La calidez que emanaba su cuerpo y la manera en la que encajaba con el suyo. Sus manos no pudieron resistir y se introdujeron debajo de la blusa sintiendo la tersa piel del abdomen y del nacimiento de sus senos.
Con pericia desabrochó el brasier, mas no lo retiró. Simplemente alzó las copas dejando expuestas las suaves cumbres a su tacto. Eran medianos y manejables. Perfectos.
Shinobu gimió cuando la boca de Giyuu se colocó en su seno y empezó a acariciarlo por encima de la ropa. Las manos de Shinobu no abarcaban toda la espalda y pecho del pelinegro. Necesitaba sentirlo junto a ella. Jamás se había sentido así con Douma.
Giyuu la presionó contra su cuerpo haciéndole sentir cuanto la deseaba. Sí, la deseaba. Como a nadie. Era tanto tiempo sin hacerlo.
Shinobu sintió su dureza y se sintió orgullosa de ponerlo así. En un rápido movimiento lo hizo sacarse la camiseta y se incorporó de manera que pudiera besarlo a gusto. Besó el cuello, los hombros, el pecho.
Giyuu no pudo evitar imaginar si Douma le había enseñado a hacer eso y se sorprendió por la ráfaga de celos que sintió tan solo de pensarlo.
–Te quiero, Giyuu. –Dijo Shinobu luego de besarle los labios nuevamente.
Mandó todas sus inseguridades al caño y volvió a reclamar sus labios con ímpetu.
–No me gusta que tengas esa foto ahí. –Dijo finalmente entre besos. –No me gustó en lo absoluto. Bórrala.
Ella podría decirle lo mismo, pero no podía comparar a un bastardo ex como Douma con una inmaculada esposa como Alice.
–De acuerdo. –Exclamó Shinobu dejándose hacer. Ni siquiera se percató de que Giyuu estaba empezando a quitarle su blusa. Estaba consumida por el deseo y dispuesta a entregarlo todo en ese momento. –No vuelvas a decir que soy tu prima. –Exigió ella de vuelta.
Él no contestó, simplemente volvió a besarla.
Giyuu lo vio. La vio entregada a él. Haría lo que sea que él le pidiese.
Ella, Shinobu, su alumna, no Alice.
Entonces volvió a la realidad.
La cinta del cabello de la joven estaba caída, su brasier suelto y su blusa subida hasta el abdomen. Él estaba sin camisa y con una dolorosa erección en el pantalón.
Se separó de ella como si quemara.
–Esto no está bien. –Dijo con firmeza. –Arréglate.
Se alejó a la ventana y maldijo el momento en el que decidió dejar de fumar. ¡Necesitaba un maldito cigarro!
–¿Qué pasó? –Preguntó Shinobu aún aturdida y acomodándose la ropa. –¿Hice algo mal? –Por alguna razón, tenía ganas de llorar.
Giyuu se compadeció de ella y se acercó nuevamente. La vio desorientada y tan excitada como él. Reconoció el deseo frustrado, sólo que ella apenas se daba cuenta. La tomó entre sus brazos y la acurrucó contra su cuerpo.
–No, no hiciste nada malo. –Dijo él acunándola. –Pronto pasará.
–¿Qué pasó? –Insistió en saber Shinobu.
–Pequeña. –La llamo con ternura. –¿Sabes lo cerca que estuvimos de hacer el amor?
Shinobu se puso roja, algo que no ocurría muy a menudo y decidió acurrucarse más a él.
–Te hubiera dejado. –Dijo ocultando su rostro. –Ahora yo…
Él lo sabía, pero se sentía bien escucharlo de ella. Sentía que no la había forzado a nada.
–Lo sé, yo también. –Indicó. –Si nos quedamos abrazados un rato más pasará. –Explicó. Él no era ningún novato o principiante. Sin embargo, parecía que la experiencia de Shinobu era muy escasa. –Hace mucho tiempo que no me sentía así, años.
Shinobu supo lo que implicaban esas palabras.
–¿Pensaste en ella? –Lo enfrentó directamente sorprendiendo a Giyuu por su valentía. –Y quiero la verdad.
–No. –Dijo tras una pausa. No podía mentirle. –No pensé en ella.
Sintió como ella se relajó en sus brazos y volvió a recargar su rostro en su pecho.
–Me siento frustrada.
Giyuu ahogó una risa.
–Yo también.
–Tienes que compensarme. –Declaró Shinobu rápidamente.
–¿Qué?
–Has sido tú el que se ha echado para atrás. –Le recordó. –En la semana de vacaciones, vámonos de paseo los dos, no con el colegio.
Giyuu lo meditó un momento. Irse de paseo solos los dos. Todas sus alarmas sonaron anunciándole que eso era una pésima idea. Pero, conocía a Kocho y no se daría por vencida tan fácilmente. Por lo que, pensó rápido.
–Está bien. –Dijo tranquilo viendo como la muchacha iba a empezar a festejar. –Tendrás que sacar más de ochenta y cinco en el examen.
Las probabilidades de que Shinobu sacase ese puntaje eran una en un millón.
Sin embargo, el rostro decidido de la pelimorada lo inquietó un poco.
–Hecho. –Tiró sus brazos al cuello. –Cerremos el pacto. –Unió sus labios a los del profesor y alcanzó el celular de la mesilla tomando rápidamente una foto ambos besándose sin que él se diera cuenta. –Ahora, empecemos con esos límites.
Giyuu sonrió de medio lado. Era muy difícil que Shinobu lograse el puntaje prometido, pero, se veía muy linda decidida, así como estaba. Vio como su celular vibró y fue a ver de qué se trataba. Era un mensaje multimedia.
La foto de ellos dos besándose apareció inmediatamente. No pudo evitar recordar su apasionado encuentro en el sofá hace pocos minutos.
A pesar de todo era una buena foto. Muy natural. Un recuerdo de lo que ellos compartieron.
Se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de que deseaba más de lo que debería que Shinobu sacase el ochenta y cinco.
El ambiente en el curso era muy tenso, como siempre que había un examen. Nunca faltaban los relajados que habían estudiado o que de alguna forma rendían bien el examen, como Mitsuri y Obanai. Estaban los que habían estudiado, pero no se confiaban, como Tanjiro y… ¿Shinobu? Y por supuesto, nunca faltaba el que había estudiado poco y juraba que se aprendería todo el material cinco minutos antes de la prueba… Como él.
Cerró su libro con frustración. No aprendería nada en menos de 5 minutos, era un hecho que ese examen estaba perdido para él. Además de que no estaba de humor para rendir una estúpida prueba de matemáticas.
–Buenos días, jóvenes. –Giyuu entró saludando a la clase. –Por favor, distánciense. Ya conocen las reglas. No tienten a su suerte y hagamos un buen examen. –Se volteó para escribir la hora en la que el examen empezaría y en la que acabaría. –Quiero ver únicamente sobre su pupitre la prueba, lápiz, borrador y sacapuntas. Celulares apagados y en la bolsa por favor. –Le pasó una bolsa oscura a Shinobu, que era la primera alumna y que tenía que llegar al final de la clase. –El examen está hecho para ser realizado en dos horas, así que no malgasten su tiempo intentando copiar. Todo intento de copia será sancionado. Recuerden marcar bien sus respuestas para que la computadora las registre, usen lápiz 2B.
Zenitsu apenas y prestó atención a las instrucciones que daba el profesor. Comenzó a sacar con pereza lo que necesitaría para después soltar un sonoro bostezo.
–Agatsuma. –Le llamó Tomioka llamando la atención del rubio. –Veo que tiene mucha energía. –Comentó con sarcasmo. –Si ese es el caso, por favor vaya a 2 "A" por las pruebas que olvidé.
–Sí profesor… –Se levantó de mala gana de su pupitre. Las pequeñas burlas de sus compañeros no mejoraban su humor.
Salió del salón e inmediatamente bajó al tercer piso donde estaban los salones de segundo año. Para su mala suerte tenía que ser específicamente el salón de Nezuko, no tenía ganas de ver su rostro de enamorada que de seguro tendría después de su salida con el idiota de Rui.
Giró en una esquina aproximándose a su destino, pero antes de que pudiera avanzar más, notó que había alguien fuera del salón esperando algo. Era un estudiante alto y rubio, pero examinándolo bien no recuerda haberlo visto antes. El joven entró al salón y Zenitsu continuó su camino para averiguar quién era.
–Quiero que conozcan a su nuevo compañero. –Escuchó que el profesor Rengoku empezaba a hablar. Se acercó más quedando en el umbral de la puerta. Todos estaban tan asombrados con el nuevo compañero que ni siquiera notaron su presencia. –Su nombre es Jacob Brown. –Escribió su nombre en el pizarrón. –Viene de Estados Unidos en un programa cultural. Será su compañero este último trimestre, antes de volver para graduarse en su colegio. Sean buenos con él. –Dijo finalmente cediéndole la palabra al muchacho.
–Mucho gusto, me llamo Jacob. –Saludó en un acento gracioso e hizo una reverencia oriental. –Espero que nos llevemos bien.
A pesar del acento, el joven dejó a más de una chica boquiabierta. Era alto, de tez pálida, un cabello corto y rubio y de unos maravillosos ojos verde agua y…
Era muy parecido a Zenitsu.
Eso pensaron todos y todas, más ninguno lo dijo en voz alta. Y fue justo ahí cuando notaron la presencia de Zenitsu fuera del salón, confirmando así su teoría. Había un parecido impresionante.
El lápiz de Nezuko se resbaló de entre sus manos. Kanao lo vio y se extrañó, se inclinó a recogerlo y no pudo evitar ver el semblante asombrado de su mejor amiga que no despegaba la vista del extranjero.
–¿Nezuko?
–Tendrás que tomar asiento tras Kamado. –Indicó Rengoku. –Nezuko, por favor, ponte de pie.
–S-sí. –Contestó la castaña en un tono más alto de lo normal que no pasó desapercibido para la clase que se rio avergonzando a la joven.
El aparente clon de Zenitsu fue a sentarse al lugar indicado. Pasó al lado de Nezuko y le sonrió provocándole un rubor. Era demasiado parecido a Zenitsu.
–Agatsuma, ¿a qué debemos su visita? –Llamó el profesor al rubio al notar su presencia en la puerta del salón.
Pero Zenitsu apenas lo escuchó. Aquel mínimo intercambio de gestos entre el extranjero y Nezuko habían bastado para sacarlo de sus casillas.
El niño bonito ese había ruborizado a Nezuko y le había sonreído. Pero, lo que más le molestó fue que ella le devolvió la sonrisa.
Aquello fue poco menos que un pecado mortal para Zenitsu.
Lo veía y no lo creía. Pero ahí estaba, era verídico, la computadora lo había dicho y ella no cometía errores. Sin embargo, no pudo evitar ponerse a revisar los ejercicios él mismo.
Tenía que haber una equivocación, no podía ser posible.
Pero lo era, y no había equivocación alguna.
Giyuu frotó sus sienes y retiró los lentes de sus ojos antes de ver a la pequeña mujercita que tenía los brazos cruzados en una posición de triunfo inminente y una sonrisa impertinente.
Ese número, ese mendigo número que se repetía dos veces lo iba a hacer pagar.
88. Shinobu había sacado 88 y no perdió tiempo para ir a mostrárselo tras haber recibido la calificación de la máquina. Lo encontró en la sala de profesores, sorprendentemente vacía.
Sintió como los brazos de su novia se colgaban a su cuello y pegaba su rostro al suyo aún con aquella insolente sonrisa de triunfo, besó sus labios tímidamente.
–Y bien, querido. ¿Dónde iremos de vacaciones?
Próximo capítulo: Viernes 20 de septiembre de 2024
