IV
Formas.
A partir de aquel día todo cambió para Sano Manjirou. Después de ser encontrado por Shinichiro e Izana y haber recibido la atención médica necesaria, fue obligado a permanecer en su hogar, el cual selló el menor paso de luz al interior para evitar experiencias como la reciente; las ventanas fueron clausuradas, el cambio en su alimentación normal fue abrupta y estuvo obligado asistir a clases nocturnas además de continuas visitas al especialista para regular su medicación, esto trajo tensión e irritación en su familia que resintieron los cambios por sus condiciones humanas. Mientras crecía Mikey poco a poco se fue apartando de sus seres queridos, buscando no importunarlos con su creciente número de cuidados ya que tales temas solían acarrear conflictos entre los mayores (que se hacían cargo de gran parte de los gastos) a pesar de que su abuelo trataba amedrentar la tensión, funcionando como catalizador de los diversos sentimientos al respecto. Sin embargo, muy pronto la tambaleante armonía entre ellos se hizo añicos. A sus trece años Mikey atacó a su profesora de idiomas en la escuela nocturna, motivo por el que fue expulsado y obligado confinarse en su hogar para recibir clases online.
Fue entonces que el varón más joven de los Sano ya no pudo volver a probar bocado solido sin sentir arcadas, pues incluso los sustitutos de sangre dejaron de saciarlo, el medicamento tampoco hizo mucho por él ya que cada noche Manjirou enloquecía por el hambre, llegando al punto de atacar a sus hermanos, así que Shinichiro no concibió más opción que comprar bolsas de sangre animal con la esperanza de calmarlo a pesar de que terminaron gastando una fortuna en litros y litros de bolsas plásticas.
Por tres años todo parecía en orden si no se tomaba en cuenta la terrible relación que rozaba la aversión entre Izana y el hermano menor, pues gracias a la condición de Manjirou no podía permitirse invitar amigos a su vivienda ni siquiera cuando estaba afuera con su recién formada pandilla, mucho menos apartarse demasiado por temor a que al volver encontraría a su abuelo y Shinichiro muertos por un ataque inconsciente. Nadie había querido señalarlo pero era claro que la sangre animal ya no estaba sirviendo tampoco, Manjirou la consumía menos pero se le veía bien cada vez que emergía de su habitación; ninguno ignoraba que Mikey se escapaba para cazar cuando estimaba que todos estaban profundamente dormidos, por ello la tensión crecía más. El estrés que conllevaba convivir bajo un mismo techo con alguien como el rubio estaba incrementando el odio que albergaba Izana en lo profundo de su ser por una experiencia que jamás había externado a su familia adoptiva. Kakucho era el único en su círculo que era consciente de ello, así que cada noche maldecía su posición con más frecuencia, cada segundo que se escurría estaba más y más enojado, por eso ya fue incapaz de guardarse el veneno en sus palabras cuando se dirigió al rubio durante una cena.
«No debiste existir».
Sus palabras no sólo conmocionaron a Mikey sino también a Shinichiro y al abuelo Sano, quienes no reaccionaron al momento y dejaron que Izana despotricara contra Manjirou rozando temas que todos se habían asegurado de mantener en el anonimato hasta el momento. La confrontación hizo que el menor de los Sano huyera en mitad de la pelea verbal entre los mayores, así que por su propio colapso reunió a la pandilla que había formado entre noches, decidido a borrar todo lo que le hacía Sano Manjirou y entonces empezar una nueva vida bajo sus propias reglas. No era su intención volver a ver al niño que lo había descubierto sufriendo las quemaduras del sol y protegido de estas sin esperar siquiera un agradecimiento.
Por ello era que en el presente eran sus propios instintos los que habían despertado, dispuestos a luchar contra Draken si de esa forma es como debía ser para ellos.
Jamás se hubiera imaginado que unas extrañas alarmas que resonaron por todo el edificio lograrían que Ryuuguji interrumpiese su propio ataque y se cubriera los oídos con una marcada expresión de dolor. Ante el cambio de escenario Mikey se preocupó, pues su compañero de habitación cayó contra el suelo retrayéndose en reacción a la tortura que estaba pasando por aquel agudo ruido que seguro estaba diseñado para aturdirlo directamente. Manjirou miró las cámaras instaladas en su habitación y no tardó en asumir que los guardias consideraron conveniente intervenir en su combate, así que se acomodó junto a él fingiendo que también le afectaba, agregando sus manos a la tarea de bloquear el sonido en las orejas del otro al no saber de qué manera ayudarlo. Al hacerlo los ojos negros de ambos se encontraron sólo un instante antes de que Draken volviese a cerrar los párpados con fuerza debido al dolor. Debieron pasar al menos nueve minutos extras para que el escandalo cesara, permitiéndole a Mikey escuchar la temblorosa respiración del más alto.
—Kenchin… —susurró con suavidad, temiendo lo peor de aquel semblante pálido.
—No tenías que…. —dijo Draken arrastrando las palabras pero se interrumpió—. Mierda, ¿qué ha sido eso?
—Supongo que una de las tantas medidas de seguridad de este lugar para evitar peleas.
—Maldición, apenas puedo escucharte.
—Hay que darles crédito por haberte detenido, yo lo siento por los que estaban tranquilos, aunque supongo es una manera de advertirles a todos de lo que sucederá si lo intentan, ¿no?
Los ojos de Draken volvieron a enfocar el rostro de Mikey, quien sonreía como si no acabara de ser atacado por alguien dispuesto a hacerlo trizas. En verdad que Ryuuguji Ken no comprendía a este chico, era tan extraño que aceptara sin más la situación, nadie solía olvidar tan fácil que había estado en un mortal peligro. ¿Realmente se había enamorado de él? ¿No era simple fachada? Sin querer pensar más se quejó y dobló un poco en un intento por alejarse del otro, esperando volver a recuperar su espacio personal mientras sus instintos volvían.
—Deberías irte, no quiero volverte atacar y que enciendan esa maldita alarma otra vez.
— ¿Puedo ayudarte?
—Sí, no me estorbes —dijo tajante, y aquello a Mikey en cierta forma le dolió—. Superar esto me llevará un tiempo y no será sencillo teniéndote alrededor.
— ¿Es por mi gen?
—Es porque eres un hombre… uno fuerte. Me siento amenazado con tu presencia en estos momentos. No te preocupes, te buscaré… una vez logre dominar mis instintos territoriales.
— ¿Lo prometes?
Aquella pregunta a Draken lo conmocionó, así que no retuvo el impulso de alzar la vista hacia su acompañante, quien lo miraba con una melancolía que se desbordaba de su semblante quieto, allí donde yacía recostado. Verlo así, en esa postura extremadamente relajada e indefensa, trajo a su memoria una imagen similar de un niño con quemaduras que parecían regenerarse con ayuda de las sombras, uno que se parecía demasiado a Mikey para ser simple coincidencia. Sin embargo, no pudo profundizar en ello cuando el chico vampírico se levantó para esta vez mirarlo desde arriba, todavía esperando la respuesta a su pregunta pacientemente.
—…Debo hacerlo —dijo Draken por fin—. No son mis intenciones darte terreno libre para que cometas tus fechorías, necesito mantenerte vigilado.
—Con eso me basta. —Mikey iba acariciar el tatuaje de dragón que se exponía en la piel de Ryuuguji pero un gruñido de advertencia lo hizo desistir, a pesar de no haberse sentido amenazado por ello y más bien divertido—. Algún día me dejarás tocarte, Kenchin. Y cuando ese momento llegue me tendrás como sanguijuela porque nunca más te dejaré ir.
—Suerte con eso, enano —replicó escupiendo veneno entre sus afilados colmillos. Mikey liberó una risa suave llena de ternura y enseguida se puso de pie para alejarse a la entrada de la habitación, dejando a Draken solo con sus cavilaciones, preguntándose si ya había conocido a Mikey mucho antes de su encuentro en aquel oscuro callejón de su barrio.
.
Una vez afuera Mikey identificó el sonido de apresurados pasos dirigiéndose a su posición a través del pasillo, motivo por el que se volvió dedicándoles una sonrisa amigable al grupo que se detuvo en seco siquiera lo visualizaron. Seguramente debían estar preocupados por Draken –se lo decían las expresiones que dibujaban sus rostros– así que se apresuró informarles lo sucedido antes de que cualquiera pudiera articular palabra, adelantándose incluso a los labios de Mitsuya.
—Tranquilos, Kenchin está bien. Ya he captado que necesita un poco de privacidad esta noche.
— ¿Qué hiciste, bastardo? —inquirió Baji apartando a los demás adolescentes de su camino para sostener de las solapas al rubio, quien no se permitió borrar su sonrisa mientras las pupilas del otro le perforaban el cráneo con una violencia descontrolada que más que provocarle rechazo le resultó fascinante—. Mi puta cabeza duele y sospecho que eres el causante de ello.
—Te equivocas, fue Kenchin quien me atacó.
— ¡Porque te metiste sin más mientras él estaba en un mal estado, seguro!
—Pues provocarás que la alarma vuelva activarse si no me sueltas ahora —se rió Manjirou para nada preocupado por la agresividad de Baji—. No sé si te has enterado pero hay cámaras por todas partes. Los guardias nos están observando constantemente.
— ¡Me importa una mierda!
—Baji… —le reprendió Mitsuya con tono conciliador—, él tiene razón. Si no quieres que tu cabeza duela más, será mejor que te controles ahora. Todos estamos aturdidos y es seguro que los guardias nos darán una explicación al respecto en poco tiempo, no necesitas hacer esto más difícil.
—Ahora mismo estoy seguro que me aliviará mucho golpearte —gruñó Baji a Mikey con una sonrisa tensa, digna de un delincuente juvenil. Pero antes de que pudiera siquiera levantar el puño, su brazo fue sujeto por Kazutora.
—Veo que no mentías cuando dijiste que no te puedes controlar —le dijo éste con una sonrisa divertida, tirando de Baji para que se soltara del rubio—. Ven conmigo si tanto quieres destrozar algo, el patio no es el único lugar al que podemos ir para despejar nuestra cabeza. Anda, te aseguro que no te arrepentirás. La verdad es que yo también necesito usar mis puños.
Sin saber cómo reaccionar, Baji lentamente aflojó el agarre que tenía en Mikey y se dejó arrastrar por Hanemiya bajo la mirada atenta de los demás internos, quienes curiosos por las palabras de Kazutora los siguieron de cerca para comprobar que sus palabras fuesen ciertas. Y lo eran, pues luego de un recorrido extenso por secciones de las que no se habían percatado, llegaron a un salón que en fachada lucía como un gimnasio común donde Baji se empecinó con un saco de boxeo especial para su tipo de fuerza, el cual lograba resistir sus agresivos golpes sin agrietarse como seguramente lo hubiese hecho un artefacto normal, sin mencionar que éste en lugar de estar flotando en el aire se encontraba fijo en el suelo y en el techo.
— ¡Así se hace, Baji! ¡Eres genial! —le alentó Mikey desde una camilla para alzar pesas que se apresuró usar de asiento, así presenciando en primera fila el desempeño del otro deliberadamente.
— ¡Cállate! ¡Estoy imaginando que eres tú!
— ¡Eso es halagador! ¡No soy digno de tal honor!
— ¡Voy a matarte!
—En verdad, ¿qué clase de prisión de control es esta? —se preguntó Pah en voz alta mientras Peyan, a quien se habían encontrado en el camino e invitado acompañarles también, observaba el lugar con sorpresa. De igual forma Mitsuya a su lado lucía desconcertado.
—Bueno, quiero suponer que han construido esto para mantener ocupados a individuos con el temperamento de Baji... aunque podría ser peligroso.
—Cuando le pregunté a un guardia sobre el origen de esto, me dijo que era una manera de que los internos no se sintieran aislados de la sociedad —comentó Kazutora divertido con la escena que Baji y Mikey estaban llevando a cabo alejados de ellos—. Se supone que nos la mostrarían a su debido tiempo pero… como yo la había encontrado antes, me dijo que podía disponer de este lugar siempre que estuviera compartiendo su ubicación con otros internos. Los humanos pueden ser agradables a veces también.
—Entonces no es algo que debiera mantenerse oculto, eso me dice mucho —confirmó Mitsuya, después de todo el primer día que estuvieron ahí él había conseguido información sobre las instalaciones cuando ayudó a poner las mesas del comedor; si contarían con asistencia psicológica profesional no sería raro que también les permitieran mantenerse en forma si así lo deseaban.
— ¿Podremos venir todas las veces que queramos? —inquirió Hayashi Ryohei con sumo interés.
— ¡Yo vendré cada vez que Michael ladre algo que me moleste! —aportó Baji después de ejecutar una serie de puñetazos contra el ya magullado saco de boxeo—. ¡Seguro que me convertiré en ocupante frecuente! ¡Deberán darme un premio por ello el día que salga!
—Me aseguraré de ayudarte en esa tarea, Baji. Y yo, el invencible Mikey, siempre cumplo mis promesas —alardeó con claros ánimos de molestarlo.
— ¡He dicho que te calles, mierda!
— ¡Soy tu fan!
—Esos dos se llevan bastante bien, ¿no? —observó Peyan un tanto incomodo por los insultos y desvergonzados comentarios que se lanzaban uno a otro, a pesar de ser algo gracioso de ver.
—Será un dolor de cabeza tratar con ellos cada que se junten —comentó Haruki.
La mirada ensombrecida de Kazutora se fijó en ellos pero especialmente en el chico vampírico, no podía creerse su fachada de muchacho despreocupado, pues el pozo en sus ojos no ajustaba con su personalidad infantil. No dudaba que Mikey hubiera cazado presas de las formas más crueles para divertirse un poco antes de darles a las mismas el golpe de gracia; por experiencia sabía que los peores pandilleros con gen vampírico eran aquellos que no mostraban sus verdaderos colores desde el principio, sino que se ocultaban detrás de un comportamiento amistoso y para nada amenazador. Si poseyera suficiente información podría obligarlo revelar sus intenciones de una vez por todas, pero por el momento no se le ocurría de qué forma hacerlo confesar, sin mencionar que todavía no descifraba todos los sistemas de seguridad en el edificio y no quería ser tomado por sorpresa el momento que quisiera enfrentarlo.
—Kazutora, ven a golpear el costal conmigo —distrayéndolo de sus cavilaciones, el chico de cabello largo se dirigió a él—. Puedes contarme lo que quieras, así podré prestarte atención a ti en lugar del imbécil que no deja de provocarme a mis espaldas.
—Eso es muy malo incluso para ti, Baji —espetó el rubio haciendo un puchero con los labios.
La expresión de Kazutora se suavizó, aceptando acercarse sin un asentimiento de por medio hasta la posición de Baji, posando una mano en dicho objeto para probar su textura y admirar la maravillosa tecnología de la misma, pues justo como el resto de cosas conformando el lugar había absorbido a la perfección los golpes de Keisuke. De reojo notó que los demás se estaban acercando a los aparatos distribuidos por el salón, así que se colocó en posición para comenzar.
— ¿Qué quieres que te comparta sobre mí? ¿Mi primera vez sufriendo insomnio? ¿Sobre la pésima conducta que llevaba en mi escuela? Tal vez podría contarte sobre la vez que derribé a mis agresores en mi primera pelea fuera del instituto cuando era más chico.
—Oh, vaya, todas esas son historias que me interesan. Cuéntame la que quieras primero.
—Era inicio de nuevo grado en mi instituto. —Kazutora golpeó el costal de forma contundente, afilando su sonrisa ante lo bien que sentía en sus nudillos el flexible material—. El día transcurría bien, mi madre me había enviado con un delicioso obento en mi mochila. Iba adormilado pero como conocía el camino de memoria no tuve inconvenientes. Estaban estos chicos en la entrada, los que siempre me habían tratado como el débil, ellos a menudo se robaban mi almuerzo ya que no tenían padres que se preocupasen mínimamente por ellos. —Volvió a golpear pero esta vez asegurando dos puñetazos consecutivos, percibiendo la vibración de los golpes de Baji del otro lado—. Ese día no quería que me quitaran la comida que mi madre preparó, pocas veces cocinaba con tanto interés, también recibí una felicitación de mi padre por aprobar el año anterior, por eso me sentía más fuerte que nunca. Así que cuando me agredieron respondí.
Un quinto y sexto golpe consiguió que Baji retrocediera del otro lado por la forma en que lo vio tambalearse, más volviendo a sus ejercicios sin preocuparse y por el contrario sentirse motivado por la historia que le estaba siendo contada, en cierta forma orgulloso de que ese pequeño Kazutora (a quien no tendría la oportunidad de conocer en tiempo real) se defendiera de un grupo de idiotas que no merecían enaltecerse frente a él.
—Nunca lo había hecho, ellos estaban sorprendidos pero no quisieron intimidarse, a los ojos de cualquiera yo era escuálido, cero intimidante. Debes saber lo bien que se sintió que este niño diagnosticado con el gen licántropo pudiera luchar contra dos niños a la vez y vencer.
—Oh, sí, lo sé muy bien, demonios. Es maravilloso ese poder.
La sonrisa de Hanemiya hizo nido en su boca con suma comodidad, inspirada por las alegres palabras de su compañero de habitación, adorando poder compartir esto con otro sin temor a ser juzgado cuando vivía algo tan similar. Con tristeza recordó cómo muchas personas a su alrededor parecieron decepcionarse o reprenderlo con la excusa de que era injusto, pues era mucho más fuerte, además de que –según esas palabras– se había pasado ya que no se había limitado a los puños y patadas sino que había usado sus colmillos y garras.
—Esa fue la primera vez que pensé en lo genial que era poseer este gen, con tal no sólo me protegería a mí mismo sino también a mis padres y a mis futuros amigos. Quería ser uno de esos lobos que comandaban toda una manada, que ante las amenazas los llevaría a la victoria como verdaderos campeones.
— ¡Campeones! ¡Si, carajo! —apoyó Baji concentrando más fuerza en sus golpes e intercambiando con tales los puñetazos rápidos sobre el costal, no importándole mucho haber llamado la atención de todos los presentes con su entusiasmado grito. Especialmente del tipo vampírico que se encontró fantaseando cerrando los ojos cómodamente.
—Es una maravillosa idea —comentó Mikey balanceándose con suavidad de un lado a otro.
— ¿Lo crees? Pienso que es una tontería —se avergonzó Kazutora sobándose la nuca.
—Cuando éramos niños Draken y yo también soñábamos con formar nuestra propia manada de feroces licántropos —aportó Mitsuya—. Pienso que todos hemos pensado en eso al menos una vez luego de sentirnos excluidos por nuestra sociedad.
— ¡Es cierto! Pah y yo también lo hemos pensado muchas veces —dijo Ryohei con una sonrisa. El aludido asintió aunque con las mejillas ligeramente teñidas de rojo.
—Supongo que no había muchos con mi gen alrededor para pensar lo contrario, me tranquiliza saber ahora que no he sido el único.
—Quizás deberíamos intentarlo una vez salgamos todos de aquí —dijo Baji de pronto, deteniendo su actividad visiblemente más relajado que al principio, asomándose detrás del costal para sonreír a Kazutora, quien no pudo evitar volver a sentirse emocionado por la atención que recibía de él de forma directa—. Podría ser divertido, ¿no creen? Sugeriría formar la manada ahora pero primero tendremos que comprobar a cuántos nos echan y a cuántos nos encierran de por vida.
—Dilo por ti, Baji-violencia —se burló Mikey, razón por la que el aludido frunció el ceño hacia el rubio en un gesto molesto pero no amenazante.
—Tú cállate, bastardo chupa-sangre.
—Ah, una manada de fieros licántropos —ensoñó Mikey de nuevo—, suena como la pandilla perfecta. Si invitan a Kenchin tengan por seguro que yo me uniría a ustedes.
—A ti nadie te quiere en las filas —espetó Baji de nuevo haciendo reír a los presentes por el intercambio que ellos no tardaron en efectuar de nuevo, exceptuando a Kazutora que inevitablemente trajo a su mente el recuerdo de las pandillas en su barrio, pues aunque sus líderes hubiesen compartido condición con Manjirou, nunca se le había ocurrido la posibilidad de alguna integrada por seres como ellos; sin duda sería la agrupación más poderosa jamás vista.
—Si dicha pandilla llegara a fundarse… —Sus palabras obtuvieron la atención de todos mientras la mirada muerta de Kazutora se fijaba en los pozos negros del rubio—, ¿estarías interesado en ser nuestro líder, Mikey?
Confundido por la sorpresiva propuesta, todos guardaron silencio mientras Hanemiya y Sano compartían miradas, mismas que se percibían tan potentes que la atmósfera no tardó en tornarse densa, incluso asfixiante. Y aunque ninguno de los dos adversarios decía nada en realidad, se sentía como si estuvieran exponiendo el menor de los riesgos y la mayor de las ventajas en su coexistencia, pues tal pareciera que hubiese una ambiciosa búsqueda de poder por encima de una realidad hipotética, hasta inocente en apariencia.
—No lo sé, dudo que Baji estuviera de acuerdo. —Las miradas se dirigieron esta vez hacia el chico de largos cabellos negros, quien sintió de inmediato el peso de una decisión importante instalarse sobre sus hombros—. Si él se sintiera cómodo con mi presencia, por supuesto que no me negaría.
—Necesitaría ver qué tan bueno es Draken controlándote, no me arriesgaría a servir un líder mentalmente traicionero. —Baji le restó importancia al asunto, alzándose de hombros de manera sutil, lo que ocasionó que la armonía de antes fuera recuperada en el instante que Manjirou se dejó reír divertido por la respuesta ofrecida.
—Lo dices como si fuera un psicópata.
— ¿No lo eres? Fue la impresión que me diste antes.
—Oh, en ese caso debería trabajar en hacerte cambiar tu opinión sobre mí.
—Es lo que diría un psicópata.
—A mí me parece una respuesta razonable, nadie quiere ser catalogado de esa manera en serio.
Baji gruñó de nuevo pero un golpe en el umbral de la puerta interrumpió su siguiente argumento, se trataba de un par de oficiales que habían llegado hasta ahí para llevarse a Manjirou por lo recién ocurrido en su habitación y sugerirles al resto dirigirse al salón de reuniones donde les explicarían el motivo de las alarmas. Sin ánimos de rebelarse a la autoridad del edificio, separaron sus caminos, asistiendo al lugar mencionado para escuchar información crucial sobre la activación de las alarmas que habían aturdido a todos, así como los niveles de intensidad que se ejecutarían dependiendo de la gravedad de las peleas entre internos. Y que si preferían conservar sus capacidades auditivas al máximo, más valía todos fueran prudentes en cada uno de sus conflictos. Hubo quejas al respecto pero los guardias siquiera las escucharon antes de despedirlos.
Después de eso fue servida la cena, ahí Baji notó que Mikey y Draken continuaban ausentes, preguntándose el tipo de reprimendas que estarían recibiendo por sus descuidos, o si Mikey usaría su don oscuro para evadir el severo trato, no lo sabía pero Mitsuya les aseguró a su recién formado grupo que lo averiguaría para ellos; así todos los que estaban enterados sobre la condición del Sano estarían tranquilos. Una vez de vuelta en su habitación Baji no resistió hablarlo con Kazutora que se notaba inmerso en su cabeza mientras yacía en la zona inferior de la litera.
—Oye, sabes que eres un tipo impredecible, ¿no?
— ¿Hum? ¿Por qué lo dices?
—Creí que detestabas a los tipos como Mikey, me sorprendió mucho que le sugirieras ser el guía de una manada exclusivamente para sujetos como nosotros. Espero no estés maquinando algo peligroso en esa perturbadora cabeza tuya.
—Pero qué dices, lo estaba poniendo a prueba, eso es todo. Por supuesto que no me gustaría ser comandado por alguien como él, no me fío de esas criaturas.
— ¿Realmente debería ser tan malo?
—Si bajas la guardia ante él serás el primero en ser su alimento, Baji. Si lo que dice Mitsuya es cierto, es posible que dentro de poco enloquezca de hambre. Atacará al que peor preparado esté para enfrentarlo. Por favor no me dejes pensar que ese imbécil serás tú.
— ¿Ah? Vete a la mierda, Kazutora. No estoy diciendo que confío en él, sólo digo que tengo mis dudas como cualquier persona.
—Es cierto, no parece tan malo… y eso es lo que me preocupa. Puedes pensar que sólo es un idiota mimado cuando lo miras por primera vez pero de un momento a otro su aura resulta inquietante.
— ¿Quieres hacer una apuesta? —sugirió Baji de la nada.
— ¿Sobre qué?
—Sobre lo que ocurrirá en el futuro, si Mikey perderá el control o no. Yo apuesto mi cabellera a que Draken lo calmará de algún modo, al final es por él que está aquí, ¿no?
— ¿Lo viste en alguno de tus sueños rojos?
—Ahora mismo sólo estoy suponiendo.
Kazutora lo pensó detenidamente después de que Baji expresara la posibilidad más positiva de todos los escenarios sangrientos que a él se le ocurrían. Para él lo más sensato era suponer lo peor ante esta situación pero –contagiado un poco por el punto de vista de Baji– hizo a un lado la montaña de cadáveres para dar paso a la anticipación más misericordiosa.
—Apuesto una semana más de encarcelamiento a que Mikey termina asesinando al menos a uno de los guardias.
— ¿Por qué apostarías una semana de encarcelamiento? —inquirió Keisuke confundido.
—No pienso apostar mechones de pelo ni mucho menos dinero, no soy estúpido.
—Oye, ¿y eso en qué posición se supone que me pone a mí, bastardo?
—Tómalo si te identificas.
— ¡Serás…! —Baji se puso de pie de un salto para dirigirse hasta la posición de Kazutora, quien rápidamente se levantó del lecho para recibirlo con una sonrisa divertida, interponiendo sus brazos entre ambos cuerpos como única y legal señal de rendición—. No te aconsejo pasarte de listo conmigo, maldito. Voy a matarte.
— ¿Si? No te creo capaz —jugueteó Hanemiya—. Pareces del tipo pasivo más que del atacante.
—No me retes, tú, grandísimo infeliz. —Los dos muchachos forcejearon entre sí con una gran sonrisa adornando sus caras antes de que juntos cayeran contra el colchón, generando risas instintivas conforme buscaban dominar al otro en este esporádico juego de manos—. ¿Quién es el pasivo ahora, eh tigre-lobo? ¿¡Uh!?
— ¡No me refería a ese tipo de atacante! —exclamó Kazutora entre carcajadas.
Por su parte Baji estaba disfrutando mucho aquel momento por muy infantil que resultara a la vista de quien mirase, después de todo no recordaba cuándo fue la última vez que pudo jugar de esta manera con alguien de su edad, ya que cada vez que existía la mínima distancia con otra persona significaba la activación de sus instintos más violentos. ¿Cuántas veces acabó arrancándoles los dientes a sus compañeros por haberse recostado a su lado en el suelo? Había perdido la cuenta de las veces que mordió de la forma más sádica a los que habían intentado abrazarlo. No olvidaba esa ocasión en la que casi lastima a Chifuyu de gravedad por haberlo sorprendido mientras yacía distraído. Era grandioso que pudiera jugar de esta manera con Kazutora sin sentir el impulso de golpearlo hasta la muerte sólo por estar ahí compartiendo su espacio personal. Sentir su calor y su cuerpo restregándose contra él casi era poético.
— ¿Baji? —Su voz considerablemente más suave bastó para que Keisuke saliera de su ensimismamiento, entregándole una sonrisa enternecida a su compañero de habitación cuando se dio cuenta que en algún momento debió quedarse suspendido y sin hacer nada más que mirarlo.
—Perdón, estaba pensando, eso es todo.
—Fue difícil transformarnos en lo que somos, ¿verdad? —ofreció Kazutora comprensivo.
—…Si, lo fue.
—Ya no necesitamos volver a eso, podemos ser nosotros aquí.
—Si… —suspiró Baji recostándose sobre el chico con tatuaje de tigre, encontrando un espacio entre sus piernas y en la curva de su cuello para descansar—, me gustaría mucho eso.
—…Baji.
— ¿Hum?
—Hace cosquillas.
— ¿Qué?
—Tu aliento… —dijo sin comprender muy bien porqué ambos estaban murmurando ahora.
—Estoy tan cómodo aquí, sopórtalo un poco.
—Imbécil —fue todo lo que Kazutora recriminó antes de quedarse completamente callado, de alguna manera conforme con el peso de Baji sobre él.
Su acelerado corazón lentamente se tranquilizó, encontrando natural el respirar la esencia de esos cabellos negros a pesar de que al principio la simple idea lo arrinconaba al pánico. Era divertido estar con él así, de verdad lo era, daría lo que fuera por repetirlo con la misma cotidianidad. De pronto se le ocurrió que ahora mismo las cámaras instaladas en su alcoba estaban grabando ese momento, así que comenzó a removerse abochornado. ¿Estarían acomodadas de modo que lograban captarlos ahí? Ni siquiera pensaron si jugar como lo habían hecho activaría las alarmas o si los guardias pensarían cualquier cosa de la manera en que se encontraban ahora sobre la cama, pero lo peor era que a Keisuke definitivamente no parecía importarle demasiado. Algo que Hanemiya no había podido comprobar era si aparte de las cámaras habrían micrófonos instalados, aunque si no había cámaras en las duchas y los cubículos de los baños, era imposible que quisieran incluso invadir la privacidad de los internos con grabadoras de voz; eso ya sería ilegal. Además, de haber sido esto una realidad, ya estarían enterados de lo que Manjirou era.
— ¿En qué piensas? —susurró Baji contra su oído, lo cual consiguió que Kazutora se tensara de pies a cabeza luego de estremecerse patéticamente—. Oh, ¿debería darte espacio?
— ¿Lo estás preguntando?
— ¡Perdón! —Baji se separó de un salto, alzando los brazos a modo de defensa, después de todo el suave gemido de Kazutora había conseguido espantarlo—. No quería…
—Está bien, supongo que estás falto de amor, por eso te perdono.
— ¿Falto de amor? ¡Oye! ¡Eso no…! Bueno, no puedo discutirlo. ¡Pero no es como si tuviera la libertad de hacerlo con cualquiera! No tienes idea de lo bien que me siento por no reaccionar mal contigo, todo el que se me acercaba terminaba en una visita al hospital.
— ¿También tu madre?
— ¡Es distinto! ¡Ella me dio la vida! He identificado su aroma de nacimiento.
Kazutora se echó a reír enternecido por lo inocente que sonaba Baji al hablar de su madre; debió suponer que le tendría ese nivel de respeto considerando que su gen estaba más desarrollado que el suyo, pues aunque Hanemiya sintiese respeto por sus padres, no podía decir que les debía dicho respeto únicamente por haberlo engendrado y criado, para él era más importante que le brindasen cariño o le dedicasen el mínimo de atención que cualquier hijo necesitaba. Kazutora sabía muy en el fondo que no sentiría el apego que tenía por sus padres en esos momentos si estos lo hubiesen hecho a un lado, a su suerte.
—Bueno, pero basta ya de eso. ¿Ha cambiado algo en la visión donde aparezco? Me intriga.
—La verdad es que no —dijo Baji luego de un pesado suspiro—. Nada nuevo aparte de la imagen de Mikey oscilando entre las siluetas ensombrecidas. Está lleno de sangre y su expresión es feroz, lo que me hace pensar en su situación de hambre ahora pero sigue siendo raro. No puedo descifrar a qué se refiere. Es decir, sabemos el peligro que representa pero… no sé, no tengo idea.
— ¿Qué hago yo en esa visión?
—Sólo estar ahí, aunque… bueno, puedo resaltar que escucho el tintineo de tu cascabel desde que empieza el sueño hasta que termina. Es raro.
—Entonces mi cascabel es el tema central, podría no ser precisamente yo.
—No, estoy seguro que eres tú —espetó con una seguridad repentina, lo que descolocó a Kazutora un momento.
— ¿Qué te hace pensarlo?
—Sólo lo sé, no puedo explicarlo.
—Supongo que es tu instinto hablando. ¿Y nadie además de Mikey aparece?
—Hay muchas sombras, siluetas familiares, aunque no sé quiénes son pero esta última vez me he dado cuenta que los conozco. —Baji se revolvió a sí mismo el cabello, estresado—. ¡Sé que soy capaz de captar la advertencia que la visión me ofrece pero es difícil ponerlo en palabras cuando lo intento! Cuando era niño nunca fue difícil lidiar con estos sueños, me bastaba con no asistir al lugar o evitar ver a las personas mostradas un día concreto y ya. Ahora que he empezado a sufrir cambios severos en mi cuerpo, la sensación que me trasmite es más compleja.
—Quizás deberías solicitarle a un guardia cambiar de habitación sólo por si acaso.
— ¡Ni loco! —espetó automáticamente, desconcertando tanto a Kazutora como a él mismo con la facilidad con la que tal negación se deslizó fuera de su boca—. Quiero decir, ¿tan pronto te hartaste de mí? —inquirió sonrojado, tratando enmendar inútilmente su error—. Sé que soy raro, pero-
—Para nada —le interrumpió Hanemiya al instante.
— ¿Eh?
—De hecho me gustas —dijo. Baji se tensó de forma perceptible ante la declaración—, y mucho. Tanto que si estuviéramos libres te invitaría hacer el tonto por la ciudad a primera hora del día hasta el anochecer, quizás hasta más tarde. Eres el tipo de compañero que cualquiera querría tener a su lado en los momentos más tristes o felices.
Desviando la mirada con un pronunciado rubor pintando sus pómulos, Baji se rascó una mejilla. Kazutora mantuvo sus ojos sobre él, incapaz de apartar su atención ya que le resultaba fascinante que pudiera incomodarse con unas cuantas palabras halagadoras. Para él también era complicada la convivencia al punto en que su mayor deseo era largarse antes de hacer el ridículo frente a tantos desconocidos, pero con él resultaba más sencillo.
—Tampoco necesitas burlarte de mí, Kazutora.
— ¿Crees que estoy mintiendo?
—No, sólo… no sé, no parecías el tipo de persona abierta sentimentalmente hablando.
—Lo admito, no lo soy. Yo mismo me sorprendo de lo bien que puedo desenvolverme contigo. Tal vez tu visión esté señalando algo positivo sobre mí después de todo —comentó aliviado.
— ¿Cómo qué? —Kazutora se alzó de hombros ante la inquisitiva pregunta de Baji, después de todo no era a él a quien le correspondía interpretar visiones ajenas pese a lo mucho que le calmaba su propia conclusión—. Y si… ¿eres tú quien es atacado por Mikey? —La sola idea a Baji le hizo apretar los colmillos—. ¿Crees que podrías arrinconarlo tanto que termine eligiéndote como su alimento? Entonces yo me vería impulsado a protegerte y acabaría herido.
— ¿Cómo fue que se te ocurrió eso? ¡Por supuesto que yo no sería tan estúpido como para ponerme en un peligro mortal! —exclamó ofendido, la vena bajo sus parpados palpitando de furia—. Y además, ¿por qué tendrías la necesidad de protegerme? No es como si fuéramos pareja o siquiera amigos de muchos años.
— ¿Eso sería un requisito obligatorio? —quiso saber Keisuke sosteniendo el rostro de Hanemiya, su expresión inesperadamente serio y la mirada en sus ojos penetrante, un aspecto que hizo al chico con tatuaje de tigre experimentar un hueco en el estómago que abrió paso a un pronunciado cosquilleo, su sangre sintiéndose atraída de golpe por el toque de sus dedos.
—Si… ¿No?
—Ya te siento mi compañero de manada —afirmó.
—Baji…
—Si no quieres o te parece muy pronto lo respeto. Quizás sea la visión… no lo sé, sólo… cuando te veo es como si ya te hubiera conocido desde antes como… una cadena de alma o algo así.
—Jamás he escuchado ni leído algo como eso en mi vida —gruñó pretendiendo estar molesto pero aquello sonó más como un ronroneo en su lugar.
—Es posible, sólo soy yo divagando, no me hagas caso.
—Es cierto que la forma en la que me estás tocando ahora es como si fuera tu amante.
—Oh. —Baji apartó la mano y la escondió en su chaqueta mientras se reacomodaba en el colchón de la cama, un poco más lejos—. No era mi intención, sólo me sale natural.
—Lo vi cuando te acercaste a Pah, tiendes a mostrar afecto con el contacto físico a menudo. Es casi como si te hubieras enamorado de mí.
— ¡Eso quisieras, imbécil! —espetó Keisuke de forma automática, su sonrojo destrozando su postura amenazante, mismo semblante que hizo a Kazutora incapaz de ofenderse por su reacción, sólo sorprenderse por la manera en la que se alejó de la cama para ir en busca de sus libros, gruñendo cosas inentendibles antes de dirigirle nuevamente la palabra—. Como sea, trata de no meterte en la mira de ese bastardo, al menos hasta que estemos seguros de qué hacer con él.
—Seguro, no iba hacerlo de todos modos. ¿Olvidas quién tiene experiencia aquí?
Baji volvió a murmurar para sí mismo entre gruñidos, lo cual se le hizo gracioso a Hanemiya ya que aquello indicaba era su forma de expresar cuan avergonzado estaba por lo recién ocurrido. Ciertamente a él no le desagradaba la idea de que Baji pudiese sentir alguna clase de atracción hacia él, era evidente que estos temas no podían controlarse, especialmente para ellos mientras sus hormonas adolescentes y licántropo se encontraban en constante conflicto por el dominio de sus impulsos. No quería ni imaginarse cómo se sentiría Baji al poseer un gen tan desarrollado.
