4 "La mediocridad de lo mundano"
NO HALO – BROCKHAMPTON
Ubicación: Nueva Asgard, fiordo de Hardanger. Hordaland, Noruega. Tierra 616.
Espacio: Sagrada Línea Temporal.
Tiempo: 6 de mayo de 2024.
El Loki que protegía el Yggdrasil se vio transportado a la Sagrada Línea Temporal de forma inesperada. Había pasado los últimos ¿días? ¿semanas? ¿meses? observando la vida de su variante, prometido a una mujer que él jamás había conocido en su línea temporal. En ese universo que había dejado atrás, sucesos pasados se acontecían de forma muy similar. No obstante, nuestra versión de Loki, la más poderosa y solitaria de todas ellas, dejaría de saber cómo se desarrollaría la historia de aquella pareja, pues había despertado en la colina más alta de otro lugar… Nueva Asgard.
Deslizamiento temporal… Pensaba que ya lo tenía bajo control.
Tras él, una altura de vértigo se precipitaba a las tranquilas pero gélidas aguas de un fiordo de belleza arrebatadora. La nieve alrededor se estaba derritiendo, formando cascadas por todas partes. El pintoresco pueblo, ubicado en el corazón de Hardanger, estaba especialmente tranquilo. De largo le pasó algún vecino que otro, sin percatarse de su presencia. Tal vez porque no se encontraba físicamente ahí. Loki respiró profundamente mientras analizaba el entorno con los ojos entrecerrados. Todo parecía tranquilo, normal, de lo más… mundano. Aquello era Midgard, el planeta que había acogido a su pueblo tras el Ragnarök. En frente, una cabaña de madera negra con la chimenea activa y la puerta abierta. ¿Debía darse por invitado?
El hijo de Odín tragó saliva y se relamió los labios, observando cada detalle de la casa según se adentraba en ella. Tejado a dos aguas cubierto de hierba (como venía siendo tradicional en la edificación noruega), un jardín coqueto, bien cuidado e incluso cultivado, un perro de Groenlandia descansando en el porche, una flamante moto negra aparcada en el lateral del garaje, un SUV eléctrico enchufado a una torre de carga, y unas botas de trekking tiradas junto al felpudo. De mujer, a juzgar por su tamaño.
―¡Mierda! ―espetó una voz muy conocida. Un repentino estruendo, como del cristal quebrándose en mil pedazos, fue el último empujón que necesitó para aventurarse a entrar. Loki, que en esos instantes se encontraba en el recibidor de la acogedora casita, miró al final del pasillo, donde parecía encontrarse el origen de aquel alboroto. De pronto, el aleteo de un pájaro lo sacó de su ensimismamiento. Se trataba de un cuervo albino del que no se había percatado al entrar. Allá, en la acogedora estancia de colores neutrales, se encontraba el ave posada sobre el mueble recibidor. Tras ella, un gran e ilustre espejo rectangular que no reflejaba la imagen de Loki. Lo que el espejo no podía percibir, el cuervo seguía con una mirada curiosa.
―Eivor, ¿verdad? ―el cuervo ladeó la cabeza ante la pregunta del omnisciente dios, soltando un graznido como respuesta. Fascinado, Loki se llevó el dedo índice a los labios, ordenando silencio al pajarraco.
Continuó inspeccionando la habitación, decorada con flores secas, velas con símbolos rúnicos, cestas de mimbre repletas de gruesas mantas, libros de filosofía, periódicos y jarrones chinos. Después, cruzó el pasillo con expectación, como si no estuviera preparado para aquello que le aguardaba al final. Enseguida, Loki se adentró en una encantadora cocina rústica que evocaba una sensación de calidez y autenticidad. Paredes revestidas con piedra natural, vigas de madera en el techo, gabinetes y estantes de madera envejecida, encimera de granito oscuro, fregadero de cerámica y grifo de estilo clásico. Electrodomésticos punteros, isleta central con amplio espacio de almacenamiento y una botella de Chardonnay recién abierta.
Instintivamente, la mirada del dios se fue a la alfombra del suelo sobre la que había pequeños pedazos de lo que había sido una preciosa copa con motivos florales hechos a mano. Siguió avanzando, esta vez hasta rodear por completo la isla de la cocina. Arrodillada a sus pies, una joven mujer temblorosa ataviada en un elegante vaporoso traje blanco. Era algo más joven, aunque de más o menos su edad, en apariencia unos treinta y cinco. Por supuesto, sabía perfectamente de quién se trataba.
―Sigyn ―susurró Loki, casi como si fuera una sorpresa encontrársela ahí.
Casi como si lo hubiera escuchado, la asgardiana dio un pequeño brinco, solo que en realidad se había cortado el dedo con uno de los cristales. No fue hasta entonces, cuando se reincorporó, que pudo apreciar bien su belleza. Estaba algo más delgada de lo que la había visto en aquella realidad alternativa. Pómulos y ojeras marcadas, un evidente halo de melancolía, misma tez bronceada. Ahí la tenía, justo en frente, aunque ella no lo supiera.
La despampanante mujer sacó un teléfono móvil del bolsillo y escribió lo que parecía un rápido mensaje que Loki no alcanzó a leer. Fuera lo que fuere, lo hizo con el dedo en la boca, un gesto instintivo a la par que dulce y sensual. A continuación, mientras continuaba succionando la sangre, lanzó el moderno dispositivo sobre la encimera sin demasiado cuidado. Sigyn suspiró, buscando desesperadamente otra copa para servirse algo de vino. Después, comprobó la hora en su reloj de muñeca y también la fecha redondeada del calendario, la de hoy.
―6 de mayo de 2024 ―murmuraron los dos a la vez, algo que le sonsacó una sonrisa al dios de cabello azabache. Aquella mujer que tenía en frente era… idéntica a la Sigyn que había estado observando. Con todo, había algo de diferente en ella. Algo que le causaba increíble intriga...
El dispositivo móvil de la joven volvió a iluminarse, esta vez por sí solo. Casi al instante, la hermosa asgardiana deslizó el dedo por la pantalla táctil y descolgó la llamada.
―¿Valkiria? Sí, lo siento, sé que andas ocupada ―reconoció, sentándose de un brinco sobre la isleta―. No, me había pedido el día libre. He tenido consulta en Bergen a primera hora. No, no queda apenas nieve en la carretera, el verano será inusualmente cálido. Oye, ¿puedo verte ahora?
¿Valkiria? Pensaba que se habían extinguido. ¿Día libre?, se siguió preguntando el cansado dios. A veces se le olvidaba que, en lo tranquilo y monótono de su día a día, el mundo seguía girando. ¿Qué tipo de vida tenía aquí Sigyn? ¿Qué vínculo tenía con los suyos? ¿Qué papel jugaba en la comunidad?
―Sí, por favor, ven rápido.
Al terminar la llamada, Sigyn se tapó la cara durante unos instantes, momento que, por breve que fuera, aprovechó Loki para fijarse en sus numerosos tatuajes. A pesar de su excelente conservación, saltaba a la vista que la tinta llevaba ya años en su piel. Símbolos tradicionales de su cultura, probablemente hechos en Asgard, presentes en todos sus dedos. En su oreja derecha tenía otro, como una pincelada gruesa de tinta. La joven se arregló el pelo con sus estilosas manos, culminadas en una impoluta manicura. Irónico, pensó Loki. Más que uñas, parecían las garras de un cuervo.
El omnisciente dios supo que algo no iba bien en la vida de Sigyn, por próspera que pareciese desde afuera. Con esto en mente, decidió pasearse por las habitaciones contiguas, en un intento de descubrir más sobre aquello que tanto la afligía. Aunque no encontró indicios relevantes, sí se topó con muchas pertenencias curiosas: discos de vinilo, libros de cocina, un violín de costosa apariencia, un ajedrez tallado en madera artesana. El dios del multiverso se detuvo frente a un corcho repleto de recuerdos, más concretamente frente a una entrañable fotografía de ella misma en lo que parecía un restaurante, junto con su hermano Thor y el fallecido amor de este, Jane Foster. Al lado, el mapa de Noruega, el país que ahora habitaban todos ellos. También otro mapa, de toda Midgard, repleto de chinchetas: Marrakech, Seúl, San Petersburgo, La Habana, Ciudad del Cabo, Samoa… probablemente destinos de vacaciones.
―Vamos, Sigyn. No es la primera vez que tienes alucinaciones, sabes que no es real. Eso jamás sucedió. Al menos, no así ―se quejaba la asgardiana, masajeándose las sienes como intentando despojarse de pensamientos extremadamente dementes. Loki se giró, observándola con detenimiento. ¿Por qué tenía el presentimiento de que esto se trataba de él? En ese preciso instante, el can del porche se puso a ladrar como un loco, algo que no pareció inmutar a su dueña. Ella supo enseguida que Valkiria había llegado. Podía escucharla saludar cariñosamente al temible perro de la entrada. Acto seguido, la mujer de tez olivada se acercó a unas zancadas firmes y decididas. ¿Era esa la legendaria Valkiria? ¿La ataviada en unos simples vaqueros y una cazadora de leñador?
―¿Qué pasa, mi reina? ¿Qué te aflige? ―dijo esta, rodeándola en un cariñoso abrazo fraternal. Aunque sabía que aquello no se trataba de más que un apelativo, a Loki le pareció cuanto menos curiosa aquella forma de referirse a Sigyn. Valkiria, que acababa de entrar a la cocina, apoyó su barbilla en el hombro de la diosa y suspiró profundamente, separándose solo poco después al haber pisado alguno de los cristales que todavía quedaban por barrer―. Amiga, sí que estás fatal. ¿Ya comes algo? A ver, ¿qué es eso que te está volviendo tan loca?
―Estoy muy fatigada, Valkiria. Últimamente no pego ojo, ni paro de soñar con pasados que nunca he vivido ―explicó Sigyn mientras Loki volvía acercarse a su amor platónico, entre ensimismado por la desconocida, pero también preocupado por aquella afirmación.
Valkiria esbozó una sonrisa estoica mientras se servía, para sí misma, algo de vino en un vaso cualquiera. Ella también había tenido numerosas noches de insomnio y malos sueños, sueños en los que veía a su amada perecer en bucle. Al despertar, estaba en manos de cada una seguir adelante o beberse toda la taberna cada vez que se presentaba la oportunidad. Al igual que ella, parecía que Sigyn hubiera optado por lo segundo. O, al menos, por una opción de alcoholismo más sofisticada.
―Dime que no me has llamado porque estás teniendo pesadillas.
―No son pesadillas. Son recuerdos que no me pertenecen ―insistió Sigyn, llevándose las manos al vientre casi automáticamente. Entretanto, Loki observaba, curioso y muy atento, la conversación de las dos amigas. ¿Cómo era posible que ella hubiera visto lo que él? En el multiverso del libre albedrío, ¿había lugar para aquello que durante años habían calificado como "caprichos del destino"?
―Sigyn, tú que eres tan culta, seguro que te habrás informado de todas esas teorías sobre el significado de los sueños… ―comentó Valkiria de forma casual―. ¿No crees posible que aquello con lo que estés soñando esté relacionado con, no sé, alguna especie de deseo intrínseco o cuenta pendiente?
―Alguien ha estado leyendo a Sigmund Freud y Carl Jung, ¿eh? Deja de psicoanalizarme, Valkiria. Ya tengo una psicóloga para eso ―bromeó la rubia, tirando de humor como para autorregularse.
―Pues, no es por nada, pero esa psicóloga tuya, "experta en mutantes y razas extraterrestres", no parece haberte ayudado mucho. Bueno, sí, diagnosticándote una depresión funcional con la que ya contábamos todos y vaciándote la cuenta corriente ha hecho un excelente trabajo. Menos mal que tienes dinero de sobra.
Loki miró al suelo, tratando de asimilar lo poco que llevaba descubierto. No era mucho, pero le había arrojado algo de luz sobre la situación emocional de Sigyn. ¿Cómo había acabado así? El omnisciente dios se subió a la isla, al espacio vacío junto a la coqueta hija de Tyr, y continuó observándola e inmortalizando cada detalle de su rostro y perfume.
―A ver, cuéntame ―insistió Valkiria, alzando la copa en dirección a su compañera―. ¿De qué tratan esas quimeras?
―¿Recuerdas el Ragnarök? Perdí mi hogar, a mi padre, todo en un mismo día ―evocó la asgardiana, acomodándose en la superficie del mueble mientras saboreaba un poco más aquel afrutado frío vino de Borgoña―. Aquel día, también conocí a los príncipes de Asgard.
Loki alzó la vista al instante. ¿Cómo? ¿Significaba aquello que, de no haberse salido de lo establecido por El que permanece, esta versión de Loki habría conocido a Sigyn durante el Ragnarök? Una grata forma de morir, habiendo conocido el amor romántico. O quizás una forme horripilante de irse, sabiendo lo que dejaba atrás. Pero no era como si solo se hubiera desviado de lo establecido, recordó Loki, sino que El que permanece contaba con que así lo hiciera. Entonces, ¿significaba eso que El que permanece había separado su camino del de Sigyn intencionadamente? Prefería no darle muchas vueltas. Cada explicación o hipótesis cabreaba exponencialmente más y más al viejo dios.
―Sí, ¿y qué? ―respondió Valkiria, como si aquella información, además de sabérsela ya, fuera de todo menos importante―. Continúa, me encantan las historias trágicas con tintes de sexo y lujuria.
―Nada, eso. ¡Precisamente, eso! Nunca me había cruzado con ellos antes, solo había escuchado de su enorme ego, arrogancia, sed de reconocimiento y narcisismo. Nada sorprendente, dada la superficialidad y falsedad de la nobleza asgardiana. Sí, lo sé. Resultaron ser todo lo contrario, menos mal. La cosa es que, en mis sueños, nuestros caminos se cruzan siglos atrás. ¡Y yo defiendo la corona! ¡Yo, firme opositora del sistema feudal y defensora de la democracia! Además, mi padre jamás me envió interna a palacio durante mi adolescencia, ¿entiendes? Me costó horrores convencerlo para que no lo hiciera.
Sigyn fue alzando la voz progresivamente, como si poner mayor ímpetu a su explicación fuera a ganarse la preocupación y la comprensión de su amiga. Por su parte, la legendaria guerrera, ahora líder de Nueva Asgard, arqueó una ceja y se hizo la muy sorprendida de repente. Por supuesto, no pretendía más que vacilar a su amiga, como era habitual en ella.
―Quizás sean los recuerdos de la Sigyn de un mundo paralelo.
La Hija de la Guerra, que en este punto ya se creería cualquier cosa, tragó saliva como si aquella afirmación fuera un muy mal augurio, algo que le sonsacó una sonora carcajada a Valkiria.
―Era broma, mujer. Sigo pensando que esos sueños son fruto de tu trauma. Te lo digo yo, que he vivido algo parecido. Con la diferencia de que yo perdí al amor de mi vida y tú, bueno, a un rollete del que te quedaste embarazada. Maldita tu suerte, hermana.
¿Embarazada? Atónito, Loki se llevó la mano a la barbilla, masajeándola en un claro estado de ansiedad. Así que aquello también estaba escrito en esta línea temporal… Cuanto más descubría Loki del multiverso, menos entendía de él. Las extrañas coincidencias que se daban en el ramal eran cuanto menos inexplicables. Su sino aquí habría sido convertirse en padre… De no haberse desviado de su destino, habría conocido a la madre de sus hijos, aunque también muerto poco después. El dios frunció el ceño, mirando fijamente a Sigyn como intentando leerle la mente. ¿Dónde estaban sus vástagos ahora? Esta era la casa de una mujer soltera.
―Ojalá hubiera sido un simple rollete ―respondió Sigyn, dejando escapar un suspiro taciturno―. Me ha llevado seis años quitarme a Loki de la cabeza.
Valkiria, que en este punto ya se había acercado al frigorífico y abierto un tarro de deliciosas aceitunas marinadas en finas hierbas, negó fervientemente con la cabeza y, con la boca llena, razonó lo siguiente:
―Hay cosas que no se pueden guardar en lo más hondo de una cajonera. Y no creas que no te entiendo, mi reina. Conociste a un buen hombre. Uno algo lunático y del que nunca me fie demasiado, pero que te cuidaba día a día y besaba el suelo por el que caminabas. El mejor sexo de tu vida, según lo describiste.
Valkiria se llevó un puñado más de aceitunas a la boca, alzando el dedo índice como pidiendo que aguardase unos momentos. Entretanto, Loki estaba que no lo asimilaba. ¿Por qué Mobius no le había hablado de nada de esto? ¿Quizá porque, en la vida de ese Loki, la presencia de Sigyn no había tenido apenas relevancia alguna? No, semejante mujer habría dejado un rastro trascendente en su vida. El mejor sexo, ¿eh?
―Te acostaste con el príncipe de Asgard, ¡en el puñetero fin del mundo! Mira que no pierdes el tiempo ―siguió Valkiria, intentando tirar de humor, como siempre, para quitarle hierro al asunto―. Y, cuando todo iba bien y parecía que nos habíamos salvado, vino el hijo de perra de Thanos y… ¡catacrac! ―teatralizó la legendaria guerrera, como si fracturase el cuello invisible de Loki. Una interjección que sobresaltó tanto a Sigyn como a este otro, en algún punto del Yggdrasil―. En un abrir y cerrar de ojos, te arrebató toda oportunidad de estar con él, de conocer su color favorito siquiera. No es justo.
―Seguro que era el verde ―sonrió Sigyn, dedicándole una mirada burlona a Valkiria. Así habían lidiado con sus penas, y así lo harían siempre. Por suerte, seis años de terapia habían valido para relativizar un poco.
Valkiria le devolvió una sonrisa igual de socarrona y lanzó los huesos de oliva acumulados a la basura orgánica. A continuación, se acercó lentamente a su amiga y apoyó las manos en sus hombros.
―No estás afligida por la pérdida de un hombre al que apenas conociste, sino por todo el horror que viviste de golpe aquel infame día. Y lo que vino después. Fue horrible, no se lo desearía a nadie. Ahora, hazme caso y pasea ese cuerpazo por ahí. Vuelve a Bergen, ¡sal de fiesta! Por allí hay mucho turista guapo, ¡y a ti no te han echado un buen polvo en seis años! No le debes fidelidad a un muerto ―la legendaria guerrera esbozó una sonrisa alentadora que le subió un poco los ánimos a Sigyn. Pero no a Loki, que no sabía cómo procesar los recientes hallazgos sobre su musa, y que menos convencido se hallaba ante la idea de que, de pronto, se le escapara de los dedos por un humano cualquiera.
Ubicación: Ciudad Omnipotencia.
Espacio: Sagrada Línea Temporal.
Tiempo: El pasado, hace no tanto.
Nuevamente, Loki se vio secuestrado de la Sagrada Línea Temporal, solo que esta vez, a algún punto del pasado y a alguna otra parte del cosmos. Se encontraba en el centro del escenario de lo que parecía una edificación asombrosa, bañada en oro e iluminada por una luz celestial. Colocándose la mano sobre el campo visual, se vería de pronto sobresaltado por la presencia de su hermano. Thor estaba ahí a su lado, frente a la ilustre presencia de…
―¡El gran Zeus! ¡Guau! ―exclamó un entusiasmado Thor, seguido de una serie de carcajadas de asombro y admiración―. Dioses del universo, he venido a pediros ayuda para reclutar a un ejército. Hay un maníaco llamado el Carnicero de Dioses. Su destrucción no tiene límites. Planetas y reinos han quedado desprotegidos. Deja una estela de caos a su paso. Pero sé dónde está y, con tu ayuda, podemos aplastarlo. Antes de que mate a alguien más.
―No puede ser ―susurró Loki, enfocando su vista hacia la legendaria figura del Dios del Olimpo. Esto debía ser la Ciudad Omnipotencia. Loki giró sobre sus propios pies, reconociendo figuras primordiales de los nueve reinos y más allá, todas incapaces de verlo o escucharlo.
―Ese tío ha matado a un par de dioses de segunda. Si solo es eso… Guapito, vuelve a tu sitio y guarda silencio ―respondió un soberbio Zeus, agitando las manos como echando, como si de una alimaña se tratase, al todopoderoso Thor de su propiedad.
―Menudo gilipollas ―bufó el Dios del Engaño, poniendo los ojos en blanco. Tiempo atrás, habría secundado cada palabra del dios griego. De hecho, todo lo que tuviera que ver con el ridículo de Thor le habría parecido lo más cómico del mundo, como para morirse ahogado de la risa. Pero mucho había cambiado Loki. Ya nada tenía que ver con sus versiones pasadas y alternativas. Más se asemejaba a su vieja variante del vacío, pensó, sintiendo una aguda sensación punzante en el pecho.
―Perdona, ¿no has oído nada de lo que acabo de decir? ¡Está asesinando en masa! ¡Se ha llevado a los niños asgardianos! ―imploró un indignado Thor.
Harto de tanta insistencia, el dios griego lanzó una ráfaga de rayos que encadenó a su hermano al suelo, inmovilizándolo por completo, como a un ejemplar de circo.
―Ya te lo he dicho una vez. Cierra el pico. No hables, porque estoy a esto de no invitarte a mi orgía. Veamos quién eres…
De un soplo, Zeus se deshizo de la ridícula capa que había ocultado la verdadera identidad de Thor. Con ella, se llevó el resto de su vestimenta, por lo que su hermano quedó tan desnudo como Frigga lo trajo al mundo, provocando algún desmayo que otro. Inmediatamente, como si no pudiera soportar aquella imagen, Loki enterró la cara en las manos en un evidente gesto de vergüenza ajena.
―Asgardianos, creía que ya no os veríamos cuando Odín murió. Tú eres Thor, el Dios del Trueno. Pero ¿el trueno no es simplemente el ruido del relámpago? ―con ese ingenioso comentario, Zeus provocó la carcajada del público. Tiempo atrás, este habría supuesto el fin de todos. Menos mal que Thor parecía haber ganado en saber estar con el paso de los años y no se había lanzado a la pelea―. Cada dios vela por su propio pueblo, nada más y nada menos ―continuó Zeus, como dándole una lección básica a un niño de primaria―. Los problemas de los asgardianos son problemas de los asgardianos.
―Si no vas a ayudarme, déjanos tu arma. ¡Necesitamos tu relámpago!
―Mi relámpago se llama rayo. Para usar un arma secreta ajena, por lo menos, deberías decir bien el nombre cuando la pides.
Thor suspiró, hastiado del infantilismo de Zeus. Hecho esto, reformuló su solicitud, habiendo rebajado el tono a uno mucho más dócil, aunque no por ello menos fastidiado.
―¿Puedes prestarme el rayo?
Zeus invocó su poderosa arma, mas solo para hacer alarde de su majestuosidad, ya que empezó a menearla y a hacer malabares con ella. Menudo fantasma. Y todo para acabar diciendo:
―¡No!
―¿Es este el propósito de los dioses? ¿Ocultarse en un palacio dorado como unos cobardes? Quizá hemos perdido el norte. ¿Sabes qué? Nosotros lo detendremos ―espetó Thor, determinado en defender a su gente, con o sin la ayuda de un dios tan arrogante como Zeus, quien, anticipó Loki, tenía otros planes para su hermano y sus amigos.
El dios griego explicó que, siendo esta ciudadela secreta, no podía dejarlos marchar ahora que conocían la ubicación exacta. Aquello pondría a todos en grave peligro. Se refería al "matadioses" que más tarde vencería su hermano. No por ello, pensó Loki, se trataba de una amenaza sin importancia. El Carnicero de Dioses, Gorr, portaba el arma necesaria para extinguirlos a todos, la necro-espada.
Tras el salto a la acción de los guardias griegos, o el grito a la batalla de Valkiria, se ciñó el caos en la cámara de los dioses, culminando con un Zeus atravesado por su propio rayo. Loki, mero espectador de la barbarie, se quedó estupefacto por la osadía de los suyos… ¿o debería llamarlo arrebato de estupidez? ¡Y pensar que su hermano se había vuelto más inteligente! Intencionadamente o no, seguía liándola allá donde iba.
De nuevo, Loki volvió a "deslizarse". No se había desplazado en el espacio, advirtió, pero sí en el tiempo. El mismo salón, antes tan glorioso, se encontraba destruido ahora, iluminado tan sólo por las velas alrededor del trono de Zeus, quien era abanicado por su harén o conjunto de hortelanas.
―Antes, ser dios significaba algo… ―reflexionaba el Dios del Olimpo.
Loki se acercó poco a poco, sigilosamente, sintiendo la brisa de los abanicos en su pecho. No sabía a qué se debía aquel deslizamiento. Frente a él, el grupo de deidades intentaba relajarse y darse un banquete de uvas. El Dios del Engaño tragó saliva, advirtiendo la presencia de alguien más a lo lejos, quien, abstraído, meditaba acuclillado junto a una cálida fogata.
―La gente susurraba mi nombre, antes de compartir sus esperanzas y sueños más importantes. Me imploraban clemencia, sin saber siquiera si les estaba escuchando ―se jactó Zeus, dejando escapar una tranquila carcajada. Sí, Loki también recordaba aquellos tiempos. Aun siendo un joven inconsciente, los humanos escribían cantares y eddas sobre todas sus malicias y travesuras. Los humanos lo asociaban a la discordia, incluso a la maldad y a la envidia. Sabiamente, quizás. Y, aunque no le rendían directo culto o adoración, transmitían sus historias de astucia y sacaban un aprendizaje de todas ellas. A estas alturas, a Loki eso le valía.
―Ahora, en fin, miran hacia el cielo. No nos piden relámpagos, ni lluvia, solo quieren ver sus queridos "superhéroes". ¿Cuándo nos convertimos en un chiste?
El omnisciente dios ladeó la cabeza, recordando tiempos en los que esa era, precisamente, su filosofía. Ahora entendía que estaba equivocado. Invadir Nueva York había sido un error. Un desesperado e infantil intento de llamar la atención de aquellos que más adoraba. A veces se preguntaba si era posible volver a torcerse hacia ese camino de ira y codicia. No, ahora se guiaba por impulsos muy diferentes. Por ejemplo, en aquellos momentos, sentía una gran preocupación por la amenaza frente a él, y solo pensaba en la integridad de su familia. Thor, Sigyn. Ellos se guiaban por lo correcto. Ahora, Loki no era diferente.
―No, se acabó ―sentenció Zeus, dejando claro su hartazgo―. Volverán a temernos cuando Thor, hijo de Odín, caiga del cielo. ¿Me entiendes, Hércules? ¿Me has entendido, hijo mío?
Quizá por la costumbre, Loki encantó una daga que apareció mágicamente en una de sus manos. Absurdo, pensó. Desde su posición no podía hacer nada, ni siquiera estaba materializado allí, en Ciudad Omnipotencia. Además, ¿era lo correcto seguir matando? Matar había adquirido un nuevo significado. Si algo le habían enseñado sus idas y venidas con El que permanece, por el tiempo y el espacio en general, era que siempre había una alternativa mejor.
―Sí, padre.
A pesar de la amenaza, Loki hizo desaparecer su daga casi de inmediato. Poco a poco, se había ido moviendo alrededor del trono de Zeus. Ahora, podía observar mejor al legendario Hércules, y a su ruda, robusta e intimidante apariencia.
―¿Y tú, Loki? ¿Me has entendido, hijo de Odín? ¿Dios de las Historias, salvador del universo? ―interpeló Zeus, dejándolo absolutamente helado. Zeus alzó la mirada hacia el intruso, que se mostraba horrorizado de que, por primera vez desde su ascenso al Yggdrasil, alguien pudiera verlo―. Sí, te hablo a ti, Dios del Engaño.
―Dios del multiverso para ti ―corrigió Loki, en su característico desdén y exagerada seguridad en sí mismo. Sí, Loki había recuperado su buen juicio, mas no por ello había perdido su carisma―. ¿Pretendes intimidarme o acaso amenazarme?
El Dios del Olimpo soltó una resonante carcajada, seguida de una tos muy desagradable. Loki mostró una mueca como dolorida, seguido de un sonido sibilante, como de escozor. Puede que el senil Zeus no hubiera muerto ni fuera a morirse pronto, pero no se encontraba en condiciones de luchar.
―Eso no suena nada bien, viejo decrépito. Ahora entiendo por qué mandas a tu hijo a por mi hermano. Un rival digno a medias, dicho sea de paso, dada su naturaleza de semidios ―fanfarroneó el Dios del Engaño, dedicándole una sonrisa socarrona a la ya olvidada leyenda griega.
―No pretendo intimidarte, ni amenazarte. No, a ti no. Tú tampoco estás en condiciones de ayudar a los tuyos, ¿verdad? No dejarías tu preciado trono vacío ―sonrió Zeus, habiendo echado a sus hortelanas para reincorporarse y acercarse a Loki, en pasos firmes y desafiantes. A lo que Loki solo entrecerró los ojos―. Estás condenado a observar la extinción de los tuyos. Si piensas que los asgardianos podéis ganar al panteón griego, que sepas que necesitarás mucho más que popularidad para vencer a los míos.
Zeus volvió a soltar una sonora carcajada, esta vez una mucho más descarada. El dios olímpico seguía acotando e invadiendo el poco espacio personal que le quedaba al forastero. Loki arrugó la nariz de la cólera. Entonces, alzó la mano para agarrar al viejo y estrangularlo, mas la física se lo impidió, por lo que su brazo atravesó la cabeza de Zeus sin efecto alguno, como si de un holograma se tratase.
―¿Cuántos quedáis desde que vuestro ostentoso reino se deshizo en la lava de Surtr, ¿eh? Sin Odín, los tres guerreros, los berserker, la horda de valquirias, ¡no sois nada! ¡Niños jugando a ser dioses! ¡Dioses sin un referente de guerra! Heimdall, Tyr, Vidar, Iðunn, Forseti, Njord, Skadi. Hace tiempo que no los veo en Ciudad Omnipotencia. Ellos también han muerto, ¿verdad? ¿Es que no veis lo solos que estáis?
Loki se alejó un par de pasos sin dejar de mirar a Zeus. Al principio, se sintió completamente pisoteado por su sucio y rechoncho pie. Pero, de pronto, al recordar el nombre de Tyr, tuvo una epifanía.
―Venceremos ―juró, esbozando una de sus sonrisas maquiavélicas y guiñándole el ojo al vetusto dios. También a su hijo, que se había acercado cuan perro guardián a punto de lanzársele a la yugular―. Y, no te preocupes, me aseguraré de que tu halterófilo guardaespaldas me vea en el campo de batalla.
Hércules arrugó nariz y labios como si el comentario de Loki le hubiera provocado una insoportable animadversión. Entonces, en un sordo alarido, lanzó su pesada maza hacia el nórdico, nuevamente en vano. El arma atravesó al Dios del Engaño sin consecuencia alguna, más que el mármol destrozado del suelo.
―Movilizaos, asgardianos. Os daremos un tiempo de cortesía ―respondió el semidios, agitando la cabeza en un espasmo provocado por toda su furia contenida―. Entonces, Atenas invadirá Nueva Asgard.
Ubicación: Columbus, Ohio.
Espacio: Sagrada Línea Temporal.
Tiempo: 6 de mayo de 2024.
Loki supo, en esos instantes, que tendría que empezar a reunir a todos sus agentes y recursos, lo que significaba buscar la ayuda de su mentor y referente Mobius M. Mobius. Puede que por eso se hubiera visto transportado hasta Estados Unidos. ¿Dónde concretamente? Ni idea, tampoco era como si las ciudades estadounidenses fueran todas tan reconocibles como Nueva York. Lo que sí sabía era que se encontraba en un sendero verde junto al río, con vistas a lo que parecía la capital de algún estado.
El día no era especialmente apacible, aunque tampoco desagradable. Con todo, los locales subían y bajaban el camino con ánimo de ejercitar un poco el cuerpo y pasear a sus mascotas. Escudriñando el entorno en general, le pareció ver la figura de su viejo amigo, sentado en un banco de espaldas a él, leyendo plácidamente el periódico. Alejado del bullicio de la ciudad y disfrutando de unas merecidas vacaciones, el agente de la AVT oteaba los últimos resultados deportivos. A sus pies, un puñado de palomas comían de las migajas que había repartido por el suelo. El afable hombre de mediana edad, que últimamente se sentía bien solo, silbó tras leer la sorprendente información que tenía en frente.
―¡Guau! Los Ohio State Buckeyes están causando sensación. Anoche vencieron a Indiana con unos asombrosos resultados de 33-20. ¡Guau! ―repitió, siendo aquella exclamación, junto con su voz suave, sus señas de identidad más simpáticas y destacables. Mobius cerró un poco el periódico, lo suficiente para observar a sus amigas las aves, como si aquellas fueran a responderle. Después, volvió a abrir el periódico de un aspaviento para ponerlo lo más recto posible―. ¿No? ¿No os parece sorprendente, chicas? Entonces, tampoco os gustará esto. En el fútbol europeo, los muchachos del Columbus Crew están que no consiguen destacar, habiendo empatado en su última racha de partidos y poco más ―Mobius chasqueó la lengua, formando un rictus de resignación en sus labios y recolocándose su visera con el nombre del estado―. ¡Vamos, Ohio!
Loki esbozó una sonrisa sincera al escuchar la familiar voz de su amigo. Aunque más que amigo, casi se había convertido en una figura paterna para él.
―Así pasas tu jubilación, ¿Mobius?
Aunque Mobius no percibió a Loki, tras haber humedecido su dedo para pasar a la próxima página, curiosamente, dijo lo siguiente:
―Tal vez haya llegado el momento de prejubilarse. Sí, ¿habéis oído? ―volvió a dirigirse a aquellos pájaros, esta vez con una sonrisa algo estoica en el rostro―. He dicho "pre". No soy tan viejo. O eso creo. Don no es tan viejo ―suspiró, cerrando el boletín de un plumazo, doblándolo por la mitad y colocándoselo en el regazo. Loki también exhaló, decepcionado por no poder comunicarse con su amigo. Estaba sentado de piernas abiertas y recostado sobre ellas con las manos entrelazadas. Ahora, Mobius tenía una sobre la otra y los brazos extendidas en el respaldo―. Las vacaciones son… ¿cómo decirlo? Placenteras, sí, pero también aburridas. Sobre todo, si no se tiene a nadie con quien compartirlas.
―Lo que daría yo por unas vacaciones. Por una vez, me gustaría saber lo que es eso ―reconoció Loki, que no recordaba lo que era una semana de estarse quieto, sin hacer nada, o simplemente explorando un lugar concreto. Y no, sentarse quieto en el trono del Yggdrasil no contaba como "no hacer nada". Aquello no dejaba de ser un cometido astral que consumía a uno por dentro. Loki se refería a disfrutar de la vida y de los suyos, sin peligro, ni aventuras de por medio―. Me gustaría volver a hablar con mi hermano. También contigo, Mobius.
Mobius, que se había quedado ensimismado en sus pensamientos, borró la sonrisa de su rostro, observando cómo las palomas a sus pies emprendían un nuevo vuelo ahora que ya se habían abastecido de todas las migajas de pan que habían podido. El curtido agente de la AVT observó a los pájaros marcharse hacia algún otro lado del sendero y, entonces, suspiró.
―Y ¿ahora qué?
―Imagino que buscaré a Sylvie ―respondió Loki, como si por su mente hubiera rondado momentos antes la misma pregunta. Sí, Sylvie era… Bueno, otra versión de él. Si con alguien podía hablar, si alguien le entendía a la perfección, esa era ella, ¿verdad?―. Tenemos poco tiempo para elaborar una estrategia eficaz contra los griegos. Necesito el intelecto de la Hija de la Guerra, y a mi ejército de amigos.
Loki suspiró, volviendo su mirada al exagente quien, pensativo, sacaba del bolsillo su antigua tempad. Automáticamente, la cara del Dios del Engaño se iluminó. O Mobius pensaba igual que él, o este era uno de esos inexplicables momentos de telepatía.
―Eso es, la AVT. ¡Eso es! ―exclamó Loki, poniéndose de pie en un brinco y extendiendo las manos como si hubiera tenido otra de sus epifanías―. ¡Allí podemos hablar, Mobius! Ahora soy el jefe de la AVT, ¿no? La AVT está fuera del espacio-tiempo. Quizá pueda materializarme. Deberíamos poder hablar allí ―pensó el dios en voz alta.
Sí, él tampoco sabía muy bien cómo funcionaba eso de ausentarse del trono sin abandonarlo, eso de presentarse en algún lugar físicamente, si es que era posible. Lo que sí sabía era que, al menos por ahora, no había encontrado la forma de comunicarse con los demás. ¿Quizá dependía de la voluntad? ¿De un mejor control de sus habilidades? ¿O de la fortaleza o debilidad mental de las personas con las que pretendía comunicarse? De algún modo, parecía que Mobius estuviera en la misma página que Loki ahora mismo. El que en su día fue comercial de motos de agua, y a posteriori héroe del multiverso, pulsó una serie de botones en la tempad y abrió una puerta justo frente a él.
Ubicación: Parque nacional de Folgefonna. Vestland, Noruega.
¡Otra vez! ¡Otro deslizamiento temporal! Era agotador, pero, al menos, ya no resultaba doloroso. El omnisciente dios abrió los ojos, esperando encontrarse en la AVT. En su lugar, se vio en un entorno cálido y agradable, aparentemente seguro. Concretamente, sentado sobre un asiento cómodo, calentito y mullido, en el lado del copiloto de un coche muy moderno.
Preguntándose quién iba al volante, Loki miró a su izquierda, encontrándose a Sigyn conduciendo tranquilamente por el hermoso paisaje noruego. El sentido y abstraído canto de la asgardiana sonsacó una sonrisa genuina al omnisciente dios, y es que resultaba cautivador observar a la mujer venirse arriba con la música.
Llevaba la misma ropa y el mismo recogido, se fijó, por lo que muy probablemente seguiría siendo 6 de mayo de 2024, solo que ahora estaban de camino a unas coordenadas específicas, a algún punto del glaciar junto al pueblo de Jondal.
―Este temazo ha sido "Leave a Light On" de Tom Walker, con el que damos comienzo al parte de noticias de la tarde ―intervenía el pregonero de radio en el mismo momento que Sigyn aprovechaba para ponerse las gafas de sol y aminorar un poco la velocidad, reduciendo la marcha del auto.
Hecho esto, la asgardiana tomó un camino secundario, no asfaltado, que se adentraba naturaleza adentro hasta lo que parecía el punto de acceso a una propiedad privada en plena montaña, solo que aquello, a lo lejos, parecía ser un enorme embalse.
―Se confirma la próxima cumbre europea en septiembre de este mismo año, que se celebrará en Granada, España, y contará con la presencia de líderes y representantes europeos. En el presente clima de crispación acentuado por la inflación, la guerra en Ucrania y la invasión israelí de Palestina, se abordarán cuestiones relevantes a la geoestrategia, la digitalización o el medioambiente. Pero antes, elecciones presidenciales con Erik Bergelmir remontando, contra todo pronóstico, en todos los sondeos. Conocido por su oposición férrea al presente gobierno socialista, Bergelmir centra su campaña en la expulsión de los refugiados asgardianos, que ya se están enfrentando a problemas de burocracia y situaciones discriminatorias en los territorios donde gobierna el partido ultraconservador. Como ya saben, Bergelmir no ha cambiado su discurso desde que los asgardianos se asentaron en Hordaland. Años después, los sigue considerando una amenaza para la población general. En ese sentido, el debate que mantuvo la semana pasada en Congreso con la diputada y representante de Nueva Asgard, Sigyn Tyrdottir, aliada del partido gobernante, ha sido muy resonado y compartido como la pólvora en redes sociales. En el caluroso enfrentamiento, Bergelmir desempolvó su viejo discurso reaccionario para atacar personalmente a la diputada.
La radio continuó con su retransmisión, esta vez tirando de hemeroteca. Entretanto, un gratamente sorprendido Loki se apoyaba en el panel del auto y se inclinaba muy lentamente hacia su querida, a quien habló como si pudiera escucharlo.
―Diputada, ¿eh? ―Loki dejó escapar una risita incrédula. A cada rato encontraba más y más motivos para admirar a la hermosa Hija de la Guerra. Con la vista ahora perdida en algún punto del auto, de pronto, recordó a la Sigyn de aquella línea temporal alternativa, criada bajo el prisma diplomático del viejo y sabio Tyr. Las dos variantes, en ese sentido, no parecían diferir tanto la una de la otra―. Sí que habrías sido una buena reina. Aunque, ahora que he comprobado el abrumador peso del trono… En fin, ¿qué decir? ―suspiró el dios de cabello azabache―. Tenías razón. Todos la teníais, como siempre. El liderazgo no es tan brillante ni tan glorioso como pensaba. Mi obsesión con este me arrebató los mejores años de mi vida.
―Señora diputada, ―comenzó el firme opositor, en diferido―. sigo sin entender cómo, desde Nueva Asgard, se ven incapaces de llamar a los suyos por su nombre. Su panteón de dioses es defensor de una casa real terrorista: desde la conquista de Odín de los nueve reinos hasta el genocidio del pueblo neoyorquino por parte del Dios del Engaño al que ustedes rinden frecuente homenaje público. ¡Es inadmisible!
En un semblante serio, pero autorregulado, Sigyn comenzó a bajar el volumen lentamente hasta que el silencio fue casi total. Loki, dándose por aludido y evidentemente molesto de perderse la retransmisión, queriendo saber más, frunció el ceño en una clara desaprobación. Doce años después, ¿la Tierra seguía hablando de su infame pasado?
―No, sube el volumen ―espetó, siendo él mismo quien lo volvería aumentar tras deslizar el dedo pantalla arriba, exitosamente.
Aunque lo achacó a algún fallo de software, la repentina alza del volumen descolocó completamente a Sigyn. La mujer volvió a bajar el sonido, esta vez desde uno de los botones del volante. Pero Loki intervino de nuevo. El dios siempre había sido una persona muy política y, además, ¡estaban hablando de él, maldita sea! Quería saber lo qué y el cómo. Durante unos instantes, anduvieron subiendo y bajando el volumen en lo que Sigyn finalmente pensó que estaba a un paso del manicomio.
―Será una jodida broma ―se quejaba la asgardiana, dándose por vencida y asumiendo que se trataría de otra avería. Acababa de recoger el coche del taller, demonios.
Tampoco es que tuviera ocasión para seguir peleándose con la radio, pues, enseguida, se vio obligada a frenar para iniciar su maniobra de estacionamiento. Había llegado a su destino: una central hidroeléctrica situada en el límite del glaciar, un paraje absolutamente arrebatador. Entretanto, el coche seguía reproduciendo el odioso mensaje del ultraconservador líder de la oposición.
―Como aquello de invadir Nueva York no resultó, les pareció una espléndida idea ocupar parte de Hardanger y establecer allí su ilegítima corona, a pesar de la noruega. Tampoco podemos olvidarnos de la ciudad de Londres, que también destrozaron en un absurdo y burdo pulso contra los elfos oscuros. Pues bien, mi pueblo ya está harto de las imposiciones y riñas de un puñado de inmigrantes ilegales. ¡No queremos seguir siendo daños colaterales de ninguna raza extraterrestre! Dejamos los tiempos de adoración siglos atrás, señora diputada. Ustedes ya no merecen culto alguno, ni trato preferente, ni tampoco deberían tener derecho sobre unas tierras que no les pertenecen. En ese sentido, la acogida de los asgardianos por parte del gobierno socialista es absolutamente indecente, pues atenta contra la constitución y la institución real del país. Ni siquiera están ustedes incluidos en los derechos humanos, así que no se atreva a refutarme con esa falacia.
Sigyn se inclinó hacia el asiento del copiloto, pero se paró de golpe, a medio camino de abrir la guantera en la que guardaba sus pertenencias. Era como si hubiera sentido una brisa helada. Igual que ella, Loki se quedó inmóvil, observando el medallón de oro de la asgardiana balancearse lentamente y contra su pecho, que se movía de forma visiblemente asíncrona y entrecortada. La distancia entre ambos era ínfima, casi podía sentir su respiración.
―Le voy a dar un dato que parece haber olvidado, señor Bergelmir ―intervenía la Sigyn del Congreso, en un tono rotundo y firme, mas no condescendiente o agresivo―. En 2018, hace exactamente seis años, después de reunir las seis Gemas del Infinito y llevar a cabo su plan de eliminar a la mitad del universo, Thanos fue confrontado por los Vengadores y sus aliados, lo cual incluye a la persona a la que estaba haciendo alusión hace unos momentos…
―Jamás hubo constancia de aquello, además de la palabra del entonces rey de Asgard ―interrumpía el político opositor.
―Déjeme terminar, señor Bergelmir.
―Por lo que a nosotros respecta, Loki siempre será un terrorista ―otra interrupción.
―Salta a la vista que la palabra del Dios del Trueno, al igual que la palabra de los demás diputados, le vale más bien poco, señor Bergelmir. No se olvide que, a pesar del intento fallido de Loki para pararle los pies al titán loco, fue Thor, el entonces rey de Asgard quien precisamente logró matarlo de entre todos los Vengadores. Sí, estoy hablando de los héroes que salvaron su pellejo y el de todos nosotros, Vengadores que incluían super soldados, hechiceros de las artes místicas, humanoides, razas de otras galaxias, mutantes. Todos ellos ya incluidos en la carta de Derechos Universales y ahora en proceso de ser incorporados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Asimismo, señor Bergelmir, sepa usted que el pueblo refugiado de Asgard cuenta con la aprobación y protección del Rey Harald V. O que, gracias a nuestros conocimientos y aportaciones a la medicina avanzada, se pudo paliar la abrumadora tensión hospitalaria que afectaba a Noruega durante la pasada crisis sanitaria que tanto castigó a la raza humana y en la que tanto se volcaron nuestros curanderos. Usted y todos los suyos les deben la vida a aquellos que tanto repudian.
En el interior del auto, Sigyn tragó saliva, haciendo caso omiso de aquella sensación tan extraña. Empleando las mismas llaves con las que apagó el coche, abrió la guantera de la que sacaría un fardo de papeles. A continuación, abandonó el vehículo, con un confuso Loki siguiéndola muy de cerca. ¿Había advertido su presencia? Durante lo que a Loki se le antojó una eternidad, Sigyn aguardó apoyada en su flamante auto, observando los detalles de su perfecta manicura. Parecía esperar a alguien.
―Me halagas, Sigyn ―reconoció Loki minutos después, ante la imperturbable presencia de la mujer―. He hecho cosas horribles que no puedo deshacer. No puedo desprenderme de mi pasado como una serpiente se desprende de su piel. Pero aquí estás tú, defendiéndome como defendiste a Odín, a pesar de todos nuestros errores. No lo entiendo, pero te honra. Es una de las tantas razones por las que me muero por…
―¡Ægir!
El entusiasmo de Sigyn lo sobresaltó momentáneamente. Loki no se había dado cuenta, pero ya había alguien más entre ellos. En concreto, un apuesto y distinguido joven trajeado, que se acercaba a pasos agraciados. Tenía el cabello castaño oscuro capeado, completamente lacio y peinado hacia atrás, aunque no engominado; de este modo, había algún mechón rebelde que se dejaba caer por su frente, dándole un aire sofisticado a la par que desenfadado. Además de esto, el desconocido traía una expresión serena y confiada en el rostro. Sus ojos, de un profundo y penetrante azul, estaban presididos por unas cejas bien arqueadas. Nariz recta y proporcionada, labios delgados y bien delineados. Una altura de escándalo.
La cara de la diosa se había iluminado con su llegada. Con una seguridad en sí misma abrumadora, Sigyn se reincorporó y se acercó hacia el galante desconocido.
―¿Qué tal, "Luisvi"? ―saludó este, desabrochándose su blazer gris y aflojándose la corbata, como queriendo esparcir su masculina fragancia de testosterona ante la que parecía ser su presa y objetivo romántico. Sigyn arqueó las cejas ante el apodo, mas no deshizo su sonrisa. En su lugar, se siguió acercando al encuentro del tal Ægir y gustosamente aceptó su cálido y embriagador abrazo. Un gesto de demasiada confianza, advirtió Loki, a quien semejante cercanía no le agradó un pelo.
―¿Cómo me has llamado? ―preguntó la curiosa asgardiana, advirtiendo la presencia de una persona trajeada más, allá a lo lejos junto a la puerta de la que se había materializado el atractivo desconocido. Loki también se había percatado de aquella mujer de aspecto engreído e intimidante, tan pálida y estirada como el tipo este.
―Sé reconocer un bolso de diseño cuando lo veo ―respondió Ægir de forma burlona, apreciando el Louis Vuitton que colgaba del brazo de la Æsir. De tamaño moderadamente grande y silueta rectangular, se trataba de un clásico en color negro en el que guardaba aquel misterioso fardo de papeles―. ¿Traes algo para mí?
Sin responder directamente a la pregunta, ahora sí, Sigyn eliminó la sonrisa de su rostro y señaló a la acompañante de Ægir con un discreto cabeceo.
―¿Era necesario que tu gorila dejara su café a medio beber para seguirte hasta aquí? ¿No se fía de mí o qué? ¿Dejará de acompañarnos tu hermana algún día?
―Sí, claro, el día que dejemos de reunirnos por negocios en otro lugar que no sea mi propia empresa ―intervino astutamente el carismático joven, esbozando una sonrisa grande, burlona, victoriosa. El atractivo desconocido no apartó su hechizante mirada de la de Sigyn. Fue ella quien, visiblemente sonrojada, se vio forzada a mirar a otro lado mientras sacaba los documentos de su bolso.
―Aquí tienes, el contrato para la renovación del servicio de energía hidráulica que abastecerá a Nueva Asgard durante los próximos cinco años. Aprobado por mayoría en el consejo local y firmado ante notario con el beneplácito de la presente reina de Asgard.
Sigyn alzó la mano para estrechársela al misterioso hombre trajeado, que mantenía una sonrisa ladina y divertida.
―Has sido tú quien lo ha hecho posible… ―agradeció ella, aguardando al apretón de manos―. …a pesar de la negativa de tu directiva. Podría dejar de mirarme con tanto desdén, al menos, ¿no crees?
Ægir estrechó la mano de Sigyn de forma más empalagosa que profesional. Entonces, el omnisciente dios, sintiéndose exponencialmente celoso, se acercó de forma intimidante al desconocido, cuya sonrisa se desvaneció casi al instante. El joven de tez pálida ladeó la cabeza, como habiendo percibido una presencia ajena, mas acabó haciendo caso omiso de ella.
¿Por qué no se fiaba un pelo de él?
―Ya conoces a mi hermana, es…
―Abiertamente xenófoba, sí ―se apresuró a responder la hija de Tyr.
―Yo iba a decir racista ―respondió este otro, carraspeando ante lo incómodo de la situación. Sigyn pasó el peso de un pie al otro, como si aquella información le revolviera las tripas. Por su parte, Ægir se debió percatar de esto, pues se acercó un poco más hacia ella, en un intento zalamero de quitarle el hierro al asunto―. Pero a mí no me importa hacer negocios con una asgardiana, es más, estaría encantado de invitarla a cenar.
Sigyn lo miró de arriba abajo, negando con la cabeza como si el apuesto joven frente a ella no tuviera remedio. Entonces, pensó en Valkiria. Llevaba seis años sin ningún tipo de contacto físico-afectivo. ¿Acaso no se merecía un pequeño instante de euforia? Durante unos momentos, y para el desasosiego de Loki, Sigyn se debatió entre aceptar o rechazar la tentadora invitación. Al poco, Ægir palpó los bolsillos de su americana, y, en vista de aquello que no pudo ubicar, preguntó de forma casual:
―¿Tienes un bolígrafo? Desde empresas Ymir tengo una oferta que hacerte.
Confusa, Sigyn se dispuso a rebuscar en su bolso. ¿Oferta? ¿Qué oferta? ¡El contrato ya estaba firmado por todas las partes interesadas!
―Eh, no, qué va. Maldita sea, siempre llevo alguno ―se quejó la diosa, volviendo a escudriñar su Louis Vuitton. Ægir chasqueó la lengua repetidas veces, visiblemente decepcionado, momento que con astucia aprovechó para seguir flirteando:
―Vaya, qué pena… Bueno, apúntala en la cabeza, ¿vale? Restaurante Lysverket, el sábado a las 19:00. Me aseguraré de reservar la mejor mesa.
Sigyn se relamió los labios ante la ingeniosa tomadura de pelo o, más bien, inesperada estrategia de coqueteo. Se le hizo inevitable volver a ruborizarse, algo que Ægir advirtió, dando por exitoso su último esfuerzo de seducción. Pero volvería a resistirse. Además de tener a Loki rondándole la cabeza más que nunca, la idea de prendarse de un humano no le resultaba del todo convincente. No por creerlo inferior, sino por su escasa y efímera esperanza de vida. Ochenta-noventa años, de los cuales al apuesto Ægir le quedarían unos cincuenta y pico, un suspiro para cualquier asgardiano. ¡Menos mal!, pensó un aliviado Loki, que observaba la conversación como si de un reñido partido de tenis se tratase.
―No te das por vencido, ¿eh? ―bromeó Sigyn, retrocediendo un paso sin saber muy bien dónde meterse. En situaciones así, sentía su conciencia revolverse. ¿Por qué? Hacía tiempo que Loki ya no estaba. ¿Acaso no merecía ser feliz? ¿Disfrutar del sexo sin compromiso, o enamorarse de nuevo?
―De acuerdo, de acuerdo ―se frenó Ægir, dándole un respiro a la colorada asgardiana―. Pero piénsalo, ¿sí?
Sigyn se abrió de brazos, como abatida, como si no lograse entender de dónde venía la fascinación del empresario por alguien como ella.
―Vamos, Ægir. Eres joven y apuesto, aún estás a tiempo de buscarte a alguien más acorde a tu edad y a tus ambiciones personales.
―No soy mucho más joven que tú ―insistió este, llevándose las manos a los bolsillos y ampliando aún más su lasciva sonrisa. A juzgar por la rugosidad de sus labios, se los estaba mordiendo por dentro. Loki, que no se había movido del lado del desconocido en ningún momento, lo miraba con la ceja arqueada, como intentando amedrentarlo. En vano, muy probablemente.
―Querrás decir que no pareces mucho más joven que yo ―puntualizó Sigyn, con el dedo índice alzado. Dicho esto, la mujer emprendió su camino de vuelta al coche, el cual abrió a remoto mientras volvía a colocarse sus flamantes gafas de sol.
―Sí, eso también… ―murmuró Ægir, observando a Sigyn marcharse y arrancar su presumido vehículo para desaparecer entre la vegetación. Loki se quedó ahí, observando cómo el extraño, de pronto, alzaba la vista para establecer un claro contacto visual. Pero Ægir no hizo ni dijo nada, simplemente mantuvo su sonrisa socarrona. Después, se marchó.
¿Quién era ese tío?
Ubicación: Ciudad de San Francisco, California.
Mobius sabía muy bien dónde estaba Sylvie. Tras el sacrificio de Loki, tanto él como la Diosa del Engaño no habían vuelto a verse, mas sí habían mantenido un cierto contacto. De hecho, había estado recibiendo una serie de postales que habían ido apareciendo misteriosamente en la AVT. Como quien deja una nota a nombre del destinatario bajo el felpudo. Todas ellas firmadas por "una amiga". El antiguo comercial de motos de agua las había ido archivando cariñosamente en una pequeña carpeta de cartulina azul que guardaba en la guantera de su Subaru, su única pertenencia en aquella línea temporal. Un agente de la AVT se aseguraba de entregárselas en mano.
Aún recordaba de dónde procedía la última misiva. A sus pies, el colorido paseo de arcoíris conocido como Rainbow Honor Walk. Muy cerca, una tienda de música que vendía postales idénticas a la que había recibido apenas un mes atrás. Apenas acababan de abrirla. Se trataba de un comercio retro de vinilos regentado por un muchacho de no más de veinticinco años, probablemente. Afroamericano, estatura media, sonriente, uñas pintadas. Una piel estupendamente cuidada, pelo casi rapado y teñido de rubio, un bigote muy parecido al suyo, solo que sin canas. Bermudas, camisa verde con palmeras. El exagente trajeado se acercó directamente a mostrador para ser atendido por aquel amable joven, que dejó de leer su revista inmediatamente y lo miró de arriba abajo.
―Buenos días, hijo ―saludó la variante de Don, quedándose allí plantado sin encontrar las palabras adecuadas para formular su próxima pregunta. El joven empleado, esbozando una sonrisa amplia y dental, aguardó a recibir más información. No obstante, al comprobar el semblante cansado de Mobius, intervino amablemente, diciendo:
―¿Necesitas ayuda con algo? ¿Alguna recomendación? ¿Para ti o para regalar?
―¿Eh? Ah, no, probablemente tendría que recomendarte música yo a ti, hijo. The Rolling Stones, Scorpions, Van Halen, The Eagles. Mierda de la buena ―bromeó torpemente, jugando con la tempad en su bolsillo―. No, venía a preguntarte por una persona que compró una postal idéntica a esta hace unos días.
Mobius entregó una de las copias que había tomado de junto al aparador de la tienda. La imagen se trataba de una foto granulada y saturada del emblemático sitio.
―No lo sé, por aquí pasa mucha gente ―respondió el dependiente, volviendo a echar un vistazo a la postal antes de dejarla sobre el mostrador.
―Sí, hombre, la tuvo que haber comprado hará una semana o dos. Probablemente comprara el sello aquí también, si los vendes. Se envió desde la oficina de Correos de esta misma calle ―insistió el hombre de mediana edad, tocando intensamente el mostrador de cristal con el dedo índice antes de empezar a gesticular y aportar una descripción más precisa de Sylvie―. Estatura media, delgadita, ojos azules. Pelo rubio, así como teñido, corto y con ondas californianas. Ya sabes, como esa ondulación provocada por el salitre del mar. Una chica entrañable pero un poco macarra y malhumorada con una extraña obsesión por el McDonald's y la música grunge.
―No voy por ahí fijándome en mujeres. En cualquier caso, muchas de San Francisco caerían en esa descripción, amigo. Estás buscando una aguja en un pajar, lo siento ―lamentó el dependiente, rebajando su sonrisa y retomando su lectura. Mobius suspiró, observándolo en silencio. A pesar de las vagas e inciertas pistas, tenía la corazonada de que encontraría a Sylvie por aquí cerca. El chico, advirtiendo que Mobius no se había movido ni un ápice, volvió a mirar al extraño hombre trajeado.
―Oye, si no vas a comprar nada…
―Por favor ―suspiraba Mobius, sin querer darse por vencido―. Tengo que llevarla a casa. Mi instinto me dice que ha pasado por aquí. Se llama Sylvie, un nombre no tan común en Estados Unidos, ¿no crees, hijo?
El joven comerciante recuperó su contagiosa sonrisa, como si hubiera tenido una especie de epifanía. ¡Ah, sí! Acto seguido, se llevó la mano a los labios y se inclinó en el mostrador, en un gesto curioso y juguetón.
―Estás buscando a mi compañera. ¡Haber empezado por ahí! ¿Quién eres tú? ¿Su padre? ¿O su "padre"? ―preguntó, guiñándole el ojo de forma sugerente, como queriendo dar a entender que Mobius era una especie de sugar daddy. Sin pillar aquello último, el exagente temporal suspiró aliviado. Su instinto seguía tan en línea como siempre. Pronto volverían a la AVT y todo volvería a ser como en los viejos tiempos.
Nota de la autora: Como habréis podido deducir (tanto por este capítulo, como por la sinopsis o por la información que he ido adelantando de forma dosificada), la historia principal sucederá en la Sagrada Línea Temporal, en la Tierra 616. Es decir, la que hasta ahora ha sido siempre canon en el UCM. Me pareció lo más lógico y lo más sencillo, teniendo en cuenta que el Loki protagonista habitó esta realidad hasta su evento nexo (cuando huyó con el Teseracto tras la Invasión de Nueva York). En concreto, los hechos se sitúan en algún momento después de Thor: Love and Thunder.
Soy consciente de que el tema de las fechas y los viajes por el tiempo puede dar pie a errores, contradicciones e irregularidades, pero creo que he sido capaz de trasladar todo esto correctamente a la historia (al menos, me he empeñado mucho). Con todo, lo que no "cuadre" con lo canon se tratará muy probablemente de un error o de una alteración por conveniencia (por ejemplo, en los futuros capítulos, habrá cameos de personajes que no pertenezcan a la Tierra 616).
Respecto al deslizamiento temporal de Loki, y más concretamente a la peculiaridad de "deslizarse" pero no materializarse o ser advertido por cualquiera, es algo en lo que no he querido profundizar demasiado. Algunos personajes son capaces de verlo, otros no. También depende del momento o del lugar. Por el bien de la trama, la explicación de este poder no tiene demasiada importancia.
Iremos conociendo más detalles sobre la Sigyn de esta línea, por supuesto. Lo primero y más llamativo de ella puede que sea que he querido "humanizarla" y alejarla un poco de su variante de los capítulos anteriores. Además de ser más mayor (estas versiones de Loki y Sigyn ya no son adolescentes o jóvenes adultos), pienso que tras haber pasado varios años en la Tierra, los asgardianos han ido adaptándose más y más a la vida humana: al entorno, a la vida social y laboral, a la moda, a la cultura popular. Básicamente, Sigyn no necesita de magia y armas en este planeta y se ha vuelto, además de comodona, más presumida también. Su trabajo requiere esto último y siempre es agradable comprarse cosas cuando se cuenta con los recursos económicos necesarios.
En cuanto a Ægir, se trata de un personaje inspirado en la propia mitología. Aunque inexistente en el UCM, he de decir que no me lo he sacado de bajo manga (al igual que el apodo que le profesa a Sigyn, que saqué de una película española por haberme hecho muchísima gracia). Contaría más sobre él, pero os daré la opción de ir descubriéndolo poco a poco. De hecho, recomiendo no buscar información en Google si no queréis haceros spoiler.
Dicho todo esto, me encantaría leer vuestras impresiones en la caja de comentarios.
