Completamente herido, Trafalgar Law decidió que ese día solo iba a centrarse en el trabajo. Arisco, no permitió que ocurriera ninguna falla en los entrenamientos, en los planes que había cosido esa noche y, mucho menos, en que Luffy y sus amigos pudieran esquivar sus deberes.
Si Nami quería, podía estar con él sin problemas. Él jamás la obligaría a estar con él. Lo único que primero debía trabajar duro para seguir siendo un marine de su mismo rango.
Ordenó a Shachi a ir a buscarlo. Sabía que él no podía, ya que armaría una buena escena en aquella taberna y no quería mostrarse como una persona completamente emocional. Nami captaría su rabia y solo quedaría mal ante sus bellos ojos chocolate. Además, no solo era por ella, era por reafirmar que él era mejor que Luffy. Lo haría entrenar tan duro que no podría caminar. Lo haría replantearse el porqué estaba en la marina y como era que podía hablar tanto con la señorita Nami, si no era capaz de luchar correctamente y, por lo tanto protegerla.
Se vistió con su simple camiseta sin mangas, unos cómodos jeans y sus zapatos con punta metálica de acomodar la nodachi y salir a la zona de entreno. Notó de inmediato el aura frío, del momento, la madrugada no ayudaba nada y la cara de molestia al haber roto con su paz casi perforaba cualquier fibra de buena actitud. Sin embargo, Law no se dejó amedrentar por aquellas miradas y siguió con su plan principal.
Su rutina empezó con tales calentamientos que sus cuerpos ya quedaron completamente diezmados. Podía ver como más de uno estaba tentado en quitarse parte del uniforme, cosa que no iba a tolerar que ocurriera. Por otro lado, a más de uno se le podía ver los michelines asomar, de la misma forma que más de uno intentaba mantenerse de pie, pero la lengua salía, suplicando por un poco de agua y un largo descanso. Todo ello en contraste absoluto con sus leales hombres, quienes notaban aquel ejercicio primario casi como un soplo de aire fresco, completamente acostumbrados a las exigencias de su capitán.
Aunque podían ver como la vena de la frente iba a explotar en cuanto aquella tripulación de Luffy, aun sudando, se veían que podían aguantar mucho más de su fuerte rutina, con una sonrisa de victoria que, evidentemente solo desagradaba al capitán. Añadió intensidad, marcó parejas para que lucharan… no los quería dejar respirar más que lo necesario para vivir.
Solo entonces vio un momento para liberar toda la tensión y la mala sangre que llevaba al ver como Zoro, la mano derecha de Luffy, se paraba un momento de su acérrima pelea con Sanji. Se acercó a él y le dijo que entrenara con sus armas. Este sonrió de una forma nada confiada, a lo que Law interpretó como un reto personal.
Ambos se miraron por un momento, agarraron sus armas y, sin más dilación, los aceros chocaron. A pesar de la insistencia de Bepo de que todos siguieran trabajando, hasta ellos no podían evitar ver como se enfrentaban aquellos dos hombres, en una pelea completamente seria, en la que las chispas saltaban cada vez que bloqueaban sus ataques con las espadas. Con una decisión y precisión que el East Blue no había visto nunca, dos marines competentes entrenando en serio. Aunque tanto aquellas medias sonrisas como las fuerza que estaban gastando en ese momento, demostraba una intención más allá.
Una gran necesidad de derrotar al contrario y demostrar ser más que el otro.
Sin importar si de verdad se herían.
No querían verse humillados delante de unos marines que no valían la pena.
"Basta" terminó por interrumpir Luffy.
Unos brazos de goma se interpusieron entre ambos. Ante aquella orden, realmente Zoro paró al segundo que escuchó la orden, pero Law no aceptaba una orden de él. Luffy tenía con una sonrisa calmada, a pesar de que su voz había sonado contundente. Law solo se sintió más molesto, al ver en ese rival una calma y positividad a quitarle las pocas alegrías que tenia.
"¿Os ha quedado claro porque hay que entrenar siempre tan fuerte?" la relajada pregunta de Usopp hizo "podéis retiraros"
Aquellos que conocían a Usopp lo miraron de forma curiosa, sin comprender como era que alguien como él estuviera portándose de forma tan altiva. Aunque su forma de portarse había funcionado, ya que más de uno estaba con unas energías renovadas por ser un mejor marine.
Sin embargo, se notó tensión en el ambiente en un segundo. Ambos grupos miraron a sus respectivos capitanes, en como en cualquier momento se iban a enfrentar sin una razón válida, a lo que Luffy terminó por darle la espalda. Law se sintió tentado a decir que era lo que realmente le quería reclamar, pero se quedó mudo al ver cómo todo se disipaba. El sombrero de paja sonrió de una forma tonta y directa, alegre de ver un juego que Law no terminaba de comprender.
Con un simple gesto de su nada serio capitán, se terminaron de marchar, quedando los marines de Corazón solos en la zona de entreno. Molesto consigo mismo, Law también ordenó marcharse del lugar. Agarró sus cosas y les dijo que se reunirían en el restaurante que encontró el otro día, deseando comer lejos de todos los problemas. Sus subordinados asintieron, sin terminar de comprender que era lo que estaba ocurriendo, pero obedeciendo las ordenes de su capitán.
Law regresó a su habitación. Aún notaban el fuerte aroma a mandarinas de su sirena favorita, a pesar de la limpieza. Trafalgar suspiró y se dio una rápida ducha en lo que regresaba a comer algo. Aún tenía mucho trabajo pendiente, pero se negaba a usar las duchas del fuerte.
Una vez aseado, se puso el uniforme y regreso al fuerte, no sin antes pasar por una tienda para pedir algo de comer. En todo ese camino, no pensó más que en terminar con todo. En esperar que llegaran las ordenes de traslado y regresar a luchar contra piratas de verdad y no la burocracia.
Se encerró en el despacho una vez más. Nezumi y su extraño séquito se había quedado en la puerta, casi queriendo evitar que nadie más entrara. Indirectamente, esa especie de encerrona le sirvió para poner una gran parte al día. A pesar de que en su mente se hubiera instalado el pensamiento de solamente derrotar a Luffy, sirvió como gasolina para poder trabajar de forma ágil.
Era mejor que él en muchos aspectos, ese era uno de ellos, aunque fuera aburrida burocracia.
La pila de informes, carteles y documentos cada vez iba menguando más y más. A Law la idea de que fuera el mar más débil no se le borraba, aunque no podía negar que los pocos malandros que habían, podían hacer más daño del que quería admitir. Le llamaba fuertemente la atención la forma en la que llegaba a sostenerse ese mar, de una forma bastante discreta, era como si él mismo se autogestionara, cuando no podía ser para nada la intención principal de dicho mar. Es decir, ellos eran la marina, eran el bien, los que controlaban que no se viera amenazado el orden mundial… ¿Por qué ese mar dependía tanto que perro comiera perro? No le parecía ni ético ni moral que eso sucediera.
Aunque poner todo aquello al día le estaba sirviendo para que, finalmente, se bajara la carga, mataran las ratas y poder volver a su mundo lo más rápido posible.
Regresar por fin, al frente de batalla.
"¡Law!" le terminó de gritar su tutor, regresándolo a realidad.
Nuevamente había perdido la noción del tiempo, podía ver el atardecer desde la ventana y a un Donquixote Rosinante completamente enfadado con él. Era de las pocas veces que no usaba su extravagante maquillaje y tenía un rostro completamente serio. Casi de indignación. Por lo tanto, confirmaba lo que Law menos quería: sabía que había ocurrido en el entrenamiento.
Law hizo un gesto de restarle importancia, pero Corazón no le quitó ni la coma. Mantuvieron la mirada de seriedad por un instante, hasta que el más mayor simplemente suspiró, derrotado ante su maravilloso y prodigioso ahijado, abrazándolo de tal forma que se le escapaba todo el aliento. A pesar de los pirsin, tatuajes y ese carácter de los mil demonios, seguía viendo a aquel pequeño lleno de manchas adorable con gran interés en la medicina. Y aquel mismo pequeño que rescató de caer en un pozo, lo abrazaba con el mismo cariño. Sabía que, para hacerse el superior, al principio remoloneaba un poco, daba su negativa, revisaba que nadie más los estuviera mirando… pero luego lo abrazaba con ese mismo cariño que se tenían.
Pero todo lo bueno se acababa y Law regresaba a esa misma malhumorada expresión.
"¿Cómo sigue tu investigación?"
"He tenido días mejores… pero veo que no soy el único, doctor salva-corazones"
"¿Hay algo malo con Nami-ya?" se atrevió a preguntar. Aun siquiera le picaba la garganta de tener que plantear esa posibilidad.
"¿Se llama Nami?" preguntó el rubio de pronto, sorprendiendo a su ahijado "Si no la estaba siguiendo a ella, más bien a la frutería… pero no te puedo contar nada más. Tan solo que todo bien"
Law se quedó mudo con aquella respuesta. Le quería admitir que no le creía en lo absoluto. Sin embargo, sabía que no podía delatar que no lo convencía en lo absoluto. Aunque ya podía adivinar que, entre miradas, Corazón se había percatado de todo lo que pasaba por su mente de doctor.
Solo entonces, recordó como había algo que necesitaba que el rubio investigara por él.
"¿Crees que podrías ir a ver porque Nezumi visita tanto la Isla Cocoyashi?"
"¡Cuenta conmigo!"
Con aquella afirmación, Law vio como su exagerado tutor terminó por salir a toda prisa, a cumplir con su misión, de la forma más payasa posible. Law no pudo evitar reír ante sus exagerados gestos, a lo que, en cuanto se quedó solo, esa sonrisa no se borró. Se mezclo con una sensación de alivio fácil de describir, al saber que la hermosa chica de cabellos naranjas no tenía antecedentes o cola que pisar, solo sospechas por estar rodeada de asuntos verdaderamente turbios.
De la misma forma, su sonrisa de los buenos momentos y gracias que le reía a Corazón no podía evitar sonreír de una forma un poco boba al acordarse de los dulces y picantes recuerdos que tenía con aquella sirena. Y solo con ese remanente que tenía de la joven, una furtiva y alocada idea se le cruzó por la mente: enrolarla con su grupo de marines. Que los acompañara en el Polar Tang a conocer todos los mares y las maravillas del mundo, a pesar de estar luchando con fieros piratas.
Él la protegería.
Dormirían en el mismo camarote.
La acompañaría a descubrir nuevos sitios.
La haría vestir el mejor de los uniformes de la marina.
Law se llevó las manos a la cabeza. Ese futuro era demasiado bonito y, demasiado romántico para dos personas que a penas se conocían. Si bien le parecía hermoso y quería decir que si con los ojos cerrados a tenerla en su camarote por siempre, el tinte rosa que le había añadido su imaginación solo le había hecho recordar de que tanto la quería a su lado y como era en verdad el grado de implicación que había tenido con aquella chica.
Irremediablemente había perdido la cordura por ella.
Trafalgar sacudió la cabeza, aun reacio a admitir que había sido completamente derrotado con el mínimo esfuerzo por una mujer sin entrenamiento militar. Con los besos más adictivos, el sexo que lo emborrachaba y anulando con un simple guiño cualquier capacidad de pensar con coherencia por su parte.
Pero luego, estaba Monkey D. Luffy.
Y la envidia resurgía con tal magnitud que sacudía todo su ser. Sentía que una nueva energía lo impulsaba a cometer locuras que no debía, tales como volver a enfrentarse a él sin medir las consecuencias, una pelea física para reafirmarse como capitán e, incluso, enfrentar nuevamente a Nami a pesar de las hirientes palabras que le había dedicado.
Él la hacía sentir bien sin llegar al sexo. No le hacía preguntas incómodas. Aquella aura perfecta a pesar de estar en un callejón con los zapatos enlodados… el grado de intimidad y confianza perfecto. Law no lo había logrado a pesar de haber saboreado de su dulce néctar.
Necesitaba verla.
Guardó sus avances con mucho cuidado, recordando el punto de al que había llegado a solucionar de aquel déspota y se marchó del despacho, no sin apartar a los leales lacayos del hombre rata y dedicarles la peor de las miradas. Estaba tentado a enfrentarse a él, con tal de quitarse de encima toda la frustración que cargaba desde ese momento en el que descubrió a ellos dos solos.
Su parte más racional gano, haciendo que aligerara su salida del fuerte a tomar algo a la taberna donde ella trabajaba. El atardecer se veía hermoso, con unos tonos anaranjados cálidos que contrastaban con la fría brisa. Law le restó importancia y se fijó en como la taberna estaba llena hasta decir basta, con todo marines alrededor. Estaban mezclados sus subordinados, los de Luffy, Nezumi y gente que no reconocía en lo absoluto, solo que llevaban el blanco uniforme. En la misma línea, las camareras no dejaban de trabajar, pero entre ellas no estaba Nami.
Debía estar con él nuevamente. En el mismo callejón.
Sin revisar si alguien lo veía salir nuevamente, se acercó al callejón para ver que, en esa ocasión, estaba sola. Nuevamente fumando, con una pequeña coleta baja que daba la sensación de ser la punta de un pincel. La goma era graciosa y algo infantil, con unas perlas azuladas que se reflejaban cada vez que ella se movía. La veía sumamente cabizbaja, con la mirada perdida, aun mostrando algunas de esas heridas con las que la encontró la noche pasada.
Sin dudarlo, se acercó a ella antes de que nadie más lo hiciera. Al llegar a su lado, ella se percató de su presencia, pero en ese milisegundo, simplemente apartó la vista. Claramente, estaba molesta por algo que él no comprendía. ¿Era la charla anterior? ¿Qué el no fuera el pelinegro que estaba esperando?
"¿Qué quieres?" preguntó de mala manera "pensé que seguirías pensando que también soy amante de Luffy"
"Nami-ya…"
"Déjame sola, por favor. Esto es decepcionante…"
"Ven esta noche a que te cure las heridas, por lo menos"
"¿Y después?"
"Lo que tú quieras"
Entre ambos se hizo un silencio desgarrador. De aquellos tristes que solo oprimían el pecho y suplicaban decir otras cosas más positivas, pero el mismo dolor y decepción hacían que costara respirar y solamente dejar hablar lo malo. Una simple mirada basto para saber esas dudas, celos e incógnitas habían logrado hacer mella en aquella aventura que tenían. Ambos habían involucrado demasiado sus sentimientos, hasta el punto en el que realmente dolía cualquier intento de respirar para tranquilizar el acelerado ritmo de su corazón.
"¿Cuándo te marcharas?" preguntó ella de pronto, cortando con la fuerte tensión entre ambos.
"Aún no se... pero espero que sea más pronto que tarde"
"Entonces, ¿Qué sentido tiene seguir con todo esto?" preguntó ella con un evidente tono herido "vale, la pasamos bien… pero siento que estamos involucrando demasiado los sentimientos. Cada beso quema, Law"
"Vente conmigo" soltó sin medir la magnitud de su respuesta "alístate con nosotros y…"
"Jamás"
La forma en la que sentenció aquella negativa rompió algo dentro del capitán. No estaba costumbrado a recibir ese tipo de respuestas, contundentes y frías, llenas de desprecio y casi podía decir que odio. No sabía si era por si actitud, por su irracional odio a la marina o, nuevamente, el sombrero de paja ya hubiera marcado su rumbo con ella antes que él.
Se ahogó en sus propias dudas, en lo que sin una respuesta igual de dura que dar, Nami se levantó del lugar y le dio la mirada más fría con la que jamás se había topado. Además escuchó un par de pegajosas pisadas contra el sucio concreto. Esos paso tan erráticos y poco serios eran sin duda de Luffy.
Se estaba acercando y ambos lo sabían.
Comprendiendo que era el que sobraba en la ecuación, le dio una mirada de decepción antes de marcharse. No sin antes recordarle que, si ella quería, esa noche la puerta de su habitación estaba abierta.
Porque él siempre le dejará las puertas abierta a esa mujer que lo había derrotado con esa sencillez y facilidad abrumadoras.
Nada más cruzar el callejón para poder tomar algo, se topo con el hombre que lideraba sus problemas. Mientras que el sonreía, se fijó en las hojas que llevaba en la mano. Solo se dieron un hola y, mientras cruzaban, sintió la tentación de preguntar, hasta que se dio cuenta de que era lo que cerraban sus grasosas manos.
Malamente, su reacción fue más que descubierta y Luffy aceleró el paso.
Se quedó en el piso por un momento. Eran los mapas y cartas de la marina. Ubicaciones de las nuevas rutas desde el este.
Law salió a la carrera a por el sombrero de paja, pero al girar la esquina, ni él ni Nami estaban en el callejón.
