Cap 48: Chispa de esperanza
Giles se abrazaba así mismo mientras temblaba y respiraba sonoramente. No era capaz de regularizar su alterado ritmo cardíaco tras las vívidas recreaciones del que podría considerarse el peor día de su vida. Miles fue el primero en acercarse y abrazarlo para darle algo de contención. Si bien se sintió impresionado de ver que los cantares sobre el ángel de Atena no eran falsos, —más bien, ninguno alcanzó a ser lo suficientemente claro y preciso para relatar todo el horror del que los salvó—, la prioridad se la daba al infante frente a él. Tibalt se encontraba en una situación similar, si bien su admiración por su maestro creció tras ver la hazaña que realizó y que le ganó, —de manera completamente justa a su parecer—, el apodo por el cual se le conocía, el pequeño Giles le preocupaba más. Especialmente le intrigaba el motivo de querer ocultar lo sucedido después.
Pólux sabía bien que el poder de sagitario en una batalla real era algo desconocido para él. Ni siquiera podría contar el enfrentamiento con Hércules como uno debido a que esa batalla fue más del tipo táctica. En cuestión de fuerza bruta claramente Hércules lo superaría como le sucedió a él mismo. Sin embargo, no podía dejar de preguntarse si luchando juntos no habrían tenido una mejor oportunidad de hacerle frente. Pues el motivo de que Sísifo estuviera tan debilitado era por atender a diversos heridos hasta quedar en coma. Su estado era tan precario que apenas si logró llegar volando hasta donde estaban Castor y él, pero incluso llegando a duras penas no tardó en caer en los brazos del gemelo menor.
—El borrego claramente no puede seguir y ya vimos suficiente de su parte —habló Pólux viendo a Prana de manera seria—. Adelante, anciana. Soy el siguiente —ofreció el aspirante de géminis con mayor confianza.
—No tan rápido, hijo de Zeus —respondió la muviana con una sonrisa divertida—. Aún no terminamos de ver los recuerdos del pequeño. Y algo muy interesante debió suceder para hacerlo reaccionar así —explicó Prana.
Miles le lanzó una mirada cargada de veneno al oírla hablar de esa manera. Después de todo lo que habían visto, ¿aún no tenía suficiente? ¿Cuánto más debía seguir removiendo memorias dolorosas de un niño traumatizado? No obstante, contrario a lo esperado, la anciana se puso a moler hierbas en una taza. Luego de estar un rato en dicha acción vertió agua caliente para preparar una infusión.
—Bebe esto, pequeño —ofreció la anciana al pequeño rubio acercándole la taza mientras le sonreía maternalmente—. Este es un té que sirve mucho para cuando sufres de ansiedad o estrés —explicó mientras le daba suaves palmaditas en la espalda—. Cuando te recuperes continuaremos lo que tenemos pendiente.
Giles puso una mueca extraña, pero no dijo nada al respecto. Seguía renuente a hablar o siquiera pensar en lo que sucedió después del ataque de los centauros. Pese a tratarse del motivo por el que Sísifo los consideraba sus amigos a él, Shanti y Talos, también era motivo de crítica su actitud. No era un héroe perfecto de imagen inmaculada como Hércules —dado que su retorcida naturaleza verdadera era de conocimiento para un número muy reducido de personas—. Era un humano. Uno con sentimientos, tanto los buenos como los malos. Y en ambos casos seguía siendo extremadamente intensos. No estaba seguro de cuántas personas conocían el lado malo de su personalidad, pero si querían conseguir el agua debía verse como alguien puro incapaz de albergar sentimientos como odio, ira, venganza o cualquier cosa que pudiera hacerlo clasificar como "pecador".
Mientras aquello ocurría, en el santuario de la diosa Atena el sol comenzaba a iluminar todo a su alrededor. Los aspirantes fueron como de costumbre a desayunar. Los niños se veían bastante inquietos y algo dispersos, normal, pues no estaba Talos quien siempre era el encargado de guiarlos. Por lo mismo, varios de ellos tomaron la oportunidad para hacer sus travesuras y en algunos casos intentar nombrarse a sí mismos líderes debido a que tampoco se encontraba Giles con ellos. Pronto los demás presentes fueron notando la ausencia de algunos revoltosos. Sin embargo, siendo que algunos de ellos eran cercanos a sagitario, le restaron importancia creyendo que se retrasaron por ir a visitarlo. Pese a no decirlo abiertamente, —y pocos se atreverían a meterse con el semidiós que los salvó o con el príncipe de Siracusa—, todos eran bastante conscientes de que pasaban mucho tiempo cerca de la enfermería.
Castor se encontraba algo nervioso por la ausencia de su gemelo. Le era raro no estar juntos como de costumbre y desconocía por completo cómo sería su situación en esos momentos. ¿Estaría bien? ¿Necesitaría ayuda? ¿Ya habría alcanzado su objetivo? Esas y muchas más preguntas se arremolinaban en su cabeza intentando imaginar el desenlace de esa travesía que emprendió a hurtadillas. Terminó su comida y pensó en la ausencia de Talos en el comedor. León custodiaba a su hijo adoptivo como un verdadero felino y no se despegaba de él en ningún momento. Esperaba que el nuevo santo de tauro no intentara seguir sus métodos o sería dañino para sí mismo.
Para colmo debido a la ausencia de leo y tauro no había quien se hiciera cargo de los niños más pequeños del santuario. Estaban tan acostumbrados a que ellos, o en su defecto, Miles, los cuidaran que ahora era un descontrol. Varios de ellos no entendían bien de la situación. Sólo se les hizo saber que el Ángel de Atena se encontraba dormido. No ahondaron en la posibilidad de su deceso. Sin embargo, no había necesidad de decirlo explícitamente para que varios captaran el problema. Muchos de ellos habían tenido un buen tiempo en las calles rodeados de peligro y en algunas ocasiones habían enfrentado situaciones de vida o muerte. Algunos hasta creían que Sísifo murió, puesto que cuando una persona no abría los ojos en cierto tiempo jamás lo volvía a hacer. Al menos eso era lo que entendían por "muerte" cuando algunos mendigos dejaban de moverse y se quedaban dormidos para siempre en algún lugar al azar.
Debido a la situación tan complicada en la que se encontraban, Nikolas se vio en la obligación de tomar el rol de cuidador junto a Castor. Éste último se ofreció a darle una mano al ver que no le estaban prestando atención. Hasta aprovechaban que lo superaban en número para molestarlo o escaparse mientras estaba ocupado evitando que alguno se lastimara. Tal vez él no era la mejor opción, ni siquiera la segunda o tercera si tuviera elección, pero era todo lo que había de momento. Ninguno de ellos tenía mucha experiencia tratando con los más pequeños, pero siendo amigos asumían que podían superar esto trabajando juntos, dado que entre ellos no había rencores por el suceso con Hércules se entendían bastante bien como para cooperar. Ni siquiera hubo necesidad de hablar sobre el escape de Tibalt y Pólux. Era un acuerdo tácito no mencionar nada de momento y fingir ignorancia lo más que se pudiera para no meterlos en problemas.
Al mismo tiempo en la cámara principal se encontraba la diosa Atena reunida con casi todos sus santos dorados, estando ausentes sólo León y Sísifo por obvias razones. La deidad estaba realmente irritada. Como si no tuviera suficientes problemas con el estado de ánimo de su ejército debido a la falta del liderazgo de sagitario, ahora además debía lidiar con el asunto de unos aspirantes traidores. Entre ellos para colmo se encontraba metido su medio hermano. Eso no era una cuestión menor. Un semidiós que tenía prácticamente asegurada la armadura de géminis, cuya constelación literalmente existía para él, la había traicionado. Lo lógico sería enviar a sus santos a cazarlos y darles muerte para demostrar que con ella no se jugaba, pero conocía los sentimientos de amistad y compañerismo entre varios. Por tanto, un mal movimiento de su parte y el malestar sólo aumentaría entre sus seguidores.
—Me he enterado de que cuatro de los aspirantes han escapado anoche —habló la diosa Atena causando que todos los presentes se tensaran—. Las reglas al respecto son muy claras —mencionó con seriedad.
Los dorados comprendían bien lo que eso quería decir. Ganimedes, Adonis y Shanti estaban tensos pensando en la siguiente orden de su diosa. En este punto sólo restaba asignarles la misión de cazarlos y matarlos sin excepción.
—Diosa Atena —llamó Talos antes de colocarse de rodillas ante ella para tomar la palabra—. Le ruego espere un poco antes de tomar alguna decisión —suplicó con voz temblorosa—. No han escapado por traicionarla a usted. El día de ayer Giles me habló acerca de algo llamado "el agua de la vida" —explicó rápidamente—. El dios Apolo le dijo que si la conseguía podríamos sanar a Sísifo.
—¿Y por qué no fui informada de esto antes? —interrogó Atena con molestia.
—Me enteré el día de ayer y desde entonces he estado cuidando de sagitario todo este tiempo en reemplazo de León, por lo que no tuve oportunidad de solicitar una audiencia con usted —explicó el guardián del segundo templo—. Creo que ellos han ido a buscarla por su cuenta —opinó sabiendo las intenciones de Giles.
Ganimedes se golpeó el rostro con la palma de su propia mano por semejante acto de estupidez. Si lo hubieran hablado con ellos antes, podrían haber planeado un grupo de expedición bien capacitado para la tarea. En vez de eso, su modo de actuar sólo daba pie a que se los ejecutara como traidores, pese a sus nobles intenciones.
—Estoy bastante seguro de que Miles fue para proteger a Giles —afirmó acuario en voz alta.
—Sospecho que Tibalt fue por su alto sentido del honor y agradecimiento —complementó Adonis—. Él parecía muy atormentado por no haber sido capaz de detener a Sísifo a tiempo.
—Pólux también pudo haber ido porque Sísifo es su maestro —mencionó Shanti—. A él le debe importar mucho siendo una persona a la que respeta.
—Pero ¿cómo se desplazaron tan rápido? —preguntó Atena poniéndose pensativa.
—Es probable que tuvieran ayuda divina —mencionó Shanti con tranquilidad—. Los dioses han dado el visto bueno para esta travesía.
Atena no sentía el cosmos de ninguno de ellos cuatro. Pese a que estaba revisando en un radio de cientos de kilómetros, no los hallaba. Por unos momentos tuvo la idea salir del santuario para tener mejor alcance, pero no era la mejor idea de momento. Luego se ocuparía de ubicarlos, era mejor enviar a dorados en mejores condiciones para realizar esa búsqueda. Cuando los tuviera de regreso en el santuario decidiría su castigo. Atena mandó su lechuza con un citatorio para los dioses gemelos. Siendo que Apolo les dio la información sobre el agua sabría dónde debía enviar a sus santos para llegar hasta los fugitivos. Mientras tenía fuertes sospechas de que Artemisa fue la "intervención divina" que los ayudó a llegar a su destino. Se sobó las sienes con cansancio mientras esperaban la llegada de los gemelos.
En el comedor las cosas iban relativamente bien para Nikolas y Castor. Aunque cuidar de infantes no era su fuerte más o menos se las habían apañado entre los dos.
—Supongo que debería ir a llevarle algo de comer —pensó en voz alta el aspirante de géminis.
—Si hablas de Talos creo que deberías —concordó Nikolas mientras veía a los niños finalmente sentados comiendo su desayuno sin pelearse.
—¿Estarás bien tú solo con ellos? —preguntó el rubio no muy convencido.
—Dame un poco más de crédito —bromeó Nikolas—. Sólo vas a llevarle el desayuno. Creo que soy lo suficientemente capaz para estar sin ti unos cuantos minutos.
—De acuerdo —aceptó finalmente el gemelo menor—. Regreso enseguida.
—Más te vale o iré a traerte a arrastras —amenazó el hijo del juez.
El aspirante de géminis buscó una bandeja en la cual colocó varios alimentos antes de emprender su marcha. Su compañero se quedó atrás meditando qué hacer con los niños cuando terminaran de comer. Ellos eran los que necesitaban de guía y cuidado para que no hicieran travesuras. Para su desgracia, no tenía ni idea de que hacían los demás para conseguir que se comportaran como buenos niños. Mientras tanto, Castor iba rumbo a la enfermería pensando en lo raro que era no haber visto a ningún dorado en el comedor. Rogaba que no estuvieran rumbo a matar a los traidores, pero eso no era posible, ¿o sí? Era muy pronto para que los descubrieran. Siguió forzando a su cerebro a convencerse de que todo estaba bien sin mucho éxito. En ese asunto estuvo debatiéndose si pedirle o no a Talos que apelará a la piedad ante Atena si se enteraba de la fuga. Quizás mientras comía podía mencionarle el tema. Con ello en mente dio los últimos pasos con mejor estado de ánimo. Sin embargo, al llegar a su destino se encontró con la ausencia del dorado y en su lugar estaba el niño loco.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Castor extrañado.
—Mis amigos me avisaron que Talos necesitaba un relevo para ir a una reunión con la diosa Atena. Así que me ofrecí a reemplazarlo —respondió el menor con una sonrisa despreocupada.
—Ya veo —respondió Castor no muy convencido.
Nunca había tenido demasiado contacto con aquel extravagante, —por no usar un adjetivo más ofensivo—, chico al que todos tildaban de loco. Era muy amigo de Sísifo por lo cual menos aún tenían contacto, pues su hermano sólo compartía discusiones con sagitario. Eso provocaba que él quedara siempre como un espectador con el cual ninguno de ellos dialogaba. Demasiado perdidos en su pequeño mundo de dos. No obstante, sabía un poco sobre este chico. Sorprendentemente su hermano mayor le dijo que ese aspirante no mentía sobre la existencia de sus "amigos". Pólux le aseguró haber visto fuegos fautos a su alrededor y que le había repetido frases que dijo completamente a solas. Le advirtió enfáticamente que tuviera cuidado con Argus pues en sus propias palabras:
—Sus amigos le cuentan todo lo que sucede en el santuario.
—¿Qué cosas te dijo como pruebas? —interrogó el gemelo menor mirándolo con cierta burla por su nerviosismo—. Debió ser algo realmente profundo para que le creas de esta manera.
—Lo que me dijo exactamente no importa —respondió el gemelo mayor con la mirada clavada en el suelo haciendo sospechar que debió ser algo que hasta de él ocultó—. Como sea, ten cuidado con el niño loco.
Eso había dicho su hermano mayor, pero no le veía nada de especial al chico. Sólo un joven algo perturbado mentalmente, pero preocupado por su amigo en la cama. Mientras Castor hacía sus evaluaciones respecto a la cordura del chico delante suyo, Argus apoyaba su cabeza en el pecho de Sísifo buscando oír su corazón. Había preguntado a sus amigos si sagitario seguía con vida y ellos aseguraron que sí. Su alma no había salido de su cuerpo y sólo se encontraba dormido. Empero, sin importar cuánto le repitieran eso, no podía aceptarlo. Si estaba dormido ¿por qué no despertaba? Algo debía estar impidiendo que volviera a abrir sus ojos y si descubría qué era eso, podría ayudarlo a recuperarse.
—¿Por qué no despiertas? —preguntó al arquero mientras sus amigos fantasmales le repetían que seguía vivo—. ¿Qué le impide volver con nosotros? —preguntó a las almas a su lado.
—No lo sabemos. Hades no puede reclamar su alma, pero tampoco puede despertar —respondió uno mientras seguían dando vueltas alrededor de sagitario buscando asegurarse de que su alma no hubiera escapado.
Una respuesta confusa y difícil de interpretar. Le repetían que Sísifo podría despertar cuando él quisiera hacerlo. Qué dependía de su voluntad si quedarse dormido hasta que lo último de su cosmos se extinguiera de su cuerpo y fuera con Hades o si hiciera arder nuevamente para despertarse. En ese momento más que nunca deseó ser capaz de sacarle el alma a su amigo para poder charlar cara a cara y preguntarle por qué diablos seguía en ese estado. ¿Acaso realmente quería morirse? Requería respuestas para saber qué hacer por él, pero necesitaba comunicarse con su consciencia que yacía atrapada dentro de su prisión terrenal.
—Si tan sólo pudiera matarte temporalmente —murmuró Argus con sus dedos índice y corazón sobre la yugular de Sísifo sintiendo los débiles latidos de su corazón.
Aquella frase no pasó desapercibida para los oídos de Castor. Ese pequeño loco quería a sagitario muerto. En su retorcida cabeza esa era la forma en que podría ayudarlo, pero era totalmente ilógico y estúpido. ¿En qué estaba pensando Talos cuando dejó a ese desequilibrado cuidando de alguien que no podía siquiera gritar por ayuda? Decidió que lo mejor sería quedarse a vigilarlo de momento para evitar que terminara de matar al convaleciente chico. Dejó la bandeja de comida en la mesa y se acercó a la cama para estar cerca de la cabecera y ver mejor qué estaba haciendo exactamente ese demente. Con una frase como la que acababa de oír lo último que querría era tener esas manos en el cuello de Sísifo y menos cuando bastaría con presionar un cierto tiempo para matarlo realmente.
—¿Sigues aquí? —preguntó Argus curioso al verlo con la espalda apoyada en la pared.
—Me quedaré hasta que regrese Talos —respondió el rubio sin darle lugar a réplicas—. Tengo algunas cosas que hablar con él.
—Supongo que tiene que ver con que tu hermano escapó del santuario —dijo tranquilamente el menor.
—No sé de qué estás hablando —mintió Castor ocultando su sorpresa inicial.
—Es inútil que lo niegues —respondió Argus mientras apoyaba la palma de su mano en el pecho de Sísifo mientras concentraba su cosmos intentando buscar su alma—. Luego de rechazar fornicar con Apolo, decidió acosar a Giles y compañía para obtener la ubicación del agua de la vida.
Eso sí estaba poniendo nervioso al gemelo menor, pues estaba soltando información demasiado delicada. Estaba seguro de haber mantenido confidencialidad respecto al tema. Su hermano mayor jamás diría a nadie que no fuera él lo que estaba planeando hacer. Principalmente porque no tenía a nadie en el santuario a quien llamar "amigo". Y hasta el incidente con Hércules también era la única persona que le preocupaba. Sin embargo, había visto a su hermano desesperado por salvar a Sísifo. También fue testigo de sus sentimientos confusos. Por un lado, estuvo feliz de verlo llegar en su ayuda pese a su precario estado de salud. Por el otro, estaba enojado por haberse puesto en peligro. Si Pólux no sabía cómo interpretar su propio corazón, menos sabía él, pero hizo lo que pudo. Aun así, para él también era ilógico que emprendiera un viaje tan arriesgado por una esperanza tan frágil y débil cual el hilo de una araña.
—Para alguien como Pólux, es increíble que siga teniendo conflicto por Sísifo —opinó el niño loco con aburrimiento—. Por un lado, lo ama, pero también quiere humillarlo. A veces lo trata como el enemigo y a veces como un tesoro valioso. Qué rara es la forma de cortejar de tu hermano, habla con él. Si ya de por sí es malo que pretenda a un niño, peor será que quiera forzarlo a entregarse a él —aconsejó.
Honestamente Argus no entendía la lógica de Pólux. Quería a Sísifo, eso lo tenía como una verdad, pero a veces actuaba dándole ayuda y otras peleaban entre ellos. También estaba la cuestión de que el semidiós parecía no aceptar las negativas. Si cuando sagitario le dijo que iría a enfrentarse a Hércules recurrió a dejarlo fuera de combate a base de golpes y estrangulamiento, ¿qué haría en otra situación? Esperaba que en las cuestiones románticas no actuara de esa manera tan salvaje o las cosas se pondrían feas. Empero, lejos de tomarlo como un valioso consejo, el gemelo menor lo tomó como una grave ofensa contra su hermano. Ellos podían ser muchas cosas, pero violadores de niños no. Se jugaron la cabeza rechazando la oferta del campeón de la humanidad ¿y ese demente se atrevía a poner a su gemelo a su nivel?
—¡Mi hermano no es un depravado como Hércules! —gritó Castor con enojo—. No te atrevas a pensar en él de esa manera.
—¿Seguro? —preguntó Argus despreocupadamente sin dejar de observar el rostro de Sísifo—. Comparten la misma sangre de Zeus, quien tomó por amante a un jovencito que ni había realizado su rito de mayoría de edad.
—Olvídalo. No perderé mi tiempo con un callejero como tú —afirmó Castor con tal desdén que se veía como su hermano mayor.
—Las almas de los callejeros muertos sí que pueden juntarse contigo, en especial de noche —afirmó Argus con una sonrisa tenebrosa.
Castor lo miró con enojo creciente. Sentimiento que enmascaraba su preocupación. Si ese niño raro conocía de alguna extraña manera los secretos de la gente del santuario. ¿Sabía que Sísifo era un estafador de quinientos años de vida con cuerpo de infante? Y más importante aún, ¿sabría de los planes de su gemelo para vengarse de sagitario? Recordaba claramente como Pólux le presumió alegremente haber asegurado la armadura de géminis para ellos dos al amenazar a Ángel de Atena con exponer su secreto ante León. Eso le parecía una mala idea, pero ya estaba hecho. Su gemelo había amenazado a sagitario para tenerlo como su maestro, obtener la armadura y cobrarse su revancha por lo ocurrido en el comedor. Si eso llegaba a saberse…
—Mira, demente, no me interesa si te gusta hablar con tus amigos muertos o lo que sea, pero no te atrevas a difamar a mi hermano —exigió Castor con una voz fría y grave para hacerle sonar amenazante.
—Tu hermano se difama solo al tener esas raras actitudes respecto a MI amigo —remarcó mirando al azabache dormido—. Mira que rondar durante la noche por aquí, de no ser por León… —insinuó con cierto fastidio en su voz por la insistencia del semidiós.
—¡Eres un…! —exclamó Castor queriendo sujetar al demente por el cuello de la ropa.
—¡Castor! —llamó Nikolas al ingresar a la enfermería justo para presenciar lo que pretendía hacer—. ¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó acercándose rápidamente para poner distancia entre ambos.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó el aspirante de géminis viéndolo confundido—. Se suponía que debías quedarte a cuidar de los niños.
—Te estabas tardando demasiado —reprochó con disgusto mientras se cruzaba de brazos—. Dijiste que sólo le traerías la comida a Talos, pero nunca volviste.
El hijo del juez se dedicó a mirar de manera inquisidora a su amigo. Lo había notado nervioso y con una expresión de clara sorpresa en su rostro. No entendía el motivo de ello. Además de que también lo vio intentando actuar motivado por un enojo demasiado marcado. ¿Qué pudo haberlo llevado a perder la paciencia de esa manera? Por lo general el escandaloso y problemático solía ser Pólux, no Castor. ¿Acaso se equivocó de gemelo y estaba con la versión malvada sin notarlo?
—Talos no estaba —dijo Castor por respuesta mientras se le acercaba a su amigo para susurrarle al oído—. Este chico no está bien de la cabeza. Murmuró cosas sobre matar a Sísifo.
—¡¿Qué?! —gritó Nikolas alterado—. En ese caso debemos avisar a los dorados.
—Baja la voz —pidió el gemelo menor mirándolo con reproche—. No sabemos de lo que es capaz si pierde el control en estos momentos.
—Puedo oírlos ¿saben? —interrogó Argus de manera tranquila. Demasiado. Tanto que hasta sonaba desprovisto de sentimientos—. Y soy mucho menos peligroso que tu hermano que no deja de hablar del "beso" que le dio Sísifo.
—¡Mi hermano no es ningún peligro! —gritó el rubio en defensa de su consanguíneo.
—Para quienes no son niños o tienen cuerpo de uno —replicó Argus con burla.
—A Pólux no le gustan los infantes —replicó queriendo golpear al chiflado y lo haría si no fuera que estaba siendo retenido por Nikolas.
—Los infantes en general quizás, pero al igual que Tibalt no dejaban de rondar como buitres este lugar —explicó el menor de los presentes mientras tomaba por sorpresa incluso a Nikolas por la mención de su amigo—. Hasta la diosa Artemisa pensó en matarlos si le ponían una mano encima.
—Tibalt no es como esos semidioses —mencionó Nikolas en defensa de su amigo.
—Pólux tampoco es de ese tipo de persona —remarcó con enojo el rubio mirando a su amigo por la defensa al espadachín mientras condenaba a su gemelo sin piedad.
—Si Pólux no es de ese tipo de persona ¿por qué se alegró al imaginar que Sísifo estaba enamorado de él? —interrogó Argus con una sonrisa traviesa—. Tú eres su gemelo y sólo apoyaste un amor unilateral —dijo antes de dirigir su mirada hacia el hijo del juez—. Y tu amiguito el príncipe no es mucho mejor. ¿Prometerle su vida a Sísifo? ¡Ja! Con eso no conseguirá nada de él —afirmó.
Aquellas palabras fueron el motor de una discusión a gritos entre los tres. Por un momento Nikolas y Castor olvidaron que eran amigos. Todo porque había alguien a quien intentaban defender de tan graves acusaciones. Nikolas no tenía un buen concepto de Pólux y eso no era secreto, pero a Castor le fastidiaba que no se limitara a sólo velar por el príncipe, sino que recurría a atacar a Pólux para salvar la imagen del otro. Pese a que consideraba al espadachín su amigo también, si tenía que elegir entre él y su hermano optaría sin dudar por el segundo. Además de que también sabía, —por medio de las quejas del gemelo mayor—, sobre los andares nocturnos del otro cerca de Sísifo.
Mientras tanto en la quinta casa, el guardián de esta comenzaba a abrir sus ojos perezosamente. Había dormido muy profundamente como hace mucho tiempo que no hacía. Caesar al verlo despierto saltó de inmediato a la cama y le comenzó a lamer el rostro. León lo miró apenado por su comportamiento. El pequeño cachorro no mereció el trato que le dio anteriormente. Y hablando de malos tratos… Apolo se atrevió a noquearlo. Y no sólo eso. Sentía su cuerpo mucho más fresco y descontracturado. ¿Qué le estuvo haciendo mientras dormía? Se olió así mismo notando que tenía esencia de flores y probablemente hasta hierbas medicinales. Apreciaría el gesto tan amable si no fuera porque se dio cuenta de que se encontraba en la casa de leo. Entonces, ¿quién estaba con Sísifo? ¿Acaso estaba solo? O peor, a disposición de aquellos aspirantes degenerados.
—¡¿Y mi niño?! ¿Cómo está Sísifo? ¿Quién está cuidando él? —preguntó de manera atropellada al aire sabiendo que no obtendría respuesta alguna.
De sólo pensar en el semidiós o el espadachín que tanto lo acosaban aprovechándose de su ausencia para hacerle algo le hervía la sangre. Su cosmos ardió violentamente de sólo imaginarse la escena que podría encontrarse en la enfermería. Sin perder el tiempo comenzó a correr rumbo a donde descansaba sagitario. El resto de los dorados sintieron su despliegue de energía desde la cámara de Atena donde estaban reunidos con la diosa discutiendo acerca de la ausencia de algunos aspirantes. Ellos bien sabían lo peligroso que era el carácter de León y más en estos últimos días. Si dejaban que llegara solo quién sabía qué sucedería con el pobre desgraciado que estaba allí de relevo de Talos.
León corrió sin parar un solo momento como si su vida dependiera de ellos. Al llegar a la enfermería lo primero que escuchó fueron frases sueltas. Sin embargo, poco y nada le importaba darles contexto. Sólo le interesaba la parte en la que hablaban sobre como aquel pervertido semidiós pretendía a su pequeño. Y estando en esa situación donde sagitario no podía defenderse necesitaba de él más que nunca. ¿Qué haría si alguno de aquellos sátiros vestidos de hombres se propasaba con él sin que siquiera fuera consciente de la afrenta? Nada más entrar lo primero que vio fue a aquel aspirante de géminis cerca de la cama.
—¡¿Qué le estabas haciendo a mi hijo?! —interrogó el guardián de la quinta casa en un gruñido casi animal.
—Estábamos cuidándolo —respondió Castor tras notar la mirada del ex almirante sobre su persona.
—Pues ya estoy de regreso para cuidarlo. ¡Fuera de aquí! —ordenó mirándolo con odio.
En esos momentos, la furia de León al saberse engañado por el dios del Sol era tal que ni siquiera se había dado cuenta que quién tenía delante era Castor y no Pólux. Siendo gemelos el parecido físico era extraordinario. Sin embargo, el cosmos divino y el de un mortal eran muy diferentes. Cualquier santo de Atena era capaz de notar la diferencia a simple vista. Empero, el cosmos de León estaba ejerciendo una presión tal que no sólo los presentes sentían su inestabilidad, sino que el propio cuerpo del dorado seguro sentiría los efectos más tarde por forzarse de esa manera así mismo. Ante eso Argus observó con preocupación a su amigo en la cama. En esos momentos, Sísifo no contaba con su cosmos para resistir la presión de la habitación, por lo mismo se dispuso a hacérselo saber a León, pero éste comenzó a gritar nuevamente sin darle tiempo a decir nada.
—Tú y ese arrogante príncipe son unos cobardes —señaló el guardián del quinto templo observando con odio a Castor—. Siempre intentando dañar a mi niño y como nunca han podido con él en buenas condiciones quieren aprovecharse de que ahora se encuentra malherido —reclamó lleno de indignación.
—León escucha... —intentó razonar Argus con temor por el bienestar del arquero—. Talos me dejó cuidándolo. Nadie le ha hecho daño —explicó de la manera más suave que pudo.
—Talos —escupió el nombre con molestia el dorado—. ¡Ese maldito irresponsable dijo que cuidaría de mi niño mientras descansaba! ¿Y qué me encuentro al despertar? A un depravado semidiós aprovechando la ausencia de un adulto responsable, a un niño loco y a un seguidor de violadores —gruñó soltando insultos a diestra y siniestra.
Argus en comparación sintió que había salido bastante ileso de los ataques verbales. Todo mundo le decía que estaba loco, así que no se preocupaba demasiado por eso. Prefirió entonces ignorar las palabras del arconte del león para centrarse en preservar el bienestar de su amigo en lo que el adulto se calmaba. Por lo mismo, guardó silencio y sujetó la mano del arquero para revisar el estado de su cosmos. Aún seguía pensando en buscar indicios de su alma. Ahora más que nunca quería buscarla para saber si estaba siendo afectado o no por el peligroso y salvaje cosmos dorado. Sin embargo, era el único. Castor no sabía si serviría de algo decirle que no era Pólux. Para ese "gato sarnoso", como le decía el gemelo mayor, todo mundo era una amenaza para su "angelito".
—Deja de actuar como un gato rabioso —dijo Nikolas en un tono imperativo—. Te queremos ayudar, no quitarte a tu cría —afirmó con molestia por las acusaciones anteriores.
—¿Cómo me llamaste? —preguntó León acercándose a paso lento cual felino rodeando a su presa.
—Gato rabioso —repitió Nikolas sin siquiera titubear en su respuesta—. Eres un gato que se pone a arañar y morder a quien quiera acercarse a tu cría. Honestamente pareces una gata con temor de que se lleven a su cachorro apenas le quite la mirada de encima —regañó cruzándose de brazos.
Castor le dio un codazo en el costado del cuerpo a su amigo intentando hacerle ver lo peligroso que era seguir provocando a un dorado. Ellos ya habían visto de lo que era capaz estando enojado. Y si no cerraba la boca por preservar la integridad de ellos mismos, al menos debería de tener consideración por Sísifo quien necesitaba reposo. Mas a este paso era probable que lo terminaran mandando al descanso eterno. Argus intentaba concentrar su cosmos para ayudar a su amigo, pero incluso las almas que siempre lo acompañaban estaban siendo oprimidas de manera dolorosa por el santo de leo. Incluso estaba causando daños a las paredes, creando resquebrajes en la estructura. Y para empeorarlo todo, Nikolas no se cerraba la boca.
—¡Tú no tienes ningún derecho a sermonearme! —exclamó el dorado cerrando sus puños y abriéndolos repetidas veces conteniéndose de golpearlo—. Eres inferior a mí en todo sentido, eres menor en edad, rango y ni se diga lealtad —gruñó con furia.
—La edad y el rango no importan cuando se trata de defender lo que es justo—replicó Nikolas de manera firme.
—¿No era esa tu excusa cuando el príncipe de segunda y tú junto a los demás aspirantes hablaban mal de mi niño? —preguntó con rencor, pues era consciente de las cosas que se decían de sagitario a sus espaldas—. Eras de los primeros en decir que Sísifo era un envidioso que trataba de manera injusta a ese violador al que adoras.
—Ese fue un error por el que Tibalt y yo nos arrepentimos —admitió el hijo del juez impotente de no haber sido tan intrépido como su amigo para emprender la aventura.
—¡¿Y de qué sirven sus arrepentimientos?! —gritó con rabia sin controlar en lo más mínimo su cosmos, el cual creaba fuertes ventiscas que obligaban a los presentes a cubrirse con sus antebrazos—. ¡Por salvar a traidores como ustedes es que ahora está casi muerto! —gritó elevando aún más su cosmos.
—¡Alto ahí, León! —ordenó la diosa Atena apareciendo delante de Nikolas.
La diosa de la guerra se tuvo que teletransportar hasta la enfermería sabiendo que sus santos dorados no llegarían a tiempo para evitar una tragedia. Ellos habían salido de la reunión que tenían con su permiso por ser una situación atenuante. Mas al darse cuenta de que el cosmos de ellos seguían demasiado lejos, ella tuvo que intervenir personalmente. Como si no tuviera suficientes problemas con sus medios hermanos, era su santo quien también le creaba otro disgusto. Los dioses regentes del cielo habían explicado cada uno sus motivaciones y sus limitaciones respecto a ayudar a Sísifo, mas nada les impedía "ayudar a que lo ayuden". Ese par había sido mal influenciado por sagitario, pues se habían vuelto aún más descarados al momento de salirse con la suya. Para colmo Atena estaba segura de que su querida hermana estaría planeando algo contra el santo que insinuó su participación.
El dios pelirrojo había usado su prodigiosa velocidad para llegar antes que nadie y sujetar a León suavemente. Artemisa seguramente tardaría más en llegar donde ellos debido a su vestido. Detalle irónico. La diosa de la luna quien despreciaba todo lo femenino como símbolo de promiscuidad y frivolidad, vestía de una manera muy bonita cuando no estaba cazando. Dejando eso de lado, la deidad de la guerra volvió a concentrarse en el problema que tenía delante. Atena hizo sentir su poderoso cosmos divino buscando aplacar el de su santo dorado. Sin embargo, esa acción estaba quemando las almas de los difuntos presentes. Se habían regresado a su forma de fuegos fautos y se acercaron a Argus buscando su protección. Siendo el único que podía, o quería, prestarles atención sólo podían recurrir a su ayuda para evitar desaparecer de la existencia. Para empeorar la situación, el dios del Sol también se había hecho presente.
—Los dioses están quemándonos con su cosmos divino —susurró una de las almas a Argus poniéndolo en alerta.
—Vengan dentro de mi cuerpo —ordenó a las almas el menor mientras observaba curioso a Sísifo dándose cuenta de un detalle importante—. ¡Castor ayúdame! —gritó mirando al gemelo menor, quien sólo puso una cara de extrañeza—. El cosmos de Sísifo, ¡lo sentí! —gritó preocupado.
—Eso es bueno ¿no? —preguntó Castor sin saber qué decir exactamente cuando tenían a dos dioses, un dorado y un aspirante impertinente matándose con la mirada y el cosmos.
—¡No lo entiendes, idiota! —gritó Argus con desesperación—. El alma de Sísifo es como una vela extinguiéndose y el cosmos en esta habitación es como el viento. ¿Entiendes? ¡Lo van a terminar matando! —gritó desesperado—. Debemos protegerlo del poder aquí.
—¿Cómo hacemos eso? —interrogó Castor viendo con molestia como los demás parecían no estar prestando atención a lo más importante.
—Cúbrelo con tu cuerpo y tu cosmos —aconsejó Argus.
—Y si la solución es esa, ¿por qué no lo haces tú? —interrogó el aspirante de géminis.
—Estoy usando mi cuerpo y cosmos para proteger las almas de mis amigos —respondió rápidamente.
Castor dio una última mirada a su alrededor esperando ver un poco de sensatez de los demás, pero nada. León seguía actuando como un animal salvaje intentando atacar a Nikolas, quien se mantenía detrás de la diosa de la guerra. Apolo pese a estar presente sólo estaba hablando con su interés amoroso intentando tranquilizarlo con palabras dulces. Cortejo que era respondido por reclamos debido a la manera en que lo sacó de la enfermería el día anterior. Si el niño loco tenía algo de razón, el viaje de su hermano sería completamente en vano. Dejó de pensar en ello cuando vio una jarra cayendo de la mesa de noche debido a la energía corriendo por el lugar. Aun si Argus se equivocaba sobre la señal del alma de sagitario, el techo dejando caer hilos de tierra y pequeños pedazos de roca que sin dudas eran reales.
—¡Maldita sea, Pólux! —exclamó el gemelo menor abrazando el cuerpo del niño convaleciente mientras hacía fluir su cosmos a través de su cuerpo para envolver también al niño—. Tú y tu novio me la deben, estafador —protestó mirando al azabache.
"Idiota". Escuchó Castor en su mente observando sorprendido al menor que tenía entre brazos. ¿Había alucinado? Podía jurar que escuchó su voz en su cabeza insultándolo. ¿Podía ser posible que realmente estaba reuniendo su cosmos para despertar? Las acciones del gemelo menor llamaron la atención del guardián de la quinta casa, quien malinterpretó ver al rubio sujetando a su niño entre brazos. De inmediato, se lanzó listo para atacarlo hasta darle muerte de ser necesario. Atena iba a detenerlo usando su confiable Nike. Nada que un buen golpe a la cabeza no solucionara, pero Apolo intentaba aplacarla para que no le dejara en coma a su futuro amante.
—¡León espera! —pidió el pelirrojo sujetándolo por los hombros.
—¡Quítate de mi camino! —ordenó León lleno de furia—. ¿No ves que ese pervertido semidiós está manoseando a mi hijo? ¡Y sin importarle que haya gente presente! —rugió nuevamente.
—¡Lo está protegiendo! —defendió Argus alzando la voz—. Sentí una señal del alma de Sísifo, pero fue demasiado tenue y efímera.
—¡Deja de mentirme sólo para defender a ese violador! —reclamó el ex almirante.
—El niño no miente —confirmó Apolo con seriedad logrando que León se quedara tan estático como si fuera una estatua—. El alma de Sísifo está volviendo a manifestarse.
—¿En... en serio? ¿No estarás mintiendo o sí? —preguntó el guardián de la quinta casa corriendo hacia la cama sin importarle nada.
Castor al ver que el peligro había cesado soltó el cuerpo de sagitario y lo dejó en manos de su padre adoptivo. León de inmediato se acercó a él y lo abrazó igual que el aspirante de géminis hizo anteriormente. Concentró su cosmos e intentó hacerlo fluir al cuerpo del más pequeño. El arconte del león tenía los ojos cerrados y todo a su alrededor era completa oscuridad hasta que consiguió sentir algo similar a una chispa. Abrió los ojos, sorprendido. Pese a que su hijo seguía con los ojos cerrados sí logró captar algo de vitalidad en su interior. Una señal que antes no se encontraba allí. Sonrió aliviado. Era como si toda la esperanza que antes creía perdida estuviera restaurándose sólo por esa pequeña muestra de su cosmos.
Por su lado, el dios del sol se encontraba intrigado por lo que hizo aquel aspirante a santo. Desde hacía tiempo que sabía acerca de los fuegos fautos a su alrededor. Eso era más común de lo que las personas quisieran creer. Especialmente aquellos que habían vivido entre muerte o tenían facilidad para atraer esas entidades terminaba cual perro callejero con garrapatas. Los mortales ni siquiera sabían de ello, de lo contrario serían incapaces de hacer su vida normal sabiendo que entidades que pertenecían al inframundo se aferraban a ellos. Es más, en ocasiones ni los semidioses siendo poseedores de cosmos divino los notaban. Pólux y Hércules eran rondados constantemente por las almas de aquellos que no encontraron descanso eterno por su culpa, pero ninguno les prestaba atención. Había creído que el niño estuvo inventando que los entendía, pero ahora veía que era verdad.
"A Hades no le gustará esto". Pensó el pelirrojo previendo problemas a futuro.
CONTINUARÁ…
