Cap 59: Votación

Atena estaba enojada, realmente enojada de que su ángel quisiera enfrentar ese problema solo. De no recibir ayuda terminaría en manos de Hades, pero ese cabeza hueca pensaba más en no poner en riesgo a los demás ¡de nuevo! La razón de estar en tal estado fue por salvar decenas de vidas. Agradecía no haber perdido a todo su ejército por culpa de Hércules, pero no pagaría con la vida de Sísifo conservar a aquellos traidores. Usaría lo necesario para presionarlo y hacerle entender que debía regresar con ella como fuera. Y si había alguien que conseguía doblegar la voluntad de sagitario con apenas unas cuantas palabras, ese era el guardián de la quinta casa.

—Eres una maldita —insultó Sísifo por lo bajo.

No es que sus palabras fueran mentira. La diosa de la sabiduría conocía bien ese lado de Sísifo. Solía elegir tareas o misiones acordes a la capacidad de la persona a la que se lo encargaba. Nunca más allá de sus límites. Si sentía que había un peligro mortal acechando los resguardaba a la brevedad. Aún si eso significaba que su propia vida era la que corría más riesgo. Cuando se enteró de los detalles del plan de Sísifo contra Hércules, lo primero que notó Atena fue que dejó totalmente fuera del asunto a Shanti valiéndole que fuera dorado, a Adonis lo dejó en la retaguardia, a Ganímedes lo puso de niñera para los gemelos y a Miles y Argus los mandó con Talos a esconderse junto a los niños. Según su esquema, habría sido una lucha de uno contra uno de no ser por la intervención de Pólux.

—Ahora que lo pienso, el caballo enano me quería dejar fuera de la pelea contra Hércules —pensó en voz alta tras las palabras de su media hermana exponiendo a Sísifo.

—Tú querías confinarme a mi templo cuando supiste lo de mi sangre —protestó el estafador con enojo al recordar que lo noqueó.

—Te hubiera llevado al mío si era necesario —confesó el semidiós con honestidad.

—Tú no tienes templo —le recordó la deidad viéndolo con una ceja alzada.

—Todos sabemos que géminis será mía tarde o temprano —presumió el hijo de Zeus con el mentón en alto.

Los presentes sabían que eso era más que probable. Además de que la armadura de géminis ya había respondido al llamado de los gemelos en dos ocasiones anteriores. Estaba cantado que ellos la obtendrían. Hecho que le parecía injusto a Nikolas, pues les habían dicho que las armaduras debían ganarse mediante torneos, pero de forma nepotista esa fue apartada para el medio hermano de Atena. Eso hacía completamente inútil el entrenamiento y esfuerzo por conseguirla. Sin embargo, no alcanzó a quejarse en voz alta debido a las palabras de sagitario.

—Pólux —llamó Sísifo con voz algo insegura impropia de él—. Cuando vuelva hay algo que quiero decirte a solas —confesó con algo muy similar a la timidez.

—Dímelo ahora —ordenó el gemelo mayor intrigado por aquellas palabras.

—Todos están escuchando sería vergonzoso —se opuso el niño nuevamente agradeciendo que nadie pudiera ver su rostro en ese instante.

—Ni se te ocurra dejarme con la duda —advirtió el semidios perdiendo la paciencia—. ¡Dímelo ahora! –ordenó ansioso.

—No, te lo diré en privado cuando vuelva —insistió Sísifo sin dar su brazo a torcer.

—Ese tipo de frases son de mala suerte —se quejó el rubio mayor comenzando a hacer berrinche—. ¡Habla ahora maldito seas!

Sin embargo, ya no hubo respuesta. La comunicación con el alma de Sísifo se había cortado.

—¿Qué pasó? —preguntó Pólux alterado mirando directamente hacia donde estaba el médium.

—Ya no aguanto más —jadeo Argus agotado por el esfuerzo que supuso mantener esa conexión con el Yomotsu tanto tiempo—. Mi cosmos y cuerpo tienen un límite para hacer de médium —avisó apoyándose en el borde de la cama de Sísifo para no caer directamente hacia el suelo.

—¡Llámalo de nuevo! —exigió el semidiós sujetando al menor de la túnica—. Necesito saber qué quería decirme —dijo mientras sacudía al pobre Argus como si fuera un muñeco de trapo.

Como había explicado el aspirante a santo, su cuerpo no podía seguir manteniendo la conexión con el inframundo más tiempo o su vida podría peligrar. Sabiendo eso, la diosa Atena dejó de transmitir su cosmos divino a su cuerpo. Las grandes cantidades podrían sobrepasar sus límites y tener consecuencias desastrosas en el cuerpo del mortal. Por lo cual, dejó de hacerlo y en ese momento también cortó inconscientemente el que estaba destinando a mantener a León en su sitio para que no atacara a nadie durante la discusión.

León apenas tuvo la oportunidad se lanzó queriendo matar a Nikolas. Lo último que deseaba era que su niño estuviera en los dominios de los dioses que tanto odio le guardaban. También estaba molesto de saber que su hijo deliberadamente lo alejó del peligro y se expuso así mismo. Aún recordaba que aquellas flechas que drenaban cosmos fueron algo preparado especialmente para deshacerse el arquero según las palabras de Atena en aquel momento. Aunque quisiera investigar el asunto le era imposible. Pero nunca dejó de pensar en qué pudo hacer mejor y ahora se enteraba de que Sísifo, –quizás intuyendo o conociendo aquella trampa—, se lanzó de cabeza para no arriesgarlo a él.

El semidiós de cabellos rubios sintió la ráfaga de aire provocada por el arconte del león al ir por su presa. Era bastante veloz. Tanto que cualquier simple mortal sería incapaz de reaccionar a tiempo para esquivarlo. Por lo mismo, el aspirante de géminis se arrojó sobre él y lo hizo caer en el suelo donde presionó el cuello del ex almirante con su antebrazo para que no intentara escaparse.

—Cálmate, gato sarnoso —ordenó Pólux reteniendo al dorado.

—¡Quítate de mi camino! —protestó el ex almirante forcejeando con él.

—No, no puedes matarlo, aunque se lo merezca —argumentó el hijo de Zeus con seriedad.

—A pesar de que mi niño le salvó la maldita vida a él y su amigo, está culpándolo por cosas que sucedieron mientras él está en coma. ¡Es injusto! —exclamó el guardián de la quinta casa con gran furia e indignación.

—¿Crees que no lo sé? —cuestionó el rubio inmortal igualmente indignado y molesto—. Yo mismo quiero darle la paliza de su vida. Es más, si me dijeran que para despertar a Sísifo hay que matarlo lo haría de inmediato —confesó.

—¡¿Cómo?! —preguntó Nikolas preocupado por los extremos a los que llegarían esos dos para salvar a sagitario.

—Pero ¿sabes por qué no lo hago? —interrogó Pólux a León sin contestar a la pregunta del hijo del juez—. Cuando estos traidores se pusieron del lado de Hércules e insultaban a Sísifo, él de todas formas los salvó. Usó su propia sangre y cosmos para rescatar sus patéticas vidas. Cuando le dije que los abandoné, me dijo que no lo hacía por ellos sino por él mismo, porque no quiere vivir con arrepentimientos —explicó cerrando los ojos esforzándose en recordarse así mismo que no debía matar a Nikolas—. Si los matas en su nombre harás que su sacrificio se vuelva inútil. Por eso debes soportar. Traeremos a Sísifo de regreso como sea, pero no lo deprimas haciendo inútil su esfuerzo —pidió con un tono de voz que sonaba suplicante—. Este idiota lo acusó de causar desgracias, ¿cómo crees que se sentiría el caballo enano si se lo confirmas matando a este enclenque? —interrogó serio.

El ex almirante se detuvo en su intento de ir a matar al aspirante y razonó las palabras del gemelo mayor. Odiaba darle la razón. En serio lo odiaba y sólo aumentaba su molestia contra el aspirante darse cuenta de ese hecho. Sin embargo, era verdad. Lo último que necesitaba Sísifo al despertar sería toparse con la noticia referente a que por culpa suya hubo otra muerte. Una que probablemente no implicaría sólo la ejecución del hijo del juez. Pólux soltó un suspiro preguntándose por qué todos los signos fuego eran tan impulsivos e imprudentes. Sólo sabían causar problemas cuando algo se les metía en la cabeza y para colmo, eran obstinados en obtener lo que querían.

—No tendría por qué enterarse —murmuró León un poco más calmado.

—Sería imposible —respondió Pólux alejándose lentamente del otro al darse cuenta de que ya no necesitaba retenerlo—. Literalmente se enterará de todo lo que hicimos y dijimos en su ausencia gracias a los fantasmas y el loquito de por allá —mencionó señalando a Argus con la cabeza.

—Puedo oírte —se quejó el aludido una vez que se sentó en el suelo estando un poco más recuperado.

—Sí te vas a enterar de todas maneras mejor te lo digo en la cara —afirmó despreocupado el aspirante a géminis antes de volver su vista a León quién se estaba levantando del suelo—. Tú eres alguien muy importante para el estafador. Si te metes en problemas por violar las normas del santuario y mi hermana te castiga por ello. Él se pondrá triste —le recordó—. Si sientes deseos de matar a alguien sólo pregúntate esto: ¿Perjudica a Sísifo? Si la respuesta es "no", lo haces. Si la respuesta es "sí", no lo haces —instruyó de manera calmada y segura—. Es lo que yo me repito a menudo cuando estos inútiles me sacan de quicio.

León estaba bastante sorprendido de hasta donde podía llegar el discípulo de su niño por su bienestar. Y eso lejos de gustarle lo molestó. No le agradaba saber que había alguien que se preocupaba tanto por los sentimientos de su niño y menos si esa persona era alguien con tan mala fama como Pólux. Iba en contra de su filosofía y naturaleza juzgar a alguien por los rumores, pero con este semidiós podía hacer la excepción. Claramente buscaba seducir a su niño y actuando de esa manera seguramente iba a conseguirlo en poco tiempo. De hecho, comenzaba a sospechar que el beso no era sólo para pasarle sangre, lo más probable es que sanarlo era la excusa para poder besarlo.

—El amor te ha cambiado mucho, hermano —murmuró sorprendido Castor, pues nunca había visto a su hermano preocuparse tanto por los sentimientos de nadie.

—Quiere la bendición del suegro para desflorarlo —mencionó Atena metiendo cizaña sabiendo del carácter sobreprotector de León.

—No sean idiotas, no estoy enamorado de él y no busco llevarlo a mi lecho —se defendió Pólux ofendido de aquellas acusaciones.

—No es lo que mis amigos me dije... —habló Argus siendo rápidamente interrumpido.

—No necesitas escuchar todo lo que dicen tus chismosos y muertos amigos —se quejó el semidiós temiendo ser expuesto—. Además, claramente es Sísifo el que está enamorado de mí —afirmó orgullosamente.

Varios de los presentes tenían dudas acerca de esa afirmación. Estaban más inclinados a pensar que el interés era al revés. Y en esa enfermería era difícil no encontrar alguien que supiera algo cuestionable, por decirlo menos, de la actitud del semidiós. Tres de ellos literalmente vieron sus recuerdos acerca de su encuentro nocturno, otros tres estuvieron presentes durante la reunión con los dioses y Castor, —el pobre gemelo menor—, literalmente oía todo el tiempo a su hermano hablando de su maestro. Quienes no estaban tan enterados acerca de sus desventuras, igualmente conocían varios rumores sobre las interacciones sospechosas del aspirante géminis y el arquero.

—¡Es un niño! —reclamó Tibalt recordando aquellos sospechosos recuerdos que vio del semidiós con sagitario—. No sabe lo que hace, dice o siente todavía tiene mucho por aprender —defendió vehementemente.

—Créeme él es muy maduro para su edad —afirmó el hijo de Zeus sabiendo perfectamente que Sísifo le superaba por varias vidas.

El problema de eso era que pocos sabían la edad real del arconte del centauro. En su gran mayoría todos lo creían un niño prodigio con más conocimientos de los que se esperarían de alguien tan joven.

—No importa que tan maduro actúe o lo bien que se desenvuelva como líder y guerrero. No deja de ser un pequeño que no sabe nada del amor y menos de las relaciones carnales —explicó el espadachín queriendo defender al menor.

—A su edad ya puede ser eromeno si quisiera iniciarse —habló Pólux de manera despreocupada.

—No vas a iniciar a mi hijo en tu depravación —amenazó León viéndolo como veía con anterioridad a Nikolas.

—No puedes hacerme responsable de sus sentimientos por mí —expresó el semidiós de manera dramática.

—¿Sus... qué? —interrogó León luchando por conservar la paciencia que tanto le había costado reunir.

—No lo culpo por tener buen gusto al fijarse en mí —dijo peinándose su propio cabello dorado con la mano—. Después de todo soy alto, guapo, poderoso y un ser divino sin igual. Cualquiera se enamoraría de mí.

—Estás delirando, hermano —dijo Castor colocando una mano sobre su hombro para que dejara de dañar su propia reputación.

¿Era idea suya o cada vez que sagitario era el tema de discusión su hermano se autosaboteaba más fácilmente?

—No son delirios —exclamó el rubio mayor indignado de que su propia sangre le hablara de esa manera—. Tú también lo oíste quiere confesar su amor por mí.

—Sólo dijo que quería hablar contigo a solas —le recordó Tibalt algo inseguro sobre las intenciones del arquero al respecto.

—Es obvio que quiere declarar su amor por mí por eso le daba pena decirlo delante de todos ustedes —declaró Pólux con una confianza inquebrantable—. Sabe que será rechazado y por eso no quiere que su vergüenza sea pública.

—Mi niño jamás tendría tan mal gusto como para enamorarse de alguien como... —dijo León interrumpiéndose así mismo antes de terminar.

" La maldición de Eros". Pensó el guardián de la quinta casa. Sostenía lo dicho anteriormente, su niño no tendría tan mal gusto de fijarse en alguien como el semidiós molesto, pero si incluía aquella flecha del amor que atravesó su corazón. Miró largamente al aspirante de géminis con claro disgusto; era arrogante, molesto, egoísta, con gusto por los más pequeños y, sobre todo: era un hijo de Zeus. Era todo lo que su hijo no podía tolerar. Entonces si había un buen candidato para activar esa maldición era este tipo desagradable. Y no era el único sintiéndose preocupado por ese mismo asunto. Adonis sentía que sus preocupaciones anteriores eran confirmadas. Mas, ambos dorados sin saberlo pensaron igual al respecto. Lo primero era rescatar a Sísifo del inframundo y ya luego verían el asunto del semidiós y la maldición.

—Hey, gato sarnoso ¿por qué me miras así? —interrogó Pólux molesto por el insulto, pero curioso del motivo para detenerse a la mitad de este.

—Nada —respondió León con frustración mirando hacia otro sitio con molestia.

No era momento aún de hacerle saber cuál era su lugar. En cuanto pudiera el arconte del león estaba decidido a alejar al semidiós de su hijo. Aun recordaba que había intentado chantajear a su hijo y éste consciente de sus intenciones tenía una trampa preparada. Pólux aún no había obtenido la armadura de géminis y podía estar refinando sus planes con el nuevo conocimiento acerca de la red de información fantasmal de sagitario. Si su niño tenía algo en mente o no, era de su completa ignorancia. Sabiendo que cualquier cosa peligrosa o arriesgada le sería ocultada por su pequeño, ya no podía fiarse de lo que creía saber sobre él.

—Necesitamos de la ayuda de un dios que nos permita llegar hasta donde se encuentra Sísifo para poder rescatarlo —expresó la diosa para volver a retomar el punto de discusión anterior.

—Hay un dios lejano, Atena, que nos cumpliría cualquier deseo a cambio de que le arranquemos el corazón a alguien en su nombre —comentó Shanti en un susurró.

—¡No le des ideas, cieguito! —gritó Nikolas preocupado por las afirmaciones anteriores.

—Llámalo —ordenó Pólux mirando al santo de virgo—. Hay unos cuantos que puedo darle sin remordimiento —dijo observando a los presentes en la habitación listo para ofrecer a unos cuantos que le caían mal.

—Eso es inhumano —se quejó el hijo del juez—. ¿No piensas en tus compañeros?

—La única vida que me importa es la mía y la de Castor. Los demás pueden morirse y no me importara —afirmó el gemelo mayor sin una pizca de arrepentimiento.

—No dijiste lo mismo sobre Sísifo —expuso Argus de manera traviesa listo para cobrarle haberlo sacudido sin cuidado anteriormente—. Hasta deseabas haberlo confinado en su templo para que Hércules no lo toque.

—Ya, ya —calmó la deidad dirigiéndose a todos los presentes—. No se peleen por esas cosas. Hablé con el dios Hermes, así que no hay necesidad de llamar a otros por motivos personales —expresó viendo a Pólux con los ojos entrecerrados.

—Hermes es quien se encarga de guiar las almas al inframundo —comentó Adonis pensativo—. Él seguro sabrá dónde encontrarlo, pero al haber tantas almas se localizaría a Sísifo en menos tiempo con más ayuda.

—Él hará de guía, pero seríamos nosotros mismos quienes traigamos a Sísifo al mundo de los vivos. Para ello necesitaré de un grupo de valientes que se adentren en los dominios de Hades —explicó la diosa Atena.

—¡Eso sería absurdo y sumamente peligroso! —reclamó Nikolas con enojo—. Él mismo dijo que no fuéramos a buscarlo.

—¡Tú no deberías opinar siquiera! —reclamó Giles igualmente furioso—. Si eres tan cobarde de no unirte a la aventura, quédate fuera del camino. ¡Yo iré! —declaró con un grito de guerra.

—No, no lo harás —expresó Talos con un tono de voz autoritario—. No vas a exponerte nuevamente a un peligro mortal sólo para que te traten como alguien desechable —dijo observando acusatoriamente a León.

—¿Dejarás morir a mi niño sólo por haber discutido conmigo? —demandó saber León con disgusto.

—Debo velar por el bienestar de mis niños primero —afirmó el guardián de la segunda casa.

—Valientes palabras, ¿dónde están todos esos niños a tu cuidado en tu ciudad anterior? —preguntó con clara malicia sabiendo de aquella tragedia.

—Eres un maldito —acusó Talos queriendo ir a golpearlo en ese mismo momento—. Me cuesta creer que alguien como Sísifo fuera criado por alguien como tú —gruñó.

El santo de tauro estaba conflictuado también con la situación. Apreciaba a Sísifo y quería salvarlo, pero ellos eran mortales. Invadir los dominios de Hades y salir con vida sin consecuencia alguna era un milagro de héroes de la talla de Hércules. Pese a que su admiración y respeto por este último habían desaparecido por completo, le era imposible negar su poder y fuerza. No quería perder a sus pequeños, así que no les dejaría ir a ese sitio, pero si le daban la misión de ser parte del grupo que iría por él aceptaría. Ponerse en peligro así mismo de manera estúpida sólo causaría dolor a sagitario, pero si la diosa evaluaba sus habilidades como útiles y suficientes cumpliría su tarea.

—La voluntad de los dioses dicta que sagitario ha llegado al final de sus días debemos obedecer sus mandatos —expresó Aeneas en voz alta.

Todos sabían que aquellas palabras claramente venían del santo de virgo, quien se veía ahora como un cobarde claramente. Pues estaba oculto detrás de su discípulo evitando las miradas de los presentes, especialmente las de Giles y León. Ellos dos anteriormente habían perdido el control y lo lastimaron mucho con sus palabras. Lo suficiente como para que, de momento, fuera incapaz de expresarse libremente. El otro que guardaba silencio era Miles. Apenas había conseguido despertar y escapar de las garras de la muerte cuando nuevamente se estaba debatiendo otra misión suicida. Al observar el escorpión dorado parecía estar listo para la batalla, pero eso lejos de darle paz, le generaba ansiedad. Esa cosa pretendía subirse encima de su cuerpo y él se negaba a permitírselo.

—Dado que solicité la participación de una misión tan peligrosa, creo que lo justo es permitirles expresar sus opiniones a través de votos —explicó la diosa Atena—. Santos dorados, les pido que voten a favor o en contra de la realización de esta misión.

—A favor de ir a salvarlo —afirmó León con fiereza.

—La voluntad de los cielos están en su contra —dijo Aeneas.

—Tú no eres dorado, sólo eres un aspirante —reclamó Pólux viéndolo con enojo.

—Hablé en nombre de Virgo como su vocero solamente expresando su voluntad —respondió el discípulo del invidente.

—En ese caso también deberíamos contar el voto en contra del propio Sísifo —mencionó Talos.

—¡Él está en coma! —argumentó León con enojo.

—Pero hablamos con él y la diosa Atena dijo que los votos de todos los dorados valían —contraargumentó el guardián de la segunda casa—. Son tres votos contra uno.

—¡Atena! —llamó el guardián de la quinta casa queriendo confirmar si eso era válido.

—Tauro, virgo y sagitario votaron en contra. Leo a favor —respondió ella llamándolos por sus signos zodiacales.

—Yo voto por ir a salvarlo —declaró Adonis con convicción—. Eso hace un total de tres a dos.

—Nosotros también votamos a favor —intervino el semidiós.

—Tú no eres un dorado —mencionó Aeneas con disgusto.

—Podemos llamar a géminis a voluntad es cuestión de tiempo que sea nuestra —defendió el inmortal cruzándose de brazos orgullosamente.

—Eso hace cuatro votos a tres —mencionó Castor.

—Dado que representan a géminis, sólo es un voto —aclaró Atena—. Así que son tres a tres—. Miles dinos tu voto —ordenó la diosa.

—Pero no soy un dorado —dijo confundido por ser llamado a esa votación.

—La armadura dorada de escorpio te pertenece, aunque no te haya vestido aún —expresó la diosa de la guerra—. Por ende, el voto correspondiente a escorpio es tuyo.

El ex eromeno se sintió entre la espada y la pared. Todos los ojos estaban sobre su persona esperando oír su voto. No necesitaba de palabras para saber lo que estaban pidiendo. Los bandos eran claros y presionaban sólo con su presencia. Eligiera lo que eligiera le ganaría el odio y enemistad de la mitad de los presentes. León se veía especialmente inquieto como si esperara que dijera algo incorrecto para atacarlo como hizo con todos los demás. Pese a las palabras del gemelo mayor, no sabía si su voto desempatando las cosas sería de alguna ayuda. No quería poner a otros en peligro, pero tampoco sentía correcto contribuir a la muerte de su amigo.

—¡Yo no lo sé! —gritó Miles sujetándose la cabeza con las manos—. Sólo saquen esa cosa de aquí. No la quiero ver —pidió señalando la armadura del escorpión dorado.

Talos se le acercó de inmediato al verlo temblando asustado. Su respiración estaba volviéndose irregular haciendo saber al guardián de la segunda casa que Miles estaba por experimentar un ataque de pánico. Además, quería mantenerse cerca por si las malas mañas de León se manifestaban. No iba a permitir que intentara golpearlo o algo similar sólo por no decir lo que deseaba oír. Y se lo hizo saber a través de un mirara de advertencia mientras abrazaba protectoramente al ex ladrón. Viendo como estaba yendo las cosas la diosa Atena decidió dejar su voto como algo neutral debido a su estado mental actual.

—Yo voto en contra —afirmó Ganímedes causando la sorpresa e ira de varios.

—Ganímedes —susurró piscis sorprendido.

—¡Lo sabía! —exclamó León con disgusto—. Eres un traidor que sólo desea la muerte de mi niño.

—Él mismo ya se dio cuenta de los problemas que causa y eligió apartarse del camino —le recordó acuario—. Eres tú quien se aferra a su vida de manera enfermiza —acusó el principe de hielo—. Esto nos deja con cuatro votos en contra y sólo tres a favor.

—No —susurró León devastado por ese resultado, pero dirigió su mirada a la diosa—. ¿Atena?

—Permití la permanencia de los aspirantes para que sus votos también pudieran ser tomados en cuenta dados sus loables intentos por traer el agua de la vida —explicó ella sin ninguna expresión en el rostro—. ¿Y ustedes que dicen? —preguntó a los aspirantes—. De momento, leo, piscis, géminis son los que votaron a favor. Tauro, virgo, acuario, sagitario votaron en contra y escorpio es neutral —enumeró para recordárselos.

—Yo voto a favor —dijo Giles quien se levantó de la cama todo enojado—. Vamos cuatro a cuatro ahora.

—Yo sigo la voluntad de mi maestro así que votaré en contra —respondió Aeneas casi de inmediato—. Cinco en contra y a cuatro a favor —dijo haciendo el conteo.

—Yo voto a favor —declaró Argus con firmeza—. Y seré de los que vayan personalmente a buscarlo —decidió sin consentimiento de nadie—. Vamos cinco a cinco.

—Yo también voto en contra afirmó —votó Nikolas mirando significativamente a su amigo—. No voy a ver morir a un buen hombre sólo por su obsesión con un favor que no pidió —explicó sabiendo que le entendería pese a la implícita declaración—. Seis en contra y cinco a favor.

—Nikolas —susurró sorprendido el príncipe de Siracusa por tal decisión—. Yo voto a favor de salvarlo —declaró con firmeza viendo con desafío a su amigo—. Seis contra seis. Es un empate —murmuró pensativo.

—¿Qué procede en este caso? —interrogó Nikolas queriendo conocer el desempate.

Todos estaban tensos e igualmente expectantes. La votación no había conseguido definir la resolución a la que llegarían respecto a ir en busca o no de sagitario. Y de tener que extender la votación a los demás habitantes del santuario sería un total descontrol debido a la cantidad, a la falta de organización y el tiempo limitado. Hermes volvería a la mañana siguiente y ellos debían estar listos en caso de emprender dicha travesía.

—Falta mi voto —afirmó la diosa de la guerra—. Y voto a favor de salvar a Sísifo —declaró para alegría de quienes querían intentarlo.

—¿Y nuestra opinión no importa? —preguntó Nikolas indignado por esa solución—. ¡¿Para qué nos hizo votar entonces?! —gritó con furia.

—Por supuesto que sus opiniones son tomadas en cuenta por eso se les permitió votar —le recordó la deidad viéndolo con una media sonrisa—. ¿No tengo yo el mismo derecho?

—Con todo respeto no es usted la que tomara el riesgo yendo al inframundo —replicó el hijo del juez.

—¿Tú irás al inframundo? —cuestionó Atena con calma.

—Si es voluntario no, pero... —quiso argumentar siendo interrumpido.

—Entonces guarda silencio —sentenció la diosa de la sabiduría dando por finalizada esa charla.

Con aquella última frase la deidad dio por finalizados los posibles reclamos o debates al respecto. Sin necesidad de ser instruidos sabían que era hora de que todos los que no estaban heridos se fueran del lugar. Se les había permitido votar y elegir participar o no. Entre los primeros queriendo irse de allí se encontraba Aeneas. El mencionado ayudó a su maestro a moverse hacia la puerta. El invidente había sido tratado por el santo de piscis, pero ocupaba reposo luego de pasar por tanto estrés. Por lo mismo, el lugar ideal era la casa de virgo. Su lugar privado donde él era el amo y señor. Shanti volteó hacia Giles antes de cruzar la puerta. Pese a no verlo esperaba que le dijera algo, pero el muviano sólo hizo un puchero y giró la cara, más molesto que antes a causa del voto que dio.

—Ganímedes —llamó Talos con cautela acercándose al santo de acuario —. ¿Ya puedo llevarme a Giles y a Miles? —cuestionó observando al nuevo santo de escorpio.

El guardián del segundo templo no quería estar en el mismo espacio que Sísifo y León. Sostenía que no odiaba al primero y tampoco lo culpaba por la discusión. Él mismo había optado por el bien de la mayoría, pero no podía negar que la causa de la pelea entre Giles y Shanti seguía siendo sagitario. No podía obviar que en su consciencia pesaría haber elegido abandonar al arquero. Prácticamente pidió matar a un niño. Y León no perdería oportunidad de recriminárselo. Empero, no se iría solo por temor a que su enojo fuera pagado con Giles y Miles por el fallo del agua de la vida. Era mejor llevárselos a un sitio seguro.

—¿Miles puede ser dado de alta? —preguntó Atena interesada en la respuesta.

—Físicamente ya se encuentra bastante estable —respondió el ex copero de los dioses—. Puede descansar en cama y venir conmigo para hacerle los correspondientes chequeos —explicó de manera profesional.

—En ese caso me los llevaré al dormitorio —mencionó Talos con intención de dormir junto a los aspirantes esa noche.

—Tu deber es estar en la casa de tauro —le recordó la diosa de la guerra.

—Pero ellos están… así —señaló Talos a los menores—. Necesitan de mí —intentó convencerla de manera respetuosa, pero sin dejar de lado su preocupación por ellos.

—Puedes llevar a Giles a dormir a tu casa si estás tan preocupado, pero Miles debe ocupar su lugar en el octavo templo como santo de escorpio —declaró Atena con seriedad.

—Como usted ordene —aceptó finalmente el santo de tauro.

Al ver la expresión facial de la diosa supo que no debía presionar demasiado. Le habían dado permiso de tener a Giles en el segundo templo, lo cual ya era bastante generoso considerando que él votó por la muerte de Sísifo. Cosa que fácilmente se podía deducir pondría de mal humor a Atena. Además, si lo pensaba bien poder estar lejos de León ya era ganancia. La octava casa estaba realmente alejada de la enfermería y a poca distancia de Ganímedes quien se encargaba de sanarlo. Sumado a eso, estando en la segunda casa sería el primero en enterarse si el ex almirante pretendía subir a través de las casas. Mientras no pasara a través de tauro tendría la certeza de que León no fue en busca de Miles. Y mientras Giles estuviera con él, también estaría garantizada su seguridad.

—Aquellos que puedan moverse y votaron en contra, retírense —ordenó Atena alzando su báculo—. A partir de este momento debemos tratar los detalles del rescate de Sísifo.

—¡Yo voy! —ofreció Giles alzando la mano—. Yo voté a favor tengo derecho —exclamó rápidamente poniéndose de pie sobre la cama.

—Baja la mano, jovencito —ordenó Talos sujetando su mano antes de alzarlo en brazos—. Tú al único lugar que irás es a la cama —explicó mientras observaba al menor.

—¡Pero yo voté a favor! —reclamó el muviano removiéndose entre los brazos del mayor haciendo berrinche—. ¡No es justo! —gritó enojado.

—Vas a ver cuando lleguemos a la casa de tauro —anunció Talos con una expresión seria antes de alzar a Miles en su otro brazo para llevarlo a la casa de escorpio.

El santo de la octava casa estaba aún en estado de shock. Él podría haber ayudado a definir el destino de sagitario, pero se acobardó. No fue capaz de tomar una decisión. Todos sus intentos por compensar la traición que cometió al cumplir la orden de Hércules siempre terminaban en fracaso. No dijo nada cuando Talos lo alzó con su brazo. Estaba más que feliz de retirarse de la enfermería para poder dejar atrás aquel horroroso escorpión dorado. Sólo quería estar lejos de esos bichos a como diera lugar. Ganímedes observó aquellas reacciones y fue el siguiente en salir de la enfermería. No tenía necesidad de permanecer por más tiempo allí. Y era mucho más útil que volviera a acuario para vigilar el estado de Miles y atenderlo a la brevedad en caso de que surgiera alguna emergencia.

—Muy bien —dijo Atena viendo como en la enfermería quedaban varias personas—. Debemos decidir quienes vendrán a junto a Hermes.

—Yo iré —se ofreció León de inmediato.

—Estás malherido por tu pelea con los demás dorados —señaló la diosa con severidad.

—Adonis puede curarme y estaré como nuevo para mañana cuando venga el dios Hermes —explicó el guardián de la quinta casa viendo al mencionado con clara intención de recibir apoyo.

—Tienes algunos huesos rotos al parecer —explicó el guardián de la última casa—. Aun si te diera tratamiento requerirías reposo por al menos una semana para sanar adecuadamente.

—Pero si me curas lo suficiente para que pueda moverme con normalidad entonces yo… —alegó León intentando convencerlo.

—Si no estás en óptimas condiciones recibir cualquier tipo de herida, sin importar lo inofensiva que parezca podría ser letal —advirtió el santo venenoso—. Es mejor si voy yo que poseo conocimientos de medicina y conozco de antemano el terreno —expresó dirigiendo una mirada a la diosa quien asintió conforme con su propuesta.

—Él tiene razón —concordó Atena con tranquilidad—. Tú te quedarás, León —ordenó la diosa sin ninguna posibilidad de negociación.

—Yo también iré —ofreció Argus alzando la mano.

—Tal vez sería mejor si te quedarás aquí —comentó Adonis preocupado por la seguridad del menor—. Además, siendo el médium que nos conecta con Sísifo al no estar puede que no podamos sacarlo del inframundo.

—Precisamente por eso es mejor si yo voy —alegó el aspirante con convicción—. Mi cosmos podría ser útil para proteger el alma de Sísifo en lo que lo sacamos del inframundo —dijo colocando una mano sobre su propio pecho—. Estoy acostumbrado a resguardar espíritus en el interior de mi cuerpo y protegerlos con mi cosmos. Seré el recipiente para que el alma de Sísifo regrese intacta una vez que la localicemos.

—Aun así, volver podría ser más complicado —insistió Adonis queriendo protegerlo.

—No hay necesidad de preocuparse —tranquilizó la diosa de la guerra—. Mi cosmos divino será capaz de guiarlos de regreso al santuario una vez que logren su objetivo. Sólo deberán hacer arder su cosmos cuando quieran volver y yo haré mi parte para traerlos de regreso. Si activo mi cosmos antes de que consigan a Sísifo, el dios del inframundo va a detectar rápidamente nuestras intenciones y será un problema mayor enfrentarlo prácticamente en sus dominios —explicó de manera calmada.

—Yo también me ofrezco voluntario —afirmó Tibalt de manera segura dando un paso al frente.

La diosa Atena comprendía su deseo de ser útil y participar en esta travesía, pero también era consciente de las limitaciones humanas. Por mucha buena voluntad que hubiera de parte de León, estaba malherido y llevaba un largo periodo de descuidar su salud. Giles era demasiado pequeño, por lo cual aun si Talos no hubiera pedido que se lo llevaran, ella lo habría hecho. Sus habilidades con el cosmos eran sorprendentes, pero el muviano todavía no alcanzaba a explorar todo su potencial, mismo que se perdería en una muerte inútil si le permitía actuar con imprudencia. El príncipe de Siracusa era un gran guerrero, leal y recto, pero el inframundo requería de habilidades peculiares como las de Argus o conocimientos previos como los de Adonis. La otra excepción eran los descendientes de seres divinos como Pólux o el propio Sísifo. Los bendecidos por su linaje para ser la excepción de muchas reglas mortales.

—Lo lamento, pero esta vez no podrás participar —declaró Atena—. Es admirable que quieras ir a salvarlo y le haremos saber de tus buenas intenciones, pero no podrás participar.

—¿Por qué no? —preguntó enojado—. Yo también voté a favor y manejo el cosmos.

—Ríndete, cabra testaruda —intervino Pólux—. Sólo aquellos que nacimos con dotes especiales podemos ir.

—¿Irás? —interrogó el santo de leo mirando al semidiós.

—Por supuesto —asintió el gemelo mayor con gran arrogancia—. El caballo enano tiene pendiente su confesión conmigo así que iré por él para que me lo diga cara a cara.

—¡Diosa Atena! —clamó Tibalt exaltado—. Sé que no poseo cosmos divino como el toca niños…

—Oye —se quejó Pólux al verse señalado.

—Pero no seré una carga para nadie —prometió el espadachín en tono suplicante—. Lo juro por mi honor, lo traeré con vida.

—Ya te lo dije, es loable tu esfuerzo, pero no irás y es mi última palabra —afirmó Atena de manera severa—. Ahora por favor retírate —ordenó señalando la salida.

El principe se sintió humillado por el rechazo de la diosa. Él era consciente de sus falencias en diversos aspectos, pero no consideraba haber sido un estorbo en la búsqueda del agua de la vida. Quizás no sirviera tanto en una batalla de uno contra uno, pero podía contribuir a la causa de diversas maneras igualmente importantes. Sin embargo, no se lo permitirían. Sin más que decir, salió de la enfermería enojado. Especialmente al ver la sonrisa presumida de Pólux por ser uno de los seleccionados. Todo por haber tenido la suerte de nacer con la sangre de Zeus. Nikolas corrió tras su amigo preocupado por esa reacción.

—Hey, Tibalt —llamó colocando una mano sobre su hombro para detenerlo—. Cálmate por favor —pidió el hijo del juez—. Deberías verle el lado amable, no tendrás que exponer tu vida.

—¡Cállate! —ordenó enojado el principe sacudiéndose la mano que le tocaba—. Tú bien que querías muerto a Sísifo —le reprochó.

—No es que lo quiera muerto, pero no hay nada que unos simples mortales podamos hacer por él —se defendió el hijo del juez—. Entiéndelo —insistió enojado por la actitud terca como una cabra—. Te estás aferrando inútilmente a alguien que no te necesita. Si mueres sólo serás una vida que se perdió en su nombre. ¿Y qué crees? Tiene personas mejor preparadas para ayudarlo y sin morir estúpidamente como tú pretendes.

Las palabras de Nikolas estaban cargadas de la fría lógica y hechos difíciles de aceptar, pese a ser ciertos. Sin embargo, como su amigo esperaba algo más de tacto de su parte o un mínimo de sensibilidad. Ambos estaban vivos por la piedad de Sísifo. Respetaba que Nikolas no quisiera dedicarle su vida entera a sagitario como él había elegido, pero al menos un mínimo de agradecimiento no era mucho pedir.

—Si no vas a ayudar mejor no estorbes —dijo Tibalt enojado.

—Lo mismo se podría decir de ti —replicó Nikolas con molestia—. Tú eres un gran hombre y un espadachín honorable, pero tus habilidades no sirven en el inframundo —dijo con preocupación—. No quiero perder a mi mejor amigo por una misión sin sentido.

—Entonces es demasiado tarde —susurró el príncipe—. Porque con tus palabras ya lo perdiste —afirmó caminando lejos de él.

Con esa última frase Tibalt se alejó del hijo del juez. No podrían llegar a un acuerdo por las buenas y de seguir conversando probablemente terminaría llegando a un enfrentamiento físico o peor. Podría decir algo realmente malo de lo que no pudiera retractarse en el futuro como le sucedió con el arquero. Nikolas sintiéndose derrotado caminó lejos de su amigo y en sentido contrario para darle su espacio. Ambos lo necesitaban. El hijo del juez supuso que tarde o temprano, Tibalt le agradecía por velar por su bienestar. Mientras tanto en la enfermería León seguía al lado de Sísifo negándose a dejarlo solo. Pronto despertaría y quería ser la primera persona a quien viera. Había aceptado a regañadientes la elección de la diosa Atena, ahora sólo quedaba esperar la llegada del dios Hermes.

Pólux se quería quedar también al lado de Sísifo. Estar con él ahora que estaba a unas horas de ir a buscarlo. Pronto volvería a abrir aquellos ojos azules y lo miraría con aquel brillo tan especial y único que tanto le gustaba ver. León le echó una mirada de advertencia indicándole claramente que se largara de allí antes de iniciar otra pelea. Castor notó al arconte del león queriendo echarlos, pero su hermano no por estar ensimismado observando al arquero durmiente. Por ello, tuvo que empujarlo por la espalda hasta sacarlo de allí. El semidiós también tenía que descansar para estar en sus máximas capacidades cuando viajara al Yomotsu Hirasaka.

CONTINUARÁ….