XCVII

Desde que Henry hubo vuelto ese domingo y le explicó lo acontecido con Angela, Eleven lleva a sus espaldas una amarga sensación de culpa.

Henry, si bien no se lo ha reprochado, se ha sumido en un silencio poco común en él —al menos, cuando se trata de ella—. No es que esté cortante, sino… distraído. Contemplativo. Sin mencionar que últimamente pasa más tiempo en el ático o en su despacho que consigo.

Por otro lado, lo ha descubierto observando a Poe en silencio.

¿Tal vez esté molesto conmigo porque le impuse a Poe…?

Eso sería un problema, puesto que tampoco está dispuesta a negarle al minino toda la felicidad que sea capaz de darle en sus últimos tiempos. Si es que está enojado con ella, de todas maneras, no lo está demostrando de la manera habitual.

Pero tampoco está actuando con normalidad, piensa con tristeza.


El lunes, para su gran alivio, Angela está ausente: Eleven supone que está reposando tras… el incidente.

No obstante, suficientes problemas tiene sin ella: la mirada fulminante de Mike, sentado a su lado, parece decirle «tenemos que hablar».

Detrás de sí, sin que ella lo sepa, los ojos de Will van de Mike a ella, de ella a Mike, en un ir y venir que pareciera no tener fin.


—¿Qué sucede entre tú y Mike?

La pregunta que le hace Max durante la hora de Educación Física es inocente, propia de una amiga preocupada, pero Eleven siente como si se clavase en lo profundo de su corazón.

Sin embargo, no puede dejar de contárselo.

—¿Le rompiste la cara a Angela? —La pregunta de Max no parece albergar reproche; todo lo contrario, hasta suena emocionada—. ¿En serio? —Ante su tímido asentimiento, agrega—: Eres mi héroe, El.

Sabe que no debería sentirse así, mas no puede evitar sonreír ante el halago.

—Estuvo mal… Henry tuvo que ir a hablar con sus padres y… arreglar todo…

Max la mira boquiabierta.

—No me digas que esa perra iba a denunciarte…

—Lo hizo —confiesa Eleven—. Pero Henry…

Max niega con la cabeza.

—Por favor no me vuelvas cómplice de un crimen.

Eleven pone los ojos en blanco, un gesto que ha aprendido de Max.

—Les… pagó para que retiren la denuncia.

Esto parece tomar por sorpresa a la pelirroja.

—Eh…, ¿en serio? —Al verla asentir, Max se queda pensativa por un momento antes de continuar—: Bueno, pero si eso está arreglado… ¿Cuál es el problema de Mike, exactamente?

Eleven se encoge de hombros.

—No hemos hablado… desde ese día.

—Oh. Uhm. Bueno, no te asustes, pero… creo que eso está por cambiar.

No tiene tiempo de preguntarle al respecto; sigue la dirección de la mirada de su amiga justo a tiempo para ver a Mike caminando con paso rápido y firme hacia ellas.