Bulma se deslizó por la puerta cerrada, sus fuerzas drenadas por la oleada de emociones que la embargaban. El ambiente oscuro y sofocante de la habitación parecía reflejar su propia desesperación, como si la oscuridad misma la estuviera devorando. Su corazón latía con fuerza, no solo por la rabia, sino también por el remordimiento que empezaba a enraizarse en su alma. Había confiado en Vegeta, y ahora estaba pagando el precio.

¿Cómo llegué hasta aquí? se preguntaba, mientras las lágrimas brotaban sin cesar. La advertencia de Goku resonaba en su mente, su voz firme diciéndole que no confiara en Vegeta, que no era digno de su confianza. Pero lo ignoré... Ahora, su hermano estaba desaparecido, tal vez incluso muerto, y la culpa la asfixiaba. Lo he perdido para siempre

Sus dedos temblorosos recorrieron la puerta, buscando un escape, cualquier cosa que le devolviera el control sobre su destino. Pero la oscuridad parecía burlarse de ella, envolviéndola en un abrazo frío y opresivo. No soy un objeto, no soy su prisionera, se repetía, intentando avivar las brasas de su determinación, pero la realidad de su situación la golpeaba con fuerza.

En su furia desatada, Bulma comenzó a revisar la habitación, arrojando papeles al suelo, abriendo cajones, golpeando muebles. El sonido de sus sollozos y el eco de sus movimientos violentos llenaban el espacio, pero no traían consuelo. No puedo rendirme, no ahora, no nunca... Pero su voz se quebraba, ahogada por la incertidumbre y el remordimiento de haber ignorado las advertencias de su hermano.

De pronto, su mano tropezó con algo dentro de un armario, oculto bajo una pila de papeles. Era una bolsa negra, casi invisible en la penumbra. Su corazón dio un vuelco, una mezcla de curiosidad y terror la invadió al tomarla entre sus manos. Con torpeza, la llevó hacia el débil rayo de luz que entraba por la ventana, desesperada por entender qué era ese objeto.

Cuando abrió la bolsa, su mente se nubló aún más. Ropa de mujer, algunas joyas dispersas, pero lo que captó su atención fue una tarjeta de identificación que parecía brillar con una luz ominosa. La llevó más cerca del tenue resplandor y sintió que el aire le abandonaba los pulmones cuando leyó el nombre impreso: Milk.

¿Qué está haciendo esto aquí? El pánico comenzó a escalar dentro de ella. ¿Por qué mantiene Vegeta esto? Era imposible que Milk se hubiera marchado dejando atrás algo tan personal. ¿Qué clase de juego perverso estaba jugando? Mientras revisaba con manos temblorosas, descubrió más ropa, las prendas que Milk podría haber usado, ahora convertidas en evidencia de algo oscuro y perturbador.

El terror se apoderó de Bulma, pero era el remordimiento lo que la destrozaba. Goku me lo advirtió, y no le hice caso... ¿Qué le ha hecho? ¿Dónde está? Mientras su mente giraba con preguntas sin respuesta, la realidad de la situación la golpeaba con más fuerza que nunca. Algo atroz había sucedido, y ahora, atrapada en esta habitación, comenzaba a vislumbrar el horror que podría desatarse.

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—¡Te lo mereces! ¡Te voy a hacer pedazos!— vociferaba, mientras su pie se estrellaba contra el cuerpo tendido, sin mostrar signos de detenerse.

El cuerpo en el suelo se sacudía con cada patada, pero no emitía un solo gemido de dolor. Resistía, resistía como una condena silenciosa. La sangre se extendía por el suelo, formando un charco que reflejaba las luces parpadeantes del exterior, pero Vegeta no se detuvo hasta que algo más fuerte que su furia lo obligó a hacerlo: una risa. Baja, ahogada al principio, pero que fue creciendo, resonando en las paredes de la celda, burlándose de su furia.

—Otra vez...— murmuró aquella figura debilitada, su voz quebrada pero cargada de desafío—. Otra vez te rechazó... ¿Es por eso que vienes aquí? ¿A desfogar tu patética frustración? Eres un imbécil...—

Las palabras atravesaron a Vegeta como cuchillas. Su respiración se hizo pesada, sus manos temblaban, y durante un instante, perdió el control absoluto que tanto le había costado mantener.

—Aún estás vivo— respondió Vegeta, intentando ocultar su conmoción con una sonrisa forzada—. Pero no por mucho. Una vez que ella sea mi mujer, vendré a refregártelo en la cara. Te mostraré lo que es la desesperación, y cuando ya no te quede nada, te mataré... Como la última de tus humillaciones—

El prisionero levantó su rostro, con esfuerzo, sus labios manchados de sangre formaron una mueca que apenas parecía humana.

—Ya pasó mucho tiempo, ¿no?— susurró, su tono desafiantemente calmado—. Al parecer... ella no está interesada—

Vegeta retrocedió, perturbado por la serenidad de esa respuesta. Cerró la celda de un portazo, la ira y la ansiedad encendiendo un fuego en su interior que no sabía cómo apagar. Con manos temblorosas, sacó un cerillo, lo encendió y prendió un cigarro. El humo le llenó los pulmones, pero el alivio que buscaba no llegaba. Solo la risa seguía resonando en su mente, cada vez más fuerte, más insidiosa.

—Tengo planes para ella— murmuró entre risas ahogadas—. Es hermosa, ¿no crees? La disfrutaré todo el tiempo que quiera. Ingresaré a su familia, y su viejo y tonto padre me confiará sus negocios. Pronto, la Corporación será mía. Y si algún día me aburro de ella... la mataré y a los padres también—

Las palabras resonaron en la celda como un trueno. La figura, a pesar de los golpes y el dolor, se levantó con furia. La cadena en sus pies lo frenó, pero no pudo detener la ira que lo empujaba hacia las rejas.

—¡No te atrevas!— rugió, la ira en su voz era palpable, una fuerza primitiva que sacudía la misma estructura de la celda—. ¡Eres un maldito enfermo!—

Vegeta rió ante la amenaza, una risa llena de desprecio.

—Te lo advertí una y mil veces Kakarotto, que te alejaras de ella— susurró, su tono cargado de cinismo—. Todo esto no hubiera pasado si tus asquerosos impulsos incestuosos no hubieran interferido. Ella fue mi objetivo desde el principio, y si te tuve paciencia... por un momento creí que realmente la dejarías, pero de pronto rompiste nuevamente tu moral, así que no me dejaste opción, empezaste a ser un estorbo, tómalo como un gesto de buena voluntad, por los viejos tiempos—.

Las palabras golpearon a la figura detrás de las rejas con una fuerza mayor que cualquier puño, provocando un destello de frustración y desesperanza que no podía ocultar. El peso de su impotencia lo aplastaba.

—¿Por qué no me matas de una vez?— preguntó, su voz apenas un murmullo de resignación, como quien ya ha aceptado su destino.

Vegeta se acercó, disfrutando del poder que tenía en ese momento.

—Porque aún no es el momento— respondió, su tono malicioso—. Aún no termino mi historia, y debe ser perfecta. Debo asegurarme de que veas, de que comprendas el horror que estoy a punto de desatar. Solo entonces, cuando todo esté hecho... te mataré.—

Dicho esto, Vegeta lanzó un trozo de pan seco tras las rejas y se dio la vuelta, saliendo de la celda sin mirar atrás. Mientras el sonido de sus pasos se desvanecía, la figura quedó sumida en la oscuridad, el eco de las palabras de Vegeta reverberando en su mente, como una sentencia que no podía eludir. Desesperanza y furia se mezclaban en su interior, dejando solo un abismo donde antes había esperanza.

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Las paredes de la habitación se cerraban en torno a Bulma como una prisión implacable, el eco de sus propios pensamientos rebotaba en el silencio oscuro, agudizado por la poca luz que entraba por la ventana. El descubrimiento de la bolsa negra y su contenido la había dejado en estado de shock, pero ahora, mientras intentaba organizar sus pensamientos, su mente analítica comenzó a dominar su angustia.

No puedo quedarme aquí, pensó con frialdad. "Si Vegeta tiene algo que ver con la desaparición de mi hermano, entonces soy la única que puede descubrir la verdad." Su corazón latía con fuerza, y la adrenalina la impulsaba a planear cada detalle. Sabía que si quería salir de esa situación, tenía que aparentar, manipularlo y hacerle creer que estaba de su lado.

Comenzó a moverse con rapidez, limpiando cualquier rastro de la bolsa y volviendo a colocarla en el lugar exacto donde la había encontrado. Su mente calculadora imaginaba cada posible desenlace, y llegó a una conclusión inevitable: tendría que engañar a Vegeta.

Bulma respiró hondo, sintiendo cómo la desesperación se transformaba en una determinación fría y calculada. "Eres un monstruo, Vegeta, pero tu estupidez es subestimarme." Su semblante se endureció, y luego se relajó, adaptándose a la expresión que sabía que tendría que mostrar cuando él volviera.

El sol ya había caído cuando Vegeta se dirigía al departamento, con una mezcla de fastidio y resignación. Sabía que enfrentarse a Bulma en su estado emocional no sería fácil, y no tenía ganas de soportar su carácter impredecible. Mientras caminaba, suspiró con frustración, sintiendo cómo cada paso lo llenaba de una irritación creciente. "Maldita sea, no tengo tiempo para esto," murmuró entre dientes, empujando hacia el fondo de su mente la incomodidad que sentía.

Su apariencia reflejaba el caos de su mente: la camisa blanca que llevaba estaba mal abotonada y manchada sutilmente con restos de sangre, un rastro inquietante de lo que había ocurrido antes. El pantalón, arrugado y descuidado, evidenciaba el estado de agitación en el que se encontraba. Su rostro, endurecido por la tensión y el cansancio, mostraba una mezcla de hastío y un oscuro placer al pensar en lo que tenía planeado. Pero ahora, al acercarse al departamento, todo lo que podía sentir era una profunda molestia. No era la violencia lo que lo agotaba, sino la perspectiva de tener que enfrentar nuevamente el temperamento de Bulma.

Al llegar, abrió la puerta con brusquedad, sus pasos resonando con fuerza en el suelo del departamento. Se detuvo un instante, tomando aire con resignación antes de dirigirse a la habitación donde la había encerrado. Sus pensamientos estaban lejos de la mujer tras esa puerta; se centraban en cómo lidiar con ella rápidamente, sin dejar que su propia irritación lo dominara.

Al abrir la puerta de la habitación, sus ojos se encontraron con Bulma, quien estaba sentada en el suelo, abrazando sus piernas, la viva imagen de la vulnerabilidad. No era lo que había esperado ver. Algo en su interior se agitó, una sorpresa que no pudo ocultar.

Sin decir una palabra, Bulma se levantó lentamente, y él notó cómo su mirada estaba vacía de aquella chispa de desafío que solía mostrar. Cuando ella caminó hacia él, algo en la atmósfera cambió. La habitación parecía haberse vuelto más pequeña, y Vegeta, a pesar de su habitual arrogancia, sintió un ligero desconcierto.

Al estar lo suficientemente cerca, Bulma lo abrazó, apoyando su cabeza contra su torso. El contacto fue inesperado, y Vegeta se tensó por un momento. Pero entonces, mientras sus brazos la rodeaban, un aroma familiar invadió los sentidos de Bulma; no era el perfume de Vegeta, sino algo más profundo y doloroso: el olor inconfundible de Goku. Su corazón se detuvo por un instante al reconocer esa fragancia, impregnada en las ropas de Vegeta, en sus manos que ahora la sostenían con firmeza. Era él, no había duda, y ese descubrimiento, aunque inquietante, la llenó de una diminuta chispa de esperanza.

—Perdóname, Vegeta... fui una tonta. Yo... yo solo quiero darme una oportunidad contigo. No quiero seguir en el pasado— susurró Bulma, su voz temblando con una mezcla de tristeza y algo más oscuro que Vegeta no pudo identificar.

Mientras la abrazaba, su mente quedó atrapada entre la satisfacción de verla sometida y la sensación de que algo no estaba bien. Sus manos se alzaron para tomar el rostro de Bulma, obligándola a mirarlo. Pero al hacerlo, el aroma de Goku se intensificó para ella, y Bulma, sintiendo una desesperación tan fuerte que casi la ahogaba, dejó que su rostro se deslizara entre las manos de Vegeta, sosteniéndolas con una mezcla de reverencia y dolor. Sus labios se posaron suavemente sobre sus manos, besándolas con una sumisión que Vegeta interpretó como la confirmación de su victoria.

—¿Acaso has recapacitado?— preguntó, su voz entre la sospecha y la satisfacción, mientras la observaba con intensidad. Bulma levantó la mirada, sus ojos brillando con una emoción que él no supo interpretar. Pero en su interior, Bulma solo sentía la conexión que ese aroma le brindaba, y una gran decepción acumularse en su interior, el tener un hilo de esperanza de que Goku estaba vivo la hacía aferrarse a esa posibilidad con todas sus fuerzas.

—Sí... lo he hecho. Me he dado cuenta de que tú eres lo único que tengo— respondió ella, mientras su mente trazaba el siguiente paso en su plan. Sabía que no podía permitirse mostrar la verdad de lo que sentía, no ahora que había descubierto que Goku estaba vivo. Su único objetivo era engañar a Vegeta, manipularlo para obtener la información que necesitaba, y salvar a su hermano.

Vegeta, sin embargo, no vio la esperanza en sus ojos, solo la sumisión que tanto le complacía. Sonrió, complacido, sintiendo que había ganado finalmente, que ella estaba ahora bajo su control. La levantó por el rostro, observando cada detalle de su expresión con un aire de triunfo.

Bulma, por su parte, dejó que él creyera que tenía el control, mientras su mente trazaba cuidadosamente el siguiente paso en su estrategia. Sabía que esta conexión, por pequeña que fuera, podría ser su única salvación.

Vegeta la observó por un momento más, sus ojos oscuros examinando cada detalle de su expresión. Finalmente, apartó las manos de su rostro y dijo con tono autoritario. —Espérame aquí, voy a darme un baño. Quédate en la sala.—

Bulma asintió, forzando una pequeña sonrisa mientras lo observaba alejarse hacia el baño. El sonido de la puerta cerrándose detrás de él resonó en el espacio, y ella dejó escapar un suspiro silencioso, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. En su interior, una parte de ella supo que Vegeta había bajado la guardia, aunque fuera solo un poco, pero debía aprovecharlo.

Sin embargo, no podía moverse demasiado rápido, no debía levantar sospechas. Se levantó con una calma aparente, sus movimientos calculados, pero su mente trabajaba a toda velocidad. —Tengo sed—dijo en un tono casual, casi despreocupado, mientras caminaba hacia la puerta de la habitación.

Vegeta, desde el baño, respondió con indiferencia. —Ve a la barra y sírvete.—

Bulma, que había llegado al marco de la puerta, se detuvo y miró hacia la barra, un lugar oscuro en el borde de la sala. Luego giró la cabeza hacia donde Vegeta estaba, manteniendo su voz suave pero firme. —No— dijo, —Prefiero que tú me sirvas. Me has tenido mucho tiempo encerrada, es lo mínimo que puedes hacer por mí.—

Hubo un breve silencio en la habitación, un momento en el que Bulma contuvo el aliento. Sabía que estaba poniendo a prueba su paciencia, pero también sabía que tenía que hacerlo. Necesitaba ver más, descubrir más.

Desde la sombra del baño, Vegeta sintió un ligero fastidio ante su petición, pero también una sombra de vanidad le impidió negarse. No quería que Bulma se acercara demasiado, que viera las manchas de sangre en su camisa con claridad. "Qué mujer más exigente,"murmuró para sí mismo, antes de moverse hacia la barra para servirle algo.

Bulma, observándolo disimuladamente desde la distancia, notó cómo evitaba salir completamente a la luz. Fue entonces cuando decidió que debía moverse rápido, aprovechando cualquier oportunidad para obtener más información. Se giró hacia el balcón, fingiendo desinterés, pero cuando escuchó el sonido del vidrio y el líquido sirviéndose, giró rápidamente la cabeza hacia Vegeta.

Sus ojos se posaron en él, analizando cada detalle. Vio cómo la camisa blanca que llevaba, apenas abotonada, estaba manchada con lo que parecían pequeñas salpicaduras de sangre. Sus pantalones, arrugados y sucios, mostraban que había estado involucrado en algo violento. Su corazón se encogió al instante, una punzada de miedo mezclada con incertidumbre la atravesó.

—Dónde estuviste?— preguntó Bulma, tratando de sonar despreocupada, aunque su voz llevaba un ligero temblor que ella no pudo ocultar del todo.

Vegeta levantó la mirada hacia ella, sus ojos brillando con un destello cínico. —No tuve una buena noche— respondió con un tono que mezclaba el cinismo con un toque de satisfacción oscura. —Tuve un percance con una escoria sin importancia.—

Las palabras golpearon a Bulma como un mazazo, pero ella no dejó que su rostro reflejara la verdadera tormenta que se desataba dentro de ella. —¿Una escoria?— preguntó suavemente, como si estuviera interesada en un simple chisme, pero su mente estaba en alerta máxima.

Vegeta esbozó una sonrisa torcida, sus ojos reflejando un orgullo retorcido. —Nada que importe. Un insecto que pensó que podía desafiarme. Ya está arreglado.— su voz cargada de desdén dejó claro que no tenía intención de hablar más sobre el asunto, pero para Bulma, esas pocas palabras fueron suficientes para confirmarle sus temores.

Mientras él se acercaba y dejaba la bebida sobre la mesa frente a ella, el aroma familiar de Goku la golpeó de nuevo, mezclado con el olor de la sangre y el sudor en las prendas de Vegeta. Su corazón latía con fuerza, pero se mantuvo firme, tratando de ocultar la desesperación que amenazaba con abrumarla. Con una última mirada penetrante, Vegeta se giró hacia el baño, dejándola sola en la sala.

La puerta del baño se cerró tras Vegeta con un golpe sordo, y Bulma soltó el aliento que había estado conteniendo. Su mente trabajaba a toda velocidad, repasando cada detalle de lo que había visto y escuchado. Sabía que cada segundo contaba; no tenía tiempo para dudar ni para permitir que el miedo la paralizara.

El olor de Goku seguía impregnando el aire, una presencia casi tangible que la rodeaba, reforzando su convicción de que su hermano aún estaba vivo, de que había estado cerca de Vegeta no hacía mucho tiempo. Esa mezcla inconfundible de fragancia y sangre no podía ser una simple coincidencia.

*"Tengo que encontrar la verdad," pensó mientras miraba alrededor del departamento. Sus ojos se detuvieron en la barra donde Vegeta había servido la bebida, sus manos moviéndose instintivamente hacia la copa, pero se detuvo antes de tocarla. La seguridad de que todo esto no era más que un juego peligroso de su captor la mantenía alerta. Decidió no beber, sabiendo que cualquier cosa que Vegeta le ofreciera podía estar contaminada con sus intenciones, sean las que fueran.

Con pasos ligeros y medidos, se dirigió hacia el balcón, fingiendo interés en la vista, pero realmente buscando un respiro del claustrofóbico ambiente del departamento. Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, pero su mente no estaba en el paisaje. En cambio, analizaba todo lo que sabía sobre Vegeta, sobre su narcisismo y su deseo de control. Sabía que su mejor arma era hacerle creer que estaba vencida, que él había ganado.

"El confía en su poder, pero subestima mi inteligencia," se dijo a sí misma, mientras calculaba sus próximos movimientos. Sabía que cualquier error podría ser fatal, pero también sabía que no tenía opción. Este era su único camino hacia la verdad.

El sonido del agua corriendo en la ducha fue el único indicio de que Vegeta seguía distraído. Con cada segundo que pasaba, Bulma sentía la urgencia de actuar. Se alejó del balcón y se movió rápidamente por la sala, escudriñando cada rincón con sus ojos afilados. No buscaba algo en particular, sino cualquier cosa que pudiera ser una pista sobre el paradero de Goku. Sus movimientos eran precisos, guiados por años de experiencia en situaciones extremas.

Al acercarse a la barra, notó un pequeño trazo de algo oscuro en el suelo, apenas visible bajo la tenue luz. Se inclinó con cuidado y pasó los dedos sobre la mancha, sintiendo la textura pegajosa entre sus dedos. Era sangre, aún fresca, lo que confirmaba que Vegeta había estado en una confrontación recientemente. Con un nudo en el estómago, Bulma cerró los ojos por un momento, tratando de calmar sus nervios.

"Es la sangre de mi hermano," pensó, su corazón martilleando en su pecho. No había tiempo para emociones, solo para actuar.

De repente, el sonido del agua cesó, indicando que Vegeta había terminado su ducha. Bulma sabía que no le quedaba mucho tiempo. Se levantó rápidamente, limpiando cualquier rastro de su inspección y volviendo a la sala con la misma expresión tranquila que había usado antes. Se sentó en el sofá, adoptando una postura de espera, tratando de parecer calmada y sumisa, justo como él quería verla.

La puerta del baño se abrió y Vegeta apareció, su torso aún húmedo y su cabello goteando ligeramente. La toalla colgada sobre sus hombros cubría parte de su torso, y sus ojos se encontraron con los de Bulma, examinándola con una intensidad fría.

—¿Disfrutaste la espera?— preguntó con un tono sarcástico, mientras caminaba hacia la barra y se servía una bebida para sí mismo.

Bulma asintió ligeramente, manteniendo la máscara de sumisión que había adoptado. -—Estoy aquí, un poco aburrida —respondió suavemente, manteniendo su tono sumiso. —¿Qué hacemos?—

Vegeta la observó detenidamente, buscando cualquier signo de engaño, pero su narcisismo lo cegaba ante la posibilidad de que ella pudiera estar jugando con él. El egoísmo que gobernaba su mente lo hacía sentir superior, invencible, convencido de que Bulma realmente había caído bajo su control.

Con una sonrisa de satisfacción, Vegeta se acercó a ella, inclinándose ligeramente mientras pasaba un dedo por su rostro. —Estoy algo cansado, y tu... estás— suspiró con resignación. —en tus días—

Bulma mantuvo la mirada fija en él, sin atreverse a mostrar la aversión que sentía. Cuando Vegeta se levantó para tomar otro sorbo de su bebida, ella volvió a sentir esa punzada de urgencia. Debía seguir adelante con su plan, debía seguir manipulando la situación para obtener la información que necesitaba.

Mientras él se alejaba, Bulma bajó la vista, permitiéndose un instante de alivio. Sabía que esto era solo el principio, que el verdadero desafío aún estaba por venir, pero estaba lista para enfrentarlo. Estaba lista para hacer lo que fuera necesario para encontrar a su hermano y descubrir la verdad, sin importar el costo.

—Fue mentira, no te dije la verdad, yo no estoy en esos días—

Vegeta, aún con una ceja alzada y una expresión de extrañeza, miró a Bulma. —¿Por qué ahora me dices la verdad?— preguntó, desconcertado. Su rostro mostraba una mezcla de confusión y escepticismo.

Bulma, con una determinación palpable en sus ojos, se acercó a él. —En ese momento no me sentía lista— explicó, su voz cargada de una emoción contenida. —Pero ahora, estoy ardiendo por dentro— Su tono era seductor, casi desesperado, mientras sus ojos brillaban con una intensidad que Vegeta no pudo ignorar.

Con un movimiento calculado, Bulma se acercó a él y cerró la brecha entre los dos. El contacto fue ardiente y lleno de urgencia, sus labios se movieron contra los de Vegeta con una pasión controlada. El beso fue largo, profundo y desesperado, y Vegeta, sorprendido por la intensidad, comenzó a responder con una pasión similar, olvidando por un momento su actitud dominante.

Cuando Vegeta intentó avanzar, buscando profundizar el contacto, Bulma se apartó ligeramente, su respiración entrecortada. —Quiero ser completamente tuya— dijo, su voz era un susurro ardiente. —Que me folles por todos lados—

Aquellas palabras resonaron en la mente del escritor quien no podía creer lo avezada que estaba siendo.

—Pero de una manera especial. Déjame ir y volveré con algo que te hará desearme aún más— aquellas palabras salieron de ella con una mirada sugestiva.

Vegeta, enredado en el deseo y la sorpresa, protestó. —¿Qué vas a hacer?— Su voz estaba cargada de frustración y curiosidad. Su orgullo herido competía con la necesidad creciente que sentía.

Bulma, sin perder el ritmo, lo besó nuevamente. Esta vez, el beso fue aún más intenso, adentrando su lengua con una destreza desconocida por el, un torbellino de deseo que hizo que Vegeta se doblegara. La pasión en sus labios y la urgencia en sus movimientos hicieron que él cediera, permitiéndole a ella el control de la situación.

—Confía en mí— murmuró Bulma entre besos, su voz llena de promesas no pronunciadas. —Regresaré pronto y te traeré lo que deseas—

Con eso, Vegeta, embriagado por el deseo y su propia arrogancia, asintió con resignación. —Está bien— dijo, su tono mezclado con impaciencia. —Ve y haz lo que tengas que hacer. Pero no te demores—

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Bulma se apartó, su corazón latiendo con fuerza, mientras se preparaba para el siguiente paso en su plan. La puerta se cerró detrás de ella, y Vegeta, todavía aturdido por la intensidad del encuentro, se quedó en la habitación, ansioso y perturbado por la inesperada reacción de ella, no pudo evitar sentirse exitado y ansioso, mientras una sonrisa ladina aparecia en su rostro.

Bulma salió del departamento con pasos rápidos, su mente trabajando a una velocidad vertiginosa mientras sus manos temblaban levemente. Al llegar al vehículo deportivo de su hermano, no perdió ni un segundo en ponerse al volante. El rugido del motor llenó el silencio nocturno, y ella pisó el acelerador, dejando atrás el lugar como una sombra fugaz. La velocidad era vertiginosa, pero su mente estaba aún más acelerada. Cada curva que tomaba, cada semáforo que cruzaba, todo era un recordatorio de lo que estaba en juego.

Al llegar a su casa, Bulma no perdió tiempo. Entró de inmediato, sus pasos resonando en el silencio de la madrugada. Subió las escaleras hacia su habitación, abriendo cajones y armarios con una urgencia casi frenética. Eligió un atuendo que sabía que sería una distracción para Vegeta, algo que podría justificar su repentina partida. Un vestido ajustado, negro, con un escote pronunciado y una abertura lateral que mostraba más piel de la que normalmente habría considerado prudente.

Pero la ropa era solo una distracción. Lo que realmente necesitaba estaba escondido más profundamente. Buscó entre sus cosas hasta que sus manos encontraron lo que buscaba: un arma pequeña, compacta, que había escondido hace tiempo. La sostuvo por un momento, sintiendo el peso frío del metal en sus manos temblorosas. Esta no era ella, no era la joven Brief que todos conocían. Pero la situación la había transformado en alguien capaz de hacer lo impensable.

Con el arma asegurada, se dirigió rápidamente al laboratorio. El lugar donde se había proyectado horas de su vida ahora se sentía diferente, más frío, más inhóspito. Los aparatos y herramientas que su padre había creado para avanzar la ciencia ahora serían usados para una misión de venganza.

Con una precisión fría, empezó a reunir los ingredientes que necesitaba. Cada frasco que abría, cada sustancia que mezclaba, la acercaba un paso más a su objetivo. Su respiración se aceleró mientras trabajaba, los pensamientos oscuros llenando su mente. "Lo odio" pensó, su ira tangible, casi un ser vivo que la envolvía. "Lo odio por lo que ha hecho, por cada momento de dolor que ha causado. No le voy a dar el lujo de pensar que ha destrozado a mi familia"

Mientras preparaba el químico, sus manos se movían con la destreza de alguien que ha hecho esto miles de veces, aunque solo era una practicante, su genialidad la hacia actuar determinada y su mente siempre enfocada en su objetivo... su hermano, aquel por quien ella daria su vida y en la posibilidad de que aún estuviera vivo. Las lágrimas empezaron a descender, silenciosas, ardientes, mojando sus mejillas mientras la esperanza se mezclaba con el miedo. "¿Y si es demasiado tarde?" La pregunta resonaba en su mente, desgarradora. ¿Y si todo esto era estaba perdido? ¿Y si él ya no estaba?

Pero no podía permitirse pensar en eso. Tenía que mantener la esperanza viva, aunque solo fuera un débil hilo que la sostenía en el abismo de la desesperación. Terminó de preparar la sustancia, un líquido incoloro que brillaba bajo la luz fluorescente del laboratorio. Era su única oportunidad, su única carta en este juego mortal.

Guardó el diminuto frasco con cuidado, asegurándose de que estuviera bien protegido. Luego se quedó allí, en el frío silencio del laboratorio, dejando que las lágrimas fluyeran libremente, al menos por un momento. Sabía que no podía permitirse el lujo de quebrarse ahora, no cuando estaba tan cerca. Pero la angustia era un monstruo que no podía simplemente ignorar.

Finalmente, se secó las lágrimas con el dorso de la mano, su expresión endureciéndose. No podía permitir que el miedo la controlara. Salió del laboratorio con determinación, el frasco con la sustancia y el arma bien guardados. Había una misión que completar, y no se detendría hasta tener a su hermano de vuelta, sin importar el costo.

Bulma salió del laboratorio con una determinación que parecía haberle endurecido el corazón. Las lágrimas ya no corrían por su rostro; solo quedaba la fría resolución de alguien dispuesto a hacer lo que fuera necesario para cumplir con su objetivo; encontrarlo, la locura de su amor por él no podía ser contenida, y mucho menos ignorada. Era un amor que desafiaba toda razón, que cruzaba las líneas de lo moral y lo permitido. Pero era un amor que Bulma no podía ni quería detener. Goku había sido el centro de su vida, el único que comprendía la profundidad de sus pensamientos, sus miedos, sus esperanzas y sus oscuros secretos. Su amor por él era intenso y complejo, una mezcla de admiración, dependencia y un deseo que la consumía, impulsándola a desafiar cualquier obstáculo para traerlo de vuelta, sin importar el precio. Sin él, no era más que una sombra de lo que podría ser. Y por él, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa, incluso cruzar los límites de la cordura y la moral, con tal de recuperarlo.

En el vestíbulo, su madre apareció en su camino, casi como si la hubiera estado esperando. Bunny la miró profundamente, sus ojos llenos de preguntas, de temores y de una esperanza casi dolorosa. Bulma se detuvo por un instante, sus labios sellados, pero asintió con la mirada. Aquel simple gesto hizo que Bunny llevara ambas manos a su boca, un intento desesperado de contener las emociones que la invadían. La esperanza chispeó en sus ojos, una llama que había estado a punto de extinguirse, ahora reavivada.

Sin decir una palabra más, Bulma siguió su camino hacia el auto. La prisa en sus pasos era palpable, casi como si el tiempo fuera su enemigo más grande. Pero antes de que pudiera alejarse más, la voz de Bunny la detuvo, atravesando el silencio con una mezcla de súplica y mando.

—Tráelo de regreso, cariño. Solo... hazlo. —

Bulma se detuvo, girando para enfrentar a su madre, su rostro una máscara de control férreo. Los ojos de Bunny, brillantes de esperanza, la instaron a continuar, a no fallar. Con un tono firme, casi un susurro cargado de promesas, Bulma respondió. —Haz lo que te pedí. Asegúrate de tenerlo listo—

Bunny asintió, su expresión transformándose, mostrando la fortaleza que siempre la caracterizó. Con una voz firme, que llevaba consigo la promesa de que todo estaba bajo control, dijo: —Todo estará listo—

La breve conversación dejó claro que entre ellas existía un plan, algo trazado entre líneas, invisible para cualquiera que no estuviera en su círculo de confianza. Sin más palabras, Bulma subió al auto y arrancó, el motor rugiendo como un presagio de lo que estaba por venir. La noche estaba oscura, pero la decisión de la joven peliazul brillaba con una intensidad que ni las sombras más densas podían apagar.

Bulma regresó al departamento de Vegeta con una determinación que se reflejaba en cada paso firme que daba. Al llegar, tocó el timbre con calma, aunque su corazón latía con una mezcla de ansiedad y desprecio. Cuando la puerta se abrió, los ojos de Vegeta se encontraron con una visión que lo dejó momentáneamente sin palabras. Allí estaba Bulma, envuelta en un vestido ajustado de color negro, que caía justo por encima de sus muslos, realzando cada curva con una precisión casi quirúrgica. Su cabello azul, perfectamente arreglado, caía en cascada sobre sus hombros, mientras sus labios, pintados de un rojo oscuro, contrastaban con su piel pálida, dándole un aire de tentación calculada.

Vegeta la miró de arriba a abajo, sus ojos encendidos por una mezcla de deseo y satisfacción. "Así que finalmente ha decidido rendirse," pensó, complacido con la imagen que tenía frente a él. La invitó a entrar, apartándose apenas un paso, incapaz de ocultar la sonrisa de aprobación que asomaba en sus labios. Bulma entró al departamento con una postura que destilaba confianza y seducción, fingiendo un interés vil que sabía que Vegeta no cuestionaría.

Cada movimiento que hacía parecía calculado para mantener su atención, para hacer que su mente se llenara de una sola idea: la había ganado. Vegeta, convencido de su superioridad, observaba a Bulma con un brillo posesivo en sus ojos, saboreando la victoria que creía haber asegurado. Mientras la veía moverse, un pensamiento oscuro comenzó a tomar forma en su mente. "Si consigo lo que quiero esta noche, entonces no habrá vuelta atrás. Ella será mía para siempre, y Kakarotto... él no verá otro amanecer." Una risa siniestra escapó de sus labios al considerar su maquiavélico plan.

Bulma, perceptiva y alerta, notó la oscuridad en la expresión de Vegeta, esa risa que no alcanzaba a esconder del todo. "¿Qué estará tramando ahora?", se preguntó, sin permitir que su rostro revelara nada más que el interés fingido. Sabía que debía mantener su papel a la perfección, debía seguir con su plan de seducción para acercarse más a la información que necesitaba, y, en última instancia, salvar a Goku.

—Sabía que esto te gustaría —dijo, su tono impregnado de una calidez que sólo aumentaba la tensión entre ellos—. Pero, Vegeta... quiero que esta noche sea especial. Quiero ser tuya, completamente, pero a mi manera. —Su voz era dulce, casi suplicante, una táctica para mantener el control mientras él creía que era él quien lo tenía.

Vegeta levantó una ceja, desconfiando ligeramente, pero el deseo le nublaba el juicio. "Ella me pertenece," pensó, "y pronto Kakarotto será historia." Su sonrisa se ensanchó mientras su mente se llenaba de visiones de maldad y poder absoluto.

—¿A tu manera? —repitió Vegeta, acercando su rostro al de Bulma, sus ojos oscuros ardiendo de expectativa—. No suelo entrar en juegos... Pero haré una excepción... por esta vez. —

Bulma se movió con la gracia y seguridad de una mujer que sabía exactamente lo que estaba haciendo. Se deslizó hasta el pequeño bar que había en el rincón del salón, donde una botella de vino tinto ya descorchada la esperaba. Vegeta la observaba, cada uno de sus movimientos como una promesa que se le revelaría en cualquier momento. Ella le lanzó una mirada seductora por encima del hombro mientras vertía el vino en dos copas, el líquido rojo oscuro burbujeando suavemente mientras se asentaba en el cristal.

—Me parece bien hacer una excepción... de vez en cuando —murmuró Bulma, su tono impregnado de una insinuación que hizo que Vegeta levantara una ceja, intrigado. Le ofreció una copa y mantuvo la otra en su mano, girando ligeramente el tallo entre sus dedos.

Vegeta se acercó, sus ojos fijos en los labios de Bulma que apenas tocaban el borde de la copa mientras ella sorbía un poco del vino. Sabía que estaba jugando con él, pero por ahora, lo disfrutaba. Había una peligrosa tensión en el aire, una que Vegeta no recordaba haber experimentado en mucho tiempo, y eso le complacía, lo excitaba.

—Salud, por lo que viene —dijo Vegeta, alzando su copa hacia Bulma, sus ojos buscando los de ella en un desafío implícito.

—Por lo que viene... —repitió Bulma, chocando suavemente su copa contra la de él, antes de alejarse ligeramente y dirigir su mirada hacia la botella de vino.

Mientras Vegeta llevaba la copa a sus labios, tuvo una ligera interrupción, ella hizo caer la botella por error cuando quiso acercarse al escritor, él tuvo que de inmediato evitar la caida, vil distracción, con un movimiento ágil, casi imperceptible, sacó un pequeño frasco, que había estado ocultando en la palma de su mano. El contenido, un líquido transparente y viscoso, cayó silenciosamente en la copa de Vegeta mientras él observaba con cierta preocupación que el liquido teñido no manche sus asientos.

Con una sonrisa casi imperceptible, Bulma giró la copa en su mano, mezclando el líquido con el vino. Se aseguró de que el vino se mezclara completamente antes de que Vegeta pudiera sospechar nada. Luego, lo ocultó rápidamente entre las sombras de su vestido, con el mismo control y maestría que había exhibido durante todo el encuentro.

Vegeta, completamente inconsciente del peligro que se cernía sobre él, le recibio la copa y dio otro sorbo. Los ojos de Bulma lo observaban, y aunque su mirada seguía siendo la de una mujer deseosa, en lo profundo de sus iris azules había una sombra oscura, un destello de algo mucho más siniestro.

—Este vino... tiene un sabor distinto —comentó Vegeta, sus sentidos agudizados por la tensión de la noche.

—Seguro es especial —respondió Bulma con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, su voz un susurro seductor mientras se acercaba a él—. Como esta noche—

Vegeta la observó por un momento, tratando de discernir si había un doble sentido en sus palabras, pero el deseo nublaba su juicio. Levantó la copa, bebiendo más profundamente esta vez, disfrutando del sabor sin saber que con cada trago se acercaba más a la trampa que Bulma había preparado.

Mientras él bebía, Bulma se acercó, colocándose justo frente a él, sus cuerpos apenas separados por un suspiro. Lo miró a los ojos, su mano libre deslizándose suavemente por el brazo de Vegeta, asegurándose de mantener su atención fija en ella. Y cuando Vegeta dejó la copa vacía a un lado, Bulma supo que la primera parte de su plan había comenzado a dar fruto.

—Listo para la segunda parte de la noche? —preguntó, su voz envolviéndolo como un manto cálido, mientras en su mente ya se preparaba para lo que vendría después.

—Estoy más que listo —respondió Vegeta, sonriendo con una mezcla de deseo y autoconfianza, sin darse cuenta de que Bulma no solo estaba jugando a un juego, sino que lo estaba ganando.

El líquido en la copa de Vegeta comenzaba a hacer efecto, y Bulma observó cada una de sus reacciones, buscando la mínima señal de debilidad. Estaba cerca de cumplir su objetivo, pero aún quedaba mucho por hacer antes de que pudiera saborear la victoria.

Asi aquel momento pasaba y ella mantenia su expresión controlada mientras Vegeta, ajeno a lo que estaba ocurriendo, comenzaba a sentir el calor en su interior intensificarse, un calor que él atribuyó a la presencia seductora de la mujer frente a él. Sus ojos recorrían cada detalle del cuerpo de Bulma, desde el contorno de su figura hasta la forma en que su vestido abrazaba sus curvas, revelando apenas lo suficiente para mantener su atención cautiva.

Ella, por su parte, parecía haber alcanzado un nivel de control absoluto sobre la situación. Sabía que cada movimiento suyo era observado con fervor por Vegeta, y lo usaba a su favor. Se inclinó ligeramente hacia él, dejando que el escote de su vestido se abriera un poco más, mostrando la delicada línea de su clavícula y la suavidad de su piel. Vegeta tragó saliva, su mirada fija en el suave ascenso y descenso de su pecho, atrapado entre el deseo y la intoxicación que lentamente comenzaba a nublar sus pensamientos.

—Vegeta... —murmuró Bulma, su voz un susurro cargado de promesas no dichas. Dio un paso hacia él, haciendo que sus cuerpos casi se rozaran, y él no pudo evitar cerrar la distancia, ansioso por lo que estaba a punto de suceder.

Ella deslizó una mano por su cuello, jugando con los mechones de su cabello mientras su otra mano acariciaba el borde de la copa vacía de Vegeta, trazando círculos lentos y sensuales en el cristal. El saiyajin, cegado por el deseo, no notó la peligrosa determinación que brillaba en los ojos de Bulma.

—Dime... —continuó ella, con un tono insinuante mientras sus labios se curvaban en una sonrisa ligera, casi burlona—. ¿Qué es lo que realmente deseas esta noche? —

Vegeta, sintiendo la tensión crecer en su interior, acercó su rostro al de Bulma, inhalando su perfume embriagador. Sus manos firmes se posaron en su cintura, apretándola con fuerza, como si quisiera asegurarse de que ella no se escaparía.

—Lo que siempre he deseado, Bulma —respondió con voz ronca, su mirada recorriendo sus labios antes de encontrarse con sus ojos—. A ti, y todo lo que eso implica—

Bulma dejó escapar una risa suave, una que Vegeta interpretó como una confirmación de su triunfo. Pero en su interior, ella saboreaba cada segundo de su victoria oculta. Se acercó aún más, dejando que sus labios rozaran los de Vegeta, pero antes de que pudiera profundizar el beso, ella se apartó ligeramente, tomando su copa y ofreciéndosela.

—Entonces, bebamos por ello —dijo ella, levantando su propia copa en un brindis, esperando a que él hiciera lo mismo.

Vegeta, con una sonrisa de autoconfianza, aceptó la copa de Bulma y la llevó a sus labios. Mientras el vino se deslizaba por su garganta, un brillo oscuro cruzó por los ojos de Bulma. Ella no necesitó beber de su propia copa; su victoria ya estaba asegurada. Solo era cuestión de tiempo.

—Así que... ¿qué sigue? —preguntó Vegeta, la intensidad de su deseo palpable en cada palabra. Pero había algo más en su voz, un leve temblor que delataba que el vino comenzaba a hacer efecto, debilitando sus sentidos y nublando su juicio.

—Lo que sigue, Vegeta... —susurró Bulma, inclinándose hacia él, su voz un arma envuelta en terciopelo—. Es que finalmente me tendrás... exactamente como siempre quisiste—

Vegeta apenas pudo procesar sus palabras antes de que el mareo lo golpeara de lleno. Intentó concentrarse, pero sus pensamientos comenzaron a dispersarse, mezclándose con el deseo y la creciente confusión. Bulma lo observaba con atención, notando cómo sus manos temblaban ligeramente al intentar aferrarse a ella.

—Bulma... ¿qué...? —susurró Vegeta, sus ojos comenzando a perder foco mientras la realidad empezaba a distorsionarse a su alrededor.

Bulma sonrió, esta vez sin ocultar el filo de crueldad en su mirada. Se acercó aún más, permitiendo que sus labios rozaran su oído mientras susurraba:

—Solo relájate, Vegeta... —dijo con voz dulce, acariciando suavemente su cabello mientras su sonrisa se ensanchaba—. Todo saldrá como lo planeado... maldito bastardo...—

Vegeta intentó replicar, pero su cuerpo ya no respondía como quería. Cada vez más débil, notó la traición demasiado tarde, el peligro latente detrás de la máscara de deseo que Bulma había usado tan hábilmente. Con su último esfuerzo, intentó alejarse, pero sus piernas no lo sostuvieron, obligándolo a tambalearse hacia la silla más cercana.

Bulma lo observó, fría y calculadora, mientras Vegeta se hundía en la inconsciencia. Sabía que lo que había hecho era solo el primer paso, pero un paso crucial en su plan. Aún quedaba mucho por hacer, y no había espacio para errores.

—Todo según el plan... —murmuró para sí misma, mientras se acercaba al cuerpo inconsciente de Vegeta, la mente afilada y lista para lo que vendría después.

Lo que Vegeta no sabía, y que Bulma había ocultado tan bien, era que en esa misma noche, él no sería el único en perder. Lo que él creía que era su victoria, su momento de gloria, estaba a punto de convertirse en su ruina.

CONTINUARÁ...

Nos vemos en los reviews!

AMAPOL