Jill y Claire se vieron en una cafetería cercana a la base de la B.S.A.A. donde se actualizaron con respecto a la última vez que se habían visto, cuando ocurrió el ataque que causó conmoción en la organización, porque rápidamente se extendió el rumor del atentado contra la principal asesora en temas de virología, y también comenzaban a especular las razones por las que había ocurrido.
Los chismes corrieron como pólvora encendida y la tensión ahora se hizo más evidente, porque la desconfianza se sentía en todos los corredores, ¿cómo había llegado esa información? Se corrió la teoría de que una de las asistentes filtró los datos en habladurías de corredor luego de escuchar una conversación que no debía escuchar, lo que desató el infierno en el lugar, pero lo que intensificó y para algunos terminó de reafirmar la teoría, fue que estas personas del área administrativa fueron despedidas sin referencias e incluso se les destruyó su trayectoria laboral.
Jill se mantuvo callada, lejos de las habladurías, pero atenta a todas ellas porque había aprendido que de los sitios menos esperados era de donde podía surgir la información más valiosa. Claire veía su taza de café con preocupación, aún no podía creer la información que había recopilado desde su frente en TerraSave, porque las preocupaciones de Jill también se habían extendido al ámbito de las ONG's y a la política internacional, encontrando que muchos comenzaron a desconfiar de la reciente burocracia excesiva y de algunos tratos que la organización de su hermano comenzaba a realizar.
Lo único que le quedaba de consuelo era saber que su hermano no se encontraba empapado de esa mierda.
Ambas quedaron en silencio después de tratar los temas triviales, después de charlar sobre lo que había ocurrido en sus vidas, en la vida de Chris, e incluso indagando entre Rebecca y Billy, quienes no se habían dejado ver en dos semanas luego de que la chica perdiera a su producto. Entonces Claire rompió el silencio.
—¿Cómo te has sentido, Jill? —le dijo mientras veía que la castaña de pelo corto se distraía mirando por los ventanales de la cafetería —tierra a Jill…
—Oh, perdón —exclamó la chica mientras aún pensaba en lo ocurrido, y también en cómo Chris le había dado la noticia en la mañana de que prácticamente todo estaba listo para recibir al exteniente de marines Billy Coen entre sus filas —pensaba en algo.
—Eso vi —respondió Claire —tiene que ser algo importante para que te hayas puesto a divagar así.
—Hablaba estos días con tu hermano —contestó —y sé que ya cotilleamos mucho sobre Billy y Rebecca, pero…
—¿Qué pasó? Supe que hubo un juicio contra Rebecca y que el informe que hizo sobre la muerte de Billy en Arklay, y otras cosas, pero lo nuevo es que ahora tienen una relación y no sé que más ¿me puedes explicar?
—Lo único que tienes que saber es que en los juicios que tuvieron, Rebecca fue declarada inocente de encubrimiento… a Billy lo declararon culpable de un crimen de guerra cuando no lo era —explicó Jill mientras recordaba como el hombre le daba de manera generosa un arma para protegerse a sí misma y a la información —él, cuando fui por los datos a su departamento, aunque primero desconfió de mí, sé que lo hizo para proteger a Rebecca y después me dio un arma en caso de que alguien me quisiera atacar o algo así. Es un buen hombre y habilidoso, no creo que merezca el destino que le imponen.
—¿Cuándo le dan su sentencia? —preguntó Claire ahora conmovida con lo que su amiga le había contado.
—Hoy en la tarde tiene que ir a los juzgados y recibir el veredicto —contestó ella molesta —pero antes de eso, Chris y yo estuvimos moviendo hilos para evitarlo.
—¿Qué hicieron?
—Algo que a Rebecca no le va a gustar.
Claire, con expresión adolorida, ligeramente triste y los ojos hundidos en su taza de café, comprendió a qué se refería su interlocutora. Había platicado con Chris cuando llegó a Nueva York, y él le había platicado lo impresionado que estaba con las habilidades del exmarine, también confesó haber hecho una investigación privada acerca de los logros militares del teniente William Coen y cómo es que el juicio al que estaba siendo sometido el novio de Rebecca estaba convirtiéndose en una piedra en el zapato para poder reclutarlo, e incluso se le hacía un desperdicio que él acabara en el paredón, especialmente si lo que les había platicado ella y lo que se había determinado en las periciales y con los testimonios era cierto y él no había cometido delito alguno.
Para ella era muy obvio que su hermano buscaba que Billy ingresara a sus filas, o que mínimo fuera un miembro de Inteligencia, porque sus capacidades y su historia militar que le permitió ascender al rango de teniente sin muchas dificultades a pesar de poseer otras habilidades sociales o artísticas más interesantes, como su muy rumoreada intuición sobre el peligro, de la que Rebecca también habló cuando le confesó por llamada que Billy no fue alertado por nadie y solamente llegó porque 'sintió' que ella necesitaba ayuda. Pero también supo que a la laboratorista no le interesaba en lo más mínimo que él volviera a la acción del servicio y tampoco al exmarine, y esto lo sabían porque aparentemente ella fue a hablar con Chris a nombre de él para evitar seguir recibiendo propuestas similares. Quería una vida tranquila, haciendo arte ya fuera de café o de cualquier otro estilo como el piano, llevar una casa y si su salud mental se lo permitía, una familia, lo que ya no pudo ser tras la pérdida del embarazo de Rebecca por el ataque de su exasistente.
La pelirroja volvió a tomar un trago de su café, el que le sabía más amargo tras enterarse del destino del hombre al que apenas había visto cuando de casualidad se encontró con Jill ese día en la B.S.A.A., porque fue ella quien había recibido la alerta que Rebecca había mandado cuando invadieron su laboratorio, así que la acompañó y fue cuando se enteró de la apariencia del hombre por el que Rebecca había corrido el riesgo de perder su carrera. Era atractivo sin duda, y genuinamente entregado a la médico que había subido a la ambulancia en ese momento. Ya podía ponerle rostro a la persona de la que Rebecca hablaba cuando tuvieron esa conversación sincera fuera de la organización, cuando Rebecca iba a entregar avances de su vacuna.
Ambas quedaron en silencio y les dieron un sorbo a sus tazas mientras esperaban a que la tensión de la plática se fuera. No sabían cómo esto podía afectar a su amiga o incluso a la lucha contra el bioterrorismo si ella quedaba desestabilizada.
Rebecca se levantó de su cama, ya caminaba más, Billy la sobreprotegía menos por pedido de ella y cuando se sintió mejor, más capaz de moverse, tomó rumbo a la B.S.A.A. porque quería hablar con Chris directamente.
Buscaba que él también se viera involucrado en la contratación de su nuevo personal, pero solo él junto con la inteligencia de Hound Wolf Squad, porque desde el ataque a su laboratorio y la extorsión a Alexandra -algo que jamás perdonaría-, sentía que ya no podía confiar directamente en la organización. Ella había contratado a Alexandra únicamente al ver su currículum y sus estudios, pero no contaba con que su mente estuviera tan vulnerable, así que decidió confiar en que Chris sabría exactamente como hacer la nueva contratación para cubrir las bajas de Simon y ella.
La puerta de su oficina estaba a medio abrir, algo extraño en él, porque siempre la dejaba cerrada. Algo estaba mal, podía sentirlo.
Billy le había explicado cómo sentir su intuición, le había pedido muchas veces que respirara en calma, le había dado instrucciones exactas de que hacer para que su mente dejara de retumbar en pensamientos ansiosos, algo que antes no dominaba, pero que cuando ingresó a la institución mental tras los hechos en África, le habían ayudado para calmarse en sesiones holísticas con los psicólogos y a las que en su momento iba únicamente por obligación… hasta que les encontró el gusto.
Guardó la calma y respiró como él le había indicado, con ritmos de tres segundos al inhalar, al retener, al exhalar y repetir el ciclo, mientras se exigía a sí misma mantenerse en calma. Entonces, una emoción que le ponía la piel de gallina cruzó por su cuerpo mientras se percataba de que nacía en su estómago.
"Felicidades, estás escuchando a tu intuición", alguna vez le había dicho Billy mientras respiraban y practicaban en esas semanas en las que estuvieron desconectados del mundo, pero conectando entre ellos.
Rebecca recordaba que se sentía más tranquila, pero no menos culpable. Aunque sentía amor, protección y seguridad rodeada de los brazos del exmarine, podía sentirlo levantarse en las noches, abría los ojos y veía cómo él tomaba alguna píldora para dormir mientras se revisaba el cansado rostro.
Se odiaba a sí misma por causarle ese cansancio, y fingía volver a dormir cuando él la rodeaba de nuevo con sus poderosos brazos y caían rendidos el uno junto al otro en una rutina que se volvía insoportable por la culpa.
La mujer se quedó de pie a un lado de la puerta mientras escuchaba que la voz de Chris tomaba fuerza poco a poco.
—¡¿Cómo que ese fue el veredicto final?! —gritó, casi podía escuchar como rompía algo del otro lado de la pared —¡Edward, tienes que hacer algo!
Rebecca no alcanzaba a escuchar la respuesta del abogado, pero por lo que podía entender, se trataba de Billy, lo que hizo que su piel se crespara aún más. Su intuición le estaba gritando, y el mensaje no era agradable.
—Si ese es el veredicto, ¿entonces no hay nada que hacer? —siguió preguntando Chris en una conversación que desde la perspectiva de la laboratorista, era un monólogo —se trata de Billy, del novio de tu enamorada —reveló, lo que a Rebecca también la dejó sorprendida, porque nunca imaginó esos sentimientos de parte de Edward —entiendo que no tienes injerencia en eso, ¿pero estás seguro que no se puede apelar? Porque si llego con esta noticia con ella, puede recaer… y si se entera que la sentencia es ir al paredón, va a ser peor.
De inmediato hiló la trama, y unas lágrimas copiosas, grandes y fuertes corrieron de los ojos de la mujer, la que quedó inmóvil mientras se peinaba los cabellos cortos entre los dedos y ahogaba los gritos que buscaban salir desesperados. Aunque sabía que de eso no tenía la culpa, el pensar en Billy recibiendo la inyección letal o enfrente de un paredón para ser fusilado solo la desestabilizaba, enojaba, entristecía y deprimía.
Sus manos comenzaron a temblar, ella entera empezó a temblar.
—Yo ya hice todo lo posible, es probable que… —decía Chris mientras salía de la oficina y se encontraba con una frágil Rebecca afuera. Desde la muerte de Richard en la Mansión Spencer, no la había vuelto a ver en ese estado de ansiedad, y mucho menos con los ojos tan inflamados y abiertos.
Unió todas las piezas, había escuchado todo.
—¡Rebecca! —exclamó colgándole la llamada a Edward. Vio cómo ella se sentaba en el suelo mientras comenzaba a chillar con fuerza, como si se tratara de una rabieta de niño chiquito, pero con una razón más que válida para sacar lo que llevaba adentro.
Chris intentó levantarla, pero ella rechazó su mano.
—¡No me toques! —gritó mientras se ponía de pie y caminaba a solas por el pasillo de salida de la organización.
—¡Rebecca! —volvió a gritar Chris sin acercarse a ella. Había buscado respetar su voluntad, pero estaba turbado. No había escuchado todo, aún le faltaba contarle que logró salvarle la vida, pero la chica no quería escuchar nada, no quería exponerse a otra decepción.
Entonces tomó el celular y le llamó a Jill.
—¡Busca a Rebecca, por favor! Es urgente… oyó lo que hablé con Edward…
—Oh, no —contestó Jill al otro lado del teléfono —estoy con Claire, vamos para allá.
—Por favor. La vi muy alterada, incluso estaba temblando.
Rebecca llegó a su auto para seguir llorando. Primero había salvado a Billy del paredón hace veinte años, pero pensó que no había servido de mucho porque lo habían encontrado de nuevo, porque solo sirvió para retrasar lo que aparentemente era inevitable.
Tomó su teléfono y le llamó a Edward con la voz entrecortada y llorosa.
—¡Te odio! —gritó mientras se encontraba en su automóvil al volante —¡dijiste que lo salvarías!
—Rebecca… —contestó Edward sin entender primero, pero después intuyó que se había enterado —no sabes todo, tienes que escuchar…
—¡No quiero escuchar nada! ¡Billy es lo único que valía la pena para mí, lo único que había podido salvar y lo voy a perder a él igual que a mis amigos de S.T.A.R.S!
—Rebecca, escúchame —pidió Edward, pero no podía hablar porque solo se oía de su lado del altavoz la voz jadeante y las lágrimas de la científica, quien por la ansiedad se encontraba en malas condiciones de conducir siquiera por una manzana —Billy…
—¡Adiós! —colgó la llamada, y aunque el teléfono volvió a pitar, ella no lo contestó, prefirió seguir llorando, seguir desahogándose, porque no comprendía cómo era posible que el mundo se volviera tan injusto con una persona que lo único que había aportado a su vida era luz, calma y color.
"¿Será porque nos conocimos? Somos nuestra sentencia de muerte", pensó para sí misma "lo estoy matando, y él a mí".
Con la respiración un poco más tranquila, se dirigió a su propio departamento, donde fue a recostarse en su colchón para seguir llorando. Tomó las placas del exteniente y las apretó con fuerza contra su pecho.
Pasaron horas que se materializaron únicamente en el cambio de las sombras creadas por el sol a través del ventanal, pasaron horas que se convirtieron en el pitar del teléfono, el que tomó y al ver que se trataba de Billy, ocultó bajo sus almohadas.
No podía verlo a la cara, no podía siquiera escuchar su voz.
Encendió una cerilla y empapó de aceite una silla pequeña, la que dejó consumirse en fuego mientras sentía una calma ligera que no había experimentado hacía mucho tiempo, y después, con agua, apagó su pequeño incendio, dándose cuenta de que había recaído en su impulso destructivo del fuego, que por alguna razón parecía haberla purificado aunque fuera un poco del dolor que sentía, pensando que las llamas no eran del todo malas si se les aplacaba adecuadamente.
El teléfono seguía sonado, y seguía siendo Billy, quien al otro lado de la línea, seguía preocupado por ella, llegando incluso a no asistir a los juzgados militares por intentar buscarla, importándole muy poco su sentencia, colocando el bienestar de Rebecca por encima del suyo de nuevo.
La encontró en su departamento, sentada en el suelo, con las piernas abrazadas y la mirada vacía. Ojos inflamados, inyectados en sangre y las lágrimas sin parar de fluir, y en el piso de loza, la silla quemada.
"Mierda", exclamó Billy para sí cuando intentó tocarla para cargarla, pero entonces ocurrió algo insólito.
Ella no se lo permitió. Le tomó el brazo y lo retiró bruscamente mientras esquivaba su mirada.
—¡Muñequita! —exclamó el hombre, pero ahora ese apodo le dolía a la mujer —¿qué te pasó? ¿por qué estás así?
—No, Billy… ya no… ya no aguanto… —balbuceó la mujer mientras perdía la mirada entre los restos de su incendio —ya no aguanto el dolor ¿sabes?
—¿Necesitas ir al médico? —le preguntó mientras se ponía al nivel de ella y buscaba tocarla, pero ella le rechazaba el contacto —¿qué te pasa?
—Pasa que esto fue un error, Billy —contestó ella aún sumida en su propio caos —te estoy matando, sabes que te estoy matando —contestó —y si seguimos así nos vamos a perder para siempre y no es justo ni para ti ni para mí y no…
Billy sentía una punzada en su corazón mientras escuchaba las palabras de su mujer surgir de sus labios.
—Si algo te pasa… me muero contigo —contestó ella mientras se dejaba vencer y lloraba copiosamente acompañada con chillidos. Billy no alcanzaba a entender.
—Esto no es ningún error, Rebe —contestó él —nunca había sido tan inmensamente feliz con nadie antes…
—¿Eso es felicidad para ti? —preguntó ella molesta, con la mirada intensificada en un gesto agudo que no se conocía —tomas píldoras para dormir, no aguantas el dolor de haberlo perdido, no puedo darte la tranquilidad que buscas… no… no merezco la pena ¿entiendes? Y si algo así te pasara a ti, yo me iría contigo…
—No digas eso —respondió él mientras la tomaba del rostro y buscaba verla a los ojos —yo te amo y nada me va a pasar, porque te voy a cuidar infinitamente sin importar nada ¿entiendes? —respondió con terquedad, pero ella ya no soportaba.
—Tu veredicto es de culpable —exclamó Rebecca incapaz de guardarlo, con las lágrimas corriendo aún más fuerte. Billy dejó caer los brazos mientras la veía directamente a los ojos —te van a mandar al paredón.
Todo estaba claro ahora.
—Prometí que te cuidaría tan bien como pudiera y ahora no puedo hacer nada —gritó la mujer mientras se recargaba en la pared que tenía atrás de ella —solo te he servido para nada… no…
El hombre, devastado por su propio destino, tomó asiento a un lado de ella mientras que con el puño, golpeaba la pared en un acto que Rebecca desapercibió. Estaba en todo su derecho de expresar su frustración. Gritó tanto como pudo, y entonces comprendió a su amada en ese instante.
—Esto no es tu culpa —repitió mientras veía igual al infinito en el suelo. Ambos sin verse, seguían comunicándose solo con palabras —Rebecca, esto está fuera de tu control…
—Siento que solo retrasé… algo inevitable… no pude ayudarte… —balbuceó la chica.
Todo estaba pasando demasiado rápido para ella. Hacía solo dos semanas Alexandra había atacado a sus compañeros, matado a Simon, había intentado robarse su vacuna, se la inyectó lo que la hacía inmune al virus de la serie E y recibió un disparo que la hizo perder a su bebé… y Billy a pesar de que había estado cerca no pudo hacer mucho. Casi pudo haber muerto también.
—No quiero perderte, Rebecca. No otra vez —contestó Billy tomando la mano de la chica, quien para su desconcierto, la retiró —no quiero morir con el dolor de que te perdí…
—Yo no quiero que mueras —contestó ella —eres el único con el que he podido dormir tranquila. No quiero… no quiero dejarte, pero siento que solo te estoy causando dolor.
—El único dolor que me puedes causar es yéndote —exclamó el hombre mientras le volvía a tomar la mano —pero no hay nada que hacer ¿o sí?
—No lo sé… no quiero que lo pierdas todo por mí. Tu sueño, tu humanidad, tu vida… pero tampoco quiero que sientas que lo perdiste todo cuando algo me pase de nuevo —comenzó a decir Rebecca con el tono vacío, con la expresión fría.
—¿De nuevo? Eso no va a ocurrir otra vez porque yo…
—¿Me vas a proteger? ¿Cuántas veces vas a estarme protegiendo?
—¡Toda la vida, si es necesario!
—¡No! ¡Ya basta, Billy! —gritó mientras volvía a llorar —no vas a volver a depender de mi vida así, no puedes seguir sacrificándote así.
Billy la miró extrañado, ella parecía más firme que nunca, y su resolución era sencilla. Ya había perdido a sus compañeros antes, había logrado salvar a Billy antes, pero casi moría en el laboratorio, perdió a su bebé, aniquiló la posibilidad de la paternidad de su pareja, aniquiló su maternidad , estaba matando sus sueños, y de eso se sentía culpable. Veía como él se medicaba cada noche. Se percibía como una carga inútil que para lo único que estaba sirviendo era para traerle dolor a Billy.
Entonces le dio un beso fuerte, largo, que parecía eterno, hasta que de pronto, dejó de serlo.
—No puedo destruirte más —contestó Rebecca mientras se ponía de pie —incluso si te revocan la sentencia, yo puedo hacerte más daño del que crees, lo siento.
Billy de golpe recordó la culpa del sobreviviente de Rebecca. Esa pequeña, pero dolorosa espina, que continuaba azotando en su mente. Su tiempo en el psiquiátrico y en terapia lo hizo más comprensivo. Solo la miró, podía sentir el dolor en sus ojos. Podía ver que ella sentía que sobrevivir había sido un error, y que en su mente, morir era otro si eso implicaba que él sintiera desasosiego.
Genuinamente pensaba que él sufriría si seguía con ella. Pero ya no pudo decir nada. Su mente estaba tan obnubilada que cualquier razonamiento era inútil a esas alturas.
Y la dejó ir.
