Rebecca fue cuidada como una niña por Billy, quien después de una semana en el hospital, la llevó a su departamento, donde evitó que tuviera movimientos bruscos por el dolor que aún sentía.

Así era como se sentía completo, era una de las razones por las que había entrado al servicio. Ayudar al prójimo en problemas o en necesidad era algo que lo llenaba muchísimo, y más si ese prójimo era amado por él y lo llegaba a no necesitar.

Aunque más que atender la casa, que era su obligación al ser su departamento, lo que hacía era preparar comida y acompañar a Rebecca, quien silenciosa, lo miraba hacer y deshacer el mundo para que ella estuviera bien, cuidada. Así sintiera que ella no lo mereciera.

Pero no fue sino hasta una tarde que Billy la levantó como a una princesa, de los brazos y la sentó en el sillón de su sala de estar.

—¿Qué haces? —preguntó extrañada —no tienes que levantarme a todas partes, estoy mejorando —contestó ligeramente confundida.

—Lo sé, solo me gusta cargarte —respondió mientras le daba un beso en la frente, ella sonrió levemente y lo seguía con la mirada, notando que movía algunas cosas de un mueble que no era un mueble como tal.

Un hermoso piano blanco con teclas de marfil y ébano se desplegó frente a ella, y aunque no era tan espacioso como uno de cola, él comenzó a tocar las teclas y a tomar un vaso de agua.

—Solo disfruta de este momento, por favor —le pidió con tranquilidad.

Inmediatamente reconoció la melodía con los movimientos que él estaba ejecutando con maestría en el instrumento.

Well, I know the feeling
Of finding yourself stuck out on the ledge
And there ain't no healing
From cutting yourself with the jagged edge
I'm telling you that, it's never that bad
And take it from someone who's been where you're at
Laid out on the floor
And you're not sure you can take this anymore

La joven comenzó a llorar mientras escuchaba la letra de la voz de Billy, la que poderosa se extendía por todo el departamento. Lullaby, Nickelback, uno de los grupos que más la habían movido por dentro.

Just give it one more try to a lullaby
And turn this up on the radio
If you can hear me now, I'm reaching out
To let you know that you're not alone
And you can't tell, I'm scared as hell
'Cause I can't get you on the telephone (oh)
So just close your eyes (close your eyes)
Oh, honey, here comes a lullaby
Your very own lullaby (oh)
Oh, honey, here comes a lullaby
Your very own lullaby

Los ojos de Rebecca se humedecieron de a poco, pero ninguna sonrisa salió de su rostro, la letra, aunque poderosa, no la hacía sentir bien. En lugar de sentir poder y pensar que podía sobrevivir otra noche al dolor, sentía que lo correcto era escapar y sucumbir.

Please let me take you
Out of the darkness and into the light
'Cause I have faith in you
That you're gonna make it through another night
Stop thinking about the easy way out
There's no need to go and blow the candle out
Because you're not done
You're far too young
And the best is yet to come

Sin embargo emitió una sonrisa por notar las intenciones de Billy, las que aparte de nobles, eran tiernas al querer reafirmarle que siempre estaría ahí para ella, así fuera. Sonrió con más fuerza, y salió una gota de su ojo, para terminar cayendo en su mano.

So just give it one more try to a lullaby
And turn this up on the radio
If you can hear me now, I'm reaching out
To let you know that you're not alone
And you can't tell, I'm scared as hell
'Cause I can't get you on the telephone
So just close your eyes (close your eyes)
Oh, honey, here comes a lullaby
Your very own lullaby

Al terminar de cantar, ella se puso de pie, posicionándose a su lado y sintiéndose más alta que él al estar sentado. Lo abrazó por el cuello y en ese momento, le dio un beso, posiblemente el más apasionado que alguna vez le haya dado.

Se sentía como si fuera el último que le daría.

—Sabes que te amo ¿verdad? —le preguntó la chica mientras él la tomaba por la cadera, a lo que le sonrió con dulzura y la sentó en su regazo.

—Esta balada y todas las del mundo son las que te mereces —le contestó con la mirada mansa, una que solamente externaba con ella —¿cómo te sientes?

Evitó dar una respuesta. Él sabía que aún le costaba procesarlo, tanto o más que a él, se le veía en la mirada que aún estaba decaída. También sabía que la conversación que había comenzado en el hospital tenía que terminar en algún momento, así que con un suspiro, comenzó.

—Hiciste por mí más de lo que recuerdas —remarcó —me diste veinte años de libertad, me rescátate de morir ahogado, atendiste mis heridas, y sigues haciéndolo, pero hiciste algo aún mejor y creo que ni siquiera lo sabes.

—¿Qué cosa? —preguntó extrañada, un poco insultada porque las palabras de él iban contra toda su autopercepción, contra la imagen distorsionada de su propia persona.

—Cuando me dio ese ataque de risa contigo ahí en esas instalaciones, cuando mencionaste que ese monstruo era un babuino —comenzó a recordar, Rebecca sonrió ligeramente, y como la primera vez que fueron a Central Park, ese recuerdo azotó de nuevo a su mente. Efectivamente, seguía fresco, todo lo relacionado con Billy estaba fresco —no solo fue una pausa entre el caos, ¿sabes?

—¿Entonces qué fue ese ataque de risa estrepitosa? —preguntó ligeramente más animada, aunque no pudiera con la culpa, por dentro Billy la hacía sentir segura.

—Sabía que sugerir ir al observatorio y pedir un rescate implicaba que me arrestaran de nuevo —recordó —pero salvarte lo valía —comenzó a expresar —principalmente porque después de ese ataque de risa, y después de conocerte… comencé a gustarme de nuevo, mi faceta de criminal se había caído y aunque prefería ese día morir a manos de esas cosas que acabar en el paredón, pensar en ayudarte a salir de eso fue lo que me dio valor. Me levantaste del fango, Rebecca —la chica se le quedó mirando extrañada, esa parte jamás se la había platicado. Bajó la mirada al suelo —eso solo fue en menos de 12 horas que te conocí, y ahora que nos reencontramos… —colocó su mano en su mejilla —solo diré que no me arrepiento de nada.

—¿Estás seguro? —le preguntó con tristeza en la voz, llevándose instintivamente la mano al vientre, entonces él se la cubrió.

—No me siento bien sabiendo que pude hacer más.

—No podías, Billy… llegaste de puro milagro —respondió Rebecca.

—Entré cuando le lanzabas las botellitas y una le dolió ¿qué llevaban?

—Ácido clorhídrico —respondió Rebecca —pero no fue suficiente, no me quedaba más.

—No pude intervenir porque vi que la loca esa tenía buena puntería y estaba inestable. No llevaba chaleco, y era un riesgo —respondió —pero podía haberla neutralizado antes, o… no sé, solo sé que pude haberlo hecho mejor…

—Billy, tampoco fue tu culpa —recordó Rebecca —y yo no quería hacerle daño, estaba muy mal, algo entendí de que habían amenazado a su madre.

—Te atacó y mató a tu amigo —respondió molesto —si no hubieras llevado el chaleco…

Rebecca se puso de pie y se sentó a un lado de él mientras se limpiaba las lágrimas. Recordar aún la mataba.

—Hubiera sido peor —recordó la chica mientras se volvía a tocar el vientre —por suerte el médico me dijo que esto no comprometió mi fertilidad, pero no quiero pensar en niños por un tiempo, al menos no ahora.

—Al menos ya piensas con algo más de claridad… me alegra mucho.

—Aún siento que fue mi culpa, yo era la madre, yo tenía que haberlo protegido mejor, y no ponerme a pelear contra Alexandra…

El teléfono de Rebecca sonó, Billy fue por él para dárselo, y cuando aceptó la llamada, no le dio tiempo de responder.

—Mataron a Alexandra —dijo Chris al otro lado de la línea —te dejé descansar en esta semana, pero creo que necesitabas saberlo.

Rebecca soltó el teléfono, dejándolo caer al suelo, y perdiendo su mirada entre las teclas del piano de Billy.

No supo en que momento sintió que se iba a desmayar, porque Billy logró sostenerla de la espalda, cargarla y llevarla de nuevo a recostar en la cama.

Y Rebecca ahora sintió más remordimiento y dolor por la que era su mejor alumna en el laboratorio, una niña genio que no pudo con el dolor de sentir a su familia amenazada. Tomó el teléfono de nuevo cuando Billy se lo entregó y siguió escuchando.

—Investigamos más a fondo, tu alumna fue extorsionada por uno de los altos mandos de la B.S.A.A., por el director de la Región 1, tomó a su madre como rehén para tenerla bajo su disposición, y creyó que al estar cerca de ti, podría acceder a la vacuna, pero no fue así. Seguimos buscando pruebas.

—¿Qué pasó con su madre? —preguntó Rebecca triste —¿qué pasó con la señora?

—La asesinaron con sobredosis de morfina —contestó dubitativo —al fallar, cumplieron con su amenaza.

—Gracias por informarme, Chris. Llamaré para conseguir un nuevo asistente —contestó ella sin ánimos y colgó la llamada.

Billy tomó el teléfono y lo colocó en la mesa de noche a lado de su cama, mientras Rebecca le veía fijamente a los ojos.

—Ya no puedo, Billy —confesó ella —maldita sea, ya no puedo…

—Está bien, amor —respondió él mientras la abrazaba y soltaba una lágrima que cayó en el cabello de Rebecca, el que ya estaba ligeramente más largo —ahorita no está pasando nada.

Entonces, la mujer, tras sacar todas sus emociones en copiosas lágrimas que comenzaban a estorbarle en la vida, quedó profundamente dormida.

Pocas horas después, Billy se levantó lentamente, dejándola descansar, mientras se dirigía a su baño y se veía directamente al espejo y se lavó el rostro.

Notó inmediatamente las ojeras, notó cómo toda esa semana impactó en su vida y cómo el cuidar desesperadamente a Rebecca le estaba comenzando a pasar factura, una que estaba dispuesto a pagar.

La mujer ahora gritaba más fuerte por las noches, añadiendo el hecho de que se sostenía el abdomen con las manos y sollozaba a su niño que le diera el perdón.

La culpa por haber perdido a su hijo lo mataba por dentro, por eso no podía dormir, porque mientras Rebecca conciliaba el sueño y gritaba en el proceso, Billy solamente podía contar los azulejos del techo en espera de que algo le concediera la gracia del descanso, logrando dormir muy poco, mientras vigilaba que Rebecca pudiera mejorar.

El sueño le era arrebatado por el recuerdo de las fantasías que había tenido alrededor del bebé, de la frustración de una paternidad detenida, y sobretodo por ver cómo el dolor estaba matando a su pedazo de alma.

Había pedido algunos días libres en la cafetería, explicó la situación, a lo que Leonard accedió que tomara el tiempo que fuera necesario para poder digerir el trago amargo que había vivido, y el que podía imaginar claramente porque el ataque al laboratorio había sido noticia nacional.

Durante una de esas noches, le marcó a su psiquiatra y este le dijo que tomara unos ansiolíticos para poder dormir al menos en tres meses, porque el trauma y la emoción estaban afectándole demasiado en la producción de sus neurotransmisores. Accedió y consiguió quetiapina para conciliar el sueño tranquilamente, o al menos hasta que Rebecca lo despertara con otro grito desgarrador y él pudiera abrazarla para brindarle calma aunque fuera temporalmente.

Sin embargo no paraba de pensar que eso no estaría ocurriendo si él hubiera neutralizado a Alexandra a tiempo, si él hubiera hecho por ayudar más, y aunque habló con Leonard un rato largo sobre lo que sentía, él le hizo ver que la situación era riesgosa, y actuar imprudentemente con un loco armado y que sabe disparar era lo peor que podía hacer.

Había hecho todo lo que estaba a su alcance para rescatar a su novia, pero algo en su mente no le podía permitir perdonarse, y le llevaba a aquel círculo vicioso en el que siempre se culparía por ser una de las causas indirectas por las que no había podido ser papá, y más importante aún, permitir a Rebecca cumplir sus ganas de ese momento de ser mamá.

Regresó a su cama, donde la vio temblar del miedo, las pesadillas aún eran frecuentes, eran tristes, pero lo único que sentía que podía hacer en ese momento, antes de que la píldora hiciera algún efecto, era abrazarla.

Compartía su dolor, y eso le dolía. Quería ser su compañero en el amor, no en la guerra, y aunque sabía que la acompañaría al campo de batalla si fuera necesario, esperaba no tener que lidiar con otro de esos, porque ambos ya habían tenido suficientes en su vida.

Quedó rendido con los brazos alrededor de la cintura de Rebecca, y ambos quedaron tranquilos y tumbados por primera vez en la semana, notando que ocurrió solo porque ella fue capaz de llorar.