Se suele asumir que el desenlace de cualquier decisión llevada a cabo por determinado individuo, o grupo de individuos, se vincula con la suerte. Lo cierto es que, en cierta medida, la casualidad también juega un importante rol al influenciar sobre los resultados de dichas decisiones tomadas.
Henry Stickmin no es ajeno a la regla dado su amplia experiencia en la materia.
Desde su triunfal ingreso al banco – una victoria muy brevemente, si no efímera, celebrada – Henry se vio a sí mismo envuelto en una serie de eventos que lo condujeron a tomar decisiones en medio de situaciones descabelladas, una más que la otra, y en la mayoría de veces suerte y casualidad se vieron involucrados.
Tras su más reciente participación dentro de una aeronave, Henry esperaba con ansias poder salir del interminable círculo de toma de decisiones en que se tornó su vida para así evitar meterse en más líos.
Desafortunadamente, nada es como él lo desea.
Cuando Henry logra recuperar la consciencia y los sentidos, se percata de un par de detalles: la fría y sombría habitación donde se encuentra en contra de su voluntad, todo lo opuesto a la comodidad de su hogar, y el sujeto de barba y bigote bien cuidado con un acento ruso que – Henry deduce – es quien lo tiene cautivo.
El hombre se presenta a sí mismo como Dimitri Johannes Petrinov, director de 'El Muro'; complejo presidiario en donde únicamente van a parar los criminales más importantes y peligrosos del mundo.
Henry no necesita ser un genio para adivinar por qué fue traído a las instalaciones del Muro, y Dimitri se aseguraría que su más reciente adquisición jamás abandone el complejo.
Minutos más tarde, Henry – ahora enmarrocado – es conducido a otro ambiente por quien se supone es el guardaespaldas o la mano derecha del director. Dimitri Olyat tendría retenido a Henry hasta reubicarlo en una nueva celda.
Y Stickmin no es el único a quien Olyat debe vigilar. Al costado de Henry hay otra persona, una mujer de cabello color rojo como carmesí que está sentada contra la pared de la habitación y con la mirada triste, como si estuviera resignada a permanecer encerrada el resto de su existencia.
Henry, por su parte, permanece en silencio. Su mente comienza a trabajar en todas las posibles opciones con las que escaparía de este sitio.
Él sólo pudo escapar de una cárcel en medio del desierto, hurtó un enorme diamante durante la noche y encaró a una peligrosa banda de criminales. Por sus propios medios Henry Stickmin huirá de un complejo plagado de soviéticos…
… aunque quizás, en esta ocasión, algo de ayuda no le sentaría para nada mal en esta ocasión.
