Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.


Entre amores y karate.

Capítulo 6.- Te ves linda cuando sonríes.

Durante todos esos días, el dojo se había vuelto una locura andante. No se daban abasto entre las clases que debían impartir, entre los entrenamientos arduos en la escuela y, sobretodo, en la elección de los mejores atuendos que debían llevar para ese prestigioso baile al que habían sido invitados. Akane estaba un poco exhausta, y aunque quisiera tener una sonrisa todo el tiempo, no podía. Agradecía haber renunciado al konbini, de otro modo no hubiese soportado la extenuante rutina que llevaba.

—Este estaría mejor combinado con el traje, ¿No crees?— Preguntó Kasumi mientras admiraba los hermosos vestidos qipao en el exhibidor de esa tienda. El que señalaba era una pieza color verde esmeralda.

Nabiki comenzó a inspeccionar esa prenda, entrecerrando los ojos para admirar cada detalle de la suave tela. Era una persona muy cuidadosa en cuanto se trataba de elegancia, por lo que ponía mucho empeño en la tarea de seleccionar un vestido para su hermana. Después de todo, trabajaba ya en una empresa donde a veces se requería ir elegante, sin importar si el vestido era alquilado o de segunda mano. —Siento que quedaría mejor un diseño más atrevido.

—¿Atrevido?— Nodoka las había acompañado, encantada de pasar más tiempo con aquella muchacha encantadora. Akane y ella habían logrado tener un vínculo muy fuerte, a pesar de que no tenían más que un mes y medio de haberse conocido. Aunque, en el fondo la matriarca Saotome estaba atraída hacia la pequeña Tendo por la simple y sencilla razón de que sospechaba que había algo entre Ranma y ella que estaba comenzando a nacer.

—Una abertura en la pierna y un escote grande en la espalda podría funcionar.

Akane hizo un puchero. —¡Nabiki! No voy a usar algo así.

—¿Y por qué no? Después de todo necesitan impresionar a los demás dojos, y que mejor que hacer ver qué su sistema de entrenamiento es efectivo.

La pelicorto cruzó los brazos, mientras alzaba una ceja. —¿A qué te refieres?

Nabiki posó como quien tiene una victoria aplastante. —Para que sepan que el trabajo arduo en el dojo sirve, es necesario que muestres el fruto de ese entrenamiento enseñando que tú cuerpo se ha moldeado a la perfección.

Las caras de Akane y la señora Nodoka eran un poema muy extraño, mientras que Kasumi no pudo evitar sonreír un poco conmocionada. A veces, la mediana de las Tendo solía ser un poco especial y extravagante.

—No. Oh no. ¡¿Estás loca?!— Akane se alteró y se sonrojó ante la proposición descarada de Nabiki.

—Hermana, creo que te has emocionado de más.— Dijo Kasumi, tan amable como siempre.

—¿Qué tiene? Además, ya tienes veintiuno. Ya puedes enseñar piel sin necesidad de sentirte tan pudorosa como una chiquilla adolescente.

Akane se coloreó. Vale, si, debía admitir que era pudorosa, y lo podía comprobar con la plática que Akari les dio a Yuka, Sayuri y a ella durante el florecimiento de los cerezos. A pesar de ello, no es como que hubiera que enorgullecerse por tener un cuerpo trabajado debido a las artes marciales, porque ese no era el principal objetivo de ellas. Significaban control y orgullo, cosas más serias y menos banales que el atractivo físico.

—Vaya...— A Nodoka le parecía algo atrevida la propuesta. No pensaba que las Tendo fueran tan diferentes entre si.

—¡No! De ninguna manera me pondré algo así. Muchos de los miembros del comité de artes marciales y dueños de dojos son viejos, y si llevo algo como eso, se transformaran en viejos pervertidos.

Nabiki rodó los ojos. Su pequeña hermana seguía siendo tan infantil. —¿Y que tiene? Van a estar papá y el señor Saotome contigo, no deberías preocuparte por ello.

—Y Ranma-kun también estará ahí.— Agregó Kasumi con su sonrisa, sin pensar en él peso que implicaba mencionar el nombre de ese muchacho.

Pensar en Ranma, vestido con un traje chino elegante, con su típico perfume amaderado, yendo a un baile junto a ella... ¡Que escalofríos le daban! —Y-ya me cansé de elegir un vestido. Vamos a comer.

Comenzó a caminar, tratando de no hacer notar que el solo imaginar a ese bobo de esa manera le había puesto los pelos de punta. Y mientras, las tres mujeres suspiraban, resignadas. Era más difícil encontrar un vestido para Akane que para una novia que estaba a nada de casarse.

Ryoga iba de salida, justo después de su entrenamiento en la academia de artes marciales mixtas. Sus músculos estaban realmente cansados, en está ocasión su entrenador se había pasado de exigente. Tal vez era porque no tenía más que un mes ahí, y siempre que alguien nuevo llega se le pone a prueba y se le exige más para que sus capacidades crezcan favorablemente. Era eso, o lo odiaba.

Caminaba por las calles, admirando los árboles en ese día tan soleado. Nunca se había imaginado en esa ciudad diferente, luchando por alcanzar sus sueños. Cuando se despidió de sus padres supo que sería una experiencia muy prometedora, y al menos así lo estaba siendo.

Pero, si había algo que lo estaba sorprendiendo de sobremanera era que no dejaba de pensar en una chica. La amiga de Akane Tendo le había parecido bastante linda. ¿Cómo se llamaba? Su nombre era parecido al de Akane. Cómo sea, le inquieto su pelo color verde, jamás había notado que alguien se tiñera de ese color tan extravagante. Y sus dos mechones color rosa le daban un toque único. Sus ojos le habían gustado también, y era muy bonita.

Y hubiese seguido pensando en esa chica, de no ser por un ruido que lo alertó. Estaba pasando cerca de un callejón, por lo que ese sonido se escuchó dentro de un cubo de basura. Intrigado, se asomó en aquél rincón de la ciudad. Volvió a oír el sonido, esta vez era el crujido de la basura. Abrió el contenedor, y lo que observó lo dejó sin palabras. Ahí dentro de una cajita de cartón estaba un perrito muy inusual, tenía la mitad del cuerpo blanco y la otra mitad negra, tal como el ying y yang.

"Pobre criatura. ¿Quién te dejó aquí?." Pensó mientras recogía al cachorrito y lo acunaba entre sus brazos. ¿Qué demonios pensaba la persona que abandonó a tal criatura? ¡Estaba demente!. Intrigado, se fijó en la hora. Aún era muy temprano, así que seguramente encontraría a un veterinario cerca de la zona. No sabía si los Saotome estarían de acuerdo con ello, pero no podía dejar que ese pequeñito ser sufriera. Decidido, lo cargó y se lo llevó.

Ranma comía un ramen instantáneo, tranquilamente en su casa mientras trataba de concentrarse fallidamente en la programación de su televisor. No dejaba de pensar en todo lo que pasaría el siguiente fin de semana.

Un baile. Su padre y él habían sido invitados como los socios del señor Tendo, y lo que más le inquietaba, era que no solo irían los dos señores. Ir significaría que también estaría Akane, con él. A su lado. En un aparente salón de baile japonés, con mesas y cena elegante. Y ella usaría probablemente un lindo vestido a juego con su traje.

Akane.

Dejó su plató y sus palillos en la mesa. Sintió su garganta cerrarse, y unos suaves escalofríos lo invadieron. Después del florecimiento de los cerezos, no dejaba de pensar en ella. En cómo le tomó del brazo, como si fuesen una pareja porque claro, había que actuar con Shinnosuke y Ukyo mirándolos. Después de aquello, durante las clases en la universidad se comportaba de la misma forma con él, como si no le pareciera la gran cosa haber tenido que fingir que estaban en una cita. Y se supone que para él era exactamente igual, nada sin importancia.

Pero cuan equivocado estaba, porque apenas hacía unos días que comenzó a sonar con ella. Si, comenzó a tener algunos sueños un tanto escalofriantes, que le ponían en alerta cuando ella se acercaba si quiera un poco a él. La noche anterior soñó con ambos, yendo de cita a, justamente, el florecimiento de los cerezos. Y en ese sueño ambos se besaban con ternura y timidez.

Se levantó de su lugar de un salto, avergonzado por recordar aquello. Sintió su piel erizarse y sus mejillas calientes.

—E-es una marimacho... ¡Carajo, Ranma Saotome! No deberías estar pensando cosas que no. ¡Ella no te atrae!— Se dijo a sí mismo para aliviar su confusión absoluta.

Su celular lo interrumpió con una llamada de parte de su madre. Respiró profundamente. Sabía que su mamá había acompañado a las hermanas Tendo por un vestido, así que probablemente ella estaba ahí.

—Diga...

Cariño, necesito una foto de tu traje. No logramos encontrar un vestido adecuado para la pequeña Akane.

—Ah, si...claro, espera un momento.

Subió las escaleras de su cuarto con el celular aun en línea. ¿Por qué les costaría tanto encontrar un maldito vestido? ¿Realmente era quisquillosa con ello? Cómo sea, no debería importarle a él como se vaya a vestir la tonta. Después de todo su esencia varonil seguiría intacta. Abrió el closet y sacó de su envoltorio el traje chino, de color azul marino con detalles de flores y dragones dorados. Era un traje elegante, pues combinaba lo tradicional con lo occidental al ser una especie de saco y pantalones sastre. Enseguida tomó foto y la envió al celular de su madre.

—Listo, así es el traje.

Oh, muchas gracias querido. No tienes idea de lo mucho que nos está costando encontrar un buen vestido.

Resopló. —Quien lo diría. Resultó ser una niña mimada. Pero mamá, igual no hace falta que se ponga un vestido, siento que sería mucho mejor que vaya en su traje de entrenamiento, capta más su masculinidad.

Silencio.

Te estoy escuchando, imbécil.

Tragó duro. —Ah...

Estás en altavoz, cariño.

Y luego, se puso rojo. —¡Mamá! Deberías avisarme.

Lo lamento. Lo olvidé, pero no te preocupas, no es un gran problema. Gracias cielo, te veo en la noche.

Y cuando su mamá colgó, él se tiró en su cama, al lado del traje, frustrado.

Ryoga estaba consultando su GPS. Nunca había sido alguien bueno con las direcciones, pero estaba seguro de que podía encontrar rápidamente un veterinario al cual dirigirse. Y al parecer por fin había logrado toparse con uno. Era un edificio de dos niveles, situado entre un restaurante y un establecimiento de ropa. Teniendo cuidado con ese cachorrito entró, descubriendo el mostrador y unos cuantos consultorios. Las únicas personas que estaban ahí eran una recepcionista un poco grande de edad y un par de amigas sentadas en los asientos de espera. Se veía un lugar seguro, así que no dudó en atender a la criatura ahí mismo.

—Buenas tardes, bienvenido a PawsN'Friends, ¿Qué es lo que necesita?

Ryoga estaba a punto de responder, pero una voz le interrumpió. Abrió mucho los ojos al observar a la dueña de esa melodía tan dulce. Ahí estaba la chica a la cual no dejaba de pensar. Vestía una bata blanca algo larga y se encontraba al lado de uno de los médicos veterinarios, entregando un pequeño erizo a las dos muchachas que había visto apenas entró. La observó mejor, notando como se le marcaban unos hoyuelos muy lindos en las mejillas. Se quedó embobado ante la visión tan tierna de la chica.

—¿Señor?— Preguntó aquella recepcionista, notando que se encontraba ido. Sonrió de lado, sospechando que a ese joven le había atraído la nueva ayudante de la veterinaria. —¡Akari!

Ese grito sacó de su ensoñamiento al muchacho. Y entonces la joven miró en dirección a la recepción, encontrandose con la mirada atónita de aquél chico que había conocido durante el florecimiento de los cerezos. Sonrió ampliamente, volviendo a mostrar esos lindos hoyuelos y caminó en conjunto con el veterinario.

—Hola, que sorpresa encontrarte aquí.— Saludó ella con voz dulce.

Ryoga estaba un poco atónito. Se la veía linda con la bata, quizá porque le cubría un poco sus pequeñas manos. O quizá eran esos hoyuelos tan tiernos, o su pelo largo de ese color verde hipnótico recogido con una media cola y un moño color amarillo. No sabía que era, pero le atraía como la miel.

—Ah... h-hola...

Akari se fijó en lo que llevaba Ryoga en sus brazos. El cachorrito estaba acurrucado en el, un poco asustado y desorientado. Temblaba ligeramente, y además presentaba la piel un tanto descuidada.

—Se ve en mal estado.— Comentó el veterinario al observar a la criatura.

Ryoga carraspeó, tratando de aclarar su garganta, presa de los nervios que experimentó. —Lo encontré en un bote de basura de un callejón. Vine para que recibiera atención.

—Seguro. Síguenos al consultorio, por favor.— Declaró el doctor, adelantando sus pasos.

—No te preocupes amiguito, te vamos a revisar.— Habló Akari a la criatura, acariciando suavemente su cabeza.

Ryoga se ruborizó un poco. Era muy linda.

Akane refunfuñaba mientras se probaba vestido tras vestido. ¿Qué se creía ese idiota? No es que fuera mimada, pero estaba un poco insegura de que usar, y encima, decir que con su traje de entrenamiento se vería mejor... ¡Pedazo de imbécil!

—¡No me gusta ninguno!— Se quejó, finalmente quitando el quipao rojo que se había probado.

—¿Todo bien, hermana?— Preguntó Kasumi por fuera.

—Si. Todo bien.— Susurró un poco agotada.

Miró su reflejo en el espejo. Y luego recordó lo que el idiota le decía. Suspiró tristemente.

La inseguridad que experimentaba no tenía sentido. Siempre había sido una chica que no tenía dudas de ella misma. Pero todo cambió después del día de los cerezos. Luego de tocar su brazo y entrelazarlo, sintió una chispa nacer dentro de ella, como si una conexión los invadiera a ambos. No era para menos, después de todo, a pesar de que en ocasiones como la anterior solía decirle cosas insultantes, había veces en las que se comportaba un tanto atento con ella, como la vez que la consoló por lo ocurrido con Shinnosuke. Y hablando de su amigo, recordó, por milésima vez, la fecha. Su mente seguía estancada en ese día, pensando una y otra vez en que se sentiría caminar junto a Ranma, mirando los cerezos. Le resultó extraño. Incluso, cuando le gustaba Shinnosuke no llegó a sentir la inseguridad tan enorme como en estos momentos.

Se sentó en el banquito de ese probador, puso sus codos en sus rodillas y la cabeza entre sus manos. Estaba confundida. Luego, observó los vestidos que estaban colgados. Aún le quedaban dos, y ninguno de esos le gustaba.

Lo mejor quizá era rendirse por ese día.

Ryoga se encontraba esperando el diagnóstico en silencio. Miró como Akari anotaba ciertas cosas en una libreta, mientras que el veterinario palpaba el vientre de la pobre criatura. Cuando terminó sacó de un estante algunas cajas de medicamentos y se las mostró al chico.

—La tendremos que desparasitar.

El pelinegro miró confundido al veterinario. —¿La?

Asintió. —Es hembra, también habrá que esperar unos meses para poder esterilizarla. A menos que se decida a no hacerlo.

—B-bueno, no he decidido que hacer con ella.— Miró con total entretenimiento como el veterinario colocaba una especie de pipeta en la piel del cachorro.

—En caso de que no desees tenerla puedes dejarla con nosotros. Tenemos un refugio a media hora de aquí. Por ahora es mejor que alguien la tenga en observación.

—S-si. Yo... me quedaré con ella por unos días.— Sabía que se estaba metiendo en problemas con los Saotome, pero no deseaba dejar a la pobre criatura sola.

—Bien. Vuelvo enseguida. Akari, por favor alimenta a la cachorrita con la fórmula que usamos.

—Claro, doctor.

En cuanto el veterinario salió del consultorio, Ryoga respiró un poco. Se sentía más nervioso con aquel hombre, porque parecía como si le leyera la mente. Miró a Akari, quien sacó un biberón con un poco de fórmula del refrigerador. Se concentró en sus delicadas manos, con las uñas pintadas de rosa. En cómo tomaba con cuidado a la cachorrita, y como le daba la fórmula, como si se tratara de un bebé. Y luego, se sonrojó un poco, bajando la mirada algo tímido.

—Es muy linda.

Volteó sus ojos hacia ella. —Si, es linda.

—¿En serio aún no sabes que hacer con ella?

Negó. —Vivo con Ranma y su familia por ahora. Trataré de buscar un trabajo de medio tiempo y después pagar un departamento.

—Oh, entiendo.— Dijo Akari un poco asombrada. No pensaba que viviera junto al chico Saotome.

—Pero por ahora me la quedaré. Aunque si me gustaría que se quedará un par de días en la clínica.

—Seguro.— Sonrió. Se sintió enternecida. Cuando les dijo que la había encontrado en el basurero y que decidió llevarla al veterinario, su corazón se infló de ternura. Se veía que era un buen chico. De pronto, recordó lo que sintió durante el florecimiento. Cómo los ojos de ese joven le cautivaron y la hicieron sentir cómoda y tranquila. Se ruborizó un poco.

—¿Cómo la piensas llamar?

Pensó. No era bueno poniendo nombres. —¿Blanquinegra?

—Es un nombre simple, pero la describe bastante bien.— Contestó Akari juguetona.

Luego, un silencio los invadió, y entonces, ambos hablaron a la vez.

—Dame tu número.

Simplemente rieron ante la coincidencia. Les burbujeó el estomago, ansiosos por saber que es lo que seguiría entre ellos dos.

La profesora Matsuda les había dado unas clases bastante interesantes con respecto a las katas. Básicamente les explicó que lo consideraran como una danza, como un baile con el oponente. Los movimientos debían ser fluidos y nada forzados, tenían que equilibrar la paz con la fuerza, de modo que transmitiera energía.

Todos habían decidido quedarse hasta las siete practicando los movimientos. Mientras las chicas lo hacían, los muchachos descansaban sentados tras haber completado su entrenamiento. Ryu Kumon se mantenía un poco apartado de los otros tres chicos, cruzado de brazos y mirando su celular, aparentando no prestar atención. Aunque si lo hacía. Vigilaba, como en cada clase, a la joven Tendo, pensando en quien podría ser el chico que era su socio en su dojo.

—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!

Los gritos de todas las chicas resonaban en el salón de entrenamiento. Los otros dos chicos observaban los movimientos, pero Ranma era otro caso. No solo se concentraba en la agilidad y fuerza que Akane imprimía en la Kata. No dejaba de ver esos ojos avellana concentrados en mejorar su técnica. Le impresionaba como es que se diferenciaba del resto de su equipo. La mirada fiera de la joven le cautivaba demasiado, era muy divertido ver esa faceta de ella, tan agresiva y salvaje.

—¡Tres!

La última exclamación vino acompañada de una postura de defensa, finalizando la Kata. Todo quedó en silencio, salvó las respiraciones agitadas del grupo de chicas. Y cuando menos lo esperaron, volvieron los gritos, está vez de felicidad. Las cuatro chicas se abrazaron y saltaron emocionadas. Akane posó en su rostro una gran y brillante sonrisa, la cual no pasó desapercibida por el ojiazul. Ranma no dejó de mirar con atención la cara de Akane. Su corazón dio un vuelco, su sonrisa era hermosa. Quien lo diría, Akane era linda cuando sonreía así, tan radiante.

—Que molesto ruido.— Se quejó Ryu en voz baja. Se la había pasado todo el tiempo averiguando lo que su padre le ordenó, pero simplemente no encontraba nada. Pensó que sería alguien de la universidad, y aún no había rastro de quien se podría tratar ese chico. Incluso, espió a Akane en algunas ocasiones pero por más que indagaba, no había rastro de ese muchacho.

—¡Buen trabajo!— Exclamó Akane sin perder ese brillo en ella.

—Gracias Akane, nos has enseñado mucho.— Agradeció una de las demás chicas del equipo.

—No tienen nada que agradecer.

Ranma sonrió de lado. Trató de ignorar el efecto que recibió después de ver a Akane tan feliz. —Eso es porque lo masculino lo lleva en la sangre.

Los otros dos chicos solamente palmearon su frente, algo cansados. Durante los entrenamientos, Ranma solía molestar a Akane. Demasiado. No entendían la obsesión del chico de trenza por ser tan ruidoso con ella. A estas alturas hasta parecía que le atraía la chica Tendo.

Akane, ante eso, simplemente frunció el ceño y cruzó los brazos. —¿Oyeron eso? Es el sonido más molesto del mundo. Fue como si una bestia horrible gruñera.

Se molestó por la comparación. —Ja, ja. Que chistosita, aunque creo que el humor se te escapó, porque no le veo lo gracioso a eso.

Bufó. —No me importa. Vamos a cambiarnos, chicas.

Todas siguieron a Akane, y cuando entraron a ese cuartito, simplemente rieron divertidas. Akane no entendía que era gracioso o porque sus compañeras de repente parecían tan eufóricas.

—¿Por qué esas risas?

Miyo carraspeó para evitar que la risa la volviera a gobernar. —Parecen novios.

—¿Ah?

Tomoyo simplemente asintió, y Natsume comenzaba a partirse de risa, tocando su estómago con ambas manos y casi tirándose al piso.

—Es que te molesta mucho. Además de que eres la única chica a la que le habla fluido. A nosotras apenas nos dirige la palabra.

Entonces, Akane se sonrojó. Y luego movió su cabeza de un lado a otro, completamente avergonzada. —N-no... ¡No! ¡No sé hagan ideas que no son!

Sus compañeras simplemente negaron divertidas.

Ranma estaba un poco distraído. Caminaba al lado de Akane, ya de vuelta en Nerima. Eran las ocho de la noche, así que todavía había gente transitando las calles. Su mente no dejaba de divagar ante lo que le dijeron sus otros dos compañeros de equipo. Básicamente le insinuaron que a él podía gustarle Akane, y que no lo culpaban, porque hasta a ellos les parecía alguien muy linda. "Linda". La observó de reojo. Su corto cabello se mecía levemente por el suave aire que hacía, y su atuendo sencillo de pantalón de mezclilla con un suéter rosa le resultaba adorable.

"¿Adorable? ¡¿Que demonios me sucede?! ¡Akane no te gusta! ¡Entiéndelo!." Pensó.

—¿Ya estás listo para el sábado?

Esa femenina voz interrumpió su autoreclamo. El sábado por fin sería la dichosa cena-baile del comité de artes marciales. No entendía para que carajos debían presentarse, pero cuando su padre le dijo que el señor Tendo los había invitado no había parado de darle vueltas al asunto.

—Será un día aburrido. ¿Qué de interesante tiene un estúpido baile?

Akane, lejos de ofenderse, se lo tomó como una pregunta muy graciosa. —Es para presentar a los dojos y conseguir algún patrocinio para el torneo. Además, no será aburrido, después de todo puedes bailar.

Ante esa frase dejó de caminar. Akane lo notó, y también se detuvo frente a él.

—¿Bailar?

La pelicorto asintió. —Seguramente habrá lindas chicas que quieran bailar contigo esa noche.— Decir esto no la ponía feliz, y no sabía el porque. Pero no quiso darle más importancia de la que debería.

—¿Lindas chicas?— ¿Acaso ella no se consideraba linda?

—Serás una de las estrellas esa noche. ¿Sabes? Mi padre dijo que ha estado recibiendo mensajes de muchos colegas. Están interesados en conocer al socio con el que está aliado, y encima, conocer al muchacho que me ayuda dando clases.

—¿Y si no... sé bailar?

Abrió los ojos desmesuradamente. —Bromeas, ¿No?

—N-no... de verdad no sé bailar. Nunca lo he hecho.

—Vaya...

Bajó la mirada, un poco apenado. Y tratando de hacer como si no le interesara, cruzó los brazos. —Da igual. No es algo que me importe. — Y antes de que pudiera siquiera avanzar, Akane se le plantó enfrente. —¿Que?

Le miró fijamente. Y luego de ello, lanzó un puñetazo cerca del rostro, logrando que el la esquivara haciéndose hacia atrás. Después, ella volvió a atacar con otro puñetazo, siendo igualmente esquivado. Y entonces comenzó a dar patadas a diestra y siniestra, logrando que comenzaran a moverse en lo que parecía ser, un círculo infinito. Todo paró cuando Ranma saltó hacia atrás después de casi recibir un puñetazo en el estómago.

—¿Qué fue todo eso?— Preguntó el de trenza, un tanto extrañado por lo sucedido.

Sonrió, y luego cruzó sus brazos por detrás de su espalda. —Un baile.

La cara se le desencajó. —¿Eh? Pero si fue una pelea.

—¿No te diste cuenta? Íbamos en círculos. Así es como se baila en los salones. Solo que tus manos deberían de estar en la cadera y mano de tu pareja. Y deberías balancearte de atrás hacia adelante.

—Pues vaya manera de demostrarlo.

—Bueno, debes ver el baile como las katas o como una pelea. Solo que no hay un ganador, simplemente es un momento para disfrutar. Es todo.

Se sonrojó un poco. Eso sonaba un tanto comprometedor. Parecía que le estaba insinuando que esa noche bailarían juntos, tomándose de las manos y bajo las luces tenues de aquél salón. Su nerviosismo aumentó, y por lo mismo, la boca se le aflojó. —¿Y quien te dijo que yo bailaría contigo?

Entrecerró los ojos, indignada. —Yo no quiero bailar contigo, idiota. Para que me molesto en enseñarte cosas.

—Nadie te lo pidió, tonta. Eres tú la que se hizo ilusión en enseñarme algo que claramente no hare ni contigo ni con nadie.

—Pues bien. Y ya que mi casa no está lejos, me voy. Idiota.— Akane comenzó a caminar más rápido, dejando a Ranma plantado, con el semblante molesto.

—¡He llegado!— Anunció el de trenza mientras entraba a su casa y se quitaba los zapatos en la entrada. Sin embargo, no recibió una respuesta inmediata. Extrañado, se apresuró a acomodar todo, cuando escuchó un chillido de animal. —Mamá, ¿Todo bien?

—¡Que lindo es!

—¡¿Y ahora como lo vamos a mantener?!

—¡Lo lamento! ¡La encontré abandonada y no pude dejarla sola!

Corrió hacia la sala, encontrándose con una escena que nunca se imaginó. Su mamá cargaba en brazos a una tierna y dulce cachorrita blanca y negra, meciéndola como quien tiene en brazos a un bebé. Su padre se encontraba arrodillado en el suelo, tocando su cabeza con desesperación. Y Ryoga se hallaba inclinado, disculpándose por la molestia de la aparente inquilina nueva.

—¿Qué está pasando?— Preguntó el de trenza, acercándose a su madre.

Nodoka sonrió. —Ryoga nos comentó que adoptó a esta pequeña.— Se detuvo para hacerle cariñitos a la cachorrita que se hallaba muy a gusto en los brazos de ella. —Se llama Blanquinegra.

—¡¿Es que nadie se preocupa por ello?!— Reclamó con rabieta el hombre de lentes y turbante.

Ranma tomó en sus brazos a la cachorrita, sonriendo al igual que su madre. Le acarició la barriguita, y aquella criaturita comenzó a lamer su mano con mucha dulzura. —Viejo, se puede quedar sin problemas.

Genma volvió a hacer berrinche. —Hijo, entiende. ¡Apenas el dojo de Soun comienza a ver sus frutos! Además, ¿Quién va a pagar sus cosas?

Ryoga, quien se había mantenido en la misma posición, volvió a hablar, esta vez enderezando su cuerpo. —Yo lo pagaré. Conseguí un empleo de medio tiempo en la veterinaria donde la atendí.

La matriarca Saotome le sonrió aún más amplio. —Entonces si es así, no debemos preocuparnos. Además, nos haría bien un poco de compañía animal.

Ranma comenzó a juguetear con Blanquinegra, y la cachorrita le siguió el juego. Parecía que se había topado con un buen hogar.

Akane estaba sentada al lado de su madre, en el comedor. Kasumi se encontraba lavando los trastes, Nabiki descansaba en su cuarto y Soun estaba en el baño. La señora Naoko deseaba saber con detalles el porqué a su hija menor le había costado tanto trabajo encontrar un buen vestido para la cena. Desde que llegó del centro comercial el día sábado, no hablaron de ello. Su pequeña niña estaba un poco desanimada, así que prefirió esperar a lunes para saber que es lo que pasaba.

—Me alegra que te esté yendo bien con la profesora Matsuda, querida.

Sonrió alegremente. —Es algo increíble. Siento que ha mejorado un poco mi técnica de pelea con sus consejos. Además, es muy paciente y nos anima a seguir creciendo.

—Y no dudo de que lo hagas.— Tomó un trago de su té para poder refrescar su garganta. Había sido un día un poco pesado con la quimioterapia, pero por fortuna, menos difícil que otros días.

—Es una pena que no vayas a ir a la cena baile con nosotros. A papá le gustaría presumirte con el resto de los colegas.

—No te preocupes. Prometo recuperarme pronto. A propósito de la cena, quiero preguntarte algo.

La taza de té que sostenía la depositó en la mesa. —¿Dime?

—Nabiki y Kasumi me comentaron que te costó trabajo elegir un vestido, y que aún no lo tienes. ¿A que se debe?

Akane supuso que ella quería hablar sobre ese tema. No le quedaba de otra, además, era su madre. La confianza en ella era grande, así que no dudó en hablar. Tal vez así encontraría una solución a ese dilema que experimentaba.

—No lo sé. Siendo sincera, nunca había experimentado la desconfianza en este grado. Siento que ningún vestido me queda, y además, estoy nerviosa porque las miradas estarán puestas en el dojo. Somos la sensación de todos por el regreso. ¿Y si algo sale mal en esa noche? ¿Y si no conseguimos patrocinador?

La señora Naoko Tendo era una mujer muy empática y compasiva con sus hijas. Desde siempre había dado en el clavo con ellas. Sabía cuando algo les molestaba, les entristecía o les hacía feliz. Y en este momento, a Akane la concibió perdida. Es por ello que no dudó en sacar a flote su ya característico instinto maternal, apartando un pelito corto de su rostro y colocándolo atrás de la oreja.

—Cielo, vas a brillar demasiado esa noche. No importa el vestido, ni importa el maquillaje. Eres una gran artista marcial, y una excelente persona.

—Lo sé. Es solo que...— Suspiró. No quería decirle a su madre la razón exacta de su inseguridad. Pero claro, la señora Tendo tenía más suspicacia que su propia hija Nabiki.

—Ya entiendo. Tiene que ver con Ranma-kun, ¿No es así?

Su nerviosismo despertó. —¡N-no! O b-bueno... tal vez... e-es solo q-que...

Naoko rio un poco. —Akane, cielo, tranquila. Me he dado cuenta de como te llevas con ese chico. Cuando se ha quedado a comer aquí, puedo ver cómo se llevan. Y entiendo que debe ser un poco pesado para ti. Pero, no debes dejar que eso te afecte.

—Tienes razón, mamá.

—Yo confío en ti. Así que tú confía en ti.

Naoko abrazó a su pequeña hija, acunándola entre sus brazos. Y a Akane no le molestó el olor del hospital que ella emanaba, porque todo lo hacía por su mamá. Y por ella estaba decidida a encontrar el vestido indicado.

Ryoga tarareaba una canción alegremente mientras acomodaba cajas en el almacén de la veterinaria. Toda la semana estaba yendo de maravilla para él. Trabajar de medio tiempo en ese lugar resultaba divertido, y a la vez le ayudaba a distraerse de la rutina que se había vuelto un tanto invasiva para él. Pero lo mejor, era que había podido empezar a conocer a Akari Unryu. Le estaba resultando una muchacha muy linda y simpática. Ciertamente no esperaba encontrar a alguien como ella, alguien con quien podía hablar tan íntimamente y con quien encontraría las mejores risas. Su celular sonó de pronto, así que paró su actividad para verificar que es lo que había llegado a su bandeja de entrada.

Akari_san

¡Ryoga! La comida ya casi llega, sube al comedor por favor.

Sonrió. Terminó de acomodar las cajas y se dirigió a la zona donde le esperaba la comida y Akari. Solo que, cuando llegó, no esperó ver a alguien más ahí.

—Muchas gracias por entregar la comida hasta acá. Debió suponer un esfuerzo enorme. — Dijo el veterinario con total alegría.

Ahí, parada, recibiendo la paga de la orden estaba esa castaña que le había hecho pasar un infierno anteriormente. Ukyo traía una sonrisa falsa en su rostro, muy bien actuada, y todo por la sencilla razón de que también estaba Akari en el lugar, mirándola con un poco de recelo.

—No se preocupe. Mi puesto está muy cerca de aquí, así que no tuve problemas para venir y entregarlo personalmente.

En cuanto Ukyo volteó y vio a Ryoga, sintió un escalofrío. Desde la última vez que se encontraron no había dejado de pensar en él. Era extraño, ni siquiera le había sucedido con Ranma. Y no sabía a qué se debía, pero una parte de ella comenzaba a sentir ciertos celos al saber que Ryoga estaba intentando salir con alguien más.

—Es un alivio saberlo.

Ukyo puso expresión de sorpresa. —Oh, Ryoga.— Tras esto, saludó con la mano, a la par que ensanchó su sonrisa.

Para Akari no pasó desapercibido el leve rubor del chico pelinegro. Esto la desanimó un poco, supuso que a él todavía le gustaba la castaña. Quizá lo mejor era no hacerse ilusiones con él y dejar que solo surgiera una amistad entre ambos.

Ryoga se acercó hacia el grupo de personas, y amenamente saludó a la castaña. —Hola Ukyo.

—Me alegra verte por aquí. No sabía que trabajabas en esta veterinaria.— Dijo con la voz más dulce que pudo expresar. Miró de soslayo a Akari, quien solo miró su celular con algo de apatía.

—Si, b-bueno...— Rascó su cabeza, apenado. De reojo notó a la otra chica tensa.

—Veo que se conocen.— Mencionó el veterinario.

—Demasiado.— Dijo Ukyo enigmática. —En fin, no te distraigo más. Nos vemos pronto.

La castaña se despidió de todos con una reverencia y se retiró, dejando a Ryoga consternado y a Akari demasiado incómoda.

Ya era jueves, y para Akane la semana pasó demasiado lenta. Estaba más que dispuesta a ir al día siguiente a la plaza comercial a comprar el vestido que necesitaba. Tenía suerte de que la profesora Matsuda les haya dicho que faltaría desde ese día para asistir a un congreso de artes marciales, por lo que no tendrían entrenamiento durante el fin de semana. Suspiró mientras trataba de leer adecuadamente ese libro, sentada en uno de los árboles de la facultad. Había decidido que se quedaría un rato más en la escuela para poder estudiar historia. No es que no pudiera hacerlo en casa, pero se concentraba más estando sola, sentada a la sombra de un árbol del campus. Antes de que el idiota de Saotome le dijera que fueran juntos a casa, decidió salir deprisa del aula y dirigirse a la biblioteca para sacar el libro que necesitaba. Y al parecer el no la siguió, lo cual agradecía mucho.

Su cabeza estaba hecha un caos, no dejaba de pensar una y otra vez en que se acercaba el día del baile, y ella debería de estar acompañada de Ranma. Suspiró por enésima vez en todo ese rato. Está bien, le era imposible concentrarse, incluso si estaba sola. De la frustración hundió su cabeza entre sus piernas y se tapó con los brazos.

—Si querías dormir, ¿Por qué no te fuiste a tu casa?

Levantó la cabeza, muy confundida. Ranma estaba colgando de uno de los troncos de ese árbol, mirándola fijamente. Sus cabellos caían en cascada y su graciosa trenza se balanceaba de un lado a otro debido a la gravedad. Su mochila estaba ya a un lado de ella, ¿Cómo es que había conseguido pasar desapercibido?

—¿Qué haces aquí? Ya deberías haberte ido a casa.

El ojiazul sabía que debía contestar, pero no iba a decir la verdad. Cuando las clases habían acabado, estaba a punto de dirigirse a Akane para irse junto a ella. Se le había vuelto una costumbre seguirla sin preguntarle si podía hacerlo. Le gustaba molestarla de camino a casa, era divertido observar la molestia en su rostro. La había estado buscando, y estaba a nada de rendirse cuando la observó sentada debajo de ese árbol. Notó que se encontraba algo estresada, así que se le ocurrió aparecer frente a ella de esa manera para hacer que se le olvidara lo que sea que la mantuviera así.

—Es que estaba buscando a alguien. Y, por cierto, deberías ser más agradable de vez en cuando. O así nunca encontrarás algún novio.

Entrecerró sus ojos, y torció la boca un poco. —¿Y si mejor te callas?— Tomó su libro y trató de enfocarse en el texto. —Estoy estudiando. Por favor, retírate.

Ranma bajó del árbol de un solo salto y se plantó frente a ella. Luego, carraspeó un poco. —Que lástima. Yo quería que me enseñarás a bailar.

Ante eso no evitó alzar la cabeza con bastante curiosidad. —¿Que?

Entonces Ranma adoptó una posición de pelea. Su sonrisa se ladeó, e inmediatamente lanzó un comentario para provocarla. —Anda. ¿O eres cobarde?

Akane Tendo no era ninguna cobarde. Y si eso es lo que pensaba, pues no le iba a dar el gusto. Con decisión se levantó, dejó el libro a un lado y se colocó en posición de ataque. —No soy cobarde.

Akane lanzó el primer puñetazo, que fue esquivado por el chico. Luego de ello, lanzó otra patada, la cual fue evitada por Ranma. Molesta porque parecía que no la tomaba en serio, soltó otro puñetazo en dirección al de trenza. En esta ocasión, el ojiazul bloqueó su ataque con delicadeza, y luego atacó con su puño derecho. Akane lo esquivó, y sin embargo, trastabilló un poco debido a la sorpresa de verse atacada tan de repente. Ranma comenzó a atacar, con mucho cuidado de no golpearla de verdad. Y así se enfrascaron en una pelea donde solamente se atacaban en círculos, tal como si fuese una danza. Entre ataques y defensas se les fueron los minutos, y es que ambos comenzaban a sentir una gran comodidad entre ellos. La sonrisa prontamente se asomó en sus rostros, y cuando menos lo esperaron, ya estaban riendo ante ese juego divertido que habían iniciado.

Finalmente, Akane terminó lanzando un puñetazo que fue esquivado por Ranma. El ojiazul aprovechó y metió el pie. La chica trastabilló y por poco cae, sin embargo, esto no sucedió. El de trenza la sostuvo de la cadera y la atrajo un poco hacia el, quedando los dos más pegados de lo usual. En ese mismo momento, los ojos de ambos se abrieron enormemente, y sus respiraciones comenzaron a agitarse. No sabían si era por el esfuerzo físico al que se vieron sometidos, o si era por algo más, pero las mejillas se les colorearon un poco, y sus corazones latían desbocadamente.

—T-tu sonrisa...— Murmuró Ranma, totalmente ido ante la visión de Akane sonrojada.

—¿Eh?— Preguntó Akane.

—T-te ves linda cuando sonríes.— Dijo el de trenza con un hilo de voz. No dejaba de mirarla directamente a sus orbes, con algo de intensidad.

Akane abrió su boca, sorprendida por escuchar aquello. —E-estas bromeando...

Ranma apretó un poco más el agarre en su cintura. Le estaba dando un ataque de valentía, y sabía que no debería de permitir aquello, pero era inevitable. Necesitaba sentirla un poco más cerca de él, y no solo físicamente. De repente, estaba queriendo que le mirara solo a él. —No bromeo. De verdad, te ves linda.

No era una alucinación. No era un sueño. Estaba consciente, en la universidad. Y aún así, todo estaba sintiéndose como una fantasía. Aquel idiota que le había dicho que no era nada linda, ahora le decía que si que lo era, sobretodo cuando sonreía. Su mirada tembló, y se asustó por la sensación tan fuerte que la atrapó. Ni siquiera Shinnosuke había logrado turbar su mente de ese modo. ¿Qué estaba pasando con ella?

—¡Akane!

El grito de esa tercera persona logró sacarlos de su burbuja. Se separaron con la vergüenza en sus rostros, mirando a ese joven acercándose a ellos.

Shinnosuke Ueda no era un chico celoso con su amiga. De hecho, en otras ocasiones quería presentarle a sus amigos a Akane, pero ella siempre se negaba. Tenía la intención de observarla en su entrenamiento de karate, pero se enteró de que la profesora no estaría. La buscó por todo el campus, y cuando pudo divisar, observó al chico Saotome pelear con ella. No dejaban de moverse en círculos, y cualquier persona pensaría que estaban discutiendo. Pero para Shinnosuke, estaba más que claro que no era así. Mirar como su amiga tenía una gran sonrisa en el rostro mientras jugaba con otro chico levantó en él una amargura intensa. Y es que aunque quisiera convencerse de que no eran celos, todo parecía indicar que si. La mano de ese chico estaba en su cintura, y ambos se observaban sonrojados. Es por ello que decidió interferir. Debía estar seguro de que Akane se relacionara con un buen chico, después de todo, era su amiga.

—Shinnosuke... ¿Qué haces aquí?— Preguntó la chica con tremenda curiosidad.

Ranma se cruzó de brazos, y su semblante se tornó serio. —Hola.— Saludó secamente al castaño.

Para Shinnosuke no pasó desapercibido esto. Incluso, sintió como su ego se infló levemente. De pronto parecía que estaba formándose una competencia entre los dos, en la que él llevaba la ventaja por ser amigo de Akane. —Te estaba buscando.

—Oh, ¿Todo bien?

—Si. Es solo que hace tiempo no te veía entrenar, y pensé que sería buena oportunidad para pasar un tiempo juntos. Pero veo que estás ocupada.

El ojiazul frunció ligeramente el ceño. No debía pensar mal, pero incluso si ese idiota estaba saliendo con Ukyo, iba a buscar a Akane con insistencia. ¿Se creía que era tonto? Estaba siendo algo obvio que a Shinnosuke no le había agradado lo sucedido durante el florecimiento de cerezos. Pues bien, no entendía a qué estaba jugando, pero le dejaría en claro que Akane ya se había olvidado de él.

—Lamento mucho ser la distracción de Akane. Es que es inevitable, nos hemos vuelto más cercanos.

Akane no estaba entendiendo lo que ocurría. Y luego, recordó que debía de fingir que estaban saliendo. Después de todo, habían mentido a Ukyo y a Shinnosuke sobre aquello. Suspiró, y luego de eso, tomó el brazo de Ranma. El de trenza se sobresaltó un poco, pero se recompuso de inmediato. Su sonrisa se torció con suficiencia.

—Es que le estaba enseñando a Ranma como bailar.— Contestó alegremente, aunque por dentro era un manojo de nervios.

—¿A bailar?— Preguntó el castaño.

—Este sábado iremos como invitados al baile del comité. Y él no sabe bailar, así que le enseñaba a hacerlo, solo que a mí estilo.

Shinnosuke soltó una carcajada sonora. Luego, miró al de trenza. —Akane si que es original. Debió enseñarte de la manera tradicional, tal como aprendimos los dos.

—¿Eh? ¿Manera tradicional?

—Sh-Shinnosuke... es que... verás, me daba un poco de pena enseñarle así.— El nerviosismo en su voz se acentuó.

—Bien, en ese caso, me temo que le debemos dar una cátedra tu y yo.— El castaño se adelantó hacia ellos, y tendió su mano en dirección a Akane. —Vamos a practicar como cuando teníamos trece, ¿Te parece bien?

Akane miró rápidamente a Ranma, y luego, a la mano de su amigo. Está vez, su corazón no latía rápido por Shinnosuke. Ahora temía, con creces, que esto molestara al pelinegro. Aunque se recordó a si misma que no tendría por qué haber inconvenientes, porque no eran nada y nunca pasaría algo entre ellos dos. Se deshizo del agarre del ojiazul y tomó la mano de su amigo.

"¿Pero qué demonios hace? Creí que ya no le interesaba él imbécil." Pensó Ranma furioso.

El castaño la tomó de la cadera con una mano, mientras que la otra tomó delicadamente su palma. Echó un vistazo al de trenza, quien ahora estaba parado, recargado en el árbol y cruzado de brazos. —Mira, lo que debes hacer es tomarla de esta forma. Y luego de eso, das un paso hacia atrás, y otro hacia enfrente. Esto debes repetirlo varias veces.

—Bien, sensei. Enséñame.— Declaró con tono sarcástico el ojiazul.

Shinnosuke asintió, y comenzó a hacerlo. Akane le siguió el paso, balanceando su cuerpo junto al del castaño. Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. A cada compas se sentía extraña. Antes se hubiera muerto de la felicidad por estar con su amigo de esa forma, incluso, cuando tenían trece años y se ponían a imaginarse en una situación así, su sonrisa se estancaba por horas. Ahora no era así. Si bien se sentía tranquila con él frente a ella, en el fondo deseaba que el de trenza estuviera bailando así con ella.

Por otra parte, ese chico castaño no dejaba de sonreír. Sus recuerdos de hace años regresaron. Akane era muy tímida con él, y él tampoco se quedaba atrás. Sin embargo, no lo había notado en ese entonces, pero era una chica linda. Incluso, su cabello ahora corto le daba cierto encanto. La confusión se hizo presente en su corazón, aunque trató de convencerse de que tenía novia. No, ella era solo su amiga, y solamente estaba sintiendo celos de amistad. Era todo.

Ranma observaba incrédulo. La pelicorto resultó ser una mentirosa. Aún le atraía ese chico, se notaba en la forma en la que se sentía cómoda con él. Apretó los puños, y su mandíbula se tensó. Debía admitirlo, lo que sentía eran celos. ¿De qué? No sabía, pero eran celos. Trató de controlarse, y aunque se moría por gritarle a Akane que era demasiado débil por caer nuevamente en su amor platónico, no lo haría.

Por fin se detuvieron. El castaño miró al ojiazul, percibiendo su malestar. Si se ponía así al verlos bailar, entonces significaba que iba en serio con Akane.

—¿Viste? Así es como se baila.

El de trenza soltó una risita sarcástica. —Gracias por la lección.— Tomó su mochila y se dirigió a Akane, quien aún estaba al lado de su amigo. —Recordé que debía irme a casa antes.

Decir que estaba inquieta era poco. Sin embargo, no quiso levantar sospechas en Shinnosuke, así que aclaró su garganta para poder hablar. —Bien, entonces vamos.

—No hace falta.

Ante eso, la chica observó incrédula. —Pero...

—Descuida. Tu amigo quiere estar un rato contigo, así que diviértete.— Sonrió, y despeinó ligeramente la cabeza de la chica, mirando al otro con suficiencia. —Te veo mañana en clases.

Y cuando Ranma se alejó lo suficiente de los dos, soltó un puñetazo al árbol más cercano posible.

Ryoga jugueteaba con Blanquinegra mientras analizaba lo que había pasado en la veterinaria. Después de que Ukyo se fuera, él quedó confundido. Se suponía ya no sentía nada por ella, pero aún parecía estar atado al fantasma de su relación que no pudo ser. Y su ánimo empeoró al notar como Akari se mantuvo alejada de él, incluso se despidió cortante. Estaba perdido, no sabía que debía hacer.

—Blanquinegra, no te metas en líos amorosos. Mejor sigue siendo una cachorrita juguetona.— Mencionó mientras arrojaba el pequeño peluche. Observó como la cachorrita corría tambaleándose de un lado a otro, simplemente disfrutando del juego. Ryoga suspiró. —¿Por qué es tan difícil el amor?

—¡Ryoga!

Saltó en su lugar debido al impacto del grito. Observó como el de trenza dejaba su mochila aventándola hacia un lado sin importarle como afectaría a sus cosas. Estaba molesto, sus ojos lo decían todo. Algo había pasado y solo una persona era responsable del estado de su pobre amigo.

—¡Imbécil! Me espantaste.

—No estoy para tus juegos.

—Ni yo, estúpido. Pero podrías ser más amable al dirigirte conmigo.

—¿Sabes bailar?

—Un poco, ¿Por qué?

—Me enseñarás a bailar en tan solo dos días.

Ryoga se pasmó. Y luego de eso, no pudo evitar que le diera un ataque de risa. No sabía si era de nervios, o en serio le daba mucha gracia que su amigo le dijera eso, pero terminó en el suelo retorciéndose cuál gusano mientras tocaba su estómago y limpiaba unas lagrimas rebeldes.

—¡¿De que te ríes?!— Su ojo hizo un pequeño tic.

—Perdona...—Trató de relajarse y respirar profundamente para que no le ganara la risa nuevamente. —E-es solo que... es que no te imagino bailando...

Ranma apretó los puños y tensó sus brazos con molestia. —¡Estoy hablando en serio!

—Esto tiene que ver con Tendo, ¿No es así?

Miró hacia otro lado, avergonzado. —N-no... es que me sentiré extraño y aburrido el sábado.

Suspicaz Ryoga lo observó. —Entonces planeas sacar a bailar a alguna chica que esté en la fiesta.

—¡No! !Es para bailar con ella!— Al darse cuenta de lo que soltó, tapó su boca con ambas manos. Tragó duro, y enrojeció aún más. —N-no... n-no es l-lo que p-piensas... ¡Solo ayúdame! ¿Quieres?

Al ver la humillación de Ranma, decidió ayudarle. —Bien, idiota. Ya que insistes, lo haré.

Shinnosuke llegó a su casa después de haber pasado la tarde con Akane. Ambos amigos habían decidido ir a comer un helado juntos al centro comercial de Nerima, y durante todo ese rato recordaron tantas cosas que vivieron durante su infancia. Una sonrisa sincera se dibujó en su rostro. Akane siempre había sido una niña muy divertida y amable. Le alegraba saber que eso no había cambiado ahora, y que ella se encontraba muy feliz a pesar de tener a su madre enferma de cáncer.

Akane.

Su amiga.

Dejó su mochila en la mesa. Fue a la cocina y tomó un vaso de agua. La amargura se presentó en su garganta al pensar en que eran amigos. ¿Por qué le pasaba eso? Era lógico que Akane pudiera encontrar a alguien más, después de todo él había observado lo popular que ella era con los chicos, además de ser una muchacha muy hermosa. Entonces, si él tenía muy en claro lo que eran, ¿por qué ahora parecía que había cambiado de opinión respecto a ella?

Sacudió su cabeza negando. Tenía novia. Ukyo era su novia, y Akane era solo su mejor amiga. No había mucha ciencia en ello, así que claramente debía de dejar de pensar en cosas que no eran las correctas.

Salió de la cocina y se dirigió al comedor, encontrando a su abuelo en compañía de alguien más. Charlaban amenamente, y tan pronto como sus oídos se destaparon por completo reconoció la voz de su tío, a quien no veía hace mucho tiempo. Ese hombre canoso pero de buen vestir sostenía una invitación elegante, así que dedujo que los invitaría a un evento.

—Abuelo. Tío.— Irrumpió el castaño, entrando y saludando amenamente.

—Shinnosuke, hijo.— Saludó su tío. —Hace mucho que no te veía.

—Tu tío me estaba comentando que nos invita cordialmente a una fiesta.

—¿Fiesta?— Preguntó extrañado.

El señor Ueda sonrió alegremente. —Invita a tu novia.

Xian Pu entrenaba junto al hijo de los Kumon. A pesar de ser tarde, sus entrenamientos estaban durando más de lo usual. Todo eran ordenes del señor Kumon y de la abuela Kuo Long. Y no era para menos, después de todo, les habían dicho que al parecer el dojo Tendo podría suponer un gran riesgo para ganar el torneo. Aunque, por parte de Ryu, solo se trataba de un rumor que tenía la finalidad de incentivar el miedo. No creía que ese dojo pudiera encontrar a alguien fuerte para ganar.

—¡Más rápido!— Gritaba la anciana, golpeando el suelo con su gran bastón.

Ante ello, aumentaron la velocidad de sus golpes. Los pobres muñecos de entrenamiento estaban llegando a su límite, presentando roturas en sus costados. Pronto, el relleno de esos artefactos comenzó a salirse, hasta que, con un golpe final de parte se ambos explotaron. El algodón se desperdigó por todo el suelo, y los trozos de tela salieron volando hasta dar cerca de la anciana. Miró con total satisfacción a ambos muchachos. El entrenamiento estaba rindiendo muy buenos frutos. Sus respiraciones agitadas indicaban que, en efecto, usaron el máximo de su fuerza en esos ataques.

—Muy bien. Están avanzando poco a poco con sus entrenamientos.— Mencionó la abuela, acercándose a ambos.

Ryu se limpió el sudor de la frente con su brazo. Le gustaba usar pantalones militares y una camiseta negra sin mangas para entrenar, así se sentía más ligero. —Noto que no es suficiente para usted.

—Estas en lo cierto. Esa fuerza no es la mejor.

Xian Pu sonrió de lado. —Sabia que dirías eso, abuela.

—He tratado de averiguar por mi cuenta la identidad del muchacho que nos dijo el señor Kumon, pero no he encontrado nada.— Miró al primogénito Kumon. —¿Tú no sabes de quién se trata?

Ryu Kumon negó. Aunque, en el fondo, tenía una ligera sospecha de quien era el enigmático muchacho. Después de todo, ver desde lejos como Tendo convivía con el ojiazul le hizo pensar que tal vez él era de quien se trataba. Sin embargo, no diría nada aún. No quería precipitarse y equivocarse. —Nada.

—Bien. Con mayor razón no podemos confiarnos. No sabemos que tan fuerte sea ese joven, así que es mejor que no bajen la guardia. Es todo por hoy, Xian Pu. Vayan a bañarse y cenemos.— Se dió la vuelta, comenzando a caminar con el bastón de madera.

Ryu también dió algunos pasos, aunque fue detenida por la muchacha china. No es que fueran los mejores amigos, apenas y se conocían, así que el que ella tuviera mucha confianza le generaba un poco de rechazo. Intuía que no era una persona de confianza, por lo que prefería mantener la distancia con ella.

—Antes de que te vayas, quiero decirte que creo que estás mintiendo. Si sabes quién es el chico del que tanto habla tu padre.— Xian Pu podía jurar que, en efecto, Ryu estaba ocultando la verdad.

—No. No lo sé.— Contestó serio y seguro. Nunca se turbaba con algo, por lo general solía ser una persona con respuestas rotundas y claras.

—Oh, a propósito.— Xian Pu no era indiferente a las reacciones que provocaba en muchos hombres. Sabía que era una chica linda y deseada, por lo cual aprovechaba todas sus armas para sacar provecho. Así que, con una dulce cara se acercó un poco al primogénito Kumon. —El otro día me crucé con un chico muy apuesto. Era de ojos azules.— Con su dedo índice recorrió ligeramente el pecho del joven. —¿De casualidad no va contigo en la escuela?

Ojos azules. Seguramente se refería a Saotome. Lastima que él no se fiaba de ella. Sin sentirse afectado por el coqueteo de la china, retiró la mano de su pecho. —No. Y ahora, si me disculpas, voy a ducharme.

Cuando el joven se fue, Xian Pu solamente rió divertida. Vaya que era demasiado enigmático y serio. Suspiró, pensando en esa mirada azul tan profunda que no la había dejado de atosigar desde hacía un mes.

—Algun día te encontraré, mi futuro airen.

Akane salió de la ducha con su pijama ya puesto. Luego de ello, entró a su habitación y se recostó en la cama. No le importaba que sus pelos cortos mojaran las sábanas, después de todo, necesita un momento de relajación. Extendió sus brazos y largó un suspiro.

Ese día había resultado un carrusel de emociones y experiencias. Por una parte, revivió la forma en la que Shinnosuke y ella solían pasar el tiempo cuando eran más pequeños. Cómo imaginaban que iban a uno de esos bailes de graduación al más puro estilo americano, y danzaban toda la noche. Tal vez si siguiera enamorada de él hubiese atesorado profundamente lo que pasó esa tarde.

Pero entonces, el recuerdo de los ojos azules le golpeaba como si fuese una bola de béisbol. Había querido intentar enseñarle a bailar de la forma tradicional, pero sabía que sería misión imposible. El era demasiado egocéntrico, y el enseñarle supondría una serie de burlas por parte de él.

Volvió a suspirar. Ese muchacho le estaba provocando una dualidad inimaginable de sensaciones y emociones. A veces quería matarlo, retorcerle el cuello y quebrarlo en pedacitos. Pero en otras ocasiones necesitaba sentirlo más cerca de ella. Y es que la frase que le dijo la llenó de chispazos por dentro. Sintió el corazón hervirle al recordar una y otra vez esa devastadora declaración.

"Te ves linda cuando sonríes."

Sus ojos brillaron un poco, y las mejillas se le colorearon. Ranma había dicho esa frase con tanta seguridad que solo significaba que había escupido la verdad. Entonces, el creía que ella era linda cuando sonreía.

Una risita juguetona escapó de su boca. Y luego de ello, se levantó de la cama. Corrió inmediatamente al espejo de cuerpo completo que yacía en ese espacio. Se observó en él, contemplando lentamente su cuerpo y rostro. Sonrió, y de nuevo la pequeña risa le ganó. Calló enseguida, y volvió a contemplarse.

Recordó que durante su ida al centro comercial con Shinnosuke pasaron cerca de una tienda de vestidos. Mientras su amigo iba al sanitario de la plaza, ella observó con mucha curiosidad la vitrina del local. Dentro de aquel lugar había un hermoso vestido azul marino con detalles dorados. Era de corte asimétrico, y tenía mangas largas. Se paró en el lugar exacto, mirando su reflejo por encima del atuendo. Ahí lo supo. Al fin había encontrado el vestido para ella, y al día siguiente lo iría a comprar.

Observó por última vez su reflejo en el cristal. Y está vez la sonrisa apareció aún más amplia. Sus cabellos cortos le daban su propio brillo. Era linda. De verdad lo era.

Y lo era más cuando sonreía.


¡Hola a todos!

Por fin traigo una actualización. Disculpen la tardanza, pero la RanKane Week me dejó un poco seca. Afortunadamente por fin mi cerebro quiso trabajar y les traigo este capitulo.

Siendo sincera, soy de las personas que no se aguantó y se spoileo varias cosas de remake. Agradezcamos esto, pues me dio la inspiración que necesitaba para escribir este capitulo. No diré mucho, pero les aseguro que habrá bastante RanKane en el remake. Por favor, cuando salga oficialmente apóyenlo. Créanme que no se van a arrepentir. Por mi parte, quemaré el botón de Netflix o la plataforma en la que salga.

Bueno, si se dan cuenta, he hecho muchas referencias al manga original a través de este fic, y este capítulo no es la excepción. Me encanta la frase que le dice cuando se queda flechado. Y es que desde el principio hasta el final del manga siempre tuvo en cuenta su sonrisa. Era el tesoro del trenzudo, así que decidí que ese sería el parteaguas para que Akane comience a dudar fuertemente de sus sentimientos. También es el catalizador de Ranma. A partir de este momento va a empezar a definir sus sentimientos por ella. Y en cuanto a Shinnosuke, el también comenzará a desarrollar sentimientos por Akane.

Por otra parte, tenemos ya por fin el inicio de la relación de Ryoga y Akari. En esta ocasión, Ukyo será la interferencia entre ambos, pues ella también se dará cuenta de que tiene sentimientos por el. Yo les dije que el drama amoroso estaba a punto de comenzar. Pues bienvenidos. Tomen asiento y disfruten del lio amoroso.

Les tengo sorpresa. Ya estoy trabajando en el siguiente capitulo de este fic. No tardarán en verlo, así que anticípenlo. Les prometo cosas inesperadas.

Por último, quiero agregar que estoy demasiado sorprendida. Después de mis fics de la participación (El alien y el astronauta, ¡Tócame ya bobo! y Solo yo puedo) he recibido alertas de seguidos, favoritos y reviews. De verdad estoy muy agradecida por el apoyo, incluso hasta ayer miércoles me siguieron favoriteando. Mil gracias, de todo corazón. Si son nuevos leyendo, les doy la bienvenida. Espero cumplir con sus expectativas.

Es todo por el momento. Que tengan un gran y excelente día/tarde/noche.

Con amor, Sandy.