Harry Potter pertenece a JK Rowling.
Bruja Llameante
28: En el Ministerio
Recuerdo
Voldemort rugió furioso. Su magia emocional, la forma más primitiva de la magia humana, fue liberada en todo su esplendor, destruyendo la sala de estar de la Mansión Malfoy y cuando sus Mortífagos fueron a ver qué era lo que pasaba y aquello que tenía a su maestro tan enfurecido, más de uno, cayó al suelo, por obra de la Maldición de Tortura. —Harry... Beatrice Potter, conoce la Oclumancia, sabe el secreto que cualquier otro maestro de la Mente, sabe: Si usas la Legeremencia, entonces no puedes usar Oclumancia. Me arrebató el conocimiento de Historia de la Magia y me manipuló para su patético T.I.M.O —gruñó el Lord Oscuro, con bastante rabia y deseo de venganza. Miró a los Mortífagos delante suyo y a los que había reclutado, durante su época como espectro, en los Bosques de Albania. No sabía... en quien confiar realmente. Si tan solo la Orden del Fénix no estuviera demostrado ser tan... molestamente eficiente (MÁS que el Ministerio, tendría que darle alguna clase de premio a Fudge, ¿Qué Malfoy le enviara un Whisky de Fuego, quizás?) —Es probable que conozca que Sirius Black no está secuestrado, así que debemos de improvisar, —lanzó un hechizo a un espejo y lo transformó en un reloj, lanzó un hechizo a un antepasado Malfoy y lo transformó en un reloj de arena (ignorando la mueca de Lucius) y transformó un florero en un reloj de Cucko —Sí ella no ha llegado a la Sala de las Profecías en tres horas, entonces deberé de presentarme yo mismo. —se puso de pie y apuntó con la varita mágica hacia donde Beatrixe (supuestamente) la veía — ¡LEGEREMENCE MÁXIMA!
Fin del Recuerdo
Beatrice despertó en su cama, con un muy fuerte dolor de cabeza, Ryddle le destrozó el escudo Oclumántico, le enseñó a Sirius siendo torturado, se enredó con sus sábanas y cayó de la cama. Frunció el ceño, muy molesta consigo misma y el bastardo. Fue a agarrarse de uno de los postes de la cama, solo para notar dos pies en la oscuridad. Dos pies que se convirtieron en piernas revestidas de pantalones blancos decorados con corazones rosados, hasta un torso con una camiseta rosada de manga larga. — ¿Qué...? —Beatrice se encogió, notando el tono de voz que acababa de usar — "¿Por qué estás parada frente a mi cama, Hermione?"
Ella le enseñó una dulce sonrisa y le tendió la mano. — "Puedes llamarlo Instinto de novia" —respondió ella, la pelinegra se puso de pie, con ayuda del poste de la cama. — "¿Qué ha pasado?"
Beatrice movió su cabeza, indicando que debían de dirigirse a otro lugar y bajaron a la Sala Común. — "Si usas la habilidad mágica, para entrar en la mente de una persona: Legeremencia, entonces no puedes protegerte. Si te proteges: Oclumancia, entonces no puedes atacar." —Hermione asintió con la cabeza — "En el Exámen de Historia de la Magia, Ryddle intentó entrar a mi mente y yo le devolví el golpe, tomé todas las respuestas del T.I.M.O de Historia de la Magia de su cabeza. Y shora mismo, me ha enseñado a Sirius torturado en una de las salas del Departamento de Misterios en el Ministro de Magia"
— "¿Qué hacemos?" —Preguntó Hermione temerosa.
— "Voy por el Espejo de Comunicación... y la Capa Invisible" —decidió ella.
—Y yo voy con ustedes —la voz masculina las asustó un poco. Una voz masculina, perteneciente a un amigo rubio y un poco regordete (solo un poco, nada en exceso). Neville Longbottom asintió.
—Neville, no puedes... —comenzó Beatrice.
—Sí Vold... si Ryddle hubiera secuestrado a mi abuela o incluso a mi padre en su... estado vegetal, entonces yo... —tomó aire y valor —estaría haciendo lo mismo que tú haces: Iría detrás del secuestrador, incluso solo. Por favor, Beatrice: Mi madre... es tu madrina y tu madre... Lily... ella fue... ES mi madrina. Voy a ayudarte, te guste o no. —la sonrisa de Beatrice, fue toda la respuesta que necesitó Neville.
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Luna Lovegood tuvo una visión y salió de la Sala Común de Ravenclaw, con Padma Patil y Su Li siguiéndola. La siguieron hasta el primer piso, hacia los ¿barriles de...? ¿Qué había en los barriles? Nadie lo sabía. La vieron tomar su varita y tocar una divertida canción, varita contra tapa de barril. Se les abrieron los ojos, al verla entrar en uno de los barriles... y lo entendieron: Era la Sala de Hufflepuff y acompañándola, salieron Susan Bones, Hannah Abbott y Sally-Anne Perks.
Aunque confundidas, las Hufflepuff y las Ravenclaw, siguieron a una sonriente Luna. —Tuve una visión: Beatrice Potter, necesita ayuda. Tanta ayuda como pueda encontrar. Su padrino podría estar en peligro y ella se dirige hacia una trampa. —explicó Luna al grupo.
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Umbridge había bajado, para reclamar una copa de vino de Dragón Blanco... había estado bebiendo, desde que todo, le comenzó a ir mal: Beatrice Potter, quien nunca se metía en problemas.
Beatrice Potter quien se creía más inteligente que ella y el Ministro. Ella había quedado el ridículo, porque no pudo demostrar que Beatrice Potter, era la líder de un grupo ilegal de alumnos que estudiaron Defensa Contra las Artes Oscuras y todos ellos sacaron (como máximo) un Supera las Expectativas o un Excelente en sus T.I.M.O.S... pero ella no tuvo como demostrar ante el Ministro que esto era algo real y no únicamente, algo sacado de su propia mente. Pero ahora los tenía: Beatrice Potter, Hermione Granger, Neville Longbottom, Luna Lovegood, Su Li, Susan Bones, Hannah Abbott y Sally-Anne Perks. Los ocho salieron del colegio y Umbridge los siguió de cerca, convencida de que estaban en busca de ponerse en contacto con alguien ¡O incluso mejor (y más lógico) iban a completar la creación del arma que usaría Dumbledore para apoderarse del Ministerio!
Entonces, una flecha surcó el aire y se clavó en el tronco de un árbol, produciendo un ruido sordo, justo por encima de la cabeza de Umbridge, quien se giró. De pronto oyeron ruido de cascos; notó que el suelo del bosque temblaba y la profesora Umbridge soltó un grito y se abrazó a un árbol, para que le sirviera de escudo. Entonces vio cerca de cincuenta centauros que salían de todos los rincones, con los arcos cargados y levantados, apuntándole — ¿Quién eres? —preguntó una voz. El centauro de pelaje marrón, se había separado del círculo que los demás formaban alrededor de los intrusos y caminaba hacia ellos con el arco levantado.
Umbridge seguía gimoteando y apuntaba al centauro que se le estaba acercando con la varita, que le temblaba violentamente en la mano. — ¡Soy Dolores Umbridge! —contestó la profesora con una voz chillona que delataba su miedo—. ¡Subsecretaría del Ministro de Magia y Suma Inquisidora de Hogwarts!
— ¿Eres del Ministerio de Magia? —inquirió Magorian mientras los centauros que los rodeaban se movían inquietos.
— ¡Exacto —exclamó la profesora Umbridge con voz aún más chillona—, así que mucho cuidado! Según las leyes aprobadas por el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, cualquier ataque de híbridos como vosotros contra seres humanos…
— ¿Cómo nos has llamado? —gritó un centauro negro de aspecto feroz a quien Beatrice reconoció como Bane. A su alrededor, los demás murmuraban furiosos y tensaban las cuerdas de sus arcos.
Pero la profesora Umbridge hizo como si no la hubiera oído. Sin dejar de apuntar con su temblorosa varita a Magorian, continuó: —La ley Quince B establece claramente que: «Cualquier ataque de una criatura mágica dotada de inteligencia cuasihumana, y por lo tanto considerada responsable de sus actos…»
—¿«Inteligencia cuasihumana»? —repitió Magorian mientras Bane y otros centauros rugían de rabia y piafaban—. ¡Lo que acabas de decir es un grave insulto para nosotros, humana! Afortunadamente, nuestra inteligencia sobrepasa con creces la vuestra.
— ¡¿QUÉ HACES EN NUESTRO BOSQUE?! —bramó el centauro gris de rostro severo.
— ¿A qué has venido?
— ¿Vuestro bosque, dices? —replicó la profesora Umbridge, que ahora temblaba no sólo de miedo, sino también de indignación —Permíteme recordarte que si vivís aquí es únicamente porque el Ministerio de Magia os ha cedido ciertas tierras… —Inmediatamente, una flecha pasó volando tan cerca de la cabeza de Dolores Umbridge que le arrancó unos cuantos pelos; la profesora soltó un grito desgarrador y se llevó las manos a la cabeza mientras varios centauros proferían gritos de aprobación y otros reían escandalosamente.
El sonido de sus fuertes relinchos, que resonaba en el claro apenas iluminado, y la imagen de sus cascos piafando resultaban muy inquietantes. —¿De quién dices que es este bosque, humana? —rugió Bane.
— ¡Repugnantes híbridos! —gritó ella sin quitarse las manos de la cabeza—. ¡Bestias! ¡Animales incontrolados! —la profesora Umbridge apuntó con su varita a Magorian y gritó: — ¡INCARCEROUS! —Unas cuerdas que parecían gruesas serpientes saltaron por los aires y se enroscaron con fuerza alrededor del torso del centauro, sujetándole los brazos: éste soltó un grito de cólera y se encabritó, intentando liberarse, mientras los otros centauros cargaban contra la profesora Umbridge. Al oír los cascos de los centauros que tronaban a su alrededor, gritando y aullando de rabia. — ¡Noooo! —oyeron chillar a la profesora Umbridge—. ¡Noooo! ¡Soy la subsecretaría del Ministro…, no podéis…, soltadme, bestias inmundas…, noooo! —Dolores comenzó entonces a lanzar destellos de luz roja, la profesora Umbridge intentaba aturdir a uno de los centauros; entonces la bruja gritó con todas sus fuerzas. Bane había levantado del suelo a la profesora cogiéndola por la parte de atrás de la túnica. La mujer se agitaba y vociferaba, muerta de miedo, y se le cayó la varita de la mano; Bane se llevaba a la profesora Umbridge y desaparecía con ella entre los árboles.
—De todos modos, trice, —la bruja de llamas violetas, miró a su amigo xon una ceja levantada — ¿Cómo pensabas llegar hasta Londres?
—Tendremos que ir volando, ¿no? —soltó Luna con un tono realista que Beatrice nunca le había oído emplear.
—Entonces nosotros también deberíamos ir —razonó Neville—. Podemos ayudar.
Beatrice se pasó la mano por la cara. —Luna, ¿Cómo planeas ir? Yo me iba a sacar un Traslador ilegal, hasta allá.
—Creía que eso ya lo habíamos decidido ¡Volando!
—Mira —dijo Hannah, que ya no podía contenerse—, tú quizá puedas volar sin escoba, pero a los demás no nos crecen alas cada vez que…
—Hay otras formas de volar —puntualizó Luna. —Por ejemplo... —Y Luna señaló hacia el bosque. Harry se dio la vuelta. Entre dos árboles había dos thestrals que observaban a los chicos como si entendieran cada palabra de la conversación que estaban manteniendo. Los blancos ojos de los animales relucían fantasmagóricamente. Los thestrals movieron la cabeza con forma de dragón y agitaron las largas y negras crines, sus largas alas de dragón estaban plegadas.
— ¿Qué son, esa especie de caballos? —preguntó Hannah con aire vacilante, dirigiendo la mirada hacia un punto situado más o menos a la izquierda del thestral que Beatrice estaba acariciando—. ¿Esos que no puedes ver a menos que hayas presenciado cómo alguien estira la pata?
—Sí —contestó Neville.
— ¿Cuántos hay?
—Solo do... cinco —otros tres, salieron desde el fondo de la espesura del bosque y Beatrice se subió, mientras que Hermione se quejaba de que al menos podía ver la escoba y eso era reconfortante. Neville, Beatrice y Luna, ayudaron al resto del grupo a ascender sobre los Thestrals y al final, ellos tres cabalgaron los suyos. Beatrice enredó duro la mano en la crin del thestral que tenía más cerca, puso un pie sobre un tocón y se subió con torpeza al sedoso lomo del animal. Encontró la manera de apoyar las rodillas detrás de las articulaciones de las alas, con lo que se sintió más seguro; luego se volvió y miró a sus compañeros. Neville se había subido al lomo de otro thestral e intentó pasarle una pierna por encima. Luna ya se había montado de lado en el suyo, y se estaba arreglando la túnica como si hiciera aquello a diario. —Ministerio de Magia Inglés, puerta de visitantes —Al principio el thestral de Beatrice no se movió, pero poco después desplegó las alas con un contundente movimiento que casi derribó a la chica; el caballo se agachó un poco e inmediatamente salió disparado hacia arriba; subía tan deprisa y de forma tan vertical que Beatrice tuvo que sujetarse con brazos y piernas a su cuerpo para no resbalar hacia atrás por la huesuda grupa. Sintió como voló por varias horas, aún era de noche, pero pronto notó luces De repente Harry tuvo la impresión de que se precipitaron hacia el suelo; se agarró al thestral con todas sus fuerzas y se preparó para recibir un fuerte impacto, pero el caballo se posó en el suelo suavemente, como una sombra, y Beatrice se apeó del lomo. Miró alrededor y vio la calle con el contenedor rebosante y la cabina telefónica destrozada, ambos descoloridos, bajo el resplandor anaranjado de las farolas. De repente Beatrice tuvo la impresión de que se precipitaron hacia el suelo; se agarró al thestral con todas sus fuerzas y se preparó para recibir un fuerte impacto, pero el caballo se posó en el suelo suavemente, como una sombra, y Beatrice se apeó del lomo. Miró alrededor y vio la calle con el contenedor rebosante y la cabina telefónica destrozada, ambos descoloridos, bajo el resplandor anaranjado de las farolas. —Por aquí —indicó él. Agradecido, acarició un poco a su thestral, y después guió rápidamente a sus compañeros hasta la desvencijada cabina telefónica y abrió la puerta—. ¡Vamos! —los apremió al ver que los demás vacilaban, pero pronto, se metieron en la cabina de teléfono y Beatrice dio los nombres de todos: «Beatrice Potter, misión de rescate» decía su placa, entregó las de los demás y la cabina de telefono descendió como un ascensor.
Llegaron al fondo y comenzaron a buscar de una puerta a otra, buscando la descripción que Beatrice les dio: Estanterías con esferas de cristal.
Habitaciones con cerebros enfrascados, habitaciones con relojes, habitaciones con corazones enfrascados y una con un arco de piedra y una tela negra... Enfadada, Beatrice selló esa habitación, con sus Runas. Entonces, Beatrice les susurró, que estaba teniendo una visión y se quedó en silencio, haciendo tiempo, resistiendo la regañina de su novia, quien la maldecía por no haber entrenado la Oclumancia, los minutos pasaron y siguieron pasando...
Casi quince minutos después, Beatrice retomó el camino, hasta la Sala de las Profecías y todos creyeron que la visión le dijo a Beatrice, en dónde estaba aquello que buscaban. Se trataba de una habitación con las esferas de humo interior. Caminaron, hasta la sala indicada y luego, hacia la estantería correcta. — "Beatrice" —Susurró Su Li, la pelinegra de ojos verdes, miró a su otra amiga de descendencia oriental, señalando algo.
«S.P.T a A.P.W.B.D: Señor Tenebroso y (?) Harry Potter»
—. ¿Por qué está escrito ahí tu nombre? —Neville echó un vistazo a las otras etiquetas de aquel estante. —Esto… tiene que ver contigo y con ÉL, ¿no?
Beatrice hizo el ademán de agarrarla, pero la mano de Hermione agarró la suya. — ¡NO! ¡No sabemos lo que es eso, Beatrice! ¿Y si liberas algo que nos mate a todos o mueres al contacto?
—Agarra eso y date la vuelta despacio, Potter —dijo una voz masculina. Allí, estaba Lucius Malfoy, acompañado de otros Mortífagos desconocidos… ¿Cómo sabía que se trataba de Lucius? Porque el cabello rubio y femenino lo delataba fácilmente.
—No lo creo, Lucy bebé —bromeó ella con un tono de voz infantil marca Umbridge, que provocó que los Mortífagos la miraran con asco y horror detrás de la máscara, mientras le daba una sonrisa y sus ojos brillaron en violeta, con un chasquido de dedos, un muro de llamas violetas, hizo saltar a los Mortífagos hacia atrás, mientras que el muro se alzaba cada vez más, siendo imponente; Susan y Hannah levantaban muros de piedra ante ellos, Neville y Hermione usaban el Oppugno, para que más esferas volaran contra los Mortífagos y Su Li junto a Luna, transformaban las esferas voladoras en flechas o cuchillos.
Beatrice chasqueó los dedos y el muro fue, contra los Mortífagos, quienes arrojaron hechizos como Aguamenti, Aqua Eructo o el hechizo de la Tormenta de Nieve, pero no funcionaba como se lo esperaban, porque las llamas avanzaban hacia ellos y alcanzó a más de uno en sus brazos y cuando los alcanzaban, se extendían por sus cuerpos, devorando la tela y la carne, sin que pudieran hacer más, que gritar de dolor, mientras tenían una muerte agónica.
Esto no era en absoluto, lo que esperaban los Mortífagos, cuando su maestro los mandó a arrebatarle la Profecía de las manos a Beatrice Potter y ahora, estaban golpeados, quemándose y desangrándose.
― ¡Espera a que agarre a esos malditos mocosos, yo los voy a…!
― ¡Fumos Tenebris! ―Beatrice miró a Neville maravillada, como su amigo creaba un banco de humo negro entre los Mortífagos, ella les tocó los hombros y todos salieron corriendo de allí.
― ¡LUMOS! ―Gritó alguno de ellos, pero nada pasó.
― ¡Lumos! ―gritó otro todavía nada.
―Tenemos, tenemos que salir de aquí. ―gruñó Malfoy malherido, solo para ser agarrado del hombro. ― ¿Qué demonios…?
― ¡Recuerda el muro de llamas, idiota! ―dijo un Mortífago ―Está frente a nosotros.
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Mientras tanto, los alumnos de Hogwarts, corrieron lejos y no encontraron otros Mortífagos, en el camino de vuelta al ascensor, cosa que les permitió respirar y mientras que Hannah presionaba el botón para subir al vestíbulo, se escucharon explosiones y llamas verdes nacieron de la chimenea.
Hermione sonrió, cuando vio a la Orden del Fénix llegar, mientras que ellos eran llevados, hasta el Atrio del Ministerio de Magia.
El grupo comenzó a caminar, mientras que Beatrice sujetaba con fuerza la esfera en su mano derecha, se dirigían hacia la salida, en donde (rogaban que) los Thestrals los estarían esperando.
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—Cállate —gruñó Lucius—. Obviamente no vinieron tan desprevenidos como pensábamos —continuó—. En parejas, comiencen a buscar en las habitaciones. Consigan esa profecía y maten a los mocosos… —cuando los Mortífagos salieron finalmente de la Sala de las Profecías, se toparon con los miembros de la Orden del Fénix y comenzaron el combate. —con los Lestrange en prisión, contamos con nuevos efectivos y hay desconfianza en nuestras filas por el desconocimiento de estos.
Uno de los Mortífagos cayó al suelo, luego otro, Lucius y los demás observaban con ira a la Orden. Las Avada Kedavra estaban fracasando estrepitosamente.
¿Qué clase de mierda era esta?
¿Por qué no podían herirlos? Mejor dicho: Matarlos ¡ELLOS ERAN MORTÍFAGOS, POR ENCIMA DE TODO! ¿Y no podían darles con la Maldición Asesina a un montón de pajarracos, que solo los estaban aturdiendo?
Jugson cayó al suelo. Luego lo siguió de cerca McNair, después Thompson y luego dos de los nuevos sujetos reclutados por su maestro en su década en Albania.
Los mortífagos que todavía estaban despiertos, contraatacaron a la Orden del Fénix, guiándolos hacia la Sala del Pensamientos, en donde algunos contenedores de cerebros se rompieron, los miembros de la Orden del Fénix usaron el Expulso u otros hechizos para alejar esos... esos cerebros de ellos y estos fueron contra los Mortífagos, desplegando tentáculos, que se enroscaban alrededor de los cuellos de los Mortífagos, quienes quedaban en el suelo, intentando con sus manos, sobrevivir.
Los Aurores y miembros de la Orden del Fénix, saltaron lejos, cuando los cerebros fueron contra los miembros del grupo de Voldemort y comenzaron a aturdir a los cerebros o a mandarlos lejos de los Mortífagos, pero en su mayoría, ya era tarde para ellos. Los cerebros eran demasiado peligrosos.
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Los alumnos llegaron al atrio, junto a la Fuente de los Hermanos Mágicos y allí, se Apareció ante ellos, Tom Sorvolo Ryddle, quien los miró con un rostro enfurecido. ―Así que mis Mortífagos… han sido capturados por la Orden del Fénix y han sido burlados por un montón de mocosos Quinceañeros, bueno… ¿Qué mejor, que permitir a los Aurores encontrar tu cadáver, Bea…?
― ¡Atabraquium! ―exclamó Beatrice, luego pronunció algo en un idioma que nadie entendió y le disparó un pterodáctilo de fuego violeta.
― ¡PETRIFICUS TOTALLUS! ―Gritó el resto del grupo.
― ¡Avis! ―Exclamó Hannah. Ante esto, Hermione transformó las plumas de las aves convocadas, en cuchillas afiladas, que llegaron hasta Voldemort.
― ¡Burbújulus! ―Luna y Padma dispararon rayos dorados, que lastimarían gravemente a Ryddle.
― ¡Expelliarmus! ―Beatrice y Neville, dispararon hechizos de desarme.
Como no era solo de la varita de Beatrice, sino que el hechizo también volaba de la varita de Neville, entonces no ocurrió el Priori Incantatem, sino que fue desarmado y siguió siendo lastimado por las aves y los rayos dorada de Luna y Padma.
Cuando Voldemort cayó al suelo, Hermione usó un hechizo para que el suelo tuviera la apariencia de barro… pero el color del suelo seguía siendo el mismo, aun así, eso no impidió que las manos y pies del Lord Oscuro se hundieran bajo la tierra. Hermione, orgullosa de sí misma, usó un hechizo para deshacer el anterior y Voldemort quedó fijado e indefenso.
Neville usó un hechizo para alargar los miembros de Voldemort y mientras tanto, el resto del grupo (excepto Beatrice) usaron el Titillando, la Maldición de cosquillas, creándose muchísimas manos purpuras, que le hicieron cosquillas.
En cuanto a Beatrice, ella usó el Sectumsempra, creándole cientos de cortes de espada en el cuerpo al mago tenebroso y luego lo quemó con su fuego violeta.
—Has cometido una estupidez viniendo aquí esta noche, Tom —dijo Dumbledore con serenidad—. Los Aurores están en camino…
El Atrio estaba lleno de gente; en el suelo se reflejaban las llamas de color verde esmeralda que habían prendido en todas las chimeneas de una de las paredes; y un torrente de brujas y de magos salía por ellas.
— ¡ESTABA AQUÍ! —gritó un individuo ataviado con una túnica roja y peinado con coleta que señalaba un montón de trozos dorados que había en el otro extremo del vestíbulo. — ¡Lo he visto con mis propios ojos, señor Fudge, le juro que era Quien-Usted-Sabe, se ha Desaparecido!
— ¡Lo sé, Williamson, lo sé, yo también lo he visto! —farfulló Fudge, que llevaba un pijama bajo la capa de raya diplomática y jadeaba como si acabara de correr una maratón—. ¡POR LAS BARBAS DE MERLÍN! ¡AQUÍ! ¡AQUÍ, EN EL MISMÍSIMO MINISTERIO DE MAGIA! ¡POR TODOS LOS DIABLOS, PARECE MENTIRA! ¡Caramba! ¿Cómo es posible?
—Si baja al Departamento de Misterios, Cornelius —sugirió Dumbledore, que parecía satisfecho con el estado en que Harry se encontraba y dio unos pasos hacia delante; al hacerlo, varios de los recién llegados se percataron de su presencia (unos cuantos levantaron las varitas; otros se quedaron pasmados; las estatuas del elfo y del duende aplaudieron, y Fudge se llevó tal susto que sus zapatillas se levantaron un palmo del suelo)—, encontrará a unos cuantos mortífagos fugados retenidos en la Cámara del Tiempo, inmovilizados mediante un embrujo antidesaparición, que esperan a que decida qué hacer con ellos.
— ¡Dumbledore! —exclamó Fudge con perplejidad—. Usted… aquí… Yo… Usted… dijo la verdad… él… él había regresado… —entonces miró a Beatrice —pero usted… usted me dijo que no era así. Que usted…
Beatrice intervino. ―Señor Ministro yo le dije, que me mantendría en silencio, que no difundiría rumores, como lo estuvo haciendo Dumbledore…
―Rumores que eran ciertos, Beatrice ―interrumpió Dumbledore frunciendo el ceño. Estaba bastante enfadado de que Beatrice, no hubiera respaldado sus palabras. De haberlo hecho, ella también hubiera sido atacada políticamente por el Profeta y perseguida por el Ministerio, siendo ELLA la Indeseable #1 y no él. Beatrice debió de haber sido atacada por todos, así iría a buscarlo para contarle sobre estos problemas, aprendería a confiar en él y lo vería como una figura de abuelo, para ser guiada por Dumbledore, en su sagrada misión de librar al Mundo Mágico de Voldemort para siempre.
―Rumores que llevaron a que USTED, fuera atacado por El Profeta, dijeran que era un anciano inestable mentalmente. ―puntualizó Beatrice ―El Señor Ministro, solo quiere mantenernos a todos a salvo y obviamente, mientras que todos miraban como usted era atacado, habían legiones de Aurores atacando de izquierda a derecha a los Mortífagos. ―Fudge se sonrojó, las cosas no eran así, pero miró a Bones, quien asintió y los ojos de Fudge se abrieron, al parecer, ella sí lo estuvo haciendo... o eso entendía, ante la mirada de Lady Bones.
―Sacaré a Dolores de la escuela inmediatamente y… necesitaremos a todos los Aurores y Magos de Choque posibles, para un contraataque contra los Mortífagos, tan pronto como podamos ―dijo Fudge, quien luego guio a los alumnos hasta una Red Flú, permitiéndoles volver al colegio.
Al día siguiente, tendrían muchísimas preguntas qué contestar.
