Fines de noviembre 1812
Desde la cima de Oakham Mount, Elizabeth miraba su casa con profunda tristeza. Habían pasado tantas cosas en los últimos meses, que se sentía agobiada, y por primera vez en su vida, temía por el futuro.
Desde que Lydia se había casado, no habían vuelto a tener noticias de ella. Si bien su hermana menor era muy perezosa para escribir, tantas semanas de silencio era muy extraño. No sabían donde vivía, ni si Wickham aún seguía en el regimiento del coronel Forster. Como Lydia y Wickham estaban casados, los rumores que corrían en Meryton era que estaban viviendo en el norte del país.
Los negocios de su tío Gardiner estaban sufriendo severas pérdidas asociadas a los conflictos en el continente y con Américo, sumado a los meses que estuvo fuera de Londres. La situación económica aún no era crítica, pero los Gardiner tenían que ser muy prudente y reducir al mínimo los gastos.
Por otro lado, su tía Gardiner no había contestado las cartas que Elizabeth le había enviado. Con mucha tristeza entendía perfectamente que su tía estaba molesta con ella por haber roto el compromiso con el coronel Weston.
A mediados de octubre, Jane se casó con el Sr. Bingley en una discreta ceremonia en la capilla de Longbourn. A pesar que el tío Phillips le aconsejó que le mostrara el contrato matrimonial antes de firmarlo, Jane lo firmó sin consultarlo.
Unos días antes de la boda, a sugerencia del tío Phillips, vendieron todos los libros y objetos de valor que no formaban parte del inventario de Longbourn. Recaudaron 1200 libras que el Sr. Phillips las repartió entre Mary, Kitty y Elizabeth. Cada una de ellas tenía ahora una dote de 400 libras.
En las primeras semanas posteriores a la boda de Jane, no hubo grandes cambios en Longbourn. Pero a principios de noviembre, un hombre llegó a Longbourn reclamando el pago de 5500 libras. Al enterarse que Longbourn tenía una deuda, Bingley se enfureció y acusó a Jane de haberle ocultado esa información.
Para la sorpresa de la Sra. Bennet y sus hijas – incluida Jane – Bingley les sugirió que si deseaban seguir viviendo en Longbourn ellas debían pagaran la deuda, sino iba a vender la propiedad.
Sin darse cuenta, una lagrima rodó por las mejillas de Elizabeth. Poco después de la terrible confrontación con su hijo político, su madre tuvo un fuerte ataque de nervios que lamentablemente derivó en apoplejía. Afortunadamente no se murió, pero iba a quedar con graves secuelas. El Sr. Jones temía que iba a necesitar ayuda para caminar e iba a tener dificultad para hablar.
Tres días después, desesperada fue a Netherfield a pedirle a Jane que tratara de convencer al Sr. Bingley para que esperara unos meses antes de vender Longbourn. Elizabeth era consciente que desde que Jane se había casado, solo había ido una vez a Longbourn. Además, el Sr. Bingley había insinuado que no deseaba recibir visitas en su casa por varias semanas ya que como todo recién casado, deseaban tener privacidad.
Al escuchar las súplicas de Elizabeth, con mucha tristeza, Jane respondió, "Ya hablé con el Sr. Bingley sobre Longbourn. Está muy triste por la situación, pero me dijo que desde hace un tiempo está atravesando severos problemas económicos. Tuvo que darle integra la dote a su hermana, perdió una suma sustancial de dinero en unos negocios, y además recientemente pago el alquiler de Netherfield." Jane bajo la mirada, y optó por no decir que poco después de casarse, su esposo le dijo que iba a vender Longbourn para comprar una estancia más grande. Además, Charles no deseaba que su madre y hermanas vivieran tan cerca de su casa.
En ese instante, Elizabeth recordó que los Gardiner estaban muy desconfiados que el Sr. Bingley regresó a Hertfordshire después que Jane heredó Longbourn. Al ver el rostro de tristeza de su hermana, Jane agregó, "Lo siento mucho, Lizzy. Pero te aseguro que después que se venda Longbourn, Charles va a comprar una propiedad para ustedes."
Incrédula y molesta, Elizabeth miró a los ojos a su hermana, pero Jane desvió la mirada. En ese momento, entró el Sr. Bingley al comedor.
Elizabeth apenas saludó a su cuñado y se despidió rápidamente de su hermana. Posteriormente, fue a hablar con su tío Phillips, para que la asesorara. Su tío le confirmó que no había nada que se pudiera hacer al respecto. El contrato matrimonial de Jane estipulaba que su esposo era el dueño de Longbourn.
Le escribió una carta a Georgiana Darcy para avisarle lo que estaba sucediendo y para que no vinieran a Longbourn.
Muy frustrado, Bingley se acostó en su habitación, pero no pudo dormir en toda la noche. Miró hacia la puerta que comunicaba su habitación con la de Jane, que desde hacía unos días estaba trancada. A pesar que su esposa era una mujer muy ingenua, fácilmente manipulable y con una marcada tendencia a ver el mundo color rosa, era evidente que estaba muy desilusionada de él.
Después de la visita de su hermana, Jane estuvo el resto de la tarde pensativa, triste e incluso agitada. Durante la cena, prácticamente no le dirigió la palabra, y contestaba con monosílabos cuando le hacía una pregunta.
Cuando terminaron de cenar, con cautela, le preguntó si se sentía bien. Jane lo miró a los ojos y le respondió, "No, no me siento bien." Suspiró con tristeza. "Estoy muy preocupada por la situación que está atravesando mi familia. ¿Por favor, puedes posponer la venta de Longbourn hasta que mi madre se recupere?"
"Jane, ya hablamos de este tema. Desafortunadamente, mi fortuna se redujo considerablemente en el último año. Mi prioridad es pensar en nuestro futuro, y no puedo darme el lujo de seguir perdiendo dinero." Le tomo la mano y le acaricio la mejilla, "Mi amor, ya sabes que deseo comprar una hacienda para que vivamos y criemos a nuestros hijos."
"Pero, podemos vivir en Longboun..."
Charles la interrumpió, "No Jane. Quiero comprar una hacienda similar en tamaño a Netherfield. Además, ya te dije que no deseo que tu madre y hermanas vivan cerca de nuestra casa." Le beso suavemente los labios, "Desde que nos casamos, las pocas veces que has estado en compañía de tu madre y tus hermanos, estuviste agitada por varios días. Tu eres lo más importante para mí y deseo protegerte, mi amor."
Resignada, Jane suspiró, "¿me prometes que vas a ayudarlas a comprar una casa?"
En ese momento, Bingley titubeó. No tenía intenciones de mantener contacto con su familia política, ni de ayudarlas económicamente. ¡Su familia política era una desgracia! Lydia había huido con un oficial, y aunque se había casado con él, todo el vecindario sabía que habían vivido juntos sin casarse. La Sra. Bennet era una mujer vulgar, y ahora estaba enferma. Sus otras hermanas eran jóvenes agradables, pero no tenían una dote que pudiera tentar a un caballero a casarse con ellas. Sumado a ello, Jane tenía conexiones con el comercio. Deseaba desligarse por completo del pasado, en especial de lo que había pasado en sus fábricas textiles.
Mirándola a los ojos respondió, "No creo que sea necesaria que las ayude económicamente. Entre los intereses del dinero de tu madre y de tus hermanas tienen unas 300 libras al año. Eso es suficiente para que alquilen una pequeña propiedad, y quizás contratar una sirvienta." Al ver el rostro de desilusión de Jane agregó, "Jane, es imperativo que tu madre y tus hermanas se acostumbren a vivir con poco dinero. No es mi responsabilidad mantenerlas, y lamentablemente tu padre no se ocupó de ahorrar para que tengan una buena dote y de esa forma atraer a un caballero. Tu hermana Elizabeth fue muy tonta al no aceptar al Sr. Collins, que estaba dispuesto a casarse con ella solo por sus encantos."
Jane palideció y se le llenaron los ojos de lágrimas. Después de un largo e incómodo silencio, lo miró a los ojos y dijo, "Cuando nos comprometimos, escuché a mi tío Gardiner decirle a mi tía Gardiner, que no confiaba en ti. Le parecía muy extraño que regresaste a Netherfield después que heredé Longbourn. En su momento no quise hacer caso de ese comentario. Te creí cuando me dijiste que habías regresado porque estabas enamorado de mí. Cuando leí la cláusula del contrato matrimonial que estipulaba que Longboun iba a ser tu propiedad, no pensé demasiado al respecto. Te creí cuando me dijiste que era lo usual; que los bienes de la esposa pasaban a ser del esposo. Me prometiste que mi familia iba a seguir viviendo en Longbourn, o que ibas a comprarles otra propiedad. Ahora cuando pienso en todo lo que me dijiste, y te escucho hablar, me doy cuenta que fui una tonta y por mi culpa mi familia va a sufrir de por vida las consecuencias."
Jane se levantó rápidamente de la mesa, corrió a su habitación y cerró la puerta con llave.
Bingley quedó muy sorprendido de lo que había sucedido, y se arrepintió de no haberse levantado y seguir a Jane para convencerla que estaba equivocada, y decirle que la amaba.
Hasta esa fatídica noche, Bingley estaba contento con su matrimonio. Jane era dulce y hermosa. Además nunca se quejaba, y cumplía con sus deberes matrimoniales. Si bien en los momentos de intimidad era muy tímida, esperaba que con el tiempo esa faceta mejorará.
Cerró los ojos tratando de dormir ya que faltaban muy pocas horas para el alba. En ese momento recordó a su hermosa y joven amante, Ariadne. En unas semanas vencía el contrato de la renta de la casa que había alquilado para ella. Hasta ese momento había resuelto terminar el contrato, ya que había empezado una relación con ella para olvidarse de Jane... Pero si Jane se negaba a cumplir con sus deberes matrimoniales, estaba seguro que Ariadne iba a estar dispuesta.
