Fines de diciembre 1812 – Enero 1813

Tantas cosas habían pasado en los últimos meses, que a Darcy le parecía que había pasado una eternidad desde que Elizabeth Bennet estuvo en Pemberley. No había un día que no pensara en ella, y añoraba volver a verla.

A los pocos días que los Gardiner y Elizabeth regresaron a Longbourn, su hermana le escribió a Elizabeth, preguntándole si podían visitarla cuando fueran a Londres. Para su deleite, respondió que con gusto esperaba su visita. En su carta, Elizabeth le contó que su hermana mayor se iba a casar con Bingley.

La noticia de la boda lo tomó por sorpresa, hacía varios meses que no tenía noticias de Bingley, y recordaba muy bien la última vez que se vieron.

Mediados de abril 1812 - Despacho de Bingley

A los pocos días de regresar de Rosings Park, decidió visitar a Bingley, su consciencia dictaba que debía decirle toda la verdad. Temía que su amigo se enojara con él, y no quisiera continuar la amistad por haberle asegurado que la Srta. Bennet no sentía nada especial por él, y aconsejarle que se olvidara de ella.

Al ver a Darcy, Bingley lo saludó con su característica amabilidad, "Es un gusto verte nuevamente, Darcy. ¿Cómo te fue en Rosings?"

Sin darse cuenta, Darcy frunció el ceño. Le dolía pensar en Rosings; le dolía pensar en la Srta. Elizabeth Bennet; en especial le dolía pensar en su tajante rechazo de su propuesta de matrimonio. Respiró hondo, y después de unos segundos respondió, "Precisamente quiero hablar contigo sobre mi visita a Rosings."

Bingley lo miró sorprendido, y Darcy rápidamente agregó, "Me encontré con la Srta. Elizabeth Bennet en Rosings."

Más sorprendido aun, Bingley preguntó, "¿¡Con la Srta. Elizabeth Bennet!?¿Qué hacía en Rosings?"

"Estaba hospedándose en la casa parroquial. Su primo, el Sr. Collins, es el pastor de Lady Catherine, y la hija mayor de Sir William se casó con él."

"Me imagino que fue una sorpresa encontrarte con ella allí." Frunció el ceño ligeramente y agregó, "Pero aun no entiendo qué relación tiene la Srta. Elizabeth con lo que deseas hablar conmigo."

Darcy respiró hondo, lo miro a los ojos y respondió, "Tuve varias ocasiones de conversar con la Srta. Elizabeth y he llegado a la conclusión que no he sido un buen amigo contigo, Charles."

Aún más sorprendido Bingley, preguntó, "¿Por qué dices eso?"

"Porque nunca debí entrometido en tu vida y mucho menos aconsejarte que te olvidarás de la Srta. Bennet..."

Bingley lo interrumpió, "Hiciste lo correcto, Darcy. Estoy muy agradecido por tu intervención. Salvo una cara bonita y dulce temperamento, la Srta. Bennet no tiene nada más que ofrecer a un caballero. Hay decenas de damas tan bonitas como ella y que además tienen una buena dote."

Darcy lo miró muy sorprendido, y dijo, "Pero, tu parecías genuinamente interesado en ella. Pensabas cortejarla ..."

Bingley lo interrumpió, "Del mismo modo que estuve interesado en la Srta. Evans y la Srta. Middleton." Suspiró y elaboró, "La Srta. Bennet era la joven más bonita de Meryton. Incluso por unas semanas creí que estaba enamorado de ella. Cuando regresé a Londres me costó unos meses olvidarla."

Bingley sonrió levemente. "Ya no pienso en ella, ni tengo interés en regresar a Netherfield y cortejarla."

Darcy asintió, y decidió no hablar más con Bingley sobre la Srta. Bennet. Su consciencia estaba tranquila.

Darcy suspiró con pesar, sabía que por varias semanas más no iba a poder viajar a Longbourn.

Lamentablemente unas semanas atrás, una fuerte epidemia de viruela se expandió rápidamente por Lambton y los alrededores.

Por miedo al contagio, varios de los sirvientes se fueron de Pemberley, otros estaban enfermos o perecieron. Darcy, que se había vacunado antes de entrar a la universidad, y la Sra. Reynolds, que había sobrevivido a la viruela cuando era niña, hacían todo lo posible para mantener Pemberley en funcionamiento.

Para su angustia y preocupación, Georgiana se contagió de la terrible enfermedad. Por varios días, estuvo entre la vida y la muerte, y recién a las dos semanas comenzó lentamente a mostrar síntomas de mejoría.

Todavía estaba muy pálida y había perdido mucho peso, pero el doctor le había asegurado que lo peor ya había pasado. El doctor recomendó que por al menos dos semanas más Georgiana guardara reposo, y mantener una estricta higiene.

En las últimas semanas, Darcy había tenido muy poco tiempo para leer su correspondencia, y reunirse con su administrador para comenzar a planificar la próxima cosecha. Lamentablemente doce de sus inquilinos habían sucumbido de viruela: ocho eran niños, tres eran ancianos y uno de ellos era un hombre de unos veinticinco años que tenía esposa y dos hijos pequeños.

A diferencia de otros caballeros, Darcy - al igual que su padre y su abuelo – además de cobrar la renta, velaba por el bienestar de sus sirvientes e inquilinos. Por ello, tenía unas pequeñas cabañas en el borde de Pemberley, donde vivían los ancianos que fueron sirvientes o inquilinos en Pemberley, que no tenían familia. Dado que la situación de la joven viuda y sus hijos era desesperada, le ofreció una de las cabañas para que viviera allí sin necesidad de pagar renta.

Dado que todo indicaba que la epidemia había terminado, y Georgiana estaba fuera de peligro, Darcy se despertó muy temprano y se encerró a trabajar en su despacho. Primero comenzó por abrir y leer las más de 50 cartas que tenía apiladas en su escritorio. Varias de ellas eran de conocidos, algunas eran invitaciones a fiestas, otras de potenciales clientes o de negocios que debía analizar.

Un par de horas más tarde, se sorprendió al ver que había una carta sin abrir de Elizabeth que había llegado la semana anterior. Sabía que durante las semanas que Georgiana estuvo entre la vida y la muerte, la Sra. Reynolds había dejado la correspondencia en su escritorio, y él ni siquiera había chequeado los remitentes. Como la carta era para Georgiana, la tomó y se dirigió a la habitación de su hermana para llevársela.

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Era el primer día que Georgiana se sentía bien, y el doctor le había dado permiso para levantarse. Dado que estaba sola en la habitación, se levantó con dificultad, y lentamente se dirigió al gran espejo que estaba en su vestidor.

Al ver su reflejo, sus ojos se abrieron horrorizados por la sorpresa; estaba muy delgada, su cabello y ojos habían perdido por completo el brillo, pero lo peor era que tenía varias cicatrices en el rostro.

Si antes de la viruela, Georgiana tenía muy baja autoestima, y se consideraba poco atractiva, ahora estaba convencida que nadie la iba a querer. Iba a ser solterona toda su vida, y una carga para su querido hermano.

Muy afligida comenzó a llorar desconsoladamente. Sus piernas le temblaban y le costaba mantenerse en pie. Con dificultad logró sentarse en el piso y siguió llorando.

Así la encontró Darcy cuando después de tocar la puerta y no recibir respuesta, entró en su habitación. Al escuchar los sollozos, desesperado, Darcy corrió al vestidor y vio a su hermana en el piso. Muy preocupado, se agachó y tomándole la mano le preguntó, "Georgie, ¿qué sucede? ¿te sientes mal?"

Al ver el rostro de preocupación de su hermano, Georgiana siguió llorando y con dificultad balbuceó, "estoy bien, no te preocupes, Hermano."

"No, no estás bien." Con suavidad le levantó el mentón para mirarla a los ojos, "Dime, por favor, que te sucede. ¿Te sientes mal?"

Georgiana no quería preocupar a su hermano, y además se sentía muy incómoda hablando sobre sus inseguridades. Por ello, simplemente contestó, "No es nada. Simplemente me duele mucho la cabeza y me siento muy fatigada."

Al notar que su hermana había bajado la mirada y no quería hablar más, simplemente respondió, "El doctor va a venir esta tarde a examinarte nuevamente. Recuerda que no debes hacer esfuerzos, ni levantarte hasta que te sientas mejor." Con facilidad la levantó en brazos y la acostó nuevamente en la cama.

Después de acomodar las almohadas para que su hermana estuviera más cómoda, abrió las cortinas para que entrara luz natural, y se sentó en una silla al lado de la cama. Posteriormente, Darcy le dio la carta de Elizabeth.

Georgiana miró el remitente y comentó, "La carta es de la Srta. Bennet." Miró a su hermano y preguntó, "¿Podrías leerla en voz alta?"

Darcy asintió gustoso. La carta era relativamente corta y se notaba que Elizabeth estaba muy triste cuando la escribió. Les contaba que su madre estaba muy enferma y que Longbourn estaba a la venta. Por esos motivos, prefería que no fueran a visitarla a Longbourn antes de ir a Londres.

Al leer la noticia de la venta de Longbourn, al principio Darcy palideció. Pero después llegó a la conclusión que seguramente Bingley quería comprar una hacienda del tamaño de Netherfield, y seguramente la Sra. Bennet y sus hijas solteras iban a vivir con él y su esposa. En ningún momento pasó por la cabeza de Darcy que Bingley podía dejar sin casa a su familia política.

Varios días más tarde, Georgiana contestó la carta de Elizabeth. Pero en ese entonces, Elizabeth ya se había mudado de Longbourn.