CAPÍTULO 29
El castillo de Himeji era como ver una representación de Satoru mismo: apreciándose a la distancia se podía disfrutar de su imponente belleza inigualable, no obstante, al acercarse e intentar llegar al interior resultaba más complicado de lo que pareciera.
Los estrechos y sinuosos caminos flanqueados por muros de piedra estaban hechos para desorientar a sus invasores, conduciéndolos a espacios donde quedaban acorralados, cual ratonera. Sobre estos muros, además, una increíble cantidad de hazamas (pequeñas aberturas en las paredes) donde los guardias esperaban la oportunidad para atacar, así, jamás permitiendo llegar al recinto y apropiarse de él.
El Castillo de Himeji no era solo un palacio hermoso y elegante: era también una fortaleza casi impenetrable. Igual de celoso era Gojo con sus propios sentimientos y emociones.
—¿Sabes cuál fue la primera emoción que tuve hacía ti? —preguntó Utahime, con su postura estoica y voz seria. Las pupilas de Gojo danzaron vacilantes, pero no respondió nada—: Miedo.
Satoru apretó la mandíbula, evidentemente tenso. Esa era una respuesta que no estaba esperando venir. Conocía el rostro desesperado de sus enemigos ante el miedo que les provocaba, sus miradas desencajadas y las expresiones fatalistas, pero ¿de sus amigos? A eso no estaba acostumbrado. Que Utahime dijera aquello no se sentía correcto en ningún sentido.
—Cuando te vi por primera vez, solo tenías diez años. Eras tan imponente aun siendo un niño que estaba aterrada. Entiendo por qué Kaori–san y las demás no pudieron hacer el ritual. Yo tampoco quería, pero me daba igual de miedo imaginar lo que haría la familia Gojo si fallábamos —Utahime sonrió con amargura al recordar aquel particular evento—. Tu mirada fue tan cruel y despiadada. Miedo, eso fue lo que sentí.
El cielo azul de Gojo bajo su vendaje comenzó a nublarse, se tornó gris y apagado. Era una fortuna, que ella no pudiera notarlo.
—Si de algo te sirve, no es un momento que haya olvidado —dijo Gojo con tristeza.
—No es precisamente mi recuerdo favorito.
—Lo lamento.
—Encontrarte en la preparatoria fue lo peor, ¿por qué alguien de tu casta iría? —dijo, con notoria irritación—. Eras el futuro líder del clan Gojo, el todopoderoso hechicero de clase especial. El poseedor de los seis ojos y el ritual sin límites. No tenías que hacerlo.
Los hazamas no parecían defenderlo a él, sino más bien, estaban siendo usados en su contra. Satoru pensó que Utahime iba a destrozarlo punto a punto y le daría la estocada final cuando le contara su conclusión.
—Fuiste tan molesto —enfatizó—. Te detesté tanto en mi último año. Quería alejarme de ti porque no quería recordar ese horrible sentimiento, pero tú… —suspiró con languidez para tranquilizar sus pensamientos—, si te comparaba con alguien como, por ejemplo, Naoya Ze'nin, te volviste menos terrorífico de lo que pensé que serías.
Naoya era un hijo de puta en toda la extensión de la palabra. Favor había hecho Maki al sacarlo del mundo. Que Utahime pensara que él se convertiría en una escoria como esa no era agradable de escuchar.
—Es decir, eras un idiota, obviamente, más no eras una persona mala. Si me lo preguntas, creo que Geto–san influyó mucho para que te volvieras alguien más… accesible —Utahime agachó su mirada, perdida en las memorias de su juventud—. No tengo dudas de que tu destino te llevó ahí para poder conocerlo. Los demás solo fuimos… Personajes secundarios en tu vida.
Fueran buenas o malas, cada palabra emitida por ella dolía mucho. Su voz era como una lanza, clavándose una y otra vez profundamente en su pecho. Pese a eso, estaba escuchándola atentamente, porque esos eran sus verdaderos sentimientos.
—Eres una persona difícil de entender y mucho más complicada de tratar —siguió relatando, esta vez, con fastidio—. No creo… que haya algún motivo en específico por el cual comenzaste a gustarme. Fue algo que se dio de manera natural mientras conocía tus verdaderos colores —sonrió genuinamente, por primera vez en todo el día—. No el Gojo Satoru del que oía hablar, sino el Gojo Satoru que estaba delante de mí siendo un chico molesto todo el tiempo.
Ya lo sabía, desde hace mucho tiempo, porque las acciones de Utahime se lo habían demostrado una y otra vez, pero jamás lo confirmaba en voz alta. No creía que necesitara escuchar algo que ya sabía, sin embargo, al hacerlo, sintió alegría, no de la clase que le daba vanidad, más bien de la que le hacía emocionarse como un niño pequeño en navidad.
Aunque, en este contexto, le parecía más como una especie de confesión de despedida.
—Y después de unos años, mientras seguía conociendo a ese estúpido chico llamado Gojo Satoru…, con sus ideales imposibles, su ego, su incesante ironía y humor que me sacaba de mis casillas —dijo enojada ante sus recuerdos, luego cambió el semblante a algo más cercano al añoro—. Con la amabilidad de su mirada, la compasión de sus actos y la torpeza de sus insinuaciones, yo…
Satoru contuvo el aire en sus pulmones, tan solo para permitirse sentir el dolor en su pecho antes de que dijera lo que ya suponía que diría. Todos esos años desperdiciados, todos los momentos que pudieron ser y no fueron, cayeron pesadamente como mil toneladas de acero sobre él.
—Me enamoré de ti —confesó con mucha aflicción. Dolía, más de lo que imaginó, el decirlo en voz alta.
No es que haya sido solo su culpa que aquello no hubiera sucedido, pero el Gojo de esos años no había estado listo mental, ni emocionalmente para ofrecer ni recibir amor.
—Me lo preguntaste…
—La noche de mi cumpleaños, te pregunté si sentías algo más por mí…
Gojo bajó la vista y recordó vívidamente el momento en que aquel beso llevó a más, la urgencia de tener su cuerpo, pero no su corazón.
—¿Hubiera cambiado algo si te lo hubiera confesado?
Hace diez años… él la quería muchísimo, eso no se ponía en tela de juicio, sin embargo, su yo de hace diez años quería otras cosas distintas, más banales; menos profundas. Tenía que reconocer que Utahime había hecho bien en decirle que no era tiempo puesto que ambos estaban enfocados en cosas diferentes.
Gojo apretó los labios, estaba frustrado, responder aquella pregunta era duro. Si hablan del Gojo de veinte años…
—No —él negó con su cabeza y las manos hechas puño.
Si pudiera volver en el tiempo, regresaría a esa noche y no insistiría para que ella cediera ante su deseo. Debió haber sido un momento triste para Utahime y él no fue capaz de dimensionar las consecuencias de sus actos.
Utahime sonrió, con amargura en su semblante, era algo que siempre supo.
—Te hice tres promesas: como hechicero, como amigo y como amante. Era difícil mientras más pasaba el tiempo dilucidar la línea entre una y otra. Aun así, intenté ser fiel a todos nuestros votos. La rutina entre nosotros siguió y a veces olvidábamos lo que prometimos.
—Hasta que Hijikata apareció…
La amargura del rostro de Utahime se tornó melancolía al recordar aquellos años.
—Nunca te importó que hubiera decidido casarme con Toshizo ¿cierto? —le reclamó, con la aflicción que el desamor le traía—. Que no dijeras nada era indirectamente una confirmación de que no sentías ya nada por mí.
—¿De verdad me preguntas eso? —le reprendió con dureza y severidad—. Solo estaba feliz por ti, porque había un hombre que te amaba de verdad…
—En lugar de estar feliz de verme con otro… ¡¿Por qué no pudiste esforzarte para ser tú ese hombre?!
La voz de Utahime salió con una tristeza desgarradora, era su corazón el que hablaba al fin. Se había contenido tanto por demasiados años en decir lo que realmente sentía, que no podía evitar desbordarse sin control.
Gojo tuvo un dolor más fuerte que sentir su carne siendo desgarrada desde el cuello al vientre mientras la sangre brotaba frenética fuera de su cuerpo.
Hubiera querido, sí, pero no podía.
—Hice lo que era correcto, lo que me pediste que hiciera: alejarme de ti —odiaba sentirse culpable de la ruptura de ellos y, por ende, la infelicidad de Utahime.
—No tienes idea de cuanto amé a Toshizo y mucho menos sabes cuán difícil fue aceptar que a pesar de eso… Mis promesas contigo valían más —soltó con una rabia llena de sufrimiento. Había elegido a Gojo, sí, pero ¿qué ganó con eso?
—¿Por qué me metería para arruinar tu futuro? —estaba un poco enojado, tal vez frustrado—. Yo no podía darte lo que querías con él.
—Y tampoco lo harás ahora… —sonrió desdichada.
Las facciones del rostro de Gojo cambiaron de la molestia a sorpresa. Ahora sabía, que Utahime creía, indudablemente, que seguía sin darle la suficiente importancia a lo que había entre los dos. Unos meses de buenas acciones no cambiarían años de su comportamiento ambiguo.
—Sí tanto querías que fuera él, entonces, ¿por qué dijiste que no cuando te lo pregunté luego de que terminaron? —si iban a hablar de reclamos, entonces él también tenía algunas cosas que decir—. ¿No te parece un poco hipócrita culparme solo a mí de que nuestra relación esté así de mal?
—¿Crees qué fue fácil? Aun si te elegí por sobre él, amé a Toshizo de verdad. ¿No lo entiendes? Si decía que sí en ese momento solo serías un reemplazo de él.
No quería amar a Gojo bajo esas circunstancias, viviendo un proceso de duelo que no había superado. Aun si sentía cosas fuertes por él, no se merecía ser amado por el hecho de sentirse sola.
—Lo habría intentado si me lo hubieras pedido.
—Gojo —chistó con una sonrisa amarga—, que le digas a alguien que conoces desde los quince años que vas a "intentarlo" es prácticamente decirle que no sabes lo que sientes por ella. ¿Por qué me arriesgaría a que alguien así me rompiera el corazón otra vez?
Parecía triste, más que eso, desdichada. Gojo no comprendía, cómo es que a pesar de que tanto uno como el otro deseaban la compañía mutua, siempre terminaban alejándose cada vez más. Seguían el guion en la obra de sus vidas, pero ¿era eso lo correcto? ¿Cuánto más debían exigirse para interpretar ese absurdo papel?
Nunca parecía el momento propicio para que ambos dieran el paso adelante, así fuera por ellos mismos o por cuestiones ajenas a los dos.
Estaba realmente harto.
—Solo respóndeme sin evasivas, ya dijiste muchas cosas, pero aún no se cuáles son tus sentimientos —dijo, ya bastante exasperado, sentía que el aire a su alrededor ya no era suficiente para hacerlo respirar—. No los de hace quince años, ni los de hace cinco, ni los de hace una semana. Hoy, parada aquí mismo ¿qué es lo que sientes por mí?
Utahime apretó los puños, sus manos temblaban por todo el cúmulo de emociones que se le venían encima. Tenía miedo, no de Gojo, sino de ella misma, de equivocarse al elegir la respuesta y en consecuencia cavar su propia tumba.
Susurró esas únicas palabras. Palabras que cambiarían la vida de ambos para siempre. Era lo que sentía desde lo más profundo de su ser: con dolor, miedo, enojo, con emoción, nostalgia, con confusión.
Decirlo era aterrador, porque eso significaba que ya no podría dar vuelta atrás.
Gojo tuvo la sensación de que su corazón se iba a detener más temprano que tarde. El poder que tenían unas simples palabras era inmenso. Notaba el sufrimiento en lo que Utahime dijo y no podía culparla por expresar aquello de esa forma tan dolida.
Ahora era su turno al habla, independientemente de lo que ella había confesado. Sus manos estaban sudando frío. Habían pasado muchísimos años desde que se sintió así de vulnerable y expuesto.
—Suguru, probablemente se dio cuenta antes que yo de que me sentía atraído por ti. Insistió mucho en que debía decírtelo —Gojo se rascó la cabeza, sonrió con naturalidad al recordar su juventud junto a su mejor amigo—. No creía que valiera la pena. Es decir, era divertido solo con estar juntos, claro que eran los sentimientos de un chico de quince años.
—Solo tú pensabas que era divertido —le corrigió—. Te acabo de decir que eras una molestia.
Satoru se rio de manera desganada.
—"Tengo toda la vida por delante" me decía, llegará el momento en que pueda decirlo, si no es a Utahime, será a otra persona.
Gojo se quitó la banda que cubría sus ojos, no estaban resplandeciendo como de costumbre. La honestidad respecto a si mismo, en cuanto a sus pensamientos y sobre todo sus sentimientos, no era algo a lo que estuviera acostumbrado.
—Pero todo se complicó para mí cuando… Suguru hizo lo que hizo y se fue —la voz de Satoru tembló por primera vez—. No lo parece, pero entiendo lo que es que te rompan el corazón. Era mi mejor amigo, la persona en la que más confiaba y la dejé convertirse en…
—Tan solo eras un chico de diecisiete años…
—¿Quién querría vivir de nuevo ese sufrimiento? —gruñó con rabia—. Supongo que entiendo, que no quisieras someterte a ese dolor. Si soy honesto, tengo que darte la razón… Hubiera terminado haciéndote sufrir.
—Gojo… —susurró con la garganta hecha un nudo. Notaba, que le estaba costando la vida sacar aquello.
—Hay mucho peso sobre mis hombros. Lo había antes y lo hay hoy más que nunca. Tú sabes bien que en mis manos corre sangre tanto de culpables como de inocentes —dijo con bastante seriedad.
—Lo sé…
—Nadie puede entender lo que es que te cuestionen sobre tu misma existencia.
—Gojo…
—Me enfoqué en las cosas que quería lograr y protegí mis sentimientos para que nadie más pudiera hacerme daño. ¡El mero hecho de vivir siendo yo mismo es ya de por sí abrumador! No vi la necesidad de tener que compartir todo este dolor con alguien más…
Gojo sufría mucho y quién sabe desde cuándo. El pecho de Utahime de pronto se sintió vacío ante la impotencia de nunca haber podido hacer algo por él. Hubiera estado dispuesta a compartir la carga que llevaba, pero Gojo…. Gojo jamás lo permitiría.
Utahime avanzó hasta él y le tomó la mano. Ambos estaban helados. El ocaso comenzaba a caer y el frío del otoño se cernía sobre ellos.
—No hay muchas personas que se quedaron conmigo pese a eso. Aun cuando oculté todo en mi frivolidad, tú fuiste de las pocas personas que siempre siguió viéndome a mí.
—Y aun así… elegí tú lado como hechicero.
—Era lo más sensato. No habría funcionado por más que nos hubiéramos esforzado en ese entonces, estoy seguro.
Los dedos de Uta apretaron con fuerza la mano que sostenía de él. Estaba dolido desde el fondo de su alma, podía notarlo en el timbre inestable de su voz.
—A pesar de eso… no has dejado de gustarme desde que tengo dieciséis —chistó divertido, ante la aflicción de revelar aquello que jamás tuvo el valor de admitir con palabras—. Fuiste mi primer amor.
Las lágrimas fluyeron libres y sin tregua entre los ojos de Utahime. ¿Por qué dolía tanto el oírlo ahora? Hubiera dado lo que fuera por conocer esos sentimientos cuando era más joven. Los hubiera apreciado y mantenido bien cuidados en su corazón. Ojalá hubiera tenido la fuerza para arriesgarse a decirle lo que sentía por él en aquel entonces.
El primer amor siempre resultaba muy inocente, tal vez, no hubiera sido lo suficientemente fuerte como para haber soportado toda la tormenta que se le vendría a Gojo más adelante. Aunque no tuvieran un final feliz, habría hecho su mayor esfuerzo por hacerlo feliz el tiempo que durara.
Si el destino no quiso que se lo hubiera confesado en su momento por algo era así.
—Admiro todo de ti. Aunque eres una debilucha, sigues adelante sin importar nada —dijo entre una leve risa. Uta le apretó la mano, señalando su molestia—. Te irritas fácilmente, pero eres muy amable. Cuidas sin problema alguno a los demás. Eres lista. Confiable. Leal. Y contrario a lo que piensas, sí es divertido estar juntos.
—¿En qué momento… Esto se volvió tan complicado? —Uta agachó la mirada, no podía verlo a la cara, las lágrimas no dejaban de salir.
—Conforme nos fuimos convirtiendo en adultos…, contrario a lo que esperábamos, las cosas se volvieron más difíciles —dijo Gojo.
—Nunca parecía un buen momento. Tuvimos aún más responsabilidades. Poco a poco nosotros mismos lo fuimos haciendo más complicado.
Gojo le limpió las lágrimas de las mejillas. Incluso llorando la encontraba inigualablemente hermosa: sus preciosos ojos color avellana hechos agua; sus pómulos sonrosados; su nariz que goteaba y los pequeños labios apretados que contenían sus emociones.
—No quería que te casaras, pero Hijikata, él… Es un buen tipo ¿sabes? Tan inteligente, bien parecido y con un buen trabajo… Habría sido un completo patán de haberme opuesto.
—¿Y tú no dices ser todo eso?
—La diferencia es que creí que Hijikata te amaba tanto como para sacrificar lo que fuera para estar contigo. Pero no fue así, que gran decepción —dijo con molestia.
—No lo digas como si hubieras sufrido más que yo…
—Te entregué tres años a un hombre con el que pensé que estarías el resto de tu vida, si hubiera sabido que las cosas terminarían así, entonces sí que hubiera metido mi nariz en ello.
—Hablas como si fueras mi padre…, por favor —dijo con repelús—. Además, ni que te hubieras mantenido puro y casto esos tres años… o los siguientes.
—Ese tema… —recordó con fastidio los reclamos de Utahime—. No he tenido sexo con nadie desde mayo. ¿Tú me dirás que no te acostaste con tu último novio?
—Eso fue hace un año, más tiempo del que tú llevas…
—¿Fue Shoko quien te lo dijo? —Gojo estaba convencido que Shoko le había contado de su encuentro con Yuri.
—No fue ella…
—Entonces ¿por qué lo mencionaste?
—Yo… encontré cosas en el baño de tu casa…
Él suspiró resignado y se golpeó frente repetidamente con sus dedos, pensando en qué demonios podría haber sido. Lo más probable era que se tratase de algo personal de Yuri. Menos mal era eso y no lo otro, era mejor tener su encuentro en secreto por lo pronto, ya encontraría el momento adecuado para decírselo.
—Lo que sea que hayas encontrado ahí debe estar desde antes del verano, lo prometo.
—No tienes que prometerlo, es tu casa, "haces lo que quieras" ¿no? —dijo con un evidente tono de molestia.
—¿No mencionaste que los celos son horribles?
—Yo no… ¡No estoy celosa!
—¡Acabo de confesarme y lo primero que haces es pelear conmigo!
—¡¿En qué momento te confesaste?! —renegó con mal humor—. Porque yo admiro a Othani y eso no significa que…
—¡Dije, además, que arruinaría tu matrimonio!
—¡Eso tampoco es una confesión! ¡Solo estás afirmando lo posesivo que eres!
Gojo hizo una mueca y entrecerró los ojos para ver acusadoramente a Utahime, tenía ganas de darte un golpe de verdad. Acababa de ser más honesto que nunca en su vida, pero al parecer necesitaba ser completamente explícito en sus intenciones. Frunció la nariz, bastante indignado, al final, relajó sus facciones y sonrió amenamente, con más calma.
—La realidad es que…, me he dado cuenta de lo que quiero de verdad. Esto que he pospuesto una y otra vez por… Mantener las cosas como están.
—Es más cómodo ¿verdad? —dijo con desilusión, ya más tranquila—. No querer arriesgarse a perder lo que sea que tuviéramos y solo…
—Conformarme con lo que hay sin buscar más allá.
—Abusamos de lo bien que nos conocíamos y nos aprovechamos de ello a nuestra conveniencia cuando lo necesitábamos…
—Aun así, llegó un punto donde solo estaba engañándome a mí mismo. Cada caricia que te dediqué, ciertamente, era con la intención de tener tu cuerpo, sin embargo… En algún punto no fue simplemente eso.
—Pero tenías que recordar que habías hecho una promesa y que la otra persona no buscaba lo mismo que tú…
—No quería hacerte daño, así que… Estaba bien siempre y cuando no sobrepasara esa línea.
Utahime se abrazó a sí misma, en una forma vaga e inconsciente de consuelo a su persona. Tantos errores acumulados unos tras otros, todo por el miedo, la comodidad, el sobre pensamiento y la conformidad.
—Escucharlo me da el sentimiento de haberme saboteado a mí misma —concluyó con pena, Utahime.
—Ya te lo había advertido: Si relajaras los hombros podrías haberlo notado…
Gojo golpeó la cabeza de Utahime, ella se llevó las manos encima, quejándose porque le había dolido. El peliblanco sonrió con absoluta serenidad al ver el puchero en su cara.
—Te amo.
El tiempo se detuvo para Utahime tras las palabras de Gojo.
Sus labios temblaron tratando de contener las cascadas de agua que amenazaban con emerger de sus ojos. Su pecho se encendió con un calor que nunca había sentido, salía desde su corazón que palpitaba como loco y lo extendía hasta el último rincón de su cuerpo.
Ya había llorado antes, no quería que la viera de nuevo. Torpemente cubrió su rostro con las manos y sollozó tan quedito como pudo. Era mucho más difícil aceptar las palabras de Gojo, que las dichas por ella misma.
Satoru la apretó contra su pecho, estaba bien si quería llorar, entendía al fin, que Utahime había esperado muchos años el oír lo que acababa de decir. Si bien, las acciones tanto del uno como el otro hablaban por sí mismas implicando lo importantes que eran para su contraparte, a veces, era necesario expresar esos sentimientos de manera verbal, clara, concisa y honestamente.
Tomó su mentón con mucho cuidado, toda ella era un bello desastre en su descompostura. No importaba el pasado, tampoco lo que traería el futuro, solo el presente y lo que ambos quisieran hacer en el. Besó sus labios con ternura mientras acariciaba sus mejillas empapadas, ella estaba tan emocional que era adorable, una característica que Utahime había mantenido a través de los años y que, honestamente, a él le encantaba.
—¿Ves? Te dije que nadie iba a querer tus besos sabor a mocos… Salvo yo, claro está.
No podían faltar sus palabras llenas de sorna, una que, por esta vez, admitía que era verdad.
—Idiota…
—Dilo una vez más —le susurró en los labios.
—Idiota —repitió quedito, todavía sollozando.
—Lo otro… —refunfuñó, apretando su mejilla.
Utahime cerró los ojos y se permitió sentir nuevamente la suavidad de los labios de Gojo. Era el mismo Gojo Satoru de toda la vida y pese a eso, todo en él tenía un matiz diferente, sus besos de algodón de azúcar eran más dulces que en ningún otro momento. Y ahí, pegada a él, sintiendo el calor de su aliento que envolvía su cuerpo como un manto protector ante el frío otoño, lo dijo de nuevo, solo que esta vez demostrando el total cariño que sentía…
—Te amo, con todo mi ser.
Notas:
¡AL FIN!
Banzai por estos dos pedazos de tontos.
Sinceramente fue mi culpa, porque quería que la confesión de estos dos fuera más allá de un simple "Pues si te amo, desde hace mucho, seamos pareja" en el capítulo de Sukiyaki, no era el modo que estaba buscando para un momento tan importante. ¡NO! Yo quería dedicarles un capítulo exclusivo a que se dijeran sus cosas, tanto buenas como malas. Y quería este momento en un lugar simbólico en muchos sentidos (uno ya expuesto textualmente aquí y otro que entenderán mas adelante). Por eso tuve que hacer que se pelearan, para que su catarsis fuera completa.
¡Lloré haciendo este capítulo! Me dolió escribir la parte de Utahime, pero sufrí más haciendo la parte de Gojo… en verdad quiero que él sea feliz (contrario a lo que escribo jajaja). Ojalá que ustedes hayan sentido esas honestas emociones de parte de los dos.
Y con esto, terminamos de darle el contexto a nuestra querida relación para ahora sí, mostrar a lo que veníamos (esto es como la primera temporada de Vinland Saga jajaja). La historia completa que se suponía debía desarrollarse en un principio verá la luz al fin, no estoy segura de cuantos capítulos me tome llegar al final, pero calculo que llegaremos a unos 45 capítulos, tal vez 50 dependiendo (como había advertido hace ya tiempo) cuanto decida invertir en extender cierto evento futuro.
Después del capítulo 31, digamos que inicia la segunda temporada del fic.
¡MUCHAS GRACIAS POR AGUANTAR HASTA AHORA!
Espero que haya valido la pena tanta angustia, drama, frustración, ganas de darle un coscorrón a cada uno.
Nos leemos el 1ro de agosto!
