CAPÍTULO 13
Las oleadas de poder aún seguían arremetiendo. No cabía duda de ello al ver cómo Akashi manejaba con mayor eficiencia la forma neutra del ritual sin límites, ahora podía defenderse con mayor facilidad de los ataques de Itadori.
Era el último día de la semana de los ejercicios y aunque era obvio que necesitaría más tiempo para dominarlo (sobre todo si quería usar mínimamente azul), el avance que había logrado en tan poco tiempo no era despreciable.
Kei se tiró exhausta al suelo, aun si quisiera no podía mover un solo músculo, pero esa había sido su decisión: dar más allá en su último día para aprovecharlo al máximo. Gojo no la detuvo y pese a que Utahime estuvo renuente para aceptarlo no dijo nada y le permitió darle total libertad.
—Pro–profe Gojo —hasta le costaba hablar de lo cansada que se encontraba.
—¿Sí?
—¿Qué… tan bien… Lo hice?
—Pues, te daría un cinco de diez.
—¡¿Solo cinco?! —replicó Itadori. Para él había estado mejor que eso.
—Estoy siendo generoso —dijo de lo más divertido.
—No me… diga —Kei se desparramó más sobre el piso. Todo su plus ultra solo valía un mísero cinco.
—Vuelve y te entrenaré —le animó, Satoru.
—Lo haré…
—¿Te vas mañana, Akashi? —preguntó curioso el pelirosa.
—A primera hora.
—¡Profe! —levantó la mano, Yuuji.
—Dime.
—Propongo llevarla a Ginza como despedida.
—¿A Ginza? Si, está bien.
—Hiroshi me habló de un sitio delicioso, se llama… —Itadori trató de recordar el nombre, pero le fue imposible sin sacar su celular—, Senkyakubanrai.
—Tiene un nombre sospechoso —dijo Kei.
—Pero está bueno, o al menos eso me dijeron.
—Senkyakubanrai —suspiró Gojo.
—Tenemos que decirle a Kugisaki, no me perdonaría si sabe que fuimos y no la llevamos.
—¿Debería invitar a la profesora Utahime?
—Mientras más seamos, mejor —dijo con alegría, Yuuji.
—Pero si va a pagar el profesor Gojo, ¿no debería estar él de acuerdo?
—No le importa, ¿verdad? —preguntó para su maestro. Gojo sonrió.
—Trae a Megumi también —le ordenó el ojiazul.
—¿Les digo a los de primero? Estuvieron llevando clase juntos toda la semana —volvió a sugerir Itadori.
—Eso sería agradable —dijo con ilusión Kei.
—¡A comer sushi a Ginza! —gritó Itadori con bastante ánimo. No esperó a la respuesta de su profesor, sabía que no se negaría.
—Oye, antes de que te vayas… Llévame con la directora Ieiri. Si no, me temo que no podré sostener ni un palillo.
—Conste que tú dijiste "golpea más fuerte".
Itadori le ayudó a levantarse, Kei pasó su brazo detrás del cuello del pelirosa y este la sostuvo por el costado.
—¿Crees qué la directora o la profesora se enojen? —preguntó temerosa, Kei. Sabía que Utahime era todo amor, pero también era muy estricta.
—Culpemos al profe Gojo. Él nos dio permiso.
—Siento que decir eso hará que se enoje más…
Gojo los vio irse y olvidarse por completo de él. Mentiría si dijera que no se esperaba que esos dos terminaran llevándose bien después de lo visto en el evento de intercambio.
—Senkyakubanrai…
Volvió a decir más serio.
Principios de agosto 2020
Menos mal que Gojo podía despilfarrar su dinero sin preocupación alguna, porque sus alumnos de primer año comían hasta reventar. No les fue difícil convencer a su profesor que los llevara a Ginza a comer sushi, después de todo, los restaurantes lujosos del distrito eran bien conocidos por él. No muchos sabían, pero Satoru había comprado un departamento en Minato, en el Tokyo Twin Parks: tenía una vista hermosa de la bahía y los jardines de Hamarikyu; además al oeste estaba la torre de Tokio y poco más allá lo que alguna vez fue Shibuya y Shinjuku. Así que, viviendo tan cerca de Ginza, no era de extrañarse que ya se hubiera recorrido varios restaurantes de por ahí.
Su parada fue Senkyakubanrai, fue fácil elegir porque Hiroshi ya había investigado y alborotado a sus compañeros de vivir la experiencia de la barra frente a la cocina para ver como cortaban el pescado y preparaban los nigiris. Gojo les dejó ser.
Lo que no se esperaba era que, entre los clientes del lugar, en ese preciso momento, se encontrara un viejo conocido, un hombre que figuraba en sus memorias, pero que había desaparecido a menos de que lo sacaran a colación, sin embargo, no era alguien al que pudiera mostrarse indiferente.
—¡Satoru!
El hombre, que fácilmente medía lo mismo o tal vez más que el albino, saludó desde la entrada a uno de los privados. Habían pasado ya unos cuantos años desde su último encuentro, sin embargo, seguía igual: su cuerpo robusto y bien definido, facciones maduras muy masculinas, cabellera oscura impecablemente peinada y un traje pulcramente limpio.
Hijikata Toshizo, antiguo administrador de recursos públicos de la región de Kansai. De los contados humanos no hechiceros que, en su tiempo, se les permitía entrar a la escuela de hechicería, era la persona con quien se discutía el financiamiento de la preparatoria de Kioto a manos del gobierno. Además, por si fuera poco, el ex prometido de Utahime.
—Profe ¿quién es ese señor super elegante y apuesto? —dijo Mio asombrada. Sentada desde el banco de la barra trataba de ver mejor sobre el hombro de su compañero.
—Un viejo conocido —respondió dubitativo, Satoru. Admitía que estaba perplejo. De entre todo el mundo de personas de Tokio tenía que venir a encontrarse a ese hombre.
—¿No lo va a saludar? —preguntó uno de los chicos al ver como Hijikata seguía ondeando su mano con una sonrisa.
—Pidan lo que quieran —dijo Gojo para sus cuatro alumnos.
—¿En serio? Se arrepentirá.
—Me cobraré con trabajo —dijo con una sonrisa malvada.
—Explotador —renegó Mio.
Gojo avanzó hasta donde estaba Toshizo. El timing de encontrarse era ridículo. No es que le cayera mal, todo lo contrario, pero era absurdo que justamente hubieran coincidido luego de tantos años.
—Lo lamento, no era mi intención importunarte en tus asuntos con los estudiantes —se disculpó de inmediato con un semblante super amable.
—No. Está bien. Estarán mejor sin mí.
—Entonces ¿dispones de tiempo? Debía tener una reunión con un colega, sin embargo, canceló de último momento. Ya estaba por marcharme cuando te vi.
—Te honraré, entonces, con mi compañía.
Ambos entraron al privado de donde Hijikata había salido. Era una mesa para cuatro personas. No había nada de decoración salvo unos cuadros sobre la pared. Gojo se quitó la banda sobre sus ojos. De alguna forma, que ni él mismo entendía, sentía respeto por Hijikata.
—Han pasado cuatro años desde la última vez que te vi en persona —dijo con buen humor Toshizo.
—El tiempo vuela cuando tienes cosas que hacer.
—Ni que lo digas. Tokio aún se encuentra un poco caótico.
—Supongo que te enteraste de todo lo sucedido en Shinjuku.
—¿Me enteré? —resopló con sorna—. Muy descarado de su parte el transmitir en vivo.
—Fue todo un espectáculo ¿no?
—Siempre supe que eras alguien sumamente especial…, pero tú, eres algo que va más allá de la lógica.
—Quisiera decir esto con más humildad, aunque, admito que superé mis propias expectativas.
Hijikata se rio del comentario de Gojo.
—Satoru tú puedes presumir lo que te venga en gana. Te lo mereces.
—No creo que todos estén de acuerdo en eso.
—Menos mal que ese tipo de comentarios son irrelevantes para ti.
El mesero entró al privado y tomó el pedido de los dos hombres. Una buena variedad de nigiris, cerveza y refresco.
—Y ¿qué haces ahora? —preguntó Gojo.
—Estoy en la cámara de consejeros.
Gojo silbó asombrado. Llegar hasta ese lugar en la política no era para nada despreciable. Con la inteligencia y astucia de Hijikata era cuestión de tiempo para que subiera todavía más.
—¿Hace cuanto te mudaste a Tokio?
—Desde hace tres años. ¿Quién crees que abogó por ti y tus colegas ante el gobierno por todo el desastre? —lo señaló con una sonrisa—. Shibuya y Shinjuku prácticamente dejaron de existir. Hubo que evacuar a toda la ciudad. Debían responsabilizar a alguien por ello.
—En mi defensa diré que no fue solo mi culpa.
—A la gente normal le cuesta entender que sucede. Incluso si se lo explicas es difícil creer en algo que no puedes ver.
—Gracias por interceder a nuestro nombre.
—Lo digo así, aunque la verdad hubo más personas inmiscuidas en el proceso.
—De haber sabido que estabas involucrado me habría tomado un poco de tiempo para echarte una mano.
—Por favor, no quisiera estar en deuda con Gojo Satoru.
—Haces que suene más terrible de lo que es.
Ambos se rieron del comentario de Gojo. La plática con Toshizo era agradable, no cualquiera podía conversar fluidamente con Satoru sin ser abrumado por su genio o que les sacara de sus casillas, pero entre la comida y las bebidas todo estaba siendo muy ameno. Intercambiaban anécdotas de los últimos años; sobre las movilizaciones de civiles en Tokyo debido a las maldiciones sueltas y las colonias, la reincorporación a la ciudad junto a las actividades cotidianas; hablaron un poco de política dada la posición de Hijikata y de los trabajos que Gojo, que en compañía de otros, estaba haciendo para reformar la estructura base de los hechiceros, porque al final de cuentas el primer ministro también estaba involucrado en los cambios que debían hacer; comentaron sobre las preparaciones para el evento de intercambio entre escuelas que se llevaría a cabo en unas cuantas semanas. Toshizo no dejaba de ser un humano común, pero uno que no encontrabas todos los días a la vuelta de la esquina.
Luego del sexto tarro de cerveza y una hora de conversación ininterrumpida, Hijikata se quedó pensando por un momento antes de formular su pregunta. Habló serio y no tuvo el valor de ver a Gojo a los ojos.
—Dime… ¿Cómo está Utahime?
Satoru colocó al lado sus palillos y miró la mano de su compañero, específicamente el dedo anular que portaba una argolla de matrimonio.
—¿Es correcto qué me hagas esa pregunta?
Gojo señaló lo que estaba viendo: su anillo. Toshizo sonrió con amargura.
—Tienes razón, no sería justo.
—¿Cuándo te casaste?
—Hace dos años —respondió el pelinegro con una mejor sonrisa. De la bolsa trasera de su pantalón sacó su billetera y le mostró el interior a Gojo—. Este año nació nuestra primera hija.
—Felicidades. Es linda.
—A penas tiene cuatro meses y ya es muy inquieta.
Hubo un silencio incómodo, hasta que Gojo al fin decidió externar lo que había pensado durante toda la cena.
—Me alegra que encontraras lo que estabas buscando.
Toshizo torció el gesto, porque las palabras de Gojo no eran una emotiva felicitación, sino más bien un reproche disfrazado. Aunque, no podía enojarse con él por decirle aquello, sabía bien que lastimó a Utahime en el proceso, sin embargo, había algo que probablemente Gojo no sabía y que estaba relacionado con su ruptura.
—Supongo que aún no dejas de ser un niño —dijo sardónico Hijikata, esta vez le miró de frente y después se empinó su cerveza.
Nunca le había llamado de esa forma, incluso cuando era él más joven. Hijikata era cinco años mayor y aun así siempre se dirigió respetuoso hacia su persona y no precisamente por tratarse del famoso hechicero Gojo Satoru.
—¿Nos estamos poniendo sensibles? —Gojo le sonrió con suficiencia, si bien su comentario no había sido con el fin de ofender, era cierto que también buscaba incomodar.
—Dime, Satoru… ¿por qué no estás saliendo con Utahime?
—¿Disculpa?
Hijikata recargó el codo sobre la mesa y apoyó su mejilla contra la palma de su mano. Miró a Gojo, como si estuviera a punto de sermonear a un niño de primaria. La pregunta había tomado desapercibido al peliblanco, no se esperaba que Toshi tomara esa actitud, una que por lo general le correspondía a él.
—Pensaba que a estas alturas estarían en algo serio. Así que no lo entiendo.
Ciertamente Toshizo estaba especulando sobre ellos dos, pero sus conjeturas no estaban lejos de la realidad.
—Debes estar confundido, Utahime y yo…
—Si tú no hubieras estado—suspiró resignado ante sus recuerdos—, Utahime y yo probablemente no habríamos terminado.
Gojo cerró la boca y miró desconcertado a Hijikata. O sea, ¿él qué tenía que ver?
Cierto era, que se habían besado una sola vez cuando Utahime recién era novia de Hijikata, sin embargo, había sido más resultado del momento debido a la situación que el hecho de hacerlo con la intención de engañarlo. Gojo jamás habló de lo que había pasado y estaba seguro de que igualmente Utahime jamás se lo había dicho a él.
Fuera de eso, estaba ciento por ciento seguro que fue prudente durante todo el tiempo que Utahime y Toshizo habían salido, hasta podría jurar que estaba feliz por ellos, entonces ¿cómo demonios había sido su culpa?
—Parte de la razón por la cual Utahime no quería dejar de ser hechicera era porque quería estar a tu lado…
Gojo siguió callado y lo dejó seguir.
—¿Cómo podría? Si el sujeto más poderoso de todos te pide que lo apoyes —Toshi sonrió con ironía—. Sabes, era irritante saber que valías tanto para ella que te convertiste en sus grilletes.
Estaba sorprendido, más que el hecho de que Utahime le hubiera contado que había hecho un voto de lealtad, era el que Hijikata sintiera como la promesa hecha entre ambos era tan importante para ella, a tal grado de sobreponerla a su relación.
—Nunca obligué a Utahime a que se quedara.
La aflicción en las palabras de Gojo hicieron que la sangre de Hijikata se disparara a su cabeza. Prefirió auto convencerse que era Satoru quien la presionaba antes de admitir que aquella decisión fue totalmente a cuenta de ella.
—¡Lo sé, maldición!
Toshizo golpeó la mesa con el puño. El sonido había sido tan estruendoso, que los de afuera escucharon también. Los alumnos de Gojo se preguntaron si pasaba algo, pero como se trataba de Gojo no le tomaron importancia.
—Tal vez nunca tuve oportunidad si me comparaba contigo…
Quería imaginar, que era la cerveza que lo hacía sentirse tan patético hablando de cosas del pasado.
—Tú eras el que se iba a casar con ella ¿qué demonios estás diciendo?
—Durante algún tiempo pensé que debería haber vuelto y recuperarla —habló con más calma, se escuchaba melancólico —. Pero no tuve el valor.
—No lo hubiera permitido.
Las palabras de Satoru fueron lanzadas como filosas dagas a la yugular. Gélidas, hirientes y con la intención inequívoca de ser mortales. Hijikata sintió por primera vez desde que conoció a Satoru, el crudo frío de sus ojos y el miedo que ese hombre provocaba.
—No hubiera permitido bajo ninguna circunstancia que alguien que la hizo sufrir de esa manera volviera a poner una mano sobre ella.
Porque la había visto llorar, llorar hasta el grado de pensar que sus pulmones saldrían por su garganta. Iori sufrió tanto por la separación que no tuvo más remedio que llorar, otra vez, delante de Gojo.
—¿Es por eso qué no quieres tener algo con Utahime? Porque sabes que al final terminarás hiriéndola también —lo encaró con seriedad.
—Hijikata… Es mejor que terminemos esta conversación.
En parte era verdad, Gojo no sentía que él pudiera darle a Utahime lo que estaba buscando. Ya sea porque no estaba dispuesto o porque tenía miedo de hacerlo.
Ambos se sostuvieron la mirada, desafiantes. A decir verdad, se habían tardado muchos años en tener esa discusión. La prudencia de Hijikata y su fe ciega ante el amor de Iori por él no dejaron llegar el momento de tener que decirle a Gojo a la cara que Utahime era su mujer y no la suya. Quien diría que ahora era el mismo Gojo quien, a base de insinuaciones, le daba entender que pretendía reclamar a Utahime.
—Tienes razón. Mi esposa me matará si sabe que estaba discutiendo con un hombre por otra mujer —sonrió irónico.
Gojo le devolvió el gesto. No podía, aún si quisiera, estar en malos términos con él. Toshi se paró de su asiento.
—Pagaré la cuenta —dijo cortésmente—. También la de tus alumnos.
—No, no es necesario.
—Soy mayor que tú, me corresponde. Además, es por las molestias que causé.
En señal de su sincera disculpa había inclinado la cabeza un poco. Gojo se sintió incómodo de que hiciera eso.
—No fue ninguna molestia.
—Oye, Satoru —lo llamó con la elocuencia del inicio de su charla. Como si nunca hubieran estado a punto de darse de golpes hace segundos atrás.
—¿Sí?
—Solo son impresiones mías, pero es algo que constantemente rondaba en mi cabeza por aquellos años… Incluso hoy.
—¿Qué es?
—Tú… Realmente has estado enamorado de Utahime todo este tiempo.
NOTAS!
Ya había hablado sobre Hijikata desde el capítulo 2 y mencionado en repetidas ocasiones que la conversación entre él y Gojo tría a nuestro albino un poco con la cabeza revuelta, pues al fin... AL FIN! pude llegar a este capítulo.
Como dato curioso, Hijikata Toshizo no se llamaba así en un principio, tenía otro nombre que ya no recuerdo, pero cuando escribí el flashabck del verano del 2008 y hablé sobre Gintama, pensé que si habría de poner un rival para Gojo ¿qué mejor nombre que Hijikata? (quien en según Sorachi se pensó como protagonista del manga). Decidí utilizar el nombre original histórico de Hijikata "Toshizo" en lugar de "Toushiro" que es su nombre en Gintama, ya que a Gojo le gusta mucho la historia de Japón, quería que Hijikata dejara una fuerte impresión sobre Gojo cuando lo conociera por primera vez y se presentara dando el nombre del segundo al mando del Shinsengumi.
