NOTAS:
Aomori es una ciudad muy al norte de la isla principal de Japón.
CAPÍTULO 16
Aunque a Utahime no le costó nada convencer a Shoko de ir al béisbol para el tercer encuentro, Ijichi se mantuvo un poco más renuente, el hecho de que Shoko iría también fue el único aliciente para aceptar la propuesta de Gojo.
Ciertamente, Ijichi, ya había comentado con su novia sobre las ligeras impresiones que tenía sobre Gojo y cierta profesora de la escuela de Kioto, por si fuera poco, el muy cabrón de Kusakabe había hecho comentarios bastante directos hacia el peliblanco. No sabía que había ocurrido concretamente, sin embargo, especulaba que el motivo venía originado desde el día donde salieron los cuatro a cenar.
Además, le sorprendió que Gojo hubiera delegado más trabajo del habitual a otros hechiceros en lugar de hacerse cargo él mismo. Cuando supo el motivo, o sea, el béisbol, pensó que sería que necesitaba un descanso de la vida de hechicero.
Al final de cuentas, tanto Ijichi como Shoko aceptaron la invitación y ahora se dedicaban, en compañía del ojiazul, a esperar la llegada de Utahime desde Kioto.
Utahime apenas y había tenido tiempo de cambiarse antes de tomar el shinkansen a Tokio. Llevaba una pequeña mochila a modo de maleta. Esa noche la pasaría en casa de Shoko. Como su ida a Tokio era por placer y no por trabajo, le parecía inapropiado pedir quedarse en las instalaciones de la escuela.
La línea Mita estaba llenísima precisamente por la cantidad de personas que iban al Tokyo Dome, cuando estuvo a bordo del metro se arrepintió de no haber aceptado la propuesta de que pasaran por ella a la estación.
—Ya está por llegar—dijo Shoko luego de leer el mensaje que recién había recibido de parte de la pelinegra. Aprovechaba que aún no entraban para fumar un cigarrillo.
—Ijichi necesitas un atuendo más relajado, estamos en el béisbol —lo regañó Gojo.
El director asistente seguía vistiendo formal, pese a no ser el traje del uniforme.
—Así se ve muy bien, déjalo en paz —lo defendió Shoko.
—¿Debería vestir más deportivo?
—Incluso eres más joven que yo. Tendremos que comprar souvenirs adentro.
—¿De qué tipo? —dijo con temor de lo que fuera a querer su amigo.
—Un hoodie y una gorra, creo que eso estaría bien.
—Jamás he visto a Kiyotaka con un hoodie. Parece interesante —sonrió Shoko con malicia.
—¡No se diga más! —Gojo golpeó a Ijichi sobre el hombro, como gesto de camadería, pero su fuerza lo hizo trastabillar unos cuantos pasos.
El grito de "Shoko~" se escuchó entre la multitud de los transeúntes, Utahime corría hacia ellos, se veía un poco agitada. Hubiera llegado antes de no ser porque debía esquivar a toda la gente para poder pasar y llegar hasta donde sus colegas.
—La–lamento la demora —dijo sin aliento. Había corrido desde la estación para que no se hiciera más tarde.
—Llegas justa, íbamos a comprar un hoodie para Ijichi —dijo Gojo.
—¿Un…hoodie? —jadeó recuperando el aliento.
—¿Quieres uno? —sugirió luego de analizar que esa noche no estaba usando su chaqueta de los Lions—. Se te vería bien la de Tokyo G en negro.
—Ni de broma —dijo con disgusto.
—¿Ves? Por eso nunca te regalo nada.
—¡Porque todos tus intentos de regalo son horribles!
—Luego no te quejes.
—Ya terminé de fumar. Vamos adentro.
Shoko tomó la mano de Ijichi y se adelantaron al estadio. Utahime sonrió con felicidad al notar a su amiga ser, nuevamente, abierta sobre sus intereses con Ijichi. Ella se había enterado mucho antes que Gojo de la relación de ambos. Ieiri sabía que podía ser transparente delante ellos dos.
—¿Te vas a quedar? —preguntó Gojo al ver la mochila de Utahime.
—Sí, me quedaré en casa de Shoko.
—Has estado yendo y viniendo por tres días, sin contar el lunes.
—No es por eso. Mañana tengo que ir a Aomori. Saldré temprano desde aquí.
—¿Una misión? —preguntó curioso. ¿Qué más sería sino eso?
—Sí.
—¿Entonces no vendrás al juego?
—No, no creo poder estar libre para llegar a tiempo —dijo con desánimo. Dependiendo del resultado de este encuentro las cosas podrían ponerse pesadas para su equipo.
—Traeré a Megumi y los chicos, en ese caso.
—Sí, es buena idea.
—¿Verás a alguien allá? —dijo con seriedad. No le gustaba lo que su mente maquinaba.
Utahime no respondió de inmediato. Él contó cuatro segundos antes de que ella hablara.
—Tal vez…
—A un ferry de Hokkaido —enfatizó irónico.
—Gojo… —resopló con languidez.
—¡Ijichi, no creas que escaparás del hoodie, vamos por el!
Dicho esto, el peliblanco se abalanzó sobre su amigo para tomarlo del cuello y llevárselo al puesto más cercano de ropa. Ijichi se quejó, pero no pudo hacer nada en contra de Satoru.
—¿Ya le dijiste? —preguntó Shoko, una vez que Iori la alcanzó.
—Sí, debía avisarle ¿no?
—Le estás cancelando una cita a Gojo para irte a ver con otro hombre, uno que, por cierto, no le cae nada bien. Si que los tienes bien puestos.
—No voy porque vaya a verme con Oki. Es decir, si lo veré, pero no voy a Aomori por eso.
—Apuesto que él movió los hilos para que fueras.
—No lo haría…
—Ya pasaron casi dos meses y aún no le das respuesta.
—Lo sé. Se volvió más difícil tomar una decisión luego de saber que Gojo no está particularmente de acuerdo con que yo trabaje en Hokkaido.
—¿Te lo dijo? —preguntó sorprendida. Gojo no era entrometido en ese tipo de cosas.
—Bueno, digamos que lo insinuó.
—Está actuando atípicamente extraño últimamente —sopesó Shoko.
—Desde el verano, al menos que yo haya notado.
—¿Será por lo de su familia? —se cuestionó a sí misma Ieiri. Quería encontrar el porqué de la actitud del peliblanco.
—Gojo no es de los que se deja influenciar. Al menos no en ese tipo de estupideces. —respondió con reserva.
—¿Hablaron contigo? —dijo asombrada. Sabía de ello ya que Ijichi le contó lo que había escuchado de Kusakabe a finales de julio.
—Claro que no —negó con una sonrisa amarga—. El ritual hereditario de mi familia no tiene valía para los Gojo, además, pueden solicitarlo cuando gusten, no tiene caso para ellos querer incluir en su linaje a los Iori.
—¿Qué tal si aparece una candidata que él considere apropiada? —comentó con toda la intención, el tema era perfecto para incentivar a Utahime a dar el siguiente movimiento—. Sé que hay una hechicera que ve a Gojo con cierta regularidad —agregó, no era mentira.
—Si existe alguien que pueda hacer que Gojo piense de forma diferente, como para aceptar convertirla en su esposa, entonces es alguien que merece llevar el apellido Gojo —respondió tranquilamente.
—Ya no es un niño. No lo parece, pero es un adulto en edad de tomarse en serio esas cosas. Ten cuidado con lo que dices.
—Mi relación con Gojo ha sido la misma desde que tengo dieciocho años. No cambiará a estas alturas.
—¿Estaría bien para ti si Gojo decide casarse?
—No soy quién para opinar.
—Él fue muy prudente en su momento —recalcó—. Sabes, tal vez no le gustas tanto —la provocó para ver si eso la motivaba a decir algo más.
—Sorpresa, sorpresa —dijo sardónica.
Shoko suspiró resignada. Su trabajo como celestina era duro, ni él, ni ella daban el brazo a torcer. Ciertamente Utahime nunca se mostraba celosa de los amoríos de Satoru, no sabía si le daba igual o aparentaba muy bien, sin embargo, podría darse el caso de que él encontrara a alguien con quien tomarse las cosas en serio, quería creer que Utahime se mantenía con la guardia baja porque aquello era una improbabilidad grandísima. Tal vez era hora de hacerse a un lado y dejar que ambos se dieran contra la pared.
Minutos más tarde, Ijichi volvía con el hoodie gris y naranja en brazos, pero con una gorra en la cabeza, se veía un poco raro entre su formalidad y la gorra con el YG bordado.
No era de extrañarse que las dos mujeres tuvieran ya su cerveza bien fría en la mano. Utahime hablaba con los señores de la porra de los Giants con quienes había hecho una rival–amistad. La noche anterior había sulfurado con la derrota de su equipo y ellos se lo estaban echando en cara.
Gojo pasó delante de las dos y tomó asiento al lado de Utahime, Ijichi ocupó el lugar al lado de Shoko, quedando ellas en medio de los dos hombres.
—Te queda bien —le sonrió Shoko a un apenado Ijichi.
—¿Tú crees? —preguntó de lo más feliz.
—Claro que sí ¿no confías en mí?
—¡Absolutamente!
—Chico, ¿listo para ver ganar nuevamente a los Giants? —le preguntó uno de los hombres al ojiazul.
El domingo los Lions habían caído ante los Giants en casa con un marcador de 6 carreras a 8. A Utahime le dolió en el alma que perdieran el partido en Saitama.
—Definitivamente será una historia diferente a la del 2008 —contestó Gojo.
—Eso quisieras. Solo estamos haciendo más interesante la final —renegó Utahime.
—Lo interesante no se puede aplicar a los Seibu Lions —igualmente alegó Gojo.
—No han librado finales aburridas como los Yomiuri en el 2016 ¿te acuerdas?
—En defensa de los Giants diré que de igual forma los Eagles no dieron un buen juego.
—Ah, esa final —negó con la cabeza el señor—. No fue su mejor partido.
—"Patéticos", creo haberte escuchado decir —le dijo Uta a Gojo, con una gran sonrisa.
—Tú sabes porqué dije eso —farfulló Satoru irritado.
Gojo trató de pellizcar su mejilla, pero Utahime le bloqueó el camino con la mano libre. De nueva cuenta, Satoru abalanzó su otra mano, sin embargo, Uta interpuso el antebrazo, llevando la cerveza a la boca del ojiazul. Con el impulso había logrado hacer que bebiera un pequeño trago. Gojo comenzó a toser para sacarse el amargo sabor de la lengua. Utahime se rio de él por su reacción tan exagerada, Satoru no bebía nada de alcohol, odiaba su sabor y sus efectos.
—No fue a propósito —dijo entre risas.
—¡¿Quieres embriagarme?!
—Se necesita más de un trago para eso. No exageres.
—Que desagradable, no probaba el sabor directo de la cerveza desde hace años.
—¿Directo? —preguntó confundida.
Gojo la miró con bastante picardía. Bueno, si la iba a probarla como la última vez no tenía ningún problema con ello. Utahime no tenía ni idea, pero él sí, del sabor de su boca y piel después de una noche de copas.
—Deberías apostar —sugirió Shoko, metiéndose en la plática—. Si los Giants pierden la final que Utahime te lleve a beber.
—Eso parece más un castigo para mí —respondió Iori con desánimo.
Minutos atrás se había dicho que no se metería más entre ellos, pero no podía evitarlo.
—Recuerda a tu adorable kouhai ebrio —dijo Shoko, abogando por los recuerdos de su despreocupada juventud.
—Lo de adorable, sobra.
Utahime volteó a ver a Gojo y escenas del pasado desfilaron en su mente. Sonrió con malicia ante aquellas memorias que había guardado bajo llave.
—Trato hecho.
—¡Yo ni siquiera he aceptado! —se quejó Gojo de inmediato.
—Lo que tú opines no importa —le dijo Shoko.
—¿Y qué hay si yo gano?
—Me puedes invitar a beber también —propuso Iori, pestañeando como alas de colibrí.
—Es un castigo, no una recompensa —dijo de mala gana— ¡Ya sé! ¡Te llevaré a probar todos los sabores de thirty one!
Shoko lo miró hastiada. De todas las cosas que podía pedir o hacer le ofrecía llevarla a comer helado. Ya que, ojalá que ganaran los Lions, aunque ella en realidad apoyaba a los Yomiuri.
El juego de esa noche acabó con la victoria de los Giants, 5 carreras a 2. Un encuentro bastante tranquilo sin muchas emociones. Utahime casi estaba al borde de las lágrimas. Ahora iban dos juegos a uno, y salir de dos derrotas consecutivas iba a resultar bastante difícil. Quería llorar más al saber que se perdería el cuarto juego, aunque sí o sí, cuando menos, lo vería por televisión.
El grupo con Utahime afligida, Gojo entusiasmado, Ijichi indiferente y Shoko hambrienta decidió dirigir sus pasos a Jojoen Yugentei en Akasaka, una cadena de restaurantes de yakiniku bastante popular en todo el país. El experto en el área de Minato, Gojo Satoru, sugirió Akasaka en lugar del local cerca del Tokyo Dome ya que el de Akasaka era más familiar, más bonito y privado.
—¿Sabían que el Jojoen de Roppongi es más barato? —les informó Gojo una vez que entraron al cuarto privado. Había una gran mesa cuadrada en color negro y dorado con una parrilla al centro.
—¿No hubiera sido mejor ir allá, entonces? Queda más cerca de la casa de Shoko —comentó Utahime. La directora tenía una casa muy linda en Nakameguro.
—¿Ya están en esa etapa tan cursi? —habló con asombro la directora—. Kiyotaka, ¿crees que deberíamos usar prendas a juego?
—S–sí, si tú quieres —respondió con pena, ajustándose las gafas. No había visto a Uta ni a Gojo.
—Aunque eso es más para parejas jóvenes.
Utahime y Gojo terminaron de colgar su respectivo saco en el perchero y al verse, Gojo le dedicó una sonrisa burlona. Como él llevaba puesta una gabardina no se había percatado del detalle, iban vestidos sumamente parecidos: un suéter ligero de lana en color beige, mezclilla azul oscuro y zapatos deportivos en color blanco. Uno al lado del otro, parecían una pareja melosa de las que les gustaba coordinar sus atuendos.
—¿Por qué te pusiste eso? —le reclamó Utahime, tomando asiento.
—¿Acaso me espías cuando estoy vistiéndome? —contraatacó fingiendo pena.
—Tengo mejores cosas que hacer.
—Parecemos una pareja en una cita ¿deberíamos tomarnos una foto? — dijo Gojo con bastante ánimo. Él también fue a sentarse, tomó lugar frente a la pelinegra.
—¡Ni loca!
De reojo, Ijichi los veía seguir discutiendo, Shoko, por otra parte, estaba viendo el menú del sitio, tenía hambre y quería ordenar enseguida.
—Utahime, tienen un excelente sake en este lugar ¿quieres pedir una botella? —habló Shoko, si no paraba la discusión iban a continuar así un rato más.
—Por su puesto —respondió sonriente.
—¿Vas a ir con resaca mañana a tu misión? —dijo Gojo.
—A diferencia de ti, soy un adulto responsable, no voy a beber tanto.
—¿Segura? ¿No estás dolida por qué perdieron los Lions?
—De ninguna manera —sonrió falsamente, claro que estaba dolida por las dos derrotas consecutivas.
—Descuida, se quedará conmigo esta noche —dijo Shoko empleando un tono muy seductor—, yo voy a cuidarla —inclusive tomó con su mano el mentón de la pelinegra cual príncipe de manga.
—Me portaré muy bien, Shoko —respondió de manera sensual, siguiéndole la corriente.
Ijichi no estaba tan acostumbrado a las galanterías que su hermosa novia tenía de vez en cuando para su senpai. Shoko lo hacía como una broma y a Utahime no le disgustaba seguirle el juego. Cuando salían a tomar juntas y llegaban a cierto grado de embriaguez, Iori se volvía la novia melosa y sobreprotectora mientras que Shoko la novia seductora. Cabe aclarar que ninguna estaba ni cerca de estar ebria en ese momento.
—Ah, es complicado competir con un rival como Shoko —se quejó Satoru cruzando los brazos y negando con la cabeza. Mil veces mejor ver a Utahime coquetear falsamente con su amiga que con, por ejemplo, Kusakabe.
—P–pero Shoko no… —Ijichi no sabía que decir. O sea, no quería imaginarse cosas.
—Ijichi, no cuestiones, solo disfruta —lo regañó Gojo.
El director asistente guardó silencio y dejó que su mente volara a tierras desconocidas. Era un nirvana de experiencias que no había considerado puesto que sus más locos sueños se habían vuelto ya realidad en manos de quien ahora lo hacía fantasear con otras posibilidades.
No obstante, supuso su imaginación en un detalle algo incomodo, porque fantasear con su amada en la particular situación significaba incluir en la ecuación a otra persona, por ende, que Satoru dijera "solo disfruta" implicaba que él lo hacía también y dejar, aunque fuera en la imaginación, a Shoko en posesión de los pensamientos impuros de otro hombre era inadmisible.
Ijichi abrió un ojo para dejar a un lado aquella ensoñación, ingenuamente pensó que habían terminado de coquetearse, pero la mente era poderosa y lo que para él habían sido largos minutos de fantasía erótica en realidad solo fueron pocos segundos. El dedo pulgar de Shoko pasó por el labio inferior de Utahime en una sutil caricia, los pequeños labios de la pelinegra se abrieron para aprisionar el dedo de la directora de Tokyo.
—No puedo —sollozó Ijichi sobre la mesa.
—¿Deberíamos pedir la parrillada especial? —propuso Gojo, como sin nada.
Él ya estaba viendo el menú mientras que Ijichi se retorcía en la ambivalencia de su cándido e impúdico ser. Gojo apretó el botón que estaba enseguida de Ijichi para hacer el pedido.
—No seas cruel con Ijichi —le dijo Utahime a Shoko después de ver su quiebre mental. Sabía que lo que su amiga hacía era solo para provocar a su novio.
—Entonces no me sigas el juego— la regañó. Shoko abrió nuevamente la carta del menú—. Pide también japchae —le dijo a Gojo.
—De acuerdo.
La pierna de Shoko se estiró por debajo de la mesa y con la punta de su pie acarició juguetonamente la pantorrilla de Ijichi hasta la rodilla. El director asistente en medio segundo despegó la cara de la mesa y tomó asiento derechito en la silla, su cuerpo se estremecía de arriba abajo como cachorro bajo la lluvia. Shoko asomó su vista cansada sobre el menú y con eso le dijo todo lo que había que decir.
—Sashimi de carne estaría bien —sugirió Iori, quien veía el menú.
—Utahime… Utahime…—le llamó Satoru en un susurro.
—¿Qué? —dijo irritada, dirigiendo su vista hacia él.
El clic y la pose de victoria de Gojo le enervó la última pizca de quietud que le restaba luego juego. Desde su asiento había tomado la fotografía que sugirió desde un principio, no podía verse el outfit completo de ambos, pero al menos si se notaba que usaban el mismo suéter.
—¡Borra eso!
—"Matching outfits con la profesora Utahime. Recuerdo de la derrota de los Lions" —vociferó Gojo lo que estaba escribiendo.
El sonido de la notificación llegó al celular de los presentes en la mesa una vez que Gojo envió la foto.
—No te atrevas a mostrarle esa foto a otra persona —renegó Uta.
—Se la enviaré a los otros profesores.
—Solo quieres presumir —recalcó Shoko con su habitual serenidad.
—Listo —anunció con una gran sonrisa.
El sonido de una nueva notificación en el celular de Ieiri dio aviso. La directora miró la pantalla de su teléfono y volvió a guardarlo. Se lo había enviado únicamente a ella, sólo estaba fastidiando a Utahime.
—¡Gojo!
—¿Por qué no la compartes también para que la vea Oki?
—No metas a Oki en esto… —refunfuñó.
—¿Todavía sigues molesto por lo de Hokkaido? —preguntó Shoko.
—Para nada —respondió monótono.
—Si tú lo dices… —suspiró—, Kiyotaka ¿qué vas a pedir de beber?
—Pensé que ya habíamos aclarado ese tema —dijo Utahime.
—Más que claro —respondió secamente—. Ijichi presiona nuevamente el botón, aun no vienen para tomar la orden.
—Si te falta algo por decir entonces dímelo.
—¿Me vas a enviar galletas? —Gojo estaba cien por ciento convencido de que se vería con Oki en Aomori y sería inevitable tocar el tema.
Utahime suspiró largo y tendido. Era una forma indirecta de preguntarle si ya había tomado una decisión.
—Aún no me decido.
Al fin, la mesera entró para tomar la orden.
Pidieron comida hasta de sobra, la mesa estuvo repleta cuando trajeron la comida.
—Por cierto, Gojo, ¿no tienen tus alumnos una misión en Shizuoka mañana? —preguntó Shoko.
—Así es.
Satoru estaba asando la carne de lo más feliz.
—¿Ya están listos?
—Les daré sus armas mañana temprano y saldrán para medio día.
—¿No irás? —preguntó Utahime.
—No. Ino está en la zona y él se hará cargo de ellos.
A ese tipo de cosas estaba refiriéndose Ijichi cuando pensaba en que Gojo estaba delegando todo lo posible para estar libre. Esa mañana había hablado con el joven Ino para pedirle el favor de supervisar a los chicos de primero y aleccionarlos un poco sobre el uso de herramientas malditas.
—Nitta los asistirá hasta su llegada. Me lo dijo antes de venir —comentó Shoko.
—Como irán los cuatro no veo ningún problema —añadió Gojo—. No es una misión difícil.
—Realmente hiciste todo lo posible por no ir —dijo Ijichi sin pensarlo. Él había avisado a Gojo que Ino se encontraba en Shizuoka cuando preguntó si había alguien que pudiera cubrirlo.
—Tenía algo importante que hacer —contestó con una sonrisa. La carne de la parrilla fue a su plato—, ¿quieres? —preguntó para Utahime.
—No, estoy bien.
Gojo era vago, pero no porque no le gustara hacer el trabajo o no quisiera, a veces hacía cosas como esas para que los otros hechiceros aprendieran por su cuenta sin depender de él. No es que Gojo no hubiera querido ir a Shizuoka por pereza, la realidad era que había movido las cosas para estar libre y poder ir al béisbol con ella, como lo prometió. La partida a Aomori de Utahime, en cambio, la hacía ver como si no le importara el esfuerzo que él había puesto.
Utahime sintió remordimiento al poner el trabajo por encima de su compromiso, aunque, siendo justos, ese era siempre el curso que había seguido su vida.
NOTAS 2:
Les agradezco infinitamente todas sus muestras de cariño al fic (lecturas, favoritos, follows, comentarios), es una gran motivación para seguir escribiendo : )
También quiero aprovechar para expresar un sentimiento que me invadió de repente al terminar el capítulo 25 y es que... lamento que la historia se sienta como que no avanza. Con esto no quiero decir que voy a apresurar las cosas a como están planeadas, pero siento que pude haberlo hecho mejor y no dejarme llevar haciendo lo que se me daba la gana (se darán cuenta en los siguientes dos capítulos). En fin, estoy un poco decepcionada conmigo misma. Seguiré dando mi mejor esfuerzo por transmitir de forma correcta mis intenciones con este fic. Saludos y muchas gracias por seguir leyendo pese a mis errores!
Por cierto, podrán darse cuenta se han actualizado todos los títulos de los capítulos en el INDEX, sin embargo, se mantiene la numeración dentro del mismo capítulo.
