NOTAS 1:

Usualmente utilizo el formato de la siguiente manera para los flashback:
1) Completamente cursiva si está dentro de un capítulo en el presente.
2) Si el flashback es el capítulo entero se queda en formato sea esto, decidí darle el formato simple a este capítulo en su totalidad ya que es muy poco lo que lleva de texto en tiempo presente.


CAPÍTULO 17

El almacén de herramientas malditas había aumentado su arsenal luego de que Maki y Megumi hubieran donado el armamento de los Ze'nin a la escuela de hechicería. Para la siguiente misión de los alumnos de primero, Gojo les había indicado que cada uno usaría una herramienta para pelear, no era obligatorio usarlas, pero podrían ser de ayuda de vez en cuando y casi siempre existía una que se adaptaba a las especificaciones de cada ritual.

—¡Hay un montón de armas! —comentó Mio, asombrada. Era la primera vez que veía el almacén.

—Y de todo tipo —indicó su maestro lleno de júbilo—. Podrán usar cualquiera de primer rango hacia abajo.

—Yo quiero algo que me haga lucir super cool —dijo Hiroshi haciendo una pose como si fuera un superhéroe de comic—. Algo como Maki–senpai.

—Sueñas que te verás igual que ella —se burló Akane.

—Maki es un caso especial, pero puedes aprender como lo hizo Yuta —le dijo Gojo.

—Eso sería genial, usar una espada como Okkotsu–senpai.

—Ino–san también usa un cuchillo, aunque no tiene nada que ver con su técnica —añadió Koji.

—Correcto. Una herramienta maldita podría cubrir alguna debilidad de sus técnicas o simplemente complementarla. Aunque si son suficientes, no la necesitan, como yo —aclaró Gojo, vanagloriándose a sí mismo.

—Una vez vine con Okkotsu–senpai —habló nuevamente Hiroshi—. Vimos un arma partida a la mitad, tenía un nombre interesante, se llamaba… —trataba de pensar, mientras avanzaba a donde más o menos recordaba que estaba la herramienta—, Asesina Nocturna.

Cuando dio con la posición exacta, muy oculta dentro del almacén, señaló una vara —o palo— que en uno de los extremos tenía punta de flecha. Parecía que estaba en buenas condiciones, pero si la mirabas de cerca podías notar que realmente estaba partida a la mitad.

—¿Esa es? ¿Son dos? —preguntó Akane.

—Así que esa es Asesina Nocturna —dijo Gojo con gran asombro. Sus labios ascendieron en una sonrisa, sin embargo, aguantó magistralmente las ganas de reírse.

—Okkotsu–senpai me contó que era un arma de clase especial. Pero fue partida a la mitad en una misión muy complicada. A partir de ahí perdió su poder hasta quedar así. Fue tan importante que la guardan como una reliquia a pesar de que ya no puede ser usada —relató Hiroshi, según lo que recordaba le había mencionado Yuta.

Gojo agarró las dos partes de la vara, tenía tan poca energía maldita que prácticamente era inútil.

—No tenía idea que esto seguía aquí.

Como bien dijo, Gojo no usaba herramientas malditas, así que el almacén de armas era un tanto desconocido para él.

—¿Usted sabía de su legado? —dijo con asombro— ¡Oh, mierda! —exclamó alarmado llevándose las manos a la boca—. Se supone que Okkotsu–senpai me dijo que era un secreto entre los alumnos.

—El profe Gojo también fue alumno de la preparatoria de hechicería —dijo Koji.

—Sí, el rumor viene desde mi generación. Tal vez antes —Gojo volvió a poner las dos piezas sobre la repisa de la pared, de tal forma que parecían una sola.

—Vaya, es tan antiguo —dijo Mio como si recordara a los dinosaurios.

—¿A qué te refieres con antiguo? —se quejó Gojo. Si solo hablaban de unos quince años de diferencia.

—Profe, yo ni siquiera había nacido cuando usted ya estaba en la escuela de hechicería.

—Solo por eso te daré la peor herramienta maldita de todas —renegó infantilmente.

—¡Es un rencoroso!

Verano del 2005, junio.

—¡No me importa cuál de los dos fue responsable! ¡Los dos se llevarán el castigo! —bramó enfurecido.

—Si, director —Utahime respondió apenada ante los gritos alterados de su superior.

Gojo chasqueó la lengua, para él, lo que habían hecho no ameritaba un castigo como tal, sólo había sido un accidente un poco aparatoso.

—Hay una misión que ningún hechicero ha querido llevar a cabo —dijo el director mientras sacaba unos papeles en las gavetas del escritorio.

—Excelente —respondió con ánimo, Gojo, imaginándose el alto nivel de dificultad.

—¿Qué clase de misión? —preguntó temerosa, Utahime.

—No te preocupes, lo resolveré solo. Tan rápido que no te dará tiempo de llorar.

—¡Cállate! ¡No te necesito!

—Ya de por sí es complicada, harán la misión bajo una condición más —advirtió el hombre.

El director le dio una hoja a cada uno con los respectivos detalles de dicha misión. Gojo torció el gesto, no entendía si era una broma o que. Utahime igualmente parecía confundida. Sobre sus manos tenían una misión de categoría 4, la más baja de todas.

—Les prohíbo usar cualquier ritual para exterminar esas maldiciones.

—¿Qué? —dijo confundida Utahime.

—Aplastaran a esas maldiciones una a una con sus manos.

—¿Qué? —replicó perplejo, Satoru.

—Si veo algún rastro de una técnica ritual, estarán haciendo misiones como esta todo el año.

—P-pero… —Utahime quiso abogar ante la humillante misión, sin embargo, el director le hizo callar con un ademán.

Ahora entendía por qué ningún hechicero quería hacer esa misión. Era asquerosa. Se trataban de pequeñas maldiciones que se acumulaban como plagas en los huertos, echándolos a perder. Los ejidatarios habían estado quejándose de malas cosechas, pero como realmente no eran maldiciones que en sí perjudicaran demasiado a los humanos, los altos mandos no le habían dado prioridad. Gusanos, asquerosas maldiciones en forma de gusano, que encima de que eran numerosas como las moscas, tendían a explotar ante el estrés esparciendo sus entrañas.

—Aparte de su energía maldita, podrán usar una herramienta maldita que se les proporcionará del inventario. Pueden solicitarla al asistente Hanazawa.

—¡Oiga! ¡No puede hacerme esto! —gritó Gojo, enfurecido por la humillante misión.

—Claro que puedo. Soy el director. Y ahora salgan de mi vista.

—No pienso…

—¡Satoru!

De inmediato Gojo cerró la boca, rodó los ojos y se dirigió a la persona que lo había llamado.

—Profesor, Yaga —el peliblanco le dedicó una falsa sonrisa complaciente.

—Harás lo que se te dice sin renegar.

—Sí, sí —dijo con desgano.

—Utahime, me extraña viniendo de ti.

—Me disculpo por las molestias —la pelinegra se inclinó en una reverencia para ofrecer sus disculpas al profesor.

—Fuera, largo —dijo de mala gana el director, despachándolos con la mano.

—Permiso.

Por el pasillo, Utahime leía con atención la información sobre la misión que les habían encomendado, no le agradaba tener que hacerla, sería asquerosa, pero que remedio, ese era su castigo por dejarse llevar. Gojo por otro lado, hizo bolita el papel y lo arrojó cual balón de baloncesto al primer bote de basura que se le atravesó. Utahime lo acribilló con la mirada, poco le importó a él.

—Satoru ¿qué te dijeron?

Suguru los interceptó en el camino. Había cierto aire de burla en su pregunta. Gojo puso mala cara y metió las manos en los bolsillos del pantalón.

—Tengo que hacer una misión de mierda, con la histérica de allá.

Utahime ignoró el comentario y siguió avanzando, dejándolos más atrás.

—Bueno, eso te pasa por ser infantil.

—¿Eh? No fui infantil.

—Si tú lo dices…

—¡Oye! ¡No vayas a estorbarme mañana! —vociferó para la pelinegra.

—Eso es exactamente a lo que me refiero —sopesó Geto con desgano al ver la rabieta de su amigo.

—¡No te soporto! ¡Eres un fastidio! —gritó Utahime quince metros más adelante.

Gojo le sacó la lengua, los ojos castaños de Utahime brillaron carmín por su furia. En sus tres años previos de estudiante jamás había sido llamada para una reprimenda, era una buena alumna, dedicada en el estudio, diestra en habilidades físicas aun si no tuviera un ritual ofensivo, ¿cómo era posible que en tres meses su intachable carrera académica se viera manchada por la llegada de Gojo Satoru?

A la mañana siguiente, a primera hora, ambos estaban recibiendo la herramienta maldita que el director les había prometido. Todo en esa misión era ridículo.

—¿Qué es esto?

Gojo preguntó de mala gana. Hanazawa les había entregado lo equivalente a una vara delgada con una punta en forma de flecha, la herramienta no podía siquiera catalogarse como una lanza. Se trataba de un arma de bajísimo nivel, es más, un bat de béisbol podría hacer mayor daño que eso.

—Su herramienta maldita: Picopincho. Deben devolverla al terminar la misión, por cierto —explicó el asistente.

—¿Quién le puso ese nombre de mierda? —se quejó Gojo con el arma en mano—. Toma, yo no la necesito.

Satoru le aventó con la herramienta maldita al asistente. Usar esa cosa con un nombre tan ridículo era inimaginable para él, o sea, era un hechicero de grado especial, ¿qué iba andar haciendo él con una cosa que se llama "Picopincho"? Ese tipo armas eran para los debiluchos como Utahime.

—No seas grosero, Gojo —le regañó ella.

—Meh. Llévatela si quieres. Seguro que tú si la necesitas.

—¡No te estés burlando de mí!

—Gojo, por favor no pelees más —le pidió encarecidamente el asistente.

Entre dimes y diretes, Hanazawa se llevó a los dos al lugar donde sería la misión, se trataba de un sitio al oeste de Tokio, cerca de un pueblito rural. La zona había estado despejada desde el otoño, cuando las cosechas de arroz súbitamente se perdieron. En invierno se evaluó la zona por parte de las ventanas y el papeleo llegó hasta la sede de los hechiceros. Siendo un trabajo laborioso, aunque de poca urgencia, se fue aplazando, después de todo, el lugar había sido acordonado hasta cuando fuera nuevamente capaz de ser cultivado, una vez eliminadas las maldiciones.

—No hay necesidad de poner un velo —explicó el director asistente—. Como podrán darse cuenta, no debería haber mayor problema.

—Yo puedo bajar un velo si se necesita —dijo Satoru.

—También puedo hacerlo —Utahime levantó la mano. No pensaba quedarse atrás.

—Solo si es necesario —les advirtió Hanazawa—. Cuando hayan terminado de eliminar hasta el último de los gusanos vendré por ustedes.

—¿Nos va a dejar aquí? —preguntó Utahime. Traía a Picopincho en las manos.

—Son demasiados, no sé cuánto tiempo les llevará y hay cosas más importantes que debo hacer.

—Ya estarás contenta —renegó Gojo, apretando con una de sus manos la cabeza de Utahime.

El trabajo era tan mediocre y espantoso que ni el asistente quería quedarse ahí.

—¡Quita tu sucia mano de mí!

—Gojo, te lo pido de favor, no des más problemas.

—¡¿Por qué me lo dice a mí?! —replicó molesto. Ahora usaba las dos manos para despeinar salvajemente a Utahime.

—Si no me llaman en dos días, vendré a ver.

—¿Tanto tiempo cree que nos tome?

Utahime había logrado zafarse de Gojo y lo amenazaba con Picopincho como si fuera una cazadora ante un mamut.

—Ya verán conforme avance el día. Llámenme si acaban antes.

—Bueno, a trabajar —dijo Satoru.

Hanazawa volvió a la carretera, dejando a los dos muchachos en la soledad del campo. El terreno era basto, aún quedaban los remanentes secos de los arrozales, haciendo más difícil la visualización a simple vista de las maldiciones gusano. Eran miles y estaban por todos lados.

—Tomaré este lado, tú vete por allá —le indicó Utahime.

Gojo se fue con las manos sobre la cabeza. Estaba fastidiado solo de estar ahí, aun no concebía la idea de tener que pasar quien sabe cuánto tiempo en pleno sol de verano matando gusanos.

—Son asquerosos.

Utahime sintió vil repugnancia al ver aquellas cosas arrastrarse por doquier, tenían un color violeta y panza verde, además por todo su cuerpo excretaban una sustancia que se veía viscosa. Agradeció a Hanazawa por haberla obligado a llevar la herramienta maldita. No ocupaba más que una punción para hacerlos desaparecer, aunque claro, ir pinchando uno por uno llevaría demasiado tiempo.

En una zona despejada de los arrozales, se encontraba un granero de medianas dimensiones. Gojo subió al tejado y observó el panorama. Con lo fácil que hubiera sido lanzar un azul y acabar con todo. Hasta les hubiera hecho un favor al labrar la tierra. Utahime lo vio holgazanear arriba unos minutos antes que bajara y comenzara a matar gusanos.

Varios minutos más tarde, al otro lado del campo, Gojo escuchó el grito espeluznante de Utahime. No le preocupó porque después volvió a escucharla gritar de asombro. A la quinta queja sintió curiosidad y fue a ver qué pasaba.

—¡Los odio, los odio! —decía mientras saltaba de un lado a otro de puntitas.

—¿Qué pasa?

No hubo necesidad de responder, uno de los gusanos explotó, vaciando su contenido alrededor, sin embargo, algo que ellos no sabían era que cada vez que los gusanos explotaban, nuevos gusanos aparecían de los restos, eso explicaba porque se habían reproducido tanto al grado de llegar a ser miles.

—¡Deja de moverte! —la regañó Satoru. A ese paso acabaría creando toda una nueva plaga.

—¡No puedo, me salpica su baba asquerosa!

—Utahime, eres una hechicera, no puedes tener asco por algo como esto.

—¡Prefiero pelear con otro tipo de maldiciones!

Un gusano más explotó y las entrañas se pegaron en la pierna de Utahime, de inmediato nuevos gusanos comenzaron a crecer y en el asco de sentirlos resbalar por su piel, arrojó una patada. Los gusanos salieron volando a la cara del peliblanco.

Gojo no sabía a quién asesinar primero, si a Utahime o la plaga.

Saltó hasta ella, la tomó del brazo y en un nuevo brinco la sacó de en medio de su tempestad.

—Que asco —lloriqueó mientras sacudía su falda.

—¿Ya estás llorando?

—¡No lo estoy! — replicó molesta. Solo estaba asqueada—. Pero no me gusta tener bichos encima —dijo entre pucheros.

—¿Y crees que a mí sí? —le encaró molesto, en referencia a los gusanos que le había arrojado al rostro.

—Fue sin querer.

—Hay que tener cuidado para evitar que se repliquen, si no, jamás terminaremos la misión.

Utahime respiró profundo para calmarse, debía pensar con cordura para encontrar una solución al problema.

—Considerando las características de la maldición, lo más probable es que exista un cuerpo principal —sugirió ella.

—El que dio origen a todos los otros.

—Exacto. Apuesto que si lo encontramos y lo exorcizamos todos los demás desaparecerán.

—Debería tener alguna seña característica para diferenciarse del resto.

—Si son réplicas su cuerpo físico podría ser igual, pero la transmisión de energía maldita debe ser diferente.

—Eres más lista de lo que aparentas, sabes —dijo con asombro el ojiazul.

—¡Claro que soy lista!

—Bueno, siendo tan débil como eres al menos deberías serlo.

—¡Deja de decir eso! —lo amenazó con la herramienta maldita, pero Gojo se la arrebató en nada.

—Estabas llorando mientras unos pobres gusanos te tenían acorralada.

—Fue por asco, no miedo —se defendió Utahime, haciendo un lindo gesto de pena.

A Satoru le pareció que tenía un semblante adorable. Utahime era tan bonita como una muñeca de porcelana.

—Lo que sea… —respondió indiferente. No podía dejarse embaucar solo por una linda cara.

—Pensemos en como buscar al cuerpo principal.

—Más que la cantidad, el terreno es el problema, es muy amplio. Se extiende al menos unas seis hectáreas —Gojo comenzó a dibujar en el piso con Picopincho—. Aquí nos dejó Hanazawa, el área central exterior está a la altura del granero. A juzgar por la energía maldita emanada la concentración de los gusanos está sobre la tercera y cuarta hectárea de los arrozales, después de eso comienzan a expandirse hacia afuera. A unos cincuenta metros del granero hay un pozo, no estoy seguro si está contaminado o no.

Utahime lo observó hacer garabatos en la tierra. No había subido allá para holgazanear como ella pensó, estaba evaluando la zona para tener un panorama completo de la situación y en cambio ella solo se había lanzado a la primera. Podría ser inteligente, pero Gojo tenía una intuición innata para el trabajo.

—Podemos crear una brecha avanzando en línea recta —sugirió Utahime—. Si solo vamos a buscar a uno, es mejor avanzar juntos hacia el centro.

—¿Quieres usarme de escudo?

—Quiero terminar esto para regresar a la escuela. No te soporto.

—Debe ser frustrante que tu kouhai sea mejor que tú, no te culpo —Gojo alzó los hombros.

—Es tu actitud altanera la que me fastidia.

—Solo digo la verdad.

—¿De qué te sirve ser fuerte si eres un idiota?

—¿Ah? ¿A quién llamas idiota? —reclamó molesto.

—A ti.

—Utahime…

—Utahime senpai. Se respetuoso.

—¡Pero si me acabas de llamar idiota!

—Tú eres un idiota y yo soy tu senpai, así es como funciona el mundo —le sonrió con malicia.

—Con razón eres amiga de Shoko, son tal para cual —renegó.

—Deja de parlotear y pongámonos manos a la obra.

—Ojalá se te peguen más gusanos.

—¡Oye!

Avanzar como lo decía su plan no iba a ser tan sencillo como lo plantearon. Después de los primeros cincuenta metros la concentración de gusanos empezaba a aumentar. Desde ese punto no se requería de mucho para que iniciaran a explotar, aun si solo eliminaban a los más próximos o los necesarios para pasar, eran tantos que parecía una locura. Angustiados de crear más maldiciones y se extendiera el área, tuvieron que volver al inicio y replantear sus acciones.

—Tan fácil que sería lanzarles azul y acabar con ellos de una. No necesitaría moverme de aquí —dijo Gojo, haciendo la pose de su hechizo.

Utahime lo vio de reojo, acuclillada en el único árbol que había para darles sombra. Si, ojalá hubiera sido así de fácil, pero lo que les estaba pasando era un castigo y como tal debía ser lo bastante duro como para que se comportaran dentro de la escuela.

El calor de junio era insoportable, ya era mediodía y no habían avanzado nada. El sol sobre sus cabezas quemaba y el uniforme no ayudaba mucho. Iori se quitó el blazer y lo colgó sobre una rama del árbol, además, ató sus cabellos sueltos en un moño alto.

—¿Con tus ojos no puedes ver dónde está el cuerpo principal? —preguntó Utahime.

—Estoy seguro de que ninguno de los que está a la periferia lo es. Pero la concentración principal es tan grande que pareciera ser una sola. No percibo alguna variación desde aquí.

—Al principio noté que su distribución era en forma de espiral, podemos seguir ese patrón y buscar brechas.

—Habrá sido antes. Gracias a que les tienes miedo ahora se expandieron por todo el terreno de enfrente —respondió con evidente fastidio en su tono.

—Es asco, no miedo —rectificó enseguida.

—Podemos rodear el campo y empezar desde un nuevo punto.

—Hacia el este es donde se encuentra el poblado. Sería mejor hacerlo del lado opuesto por si se replican no vayan más cerca de los lugareños.

—Entonces no los hagas explotar —dijo con fastidio, poniendo mal semblante.

—¡No lo hago a propósito!

—¿Por qué no mejor te quedas aquí y lo hago yo solo?

—De ninguna manera me sentaré a ver cómo te jactas de haber hecho todo el trabajo.

—Como quieras —expresó de mala gana.

—Vamos allá entonces.

Ambos avanzaron hasta el lado oeste de los arrozales. Ahí, efectivamente, los gusanos mantenían el patrón que Utahime había descrito, por lo tanto, había pequeñas brechas que podían aventajar.

—¿No te parece curioso que para ser una maldición de bajo nivel tiene demasiada energía maldita para replicarse? —comentó Utahime.

—Tal vez era una maldición mayor que terminó así.

—¿Algo cómo un gusano gigante? —dijo con asco.

—A lo mejor —la provocó con malicia.

—Que asco…

Con ayuda de Picopincho Utahime acababa solo con las maldiciones que estorbaban al paso sin perturbar a las demás. Gojo hacía lo mismo con sus manos desnudas, de vez en cuando algún gusano se pegaba a su ropa, pero se lo sacaba sin mayor drama. Utahime era otro caso, a Satoru le parecía divertidísimo como ella soportaba las ganas de pegar un brinco y dar un grito cada que una de esas cosas se le subía encima.

Gojo se detuvo sin aviso y Utahime acabó chocando con él. El peliblanco pasó su mano por detrás de él y encima de la espalda de Utahime, con el fin de evitar que se moviera.

—¿Qué pasa? —preguntó quedito.

—Algo no está bien —respondió intranquilo. Estaba percibiendo una perturbación en la energía de las maldiciones alrededor de ellos.

—No siento na…

—¡Rayos!

Satoru tomó a Utahime en sus brazos y dio un brinco al aire, al instante todos los gusanos aledaños a su posición comenzaron a explotar. La pelinegra vio horrorizada la escena, si se hubieran quedado ahí un segundo más habrían terminado cubiertos de pies a cabeza de los bichos.

En dos brincos más, Satoru salió de los arrozales. Utahime quién seguía en los brazos de Gojo, volteo a verlo, la había salvado, aunque no tenía necesidad. Se la habían pasado peleando desde que llegaron —en realidad desde mucho antes— y aun así eligió protegerla.

Los lentes de él alcanzaron a mancharse de baba y una gota escurría por ellos. Utahime le quitó las gafas para limpiarlas. Era la primera vez que lo veía sin ellas. Su primer pensamiento fue "es hermoso", muchísimo más que cualquier otro chico o chica que hubiera conocido hasta la fecha. No pudo evitar sonrojarse al notar sus largas pestañas albinas y el cielo azul que asomaba entre ellas y la veía fijamente. No era para nada como el niño que recordaba.

—¿Estás bien? —preguntó Gojo.

Ella asintió lentamente con la cabeza sin despegar la mirada de su bien parecido rostro. Lo tenía tan cerca que pasó saliva pesadamente al sentirse cohibida.

—Ya me puedes bajar… —musitó muy lentamente.

Con cuidado dejó que escapara de entre sus brazos. Iori sacudió su falda a espaldas del peliblanco. Estaba apenada.

—Fue muy extraño… —dijo Gojo bastante pensativo.

—Ya te devuelvo las gafas —respondió ella toda alarmada, pensando que se refería a cuando se le quedó viendo.

—La explosión —dijo Gojo.

—Esta vez no hice nada, lo juro.

—No fue por ti. Ellos estaban… Defendiéndose conscientemente.

—¿Pueden?

—¿Por qué presiento que esta no es sólo una misión de matar gusanos? —se preguntó malhumorado.

—Descansemos y pensemos de nuevo —Utahime intentó devolverle las gafas, pero Satoru apartó su mano.

—No…

Gojo avanzó a una velocidad increíble, estaba harto y no quería perder más tiempo con juegos de Picopincho y mierdas. Cinco segundos más tarde todo era un caos. Gojo volvió lleno de gusanos. Habían explotado aún más de los que anteriormente lo habían hecho. Era una reacción en cadena tan fuerte que se habían convertido en una barrera impenetrable.

Lo vio renegar como niño pequeño enfrente de los arrozales ante la increíble y exasperante misión. Utahime se rio de él tan divertida, hasta le habían escurrido unas lágrimas de los ojos, no podía parar. Gojo se molestó y comenzó a gritarle quién sabe qué cosas que no le prestó nada de atención por estarse riendo.

Utahime era tan linda, como su mismo nombre, toda una princesa. Gojo había dedicado una cantidad de tiempo considerable en observarla a partir de su primer encuentro, estaba seguro de que no la había visto reír de esa manera tan desinhibida nunca. Se estaba burlando de él, era obvio, pero era tan encantadora que las ganas de pelear se le quitaban. Si no es porque ya conocía cuál era su ritual, habría jurado se trataba de uno que provocaba que le prestara atención solo a ella.

—¿Alguna otra idea del hechicero de clase especial? —dijo entre risas, con el afán de burlarse de él.

—Si, te arrojaré al medio donde hay más gusanos.

Utahime puso una cara de horror al imaginarse rodeada de esas cosas.

—N–no te atreverías.

—Rétame… —Gojo se acercó a ella y le arrebató los lentes.

—¿Por qué no vamos al pueblo a pedir más información? —sugirió suspicaz.

—No es mala idea —suspiró con fastidio, la misión lo estaba volviendo loco—. Muero de hambre.

—Lávate la cara en el pozo primero —dijo entre risas.

El pueblo estaba no tan retirado de la zona de los arrozales, por eso mismo debían tener cuidado de no expandir la maldición al punto de que pudiera alcanzar las casas de la prefería.

—En el informe que nos dio el director, no hablaba sobre la replicación de los gusanos, ¿no te parece extraño que omitiera esa información? —caviló Utahime.

—Lo habrá hecho como una broma, no hay manera que no lo supieran.

—Era el informe que le entrega la sede, el papeleo era oficial. No darían una información incompleta.

—¿Insinúas que está pasando algo más aquí? —la miró de soslayo. La verdad es que él había llegado a la misma conclusión desde la primera explosión sorpresiva.

—Estoy segura —respondió de manera seria.

—Preguntemos a los lugareños a ver que tienen para decir…

Aunque no había mucho para escoger, con suerte habían llevado dinero suficiente como para comprar dos brochetas de Yakitori. Mientras comían, decidieron interrogar a la dueña del humilde local.

—¿Habían tenido problemas con los arrozales antes de esta vez? —Gojo comenzó el indagatorio.

—Es la primera vez. Siempre había sido una tierra fértil. —respondió la viejita luego de pensarlo un poco.

—Empezó en octubre, ¿verdad?

—Parecía que sería una buena cosecha, pero cuando era temporada de pizca súbitamente todo comenzó a pudrirse.

—¿Pasó algo extraño alrededor de ese tiempo? Personas enfermas, por ejemplo —dijo Utahime.

—No, todo estaba normal.

—¿Algún foráneo que haya llegado al pueblo? —preguntó Gojo.

—¿Sospechas de un usuario maldito? —le susurró Utahime.

—No hay que descartar la posibilidad.

—No, que yo recuerde. La gente normalmente no suele venir a vivir al campo. La mayoría somos adultos y viejos.

—Ninguna pista —refunfuñó la pelinegra.

—Por cierto ¿qué hacen unos estudiantes fuera del colegio? —preguntó con sospecha—. ¿No se habrán saltado las clases para noviar por aquí? —los regañó.

Satoru se rio del comentario, mientras que Utahime se sonrojó de inmediato. Estaba segura de que ni siquiera daban esa aura de pareja.

—No señora —replicó ella de inmediato—. Estamos haciendo una investigación sobre los arrozales.

—Un chico tan guapo como yo no saldría con una fea como ella.

—¡¿A quién llamas fea?!

—Una investigación… —se dijo dubitativa la viejita.

—¿Por qué saldría con un sujeto como tú en primer lugar?

—Soy fuerte, inteligente, guapo, simpático, excelente hechicero, rico, líder de un clan de renombre…

—Ni aunque fueras el mismísimo emperador de Japón saldría contigo —Utahime puso mala cara ante todos los atributos que se adjudicaba su kouhai.

—No te concedería ese honor —le sonrió con suficiencia.

—Si están investigando los arrozales, deberían hablar con el dueño —sugirió la señora.

—¿Sabe quién es? —preguntó Utahime, ignorando a Gojo.

—Les diré dónde pueden encontrarlo…

El pueblo era tan pequeño que no fue difícil dar con la casa. Los grandes terrenos le pertenecían, pero su casita era igual de humilde que la del resto.

Del cerco de madera, un hombre mayor se asomó por encima. Estaba escuchando como los dos chicos peleaban desde que venían una cuadra antes de llegar.

—Buenas tardes —saludó Utahime cortésmente. Al ver que Gojo no dijo nada lo tomó del cuello, obligándolo a dar una reverencia.

—Que molesta —chasqueó el peliblanco.

—Buenas tardes —dijo el anciano.

—Señor, estamos haciendo una investigación sobre los arrozales. Nos dijeron que usted es el dueño.

—¿En qué les puedo ayudar?

—Cuéntenos cómo acabaron así —dijo Gojo, recargando su codo sobre el cerco. Era tan alto que fácilmente podía permitirse tomar esa pose tan relajada.

—¿Qué clase de investigación hacen? —preguntó nuevamente el viejo, esta vez con un poco de desconfianza.

—Sobre plagas —respondió Utahime.

—¿Plagas? Bueno, no creo que hubiera alguna de interés. Siempre hemos sido muy cuidadosos en cuanto al mantenimiento.

—La señora de la tienda de comida dijo que en la época de pizca el cultivo se perdió de la noche a la mañana —Utahime continuó hablando para sacarle más información.

—Así fue. Tenemos el registro de pesticidas que usamos en esa cosecha, todo estaba bien y en orden. No detectamos ningún insecto u hongo.

—¿Notó algo fuera de lo común? —preguntó Gojo.

—Para nada.

—¿No hubo nada antes ni después que le hicieran sospechar de algo?

—Unas personas vinieron en el invierno y terminaron acordonando todo el campo. Dijeron que eran del gobierno y que se harían cargo. Incluso pagaron parte de las pérdidas.

"Esa fue la sede de hechicería de Tokio" pensaron ambos.

—Tal vez si debí vender mis hectáreas. Deben estar malditas por eso… —sopesó con desgano el anciano.

Utahime y Gojo se miraron, al fin tenían información con la cual trabajar.

—¿Alguien quiso comprar sus tierras y usted se negó? —inquirió Gojo.

—Si, un empresario quería la zona, pero ¿cómo podría venderlas? Es parte del sustento principal de este pueblo. Me ofreció una buena cantidad, sin embargo, tuve que negarme.

—¿Cuándo pasó eso?

—Fue en el verano del año pasado.

—¿Ese hombre volvió a visitar el pueblo? —preguntó Utahime.

—Habrá venido un par de veces más a seguir negociando. Pero no, es no.

—Y apuesto que se fue bastante molesto. ¿Lo amenazó? —habló Gojo.

—Solo dijo que esperaba que sobre estas tierras cayera una maldición. Y así fue… —relató con pesar.

Satoru sonrió con malicia y golpeó la cerca con la mano del brazo el cual tenía recargado. Utahime respingó asustada al igual que el hombre.

—Listo, hora de trabajar Utahime.

—¿Con eso es suficiente? —preguntó confundido el señor.

—Señor, sus tierras fueron maldecidas. Pero no se preocupe, la fea de ahí es buena haciendo danzas exorcistas. Ella limpiará sus arrozales.

—¿Qué? —la cara de confusión del anciano era un poema.

—¡¿A quién llamas fea?! —gritó Utahime, molesta.

—No entiendo lo que dices, pero espero poder cultivar nuevamente en mis tierras.

—No se preocupe, lo hará —le animó Iori.

—Ya vámonos.

Unos metros más adelante, Utahime compartió sus conclusiones.

—Al final de cuentas, debió tratarse del trabajo de un usuario maldito.

—El comprador contrató a alguien que trajo esa maldición al campo. No hay duda.

—No creo que se trate de algún shikigami.

—Debió capturar a la maldición y liberarla aquí.

—¿Qué vamos a hacer?

—Ya veremos…


NOTAS 2:

A este tipo de cosas me refería en el capítulo pasado sobre dejarme llevar. La anécdota de los gusanos (mencionada en los primeros capítulos) iba a ser solamente eso "una anécdota" sin embargo, cuando tocó el tiempo de sentarme a escribirla de pronto tenía 6mil palabras y contando... ¿EN QUÉ MOMENTO? Tenía dos opciones: seguir o desechar completamente TODA la idea y resumirlo en mil palabras, obviamente decidí seguir y no desperdiciar lo que tenía hecho. Así que, esta pequeña misión de Gojo y Utahime en su época de estudiantes quedó dividida en dos partes de 5mil palabras cada una... Perdón.

Debo culpar al hecho que Gojo y Uta no se llevaban nada bien al principio y es sumamente divertido trabajar con la personalidad de Gojo joven. Además dentro de esta dupla de capítulos se encuentra un spoiler sobre el futuro del fic, veremos si alguien puede descifrarlo :3

Después del siguiente capítulo habrá un extra más (fecha tentativa el 5 de mayo).

Agradezco mucho su apoyo al fic, siempre estoy interesada por conocer sus interpretaciones al respecto para saber si estoy logrando plasmar y transmitir el mensaje que deseo con este fic. Les mando saludos!