CAPÍTULO 19

Los ojos de Itadori iban y venían de un lado a otro con tantas cosas por ver o probar. Tres años en Tokio y era la primera vez que iba a al domo de los Giants. Fushiguro tuvo que jalarlo del hoodie para que dejara de brincar de un sitio a otro, Okkotsu era más discreto, pero estaba igual de emocionado.

—Es mucho más grande que el estadio de los Eagles. Fui un par de veces con mi abuelo —relató Itadori. Obviamente su equipo favorito eran los Tohoku Rakuten Golden Eagles.

—Es la primera vez que vengo a un juego, parece emocionante —dijo Yuta al oír todo el bullicio dentro del estadio.

—Compremos comida antes de ir a sentarnos —propuso Fushiguro—. ¿Usted quiere algo en especial? —preguntó a Satoru.

Gojo estaba inusualmente callado, cuando Megumi se dirigió hacia él, guardó su teléfono celular. No prestó atención a su pregunta.

—Es bueno tomarse un día libre ¿no? Que bien que estabas por aquí —dijo Satoru, echándole el brazo por el cuello a Yuta.

—Andando por tantos lugares es difícil tener un descanso —comentó con pena.

—Tu buen profesor Gojo te ha recompensado por tu arduo trabajo.

—En realidad solo nos invitó porque la profesora Utahime no pudo venir ¿cierto? —se quejó Megumi. El comentario llamó la atención de Itadori.

—¿Iba a venir con ella? —preguntó curioso el pelirosa.

—Sí, pero tuvo una misión en Aomori.

—Está bastante lejos —respondió con desánimo.

—En fin, Yuta ¿quieres un jersey? —dijo jovialmente.

—No sé si sea mi estilo…

—Tú también, Yuuji.

—Pero yo le voy a los Eagles —se apuntó a sí mismo.

—Tonterías, eres un tokiota.

—De hecho, he vivido más tiempo en Miyagi…

—Megumi…

—No quiero nada —respondió antes de siquiera darle tiempo de insinuar algo. Gojo frunció el entrecejo.

—Que desperdicio de juventud —sopesó desanimado.

—Y, por cierto, le pregunté que quería para comer —volvió a rezongar Megumi.

Con el sonido de una notificación, Gojo nuevamente ignoró a Fushiguro. El pelinegro dio por muerta la plática y señaló para los otros dos a donde quería ir, los tres chicos se dirigieron a un puesto de comida para llevar todo a sus asientos. Gojo se quedó detrás, revisando sus mensajes.

Utahime Iori

[Lista para ver perder a los Giants]

Satoru Gojo

[Estoy dispuesto a consolarte cuando pierdan otra vez hoy]

Utahime Iori

[Eso quisieras]

Satoru Gojo

[¿Miraras el juego en el hotel?]

Utahime Iori

[No]

[Iré a un bar]

Satoru Gojo

[Diviértete]

[Foto]

Utahime Iori

[Los chicos se ven animados]

[Que te reconforten cuando pierdan]

Satoru Gojo

[Eso no va a pasar]

Satoru guardó nuevamente el celular en el bolsillo de su chaqueta y siguió a sus tres alumnos.

—Senpai ¿sabes mucho de béisbol? —preguntó Itadori para Yuta.

—En realidad no mucho, solo lo básico.

—Les enseñaré todo lo que deben de saber —se metió a la plática, Gojo.

—Cuento con usted profesor —dijo Okkotsu con una sonrisa.

—Solo mira el partido y si tienes alguna duda pregúntale —señaló Megumi a su profe—, si no se volverá un fastidio todo el rato hablando.

—No estés diciendo cosas malas de mí —lo regañó Satoru, revoloteando su cabeza de paso.

En la tribuna tomaron sus asientos de costumbre. Al señor de los G que había estado presente desde el día uno, le pareció extraño no ver a Utahime con el peliblanco.

—Chico ¿hoy no ha venido la señorita de los Lions?

—Tuvo cosas que hacer.

—Bah ¿con quién voy a discutir ahora?

—Esta vez todos estaremos apoyando a los Giants.

—Yo le voy a los Eagles —dijo Itadori, alzando la mano y volteado a ver al hombre.

—Otro de la conferencia del pacífico —chistó el viejo.

—¿Sabías qué los Lions eliminaron a los Eagles en la Climax? —Satoru trató de provocarlo para ganarse un aliado.

—No tenía idea.

—¡Debes apoyar a los Giants!

—Sería mejor que el equipo que eliminó a mi equipo ganara, ¿no? Al menos podría decir que valió la pena.

Megumi volteó a un lado para reírse de Gojo y la cara desencajada que había puesto.

—¡El deporte es venganza! —habló con ímpetu el peliblanco.

—No creo que se trate de eso —le negó Itadori.

—Estos niños… —sopesó con desgano, Gojo.

—La señorita les puede enseñar un par de cosas bastante interesantes, vengan con ella un día el siguiente año —comentó el señor.

—¿La profesora Utahime vino con usted a los otros juegos? —preguntó Okkotsu.

—Sí, ayer nos acompañaron Shoko e Ijichi.

—¿Realmente son buenos amigos? —habló Itadori con aires de sorpresa.

—Se han peleado desde que los conozco, sin embargo, aún siguen frecuentándose de vez en cuando —Megumi decidió responder por Gojo.

—¿También conoces a la profesora desde hace mucho? —le cuestionó Okkotsu a Fushiguro.

—Conocí al profesor cuando él tenía dieciocho años —señaló a Gojo—. Debí conocer a la profesora Utahime un año después, más o menos.

—Vaya Fushiguro, eso fue hace mucho tiempo —dijo Yuuji.

—¿Desde cuándo conoce usted a la profesora Utahime? —Yuta estaba dispuesto a dilucidar lo que Maki le había sembrado en la cabeza. Sería un buen tema de conversación para atar cabos con su novia.

—Desde la prepa ¿no? —se adelantó Itadori. Megumi estaba seguro de que así era.

—Desde los diez años —contestó más reservado de lo que hubiera querido. Era la segunda vez en un par de meses que debía decirlo.

—¡¿Desde los diez?! —gritaron los tres.

—Bueno, no me sorprende que siendo así deje que ella lo toque como sin nada —rebeló Okkotsu, tomando por sorpresa a Gojo.

—Akashi también lo mencionó.

—¿Tanto confía en ella? —le cuestionó Megumi.

—Está más que claro —les sonrió despreocupadamente. No ocupaba ser explícito para responder la obviedad de esa pregunta.

—¿Y le gusta? —dijo Itadori. Hombre, todos se lo querían preguntar desde el evento de intercambio y alguien tenía que animarse a hacerlo.

Megumi y Yuta pasaron saliva y miraron al implicado esperando su respuesta. Gojo sonrió más ampliamente ¿se le notaba mucho? ¿Por qué estaban tan curiosos?

—Al juego —respondió Satoru, señalando la cancha, el partido ya había dado inicio.

Ninguno de los chicos hizo algún otro comentario más respecto a ellos, Yuta más que nadie sabía que el tema del romance no era el favorito de su profesor, también sería poco amable el atiborrarlo de preguntas personales cuando él los invitó de buena fe a pasar ese día juntos.

Al norte del país, Utahime disfrutaba el juego, muchos de los clientes del establecimiento habían ido también a ver el partido, así que no le fue difícil ponerse en ambiente, claro que nada se comparaba con estar en primera fila en el estadio.

—No sabía que disfrutabas tanto el béisbol.

—Me encanta. Su sistema de juego es muy atrapante.

Era la sexta entrada y los Lions ganaban 8 carreras a 5, lo que hubiera dado por estar viéndolo en persona y mofarse de los viejos. Utahime dio un sorbo pequeño a su cerveza, estaba bebiendo despacio y alargando lo más que podía cada tarro para no tener que tomar demasiado, debía volver al hotel y además junto a su acompañante: Kano Oki.

No podía quitarse de la cabeza las palabras de Shoko sobre cancelar sus planes para verse con él. Ciertamente, Kano era bastante amable, sin embargo, no diría que fuera por algo más, siempre se había portado educado y profesional al respecto. Que se vieran en Aomori solo era parte de su trabajo. Eso quería pensar.

—Oh ¿ese no es Itadori–kun? —dijo con asombro Oki.

Estaba viendo al muchacho por detrás del bateador en la pantalla de la TV. Como dijo, los asientos eran de primera. ¿Habrían salido ellos también en alguna cadena de transmisión? Utahime sintió un poco de orgullo de ello.

—Tomaré una foto…

La pelinegra rápidamente fotografió la pantalla para enviar la captura a Gojo y que se la mostrara a Itadori, seguramente el chico se pondría contento de saber que había salido en cadena nacional.

—Eres muy cercana a Gojo ¿cierto? —comentó Kano con una sonrisa un poco resignada. Había visto que la foto se la envió a él.

—Somos profesores de la preparatoria de hechicería, debemos serlo —respondió tranquila, sin despegar la vista del televisor.

—No parecía muy feliz de que estuviéramos Ando–san y yo en Kioto.

—La directora Ieiri también se disgustó ya que no dieron aviso de su presencia con anticipación.

—Lo lamento por eso. Debimos discúlpanos apropiadamente por aparecer sin previo aviso.

—No es conmigo con quien te debes disculpar —agitó su mano en negativa.

—¿Gojo sabe sobre la propuesta? —preguntó con interés. Él sabía que Gojo estaba al tanto, prácticamente habían peleado por ello en Kioto.

—No a detalle —le miró de soslayo con incertidumbre, ¿qué más daba si sabía o no?

—Has trabajado para la institución desde hace muchos años, debe ser complicado encontrar buenos elementos que puedan congeniar bien y sobre todo que permanezcan en sus puestos por suficiente tiempo.

—¿Qué quieres decir? —volteó a verlo. El comentario no le parecía agradable.

—Hacen buena mancuerna, ustedes dos —Oki le sonrió—. Pese a que Gojo puede hacer todo por su cuenta, han trabajado juntos de manera coordinada en múltiples ocasiones.

—Es un idiota, pero hace bien su trabajo.

—¿Confías en él?

Ese tono de voz no le gustaba ¿quería presionarla? Él no tendría por qué suponer que lo que ella opinara sobre Satoru influía en la decisión de ir a Hokkaido. ¿Quería plantar duda en su cabeza sobre la perspectiva que tenía de Gojo? ¿Para qué?

—Sin dudarlo —respondió tajante y poniendo mal semblante.

—Me lo suponía. No es unilateral el sentimiento —Kano volvió a sonreírle, como si detrás de esa sonrisa se guardara algo más.

—La decisión final es mía —le encaró molesta—. No de Gojo; ni del director Gakuganji; ni de Ando–san o tuya.

Oki sonrió ampliamente ante el comentario de Utahime. Ella era ruda y fuerte más allá de las apariencias, claro que no se dejaría intimidar ni mucho menos presionar.

—Eso es lo que busco, tu fortaleza —Oki se cruzó de piernas, confrontando a Utahime—. Espero que tu visita a Sapporo mañana amplíe más tu panorama sobre lo que queremos.

—Iré con la mente abierta, no te preocupes.

Utahime volvió a beber y se enfocó en el juego de béisbol. Debía decirle a Gojo que mañana tampoco estaría a tiempo para el juego, peor aún, sería porque debía ir a Sapporo a conocer a la gente de Hokkaido. Le había dicho a Oki que la decisión era suya, lo cual era totalmente verdadero, sin embargo, si le importaba la opinión de Gojo, después de todo, era la primera vez que él se inmiscuía de esa manera tan directa en sus asuntos.

El juego terminó para fortuna de la pelinegra con la victoria de los Lions con un marcador de 12 carreras a 7. Demonios que estaba a estallar de felicidad, tanto como para saltar de la emoción, era una lástima que Oki estuviera ahí y hubiera arruinado el momento con sus preguntas absurdas.

—Utahime, lamento haberte incomodado, no era mi intención —se disculpó Oki con el semblante evidentemente afligido.

—No, descuida, no debí tomarlo a mal.

—Sé que parece que estamos presionando al grado de ser groseros, pero solo queremos demostrar lo mucho que nos interesas.

—Y aprecio ese interés —le sonrió tan afable como pudo. Sí, sí estaban presionando.

—Iba a darte esto mañana, al final del recorrido, pero creo que es mejor hacerlo ahora.

De entre sus ropas, Kano sacó una caja del tamaño de su mano. Utahime pareció sorprendida por el detalle, la caja tenía unos patrones Ainu grabados muy bonitos.

—Están hechas de oro, espero sean de tu agrado.

Utahime miró el contenido de la caja, eran dos brazaletes con pequeños cascabeles. Eran casi una réplica como los que usaba, solo que estos eran más finos y elegantes. El sonido que emitieron al sacarlos fue precioso, era una sensación como si se tratase de polvo de hadas.

—Son hermosos —comentó absorta por la belleza del par. Brillaban intensamente aun con la luz de la luna.

—Un obsequio de buena fe.

—No puedo aceptarlos.

—Los hicimos especialmente para ti.

Oki tomó los brazaletes junto a las manos de Utahime. Con delicadeza colocó los brazaletes en sus muñecas, una vez que hubo terminado le alzó ambas manos al cielo nocturno para que apreciara su brillo, los cascabeles resplandecieron intensamente.

—No se verían mejor en otra persona.

Utahime dirigió su mirada caoba hacia Oki y él volvió a sonreírle con amabilidad. De alguna forma, no podía sentir una emoción de júbilo a diferencia de la persona que tenía por delante. Sentía incomodidad de que estuviera sosteniendo sus manos con tanta confianza.

—Acéptalas como una disculpa. También por hacerte ir hasta Sapporo.

—No era necesario.

—Tal vez, aun así, insistí en darte el detalle —los dedos de Oki presionaron más las palmas de Utahime.

—Muy amable de tu parte.

No había soltado sus manos en ningún momento, ¿realmente era cómo Gojo había dicho y si estaba tratando de seducirla? No podía saberlo a ciencia cierta. Oki era muy amable, así que fácilmente podía confundir una cosa con la otra.

—Entonces. Nos vemos mañana para tomar el ferry —dijo Utahime, apartándose de él.

—Descansa, buenas noches.

A juzgar por la hora, suponía que Gojo aún no había vuelto del juego a la escuela. Conociendo a los chicos muy seguramente habían ido a cenar, así que calculaba llegarían poco después de las once, eso le daba tiempo para tomar un baño y ponerse cómoda para dormir.

Sabía que Gojo estaría despierto, aunque fuera medianoche, la vez anterior también respondió su mensaje. Como mencionó antes "no dormía mucho".

Él atendió el teléfono al segundo timbre.

—¿Será qué soy yo la de la mala suerte? No puedo creer que acabaran con un marcador tan amplio y no estuve ahí. Lo que hubiera pagado por verle la cara al viejo. Nuestros bateadores estuvieron fabulosos, sin embargo, mucho mérito también es de Kaima, ese brazo debe valer ahora miles de yenes más…

Utahime comenzó a hablar muy elocuentemente, pero Satoru no emitió ruido alguno hasta que decidió interrumpirla y lo que dijo le dejó helada.

—Viste el juego junto a Oki ¿cierto?

Gojo sabía que se iba a ver con él en algún punto del viaje, más no que pasarían la tarde–noche juntos viendo el béisbol.

—¿Por qué lo dices? —optó por hacerse la tonta. Tal vez solo era una suposición de él y no tenía que contestar.

—Se veía en el reflejo de la TV de al lado cuando mandaste la fotografía —dijo con su tono de fastidio, había descubierto la treta de Utahime.

—En serio ¿quién se fija en eso? —dijo con resignación.

—No estoy molesto. Ya sabía que te verías con él.

—Solo son negociaciones —comentó pacientemente, para, de cierta forma, hacerlo sentir tranquilo.

—Haz lo que creas conveniente para ti.

—Mañana iré a Sapporo…

—Oh, no te olvides de las galletas —vociferó emocionado. Entendía que ir a Sapporo equivalía a no ir al juego, otra vez.

—Gojo…

Su voz sonó un tanto apagada, si fuera honesta consigo misma, diría que tenía dudas sobre qué decisión tomar. Satoru guardó silencio y esperó a que formulara su pregunta.

—¿Crees qué debería quedarme en Hokkaido?

—Como dije: no importa lo que yo crea, tú deberías de saber si es correcto o no.

La respuesta de Gojo fue seria. Por más que él hiciera berrinche sobre el tema, al final de cuentas, nunca se metería en su decisión.

Maldición, quería estar en Tokio, quería verlo y de ser posible le concediera una caricia para quitarse la sensación de Oki tocándola.

—Lamento haber sido yo la que rompiera nuestra promesa de la final…

—Si muero, yo seré quien te persiga como maldición —dijo con humor.

—No juegues con eso. Prácticamente ya lo hiciste.

—¿Lloraste por mí?

—Eso es algo que nunca sabrás…

— Yo sé que sí lo hiciste.

—Bien, ya es tarde. Debo descansar.

—Rehúsas el tema porque sabes que es verdad…

—Te voy a colgar, adiós.

Había derramado lágrimas claro que sí, las más dolorosas de su vida, aunque nunca perdió la fe en que regresaría. Las lágrimas derramadas por "la muerte" de Satoru nada se comparaban con la última vez que Gojo la vio llorar, y eso era mucho decir, porque estaba con el corazón hecho añicos.

5 de noviembre del 2016

El juego había terminado cerca de las diez de la noche. Un partido sin mucha acción y pocas carreras, la verdad que para ser la final había quedado mucho a deber. No solo eran sus conjeturas, prácticamente todo el bar había estado de acuerdo entre bullas.

Gojo y Utahime caminaban de regreso a la escuela, por las mismas calles que hace ocho años habían sido testigos de un arrebato de ira por parte de la pelinegra. Era curioso, que Gojo casi podía sentirse corriendo nuevamente huyendo de la policía. Quería reírse de sí mismo, no era tan viejo como para sentir tanta añoranza.

Ciertamente, ante la derrota de los Giants frente a los Eagles, esperaba que Utahime se regocijara en su cara, sin embargo, ella iba caminando en absoluto silencio, con un semblante que no transmitía mucha emoción. Gojo la conocía muy bien, estaba extraña desde que se encontraron en el bar, no había reaccionado como lo haría de costumbre al ver el juego y la cantidad de alcohol que consumió fue nada en comparación de lo habitual. Fue una final aburrida, sí, pero tampoco tanto como para que estuviera casi muda y sobria.

Solo habían pasado cuatro meses desde que Hijikata y ella terminaron su compromiso, no era difícil relacionar el estado de ánimo de Utahime con ese hecho. Por supuesto que Gojo también no tenía manera de saber que Hijikata le había prometido a ella, al inicio de la temporada, que irían juntos a ver la final sin importar quienes jugaran. Obvio eso no pasó y terminó en un bar de poca monta con Gojo.

Creo que debe ser el peor juego que le he visto a los Yomiuri —dijo Satoru, solo para sacar tema de conversación y no escuchar simplemente el canto de los grillos.

Sí, en general no creo que alguno lo haya hecho bien —respondió con monotonía.

Mejor que los Lions no llegaran a la final si hubieran dado una actuación igual de patética —Gojo se llevó los brazos a la cabeza. Hasta tenía que insultar a su propio equipo en un intento de animarla—. Que horrible que tus fans se decepcionen así.

Parece que no hemos tenido suerte este año —sonrió sardónica.

Gojo no sabía si se refería concretamente a los Seibu o a ella misma. Igual podría aplicarse para cualquiera. Los Lions no pasaron de la primera ronda de la climax series.

Siempre hay una siguiente oportunidad ¿no? —dijo él, nuevamente en un vago intento de darle ánimos.

Sí —suspiró—, eso creo…

Pasaron quince minutos caminando sin decir absolutamente nada. No era un ambiente usual entre los dos, que se la pasaban discutiendo, quien los viera pensaría que iban a un funeral.

—"No hay noche sin amanecer".

Dijo Gojo de la nada. Utahime alzó la vista, confundida por la frase de Satoru. Cuando vio el rostro de su compañero, él le sonrió con dulzura, esa sonrisa cálida que solo le dedicaba cuando quería reconfortarla de alguna manera.

Ese fue el título del capítulo de Gintama que estaba leyendo cuando decidí venir a recogerte del bar años atrás.

¿Qué? —preguntó confundida.

La noche que te peleaste con tres sujetos —relató divertido.

Habías dicho que solo pasabas por ahí…

Era mentira… Fui exclusivamente por ti.

Gojo subió sus lentes a la cabeza para mirar directamente a ella, estiró su brazo, ofreciéndole su mano a Utahime. No entendía que estaba tratando de hacer ¿por qué de repente era tan amable con ella?

Esa misma noche dijiste que sostendrías mi mano hasta que tuviera sosiego —dijo con suma cautela. Volvió hacer énfasis en su mano, indicándole no verbalmente a Utahime que la tomara—. Bien, mi equipo acaba de perder, así que me vendría muy bien si cumplieras tu promesa.

Ambos sabían que no lo hacía por una tontería como esa. Era tan claro como el agua que ella sufría silenciosamente y quería demostrarle que, a pesar de todo, él estaba para acompañarla en su tristeza. No, no era por el béisbol, aun así, Utahime tomó la mano de Gojo y él la sostuvo fuertemente.

La calidez de la mano de Satoru poco a poco ablandó su corazón, mientras caminaban uno al lado del otro, con la brisa helada del otoño sobre la cara, entrelazando sus dedos como si se tratase de un candado sin llave, las inevitables lágrimas de dolor salieron del pecho de Utahime.

No debía ser Gojo el hombre con el cual debería estar caminando tomada de la mano esa noche, sin embargo, estaba agradecida que de entre cualquiera que hubiera podido acompañarla ese día, fuera precisamente él quien lo hacía. Si fuera otro, no se permitiría llorar como estaba haciéndolo.

Nuevamente, concedía que Satoru viera su vulnerabilidad, el dolor y la rabia que tenía acumulada por sentirse patética al haber dejado a un hombre. El llanto del desamor, el abandono y las promesas que no pudieron cumplirse empaparon sus ojos y se escurrieron por sus mejillas.

Satoru dejó que llorara libremente, esta vez, sin intentar que reprimiera sus sentimientos. Era mejor dejar salir todo de una vez para continuar, aunque sentía esa impotencia de no poder hacer verdaderamente algo útil para que dejara de sentirse desconsolada.

Entendía el dolor que implicaba que alguien que querías profundamente y confiabas te abandonara, tal vez no en un sentido romántico, pero suponía debía sentirse algo similar. No obstante, de lo que sí estaba consciente en ese momento era el dolor de ver padecer tanto a alguien que era importante para él. El sentir de la desesperación de no querer verla sufrir era el mismo que años atrás había sido el motor para que, sin pensarlo, hubiera podido curar su mano herida. Hoy tenía esa misma sensación sólo que con más intensidad.

Pero no había ningún ritual inverso que pudiera curar su corazón roto en mil pedazos.

Gojo tenía veintiséis años, no era más un niño que pudiera jugar a decir cosas sin responsabilizarse de las consecuencias. Lo que dijera —o no— en esos momentos podría cambiar para bien o para mal la situación entre ambos. Moría por sostenerla en sus brazos y poner sus labios sobre los de ella, quería con todas sus fuerzas decirle que todo estaba bien y que no tenía por qué sufrir por Hijikata, pero sabía, que, si hacía lo que él quería, estaría dando pie a una falsa ilusión, puesto que por más que la deseara o la apreciara, no podía darle lo que ella realmente estaba buscando con él, si es que todavía así era. No tenía más opción en esos momentos que escuchar su llanto y soportar el sufrimiento de Utahime.

Cuando llegaron a la escuela no acudieron directo a los dormitorios, pasaron a uno de los jardines donde esperaron sobre una banca a que terminara de echar la vida por los ojos. En ningún momento Satoru intentó soltar su mano, sino todo lo contrario, incluso dejó que la cabeza de Iori reposara sobre su hombro. Después de tranquilizarse ella misma, siguió compartiendo ese peculiar momento con Gojo.

Suspiraba pesadamente, el pecho le dolía de lo mucho que había llorado. La sensación de un corazón roto era la misma a la falta de oxígeno al llenar tus pulmones. Se estaba asfixiando en desamor. Gojo estaba mudo ¿qué podía decirle que fuera de utilidad?

¿Al final de cuentas había sido todo como Hijikata dijo que sería? Nunca hubo algo en esos tres años que él hubiera expresado que denotara desconfianza hacia Gojo, sin embargo, en esa última conversación entre ambos salió a relucir el nombre de Gojo Satoru. El mismo que en esos instantes estaba sosteniendo su mano, dándole compañía y consuelo en su mal de amores… uno que, sin él saberlo, había —en parte— provocado.

Poco menos de un año antes de romper, el primer comentario salió a la luz. Utahime esperaba que fuera algo no tan importante y como buena enamorada fue ciega ante las señales que le indicaban que las ideas de Hijikata eran tan fuertes como las suyas mismas. Cuando hablaron sobre casarse y su vida a futuro al parecer ambos tenían visiones diferentes, no era falta de amor, solo que…, los dos querían cosas que ninguno estaba dispuesto a ceder en pos de permanecer juntos.

Claro que ella quería casarse y tener hijos, formar una familia, aunque jamás pasó por su cabeza el dejar el mundo de la hechicería, podría tal vez dedicarse solo a ser profesora, no obstante, si la situación lo ameritaba por supuesto que apoyaría al cien por ciento. Además, faltaba tiempo —no sabía cuánto exactamente— para que Gojo cumpliera su objetivo de reformar el mundo de la hechicería, ella quería estar ahí, había trabajado duro desde hacía muchos años atrás para apoyarlo en su visión. Claro que no era la única, pero consciente estaba que había prometido —dos veces— lealtad ante Gojo.

Hijikata por otra parte, que también conocía el mundo de la hechicería, deseaba que su futura esposa viviera tranquilamente y además de no preocuparlo con situaciones que, obviamente, él no tendría control o pudiera hacer algo al respecto, no tenía la fuerza para eso. Encima, ¿qué pasaría cuando tuvieran hijos? ¿Sí algo le pasaba a ella los dejaría sin madre? ¿Qué sucedería si, al contrario, ellos se vieran inmiscuidos en alguna problemática? No creía que fuera descabellado el pedirle que renunciara a su vida como hechicera para llevar una vida normal a su lado.

"No puedo. Esta es toda mi vida, he trabajado tan duro para educar diligentemente a nuevas generaciones."

No quiero que pienses en tus alumnos, piensa en ti y en nuestro futuro juntos.

"Además…, le prometí a Gojo que lo apoyaría. No puedo dejar tan fácilmente el mundo de la hechicería."

Satoru no te necesita a ti, puede ser cualquiera.

"Podría ser cualquiera, tal vez mi participación sea insignificante, sin embargo, quiero estar ahí, quiero formar parte del cambio que Gojo traerá para los hechiceros."

¿Es más importante tu vocación y tu voto con Satoru que nuestro futuro juntos?

"Por favor, no me hagas decidir entre ambos."

Es obvio que vas a elegir…

Era obvio —musitó Utahime.

¿Dijiste algo?

Oye, Gojo ¿crees qué elegí mal al decidir dedicarme a la hechicería?

No importa lo que yo crea, tú misma eres la que debe saber si es correcto o no.

En primavera del 2008 decidí convertirme en maestra para enseñarles a los jóvenes a no tener miedo, a tomar buenas decisiones para que fueran mejores que nosotros. Desde ese día jamás he sentido arrepentimiento por ser profesora o hechicera. Ni siquiera cuando obtuve esta cicatriz.

Entonces estás justo donde debes estar —respondió con el tono serio que pocas veces empleaba.

Llorando en una banca frente al estanque —dijo con ironía.

No. A mi lado.

No había elegido el amor de Hijikata ni tampoco el deseo de Gojo. Para Hijikata el rechazo hacia él equivalía a escoger a Satoru, aunque desconociera que había apartado al ojiazul también de su lado muchos años atrás. Otra vez volvía a elegir el deber por sobre todo.

Aun así, al final del día, estaba junto a Gojo, tomada de la mano. No importaba si lo había rechazado, si había estado a punto de casarse, si renegaba de él, si venían otros novios o amantes. Gojo era el único que había vuelto a ella sin rencores ni pedir nada a cambio… Salvo alguna caricia furtiva que ella concedía de vez en cuando.

Como dije, el que más me ha llevado a cuestas.

Y las que faltan.

Gojo…

¿Sí?

Los Giants jugaron pésimo —dijo con una sonrisa desganada. Ya estaba un poco mejor.

No más que los Lions…

—"Patéticos" ¿no fue cómo describiste su juego?

Aun así, le ganarían a tu equipo.

No juegan desde el 2008. Ganaron los Lions, por cierto.

Te prometo algo…, cuando los Giants y los Lions disputen la Serie de Japón te llevaré a ver la final.

Si no lo cumples te perseguiré como maldición por el resto de tus días —comentó taciturna, después de todo ya le habían roto una promesa similar.

De acuerdo, de acuerdo.

Hasta ahora hemos sido buenos en cumplir nuestras promesas.

Iori levantó la vista para ver a Gojo, aún seguía recargada sobre su hombro. Él miró al frente, pensativo.

¿Tú quieres… Que siga así? —preguntó Gojo.

Sus miradas chocaron, los labios de ambos estaban a un suspiro de encontrarse, la respuesta estaba ahí y podían verla a través de sus ojos. La complicidad de tantos años no jugaba a favor de ninguno en ese momento, no era necesario decirlo en voz alta porque ambos sabían la respuesta. Nuevamente las palabras se quedaron atoradas en su garganta. Utahime sabía que no era el momento correcto para que eso pasara.

Es lo mejor.

Entonces sigue tomando mi mano.

Lo haré…


Ahora sí, ese es el último flashback, lo prometo con un 90% de seguridad (descartando obviamente los extras).

Aunque me divertí muchísimo haciendo el capítulo de "Consuelo", la verdad que este es mi flashback favorito, la razón: hay una evidente madurez en las acciones de ambos, sobre todo en Gojo, como pasa de ser un adolescente rebelde a un hombre más consciente de que sus acciones tienen consecuencias. además, esta vez me esforcé porque fuera una escena linda y tierna entre ambos.

El personaje de Oki se escribió solo, realmente cuando presenté a este personaje iba a tener un propósito diferente al que me he decidido al final, pero... me lo gritaba en la cara y no fue hasta que pasó esta conversación con Uta, que dije "Tú mismo me estás diciendo que es lo que quieres ser y yo no me puedo negar a ello".

Muchas gracias por su apoyo al fic!
Feliz día de las madres (10 Mayo) para quienes lo sean, pasenla bonito!