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CAPÍTULO 23
—Está toda mojada... —dijo Utahime, con mucho fastidio.
—Estoy seguro de que la programé bien.
Ambos se cruzaron de brazos y vieron la máquina... No podía ser tan complicado usarla, ¿verdad?
Gojo se rascó la cabeza mientras pensaba que pudo salir mal. Utahime suspiró, resignada en usar la lavadora. Ambos comenzaron a reírse, eran un desastre.
—Ya no huelen a cerveza —Uta estaba olfateando prenda por prenda—. Creo que al menos si se lavaron.
—Qué raro...
—Voy a colgar la ropa, de todos modos... Voy a pasar la noche aquí —dijo con nerviosismo.
Utahime exprimió las prendas para quitarles el exceso de agua y las acomodó en el colgadero. Le parecía increíble que Gojo hubiera pensado en comprar ese aditamento, aunque conociéndolo, lo más probable era que viniera ya incluido con el departamento.
—Puedes usar mi habitación para dormir, yo me quedaré en el sillón —comentó Gojo una vez que estuvieron en el pasillo.
—De ninguna manera, yo me quedaré en el sillón. Solo dame una manta y estaré bien.
—¿Cómo crees? —protestó en su afán de buen anfitrión—, yo no duermo mucho, usa mejor la cama.
Gojo la empujó en dirección a su habitación, pero Utahime se plantó firmemente en el piso para no dejarse llevar.
—Que no, yo quiero dormir en el sillón.
—¿Por qué reniegas tanto?
—¿Y tú por qué eres tan insistente?
Ambos comenzaron a pelear, como si estuviera en una competencia de judo o algo parecido. Sabía que Gojo lo hacía para molestarla, porque si quisiera llevarla de verdad nada le costaba imponer su fuerza sobre la suya.
—Es mi departamento y yo hago lo que quiero —respondió su pregunta usando las mismas palabras de Utahime.
—Aún no tengo sueño... —insistió. Trató de empujar a Gojo hacía atrás, pero no lo movió ni medio centímetro.
—¿Te irás temprano? Ya pasa de medianoche.
—Si salgo a las ocho creo que estaría bien.
Gojo hizo girar a Utahime en la dirección opuesta a su habitación, como si fuera un paso de baile. Él quedó detrás de ella, abrazándola por debajo del busto con sus dos brazos, podía sentir perfectamente como sus pechos caían sobre su antebrazo, sabía que no estaba usando sostén porque la vio colgándolo junto a la otra ropa.
—De acuerdo. ¿Qué quieres hacer? —preguntó Gojo.
—¿Qué haces en tus tiempos libres aquí?
Utahime tiró la cabeza atrás, alzando la vista para ver a Gojo. Estaban tan cerca que su cabeza chocó con el pecho del albino. Así que... el contacto era solo cuando él quería. No podía quejarse, era la cercanía que estaba buscando desde que se vio con Oki en Aomori. Gojo la apretó con un poco más de fuerza, el calor comenzó a recorrer el cuerpo de la pelinegra.
—Ver televisión, jugar videojuegos, leer un poco...—"tener sexo" pensó, además.
Inevitablemente sus dedos acariciaron discretamente el busto de Utahime. Fue tan sutil que ella lo dejó pasar sin hacer mención.
—¿No tienes ni una planta a la cual cuidar? —siguió indagando.
—Hasta un cactus se moriría aquí —dijo con desánimo, poniendo su barbilla en la cabeza de Uta.
—La decoración es muy sobria ¿tú la elegiste?
—Sí, ¿te parece de mal gusto?
—Es muy elegante, de hecho.
Las manos de Gojo se deslizaron por el estómago de Utahime, liberando su abrazo, ella sintió los dedos de Gojo apretar la sudadera, como si no estuviera seguro de soltarla. El peliblanco avanzó hasta la estancia seguido de inmediato por Uta.
—Quisiera un kotatsu. Tal vez lo compre —dijo muy animado.
—Uno tradicional desencajaría con el resto de la casa.
—Sería genial tener uno de buloke australiano, podría darle muchos usos —Satoru se quedó viendo, con la mano en la barbilla, el lugar donde quería colocarlo.
—¿Buloke? —era la primera vez que lo oía.
—Es una madera muy resistente.
—¿A qué usos te refieres? —indagó curiosa, después de todo, estaban hablando de una mesa.
Gojo no dijo nada, solo sonrió ante sus maquinaciones.
—¿Has ido a visitar a tus padres? —cambió de tema drásticamente. Satoru se dirigió a la cocina.
—No, de hecho, no voy desde hace tiempo —le había parecido una elección de pregunta algo extraña. Utahime volvió a sentarse en el sillón.
—Deberías invitarme cuando vayas. A tu madre le alegrará verme.
—Sería demasiado molesto el llevarte conmigo —torció el gesto, porque había bastantes mujeres en la familia Iori. Y la mayoría, fervientes fanáticas de Satoru.
—El jefe del clan Gojo debe mantener las buenas relaciones con sus aliados —dijo tan convincente que casi se creyó sus propias palabras.
—Ocúpate con tu propia gente. ¿Hace cuánto no vas a la villa del clan Gojo?
—Desde junio... ¿O era julio?... —respondió antes de empinarse una pequeña botella con té.
—¿Tus padres están bien?
—Podrían estar mejor si llegara y les dijera que les llevo al próximo sucesor.
—Pero aún te queda mucho como líder del clan... —respondió incómoda. Estaban hablando de "ese" tema.
—Sinceramente no me interesa quien me suceda mientras no se meta en mi camino.
Quería preguntarle, pero las palabras se apelotonaban en su garganta, no sería ilógico que le cuestionara sobre sus candidatas a esposa, solo para saber sobre ellas y que opinaba él, sin embargo, no estaba segura de querer escuchar una respuesta.
"¿Estás interesado en alguien?" "¿Encontraste ya una mujer a la cual quieras desposar?" "¿Tendrás un hijo pronto?"
Formuló su interrogatorio en la mente, pero no tuvo el valor para externarlo. Él tenía la culpa que estuviera así de ansiosa, durante los últimos años su relación había sido discreta y de pronto en unos meses había tenido una efervescencia explosiva. Que estuviera ahí con él, a medianoche, solos en su departamento, era prueba de ello.
Gojo notó el silencio de Utahime y lo interpretó como si no quisiera que continuara con ese tema. No era descabellado pensar que ella también se hubiera enterado de los rumores, aunque, aun si los supiera o si hubieran hablado con ella —lo cual dudaba—, Utahime era lo suficientemente prudente como para no hablar de ello.
—¿Desde cuándo sabías lo de Shoko e Ijichi? —de nueva cuenta, cambió el tema de conversación para aminorar el ambiente.
—Tal vez... Después de que cumplieron seis meses.
—¿Cómo pudiste haberte enterado antes que yo? —renegó arrugando la nariz, si él era quien convivía a diario con los dos. Volvió a sentarse al lado de ella.
—¿Instinto? Tal vez —ladeó la cabeza—. Cuando una mujer está enamorada se nota.
—Oh, ¿así que Shoko daba señales?
—Se lo pregunté directamente y lo confesó, aunque me pidió que no le dijera a Ijichi. Querían seguir manteniéndolo en secreto.
—Lo esperaba de cierta manera. Aunque sucedió más pronto de lo que imaginé.
—En realidad la gente de nuestra edad usualmente ya está casada...
No quería volver a tocar ese tema, lo dijo sin pensar.
—Mi madre lleva diciendo eso un tiempo —dijo Gojo muy ecuánime. Hasta se había estirado para relajarse.
—¿Y tú qué piensas? —se atrevió a decir.
—Umm...
Gojo miró al techo con una mueca en los labios. Estuvo varios segundos analizando la pregunta de Utahime sin cortar el "umm" de su boca.
—Para eso necesitaría tener una mujer...
—E–eso creo...
A Utahime le tembló la voz, no quería formar ideas de ningún tipo en su cabeza. Gojo volteó a verla.
—¿Cómo es vivir con alguien más? Compartir veinticuatro horas al día tu vida. ¿No es cansado? ¿Te aburres de esa otra persona? Me es difícil verme en esa rutina.
—Es satisfactorio llegar a casa y tener a alguien esperando por ti. Saber que sin importar cuán horrible el mundo haya sido contigo hay una persona que te hará sentir mejor. Que las nimiedades de la vida cotidiana pueden ser una rutina agradable...
—¿Extrañas eso? —le cuestionó curioso.
Era una pregunta tramposa, Gojo sabía perfectamente que ella tenía la experiencia de haber vivido junto a Hijikata algunos años. Aunque respondiera que sí, no era directamente equivalente a extrañar a Toshizo.
—Como dije: es agradable.
Gojo se rio disimuladamente. Podía aceptar esa respuesta.
—¿Qué piensas de Ijichi y Shoko viviendo juntos?
—Ya estaban tardando en dar ese paso.
—Lidiar con Shoko como jefa y luego ir a casa a seguir con ella. Que fastidio.
—No es sencillo, pero vivir en pareja tiene muchas cosas gratificantes.
—Punto a favor de vivir juntos: el sexo debe ser mejor y más frecuente.
—De... cierta forma —contestó vacilante. O sea, sí, pero dependía de muchos otros factores.
—Dios, no quiero imaginarme a esos dos en esa situación, que asco.
Gojo puso mala cara e hizo un puchero en desagrado, debido a las palabras del peliblanco Utahime tuvo una ligera imagen mental que pasó como Flash por su mente y en consecuencia también hizo un gesto de disgusto.
Satoru miró a Utahime fijamente a los ojos y luego bajó la mirada recorriendo todo su cuerpo. Una vez satisfecho de su observación volvió a sonreír más repuesto.
—¿Sigues usando bragas de encaje?
—¡No voy a responder eso! —renegó ruborizada.
—Mi mente ha sido purificada, gracias.
—¡Mejor vete a dormir!
Utahime lanzó una patada para intentar apartarlo del sillón, sin embargo, solo lo movió unos pocos centímetros. Gojo tomó el pie de Utahime y con una sonrisa llena de malicia comenzó a hacer cosquillas en la planta de su pie. La pelinegra soportó estoica el castigo unos pocos segundos hasta que ya no pudo aguantar las ganas de reírse. Pataleó mientras reía y trataba de quitar su pie de la posesión de Satoru, pero él, en cambio, la hacía reír más y más.
—¡P...Para!
—Si te estás divirtiendo mucho...
Las mejillas le dolían de tanto que estaba riéndose. No iba a soportar más tortura. Sus manos peleaban intentando alcanzar a Satoru, pero el muy cabrón usaba la misma pierna de Utahime para bloquearle el camino. Entre tanto movimiento, ella terminó yéndose de lado, cayendo del sillón, aunque pudo meter las manos para no irse de boca, solo así Gojo concedió liberarla para que no se lastimara.
Se escurrió boca arriba por el piso para acostarse, no sabía lo cansado que era reírse tanto por largo tiempo. Estaba agitada y sentía que la cara le ardía.
—No vuelvas... jamás... A hacer algo así —le advirtió Utahime, jadeando.
Gojo puso una mirada seria, estaba tratando de controlarse, lo había hecho desde que estaban en el estadio, pero ella no ayudaba mucho que digamos. Le había dado el conjunto más horrible que tenía y la muy cabrona había salido del baño solo con el suéter puesto, no era culpa suya que su imaginación se echara a volar, no obstante, se resistió a cometer alguna locura. Se prometió a sí mismo ser prudente, como ella lo quería.
Aun así, era algo complicado viéndola acostada sobre el piso, con el cabello hecho un desastre, las mejillas sonrosadas, la respiración agitada y todas las piernas al descubierto. Por si fuera poco, veía sus pantis negros, evidentemente de encaje, por lo que podía asomarse debajo del suéter, que producto de la caída y la pose, estaba revelando mucho más de lo ella hubiera permitido.
Él se inclinó hacia adelante, dejando caer lánguidamente los brazos sobre sus rodillas. Necesitaba ver más de cerca el rostro de la mujer que lo ponía en jaque. Los ojos castaños de Utahime lo observaron curiosa, ella ya no sabía si el corazón le latía a mil por la pelea o por el simple hecho de que estuviera viéndola de esa manera.
—¿Qué? —lo encaró a la defensiva.
—Eres irritantemente sensual —dijo con un tono que casi sonaba hasta enojado, y ¿cómo no?, si toda ella le invitaba a perderle el respeto.
—¿Te molesta? —le riñó, usando un tono muy provocador.
—Depende...
Utahime tomó asiento en el piso. Su cabello azabache se movió a un lado sobre su hombro. Sus ojos castaños lo miraron tan seductores que podrían ser considerados un arma. Estaba dispuesta a mostrarle un poco de lo que tanto había ansiado obtener.
Se arrodilló entre las piernas de Satoru. Él, por instinto, las separó más y llevó el torso hacía atrás para darle espacio de acercarse y acomodarse a su entero gusto. Las puntas de los dedos de cada mano de Utahime tocaron las rodillas del peliblanco.
Lentamente y con suavidad, sus dedos fueron desplazándose por los fuertes muslos de Satoru, como si en realidad estuviera tocando algo sumamente frágil. Cada centímetro que avanzaba y más parte de la mano de Utahime caía sobre la pierna, Gojo iba relajando más el cuerpo. Que su mente trabajara tan rápido era una maldición en ocasiones como esa. Podía sentir el cosquilleo y la electricidad que lo recorría hasta el estómago. Su hombría palpitaba en respuesta a la caricia, imponiéndose poco a poco para ser notada.
No era el mismo tipo de placer que sentía cuando era él quien la tocaba, lo que estaba experimentando en esos momentos era una sensación de gozo, como si se dejase consentir.
Inevitablemente de su garganta escapó a medias tintas un gemido, que tal vez habría de escucharse más como un suspiro jadeante. El dedo índice de Utahime se había topado con su erección, la cual se acomodaba sobre su pierna derecha, por encima del pants debía notarse cuan excitado se encontraba. Utahime se detuvo justo ahí y empleando la palma de su mano presionó —sin llegar a sujetar— la punta de su pene, él cerró los ojos y dejó que otros sentidos apreciaran mejor el momento.
Tuvo que reclinarse más sobre el sillón cuando la mano de Utahime empezó a recorrer toda su erección, no estaba masturbándolo como tal, pero sí frotó su palma desde la punta hasta la base y luego regresó por el mismo camino, esta vez, usando solo dos dedos. Ridículamente pensó, que tal vez, había sido un error de su parte, sin embargo, al sentir nuevamente la presión envolvente en su miembro, figuró que ella estaba muy consciente del propósito de sus movimientos.
La pelinegra apretó de nuevo su palma, sintió el sexo de Gojo más firme, avanzó y volvió a regresar ahora con tres yemas. Él gruñó, a modo de contención a sus deseos, como si se regañara a él mismo. Iori volvió a tocarlo, rodeando estrechamente la erección con toda su mano, lo sujetó con la fuerza precisa entre placer y dolor, después liberó su agarre para regalarle una caricia más suave.
—¿Sabes lo qué estás haciendo?
Le reclamó Satoru usando un tono mucho más profundo en su voz. Ella estaba jugando con fuego y no podía entender cómo es que luego de tanto decirle que no a sus insinuaciones, ahora era ella quien lo acorralaba de esa forma.
—¿Provocándote?
Iori deslizó sus manos entre las ropas de Gojo. Estaba tan tibio que sus manos se calentaron al instante. Los músculos de su abdomen se sentían duros y bien trabajados, mucho más de lo que pudiera ella recordar de la última vez que tuvo el privilegio de tocarlos.
Estaba excitada, tanto como el sexo de Gojo de igual manera daba a entender que él también ardía en deseo. Sus inquietas manos siguieron el camino hacia los dorsales, con lo cual Satoru se inclinó hacia adelante para que Uta pudiera levantar más el suéter. Tenía la urgencia por desnudarlo y le parecía tan inusual esa naciente necesidad de sentir solo su piel que lo encontraba frustrante. Jaló el suéter con todo y camisa, antes se había quejado por ser lenta, esperaba esta vez no dijera que iba demasiado rápido. Las ropas cayeron sonoras a su lado. Tenía el rostro del ojiazul muy cerca y podía notar la pesadez de su respiración, justo como la suya.
Aun así, Gojo parecía renuente a tomar las riendas de la situación o cuando menos a contribuir a un juego previo. No estaba siendo como en otras ocasiones que era dominante, esta vez parecía muy reservado. No le había tocado ni un pelo desde que ella comenzó a provocarlo. Su actitud indiferente inhibía la confianza que Utahime sentía para seguir adelante.
Ella no tenía idea, que la mente de Satoru estaba trabajando a mil por hora figurando el porqué de sus propias acciones de esa noche.
"Es simplemente tener sexo" .
Pensó el ojiazul, entonces ¿por qué estaba siendo tan complicado el dar el último paso? ¿No era esto lo que siempre había querido? Llegar hasta el punto en que, al fin, cediera ante él.
Tal vez ella solo quería satisfacer su curiosidad sin involucrar otro tipo de sentimientos, Satoru no lo sabía con seguridad. Podía preguntárselo ahora mismo y si era el caso podrían simplemente tener sexo sin problema... ¿cierto? Sin arrepentimientos.
Satoru exhaló como si estuviera muy cansado o llevara un gran pesar consigo.
Utahime no estaba entendiendo nada... Él no parecía querer acostarse con ella en ese momento, pese a que su cuerpo decía lo contrario.
La mano de Gojo llevó el cabello de Utahime detrás de la oreja.
¿Por qué la vena de la responsabilidad y la madurez le había explotado en ese preciso instante?
Por supuesto que quería acostarse con ella y pasar la noche en vela amando su cuerpo, sin embargo, tenía la duda de que volviera a repetirse lo de hace años. Por qué hasta hace nada, ella había estado renuente a cualquiera interacción de esa índole.
Independientemente de lo que Utahime quisiera... ¿Qué quería él? ¿A dónde quería llegar a su lado? ¿Seguía siendo solo cosa de una noche? ¿Estaba considerando tomar su relación de manera seria y formal? ¿Se veía como su pareja? ¿Qué pasaría con los dos si Utahime se iba a Hokkaido? ¿Para qué tomarse toda la molestia si al final terminarían separados? ¿Hacerlo la haría cambiar de parecer? Si las cosas acababan mal y ella decidía no irse ¿lo culparía?
Resultaba cómodo, generar tensión, sin tener que asumir ninguna consecuencia: ni buena, ni mala.
"¿Es por eso qué no quieres tener algo con Utahime? Porque sabes que al final terminarás hiriéndola también."
Utahime no era un peón que pudiera sacrificar para complacer sus deseos.
Que puta mierda de consciencia.
—Dejemos las cosas así —dijo ella, luego de interpretar la duda de Gojo.
No lo había dicho con decepción, tampoco tristeza. Utahime se sentó sobre sus talones, su postura era elegante y refinada, siempre había gozado de una gracia digna de su nombre. Gojo tomó el rostro de ella entre sus manos y pegó la frente a la suya. Debía sacar a la luz de una vez por todas el tema y dejarse de juegos. Eran dos adultos hechos y derechos con la capacidad de dialogar para llegar a un acuerdo definitivo.
Solo que... Él aún no había tomado su decisión final. ¿Qué era lo más conveniente para los dos?
—No se trata de eso.
Utahime tomó las manos de Satoru y él le dedicó una mirada vacilante. Estaba más raro de lo ya raro que solía ser. Era difícil interpretar que clase de emociones sentía, nunca lo había visto así, lucía sumamente confundido.
Iba a ponerse de pie, para sacudirse el mal momento, sin embargo, Gojo no le dejó hacerlo y tomándola de los hombros volvió a ponerla de rodillas en el piso.
—¿Puedo besarte?
Preguntó Gojo en un susurro bastante tímido para tratarse de él, estaba pidiendo permiso para tener ese contacto íntimo. Los ojos de Utahime danzaron llenos de duda, no obstante, concedió el acto asintiendo con la cabeza.
No sabía que esperar dada la seriedad naciente del peliblanco, la última vez que requirió "solo un beso" las cosas se extendieron más allá. Solo podía prepararse para recibir lo que fuera a querer entregarle.
Siete años les tomó volver a probar los labios del otro.
No era un beso que supiera a consuelo; no era tan casto, sin embargo, tampoco era un beso de deseo cubierto por la lujuria. Era algo en medio de ambos. No tenía prisa, tampoco era quieto. El afán por dejarse llevar a más no estaba presente, ni la necesidad por detenerse a romper su unión.
Él con una mano en su cuello y la otra sobre su hombro, no necesitaba nada más para sentirla tan cercana a él. Ella con la mano izquierda sobre la pierna de Satoru y la derecha sujetando el antebrazo.
Era dulce, más no tanto para ser empalagoso. Era apasionado, pero no lo suficiente para envolverla en locura. Cuando sus lenguas se encontraban y él movía sutilmente su cabeza para hacerla sentir más cómoda quería desfallecer de lo bien que se sentía.
Sus labios se humedecían con la saliva del otro, de una manera tierna y sincera se tocaban los dos a través de sus bocas, el compás de sus lenguas no era agresivo sino más bien armonioso, como si hubieran estado hechas para regalarse caricias interminables.
Ya había experimentado esa clase de escozor en su pecho con el que alguna vez estuvo a punto de casarse. Lo que los labios de Gojo Satoru estaban haciéndola advertir era el vívido sentimiento del más honesto amor.
¿Sentiría él lo mismo?
¿Cuánto tiempo había pasado desde que habían iniciado a besarse? Podían haber sido minutos o tal vez segundos, no estaba segura, todo lo que sabía era que los suaves labios del ojiazul seguían acariciando los suyos, tan gentilmente como si se tratasen de pétalos de rosa.
Gojo mordió muy sutilmente el labio inferior de Utahime: no le había molestado en lo absoluto ya que no le hizo daño, todo lo contrario. Satoru tomó un respiro, solo una bocanada de aire para oprimir sus labios nuevamente con los de ella. Una. Dos. Tres veces. Pareciera que estaba sellando lo que acababa de hacer. En su mente hubo una memoria del primer beso que robó de ella. Por último, separando los cabellos del flequillo, besó su frente.
Utahime se quedó inmóvil, sentada sobre sus talones, no había tenido que levantarse ni un centímetro. Realmente eso acababa de pasar y no lo esperaba en lo absoluto.
Sus besos seguían sabiendo a algodón de azúcar, eran dulces, podía perderse en el sabor que se derretía en su boca, tanto que la dejaban deseando probar más hasta el empalago.
—¿Qué debería hacer contigo? —dijo Gojo, de forma que su seriedad se heredó a su mirada.
—¿Qué significa eso?
—Utahime...
Uta apretó las manos hechas puños de los nervios, por su expresión iba a decirle algo importante, sintió el estómago vacío y como si el aire hubiera sido arrebatado de sus pulmones.
Sin embargo, de un segundo a otro, Gojo cambió la expresión de su rostro a uno un tanto inconforme y molesto. Alzó la vista y habló con bastante severidad.
—Ijichi, si das un paso más te golpeare tan en serio que tu cabeza saldrá volando.
Gojo había dirigido sus palabras en dirección a la entrada de la casa. Utahime se giró para ver el pasillo que conectaba al genkan, pero la pared de no dejaba apreciar en ninguna dirección.
—Te llamé varias veces, pero no respondiste —dijo con la voz temblorosa.
El peliblanco hizo una mueca, había dejado su teléfono en su habitación cuando se cambió de ropa.
—Sé que pediste no te molestáramos este día, pero es una emergencia. No vendría si no fuera así. Lo lamento.
Gojo se despilfarró hacía atrás sobre el sillón, llevándose una mano para cubrir su rostro. Estaba enojado, quería matar a Ijichi, pero él más que nadie entendía la diferencia entre una emergencia la cual valiera la pena interrumpirlo en semejante momento y cuando no. Si estaba ahí es porque también Shoko lo había enviado.
—Lo siento.
Se disculpó muy quedito, Gojo, para que su entrometido amigo no escuchara. Utahime sonrió comprensiva y se puso de pie, Gojo hizo lo mismo.
—Voy a cambiarme, me das los detalles en el camino —dijo Satoru, asomándose por el pasillo del recibidor.
Ijichi estaba cual estatua, temía por lo que fuera a decirle cuando estuvieran a solas. Si hubieran enviado a alguien más a por él, seguramente Gojo lo habría mandado al carajo con algunos huesos rotos. Y bueno, la confianza era tal qué Ijichi podía entrar al departamento de Gojo por si se necesitaba, como era el caso.
—No tienes por qué quedarte ahí, pasa.
Utahime le hablaba a Ijichi, haciéndole una seña para que entrara a la estancia. Además, quería saber cuál era dicha urgencia.
El director asistente pasó saliva pesadamente y acató la orden de su senpai. No le extrañaba que fuera Iori quien se encontraba con Satoru dado que sabía que estarían juntos más temprano. Aunque, sí le sorprendió verla en con las pintas que llevaba. Ijichi no se atrevió a darle un segundo vistazo y desvió la vista a otro lado, ajustándose las gafas.
—¿Qué sucedió? —si habían venido por Gojo directamente eso quería decir que no esperaban la ayuda de alguien más.
—Los alumnos de primero están en un aprieto. Por la fecha que es, tememos que pueda ser fatal si lo dejamos pasar.
—¿Saben si están bien?
—Aún no hemos podido contactarlos.
—Que desastre. Espero que estén a salvo hasta que Gojo llegue.
—Nosotros también.
—Listo, vámonos —dijo Gojo, quien ya estaba con el uniforme puesto.
—Sí. Buenas noches, señorita Utahime.
Ijichi salió disparado nuevamente al genkan a ponerse los zapatos.
—Puedes quedarte e irte mañana cuando quieras.
Eso significaba que Gojo no pretendía volver, en dado caso de ser posible.
—Gracias.
—Siéntete en casa —le sonrió.
—Ten cuidado.
Sin decir más, Gojo salió presuroso a cumplir con su misión. Utahime se quedó pensando nuevamente en que tan injustos eran con Gojo. Él no tenía más remedio que aceptar todo aquello que nadie más podía hacer, sin renegar, menos tratándose de sus amados alumnos.
¿Cuántas veces habrían ido por él en plena madrugada para que los ayudara? ¿Cuántas veces habrían de interrumpir sus planes para realizar una misión? ¿Cuánto había Gojo sacrificado de él mismo en nombre de la hechicería? ¿Era por eso qué mejor decidía quedarse en la escuela?
Además, ¿quién podría soportar una vida así a su lado? Cuando él último recurso era incapaz de negarse, porque de hacerlo, quién sabe cuáles serían las consecuencias. No importaba que estuviera haciendo o con quien estuviera, si Gojo debía ir, tenía que ir.
¿Estaba dispuesta a aceptar eso? Pero Gojo también tenía el derecho de tener a una persona que aguardara por él en cada regreso. Que pudiera aceptar su obligación como "el más fuerte" y que también le hiciera dejar todo lo asqueroso del mundo fuera de su zona segura...
Amar a Gojo con sus luces y sombras no era tarea sencilla. Además ¿podría hacer todo eso desde Hokkaido?
Este capítulo... ah, que dolor de cabeza ¿ya lo había dicho verdad?
Retomando lo que había mencionado el capítulo pasado, lo que más me tardé en decidir era hasta donde avanzaría la relación de Gojo y Uta en este capítulo, por que estaba todo puesto para que llegaran hasta las ultimas ¿cierto? ¡¡Pero no!! ¡¡Por una vez ellos tienen que hacer lo que yo quiera, no lo que ellos quieren!!
—Luego de descartar el primer plot del fic, pensé: bueno, haré que de todos modos este sea su momento y se desquiten las ganas.
—Tiempo después fue: Oye, como que ya no quiero que su primera vez sea aquí ¿qué tal si solo prendemos las cosas e Ijichi los interrumpe a medio proceder para enfatizar el "uso" que le dan a Satoru?
—Después evolucionó a: Mejor que solo sea un beso, nada de cosas sexuales, hagamos mejor una escena romántica toda rosita, flores y bombones. Igual mantengamos la interrupción.
—Procedió a: No, pero... es que estos no han hecho nada en el tiempo presente ¿debería meter una escena hot al menos? Solo poquito, no mucho. Pero realmente quiero que sea solo la escena del beso. PTM!!!
—Terminó en lo que acaban de leer...
Fue MUY difícil para mí elegir que iba a pasar en este capítulo, pero se logró!!
Tenía mis dudas si colocar el aviso de contenido maduro, porque realmente está muy ¡meh! lo que pasa, pero je je je, tal vez lo hice para que pensaran que si llegarían hasta el final y resulta que no...
¡¡Se viene mucho drama!!
Nuevamente gracias por su apoyo, por seguir leyendo este slowpoke!
