CAPÍTULO 25

—¿No te quedaras en la escuela?

El director Gakuganji pareció sorprendido ante el aviso de Utahime. Desde inicios de semana había estado volviendo a casa todos los días sin falta. Si bien, no era un requisito el permanecer en las instalaciones de la escuela, por lo regular ella era de las que pasaban una noche o dos, sobre todo cuando los alumnos salían de viajes largos a alguna misión.

Era jueves y tenía planes con sus amigos del bar. Ya había pasado un mes desde la última ocasión en la que estuvieron todos reunidos.

Llegó más temprano que cualquiera. Ana, quien había sido la segunda, la encontró ya entrada en tono, no pasaban de las nueve. Ryohei y Take les siguieron, extrañados también por la velocidad en que Uta habría de pasarse por la garganta el whisky en las rocas que había pedido.

—¿A qué hora llegó Uta? —preguntó Ana a Isagi, el bartender.

—Alrededor de las siete treinta.

—Se está comportando un poco extraña. Es decir, suele beber mucho, pero…

—¡Ey! Ya llegué. No pude salir temprano del trabajo, lo lamento.

—¡Izumi! —le llamó con alivio, Ana, como si un aliado hubiera llegado.

—¿Estamos haciendo juegos con Soju? ¡Uta, espérame!

—Izumi… —Ana la tomó del brazo antes de que se fuera—, Uta está extraña ¿sabes algo?

—No, estuvimos mensajeando durante la semana y no me pareció nada raro.

—¿A qué hora llega Haru? Ella tal vez sepa algo.

—Llámala, yo iré a averiguar.

Utahime sonrió ampliamente al ver a su amiga, lucía tan feliz como si ninguna preocupación existiera para ella.

—Izumi, llegas en buen momento, estamos por jugar "Titanic" —le animó la pelinegra.

—Y antes de llenar el shot con soju ¿que tenías ahí?

—Tequila.

—¿Por qué no bebemos más relajados? —dijo Ryohei, apartando la botella de soju.

—Mañana doblaré turno, estamos haciendo un gran pedido para una empresa importante —agregó Izumi.

—Los ricos pueden darse el lujo de hacer pedidos de esa clase a un sitio como Yukai Zen —dijo Takeuchi.

—El trabajo costó bastante. Oye Uta, hace tiempo que no encargas nada de la tienda.

—Pensaba hacerte uno, pero no habrá necesidad.

Oh, estaba malhumorada. Izumi nunca había preguntado para quienes eran los dulces, siempre intuyó que se los daba a la misma persona ya que las especificaciones siempre eran idénticas. Luego de conocer a Gojo, no le quedó la menor duda de que los kyogashis eran para él.

—Haru llega en cinco minutos —advirtió Ana para los presentes en la mesa.

—Siéntate, cuéntanos que tal te ha ido ahora que eres fotógrafa independiente.

—Brindemos por ti —sugirió Utahime.

—Esperemos a que lleguen Kaito y Haru ¿qué te parece?

Ryohei volvió a quitarle el soju a Utahime de las manos. Ana estuvo haciendo tiempo contando sobre su nuevo trabajo, en lo que esperaban a Haru. Utahime tenía una sonrisa tatuada en el rostro, falsa e indiferente. Al cabo de un rato, los hermanos llegaron.

—Tiempo sin verlos, chicos —saludó Kaito de lo más alegre.

—Buenas noches —dijo Haru. Los demás inclinaron la cabeza.

—Kaito, tu ascenso te tiene trabajando como esclavo.

—Un poco, a veces.

—La vez pasada casi no vienes —le recordó Ana.

—Pero sí que ha tenido tiempo de ir a Saitama al béisbol ¿cierto? —le reclamó Ryohei.

—¡Oh! Gojo–san fue muy amable en invitarnos a mí a Haru.

—Yo también fui —levantó la mano Izumi.

—Deberías traerlo de nuevo, encaja bien con nosotros —agregó Take para Iori.

—No creo que tenga tiempo para esto. Es un hombre muy ocupado —dijo con obvia ironía. Utahime estaba pensando en la mujer con la cual se veía.

—Takumi–san también mencionó algo similar. Dijo que debía tener cosas más importantes que hacer que gastar su tiempo en el béisbol.

—Si se tomó la molestia de poder ir a pesar de estar ocupado debe ser por algo —habló Haruhi. No quería defenderlo, pero estaba segura de que Satoru lo había hecho por su amiga. Ino, por supuesto no tenía manera de saberlo por eso hizo el comentario.

—¿Seguiste hablando con Ino–san? —preguntó Uta para Haru. No quería hablar de Gojo.

—U–un poco —tartamudeó Haru, ruborizándose levemente.

—¡¿Estás hablando con Takumi–san?!

—Intercambiamos unos cuantos mensajes, no es nada —respondió nerviosa.

—¿Quién es ese tal Ino?

—¡Haru! ¡Es la primera vez en mucho tiempo que te interesas en alguien más aparte de Uta!

—¡No estoy interesada en Ino–san!

—Invítalo un día de estos, lo interrogaremos.

—No, no, Takumi–san vive en Tokio —dijo Kaito.

—Pues mejor, así se trae a Gojo–san.

—Ino–kun es buen chico, a comparación del idiota de Gojo —afirmó Utahime bastante despectiva en su comentario.

Hubo un silencio incómodo por parte de todos, no hablaba en broma. Tanto Izumi como Haru no entendían que pudo haber pasado para que estuviera enojada con él, si al menos durante toda la semana de la final habían convivido con normalidad.

—Bueno, ya que estamos todos, brindemos y pasémosla bien —dijo Takeuchi para mermar el ambiente pesado.

Dos horas más tarde Utahime prefirió regresar a casa, ella misma se notaba con poco humor y no quería convertirse en un fastidio para sus amigos. Mañana debía estar temprano en la escuela.

Los días siguieron pasando sin ninguna novedad. Era estúpido volver a casa, tomar unas cuantas copas de sake, meterse a la bañera y renegar por lo que ella insistentemente a través de los años había pedido evitar. Es decir, nació de ella el insinuarse de esa manera y las consecuencias de sus actos debía asumirlas con madurez. Solo que, era horrible sentirse como una mujer más para Gojo.

Haruhi

[Noche de chicas ¿qué te parece?]

Iori Utahime

[No estoy de muchos ánimos para salir]

Haruhi

[Te hará bien distraerte]

Iori Utahime

[¿Qué proponen?]

Haruhi

[Vayamos a bailar]

Iori Utahime

[No lo sé…]

[Tengo bastante trabajo]

Haruhi

[Será divertido. No seas aguafiestas]

[Vamos al sitio que te gusta]

Iori Utahime

[De acuerdo. Iré]

Haruhi

[Wiiiiiiiiiii xoxo]

El club era uno bastante conocido por ellas, sobre todo por Utahime, lo consideraba su favorito. La música era variada desde lo más bailable hasta baladas románticas, no solía haber problemas y era frecuentado más por adultos de su edad que niños estrenando el ID.

—¡Oh por Dios! ¡Te ves tan sexy!

El comentario de Izumi hizo que Utahime volteara a verse de nuevo, llevaba el cabello completamente suelto peinado en ondas, el maquillaje sutil, acentuando en sus labios con un intenso rojo. Verse así había sido su intención al escoger el corsé negro algo transparente, claro que tampoco esperaba estar muy llamativa, por lo cual usó jeans de mezclilla y una chaqueta de cuero en negro.

—Haruhi lo confeccionó para mí.

—Tiene un fetiche con tu sensualidad —la tomó del brazo—. Las dos están ya dentro. Andando.

No les tomó mucho tiempo pararse a bailar al ritmo de la música, después de todo a eso habían ido. Utahime parecía más feliz y estaba divirtiéndose con ellas. Era un momento para disfrutar y sacudirse todo lo negativo que había estado pensando al pasar de los días. Bailó con muchas ganas, como si fuera la última vez. Ana y ella eran las que mejores movimientos tenían, definitivamente estaban llamando la atención de algunos fisgones.

Una ronda de algunas cuantas canciones más y volvieron a su mesa a refrescarse un poco. Hacía tiempo que no salía a bailar con sus amigas, era agradable sentirse animada de nuevo. Tal vez solo necesitaba eso, dejar los pensamientos innecesarios atrás y continuar con su vida con completa normalidad.

—¡Salud!

Brindaron las cuatro con su cerveza en mano, riendo en sus tonterías, charlando y bailando en sus lugares cuando sonaba alguna canción que les gustaba.

—Te ves mejor —le sonrió Haruhi a Uta.

—Nada de que preocuparse. Solo exceso de trabajo.

—¿Segura? ¿Nada de lo que quieras hablar después?

—Muy segura.

—Bien. Recuerda que estoy aquí para lo que necesites.

Utahime le sonrió con ternura y besó su frente.

—Iré por una bebida al bar, ¿quieren algo? —dijo Uta.

—No.

—Una margarita —respondió Ana.

El bartender atendió el pedido de Utahime: una margarita de piña y un martini seco. Mientras esperaba, un hombre joven se acercó a ella. Desde la mesa, Haruhi se percató de ello, vio a su amiga conversar con él atentamente, incluso después de que le hubieran entregado sus bebidas. Conocía a Utahime tan bien en algunos aspectos que reconocía perfectamente cuando coqueteaba con intenciones. Terminó su martini y pidió un segundo, continuó hablando con el sujeto y para cuando le entregaron su bebida se despidió de él y volvió a la mesa.

Le ofreció una disculpa a Ana y mencionó haber entablado una agradable conversación con un hombre. Haru no parecía contenta, no porque se acercara al sujeto, sino por… ¡¿qué demonios había pasado con Gojo?! ¿No se suponía que se encontraba en medio de algo con él? Desde que se los había presentado meses atrás Uta no había tenido esas interacciones voluntarias con otros tipos.

—¿Lo conoces? —dijo Izumi.

—No, pero fue educado y simpático.

—¿Qué hay de Gojo? —le increpó Haru.

—¿Él que tiene que ver?

—¿Quiere decir que ya tomaste tu decisión? —preguntó Izumi.

—Sí, creo que sí.

—El tipo es lindo, ve por él —le animó Ana.

Haru e Izumi la fulminaron con la mirada ¿no eran todas team Gojo? Aunque, sinceramente, a quien debían apoyar era a Utahime fuese quien sea su elección.

Una ronda más de cerveza y volvieron a la pista de baile, ya más entrada en calor dejó al lado su chaqueta y bailó más libremente. Con los tragos encima, el baile y la compañía estaba animándose mucho.

El hombre que había pretendido a Utahime más temprano se acercó a ella y le pidió bailar juntos, Uta dijo que no ya que estaba con las chicas, él entiendo, pero le pidió hacerlo más tarde, Uta contestó que lo pensaría.

Ellas continuaron bailando hasta que el sudor corrió por sus cuerpos.

Haruhi Kudo

[¿Qué mierda hiciste?]

[¿No se supone que harías las cosas bien?]

Gojo Idiota

[¿De qué hablas, niña?]

Haruhi Kudo

[¡Eres un idiota!]

[Foto]

La imagen mostraba a Utahime bailando muy —muy— cerca del hombre que había conocido.

Gojo Idiota

[Dame diez minutos]

Haruhi Kudo

[¿Qué harás?]

Gojo Idiota

[Diez minutos]

Le mostró la conversación a Izumi, ninguna de las dos imaginaba que podría hacer, después de todo, estaba en Tokio. Supusieron que llamaría a Utahime, pero eso sería insignificante ya que ella, en primera, no traía consigo su teléfono celular y en segunda, podría decidir no responder.

Haru estaba en la mesa, miraba cada minuto su teléfono, pensando que ahí recibiría la respuesta de lo que fuera que significaran esos diez minutos. Utahime había dejado de bailar con el tipo, ahora estaban en la barra charlando mientras disfrutaban de un cóctel, sinceramente parecían congeniar bien, así que sintió un poco de arrepentimiento de haberle avisado a Gojo de ello.

Quince minutos pasaron y todavía no había señales de nada. Izumi y Ana se levantaron para ir al baño, dejando sola a Haru, su impaciencia crecía cada segundo y no podía dejar de mirar fijamente a la pelinegra. Quería matar al tipo cuando lo vio acercarse al oído de Utahime y tomarla por la cintura, fueron unos muy largos veinte segundos.

—Oh rayos… —dijo Izumi, atónita.

Gojo estaba ahí, sentado al fondo del salón, era imposible confundirlo con su peculiar cabello albino. No llevaba las gafas puestas, el azul iridiscente de sus ojos que reflejaba el hermoso cielo se había tornado en la opaca oscuridad del abismo puro, muestra inequívoca de sus emociones.

Izumi quiso avanzar a él, pero Gojo le indicó a base de señas que se detuviera y volviera con Haruhi. La rubia acató la orden y volvió sudando frío a la mesa.

—Haru, Gojo está aquí…

—¡¿Qué?!

Inmediatamente lo buscó con la mirada por todo el lugar hasta que dio con él, no se explicaba cómo había llegado, podría haber casualmente estado en Kioto, pero ¿cómo sabían dónde estaban? Nadie conocía su ubicación más que ellas cuatro.

Tenía exactamente cinco minutos sentado observando detenidamente a Utahime y su acompañante. Golpeaba la mesa con su dedo índice, impaciente y sumamente inconforme con el transcurrir de los acontecimientos. Le estaba costando mucho trabajo no exponer su presencia con lo bastante irritado que se encontraba.

Utahime era hermosa, simpática y sensual, que no lo dejara ver en el trabajo no significaba que en su vida privada las cosas se manejaran igual. Por lo mismo, no parecía irracional que un hombre la encontrara lo suficientemente atractiva como para acercarse e intentar alguna movida. Para su desgracia, en esos momentos se veía preciosa con la ropa y el maquillaje que había elegido para la ocasión.

Ella le sonreía amablemente y podía notar a la perfección como los ojos del sujeto bajaban de vez en cuando hasta el escote de Iori. Cada vez que se acercaba a susurrarle algo al oído o cuando su mano tocaba el brazo de Utahime, sentía las ganas de desmembrarlo pieza a pieza. No había sentido esa repulsión en el estómago desde que había pillado a Utahime y Hijikata besándose en la escuela.

La música cambió a una más suave y tranquila, ambos se levantaron para bailar. Utahime colocó sus manos sobre los hombros de su acompañante y él sobre su cintura, estaban cuerpo a cuerpo.

—Vamos —Gojo golpeó la espalda de Haru para que lo siguiera.

—¿Qué? —Haru se levantó de inmediato y caminó apresurada tras de él.

—Me llevaré a Utahime.

—Pero ¿cómo es qué…?

Estaba poseído ante la ira.

Haru tuvo casi que correr para alcanzarlo, rodearon toda la pista para llegar detrás de ella, no quería que lo viera, quería llevársela sin que armara un alboroto.

—Es la última vez que estoy de tu lado ¿me oyes?

Satoru no respondió, solo siguió avanzando hasta llegar a ella. Cuando estuvo al alcance de su mano le golpeó el cuello, el tipo sostuvo el cuerpo de Utahime en cuanto se desplomó, pero prácticamente Gojo se la arrebató de los brazos para cargarla. El tipo no entendía que carajos estaba pasando, intentó detener a Satoru, pero su agarre jamás alcanzó a tomarlo, era físicamente imposible.

—¿Qué rayos?

—Haru, te encargo el resto.

Para cuando volteó a verlo, él había desaparecido. Gojo era raro y aunque lo sabía de antemano, aun no dimensionaba todo su poder. De alguna manera creíble debía explicar qué demonios había sucedido en la pista de baile.

De manera muy somnolienta Utahime se removió en la cama, notó también el malestar del alcohol en su cuerpo. Sintió un bulto calientito a su lado, al principio tuvo temor de que se tratara de un desconocido, pero luego reconoció el olor inconfundible de cierta colonia. Inhaló profundamente tan agradable aroma y exhaló con alivio: era Gojo el que estaba en su cama, no tenía dudas.

—Hace mucho que no soñaba contigo —dijo adormilada, pero se notaba en fastidio en su tono.

—Tendrías que hacerlo más a menudo.

Gojo se movió, para ponerse de lado, ofreciéndole su brazo como almohada. Utahime le echó la pierna encima y lo abrazó. Era demasiado realista, pero no era la primera vez que aparecía en sus sueños de esa forma.

No concebía la posibilidad de que fuera real, ella había estado en compañía de sus amigas esa noche y de alguna manera había vuelto a casa solo para soñar que estaba en la cama con el hombre que daba origen a sus penas.

¿Cómo imaginarse que Gojo había ido por ella debido a los celos de verla en brazos de otro hombre? No, no tenía idea que la trajo de vuelta a casa, le había quitado la ropa pudorosamente para ponerle una playera y acostarla a dormir. Gojo pudo haberse ido luego de conseguir su cometido, sin embargo, no tenía ganas de apartarse de su lado.

—Como te detesto…

Utahime se quejó entre balbuceos con un puchero, Gojo sonrió ante la sincera confesión. Abrió sus ojos y entre los resquicios de luz de la habitación se encontró con la mirada azul viéndola fijamente. Era tan hermoso como molesto.

Uta tomó el rostro del peliblanco entre sus manos y se acercó a él. Sus bocas quedaron casi unidas, pero ella se resistió a besarlo cuando recordó que estaba enojada con él.

—Aunque me gustas más de lo que te odio… —susurró sobre sus labios.

¿A quién quería engañar? Se estaba muriendo por revivir nuevamente la experiencia del departamento de Satoru, aun si no fuera de verdad. Besó con tranquilidad los finos labios de Gojo, de manera dulce y sin prisa.

Él no pudo resistirse en devolver aquel gesto con la misma parsimonia. Acarició el muslo que se encontraba sobre él y llevó la mano hasta el trasero de la pelinegra, si decidía volverse más intenso no estaba seguro de guardar compostura. Sin embargo, Uta tenía otros planes: su lengua se abrió paso entre la boca del albino, intentando profundizar su unión. Gojo la empujó más hacia él para sentir su cuerpo y acarició con más deseo la piel de ella. Iori gimió mientras seguía devorando los labios de Gojo. De pronto estaba tan impaciente por tenerlo que lo que empezó como un tierno beso se convertía poco a poco en fuego ardiente.

En algunas cuantas ocasiones había tenido sueños húmedos con Gojo, a veces era ella, otras él, quien comenzaba el acto, así que no le extrañó encontrarse así de excitada. Que la tocara y la forma como se estaban besando le incitaban a querer tomarlo por completo. Lentamente fue encimándose sobre él, se puso a horcajadas sobre su pelvis y observó al albino debajo de ella: Gojo era endemoniadamente bello. Utahime trazó una línea de manera zigzagueante con su dedo índice desde la barbilla hasta el ombligo del albino, su vista todavía estaba algo borrosa.

Satoru la miró desconcertado, estaba siendo tan atrevida y eso le fascinaba. Podía sentir como su miembro comenzaba a crecer, punzando contra la intimidad de Utahime. No ocupaba mucho para ponerlo de cero a cien en segundos. La sujetó de las caderas, con ganas de rasgarle la ropa interior.

Utahime estiró su mano derecha y abrió el primer botón de la camisa de Satoru, en ningún momento le quitó la vista de encima, quería que él supiera a través de su mirada lo mucho que lo deseaba. Desabotonó el segundo, Gojo no impuso resistencia como lo esperaba. Abrió un tercero y el pecho desnudo de Gojo se asomó entre la abertura de la ropa. Uta metió su mano y pellizcó uno de los pezones duros de su amante. Los pectorales de Gojo tenían una pinta exquisita, se lamió los labios, como si delante de ella tuviera el plato de comida más delicioso del mundo.

Los demás botones fueron retirados inmediatamente, revelando todo su perfecto torso, acarició desde el ombligo hasta los hombros. Izumi podía darse una idea de lo bueno que estaba Gojo, pero al desnudo no había palabras para describirlo: "bueno" se quedaba corto.

Iori comenzó a moverse, adelante y atrás con un ritmo mesurado. Estaba dándose placer usándolo a él. No le importaba si Satoru lo disfrutaba o le molestaba, era su momento y solo le interesaba complacerse a sí misma. Siguió su propio ritmo, su cuerpo se mecía en ondas que nacían desde su pelvis hasta su pecho. Gimió con éxtasis al estimular su punto de máximo placer. Continuó moviéndose, gimoteando cada vez más con la respiración acelerada.

El vaivén de sus caderas excitaba también la hombría de Satoru, enardeciendo su mente al hacerlo imaginar que estaba dentro de ella. ¿Con que fuerza de voluntad se supone que debía resistir eso? Era injusto que solo se presentaran esas oportunidades en estados inconvenientes.

Gojo tocó los muslos de Utahime con naciente deseo, metió las manos debajo de la playera y posicionó su agarre sobre las caderas para ayudarle a seguir moviéndose a un ritmo que funcionara para los dos. Recordaba las caderas de Utahime menos amplias, pero ella ya no era la chica de poco más de veinte, ahora era toda una mujer madura y era obvio que su cuerpo cambiaba en consecuencia.

¿Era muy tarde para darse cuenta de que quería a Utahime más allá del físico? Le gustaba con su cara redondeada y ojos grandes, aún ahora con su mirada aguda y pómulos afilados.

—Hazme el amor —le ordenó en un susurro, recorriendo su torso desnudo con la mano.

Aquellas palabras resonaron en la mente de Gojo Satoru. Había esperado por ese momento demasiados años.

Uta bajó para besarlo nuevamente, su beso exudaba la lujuria que mantenía en todo el cuerpo. Gojo entendió que no era la chica tímida de hace diez años, ella podía tomar el control de la situación a la perfección y obligarlo a ir a su ritmo. El beso de Iori cesó solo para morder el cuello de Gojo.

Perfectamente escuchó como sus dedos habían rasgado la ropa interior de Utahime en respuesta a su deseo: un tirón más y los rompería del todo. El peliblanco presionó su dedo pulgar en la intimidad de Iori por sobre el panti, ella gimió fuerte y claro antes de morder a Gojo con la suficiente fuerza como para dejarle una marca.

Volvió a levantarse sobre Satoru, él miró como los dedos de Utahime tocaron la camiseta del pijama, dispuesta a sacársela de encima y ofrecerle su completa desnudez. Lo deseaba tanto que no podía controlarlo más.

Utahime alzó la blusa, pero a la altura del ombligo se vio domada por quien estaba abajo de ella. No le tomó nada de esfuerzo el invertir los roles. Gojo se había sentado para llevar a Utahime hacia atrás hasta el colchón y ser ahora él quien tuviera el control de la situación. Las piernas de Utahime rodearon la cadera de Gojo, en una prisión para no darle escape, él sujetaba firmemente las manos de Utahime sobre la cabeza.

—Esta noche no será posible.

Le había costado la vida desnudarla sin verla, ni tocarla más de lo necesario para ponerle la camisa que llevaba, como para que tan cínicamente ella decidiera quitársela. ¿Qué más daba si ya se había masturbado usándolo a él como si fuera un juguete? Pero no, tenía que esperar.

—Incluso en los sueños eres un fastidio.

—Nos vamos a divertir mucho si llega el momento —sonrió lascivo—, pero no hoy.

—¿Es acaso qué ya no te gusto? —su pregunta había sonado desdichada, realmente creía eso aún con todo lo que habían hecho.

—No sé de dónde sacas eso.

—Me rechazaste el otro día, además…

—Si no me gustaras ¿crees qué me pondrías así?

Para muestra, Gojo empujó sus caderas sobre la intimidad de Iori. Estaba tan duro que hasta a él le resultaba incómodo. Utahime se retorció debajo, deseaba sentirlo dentro de su cuerpo.

—Pídemelo cuando estés consciente — le susurró en el oído para después lamerle el lóbulo—. Por lo pronto vete a dormir.

—No quiero… Tengo muchas ganas de hacerlo.

Que situación tan más jodida, no esperaba que Utahime fuera a atacar tan desvergonzadamente cuando era él quien siempre lo hacía. ¿Tenía simplemente ganas de hacerlo o eran ganas de hacerlo específicamente con él? Gojo no podía saberlo con seguridad.

Las piernas de la pelinegra apretaron más las caderas que posaban sobre ella, era en parte gracioso que estuviera tan insistente por hacerlo cambiar de opinión.

Satoru comenzó a moverse, convencido que, al menos, fajar no sería algo grave siempre y cuando tuviera la lucidez para saber cuándo parar.

Empujó su pelvis y Utahime acomodó mejor sus piernas para permitir el roce de la erección de Gojo contra su zona íntima. Comenzó lento, pero presionando con fuerza. Cada vez que empujaba ella levantaba las caderas, el pene firme del peliblanco se encajaba estimulando placenteramente su clítoris. Estaba tan excitada que sentía como la humedad de su cuerpo se escurría por su entrepierna. Gimió sin pena y con más apetito. Gojo en respuesta no pudo más que embestir con más ganas, más rápido, más fuerte. Utahime poco podía hacer con las manos sujetadas, solo se permitió acoplarse al ritmo del vaivén de Gojo para que el frotamiento fuera más placentero.

—Por favor…

Le suplicó gimiendo, quería sentirlo dentro de ella, lo que estaba haciendo se sentía muy bien, sin embargo, quería todo. Satoru la besó apasionadamente, el cuerpo le hervía en lujuria y más al saberse tan deseado. Tuvo que desabrocharse el cinturón y bajar la bragueta, no soportaba la presión de la ropa en su miembro. Cada vez que empujaba su cuerpo, Utahime gemía en consecuencia y con cada sonido el autocontrol se iba al carajo.

Cuántas ganas tenía de hacerla suya de una vez por todas.

¿Cómo era posible que hubiera permitido entregar la belleza de ese cuerpo, sus gestos y sonidos a otros hombres por tanto tiempo? Solo de recordar las manos del tipo del club sobre ella le hacía hervir la sangre. Sí, era un egoísta que no quería dejarla en libertad así dijera lo contrario.

Utahime era solamente suya.

Soltó una de las muñecas de Utahime, con la finalidad de poder usar su mano libre para tocarle los senos. Siguió moviéndose, tal vez más rudo de lo que le hubiera gustado en un principio para mantener la mesura. Apretó entre sus dedos el pecho de Utahime sobre la ropa, tocó aquí y allá casi con violencia, al final acabó metiendo la mano apresuradamente debajo de la camisa y apretó el pezón una y otra vez. Estaba desquiciado de imaginar que alguien más hubiera terminado haciéndolo con ella esa noche.

Utahime arqueó la espalda, no podía soportar más entre los besos, las caricias y el roce de sus sexos. Su respiración era agitada y pesada, todo lo que escapaba de su boca eran sonidos de placer, que mientras más gimoteaba, Gojo lo hacía mejor. Apretó las sábanas de su cama cuando sintió el máximo éxtasis que podía conseguir. Satoru la sintió estremecerse debajo de él, apretando sus piernas que habían estado bien abiertas para recibirlo. Gojo dejó de moverse y poco a poco la respiración de Iori se fue regularizando.

Ella le acarició el rostro con dulzura y Satoru le beso la palma de la misma manera tierna.

—No es justo —se quejó Utahime haciendo un puchero.

—Para mí, obviamente.

—¿Quieres que te ayude a terminar?

Trató de meter su mano en el pantalón, pero Gojo no se lo permitió.

—No, estoy bien —mentira, sentía que le iban a explotar si no sacaba todo fuera.

—¿Seguro?

—Claro, no hay más placer para mí que tus gemidos de éxtasis. Hasta en eso tu voz suena increíble.

—Me da vergüenza que lo digas. No lo volveré hacer.

Gojo sonrió divertido y de forma traviesa presionó de nuevo su cadera contra ella, en automático Iori gimió arqueando la espalda, todo su cuerpo estaba el doble de sensible.

—Satoru…

Jadeó sensualmente su nombre: él mismo se había condenado. En algún momento hizo mención del hecho que no le importaba mucho como se refiriera a él, sin embargo, en esa situación tan íntima y la forma de pronunciar su nombre tan llena de deseo…

Sus movimientos se reanudaron de forma veloz e instantánea, embistiendo sin descanso, esta vez solo buscaba su propio placer, tal como la pelinegra lo hizo previamente. Las manos ya libres de Utahime arañaron su espalda de manera inconsciente ante la insistente oleada del ímpetu de su amante. Ella estaba muy sensible y Gojo presionaba con mucha más fuerza que antes. Utahime prácticamente le jadeaba desesperadamente en el oído.

Sentía la inminente culminación de su vigorosa excitación, estaba intentado resistir para no tener que llegar a eso, sin embargo, era imposible aguantar más.

Se metió la mano al bóxer y sacó su miembro, apretó con torpeza su erección y movió su mano de arriba abajo exactamente cuatro veces hasta que el semen brotó fuera de él, cayendo sobre la playera de Utahime. Sintió un alivio inmediato al terminar de eyacular. Era la primera vez que terminaba con el simple hecho de fajar, ni siquiera en la adolescencia le había pasado.

Exhaló molesto por no contenerse como se prometió. Los ojos sagaces de Utahime le decían a gritos que continuara si ya habían llegado tan lejos. Ella sonrió lasciva y traviesa por haber provocado el orgasmo en Satoru. Él hizo una mueca con sus labios y el sonrojo creció de sus blancos pómulos hasta las orejas.

—Sí quieres podemos hacerlo de espaldas para que no te vea.

—Sí no te duermes en dos minutos te voy a noquear.

Utahime se rio divertida ante la pena de Gojo. Había estado muy bien, pero solo era una probada las cosas que podían hacer. Satoru tomó asiento sobre la cama, ya todo puesto en su lugar correspondiente. La pelinegra hizo lo mismo delante de él, solo que alzó los brazos.

—No puedo dormir así, quítame la ropa.

Estaba usando todos sus recursos para seguir provocándolo.

—¿Te estás burlando de mí?

—Lo haré yo si tú no lo haces. Y sé que quieres hacerlo.

—Te la voy a quitar. Pero no significa que seguiremos.

—Adelante.

Era su culpa, nadie le había pedido que eyaculara en la camisa, aunque, era eso o sus pantalones. Fue haciendo rollito la playera mientras la subía, así no mancharía a Utahime con el líquido. Descubrió sus senos, hinchados de excitación, se detuvo a observarlos: su forma redondeada perfecta aderezada con el pináculo color durazno en su centro.

Era como estar hipnotizado ante la belleza de su figura. Sus grandes manos se olvidaron del objetivo real y apretaron el pecho delante de él, como si esos senos fueran una pelota antiestrés a los cuales pudiera manosear sin reparo alguno. Utahime comenzó a jadear nuevamente, así que Gojo decidió que sería buena idea estimular sus pezones con los pulgares: los tenía firmes lo cual le facilitaba el darle placer. Los rodeó con sus yemas, una y otra vez en círculos. Iori gimió, casi en un grito.

Inevitablemente su lengua probó el sabor olvidado de ellos. Se metió el pezón a la boca y jugó con el, regalándole caricias húmedas. Le lamió las areolas con cuidado, mientras de vez en cuando chupaba sus pezones. Era un contraste entre la succión brusca de su boca y luego la lengua que se pasaba como un animal curando una herida. Utahime se mordía los labios disfrutando con gran placer.

—Mierda —bramó Gojo. No tenía autocontrol. Le sacó la camisa de un tirón y alcanzó la almohada detrás de él para que se cubriera.

—Eres un fastidio, nunca haces caso —dijo Utahime, echándose a la cama con la almohada pegada a ella.

—¡Ya duérmete!

—¿Qué tal un beso de buenas noches?

Era una trampa, una cosa llevaría a la otra y con la insaciable insistencia de Utahime, no faltaba mucho para que, ahora sí, acabara haciéndola completamente suya. Gojo se acercó, pero no para besarla, sino para dejarla nuevamente inconsciente, porque de no hacerlo aquello no tendría fin.


NOTAS:

No puedo empezar las notas con algo más que no sea un ¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!

¡Capítulo nuevo para festejar que hemos llegado a los 4K de lecturas y me siento super feliz de ser tan bien recibida en este fandom. He recibido mucho amor y siento que recibo mas cariño del que doy ¡Gracias por seguir y soportar!

¡ADVERTENCIA DE CONTENIDO R18!

Es broma… o sea, si es advertencia, pero jajaja quería sorprenderlos en este capítulo, se que dije que pondría la advertencia al inicio, pero… se siente mejor así ¿no? Y más después de lo sucedido en el capítulo pasado. Probablemente tengas muchas dudas y estén en plan ¿wtf? ¡Todo a su tiempo!

Nos leemos en menos de 10 días!