Prologo
Era una noche tranquila como cualquier otra en la aldea de Konoha. Las personas caminaban por las calles o dormían serenamente. Sin embargo, esa tranquilidad pronto acabaría.
En lo profundo de la aldea, había una montaña en la cual se encontraban tallados los rostros de los cuatro Hokages.
Parado sobre el rostro del tercer Hokage, se encontraba un chico de aproximadamente 16 o 17 años. Tenía cabello rubio y brillantes ojos azules, con rasgos definidos que, si se prestaba atención, recordaban al cuarto Hokage. Vestía el uniforme estándar de jounin, con una katana envainada en su cintura y una diadema shinobi atada a su frente. Este chico era Naruto Namikaze, hijo de Minato Namikaze, el cuarto Hokage, y de Kushina Uzumaki.
Naruto observó la calma de la aldea y cerró los ojos.
—Esta tranquilidad... pronto terminará —murmuró con una pequeña sonrisa.
De repente, una gran explosión de humo apareció en medio de la aldea. Naruto abrió los ojos manteniendo su sonrisa. Cuando la nube de humo se disipó, un gigantesco zorro de nueve colas se reveló, lanzando un rugido que estremeció la aldea.
Naruto, impasible, vio cómo el zorro comenzaba a destruir casas y edificios con sus colas y garras.
—Kyuubi... eres un ser maravilloso —susurró mientras la bestia aplastaba a los shinobis que intentaban detenerla y a los aldeanos que huían.
De pronto, algo llamó su atención. En el rostro tallado del cuarto Hokage apareció su padre, Minato, quien lo miró con una mezcla de duda y desconfianza.
—Naruto... —susurró Minato, con pensamientos que se arremolinaban en su mente. No quería apresurarse a sacar conclusiones, pero verlo ahí parado, tan tranquilo y con esa sonrisa burlona, lo hizo sospechar—. No me digas que tú...
Antes de que pudiera terminar, el rugido del Kyuubi lo interrumpió. Minato desvió su atención hacia la bestia.
—Parece que notaste mi presencia —pensó, al ver cómo el Kyuubi lo miraba.
El zorro abrió sus mandíbulas y comenzó a acumular energía, formando una gran esfera oscura.
—¡No lograrás tu objetivo! —gritó Minato. El Kyuubi lanzó la esfera, que arrasaba todo a su paso. Justo antes de que impactara, Minato trazó una serie de sellos de manos y una enorme marca de invocación apareció en el aire, absorbiendo la esfera hasta desintegrarla por completo. A kilómetros de la aldea, una explosión iluminó el horizonte.
—Sorprendente —alabó Naruto—. Sinceramente, no creí que pudieras detener un ataque como ese —añadió, con una sonrisa burlona.
—¡Naruto, ¿estás involucrado en esto?! —exigió Minato, frunciendo el ceño mientras miraba a su hijo.
—Puede ser —respondió Naruto, con indiferencia.
—¡¿Cómo pudiste hacer algo así?! —gritó el Hokage—. ¡El Kyuubi fue separado de tu madre y casi muere! ¿Por qué nos traicionas de esta forma?
—Por favor, un Hokage no debería perder los estribos de esta manera —se burló el rubio.
Minato estaba a punto de responder, pero sintió una presencia detrás de él. Rápidamente, sacó un kunai de tres puntas y se giró con la intención de apuñalar al hombre que lo acechaba. Para su sorpresa, su kunai y su mano atravesaron la cabeza del extraño como si no hubiera nadie ahí.
—Yo seré tu oponente —dijo el hombre mientras sujetaba el brazo de Minato.
El Hokage vio al hombre frente a él, vestido con una túnica negra y una capucha que le cubría la cabeza. Una máscara ocultaba su rostro, dejando visible solo su ojo derecho, que portaba un Sharingan.
Minato intentó atacar con su otra mano, pero se detuvo al sentir cómo su cuerpo comenzaba a ser absorbido por un vórtice que emanaba del ojo del hombre. Sin perder tiempo, usó su jutsu de teletransportación para escapar, desapareciendo en un destello.
—Se fue. Es rápido —dijo el enmascarado.
—Te advertí que su jutsu es más veloz que el tuyo, Obito —comentó Naruto.
—La próxima vez seré más rápido —respondió Obito, antes de desaparecer en un vórtice.
—No me falles, Obito —pensó Naruto, mirando el lugar donde estaba su aliado momentos antes. Luego, giró la cabeza hacia el Kyuubi—. Supongo que tendré que actuar un poco, al menos hasta que la batalla entre Obito y mi padre termine —concluyó, y se lanzó a gran velocidad hacia el centro de la aldea.
Cuando Naruto aterrizó en un tejado, notó la presencia del tercer Hokage y sus anbus a unos metros.
—¿Naruto? —preguntó Hiruzen Sarutobi, el tercer Hokage.
—Sí.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en el refugio? Aún eres muy joven para enfrentar una amenaza como esta —dijo Hiruzen, con preocupación.
—Puede ser —respondió Naruto, con tono serio—, pero soy un jounin de Konoha. Es mi deber protegerla, incluso si me cuesta la vida.
Hiruzen suspiró, dándose cuenta de que no podría hacer retroceder al hijo de su sucesor.
—Bien. ¿Puedes detenerlo por unos instantes?
Naruto asintió, caminando al frente y comenzando a hacer una serie de sellos de manos.
—¡Hado 90. Kurohitsugi (Ataúd negro)!—gritó. Una enorme caja de energía negra cubrió al Kyuubi, y protuberancias de energía surgieron, clavándose en la caja.
Shinobis y aldeanos alrededor de la aldea observaron asombrados la poderosa técnica. Después de unos segundos, la caja de energía se desmaterializó, dejando al Kyuubi aturdido.
—¡Bien hecho, Naruto! —alabó Hiruzen, notando el sudor en el rostro del chico y su cuerpo tembloroso—. Ahora me toca a mí.
El tercer Hokage mordió su pulgar, trazó una serie de sellos de mano y golpeó el suelo.
—¡Ninpou: Kuchiyose!—exclamó, invocando al rey mono Enma.
Cuando el humo desapareció, un mono vestido como shinobi apareció.
—¿El Kyuubi? ¿Se rompió el sello? —preguntó Enma.
—Sí —respondió el tercero—. Lo sacaremos de la aldea con el bastón de diamantina.
—¡Entendido! —Enma se transformó en un bastón que cayó en las manos de Hiruzen.
—¡Extiéndete!—ordenó el Hokage, y el bastón golpeó al Kyuubi en el pecho, empujándolo fuera de los muros de la aldea.
—¡Lo he sacado de la aldea! —exclamó Hiruzen, con alivio—. ¡Continúen atacándolo! —ordenó a sus anbus, que se lanzaron en un borrón de velocidad. Pero cuando volvió la vista, notó que Naruto ya no estaba a su lado.
Minato, que había aparecido sobre su propio rostro en la montaña Hokage, miraba al Kyuubi a lo lejos.
—Eso no se ve bien —pensó.
—Así que lograste derrotar a mi aliado —habló Naruto, parado sobre el rostro del tercer Hokage.
—¡Naruto! —gruñó Minato—. ¿Desde cuándo has estado pensando en traicionarnos?
Naruto solo sonrió.
—¡Responde!
—Justo antes de que la tercera gran guerra shinobi terminara —respondió tranquilamente, volviendo la vista hacia el Kyuubi—. Te recomiendo que te concentres en él, o tus shinobis caerán como moscas —añadió, divertido, al ver a su padre desaparecer en un destello.
Naruto observó al Kyuubi nuevamente, admirando su poder. Un vórtice apareció a su lado, de donde salió Obito, claramente herido y con medio brazo faltante.
—Lo siento, Naruto-sama —dijo Obito, inclinándose—. ¿Qué debemos hacer? El Kyuubi ha sido liberado de mi control y no pude matar al cuarto Hokage.
Naruto no respondió de inmediato. Solo observó cómo el Kyuubi intentaba formar otra esfera de energía, pero fue aplastado por un gigantesco sapo que lo inmovilizó.
—Observar —finalmente dijo Naruto, mientras el Kyuubi desaparecía en una explosión de humo, para segundos después una explosión se vislumbro en las montañas lejanas—. Vamos, Obito. Tengo curiosidad por ver cómo termina esto —añadió antes de desaparecer junto a su aliado en otro vórtice.
Nuevamente, un vórtice apareció sobre la rama de un árbol, esta vez cerca de la zona de la explosión previa.
Parados sobre las ramas, tanto Naruto como Obito observaron cómo el Kyuubi estaba inmovilizado por cadenas doradas que surgían de Kushina Uzumaki, madre de Naruto. Ambos estaban a punto de acercarse, pero una barrera invisible les bloqueó el paso.
—¿Una barrera? —se preguntó Obito en voz baja.
—Sí —respondió Naruto con indiferencia.
Antes de que pudieran analizar más la situación, ambos sintieron presencias acercándose, por lo que saltaron a la copa de los árboles para evitar ser detectados.
Instantes después, Hiruzen Sarutobi, junto con otros dos shinobis, aterrizaron cerca de la barrera y la examinaron.
Naruto, sin prestarles mucha atención, observó a sus padres interactuando al otro lado de la barrera. Minato, su padre, sostenía a un bebé pelirrojo en brazos.
—Así que él es mi hermano recién nacido, Menma —pensó Naruto, fijando su mirada en el pequeño.
Los shinobis presentes observaron la conversación entre Minato y Kushina, aunque no pudieron escuchar nada debido a la barrera. Pasaron varios minutos de silencio hasta que Minato comenzó a realizar sellos de manos. Naruto, con su aguda percepción, pudo interpretar el nombre de la técnica al leer los labios de su padre.
—Shiki Fūjin (Sello consumidor de la muerte) —susurró Naruto.
Al terminar los sellos, detrás de Minato apareció un espíritu de piel roja, cabello blanco y un rostro demoníaco. Llevaba un cuchillo entre los dientes, que añadía un toque aterrador a su presencia.
—¿Qué es eso? —preguntó Obito, visiblemente sorprendido.
—Es la forma que toma un Shinigami al entrar en el mundo de los vivos —respondió Naruto, con un matiz de emoción en su voz.
—¿Cómo sabes que se ve así? —preguntó Obito nuevamente.
—Porque ya he visto uno. Después de todo, uno de ellos fue quien me bendijo con su poder —respondió Naruto, mientras tocaba el mango de su katana para enfatizar sus palabras.
Obito asintió en silencio, continuando su observación. Ambos notaron que Kushina parecía oponerse al uso del jutsu, pero el Shinigami extendió su mano, atravesando el estómago de Minato y conectándola al pecho del Kyuubi. Poco después, el espíritu tiró del alma del Kyuubi hacia Minato, quien absorbió una parte de ella. Una marca apareció en su estómago.
Sin perder tiempo, Minato colocó al bebé en un pequeño altar que apareció tras golpear el suelo con la palma de su mano.
—Ya veo —murmuró Naruto—. Planea separar el yin y yang del Kyuubi, sellando una mitad en él y la otra en su hijo... Debo admitir que no esperaba eso.
Cuando Minato estaba a punto de completar el sello, Kushina, debilitada por sus heridas, cayó al suelo. En ese momento, el Kyuubi logró liberar una de sus garras, apuntando directamente al bebé. Sin dudarlo, Minato y Kushina se interpusieron, permitiendo que la garra los atravesara, pero deteniéndola antes de que llegara a Menma.
Obito, sorprendido por el sacrificio de los padres de Naruto, giró la cabeza hacia su compañero. El rostro de Naruto permanecía impasible, sin mostrar señales de angustia o tristeza al ver a sus padres en esa condición.
Naruto observó cómo Minato invocaba a un sapo, al que le entregó un sello. Supuso que era la llave para liberar al Kyuubi de su hermano en el futuro. Luego, miró cómo Kushina le decía unas últimas palabras a Menma, seguidas por Minato. En un momento de quietud, Minato miró hacia donde estaba Naruto, más allá de la barrera, conectando sus miradas por un breve instante antes de finalizar el sello. El Kyuubi fue absorbido por Menma, y la barrera se rompió.
—La barrera se ha desvanecido —comentó Obito—. ¿Deberíamos acercarnos?
—No —respondió Naruto con frialdad—. Regresemos a la aldea.
Obito asintió, y un vórtice apareció desde su ojo, comenzando a absorberlos.
—Mi plan no salió como esperaba, pero este resultado será más interesante a largo plazo —pensó Naruto antes de desaparecer en el vórtice.
Horas después de la muerte del Cuarto Hokage y el sellado del Kyuubi, la Aldea Oculta de la Hoja estaba sumida en el caos. Shinobis corrían de un lado a otro buscando supervivientes. Se escuchaban llantos provenientes de niños, mujeres, hombres y ancianos. El aire estaba cargado de humo; muchas casas seguían ardiendo.
En medio de esa devastación, el consejo shinobi se reunió en la Torre Hokage para discutir los próximos pasos. Hiruzen Sarutobi, sosteniendo a Menma en brazos, había decidido retomar sus funciones como Hokage tras la caída de Minato Namikaze. La discusión en la sala giraba en torno a cómo reorganizar las defensas para evitar un ataque sorpresa de otras aldeas y el inicio de la reconstrucción. Afortunadamente, el consejo civil no estaba presente, lo que evitaba protestas innecesarias.
Mientras todo esto sucedía, Naruto estaba sentado en el asiento del clan Uzumaki, un lugar que ahora le pertenecía tras la muerte de su madre. No prestaba mucha atención a las discusiones. Sus pensamientos estaban en otro lugar, en algo mucho más concreto. Interrumpió el debate con frialdad:
—¿Qué hay del bebé? —preguntó, provocando un silencio inmediato en la sala—. Todos sabemos de quién es hijo... el cabello rojo no hace mucho para ocultarlo.
Hiruzen, tratando de apaciguar la situación, habló:
—Es tu hermano, ahora será tu...
—No —lo cortó Naruto con serenidad—. No está en mis planes cuidar a un niño. No olviden que he sido convocado por el Daimyo del País del Fuego para unirme a los Doce Guardianes Shinobi.
La tensión en la sala creció. Inoichi Yamanaka, líder del clan Yamanaka, no pudo contenerse.
—¡No puedes hablar en serio! —exclamó—. ¡Abandonar la aldea y dejar vacante la posición del clan Uzumaki es inadmisible!
—Lo siento, no voy a cambiar de decisión. Además, es una orden directa del Daimyo... No creo que quieras oponerte a su decisión —replicó Naruto, con una calma que contrarrestaba la intensidad de la sala.
Inoichi estaba a punto de volver a protestar, pero Hiruzen lo detuvo.
—Entiendo, Naruto. No te rogaré que cuides a este niño —dijo Hiruzen, mirando al bebé—. Yo me encargaré de que crezca adecuadamente en la aldea. Además, todo lo relacionado con su ascendencia Uzumaki y Namikaze será un secreto de clase S, resguardado por todos los presentes. Sin tu guía, no puedo arriesgarme a que los enemigos de Minato lo busquen. ¿Quedó claro?
—Sí —respondieron todos los miembros del consejo al unísono, excepto Naruto, que solo los observó con una expresión distante.
El peso de la responsabilidad quedó en manos de Hiruzen, quien sabía que el destino del niño estaría lleno de peligros. Mientras tanto, Naruto, indiferente al destino de su hermano, ya tenía su vista puesta en un futuro diferente, lejos de las sombras de Konoha.
—¿Entonces, todo salió bien? —preguntó Obito, quien ya no usaba su máscara ni las ropas con las que se enfrentó a Minato. Ahora vestía un uniforme estándar de chunin y una venda negra cubría la parte izquierda superior de su rostro, sujetada por su diadema shinobi. Su brazo, el que había perdido, parecía completamente restaurado, como si nunca hubiera estado dañado.
Naruto, quien acababa de salir de la reunión del consejo, solo asintió ante la pregunta de Obito.
—Mi hermano quedará en manos del Hokage, así que, por ahora, no será un problema.
—Ya veo —respondió Obito, mientras seguía a Naruto a través de las calles destrozadas de la aldea.
Caminaban en silencio, avanzando por la aldea en ruinas, antes de llegar a una zona boscosa en las afueras.
—Zetsu —llamó Naruto, y al instante un humanoide en forma de atrapamoscas emergió del tronco de un árbol cercano.
—Parece que las cosas no salieron según tu plan... Madara no estará complacido —dijo Zetsu con voz burlesca.
—Me importa poco si está complacido o no —respondió Naruto, sin inmutarse—. Vuelve con él y dile que el Kyuubi ahora está sellado en mi hermano. Nuestros planes solo se retrasarán un poco.
—Madara no estará contento —repitió Zetsu, insistiendo.
—Ya te lo dije, no me interesa lo que piense —contestó Naruto, mirándolo con frialdad.
Con un suspiro, Zetsu se desvaneció de nuevo en el árbol, dejando a Naruto y a Obito solos.
—Obito —dijo Naruto, deteniéndose para mirarlo—. Pronto partiré hacia la capital del País del Fuego. Mientras esté fuera, te encargarás de vigilar a mi hermano. No confío en que Danzo respete la orden del Hokage de mantener el secreto sobre el Kyuubi sellado en él. Si algo le pasa, nuestros planes podrían complicarse. ¿Entendido?
—Sí —respondió Obito con firmeza.
—Bien. Ahora regresemos a la aldea. Tenemos que aparentar que estamos ayudando —finalizó Naruto, girándose y comenzando a caminar de vuelta, dejando a Obito detrás.
Obito observó a Naruto mientras se alejaba, su rostro impasible, pero sus pensamientos eran un torbellino. Aunque las órdenes de Naruto eran claras, había algo en la frialdad con la que hablaba sobre su hermano y el destino de Konoha que inquietaba a Obito. Naruto, a pesar de haber crecido junto a el en la misma aldea, era alguien que estaba dispuesto a sacrificarlo todo por sus propios objetivos, incluso si eso significaba jugar con los destinos de aquellos que más le importaban a el o a Obito.
Obito bajó la mirada por un momento, pensando en las órdenes que acababa de recibir. Vigilar a Menma. Sabía que Danzo, siempre tramando en las sombras, podía ser un problema, no dudaría en manipular la información para sus propios fines.
Sin embargo, había algo más profundo en la mirada de Naruto. Obito lo había notado ya hace tiempo, ese desapego hacia su propia familia, como si ya hubiera dejado de lado cualquier conexión emocional con sus padre y hermano. Era algo que resonaba en Obito, quien había experimentado la pérdida y traición a lo largo de su vida, pero aún le resultaba extraño ver a alguien tan joven como el cargando con tanta oscuridad en su corazón.
Mientras Naruto se alejaba, Obito suspiró y comenzó a caminar en dirección opuesta, dirigiéndose hacia el centro de la aldea. Konoha estaba devastada, pero ahora más que nunca, debía jugar el papel que Naruto le había asignado. Sería sus ojos en las sombras, vigilando no solo a Menma, sino también a Danzo y cualquier otra amenaza que pudiera poner en peligro los planes de Naruto.
Fin del capitulo
Espero les halla gustado.
¿Cuánto le dan del 0 al 10?
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Si quieren aportar alguna idea, solo escríbanla en los comentarios.
Sin más que decir, adiós.
