El Tormento de Marco Luz
Observo mis manos temblorosas, incapaz de contener el torbellino de emociones que me embarga.
La cruel realidad se cierne sobre mi como una sombra implacable, recordándome el doloroso golpe que acaba de recibir Marco. La intención asesina de su propio padre, el hombre que alguna vez la sostuvo en sus brazos con amor infinito, ahora le ha arrebatado lo único que le quedaba en este mundo.
—Marco… —susurro entre sollozos, luchando por mantener la compostura mientras las lágrimas resbalan por mis mejillas como un río desbordado.
El dolor me consume, pero mi determinación se mantiene firme como una roca en medio de la tormenta. A pesar de la fragilidad de su ser, sé que debo permanecer fuerte, por él, por ambos.
Esto es el pasado, ese Marco es el pasado.
El Marco de ahora es otro, no son lo mismo.
«Hasta hace poco ni siquiera recordaba sus acciones, asi que el marco que conocí no es igual a este.»
Aprieto los puños con fuerza, sintiendo la determinación arder en mi interior como un fuego ardiente. No puedo evitar el dolor, la tristeza que amenaza con desgarrar mi alma, pero me aferro a la esperanza como un ancla en medio del caos.
A pesar de mi propia debilidad, estoy decidida a salvarlo, a sacarlo del abismo en el que se encuentra sumido.
—No me rendiré, sé que hay algo más. Marco es un tonto y mentiroso, pero no un monstruo. —Mi mirada se cruza con la de Echidna, quien observa con una sonrisa enigmática que no hace más que alimentar mi determinación.
Ya no soy la misma niña inocente de antes, pero reconozco mi propia vulnerabilidad. Sin embargo, me niego a dejarme arrastrar por el desespero, a renunciar a mis creencias más profundas.
La pantalla se ilumina frente a mí, ofreciéndome un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que me rodea. Seco mis lágrimas con determinación, dispuesta a enfrentar lo que sea necesario para cumplir con mi deber.
Pero entonces, un grito desgarrador corta el aire, y mi corazón se detiene al ver a Marco caer al suelo, herido y desamparado. La sangre brota de su hombro, una herida que refleja el sufrimiento y la desesperación que lo consumen.
Una sensación de náusea me invade mientras lo observo luchar por mantenerse en pie, ignorando el dolor que lo consume.
Cubro mi boca con las manos, incapaz de contener el horror que la embarga. Los sonidos de las máquinas de soporte vital se mezclan con los latidos frenéticos de mi propio corazón, creando una sinfonía macabra que resuena en lo más profundo de mi ser.
Sin embargo, a través de los altavoces solo se escucha un pitido.
Y en medio de ese caos, me aferro a la esperanza, dispuesta a luchar hasta el final por aquel que quiero, aunque el mundo entero se desmorone a su alrededor.
Las gotas de sangre caen lentamente de la mano de Marco, como lágrimas silenciosas que marcan el trágico destino que los rodea.
—¡Necesitas ayuda! —el soldado se acerca para ayudarlo, pero antes de que pueda siquiera tocarlo, su cabeza es arrancada de su cuerpo en un estallido de violencia inesperada.
Marco mira en dirección a su padre, quien yace en el suelo, muerto. Su cabeza sangrante es la muestra de que ya no hay salvación alguna.
El sobresalto me sacude, pero mi atención se centra en Marco, en esa conexión que siento con él, aunque sea a través de un abismo de oscuridad. Mis ojos se encuentran con los de él, y en ese instante, todo parece detenerse.
«¡Por fin!» —sonríe Marco, mirando a su padre. La sonrisa de Marco irradia un placer siniestro, su voz resuena en el aire cargada de determinación.
—¡Se acabó! —Marco salta de alegría por un tiempo, para luego mirar la pistola.
La alegría que irradia parece ajena a la tragedia que lo rodea, como si estuviese poseído por una fuerza más allá de su control.
—Ahora, solo falta una última persona, para que la maldición que traje a este mundo se acabé. —Marco extiende su brazo para tomar la pistola.
«Solo falto yo».
En ese solemne momento, en medio de toda la destrucción y el caos, algo se desliza desde el cuello de Marco.
El sonido de un cristal quebrándose rompe el silencio, y Marco baja la mirada para encontrarse con el collar destrozado a sus pies.
—¡Agh! —pongo mi mano en mi corazón, sintiendo un dolor tan profundo en el alma que me destroza por completo.
Un líquido oscuro se derrama, manchando el suelo como una premonición sombría.
—¡NOOOO! —Marco grita, corriendo hacía su padre con todas sus fuerzas, lo agarra y lo abraza con fuerza, lo abraza con tal desesperación que entiendo que es lo que está sucediendo.
El grito desgarrador de Marco me sacude hasta lo más profundo de su ser, y mi corazón se detiene al verlo caer de rodillas, sosteniendo el cuerpo inerte de su padre entre sus brazos.
—¡PADRE! —Intento sostenerme, pero mi propio cuerpo se derrumba bajo el peso abrumador de las emociones que me invaden.
Las lágrimas inundan mis ojos mientras observo la agonía de Marco, el peso aplastante de la culpa que lo consume.
¡Bluargh!
Intento calmar mi respiración, pero todas las emociones que me invaden vienen a la vez—. Ma-Marco…
Las palabras apenas pueden escapar de mi garganta mientras lucho por respirar, por encontrar consuelo en medio de la desesperación que los envuelve.
«Maté, maté, maté, maté, maté» Marco sostiene a su padre con fuerza, su cuerpo temblando fuertemente.
El eco de sus palabras, cargadas de angustia y arrepentimiento, resuena en el aire como un eco de sufrimiento.
—Agh… —Marco suelta a su padre, para luego poner sus manos en su cabeza—. Ma… Maté a… —Marco empieza a respirar con dificultad, toda la calma y frialdad que mostró se rompió en un abrir y cerrar de ojos.
Abro los ojos con brusquedad, sintiendo la presión en mis párpados, consciente de la fragilidad del cristal quebrantado. Esa misma fragilidad, compartida por él y María.
Ahora, Marco ya no lleva el cristal en su pecho.
—¡AGGHHHHH! —Los ojos de Marco se elevan hacia el techo, su grito resuena con una fuerza desgarradora. Su boca se abre y se estira hasta el límite, como si estuviera a punto de desgarrarse—. Yo no… no quería, Dios, ¿Qué he hecho?
Cada emoción suya, cada tormento, me atraviesa como afiladas espadas directas a mi alma.
—¡Detengan a Marco Luz! —gritan los soldados, avanzando con dificultad mientras apuntan hacia él.
—¡MALDITASEA! —Marco desata una tormenta de cuchillas de viento, arrasando todo a su paso. En segundos, el lugar queda reducido a escombros. Aun así, Marco sigue gritando, su voz llena de angustia.
Sus ojos y su nariz comienzan a sangrar, pero él se aferra a su rostro, arañándolo con furia.
—¡SUFRE! ¡Marco Luz! —El edificio se desmorona, incapaz de resistir la fuerza desatada de Marco. Empieza a caer, y el mundo se mueve lentamente, dejándome presenciar su dolor, su desesperación, su final.
Marco observa impotente cómo todo se desvanece ante sus ojos, sintiendo el peso de su destino.
No... Marco no puede morir, no después de haber llegado a este mundo.
«Soy un monstruo, una maldición viviente».
Marco alza la vista al cielo, extendiendo su mano.
«No merezco el infierno, no merezco el cielo. Merezco ser borrado de toda existencia. Solo así esta maldición terminará».
Una única lágrima resbala por su mejilla, una frágil gota de dolor que se precipita hacia el suelo.
En ese instante, cuando todo parece perdido y los escombros amenazan con aplastarlo, su mirada se llena de asombro al presenciar cómo se detienen en el aire, suspendidos por una fuerza invisible que desafía toda lógica.
Los restos caen a su alrededor, pero él permanece impasible, protegido por un misterioso escudo que repele el caos que lo rodea.
Las alarmas suenan con ensordecedora intensidad y los gritos de dolor retumban por los rincones del lugar, creando una cacofonía de desesperación.
—Vaya, parece que tu reacción fue más intensa de lo esperado. —Una voz desconocida interrumpe sus pensamientos con una risa burlona—. Has logrado tu objetivo, ¿eh? jajajaja.
Marco queda petrificado, sin palabras, sin poder comprender lo que está sucediendo a su alrededor. Mientras varios soldados disparan desesperadamente, las balas chocan con una barrera invisible, como si fueran insectos estrellándose contra un cristal impenetrable.
Ese hombre, es el mismo que vi antes, aquel que lo comentó a Marco sobre la información. Aquel cuyo rostro está oculto. Lo reconozco, puedo verlo a mejor detalle.
Es delgado, pero a la vez parece vestir con una ropa extraña, que nunca había visto ni en mi mundo ni en el suyo. Aunque, la forma de su ropa me dice que viene de su mundo.
«¿Quién es esa persona?»
Además de la magia que acaba de usar.
Es como si estuvieran protegidos por un hechizo, una manifestación de poder que desafía toda explicación racional de su mundo.
En medio del caos, Marco se encuentra atrapado en un mundo donde su realidad y mi realidad se entrelazan, dejándolo en un estado de asombro y desconcierto absoluto.
—Déjame proponerte un trato. —La figura se acerca a Marco con una seguridad desafiante, como si estuviera consciente de que Marco ya no puede hacer nada para detenerlo.
Marco tensa los músculos, preparándose para cualquier eventualidad, mientras la figura se acerca con pasos firmes.
«¿Un trato?» —El corazón de Marco se retuerce en un dolor agudo, apenas capaz de formular sus pensamientos, mientras la risa del hombre resuena en su mente. Siento un escalofrío recorrer mi espalda, una sensación de incertidumbre que me paraliza.
—Puedo deshacer todo esto, borrar cada recuerdo de lo sucedido. —El hombre extiende sus brazos, y el estruendo de las balas cesa de repente. Marco se tambalea ligeramente, desorientado por el repentino silencio que envuelve la escena—. Puedo hacer que muchas cosas no hayan sucedido, tengo el poder para ello. Claro, habrá unas que sí, pero será algo diferente a esto.
El aire se vuelve denso, la mirada confundida de Marco solo alimenta su desesperación.
Traga saliva con dificultad, sintiendo el nudo en su garganta mientras lucha por comprender lo que está sucediendo a su alrededor.
«Lo sabía…» Susurro en mi interior, consciente de que Marco estaba siendo manipulado, su voluntad aprisionada. Aprieto los puños con impotencia, deseando poder romper el control que lo ata.
—Pero tal vez eso sea demasiado generoso. —La figura hace flotar una piedra, lanzándola cerca de Marco, aumentando su ansiedad. Marco retrocede instintivamente, su respiración agitada mientras observa con cautela los movimientos del hombre.
«¿Magia?» Marco lo reconoce instintivamente, su mirada se nubla con caos y agonía, su cuerpo marcado por las heridas y la pérdida de sangre.
Se tambalea, luchando por mantenerse en pie ante la presión abrumadora que lo rodea.
—Retrasaré la caída de este mundo un poco más. Puedo hacer eso con la cantidad de poder que juntó este mundo. Además, tengo prisa por regresar a ese mundo otra vez. —La voz del hombre es un eco distante mientras Marco lucha por levantarse, su cuerpo casi sin respuesta. Sus piernas tiemblan bajo su peso, su mente nublada por el dolor y la confusión.
«Ya no veo con claridad». Su pensamiento me desgarra por dentro, mi mirada fija en lo que está por suceder.
Debo verlo, debo verlo de frente.
La respiración entrecortada de Marco revela su cercanía a la muerte. Se aferra a la última brizna de fuerza, determinado a resistir hasta el final.
—Entonces, ¿qué dices? —La figura se inclina frente a Marco—. Deberías decidir rápido. Sería lamentable si murieras y tuviera que comenzar todo de nuevo.
Marco lucha por mantener la claridad en sus pensamientos, luchando contra la oscuridad que amenaza con consumirlo.
«¿Comenzar de nuevo?»
Marco escupe sangre en un intento por articular palabras. Su cuerpo se estremece con el esfuerzo, sus músculos tensos por la agonía que lo consume.
—Yo…
«¿Debería olvidar? ¿Perder mis recuerdos y vivir creyendo que no soy malo?».
"No cambiaría mi pasado por nada en el mundo." Las palabras de Marco resuenan en su mente, deteniendo sus lágrimas. El verdadero Marco nunca tomaría ese camino, a pesar de todo lo que ha causado.
La persona frente a mí no es el Marco que conozco.
—Lo haré... Si eso significa escapar de este tor… mento, de este sufrimiento. —La mirada decidida de Marco se junta con la visión borrosa del rostro de esa persona.
Con un esfuerzo final, Marco levanta la mirada con determinación, dispuesto a enfrentar lo que sea necesario para encontrar la redención.
Entonces, de alguna manera, lo siento. A través de la niebla oscura, a través de la sensación de malicia que me envuelve. Un destello de esperanza brilla en mi interior, una pequeña luz en medio de la oscuridad que me rodea.
Puedo sentir cómo una sonrisa se forma en mi rostro, aunque mi corazón se hunde al ver a Marco en el suelo, rodeado de escombros, un hombre que fue solo una víctima de la desdicha.
Él anhelaba cambiar el mundo, pero fue el mundo quien lo destrozó.
Marco no es del todo culpable, y, sin embargo, lo es. Responsable de sus acciones, pero no de su cruel destino.
—Esa es una buena respuesta, pero ahora debo contarte algo. —La voz del hombre resuena en el aire mientras levanta su mano y la dirige hacia el pecho de Marco.
Mis ojos se abren en sorpresa al ver cómo la mano atraviesa el pecho de Marco, quien lucha por respirar entre la sangre que brota de su boca y nariz. Su mirada se desvanece lentamente, mientras la bruma que lo envuelve comienza a disminuir.
—Tu cuerpo es asombroso, absorbe mi miasma con facilidad. —La voz del hombre suena casi complacida—. Sin duda parece que te ama, más que… a mí…
«¡Miasma!» La ira se apodera de mí mientras observo la escena en la pantalla.
—Hay un dicho que dice que uno debe pagar por los pecados de sus vidas pasadas. —El hombre retira su mano, deteniendo la absorción del miasma. En su palma, una esfera azul brilla con intensidad.
Sin dudarlo, la persona se lleva la esfera a la boca, haciendo que la luz se desvanezca.
—Las almas que escapan de Od Laguna deben ser purificadas. Este es el precio por pagar al romper la cadena de la vida de ese mundo. —El mundo comienza a desmoronarse a su alrededor.
Una opresión abrumadora me atraviesa, sintiendo su poder a través de la pantalla. Más poderoso que Roswaal, que yo, que cualquier ser que haya conocido.
—Es una lástima que solo pudiese consumir la mitad, pero te daré el resto porque sé que cumplirás tu propósito.
El mundo se desdibuja ante mis ojos, dejando a Marco flotando en el vacío, su corazón lleno de frustración.
—María fue un buen peón, tus padres cumplieron su papel al morir, tus amigos al rechazarte y luego ayudarte. —La figura se alza en el cielo, observando a Marco—. Todos son simplemente marionetas, asi que me alegraré el día que lo vuelvas a recordar.
«¿Ya sabía sobre el futuro?»
No, es probable que solo se trate de una coincidencia, quizás el hechizo se desactivaba con ciertas condiciones. Para empezar ni siquiera puedo imaginar que tipo de magia usó.
Debí estudiar más, investigar más. Ahora son mis conocimientos los que no me permiten ayudar.
Ahora, solo queda Marco flotando en la nada, su corazón vacío...
No hay ira, no hay resentimiento hacía la persona que lo manipulo. Derrota, Marco ha sido dominado por completo, y "Salvado" por la persona que le ocasionó todo. Se ha resignado a seguir viviendo.
—No somos iguales a ningún ser vivo, porque no pertenecemos a esa cadena. —La enigmática declaración resuena en mi mente mientras observo a Marco, preguntándome sobre el significado de todo esto.
Aquella habilidad de conocer lo desconocido, de penetrar en lo más profundo como si ya lo supiera todo. Siempre me ha parecido extraño, pero nunca he tenido el valor de preguntar.
—Nunca serás feliz, vivirás y volverás a caer. Eres un monstruo, Marco Luz, ahora y antes. La esencia de tu alma es la misma que la de un monstruo. —Las palabras cortantes del hombre resuenan en el aire, como dagas que se clavan en mi alma—. Tu maldición nunca terminará, y tu sufrimiento nunca cesará.
La figura parece dirigir su mirada hacia nosotras, aunque su rostro permanece oculto. Un escalofrío recorre mi espalda, como si sus ojos estuvieran clavados en lo más profundo de mi ser.
—Lo repetiré, él es un monstruo.
Por un instante, me olvido de dónde estoy, sumida en un profundo miedo que me consume.
Puedo sentirlo, esa persona intenta comunicarse conmigo. Como si ya supiera que presenciaría la prueba, como si ya supiera que estaría aquí en este momento. Entonces, esa persona pone su mano en su pecho, agarrándolo con fuerza.
Es como si me estuviera hablando a mí, como si intentará mostrarme algo. Un sentimiento extraño, de desesperación, de vacío.
Se siente extraño verlo, pero a la vez siento el miedo de imaginarme su rostro, siendo que no quiero verlo por mucho que necesite hacerlo.
La certeza de su conocimiento me estremece hasta lo más profundo de mi ser.
La pantalla se vuelve negra de repente, dejando un único mensaje que brilla en la oscuridad.
—Y los monstruos no tienen final feliz. —Las palabras resuenan en mi mente, llenándome de una angustia que me deja sin aliento.
La oscuridad envuelve la sala por un instante, sumiéndome en un abismo de incertidumbre y temor.
