Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.

Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía.

Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.


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CAPÍTULO 17

Dualidad.

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―¡Lo mío fue accidental, pero tú lo hubieras hecho de haber tenido la oportunidad! ―La voz de Mina acusándolo de querer tener intimidad con la joven amiga de su hija se repetía como una grabadora sin fin, haciéndolo sentir no sólo culpable, sino totalmente evidenciado ante Mina y, quién sabe, quizá creyó haber disimulado por tanto tiempo sus intenciones pero, ¿Cómo podría garantizar estar guardando con recelo sus movimientos? O Mina lo conocía con demasía o él estaba siendo bastante obvio.

A cuatro paredes, dentro de la Golden Room, él creyó que la mujer detrás de Angelface era una total desconocida pero desde que supo que Uraraka Ochako, la compañera de universidad de su hija, era quien encarnaba la piel de la mujer de sus fantasías, el panorama lo asustaba. Él no recordaba haber disimulado nada frente a ella, había puesto a descubierto sus más íntimos deseos al mirarla, al recorrer con sus ojos su cuerpo y haber deseado que el beso dado entre él y su Doll, haya llegado a otros niveles impronunciables.

Pero todo éste tiempo, Ochako fue consciente (o al menos eso temía) del cómo él la deseaba, no a ella en sí, sino a la fantasía que vendía. Katsuki tenía emociones encontradas y contradictorias, porque no estaba acostumbrado a mostrarse tan sincero con nadie, ni siquiera con su esposa en tantos años de matrimonio, pero llegó la jovencita de veintitantos a sacarle hasta el último pesar con sólo tocarlo. Eso lo hacía sentir en desventaja y odiaba tener esa sensación encarnada en su interior, haciéndolo agonizar.

Katsuki estaba encerrado en su oficina desde hacía varias horas, luego de haber culminado su reunión con Mina y el asesor del Grupo Bakugo, repasaron el borrador redactado por su amiga y corrigieron algunos puntos para programar una rueda de prensa en las instalaciones del Grupo. La idea de dar tal discurso poniendo al conocimiento de miles de personas sobre su actual proceso de divorcio y otros puntos que comprometen a sus empresas y a la marca de Athena's Silk, no parecía importunarlo tanto como el hecho de que la joven Uraraka conocía tanto de él.

Los rojizos ojos de Katsuki viajaron al bar personal ubicado no muy lejos de su escritorio, claro, el que tenía resguardado bajo llave desde el incidente pasado. Ningún licor tenía a la mano para su desgracia, todo fue puesto bajo custodia por su secretaria luego de que tuvieran que limpiar su oficina como tres veces hasta hacer desaparecer el hedor de vómito de su noche de descontrol.

Se sonrojó con vergüenza. Odiaba sentirse tan descubierto y la idea de afrontar esos sentimientos con sobriedad lo estaba matando.

Observó su reloj, iba siendo cerca de la medianoche y él no podía tomar ni una gota de alcohol en su despacho. La idea de regresar a Doll House fue tentadora, bastante, pero ¿cómo podría sostener la mirada con Angelface ahora que conocía quién se encontraba detrás del juego de peluca y antifaz? No podía tomar tal riesgo y peor, que al más mínimo intento de acercarse a ella, quiera pedirle explicaciones del por qué estaba allí, por qué fingió que no lo conocía o que no había un vínculo en común al momento de verlo en la Golden Room en su primer encuentro.

Una mezcla de emociones se agolpaba en su pecho, entre un deseo sin nombre, la rabia de querer respuestas y querer hacerla sufrir por no haber dicho nada antes.

―¿Por qué en lugar de molestarte no le agradeces a Ochako el guardar el secreto a tu hija de que incursionas a nuestro club casi todos los días? ―La pregunta de Kirishima Eijiro lo golpeó con fuerza y ambas manos fueron a parar a su rostro, tapándose los ojos. De verdad, ¿cómo podría siquiera reclamarle algo cuando Ochako fue lo suficientemente piadosa como para no revelearle a su hija que él, su padre, andaba frecuentando el club nocturno para adultos?

Bakugo Katsuki supo que no haría nada más que seguir dándole vueltas al asunto de Uraraka Ochako sin ningún tipo de avance si seguía sentado en su escritorio, así que prefirió juntar sus pertenencias, apagar las luces de su despacho y retirarse de una vez por todas. Su chofer ya se había marchado hacía unas horas atrás, por lo que tomó las llaves de su vehículo particular con destino a su morada, con la clara iniciativa de que necesitaba beber un poco para apaciguar esos fantasmas que estaban por desgarrar su interior.

Katsuki condujo por el camino de siempre, tomando los atajos que conocía para dirigirse a su casa, sin embargo, la idea de ir a Doll House cruzó su mente. Se negó a tomar el desvío para ir al barrio rojo, se recriminó por ser tan débil y recuperó la iniciativa de ir a su casa. Sintonizó la emisora que acostumbraba a escuchar con clásicos del rock, cuando la introducción de Poison comenzó a sonar, sus dedos fueron golpeando al compás de la batería mientras conducía.

Su avance fue aminorando la velocidad al reconocer que, en el semáforo próximo a él, la luz amarilla fue tomando fuerza hasta convertirse en roja. Subió el volumen cuando el estribillo de la canción de Alice Cooper llegó, lo fue cantando mentalmente hasta comprender con exactitud la letra.

I wanna love you, but I better not touch

I wanna hold you, but my senses tell me to stop

I wanna kiss you, but I want it too much

I wanna taste you, but your lips are venomous poison

Antes, le gustaba esa canción pero en la actualidad, odiaba que la letra sólo podía hacerle pensar en la mujer de sus fantasías. Maldijo por quinta vez desde que se puso en marcha.

Prefirió cambiar la emisora a tener que sentirse como un adolescente renegando con canciones de los ochenta, de hecho se encontró buscando una nueva estación de radio que lo complaciera cuando la luz en verde resaltó encima suyo. No lo pensó mucho, avanzó pero entonces, una figura menuda y pequeña se movió tan rápido como sus propios reflejos, lo hizo detener el auto abruptamente al ver que una mujer cruzó la calle frente a él y casi acabó siendo embestida por él.

―¡Mierda! ―Dijo con sorpresa y no tardó en escuchar la bocina del vehículo que iba detrás suyo, atacándolo con el claxon por haber frenado tan de golpe. La preocupación por haber dañado su auto quedó en segundo plano cuando reconoció a la joven muchacha de pie frente a él con un rostro que lo dejó helado. No lo pensó dos veces, sacó el seguro de su vehículo y bajó de la cabina sin dejar de observar los ojos asustados de la mujer―. ¿Uraraka?

Como si su voz fuese un alfiler, pudo sentir con claridad cómo la realidad explotó dentro de Ochako al escucharlo.

―Bakugo-san… ¿Qué hace aquí? ―La escuchó formular con la voz temblando; no supo si fue por el frío o por el miedo, de hecho, pudo apostar que fue por lo segundo. La imagen de la muchacha lo tomó por sorpresa, tenía la blusa desgarrada como si alguien se la hubiese roto, los botones de sus pantalones estaban abiertos, no tenía puesto un zapato y para cereza del pastel, halló sangre en el labio inferior de joven castaña. Acudió a ella tan rápido como pudo, se deshizo de su saco para ponérselo sobre los hombros mientras la acompañaba hasta subir a la cabina de su auto.

―Eso debería de preguntarme yo, mocosa. ¿Por qué mierda saltaste frente a mi auto de ese modo? ¿Acaso quieres morir? ―Soltó Katsuki con verdadera molestia, no pretendía ocultarlo, después de todo le había dado un susto de muerte al imaginarse arrollado por él.

Podía sentir cómo el cuerpo de la jóven temblaba cuál hoja seca mientras él la escoltaba y antes de poder subir al vehículo, sin prestar atención a los bocinazos que se escuchaban detrás del Lexus rojo sangre, Ochako volvió la vista hacia el trayecto que había dejado a sus espaldas, aparentemente, huyendo de algo o alguien. Tal hecho no pasó desapercibido por el hombre que la escoltó al interior de su vehículo, pero tampoco se puso a platicar sobre ello, principalmente porque ya había generado mucho caos en tan poco tiempo parando abruptamente la marcha.

No tardó en ponerse en camino para salir de una vez por todas de ese lugar.

La atención de Katsuki regresó a la mujer que se encontraba hecha un ovillo en su saco, se percató de cuán grande le quedaba a Ochako su prenda, tal detalle le causó cierta gracia aunque claro, el rostro ensombrecido de la joven no daba pie a otro escenario que no sea la de una huida trágica y tal idea, dejaba la gracia inicial en segundo plano.

Recordó su noche de incógnita en Doll House, el como Ochako fue atacada por un hombre y la idea cruzó su mente, pero la desechó al instante. Lo del bar pudo haber sido algún cliente borracho y prepotente como el hijo mayor de Todoroki, pensó.

Esa noche del ataque, él se había marchado antes de que ella pudiese reconocerlo (a menos claro que el idiota de su amigo pelirrojo le haya mencionado que su identidad como Doll ya era de entero conocimiento suyo), así que no creía que el suceso estuviese relacionado.

Volvió la atención al frente, pero no pudo evitar preguntar.

―¿Qué te sucedió? ¿Por que venias corriendo de ese modo con solo un zapato? ¿Qué mierda le ha pasado a tu blusa? ―La ansiedad de saber que quizá Kirishima ya la había puesto en sobre alerta en cuanto a su doble identidad descubierta por él, lo hizo apabullar a la más joven con tantas preguntas, buscando algún indicio de su temor hecho realidad; sin embargo, la voz del hombre pareció sacar a Ochako de sus cavilaciones, tomándola por sorpresa. Ella pasó su atención a los rubíes ojos del dueño del auto para luego darse una mirada así misma, como percatándose de su aspecto. La vio sonrojarse con pena y se abrazó aún más al saco de Katsuki.

El mutismo en la joven hizo que Katsuki volviera sus ojos a ella, esperando encontrar alguna respuesta que sus labios no pudiesen pronunciar. No podía verle el rostro, sólo sabía que algo en ella estaba roto y él no sabía cómo ayudarla.

―¿Qué?

―Un sujeto me esperaba fuera del departamento. ―Tan débil como un susurro, las palabras de Ochako se hicieron escuchar pero lo que decía, lo golpeó tan duro que apretó hasta el fondo el freno del auto, pegando un golpe de inercia en ambos. Ochako lo miró aterrada. No podía culparla―. Bakugo-san…

―¿Quién fue? ―Preguntó con firmeza. La imagen de Angelface siendo atacada por el hombre del otro día cobró fuerza en su interior. ¿Y si de verdad existe relación entre ambos sucesos? Se preguntó y de verdad temió qué tal hecho fuese así.

Al observarla mejor, pudo ver por completo el rostro de la muchacha, su labio sangrante y el moretón que estaba surgiendo en su dulce rostro. No lo pensó, su cuerpo y su instinto protector fueron más rápidos que su cautela, dirigió su mano hacia el rostro de Ochako, con cuidado de no apretar la zona lastimada. Un fuego desgarrador lo abrazó al momento de volver a mirar los ojos de Ochako. ¿Cómo podían haberla lastimado tanto? Peor, el cómo llevaba sus prendas sólo indicaba qué trataron de abusar de ella y el golpe fue la respuesta a su falta de cooperación. La sangre en Katsuki hervía cual lava―. Uraraka, ¿qué sucedió?

No supo por qué, no supo si fueron sus palabras o quizá había tocado alguna parte sensible en la muchacha, pero Katsuki vio cómo los ojos castaños de la más jóven, se humedecieron a tal punto de amenazar con romper en llanto. No podía verla así, algo dentro de él quería abrazarla, quería tocarla, quería decirle que todo estaría bien pero sencillamente, se quedó allí, sin mover ni un músculo. Lo único que pudo decir en esos momentos, fue lo siguiente.

―Vamos a la comisaría, presentarás una denuncia y…

―No ―la respuesta fue tajante, tanto que se apartó del hombre al pronunciarla. Katsuki la miró con el ceño fruncido, como si acabara de decir algo incoherente y de verdad que lo era.

No apartó su atención de la muchacha, era una tarea imposible para él en esos momentos, intentaba descifrar todo en ella mientras que el miedo seguía corroyendo su interior. Podía sentir todo el esfuerzo que Ochako estaba poniendo sobre sí misma para no romper en llanto y mientras más se aferraba al saco que traía encima, Katsuki comprendió cuán aterrada estaba. Dejó escapar un suspiro. No podía presionarla, no cuando había vivido un infierno en tan sólo una noche.

―Te llevaré a casa. Puedes pasar la noche allí ―dijo sencillamente y el mutismo se instauró hasta que llegaron a las instalaciones de su propiedad.

Esa noche, Katsuki le ofreció refugio, ropa que su hija solía dejar en su casa y una ducha tibia, mientras que él se encargó de buscar un botiquín de primeros auxilios que contuviese todo lo que Ochako necesitaba para desinfectar la herida abierta y calmar los dolores provocados por el golpe en su rostro. Y mientras la búsqueda estaba en alto, Katsuki seguía repitiendo una y otra vez el rostro asustado de Ochako en su cabeza, la herida en esos labios que alguna vez lo besaron y finalmente, pudo hallar la cicatriz en su pecho que tantas noches había visto enfundado en lencería blanca. Esa noche, volvió a corroborar la identidad de Angelface en la joven Uraraka y una vez más. las ganas de increparla, lo sacudieron.

Bakugo Katsuki creyó (tontamente) que, la siguiente vez que se encontrara cara a cara con Ochako, podría anteponer su molestia, su rabia y toda la frustración que le proporcionaba saber que la jovencita conocía tanto de él, pero nunca pensó que su encuentro se daría tan repentinamente y peor, en esas circunstancias.

Tomó asiento en el gran sofá principal de la sala, mirando fijamente el botiquín de primeros auxilios como si en esa pequeña caja blanca pudiera encontrar un norte en esos momentos. Se sentía aturdido por tanta información sin saber muy bien qué debía hacer en esas circunstancias.

Tomó su móvil y marcó a su hija, esperaba que contestara, después de todo, su hija no dormía temprano, peor ahora que tenía novio, las noches para su dulce hija no significaban lo mismo. Una parte de él, quería que Mahoro sea consciente que había traído a su amiga a su casa por fuerza mayor, no por voluntad propia. Finalizó la llamada sin éxito en dar con su hija, no pretendía que fuese diferente pero tampoco se sentía del todo seguro de lo que estaba haciendo.

¿Por qué todo lucía tan confuso en ese momento? Cuando había descubierto la identidad de Ochako, estaba seguro que iría a por ella y haría algo más que sólo quedarse viéndola como un idiota embobado, pero estaba sentado en su sofá, aguardando a una joven de veintidos años como si aquella fuese una prueba de fuego.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando oyó los pasos de Ochako a sus espaldas. Volteó a mirarla, la joven se detuvo a mitad de camino como si temiese avanzar. Katsuki dejó salir un suspiro, se encogió de hombros y la llamó con su mano para que se acercara a él. Sin duda todo su plan de increparla y exigir respuestas no era prioridad en ese momento, sólo quería curar sus heridas y ver que ella esté bien.

―Llamé a Mahoro un par de veces, pero me envía a buzón de voz ―inició Katsuki mirando vagamente su teléfono, ni siquiera sabía por qué se lo decía a Ochako, era una forma inútil de iniciar una conversación sin sentir que estaba perdiendo los estribos por estar a solas con la amiga de su hija.

La vio un poco incómoda al escucharle decir esas cosas, no supo por qué.

―De seguro está durmiendo ―la escuchó decir entonces―. Tenemos un examen pronto y…

―No necesito que mientas por ella, Uraraka ―la frenó―. Conozco a mi hija. ―Y era verdad, de hecho, estaba cansado de ese intento suyo por tratar de aparentar cosas que no eran.

Al escucharlo reprochar, vio a Ochako sonrojarse como una niña que fue regañada. Rodó los ojos y se acercó entonces a la más jóven, quería terminar de una vez por todas ese circo del buen samaritano para ver qué tanto sabía ella sobre él.

Ochako, al darse cuenta de su proximidad hacia ella, se alejó abruptamente, como si él hubiese tenidos intenciones de lastimarla. Enseguida, Katsuki le enseñó su mano abierta con un algodón mojado con agua oxigenada para limpiar su herida, no había intención alguna por lastimarla, aunque claro, la joven estaba aterrada.

―Lo siento. Puedo hacerlo por mi cuenta ―la escuchó decir y por más empeño que pusiese en intentar limpiarse sus propias heridas, peor era el resultado.

―No haces más que lastimarte, Uraraka ―No lo pensó mucho, tomó la mano de Ochako antes de que continuara lastimándose, cuando se dio cuenta del gesto de dolor que la muchacha le enseñó al momento de tocarla, Katsuki fue consciente del moretón y las marcas rojizas propias de un forcejeo. El hombre que la atacó la había tomado por esa misma muñeca. La soltó deprisa―. Carajo… ¿Quién fue el animal que te hizo esto? Tienes que presentar una denuncia cuanto antes.

―Si dejo que cure mi herida, ¿dejará de insistir con eso? ―La pregunta de Ochako surgió con fuerza, entonces ya no la veía con miedo, pero sí con mucha frustración―. De verdad, tengo muchas cosas con las que lidiar ahora mismo y con todo respeto, Bakugo-san, usted no es mi padre. Puedo cuidarme por mi cuenta.

Katsuki enarcó su ceja sin creer mucho en sus palabras, avergonzando a la más joven. Estaba más que claro que Ochako estaba lejos de poder cuidarse por sus propios medios, eso sin mencionar el tipo de trabajo que tenía y los clientes que, aparentemente, frecuentaban. Aún no estaba del todo seguro si el mismo hombre que la atacó estando en Doll House era el mismo que fue a buscarla a su departamento pero mencionarlo, era confirmarle a Ochako que él sabía quién era ella.

Prefirió continuar con su tarea inicial. Tomó más algodón y lo mojó con más agua oxigenada, prefirió ignorar las pataletas de la joven y se encargó de limpiar la herida visible en su rostro. Podía sentir la mirada castaña de Ochako encima suyo, pero él no podía despegar sus ojos de esos carnosos labios que alguna vez llegó a saborear; se obligó a bajar un poco más la mirada para no pecar al mirar sus labios, pero cayó en cuenta de la cicatriz en su pecho. Cerró los ojos un momento, se recompuso y continuó su trabajo, lo mejor que podía hacer en esos momentos, era pensar en que Ochako era ignorante de lo que él conocía y prefería mantener las cosas de ese modo. Aplicó una pomada cicatrizante tanto en su rostro como una crema antiinflamatoria en su muñeca, ninguno de los dos volvió a decir nada más hasta que Katsuki estuvo satisfecho con su labor de enfermero.

Se puso de pie y guardó el botiquín de primeros auxilios en su gaveta baja para volver a mirar a su invitada.

―Llamaré a Mahoro en la mañana, quizá puedas quedarte con ella un par de días ―dijo caminando hacia donde se encontraba, no la vio muy feliz con esas palabras, al parecer, las cosas seguían tensas entre las dos jóvenes―. ¿Dónde decías que quedaba tu departamento? ―Mintió, claro que sabía de memoria, había ido varias veces allí.

―En Terrace Arisugawa ―respondió―. Alquilo un departamento pequeño allí.

―¿Arisugawa? Esa zona no suele ser peligrosa ―se repitió a sí mismo. Conocía con facilidad casi todos los callejones de Minato y otros barrios más, le sorprendía que a pesar de ser una zona residencial, la hayan seguido―. Como sea, habla con Mahoro, hasta que te sientas segura.

Ella sólo se lo agradeció y él prefirió retirarse de allí, no quería permanecer más tiempo cerca a ella porque corría el peligro de delatarse a sí mismo y si Ochako ignoraba lo que él conocía, prefería mantener las cosas así, al menos hasta estar seguro de lo que vendría a continuación.

Al llegar a su habitación, se dejó caer a su cama como un peso muerto, como si todo en su cuerpo pesara y él ya no pudiese soportarlo más. Tenía la cabeza dándole vueltas y vueltas y él realmente lamentaba estar tan sobrio. Tironeó sus rubios cabellos, preguntándose una y otra vez: ¿Qué mierda quería la vida de él, poniéndole enfrente a la mujer que lo complicó todo?

No supo si fue el estrés o fueron tantas noches durmiendo mal que, acabó dormido sin siquiera sacarse sus ropas o acomodarse mejor en la cama matrimonial. No se había percatado que estaba durmiendo hasta que una pesadilla lo regresó a la consciencia. No recordaba mucho, sólo sabía que se encontraba escapando de algo, seguramente perseguido por tantos pensamientos intrusivos que lo tenían sin dormir desde hacía días. Abrió los ojos y reconoció la claridad del amanecer escurriéndose entre las rendijas de sus cortinas, parpadeó un par de veces, atontado, sin saber si seguía en su plúmbeo sueño o ya era la realidad de por sí pesada.

Se recompuso como pudo y a tientas, buscó su teléfono celular, incapaz de entender aún dónde estaba. Reconoció un mensaje de Nejire y maldijo por lo bajo. Cada vez que leía el nombre de su secretaria, sabía que estaba llegando tarde a tantos lados. La maldita hacía excelente su trabajo de tenerlo al márgen para llegar a sus reuniones o juntas o cualquier actividad que merecía su presencia.

Eran apenas las siete de la mañana, pero su día debía iniciar a las cinco aunque claro, no contaba con quedarse profundamente dormido. Mandó un mensaje a su secretaria, que se encargara de acomodar su agenda para arrancar a las nueve de la mañana, tiempo suficiente para reponerse, desayunar algo y hacer una maldita cosa con la joven que dormía en el cuarto de su hija.

Una de las cosas que lo hacía iniciar un buen día era darse una ducha matutina y refrescante, por lo que optó por hacerlo, necesitaba despertar cada parte de su cuerpo, que le hiciera frente al día que tenía por iniciar. No demoró mucho, fue una ducha rápida y fresca, tomó sus prendas acostumbradas de su vestidor, eligió una camisa blanca, un chaleco de seda negra y su acostumbrado conjunto de pantalón y saco que vayan a juego. Terminó de acomodar sus pertenencias como reloj, corbata, etc., de camino a la cocina, esperando por encontrar a la muchacha que había traído la noche anterior, pero en lugar de eso, sólo la soledad lo recibió.

Volvió la atención hacia el pasillo que lo llevaba al sector de los dormitorios pensando en si Ochako habría huído. ¿Fue tan ingenuo pensar que esa jovencita se quedaría allí después de saber la vida que llevaba? En verdad, era un idiota.

No lo pensó mucho, caminó hacia el pasillo de regreso al área de los dormitorios y sin meditarlo, abrió la puerta de la habitación de su hija. Para su sorpresa, Ochako no había huído, es más, la joven seguía profundamente dormida en la cama, acurrucada y abrazando la almohada como si ésta fuese una tabla en medio de una tempestad.

La ira inicial en el dueño de casa fue reduciéndose a medida que sus pasos ingresaron al dormitorio que pertenecía a su hija, sin poder apartar la atención de la muchacha durmiendo plácidamente entre sábanas. No supo cuánto tiempo estuvo observando a Ochako, pero pudo apreciar un poco mejor el tono de sus cabellos, eran caoba, casi rojizos, desarreglados y rebeldes, descansando en la almohada de plumas que la congregaba; su atención fue bajando al rostro de la joven, apreciando cuánta calma podía albergar un rostro que, hacía apenas unas horas, le enseñó tanto miedo y aquel pensamiento, lo hizo evocar una pequeña sonrisa, sintiéndose un poco mejor al verla tan tranquila durmiendo. De verdad, Ochako era dueña de una belleza dulce, gentil, con mofletes rozagantes aunque haciendo recuento de la última vez que la había visto, lucía más delgada pero descuidada, con las mejillas hundidas y ojeras notorias.

Un impulso traicionero lo hizo mover su mano hacia el cabello de la joven, un mechón rebelde que caía sobre su rostro, sin embargo, su cordura fue más rápida y se detuvo antes de siquiera tocar con la yema de sus dedos, el cabello de la muchacha dormida. En qué mierda estás pensando, idiota, se recriminó y dando unos pasos en reversa, no contó con que la alfombra del cuarto le hiciese de sangadilla causando que se resbale finalmente. Maldijo internamente y se sostuvo como pudo del muro más próximo para no caer estrepitosamente al suelo. Creyó que su incursión incógnita a la habitación en donde Ochako descansaba fue victoriosa, pero no contaba con que el ruido fue suficiente para despertar a la muchacha.

―¿Bakugo-san? ―la voz de Ochako, somnolienta y sorprendida, lo hizo pegar un respingo. El rostro de Katsuki se encendió de un rojo tan vivo como el de sus ojos―. ¿Qué sucede? ¿Qué hace aquí?

―¡Qué haces durmiendo a éstas horas! ―Fue lo primero que se le ocurrió decir, se sentía tan idiota pero peor, porque estaba rojo de la vergüenza―. Mierda, Uraraka, te dije que te llevaría a hacer la denuncia así que vístete y vamos porque tengo un día ocupado ―sin esperar respuesta alguna de la joven, se retiró del cuarto casi corriendo, cerrando la puerta tras suyo, maldiciendo internamente todo lo que conocía.

No sabía si Ochako creería en sus palabras pero prefería imaginar que estaba muy somnolienta como para darle mucha importancia al hecho de que estaba tan avergonzado. Avanzó a pasos agigantados hacia la cocina, puso a funcionar su cafetera y sus manos acabaron sobre la mesada de granito del desayunador, sosteniendo el peso de su cuerpo. De verdad, ¿desde cuándo actuaba como un adolescente imbécil con esa jovencita? ¿Tanto le afectaba que Ochako tenga tanta ventaja sobre él que le nublaba la mente? Tenía que alejarse de ella cuánto antes o cometería alguna tontería.

Sacó unos huevos del refrigerador, su paila favorita, picó algunas verduras y puso la arrocera a funcionar. Su estrés y el exceso de pensamientos intrusivos eran manejables con la cocina en funcionamiento, por ese motivo, se puso a preparar un desayuno rápido.

Su teléfono comenzó a sonar entonces. Una llamada. Bajó la intensidad del fuego y tomó su móvil, se sorprendió al leer el nombre de Mina. Maldijo pensando en que quizá se olvidó de alguna reunión informativa con el equipo de asesores pero entonces, contestó.

―Katsuki ―la escuchó sollozando. Las preguntas del hombre no hicieron más que incrementarse―. Estoy en el hospital Okubo.

―¿Hospital? ¿Qué sucedió, Mina? ―Al momento de hacer tal pregunta, escuchó que el sollozo en su amiga aumentó―. Mina, dime algo, mierda.

―Es Kirishima ―inició la mujer, para sorpresa de su amigo―. En la madrugada, alguien lo atacó estando en Doll House. ¿Puedes venir? Por favor, tengo tanto miedo porque… ―La escuchó llorando finalmente―. No parece un panorama alentador.

―¿Qué carajos? ¿Qué hacías allí?

―¡Katsuki, por favor! ―Gritó Mina y él guardó silencio―. Por favor… No conozco a nadie de sus allegados, está muy mal… Estoy con él desde que lo trasladaron al hospital.

―¿Te quedarás con él? Mina, tenemos reunión nuevamente ―Se sintió un idiota pero había otras cosas en juego y su publicista debía hacerse cargo de ellas, no andar de acompañante de su amante.

―¿Qué puedo hacer, Katsuki? Él no tiene familia en Tokio y tampoco conozco a sus amigos o personas cercanas, no conozco nada de él… ―Mina rompió en llanto y Katsuki sólo quería callarla.

―Está bien. Voy para allá. ―Su amiga se lo agradeció y quedó en mandar la ubicación exacta y el ala en donde se encontraba. Cortó la llamada y observó un momento su móvil. Tenía tantas dudas encima.

―Bakugo-san ―y la voz a sus espaldas, sólo provocó que deseara no haber despertado ese día. Katsuki volteó a mirar a Uraraka Ochako, de pie, frente al desayunador que los separaba. La veía portando un rostro preocupado pero era la respuesta que la joven le daba al ver su expresión―. ¿Qué sucede? Luce preocupado.

Aspiró profundo y apagó finalmente el fuego de la cocina. No sabía cómo abordar el tema con Ochako, pero si Kirishima estaba hospitalizado, ella debía saberlo, debía saber más sobre su vida, sobre sus allegados, al menos más información de lo que Mina tenía en esos momentos.

―Uraraka, escucha… ―Se mordió la lengua al principio. No sabía cómo iniciar pero debía hacerlo de alguna forma porque Ochako era la única que podía guiarlos en estos momentos―. Tendremos que postergar tu denuncia.

―No pensaba hacerlo, de todas formas.

―Dios… De verdad eres insufrible ―renegó Katsuki―. Tu amigo, Kirishima, fue atacado ayer en el bar donde trabajaba. Ahora está en el hospital con un pronóstico reservado, así que hazle un favor, busca a sus familiares y avísales lo que está pasando.

El rostro de Ochako pasó de la confusión al miedo palpable. Excelente, Katsuki, se dijo a sí mismo, tienes la empatía hasta el cielo, maldito. Ochako se llevó las manos a su boca, finas lágrimas corrieron por sus mejillas, su rostro pasó del asombro a una tristeza inconmensurable. No sabía si se debía a la noticia como tal o realmente Ochako tenía sentimientos por el pelirrojo.

―Uraraka…

―Es mi culpa… ―Susurró la muchacha. Katsuki no la escuchó bien―. Es mi culpa… Es por… ¡Mierda! ―Ochako retrocedió y tuvo toda la intención de largarse de allí pero Katsuki no se lo permitió. Avanzó hacia la más jóven con velocidad y la tomó del brazo antes de que ella pudiese marcharse de su casa―. ¡Suélteme!

―¡Espabila, mocosa! ―Gritó Katsuki con molestia y Ochako lo miró con una sorpresa tal―. Cálmate, ¿quieres? Mina está con él ahora pero necesitamos su información. Necesito que madures al menos unos cinco minutos y te pongas a hacer algo, no sólo te eches a llorar. Si es tu amigo, actúa como tal.

Ochako no apartó los ojos de Katsuki, sus palabras resonaron en ella con fuerza y él pareció comprender eso al ver que la joven ya no oponía resistencia a su agarre. Él la soltó entonces.

―Escucha… Te llevaré a donde sea que esté él, Mina me mandará la ubicación del hospital pero tienes que serme de utilidad, no puedo estar consolando a dos magdalenas ahora mismo. ―Ochako asintió―. No es tu culpa lo que le ha sucedido. El bar donde trabaja seguro alberga borrachos todo el tiempo.

Ochako suspiró y negó. Ninguno de los dos quería revelar lo que realmente sucedía, ninguno de los dos quería dar a conocer lo que sabía del otro, por ese motivo, ni Ochako opuso resistencia a la hora de marcharse de allí, ni Katsuki hizo más preguntas del lugar donde trabajaba Kirishima Eijiro.


Sero Mina nunca había ido a DollHouse con otra intención que no sea volver a tener a Kirishima Eijiro para ella, volver a sentirse tan bien como se sintió en sus brazos, aferrada a las sábanas y a su desnudez. Mina había ido a buscar a Eijiro con sólo una intención y no era más que algo netamente carnal, primitivo y animal.

A diferencia de sus intenciones o sus aspiraciones de esa noche, cuando tuvo al barman tan cerca suyo, apunto de sentir sus labios besando los propios, no esperó ser interrumpida por un desconocido que, inicialmente, parecía un cliente cuyo ingreso pudo interpretarse como algo accidental, pero al verlo avanzar hacia Eijiro como si tuviese toda la intención de arremeter contra él, Mina palideció.

Al principio, no había duda en los movimientos de Kirishima, estaban acostumbrados a lidiar con clientes difíciles o borrachos, sabía que el sujeto que avanzó hacia él no quería conversar, así que tenía la guardia en alto. Bloqueó el golpe que fue dirigido hacia él como si lo tuviese estudiado con demasía, de hecho, el golpe que recibió el hombre de parte de Eijiro fue más duro y pareció abatirlo con facilidad. Mina dio un grito al cielo cuando vio a su amante de una noche golpearlo con tanta facilidad, de verdad, no se había pensado que un hombre cuya sonrisa era tan cálida, albergaría unos puños tan duros.

El cliente en cuestión se puso de pie después de sacudir un poco la cabeza, estaba atontado.

―Chisaki no mencionó que seas tan fuerte ―lo escuchó pronunciar.

―¿Así que has venido a buscarme directamente? ―Inquirió Eijiro―. ¿Vienes de parte del hombre que lastimó a Ochako?

Eijiro avanzó hacia el hombre a paso lento pero con una seguridad tal que los nervios iniciales en Mina fueron cesando, sin embargo, no contaron con que el sujeto pudiera reponerse para correr en dirección a donde se encontraba la pelirrosada mujer. Mina palideció, escuchó a Eijiro gritar a sus espaldas, de verdad no recordaba mucho porque la impresión de ver al hombre sacar un cuchillo y blandirlo hacia ella, la hizo retroceder inútilmente.

―¡Mina! ―Escuchó la voz de Eijiro abalanzarse hacia el sujeto en cuestión. Todo pasó tan deprisa, no sabía realmente cómo fue la secuencia de acciones pero sólo recordaba que el hombre había apuñalado a Eijiro en el abdomen, la sangre salió a borbotones y el rostro del risueño hombre fue fundido en una total y completa confusión.

Mina gritó el nombre de Eiji y el sujeto no tardó en darse a la fuga. Lo único que Mina podía recordar en forma era que corrió hacia el cuerpo de su amante y quitándose su abrigo de piel, presionó la herida del hombre para tratar de detener la hemorragia. Sus gritos parecían no ser suficientes para ser escuchados, ella pedía al hombre que se mantenga despierto, que no cierre los ojos.

Y lo único que recordaba haberlo escuchado decir fue ¿Estás bien, Mina?, como si su situación actual no fuese lo suficientemente preocupante.

―¿No recuerda nada más, Sero-san?

Mina levantó la mirada al oficial que se encontraba de pie frente a ella. Mina ya no se encontraba en la terraza de DollHouse, sino que en la sala de urgencias del Hospital Okubo de Shinjuku, uno de los hospitales más próximos al sitio donde se produjo el altercado.

Mina negó con la cabeza a los dos oficiales.

―¿Recuerda algo más del atacante de Kirishima-san? ―Preguntó el otro oficial.

―Mencionó un nombre ―dijo Mina entonces―. Chisaki… ―Pronunció―. Creo que fue «Chisaki no mencionó que eras tan fuerte» o algo similar.

Los dos oficiales compartieron una mirada entre ellos.

―¿Sabe si Kirishima-san tenía enemigos o debía dinero?

―No soy pariente ni amiga suya, ¿cómo voy a saberlo? ―Preguntó Mina con molestia.

―¿Y qué hacía allí con él entonces? ―Inquirió el otro oficial.

Mina apartó la mirada a otro sitio. ¿Cómo podría explicar su situación actual siendo ella una mujer reconocible y ahora estaba metida hasta el cuello en la escena de un intento de homicidio?

―¿Acaso no debería estar su abogado presente si le realizarán un interrogatorio? ―Mina conocía la voz del hombre que irrumpió en la sala de espera con su arrolladora fuerza. Sonrió para sus adentros al ver entrar a Katsuki con su ceño fruncido―. ¿Cómo mierda están cuestionando algo tan irrelevante a la testigo principal de lo que sucedió? Es la única que puede declarar en forma y la están sometiendo a un interrogatorio sin un abogado presente. De verdad, ¿qué tipo de oficiales son?

Los dos uniformados compartieron una mirada entre ellos, reconociendo con facilidad al hombre que los estaba cuestionando en esos momentos.

―Bakugo-san ―saludaron ambos hombres con una ligera reverencia que él no se molestó en responder―, ¿qué relación tiene con la víctima?

―Ninguna, pero la mujer a la que están interrogando es mi publicista y no toleraré comportamiento similar con mi personal ―respondió Katsuki―. Si van a hacer su trabajo, háganlo en forma, no se aprovechen de los civiles de éste modo.

Los oficiales se disculparon con Mina y le solicitaron que si recordaba algo más, marcara uno de los números que figuraba en la tarjeta profesional de uno de los oficiales o acudiese a la comisaría correspondiente a la jurisdicción del hecho ocurrido. Ella no se negó y sin más, los oficiales dejaron el recinto hospitalario.

Mina volteó la atención a su amigo entonces.

―Katsuki, gra…

―De verdad, Mina, ¿qué mierda hacías con el pelirrojo dientes de tiburón en Doll House? ―Inquirió molesto. Ella lo miró con fastidio.

―¿Acaso no debería tener un abogado si iban a interrogarme?

―Yo no soy un oficial, soy tu amigo, mierda. ¿En qué estabas pensando? Pensé que lo tuyo con el barman fue algo de una noche.

―¿Cómo iba a saber que lo estaban buscando? ―Preguntó Mina encogida de hombros.

Para sorpresa de ambos, los pasos de Ochako acercándose a ellos, los hizo guardar silencio y voltear a mirarla llegar hasta ellos. La joven tenía los ojos húmedos y las mejillas sonrojadas por el esfuerzo de no romper en llanto. Mina dirigió su atención a Katsuki y éste sólo se encogió de hombros.

―Dime que no es lo que creo que es ―susurró Mina a Katsuki, preguntándose cómo llegaba con Ochako tan temprano en la mañana. Éste sólo la hizo callar.

―¿Has hablado con algún médico que sepa la situación de tu amigo? ―preguntó Katsuki acercándose a la más joven bajo la atenta mirada de su pelirrosada amiga, quien no pasó por alto el modo en el que Katsuki actuaba frente a la más joven.

―Sí… Sigue con pronóstico reservado ―habló Ochako, entonces los ojos castaños de la joven Doll fueron a Mina―. Usted estaba con él al momento del ataque… ¿Qué sucedió?

Mina dudó en responder esa pregunta, de hecho estaba cansada de estar respondiendo preguntas como si fuese ella quien blandió el cuchillo en contra del hombre. La mirada severa de Katsuki era una amenaza latente así que sabía que no podía decirle demasiado a Ochako, ni su aventura ni nada que pudiese comprometerla.

―Alguien subió a la terraza en donde nos encontrábamos y… Parece que buscaba pelea con Eijiro. No lo sé, por un momento creí que iba a por mí pero terminó hiriéndolo a él ―respondió. Ochako asintió y le dio una reverencia profunda que sorprendió a Mina, pero no fue hasta que Ochako comenzó a temblar y a sollozar.

―Muchas gracias por haber estado con él en ese momento… ―Dijo Ochako sin levantar su mirada a la mujer―. De verdad se lo agradezco… Si Eijiro hubiese estado solo… No puedo ni imaginar qué sería de él. Muchas gracias, Sero-san.

Mina relajó los hombros al escucharla decir esas palabras, sorprendida que lo único que Ochako tenía para decirle en esos momentos sea un agradecimiento. Si bien era verdad que, de no estar con Eijiro al momento del ataque, quizá nadie hubiese notado que el pelirrojo fue víctima de homicidio. Ochako no le saltó encima como los oficiales o como su propio amigo Katsuki, cuestionando qué hacía con Eijiro en la terraza, sencillamente, agradeció el haber estado con él, ser de gran ayuda para salvar la vida de su amigo.

Mina tuvo compasión de como Ochako lloraba, así que se acercó a ella y tomándola por los hombros, la hizo levantarse y abrazarla con cariño. Ochako rompió en llanto entonces mientras Mina la sostenía, sollozando a su par, pero no sólo por el estado de Kirishima, sino porque había juzgado tan mal a Ochako y se sentía culpable.

Katsuki dejó escapar un suspiro y se dirigió hacia Ochako para posar sus manos sobre sus hombros, llamando su atención. Ochako lo miró un momento con pena, él se encogió de hombros para levantar la mirada hacia Mina, ésta comprendió que Katsuki quería hablar a solas con la más joven.

―Te esperaré en la entrada del hospital ―indicó Mina y Katsuki asintió.

Cuando estuvieron solos, Katsuki la observó con detenimiento.

―¿Por qué te rehusas a hacer la denuncia? ―Ochako se cruzó de brazos, se secó las lágrimas con el dorso de la blusa que había tomado prestado de Mahoro sin responder nada a Katsuki, él comenzaba a hartarse―. El cómo fuiste agredida ayer y que no te preocupe, sólo me dice que estás acostumbrada a que te traten de ese modo, Uraraka. ¿Acaso es un ex novio tuyo…?

―¿Qué? ―Preguntó molesta.

―Entonces no entiendo por qué te rehúsas a buscar una solución a lo que sucedió ayer ―respondió el hombre. Ochako exhaló con fuerza.

―¿Sabe por qué no hago la maldita denuncia? Porque es una pérdida de tiempo ―respondió ella con lágrimas en los ojos―. Tiene razón, no es la primera vez que pasa, pero cuando sucedió, hice la denuncia, me aseguraron que estaría protegida pero ayer, el mismo hombre que me atacó, intentó abusar de mí. Supongo que el sistema sólo protege a personas que no son como yo, mujeres con vidas desordenadas, así como usted me ha llamado otras veces.

Bakugo se mordió la lengua cuando escuchó lo que Ochako le había dicho. Se maldijo a sí mismo, claramente recordaba cómo la había tratado veces anteriores, como si fuese una manzana podrida que podría perjudicar a su hija, sin pensar que quizá podría estar necesitando que alguien, en lugar de juzgarla, la ayudara. Realmente no sabía nada sobre ella y se atrevía a darle consejos sin saber lo que sucedía en su día a día.

―No tenía idea… ―Respondió Katsuki.

―Yo tampoco tenía idea de ser tan vulnerable ―Ochako se abrazó a sí misma―. Lo mejor que puedo hacer ahora es mudarme y ver de iniciar en otro sitio.

Katsuki la miró con curiosidad sin saber muy bien qué significaban esas palabras.

―¿Iniciar en otro sitio? ¿Te refieres a que, de verdad, vas a dejarlo todo y te irás? ―Preguntó Katsuki con sorpresa.

―No será la primera vez ―dijo ella.

―¿Así es como solucionas todo, entonces? ¿Agarras tus cosas y te vas? ¿Fue así como llegaste a Tokio? Dios, de verdad eres un chiste, Uraraka ―fueron las duras palabras del presidente del Grupo Bakugo ante la joven amiga de su hija. Ochako negó con una sonrisa cansada.

―No me sorprende que Mahoro sea tan prejuiciosa ―soltó Ochako entonces, recibiendo una mirada molesta de parte del hombre―. Gracias por salvarme el día de ayer. Si he sobrevivido hasta la fecha no es por la ayuda de los demás, sino por mis propios medios y aunque le parezca un chiste, he evitado salir herida huyendo e iniciando de nuevo. No pretendo que alguien que lo ha tenido todo siempre me entienda. Sólo… no me moleste.

Ochako le dio la espalda al hombre de traje para retomar su andar de regreso hacia el área de internación en donde se hallaba su pelirrojo amigo, masticando aún el amargo sabor que las palabras de Katsuki habían dejado en ella, estaba cansada de tener que justificar o explicar sus acciones, peor, cuando la criticaban de ese modo porque para ella era mucho más sencillo iniciar de cero y volver a sentirse segura. Nadie conocía si historia ni mucho menos, conocían a su padrastro y de lo que era capaz de hacer.

Ochako avanzó varios pasos, pero sin esperarlo, su muñeca fue tomada por la gran mano del hombre que, hasta hace un momento, sólo tenía palabras despectivas para ella. Ochako volteó con sorpresa a mirar a Bakugo Katsuki, encontrando un rostro ensombrecido y la intensidad de ese incendio que tenía en su mirada.

Las mejillas en Katsuki parecían sonrojadas por estar tocándola, pero su mano no dejaba en libertad la muñeca de Ochako.

En la mente del hombre, la idea de cuán pequeña era la muñeca de la joven, qué apenas con dos dedos podía rodearla por completo, albergaba; mientras que en el de la mujer, era la contradictoria sensación que existía entre la dureza qué aparentaba su agarre y la dulzura del tacto que tenía Katsuki con ella, como cuando curó sus heridas, sentirlo era casi como una súplica tácita.

Ochako bajó la vista a su muñeca y por alguna razón, sintió una intimidad mayor a lo que alguna vez vivió con el hombre, cuando vestía la piel de Angelface.

―Tienes razón ―inició Katsuki―, soy prejuicioso. No sé por lo que has pasado ni lo que has vivido y quisiera entender por qué haces todo lo que haces. Eres un total enigma para mí, no haces lo que creo que tiene sentido… ―Ochako no podía dejar de observarlo, había algo hasta magnético en la mirada del hombre―. Pero quiero pensar que eso es porque no has tenido a nadie a tu lado.

―¿A qué viene todo eso? ―Fue la pregunta de Ochako.

―Qué no tienes porqué hacer las cosas sola ―Respondió. Ochako negó y más lágrimas se escurrieron, se soltó entonces del agarre del mayor.

―Eiji dijo lo mismo y mire donde está ahora ―Respondió Ochako con las lágrimas a flote―. No puedo dejar que la gente a mi alrededor salga nuevamente lastimada.

Ochako tuvo toda la intención de marcharse de allí, de dejar las cosas así y no dar vuelta atrás; Katsuki sabía que si ella se marchaba, muchas cosas volverían a su orden natural, si Ochako desaparecía de su vida, todo por lo que temía que se sepa, ya no sería un miedo recurrente, sabía que volvería a estar tranquilo sin que las cosas vuelvan a complicarse.

Pero había una pequeña parte suya que se negaba a dejarla ir.

―Recuerdo a tu padre ―las palabras del hombre fueron lo suficientemente fuertes como para detener el avance de los pasos en la más joven. Katsuki se mordió la lengua. ¿Qué estaba haciendo?

Ochako volvió su mirada a la suya y Katsuki avanzó unos pasos hacia ella.

―No sé qué fue lo que sucedió contigo ni tu familia… Pero puedo averiguarlo ―dijo entonces. Los ojos de Ochako se mostraron incrédulos, no podía culparla, hasta él sabía que como presidente del grupo familiar, tenía limitaciones, pero era la única forma que tenía de tenerla cerca.

¿Por qué? Se preguntó. Quizá no estaba listo para separar los dos mundos en donde ambos congeniaron. Era una fantasía, pero era parte suya finalmente. Ochako seguía sin saber que él conocía su secreto, quizá eso le de ventaja sobre ella, después de todo, el que tiene más información gana.

―¡Uraraka-san! ―una voz masculina se escuchó irrumpiendo el área en donde se encontraban, tanto Ochako como Katsuki observaron con curiosidad al oficial de policía que llegó hasta ellos―. Uraraka-san, vine apenas supe lo de Eijiro.

―Todoroki-san ―saludó Ochako con una reverencia.

Apenas Shoto reconoció el rostro lastimado de Ochako, acercó sus manos al rostro de la muchacha para sorpresa suya y, para qué negar, que el del Presidente del Grupo Bakugo también y no fue de mucho agrado ver cuánta confianza había entre ambos.

―¿Qué te sucedió? No me digas que… ¿El mismo hombre volvió a atacar? ―Ochako asintió, haciendo notar en la expresión de Shoto cuán culpable se sentía―. Maldición… Uraraka-san, pediré una escolta para este hospital y para ti, aunque lo mejor es que busquemos un nuevo lugar donde puedas mudarte, al menos temporalmente.

―¿Así que el hijo de Todoroki Enji te prometió seguridad? ―La voz molesta de Bakugo Katsuki interrumpió la conversación entre los dos conocidos. Ochako volvió la vista molesta hacia el empresario―. No me sorprende que hayan dado contigo.

―Mis más sinceras disculpas, Uraraka-san ―Todoroki volvío a dedicarle una reverencia a la castaña, ella sólo guardó silencio.

―Si no la hubiese encontrado a mitad de camino, quizá Uraraka no hubiese contado la historia, Todoroki ―dijo Katsuki. Ochako lo miró sorprendida aunque con cierto temor, porque tenía razón. Si Katsuki no la hubiese encontrado en esa fría noche, quizá Chisaki hubiese terminado lo que empezó. Un escalofrío recorrió su espalda―. Sé supone que la resguardarían, que la escoltarían. ¿Qué demonios hacías cuando la esperaban fuera de su departamento?

―Bakugo-san ―intentó intervenir Ochako pero Katsuki no la dejó, el macizo cuerpo del hombre se interpuso entre ella y el oficial con ojos bicolor como si fuese un volcán en erupción. Una sensación cálida albergó el pecho de la más joven al ver a Katsuki defenderla de ese modo.

―Tiene razón, fue mi culpa por no encargarme personalmente de la situación de Uraraka-san ―Respondió Shoto con verdadero pesar―. Esta vez veré de que se cumplan todas las medidas cautelares de la fiscalía con el caso de Uraraka-san.

―Más vale que así sea ―Respondió Katsuki mirándolo de forma despectiva―. Tienes la oportunidad de cambiar mi opinión de un Todoroki, mocoso. Haz tu trabajo en forma.

Shoto no dijo nada, de hecho asintió como si no fuese bastante humillante el cómo Katsuki lo estaba tratando. Ochako apreció esta escena con mucha curiosidad, recordando un poco las palabras de Todoroki Enji al referirse a Bakugo Katsuki.

―Puedo darte el dinero, los contactos y los medios, es verdad; no lo sabes, pero tengo asuntos sin arreglar con Bakugo Katsuki. No me vendría mal humillarlo públicamente y hacerlo pagar…

Recordaba las palabras de Todoroki Enji como si lo estuviese escuchando. Su conversación con el dueño de Doll House seguía latente en ella porque estuvo a punto de trabajar en contra del hombre que había salvado su vida la noche anterior. La vida daba demasiadas vueltas.

Ochako no podía apartar la atención de la ancha espalda del empresario, un hormigueo se apoderó de su vientre y un impulso la hizo apretar los dientes.

―…No planeo ser deshonesto contigo, porque de que quiero hacer sufrir a Bakugo Katsuki, lo quiero… Pero le dolerá más el golpe si viene dirigido desde un punto ciego para él. Por eso, ¿estás dispuesta a ir lejos con tal de verlo caer?

La voz de su jefe se reproducía en su interior haciéndola flaquear.

Y de pronto, las últimas palabras dirigidas a ella de parte de Katsuki resonaron en su interior.

―Recuerdo a tu padre ―esas simples palabras hicieron que todo en Ochako se estremeciera porque estaba tan perdida y esa frase logró que ella volviera a tener un norte.

Katsuki quizá estaba buscando algo más en ella, así como Enji lo hizo en su momento, nadie hacía favores gratuitamente, siempre había un interés a pagar tarde o temprano. La incógnita crecía dentro de Ochako quien no dejaba de mirar a Katsuki mientras seguía blandiendo improperios contra el último hijo de Todoroki Enji, preguntándose tantas cosas, sintiéndose tan abrumada.

Katsuki finalmente regresó su atención a Ochako y una vez que la rojiza mirada del hombre sostuvo la castaña ajena, Ochako sintió un gran peso sobre el pecho.

―Uraraka-san, Todoroki-san ―la voz de otro hombre se oyó llegando hasta el ala del hospital en donde se hallaban. Katsuki no prestó mucha atención a la voz del hombre hasta que volteó y lo tuvo enfrente. Tanto el dueño del Grupo Bakugo como el oficial de policía con gafas de vista y cabello oscuro, mostraron un total desconcierto al reconocerse mutuamente. Los pasos de Iida Tenya cesaron antes de poder acercarse lo suficiente―. Bakugo-san… ―habló con cierto temor pero también había un recelo tácito allí.

Katsuki frunció su entrecejo.

―Uraraka ―habló Katsuki sin dejar de observar a Tenya―. ¿Cuál es tu afición a relacionarte con policías si ninguno te brinda protección en forma?

―¿Se conocen? ―Preguntó Ochako con sorpresa.

―No personalmente ―Respondió Tenya.

―No, Camie nos hizo los honores ―fueron las palabras de Katsuki, una sonrisa con sorna se apropió de los labios del rubio―, y a ti, el favor, al parecer.

Tenya endureció su mirada dirigida a Katsuki.

―Bakugo-san…

―Como sea, Uraraka, haz algo útil y piensa en lo que te he dicho ―formuló el hombre hacia Ochako.

―Bakugo-san ―volvió a llamar Tenya―, ¿podríamos hablar en privado?

―No tengo por qué ―Respondió sin mirarlo―, y si sabes lo que te conviene, no darás otro paso más hacia mí, mocoso.

A pesar de las advertencias del mayor entre las cuatro personas presentes en ese sector del hospital, el oficial de policía, Iida Tenya quiso acercarse a Katsuki y tomar su brazo para intentar hablar con él. Katsuki sonrió con mofa al sentir el agarre del oficial y su primera reacción fue soltarse del hombre con fuerza.

―Te lo advertí, mocoso ―gruñó Katsuki.

―Solo quiero conversar con usted y pedirle perdón personalmente ―Respondió. Katsuki dejó salir una risa seca.

―¿De verdad, qué carajos vio Camie en ti? ―soltó Katsuki, sorprendiendo a Ochako al escuchar el nombre de la esposa del presidente del Grupo Bakugo―. Ni siquiera sabes leer el ambiente y quieres dártela de un hombre correcto. Tienes suerte que estamos en un lugar público, o te incrustraba los lentes en la cara de un golpe. No me importa que seas un oficial.

Las palabras de Katsuki no resguardaban mentira alguna. Todoroki tomó el brazo de su compañero para persuadirlo y finalmente, Iida se alejó del empresario.

El teléfono de Katsuki sonó entonces, rompiendo el pesado ambiente que sobrevoló el lugar. Él no tardó en contestar.

―Nejire… ―dijo sencillamente, lo sugiente fue verlo cerrar los ojos y apretar su tabique nasal en una búsqueda inútil por serenarse―. Mantenlo ocupado. Llego en veinte minutos. Dile que es su maldito trabajo, mierda… Carajo, como sea, llego y lo resuelvo. Gracias.

Katsuki no volvió la vista atrás, se retiró sencillamente y caminó hacia donde sabía que estaría su amiga Mina, bajo la atenta mirada de las tres personas que quedaron en el sector de urgencias.

Ochako sintió una presión en el estómago al escuchar las palabras dirigidas de Katsuki a Tenya, porque conocía el contexto que rodeaba al matrimonio Bakugo, sin embargo, nunca esperó que la persona involucrada en entre Katsuki y Cami fuese Iida Tenya.

Todoroki se aclaró la garganta en un intento inútil de hacer pasar la tensión qué dejó Bakugo Katsuki antes de retirarse, regresando a Ochako a la realidad. Cuando volteó a mirar a los dos oficiales, Iida se encontraba cabizbajo.

―Pediré refuerzos para el hospital ―dijo entonces Shoto, observando a su compañero―, si el sujeto que atacó a Kirishima sigue suelto, podría regresar.

―Hazlo, Todoroki-kun. Gracias ―Respondió Tenya y su compañero de ojos y cabello bicolor, asintió para alejarse de ellos.

Ochako no sabía muy bien qué decir, ni siquiera sabía si correspondía decir algo en esos momentos. Lo único que pudo formular fue que iría de regreso al sector de internación para monitorear el avance de su pelirrojo amigo.

―Uraraka-san ―habló Tenya y ella lo observó con curiosidad. El de lentes le dedicó una mirada avergonzada―. ¿Crees que soy una mala persona?

Ochako no supo muy bien qué significaba esa pregunta aunque a juzgar por la escena reciente, comprendía que quizá Tenya no podía vivir a plenitud su relación con Camie, ni gozar el proceso que la paternidad estaba despertando en él debido a las circunstancias de su relación y peor, toparse con Bakugo Katsuki y escucharlo de ese modo, no ayudaba en mucho tampoco.

―Supongo que nadie es del todo buena o mala persona, Iida-san ―Respondió Ochako, sorprendiendo al oficial―, y si alguien te dice lo contrario, quizá mienta. Particularmente, no me gusta actuar de juez, no es mi estilo. ―Y sin esperar respuesta alguna de parte de la otra persona, Ochako le dedicó una reverencia al oficial y se alejó de allí para ir de regreso hacia donde se encontraba el área de internaciones.

Ese día, Ochako no regresó a casa. Ese día, Ochako se mantuvo cerca de Eijiro como sabía que él lo haría si las circunstancias hubiesen sido otras. Ese día, no le importó ausentarse al trabajo ni faltar a clases porque sabía que todo era secundario cuando su amigo seguía en recuperación después de un ataque que, claramente, fue la respuesta que tenía Chisaki Kai de devolver el golpe que Kirishima Eijiro le había propinado el día que la atacó en Doll House.

A medida que las horas avanzaban, más personas conocidas de Eijiro llegaron al Hospital, Tetsutetsu y otros conocidos del pelirrojo se acercaron a hablar con ella, buscando respuestas a lo que, entre rumores, fue llegando a más gente sobre el estado actual del barman de Doll House. Midoriya Izuki y Asui Tsuyu llegaron antes de ir a su turno en el Host Club, ambas jóvenes preocuapdas por todo lo que se estaba diciendo sobre el estado de su amigo. Ochako habló con ellas, era la única que sabía la realidad que rodeaba el caso de Kirishima.

―¿Qué harás mientras estés aquí? ―Preguntó entonces Deku. Ochako se encogió de hombros―. ¿Por qué no vienes a casa? Quizá estemos un poco apretadas con Hatsume, pero podemos hacerte un espacio para que te quedes hasta que las cosas se tranquilicen.

―Gracias, Deku-cha ―sonrió Ochako con cariño―, pero no quiero incomodar.

―¿De qué hablas? No incomodas, Ochako ―respondió enseguida su amiga de ojos verdes―. Me preocupa que no vayas a tu departamento o que no tengas cómo comunicarte luego de perder tu móvil.

―Además, te han atacado en dos oportunidades ―acotó Asui con pena―. No parecen ser hechos aislados. Yo que tú, buscaría un lugar seguro. ―Ochako sólo asintió mirando sus pies―. ¿Aún no saben sobre el atacante? ―Ochako negó sin querer explayarse demasiado. No era algo que quisiera compartir con ambas jóvenes porque la idea de estar siendo acosada y herida por los hombres de su padrastro no era algo fácil de explicar.

―Al menos aquí tienes bastante seguridad ―comentó Deku.

Ochako volteó a mirar cómo una cantidad excesiva de oficiales de policía custodiaban las instalaciones del hospital Okubo. Al menos las indicaciones dadas por Todoroki Shoto fueron tomadas con la rigurosidad que prometió en su momento. Quedarse en el hospital parecía ser la mejor opción en esos momentos de incertidumbre.

Sus compañeras no tardaron mucho en despedirse y marcharse para DollHouse mientras Ochako volvió a quedarse sola en las inmediaciones del hospital. Sin su móvil y las distracciones que éste otorgaba, Ochako sentía que el tiempo no transcurría, que sin importar cuánto caminara de un lado a otro, nada parecía cambiar. Sabía que el día avanzaba debido al gran reloj ubicado en su dirección y por medio del cuál, supo que ya iban siendo de noche.

El frío se colaba por las prendas que tenía puestas desde la noche anterior. Quería darse una ducha caliente y acostarse en su cama pero sabía que no tenía opciones por el momento hasta encontrar un sitio dónde refugiarse.

Ochako subió sus pies a la silla metálica del área de espera y acunó su rostro entre sus rodillas mientras intentaba conservar el calor de su cuerpo, meditando un poco sobre los últimos sucesos vividos.

Los intensos ojos de Bakugo Katsuki volvieron a asaltar su mente, haciéndola cerrar los ojos, recreando su expresión al decirle que recordaba a su padre. ¿Por qué lo dijo en ese momento? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no cuando se conocieron por primera vez? ¿Estaba intentando manipularla? Las preguntas la hicieron ahogar un grito de frustración en su interior, sintiendo cómo todo era tan confuso en esos momentos. ¿A qué estaba jugando ese hombre?

―¡Ocha! ―La conocida voz de Bakugo Mahoro cruzó los pasillos hasta llegar a ella. Ochako levantó la vista casi de golpe por la sorpresa de escuchar su voz rompiendo el silencio. La castaña vio a su rubia compañera de pie no muy lejos de ella y a juzgar por el modo en el que su expresión cambió al verla, Ochako supo que Mahoro reconoció no sólo su ropa, sino también el moretón de su rostro. No supo muy bien qué esperar de ese encuentro, pero al ver a Mahoro corriendo hacia ella y estrecharla en un abrazo cálido, supo que la primogénita de Katsuki ya sabía sobre su actual situación―. Maldición, ¿qué te sucedió? Mi papá me ha contado todo… ―Mahoro abrazó y acarició su espalda como si de un animal lastimado se tratara y por un momento, Ochako sintió que la calidez en su cuerpo regresó.

―Mahoro… ¿Qué haces aquí? ―Preguntó con vergüenza al saber que llevaba puestas las ropas de la rubia muchacha.

―Vine apenas pude ―respondió. Se separó un poco de Ochako para mirarla―. ¿Qué haces aún con las ropas de ayer? Parece que no has descansado nada.

―No puedo regresar a mi departamento ―dijo con timidez.

―¡Me hubieses avisado!

―Mi teléfono terminó rompiéndose ―respondió―. Te llamé a la madrugada.

―Carajo, lo sé… Lo siento, seguía molesta y no quería responderte. Soy una amiga de mierda, no me lo digas ―dijo Mahoro―. Ochako, lamento todo lo que te dije ayer y sé que no tengo perdón al ignorarte cuando más me necesitabas…

―Mahoro, yo tampoco he sido una buena amiga ―Mahoro la hizo callar al abrazarla con fuerza.

―No digas nada, ¿está bien? ―Interrumpió Mahoro―. Ambas estábamos molestas, dijimos cosas que no sentíamos y de verdad lo siento. ―Ochako acomodó su cabeza en el hombro de su amiga―. Escucha, ¿por qué no vienes a mi casa, te das una ducha y venimos a hacer vigilia para tu amigo?

Ochako dudó un momento, se separó de Mahoro para regresar su atención a la habitación en donde se encontraba su amigo aún sin poder recibir visitas.

―No quiero dejarlo. No me sentiría cómoda ―respondió Ochako.

―Tranquila ―una tercera voz se escuchó llegando a ellas. Ochako se sorprendió al reconocer a la tía de Mahoro, Sero Mina, llegando hasta ellas―. Yo me quedaré con Eijiro a partir de ahora. Ve a descansar. ―Ochako quiso decir algo más pero Mina le dedicó una sonrisa cálida―. Llamaré a Mahoro si necesito que estés aquí, ¿está bien? ―La mirada oscura de la mujer fue a Mahoro―. Así que pon el sonido a tu teléfono, mocosa.

―¡Sí, tía! ―Respondió Mahoro con una sonrisa de oreja a oreja como si de una niña se tratara.

Con la certeza de que Kirishima Eijiro no estaría solo, Uraraka Ochako accedió a ser acompañada por Mahoro para tomar un descanso luego de estar todo el día en el hospital. Por un momento, Ochako comprendió cuán buena amiga era Mahoro que, a pesar de tener todo el derecho de estar molesta con ella, prefirió dejar a un lado el inconveniente pasado para darle una mano amiga cuando más lo necesitaba.

La idea de volver a ser atacada regresó a su mente y detuvo su avance, llamando la atención en su compañera.

―¿Qué sucede, Ocha?

―Mahoro, gracias por la hospitalidad, sólo tomaré una ducha y regresaré al hospital.

―¿Por qué? Tienes que descansar ―insistió Mahoro.

―No es seguro para ti estar cerca mío ahora mismo ―respondió la castaña―. No sé lo que te ha dicho tu padre sobre lo que me sucedió, pero…

―Descuida, no estaremos solas ―frenó Mahoro para su sorpresa. Ochako la observó con curiosidad―. Mi padre me ha dicho que pasemos unos días en casa, es más seguro, tiene el doble de seguridad ya que es la casa del presidente del grupo Bakugo, así que no tienes que sentirte agobiada.

―¿Cómo? ―Preguntó sorprendida―. ¿En su casa?

Mahoro, a pesar de enumerar los puntos positivos que tenía la oferta de vivir bajo el mismo techo que su padre, Bakugo Katsuki, Ochako no podía salir de su confusión. ¿A qué mierda estaba jugando ese hombre?

Y antes de poder negarse a cualquier cosa, las puertas principales del hospital Okubo se abrieron y para sorpresa de Ochako, la figura del hombre en cuestión, las recibió. Katsuki se encontraba fuera del vehículo que las llevaría a las instalaciones de su morada, hablando por el móvil sin prestarle mucha atención. De pronto, la mirada rojiza del rubio acabó encontrando la castaña de la joven, enmudeciéndola por completo.


Notas de la autora:

¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!

Espero que el capítulo les haya gustado. Los sucesos posteriores al primer capítulo, con el encuentro entre Katsuki y Ochako al fin están tomando su curso y la tensión es cada vez peor entre ambos.

Espero con ansias que los siguientes capítulos sean de su agrado.

¡No estamos leyendo!