Los personajes no me pertenecen son creación del gran Akira Toriyama. La trama e historia si son idea original mía.

¿Me oyes? estoy hablando contigo, al otro lado del agua, al otro lado del océano azul profundo, bajo el cielo abierto. ¡oh mi pequeña, lo estoy intentando!

Sé que quiero cuando te vas, supe desde tiempo atrás.

Es que, mi corazón no sabe querer hasta volverte a ver.

Suerte que despierto junto a ti. Suerte que sentí lo que sentí. Suerte que regresas para mí... Nadie tiene la razón de que exista el amor. Solo hay un tú y yo, las promesas de los dos

Me esperarás, aquí estaré... Lo sé — Lucky, Jason Meraz feat Ximena Sariñana.

La bitácora de aquel día, indicaba que su nave se había averiado en lo que ellos pensaban que era un planeta con formas muy simples de vida, una roca espacial sin más valor en sí misma, el propósito de ese viaje era que el príncipe Vegeta pasara aquellos días entrenando en un planeta con potencial medio, suficiente para darle pelea, pero eso no sucedió.

Todo sucedió cuando la nave había comenzado a hacer movimientos extraños y sonidos aún más raros mientras perdía potencia.

— ¿Que sucede Nappa?— Aún cuando su voz sonaba infantil, su tono exigente denotaba su rango y jerarquía en esa nave.

El calvo saiyajin hacía todo lo posible por maniobrar la monstruosa aeronave, intentando evitar que el joven príncipe se diera cuenta de la situación grave que tenían —

— Nada de que preocuparse príncipe, solo pasaremos por una zona de asteroides y turbulencias—

Intentó sonar lo más casual que pudo pero sabía que las cosas no iban bien.

Dejó que Vegeta se fuera a buscar a Radditz, pero cuando vio que la situación no mejoraría, tomó la decisión de hacer un aterrizaje de emergencia, buscó algún planeta idóneo para eso, la base de datos de la computadora de la nave localizó a uno no tan lejos: planeta Tierra, decía la descripción, de acuerdo a los datos que tenían, no había ninguna fuerza realmente importante que pudiera hacerle frente a los saiyajines.

Tan pronto aterrizaron, Vegeta salió fuera de la nave, se hallaba fastidiado. Su padre le habían prometido que sería un gran día lleno de emoción, peleando contra grandes guerreros en ese sistema solar binario, pero eso no había pasado, por el contrario Nappa se había detenido en ese planeta tan soso y falto de gente poderosa, se puso su localizador y revisó el nivel de lo de los sujetos más cercanos a la posición en la que había aterrizado:

— No hay nada que ver aquí... puros insectos—

Fue lo que con fastidio masculló el joven príncipe mientras veía sus alrededores, vio a lo lejos a Nappa intentado arreglar algo en la nave mientras Radditz quien era solo unos dos años más grande que Vegeta, observaba lo que el calvo saiyan hacía. Tan pronto se cercioró que no lo veían, se fue por su cuenta a explorar, al menos intentaría encontrar algo interesante en esa roca polvorosa a la que habían llegado.

Sobrevoló por el lugar, entre más se alejaba más interesante se hacían los paisajes, decidió distraerse pues se conocía y su malhumor podría ser letal, era mejor permanecer lejos de los otros dos saiyans o pagarían su frustración.

Se suponía que ese día sería perfecto, había ido emocionado, pues los sujetos que habitaban en ese planeta con soles binarios eran realmente fuertes así que quería pelear con ellos, además de que su padre, el rey, le había prometido que entrenarían juntos si lograba en un día controlar y recuperar todo ese planeta, había deseado tanto entrenar con el rey...

Bufó con frustración mientras incrementaba velocidad de su vuelo, a pesar de su malhumor cualquiera que lo viera, pensaría que era adorable, craso error pues a pesar de lo infantil que se viera, su fuerza era letal.

De pronto, algo le llamó la atención, en un prado rodeado de un río y varias cascadas había una pequeña aeronave, que más que aeronave era como un aeroplano, y cerca de éste había una extraña manta roja, sobre de esta vio algo raro, un tipo de canasta, de cesta, ¿Acaso habría comida ahí? Vió algunas bebidas enlatadas, toda la escena le dio mucha curiosidad, sobre todo porque no veía quién podría ser él o la dueña de esas cosas, aterrizó suavemente sobre el pasto, y buscó con su localizador la presencia del o la dueña de ese festín, detectó que la presencia se hallaba cerca de las cascadas y hacia ahí se dirigió.

Lo que halló no se parecía a nada de lo que hubiera visto en algún otro sitio, el joven príncipe habría esperado hallar un ser feo y débil que, al

verlo se diera cuenta de quién era él e implorara, rogara por su vida, pero eso no fue lo encontrado.

Se quedó sin palabras, su aliento se atascó dentro de su garganta. Ahí, al lado del cauce de ese río, teniendo como fondo esas preciosas cascadas, halló al ser más exquisito y delicado que podía existir.

Ella era una cosita encantadora, con su blanca carita bastante sonrojada por estar expuesta al sol, hacía que esa piel de porcelana tan bella se viera aún más encantadora al estar ligeramente sonrojada por el exceso de luz solar, mientras un precioso cabello azul que asemejaba mucho a las cascadas del fondo caía sobre sus hombros y sus ojos... esos ojos tan expresivos, de un azul que competía en belleza al cielo terrícola, ella tenía una belleza tan diferente de los saiyans, pues toda su piel, y sus facciones eran tan diferentes, como sus rasgos similares.

Se sorprendieron ambos al verse, la pequeña se veía curiosa de verlo también, pronto Vegeta se percató que esa extraña pero hermosa criatura no le tenía miedo.

Lo primero que ella hizo tan pronto salió de su estupor fue observar al infante que tenía delante con curiosidad, era parecido a ella pero tenía una seria diferencia: había una cola de mono enrollada a su cintura, la curiosidad pudo más que la cautela y se acercó para hablar con ese extraño niño.

— Soy Bulma, y vivo en ciudad Oeste... ¿Quieres ser mi amigo?— Intrigada comentaba mientras se acercaba a donde él pequeño príncipe veía estático todo.

— Estaba recolectando muestras de la tierra de este lugar...— Explicó como si él entendiera todo lo que ella iba señalando.

— Ven y ayúdame a tomar muestras de allí— Señaló Bulmita varias rocas, mientras le extendía al pequeño príncipe una probeta donde tenía que recolectar lo requerido. Vegeta tomó con delicadeza ese extraño objeto y lo manipuló como Bulma le había explicado, hasta que tuvo todo.

La pequeña peliazul se estaba divirtiendo tanto con el extraño chico que quería alargar el tiempo. De pronto, Bulma recordó las cosas que había dejado para su picnic en el prado.

— Vamos, hay que tomar un refrigerio— Dijo emocionada y lo tomó de la mano para jalarlo y la siguiera.

Nadie nunca se había tomado tantas libertades con el príncipe de los saiyajines, a su corta edad estaba acostumbrado a ser servido y respetado, a ser temido, él era el gran heredero de una de las razas guerreras más temidas, sus ojos negros como carbones se abrieron asombrados al sentir la pequeña mano de la niña tomarlo con toda la confianza y tirar de él.

Lo más vergonzoso del asunto para él, era que se dejó arrastrar por esa débil y extraña hembra alienígena. No supo porque lo permitió pero pronto se vio inmerso en los juegos de esa chiquilla escandalosa.

Se acercaron a la manta con todas las cosas deliciosas para el picnic, Bulma estaba feliz, nunca había tenido amigos realmente, debido a su naturaleza inquieta y a su intelecto tan alto ninguno de los niños de su edad quería jugar luego con ella, jamás entendían sus juegos, pero parecía que no tenía problemas con que su nuevo amigo siguiera todo lo que ella decía.

—Toma traje estas frutas— Decía Bulma mientras le entregaba algo de fruta y otras golosinas, comieron en silencio, el pequeño príncipe saiyajin no quería aceptarlo pero jamás había tenido ese tipo de actividades que eran realizadas sin otro afán más que el de divertirse, en su mundo todo era entrenamiento, poder y fuerza, no quería admitirlo pero ese lugar tan extraño estaba siendo más interesante de lo que había imaginado.

La pequeña peliazul miró la hora, y se dio cuenta que ya debía irse, comenzaba a atardecer y si no regresaba pronto a su casa, sus padres se comenzarían a preocupar, sin embargo se sentía renuente en dejar a su nuevo amigo.

—Debo marcharme ahora a casa... ¿Te veré mañana aquí?— Curiosa preguntó, Vegeta hizo caso omiso a su pregunta, confundido por saber dónde era ese sitio al que ella tenía que ir.

Bulma no esperó a que él contestara para recoger todo, y activar su pequeño aeroplano, se subió en él, eso intrigó aún más a Vegeta,

— ¿Te veré de nuevo mañana? — Insistió la peliazul quién no quería dejar de ver a su nuevo amigo, no había dejado de percatarse que no le había contestado aún.

Vegeta vio con duda el artefacto al que la chiquilla se había subido, —Pretendes volar en esa cosa?— Cuestionó y por algún motivo eso lo puso nervioso, ella era tan frágil, tan delicada y débil... ¿Y si se caía esa cosa? ¿y si se lastimaba?

— ¡Sí! Es uno de los nuevos inventos que hice y que mi papá perfeccionó, ¡Mi papá es un gran científico! y yo lo seré también cuando crezca— comentó emocionada la chiquilla.

— Deja esa cosa, yo te llevaré — El comentario del pequeño príncipe era más una orden que una opción.

— ¿Tienes tu propia aeronave?— Confundida preguntó Bulmita, mientras guardaba la suya en una cápsula.

— ¡No seas tonta! Yo te llevaré volando— explicó como si ella entendiera de lo que hablaba.

Cuando vio que ella había guardado el artefacto, se acercó, y nervioso por tener a la pequeña tan cerca le pidió que se sujetara a él.

Cualquier otro ser que tuviera al pequeño príncipe saiyajin tan cerca, estaría temblando, y sabría que eran sus últimos momentos de su vida, no así la pequeña niña, quien feliz y despreocupada se abrazó al cuello del infante, quien no pudo evitar ponerse rojo de la vergüenza mientras se elevaba por los aires.

— ¡Ahhhhh en verdad puedes volar! — Exclamó la pequeña mientras emocionada comenzaba a hacer una serie de preguntas — ¿Cómo lo haces? ¿Usas una tecnología especial? —

Esas y muchas otras preguntas lo bombardearon, Vegeta que no estaba acostumbrado a que le cuestionaran tanto comenzó a exasperarse, sobre todo porque tal parecía que en ese planeta primitivo nadie sabía quienes eran los saiyajines.

— Yo soy el príncipe de los saiyajines, humana tonta, deberías cuidar como me hablas—

Ella lo miró confundida, —¿Saiyajines? ¿Ese es un sitio? ¿Una ciudad? No he escuchado acerca de ese sitio—

Él la miró molesto, por algún motivo le irritaba que ella no supiera de su existencia, era raro, jamás le importó las opinión de los demás pero esa pequeña y estrafalaria chiquilla tan parecida a su raza pero a la vez tan distinta, lo tenía intrigado y en su fuero interno comenzó a molestarle que ella no supiera más cosas de él.

Sin embargo fiel a su naturaleza, se reveló a las ganas que tenía de explicarle a detalle y con paciencia lo que eso significaba, por el contrario lo que hizo es subir la velocidad del vuelo y comenzar un descenso en picada hacia el suelo, con el afán de asustarla para que se callara.

Ella, lejos de asustarse se emocionó — ¡Esto es divertido! ¡Más rápido! ¡Más rápido!— Urgió la pequeña mientras reía a carcajadas emocionada y le señalaba hacia donde quedaba su casa.

Vegeta sonrió y estaba a punto de cumplir con lo pedido cuando se percató de dos cosas:

La primera que él, el gran príncipe de los saiyajines que no seguía lo que nadie dijera excepto el rey, su padre, estaba por seguir las órdenes de esa osada chiquilla de una raza inferior. La segunda que comenzaba a tornarse roja la delicada piel blanca de la niña, producto de la velocidad del vuelo a la que iban, como si ir tan rápido estuviera irritando su piel, lo cual lo alarmó, pues al parecer era una criatura más delicada lo que pensó.

— ¡Ya cállate! ¡Eres demasiado escandalosa! Nadie y menos una niña tonta como tú va a darle órdenes al príncipe de los saiyajines!— Con voz irritada dijo, mientras reducía su velocidad de vuelo, intentando de esa forma cubrir que se había preocupado al ver como la piel frágil se tornaba roja.

— ¿Tu raza es tan primitiva que no saben quienes son los saiyajines?— Se mofó.

Pero ella lejos de enojarse solo se rió, pues le divertían las actitudes de su nuevo amigo.

— ¡Ahí está mi casa!— De pronto señaló emocionada, mientras el príncipe saiyajin comenzaba a descender en el gran jardín de la corporación cápsula, el lugar era gigantesco y bastante moderno, eso sorprendió al pequeño príncipe que se percató que esa chiquilla al parecer pertenecía a alguna familia importante en ese sitio.

En cuanto descendieron y ella se soltó, él de inmediato sintió un vacío que no había sentido jamás, una pérdida que removió algo en el infante; se había sentido tan bien abrazar a esa niña y eso lo abochornaba y exasperaba.

— ¡Deja de gritar, eres escandalosa aparte de irrespetuosa, deberías ser más educada en tu comportamiento frente a un príncipe!— Comentó malhumorado.

Era inconcebible para él que ella, una frágil humana no le temiera, aún cuando él gritaba que era un príncipe y amenazaba a cada momento con lastimarla.

—"Un príncipe lleva una corona, tú no tienes ninguna"—con su sonrisa alegre ella comentó.

El infante entrecerró los ojos preso de exasperación por culpa de esa niña irrespetuosa, quiso zarandearla y gritarle a esa desvergonzada, él era el príncipe de los saiyajines no un terrícola debilucho y tonto.

"La vio alejarse a donde había varias flores en su jardín y hacer algo aunque no entendía que era, cuando volteó a verlo de nuevo llevaba algo raro consigo —"Aquí tienes una corona, ahora si eres un príncipe"— Alegre ella comentó, mientras si esperar su permiso le puso la misma, él quiso aventarla pero ella se veía tan feliz que solo se sonrojó y se hizo el indignado, antes de poder decir cualquier otra cosa ella lo tomó de la mano y llevó a conocer los jardines de la corporación cápsula.

Eso dejó al niño sin palabras, Vegeta simplemente se dejó llevar por el lugar mientras su corazón latía fuertemente por el hecho de que ella lo llevase de la mano, la miró con curiosidad, la extraña niña ni siquiera se percataba de lo que ese contacto estaba haciéndole a su nuevo amigo, quien la miraba sonrojado, embobado, y no escuchaba nada de lo que ella decía, solo el acelerado latido de su propio corazón.

Era tanto lo que lo desconcertaba la pequeña con sus actitudes que aún seguía con la vergonzosa corona de flores que ella le había hecho y puesto en la cabeza.

—¿Quién era esa chiquilla? ¿Y con que artes lo estaba dominando?— Cada vez se sentía mas y más intrigado.

La pequeña Bulma que no sabía del caos que estaba generando en su nuevo amigo, volteo a verlo y le sonrió amable como ella era antes de decirle —"¿Has comido algo aparte de los bocadillos que comimos? — Tan pronto habló de comida el estómago del joven príncipe Vegeta gruñó.

Bulmita se rió antes de decir — Ya veo que no... Ven en casa hay mucha comida que de seguro te encantará— y sin darle tiempo a contestar volvió a tomarlo de la mano para llevarlo consigo adentro de su hogar. Alegre le mostró el interior de su casa y rápidamente pidió de comer varios manjares a los sirvientes, eso le encantó al pequeño príncipe que veía a esa niña y notaba que era más su igual de lo que pensaría, era como si fuese también de la realeza en como los atendían tan pronto ella pedía algo. Pronto la mesa estuvo llena de muchos los platillos exóticos y deliciosos como nunca antes el pequeño príncipe había conocido.

— ¿En donde queda tu casa? — Curiosa preguntó. Él, desdeñoso y altanero contestó, — ¿Qué tonta e ignorante eres, acaso no sabes dónde queda el planeta Vegita?—

La pequeña peliazul no le hizo caso al tono del otro chiquillo, extendió una afable sonrisa en su rostro que hizo ruborizar al pequeño príncipe, mientras seguía sirviéndole toda una serie de delicias.

— ¿Otro planeta? ¿En verdad eres el príncipe de otro planeta?— Emocionada decía, el solo asintió con la cabeza mientras seguía devorando los suculentos platillos que estaba frente a él.

— ¡Papá estará feliz de conocerte!— Comentó emocionada la pequeña peliazul.

Por algún motivo le comenzaba a fascinar la risa alegre de la chiquilla irrespetuosa, — ¿Puedes quedarte hoy con nosotros a dormir? Mis padres hoy llegarán tarde a casa y me gustaría que papá te conociera... Te daré más platillos deliciosos—

No era por la comida por la que aceptaría quedarse, que definitivamente era tan deliciosa como ella decía, pero tampoco le apetecía separarse de la compañía de la extraña niña peliazul.

Mientras ella le pedía cosas a los sirvientes de su hogar para arreglar la sala de TV pues quería mostrarle algunas películas a su nuevo amigo, en un descuido de ella, él se contactó por medio de su comunicador con Nappa.

— ¿Como van los arreglos de la nave?— Exigente dijo el infante mientras una voz cansada y nerviosa de Nappa contestaba.

— Aún nos falta trabajo que hacer para que quede, pasaremos la noche en este planeta alteza—

Una sonrisa se dibujó en el rostro del infante que Nappa no pudo ver, él solo percibió el silencio lo que lo puso nervioso.

Vegeta amaba la desesperación que sus silencios ocasionaban a los demás, quienes temblaban al no saber si lo dicho les ocasionaría la muerte a manos del pequeño pero letal príncipe.

— T-trabajaré toda la noche príncipe... E-es más puede volar este planeta cuando nos vayamos—

Por algún motivo la propuesta de Nappa lo irritó — No regresaré sino hasta mañana, y más te vale que esa nave ya esté arreglada para ese momento insecto—

Fue todo lo que dijo antes de cortar la llamada abruptamente.

— ¿Era el príncipe Vegeta?— Cuestionó Radditz al ver el semblante pálido del mayor.

Nappa solo asintió, —sí y está de malas así que mejor no lo busque y ayúdame— Cansado replicó el saiyan mientras se ponía a trabajar en los desperfectos de la nave.

Radditz suspiró, y se puso a ayudarlo, quería ir con Vegeta, le divertían las locuras que a su príncipe se le ocurría pero también valoraba su vida y cuando el primogénito del rey andaba de malas era mejor alejarse de él, se puso a ayudar a Nappa, esa sería una larga noche seguramente.

El pequeño príncipe vio regresar a su nueva amiga junto a él, — ¿Entonces te quedarás a pasar la noche?— Alegre y esperanzada le preguntó la pequeña, el le dio una cara de enfado, — Eres muy fastidiosa—. Fue su respuesta.

Los ojos de la pequeña se entristecieron al pensar que él no quería quedarse, realmente le agradaba mucho su extraño amigo... — Te diré príncipe como quieres pero quédate— dijo preocupada.

Por algún motivo Vegeta no pudo soportar la mirada de tristeza de la pequeña peliazul, quería borrar el dolor en ese rostro, sus ojitos azules se veían llenos de lágrimas y por primera vez se odió así mismo por hacerla sentir mal.

¿Qué estaba mal con él? ¿Desde cuando le importaba lo que una tonta niña de una raza tan inferior pensara?

Y aún así lo que salió de su boca fue — Esta bien, me quedaré—

Ella gritó emocionada y lo abrazó, dejándolo nuevamente pasmado, totalmente frío.

Jugaron hasta cansarse, mientras ella emocionada le mostraba toda la corporación cápsula, y Vegeta aceptaba para sus adentros que a pesar de lo primitiva de esa civilización, reconocía que tenían muy buena tecnología a pesar de lo limitados que estaban.

Sus padres por fin llegaron, ya era tarde, la pequeña Bulma corrió a verlos, — Mami, papi que bueno que llegaron, quiero presentarles a un amigo—

Emocionada decía mientras un curioso Vegeta se acercaba.

— ¿Como te portaste hija?— preguntaba el afable doctor mientras escuchaba las aventuras de su hija menor.

— ¡Bien! Conocí a un príncipe, él es el príncipe Vegeta de Vegetasei.— Comentaba de la forma más natural posible la niña.

El saiyajin se acercó, el Dr. Briefs y su esposa se asombraron al verlo, sin duda era un jovencito muy peculiar, vestido con esa armadura de pelea tan sofisticada y sobre todo esa capa roja que blandía detrás de él.

El pequeño se acercó e hizo un saludo con la cabeza, inclinándola levemente, bastante serio.

Y a pesar de que lo dicho por su hija parecía un disparate, lo creyeron. Bulma no era alguien de inventar historias tontas, era una niña prodigio así que las invenciones de su imaginación para fantasear como hacían los niños a su edad no era algo que sucediera con ella.

Pero el buen doctor tenía aún un compromiso por atender así que no podía quedarse demasiado con su hija y su nuevo amigo, aunque ambos niños parecían congeniar bien y a pesar de la mirada seria y porte arrogante del menor, era claro que era un ser inofensivo para su curiosa hija.

— Me contarán mañana temprano sus aventura, hoy debo de ir a otra reunión pequeña—

Decía su padre mientras su mamá servía un poco de té.

Así pasaron algunas horas antes de que el buen doctor se marchara a sus otros compromisos junto con su esposa, la noche realmente había caído ya.

— Vamos a mi cuarto para dormir— Emocionada decía la niña, eso paralizó al pequeño niño.

— ¿D-dormiremos juntos?— dijo alarmado el pequeño quien jamás había dormido con nadie, salvo en las misiones cuando había dormido con las incomodidades que un viaje de conquista generaba donde dormían donde fuera, él y los soldados que lo acompañasen, pero en compañía de una niña jamás había dormido, aún así no pudo decir que no, al ver la emoción en los ojos de la pequeña.

Esa noche una tormenta asoló ciudad Oeste, y la pequeña Bulma estaba agradecida que su fuerte amigo estaba ahí para cuidarla.

— Duérmete ya...— Decía en tono molesto el infante.

— Si me duermo te irás a la habitación de invitados y me dejarás sola con esos truenos—

Bulma realmente le temía a las tormentas, era algo que siempre había generado ternura a su padre, podría ser alguien tan inteligente y sagaz para algunas cosas y se comportaba como adulto en eso, pero en situaciones como esa, salía a relucir lo que ella era una pequeña niña, que comenzó a llorar porque no quería quedarse sola mientras los truenos y relámpagos asolaban toda la ciudad.

El pequeño Vegeta suspiró resignado, él quería irse a descansar, esas camas y ese lugar tenía tanto lujo como su propio palacio, pero no podía dejarla sola y asustada y no entendía el porqué.

— Está bien me quedaré a dormir contigo, decía sonrojado, se había puesto una pijama que le habían mandado a comprar expresamente para quedarse ahí, así que su ropaje real estaba ahora siendo lavado para estar limpio al día siguiente.

La peliazul saltó emocionada, — ¡Gracias Vegeta! — Gritaba mientras saltaba por toda la cama y luego se dejaba caer al lado de él, lo abrazaba y le daba un beso en la mejilla del joven saiyan.

Un rojo intenso coloreó el rostro del infante — ¡Que te pasa! ¡No vuelvas a hacer eso, eres una tonta!— decía sonrojado, pero Bulma reía a su lado mientras abría la colcha para darle espacio y acomodaba una almohada para él.

Y así, sin un grano de fuerza, una niña débil de un planeta mediocre sin grandes recursos ni atractivos para seres como él, había dominado y conquistado desde ese momento al joven príncipe saiyajin quien no lo entendía aún, y pasarían muchos años para entender, que a la edad de 11 años el poderoso sucesor del rey Vegeta III, el príncipe que había nacido con un nivel de pelea impresionante y el terror de todos desde corta edad, había sido derrotado por una chiquilla debilucha de 8 años.

Irónicamente a pesar de sus quejas esa había sido una de las noches de sueño más placenteras de su vida.

Cuando el matrimonio Brief regresó a casa durante la madrugada y fueron a ver a su inquieta hija a su habitación, hallaron a ambos infantes dormidos plácidamente, abrazados.

Era una imagen tan tierna, que el científico tomó una foto de ambos niños dormidos.

Al día siguiente el pequeño saiyan despertó mucho antes que la infante, se sentía extraño despertar con esa rara pero encantadora niña a su lado, abrazándolo como si se fuera a escapar.

«Hasta a qué hora piensa dormir, y a es tarde... debería estar entrenando y no aquí con esta niña tonta»

Y a pesar de lo que se decía mentalmente estaba disfrutando demasiado ese abrazo.

En Vegetasei no tenía esa clase de ternura, la relación con su padre era buena, pero diferente.

Se levantó con cuidado para no despertarla, se ruborizó al darse cuenta que su cola se había cernido a la cintura de la chiquilla y lo más vergonzoso del asunto, tuvo que desenredarla con cuidado en forma manual, pues esa traidora parte de su cuerpo se rehusó a soltarse, se sentía más que avergonzado.

En cuanto pudo separarse sin despertarla, salió de la habitación, tenía curiosidad por conocer ese extraño y lujoso sitio. Fue hasta la otra habitación y halló su ropa limpia, se la puso y comenzo a curiosear, el aroma delicioso lo llevó hasta la cocina.

— Ohhh pero si ya despertaste, ven siéntate con nosotros, Bulma aún tardará en despertar y debes estar hambriento.

Amorosa y amable como era la mamá de la peliazul puso todo un banquete frente al infante quien voraz se comía todo.

El Dr. Brief se había fijado desde el día anterior

de la cola del chiquillo, — ¿Entonces no eres humano?— Preguntó con toda la tranquilidad del mundo, mientras seguía tomando su café.

— Soy un saiyajin y vengo del planeta Vegetasei, mi padre es el rey de todos los saiyajines: Vegeta III y yo soy el príncipe Vegeta IV.

Se presentó con la arrogancia que la realeza tiene inherente a su rango.

La señora Brief lo halló incluso más adorable — Ohh Bulmita por fin cumplió su deseo de tener un novio que sea príncipe, aún son pequeños pero cuando sean grandes se podrán casar —

Comentaba de forma tan natural la señora Brief que el pequeño peliflama casi se atraganta con lo que comía, mientras su esposo que hizo caso omiso a la reacción de su invitado simplemente dijo — Oh querida esta es la segunda vez en la semana que casas desde ahora a Bulma—

Ella se rió — es que el anterior amiguito de ella no era tan guapo ni estaba tan a la moda comm él— Señalaba a Vegeta.

— Ni tampoco tenía un rango de príncipe y ella busca a su príncipe azul —

El pequeño saiyan no sabía de qué hablaban y pensaba que estaban locos, iba a comenzar a irritarse cuando el papá de su amiga dijo algo que llamó su atención.

— Bueno me tengo que retirar, tengo trabajo aún por hacer, esa cámara de gravedad no se ajustará sola —

El pequeño infante lo miró con confusión —¿Cámara de gravedad?—

El doctor Brief miró con simpatía al infante — Oh si, la milicia me ha pedido esto para comenzar a hacer experimentos a diferente gravedades y ver si nuestras naves en algún momento podrán soportar la gravedad de otros planetas.

Eso sonaba emocionante para el pequeño niño, parecía que podría de alguna forma entrenar, — Yo puedo ayudarlo— Comentó arrogante.

— Sería demasiado peligroso y no me gustaría un conflicto entre planetas, si algo te pasará sería algo bastante problemático.

Comentó con su afabilidad natural el buen De. Briefs.

Vegeta lanzó un mínimo rayo de ki hacia el jardín explotando un árbol, — Soy bastante poderoso, puedo cuidarme solo— Comentó serio, se había sentido insultado aún cuando esa no fue la intención del científico, el padre de Bulma lo miró con asombro, ya había intuido que un ser con energía tan avanzada siendo príncipe, no debía ser alguien desprotegido, y eso le daba una idea de con quien lidiaban, era el hijo de un rey de un planeta conquistador, no era tonto, lo mejor era tenerlo de su lado.

Lo llevó a la cámara, no puso más que 4 veces la gravedad de la tierra, eso habría sido demasiado para un humano, no así para ese pequeño niño, quien siguió exigiendo que incrementara las gravedades hasta llegar a 50 veces.

Fue ahí donde pudo sentir la presión querer vencerlo y comenzó a entrenar. El Dr. Brief estaba impactado, era solo un niño y aún así podría acabar con todos en la Tierra si quería, intentó no pensar en lo que eso significaba para ellos, era un científico y alguien bastante sagaz, sabía que a alguien tan poderoso lo mejor era mantenerlo contento.

Bulma despertó después de una de las mejores noches de sueño en una tormenta que la pequeña hubiese disfrutado, sonrió feliz y buscó a su pequeño amigo con su mano al otro lado de la cama, pero nada... Ahí no había nadie.

Eso la hizo abrir de inmediato los ojos, asustada.

—¡Vegeta!— Se levantó de un salto y se puso de inmediato buscar por todas las habitaciones, desesperada llamaba a su amigo, su madre estaba tomando un baño así que no escuchó cuando su hija se despertó y empezó a hacer alboroto por toda la casa.

Miró en la cocina, su mamá le había dejado el desayuno hecho, pero Bulma no era capaz de comer nada, a sus 8 años sentía que el mundo se volvía gris, tenía miedo y pensaba que Vegeta, su amigo la había abandonado, no quería llorar pero no lo hallaba por ningún lado, iría a preguntarle a su padre, tal vez él pudiera decirle por dónde se fue su amigo.

Corrió desesperada por todo el laboratorio llamando a su progenitor, —Papá, papi, ¿Donde estás? Ayudame a buscarlo se ha ido— los gritos desesperados, la voz de angustia de la pequeña peliazul hicieron que el buen doctor fuera a su encuentro.

—¿Que sucede hija? ¿Está todo bien?— comentaba el dr. Brief, quien se acercó a su angustiado retoño.

—Papi Vegeta no está, se ha ido— lágrimas enormes salían de sus azules y tristes ojos.

Vegeta justamente se hallaba terminado su entrenamiento dentro de la cámara de gravedad, se había sentido vivo e increíblemente bien después de esa sesión a esa gravedad tan pesada...

Salió tambaleando de la misma, emocionado por lo increíble que había sido ese entrenamiento, estaba sonriendo, pensaba decirles al científico que le construyera una para que se llevara cuando de pronto ahí la vio: La pequeña peliazul tenía grandes lagrimones saliendo de sus bellos ojitos azules, ella estaba sufriendo.

Él la miró preocupado, la sonrisa de triunfo se le fue de la cara, se sintió enojado, ¿quien la había hecho llorar? Se las vería con él.

Bulma no había dejado a su padre explicarle nada pues tan pronto había soltado sus preguntas la puerta de la cámara de gravedad en la que estaba trabajando su padre se abrió y de ahí salió su amigo.

—¡Vegeta aquí estas! — Aliviada exclamó mientras corría a abrazarlo, el pequeño saiyajin no previó ese arrebato de la pequeña pero revoltosa niña humana, y se quedó congelado al sentirla abrazarlo de esa forma, el sonrojo incrementó en su cara —¿Que haces?-

Pero no pudo reclamarle nada ella lloró fuerte y comenzó a reclamarle - ¡Eres muy malo, estaba asustada, me desperté y no estabas, pensé que te fuiste y no te despediste de mí!

La pequeña Bulma lloraba desconsolada, el buen Dr. brief trataba de calmar a su melodramático retoño, ya conocía a su hija menor y a veces tendía a exagerar las cosas —Ya, ya, no llores, tu amigo no fue a ningún lado—

El príncipe saiyajin había lidiado con muchas cosas en su vida, pero no con las lagrimas de la peliazul, y se angustió y sintió terriblementente mal —No lo haré de nuevo pero ¡Deja de llorar!— exasperado dijo.

Ella cesó el llanto, — ¿En verdad?¿Prometes siempre ser mi amigo y no irte o desaparecer sin decirme?— El pequeño príncipe inhaló resignado, sí era mas fácil pelear y purgar planetas que pasar por esto.

—Lo prometo ahora ¡Suéltame!—decía demasiado ruborizado.

El día que estaría ahí se volvieron varios, todos fueron días de juegos en las mañanas y de platicar mil cosas con la pequeña Bulma, días de entrenar por las tardes, de grandes banquetes y risas, días de dormir junto a la pequeña niña quién exigió que cada noche el pequeño principe durmiera a su lado, exigencia que él rechazaba y que después debido al drama que ella hacia ante sus negativas, terminaba cediendo.

El doctor Brief no entendía la rutina de su hija y su amigo, ambos sabían que el seguiría cediendo entonces ¿Porque no aceptaba de buena gana en un principio? La realidad era que el pequeño príncipe Vegeta se aseguraba a su manera de cuidar que su orgullo y reputación de principe letal, no se viera afectado, por ceder tan pronto. En el pensamiento del pequeño principe, era demasiado vergonzoso que cediera tan fácilmente a los caprichos de esa niña.

Casi llevaba una semana en la corporación cápsula, les había ordenado a los otros dos saiyan que no lo buscaran, que se mantuvieran cerca de la nave y le avisaran cuando acabaran de componerla, por algún motivo no quería que ellos supieran, de alguna forma quería ser él y solo él, quien tuviera la atención de su pequeña amiga.

Él día en que la nave por fin estaba lista llegó, Nappa llamó a su príncipe, y para Vegeta fue curioso, el primer día se habría sentido exultante de emoción por marcharse de ese lugar, pero ahora... Ahora el pensar que no la vería más le generaba angustia, sabía que debía informar del hallazgo de ese planeta al planeta Vegita, pero no quería que lo hallaran, no quería que ese planeta donde la pequeña niña de grandes ojos azules y sonrisa hermosa, que vivía como si fuera una princesa, fuera destrozado.

Que el planeta Vegita supiera de ese sitio sería malo... lo primero que haría al volver seria borrar los registros de ese lugar... evitaría que alguien lo encontrara. Sabía que avisarle a su amiga que se iba sería difícil, pero no había de otra, si demoraba más su padre mandaría alguna de las tropas por él y eso no podía permitirlo.

—Hoy regresaré a casa— comentó durante el desayuno, el niño. El Dr. Brif había empezado realmente a tomarle cariño, le había hecho varias preguntas, sobre todo al ver la fuerza que tenía pues comenzó a ponerle algunos robots que hizo para que tuviera un objetivo contra el cual pelear, y el pequeño cada vez se volvía más y más rápido, acostumbrándose poco a poco esa gravedad tan pesada en la que entrenaba, por lo que el buen científico que conocía de supervivencia y especies, sabía que el niño no tendría esa tecnología ni esa fuerza si su planeta y su especie no estuviera dentro de los rangos altos de la cadena alimenticia, así que muchas de las preguntas que hizo tenían que ver con supervivencia y la forma de pensar de los saiyajines y Vegeta fiel a si mismo había sido franco contestando todas las dudas, incluso la más macabras.

— ¿Tu planeta queda muy lejos de aquí muchacho?—

El príncipe saiyajin asintió. Bulma se había quedado pasmada, comenzó poco a poco a hiperventilar y se levantó de la mesa y corrió, huyendo de ahí. El silencio se cernió en la mesa, los padres de Bulma intentaron fingir que nada había pasado, no podían más que dejar que su hija procesara la noticia.

Si había algo que había querido evitar Vegeta, había sido eso, lastimarla, y era irónico viniendo de él, el ser mas egoísta y orgulloso que había, pero le irritaba mucho escucharla llorar.

Fue a buscarla y la halló sentada bajo la sombra de uno de los frondosos arboles que había en esos jardines amplios, el llanto lleno de sentimiento lo hizo sentir mal, si por él fuera se habría quedado ahí por siempre con tal de verla reír pero se iba precisamente para cuidarla, para protegerla.

Le tocó el hombro pues ella estaba sentada abrazando sus rodillas y recargando su cara en estas así que no podía ver sus ojos, es por eso que decidió hacerle notar su presencia con ese gesto. La peliazul sabía quien era desde antes de que el la tocara, pudo sentir la presencia de su amigo ahí, levantó el rotro, y no le dio tiempo a nada cuando se abalanzó sobre el y lo abrazó fuertemente.

—Te vas a ir y me vas a olvidar y nunca más vendrás a verme— Reprochó a pequeña.

Y si, ese era su plan, pero no porque no quisiera verla sino para protegerla de su raza, de su padre, que no sería con ella lo amable que el de ella era con él.

—Volveré aun no sé cuando y ni por cuanto días, pero volveré, ahora que deja de llorar— comentó el pequeño, no traía consigo algo correcto para darle para reforzar su promesa, pero tenia con él un brazalete con la insignia de la casa saiyajin, se quitó la misma y se la puso, la pequeña niña sonrió.

Esa sonrisa quedaba mejor con ella, más que esas feas lagrimas, no hubo mayores despedidas, ese día la pasaron juntos y ella lo llenó de mil historias, después cuando la tarde caía decidió partir, levantó el vuelo mientras los señores Briefs y la pequeña Bulman le decían adiós en la distancia.

Jamás nada había hecho que Vegeta flaqueara en sus decisiones, pero mientras se alejaba de ese sitio, los ojos y la sonrisa de esa pequeña niña venían a su mente... "Bulma"... ¡quien lo diría! Ese lugar tan pusilánime, guardaba algo muy hermoso. Se sonrojó al pensar en eso y aceleró el vuelo.

—¡Principe ya hemos solucionado el desperfecto de la nave!— decía Nappa. Se hallaba nervioso, pues la cara seria del principe saiyajin no auguraba nada bueno, el niño podía ser sumamente voluntarioso.

Radditz que no dimensionaba la molestia de Vegeta se acercó, —¿A donde fuiste estos días? ¡Me quede aburriéndome con Nappa! Es insoportable cuando tiene que trabajar demás— Reclamaba el hijo mayor de Bardock

Nappa que conocía los cambio de humor del joven príncipe calló a Radditz — Principe Vegeta no hagas caso de Radditz, está jugando, podemos irnos ahora y si quieres cuando hallamos salido de aquí puedes explotar este planetoide tonto o podemos ir ahora a hacer una cacería aunque no haya guerreros que valgan la pena...— decía en forma atropellada y rápida el calvo saiyan, pero último dicho, hizo reaccionar a Vegeta quien rápidamente estaba frente al otro saiyan.

Nappa no era tantos años mayor que vegeta a lo mucho 6 años mas pero ya era un joven que podía tomar decisiones certeras y era el guardia personal del joven principe, Vegeta molesto lo golpeó en el estómago, —no vas a tocar este planeta ni ahora ni nunca, me he divertido aquí y a partir de ahora lo reclamo para mí, ¿Me escuchaste?—

Radditz al ver la actitud del pequeño príncipe lo miró confundido, algo que el hijo mayor de Bardock no tenia era prudencia, — ¿Porque querrías este lugar si es horrible y aburrido? Podríamos destruirlo ahora o mandar a Kakaroto a que lo haga para que entrene más.—

Vegeta lo calló mientras lo golpeaba sacando con Radditz la frustración de no poder ver más a la pequeña peliazul pues a pesar de la promesa hecha para que dejase de llorar, su intención real era no volverla a ver jamás, y eso tenía al pequeño infante fuera de sí, aunque él aun no lo entendiese.

—Nappa borra ahora la informacion publica de este lugar, asigna que no hay nada de importancia y su ubicación restringida, solo yo podré tener acceso a la misma.

Nappa creyendo que era solo la frustración de Vegeta hablado por él, por haber perdido su tiempo así, siguió las instrucciones de su joven príncipe: asignarlo como un planeta sin ninguna clase de recurso atractivo, y sus coordenadas fueron clasificadas bajo la clave de Vegeta.

Y así sin mirar atrás para que ninguno de sus acompañantes notara lo que ese planeta recóndito sin mayor gracia que existir le hacía al verlo, puesto que ese simplón lugar era dueño de un par de ojos azules qu aunque se intentara hacer a la idea de que la olvidaría pronto, la realidad es que se había metido en su memoria y lo perseguiría por el resto de sus noches por venir.

/-/-/

¡Hola a todos!

Esto pretendía ser un one shot y terminó siendo un minific.

Este es un regalo para Nieblaneitor , feliz cumpleaños atrasado mon ammie,que cada año sea mejor que el que se va, que tengas un nuevo fabuloso año de vida, espero te guste .

Y gracias por hacer tantas historias tan bellas.