EL FULANO RICITOS (SPY X FAMILY)
Esta historia le sucedió realmente a un fallecido doctor quien tuvo sobredosis de drogas durante su oficio. No obstante, en su memoria los nombres, lugares, eventos y profesiones han sido cambiados para proteger la identidad de los verdaderos protagonistas; no tienen relación con la realidad.
No los molesto más y que empiece el fic acortado en tres partes. ¡Disfrútenlo!
Capítulo 1: La génesis del éxito
AÑOS ANTES...
–Una consulta, ¿dónde queda la calle 7? –Dijo un hombre consultando a un auxiliar de la estación de trenes.
–Tiene que subir hacia la plaza, tres cuadras hacia abajo. –Indicó el encargado de ferrocarriles.
–Gracias. –Agradeció él.
Franky Franklin nació en Ostania y es hijo único, desde muy temprano este joven quiso estudiar Ingeniería, fue un excelente alumno y egresó de la academia con la más alta calificación y un flamante título, se especializó en Inteligencia y trabajó durante los primeros años en la agencia secreta WISE en Westalis. Su pasión como informante era el servicio público y precisamente el afán de progreso y desarrollo llegó hasta Berlint recomendado por amigos y familiares.
–¿Hola? ¿La señora Pamela? Buenas tardes, mi nombre es Franky Franklin, vengo de parte de un amigo que estuvo aquí hace un tiempo, Roland Goofy. ¿Se acuerda de él de usted? –Se presenta este promisorio inventor solicitando un alojamiento.
–Ah sí, Roland Goofy. Dígame. –Recordó la entonces dueña de la pensión.
–Bueno, yo también soy socio, vengo de Ostania a trabajar aquí en la agencia y...
–¿Anda buscando una habitación? –Consultó la señora.
–Si fuera posible mientras tanto consigo una casita. ¿Puede ser o no? –Procura el rizado.
–Mire, sabes que justamente se me desocupó una, la misma que ocupó el amigo. Pase, pase. –Le accede la pensionista.
–Permiso. –Expresa Franky ingresando la casa.
–¿Usted es casado? –Le contesta la mujer de edad.
–No, soltero.
–Pase.
Si bien el agente Franky era virtualmente un desconocido, su viaje hasta la ciudad de Berlint no era sólo para buscar nuevos horizontes, si no que para conquistarla.
–¿Y cuánto tiempo trabajó usted en Westalis? –Interrogaba la administradora Sylvia Sherwood.
–Diez meses, más o menos. –Respondió este protagonista.
–El subdirector lo recomendó. Tengo entendido que también egresó de Westalis y estuvo trabajando en Ostania.
–Claro, si yo trabajé con él e hice la práctica. –Dijo Franky.
–Me imagino que usted sabe cómo son las cosas aquí en la capital.
–¿A qué se refiere?
–Más trabajo que ganancia.
–Bueno, lo que yo necesito precisamente experiencia laboral, el dinero por ahora puede esperar.
–El equipo de agentes de aquí es un poco reducido y los turnos son bastante pesados.
–No se preocupe, yo estoy aquí porque quiero trabajar. ¿Cuándo comienzo?
–Ojalá me diga lo mismo en dos meses más, comience mañana. –Encomendó la jefa.
El entusiasmo por demostrar su capacidad lo llevó a aceptar las condiciones más leoninas. Así, Franky Franklin comenzó una nueva vida que traducía en turnos en la agencia y en un permanente plan de estudios en la pensión.
–¿Cómo está, Franklin? ¿Y usted todavía trabajando? –Preguntaba la señora Pamela.
–Estudiando, tengo un seminario mañana y en eso estoy. –Sostuvo él. –Ah, le llamaron por teléfono de la compañía.
–Si de ahí vengo, me estaba cobrando unas llamadas fantasmas por ahí.
–A propósito, hice una llamada recién local para que me cobre a fin de mes. –Recordó Franky la nota.
–No, no se preocupe, le traigo ahora la comida.
–No, en serio, no se moleste. Sabe que salgo enseguida porque tengo turno ahora en el quiosco.
–Pero si no me demoro nada, se lo traigo ya.
–En serio no, sabe que no tengo hambre, gracias.
–Perdona que me meta, pero si usted trabaja tanto también tiene que comer.
–Mire, hoy día voy a llegar un poco tarde. ¿Qué le parece si me deja un sándwich en el velador?, se lo agradecería harto.
–Ustedes los agentes todos son iguales. –Intuyó la dama saliendo del cuarto.
La llegada del informante Franklin a Berlint significó varios cambios en la agencia, junto al equipo secreto WISE tuvieron que armar casi todos los servicios y por supuesto la Inteligencia. Durante los primeros años vivía prácticamente en el campus, pero ello le ayudó a conseguir un alto grado de especialización en su campo. Poco a poco este hombre se fue convirtiendo en uno de los informantes más promisorios de la agencia secreta; su trabajo en espionaje era de total y pleno éxito, hecho que sin duda le dio, además, mucho prestigio entre sus pares. También sus logros adquirieron connotación y respeto a los colegas ya que Franky Franklin unía su talento profesional una cuota de profunda humanidad y espíritu altruista.
En cuanto a lo económico, el asunto quizás le había resultado un tanto más difícil, pero en caso alguno había desechado la posibilidad de ostentar lo máximo, ya que íntimamente este hombre se había propuesto una meta: ser el mejor de Berlint.
–Menos mal que resolviste rápido el caso. –Charla un tal Twilight.
–Estaba difícil, tenía tres sospechosos. –Platica Franky tras concluir su trabajo.
–¿Y qué dijo la administradora?
–O sea no lo he visto, debe estar vistiéndose.
–¿Y cómo te ha ido acá?
–Bien, incluso estoy pensando ponerme un quiosco y la tengo hasta vista.
–No me diga, ¿dónde?
–Aquí, cerca del centro, pero dinero hay que arreglar sí.
–Ojalá te vaya bien.
–Gracias. –Devuelve el gesto el inventor.
–Ya, yo voy a estar en la oficina, dile al agente de turno que la deje en observación (de un antecedente).
–Pero yo creo que quedó bien.
–Yo también, pero necesita un poco de reposo.
–Ya. –Asintió "Ricitos".
Ya a esa altura, los testimonios que hablaban de su sentido humanitario comenzaban a sumarse.
TIEMPO DESPUÉS…
–Franky, no me pude conseguir el teléfono, voy a consultar en la compañía. –Citaba su secretaria.
–No hay problema, en todo caso nosotros comenzamos en la próxima semana. –Dice este hombre.
–Sabes lo que pusimos el letrero allá abajo han pedido dos señoras a pedir hora.
–Ese cuadro ponle aquí.
–Franky, ¿y qué hago cuando venga la gente?
–No tengo claro todavía.
–¿Qué le parece esto acá? –Ella sostiene un cuadro.
–No, lo prefiero allá al rincón. Sabe que aquí está penando una alfombra, voy a ver si puedo traer una para mañana. Ya, yo voy al quiosco y vuelvo luego.
–Ah Franky, y si viene el electricista, ¿qué le digo?
–Que me ponga los enchufes en la consulta y que me deje la cuenta.
Este era el gran anhelo de Franky Franklin: poseer un quiosco de cigarros. Desde luego, el prestigio alcanzado en el cuartel fue muy importante para adquirir clientela.
Hizo grandes esfuerzos para comprar su primer vehículo, si bien era modesto decidió para expandir su "cámpora" acción. Este hombre estaba dispuesto a sobrepasar los límites del cuartel y de su quiosco particular, muy amante de los deportes y precisamente del futbolito en la medida de sus posibilidades fue acercando al club de la zona. A menudo se le veía en los entrenamientos y por supuesto, no faltaba los entrenamientos en que jugaba de local, de este modo se fue haciendo amigo de los dirigentes y de los jugadores. Entretanto su negocio ya le otorgaba buenos dividendos; los clientes tenían que pedir hora con mucha atención para ser atendidos y su cuenta bancaria comenzaba a crecer a pasos agigantados.
El éxito lo convirtió en un soltero codiciador... (Meh, pura tontería que haya cambiado. XD)
–¿Te gusta el lugar? –Preguntó Franky.
–Sí, fíjate que yo nací aquí nunca había venido. –Responde su pareja llamada Ruth (OC).
–¿Y hasta qué hora tuvieron permiso?
–Oye, ¿qué te pasa? Si yo no mando sola.
–¿Ah sí?
–Sí. –Afirmó ella.
–¿Alguna cosita desea? –Pidió el mesero.
–No, gracias. –Decía esta amante.
–¿Y qué va a hacer el fin de semana? –Contestó asolapado.
–No sé, ¿por qué?
–Te invito a la URSS.
–Oye, ¿tú siempre está tan lanzado?
–¿No te gustó la idea?
–No he dicho eso.
–Entonces...
–¿Y tu trabajo? –Dice ella bebiendo un sorbo.
–Yo no tengo turno el fin de semana.
–A mí detesto viajar en avión.
–¿Y quién te dijo a ti que vamos a ir por aire?
–Yo te llamo a la agencia.
–No, mejor yo te paso a buscar a tu casa mañana. Porque vamos a salir.
Su fama de conquistador le duró muy poco ya que pocos años después, luego de salir un corto tiempo con esta mujer de origen humilde contrajo matrimonio. A esta altura, su éxito como agente lo tenía en la cumbre, había cambiado de vehículo, tenía una lujosa casa y poseía dineros en el banco que lo distraía de sus actividades en la agencia y en el quiosco.
Franky Franklin, en muy poco tiempo estaba logrando las metas que se había propuesto, era igualmente un hombre sencillo, tranquilo y aún conservaba un profundo sentido de solidaridad social. De modo que estas reuniones bancarias no le llenaban la cabeza de humos, por el contrario, la solidez económica lo hacía ser más amigos de los amigos y ayudar a los más pobres; para todo es continuado haciendo afectuosamente el "Ricitos" Franklin. Ciertamente a esta altura nadie podría sospechar siquiera que este hombre estuviera engendrando con los beneficios de su particular fama el peor enemigo de su vida.
–Hola mi amor, ¿cómo está? –Saludaba Franky.
–Hola. –Decía Ruth.
–Te llamé en la tarde y no contestó nadie.
–Tuve que salir.
–¿Y la empleada?
–Tiene libre hoy día.
–Estoy tan cansado, mi amor. Lo único que quiero es darme una ducha.
–Fui al médico.
–¿Qué te pasó?
–Tengo seis semanas de embarazo.
–¿Estás embarazada?, ¿y por qué no lo dijiste?
–Pues si te lo estoy diciendo.
–¿Pero por qué no me lo dijiste antes para yo verte?
–Porque quería darte una sorpresa.
–Claro, soy tu esposo. Soy agente y soy el último en enterar. Mi amor.
Al año de casado, Franky Franklin tuvo su primera hija y tres años más tarde a la segunda; la vida no dejaba de sonreírle. Muchos no se explicaban cómo un hombre de estas características se había logrado encumbrarse tan alto. Su pasión por el deporte continuaba igual que antes, sólo que de un tiempo hasta esta parte se había convertido en un consejero y ayudante del club; su equipo estaba en Primera División y necesitaba de apoyo sólido y efectivo.
Franky Franklin se comprometió con su causa y sin darse cuenta fue en cierto modo una escena para muchos jóvenes que se iniciaban en el balompié, claro está que con esta acción postergaba a su familia, hecho que sin duda le complicaba su existencia.
AÑOS DESPUÉS…
Definitivamente, Franky Franklin era el símbolo del éxito. Atrás habían quedado los años de esfuerzo y ahora desde el momento de cosechar. Sus dos hijas estaban en uno de los mejores colegios y se habían transformado en lo más preciado para él. Aunque la bonanza económica era evidente, este hombre, ya conocido en la zona no dejaba de ayudar a sus amigos e incluso a clientes que necesitaban de sus servicios y que no contaban con dinero. Por esta razón se había transformado en un personaje muy querido y respetado.
Nadie podría pensar que "Ricitos" tuviera enemigos, como tampoco se podía imaginar que este hombre era un amante de la vida nocturna, ni mucho menos que el afamado inventor-informante estuviera ávido de nuevas experiencias.
Continuará...
